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LA CREACION DE LA MUJER .

Genesis 2:21-22
Como explicamos la vez pasada, el hombre a diferencia de los animales, en un
comienzo fue creado solo, sin su par femenino. Cuando el hombre conoce a los
animales se da cuenta de dos cosas: 1. Que él no tiene una pareja, como todos los
animales . 2. Y que él es un ser diferente, con inteligencia. Y que por lo tanto, la
pareja que necesita (y según los Sabios: “por la cual el hombre reza”) todavía no
existe. Entonces el Creador (según los Sabios: por pedido del hombre) diseña a
la mujer. La creación de la mujer está relatada en dos pesuquim (versículos) ,
Bereshit (Génesis) 2: 21-22:

(2:21)“Entonces HaShem hizo que el hombre cayera en un profundo sueño


y mientras dormía tomó una de sus costillas, y luego cerró la herida.
(2:22) De la costilla que le había quitado al hombre, HaShem diseño a la
mujer y se la trajo al hombre. “

Vale la pena compartir ls idea que el comentarista Radaq (Ribbí David Quimji,
1160–1235) dice sobre este versículo.

ANESTESIA GENERAL
Radaq explica que en hebreo hay varias palabras para describir los niveles del
dormir, como adormecimiento, sopor, sueño, etc. La palabra hebrea “tardemá”,
utilizada en este versículo, expresa el nivel más profundo del sueño. La palabra
«tardemá» , que hoy en día es correctamente utilizada en hebreo moderno para
describir anestesia (hardamá), indica un estado de inconsciencia que se podría
comparar con un trance o un estado hipnótico, donde el sistema nervioso central
no responde al dolor. De acuerdo a Radaq, hay dos razones por las cuales
HaShem hizo dormir a Adam. 1. Obviamente para que no sufriera dolor cuando su
costilla es extraída de su cuerpo. Radaq explica que Adam recién despertó
cuando el dolor desapareció. 2. Para que Adam no viera el proceso “quirúrgico”
de la creación de la mujer. Ver el proceso de la creación de la mujer podría haber
producido en Adam una sensación de verticalidad hacia la mujer; o le hubiera le
hubiera causado rechazo, al asociar a la mujer con el dolor o con algo que nos
grato para la vista. Y así , como veremos en el proximo pasuq (2:23), cuando el
hombre despierta y descubre a la mujer, queda fascinado con ella.

MAXIMIZAR MILAGROS o MINIMIZAR MILAGROS.

Dese los tiempos de la Mishná, hasta nuestros días, encontramos en la literatura


rabínica dos tradiciones opuestas en cuanto a intervención divina en la Biblia,
cuando ésta no es explícita. . Una tradición, sostenida fundamentalmente por
Ribbí Aquibá y sus discípulos, maximiza milagros e intervención divina. Rabbi
Ishmael (contemporáneo de Ribbí Aquibá) por el otro lado, minimiza la
intervención divina cuando ésta no es explicita y absolutamente necesaria.
Ejemplo: Ribbí Aquibá sostiene que las Sukkot que HaShem dispuso en el desierto
eran milagrosas nubes que envolvían al pueblo de Israel por todos los costados
(anané kabod). Ribbí Ishmael, por el otro lado, dice que eran en realidad
simplemente cabañas (sukkot mamash) . En general Radaq, Maimónides y por lo
general los comentaristas bíblicos que explica la Torá desde una perspectiva
lingüística, siguen esta tradición. Los rabinos como Rashí y especialmente
Rambán (Najmanides) que comentan la Torá desde una perspectiva Agádica
(Rashí) o mística (Rambán) siguen la tradición de Ribbí Aquibá.

Ahora podemos comprender mejor lo que dice Radaq respecto a esta acción
divina: HaShem “adormeció” al hombre, lo cual es posible hacer por métodos
naturales, y no extrajo su costilla de una manera “sobrenatural” para que
milagrosamente no sintiera dolor, ya que “el Creador no interviene de una
manera milagrosa cuando puede ser realizado por Él de una manera natural”.
(‫ והפלת התרדימה אינה מופת וחדוש‬,‫ל מופת במקום שאין צריך מופת‬-‫) דע שלא יעשה הא‬

DE SU CARNE Y HUESO

Finalmente, veamos la parte más profunda de este pasuq .

