Crisis Económica de 1929

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Crisis económica de 1929 a 1932

El 24 de octubre de 1929 se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva


York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó
rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del
mundo. Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de
pagos internacionales.
La Gran Depresión, también conocida como crisis del 29, fue una crisis
económica mundial que se prolongó durante la década de 1930, en los años anteriores
a la Segunda Guerra Mundial. Su duración depende de los países que se analicen,
pero en la mayoría comenzó alrededor de 1929 y se extendió hasta finales de
la década de los años treinta o principios de los cuarenta. Fue la depresión más larga
en el tiempo, de mayor profundidad y la que afectó a mayor número de países en
el siglo XX. En el siglo XXI ha sido utilizada como paradigma de hasta qué punto se
puede producir un grave deterioro de la economía a escala mundial.
La llamada Gran Depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la
bolsa del 29 de octubre de 1929 (conocido como crac del 29 o Martes Negro, aunque
cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y
rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde
la inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron
la renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios.
El comercio internacional descendió entre un 50 y un 66 por ciento.
El desempleo en Estados Unidos aumentó al 25 por ciento, y en algunos países
alcanzó el 33 por ciento.1 Ciudades de todo el mundo se vieron gravemente afectadas,
especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria de la
construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas
rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas, que alcanzó
aproximadamente un 60 por ciento. Ante la caída de lademanda, las zonas
dependientes de las industrias del sector primario, con pocas fuentes alternativas de
empleo, fueron las más perjudicadas.
Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de
1930, pero sus efectos negativos en muchas zonas duraron hasta el comienzo de
la Segunda Guerra Mundial. La elección de Franklin Delano Roosevelt como presidente
y el establecimiento del New Deal en 1932 marcó el inicio del final de la Gran
Depresión en Estados Unidos. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la
financiación exterior, a principios de la década de 1930, y el aumento de las dificultades
económicas, propiciaron la aparición del nacional-socialismo y la llegada de Adolf
Hitler al poder.

El crack de 1929 tuvo claros precedentes en Europa y también en EEUU. En 1927 se


produjo la caída del mercado de valores de Alemania, en 1928 esto se repite en Gran
Bretaña, y en febrero de 1929 en Francia. El carácter espectacular del hundimiento de
la Bolsa de Nueva York no debe eclipsar, sin embargo, otro tipo de manifestaciones
que dan cuenta de la difícil situación por la que atravesaba el capitalismo.
En diciembre de 1928, la poderosa industria del acero de Renania- Westfalia había
hecho suspensión de pagos y provocó una fuerte recesión en toda Alemania. Los
signos que precedieron al colapso en EEUU fueron contradictorios. Por una parte, el
mercado de valores conoció una actividad febril, con fuertes beneficios y un incremento
sostenido de los precios de las acciones. Por otra parte, de Europa, y de la misma
economía estadounidense, provenían signos inequívocos: la caída de la construcción
(debido en gran medida al menor ritmo de inmigración); la debilidad del índice de
producción industrial daba también señales claras de una inminente recesión.

La deflación, la caída de la producción, la acumulación de stocks, el desempleo


masivo, la contracción del comercio mundial y la ruptura del sistema de pagos
internacionales marcaron la coyuntura en la mayoría de países capitalistas avanzados.
El paro superó los 12 millones en EEUU, siete millones en Alemania y tres millones en
Gran Bretaña. La producción industrial cayó entre 1929 y 1932 un 38 por ciento a
escala mundial, y un 50 por ciento en EEUU. Galbraith («El crac del 29», 1955)
distingue entre el crac propiamente y lo que él llama la «Gran Crisis», período este
último que se prolonga hasta 1939.

Las explicaciones de las causas de la crisis son variadas y complejas, si bien


coinciden en la conjunción de diversos factores económicos y sociales, y que, a su vez,
se influenciaron recíprocamente. Las consecuencias que produjo el tratamiento de la
crisis fueron absolutamente trascendentales, hasta el punto que los historiadores más
prestigiosos la responsabilizan directamente de la II Guerra Mundial. Las medidas
económicas adoptadas en la mayoría de países produjeron un fraccionamiento de la
economía mundial y un fuerte impulso de la autarquía.

Se constituyeron bloques monetarios liderados por EEUU, Francia y Gran Bretaña. La


fragmentación del comercio mundial afectó de desigual forma a los grandes países.
Mientras que Francia y Gran Bretaña pudieron reorientar su comercio hacia sus
respectivos imperios coloniales -EEUU lo hizo hacia América Latina-, Alemania, Italia y
Japón, por su parte, se volcaron en programas de rearme de gran alcance, en un
contexto de tensiones crecientes en el sistema internacional. Esta crisis marcó
asimismo el fin de la ilusión acerca de la capacidad del capitalismo para autorregularse,
dando paso, bajo distintas modalidades, a la intervención masiva y directa del Estado
en los procesos de reproducción económicos.

1. Causas de la Gran Depresión

Han sido muchas las posturas tomadas por los especialistas en la elaboración de
hipótesis que conduzcan a establecer las causas de la gran depresión de los años
treinta. La teoría económica marxista ha hecho hincapié en el análisis de las grandes
crisis del capitalismo achacándolas a la descoordinación entre producción y consumo.
La sobreproducción ha estado siempre en el punto de mira de los historiadores de este
período, como Nogaro, como clave explicativa de la crisis del 29. Para Nere, en
cambio, la sobreproducción es un mito ideologizado y no explica todas las posibilidades
causales.
Trataré de elaborar en este epígrafe una síntesis de los factores que causaron la crisis
de los años treinta. Estos factores son: La sobreproducción, el desorden monetario y la
desigual y relativa recuperación económica.

1.1 La Sobreproducción

La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo
en los Estados Unidos, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las
economías europeas. Las causas de la sobreproducción son:

 Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a
las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy
numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5 por 100 de la población
recibía la tercera parte de la renta nacional.
 Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia
de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a
mantener unos precios pactados de antemano.
 Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más
lentamente que los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los
campesinos ( importante clientela de la industria.
 La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de
algunos países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el
desenfreno productivo de los Estados Unidos.
El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes invendidos y la
consiguiente baja de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929.

1.2 El desorden monetario

Los momentos de expansión exigen una sensibilidad monetaria y el funcionamiento de


un sistema monetario que organice los intercambios desde un centro financiero
mediante una divisa hegemónica. Pues la relativa expansión de los años veinte se
caracterizó por el marasmo monetario, la pérdida del patrón oro y la excesiva
dependencia financiera de los Estados Unidos, convertidos en los principales
acreedores y con Wall Street como el centro financiero más importante del mundo.

La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de
Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la
libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad.

En la conferencia de Génova (1922) se revisa el sistema del patrón oro clásico, y se


establece el empleo de divisas claves (el dólar y la libra), junto con el oro, para
respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales.
1.3 La Desigual y Relativa Recuperación Económica

A partir de 1924 se produce una tendencia al alza en le economía mundial, favorecida


por la coyuntura política. Pero de hecho, puede afirmarse que únicamente los Estados
Unidos tuvieron una clara recuperación, sustentada en la expansión del consumo de
masas de dos sectores nuevos: los electrodomésticos y el automóvil.

El resto de países capitalistas, experimentó tan solo una relativa recuperación.

Al mismo tiempo aparecen, signos de desequilibrios económicos: por un lado, hay un


estancamiento de sectores industriales tradicionales, como el ferrocarril, la siderurgia,
el algodón y el carbón.

Por otro, la agricultura sufrió una crisis que se traducía en la acumulación de stocks
(debido al aumento de la producción mundial al recuperarse la agricultura en los países
destrozados por la guerra) y el descenso de los precios. Finalmente, hay que hablar de
una disminución del comercio a causa de las medidas proteccionistas norteamericanas
y europeas a partir de 1922.

2. Los años difíciles de la Posguerra (1919-1924)

En la inmediata posguerra el sistema capitalista tenía que redefinirse de acuerdo con


las nuevas circunstancias: La hegemonía norteamericana y la revolución socialista en
Rusia. Hasta entonces los países ricos (Francia, Inglaterra y Alemania) importaban más
que exportaban aunque compensaban el déficit de la balanza comercial con los
intereses de los créditos dados a los países menos ricos, productores de materias
primas.

La situación permitía un equilibrio económico, ya que los no industrializados podían


vender a los industrializados las materias primas y, con ello, pagar sus deudas y
obtener divisas para comprar los productos manufacturados y de consumo que
necesitaban.

Tras la guerra, los Estados Unidos se negaron a desarrollar la misma política


económica y cerraron sus fronteras a los productos europeos, impidiendo de esa forma
a los países deudores obtener dólares con que pagar sus deudas. El equilibrio se
rompe. El oro fluye hacia Norteamérica y los capitales americanos se invierten en
Europa, pero sin que ello permita una recuperación de la economía europea.

