La Tortola Del Ajusco Julio Sesto
La Tortola Del Ajusco Julio Sesto
La Tortola Del Ajusco Julio Sesto
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LA TéUTiHA
DIL AJUMO
JULIO SESTO
LA TÓRTOLA
DEL AJUSOO
NOVELA MEXIOAIIA
TERCERA EDICIÓN
CASAS EDITORIALES
Mauool Hermanos y C* Mauool Harmanoa a HIJoa.
4.« Calla da Taouba, 40 684, Indapandanela, 672
Mixioo, D. F. Buanoa Alraa, (Aroantina)
^m
Esta edlcKtai, autorliada
Sentimental:
i 06395 I
;.i.\.
'J^,ff.
índice
Tim
V. —^La divorciada 83
VT. —Feminismo 92
Vn.—«Privado" 107
VIH. —«La casa de loe espantos** 123
IX.—Dríada 139
X. —^Líneas 1^
XT. —La rubia 187
XTT. —El seno de la virgem 165
XTTI. —A^afuerte 171
XTY.—La tórtola muda 181
XV. —Los aparadores 187
XVT. — ^lios cuatro volcanes IW
XVTT.—Eslabones de oro 205
XVni.—El «debut" 213
XTX.—El foro del Principal 221
XX.—El Pactólo 237
XXT. — semana de
^La aviación 243
XXIT. —^Vuelos hacia el sol 251
XXni.—El herbolario 287
:;fet:.
PAg*.
'31.. V \". .
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UNiVtRSIíy OF lumm
LAS FUENTES BROTANTES
14 JUUO SESTO
. i-.ii.
16 JUUO SE8T0
• .•
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• «
n JULIO SE8T0
*
* *
das carretas.
Tlalpan estaba completamente abandonada a su
suerte. Por un lado la dominaba una facción rebelde,
que se había parapetado en el cementerio ;
por otro lado,
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 23
^:4Kn:
:'?^^'!KVi^.-i!r^T^^f^'^^^!9f-'^™~c~
26 JULIO SBSTO
Petrita Morales
y acompañantes no pudieron
sus
menos de gemir al ver aquello. Y
a todoa les infundían
miedo los perros, que asumían una trágica gravedad.
Petrita insistió en llamar a los perros con halagos.
En esto estaba, cuando un soldado gritó:
—
¿A qué hora se van? ¡A ver si les toca un ba-
lazol... '
fk^-'-'^-
LA TÓRTOLA DEL AJU8G0
II
EN EL MOLDE
-im
30 JUUO SESTO
un hombre!
—¡Dios no lo quiso! —suspiraba la apacible seño-
ra cuando hablaba de su ídolo perdido.
Así que la veían entristecerse, los muchachos pro
movían la alegría anestésica:
—Toca, Arturo—decía uno.
Y Arturo Martínez, músico intuitivo de la mirada
el
vagorosa y la énea faz indígena, daba la última chupada
al cigarro, lo tiraba al patio y, temblándole el híspido me-
chón de la frente, sentábase a tocar, renovando con las
•sponténeas exhalaciones sonadoraa de su espíritu el
akna gastada del manoseado pseudopiano.
LA TÓRTOLA DEL AJUSGO
— I
¡
Qué escuela aquella de Arturo I Era detestable. No
se cuidaba ni del modo de
sentarse. jiPero qué manera de
tocar, y, sobre todo,de componer Contraído, retorcido,
1
— Benjamín
feo... dijo uno que hacía
Osorio, versos.
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LA TÓRTOLA DEL AJÜ8C0 ^
—Que sea muy femenino, ¿eht—intervino Zavala
que sea representativo.
— —
Sí... sí dibujante, que seguía discu-
^Pedro iel
rriendo...
—^Porque una mujercita...
es (otro).
—Tiene que un nombre que empiece en
ser fe...
her...Herma...
— Ya I
— dibujante tremolando
lo tengo!... gritó el el
papel y poniéndose en pie.
—¿Cómo?
—¡Fétrima!
— Muy bien Fémina. Fémina Ponce.
¡ ! .
—Te Pedro.
felicitamos,
—¿Te Fémina?
gusta,
—¡Cómo no!— — muy ella. ^Está bonito...
— Que viva Fémina
¡
I
— Que viva!
j
III
—¿Cuál?
— Que hasido premiado "El Caballo del Diablo".
—¿El cuento de Pomar?
— Con cien
Sí. pesos.
—jAy, cómo me Y alegro!... lo felicito. Pomar.
Pomar iba medio borracho. Apenas dio las gracias
a la señora, que lo felicitaba. Se tumbó con indiferencia
en el sofá claudicante.
—¿Por qué no vino usted Pomar? ayer.
—Porque... porque me de copas y no con
fui di la
casa.
—No tome hombre. O,
tanto, toma, procure si co-
mer, f
—^Yo nunca he tenido qué comer—respondió autor el
laureado.
44 JULIO SESTO
—¿Y chamaca?
la
—Ño ha de — dilatar le respondió Josefita — , fué al
estanquillo por unos botones.
Cierto. Fémina había
ido al estanquillo, y al pasar
por una tienda de ropa que había enfrente a la plaza de
Santa Catarina, se embobó ante los aparadores, viendo
las novedades, y diciendo mentalmente:
—Esas medias de ramitos calados me vienen ;
yo ya
las lleno...
¡
Qué bonito sombrero ese de la pluma blancal ¿Cuán-
to costará?...
Con ese género hla, iqué vestido que me prende-
ría yo!...
jQué lindas blusas Es una desgracia
1 estar pobre.
Hay que trabajar. Tiene razón mamá.
Después se vio la carita en el cristal sombreado del
aparador, y, bajando la vista, se vio el cuerpo, volviéndo-
se, para "enterarse" bien, girando sobre los tacones, po-
compañero.
Llegó Zavala de la Biblioteca.
—
^A ver, Zavala —
habló Josefita ¿qué le parece a us- —
ted que debe hacer Pomar con los cien pesos del premio?
—
^Ya sé... ya sé que lo premiaron, Pomar. Mis pa-
rabienes.
En cuanto al dinero... allá Pomar.
— El quiere hacer una juerga informó Josefita. —
— Claro —
habló Pomar —
Todo el año pobre; todos
.
— —
Está bien, Josefita asintió el autor premiado —
Se hará lo que usted disponga.
La señora:
—Vayan a cobrar el premio.
*
* *
— Pobres guajolotes
I decían I — —
en vez de echar- ,
'
—
Los macarrones debía traerlos un músico, porque
son un platillo de "diletante".
—^Lo8 músicos llevan sus instrumentos; pero nos-
otros también somos músicos, porque llevamos los "pla-
tillos".
—Oye, Pedro tú : debías vivir en la calle de los Pa-
rados, porque llevas los frijoles.
•
—
Qué pulque más bueno va a
I
ser el del cuero que
trae Arturo Martínez I
pulque "compuesto".
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO ., #8*
(Un estudiante)
—Oye, Pomar: ¿no tienes ahí "El Caballo del Dia-
blo"? Ein él podrías volar por las tortillas.
(Risas.) i
"
(Una señorita):
•
— Comeremos con pan. Ahí hay bolillos.
¡
(Pomar)
— no sabemos hacer
Bolillos... si encaje...
contrariada):
(Josefíta,
—Ya no choteando,
estén ¡caray!...
Apareció un muchacho lugareño en la barranca. Le
preguntaron dónde habría tortillas. El muchacho con-
testó :
— mamá
!
* —
¿Las tortillas?... No entiendo.
—
Que si son) de metate o de molino.
\
I —
Ah!... Son de metate; de piano.
¡
(Fémina)
—
¡Que toque la música!... i
(El de la flauta) ¡
—
^Falta el del bajo, señorita... lo tenemos que es-
perar. I
(Zavala) i
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 51
; -.:
-
(Arturo)
—Se trata de piezas de música, no de las piezas del
guajolote.
(Josefita, al del violín)
—¿A usted qué pieza gusta más, maestro?
le
(El del violín) - :
—A "Traviata".
mí... la
— pregunto qué
^Le maestro, pa-
pieza del guajolote,
:
ra apartársela.
mi del violín):
— Ah¡ Cualquiera. . . señora, cualquiera.
! . . . .
(Zavala)
— huacal sienta bien a Arturo, que
^El le es india.
(Otro): .
^",>»>T
52 JULIO 8B9TQ
—lOaray
llaves.
!... pues esa parece la flauta de ima ama de
^ (Otro):
—¿Ouánto un cuesta violín, eh?
(El del violín)
— Si es italiano... según... los hay desde veinte
pesos.
—¿Y "hecho" en
!
si es el país?
— hacen de
^En el país se balde, señor.
Llegó el del bajo quinto. Lo recibieron con aplausos
y con una* copa.
(Pedro Ramos)
— ^¿Qué le había pasado, maestro?
(El bajo):
del
—Nada. Que no encontraba una prima en los es-
tanquillos.
— Tiene usted alguna prima
^¿ estanquillera?
