Postcolonialidad y Buen Vivir
Postcolonialidad y Buen Vivir
Postcolonialidad y Buen Vivir
Factibilidad
Enrique de la Garza Toledo1
Introducción: la Postcolonialidad no Latinoamericana
Aunque surge en países sajones desde los años setenta del siglo XX, es hasta la década de
los noventa cuando es adoptado ampliamente en América Latina con sus respectivas
puntualizaciones, que analizaremos más adelante, o mejor dicho en departamentos de
Estudios Latinoamericanos y de Literatura de los Estados Unidos con presencia de
1
Profesor-investigador del Postgrado en Estudios Sociales de la Universidad Autónoma
Metropolitana en la Ciudad de México. email: egt57@hotmail.com, página web:
http://spgwe.izt.uam.mx/pages/egt y http://www2.izt.uam.mx/sotraem
intelectuales latinoamericanos (Walsh, 2005). Se pueden mencionar, para América Latina,
algunos momentos fundacionales de la corriente, que en nuestra región prefiere, como se
verá adelante, adoptar el título de Neocolonialidad: el seminario de CLACSO, organizado
por Lander en Caracas en 1998; el simposium “Alternativas al Eurocentrismo y al
Colonialismo en el Pensamiento Social Latinoamericano”, realizado en Montreal a raíz del
Congreso Mundial de Sociología; los seminarios de las Universidades de Duke y Javeriana
en Bogotá en 1999, en los que se adoptó el concepto de Aníbal Quijano de Colonialidad del
Poder como central para la corriente Neocolonial; la adhesión de la Universidad Andina
Simón Bolívar de Ecuador; los congresos en las Universidades de Boston, Carolina del Norte,
nuevamente en la Universidad Andina, en Berkeley, en Quito, en la Universidad Central de
Venezuela, entre otros (Walsh, 2006).
La Postcolonialidad emergió, por otra parte, como reivindicación de las culturas de las
colonias frente al eurocentrismo en centros de académicos sajones de estudios culturales y
literarios. Varios de sus líderes se habían formado en el marxismo, bajo la influencia de
Gramsci, E.P. Thompson, o los Nuevos Estudios Culturales, de donde acuñaron el concepto
de subalternidad, pocos siguen reivindicando esta raíz (Hidalgo y Márquez, 2012). Con el
giro lingüístico, posestructuralista, postmoderno, relativista, antifundacionista, el marxismo
perdió presencia en la corriente y se convirtió en su contrario, para justificar así la
antilustración, la antimodernidad, el anticientificismo (Cusset, 2015). En particular, los
Postcoloniales resultan contrarios a la idea de modernidad, progreso, crecimiento
económico, ciencia occidental que margina los conocimientos tradicionales. También es la
negación de conceptos de estructuras, fuera de las lingüísticas, de toda idea de Totalidad,
aunque solo una parte adopta el concepto Postmoderno de fragmentación (Quijano,
2000)2. Este giro, posteriormente se volverá hacia el textualismo y los que continúan
refiriendo a Marx, lo hacen en forma poco marxista.
2
Quijano en particular sigue reivindicado el concepto marxista de Totalidad
análisis del lenguaje en la relación entre colonial y postcolonial, esta sería una suerte de
lucha discursiva, deconstructiva del discurso postcolonial (Mignolo, 2002). Lo anterior,
consecuente con una posición extremista posestructuralista que reduce la realidad al
lenguaje, de tal forma que las lucha serían puramente discursivas (Escobar, 2005). Pero,
como uno de sus críticos menciona, una cosa es deconstruir el pensamiento occidental y
otro acabar con la miseria del tercer mundo, salvo que se creyere que la miseria es solo un
discurso que hay que deconstruir.
Los Postcoloniales originarios simplificaron la gran disputa por los métodos en Occidente
(Positivismo lógico vs. Hermenéutica) y la homogeneizaron en el positivismo, a pesar que
este, desde los años 70 del siglo 20 ha perdido mucho de su terreno en occidente, a raíz de
la oleada relativista en los países llamado antes desarrollados (Cicourel, 1978). También,
con el énfasis textualista en lo cognitivo. De tal forma que, cuando estos tratan de pasar a
un plano más concreto en cuanto a formas alternativas de sociedad a la moderna se
conectan con las concepciones del Buen Vivir, idealizando las relaciones en las comunidades
marginales al capitalismo y exaltándolas como alternativa al Neoliberalismo (Bertau, 2016).