Se creía que, al igual que antes de la guerra, los países fuertes tenían que tener una
moneda estable y todas las naciones se afanaban por conseguirlo volviendo al patrón
oro. Sin embargo, las nuevas circunstancias lo hacían difícil.

En 1920 se registra una primera crisis, que hace aparecer el paro en países que habían
perdido una gran cantidad de hombres en la guerra. Las causas son complejas y se
han apuntado, entre otras, las barreras aduaneras surgidas en Europa con la aparición
de nuevos países, que entorpecían el comercio; la carga que para Alemania suponían
las reparaciones de guerra, que repercutían en el equilibrio económico europeo, y el
desorden monetario que había favorecido la especulación. Pero, sobre todo, está el
hundimiento del comercio internacional, que se produce cuando algunos países dejan
de comprar al agotárseles las reservas y, otros, al no necesitar comprar ya más por
tener sus necesidades satisfechas. Además el Tesoro norteamericano anunció que no
concedería más préstamos ni anularía las deudas de guerra, en una política claramente
deflacionaria.

Las soluciones adoptadas para salir de la crisis fueron dispares: Unos países siguieron
con medidas inflacionistas, como Alemania y Francia, cuyas economías, aún débiles,
no les permitían tomar otras soluciones y dejaron que la inflación aumentara. Otros, en
cambio, como es el caso de Estados Unidos e Inglaterra decidieron controlar la
situación con medidas deflacionarias, que se tradujeron en un descenso de la
producción y en un aumento del número de parados. Al cabo de algo más de un año la
economía se restableció, pero sin volver a alcanzar el nivel de 1913.

2.1 La Prosperidad Parcial (1924-1929)

En 1924 la crisis se da por superada y se entra en una fase de euforia económica.


Algunos países vuelven a la paridad oro, como Inglaterra, en 1926. Otros, como
Francia, estabilizan su moneda, consiguiendo con eso, al menos, crear un clima de
confianza en el país.

Los índices de producción alcanzan los niveles de 1913. En Alemania se asiste a una
cierta recuperación económica, acompañada de una revisión de las reparaciones de
guerra. La coyuntura económica favorable repercute en las relaciones internacionales,
y la armonía entre los países (Locarno, pacto Briand-Kellog) repercute, a su vez, en la
marcha de la economía. Nadie parecía encontrar preocupante que los precios agrarios
hubieran entrado en una depresión de la que ya no saldrían hasta 1929. Al mismo
tiempo los dólares americanos invaden Europa en busca de todo el que necesite
crédito.

Junto con sus capitales, Norteamérica exporta también su estilo de vida.

Pero desde la perspectiva actual es posible ver una serie de sombras sobre ese
panorama en apariencia brillante. En primer lugar, la recuperación no afectó de la
misma forma a todos los países.
3. El Crac de Wall Street

3.1 Las Causas del Crack de 1929. La Especulación

La principal causa del crac de la Bolsa de Nueva York fue la especulación.

Los años veinte fueron buenos para los Estados Unidos, como dice Galbraith, los más
ricos se enriquecieron mucho más deprisa que los pobres dejaron de serlo. Además los
norteamericanos desplegaron un asombroso afán de enriquecerse rápidamente y con
un mínimo esfuerzo. El ánimo especulativo fue creciendo día a día, y en el caso de
Florida, donde hombres del norte se lanzaron a comprar terrenos que aumentaban de
valor sin motivos aparentes, es una prueba de ello.

La especulación llegó a la Bolsa gracias a las normas de Wall Street y por el alza que
durante la década de los veinte se produjo en las acciones ordinarias.

Los negocios eran rápidos y beneficiosos. Había muchos pequeños ahorradores que
decidieron invertir, e hicieron de ello su forma de vida. Los agentes de bolsa prestaban
a sus clientes tomando como garantía los propios títulos comprados, y, a su vez,
pedían prestado a los bancos para comprar esos títulos, pues con las ganancias de la
bolsa se podía pagar los créditos y sus intereses. Una situación de esta índole no podía
continuar indefinidamente, ya que dependía exclusivamente del alza de la bolsa, y ésta
era ficticia, fruto exclusivo de la especulación y del mantenimiento de la creencia de
que la economía de los Estados Unidos era inquebrantable.

La especulación, sin relación con la actividad económica real, llevó la bolsa a la


quiebra. ¿Cómo y por qué se mantuvo esta situación especulativa? Las razones son
varias:

· La inflación monetaria, que dio como resultado una política de dinero barato y
facilidad de créditos.

· La estructura bancaria, que estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya
supervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa. Prestaban casi
siempre a corto plazo con un interés del 12 por 100, cuando ellos obtenían créditos de
la “Federal Reserve” al 5 por 100. El negocio era bueno, pero los bancos dependían
mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores. Además no
existía control estatal ninguno sobre los bancos.

· La existencia de compañías de “cartera”, que poseían abundantes acciones y


estaban interesadas en la subida de las cotizaciones.

· La psicología de las masas, convencidas de que el sistema era infalible, alentadas,


por capitalistas sin escrúpulos y políticos que no sabían o no querían acabar con ese
estado de cosas.
3.2 El Crack de la Bolsa de Nueva York

La economía entra en 1929 en un período de serios problemas y, en un momento


determinado, con las circunstancias especulativas descritas anteriormente en marcha,
esos trastornos se muestran violentamente en Wall Street.

En los días finales de septiembre y principios de octubre de 1929 las cotizaciones


fueron buenas y malas, pero aún se hacían buenos negocios.

A partir del 19 de octubre la situación empezó a ponerse difícil, pero el jueves 24 no


estalló el pánico en la Bolsa de Nueva York: ese día se pusieron a la venta 12.894.650
acciones y la demanda fue casi nula; el descenso de las cotizaciones osciló entre 12 y
15 enteros. Un grupo de banqueros y hombres de negocios intentaron frenar la caída
comprando acciones; gracias a ello el viernes y el sábado parecía que se iba a detener
la baja, pero el lunes 28 comenzó el desastre, el índice del Times bajó 49 enteros y fue
el más desastroso de la história de Wall Street: se ofrecieron a la venta 33 millones de
títulos y los índices bajaron de nuevo.

4. Los Años de Depresión. Su extensión Geográfica

La bancarrota dio al traste con la capacidad adquisitiva de los consumidores, con las
inversiones en los negocios y con la solvencia de los bancos y de las empresas.
Después de la Gran Bancarrota, vino la Gran Depresión; primero la eutanasia de los
ricos, y después, la de los pobres. En 1933 casi la cuarta parte de todos los
trabajadores norteamericanos estaban sin empleo. La producción PNB (producto
nacional bruto) había bajado un tercio. Quebraron unos nueve mil bancos. En junio de
1930, las cosas iban de mal en peor.

4.1 La Depresión en los Estados Unidos

El modelo económico de los Estados Unidos, basado en la especulación, se viene


abajo al estallar la crisis de Wall Street.

La crisis del 29 genera en cadena una serie de quiebras que configuran la llamada gran
depresión, que tocaría fondo allá por el año 1933, y que, en síntesis, son las siguientes:

 Quiebra bancaria. Ya hemos visto la dependencia de los bancos respecto a la


Bolsa en relación con los préstamos a los agentes. Esto hace que el crac del 29
produzca el hundimiento y debilitamiento del sistema bancario. Entre 1929 y 1932
quebraron 5096 bancos. Este derrumbamiento restringió los créditos.
 Quiebra de empresas comerciales e industriales. Consecuencia de la restricción
de créditos fue la quiebra de más de treinta mil empresas, lo que trajo consigo el
descenso de las tasas de inversión y la disminución correspondiente de la renta
nacional.
 Aumento considerable del paro, cuyo porcentaje más alto se alcanzó en 1932.
Esto determinó la disminución del consumo y el consiguiente aumento de los stocks.
Los productores y vendedores no aumentaron sus existencias.
 Reducción de los precios. La acumulación de stocks provocó un descenso
apreciable de los precios, más en el sector agrícola que el industrial. Con el fin de
frenar esta caída se reduce voluntariamente la producción.

4.2. La Extensión de la Crisis

El peso de la economía de los Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la crisis
se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar
capitales, lo que motivó quiebras bancarias en Alemania y Austria y tensiones en la
economía británica. La caída de precios norteamericanos obligó a los países europeos
a rebajar los suyos para hacerlos competitivos y dar salida a sus stocks. Pero el
descenso del poder de compra de los Estados Unidos y su posterior proteccionismo
cerraron aún más el mercado mundial.