— señor: una prima de
^No, tuve que guitarra: ir
.:;v'«^;
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 56
un arquito.
diente,
Las manos del cornetinista estaban negras por el
latón : sólo al mover
émbolos limpiaban aquellas ma-
los
nos la corneta, porque, después de las tocadas, el pistón
era colgado en la peluquería y "Música para Bailes" del
Puente Blanco.
El del violín pegaba el maxilar izquierdo con frui-
ción al instrumento. .Parecía que sentía algo al tocar, y
se creía ya en camino del éxito, desde que había pasado
de peseta la hora, a treinta y siete centavos que ganaba
a la sazón.
Pero era un violinista razonable: se limpiaba las
uñas. Se ponía serio para tocar. No le faltaban botones
en el traje ni en la camisa, como a los demás.
Así eran los músicos de la calle del Puente Blanco,
que Arturo contrató para el día campestre, pagándoles
a tres reales la hora, su tren, su almuerzo, su "curado" y
su cerveza.
&6 J'ULIO SESTO
El domingo es triste,
(la que,su torpeza
la mandolinista,
y no ha terminado I
como ha comenzado
de oír tanta pieza
Duele la cabeza
¡Qué barbaridad!
iCómo desafina I
¡Cómo desentona I
con serenidad.
de la mandolina '
con la mandolina,
estámuele y muele
que salir no suele,
donde una vecina
vecindad cochina,
y se aburre en esta
o duerme la siesta
para ir de fiesta,
La gente se viste
í.-y'4:
^
LA TÓRTOLA DIL ÁiTÜSCO flt
es buena modista).
I
el Himno I. . .
i
la Diana I. .
Y
no se fatiga - :
nunca de tocar;
como se le diga
que debe callar,
coge el instrumento
y "en tono violento"
vuelve a comenzar . r
moteja y moteja
.j»J«:'-:..J.,-,->- I
u JULIO SE8T0
la música, y deja
toda pieza trunca,
y la muy ingrata
no se cansa, nunca.
Y toda la tarde
lleva la vecina
haciendo infinito
"melodioso" alarde
con su mandolina,
sentada en la esquina
de un taburetito,
en un rinconcito,
tras de la cortina.
Y, ¡claro! la gente,
aunque es muy prudente,
toda está que trina,
cansada de oír,
sin poder dormir...
Mientras la vecina
toca... Y toca... y toca...
y no se sofoca,
la madre, que es fea
la lata que da
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 59
la "incómoda" hija
que cuando se fija
la buena señora
en la tocadora,
le dice Alabado
: j
Quejarse no vale
contra Leopoldina
por la mandolina.
Y no hay un vecino
que no la señale,
que no esté que trine
veo a un inquilino
que mejor se sale
[mejor se va al cine!
Empieza a llover.
La gente se aburre ; ,
i
Qué triste domingo I
Llega mi cuñado,
que viene mojado...
(mojado... hecho un pingo!
En un tendedero
se "atoró" el sombrero
y se le cayó
a una coladera
que ya se tapó...
Viene la portera
^
y se ha dado un baño
de asiento la pobre...
jFuchi!... que mal huele...
huele como a cobre...
Es el cañoi roto.
Todavía noto
que está lyeopoldina
muele y muele y muele
con la mandolina...
-m
LÁ TÓRTOLA DEL AJUSGO 61
'
r¿^.^.
para goáreceise:
de aquí puede veree
cómo los bombinee
sacudiendo están.
Uno hay que echa rayos
porque se mojó
y se estxopeó
los zapatos bayos
y los calcetines
que "hoy día" estrenó.
La lluvia les causa
a todos mohína.
(Se nota ima pausa
en la mandolina...)
Me huele a epasote.
Bajo aquella higuera
veo un guajolote
que lanza un suspiro...
Es de la portera.
I
Qué triste lo mirol
El pobre debiera
de pegarse un tiro.
Si tuviera novio,
un novio xnodeito,
JULIO SESTO
el seríaen obvio,
en obvio de esto...
esta solterona
(Cómo desentona
de la mandolina
con su sonsonete,
en el taburete
tras de la cortina
Catorce vecin(is
correctos y fin 48,
van en comisión
derechos a casa
de la Leopoldina.
Puede que esta sea...
Tocan al portón...
una buen idea:
Veremos que pasa...
Ya le están pidiendo
que no estémoliendo
con la mandolina,
que no los provoque,
y que ya no toque,
porque los molesta
con lo que repite
y no lea permite
que duerman la siesta.
Oyeron su boca:
¡Les ha dicho horrores 1
Se puso violenta
y gritó: Señores,
yo pago mi renta...
v^^
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 63
Y ahora eepeor, ^ ? ^V
por nuestra desdicha,
pues si se encapricha».
toca con furor:
Ya empieza...
iQué horror!...
1 Oigan "La Matchicha"... '
"
abéñolas.
—¡Vamos a lavarnos "trompa"—propuso la un es-
tudiante — que tenemos llena de mole
,
la I
¥^-.:,\- . .:- :
-^
':^Éüfñs::'':- ,;-iS&:-:
64 JULIO SSSTO
I
Qué frío aquel contacto de las dos vírgenes, la fuen-
:
te del agua y la fuente de Aquel agua era la
los besos 1
gan a tempo.
(Otro):
—^Ya llegaron a la coda: los frijoles.
Las señoritas se columpiaban en una encina, a la que
habían atado una cuerda. Fueron los varones a empujar-
las. Zavala, a quien le tocó en suerte empujar a Fémina,
ft
:.^N-.
.••^«-.'T .;- » .
66 JULIO SESTO
m
EL HOSPITAL JUÁREZ
hoteluchofi, Josefita.
*
*
para la autopsia.
Llegaron tarde con el médico. El cadáver ya estaba
"preparado". El "muertero", un "pelado" impasible que
trabajaba como auxiliar en el anfiteatro, ya había abierto
el cráneo de Pomar, de tres cincelazoe uno en el parie- :
:.jti-i«,;
74 JULIO sesTo
?• juub SBinro
p-
LA TÓRTOLA DEL A J USGO 19
*
* *
LA DIVORCIADA
Hablábase en el velorio:
'•:£i!Í.'r;,
84 JULIO SESTO
—¿Qué quedó?
tal (Zavala).
— Vi una prueba de
Bien. los grabados y la encon-
tré admirable (Pedro).
—¿Cuándo (Fómina).
sale?
—Mañana (Pedro).
gracias I...
—^Voy a entregarle a usted unos papeles que dejó
dijo la señora Bustillos, y fué por ellos a la cómoda.
La divorciada vio los papeles que había en la carte-
ra pringosa recogida con las ropas de Pomar en la comi-
saría.Entre los papeles había un sobre cerrado que te-
nía escrito: Para md divorciada, cuando yo muera.
Rompió la divorciada el sobre y leyó, en medio de la
consternación de todos, lo que el sobre contenía. Eran
estosi versos:
^:í%m
1
85 JULIO SESTO
Mi divorciada : si tú me quisiste,
¿por qué es que somos yo terco y tú terca?
¿por qué vivimos yo triste y tú triste?
;,por qué estoy lejos y tú no estás cerca?
'V^ LA TÓRTOLA DEL AJUSCO
---""" «
.
* - -
_ _
-:.--
VI
FEMINISMO
— Pero, mi
I hijita!...
— Nada! ¡A
I Yo
trabajar! sirvo para algo. Sé es-
—
Nada, mamá, nada. Que ya voy pensando^ que ya
voy creciendo... Mira, anoche, viendo a esa pobre mu-
jer, viendo a esta punta de flojos, que ninguno es capaz
de nada; que si no fuera por ti no hubiéramos tenido
para el entierro, pensé muchas cosas; pensé que todo es
tristeza en esta casa, que parece haber sido escogida por
la miseria para refugiarse aquí; y pensé que, si todos
trabajáramos, y si no se bebiera, y si se hicieran menos
versos y menos valses y en cambio se hicieran cosas más
positivas^ todos comeríamos, todos viviríamos, y habría
menos lágrimas y menos luto. ¿Te parece a ti justo
que yo ande de luto por Pomar? ¿Te parece a ti justo que
nosotras tengamos que compartir dolores ajenos? Cual-
quier día se muere otro de los muchachos, y tendremos
que velarlo, y tendremos que enterrarlo, y tendremos que
llorarlo. ¿Por qué? ¡A ver! ¿Por qué?
No, madre, no: yo sólo quiero llorar por ti; sufrir
por ti...
—
Bueno, mi hijita: veremos lo que se hace excla- —
mó reflexiva la señora Bustillos, que encontraba razo-
nado loi dicho por la nena; que no creía equitativo que
Fémina viviera aquellas angustias esquivables.
— Sí, madre porque esta vida de Wsueño nos va a
:
* *
— Hola,
I —
Fémina! la saludó Pedro Ramos — . Es-
tás embarneciendo ima barbaridad...
—
I ^Es —
que dijo ella —
desde que trabajo, como.
,
— Alto!
I —
joven vertebrado habló Zavala, que te-
nía muy pegada la frase de "joven vertebrado", "jóvenes
vertebrados"... —Eso es discutible.
Llegó de la droguería Garlitos Manzanares, que tra-
jo a Fémina im estuche con fruslerías y polvo rosado
para limpiar las uñas. Fémina sentóse tranquila a puHr
las puntas amigdálicas de sus dedos.
