Tema 3. La Filosofia de Platon
Tema 3. La Filosofia de Platon
Tema 3. La Filosofia de Platon
Índice de contenidos
6.- Ética
7.- Política
12.- Actividades
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1.-Contexto histórico-cultural y filosófico (pregunta 1 del examen de filosofía, vale 1 punto cada
Platón participó activamente en este clima de inquietud socio-política y como en tantos jóvenes
atenienses, su primera vocación fue la política primero, con sus tentaciones de intervenir directamente
en la política de su tiempo (en la Carta VII nos narra su temprana vocación política) y, después, tras la
condena a muerte de Sócrates a manos de la democracia (tras la caída del gobierno de los Treinta
Tiranos), elaborando una alternativa teórica a esa inquietante situación, alternativa que, incluso,
intentó llevar a la práctica varias veces lejos de su querida Atenas, en Siracusa.
Platón es un gran escritor, tal vez el más brillante de toda la filosofía griega, pues su estilo es claro, y
tiene, en muchas ocasiones, un alto valor literario. No deja de ser curioso que exponga, no sólo su
pensamiento, sino también el de sus oponentes, trasmitiéndonos así un completo y variado retrato
intelectual de su época. La mayoría de sus obras están redactadas en forma de diálogos, en los que
también intercala numerosos ejemplos y mitos para intentar hacer más sencilla y didáctica la
exposición de su obra.
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Según la tradición es posible que fuera, inicialmente, discípulo de Crátilo, quien a su vez
seguía las doctrinas de Heráclito, de quien heredó la idea de que la realidad sensible está en constante
cambio y sólo es objeto de opinión. Por otro lado, la apuesta de Parménides por la caracterización de
la realidad como ser inmóvil, inmutable, eterno, etc. va a ser trasladada por Platón a las ideas, las
cuales, como auténtica realidad, sí que constituyen objeto de verdadero conocimiento.
Es de suponer que en sus viajes por la Magna Grecia (sur de la actual Italia) tomara contacto
con el pitagorismo, doctrina que influirá en su dualismo antropológico y en su doctrina de la
inmortalidad del alma. Por otra parte, el Nous de Anaxágoras se puede considerar el precedente del
Demiurgo platónico.
Evidentemente, y como reflejan la multitud de diálogos que llevan sus nombres, (Protágoras,
Gorgias, Hipias, etc…) Platón estuvo en contacto con los sofistas, pensadores a los que no profesaba
una gran simpatía, sino más bien todo lo contrario, pero que también forman parte de su contexto
filosófico aunque sólo sea por la oposición a su pensamiento.
Por otro lado Platón toma de Sócrates, y también del orfismo-pitagorismo, la firme convicción
de que es posible conocer los principios últimos de lo real, ya que, conocer es despertar las verdades
adormecidas que llevamos impresas en nuestra alma. La dialéctica platónica procede del desarrollo de
la mayéutica socrática, de ese intento de definición exacta y rigurosa de qué son las cosas. Por otro
lado, la preocupación socrática por la virtud y el intelectualismo moral es la principal vía para plantear
que el conocimiento de la idea del Bien. Seguramente por influencia socrática, cuyo interés filosófico
se centraba en los aspectos humanos y éticos, la finalidad última de la filosofía platónica se centra en la
utilidad política. Es decir, en la construcción de un sistema social gobernado por filósofos y
fundamentado en una concepción de la realidad y del conocimiento bastantes sólidos. Toda la filosofía
platónica tiene como eje fundamental una visión original del ser humano y cómo, a partir de ésta, se
fundamenta un sistema ético y una concepción política unidas gracias a la idea de Justicia que afecta
por igual a, individuo y ciudadano. En definitiva, no podemos entender la política platónica y su
concepto de Ciudad Ideal sin la Justicia que la guía y hacia la que se tiende, e igualmente no podemos
entender el concepto de Justicia sin atender a su antropología, a su ética y a su metafísica u ontología
(estructura de la realidad).
La repercusión del pensamiento platónico tiene como referentes inmediatos a sus discípulos de
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la Academia (entre ellos, Aristóteles, que elaborará un sistema alternativo al de su maestro), a gran
parte de la filosofía cristiana, que, a partir de San Agustín, tomará de Platón aspectos importantes para
la racionalización de su doctrina, a los neoplatónicos del Renacimiento, “culpables” de una lectura
estética de las obras de Platón y de conceptos como el de “amor platónico”, autores como Plotino,
Tomas Moro o Tomasso Campanella.
Por ultimo, decir que el fragmento que comentamos pertenece al diálogo platónico La
República, que es una obra que pertenece a su período de madurez y en la que Platón expone algunos
de los temas esenciales de su pensamiento y, a la vez, describe los rasgos que debe tener una sociedad
organizada de acuerdo con su teoría. Esta obra es considerada como una de las más representativas de
la filosofía platónica, ya que en ella se observa el gran esfuerzo de Platón por elaborar la primera gran
síntesis de todo el pensamiento griego anterior, a la vez que es el referente inevitable para entender el
propósito reformista y político que anima toda la filosofía platónica. De hecho, la “utopía” que
presenta Platón en esta obra no es nada más que el resultado de su reacción frente a las circunstancias
socio-políticas de su tiempo, es decir, el modelo ideal en el que Platón confiaba para superar las
deficiencias, sobre todo, de la democracia ateniense del S. IV a. d. C. i
En las obras de Platón nunca aparece la Teoría de las Ideas expuesta y desarrollada de un modo
completo como tal teoría. Platón siempre mantuvo la siguiente convicción acerca de las Ideas: tras la
apariencia cambiante de las cosas hay una realidad absoluta (las Ideas), cuyo conocimiento es
necesario para dar una base sólida a la moral y a la política, y escapar así del relativismo de los
sofistas. Esta realidad la situará Platón en un “mundo” de esencias eternas, invisibles y dotadas de un
modo de existencia diferente al de las cosas concretas. Se trata de un mundo de valores y de “modelos
ideales”, independientes de la opinión de los hombres, a los que llamará “Ideas” o “Formas”, que se
descubren sólo por la razón y constituyen el objeto del verdadero conocimiento.
Platón, siguiendo a Sócrates, quiere fundar la virtud en el saber: intelectualismo moral, reclama
la existencia de un conjunto de valores eternos e inmutables que sirvan de guía para la acción ética y
política.
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La ciencia (episteme), por último, sólo puede tratar sobre objetos estables y permanentes. Si
queremos hacer ciencia, esos objetos han de existir. Y como todos los objetos sensibles están sujetos a
cambios permanentes, habrá que buscar otro tipo de objetos para la ciencia: las Ideas.
La primera formulación de la Teoría de las Ideas es desarrollada por Platón en los diálogos de
la etapa de madurez, en el Fedón y en La República, fundamentalmente. Ahí encontramos los aspectos
más característicos y originales de la filosofía de Platón, sobre todo la afirmación de que la realidad
está dividida en dos ámbitos completamente diferentes.
Platón parte de los conceptos que buscaba Sócrates pero va más allá y les otorga una existencia
independiente y separada de la mente humana. Si decimos y nos parece que algunas cosas son
"buenas", "bellas" o "justas" es porque existen el Bien, la Belleza y la Justicia. Es decir, además de las
cosas, existen las Ideas. Las Ideas, del griego “eidos” (que significa “forma”, “aspecto”), no son
simplemente conceptos o representaciones mentales (como nos sugiere el significado actual de
"idea"): son realidades que existen con independencia de las cosas.
Platón parece entender siempre la Idea como forma única de algo múltiple. Sería como el
modelo arquetípico de una clase de objetos, por ejemplo, la Idea de Árbol designa los rasgos comunes
que identifican a todos los árboles concretos y que, precisamente por ello, nos permite identificarlos y
diferenciarlos de otra clase distinta de objetos. Cada una de las Ideas es una realidad única, eterna,
inmutable e inalterable. No son de naturaleza material ni cualidades propias de las cosas y sólo son
captables por la inteligencia (no son una realidad sensible sino inteligible). Por lo tanto, poseen todos
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los atributos que Parménides atribuyó al Ser, salvo el de la unidad, pues hay una pluralidad
diferenciada de Ideas. Esta forma de concebir las Ideas le creará dificultades a la hora de explicar con
claridad cómo podemos acceder a su conocimiento.
- las Ideas son objetivas, reales, y no meros conceptos mentales o modos de pensar la realidad.
- las Ideas son los modelos perfectos de los objetos del mundo físico.
En cuanto a qué tipos de Ideas puede haber, Platón comenzó admitiendo la existencia de las
ideas estéticas y morales, es decir, las Ideas de Belleza, Bondad, Justicia, Valor, etc.. Pero la extensión
de este criterio condujo a Platón a pensar que, detrás de cada propiedad o concepto que defina a una
clase de objetos del mundo físico, hay una Idea que es su causa. Por ello, admitió también la
existencia de Ideas que se corresponden con conceptos matemáticos, como las de Igualdad, Unidad,
Pluralidad, etc.
Las Ideas están organizadas jerárquicamente, aunque estableció diferentes tipos de jerarquías
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entre las Ideas en función de los distintos puntos de vista desde los que enfocó su teoría. Así, en La
República, la Idea del Bien es el principio unificador de todas las demás ideas, a las que sobrepasa en
categoría y dignidad; lo define como “aquello que toda alma persigue y en vistas a lo cual hace todo”.
Por debajo de la Idea de Bien estarían el resto de ideas morales: Belleza, Justicia, Virtud, Valor, etc. A
continuación, las Ideas que determinan las relaciones entre los seres: Igualdad- Diferencia, Grande-
Pequeño, etc. Después, las Ideas de los números, la Unidad, la Dualidad... y las figuras geométricas, la
Triangularidad, la Circularidad...; las Ideas de las cosas naturales, Caballo, Hombre.... y, finalmente,
las Ideas de cosas fabricadas, Mesa, Casa....La idea de Bien es el principio rector de todas las cosas; lo
que es, lo es en base a su bien y, si carece de él, deja de ser. Podemos considerar que la Idea de Bien
es el principio rector de todo. Por ello, Platón compara la Idea de Bien con el Sol (“símil del Sol”).
«Dos son los que reinan, uno en el ámbito de lo visible, otro en el ámbito inteligible». De la misma
manera que el Sol no sólo hace visibles las cosas del mundo sensible, sino que además les da su
posibilidad de ser, la Idea de Bien hace inteligibles los objetos del mundo inteligible y les da
existencia (bien como causa ontológica y epistemológica de las Ideas).
El Bien como idea primera, como principio supremo, es la expresión del orden, del sentido y
de la propia inteligibilidad de lo real. Pues como dice en L a República (Lib VI), la idea de Bien es lo
que proporciona la verdad a los objetos del conocimiento y la facultad de conocer a quien conoce. A
las cosas inteligibles no sólo les adviene por obra del Bien su cualidad de inteligibles, sino también se
les añaden el ser y la esencia.