 En Europa, y en general en el mundo, la crisis fue similar a la americana:


desplome de las cotizaciones de Bolsa, descenso de los precios, sobretodo los
agrícolas, caída de los créditos y de las inversiones, hundimiento de la producción
industrial y aumento del paro.
 En Alemania, el crecimiento de los años veinte se debía a los préstamos
exteriores de los Estados Unidos. La crisis del 29 hizo que los capitales se fueran
retirando de Alemania, lo que produjo la reducción de la inversión y, por consiguiente,
de la producción industrial en cerca de 58 por 100. El paro afectó a más de 6 millones
de trabajadores y la agricultura quedó al borde del colapso. Ante esta situación el
gobierno excluyó la devaluación por temor a una nueva inflación y escogió la deflación.
 En Francia la crisis afectó a partir de 1931, año en que las exportaciones
descendieron a la cuarta parte. El desempleo no llegó a alcanzar las altas cotas de
Inglaterra y Alemania, gracias a la marcha de muchos emigrantes que habían llegado
en los años anteriores y a la reducción del número de horas de trabajo. El descenso de
los precios permitió a los trabajadores industriales mantener el poder adquisitivo,
aunque sus salarios bajasen, pero las rentas de los que vivían de la agricultura se
vieron drásticamente reducidas. El gobierno optó por aplicar una política deflacionaria.
 Después de 1929 Inglaterra sufrió el impacto de la crisis mundial, y las
exportaciones, que ya estaban estancadas, se vieron más afectadas debido a la
contracción de la demanda en el mundo entero. Pero a pesar de este estancamiento
económico, que mantuvo e incluso aumentó el paro, Inglaterra no vio alterarse
demasiado la situación política y social.
 En España la crisis paralizó las obras públicas emprendidas por la dictadura de
Primo de Rivera, provocando una disminución de la producción y, posteriormente, el
cambio político, con la llegada de la República acentuó la crisis a causa de la fuga de
capitales.
 En las economías dependientes, esto es, en las áreas coloniales con
dependencia directa de las metrópolis y en los países políticamente independientes
pero de gran dependencia neocolonial, la crisis de los años treinta tuvo una gran
repercusión. Los intercambios coloniales (materias primas por productos
manufacturados) se hunden al disminuir el consumo en las grandes potencias, y surge
el problema de la sobreproducción. Las políticas proteccionistas y la repatriación de
capitales contribuyen a ensombrecer más el panorama en esas zonas. Iberoamérica,
por su gran dependencia de la economía de Estados Unidos es la que sufre con mayor
fuerza la repercusión de la crisis. El deterioro de la situación económica llevó la
inestabilidad política a Cuba, Brasil, Uruguay, Chile y Ecuador.

5. Consecuencias de la Crisis

5.1 Consecuencias Sociales

a) El paro. Constituye la primera y más terrible consecuencia de la gran depresión. En


1932 había en el mundo 40 millones de desempleados. En los Estados Unidos, el paro
total y el paro parcial: el primero va acompañado de mendicidad, enfermedad y
hacinamiento en la Ciudades de lata (llamadas Hoovervilles irónicamente en Estados
Unidos) y en los arrabales de las grandes ciudades; el paro parcial, aunque menos
dramático también afectó a la vida diaria. En los Estados Unidos se calcula que el 63
por 100 de los trabajadores industriales estaban contratados a tiempo parcial, con lo
que los salarios, ya de por sí bajos, se convertían en salarios de hambre. La juventud
sufrió con mayor dureza aún esta situación, pues la búsqueda de un primer empleo sé
hacia totalmente inútil y los centros docentes no podían soportar la prolongación de la
escolaridad.

b) Descenso demográfico. Se produce por la disminución de la nupcialidad, la natalidad


y las migraciones, unida al aumento de la mortalidad infantil y senil. Los distintos
regímenes políticos establecieron distintas medidas demográficas para afrontar la
crisis; las democracias liberales tendieron a restringir la natalidad para paliar los efectos
sociales de la crisis (paro), mientras que los regímenes totalitarios, sobre todo el
alemán, fomentaron el crecimiento de la población por razones ideológicas. En cuanto
a las migraciones, los Estados Unidos se negaron a la entrada de emigrantes. En este
aspecto la crisis también contribuyó a cambiar el statu quo imperante en el mundo.

c) Desigualdad en la estructura social. La crisis acentuó las desigualdades sociales,


pues aunque se produjeron importantes quiebras en sus negocios, los patrimonios
personales de los ricos no mermaron mucho, mientras que la depresión afectó de lleno
a las clases medias y bajas.

La burguesía media y pequeña (rentistas, profesionales liberales, medianos y


pequeños comerciantes) sufrieron de manera muy especial los embates de la crisis,
empobreciéndose y proletarizándose. Muchos buscaron la solución en los fascismos.

Pero sobre quien más recayó el peso de la crisis fue sobre el proletariado, que incluso
llegó a subdividirse en estratos diferentes según fuera industrial, rural, parado,
semiparado o con trabajo fijo.
5.2 Consecuencias en las Teorías Económicas

La doctrina del liberalismo económico salió malparada de la crisis, pues ésta supuso la
necesidad de la intervención del Estado en la economía, Idea opuesta al liberalismo.

La fórmula de intervención estatal fue propuesta por John Maynard Keynes en su


“Teoría general de la ocupación. El interés y el dinero”. Las medidas keynesianas
establecían la corrección del sistema capitalista mediante la intervención del Estado
para incrementar el consumo y la inversión; además propugnaban la ayuda a empresas
expansivas, el fomento de obras públicas por el Estado y el proteccionismo.

Las teorías de Keynes no alcanzaron plena vigencia hasta después de la Segunda


Guerra Mundial.

El intervensionismo se puso en práctica mediante la aplicación de diferentes métodos,


tales como: medidas monetarias, acción sobre los salarios y los precios,
proteccionismo, fomento de la política de austeridad, autarquía, desarrollo del sector
público,... según los casos y los distintos países.

5.3 Consecuencias Políticas

Puede decirse que a partir de 1930 se plantea una crisis de los partidos
socialdemócratas, que tuvieron que transformar sus principios y preparar los
planteamientos ideológicos que surgirían tras la Segunda Guerra Mundial. El triunfo del
comunismo en Rusia y la creación de la III Internacional habían desplazado al
socialismo a posiciones más moderadas; en la crisis estos partidos socialistas tuvieron
que colaborar con el capitalismo y renunciar a algunas de sus conquistas sociales. De
esta forma, la separación entre socialismo y comunismo se hace más manifiesta.

Pero la consecuencia política más importante de la crisis va a ser, sin duda, el auge
que alcanzaron los movimientos fascistas y la ascensión de otro partido de este talante
al poder: el Nacional-Socialista en Alemania.

6. Las Soluciones a la Crisis

Hubo una primera respuesta a la casi común a todos los países: la política
deflacionista, que establece restricciones al crédito y a las importaciones. Esta política
tenía como objetivo preservar el equilibrio de los intercambios exteriores y defender la
moneda. Se ponen en marcha medidas proteccionistas: control de cambios y fijación de
contingentes de importación.

Todas estas restricciones estaban condenadas al fracaso, pues eran difícilmente


soportables en el ámbito social. La llegada de nuevos equipos al poder, que se dieron
cuenta de la necesidad de cambiar de rumbo, propicia la devaluación de las monedas
(con excepción de Alemania), así como el relanzamiento de la producción y el consumo
gracias al crédito del Estado.
El carácter opuesto de estas dos medidas (deflación y devaluación) provocó la larga
duración de la crisis. La falta de solidaridad entre las naciones perpetuó aún más el
marasmo. La conferencia de Londres de 1933 demostró que cada una de las naciones
iba a intentar solucionar sus problemas sin contar con la participación de las demás: la
frase exportar la crisis es la más explícita en este aspecto. Es conveniente analizar dos
modelos básicos de superación de la crisis: el New Deal en los Estados Unidos y la
autarquía en Alemania.

6.1 El Modelo Norteamericano. El New Deal

Tras el fracaso de la administración Hoover (1929-1933) para salir de la crisis, los


demócratas ganan las elecciones presidenciales en la persona de Franklin D.
Roosevelt, que implanta una política innovadora para reactivar el consumo y la
inversión y, para erradicar los males que había padecido la economía norteamericana;
se trataba del llamado New Deal.

En realidad hubo dos New Deal: el primero se refiere, a medidas económicas, mediante
leyes elaboradas en la primavera de 1933; el segundo, a medidas sociales, a partir de
1935.