La costilla, en primer lugar, no era solamente el hueso sino también la carne del
hombre. Eva fue creada más o menos, de su carne y hueso, como si fuera un clon
de Adam. Mientras que los animales fueron creados de la misma fuente, y el
macho siente por la hembra una atracción fundamentalmente hormonal, el
hombre y la mujer (exclusivamente!) comparten o son parte, por así decirlo, de un
mismo cuerpo. El hombre lleva una “herida” que es también una pérdida, que es
invisible pero permanente. El hombre no puede sentirse completo sin la mujer.
Le falta algo que sólo lo puede alcanzar con la mujer. En la Torá la atracción del
hombre por la mujer comienza por su necesidad de llenar un enorme vacío, y
alcanzar su propia plenitud.

Vemos por lo tanto que antes de que la sexualidad se ponga de manifiesto, el


hombre y la mujer tiene una base de atracción “emocional”, “profundamente
sicológica”, y no solo hormonal.

NO ES BUENO QUE EL HOMBRE


ESTE SOLO . Genesis 2:18-20
‫לא טוב היות אדם לבדו‬

“No es bueno que el hombre este solo…” Génesis 2: 18

En el segundo capítulo de Bereshit (Génesis) la Torá nos cuenta en más detalle la


creación del hombre y de la mujer. Nos explica que el Creador inicialmente creó
al hombre solo, sin la mujer, y luego, en una segunda etapa creó a la mujer.

HOMBRE y MUJER ¿QUIEN ES SUPERIOR?

Este orden en la Creación no establece ni sugiere un nivel de superioridad del


hombre. En realidad se podría argumentar todo lo contrario. 1. En el relato de la
Creación vemos una “evolución” desde lo menos sofisticado a lo más sofisticado.
Primero HaShem crea la materia: átomos. Luego con los átomos crea la atmósfera
y los continentes. Recién al final del Tercer Día de la Creación aparecen las
primeras células con la creación de las plantas. Luego, en el Quinto Día, llegan
los animales ovíparos: insectos, aves, peces, reptiles, anfibios. En el Sexto Día
HaShem crea a los mamíferos, seres que son superiores a los ovíparos (sangre
caliente, cerebro más complejo, producción de leche etc.) . Al final del Sexto Día
HaShem crea al hombre, un mamífero, pero con un elemento Divino superior: su
inteligencia. Y la mujer aparece al final. Fue la última creación Divina. Y
explicaron los Sabios que la mujer fue creada con biná yeterá, una inteligencia
superior. 2. El hombre fue creado a partir de una fuente “inferior”, el polvo de
la tierra, al igual que los mamíferos. La mujer, y solamente la mujer, fue creada
a partir de un cuerpo vivo, una fuente «superior» al polvo de la tierra.

SPECIAL DELIVERY (Creada por pedido especial)

Hay otra lección muy importante que se aprende del orden el el cual la mujer fue
creada. En Bereshit 2:18-20, el Creador le muestra al hombre los animales.
Adam, el primer hombre, es invitado a designar el nombre de los animales y
reconocerlos como una categoría diferente del ser. El famoso comentarista bíblico
Radaq explica que este encuentro entre Adam y los animales le sirvió al hombre
para reconocerse a sí mismo como un ser que, a diferencia de todos los demás,
posee un elemento “divino” superior: su espíritu, su inteligencia. Además, si bien
el elemento sexual todavía no aparece en este contexto, el «género», lo masculino
y lo femenino, también es reconocido por Adam en los animales al verlos en
parejas. Y fue entonces o gracias a esto que Adam se dio cuenta que él estaba
solo. La Torá afirma que el hombre no encontró entre los animales una
“compañía” (‫)עזר‬, o sea, alguien más, de un género diferente, pero (‫“ )כנגדו‬en un
nivel similar”, alguien en su mismo nivel mental, con la posibilidad de pensar y
elegir. El encuentro con los animales le ayudó a Adam a comprender
simultáneamente su singularidad y su soledad. Quizás ésta sea la razón por la
cual HaShem no creó a la mujer al mismo tiempo que al hombre. Para que el
hombre llegue a darse cuenta por si mismo , gracias a su inteligencia Divina, que
precisa de una compañía y que esa compañía (o compañera) todavía no existe. Y
así, aún antes de que la mujer o la sexualidad existiese, el hombre ya “desee” a la
mujer.