La solución propuesta por Platón puede ser denominada como “dualismo metafísico”, ya que
distingue en la realidad entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Pero esta forma dual de
entender la realidad genera, a su vez, un dualismo ontológico. Según de qué tipo de realidad estemos
hablando, los elementos que la constituyen serán las Ideas (cuando hacemos referencia al mundo
inteligible) y las cosas (cuando hacemos referencia al mundo sensible). Para Platón, las cosas, por otro
lado, son múltiples, están sometidas a un flujo de cambios permanentes; poseen menos realidad, son
captables por los sentidos.
El Mundo inteligible y plenamente real es el de las Ideas: lo que realmente es, las esencias. Lo
describe como: "lo divino, imperecedero, inteligible, cuya forma es una, indisoluble e idéntico
siempre y de la misma manera consigo mismo”.
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idéntico a sí mismo"
En los diálogos de vejez, Platón se interesa por las relaciones entre ideas. Si consideramos
una de las ideas del mundo de las ideas, por ejemplo, la idea de caballo, vemos que esta idea está
relacionada con otras tantas: se relaciona don la idea de animal, cuerpo, mamífero, herbívoro. De
hecho, la idea de Animal incluiría la de mamífero y ésta, a su vez, la de herbívoro, que incluye por
último la de caballo.
Así, Platón, en El Sofista, sostiene que existe una red de relaciones entre ideas que denomina
“simploké”, de tal forma que algunas ideas están relacionadas con otras. No puede ser que todas las
ideas estén relacionadas entre sí, pues ello nos conduciría a un monismo como el de los eléatas que
Platón rechaza. Por otro lado, tampoco puede ocurrir que las ideas no estén relacionadas en modo
alguno, pues entonces el conocimiento sería imposible. Así pues, existe una simploké, una red de
relaciones entre ideas de carácter objetivo que el filósofo aspira a conocer. En el fondo este es el único
conocimiento verdadero.
Platón se planteó resolver el difícil problema de cómo se relacionan las Ideas con las cosas
particulares, es decir, aclarar satisfactoriamente, después de sus dudas y vacilaciones, la relación entre
los mundos sensible e inteligible. A diferencia del mundo inteligible, que "es eterno y no nace jamás",
el mundo sensible, que aquí denominaremos “Cosmos”, ha tenido que nacer "puesto que es visible y
tangible, y porque tiene cuerpo". ¿Cómo se ha engendrado? La cosmogonía platónica supone la
inclusión de tres factores o elementos:
- una masa material preexistente - eterna -, móvil y caótica. Es el principio físico e indeterminado (al
carecer de forma, no es propiamente nada). Constituye el sustrato material del mundo sensible.
- las Ideas: son el principio formal, el modelo de acuerdo con el que se genera el mundo sensible. Las
Ideas determinan, dan forma a la materia, surgiendo las cosas.
- No puede el azar ser el origen del Cosmos, el orden no puede ser el resultado azaroso del desorden,
debe provenir de una inteligencia ordenadora: ésta recibe en Platón el nombre de Demiurgo. Éste
actúa sobre la materia eterna y caótica, dotada de movimientos desordenados, como causa activa e
inteligente; es decir, basándose en las Ideas, que le sirven de modelo, plasma la esencia de las Ideas en
la materia lo más perfectamente posible. Pero el cosmos resultante de la obra modeladora del
demiurgo no es totalmente perfecto porque la materia siempre supone una factor de desorden e
imperfección. De este modo, queda establecida la imitación o copia como modo de relación entre las
Ideas y las cosas. El Demiurgo "ha querido que todas las cosas fueran buenas" y por lo tanto ha hecho
el mundo lo mejor y más bello posible. Ha modelado el mundo por amor al Bien: el orden ha
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aparecido porque es mejor que el desorden. La Idea de Bien, cúspide del mundo inteligible, es
también la rectora en la actuación del Demiurgo.
Platón utiliza dos conceptos para señalar de qué forma se relacionan las cosas del mundo
sensible y las cosas del mundo material: la participación (methesis) y la imitación
(mimesis).
a.- Participación: es la relación que se establece entre los seres sensibles (las cosas del mundo
material) y las ideas (los seres del mundo inmaterial). Con este concepto Platón quiere dar a
entender que existe esta relación, que las acciones son justas porque participan de la idea de
justicia o que un caballo lo es porque participa de la idea de caballo. Sin embargo, el concepto
de participación acarrea problemas que el mismo Platón reconoce y aborda en su diálogo
Parménides. En primer lugar, no puede ocurrir que esta participación sea física, es decir, la idea de
“caballo” no puede estar dentro del “caballo” a modo de esencia ya que hay múltiples caballos pero
sólo hay una idea de caballo. Tampoco puede estar una pequeña parte de ella, ya que las ideas son
indivisibles. Tampoco puede ser un elemento material del caballo ya que cuando muere el caballo
particular, la idea moriría con él, lo que no ocurre puesto que las ideas son eternas. Así pues, la
participación hay que entenderla como una metáfora para señalar que las ideas y las cosas sensibles se
relacionan; de la misma forma que los objetos visibles participan de la luz solar sin que esta pierda su
unidad.
b.- Imitación: El otro concepto que Platón utilizó para señalar la relación entre las cosas y las ideas
es el de imitación. Las cosas son, por así decirlo, una imitación imperfecta de las ideas. Se relacionan
de la misma forma que se relacionan las copias con relación al modelo u original. Tomemos como
ejemplo un retrato que diversos pintores hacen de una persona: los retratos no son esa persona, sino
una copia en un lienzo de ésta. Cada retrato se relaciona con el modelo de la forma “copia-original”.
Los cuadros son menos perfectos que el original en el sentido que sólo son una imitación de la
verdadera realidad del modelo (solo son el reflejo de algunas características del original). El problema
de esta forma de concebir la relación ideas-cosas es que entonces todas las cosas bajas y corruptas de
este mundo (lodo, uñas, pelo...) deberían tener su correspondiente idea, lo que niega Platón pues
supondría introducir la imperfección en el mundo inteligible.
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3.- Génesis y estructura del mundo sensible: la cosmogonía y cosmología
platónicas
Para completar una explicación del mundo acorde con su Teoría de las Ideas, Platón expuso su
imagen del orden cósmico, en la cual, a diferencia de los atomistas, que recurrían al azar, el universo
era el efecto de una inteligencia ordenadora o demiurgo. El rechazo del atomismo obedeció a dos
consecuencias indeseables que, según Platón, este sistema acarreaba: por un lado, resultaba imposible
conocer la naturaleza, ya que era igualmente imposible conocer o calcular las trayectorias, colisiones e
infinitas combinaciones de átomos moviéndose en el vacío; en segundo lugar, como el universo era
para los atomistas un producto imprevisible de tales colisiones y combinaciones, resultaba que, en este
sistema, el mundo ordenado tenía que originarse a partir de los movimientos desprdeandos de la
material inicial. Para Platón la estructura cosmica solo puede ser resultado de la acción de una
inteligencia ordenadora.
A diferencia del mundo inteligible, que "es eterno y no nace jamás", el mundo sensible, que aquí
denominaremos “Cosmos”, ha tenido que nacer "puesto que es visible y tangible, y porque tiene
cuerpo". ¿Cómo se ha engendrado? La cosmogonía platónica supone la inclusión de tres factores o
elementos:
- una masa material preexistente - eterna -, móvil y caótica. Es el principio físico e indeterminado (al
carecer de forma, no es propiamente nada). Constituye el sustrato material del mundo sensible.
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- las Ideas: son el principio formal, el modelo - recordar que “Idea”, en griego “eidos”, significa
“forma o aspecto de una cosa”- de acuerdo con el que se genera el mundo sensible. Las Ideas
determinan, dan forma a la materia, surgiendo las cosas.
- No puede el azar ser el origen del Cosmos, el orden no puede ser el resultado azaroso del desorden,
debe provenir de una inteligencia ordenadora (inspirada en el Nous de Anaxágoras): ésta recibe en
Platón el nombre de Demiurgo. Éste actúa sobre la materia eterna y caótica, dotada de movimientos
desordenados, como causa activa e inteligente; es decir, basándose en las Ideas, que le sirven de
modelo, plasma la esencia de las Ideas en la materia lo más perfectamente posible. Pero el cosmos
resultante de la obra modeladora del demiurgo no es totalmente perfecto porque la materia siempre
supone un factor de desorden e imperfección. De este modo, queda establecida la imitación o copia
como modo de relación entre las Ideas y las cosas.
Con respecto al demiurgo, conviene recalcar que Platón lo concibe como una “divinidad
modeladora, ordenadora”, que modela y da forma a las cosas tomando como modelo las Ideas, pero
no es equiparable al concepto de una divinidad creadora, como lo será el dios del cristianismo. O, tal
vez, el demiurgo no sea sino una forma mítica de expresar la acción de las Ideas sobre la materia,
como elemento configurador que impone a la materia una estructura y de esa manera proporciona
inteligibilidad y consistencia a los seres del mundo físico. Sería, siguiendo la línea pitagórica
adoptada por Platón en el Timeo, la imposición del límite (más o menos proporción de Ideas, más o
menos participación e imitación de cada una de ellas) sobre lo ilimitado -indeterminado- (la materia),
dando como resultado las cosas particulares.
Platón, para explicar el fenómeno del conocimiento y para dar cuenta de cómo
podemos pasar del conocimiento sensible al conocimiento inteligible, ofrece a lo largo de sus
obras tres explicaciones: una mítica y dos filosóficas. La primera, que aparece en el Fedón, es
la teoría de la reminiscencia. La segunda, contenida en la República es la explicación de la
dialéctica. La tercera que se encuentra en el Banquete, es la teoría del amor.
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La teoría de la reminiscencia. Antes que el alma estuviese encarnada en un cuerpo,
permanecía en el mundo de las ideas, dedicándose allí a la pura contemplación (a conocer
intuitivamente). Pero cuando se encarnó en un cuerpo por culpa de un pecado de
concupiscencia es condenada a olvidar lo que contempló. Así, en su vida terrenal el alma por
los sentidos, percibe objetos sensibles, y dándose cuenta de que estos son imperfectos, se acuerda
de la perfección las ideas de las que esos objetos son copias. Los fenómenos sensibles no hacen
sino despertar en nosotros lo que ya conocíamos, traer a la conciencia lo que estaba velado. Por
eso, para Platón, conocer es recordar (anámnesis), lo ya aprendido.
Así iremos subiendo de nivel en nivel hasta llegar a la contemplación de la idea de Bien,
fundamento de todo ser y de todo saber, que es el objeto final de este método y de esta ciencia.