La discusión arraigó:
—'A mí no me convence de la mujer en
el trabajo
las esferas de actividad pertenecientes al hombre, excep-
to en el arte —
aventuró Pedro Hamos.
»6 JULIO SESTO
veía eso.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO
Zavala:
—Perdone En
su tiempo había hom-
usted^ señora:
bres. El sentimiento del deber no se encontraba tan rela-
jado como ahora. La virilidad se mantenía a^la altm*a
del honor. La lucha no era tan activa como hoy, y la mu-
jer, para vivir, no tenía que trasponer los límenes de su
casa.
Pedro:
—La lucha. Tú lo dijiste. La lucha activa. ¿Y por
qué es activa la lucha? Por las necesidades creadas. ¿Y
quién crea las necesidades? Ellas, que son insaciables,
que son presumidas, que tienen aspiraciones despropor-
cionadas, que son ostentosas. Las mujeres de hoy son es-
clavas de la moda la moda es la que les extravía. Todas
;
Amadita:
—Muy bien dicho, señor.
Zavala:
—No tan bien dicho, señora. Todo eso que acaba
de decir Pedro, se llama evolución. La tela de araña de
los aparadores se teje para que caiga en ella el capital, la
riqueza.
Pedro:
98 JULIO SESTO
Pedro:
—¿Y quién se casa con ellas? ¿Quién? ¿Quién se
atreve a hablar de amor a una señorita que tiene la ca-
beza IJena de números, que tiene el espíritu habituado a
los cálculos; que tiene el ánimo agriado por la lucha, que
Pedro:
— camino
^El es único.
'
iZavala:
— Los caminos son
Protesto. varios.
Pedro:
p—^La vida es una.
Zavala:
— La vida es varia..
Pedro:
— Todas toman por el mismo camino.
Zavala
— ^Rectifica: a todas las empujamos por el mismo
camino. Pero, si ellas quieren, pueden tomar el camino
recto.
Pedro:
— no Ellas disciernen.
Zavala: .
Pedro:
—Pero hay pocas madres así. Josefita, Bustillos es
una madre a la antigua.
Amadita:
—¡Ay, señor... las madres antiguas!... En mi
tiempo no se veía esto... Las muchachas estaban en sus
casas...
Zavala: ?"
brillar.
Zavala:
—Brillar no es afrenta ni peligro.
Pedro:
Lo es, porque el brillo ascendente, el brillo de com-
petencia, que es el que a ellas las aguijonea, no se ad-
quiere naturalmente, sino con algún sacrificio extraordi-
nario.
Zavala:
—Tú has dicho:
lo sacñficio. Yo las compadezco.
Pedro:
—^Yo no. Porque se sacrifican ellas, sacrifican su ho-
nor^ sacrifican el honor de la familia, el honor de los
padres, el honor de la sociedad.
Zavala:
— sociedad no tiene honor.
^La
^
Pedro:
—Sí lY funda en
lo tiene. se la familia. -*
Zavala: .
102 JULIO SESTO
*
—La familia que tiene subsistir-
Pedro :
— un axioma de Economía
^Ese es Política, que no
disculpa la, perdición moral.
Zavala
—No hay perdición moral en la lucha, cuando se dis-
pone del honor como única arma.
Pedro r
— Sí la hay. Y hay más hay la responsabilidad de
;
Pedro
— Eso no es moral.
Zavala
—No es moral, pero es cierto. Observa la vida. La
vida no se rige por la moral. Se rige por causas. Las cau-
sas son verdad. El pan es una verdad. T^ belleza es otra
verdad. La nutrición es una verdad ineludible, y, cuando
a falta de otras condiciones explotables para vivir, exis-
te la belleza, es ésta la que da el pan.
Pedro:
— ¿iPero apruebas tú ese sistema de vida?
Zavala
—Si no hav tí
otro. •
Pedro
—^Luego tú encuentras razonable y edificante lo que I
Pedro: T
Pedro:
—Yo en rechazar
persisto mal, el el peligro.
Zavala:
—La abnoxia, en nosotros.
el peligro, está •
•
Pedro:
—Está en ellas: que van a la oficina con trapos se-
ductora, con escotes que provocan que se sientan fren- ;
Zavala:
—A van, a eso atraernos.
Pedro:
—Es que se pierden... Es que...
Zavala:
—^Más pronto se pierden en sus casas pobres; más
pronto se pierden cosiendo munición, echando los bofes
104 JUUO SESTO
Pedro:
— vas
^No bien.
Zavala:
—Sí voy bien. Tienen derecho al trabajo menos ope-
roso y más retribuido. Tenemos la obligación de frangir
con ellas la alegría, la inteligencia y la luz. ¿Es un pecado
el placer? ; Tienen derecho al pecado!
Pedro:
—
Al paso que vamos, pronto lo monopolizarán ellas
todo. Ya no hay almacén, oficina ni institución en que no
sel vean las peripuestas señoritas. Yo, apenas voy a com-
diciales al comercio I
Zavala:
— Te equivocas. Nos suplen con ventaja. ¿Tú ves
cuántas hay de cajeras? Pues es porque son más fieles
que nosotros; nunca desfalcan, Pedro...
Pedro:
—^No verdad; no es por eso; es porque trabajan
es
por menos sueldo. Eso es lo que ellas hacen echar a per- :
Zavala:
— Sí... ¡tanto que combatimos nosotros 1... Si real-
mente fuéramos leones... pero si somos unos cobardes...
si nos damos a bébedos en cuanto nos faltan las fuer-
Zavala:
— porque ustedes son
^Y flojos.
Osorio:
—I^ ya ofender. Hablemos de
es otra cosa.
Amadita:
—Ya me voy, que me quema se la sopa... (Se fué.)
Josefita:
—¿Vamos a comer, muchachos? \ ^
Garlitos (yéndose): ;
—Muchas gracias..
Osorio:
—Yo ya comí. ,
,.
,
J. ;-
106 JULIO SESTO
t-^'-
LA TÓRTOLA DEL ÁJUSCO 107
JS-*
VII
ce
PRIVADO'*
da hora. Y
esta distinción dio pábulo a chismes y enredos.
a murmuraciones y andróminas. El Hcenciado llamaba a
Fémina con frecuencia la llamaba para todos los asun-
;
— Se ¿ con
aliviará ella ?
—Veremos, señorita.
—¡Ay... fíjesepor ¿No tendrá
usted... Dios!...
mi madre alguna cosa?
—La edad, edad
señorita... la ...
pedir m^
dinero. El domingo amaneció la frágil lucha-
dora sin un centavo. Zavala, que tenía un peso, lo prestó
a Fémina para el carbonero. Tanto decayó aquel día la
señora, que Fémina, alarmada, llamó al médico. Este re-
cetó otra vez ingredientes costosos, y aparatos...
Los empeños se cerraban al medio día. La añigida
inuñeca se tronaba lo¿ dedos ¿in saber qué hacer. En vano
112 JULIO SESTO
soy,
—¿Qué quiere? (Con brusquedad).
—¡H[aga favor de el abrir!...
— No I (Un dependiente).
se abre!...
gas cuidado!
Fémina esperó.
Allá adentro, sentado en el baúl, un dependiente to-
caba el acordeón. Otro cantaba una copla dolorida. Fémi-
na volvió el rostro atraída por las pisadas de la gente
que pasaba por la acera. Vio las grandes trancas que ase-
guraban las puertas. Después levantó la vista, y púsose a
ver las prendas colgadas : capotes, sayas, pantalones, cha-
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 113
Sonó la chicharra.
El secretario del licenciado Pereda se presentó en el
Pñvado.
—Hizo usted esas investigaciones que le encargué
el sábado?
— Sí, señor.
[: —¿Quién es esa muchacha?
— honrada^
^Es señor. Y es señorita. Vive en el Cua-
drante de Santa Catarina, en una vecindad pobre. La
madre se llama Josefa Bustillos: es ima profesora de
piano venida a menos. Es verdad que está enferma y que
la famiHa atraviesa por una situación angustiosa. Ayer
empeñó la muchacha su vestido en cinco pesos, para aten-
der a la madre, que se' agravó.
—¿No le dieron aquí dinero a esa señorita el sá-
bado?
—Sí, señor licenciado cincuenta pesos pero por las
:
;
^.
i'--.'
LIBBAHY
OF THE
MNIVERSiíY OF IHINQÍS
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 117
—Algunos pobres y
estudianteso cuatro mechu- tres
ditos de que
esos y pintan
escriben y...
—¿No novio
tiene muchacha?
la
—¡Ah! Se me olvidaba: Es un mozalbete de
Sí. la
misma vecindad: Manzanares: está em-
se llama Carlos
pleado en la droguería Labadíe. El ha llevado a la señora
algunas medicinas de regalo. También los demás han so-
corrido algo a la enferma en este sentido.
—
¿Quién trajo aquí a esa señorita?
—Vino ella sola.
—¿Quién recomendó?
la
—El diputado Martínez Alonso.
— Bueno.
Aja... Basta. i
* «
—¿Qué, señor?