La mujer no fue impuesta por Dios al hombre. Fue el hombre quien solicitó a
HaShem que creara a la mujer. Los rabinos del Midrash expresaron esta profunda
idea explicando que después de conocer a los animales Adam rezó (esta fue fue la
primera plegaría!) y le pidió a HaShem una compañera a su nivel.

«HOMBRE y MUJER LOS CREO»


‫ זכר‬,‫ בצלם א’ ברא אותו‬,‫האדם בצלמו‬-‫ויברא א’ את‬

‫ ברא אותם‬,‫ונקבה‬

“Y Dios creó al ser humano a Su imagen.… hombre y mujer los creó”.


Génesis 1:27

Hoy analizaremos la parte de este versículo que habla de hombre/ mujer. Dejemos
en claro que nuestra traducción es deliberadamente no-literal: el texto no dice
“hombre y mujer” sino “masculino y femenino.”

Lo primero que hay que observar es que la diferenciación entre masculino y


femenino no fue mencionada en la creación de los animales. Obviamente, esto no
quiere decir que Dios no creó a los animales con diferentes sexos, sino que por
alguna razón, sólo en la Creación del hombre y de la mujer la Torá “menciona” la
condición sexual masculina y femenina.

¿Por qué?

Si bien no encontré referencias específicas sobre este tema en los comentarios


bíblicos tradicionales, quizás se pueda explicar de la siguiente manera:

CONCIENCIA y GOBIERNO
HaShem creó al ser humano a Su imagen, esto diferencia a los humanos de los
animales. Y HaShem los creó como hombre y mujer, esto distingue a los humanos,
unos de otros. La heterosexualidad, es decir, la definición del ser humano como
hombre y mujer, no aparece como algo secundario sino como una condición
ontológica. Quizás la Torá quiere subrayar que sólo los humanos, a diferencia de
otros seres vivos, tienen “conciencia” y conocimiento de su propia sexualidad y de
su género. Y por tener conciencia de su sexualidad, sólo los seres humanos son
capaces de gobernar su sexualidad.

CEREBRO MASCULINO vs CEREBRO FEMENINO

En el ser humano, a diferencia de los animales, hombre y mujer no solo se


distinguen en lo sexual y en lo físico sino también en lo mental o psicológico. La
forma de pensar, de expresar y procesar emociones, de percibir el lenguaje, de
distenderse, etc. es diferente (y a veces opuesta) entre el hombre y la mujer. (Este
es un tema interesantísimo pero demasiado complejo como para ser tratado en un
solo email. El lector que quiera saber más al respecto puede leer lo que escribió
el neurocirujano de Cambridge, Simone Baron Cohen en su libro: “The essential
difference” ). Creo que esta explicación es consistente con el principio del pasuq
que se refiere a la “imagen de Dios en el hombre”. Esta “imagen” no apunta a un
parecido físico entre hombre y Dios ‫ ח«ו‬sino que se refiere al alma, al
pensamiento, a la libertad de elección, etc. Aquí también, por lo tanto, podríamos
suponer que esta diferenciación va mas allá de los físico y hasta de lo
estrictamente sexual. Es como si este pasuq estuviera afirmando que HaShem
creo dos “especies” humanas: hombre y mujer.

¿CUANTAS RAZAS HAY?