A diferencia del método dialéctico que va de lo múltiple hacia la unidad, la matemática va con
la unidad de los principios hacia lo múltiple, de lo general a lo particular. A veces se le llama a
esta ciencia y a este proceder dialéctica descendente, en la que se analiza para cada idea superior
qué ideas de rango inferior abarca.
Este impulso lleva a los seres de lo exterior a lo interior y de lo interior a lo superior. Pasa
de esta manera, de los cuerpos bellos a las almas bellas, de ahí a las ciencias bellas y de éstas a
la Belleza en sí misma (es decir, a la idea de Belleza, que se identifica con el Bien y con el Ser).
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de éste al de la belleza de las normas de conducta y de las leyes, al de la belleza de las ciencias y,
por fin, al deseo de comprensión de la Belleza en sí, causa de todo lo bello. Platón entiende la
filosofía como purificación. En el Fedón, la filosofía aparece como catarsis, un modo de
liberarse y de prepararse para la muerte. El filósofo sabe que sólo podrá llegar a la
contemplación directa de las Ideas cuando muera y, por eso, mientras permanezca en el
mundo, su tarea consiste en purificarse y preparar el alma para su definitiva separación del
cuerpo.
Sólo puede haber conocimiento verdadero, ciencia, de las Ideas. Ahora bien, el reto que tiene
planteado Platón es explicar cómo podemos conocer las Ideas, si están en un “mundo” distinto y
separado del nuestro. Platón recurrió a la teoría de la reminiscencia: el conocimiento consistirá en una
forma de recuerdo, el emerger de algo que existe desde siempre en la interioridad de nuestra alma.
4.1.- Grados del ser y grados del conocimiento: el símil de la línea dividida
Lo sensible, al ser mezcla de Ser y no-Ser, no puede ser objeto de ciencia, sólo de opinión; que,
al igual que el objeto tratado, es cambiante e insegura. Para hablar con pleno sentido de la realidad
sensible hay que vincularla a su causa: las Ideas. Éstas, al ser permanentes, objetivas y absolutas,
además de estar ordenadas de modo jerárquico, sí que pueden dar lugar a un discurso racional que
reciba el nombre de “ciencia”.
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El objetivo de Platón, tanto al postular la teoría de las Ideas, como al describir los tipos de
conocimiento que se corresponden con los diferentes niveles de la realidad, es escapar del relativismo
de los sofistas, para los que la verdad no tiene un significado estable y absoluto. Sólo fijando un criterio
de verdad absoluto y garantizando un conocer certero de lo real, se podrán fundamentar sólidos
criterios políticos y morales, se podrá legislar de manera justa y organizar la sociedad adecuadamente.
La permanencia y estabilidad de las Ideas garantizan su carácter absoluto, y es, además, el fundamento
de una verdad segura e inmutable.
a) un conocimiento inteligible, fiable, llamado episteme ( ciencia ), que tiene como objeto las
Ideas.
b) Un conocimiento sensible, poco fiable, llamado dóxa ( opinión ), que tiene como objeto las
cosas del mundo material y sensible.
A su vez, cada uno de estos niveles presenta otros dos grados de conocimiento, con lo cual
Platón nos describe el conocimiento como un conjunto escalonado que alberga distintos niveles o
grados de certeza. Si nos vamos “remontando” desde el ámbito sensible hasta el inteligible, vamos
“ascendiendo”, no sólo hacia un ámbito más real, sino también hacia una mayor verdad o claridad.
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1. La opinión (doxa): imaginación (eikasía) y creencia (pistis).
1.1. El nivel más bajo de la opinión lo lama eikasía: se basa en la percepción y tiene por objeto las
representaciones de la realidad sensible (dibujos, sombras, reflejos...) y la imaginación
construida a partir de ellas.
1.2. El segundo nivel, más elaborado, pero también fundado en la observación sensible es la pistis o
creencia: intenta dar razón de lo sensible a partir de hipótesis explicativas ajustadas a las
observaciones. Tiene por objeto las cosas particulares, sin embargo, para Platón no puede haber
ciencia de ellas por carecer éstas de estabilidad y plena realidad.
2.1 Su primer grado se denomina dianoia: razonamiento o razón demostrativa (discursiva). Su objeto
son las entidades matemáticas y su método es el axiomático-deductivo: se parte de unos axiomas ( por
ejemplo: punto, segmento, triángulo, etc.) -que no se demuestran- y de ellos se obtienen una serie de
conclusiones. No es un conocimiento completamente perfecto porque los axiomas son hipótesis y
porque se ayuda de representaciones sensibles para facilitar su discurrir. Las matemáticas sirven de
puente, facilitan el tránsito del mundo sensible al inteligible ya que acostumbran a la mente a operar
con entidades abstractas.
2.2. El grado más elevado es la noesis: visión inmediata, intuición intelectual, de las Ideas, saber
absoluto, pleno y verdadero. Para alcanzar la noesis, Platón nos remite a la dialéctica como método de
análisis conceptual que permite descubrir el orden jerarquizado de las Ideas y ubicar a cada una en su
lugar correspondiente; ese orden es, a su vez, el conocimiento al que muy pocos hombres tienen
acceso.
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relaciones necesarias entre las Ideas. El entendimiento, en la noesis, deja de lado todos los elementos
sensibles, captando las Ideas y sus relaciones, sus vínculos de inclusión-exclusión (como hacía en el
Sofista), elevándose de Idea en Idea hasta la suprema: la Idea de Bien. A este momento se le denomina
dialéctica ascendente. En este sentido, dialéctica es, por tanto, todo el proceso de conocimiento, pero
de un modo especial la última fase del mismo proceso, en la que se establecen los principios de la
episteme o ciencia. (Recordar que aquí la dialéctica sigue siendo el método socrático de indagación y
depuración de conceptos, que, en Platón, son Ideas objetivas).
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- doctrina del soma-sema: el cuerpo (mortal y material) es una cárcel para el alma (que es inmortal y
afín a las Ideas).
Platón, no sólo defendió la función cognoscitiva como la esencial del alma humana, sino que
también insistió en su carácter inmortal, pues era consciente de que gran parte de la credibilidad de su
propuesta filosófica dependía de la validez de este presupuesto. Por ello, trató de demostrarlo de varias
formas:
- El más destacado argumento que utiliza es el siguiente: el alma es capaz de conocer lo inteligible, las
Ideas inmutables y eternas, para poder captarlas ha de poseer una naturaleza semejante: si aquellas son
inmutables y eternas, también el alma debe serlo. A la doble dimensión del mundo se corresponde
también una marcada dualidad en el hombre: cuerpo y alma captan, respectivamente, lo sensible y lo
inteligible.
- Si con la muerte pereciera el alma, quedarían sin base los principios morales que postulan un premio
para la virtud y el castigo para el vicio o la maldad. En el “mito de Er”, Platón nos describe cómo se
aplica esta justicia post-mortem: cada uno elige su reencarnación según su sabiduría; además, cuanto
más virtuoso se haya sido en vida, es más probable “salirse del círculo de las reencarnaciones”.
Ahora bien, una vez admitida por Platón la inmortalidad del alma, debe tratar de explicar por qué se
produce su encarnación en un cuerpo, es decir, por qué abandona el mundo de las Ideas y pasa a vivir
en el mundo sensible. Para ello, recurre a la doctrina pitagórica de la metempsicosis, que amplía y
presenta en dos versiones míticas: el mito del “carro alado” ( que aparece en el Fedro ) y el “mito de
Er” ( que aparece en La República). Por su importancia y su estrecha conexión con sus planteamientos
ético-políticos, nos vamos a centrar en el primero.
En el mito del carro alado se compara al alma con un carro de dos caballos conducido por un
auriga. Éste representa el aspecto racional del hombre; de los dos caballos hay uno bueno y noble ( que
representa el ímpetu, el coraje, la fuerza de voluntad que cumple con los mandatos de la razón), y otro
malo y rebelde ( que representa el deseo, la parte irracional de la naturaleza humana ). El auriga debe
imponer su dirección a los caballos, dirigirles correctamente hacia el mundo divino de las Ideas, pero la
conducción es difícil, y los hombres que viven muy apegados a lo terreno son incapaces de remontar el
vuelo hacia ese universo celeste.
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Las "alas" de los caballos crecen con el conocimiento que se adquiere de las Ideas, ya que
depende de éste el que seamos capaces de obrar virtuosamente. Su robustez depende del modo de vida
que se haya llevado mientras uno ha estado encarnado: si se ha dedicado al conocimiento y a la práctica
de la virtud o no.
De esta concepción del alma, en la que hay una mezcla de elementos metafísicos y religiosos,
Platón deduce una serie de consecuencias a aplicar en la vida del alma en el mundo sensible:
a) La filosofía es una “preparación para la muerte”. El alma debe huir del cuerpo, debe desear la
muerte. Ésta es un suceso que sólo afecta al cuerpo, el alma se beneficia al unirse a lo inteligible:
así se inicia la auténtica vida del alma (vida espiritual). Por ello, debe rehuir todo lo relacionado
con el cuerpo y buscar lo inteligible.
b) Se puede huir del mal a través del conocimiento y la virtud: el alma debe huir del mundo,
representante del mal. El mal no es eliminable, es lo opuesto y el correlato necesario al Bien,
aunque se circunscribe al mundo sensible y mortal (no puede estar en el ámbito divino de lo
suprasensible).
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d) La virtud consiste en esa purificación del alma, la dialéctica ascendente es el camino de la
purificación.
; y al mismo tiempo señalar el proyecto ideal al que está destinado el ser humano, y que ha de realizar
en este mundo a través de la práctica del bien, de la virtud.
Platón afirma que el alma consta de tres “partes” (entendiendo el término “parte, no como si el
alma estuviese dividida en partes materiales, sino como “función” o “principio de acción”): racional,
irascible y concupiscible. Estas tres partes están en conflicto entre sí y representan distintos aspectos de
las actividades psicológicas del ser humano: la razón, las pasiones o sentimientos nobles y los apetitos
o deseos, respectivamente.
Tenemos, pues, una misma alma con tres potencias o facultades: desear, querer y razonar. No
siempre queremos lo que apetecemos ni nuestros deseos son siempre razonables. El tipo de vida que se
lleve depende del tipo de alma que predomine y gobierne, por tanto, nuestra conducta. Para Platón, la
vida buena consistirá en que cada parte del alma funcione equilibradamente en su relación con las
demás. Así, un ser humano es dueño de sí mismo y vive en armonía cuando sus sentimientos y deseos
obedecen a su razón:
a) Aspecto racional: cuya misión es el conocimiento, la ubica en la cabeza. Es la que diferencia al ser
humano de los animales y es el aspecto más elevado e inmortal por estar emparentado con las
Ideas. Es la parte que podemos considerar separable del cuerpo. Su virtud es la sabiduría ( sofía ),
se rige por la razón y su función es el gobierno racional del cuerpo conforme a lo inteligible y
perfecto: las Ideas. (En el mito del “carro alado” se corresponde con el auriga o conductor del
carro).
b) Aspecto irascible o emotivo: es común a los animales y, por no ser separable del cuerpo, es mortal.