Es decir, desde los Postcoloniales fundadores el concepto de clase es marginado o
francamente despreciado frente al de relación Postcolonial.
3
No trataremos en este ensayo el caso de Enrique Dussel, que dice apoyarse en una lectura exegética de
Marx para llegar a la conclusión que cuando este último hablaba de Proletario quería decir el pobre. El
concepto de pobre no es central a la Postcolonialidad, en cambio el énfasis de Dussel en la ética cristiana es
una de las raíces de esta.
fuerzas productivas para alcanzar dicho progreso y aunque adoptan los conceptos de
colonialidad de poder y del saber de Quijano (2014), fusionan de hecho estos dos
últimos en un Postcolonialismo cognitivo, para el cual lo fundamental es la
deconstrucción de los conceptos impuestos, esto porque la realidad se construye a
partir de los discursos. El resultado es esta modalidad Postestructuralista relativista.
En Quijano hay una tensión entre textualismo y realismo, aunque concluye que la
dominación racial no está subordinada a la acumulación del capital (Quijano, 2000). La
mayor jerarquía en la dominación de la raza en Quijano, así como de las clasificaciones
discursivas, nos hacen pensar que la tensión entre posestructuralismo y realismo en
este autor se define más por el primero que por el segundo. Lo cual se refuerza por la
colonialidad del saber, en tanto dominación de unos saberes por otros. Es decir,
colonialidad del poder y del saber se sintetizan en el textualismo más que en el realismo,
o en todo caso el realismo queda subordinado al primero. Aunque precisa mejor la
relación entre ciencia moderna y conocimiento tradicional, porque, a diferencia de
otros autores de la Neocolonialidad, no habría jerarquía entre el saber tradicional y
moderno (Grosgogel, 2006).
1). La Postcolonialidad oscurece las grandes disputas entre saberes que se han dado en
toda la Historia de los pensamientos occidentales (Santos (comp.), 2004). Basta
mencionar las disputas entre empiristas y racionalistas; entre positivistas y
hermenéuticos; entre marxistas occidentales, positivistas y Hermenéutas. Estas
disputas han implicado el predomino de unos o de otros y la marginación de saberes
alternativos. Es cierto que el Positivismo lógico se presentó en el siglo XX como la gran
corriente de la filosofía de la ciencia y que desplazó a Hermenéutas y Marxistas o todavía
más los interpenetró (Adorno, 2004). Como fue en el caso del marxismo soviético
positivisante. Pero a partir de los años ochenta del siglo XX, este positivismo entró en
descrédito frente a las corrientes relativistas. De tal forma que identificar, como hacen
los Postcolonialidad, racionalidad moderna con Positivismo es una simplificación
incompatible con el análisis de Historia de las ideas en occidente. Mayor simplificación
es pensar que el Positivismo es necesariamente de elección racional, puesto que en
occidente se han jugado en la modernidad diferentes conceptos de racionalidad: la
elección racional que viene de la economía neoclásica, con su idea de hombre
calculador, que decide vía optimización de los costos frente a los beneficios. Muy
diferente de la concepción de Habermas (1990) de lo racional como lo argumentado
que convence. También resulta desmesurado que los Postcoloniales atribuyan a
occidente el concepto de Ley Universal como algo que caracteriza a toda la ciencia
moderna. La ley Universal ciertamente está en el Positivismo, pero no en muchas de las
corrientes Hermenéuticas ni en el marxismo de Marx y sus seguidores occidentales (De
la Garza, 2010). Por el contrario en este se planteó el concepto de ley históricamente
determinada, con sus respectivas mediaciones, que no se reducen a las relaciones entre
causa y efecto (De la Garza, 2018). En pocas palabras, en el pensamiento occidental
cabe perfectamente la recuperación de lo local, de lo no universal, por ejemplo en el
marxismo en contraste con el positivismo. Por otro lado, el diálogo entre saberes
(Santos, 2010ª) no es una invención del Postcolonialismo, al menos desde el giro
lingüístico es ampliamente aceptado en occidente que no puede haber un criterio
tajante de demarcación entre ciencia y pensamiento cotidiano, que entre estos hay un
