Crisis Económica de 1929
Crisis Económica de 1929
Crisis Económica de 1929
Han sido muchas las posturas tomadas por los especialistas en la elaboración de
hipótesis que conduzcan a establecer las causas de la gran depresión de los años
treinta. La teoría económica marxista ha hecho hincapié en el análisis de las grandes
crisis del capitalismo achacándolas a la descoordinación entre producción y consumo.
La sobreproducción ha estado siempre en el punto de mira de los historiadores de este
período, como Nogaro, como clave explicativa de la crisis del 29. Para Nere, en
cambio, la sobreproducción es un mito ideologizado y no explica todas las posibilidades
causales.
Trataré de elaborar en este epígrafe una síntesis de los factores que causaron la crisis
de los años treinta. Estos factores son: La sobreproducción, el desorden monetario y la
desigual y relativa recuperación económica.
1.1 La Sobreproducción
La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo
en los Estados Unidos, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las
economías europeas. Las causas de la sobreproducción son:
Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a
las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy
numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5 por 100 de la población
recibía la tercera parte de la renta nacional.
Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia
de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a
mantener unos precios pactados de antemano.
Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más
lentamente que los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los
campesinos ( importante clientela de la industria.
La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de
algunos países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el
desenfreno productivo de los Estados Unidos.
El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes invendidos y la
consiguiente baja de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929.
La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de
Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la
libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad.
Por otro, la agricultura sufrió una crisis que se traducía en la acumulación de stocks
(debido al aumento de la producción mundial al recuperarse la agricultura en los países
destrozados por la guerra) y el descenso de los precios. Finalmente, hay que hablar de
una disminución del comercio a causa de las medidas proteccionistas norteamericanas
y europeas a partir de 1922.
Se creía que, al igual que antes de la guerra, los países fuertes tenían que tener una
moneda estable y todas las naciones se afanaban por conseguirlo volviendo al patrón
oro. Sin embargo, las nuevas circunstancias lo hacían difícil.
En 1920 se registra una primera crisis, que hace aparecer el paro en países que habían
perdido una gran cantidad de hombres en la guerra. Las causas son complejas y se
han apuntado, entre otras, las barreras aduaneras surgidas en Europa con la aparición
de nuevos países, que entorpecían el comercio; la carga que para Alemania suponían
las reparaciones de guerra, que repercutían en el equilibrio económico europeo, y el
desorden monetario que había favorecido la especulación. Pero, sobre todo, está el
hundimiento del comercio internacional, que se produce cuando algunos países dejan
de comprar al agotárseles las reservas y, otros, al no necesitar comprar ya más por
tener sus necesidades satisfechas. Además el Tesoro norteamericano anunció que no
concedería más préstamos ni anularía las deudas de guerra, en una política claramente
deflacionaria.
Las soluciones adoptadas para salir de la crisis fueron dispares: Unos países siguieron
con medidas inflacionistas, como Alemania y Francia, cuyas economías, aún débiles,
no les permitían tomar otras soluciones y dejaron que la inflación aumentara. Otros, en
cambio, como es el caso de Estados Unidos e Inglaterra decidieron controlar la
situación con medidas deflacionarias, que se tradujeron en un descenso de la
producción y en un aumento del número de parados. Al cabo de algo más de un año la
economía se restableció, pero sin volver a alcanzar el nivel de 1913.
Los índices de producción alcanzan los niveles de 1913. En Alemania se asiste a una
cierta recuperación económica, acompañada de una revisión de las reparaciones de
guerra. La coyuntura económica favorable repercute en las relaciones internacionales,
y la armonía entre los países (Locarno, pacto Briand-Kellog) repercute, a su vez, en la
marcha de la economía. Nadie parecía encontrar preocupante que los precios agrarios
hubieran entrado en una depresión de la que ya no saldrían hasta 1929. Al mismo
tiempo los dólares americanos invaden Europa en busca de todo el que necesite
crédito.
Pero desde la perspectiva actual es posible ver una serie de sombras sobre ese
panorama en apariencia brillante. En primer lugar, la recuperación no afectó de la
misma forma a todos los países.