Su virtud es la fortaleza ( andreía ), se rige por el valor y en ella residen los impulsos nobles, los
deseos de fama, honor y la rebelión ante lo injusto. Su función es la de impulsar a la acción, la de
querer: permite que los seres humanos superen el dolor y renuncien a los placeres cuando la parte
racional así lo decida. Platón la sitúa en el pecho - corazón - . (En el mito del “carro alado” se
corresponde con el caballo blanco, el bueno o dócil que obedece las instrucciones del auriga).
c) Aspecto concupiscible: es, como el anterior, no separable del cuerpo y, por tanto, mortal. Su virtud
es la templanza ( sofrosine ), es decir, la moderación de los placeres, se rige por el deseo y su
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función es la de manifestar todo aquello que desea el cuerpo. Platón la situó en el abdomen. (En el
mito del “carro alado” se corresponde con el caballo negro, el malo o rebelde que, obedeciendo a
sus propios impulsos, pone en peligro la estabilidad y equilibrio del mismo carro).
Platón va a elaborar su teoría ética en conexión siempre con sus reflexiones en los campos de la
política.Para Platón, al igual que para Sócrates, el Bien no es relativo sino absoluto, de modo que su
contenido no varía de un lugar a otro, de una sociedad a otra. La realización del bien no puede llevarse
a cabo por el ser humano de forma aislada e individual, sino que ha de hacerlo en el marco de la polis,
de la sociedad y del Estado. Hay un código moral absoluto y objetivo, unos valores ideales que rigen
por igual para los individuos y para la sociedad.
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- El concepto de Supremo Bien: La ética de Platón trata de averiguar en, qué consiste el Supremo
Bien para el hombre. Según Platón, la vida feliz es una mezcla equilibrada de placer y sabiduría. Sin
embargo, a juicio de algunos autores, el Bien absoluto para Platón no es, en definitiva, otra cosa
que la contemplación de las Ideas.
- La virtud: Mediante la práctica de la virtud se accede al Supremo Bien y, por tanto, a la suprema
felicidad. El concepto de virtud tiene, para Platón, varias acepciones:
● Armonía u ordenación entre las partes del alma. Cada una de las partes del alma cumple con la
función que le es propia: a la parte racional le corresponde la sabiduría o prudencia, a la parte
irascible, la fortaleza, a la parte concupiscible la templanza.
Esto Significa que la parte racional debe guiar a la parte irascible y ambas dominar a la concupiscible.
El hombre que lo consiga será armonioso y justo.
● Conocimiento. Desde este punto de vista, todas las virtudes se unifican en la virtud de la prudencia o
sabiduría, en tanto que conocimiento de lo que es bueno para el hombre.
Quien adquiere esta virtud alcanza un saber de orden superior: se trata del conocimiento de las ideas de
Bien, Justicia, Valor, Piedad y Belleza, que representan la cumbre del alma humana.
● Purificación. EL hombre virtuoso es el que purifica su alma de las pasiones y prescinde cada vez
más del cuerpo para poder acceder al Mundo de las Ideas.
Platón define perfectamente las funciones de las distintas virtudes, correspondientes a las distintas
partes del alma:
● Justicia. Comprende a todas las demás. Tiene por objeto poner orden y armonía en el
conjunto, asignando a cada parte la función que le corresponde dentro de la totalidad.
● Prudencia. Es la virtud propia del alma racional. Su misión es regular el conjunto de las acciones
humanas, cumpliendo un papel directivo sobre la vida moral. Le corresponde también poner orden
en los pensamientos, disponer al alma para huir del mundo de las apariencias y preparada para la
contemplación de las Ideas.
● Fortaleza. Le corresponde regular las acciones del alma encargada de las pasiones nobles, haciendo
que el hombre se sobreponga al sufrimiento y al dolor y que sacrifique los placeres cuando sea
necesario para cumplir el deber.
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Templanza. Le corresponde regular los actos del alma concupiscible, poniendo orden, armonía y
moderación en las actividades propias de la parte inferior del hombre.
Entre las principales preocupaciones de Platón figuró, desde el principio, la política. Como nos
cuenta en la Carta VII, hubiera deseado participar en la vida pública de Atenas y, además, sabemos que
intentó hasta tres veces implantar su sistema político “ideal” en Sicilia, fracasando en todas ellas.
Todos los esfuerzos de Platón se dirigen, pues, a proyectar una profunda reforma política. En La
República, se plantea Platón cuál es la virtud del Estado, cuál es la naturaleza de la justicia y de la
injusticia tales como aparecen en el Estado y en el individuo. El diálogo propone como punto de
partida de esta reflexión una investigación sobre lo que se entiende por justicia.
Platón se ocupa, en primer lugar, de la justicia en el Estado. Pero la justicia es una virtud y
como tal no puede ser conocida mientras no se conozca adecuadamente aquello de qué es virtud. Ha de
comenzarse, por tanto, analizando la estructura y naturaleza del Estado. Para ello, Sócrates propone
“construir una polis ideal”, un modelo teórico que permita comprender tanto el surgimiento sucesivo de
los elementos o partes que la integran como sus mutuas relaciones.
¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe existir para satisfacer las
necesidades de los hombres, y que éstos no son independientes unos de otros ni autosuficientes para
abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico. Los hombres tienen
diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por
naturaleza, lo que introduce la división del trabajo en la organización de la sociedad. En una ciudad
ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores,
herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas que de garantizadas, posee una ciudad ideal
no puede faltar de nada.
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ciudadanos, los recursos necesitan ser ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios
vecinos para satisfacer las necesidades de todos, conduciendo a la guerra; pero si seguimos el mismo
principio de división del trabajo tendrá que haber especialistas en la guerra, que sean los encargados
exclusivamente de las actividades bélicas.
Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los encargados de
gobernarla. A la clase de los artesanos y de los guardianes hemos de añadir una tercera clase, la de los
gobernantes. Éstos serán elegidos de entre los mejores de los guardianes, que serán llamados desde
entonces "auxiliares", reservando el término de guardianes para la clase de los gobernantes. Así pues,
se hace necesaria la existencia de tres clases sociales: la de los artesanos, la de los guerreros o
auxiliares, y la de los gobernantes o guardianes. Como en otros momentos de su pensamiento, Platón
utiliza un recurso mítico: en el “mito de los metales”( "Al formaros, los dioses hicieron entrar oro en la
composición de cuantos están capacitados para mandar; plata en la composición de los auxiliares
(guardianes y guerreros); bronce y hierro, en la de los labradores y demás artesanos") Pero cada una de
estas clases ha de tener unas características distintas:
-La clase de los artesanos, que generalmente realiza las actividades productivas pero no obtiene los
beneficios económicos de su producción, lo que es fuente de conflictos, ha de ser en la ciudad ideal la
poseedora de la riqueza; del mismo modo será la única clase que tenga derecho a la propiedad privada
y a la familia; y ha de permitírsele disfrutar de los goces materiales que derivan de la posesión de la
riqueza.
-La clase de los guerreros o auxiliares, por el contrario, no puede tener acceso la riqueza, para evitar la
tentación de defender sus intereses privados en lugar de los intereses colectivos, y terminar utilizando
la fuerza contra los ciudadanos; estarán desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán familia,
debiendo vivir en unos barracones en los que tengan todo lo necesario para realizar sus actividades, en
los que vivirán de forma comunitaria, compartiéndolo todo hombres y mujeres, pues no hay ninguna
razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto en el hombre como en la
mujer se encuentran similares dones o cualidades naturales, igualmente útiles para la ciudad.
23
innecesarias para cumplir su función.
¿Cómo se determinará quiénes han de pertenecer a una u otra de estas clases sociales? No,
desde luego, en función del origen familiar, como ocurre en la sociedad ateniense de la época. Para
determinar quién ha de formar parte de una u otra clase será necesario establecer un proceso educativo
en el curso del cual se podrá determinar qué tipo de naturaleza tiene cada ser humano y, por lo tanto, a
qué clase social ha de pertenecer.
Existe un paralelismo entre la naturaleza del Estado y la naturaleza del individuo: del mismo
modo que en el estado encontramos tres clases sociales, encontramos en el individuo tres partes del
alma, correspondiéndole una virtud a cada una de ellas. El paralelismo entre la moral individual y la
moral del Estado permite establecer que la virtud que corresponde a cada clase social ha de
corresponder a los individuos que la constituyen. La virtud de la clase los artesanos es la templanza, es
decir, el disfrute con moderación de los bienes materiales; la virtud propia de la clase de los guerreros o
auxiliares es la valentía o coraje; y la virtud propia de los verdaderos guardianes gobernantes es la
sabiduría.
Ahora bien, estas tres virtudes pertenecen, cada una de ellas, a una parte del alma: la sabiduría
al alma racional; la valentía al alma irascible y la templanza al alma concupiscible. Aquellos en quienes
domine el alma racional han de pertenecer, por lo tanto, a la clase de los verdadero guardianes o
gobernantes; en quienes predomine el alma irascible, a la clase de los guerreros o auxiliares; y en
quienes predomine el alma concupiscible, a la clase de los artesanos.
Habiendo determinado la virtud que corresponde a cada clase social estaremos en condiciones
determinar en qué puede consistir la justicia en la ciudad ideal: la justicia consistirá, no pudiéndose
identificar con la sabiduría, ni con el coraje, ni con la templanza, en que cada clase social (y cada
ciudadano ) se ocupe de la tarea que le corresponde. La injusticia consistirá en la injerencia arbitraria
de una clase social en las funciones de otra: que los auxiliares o los artesanos pretendan gobernar, por
ejemplo.
6.3- La educación
Si la pertenencia a una clase social viene determinada por la naturaleza del alma, y no por el
origen familiar, una sociedad tal ha de dar una importancia primordial a la educación. Será, en efecto, a
través de ese proceso educativo como se seleccionen los individuos que han de pertenecer a cada clase
social,
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en función de su tipo de alma; y qué tipo de educación ha de recibir cada individuo en función de la
clase social a la que deba pertenecer. En la República establece Platón detalladamente el programa de
estudios que debería imperar en la ciudad ideal, haciendo especial hincapié en el educación de los
gobernantes. Todos los niños y niñas deberían recibir inicialmente la misma formación. Platón
considera que la educación recibida en los primeros años de la vida es fundamental para el desarrollo
del individuo, por lo que en la ciudad ideal nadie ha de ser privado de ella, ni en razón de su sexo ni
por ninguna otra causa: el proceso educativo tiene, al mismo tiempo que un objetivo formativo, la
misión de determinar qué tipo de alma predomina en cada individuo, es decir, su naturaleza, en virtud
de la cual formará parte de una u otra clase social.