continuum. Desde nuestro punto de vista, no resulta en concepciones importantes
epistemológicas occidentales, antagónico el planteamiento de ecología de saberes
(Santos, 2009) como diálogo de saberes a la manera de Boaventura do Santos y las
concepciones occidentales de interpenetración entre ciencia y no ciencia. Sin embargo,
varios Postcoloniales, no todos, aceptan la mayor jerarquía de la ciencia en el sentido
occidental sobre los saberes tradicionales (Quijano, 2000). Esto, sin profundizar sus
diferencias y que la distancia es la prueba y la función de la Teoría. Que la ciencia
moderna, dese el siglo XIX, no desde el descubrimiento de América, se basa en la
explicación por la Teoría, pero también en la prueba empírica a través de técnicas
sistemáticas (Kuhn, 1982). Es nuevamente simplificante por parte de la Postcolonialidad
criticar al pensamiento occidental como el que plantea e impone un solo método. Una
ciencia y un método, el hipotético deductivo, es la propuesta positivista, pero no de
todas las perspectivas epistemológicas en la Historia de occidente (Santos, 1992). Baste
con recordar la gran disputa por los métodos que se dio entre las dos guerras mundiales
o la reivindicación del marxismo occidental que su método era diferente del positivismo.
Esta lucha se tradujo también en occidente en hegemonías y marginaciones, pero este
proceso ha fluctuado y no siempre ha sido los mismos los triunfadores. Lo mismo sucede
con la prueba de las afirmaciones teóricas, el positivismo las redujo a las verificaciones
empíricas, pero la hermenéutica no relativista ha tenido otro punto de vista (Schutz,
1970) y en el marxismo la praxis no es solo a partir de datos que se captan a través de
los sentidos sino de la transformación de la realidad (Gramsci, 1976). De una manera o
de otra, sí algo aportaron las epistemologías occidentales fue la necesidad de la prueba
fundada en la Teoría. Esta cuestión no está presente sistemáticamente en los saberes
tradicionales. Es decir, el conocimiento científico no solo debe ser probado en la práctica
sino que debe fundarse en teorías que lo expliquen y no solo que constaten
pragmáticamente que se cumplan en el mundo empírico, sin saber por qué. Esta es la
diferencia entre ciencia y pensamiento cotidiano, no es siempre por postular leyes
universales, ni porque se pregone que la ciencia tiene un solo método que debe privar
en todo espacio y tiempo. Esta es la propuesta positivista pero no la marxista crítica. Sin
embargo, conocimiento científico y el que no lo es puede conjugarse. Baste un ejemplo
para ilustrar como el pensamiento cotidiano y tradicional puede conjugarse con la
ciencia (Garfinkel, 1967): se sabe que el extracto de una planta, es posible por
conocimiento práctico, que cure el cáncer. Este conocimiento práctico puede ser
verdadero, pero para esto tiene que discutirse al calor de las teorías sobre el cáncer y
someterse a experimentos sistemáticos controlados para ver los efectos que produce
en los tumores. El proceso debe continuarse en aislar el principio activo que podría curar
el cáncer, cuestión que el conocimiento cotidiano no está en condiciones de realizar
porque no cuenta ni con las teorías ni con las técnicas para realizarlo. El aislamiento de
dicho principio activo no es cosa sencilla, porque los extractos de una planta son
complejos y no todos sus componentes serían anticancerígenos. Luego, tendría que
explicarse el mecanismo interno de reacciones químico biológicas, por el cual el
principio activo logra reducir el cáncer y, finalmente, someter a organismos vivos a la
prueba controlada (dos grupos a los cuales se aplica el principio activo y en otros no),
para detectar también posibles efectos nocivos secundarios. Es decir, la forma como
conoce la ciencia y como lo hace el pensamiento cotidiano son diferentes. Se pueden
complementar, pero aceptando la mayor jerarquía en cuanto a forma de probar de la
ciencia. Al mismo tiempo hay tantos ejemplos de conocimientos tradicionales que no
curaban nada y en cambio producían graves efectos en los pacientes, como fue el uso
del mercurio para combatir la sífilis en la edad media, que lo que provocaba era la
muerte por envenenamiento del paciente.