Estas son algunas de ellas:

 En el campo de las finanzas. Se intentó enderezar la situación monetaria y


crediticia, para ello:
 Se prohíbe el atesoramiento y las exportaciones de oro.
 Se devalúa el dólar con el fin de hacer subir los precios en le interior y favorecer
las exportaciones.
 Se toman una serie de medidas para proteger los depósitos bancarios (creación
de un seguro sobre los depósitos bancarios) y evitar la concesión de créditos
destinados a la especulación en la bolsa.
 En el sector agrícola, a la política de almacenamiento iniciada por Hoover,
Roosevelt añade la de limitación de cosechas. Mediante la Agricultural Adjustement Act
se indemniza a los campesinos que reduzcan las superficies cultivadas. Con ello se
persigue la disminución de excedentes, aunque no se logra del todo.

c) En el terreno industrial, se crea la National Industrial Recovery Act (NIRA). Con ella
se pretendía organizar la intervención estatal en el ámbito industrial y establecer las
reglas de juego de las empresas privadas con el fin de evitar los desmanes de la total
libertad de mercado.

Se crea la TVA (Tennessee Valley Authority), empresa estatal encargada de construir


presas, es decir, todo un programa de obras públicas en manos estatales.
La NIRA impedía la libre competencia con el establecimiento de los “códigos”
(convenios colectivos), que garantizaban unos beneficios mínimos a los empresarios y
un salario justo a los trabajadores, reconociendo la libertad sindical y del sistema de
contratación colectiva. Además la NIRA favorecía la creación de monopolios, por lo
que, al ser declarada inconstitucional en 1935, Roosevelt aprovechó para eliminarla y
volver a la política anti-trust.

 Las medidas sociales del segundo New Deal iban encaminadas a la protección
social del ciudadano; en especial de los desempleados y los ancianos. Se fijaba la
jornada laboral máxima en 40 horas semanales y se abolía el trabajo de los niños. Por
la National Labor Realtions Act se apoyaba a los sindicatos, revitalizándose centrales
obreras como la American Federation of Labor (AFL).

En general, la burguesía americana rechazó el New Deal. En cambio, las masas


obreras la apoyaban, lo que impidió que se constituyese en los Estados Unidos un
partido comunista.

Podemos, finalmente, afirmar que si bien la política económica de Roosvelt no mejoró


sensiblemente la situación de crisis, sí, al menos, contribuyó a hacerla menos mala.
Otros aspectos que conllevaron a la crisis de 1929
Los años que cubre el presente capítulo estuvieron marcados por dos grandes crisis
internacionales: la gran depresión de 1929, que se prolongó durante buena parte de la
década del treinta, y la segunda guerra mundial. Ambos eventos tuvieron un efecto
duradero no sólo sobre las instituciones económicas y políticas de los países
desarrollados, sino también sobre las economías latinoamericanas. En estos años, que
coinciden en el terreno político con la República Liberal, la economía colombiana
experimentó una transformación profunda. En particular, la crisis aceleró el surgimiento
del intervencionismo estatal, de la industria manufacturera y de nuevas fuerzas
sociales.

El impacto de la crisis de 1929 sobre la economía colombiana debe juzgarse no sólo en


términos del colapso de los indicadores externos sino, ante todo, en función de los
cambios que había experimentado durante las primeras décadas del siglo XX. En
efecto, según vimos en el capítulo anterior, en las décadas que antecedieron a la crisis
se había consolidado un desarrollo exportador exitoso con base en la economía
cafetera del occidente colombiano. Los esfuerzos de industrialización, que comenzaron
en forma tímida a fines del siglo pasado se habían consolidado lentamente gracias a la
ampliación del mercado interno generado por la bonanza exportadora. La expansión de
la red ferroviaria y la más incipiente red de carreteras habían logrado además una
integración importante del mercado, rompiendo las viejas trabas geográficas a las
comunicaciones en Colombia. Una parte nada despreciable de tal esfuerzo integrador
había sido realizada por el Estado en los años veinte, gracias a la expansión de los
recaudos de aduanas, a los ingresos recibidos como indemnización por la
independencia de Panamá y al acceso al mercado internacional de capitales en
escalas que el país no conocía. Las instituciones económicas habían sido
transformadas en 1923 a raíz de las reformas de la Misión Kemmerer, que en forma
definitiva introdujo al país una organización bancaria y fiscal moderna. Por último,
aunque no menos importante, el proceso de modernización había incidido
profundamente sobre la estructura social del país, expresándose por medio de
combativos movimientos sindicales y agrarios. Las bases estaban sentadas para una
transformación profunda de la estructura económica y social del país. La crisis
internacional simplemente aceleraría procesos que ya estaban en marcha.

LOS REFLEJOS DIRECTOS DE LA CRISIS

1. El colapso del café y la crisis de la deuda externa

Los primeros años de la gran depresión estuvieron dominados en Colombia por el


colapso del mercado del café y por la brusca interrupción de los flujos de capital. Las
cotizaciones del grano habían alcanzado su monto más elevado en 1925 y 1926, pero
habían permanecido en niveles relativamente altos durante los dos años siguientes.
Aunque los precios empezaron a disminuir desde los primeros meses de 1929, el
Estado de São Paulo en Brasil logró amortiguar inicialmente la caída mediante una
activa intervención en el mercado. En octubre de 1929, sin embargo, el colapso de la
bolsa de valores de Nueva York y la política de ajuste que adoptó el gobierno brasileño
dejaron al Estado de São Paulo sin recursos financieros para mantener la intervención.
Los precios del café se desplomaron. Cuatro años más tarde, en 1933, el precio del
Café Manizales en Nueva York había llegado a US 10.5 ¢/lb., apenas una fracción de
su nivel de bonanza (28.5 ¢ en 1926).

La crisis internacional, que se desencadenó de manera abierta a partir de octubre de


1929, arrastró también los precios de los productos industriales, que constituían el
grueso de las compras externas del país. No obstante el colapso del café y de otras
materias primas fue más pronunciado, generando una baja del 23% en los términos de
intercambio de Colombia entre 1925-9 y 1930-4 (véase el cuadro 6.1). Aunque las
cantidades exportadas de petróleo y banano también retrocedieron, el dinamismo del
café y del oro compensaron con creces la caída de ambos productos. Según se aprecia
en el cuadro 6.1, las exportaciones reales de Colombia (o quantum de exportaciones)
aumentaron incluso en los años más agudos de la crisis. No obstante, el impacto del
deterioro de los términos de intercambio terminó prevaleciendo, provocando una
merma del 8% en el poder de compra de las exportaciones entre los años de bonanza
y la primera mitad de la década del treinta. Esta caída, sin embargo, fue moderada y
ciertamente insuficiente para desencadenar una crisis de grandes proporciones. El
colapso del sector externo colombiano en los años treinta estuvo ligado así a los
desarrollos del mercado internacional de capitales.

Según vimos en el capítulo anterior, entre 1926 y 1928 el país había acudido en gran
escala al mercado de capitales para financiar una expansión sin precedentes de las
obras públicas. El mecanismo fundamental fue la emisión de bonos de los gobiernos
nacional, departamentales y municipales y de otras entidades públicas, como el Banco
Agrícola Hipotecario, que se vendían en la bolsa de valores de Nueva York. En el
segundo semestre de 1928, varios factores se conjugaron para interrumpir
bruscamente estos flujos de divisas. Desde julio de dicho año las autoridades
monetarias norteamericanas comenzaron a adoptar medidas restrictivas para tratar de
frenar la especulación en la bolsa de valores. Fuera de ello, la actitud firme del
gobierno de Abadía Méndez ante los intereses petroleros norteamericanos y las
crecientes dudas en el exterior sobre la situación fiscal del país llevaron al
Departamento de Comercio de Estados Unidos a hacer circular entre los banqueros
norteamericanos en septiembre de 1928 un documento en el cual se manifestaban por
primera vez recelos sobre la capacidad del gobierno de pagar la deuda que estaba
contrayendo. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929
interrumpió definitivamente esta fuente de recursos. Los esfuerzos de los gobiernos de
Abadía Méndez y Olaya Herrera por conseguir recursos alternativos por conducto de la
banca privada resultaron relativamente infructuosos. Este último, desde su elección
como presidente de la República, en 1930, emprendió una campaña entre los círculos
financieros norteamericanos para conseguir préstamos de corto plazo apoyándose, en
parte, en su política de apertura a las inversiones petroleras norteamericanas. Aun así,
el nuevo presidente sólo pudo obtener créditos por $17 millones durante el primer año
de su mandato, una cantidad insuficiente si se tiene en cuenta que el pago de la deuda
externa acumulada durante los años de bonanza ya sumaba $19 millones anuales.
La conjunción de menores ingresos de capitales y mayores pagos por concepto de la
deuda adquirida en los años veinte fue desastrosa. Según se aprecia en el cuadro 6.1,
el país pasó de recibir ingresos netos por US$39 millones anuales de 1925-1929 a
pagar US$19 millones al año en 1930-1934. La primera suma equivalía al 42% de las
exportaciones extraordinarias de los años veinte; la segunda consumía, por el
contrario, el 29% de los ya mermados ingresos de exportación de la primera mitad de la
década del treinta. Como la disminución del poder de compra de las exportaciones
entre ambos períodos fue modesta, según hemos visto, la violenta caída de las
importaciones reales (del 49% según el cuadro 6.1 y del 68% si se compara el último
año de bonanza, 1928, con el más agudo de la crisis, 1932) debe atribuirse ante todo al
estrangulamiento generado por el brusco viraje del mercado internacional de capitales.