— Tlalpan, por un
^En allá que llama "Las
sitio se
Fuentes Brotantes", tengo yo una casa desocupada que
me hipotecaron el otro día... ¿Se acuerda?... Creo que
usted hizo la copia de la escritura...
— señor: me acuerdo...
Sí,
vm
ría con don Casto, dijo: Ajites de ser esposa de don Cas-
to, fuera yo esposa del diablo; antes de que^ rae besaran
9
130 JULIO SESTO
planta baja.
La buena Josefita quería conservar en la sala el sofá I
LA CA 3A DB LOS ESPANTOS
líBBABY
^ OF THE
fe .
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 133
— I Tú
Casarse!...de eres los que creen que el ca-
sarse es la suprema felicidad.
—^Tampoco suprema
es la felicidad el ser querida
de im batracio, barragana de un orangután.
—
Quién sabe!... joven vertebrado,
I
i
—
No digas badomías Zavala!
I
—
Te veo venir. Tú quisieras que Fémina se casara
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 135
—Eso es.
-
—Hombre... hay sus excepciones.
—Las hay, Pedro. Pero, convéncete: la mujer, en
general, es como el vaso artístico: dondequiera que lo
pongas, está en peligro, y su finalidad es romperse al
darnos el agua de la vida.
—
!¿Eso es lo que le puede pasar a Fémina?
—No me extrañaría que pasara. le
—Siguen convencerme tus
sin teorías disolventes.
—No hay nada disolvente en esto: la disolvente es
la vida, porque hay en ella el elemento corrosivo del mal
y el vaho flotante de la muerte.
— I Si te oyera Josefital...
Josefita... Josefita se va. La hija se queda. Y
será de ella lo que quiera el destino de las mujeres bo-
nitas, que es un destino especial.
—Luego tú crees que Fémina...
Fémina tiene talento. Sabe lo
que vale su belleza,
y sacará de ella el mayor partido posible. Y hará bien.
Empero, yo confío en su juicio, aunque tiene muy poca
edad para pensar.
— —
A mí me parece terció Osorio que Josefita —
es una mujer enérgica y una buena madre, y que, por
ende, sabrá defender a la muchacha de ciertos peligros.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 137
-0. %-
:i\>"^ '.
LA TÓRTOLA DEL A J USGO 139
IX
dríada
esto...
—Son magníficos, señor. Yo
también entiendo po-
co. Pero son delos pálidos, que es la mejor clase.
—A ver: póngaselos usted. Quiero ver el efecto...
Fémina se puso los cuatro hilos de corales, que se
cerraban en la nuca con un broche de brillantes, y que
sentaban admirablemente a su cuello anatídeo.
—^Muy bien... Se ven muy bien... Y
le están a
usted... jQué bien le están! Véase...
Fémina sacó un de su bolsa de mano y se
espejito
vio. Experimentó cierta voluptuosidad al verse el cuello
— Ay, señor. . .
—^Dígame
¡
si de que firme yo
los quiere, antes el
cheque.
—^Mamá va a se disgustar...
— qué? Le
^¿Por usted que diceQue lo pasó. los
compré muy claros; que no me los quisieron cambiar;
que mi hija escogió unos más rojos y que, no tenien-
do qué hacer con éstos, se los regalé a usted.
—La gente hablará, señor...
—^Vamos. No sea usted tonta — dijo el licenciado alar-
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 141
.y'
146 JULIO SESTO
UBBAaV
OF THE
^^^'^«^^
sm^mu OF
V'-
h
V
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 140
LINEAS
cabellos castaños.
Así era Fémina Ponce de perfil. Si en el entrecejo
no tuviera el dispensable hundimiento apenas perceptible
que interrumpía la línea de la nariz a la frente, con la gra-
cia deldecadentismo, su perfil, como la plasticidad olím-
pica de su pecho, y como la vibración serena de su tor-
so, y como la redondez plasmada de sus muslos, podría
I
Qué sabiamente se anudaba ella los cabellos casta-
ños en la nuca, cuando el peinado griego empez» a po-
nerse de moda! Y
los crespos cabellos castaños se pres-
taban, que eran sedosos y luengos, tupidos y ricos en
lozanía; castaños, verdaderamente castaños en el naci-
miento y en el medio un poco más claros en la segunda
;
¡
Ah! Si aquellos ojos fueran más grandes...
,Pero eran unos ojos de dulce mirar, de tímido mi-
rar, de mirar de gacela acorralada. Eran unos ojos bellos,
porque tenían, porque brillaban y porque, al mover los
párpados, llamaban, atraían, dejaban una aterciopelada
caricia en el alma.
Adelgazábale tanto la nariz en la parte de arriba, que
parecía que su contracción era para dejar a los ojos
que vieran. Y
así, casi así, iba a morir la nariz en el labio
"La tórtola".
¡Cómo era bonita!
Medioeval era el armonioso óvalo de su cara. Fru-
to en sazón eran sus mejillas matizadas por el céfiro
de las gándaras y por las abluciones del agua fría. De
los lacrimales a los pómulos carnosos y lisos, iba el
casi invisible rasgo del lapizlázuli de las ojeras vir-
gíneas.
Largos los brazos, que la Primavera de la vida no
había acabado de abultar y pulir. Las manos liliales ha-
cían temblar los labios de quienes las vieran, porque
hechas estaban de nata cuajada, y eran reclamo del beso
los hoyuelos del centro. Finalizaban los aguzados dedos
-----)-'-
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 157
XI
LA RUBIA
mina
halló caliente aquel martes^ cosa que la dio asco y
la cai:isó ira, porque un sillón caliente del asiento...
jNo faltaba másl ¡Una substitutal... '
•
i i
•;;^-
Cr THE
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 161
11
-
f^. ':'K^^:-^ L^
162 JULIO SESTO
ya!...
'
— más.
^Piénselo
—Mi madre me obliga. -
—Ajajáaaa...
Sonrió un poco la enternecida, enjugándose una lá-
grima, í
—
Mire usted, Fémina: mejor vamos a hacer una
cosa: usted se encarga de la Caja. esa señorita no la A
puedo despedir porque me la acaban de recomendar; y
usted comprenderá que eso sería una ignominia. En úl-
timo caso, mejor no venga usted a trabajar. si. viene, Y
trate usteda la señorita Marta es una buena muchacha ;
• «
XII
EL SENO DE LA VIRGEN
'
.i^tí''-
166 JULIO SESTO
• •
XIII
AGUAFUERTE
— Sí, mamá.
La virgen después del baño para contrarres-
láctea,
tar el efecto del anterior, arrebujóse en el lecho, envuel-
ta en linos de tejidos albeantes.
Bajó la luz de su lámpara roja y se durmió tranqui-
la^ estirada, marcando la colcha el nicle de su cuerpo
O
H
J.l-.. V . • .
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ubrábv
Of ÍH£
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 175
¡ Salteador 1
¡Viejo picaro! .
¡Orangután!
¡Mal hombre!
¡Lépero!
1Criminal '
¡Ratero I
¡
Bribón 1
quererlo!
¡ De algún sitio vendrá el arma vengadora
¡Caerán ustedes... caerán!... ¡Caerá usted, mono
malvado y ladrón
(Y el político de poder oculto, el acusado, seguía
inmóvil en la silla, soportando el punzar agudo de las
12
-^m;^
—^Ya va
a ser de día... ¡A ver si hay por ahí un
gendarme que se lleve a este ladrón!...
Viola de soslayo el viejo. Salió ella al corredor y
gritó con ronca e imponente voz:
1 Socorro!...
¡Auxilio!...
' •
¡Aquí!...
¡Este raptor!...
¡Este!...
¡Mi hija!...
iLas Fuentes Brotantes y las hondonadas de las huer-
tas reprodujeron en la noche apacible el eco de la que-
rella doliente.
—
¡Madre!... —
exclamó angustiosamente Fémina, y
sacando sus brazos mordidos de hajo las ropas, tendió--
los a la leona desfalleciente; y aprestando el almoha-
XIV
LA TÓRTOLA MUDA
bía pasado 'por eso; no creía que con tal sorpresa la sa-
liera nadie^ no sabía lo que podría hacer... ni sabía lo
que había hecho.
En la casa oía el trajín de los cargadores d^onien-
do la mudanza que la madre ordenaba. Vano empeño*
unos policías secretos que vigilaban la casa detuvieron
al primer cargador que salía con un bulto de allí no sa-
:
[
Y luego decían que no había fantasmas en "la casa
de los espantos!" Que lo negaran ahora los incrédulos...
los incrédulos que, muy a su pesar, se detenían vacilan-
tes frente a la fachada antigua, mirando para las gár-
golas de los canalones, siendo alejados de allí por los
y por los gendarmes.
policías secretos
Algo pasaba en "la casa de los espantos". No cabía
duda. Algo pasaba. ^
- •• ••; ;*7 ;•
-
;•;
La criada fué a ver a Fémina rogándola
al quiosco,
que comiera, porque aquel día nadie probó bocado en
aquella casa.