La confianza en la ciencia y sus resultados siempre es relativa, no hay teorías que llegan
para quedarse para siempre ni demostraciones que no puedan llegar a refutarse. Es
decir, el proceso de profundización y de prueba no termina nunca para la ciencia (Kuhn,
1985). Cuestión muy diferente de la que plantean los Postcoloniales como
conocimientos universales. Si la epistemología y la ciencia moderna aparecieron sobre
todo en occidente a partir del siglo XVI, no fue solo por el intelecto de grandes
pensadores, ni mucho menos por cuestión racial, sino que se vinculó con el desarrollo
capitalista. El capitalismo requirió de certezas para generar sus productos. Al inicio estos
productos fueron generados a partir de conocimientos tradicionales, pero con el tiempo
el papel de la ciencia convertida en tecnología los fue sustituyendo o bien los
fundamentó. Este proceso no tomó cuerpo sino hasta mediados del siglo XIX y no con
el descubrimiento de América (Kuhn, 1982). El problema que atribuyen los
postmodernos y los postcoloniales a la modernidad no es sino la subordinación de la
ciencia al capital. Pero otra ciencia es posible, en el ámbito de otras relaciones de
producción.
También hierran en los énfasis los postcoloniales que ponen en el centro a la raza con
relación a la marginación de otros saberes (Quijano, 2000): hay saberes muy marginados
en el propio occidente; hay saberes populares no racializados en las periferias y hay
saberes racializados en la periferia, pero también en occidente. La marginación de
saberes opera en el mundo desde sus orígenes y la lucha entre teorías, metodologías o
paradigmas siempre ha existido. La compenetración entre saberes cotidianos y
científicos ha sido planteada muchos años antes que los Postcoloniales, sea por el
marxismo que nunca disoció ciencia de ideología, por Manheim y su sociología del
conocimiento, por Gramsci y la relación que plantea entre el “saber” y el “sentir”, por
la importancia que la fenomenología da al punto de vista del sujeto, etc.
1). Los cambios históricos en las sociedades han llevado al crecimiento acelerado de la
población del mundo y a la transformación de las formas de producción y de consumo. De
tal forma que nos encontramos con una situación de hecho, de la cual tendríamos que partir
para pensar en alternativas de sociedad. No serían viables ni deseables soluciones
“polpothianas”4 de traslado de las poblaciones al campo para “trabajar con felicidad ligados
a la tierra”. Primero, porque es probable que la mayoría de los habitantes del mundo, que
viven en espacios urbanos, no aceptaran dejar su forma de vida, por una de carácter rural,
a pesar de los problemas que tienen las concentraciones altas de poblaciones en espacios
restringidos. Segundo, porque un traslado masivo de población urbana al campo formando
pequeñas comunidades, seguramente se traduciría en escasez de satisfactores materiales
y simbólicos de necesidades humanas históricamente determinadas. Esto, porque hace
falta a los Postcoloniales, que pregonan la vida austera y simple, analizar la constitución
histórica del concepto de necesidad para la vivencia (Hinkelamert, 2014). Es cierto que en
el capitalismo muchas necesidades han sido inducidas por las empresas en aras de mayores
ganancias, pero muchas de estas han sido interiorizadas, de tal manera que no resulta fácil
la renuncia a satisfactores que los habitantes del planeta consideran como si fueran
“naturales”. La solución tampoco podría venir por el lado de pensar en una especie de
esencia humana con necesidades dependientes de dicha esencia, emparentada con la
concepción socialista medieval (Marañón, 2015).