La educación en la República correrá a cargo del Estado, en ningún caso a cargo de las familias,
para evitar las influencias negativas que suponen las narraciones que las madres y las nodrizas cuentan
a los niños pequeños. Los niños deben comenzar su proceso educativo a través de actividades lúdicas,
para lo cual los educadores de la ciudad ideal elegirán aquellos juegos que consideren adecuados para
desarrollar en los niños la comprensión de las normas de los juegos y, con ello, un primer acercamiento
al valor y sentido de la ley. Las primeras enseñanzas que recibirán se centrarán en torno a la poesía y la
música. No obstante, el uso que hacen los poetas del lenguaje les permite esconder todo tipo de
narraciones, incluso aquellas que pueden resultar negativas, bajo la belleza y el encanto de sus
palabras, por lo que puedan resultar muy perniciosos; esa es la razón de que la poesía se vea
gravemente censurada en la ciudad ideal de Platón. Corresponderá a los educadores de la ciudad ideal
determinar qué tipo de poemas se deben estudiar: aquellos adecuados para suscitar el amor a cualquier
manifestación de la virtud.
La música formará parte también del educación, analizando la forma y el ritmo de los poemas y
el acompañamiento que les resulte necesario. El estudio del ritmo y la armonía suscitará en ellos una
elevación hacia la comprensión y el respeto de las obras bellas y puras, lo que les alejará del vicio. El
amor por la belleza desarrollará en ellos la generosidad, la grandeza de alma, la moderación y el coraje.
A estas enseñanzas se unirá la educación física que, agilizando y fortaleciendo el cuerpo contribuirá a
desarrollar mejor las virtudes del alma. Todo ello se acompañará de una alimentación correcta con el
objetivo de mantener la salud, y hacer de la medicina un recurso secundario.
A lo largo de este proceso educativo algunos niños tendrán tendencia a abandonar sus estudios,
que les resultarán difíciles y aún odiosos, mientras que otros irán desarrollando un entusiasmo cada vez
mayor en torno al conocimiento. Los primeros pasarán a formar parte de la clase de los artesanos,
habiendo mostrado una mayor inclinación hacia el contacto con lo material; los que persistan en sus
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estudios pasarán a formar parte de la clase de los guardianes o auxiliares.
La perseverancia en el estudio, entre los que pertenecen a la clase de los guardianes, pone de
manifiesto que en el individuo predomina el alma racional, por lo que serán éstos los elegidos para
formar la clase de los gobernantes, quienes serán sometidos a un proceso educativo que comenzará con
el estudio de las matemáticas y terminará con el estudio de la dialéctica, con el conocimiento de las
Ideas. En el caso de que alguien perteneciente a la clase los gobernantes perdiera posteriormente ese
interés por el estudio y por el conocimiento, pasaría a formar parte de la clase inferior, la de los
auxiliares o guardianes. Lo mismo ocurriría con quien, perteneciendo la clase de los guardianes,
mostrara una mayor inclinación hacia el disfrute de los bienes materiales, que pasaría a formar parte
entonces de la clase de los artesanos.
La tarea de gobernar recaerá, pues, sobre aquellos que conozcan las Ideas, es decir, sobre los
filósofos. Es ésta una de las características novedosas de la República y que, al chocar frontalmente con
la práctica habitual en la época, merece una explicación que nos ofrece Platón en el libro VI. El
filósofo pasa por ser un personaje extravagante, en la Atenas de la época, y ocupado en sus estudios e
investigaciones no parece ser el individuo idóneo para dirigir la ciudad. Pero en la ciudad ideal, que ha
de ser gobernada de acuerdo con la Idea de Bien, los únicos que alcanzan ese conocimiento son los
filósofos por lo que, por paradójico que parezca, ha de ser a ellos a quienes les corresponda gobernar,
pues son los únicos que alcancen el conocimiento de dicha Idea de.
La mejor forma de gobierno posible será, pues, aquella en la que un filósofo gobierne; pero si
no es posible que uno sólo destaque sobre los demás, el gobierno deberá ser ejercido por varios
filósofos y durante un corto período de tiempo, para evitar todos los males que genera la persistencia en
el poder. Esta teoría es generalmente conocida como la del filósofo-rey.
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hasta terminar con la tiranía, que es el peor de todos, en el que no encuentra nada bueno
27
vez elegido, suprime por completo cualquier tipo de libertad. Es el reino más completo de la
injusticia, impera el desorden, se rompe la armonía entre las partes integrantes de la ciudad,
prevaleciendo la más inferior, caracterizada por las pasiones más viles y odiosas que representa el
tirano. Es el grado más bajo al que puede llegar la degeneración social de las formas de gobierno. Lo
mismo que el filósofo, en quien reina la razón, es el más feliz de los hombres, asítambién el
estado aristocrático es el mejor y el más feliz de los estados; y lo mismo que el déspota tiránico,
esclavo de la ambición y de las pasiones, es el peor y el más desgraciado de los hombres, así el
estado gobernado por el tirano es el peor y el más desdichado de los estados.
El pensamiento de Nietzsche (s. XIX) se caracteriza por ser un vitalismo irracionalista, por
tanto, me parece interesante compararlo con un pensador que representa un modo completamente
distinto de concebir la realidad, como es el caso del idealismo racional de Platón (s. V-IV a. C.).
Nietzsche, como catedrático de Griego que fue en la Universidad de Basilea, es un gran conocedor del
pensamiento griego, del que se convertirá en un gran crítico, por considerarlo el origen y fundamento
del los grandes males que han aquejado a la civilización occidental.
Antes de hacer referencia a las notables diferencias que caracterizan a ambos pensadores, creo
adecuado destacar algunos puntos en común. Hay rasgos comunes en el estilo literario de ambos
autores, en cuyas obras es fácil encontrar mitos y metáforas como recursos didácticos, así como, a
veces, un estilo poético. También es común a ambos autores la defensa del sentido aristocrático de la
existencia, aunque desde perspectivas muy diferenciadas. En ninguno de los dos se trata de una
aristocracia de la sangre o el dinero, sino que en el caso de Platón es una aristocracia del conocimiento
(los más sabios y generosos son quienes deben gobernar la sociedad ideal dividida en gobernantes,
guardianes y productores) y en el caso de Nietzsche de una aristocracia de los creadores de nuevos
valores (el superhombre se rige por la “moral de los señores”, propia de espíritus elevados que,
curiosamente, son los que afirman la vida terrenal). Esto mismo se pone de manifiesto en ambos
autores, desde una perspectiva distinta, cuando Platón recurre al “mito de la caverna” para poner de
manifiesto que lo que comúnmente se acepta como verdadero no son más que sombras y que realmente
son muy pocos los que tienen acceso al conocimiento de la auténtica realidad (para él, el Mundo de las
Ideas). Nietzsche, por su parte, va a criticar los comúnmente considerados valores más excelsos de la
cultura occidental –cuyo origen está en el pensamiento platónico- por considerarlos dogmáticos,
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decadentes y viciados en su origen por su empeño de instaurar la racionalidad a toda costa. El
dogmatismo platónico se convierte, de este modo, en el error de base de la cultura occidental, según
Nietzsche.
Platón y Nietzsche representan, por tanto, dos modos antitéticos de concebir cualquier
dimensión de la realidad, como podemos leer ya en la primera y polémica obra de Nietzsche, cuyo
título era El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música, de clara influencia
wagneriana, donde distingue en el arte y la cultura griegos dos fuerzas contrapuestas calificadas como
“espíritu apolíneo” y “espíritu dionisíaco”. En la tragedia griega, el dios Apolo representa los valores
de la razón. Apolo es la divinidad de la luz y de la proporción, de la forma y la justa medida, del
equilibrio y la serenidad; encontramos su espíritu en la obra bella, equilibrada y perfecta. El hombre
apolíneo es aquél en el que predomina la razón. El dios Dionisio, por su parte, representa los valores de
la vida. Dionisio es el dios del vino, de la fecundidad; es la imagen de la fuerza instintiva y pasional, de
la corriente vital efervescente, del frenesí sexual, la música excitante, lo caótico y desmesurado. El
hombre dionisíaco niega la razón y acepta los impulsos vitales.
N. considera que la Grecia presocrática no ha olvidado a ninguno de los dos dioses, como pone
de manifiesto la contraposición entre Parménides (el ser es y el no ser no es) y Heráclito (todo fluye; la
realidad es devenir), pensador este último muy reverenciado y admirado por Nietzsche. En el ámbito
de la poesía destaca a Sófocles y Esquilo. Todo cambia, sin embargo, con Sócrates y su elección de la
razón como guía para la vida, que más tarde adoptará su discípulo Platón, convirtiéndola en los
cimientos desde los que se construirá la civilización occidental.
Según N., con Sócrates y Platón se inició el predominio histórico de todo aquello que es lógico
y racional, es decir, comenzaron la decadencia y el error. Se pierde, por tanto, la ingenuidad de la
existencia. Sócrates con su afán por buscar razones, por definir y con su intelectualismo moral que
podemos resumir en “razón = virtud = felicidad” hace la equiparación más extravagante que existe,
según N., ya que pone la razón en lugar de la vida. En el caso de Nietzsche se podría decir: “vida =
instinto = felicidad”.
La metafísica platónica no hace más que profundizar este error. Su concepción de la realidad
parte de la existencia de dos mundos: el de las Ideas y el sensible. Éste se caracteriza por el cambio, la
mutación, la imperfección, la fugacidad,… pero no es real sino que sólo es apariencia o imitación
imperfecta de otro, el verdadero, el mundo de las Ideas, el mundo de las esencias eternas, absolutas,
inmutables, universales, inmateriales… en definitiva, un mundo inteligible, donde no existe el cambio
ni el devenir. Según N., esto no es más que “egipticismo”, ya que Platón cree haber encontrado la
Verdad –no accesible, por supuesto (¡!), a través de los sentidos, sino sólo a través de la razón- cuando
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momifica la realidad, la diseca, detiene el devenir, en definitiva, la mata. La realidad es terrible: el
sufrimiento, el dolor, la lucha, la muerte, el cambio constante,… hacen difícil la vida. Pero la solución
no es inventarse otra y negar ésta, la terrenal, la única con que realmente contamos. Son los débiles de
espíritu, aquellos que no pueden soportarlo, quienes crean otro mundo distinto a éste, un mundo donde
todo lo terrible ha sido eliminado, donde no hay cambio, ni destrucción, ni muerte: es el mundo de las
Ideas de Platón o el paraíso del Dios cristiano. El cristianismo, según N., no es más que un platonismo
para el pueblo. El cristianismo ha invertido los valores, como ya hizo el platonismo, ha creado una
“moral de esclavos”, que fomenta el resentimiento contra la vida y los valores mezquinos, propios del
rebaño, tales como: humildad, sacrificio, obediencia… Frente a ésta, N. promueve la “moral de los
señores”, propia del superhombre, moral de superación y afirmación de la vida, propia de espíritus
elevados. Para ello, Dios y los valores que representa (verdades/valores absolutos de cualquier índole)
deben morir. Sólo con la muerte de Dios es posible que el hombre viva.