Cariñosa, familiar, la criada instó mucho a la seño-
rita a que tomara algo; pero Fémina rechazó secamente
de la fámula.
las instancias! H
La criada no dormía en la casa, y a esto se debía
que no estuviera enterada del sucedido y que preguntara
insistentemente a Fémina:
—¿Qué ha pasado, señorita? ¿Qué tiene usted, se-
ñorita?
La palabra señorita hería el tímpano de "La tórto-
la".Sufría de que la llamaran señorita y de pensar que
ya no lo era, que era una de aquellas vírgenes a medias de
im libro francés que le prestara Zavala en una ocasión.
La criada, que era de las poquísimas buenas que hay
en México, todavía porfió a la señorita para que comie-
ra, y, diligente, invitadora, llevó algunos platos de co-
,„..^
It;! JULIO SESTO
. - .V- ;
.
La güera
te perdió... — algo que dentro
^la decía estaba
de — Tú —
ella , reprochando aquel
la güera... ^la seguía
algo que metió en —
se le los sentidos quisiste derrotar
a la güera, y la güera te derrotó a ti...
-
Fémina se incomodó. Dio un paseo por el quiosco
para alejar aquellos pensamientos. entonces, al fijarse Y
en un girasol cercano que movía la brisa, parecióle que
el girasol le hablaba y continuaba el reproche. Quiso apar-
destinos. .
Mira el caballo del diablo... míralo...
Así habló el girasol de lenguas múltiples, y cuando
acabó de hablar, apareció zumbando una libélula de las
que la gente llama caballos del diablo. Fémina se asustó.
El neuróptero dio una vuelta al quiosco. Luego pasó
zumbando por sobre la cabeza de Fémina, tocándola, ro-
zándole los cabellos. La obsesa cogió una varita para pe-
ffar a la libélula. Iba a dar un golpe con la vírgula al im-
La
criada trajo algunas ropas y almohadas a Fémina
y se propuso hacerla compañía. ¡Pobrecilla! ¡Cómo la
iba a dejar sola allí Tan feo que estaba el monte
! ¡
XV
LOS APARADORES
• •
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO «
193
Y Fémina
dispuso en "la casa de los espantos" al-
gunos saragüetes, invitando al primero de ellos a los
muchachos coetáneos, a Zavala, a Martínez, a Ramos, a
Osorio, a Carlitos a los estudiantes y a las muchachas
que asistido habían al lueñe día de campo.
hablól...
13
194 JULIO SESTO
ustedes a Fémina?
Osorio:
— veo mal.
^Yo.la
Pedro:
'
- —A mí se me hace que "ya".
(Carlos Manzanares, que amaba a "I.a tórtola", su-
fría. Sufría y callaba.)
Osorio:
—¿Tú qué Martínez?
opinas,
Pedro Martínez)
(por
— nunca opina nada.
^Este ¡Míralo!... Va pensando
en xm chotis.
Osorio
— aparadores, Pedro...
^Los
Pedro:
—¡Loe aparadores!...
Zavala:
— a que hablan
^Apostaría ustedes de envidia.
Pedro:
—¡Ya saUó defensor de
el oficio!...
Zavala:
— muy
Oficio joven noble, vertebrado: Defender a
las mujeres. Yo siempre defenderé a Fémina. Es una
bella y magnífica criatura.
Pedro:
—O como tú sueles decir: un helio ejemplar de ver-
tebrada.
Zavala:
—Eso.
Pedro:
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 195
."f-
Osorio:
— Oh, aparadores
I los 1
Zavala (parándose)
—¿Son usted^ amigos de Fémina?
Todos
Zavala:
—Pues discúlpenla.
Pedro:
—Luego tú crees...
Zavala:
—^Yo no creo nada y Yo no soy gnó-
lo creo todo.
mico al igual que tú, que siempre andas con sentencias
morales. Yo veo las cosas como son y... me someto a
la vida real, porque soy heterodoxo en cuestión de mo-
falejas,..
Fémina no tenía qué comer. Nosotros no la dába-
mos qué.
Pedro
—Pero, de que comiera, a que se la comiera a ella...
un rico...
Zavaila:
—^Ven acá, Pedro: ¿Quiénes se beben los mejores
vinos?
Pedro:
— Los ricos.
Zavala:
—¿Quiénes se fuman los mejores tabacos?
Pedro:
— Ahora vas a preguntarme que quiénes
^Los ricos.
quiero que se fumen las mejores bellezas. Claro: los |
Osorio
—Pero si no le dan ni agua al gallo de la pasión...
- Garlitos:
—Son egoístas y miserables.
Arturo:
— ^Yo sé de un "científico" que es ministro, que
cuando va el Cuarteto Saloma a su casa, le da tequila.
Zavala:
—^Ya veremos qué dan demás. le los
Pedro:
— darán^ nos darán a todos que
^Le lo hemos me-
nester: pan y libertad. Manumitirán a este pueblo de
ilotas...
Catlitos:
— Claro
I I
Pedro:
—¿Eres revolucionario, Carlos?
Manzanares:
— ^De corazón. Y empuñaré un rifle en cuanto pueda.
Pedro:
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO m-
—Chócala, hermano.
— estudiantes:
^Dos
— Chócala,
I Garlitos 1...
—
Zavala:
^Ustedes no saben lo que es una revolución. Por
eso hablan.
Pedro
— ^La revolución es el derecho del pueblo, transfor-
mado en gritos y estampidos...
Zavala:
— El
I pueblo!...
Pedro:
— Síj el pueblo. Y no me niegues que nuestro pue-
blo necesita reconquistar sus fueros, armarse, luchar...
normalizar la marcha legal de las instituciones del
país...
Zavala:
— Ay de un
I país el día que se armen y se suelten
los atridasl
Pedro:
—^Bueno: no es de eso de lo que íbamos hablandb,
sino deFémina.
Zavala:
— ^Por iní, hágase la conversación ductiva.
Pedro:
—^Bueno. Vamos a ver (con soma) : Tú que leíate
El Pentateuco: ¿Qué piensas de Fémina?
Zavala:
—Que el Destmo ea así.
Mentado que fué el Destino, nadie habló más.
¥
LA TÓRTOLA DEL A J USGO 199
XVI
».,-t' .... r r-
200 JULIO 8EST0
nes, de sombrillas.
Famosas y deslumbradoras fiestas del Centenario, e'w
} es El mío
exacto. sí.
La audaz agregó:
—^Tú no cabeza
te ves. Vetei la al espejo, en la pos-
tura en que ^tás, así en mangas de camisa, y dime si
no te pareces al Popo.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 203
-/
XVII
ESLABONES DE ORO
—
Entonces se dará el caso como ya el maestro Yuste
lo sospechaba —de que este mismo mundo en que vivi-
mos ahora, por ejemplo, vuelva a surgir de nuevo, y con
él todos los seres, idénticos, que al presente lo habitan.
"Todos los estados que este mundo puede alcanzar — dice
Nietzsche — ha alcanzado ya, y no solamente una
, los
vez, sino im número infinito de veces. Lo mismo su-
cede con este momento: ha sido ya una vez, muchas
veces"...
« «
I
Qué bella que salía de la iglesia de Tlalpan "La tór-
tola" pecadora, vestida de negro, con un velo como un
teristro cubriéndole el rostro de blanca hija de Pales-
tina I
Cuando la criada supo por qué había muerto el por-
tero, se marchó de la casa. Ella no quería morir espan-
tada.
Zavala catequizó en México a un chauffeur de un
"científico" prófugo, que estaba cesante, y a su mujer,
para que fueran a servir a Fémina y a su mamá, qu©
ya pensaban en mudarse a México antes que vivir solas
en "la casa de los espantos".
212 JULIO SÉSTO
XVIII
EL "DEBUT"
empresario.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 217
mina aceptó.
— QuéI
caray! —pensaba ella — , diez pesos diarios
son diez pesos... Con eso se puede ir viviendo.
Y, sin que Fémina tuviera precisamente conocimien-
to previo de ello, un día amaneció en la fachada del "Sa-
lón Rojo" un cartel redactado y formado así:
SALÓN ROJO
CINE Y VARIEDADES
cantatriz.
Las de "La
revistas se apresuraron a sacar retratos
Tórtola del Ajusco". Era una mujer que llenaba hermo-
samente una plana. Su retrato, en los periódicos, hacía
un lamentable contraste con las efigies de los "peladitos"
de las crónicas de policía. Ella parecía mujer de otro
país, de otra raza, de otra época.
Zavala había dirigido a Fémina en el modo de ves-
tirse, en el modo de presentarse, en el modo de avanzar.
Zavala también, "puso" a Fémina un monólogo que ella
recitó en el "Salón Rojo" una noche, enloqueciendo al
público.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 219
XIX
platillos calientes. -
. f
-M^
-:í-M
222 JULIO SESTO
¡
Qué feo es un teatro por dentro I
i
Si lo vieran loa
espectadores, que se sienten tan felices en la sala pri-
morosamente decorada, moviendo sus centenares de ca-
bezas, palmoteando con manos enjoyadas, con manos ru-
gosas, con manos blancas, con manos morenas 1...