Hay algo observar en este Pasuq también lo que la Torá NO dice. En los libros de
historia comunes, escritos por las civilizaciones paganas de la antigüedad, los
textos que se refieren a la creación de la humanidad siempre resaltan el aspecto
nacional. Los dioses paganos crean más de una especie humana: por ejemplo, los
sumerios, los egipcios o los babilonios, que siempre son superiores , y el resto del
mundo. En la Torá, cuando HaShem crea al hombre no dice que Dios creo a los
Israelitas y al resto del mundo. No se habla de blancos y negros, de esclavos y
señores, ni de los hijos de la luz y los hijos de la oscuridad, como aparece en los
mitos paganos de la Creación. La Torá, el único libro de autoría divina, no
menciona la creación de razas. La Tora sólo registra 2 tipos de humanos, como si
se tratar de dos “especies”: hombre y mujer.

PLENITUD

Otro elemento destacable es que en hebreo cuando la Torá nombra al ser humano
lo hace con el articulo definido “el” (‫)ה‬.
ַ Este artículo no está aquí para diferenciar
entre masculino y femenino (en hebreo el articulo definido es siempre neutro)
sino para destacar que no se trata de «Adam», el hombre, sino de «ADAM», el ser
humano. En otras palabras, este pasuq dice que HaShem creó a ADAM como
masculino y femenino. Los Rabinos explicaron que el hombre o la mujer por sí
mismos, sólo se consideran la mitad de un ser humano. La palabra ADAM (en
oposición al nombre Adam) significa: hombre + mujer. Por eso en hebreo bíblico y
moderno “ser humano” se dice BEN ADAM, que significa: hijo del hombre y de la
mujer. En el judaísmo el celibato voluntario no es un ideal religioso sino todo lo
contrario: se considera una grave transgression. Este versículo nos enseña que
para la Torá en el sociedad humana, a diferencia del reino animal, la plenitud del
ser humano sólo se alcanza cuando hombre y mujer se unen, se casan. Recién
entonces se consideran ADAM, un ser humano.
ANDROGINIA Y POLIGAMIA EN
LA TORA
‫ בצלם אלוקים ברא‬,‫האדם בצלמו‬-‫ויברא אלוקים את‬

‫ ברא אותם‬,‫ זכר ונקבה‬,‫אותו‬

“Y Dios creó al ser humano a Su imagen. A la imagen de Dios lo creó. Hombre y


mujer los creó”. Génesis 1:27

Ayer explicamos la primera parte de este versículo, “la imagen de Dios” en el ser
humano. Hoy continuaremos con la segunda de este versículo, donde la Torá
relata la creación del hombre y la mujer.Antes de analizar la parte más relevante
de este pasuq, la identidad masculina y femenina, veremos dos puntos.

1. ¿ANDROGINIA? ¿Cómo fueron creados Adam y Javá (Eva)? ¿En un único y


mismo acto de Creación o en dos actos de Creación separados? Esta pregunta
surge porque hay una aparente contradicción entre Génesis capítulo 1 y Génesis
capitulo 2. En el capítulo 1 pareciera que se trata de un solo acto. Lo que llevó a
los rabinos del Midrash a suponer que Adam y Eva fueron creados inicialmente
como un ser andrógino, hombre y mujer simultáneamente, hasta que el Creador
los separó según sus sexos, como dice en el capitulo 2.

El comentarista más famoso de la Torá, Rashí (1040-1105) menciona este


Midrash, pero inmediatamente aclara que el sentido literal del texto peshat es
otro. El Midrash, según Rashí, relata una idea que no debe ser tomada como la
interpretación literal del texto. La lectura literal es que en el capitulo 1, la Torá
sólo describe “cuándo” fueron creados el hombre y la mujer y en la capitulo 2 nos
describe “cómo” fueron creados. En el capitulo 2, la creación de los dos primeros
humanos está escrita con mayor detalle: cómo fue el orden de la creación del
hombre y de la mujer, si fueron o no creados de la misma materia prima, cómo
HaShem los dividió, etc.

2. POLIGAMIA. Ahora que comprendimos que el hombre y la mujer fueron


creados separadamente, quisiera que pongamos atención, como se debe hacer
cuando uno lee la Torá, a lo que el texto NO dice. La Torá podría haber dicho
que el primer hombre fue creado con varias mujeres. La poligamia no era la
excepción en muchas civilizaciones de la antigüedad, sino la regla. Vemos sin
embargo que el texto Bíblico nos indica que HaShem concibió al hombre y a la
mujer en una relación monógama: un hombre y una mujer.