3. El Crac de Wall Street
Los años veinte fueron buenos para los Estados Unidos, como dice Galbraith, los más
ricos se enriquecieron mucho más deprisa que los pobres dejaron de serlo. Además los
norteamericanos desplegaron un asombroso afán de enriquecerse rápidamente y con
un mínimo esfuerzo. El ánimo especulativo fue creciendo día a día, y en el caso de
Florida, donde hombres del norte se lanzaron a comprar terrenos que aumentaban de
valor sin motivos aparentes, es una prueba de ello.
La especulación llegó a la Bolsa gracias a las normas de Wall Street y por el alza que
durante la década de los veinte se produjo en las acciones ordinarias.
Los negocios eran rápidos y beneficiosos. Había muchos pequeños ahorradores que
decidieron invertir, e hicieron de ello su forma de vida. Los agentes de bolsa prestaban
a sus clientes tomando como garantía los propios títulos comprados, y, a su vez,
pedían prestado a los bancos para comprar esos títulos, pues con las ganancias de la
bolsa se podía pagar los créditos y sus intereses. Una situación de esta índole no podía
continuar indefinidamente, ya que dependía exclusivamente del alza de la bolsa, y ésta
era ficticia, fruto exclusivo de la especulación y del mantenimiento de la creencia de
que la economía de los Estados Unidos era inquebrantable.
· La inflación monetaria, que dio como resultado una política de dinero barato y
facilidad de créditos.
· La estructura bancaria, que estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya
supervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa. Prestaban casi
siempre a corto plazo con un interés del 12 por 100, cuando ellos obtenían créditos de
la “Federal Reserve” al 5 por 100. El negocio era bueno, pero los bancos dependían
mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores. Además no
existía control estatal ninguno sobre los bancos.
La bancarrota dio al traste con la capacidad adquisitiva de los consumidores, con las
inversiones en los negocios y con la solvencia de los bancos y de las empresas.
Después de la Gran Bancarrota, vino la Gran Depresión; primero la eutanasia de los
ricos, y después, la de los pobres. En 1933 casi la cuarta parte de todos los
trabajadores norteamericanos estaban sin empleo. La producción PNB (producto
nacional bruto) había bajado un tercio. Quebraron unos nueve mil bancos. En junio de
1930, las cosas iban de mal en peor.
La crisis del 29 genera en cadena una serie de quiebras que configuran la llamada gran
depresión, que tocaría fondo allá por el año 1933, y que, en síntesis, son las siguientes:
El peso de la economía de los Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la crisis
se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar
capitales, lo que motivó quiebras bancarias en Alemania y Austria y tensiones en la
economía británica. La caída de precios norteamericanos obligó a los países europeos
a rebajar los suyos para hacerlos competitivos y dar salida a sus stocks. Pero el
descenso del poder de compra de los Estados Unidos y su posterior proteccionismo
cerraron aún más el mercado mundial.
5. Consecuencias de la Crisis
Pero sobre quien más recayó el peso de la crisis fue sobre el proletariado, que incluso
llegó a subdividirse en estratos diferentes según fuera industrial, rural, parado,
semiparado o con trabajo fijo.
5.2 Consecuencias en las Teorías Económicas
La doctrina del liberalismo económico salió malparada de la crisis, pues ésta supuso la
necesidad de la intervención del Estado en la economía, Idea opuesta al liberalismo.
Puede decirse que a partir de 1930 se plantea una crisis de los partidos
socialdemócratas, que tuvieron que transformar sus principios y preparar los
planteamientos ideológicos que surgirían tras la Segunda Guerra Mundial. El triunfo del
comunismo en Rusia y la creación de la III Internacional habían desplazado al
socialismo a posiciones más moderadas; en la crisis estos partidos socialistas tuvieron
que colaborar con el capitalismo y renunciar a algunas de sus conquistas sociales. De
esta forma, la separación entre socialismo y comunismo se hace más manifiesta.
Pero la consecuencia política más importante de la crisis va a ser, sin duda, el auge
que alcanzaron los movimientos fascistas y la ascensión de otro partido de este talante
al poder: el Nacional-Socialista en Alemania.
Hubo una primera respuesta a la casi común a todos los países: la política
deflacionista, que establece restricciones al crédito y a las importaciones. Esta política
tenía como objetivo preservar el equilibrio de los intercambios exteriores y defender la
moneda. Se ponen en marcha medidas proteccionistas: control de cambios y fijación de
contingentes de importación.