4
Nos referimos a Pol Poth en Camboya
distribución de la riqueza. Para que una mejor distribución de la riqueza sea de impacto es
necesario que el tamaño del pastel de la riqueza sea mayor. Este producto interno Bruto
puede crecer con daño ecológico y explotación-enajenación de los hombres o de otra
manera amable con la naturaleza y con la sociedad. Para esto no bastaría con impulsar la
producción comunal en los márgenes del capitalismo, sino la transformación de la gran
producción en el sentido mencionado con una mayor automatización. Actualmente las
grandes empresas capitalistas generan la mayor parte de los productos que consumen las
poblaciones del mundo, resulta poco creíble que la pequeña producción comunal la pudiera
sustituirla considerando los niveles poblaciones actuales. La gran empresa capitalista es,
por un lado la que deteriora el medio ambiente, la que explota y enajena a los trabajadores
al mando el capital y la que, sin escrúpulos, induce al consumo sin límites de productos
muchas veces nocivos para esa misma población. Pero la solución no puede estar en la
extensión de los márgenes de la economía no capitalista (Santos, 2010), puesto que en el
momento actual la pequeña producción no puede competir en volumen de producción,
productividad e innovación con la gran empresa. Además, el gran capital con facilidad
puede hacer quebrar a la pequeña producción por ser más competitiva en el mercado. Esto,
porque seguimos en el capitalismo y los recursos para invertir en medios de producción de
los pequeños productores y su competitividad son menores que la gran corporación. Pensar
que esta situación se subvertirá a través simplemente de una ética de los consumidores y
de los pequeños productores, sin tomar en cuenta las cuestiones materiales, es caer en el
moralismo cristiano, que forma parte del legado de la Postcolonialidad en América Latina
(Quintero, 2009). La ética puede mover montañas, siempre que se asiente en condiciones
materiales que no escogimos y que nos acotan, aunque se puedan estas mismas
transformar.
Si los Postcoloniales plantean alguna forma de resistencia a lo que consideran central, que
es la dominación racial, esta transcurre en el plano semántico y no de las relaciones reales
(Mignolo, 2002) (por ejemplo de producción), porque en el fondo su concepción de la
realidad reducida a lo textual norma sus vías de liberación. No estamos afirmando que lo
discursivo no sea importante, es una parte de lo real que impacta las concepciones de los
hombres. Pero la realidad social implica otros niveles de los cuales los hombres pueden
tener discurso o no, de tal forma que la transformación de la sociedad no puede ser solo
una subversión discursiva, sino también de otras relaciones reales como las sociales de
producción de circulación de consumo, políticas, culturales, etc. El textualismo Postcolonial
solo plantea luchas y resistencia en los discursos, por ejemplo, luchas por que no se nos
mencione como subdesarrollados, que no es lo mismo que luchas en contra del
subdesarrollo – más allá de su denominación- como relaciones que no se agotan en los
discursos. El Postcolonialismo es en realidad una evasión discursiva de la liberación, que
resulta muy funcional a las grandes corporaciones capitalistas (Castro Gómez, 2000),
mientras se conserven en lo discursivo y en la evasión hacia los márgenes de dicho
capitalismo con el Buen Vivir. Lo anterior es muy diferente a pensar que en el eje de la
dominación global está el capital, que este capital produce, circula mercancías materiales e
inmateriales, explota, enajena, tanto en la producción, como en la circulación y en el
consumo y somete al mundo, incluyendo a la naturaleza a la acumulación del capital. Que
este capital a puesto a su servicio a la ciencia y a la tecnología, ni duda cabe, pero que el
origen no está en la forma moderna de pensamiento sino en relaciones materiales del
capital con el mundo. La subversión material y simbólica como condición de la construcción
de una nueva sociedad no se dará por simple concesión de los dominadores. Dominadores
que operan tanto en el tercer mundo, como en el primero. Para que las resistencias
fructifiquen tendrán que convertirse en movimiento social plural de los dominados –no solo
