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¿Por qué nos interesan las Zonas Azules?

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Esperanza Navarro-Pardo
University of Valencia
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Navarro-Pardo, E. (2015). ¿Por qué nos interesan las Zonas Azules? In Ricardo Pocinho, Vitor
Nuno Anjos e Pedro Belo (Coords.), Conversas de Psicologia e do Envelhecimento Ativo (pp. 77-
91). Coimbra: Euedito.
¿POR QUÉ NOS INTERESAN LAS ZONAS AZULES?

Esperanza Navarro-Pardo

Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universitat de València,


España

RESUMEN

Las Zonas Azules son áreas en las que la población disfruta de una alta longevidad, con
buenas condiciones de salud, y que no depende de factores económicos o tecnológicos.
Se plantean las principales variables presentes en estas zonas (genética, dieta,
dimensiones sociocultural y económica, estilos de vida y características geográficas),
evidenciándose gran variabilidad en la mayoría de ellas, aunque con elementos algunos
elementos presentes en todas las sociedades estudiadas (dieta basada en productos
frescos y del entorno, integración social y redes de apoyo estable, escaso gradiente
social y actividad física constante y moderada). Se plantea el reto de que las ZA dejen
de constituir reductos y puedan extenderse poblacionalmente.

Palabras clave: Zonas Azules, envejecimiento saludable, variables implicadas

WHY WE ARE INTERESTED IN THE BLUE ZONES?

Esperanza Navarro-Pardo

University of Valencia, Department of Developmental and Educational Psychology

SUMMARY

The Blue Zones are areas where population enjoys an elevated longevity, with healthy
conditions, unrelated to economic or technological factors. Main variables involved in
these areas are presented (genetics, diet, socio-cultural and economic, lifestyle and
geographic features), showing great variability in most of them, although with some
elements present on all the studied populations (diet based on fresh foods produced in
local environment, social integration and stable personal and social support networks,
low social gradient and constant and moderate physical activity). The challenge would
be to extend these zones to large areas worldwide.

Keywords: Blue Zones, healthy aging, implicated variables


¿Por qué nos interesan las Zonas Azules? Porque una Zona Azul (ZA, Blue
Zone o BZ) es un área geográfica limitada en la que su población tiene una longevidad
excepcionalmente alta y no está en función de altos ingresos económicos o cuidados
sanitarios especializados. La denominación se debe simplemente a que, cuando se inició
su estudio, los investigadores utilizaban un rotulador azul para señalar los lugares donde
se habían localizado estas poblaciones.

Con las expectativas actuales de incremento de la esperanza media de vida al


nacer, el mantenimiento de la salud y bienestar durante el envejecimiento se convierte
en un objetivo prioritario no sólo en los países del primer mundo. Dados los costes
afectivos y económicos de los cuidados de larga duración, posponer o evitar el deterioro
funcional y las enfermedades crónicas incapacitantes resulta imprescindible para el
mantenimiento y la sostenibilidad del Estado de Bienestar.

Técnicamente, hablamos de longevidad en relación a individuos mayores de 90


años que son funcionalmente activos. Además, en los estudios sobre ZA, se utilizan
otros dos términos específicos: Prevalencia de Centenarios (Centenarian Prevalence o
CP), que es la proporción, en una población dada, entre el número de centenarios y el
total de la población y la Tasa de Centenarios (Centenarian Rate o CR), que es la
proporción entre el número de personas de 100 años que 40 años antes vivían en el
mismo territorio (y tenían 60).

La longevidad poblacional (no la longevidad individual) puede ser


caracterizada a través de distintos índices que están fundamentalmente asociados con
los resultados de supervivencia y esperanza media de vida para un grupo poblacional, ya
que las características y conductas relevantes son compartidas por una gran parte de esa
población (Poulain, Herm & Pes, 2013).

Fundamentalmente, las áreas señaladas como ZA han sido la isla de Okinawa,


en Japón, Cerdeña (específicamente, 14 localidades localizadas en las dos áreas
montañosas de mayor altitud de la isla, Barbagia y Ogliastra), la península de Nicoya,
en Costa Rica y la isla de Icaria, en Grecia. La mayoría de estas ZA pertenecen a
regiones o a países con menores ingresos per cápita que muchos otros lugares con
mayor desarrollo y, sin embargo, presentan unas tasas de supervivencia más altas, lo
que plantea una paradoja sobre la que vale la pena reflexionar (Poulain, 2006). El
interés por los temas relativos al envejecimiento es tal que incluso algunas
organizaciones plantean desafíos (Palo Alto Longevity Prize con un premio de 1 millón
de dólares) para quien desentrañe el código de la vida y explique el proceso del
envejecimiento. En este contexto, lo que se plantea es aplicar el concepto de ingeniería
inversa a la longevidad, buscando extraer los datos y modelos subyacentes al fenómeno.
Por otro lado, un conocido periodista de National Geographic, Dan Buettner, ha
fundado la compañía Blue Zones®, que está intentando trasladar las variables presentes
en las ZA a otras áreas del mundo.