En realidad hubo dos New Deal: el primero se refiere, a medidas económicas, mediante
leyes elaboradas en la primavera de 1933; el segundo, a medidas sociales, a partir de
1935.
c) En el terreno industrial, se crea la National Industrial Recovery Act (NIRA). Con ella
se pretendía organizar la intervención estatal en el ámbito industrial y establecer las
reglas de juego de las empresas privadas con el fin de evitar los desmanes de la total
libertad de mercado.
Las medidas sociales del segundo New Deal iban encaminadas a la protección
social del ciudadano; en especial de los desempleados y los ancianos. Se fijaba la
jornada laboral máxima en 40 horas semanales y se abolía el trabajo de los niños. Por
la National Labor Realtions Act se apoyaba a los sindicatos, revitalizándose centrales
obreras como la American Federation of Labor (AFL).
Según vimos en el capítulo anterior, entre 1926 y 1928 el país había acudido en gran
escala al mercado de capitales para financiar una expansión sin precedentes de las
obras públicas. El mecanismo fundamental fue la emisión de bonos de los gobiernos
nacional, departamentales y municipales y de otras entidades públicas, como el Banco
Agrícola Hipotecario, que se vendían en la bolsa de valores de Nueva York. En el
segundo semestre de 1928, varios factores se conjugaron para interrumpir
bruscamente estos flujos de divisas. Desde julio de dicho año las autoridades
monetarias norteamericanas comenzaron a adoptar medidas restrictivas para tratar de
frenar la especulación en la bolsa de valores. Fuera de ello, la actitud firme del
gobierno de Abadía Méndez ante los intereses petroleros norteamericanos y las
crecientes dudas en el exterior sobre la situación fiscal del país llevaron al
Departamento de Comercio de Estados Unidos a hacer circular entre los banqueros
norteamericanos en septiembre de 1928 un documento en el cual se manifestaban por
primera vez recelos sobre la capacidad del gobierno de pagar la deuda que estaba
contrayendo. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929
interrumpió definitivamente esta fuente de recursos. Los esfuerzos de los gobiernos de
Abadía Méndez y Olaya Herrera por conseguir recursos alternativos por conducto de la
banca privada resultaron relativamente infructuosos. Este último, desde su elección
como presidente de la República, en 1930, emprendió una campaña entre los círculos
financieros norteamericanos para conseguir préstamos de corto plazo apoyándose, en
parte, en su política de apertura a las inversiones petroleras norteamericanas. Aun así,
el nuevo presidente sólo pudo obtener créditos por $17 millones durante el primer año
de su mandato, una cantidad insuficiente si se tiene en cuenta que el pago de la deuda
externa acumulada durante los años de bonanza ya sumaba $19 millones anuales.
La conjunción de menores ingresos de capitales y mayores pagos por concepto de la
deuda adquirida en los años veinte fue desastrosa. Según se aprecia en el cuadro 6.1,
el país pasó de recibir ingresos netos por US$39 millones anuales de 1925-1929 a
pagar US$19 millones al año en 1930-1934. La primera suma equivalía al 42% de las
exportaciones extraordinarias de los años veinte; la segunda consumía, por el
contrario, el 29% de los ya mermados ingresos de exportación de la primera mitad de la
década del treinta. Como la disminución del poder de compra de las exportaciones
entre ambos períodos fue modesta, según hemos visto, la violenta caída de las
importaciones reales (del 49% según el cuadro 6.1 y del 68% si se compara el último
año de bonanza, 1928, con el más agudo de la crisis, 1932) debe atribuirse ante todo al
estrangulamiento generado por el brusco viraje del mercado internacional de capitales.
De esta manera, desde 1932 se dejó de pagar suma alguna por el 43% de la deuda
externa de largo plazo del país, lo cual representaba un ahorro de $9 millones al año; la
suspensión de la amortización de las deudas garantizadas por la nación significaba un
ahorro adicional de $2 millones. A pesar de una oposición generalizada, los intereses
de la deuda nacional se cancelaron puntualmente hasta principios de 1933, cuando la
guerra con el Perú llevó al gobierno nacional a suspenderlos en su totalidad. Los pagos
de los intereses de 1933 y 1934 se siguieron haciendo con vales y solamente en 1935
se interrumpió por entero el servicio de la deuda de largo plazo, aunque se continuó
pagando la de corto plazo y los vales emitidos durante los dos años anteriores. A partir
de entonces el país comenzó, además, a presionar a los acreedores extranjeros para
que llegaran a un arreglo global, que tuviera en cuenta la capacidad de pagos del país.