Dada la magnitud del drenaje de divisas, no es sorprendente que Colombia, como la


mayoría de los países latinoamericanos, haya declarado la moratoria sobre el servicio
de la deuda externa a comienzos de los años treinta, a pesar de los esfuerzos del
gobierno de Olaya Herrera por mantenerse dentro de las reglas de juego de la banca
internacional. Los primeros pasos hacia la moratoria se dieron a raíz de la implantación
del control de cambios en septiembre de 1931. En efecto, en octubre de 1931 se
decidió que los pagos de la deuda externa de los departamentos, municipios y bancos
debían ser autorizados por la Oficina de Control de Cambios; si los giros
correspondientes no eran aprobados, las entidades respectivas debían depositar de
todas maneras el pago correspondiente, en pesos, en el Banco de la República. En
diciembre de 1931, el gobierno nacional llegó a un acuerdo con la mayoría de los
tenedores de la deuda externa colombiana, por medio del cual se suspendían
temporalmente las amortizaciones de todas las deudas y se permitía pagar los
intereses de aquellas que no estaban garantizadas por la nación con vales a tres años
e intereses del 6%. La combinación de estas medidas equivalía a obligar a las
entidades subnacionales y a los bancos a pagar al Banco de la República una deuda
sobre la cual se había decretado una suspensión de pagos. No es extraño, por ello,
que los departamentos y municipios hayan decidido en marzo y abril de 1932
suspender las consignaciones en el Banco de la República. El gobierno nacional
consideró entonces que no podía cumplir el acuerdo con los acreedores extranjeros y
el 23 de mayo comunicó en la prensa norteamericana que sólo seguiría pagando los
intereses de la deuda nacional y la del Banco Agrícola Hipotecario, que estaba
garantizada por la nación.

De esta manera, desde 1932 se dejó de pagar suma alguna por el 43% de la deuda
externa de largo plazo del país, lo cual representaba un ahorro de $9 millones al año; la
suspensión de la amortización de las deudas garantizadas por la nación significaba un
ahorro adicional de $2 millones. A pesar de una oposición generalizada, los intereses
de la deuda nacional se cancelaron puntualmente hasta principios de 1933, cuando la
guerra con el Perú llevó al gobierno nacional a suspenderlos en su totalidad. Los pagos
de los intereses de 1933 y 1934 se siguieron haciendo con vales y solamente en 1935
se interrumpió por entero el servicio de la deuda de largo plazo, aunque se continuó
pagando la de corto plazo y los vales emitidos durante los dos años anteriores. A partir
de entonces el país comenzó, además, a presionar a los acreedores extranjeros para
que llegaran a un arreglo global, que tuviera en cuenta la capacidad de pagos del país.
La política del buen vecino de Roosevelt y su franca animadversión a los intereses
financieros norteamericanos fueron decisivos, sin duda, en la declaración de la
moratoria definitiva y en la búsqueda de un arreglo ventajoso para el país.

El arreglo sobre la deuda nacional concluyó al inicio de la segunda guerra mundial; se


convino en reducir los intereses originales del 6 al 3%, capitalizar solamente la mitad de
aquellos que no habían sido pagados desde 1935 y establecer un fondo para amortizar
anualmente parte de la deuda externa, mediante el sistema de compras en el mercado
abierto. El arreglo fue posible gracias a la mediación del gobierno norteamericano ante
el comité de tenedores de bonos colombianos, en un contexto en el cual el primero
buscaba el alinderamiento de nuestro país en el conflicto bélico. No menos importante
fue el interés del gobierno colombiano en normalizar su situación de deuda externa
para acudir a los créditos otorgados por el recién creado Banco de Exportaciones e
Importaciones de Estados Unidos.

2. La agudización de la crisis cafetera y la Segunda Guerra Mundial

A partir de 1933, la moratoria sobre la deuda externa posibilitó una recuperación de las
importaciones reales y facilitó el proceso de reactivación de la economía. En 1935-1939
las importaciones reales subieron 59% en relación con la primera mitad de la década
del treinta, aunque permanecieron por debajo de los niveles de bonanza de los años
veinte. La inversión directa dirigida al sector petrolero y la recuperación del crédito
comercial permitieron, además, algunas entradas de capital. El poder de compra de las
exportaciones aumentó muy poco, por el contrario, y contribuyó apenas en forma
marginal a la recuperación del sector externo.

Este último resultado no puede atribuirse al escaso dinamismo de los sectores de


exportación. Por el contrario, la producción de café y oro mostraron hasta fines de los
años treinta un gran empuje. En el primer caso, el país no sólo consolidó su posición en
el mercado norteamericano sino que logró grandes avances en el alemán, gracias a un
acuerdo de compensación del comercio con dicho país que se firmó a mediados de la
década. Las cantidades exportadas de café se incrementaron así en un 62% entre
1925-9 y 1935-9. El dinamismo del sector aurífero fue aún más impresionante, del
158% entre estos dos lustros. A pesar del escaso crecimiento de los otros dos
productos de exportación del país, el petróleo y el banano, las exportaciones reales
crecieron en un 56%, un crecimiento sin duda apreciable en medio de la peor crisis
internacional de la historia.

El problema esencial residía en la creciente debilidad de los precios del grano. En


efecto, según se aprecia en el cuadro 6.1, los términos de intercambio del país
siguieron disminuyendo a lo largo de la década del treinta y en 1935-1939 se habían
reducido a dos terceras partes de su nivel de bonanza. En el caso del café, los
términos de intercambio se habían reducido a la mitad y, en el año más crítico de
nuestro período de estudio, en 1940, a sólo un 37% de su nivel de 1925-1929.
La dificultad más importante era el enorme peso de la sobreproducción de café del
Brasil, que alcanzaba una tercera parte de la cosecha anual de dicho país a comienzos
de los años treinta. Aunque a partir de 1931 empezó a destruir los excedentes,
quemándolos o lanzándolos al mar, y a erradicar parte de las siembras, los excesos de
producción del Brasil fueron un factor depresivo del mercado a lo largo de la década.
La debilidad del mercado se reflejó en cortas recuperaciones seguidas de crisis cada
vez peores. El repunte de los precios en 1934 se vio sucedido por una nueva reducción
de las cotizaciones en 1935. En 1936 y 1937 se presentó una nueva recuperación,
gracias en parte al pacto colombo-brasileño suscrito a fines de 1936, que establecía
que ambos países intervendrían para mantener unos precios mínimos de café. Sin
embargo, con la ruptura del pacto en noviembre de 1937 se desencadenó una nueva
crisis. Finalmente, la corta recuperación de 1939 fue seguida de la peor crisis cafetera
de la época, en 1940, generada por la virtual desaparición de la demanda europea a
raíz de la ruptura de las hostilidades en el viejo continente. En agosto de 1940, las
cotizaciones del café colombiano habían llegado a uno de los peores niveles de la
historia (US7.5 c/lb.).

La magnitud de la crisis cafetera, a más de evidentes móviles políticos, llevaron a


Estados Unidos a propiciar el Acuerdo Interamericano de Café, que se firmó en
noviembre de 1940. El pacto estableció un sistema de cuotas para los países
exportadores, garantizado por la participación del principal país consumidor como parte
integral del convenio. En el caso colombiano, la cuota asignada (3.150.000 sacos)
representaba un 80% de las exportaciones promedio del país en los cinco años
anteriores y cerca del 20% de la cuota total asignada dentro del Acuerdo para el primer
año cafetero (octubre de 1940 a septiembre de 1941). Los precios internacionales del
grano comenzaron a recobrarse en octubre de 1940, y ya a mediados del año siguiente
habían llegado a US15.9 ¢/lb., para el café colombiano, más del doble del nivel
alcanzado durante los meses críticos de agosto y septiembre de 1940. Las sucesivas
ampliaciones de las cuotas finalmente estabilizaron los precios en junio de 1941. Para
evitar que la entrada de Estados Unidos a la guerra mundial, el 7 de diciembre de 1941,
produjera una nueva ola alcista, el 11 de diciembre el gobierno norteamericano fijó
unos precios máximos tentativos para las compras de Café. El 29 de diciembre se
establecieron los precios definitivos, que en el caso del café Manizales fueron de
US15.9 ¢/lb., un nivel similar al de mediados del año. Este precio se mantuvo invariable
hasta después de terminado el conflicto bélico.