Esto pensaba "La tórtola del Ajusco" cuando entró
allí; cuando, al retirarse de oir las ovaciones, veía al
15
226 . JULIO SESTO,
iV
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en
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tí:^-
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OF THE
lUi^OlS
HmVE^SlíY QF
?.7!^-,>'
¡Qué chistosos!
Algunos de aquellos señores iban allí a hacer psi-
cología con las mujeres de teatro, y las mujeres de tea-
tro hacían psicología con ellos.
Gracioso era ver entrar a un novato, a un "payo",
a \m neófito en asuntos teatrales, que miraba pa arriba,
que miraba pa aquí, que miraba pa allá, cohibido, asus-
tado, sorprendido, aunque fuera Gobernador de un Esta-
do, o Secretario de Gobierno, o comandante de las fuer-
zas rurales...
—
Pero si algunas no valen nada.
—
No importa. Se mueven. El movimiento es la
vida. Hay feas de teatro que poseen el ritmo^ que tienen
el carisma de la seducción, que agitan cuerpos signífe-
GUracias, tórtola.
Fémina en su camerino, para irse. Los có-
se vestía
micos iban desfilando, a la una de la mañana, hacia el
café y hacia sus casas, con sus fierecillas domadas del
brazo; los cazadores de tiplecitas rondaban por entre
bastidores; las ratas comenzaban su función en el foro
del Principal...
Envuelta en pielesde nutria, perfumada con dis-
tinción, turífera, Fémina Ponce salió por el callejón en
que olía a Café y a mingitorios. En el pórtico^ los hom-
bres se abrieron para que "La tórtola" pasara. Alguien
soltó un suspiro socarronamente. Alguien tronó con di-
simulo un beso. Alguien dijo: ¡Ole las mujeres!
Por junto a los aparadores de la casa Mosler, Za-
vala y Fémina bajaban hablando todavía del misterio
del teatro, en lo atañadero al amor.
Se oyó el silbato tristón de una locomotora del Me-
xicano. Una cucaracha, estrellándose en un foco vol-
taico, vino a. caer en el sombrero de Zavala, Hacía frío.
El viento arrastraba unos papeles por la desierta calle
del Cinco de Mayo. En el quicio de un zaguán, dormía
un papelero de diez años, tapado con la pasta de unos
carteles llenos de engrudo arrancados de una esquina.
Fémina se detuvo. Sacó de su bolsa una numisma de a
veinte centavos y se agachó a metérsela en el peciho
desabrochado al papelero, para que la sintiera al des-
• r.r... ,-^
pertar
Siguieron por la calle de Bolívar, adonde había
cambiado su domicilio temporalmente "La tórtola", por
habiendo dejado en su quin-
las necesidada« del teatro^
ta de Tlalpan algunos muebles y una persona encarga-
da de la casa.
— —
¿Sabes, Fémina^ la iba diciendo Zavala —
que ,
C-> ).
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 235
— ciertamente; pero
Sí; el automóvil... está ver-
de». > •;::,.•._;,- Vv.'
—¿Qué está verde,
dices?
—Sí... verde...
?*;:::(•
OF THE
MMIVEBSIÍY OF
lUlNOlS
>"
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 237
XX
EL PACTÓLO
bondad de verme en mi
domicilio dentro de tres días. Y... hablaremos.
Zavala dio ima tarjeta al norteamericano, que &fi
retiró, echando una ojeada a las estatuas de escayola de
Humboldtj Descartes, Homero, Confucio, Colón y de-
más perínclitos varones representados en el gran salón
de lectura de la Biblioteca Nacional de México, bajo
los imponderables arcos del exconvento de San Agustín.
• •
lares.
noche. • i
« «
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 241
quilado.
16
242 JUUO SESTO
biUetea de Banco.
Hubo felicitaciones y abrazos; hubo lágrimas de
alegría; hubo cantos epinicios para la revolución, y Jo-
sefita y Fémina, entusiasmadas, besaron como una ma-
dre y como ima hermana la frente sabedora de Zavala,
en aquel momento de grande empsícosis, de santa ale-
gría de los humildes.
XXI
LA SEMANA DB AVIACIÓN
41 *
al Principal.
Pasó un rato agradable aplaudiendo a Fémina y
viéndola pisar ñores y recibir regalo?. El aviador fué al
foro al acabar el segundo acto. Encontró a Fémina ro-
deada de amigos y abrumada de obsequios y agasajos.
Ya que el cuarto de "La tórtola" se despejó de gomosos
y de \nejos verdes. Rolando la felicitó a solas.
—
^Su felicitación me congratula más que todas dijo —
la substanciosa.
— (Cuántos ha recibido usted! observó el
regalos —
aviador viendo las ñores y los objetos —
Luego repu-
.
— AQué?
—^Un beso.
—Aceptado. Pero me da usted enlo el aire.
«S^v"-
248 JULIO SESTO *
I
',.
— Vamos, Fémina
- ¡ I . .
—Cuando no siendo en
usted quiera, semana, esta
que tenemos que acabar el contrato.
—Bueno: El lunes próximo no tendré
el lunes. en-
sayo.Y quizá no tenga papel en función. la
—¿En tarde? la
—En laí|y en
tardemañana, la Ma- si usted quiere.
drugaré un poco.
— ^Está bien. Tome usted un purgantito domingo
el
que en la tierra...
— Gracias, Fémina.
—Hay que ser franca alguna vez.
—Convenido.
— no vaya usted
^Pero a dejar de venir por aquí
ostas noches...
— iZavalal... —
^iba —
pensando hacia casa ¡pa-
ella
raqué se fué!... ¿Voy a vivir yo siempre sin un afec-
to? Este aviador, para mí, es un hombro bajado del
^;.
délo* !
ú
LA TÓRTOLA DEL A JUICO "Ült
XXI
Fémina, muy
temprano, subió a la azotea de su ca-
sa de Tlalpan, la mañana del lunes convenido, y ayu-
dada por el cTujJwfjewr^ que la trajera en el automóvil
desde México, enarboló una bandera blanca.
Después se puso a mirar para el ,espacio, a ver si
veía el pájaro de hierro y lona; cansada de ver para
arriba, y convencida de que no vería fádlmente al avia-
dor, porque aún no amanecía, miró para el valle de Mé-
xico^ envuelto en sombras, y acabó por fijar sus ávidos
ojos en el punto donde apenas se leía la claridad anun-
ciadora del alba.
Vestía "La tórtola" de terciopelo negro de pies a
cabeza; botas con tubo de terciopelo; vestido ajustado
de terciopelo; de terciopelo el gorrito que sujetaba sus
castañas crenchas; un velo cubría el rostro esperanza-
do de la madrugadora.
Impaciente, "La tórtola" vio su reloj. Eran las cua-
tro de la mañana. Ordenó al chauffew que levantara
bien alto el mástil a que estaba atada la sábana bordar
da que hacía veces de bandera blanca, y que tenía, real-
zado, el calograma de Fémina.
252 '
JULIO SESTO r
Volvió a contemplar la artista el valle de México,
donde las almas dormían apacibles. Sintió un escalofrío
de grandeza ante la contemplación del valle a aquella
hora. Dióse cuenta, haciendo ,girar la vista por el ciólo-
rama, de los volcanes que en línea circular velaban por
las almas que en el maravilloso valle dormían.
Otra vez escudriñó la altura con sus ojos muy abier-
tos, como si esperara del cielo el advenimiento de la
— Espléndida.
Sí,
El aviador la besó; la besó con labios fríos. Ella le
dijo:
—^Déjeme usted calentarle los labios.
Y besó con fuego. Ella tenía fuego acumulado.
lo el
—Andando— — suba usted a
dijo el piloto ; ese asien-
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 255
Sí, sí...
Clerk imprimió más velocidad a la máquina, lleván-
dola en dirección casi recta, para evitar a la aviadora
novicia la sensación de mareo de las curvas.
Los volcanes, blanquísimos, por la parte del valle
estaban en penumbra. La luz recortaba oon trazo seguro
el perfil de los Padres de México, el Ixtaccíhuatl y el
Popocatépetl.
aeroplano una vuelta por el valle, pasando
Dio el
por sobre la lozanía de Xochimilco, que parecía un cro-
mo extendido; por sobre el espejo del lago de Texcoco,
a esa hora opaco, semejante a una gran lámina de pla-
ta oxidada; por la Villa de Guadalupe, con aspecto de
— muy bonito
Sí, nuestro México, ¿verdad?
Y, embelesada, "La tórtola" veía el nido en que
naciera, el valle policromo y Sus ojos de gacela
apacible.
se asombraban en la contemplación de aquel neorama.
—Quiero ver salir el sol desde aquí — dijo ella —
Estoy en ayunas, y la hostia del sol va a ser la comu-
nión mía.
—Bonita idea, Fémina. Se ve que tiene usted ima-
ginación de poeta. Pero si seguimos, vamos a asomar al
volcán antes que el sol.
—^Pues daremos otra vuelta.
—Otra media vuelta.
La máquina giró. Fémina, volviendo la cara, vio las
puntas de los rayos solares que^ como lenguas de fuego
lamían temblorosas el cuerpo desnudo de la mujer de
nieve que representa la cima alargada del volcán.
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 257
moso I
— Hermoso —
j I ^asintió ella.