La política del buen vecino de Roosevelt y su franca animadversión a los intereses
financieros norteamericanos fueron decisivos, sin duda, en la declaración de la
moratoria definitiva y en la búsqueda de un arreglo ventajoso para el país.
A partir de 1933, la moratoria sobre la deuda externa posibilitó una recuperación de las
importaciones reales y facilitó el proceso de reactivación de la economía. En 1935-1939
las importaciones reales subieron 59% en relación con la primera mitad de la década
del treinta, aunque permanecieron por debajo de los niveles de bonanza de los años
veinte. La inversión directa dirigida al sector petrolero y la recuperación del crédito
comercial permitieron, además, algunas entradas de capital. El poder de compra de las
exportaciones aumentó muy poco, por el contrario, y contribuyó apenas en forma
marginal a la recuperación del sector externo.
Pese al alza en los precios del café en 1941, los términos de intercambio del país
permanecieron relativamente deprimidos durante los años de la guerra. Aun si se
excluye el año 1940, la relación de precios de intercambio permaneció por debajo, no
sólo de los niveles de la bonanza de los años veinte sino de los de primera mitad de la
década del treinta. Sin embargo, como la recuperación de los precios del café coincidió
con incrementos adicionales en las cantidades exportadas, el poder de compra de las
ventas externas del país superó por primera vez los niveles de los años veinte. En
cualquier caso, es difícil afirmar que los años de la segunda guerra mundial se hayan
caracterizado por los cuantiosos ingresos de divisas. Más bien, el problema esencial
fue la dificultad para importar, debido al racionamiento impuesto por Estados Unidos a
muchos productos durante los años críticos de la conflagración bélica, a la utilización
para fines militares de la flota mercante de dicho país y a la campaña submarina
alemana de 1942-1943. En efecto, a pesar de los mayores ingresos generados por las
exportaciones, las importaciones reales se redujeron en un 16% entre 1935-1939 y
1940-1944. Los años 1942 y 1943 fueron particularmente críticos y obligaron al
gobierno colombiano a racionar algunos bienes importados, en especial hierro y llantas.
Además, la dificultad para importar se reflejó en una considerable acumulación de
reservas internacionales durante estos años. Las reservas del Banco de la República
pasaron de US$22.5 millones en 1941 a US$176.8 millones en 1945. Al adquirir estas
divisas, el Banco emitía una cantidad correspondiente en pesos colombianos,
generando así una ampliación considerable de los medios de pago. Esta expansión
monetaria generó grandes retos a la política económica, según veremos más adelante.
Desde épocas coloniales una de las principales esferas de acción del Estado en la
economía había sido el desarrollo de las comunicaciones. Los gobiernos participaban
directamente como inversionistas u otorgaban monopolios y subsidios al sector privado
para desarrollar caminos y ferrocarriles o para introducir la navegación a vapor.
También desde tiempos coloniales, el Estado controló la asignación de tierras baldías,
la explotación de las minas, y la producción y distribución de ciertos bienes que eran
considerados como importantes arbitrios rentísticos (la sal, el aguardiente y el tabaco).
La imposición de aranceles a las importaciones constituyó la principal fuente de
recursos fiscales de los gobiernos republicanos hasta los años veinte, permitiendo
diferentes ensayos de protección a la industria y a la agricultura nacional. Algunos
gobiernos otorgaron, además, subsidios o monopolios para el fomento de ciertas
industrias o cultivos comerciales. El desarrollo de los servicios públicos modernos
(telégrafo, electricidad, acueductos, etc.) aportó nuevos elementos para la intervención
del gobierno desde fines del siglo XIX, que actuaba como regulador de estos servicios
o como inversionista directo.
La regulación monetaria fue también una función estatal desde épocas coloniales,
aunque se restringió por mucho tiempo a definir el contenido metálico de la moneda y a
fugaces experimentos con la circulación de billetes de tesorería. Los gobiernos de la
Regeneración adoptaron, sin embargo, un régimen de papel moneda de curso forzoso,
según vimos en el Capítulo IV de esta historia. El experimento terminó en la única
inflación galopante de la historia colombiana durante la guerra de los Mil Días, que dejó
un profundo sello conservador en las costumbres monetarias del país y una norma
constitucional de 1910, que prohibía dicho régimen monetario. Finalmente, con la
creación del Banco de la República, en 1923, se estableció un sistema bancario
moderno, firmemente anclado en los principios del patrón oro. Simultáneamente se
expidió la ley bancaria que todavía rige en el país. La promoción y regulación de esta
actividad, obviamente, tenían raíces en el siglo XIX, cuando el gobierno utilizó en
ciertos momentos el privilegio de depósito de los caudales públicos como mecanismo
para facilitar la fundación de ciertas entidades financieras.