Pero los datos de longevidad y esperanza media de vida en las ZA no son


concluyentes, aunque sí la proporción de centenarios, incluso en comparación con los
países más desarrollados, tanto social como económicamente. Especialmente son
excepcionales las longevidades observadas en los varones de Cerdeña y en varones y
mujeres de Okinawa (Japanese Ministry of Health, 2014; Poulain, Herm & Pes, 2013).
Otra de las dificultades para estudiar estas poblaciones es que las personas que nacen y
viven en un entorno determinado pueden compartir tanto características genéticas como
de estilo de vida (conductas, dieta, estructura social, tradiciones, etc.), por lo que es
necesario estudiar en profundidad cuáles de estas variables influyen, y en qué medida,
en la longevidad saludable observada en determinadas áreas. De hecho, el
envejecimiento humano puede atribuirse a la interacción entre factores genéticos y
epigenéticos, por lo que es importante prestar atención a los factores de estilo de vida,
más fácilmente modificables.

La literatura científica ha examinado variables muy distintas, como:

- Las variables genéticas

- La alimentación

- La dimensión socio-cultural, incluyendo ausencia de estrés sostenido, entorno familiar


y solidario y la valoración y reconocimiento social de las personas mayores (Poulain,
2006).

- Índices socio-económicos: ingresos per cápita, sectores de actividad económica,


número de vehículos por cada 1000 habitantes, indicadores de estilo de vida y salud,
media de calorías diarias ingeridas, tabaquismo, obesidad, tasa de suicidios, etc.
- Rasgos geográficos (densidad de población, latitud media, altitud media, pendiente
media y proximidad al mar), clima (temperatura anual media y rango de temperaturas,
media anual de precipitaciones y humedad relativa) y características del suelo
(radioactividad, agua potable, cobertura forestal).

Es decir, en el envejecimiento saludable está probablemente implicada la


genética, pero también el entorno y los estilos de vida, especialmente la dieta; de hecho,
ésta ha sido una de las variables más estudiadas. En muchas de las personas con alta
longevidad se observa, a lo largo de su ciclo vital, el consumo de vegetales, la actividad
física, no intensa pero sí habitual, las existencia de relaciones personales y sociales y un
cierto sentido de la propia vida (en su vertiente religiosa o de propósito en la vida)
(Suzuki, Willcox & Willcox, 2004; Cockerham & Yamori, 2001; Koch, Power &
Kralik, 2007; Christensen & Vaupel, 1996; McCormack, 2010).

A continuación, se analizarán las principales variables implicadas.

En lo relativo a la influencia de la genética, el amplio Estudio Danés de


Gemelos señaló que solo el 20% de la longevidad podía relacionarse con la carga
genética, mientras que el 80% restante estaría influido por el entorno y el estilo de vida
(Herskind, McGue, Holm, Sorensen, Harvald, & Vaupel, 1996). En el mismo sentido, la
presencia de longevidad excepcional en algunas familias demuestra la existencia de
componentes genéticos que, por tanto, podrían influir en las diferencias territoriales en
mortalidad (Caselli, Pozzi, Vaupel, Deiana, Pes, Carru, Franceschi, Baggio, 2006), pero
distintos autores plantean que la genética es sólo parte del fenómeno, explicando, según
otros autores, el 25-30% de la variabilidad en longevidad (Caselli, & Luy, 2013;
Reques, 2008). En cualquier caso, esta variable ofrece suficiente complejidad científica
para ser objeto de otro trabajo, por lo que no profundizaremos en la misma.

Respecto a la influencia de la dieta, diferentes estudios revelan que, en las


poblaciones de las ZA aparece una alta prevalencia de centenarios y un consumo
elevado y habitual de alimentos de origen vegetal en la dieta (Trichopoulou, Bamia, &
Trichopoulos, 2009), que incluye no solo verduras, sino también legumbres, y escasa
presencia de carnes.

Pero la literatura también muestra una gran heterogeneidad en los hábitos


nutricionales de los centenarios, evidenciándose que no existe un patrón concreto que se
relacione con la longevidad. Así, en cada una de las ZA se ingieren distintos alimentos y
hay muy pocos que estén presentes en todas ellas, más allá del hecho de la escasa
presencia de productos procesados y de la presencia de alimentos frescos con origen en
la misma zona (Davinelli, Willcox, & Scapagnini, 2012). Esto correspondería con
numerosos trabajos científicos que plantean la relación entre longevidad, salud
cardiometabólica y cognitiva, tomando como ingredientes clave la ingesta de fruta,
vegetales, pescado, cereales integrales y legumbres, mientras que las dietas ricas en
carnes rojas y azucares añadidos estarían asociadas a un incremento en el riesgo de
mortalidad (Kiefte-de Jong, Mathers & Franco, 2014).