La campaña submarina alemana en la Costa Atlántica de Estados Unidos y el Caribe


generó severos problemas en el transporte marítimo desde comienzos de 1942, que
afectaron especialmente a las exportaciones brasileñas. Aunque el problema disminuyó
un tanto a finales del mismo año, sólo desapareció a mediados de 1943. Gracias a su
mejor acceso al mercado norteamericano, Colombia y los países centroamericanos se
beneficiaron de los acontecimientos, ya que los subembarques brasileños obligaron a
decretar varios aumentos de las cuotas. En compensación, la Corporación de Crédito
Comercial de Estados Unidos compró aquellas partes de las cuotas brasileñas de los
años cafeteros 1941/2 y 1942/3 que no pudieron transportarse. Los años siguientes
fueron menos agitados. El problema de abastecimiento desapareció gradualmente y,
gracias al dinamismo de la economía norteamericana, el consumo de dicho país
absorbió una proporción creciente de la producción mundial. Como la cosecha
brasileña había seguido descendiendo, el equilibrio en el mercado mundial del grano
había sido restablecido por fin en los últimos años del conflicto bélico.

Pese al alza en los precios del café en 1941, los términos de intercambio del país
permanecieron relativamente deprimidos durante los años de la guerra. Aun si se
excluye el año 1940, la relación de precios de intercambio permaneció por debajo, no
sólo de los niveles de la bonanza de los años veinte sino de los de primera mitad de la
década del treinta. Sin embargo, como la recuperación de los precios del café coincidió
con incrementos adicionales en las cantidades exportadas, el poder de compra de las
ventas externas del país superó por primera vez los niveles de los años veinte. En
cualquier caso, es difícil afirmar que los años de la segunda guerra mundial se hayan
caracterizado por los cuantiosos ingresos de divisas. Más bien, el problema esencial
fue la dificultad para importar, debido al racionamiento impuesto por Estados Unidos a
muchos productos durante los años críticos de la conflagración bélica, a la utilización
para fines militares de la flota mercante de dicho país y a la campaña submarina
alemana de 1942-1943. En efecto, a pesar de los mayores ingresos generados por las
exportaciones, las importaciones reales se redujeron en un 16% entre 1935-1939 y
1940-1944. Los años 1942 y 1943 fueron particularmente críticos y obligaron al
gobierno colombiano a racionar algunos bienes importados, en especial hierro y llantas.
Además, la dificultad para importar se reflejó en una considerable acumulación de
reservas internacionales durante estos años. Las reservas del Banco de la República
pasaron de US$22.5 millones en 1941 a US$176.8 millones en 1945. Al adquirir estas
divisas, el Banco emitía una cantidad correspondiente en pesos colombianos,
generando así una ampliación considerable de los medios de pago. Esta expansión
monetaria generó grandes retos a la política económica, según veremos más adelante.

EL SURGIMIENTO DEL INTERVENCIONISMO MODERNO

La intervención del Estado en la economía no nació súbitamente en los años treinta.


Sin embargo, antes de la crisis mundial las esferas de acción del gobierno estaban
circunscritas a unos pocos frentes y, ante todo, no existía la concepción del Estado
como el gran regulador de la actividad económica.

Desde épocas coloniales una de las principales esferas de acción del Estado en la
economía había sido el desarrollo de las comunicaciones. Los gobiernos participaban
directamente como inversionistas u otorgaban monopolios y subsidios al sector privado
para desarrollar caminos y ferrocarriles o para introducir la navegación a vapor.
También desde tiempos coloniales, el Estado controló la asignación de tierras baldías,
la explotación de las minas, y la producción y distribución de ciertos bienes que eran
considerados como importantes arbitrios rentísticos (la sal, el aguardiente y el tabaco).
La imposición de aranceles a las importaciones constituyó la principal fuente de
recursos fiscales de los gobiernos republicanos hasta los años veinte, permitiendo
diferentes ensayos de protección a la industria y a la agricultura nacional. Algunos
gobiernos otorgaron, además, subsidios o monopolios para el fomento de ciertas
industrias o cultivos comerciales. El desarrollo de los servicios públicos modernos
(telégrafo, electricidad, acueductos, etc.) aportó nuevos elementos para la intervención
del gobierno desde fines del siglo XIX, que actuaba como regulador de estos servicios
o como inversionista directo.

La regulación monetaria fue también una función estatal desde épocas coloniales,
aunque se restringió por mucho tiempo a definir el contenido metálico de la moneda y a
fugaces experimentos con la circulación de billetes de tesorería. Los gobiernos de la
Regeneración adoptaron, sin embargo, un régimen de papel moneda de curso forzoso,
según vimos en el Capítulo IV de esta historia. El experimento terminó en la única
inflación galopante de la historia colombiana durante la guerra de los Mil Días, que dejó
un profundo sello conservador en las costumbres monetarias del país y una norma
constitucional de 1910, que prohibía dicho régimen monetario. Finalmente, con la
creación del Banco de la República, en 1923, se estableció un sistema bancario
moderno, firmemente anclado en los principios del patrón oro. Simultáneamente se
expidió la ley bancaria que todavía rige en el país. La promoción y regulación de esta
actividad, obviamente, tenían raíces en el siglo XIX, cuando el gobierno utilizó en
ciertos momentos el privilegio de depósito de los caudales públicos como mecanismo
para facilitar la fundación de ciertas entidades financieras.

Los años treinta fueron, sin embargo, inmensamente prolijos en nuevas formas de
intervención, al tiempo que se desarrollaba toda una nueva concepción del Estado
como regulador de la vida económica y social. Las nuevas formas y concepciones no
surgieron como producto de la aplicación de teorías económicas abstractas, algunas de
las cuales (el keynesianismo y la escuela cepalina) eran desconocidas en el momento
en que se adoptaron muchas de las políticas que más tarde se les atribuyeron. Aunque
ciertas escuelas jurídicas y políticas, y desarrollos anteriores o simultáneos en otros
países influyeron sin duda, en algunas decisiones, ello sólo fue posible porque las
circunstancias objetivas permitieron estas acciones y promovieron, además, la coalición
de fuerzas políticas necesarias para implantarlas. Más aún, a pesar de algunos
cambios de contenido, muy acentuados en el caso de la política social, la nueva
concepción del Estado intervencionista perduró por mucho tiempo, en medio de
enormes cambios políticos y sociales, señalando así el peso de las nuevas realidades
en las cuales se apoyaba. De hecho, sólo en la década del setenta vino a plantearse
seriamente la necesidad de revertir procesos de consolidación estatal que habían
ganado fuerza por cerca de medio siglo.

Aunque son considerables los mecanismos de regulación1, en esta parte del capítulo
los dividiremos en dos grandes grupos. Al primero lo denominaremos instrumentos de
regulación macroeconómica. Bajo este título incluiremos el desarrollo de las políticas
monetaria, crediticia, fiscal, cambiaria, comercial e industrial. También incluiremos aquí
las entidades paraestatales creadas para operar en dichos frentes. El segundo grupo
está compuesto por los instrumentos de regulación de la actividad cafetera. Esa forma
de intervención difiere de la primera por la importancia que adquirió en su manejo un
gremio privado, la Federación Nacional de Cafeteros. Esta parte del capítulo concluye
con unas cortas referencias a la consolidación de la nueva concepción del Estado en
las normas constitucionales. En la parte siguiente se analizan los mecanismos de
intervención en el sector agrario y en las relaciones obrero-patronales.

1. El surgimiento de los instrumentos de regulación macroeconómica

Durante los 17 años que cubre este capítulo se desarrolló gran parte de los
instrumentos de manejo macroeconómico con los cuales cuenta hasta hoy el Estado
colombiano. Tales instrumentos surgieron, en gran medida, como respuesta a una
coyuntura cambiante, y por ello resulta conveniente encuadrarlos dentro de las fases
por las cuales pasó la economía durante estos años. Es también interesante resaltar
cómo se moldearon en este proceso algunas peculiaridades del intervencionismo
estatal colombiano, en especial la conjunción de una activa intervención en el sector
externo y el mercado crediticio, combinada con un gran conservatismo en el manejo
monetario y fiscal. a) Los años de la ortodoxia (1929-1931) La creación del Banco de la
República en 1923 representó en Colombia el final de un período de estabilización
monetaria que había comenzado en los años posteriores a la guerra de los Mil Días. El
rígido patrón oro adoptado, la escasa capacidad del banco para conceder créditos al
gobierno y el control que se le otorgó en su junta directiva al sector privado constituían
manifestaciones claras del deseo de no repetir los experimentos monetarios del
pasado. No debe sorprendernos, por ello, que ante el primer avatar experimentado por
la economía se haya hecho un esfuerzo casi irreal por conservar una disciplina
monetaria que amplios sectores dirigentes consideraban como una conquista definitiva
del país.