If
258 JULIO SESTO I
'-'
'
— Fémina
,
—
¡Lo que vimos, Fémina! No se me olvidará fá-
cilmente esta mañana de su patria.
Rolando Clerk, oprimiendo a "La tórtola" arru-
lladora contra su corazón, aterrizó en una llanura del
valle divinamente contemplado.
'
* *
I
Qué suntuosos, qué espléndidos estos crepúsculo.s
de México, en los que alguna enamorada, reclinada en
la ventana tupida de madreselvas, ve un pedazo de azul
rayado por el vuelo de una golondrina, que es la ban-
dera de su pasión en los que algún patricio admira el
;
V-:- ^.
í
—No importa. .
•-»•:
fe
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 267
XXIII
EL HERBOLARIO
colina propicia.
Almorzaron en "la casa de los espantos" los héroes
del aire y del beso. Fémina, después del almuerzo, en-
señó a Rolando la vieja casa colonial, que el aviador
encontró! admirable. De allí se trasladaron a Las Fuen-
tes Brotantes, paraje que Fémina hizo conocer al icáreo
conocido.
"La tórtola" explicó a su davídico galán cómo ella
se había bañado en la fuente remota, y, al explicárselo,
vio saltar en el fondo del manantial los sábulos reto-
zantes que la besaran virgen, y volvió a ver los nenúfa-
res que ungieran su espalda de Diana, su torso de Leda.
'
—¿Podemos a ir verla?
— nina.
feí,
^^
c^jjlyi^
272 JUUO SESTO
}.A
LA TÓRTOLA DEL AJUSGO ? 273
cuadrito.
La bruja habló:
—^¿Queren que adivine su suertecita? Yo les digo
lo
el poritita verdá por tostoncito. Yo lo adivino l'amor,
'^^-iJ-V-
J
Tomasita,
Los clientes obedecieron; miraron fijamente a los
ojos de la sibila.
A continuación, la india desató una mata de jaras
que había arriba del cantil se fijó bien en la dirección
;
U&BAHY
LA TÓRTOLA DEL ÁJ USGO 279
Ya te lo adiviné tu purvinir.
A Fémina:
—Tú, niñita bonito, jtan guapa que lo eres, probe-
(dta! también el pajaritos lo dice que te matarán por
l'amor. Te cortarán tu gañotito blanco con un coohío.
1
Qué malo es tu suerte, niña chula Te salió un ! ¡
—Vamonos— —porque
le dijo bruja me esta vieja
parece de mal agüero.
—No hagas de caso para mí,
sus augurios. Si esto,
es un entretenimiento, un un día paseo, raro...
Vamonos.
La vieja, trepada en la peña, decía adiós a la pa-
reja:
—Adiós,
marchantito güenos... quera Nuestro Pa-
dre Jesús cfüe no los pase nadita... Hasta amoxtla...
280 JULIO SESTO
XXIV
EL AMOR BREVE
El estaba allí. Y
a través de las decoracioncí?. la
electricidad simpática, el fluido levantador de él, llegaba
a ella. Ella lo sentía. Ella ya no trabajaba solamente
con su medroso corazón ella ya trabajaba con dos cora-
:
zones. Y
dos corazones juntos, oprimidos por el cinto
dé oro del amor, en la ciencia y en el arte, en( la lucha
por conquistar un laurel, pueden mucho. Ya lo sabemos.
Ay de los corazones solos que luchan solos, y que,
I
iPonce. "
•^
Cuando pensaba en esto, se acordaba de Po-
ella
Iniar, de su cuento, de sus embriagueces, del caballo del
I
y se la seguía llevando a ella. .
Ú^,.
"
286 JULIO SESTO
—
Así que él se cansó por decirlo así, que eso no
—
cansa nunca de palpar los encantos del ánfora amoro-
sa, la arropó, y viendo la cara de Fémina, que envuelta
estaba en las ondas de cabellos, descubrió a través de és-
menos de un mes?
—iTontuelal Me puedes amar cuanto quieras, oonao
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 287
— Qué I
mía suerte la
—No más. Es una vulgaridad desear
llores esos amo-
res sempiternos de los burgueses de anhelos triviales.
En el fondo de todói amor, para que el amor sea bueno,
debe quedar siempre un poco de deseo.
—
No me conforma tu filosofía. ^
—
Hija... Eso de hartarse de amor hasta el has-
tío... no me parece de almas como la tuya... Deja que
se abra el paréntesis... ?
—
Con qué frialdad hablas, como si se tratara d«
cultivo» o de cantidades...
288 JULIO SESTO
XXV
MARIO
m
290 JULIO SESTO
¡
Y este
era el asiduo galanteador de Fémina Ponce I
¡
Qué desesperación le daba a ella pensar en los asedios
del perdulario tremebundo! Fémina consideraba como
una verdadera desgracia para ella el que tal hombre hu-
biese puesto los ojos en su hermosura todavía honesta»
Y lo peor era que el Romeo alcohólico no cejaba.
Estaba cada día más ^pesado, y ni siquiera se podía pro-
hibirle la entrada al foro, porque... era el hijo del go-
bernador.
Si a ella no le faltasen cuatro meses de contratación,
se iría del Principal; pero no podía hacerlo, porque la
empresa no querría rescindir el contrato.
Quisiera que no, tenía que aguantar el asedio de
aquel granuja, y esto, después de un amor tan ecuo co-
mo el que uniera a ella y a Rolando Clerk, era una tor-
tura para la buena muchacha.
Ya eran famosas en la calle del Coliseo las tremo-
linas de Mario que andaba a botellazos con los parro-
quianos del café, rompía los mármoles de las mesas,
que no podían ser cobrados, y acababa por colarse ai
foro a abrumar a la pobre Fémina, cuyos amigos se veían
negros para escudarla.
El idiota llegó una noche perfectamente ebrio al ca-
merino de la artista; la requirió de amores con lalg
palabras lascivas y triviales que solía emplear; la dijo
que, si no le correspondía, la mataría y se mataría él
allí mismo; la instó hasta el cansancio; y cuando ella,
— ¡Canalla! —rugió
Gobernador descubierto
el y — ,
No me mamá, no me
callo, callo...
XXVI
VIENTOS DE MUERTE
\
>4Ék¿
302 JULIO SESTO
!
ji,...
304 JULIO SESTO
Adiós, mi hijita...
La señora Bustillos, con mortal dificultad, rodeó
con un brazo el divino cuello de Fémina, y mirándola con
tristeza, fué cerrando los ojos... fué cerrando los
ojos... '
20
306 JULIO SESTO
Tenían razón.
¡Qué falta nos hacen los amigos viejos, los cama-
radas de tristeza, en la hora de los trances angustiosos
1
XXVII
.-i.,¿U-:í^,
fe^-v— ^''
308 JULIO SESTO
—¡Un niñito!
— Fémina: un
Sí, so/pito: eso es lo único que me
dejó.
—¡Ay, pobre de usted!...
LÁ TÓRTOLA DEL AJUSCO 309
— Fémina. Yo
Gracias, ya sabía que iisted tiene
buen corazón. Pero dígame con toda franqueza: ¿Ya
no me odia usted, Fémina?
— jCómo
¡Calle, tonta! la voy a odiar! ¿Por qué,
si todo pasó ya?
— déme un
^Pues abrazo, Fémina.
Las dos víctimas se abrazaron. Lloraron juntas al-
gunos minutos.
—^Yo fui a verla a usted algunas veces al teatro
dijo la güera —y quería hablarle: pero nunca me atre-
ví a entrar al foro.
—¡Ay, hija: más vale que no haya entrado usted:
aquello es el infierno I
—¿Sí?
— Marta. A mí,
'
Sí, me desvaneció
el teatro
;
las ilu-
siones más tiernas.
—¡Yo que quería meterme a corista!
—No Marta.
se lo aconsejo,
—'¿Nunca me vio usted aplaudirla?
— nunca.
'No,
— yo aplaudía a usted mucho cuando
^Pues la la veía
trabajar.
—Dios pague, Marta.
se lo
—^¿Y qué piensa usted hacer ahora, Fémina?
—¡Qué yo! Aburrirme,
sé llorar...
— puede
^Usted es artista; todavía...
—^Yo no soy nada güera. Mi carrera artística no
fué lo que yo pensaba. El público ya no se acuerda si-
quiera de mí... Y
ahora, ni soy una burguesa, ni soy
'i^.
^r'
'
-\
—
No me hable usted de artistas ni de periodistas...
¡son una gente!... Si es el Gobernador, vino porque...
ya por qué vendría...
se figurará usted
—
[Ahí... ¿sí?... ¿Le hace a usted el oso?
—
^El y su hijo. Y
aprovecharon la muerte de ma-
má para encajarse. Pero ya no les recibo más. Figúrese
usted que el hijo está medio loco. Era morfinómano y
marihuano, y ahora dejó eso y le dio por el ajenjo. Por
ahí anda el pobre, perdido, infurto en absintio. El otro
día que me asomé a la ecfora de la fachada, ahí andaba
paseándose bajo los fresnos, en la calle, tambaleándose.
—¿Y no le tiene usted miedo?