Los años treinta fueron, sin embargo, inmensamente prolijos en nuevas formas de
intervención, al tiempo que se desarrollaba toda una nueva concepción del Estado
como regulador de la vida económica y social. Las nuevas formas y concepciones no
surgieron como producto de la aplicación de teorías económicas abstractas, algunas de
las cuales (el keynesianismo y la escuela cepalina) eran desconocidas en el momento
en que se adoptaron muchas de las políticas que más tarde se les atribuyeron. Aunque
ciertas escuelas jurídicas y políticas, y desarrollos anteriores o simultáneos en otros
países influyeron sin duda, en algunas decisiones, ello sólo fue posible porque las
circunstancias objetivas permitieron estas acciones y promovieron, además, la coalición
de fuerzas políticas necesarias para implantarlas. Más aún, a pesar de algunos
cambios de contenido, muy acentuados en el caso de la política social, la nueva
concepción del Estado intervencionista perduró por mucho tiempo, en medio de
enormes cambios políticos y sociales, señalando así el peso de las nuevas realidades
en las cuales se apoyaba. De hecho, sólo en la década del setenta vino a plantearse
seriamente la necesidad de revertir procesos de consolidación estatal que habían
ganado fuerza por cerca de medio siglo.
Aunque son considerables los mecanismos de regulación1, en esta parte del capítulo
los dividiremos en dos grandes grupos. Al primero lo denominaremos instrumentos de
regulación macroeconómica. Bajo este título incluiremos el desarrollo de las políticas
monetaria, crediticia, fiscal, cambiaria, comercial e industrial. También incluiremos aquí
las entidades paraestatales creadas para operar en dichos frentes. El segundo grupo
está compuesto por los instrumentos de regulación de la actividad cafetera. Esa forma
de intervención difiere de la primera por la importancia que adquirió en su manejo un
gremio privado, la Federación Nacional de Cafeteros. Esta parte del capítulo concluye
con unas cortas referencias a la consolidación de la nueva concepción del Estado en
las normas constitucionales. En la parte siguiente se analizan los mecanismos de
intervención en el sector agrario y en las relaciones obrero-patronales.
Durante los 17 años que cubre este capítulo se desarrolló gran parte de los
instrumentos de manejo macroeconómico con los cuales cuenta hasta hoy el Estado
colombiano. Tales instrumentos surgieron, en gran medida, como respuesta a una
coyuntura cambiante, y por ello resulta conveniente encuadrarlos dentro de las fases
por las cuales pasó la economía durante estos años. Es también interesante resaltar
cómo se moldearon en este proceso algunas peculiaridades del intervencionismo
estatal colombiano, en especial la conjunción de una activa intervención en el sector
externo y el mercado crediticio, combinada con un gran conservatismo en el manejo
monetario y fiscal. a) Los años de la ortodoxia (1929-1931) La creación del Banco de la
República en 1923 representó en Colombia el final de un período de estabilización
monetaria que había comenzado en los años posteriores a la guerra de los Mil Días. El
rígido patrón oro adoptado, la escasa capacidad del banco para conceder créditos al
gobierno y el control que se le otorgó en su junta directiva al sector privado constituían
manifestaciones claras del deseo de no repetir los experimentos monetarios del
pasado. No debe sorprendernos, por ello, que ante el primer avatar experimentado por
la economía se haya hecho un esfuerzo casi irreal por conservar una disciplina
monetaria que amplios sectores dirigentes consideraban como una conquista definitiva
del país.