La dramática caída de las reservas internacionales que se produjo a partir de 1929 dio
lugar así a una severa contracción monetaria y fiscal. Al adquirir las reservas del Banco
de la República para los pagos al exterior, el público se veía obligado a utilizar parte de
sus medios de pagos domésticos. La capacidad del Banco para conceder créditos al
gobierno o a los bancos particulares y contrarrestar así la contracción monetaria era
muy limitada dentro de las reglas del patrón oro, ya que se creía que cualquier emisión
se utilizaría para adquirir más divisas del Banco de la República, agravando así la crisis
externa. Los medios de pago se redujeron así en un 49% entre fines de 1928 y fines de
1931. La contracción fiscal fue también severa. El gobierno tuvo que enfrentar
simultáneamente la interrupción de los flujos de capital, la reducción de los impuestos a
las importaciones y los mayores pagos por la deuda externa adquirida durante los años
de bonanza. El resultado de ello fue catastrófico: los gastos del gobierno nacional,
excluyendo los pagos de la deuda, disminuyeron entre un 60 y un 70% entre 1928 y
1932. La reducción de gastos se reflejó en una paralización total de las obras públicas,
en disminuciones de personal y en reducciones de salarios de los trabajadores del
Estado.

El resultado de la contracción monetaria y fiscal fue una recesión severa, con caídas
del Producto Interno Bruto tanto en 1930 como 1931 (véase el gráfico 6.1). Como la
producción agrícola representaba la mitad de la actividad económica en aquella época
y no experimentó una caída absoluta durante estos años, la producción agregada no se
redujo sustancialmente. No obstante, los sectores más sensibles al ciclo económico (la
construcción, el transporte y algunas ramas industriales) experimentaron bajones hasta
del 50% en la producción y los precios agrícolas disminuyeron a la mitad de su nivel de
bonanza.

Las únicas medidas importantes para contrarrestar la crisis se concentraron en el frente


arancelario. Desde el comienzo de la crisis hubo una presión muy fuerte para proteger
la agricultura, lo que se tradujo en la derogatoria de la Ley de Emergencia de 1927,
aprobada por el Congreso en enero de 1931. En mayo se adoptó además una
importante reforma arancelaria. Aunque algunos autores le han asignado a ésta un
papel crítico en la historia de la protección en Colombia, ella hacía parte de una serie
de reformas proteccionistas, según hemos visto en los capítulos anteriores. Además,
sus efectos se erosionaron rápidamente, porque la inflación que se inició en 1933
redujo el valor real de unos aranceles que todavía se estipularon en términos
específicos (centavos por kilogramo de mercancía). Además, en 1935 Colombia firmó
un tratado comercial con Estados Unidos para evitar que este país estableciera
impuestos a las importaciones de café. El tratado no sólo concedió ventajas
arancelarias a dicho país sino que congeló un número considerable de tarifas.

b) La política de reactivación (1931-1934) Desde 1930, algunos sectores empezaron a


exigir una política anticíclica más activa, que incluyera un incremento sustancial de los
créditos del Banco de la República al gobierno. La Administración Olaya Herrera
resistió por un tiempo las presiones, por considerarlas perniciosas para la estabilidad
del patrón oro. La suspensión de la convertibilidad de la libra esterlina el 4 de
septiembre de 1931 generó, sin embargo, un pánico financiero que obligó al gobierno a
alterar radicalmente su política. Autorizado por el Congreso para actuar con base en
una situación de emergencia, Olaya estableció el control de cambios el 24 de
septiembre. El temor a que las emisiones se tradujeran en menores reservas
internacionales desapareció una vez que el gobierno entró a controlar directamente las
operaciones de divisas. Los créditos del Banco de la República al gobierno se
ampliaron rápidamente mediante el expediente de adelantar los ingresos del monopolio
de la sal, cuya administración quedó así en manos del emisor. La reactivación fiscal se
mantuvo hasta 1934 como reflejo de la guerra con el Perú, que forzó al gobierno a
aumentar los gastos militares.

La política de crédito privado también se hizo muy activa. En 1931 y 1932 se crearon
tres entidades: la Caja Agraria, el Banco Central Hipotecario, BCH, y la Corporación
Colombiana de Crédito. La primera fue constituida para fomentar el crédito agrícola, en
tanto que las dos últimas se instituyeron para ayudar a sanear la cartera de los bancos
privados. El gobierno estableció además topes para las tasas de interés, extendió los
términos de todos los préstamos y permitió a los deudores pagar la mitad de sus
obligaciones con cédulas hipotecarias y bonos gubernamentales depreciados,
reduciendo en un 20% aproximadamente el valor real de todas las deudas. Finalmente,
a mediados de 1933 se recortaron por decreto todas las deudas hipotecarias en un
40%. La medida, solicitada insistentemente por los cafeteros, condujo obviamente a la
liquidación de todos los bancos hipotecarios privados, cuya cartera fue comprada por el
Banco Agrícola Hipotecario.
En el frente externo, el gobierno adoptó nuevas disposiciones proteccionistas a fines de
1931 que reforzaban el arancel de mayo de dicho año, pero trató de defender por algún
tiempo la tasa de cambio, considerándola como una señal de “estabilidad monetaria” o,
como lo expresaron las autoridades económicas de la época, como un indicio de que el
país se mantenía dentro de un “patrón oro controlado”. No obstante, la presión de la
Federación Nacional de Cafeteros y la realidad cambiaria impusieron lentamente un
cambio de política. En marzo de 1932 se les concedió a los cafeteros una prima del
10% financiada por el gobierno. Un año después se devaluó en forma temporal y
discriminatoria (de $1.05 a $1.13 para los exportadores y a $1.16 para los
importadores), básicamente para forzar a los importadores a pagar la bonificación que
recibían los cafeteros. Sólo en septiembre de 1933, ante la presión de estos últimos y
un retraso de siete semanas en las solicitudes pendientes en la oficina de control de
cambios, se devaluó inicialmente el peso en 10 centavos y se estableció finalmente un
régimen de certificados de cambio que se negociaban libremente. Para fines del año, la
tasa de cambio se había situado en $1.57 y se estabilizaría finalmente a comienzos de
1935 en torno a $1.75.

Como se aprecia en el cuadro 6.2, la política económica logró reactivar la economía y


mantener ritmos de crecimiento satisfactorios entre 1932 y 1934. Sin embargo, la
conjunción de la reactivación cafetera con la devaluación disparó en 1934 la inflación
hasta niveles cercanos al 40%. Este era un ritmo alcista que el país no conocía desde
los años del papel moneda (la inflación de los años veinte había sido mucho más
moderada, del 10% anual entre 1923 y 1926, los años más críticos). El temor a volver a
las épocas de la inflación acelerada hizo que el país retornara a un manejo
conservador de la moneda y de las finanzas públicas en 1935, aunque manteniendo los
mecanismos de intervención creados durante los años de la crisis (el control de
cambios en particular).
La crisis económica de 1929
Causas y desarrollo.

Desde 1925 la economía americana había crecido de una forma continua, los
beneficios de la bolsa eran enormes. Después de varios años de crecimiento
espectacular sobreviene bruscamente una crisis en la bolsa de Nueva York, las
acciones de las empresas caen en picado pues todo el mundo quiere vender para
recuperar algo de lo que tenía invertido.

La causa de todo esto es el crecimiento artificial de la bolsa que no se ajusta a la


realidad económica y hace de la especulación una norma. Ese desajuste entre el
estado real de la economía y el de la bolsa hace que ésta explote en 1929 reduciendo
a la nada el valor de la acciones y produciéndose la quiebra de las empresas al no
disponer de capitales, esto genera paro, inflación... De Estados Unidos la crisis pasa a
Europa donde había invertido mucho capital norteamericano y que ante la crisis se
retira de Europa, ésta, y sobre todo Alemania y Austria principalmente, al quedar
descapitalizadas, son arrastradas a la crisis.

Las causas de la crisis.

Sobre las causas de la crisis se han escrito ríos de tinta, las interpretaciones son
muchas e incluso hoy no todos los estudiosos del tema están de acuerdo sobre las
causas. Unos hablan de superproducción ante un mercado que no demanda más
productos. Otros de subconsumo, es decir, que el desarrollo económico de la etapa
anterior ha beneficiado a las clases altas, pero la inmensa mayoría de la población se
ha empobrecido y así se ha reducido su capacidad adquisitiva.

Algunos autores también han visto en la crisis algo consustancial con el carácter cíclico
del sistema capitalista en el que se alternan etapas de crecimiento y crisis periódicas.
Nosotros hemos distinguido dos causas determinantes que se combinan con factores
secundarios para agrandar más la profundidad de la crisis.