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Por otra parte, no han faltado ejemplos en el s. XX y en lo que va del XXI de grandes
pensadores, que sin ser seguidores del genial filósofo ateniense, y siendo creadores de pensamientos
propios y originales, sin embargo, coinciden en subrayar la enorme trascendencia filosófica e histórica,
aún en la actualidad, del pensamiento de Platón. A modo de ejemplo citaré los siguientes: el filósofo
alemán Jaspers (1883-1969) afirmaba que quizás no hemos igualado a Platón en lo que en él hay de
intensidad y profundidad de búsqueda filosófica. Desde otra perspectiva, Whitehead (1861-1947) dice
que en realidad la historia de la filosofía occidental viene a ser un conjunto de notas al margen de los
diálogos platónicos. Bertrand Russell (1873-1970), por su parte, afirma que las razones por las que
todavía hoy estudian matemáticas los niños en las escuelas deben leerse en la República de Platón.
Valoración
Platón es, sin duda, uno de los autores que más influencia ha ejercido en la configuración
del pensamiento y de la cultura occidental. Así, Whitehead sostenía que toda la historia del
pensamiento occidental se reducía a un conjunto de notas a pie de página de la obra
platónica. Resulta sin duda una exageración, pero su influencia ha sido ciertamente
extraordinaria. Los primeros autores cristianos encontraron dentro de la teoría platónica algunas
semejanzas con respecto a las consideraciones que sobre la realidad hay en la Biblia. La
separación entre mundo sensible y mundo inteligible de Platón les sirvió a los primeros
cristianos para poder explicar la relación entre vida terrenal y mundo celestial cristiano.
Un aspecto de su filosofía que goza de mayor vigencia es sin duda el valor otorgado a las
matemáticas. De hecho, la fundación de la ciencia moderna se produjo en gran medida a partir
de la comprensión de que las magnitudes físicas podían expresarse en fórmulas matemáticas.
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sobresaliente en los fragmentos comentados; la educación es el mejor medio para mejorar al
hombre y, consecuentemente, a la sociedad.
En íntima relación con la educación aparece la reflexión platónica sobre el deber ser de
la política. Platón está preocupado por cómo debe ser el gobernante, que debe mejorar a sus
ciudadanos. Platón critica a quienes utilizan la política como medio de enriquecimiento personal
o ascenso social. Actualmente, los casos de corrupción entre los gobernantes de las distintas
administraciones, la separación entre política y compromiso ético, la crisis de los partidos
políticos de corte tradicional, el ascenso de posturas integristas o de extrema derecha, ponen de
manifiesto que la política se ha separado cada vez más de su deber ser: buscar el bien de los
ciudadanos. Los gobernantes, por tanto, deben ser quienes mejor hayan asumido los valores
éticos.
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Como hemos visto, Platón ha expuesto en el libro VI la alegoría del sol con el Bien y, mediante el
símil de la línea, los cuatro niveles de realidad (imágenes, seres físicos, entidades matemáticas e
Ideas) que se corresponden con los cuatro niveles de conocimiento (conjetura, creencia,
conocimientos matemáticos e Inteligencia). Después, en la alegoría de la caverna, ilustra el ascenso
desde el nivel más bajo de conocimiento y realidad hasta el más alto.
Las primeras líneas del mito advierten de que el relato está relacionado con la naturaleza
humana y con la importancia de la educación en este proceso de la vida humana hacia su destino: el
conocimiento, la felicidad y la perfección. El se humano se encuentra entre el “mundo de abajo” y el
“mundo de arriba”: su cuerpo pertenece al mundo físico, imperfecto, cambiante, perecedero;
mientras que su alma pertenece al “mundo inteligible”, perfecto e inmutable. Por eso el mito
presenta al ser humano encadenado en el interior de la caverna, confundido en un “mundo de
apariencias, de sombras”, que su propia ignorancia interpreta como la auténtica realidad.
33
Sin embargo, aunque “esclavo” de un cuerpo que le desvía de su auténtica naturaleza y de su
destino, tiene como vocación salir de la caverna hacia la luz y conocer el “verdadero mundo real”,
liberarse, en suma, de las “cadenas” de los prejuicios y la ignorancia. En esto consiste la felicidad
humana, en vivir conforme a lo real, a lo perfecto y racional.
Para conseguirlo, el alma humana tiene una facultad natural, la inteligencia, que le permite
“ascender” en el camino del conocimiento; aunque el “camino” que lleva a la “luz”, a la auténtica
realidad, a la liberación, es tortuoso. En primer lugar, porque, aunque el alma humana aspire a lo
inteligible, el cuerpo se siente atraído por lo sensible y no puede por sí solo ascender. En segundo
lugar, porque es difícil dudar de las seguridades de nuestras costumbres y creencias, de nuestros
prejuicios, que son “cadenas” que nos impiden “mirar con los ojos de la inteligencia”.
El relato de la caverna presenta diferentes momentos que van marcando la secuencia de este
proceso de liberación que Platón llamó “dialéctica”: es un recorrido por diferentes fases del
conocimiento que nos van situando ante los diferentes grados de perfección de la realidad. Así,
partiendo de las sombras de los objetos, encontramos al final del camino la verdadera realidad y la
Idea del Bien, que, como el Sol, ilumina todo el conocimiento intelectual.
El ser humano no se encuentra solo en este viaje. Al filósofo, que ha conseguido “salir de la
caverna” y contemplar la luz, la auténtica realidad, como Sócrates, corresponde regresar a la caverna
y ayudar a otros en el difícil ascenso hacia el exterior de la caverna. Sin embargo, el papel del
filósofo es arriesgado: las cadenas de los prejuicios son fuertes e invisibles, y mantienen al ser
humano en la comodidad de las costumbres, de lo ya conocido o vivido, incompatible con la verdad.
El filósofo es una figura molesta para los ignorantes; por eso, como le ocurrió a Sócrates, es
incomprendido e, incluso, maltratado.
Vemos cómo el propio Platón nos da las claves para interpretar esta alegoría. El exterior y el
interior de la caverna representan al mundo inteligible y al mundo sensible, respectivamente. El Sol
es equivalente a la Idea del Bien, y de la misma forma que aquél hace visibles los objetos del mundo
sensible, el Bien hace cognoscibles las Ideas del mundo inteligible. La vida en el interior de la
caverna representa la vida tal y como la viven la mayoría de las personas: alejadas por la ignorancia
de la verdad, creyendo que en la apariencia ( las sombras ) está la verdadera realidad y acomodados
a esta forma de vivir y conocer. La liberación del prisionero representa el difícil camino que hay que
recorrer hasta llegar a la verdad. Un camino ascendente, escarpado y lleno de renuncias, que sólo se
vence con el esfuerzo y la disciplina. El regreso del prisionero liberado al interior de la caverna
representa la obligación moral que tiene el filósofo de poner su saber al servicio de la comunidad;
deber que se traduce en el compromiso político de gobernar el Estado conforme a la justicia y a la
34
verdad en la que se ha instruido. Este proceso simboliza también la capacidad adquirida para
fundamentar todo lo real a la luz del conocimiento del Bien.
-Me lo imagino.
- Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas
clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
- Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de
los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que
tienen frente a sí?
- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del
tabique?
- Indudablemente.
- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los
objetos que pasan y que ellos ven?
- Necesariamente.
- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que
pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la
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sombra que pasa delante de ellos?
- ¡Por Zeus que sí!
¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales
transportados?
Es de toda necesidad.
Encontramos también una descripción de la situación de los prisioneros, que es de una alienación casi
total y cuyo conocimiento se reduce al conjunto de las sombras y de los ecos que se proyectan desde
atrás. Eso supone que toman por real lo más insustancial, las apariencias. Pero, lo peor es que, a pesar
de que no pueden mover ni siquiera la cabeza, no tienen conciencia de estar encadenados. Para Platón
es una imagen fiel de la condición humana –“son como nosotros”-, pues no sólo vivimos secuestrados
por la corporeidad y la tiranía del deseo y consecuentemente la ignorancia que nos impone, sino que no
somos conscientes de que nos esclaviza e incluso la añoramos si algo nos empuja hacia la lucidez.
¿Cómo podemos soportar esta enajenación? Sencillamente nos hemos acostumbrado al error, a los
prejuicios y la ceguera intelectual: de lo ignorado no puede haber deseo, no podemos echar en falta
aquello que desconocemos totalmente. El hecho de que algunos de los que pasan detrás del tabique
hablen y provoquen en los prisioneros el creer que son las sombras las que hablan, puede ser una
referencia a los sofistas y al poder subyugador y manipulador de sus discursos.
Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué
pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de
repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del
encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que
respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más
próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de
los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no
piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas
que las que se le muestran ahora?
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- Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludir- la, volviéndose
hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le
muestran?
- Asi es
El inicio del proceso de ascenso simboliza el comienzo del conocimiento y, por tanto, de la educación.
Desde el primer momento se hace patente que es indispensable un elemento externo de coacción para
que el hombre pueda llegar a cumplir su auténtica naturaleza. Se describe el paso de un nivel de
conocimiento (y, por tanto, de realidad) a otro superior; de la conjetura a la creencia.
Al igual que en el símil de la línea, hemos de tener en cuenta que hay cuatro etapas
principales y cuatro tipo de objetos distintos en la alegoría de la caverna. Hay una
condición general de la humanidad y la existencia de unos objetos que ocupan las mentes de los
hombres cuando se encuentran en esa condición. En este texto, estos objetos están simbolizados
por las sombras en el muro interior, e incluyen todo el conjunto de creencias que se basan en la
aceptación de las apariencias, tanto físicas como morales; admitir, por ejemplo, que el sol y la
luna tienen más o menos el mismo tamaño porque así lo parece se encuentra en esta condición,
y también lo es suponer que es justo vengarse de los enemigos porque está bien visto.
La segunda etapa es también una condición de los hombres “dentro del mundo visible” o de
los hombres que confían en el pensamiento empírico. Es representado por los hombres que
miran a los muñecos y al fuego. Representa seguramente la etapa en la cual un hombre evita
escrupulosamente tragarse los engaños (literales o morales). Un artesano que no es engañado por
una baratija pulida está en esta etapa, e igualmente un hombre honrado que no aceptaría una
excusa plausible para una fechoría. En este nivel pasa de captar imágenes a captar objetos. Si
el conocimiento de las sombras proyectadas de los objetos del tabique es el nivel de la
conjetura o imaginación, el conocimiento directo de estos objetos iluminados por el fuego es
el de la creencia. Por tanto, representa el saber de las realidades naturales (es decir, los que hoy
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llamaríamos “ciencias experimentales” y que, para Platón, forman parte de la opinión o doxa). El
fuego simboliza al sol.