Los varones de la ZA de Cerdeña son altamente longevos, aunque consumen


una dieta con un 40% más de grasa que los de Okinawa. Los habitantes de la ZA de
Cerdeña no son los que consumen menos calorías de la isla, pero las queman
pastoreando ovejas y cabras, subiendo y bajando colinas y caminando de su casa a
cualquier actividad que realizan (actividades sociales, religiosas, ir al mercado, etc.).

Pero una dieta adecuada es solo una parte de lo necesario para desarrollar una
vida extensa y saludable. Las comunidades de las ZA no incluyen el tabaquismo entre
sus hábitos y sí el ejercicio regular de baja intensidad como parte de su vida diaria
(caminar, ocuparse de la huerta, tareas domésticas, etc.). Parecen mantener a lo largo de
todo su ciclo algún propósito vital, sentirse emocionalmente satisfechos y mantener
fuertes redes sociales. Por tanto, en el envejecimiento saludable se incluirían como
componentes fundamentales una dieta saludable, actividad física y relaciones sociales
(Dodge, et al., 2010).

Así, los centenarios de Nicoya parecen mantener redes sociales de


extraordinario tamaño y cohesión (Pes et al., 2013) y, en las áreas analizadas por otros
autores, aparece escasa movilidad geográfica y escasa inmigración (Klüsener y Scholz,
2013; Poulain, et al., 2004; Rosero et al., 2013). Probablemente el aislamiento haya
contribuido a preservar un estilo de vida basado en redes sociales fuertes y estables, que
incluyen el mantenimiento de las relaciones intergeneracionales y el apoyo social
habitual y en situaciones de crisis.

En este contexto, cabe destacar variables como la estructura social igualitaria


(escaso gradiente social), homogeneidad étnica, baja movilidad, fuerte religiosidad,
apoyo social mutuo y sentido de pertenencia a la comunidad (Bruhn, 2009). De hecho,
el capital social, la cohesión social o el grado de religiosidad del área han mostrado
asociaciones significativas con una mayor supervivencia (Bruhn, 2009; De Jong, Van
Tilburg, & Dvkstra, 2006).

Centrándonos en los factores económicos, hay que destacar que la longevidad


no parece asociada al nivel de ingresos, aunque sí se constata la influencia del gradiente
social, por el cual la longevidad aumenta en la proporción en la que aumenta la
prosperidad de forma equitativa, sin la existencia de partes importantes de la población
en los extremos socioeconómicos, probablemente gracias a mecanismos que reducen la
ansiedad y el estrés (Evans, 1994).

En sentido contrario, lo que muestra un efecto negativo y homogéneo sobre la


longevidad es la desigualdad socioeconómica (Cavalini & Monteiro, 2008; Lochner,
Pamuk, Makuc, Kennedy, & Kawachi, 2001), con un efecto más negativo cuanto más
rica y con mayor desigualdad interna es el área de residencia (Congdon, Shouls, Curtis,
1997). La desigualdad contextual afecta a la longevidad por medio de procesos de
comparación social y de sentimientos de desventaja y depresión (Wilkinson, 1994). La
mayor parte de las áreas de alta longevidad son zonas con un bajo nivel de ingresos per
cápita; sin embargo, muestran muy pocas desigualdades internas (Poulain et al., 2013).

En lo relativo a los factores geográficos, las ZA comparten características


como el aislamiento, la altitud y la pendiente del terreno. Muchas se encuentran en
zonas montañosas (Pes et al., 2013; Poulain et al., 2013; Rosero, Dow, Rehkopf, 2013)
y algunos autores han encontrado relaciones significativas entre la altitud y la
longevidad (Roli, Samoggia, Miglio, Rettaroli, 2012). La vida en áreas montañosas está
asociada con ciertos hábitos de vida (dieta, actividad física, gasto energético), contexto
social (hábitat, actividad económica, apoyo comunitario) y medioambiental (grado de
contaminación del aire, calidad del agua) que pueden tener efectos positivos sobre la
salud (Pes et al., 2013; Poulain et al., 2013), además de haber podido facilitar la
preservación de ciertos patrones genéticos.