La dramática caída de las reservas internacionales que se produjo a partir de 1929 dio
lugar así a una severa contracción monetaria y fiscal. Al adquirir las reservas del Banco
de la República para los pagos al exterior, el público se veía obligado a utilizar parte de
sus medios de pagos domésticos. La capacidad del Banco para conceder créditos al
gobierno o a los bancos particulares y contrarrestar así la contracción monetaria era
muy limitada dentro de las reglas del patrón oro, ya que se creía que cualquier emisión
se utilizaría para adquirir más divisas del Banco de la República, agravando así la crisis
externa. Los medios de pago se redujeron así en un 49% entre fines de 1928 y fines de
1931. La contracción fiscal fue también severa. El gobierno tuvo que enfrentar
simultáneamente la interrupción de los flujos de capital, la reducción de los impuestos a
las importaciones y los mayores pagos por la deuda externa adquirida durante los años
de bonanza. El resultado de ello fue catastrófico: los gastos del gobierno nacional,
excluyendo los pagos de la deuda, disminuyeron entre un 60 y un 70% entre 1928 y
1932. La reducción de gastos se reflejó en una paralización total de las obras públicas,
en disminuciones de personal y en reducciones de salarios de los trabajadores del
Estado.
El resultado de la contracción monetaria y fiscal fue una recesión severa, con caídas
del Producto Interno Bruto tanto en 1930 como 1931 (véase el gráfico 6.1). Como la
producción agrícola representaba la mitad de la actividad económica en aquella época
y no experimentó una caída absoluta durante estos años, la producción agregada no se
redujo sustancialmente. No obstante, los sectores más sensibles al ciclo económico (la
construcción, el transporte y algunas ramas industriales) experimentaron bajones hasta
del 50% en la producción y los precios agrícolas disminuyeron a la mitad de su nivel de
bonanza.
La política de crédito privado también se hizo muy activa. En 1931 y 1932 se crearon
tres entidades: la Caja Agraria, el Banco Central Hipotecario, BCH, y la Corporación
Colombiana de Crédito. La primera fue constituida para fomentar el crédito agrícola, en
tanto que las dos últimas se instituyeron para ayudar a sanear la cartera de los bancos
privados. El gobierno estableció además topes para las tasas de interés, extendió los
términos de todos los préstamos y permitió a los deudores pagar la mitad de sus
obligaciones con cédulas hipotecarias y bonos gubernamentales depreciados,
reduciendo en un 20% aproximadamente el valor real de todas las deudas. Finalmente,
a mediados de 1933 se recortaron por decreto todas las deudas hipotecarias en un
40%. La medida, solicitada insistentemente por los cafeteros, condujo obviamente a la
liquidación de todos los bancos hipotecarios privados, cuya cartera fue comprada por el
Banco Agrícola Hipotecario.
En el frente externo, el gobierno adoptó nuevas disposiciones proteccionistas a fines de
1931 que reforzaban el arancel de mayo de dicho año, pero trató de defender por algún
tiempo la tasa de cambio, considerándola como una señal de “estabilidad monetaria” o,
como lo expresaron las autoridades económicas de la época, como un indicio de que el
país se mantenía dentro de un “patrón oro controlado”. No obstante, la presión de la
Federación Nacional de Cafeteros y la realidad cambiaria impusieron lentamente un
cambio de política. En marzo de 1932 se les concedió a los cafeteros una prima del
10% financiada por el gobierno. Un año después se devaluó en forma temporal y
discriminatoria (de $1.05 a $1.13 para los exportadores y a $1.16 para los
importadores), básicamente para forzar a los importadores a pagar la bonificación que
recibían los cafeteros. Sólo en septiembre de 1933, ante la presión de estos últimos y
un retraso de siete semanas en las solicitudes pendientes en la oficina de control de
cambios, se devaluó inicialmente el peso en 10 centavos y se estableció finalmente un
régimen de certificados de cambio que se negociaban libremente. Para fines del año, la
tasa de cambio se había situado en $1.57 y se estabilizaría finalmente a comienzos de
1935 en torno a $1.75.
Desde 1925 la economía americana había crecido de una forma continua, los
beneficios de la bolsa eran enormes. Después de varios años de crecimiento
espectacular sobreviene bruscamente una crisis en la bolsa de Nueva York, las
acciones de las empresas caen en picado pues todo el mundo quiere vender para
recuperar algo de lo que tenía invertido.
Sobre las causas de la crisis se han escrito ríos de tinta, las interpretaciones son
muchas e incluso hoy no todos los estudiosos del tema están de acuerdo sobre las
causas. Unos hablan de superproducción ante un mercado que no demanda más
productos. Otros de subconsumo, es decir, que el desarrollo económico de la etapa
anterior ha beneficiado a las clases altas, pero la inmensa mayoría de la población se
ha empobrecido y así se ha reducido su capacidad adquisitiva.