los racialmente dominados-, en una fuerza capaz de vencer la resistencia de los
dominadores. Esta lucha puede ser pacífica o no, pero en todo caso adoptará la forma de
Revolución, en su sentido más cabal, que significa el cambio radical de las relaciones de
producción, de propiedad, de apropiación de las productos, circulaciones y formas de
consumo tanto materiales como inmateriales, así como de las formas organización y de
socialización de las personas y, por qué no, de las relaciones de los hombres con la
naturaleza. Para esto, los dominados tendrán que reconstruir utopías que quedaron
momentáneamente canceladas con la caída del muro de Berlín y la neoliberalización de la
socialdemocracia. Esta reconstrucción de la Utopía no puede partir de la Postcolonialidad,
por su reduccionismo de la dominación al lenguaje, por su reduccionismo de las luchas al
plano del discurso, por su salto al vacío a los márgenes del capitalismo, por pensar que la
contradicción principal es de carácter postcolonial (Ychia, 2007), en lugar de ver a esta como
subsidiaría de las que entabla el capital con el mundo. Por su obsesión en la negación de la
modernidad, por su romanticismo de la visión del mundo de algunas etnias andinas (Rivera
Cuscanqui, 2006), por su escape de las luchas reales dentro del capitalismo y su evasión a
los márgenes de dicho capitalismo, sin comprender que no puede haber resistencia sin
lucha por el poder. Luchas de clases, cruzadas por etnias, géneros, razas, etarias, locales,
regionales, etc. Pero luchas que no se agotan en lo discursivo (Zemelman, 1987).
Dentro de este aspecto del Buen Vivir se encuentran las ideas de que la Naturaleza tiene
derechos, porque no es un objeto, sino un sujeto y que todos los seres vivos son parte de la
comunidad a la que se aspira, se trataría de “desnaturalizar la naturaleza”, de ver a la madre
naturaleza como un ser vivo, con derechos (Quijano, 2000). Sin duda,
Cuando los Postcoloniales transitan hacia propuestas concretas (Quijano, Coord.), 2011
de como encaminarnos hacia el buen Vivir, no pasan de reproducir lo que otros sin situarse
en la Postcolonialidad ya habían enunciado, tales como: el comercio Justo; economía
solidaria (cooperativas); economía popular (empresas recuperadas); socialismo de mercado
(Santos, (Coord.), 2011), porque según Santos, el mercado no necesariamente genera
desigualdad, ni concentración de capital, ni enajenación; renta mínima, con lo que
concuerda el Banco Mundial; microcréditos, que es parte también de programas de
organismos internacionales; Es decir, lo que Escobar (2012) llama rimbombantemente,
“Hermenéutica de las Emergencias”, como alternativa al capitalismo, al concretarse no pasa
de las propuestas de otros partidarios del Buen Vivir no Postcoloniales, que tampoco llegan
a demostrar la viabilidad de estas formas productivas.
3). Que la riqueza social generada en América Latina, medida solamente por crecimiento
del PIB se ha desacelerado de 6.1% anual en 2010 a 1.61% en 2017.
4). Que ha habido una caída generaliza de los salarios reales, de los cuales vive la mayoría
de los ocupados.
Es decir, a los Postcoloniales en su acepción de Buen Vivir les falta discutir con seriedad
con los marxistas que a principios de siglo XX criticaban que en un contexto capitalista de
predomino de los monopolios, fueran las cooperativas la tercera vía del desarrollo al propio
capitalismo. Por el contrario, estos argumentaban que estas cooperativas en un contexto
claramente capitalista tendrían que competir por los financiamientos para poder
sostenerse o crecer y el crédito está en manos del capital financiero. Igualmente tendrían
que competir por colocar sus productos en el mercado, frente a grandes empresas
capitalistas con mayor capacidad para reducir sus costos de producción a través de la
innovación tecnológica u organizacional –la innovación tecnológica a inicios del siglo XXI
requiere de grandes volúmenes de inversión que cooperativas o pequeñas empresas no
están en condiciones de hacer. Bolivia es un ejemplo al respecto, en las minas convertidas
en cooperativas, sin innovación, con técnicas rudimentarias de producción, predominan
pésimas condiciones de trabajo y sobrexplotación de su propia mano de obra.
Conclusiones
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