—No, porque tengo ese par de perrazos que me
trajo un amigo que llegó hace ocho días de los Estados
Unidos. Y, además^ tengo al amigo. Es un muchacho
muy bueno que se apellida Zavala. Ya lo conocerá usted.
—Bueno, Fémina: yo ya me Sabe que doy voy. le
sinceramente pésame por
el que lo le pasó.
—^¿Cuándo Marta? Venga un
vuelve, de i
día estos,
y traiga al niño!...
— voy a
Sí; lo Y voy a
traer. a presentar a traerle
una muchacha amiga mía que también fué víctima de
un viejo.
—
^Yo también t^ngo una amiga en las mismas con-
diciones. Habemos muchas.
LA TÓRTOLA DEL A J USGO f >" 311
—¡Pobres de nosotras
~
—Entonces, ¿cuándo viene, güera?
—El día que usted quiera.
—Venga domingo, que
el Traiga
está aquí Zavala.
a su amiga. Y traiga al niño para que corra por la
huerta.
—¿Es de usted esa huerta?
—
Sí: la huerta y la casa: es lo que me dejó el li-
cenciado. Así es que, mientras esta quinta dé maíz y fri-
joles, usted no se apure, que habrá para todas...
— Ay^ Fémina, qué buena alma tiene usted
1 Gra- I
i
cias 1
—¡Hola, ¡Ven
licenciado! acá, hombre No puedes
1
— Para qué
¡ andando — Fémina con
lo traen !
protestó
ternura.
— ya cargamos en
Si lo pero pesa mu- la cuesta;
y yo me
cho... sofoco.
—Vamos — Fémina.
a la casa dijo
Cuando llegaron, Zavala estaba jugando con los pe-
rros en el períbolo de "la casa de los espantos", por la
parte del jardín.
Estaba Fémina presentando a Zavala con Marta y
con Rosita, cuando llegó Emma, la otra víctima. Hízose
la presentación en globo y subieron todos a la sala a
descansar un poco. Fémina subió en su brazos por la
escalera al hijo de Marta^ y Zavala cargó a una hijita
que traía consigo Emma, una niña que también era hija
de un viejo calaverón.
— Oye—-dijo Fémina a la criada, que acudió ¿Ves — :
— — Sí Emma— Era
contestó dueño de casa . el la
en que vivíamos Fémina y yo en el Cuadrante de Santa
Catarina. Yo caí por no poder pagar la renta. ¿Y usted?
— —
^Yo explicó la morena caí porque el viega — ,
m
O
m
O
H
Q
09
1^
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 317
—lAy!—exclamó la —
güera otra vez a la máqui-
na de escribir. Lo mal que la tratan a una cuando ya
no es señorita.
—Se aprieta una el corsé y pasa por señorita — ^re-
"
puso vivamente la morena.
— pero yo, con estos pechos...
^Eso usted;
La rubia, al decir esto, se desabrochó el pecho y
sacó una ubérrima teta para dar de mamar al niño.
El scapito, íeo como un castigo, prieto, panzoncito, ..
con los pelos lacios y los pies y las manos de gorila, pe-
gó los gruesos labios al pecho brotante de la rubia, cla-
vando el muñeco de terracota sus garras en el seno j
blanco de Marta.
—Así las clavaba su padre —observó Fémina, son-
riente y bonachona.
Ya que el chamaco a jugar con la
se hartó, púsose
hija de Emma. Los dos hijos de los viejos se entendían.
Simpatizaban y sonreían inocentemente. Se abrazaban
los angelitos, como llevados por el sentimiento afín de i
su orfandad... "*
.
:\:
318 JULIO SESTO
- -^
XXVIII
VIENTOS DE AMOR
-í¿3
320 JULIO SESTO
Y
era esa la hora en que Zavala y Fémina, que ha-
bían subido de bracero por la cuesta de la Virigen, visi-
taban cementerio del Tepeyac, enhiesto en su apaci-
el
ble poesía vespertina; poblado ya, en los rincones con
enredaderas, de románticas sombras azules que proyec-
taban los arbustos dafnáceos y las alas de los ángeles
esculpidos que velaban el sueño de los que descansaban
en las tumbas! i
v<
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 321
:-'--':: ai
322 JULIO SESTO I
,,íj!í'
X
—Esta
^Mira esta:
iqué parece un tranchete; y
curiosa!
punta
tiene la como
roja, siensangrentada.
estuviera
—¿Sabes que con ensartándolas en un
las bellotitas,
alambre podemos formarles mangos? los
— y con
Sí; de rama; de
trocitos que tienen estos la
cascara pinta.
324 JULIO SESTO
suerte
— haya
NoI te metas con
corrido!
él!... ¡Pobre! ¡Quién sabe qué
voy a leer:
'
María
*' que alumbró con sus
Estrella destelle» al bosque
en una mañana de gloria."
— no ^Eso tan mal,
estaría si las estrellas alumbra-
ran en mañanas.
las
—^Aquí abajo han puesto:
Bueyes
— ^Ve qué bien grabado está esto en letras góticas.
Dice:
i
326 JULIO SESTO
Mar*'*
; •
y .
A. Medina
V.—V.—S.
AMOR
— ^En este poste de la izquierda hay un gorro fri-
Lupita M. 3f._7—14—13
—Más abajo^ hay escrito:
Teófilo G. García
Teófilo
—¡Qué buena navaja se traía este Teófilo!
X
A. A. M. :
A. A. M.
"Adalberto Miranda" .
G. H.
«EsAter" '
N:-
Lolita y ¡/imBidio
Mayo de 1908
—Siendo así...
—^Vuelvo a ¿Quieres
precjuntarte mi mujer?
: ser
— Zavala.
Sí,
—;.Me Di mirándome a
tienes afecto? lo los ojos.
— Salvador.
Sí, te lo tengo,
— llámame Salvador,
^Eso, tu Salvador...
— tú mi Salvador.
Sí: eres
—Bien: tú sinos casamos: yo haré
quieres, que lo
tú desees.
—Con que me me El casamiento
quieras, basta. sale
sobrando.
—[No he de Yo que a "La
quererte! vi tórtola"
crecer que sufrí con ella que la enseñé a cantar que
: :
;
de lágrimas y de luto...
Ven acá. cuitada! Va no estás sola en la brumt^a
I
que
decirte loChapultepec:
es
Salvador Zavala, llevando de su brazo izquierdo a
"La tórtola del Ajusco". accionando con la diestra, de-
teniéndose y avanzando por una calzada, rumbo al auto-
móvil que aguardaba por ellos, recitó
%
334 JUUO SESTO
— Zavala
¡ 1
ocasión?
*
Como en
lo prometiera, "el vertebrado" se presentó
"la casa de los espantos" al día siguiente. encontró a Y
Fémina llorando junto a las cajas en que venía empa-
cado el aeroplano, que ya estaba allí.
— ¿Llorando, eh? v;
— Sí; pero ya no voy a llorar 1
—
I
—
—
lOye, Zavala, Zavala... ven acal...
^Mira: si no dejas de llorar y si no se llevan do
aquí esas cajas, no hablamos más.
— NoI seas egoísta!
—No ee que sea egoísta; es que todo esto te hace
daño, niña; si no lo hago solamente por mí: lo hago
también por ti^ por ti, que estás como estás...
Voy a buscar unos cargadores que se lleven ahora
mismo ese "caballo del diablo".
—¡Escucha... mira! El aeroplano nos pue-
oye...
de yo quiero
servir: volar con él; yo sé manejarlo...
—|Ah! ¿Esa otra locura tenemos? Bien me decías
antier que yo podría casarme con una muchacha nubil
:
XXX
BACANAL
:r-:'^-H}\ 22
338 JULIO SESTO !
-ü .-
—¿Aquí
. I
-Si.
—^Vaya— ^dijo Fémina — ^ me alegro que le haya
ido bien.
Con últimas palabras, despidió "La tórtola"
estas
en el zaguán a los comisionados.
« «
"^.'
'
'
ft LA TÓRTOLA DEL AJÜSCO 841
habló im coronel.
— ^No es posible, señores, dispénsenme... Tomo es-
tacopa de champaña y me voy.
(Ya era la segunda que tomaba.)
— —
^Un ratito no irnás, señorita instó un capitán.
—
Sí, Fémina: vaya usted un ratito; ííosotras va-
—
mos a ir todas insinuó una tipie.
— —
Quince minutos insistió el general Oataño —
Un cuarto de hora. Toma usted algo con nosotros y
se va. :_
\- '
_
,v
M
342 JULIO SBSTO !
—Salud, señor.
Y, por no dejar, Fémina bebió, aunque bien sabía
que aquella copa era para ella como de cicuta.
Las tiples, las coristas, todos los cómicos, bebían
sin tasa y brindaban por Fémina pero a ella no la con- ;
rogándole:
— Un momento, señorita. Ya nos vamos a ir todos
de la mesa.
Ella accedió. Sentíase en una pendiente peligrosa.
Si
y
"
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO • 343
XXXI
—
El crimen fué por amor cavilaba Zavala por- — ,
.'ítOííi',-
LA TÓRTOLA DEL AJUSCO 351
FIN