Pero, debido al encandilamiento, el prisionero no identifica los objetos de los que antes
identificaba sus sombras. Se produce la paradoja de que lo más claro (una figura iluminada) es
peor visto que una sombra entre penumbras. Esta situación lleva al prisionero, que sigue
confiando en sus sentidos, a considerar que lo verdaderamente real era lo que antes veía, y no
esa nebulosa a la que ahora le obligan a mirar. El prisionero deseará volver donde ni le dolía el
cuerpo ni los ojos, y donde conseguía ver con claridad. Interpretando la alegoría, podríamos
afirmar que el conocimiento de lo más real (lo inteligible) exige mayor esfuerzo, ya que
inicialmente parece más incomprensible
- Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar
hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz,
tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos
que son los verdaderos?
- Por cierto, al menos inmediatamente.
- Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar
miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos
reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de
noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente
que, durante el día, el sol y la luz del sol.
- Sin duda.
- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares
que le son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.
- Necesariamente.
- Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años
y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían
visto.
- Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
Se insiste de nuevo en la fuerza que hay que emplear para que el prisionero participe en su
liberación, y en el sufrimiento que ese proceso le causa. Por eso no se le puede “soltar”.
Si así fuera, volvería atrás. Interpretando la alegoría podríamos afirmar que esa fuerza
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representa la labor educadora de los filósofos, ya que sin las obligaciones que ellos impongan,
el hombre no querrá abandonar su ignorancia.
La situación del prisionero empeora al obligarle a salir de la caverna y mirar al sol. Salir es
difícil ya que es necesario coronar una “escarpada y empinada cuesta”, que representa cómo
el paso del conocimiento sensible (interior) al de lo inteligible (exterior) es dificultoso. En
este caso se trata del costoso y difícil tránsito de la opinión (doxa) al conocimiento
(episteme) y, por tanto, del mundo sensible al mundo inteligible, en el que encontramos
también dos etapas y, por tanto, dos niveles de pensamiento teórico. El primero está
representado por el tiempo durante el cual el prisionero, al que se ha soltado, puede mirar
las sombras y reflejos al aire libre, pero no puede mirar los objetos reales, y el segundo por
el proceso gradual mediante el cual es capaz de ver objetos, incluso las estrellas y la luna, y
finalmente el sol. Supone un salto cualitativo ya que el alma comienza a conocer los objetos
matemáticos y las Ideas, ya que la primera de estas etapas corresponde a la actividad del
pensamiento discursivo o dianoia, y el segundo a la Inteligencia o noesis (ciencia suprema).
Quien ha vivido en la penumbra necesitará avanzar poco a poco hasta acostumbrar los ojos
a la visión del exterior. Es necesario respetar en el ascenso un orden de menos a más. La
habituación permitirá poder mirar: 1º Las sombras de los seres naturales y sus reflejos en el
agua. Ambos representan los seres inteligibles de nivel inferior, las Ideas menos importantes.
2º Los seres naturales (incluido el cuerpo humano), esto es, las Ideas de seres naturales y
artificiales. 3º Los astros, la luna y el cielo mismo durante la noche y, después, durante el día,
que representan los seres inteligibles más elevados, entre los que se encuentran las Ideas éticas
(moderación, valentía, sabiduría…). La luna quizás representa la idea de Justicia o de Belleza.
4º El sol directamente (la Idea del Bien). El ser por excelencia, el Bien, sólo se conoce, y no
completamente, al final.
- Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces
compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
- Por cierto.
- Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel
que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y
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para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y
para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso
de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le
pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre
pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella
vida?
- Así creo yo también que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
El prisionero liberado también llegaría a la conclusión de que ha accedido a una vida más
dichosa y sentiría compasión por sus ex compañeros de la caverna. Juzgaría como triviales y
sin valor los honores tributados en la caverna. Los “campeones de sombras” son los sofistas,
pero ninguna persona que ha accedido al conocimiento envidia sus triunfos.
La referencia a Aquiles de Homero es un fragmento de la Odisea, donde Ulises consigue
hablar con Aquiles, ya muerto quien le dice que prefiere ser el más pobre entre los vivos que
el más importante rey entre los muertos. Platón equipara así la muerte con la vida en la
caverna, es decir, con la vida sensible.
- Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los
ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
- Sin duda.
- Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que
han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se
reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al
ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y
que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y
conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
Seguramente
Esta imagen representa la parte descendente de la dialéctica, y el descenso del filósofo para
educar a los prisioneros, enseñándoles lo que ha aprendido. Sin embargo, el liberado que retorna
queda deslumbrado por el paso de la luz a la oscuridad. Los prisioneros se burlan de él
porque se mueve torpemente, incapaz de reconocer sombras y concluirán que salir es un peligro
pues les vuelve inútiles y les atrofia la capacidad de conocer. Si además intentara liberarlos de
sus cadenas (el apego a lo material que los domina) y procurara que salieran al exterior,
intentarían matarlo (observamos una referencia clara a la condena y muerte de Sócrates).
El sabio se muestra torpe en las cosas cotidianas, pues está acostumbrado a las realidades
puramente inteligibles. Sin embargo, debe cumplir su misión educadora ya que este es su
destino; liberarse hasta la contemplación de la verdad y volver para enseñarla a los que están
encadenados.
- Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha
sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión,
y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y
contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te
equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto
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es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se
ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la
causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor
de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la
inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado
como en lo público.
- Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.
En este último párrafo, el mismo Platón se encarga de desvelar las claves para la
interpretación de la alegoría: su relación con los grados de realidad y grados de
conocimiento, así como las implicaciones éticas (sólo puede aspirar a la bondad quien
conozca el Bien) y políticas (han de gobernar los más sabios por ser los conocedores de la
Justicia y el Bien). Para saber lo que significa, hay que ponerla en relación con lo que
antecede, es decir, con la alegoría del sol y con el símil de la línea (libro VI). La caverna
corresponde al mundo de lo visible y los prisioneros simbolizan al alma atrapada en él, lo que
nos ata a la sensibilidad. En el mundo sensible nos encontramos con dos niveles: el formado
por los seres naturales (“figurillas de hombres y animales”) y por los artificiales
(“utensilios”), y el formado por las imágenes, es decir, las sombras, reflejos y copias de los
seres naturales y artificiales (“sombras”). Gnoseológicamente, la caverna representa la
opinión (tanto la conjetura como la creencia).
El fuego cuya luz se proyecta dentro de ella es el sol, de manera que todo lo que se ve y ocurre
dentro de la caverna es posible gracias al fuego. Sin la luz ni el calor del sol, el conocimiento
sensible y la vida serían imposibles.La ascensión hacia lo alto y la contemplación del mundo de
arriba (exterior de la caverna) es el símbolo del camino del alma hacia el mundo inteligible,
formado por los objetos matemáticos y las Ideas, que son los seres verdaderos, cognoscibles y no
opinables.
Lo último que el alma aprende a ver con esfuerzo en relación con el conocimiento puro
es la idea del Bien, que es la cima de todo lo que hay, pues es la causa de toda excelencia
(de “todas las cosas rectas y bellas”). En el mundo sensible ha generado la luz y el sol (que es
así literalmente un “vástago del Bien”), mientras que en el inteligible es responsable de la
existencia de la verdad y de la inteligencia. Hay que llegar necesariamente a la conclusión de
que esta idea es la causa de todo lo que existe en el mundo de justo y de bello y de que quien
desee obrar racionalmente, tanto en la vida privada como en la pública, tiene forzosamente que
haberla contemplado.
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11.- Vocabulario básico del texto de selectividad de Platón
ALEGORÍA. Figura literaria que consiste en expresar un pensamiento por medio de
imágenes, de forma que haya correspondencia entre la imagen y la idea representada. Así la
imagen de la alegoría del sol es el sol iluminando objetos, y la idea representada es el Bien
haciendo que el resto de seres existan gracias a la participación.
ALMA. Lo que define esencialmente al hombre y cuya naturaleza es vivir separada del
cuerpo. Tiene una estructura tripartita: alma racional (inmortal y facultad para conocer
racionalmente. Situada en el cerebro); alma irascible (el carácter o la fuerza psíquica. Situada en
el pecho); y el alma concupiscible (la capacidad de desear y sufrir pasiones. Situada debajo
del vientre). La parte racional es inteligible y, por ello, superior e independiente del cuerpo,
que se convierte en su cárcel- por tanto, la unión del cuerpo con el alma es accidental y temporal
(dualismo antropológico).
Con “camino del alma”, Platón se refiere a la dialéctica, o sea, el método para ascender hasta
las Ideas. Precisamente en griego método significa “camino a través del que se llega”. Es un
conocimiento indispensable para el que ha de gobernar, distinguiéndose en ella un proceso
ascendente hasta llegar a la Idea de Bien, y otro descendente hasta llegar a la idea de la que se
ha partido. En sentido amplio es el proceso de conocimiento con dos fases: el camino de
ascenso de lo sensible a lo inteligible e incluye el proceso educativo por el que se superan los
distintos niveles de conocimiento. Este es el sentido que tiene en la alegoría de la caverna. Nos
permite pasar de la multiplicidad de lo sensible a la multiplicidad de las Ideas, y después a las
Ideas superiores hasta llegar a la Idea de Bien, último principio unificador; el camino de
descenso tras llegar a la Idea de Bien. En la alegoría está representado por el camino de
vuelta del prisionero.
BIEN. Idea de Bien. Idea que ocupa la cúspide del ser y por ello es el objeto del estudio
supremo (la dialéctica). Es causa de la bondad de los seres sensibles, de las Ideas, de las
acciones privadas (ética) y de las públicas (política). Es la causa última de los seres
sensibles, pero también de la esencia y existencia de las Ideas, y de su verdad (su ser
cognoscible). Finalmente, es causa de que nuestra alma llegue a conocer las Ideas, es decir,
de que tenga inteligencia. (Véase en los apuntes la función ontológica y epistemológica del Bien)
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CADENAS. Imagen de la alegoría de la caverna que explica por qué los prisioneros sólo ven
sombras. Representan los hábitos y prejuicios que el hombre adquiere desde el nacimiento
como consecuencia de su carácter corpóreo y que le impiden conocer lo inteligible. Al nacer, el
alma olvida lo que ha conocido en su existencia anterior y, por la acción del cuerpo en el que se
aloja, se acostumbra a valorar que lo conocido por los sentidos es lo real. Para superar esta
opinión, tiene que liberarse del encadenamiento al que el cuerpo y sus sentidos la someten, y
que le impiden conocer del modo que naturalmente le corresponde, mediante la inteligencia
(ciencia dialéctica). Esa liberación se consigue gracias a la educación.
COSAS DE ARRIBA. Los objetos reales del exterior de la caverna. Se refiere a las entidades
matemáticas y a las Ideas (véase).