Si analizamos los factores de estilo de vida, podemos señalar la influencia de


los hábitos de vida tradicionales (Poulain et al., 2013), el entorno montañoso (Pes et al.,
2013) y la práctica de ejercicio físico (Okamoto, 2006), aunque se trata de actividad
diaria moderada habitual, no de deporte o actividad física intensa (entendido como
actividad física intensa y concentrada).
Por último, se ha planteado la influencia de los factores de personalidad,
incluyendo también estilos de afrontamiento. Probablemente sean los menos estudiados,
pero podrían tener un efecto indirecto y actuar como amortiguador. El estilo de
afrontamiento positivo, optimista y resiliente aparece muy frecuentemente en las
personas longevas. Por ello actuaría como variable mediadora para el mantenimiento de
las redes sociales, las relaciones de amistad y recibir cuidados de otros, al igual que para
el sufrimiento de menos estrés y diversas psicopatologías, todas ellas variables
presentes en las Zonas Azules. Aunque la investigación rigurosa de la influencia de los
rasgos de personalidad y estilos de afrontamiento en el envejecimiento es uno de los
aspectos pendientes en este ámbito, podríamos decir que las personas que creen que la
vida merece la pena, realmente consiguen vivir una vida más extensa y plena.

CONCLUSIONES

Las ZA muestran un notable grado de aislamiento (zonas montañosas, islas o


penínsulas), han conseguido mantener sus respectivos estilos de vida tradicionales, lo
que implica actividad física regular durante todo el ciclo vital, consumo de productos
frescos, bajos niveles de estrés y apoyo familiar y social. Al no existir datos históricos,
no es descartable la influencia en estas poblaciones de algún factor propio de la edad
contemporánea, como la extensión de las vacunaciones, el agua potable, etc. La vida en
zonas aisladas está asociada con un grupo de variables que afectan tanto a las conductas
individuales a lo largo de la vida (actividad física y dieta) como al contexto social
(actividades económicas del sector primario, notable apoyo social) y al entorno (calidad
del agua potable, escasa polución). Todos ellos parecen tener una influencia positiva en
la salud a largo plazo.

Se ha destacado que, si bien hay influencia genética en la longevidad, ésta no


es determinante. Por esta razón, no existe una dieta de los centenarios. A pesar de ser
uno de los factores más estudiados, aparecen grandes diferencias y los resultados no son
concluyentes; probablemente, tenga más peso la variable calidad de la comida que la
cantidad.

Por otro lado, algunas orografías parecen contribuir al mantenimiento de una


buena salud pero, por supuesto, aparecen diferencias interindividuales en esas zonas.
Planteándolo a la inversa, hay diferencias individuales en los patrones de longevidad,
pero también hay patrones sociales y geográficos de concentración de centenarios con
ausencia o infrarrepresentación de discapacidad.
Así mismo, el mantenimiento de la actividad física, incluso en edades
avanzadas, implica un mayor gasto energético, lo que redunda en mejores rendimiento
cardiorrespiratorio y tasa de supervivencia. Así mismo, la agricultura, pastoreo, pesca,
el comercio a pequeña escala e, incluso, el trueque, posibilitan la adecuación de la
actividad laboral a la fase del ciclo vital de todos los habitantes, lo que resulta más
satisfactorio y menos alienante que la distribución industrial del trabajo.

Complementariamente, las relaciones intergeneracionales, así como otras


relaciones sociales sostenidas y satisfactorias, con significado emocional, y que resultan
tanto en apoyo emocional como instrumental, reducen el estrés y la ansiedad y aportan
un sostén fundamental, especialmente en individuos con situaciones de debilidad.

Por último, pero no menos importante, la teoría del gradiente social implica
menos diferencias sociales y parece reducir también el estrés personal y social.

Por todo ello tenemos que concluir que la duración de la vida está determinada
por factores genéticos, medioambientales, sociales, de estilo de vida, y un componente
estocástico (Gavrilov & Gavrilova, 2013; Franceschi, Motta, Motta, Malaguarnera,
Capri, Vasto, Candore, & Caruso, 2008).

En este sentido, podemos precisar los siguientes niveles en cada variable:

- dieta: ingesta calórica moderada, alta presencia de alimentos frescos y no procesados y


escaso consumo de carne

- indicadores de estilo de vida y salud: hábitos tradicionales (incluyendo amplias y


estables redes sociales de apoyo); actividad física diaria y baja prevalencia de sobrepeso
y obesidad

- factores socioeconómicos: bajo nivel de industrialización e ingresos per cápita y bajo


gradiente social

- insularidad o aislamiento: variedad de rangos de altitud (desde el nivel del mar a


mediana altitud), geográfica (con altos niveles de luz solar, viento y humedad) y
climática (con prevalencia de temperaturas moderadas)

- rasgos de personalidad y estilos de afrontamiento: positivos y resilientes, y como


variable mediadora o moderadora (más apoyo social y menos estrés y psicopatologías)
En consecuencia, y más allá de que las ZA muestran gran heterogeneidad en
todas las variables estudiadas, quizá actualmente el objetivo debería ser más ambicioso
que la mera descripción de las mismas: extenderlas desde unas pocas áreas limitadas en
todo el mundo a amplias áreas de población (Appel, 2008).

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