Algunos autores también han visto en la crisis algo consustancial con el carácter cíclico
del sistema capitalista en el que se alternan etapas de crecimiento y crisis periódicas.
Nosotros hemos distinguido dos causas determinantes que se combinan con factores
secundarios para agrandar más la profundidad de la crisis.
La bolsa fue creciendo así de una manera espectacular debido a la especulación de los
inversores sin tener correspondencia con el desarrollo real de la economía, ese
desajuste entre la bolsa y la economía tenía que estallar por algún lado. En el año 1928
se dieron los primeros síntomas de que la tendencia alcista de la bolsa podía cambiar:
contracción de la industria de la construcción, quiebra de algunas empresas, retirada
de algunos capitales invertidos en Europa cuando el gobierno de los EE.UU quiso
limitar el crédito... en general no se hizo caso de estos primeros avisos. El jueves 24 de
Octubre de 1929 se produce el desplome de la bolsa, es el inicio de la crisis.
A este fenómeno de superproducción habría que sumarle, según Neré, el fenómeno del
subconsumo, el crecimiento de la producción no genera un reparto de las rentas o de
los niveles de vida. En el campo concretamente la situación era crítica ya que al existir
abundancia de productos agrarios los precios son bajísimos y el campesino se ve
arruinado al no obtener beneficios. Como podemos deducir de lo expuesto, la
superproducción genera una bajada espectacular de los precios de los productos
agrícolas e industriales al no poder ser absorbidos por el mercado, esta caída generara
cierres de empresas, ruina de granjeros... cuando le sumemos los efectos de la caída
de la bolsa, el panorama será terrible.
II. El desarrollo de la crisis.
Las repercusiones de la crisis bursátil abarcan todos los aspectos de la economía. Los
bancos necesitan dinero en efectivo y venden sus acciones, a la vez, la gente que tiene
sus ahorros en los bancos se agolpa en masa para retirarlos, el banco lo tiene invertido
en inversiones a medio y largo plazo y no dispone de ese capital, se producen así
suspensiones de pago y quiebra de bancos. En 1929 cerraron 642 bancos, en 1930 lo
hicieron 1.345, y en 1931 2298.
b) La crisis en Europa. De todos los países europeos los más afectados van a ser
Alemania y Austria. Eran los que más dependían del capital estadounidense. En 1930
el Reichstag alemán rechaza los ajustes presupuestarios que solicita el Gobierno, el
Gobierno como respuesta disuelve el Reichstag y se convocan nuevas elecciones que
suponen el ascenso de Hitler y el Partido Nazi que capitalizan el descontento popular.
En mayo de 1931 el Kredit Anstall, principal entidad financiera austríaca con el 70% del
capital privado del país, suspende pagos, la situación es dramática. El presidente
Hoover declaró una moratoria de un año en los pagos de las deudas entre los países,
no sirvió de nada ya que no evitó el cierre de los bancos.
Francia es el país menos afectado por la depresión. Esto es debido a que está menos
industrializado y tiene una agricultura diversificada, los países que dependen de un solo
producto se tambalean si cae el valor de ese producto. De todas formas Francia tuvo
algunas dificultades que se tradujeron en la quiebra de algunos bancos.
Gran Bretaña tiene varias ventajas para afrontar la crisis. En primer lugar hay oro en
sus dominios y esto respalda su moneda. En segundo lugar, dadas las dimensiones
mundiales de su imperio, puede comerciar y obtener productos sin que le afecte la
crisis del comercio. Además, la bajada de los precios de los productos alimenticios le
benefició, es lo que importa generalmente.
De todas formas tuvo que hacer ajustes y el panorama no era esplendoroso. Entre
esos ajustes están el abandono del patrón-oro y la devaluación de la libra, además, tras
siglos de librecambismo, volvió al proteccionismo.
c) La crisis del comercio internacional y los intentos de solución.
En 1933 las grandes potencias se reunieron en Londres para intentar solucionar la
reducción del comercio internacional ante la adopción del proteccionismo por casi todos
los países. Esta reunión acabó en un fracaso, se perdió el principio de solidaridad entre
los países y a partir de ahora cada uno iría de por libre.