COGNOSCIBLE. Los seres inteligibles, ya que al ser verdaderos, sólo ellos permiten un
conocimiento verdadero. Cognoscible opone ser inteligible a ser sensible, que es opinable.
FELIZ. Esta imagen representa la situación del hombre tras completar su educación y haber
llegado a conocer la Idea de Bien. Por tanto, felicidad y conocimiento verdadero se dan a la vez.
IDEAS. Son realidades eternas, inmateriales, inmutables, que existen independientemente del
mundo sensible y de los sujetos que la piensen, es decir es un ser en sí y por sí. No es un
concepto o una construcción mental, sino que son realidades objetivas y los únicos seres en
sentido completo, ya que de ellas derivan todo lo que hay de real en el mundo sensible, es decir,
constituyen la causa y esencia del mundo sensible (las cosas materiales participan o imitan a las
Ideas).
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erróneo: creen conocer seres reales cuando conocen sombras, es decir de aquellos que
consideran que el mundo sensible es el real.
IMÁGENES. Seres que forman el nivel inferior de seres sensibles, produciendo el tipo inferior de
opinión o conjetura
SOMBRAS. En la alegoría de la caverna esta expresión tiene sentido alegórico. Pueden ser las
sombras de los objetos del interior de la caverna, que representan a las imágenes, o las sombras
del exterior, que representarían a los seres inteligibles inferiores, los objetos matemáticos.
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12.- Actividades
A) ACTIVIDADES DE REPASO
1.- Enumera los principales sucesos y acontecimientos políticos que Platón vivió en su juventud
3. Explica cuál es el remedio o la “medicina política” que Platón propone para acabar con los males
de los Estados de su tiempo.
4.- Enumera y resume las teorías filosóficas defendidas por los sofistas y que Platón
critica
9.- Explica por qué, según Platón, es necesario que existan realidades
inmutables.
11.- Explica las diferencias que Platón establece entre opinión y conocimiento.
1.- Haz un resumen del libro VII de La República, indicando las ideas principales que Platón
expone en este libro.
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2.- Selecciona del texto los cinco párrafos que consideres más importantes y explica por qué lo son
3.- Localiza y subraya en el texto las siguientes expresiones y, teniendo en cuenta el contexto,
contesta a qué se refiere Platón con ellas:
4.- Lee el mito de la caverna desde el principio y explica a qué concepto filosófico se refiere
Platón con la metáfora “ver las cosas de arriba”. Defínelo a continuación, sirviéndote de tus
conocimientos sobre la filosofía platónica y completando la definición con la información
metafórica que el texto aporta sobre dicho concepto.
5.- Tras leer atentamente el texto, explica el significado que Platón atribuye a estas metáforas:
los prisioneros, el prisionero liberado, las cadenas, los objetos del interior de la caverna y sus
sombras, el fuego del interior de la caverna, la morada prisión, la subida al mundo de arriba, el sol
del exterior.
7.- Explica y comenta la comparación que hace Platón entre el Bien y el Sol.
8.- Relaciona la tarea de Sócrates con lo que describe Platón en el “mito de la caverna”.
9.- ¿Qué posibles interpretaciones puede tener el mito de la caverna? Intenta actualizar lo sugerido
por Platón aplicándolo a la sociedad contemporánea.
10.- ¿Estás de acuerdo con que el gobernante debe ser el filósofo, en el sentido de que
posee más sabiduría?
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i
Para conocer más en profundidad a Platón, ya que el contexto únicamente nos faltarían muchos datos
importantes.
Aristocles, verdadero nombre de Platón, nació en Atenas en el año 427 a. C. en el seno de una
familia aristocrática. Su formación es la de un privilegiado, pero el maestro que influyó decisivamente
en su pensamiento fue Sócrates. Conoció a Sócrates en el año 407 a. C., a sus 20 años, y se hizo
discípulo incondicional suyo hasta la muerte de aquél en el año 399 a. C. Además, aprende todo tipo de
materias: matemáticas, geometría, arte, dialéctica, etc.
Como en tantos jóvenes atenienses, su primera vocación fue la política, pero pronto se sintió
desengañado, primero por la aristocracia y, más tarde, por la democracia. En su juventud vivió de cerca
las consecuencias nefastas para Atenas de la Guerra del Peloponeso, que la enfrentó a la militarista
polis de Esparta. En el año 404 a. C., mermada la confianza de Atenas en la democracia tras su derrota
frente a Esparta, se produjo en Atenas una revuelta política, que instauró un nuevo gobierno: el
régimen de los Treinta Tiranos. En este nuevo régimen estaban sus tíos Cármides y Critias, que
invitaron al joven Platón a participar con ellos en el gobierno de la ciudad. Platón se mostró reservado
y, después, tras la violencia desatada por este régimen, se mostró francamente decepcionado. La caída
posterior de la Tiranía de los Treinta renovó sus esperanzas de intervenir directamente en la política
ateniense, pero pronto volvieron a truncarse, al comprobar cómo la restaurada democracia llevó a su
maestro y amigo Sócrates a los tribunales de justicia, condenándole además a muerte.
Después de estos hechos, en Platón quedó marcada para siempre una profunda convicción que
inspirará toda su obra, y en la que se unen la vocación política y la vocación filosófica.
Tras la muerte de Sócrates, Platón se refugia en Megara. Más tarde, viaja a Egipto y al sur de
Italia, donde entra en contacto con las que serán su segunda gran influencia filosófica: las doctrinas
pitagóricas y órficas.
En el año 388 a. C. comienza en Sicilia su relación con Dión, cuñado de Dionisio I, tirano de
Siracusa. El sueño de Dión era que Platón hiciese de su cuñado un gobernante filósofo de acuerdo con
su teoría política, y, de nuevo, nuestro autor ve una excelente oportunidad para poner en práctica sus
ideales políticos. Pero esta tarea acabó fracasando porque Dionisio I no tenía ni las cualidades ni la
suficiente paciencia como para adecuarse a las enseñanzas de Platón; de ahí que lo desterrara,
ordenando que fuese mandado a Egipto para ser vendido como un esclavo. Parece ser que la fortuna
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permitió que Platón fuese reconocido por otro discípulo de Sócrates el cual pagó su rescate y le
permitió volver a ser un hombre libre.
Así pues, Platón regresa a Atenas y funda la Academia, que se constituyó en un centro cultural
de primer orden, reuniendo a un grupo de discípulos provenientes de diferentes puntos de Grecia, entre
los cuales llegará a estar Aristóteles. Allí, Platón trató de formar una escuela siguiendo el modelo de
los pitagóricos, en cuyo frontón de la entrada se leía: “no traspasará esta puerta quien no sepa
matemáticas”. Dentro, discípulos y maestros convivían amistosamente dialogando y buscando la
verdad, tal y como el propio Platón aprendiera de Sócrates y refleja así mismo en su obra escrita: los
diálogos. Esta institución educativa tenía además, para Platón, el claro objetivo de formar y educar a la
futura elite dirigente de Atenas, es decir, su “sueño político” nunca le abandonó del todo.
De hecho, viaja por segunda vez a Siracusa tras la muerte de Dionisio I ( 367 a.C.). Su amigo
Dión tiene fundadas esperanzas de que su sobrino y futuro gobernante, Dionisio II, sea más receptivo a
las enseñanzas platónicas. Pero, de nuevo, tal tarea fracasa por la escasa predisposición de Dionisio II
para encarnar el ideal político del rey-filósofo. Platón regresa, desengañado otra vez, a Atenas,
prosiguiendo en la Academia su labor educativa y revisando su propio pensamiento filosófico. Aún una
última vez, y ya con 66 años, Platón volvió de nuevo a Siracusa con idénticos objetivos a los de las dos
veces anteriores, volviendo a cosechar otro rotundo fracaso. Desde ese momento, la vida de Platón
transcurrirá en Atenas, centrándose por completo en la Academia hasta su muerte, con
aproximadamente 80 años, en el año 347 a. C.
Platón es un gran escritor, tal vez el más brillante de toda la filosofía griega, pues su estilo es
claro, y tiene, en muchas ocasiones, un alto valor literario. No deja de ser curioso que exponga, no sólo
su pensamiento, sino también el de sus oponentes, trasmitiéndonos así un completo y variado retrato
intelectual de su época. Otro hecho destacable es que la escritura de Platón parece intentar ser un
reflejo, lo más fiel posible, de los debates y discusiones orales, en los que el pensamiento parece estar
gestándose a través de las aportaciones de los diferentes interlocutores.
Por ello, la mayoría de sus obras están redactadas en forma de diálogos, en los que también
intercala numerosos ejemplos y mitos para intentar hacer más sencilla y didáctica la exposición de su
obra. Y es que no podemos olvidar que Platón quería que su pensamiento se comprendiera y divulgara,
pues estaba firmemente convencido de que éste era el único modo de educar en la verdad al pueblo
ateniense. Ahora bien, eso no quiere decir que no existan, también, en sus obras pasajes oscuros y
complicados, sobre todo aquéllos en los que el propio Platón revisa sus ideas o en los que expone los
temas más abstractos de su pensamiento.
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El personaje central de ellos es Sócrates y, en torno a él, aparecen personajes reconocibles de
su tiempo: sofistas, filósofos, amigos y parientes de Platón, etc. Sólo en los primeros diálogos se refleja
fielmente el pensamiento que se supone que sostenía Sócrates. En los diálogos posteriores, aunque siga
apareciendo la figura de Sócrates, en realidad el pensamiento que expone Sócrates en ellos no era otro
que el del propio Platón.
Cada diálogo se centra en un tema de investigación, normalmente una virtud o una idea; pero en
casi todos ellos aparecen los temas centrales de su filosofía: su concepción del hombre, de la sociedad,
de la realidad, su teoría del conocimiento, etc. Entre diálogos y cartas nos han llegado 36 obras de
Platón, que , tradicionalmente, se ordenan de acuerdo con la siguiente clasificación:
a) Diálogos de juventud (393-389): En ellos es fiel a los temas y las doctrinas socráticas:
disputas sobre conceptos éticos, virtud y conocimiento. Los más importantes son: Apología de
Sócrates, Critón, Protágoras.
c) Diálogos de madurez (385-370): Son los fundamentales pues presenta en ellos una
concepción completa de su teoría de las Ideas, trasfondo para entender todos sus temas. Ofrece una
teoría de la Polis ideal (la primera utopía). Expone los mitos más importantes y elaborados. Los más
destacables son: El Banquete, Felón, La República, Fedro.
d) Diálogos críticos y época de vejez (369-362): Su estilo se vuelve más seco y más difícil, se
centra en problemas lógicos vinculados a su teoría de las Ideas. Aborda cuestiones de cosmología y de
historia. Se manifiestan claramente las influencias pitagóricas: Parménides, Timeo, Critias, Las Leyes.
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