1. El crecimiento artificial de la bolsa. La mayoría de los autores se fijan en el


comportamiento de la bolsa de Wall Street (bolsa de Nueva York) para explicar el
fenómeno. La caída brusca de la bolsa es un eslabón más en la cadena y la
importancia La bolsa de Nueva Cork antes de la crisis.

Económica de Estados Unidos (primer productor mundial, primer mercado mundial)


hace que en la caída arrastre a muchos países y la crisis tenga unas dimensiones
mundiales. Veamos lo que pasó. Desde 1925 la economía norteamericana había ido
creciendo de una manera importante, se supera aquí la crisis de la posguerra, es la
etapa de la “prosperity” y de los locos años veinte en los que reina el optimismo.
Uno de los mejores negocios era invertir en bolsa ya que las ganancias estaban
garantizadas. Invertir en bolsa hace que muchas empresas se descapitalicen, pero en
contrapartida obtendrán créditos muy fáciles para su financiación. Los créditos que los
bancos prestan crecen de una manera espectacular ya que se dan con mucha facilidad
y así mucha gente solicita créditos para invertir en la bolsa(los bancos buscan más la
especulación que la inversión), incluso los corredores de bolsa prestaban dinero a los
inversores tomando como garantía los valores comprados, algo que en condiciones
normales no es aconsejable.

La bolsa fue creciendo así de una manera espectacular debido a la especulación de los
inversores sin tener correspondencia con el desarrollo real de la economía, ese
desajuste entre la bolsa y la economía tenía que estallar por algún lado. En el año 1928
se dieron los primeros síntomas de que la tendencia alcista de la bolsa podía cambiar:
contracción de la industria de la construcción, quiebra de algunas empresas, retirada
de algunos capitales invertidos en Europa cuando el gobierno de los EE.UU quiso
limitar el crédito... en general no se hizo caso de estos primeros avisos. El jueves 24 de
Octubre de 1929 se produce el desplome de la bolsa, es el inicio de la crisis.

2. La superproducción y el subconsumo. En la industria se había producido un


incremento importante de la producción tras la recuperación de la crisis de 1921 y el
desarrollo había sido constante hasta 1927, generándose abundancia de productos
industriales. En la agricultura el aumento de la Wall Street el Jueves Negro. Evolución
de precios, salarios y desempleo en EEUU entre 1929 y 1933. Tema 13. La crisis
económica de 1929: causas y desarrollo. 3 producción era importante, varios años de
buenas cosechas habían generado superproducción, ésta se veía subrayada por la
incorporación de otros países a la producción de forma masiva: Argentina, Canadá,
Europa ya recuperada con lo cual a escala mundial hay superproducción de productos
agrícolas y no hay mercados suficientes para absorber los excedentes.

A este fenómeno de superproducción habría que sumarle, según Neré, el fenómeno del
subconsumo, el crecimiento de la producción no genera un reparto de las rentas o de
los niveles de vida. En el campo concretamente la situación era crítica ya que al existir
abundancia de productos agrarios los precios son bajísimos y el campesino se ve
arruinado al no obtener beneficios. Como podemos deducir de lo expuesto, la
superproducción genera una bajada espectacular de los precios de los productos
agrícolas e industriales al no poder ser absorbidos por el mercado, esta caída generara
cierres de empresas, ruina de granjeros... cuando le sumemos los efectos de la caída
de la bolsa, el panorama será terrible.
II. El desarrollo de la crisis.

1. La crisis en Estados Unidos. La crisis de la bolsa será determinante. Desde


septiembre de 1929 la tendencia alcista de la bolsa se estanca o inicia un descenso
después de varios años de crecimiento ininterrumpido. Este descenso de la bolsa está
determinado en parte por la bajada del precio del cobre y el acero. Son los primeros
indicios de que algo iba mal, tras este aviso algunos venden, pero los especuladores
siguen comprando.

En la última semana de octubre se produce la explosión, el desplome de la bolsa.


Desde el 21 se acumulaban las órdenes de venta, viendo que la cosa iba mal muchos
quieren vender sus acciones para recuperar su dinero, como había más órdenes de
venta que compradores el precio de las acciones baja. Esta tendencia a la baja se ve
frenada por la compra de muchas acciones por la Banca Morgan. El 24 de octubre de
1929, llamado el jueves negro, se produce un desplome Evolución de las cotizaciones
en la bolsa de N. York. Ahorradores intentando retirar su dinero de un banco
espectacular de la bolsa, 13 millones de acciones salen al mercado y no encuentran
comprador, ese desajuste entre la oferta y la demanda hace que el valor de las
acciones caiga en picado. El 29 de octubre son ya 16 millones, el pánico es tremendo,
todo el mundo quiere vender para recuperar algo del capital. Empieza una crisis que
durará varios años. En la primavera de 1930 la Banca Morgan saca al mercado las
acciones que había acumulado, de nuevo el pánico es tremendo y se produce la ruina
de millares de accionistas modestos. Para hacernos una idea de lo que está pasando
diremos que el valor de las acciones de la Chrysler pasa de 135 a 5, y en la Steel de
250 a 22. La bolsa se ha desinflado.

Las repercusiones de la crisis bursátil abarcan todos los aspectos de la economía. Los
bancos necesitan dinero en efectivo y venden sus acciones, a la vez, la gente que tiene
sus ahorros en los bancos se agolpa en masa para retirarlos, el banco lo tiene invertido
en inversiones a medio y largo plazo y no dispone de ese capital, se producen así
suspensiones de pago y quiebra de bancos. En 1929 cerraron 642 bancos, en 1930 lo
hicieron 1.345, y en 1931 2298.

En el panorama empresarial la situación es también angustiada, los créditos que antes


obtenían de manera fácil ahora son imposibles, ante la falta de capital se produce el
cierre de muchas empresas y el paro aumenta de manera espectacular. El gobierno de
los Estados Unidos tardó en actuar y las primeras medidas no fueron efectivas, el
presidente Hoover no se cansaba de decir que era algo pasajero y que la prosperidad
estaba a la vuelta de la esquina.
2. La expansión de la crisis al resto del mundo.

a) La crisis a escala mundial. Estados Unidos es el primer productor mundial y


también el principal mercado, tiene invertidos capitales por todo el mundo,
principalmente en Europa, América Central y América del Sur, y al producirse la crisis
los va a retirar. Para Niveau las dimensiones mundiales de la economía
estadounidense y la exportación de sus capitales son factores estructurales,
permanentes. Al retirar los capitales estos países se ven privados de financiación, se
sumieron también en la crisis y dejaron de comprar productos americanos, Ante la
crisis un particular vende su coche en EE.UU. El ascenso de Hitler fue una
consecuencia directa de la expansión de la crisis en Alemania se produce así un primer
paso en la perturbación de los intercambios comerciales.

b) La crisis en Europa. De todos los países europeos los más afectados van a ser
Alemania y Austria. Eran los que más dependían del capital estadounidense. En 1930
el Reichstag alemán rechaza los ajustes presupuestarios que solicita el Gobierno, el
Gobierno como respuesta disuelve el Reichstag y se convocan nuevas elecciones que
suponen el ascenso de Hitler y el Partido Nazi que capitalizan el descontento popular.

En mayo de 1931 el Kredit Anstall, principal entidad financiera austríaca con el 70% del
capital privado del país, suspende pagos, la situación es dramática. El presidente
Hoover declaró una moratoria de un año en los pagos de las deudas entre los países,
no sirvió de nada ya que no evitó el cierre de los bancos.

Francia es el país menos afectado por la depresión. Esto es debido a que está menos
industrializado y tiene una agricultura diversificada, los países que dependen de un solo
producto se tambalean si cae el valor de ese producto. De todas formas Francia tuvo
algunas dificultades que se tradujeron en la quiebra de algunos bancos.

Gran Bretaña tiene varias ventajas para afrontar la crisis. En primer lugar hay oro en
sus dominios y esto respalda su moneda. En segundo lugar, dadas las dimensiones
mundiales de su imperio, puede comerciar y obtener productos sin que le afecte la
crisis del comercio. Además, la bajada de los precios de los productos alimenticios le
benefició, es lo que importa generalmente.

De todas formas tuvo que hacer ajustes y el panorama no era esplendoroso. Entre
esos ajustes están el abandono del patrón-oro y la devaluación de la libra, además, tras
siglos de librecambismo, volvió al proteccionismo.
c) La crisis del comercio internacional y los intentos de solución.
En 1933 las grandes potencias se reunieron en Londres para intentar solucionar la
reducción del comercio internacional ante la adopción del proteccionismo por casi todos
los países. Esta reunión acabó en un fracaso, se perdió el principio de solidaridad entre
los países y a partir de ahora cada uno iría de por libre.

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