La poligamia está mencionada en la Torá y en el Tanaj. Pero nunca como el ideal


sino como la excepción. En el caso de Abraham, por ejemplo, Abraham toma una
segunda esposa Hagar, porque Sará no podia tener hijos.

En los tiempos Bíblicos la poligamia era aceptada en el pueblo judío como regla
sólo en el caso de los Monarcas (aunque de manera limitada, ‫וְ ל ֹא יַ ְר ֶבּה לּוֹ נָ ִשׁים‬,
Debarim 17:17). Ya que los reyes tenían que asegurarse que su descendencia
fuera lo más numerosa posible, y asegurar así la continuidad de su dinastía. La
mortalidad infantil era más común y también era esperable que pueblos o bandos
rivales trataran de matar a los hijos del rey.

En el período rabínico la poligamia no se practicaba más allá de casos


relacionados con la fertilidad; la trágica muerte del marido antes de tener hijos
(levirato) u otras situaciones especiales.

Alrededor del año 1000 de la era común el Rab Guershón Meor haGolá (960
-1040) de la ciudad de Metz, Francia, cerca de Alemania, estableció un JEREM,
excomulgación, para aquellos que practicasen la poligamia. Desde ese periodo la
poligamia fue definitivamente excluida entre los judíos Ashkenazim. Los
Sefaradim, que vivían predominantemente entre musulmanes, para quienes la
poligamia es común hasta el día de hoy, no se sometieron a la ley establecida por
Rabenu Gershón. Sin embargo en la mayoría de las comunidades Sefaradíes se
incluía en la Ketubá, contrato matrimonial, una cláusula que prohibía al esposo
casarse con una segunda mujer sin el consentimiento de la primera. Esto hacia
que la práctica de la poligamia cayera prácticamente en desuso, también entre
lose Sefaradim y solo se llevara a cabo en casos de fuerza mayor (infertilidad,
enfermedad, etc).

En síntesis, vemos que para la Torá el ideal Divino es la monogamia, un hombre y


una sola mujer. La poligamia, si bien permitida, era la excepción.

NES MOUSSAN
He recibido esta semana el siguiente texto de mi amigo, el Sr. Morris Arkin,
experto en historia y tradición de los judíos de Siria, donde explica por qué los
judíos de Aleppo observan el 13 de Siván como NES MOUSSAN.

«Abraham Ades (Antebi) de Bene Beraq, Israel, tiene un manuscrito de la


colección del Rab Moshe Sittehon (Aleppo 1797-1878) contando la historia de Nes
Moussán. Esto es lo que dice el antiguo texto.

En Alepo los judíos vivían entre musulmanes y cristianos. El 12 de Siván de 1853,


Shabbat a la tarde antes del anochecer, una mujer cristiana vino con dos hombres
a la casa de un hombre judío llamado Moshe Moussán. La mujer le gritó a este
hombre y lo acusó: «¿Dónde está mi hijo? ¡Ayer estaba jugando con tu hijo Yitsjaq
y ahora mi hijo ha desaparecido! »

La mujer acusó a los judíos de asesinar a su hijo, alegando que los judíos habían
hecho lo mismo a otros niños en el pasado, en Damasco y en otros lugares. Estas
denuncias llamadas «libelos de sangre» eran acusaciones obviamente falsas,
supersticiosas y maliciosas contra los judíos, alegando que sacrificaban niños
cristianos cerca de la festividad de Pésaj para amasar con su sangre las matsot.
Luego la mujer llamó a las autoridades musulmanas locales y el niño Yitsjaq
Moussán fue puesto en la cárcel. El incidente fue denunciado a las autoridades
turcas, declarando que es imposible vivir en la misma ciudad con los judíos
debido a su práctica común de matar niños cristianos (sic!). Moshe Moussán fue
convocado para aparecer en la corte. Pero como tenía miedo, se escondió. Los
judíos estaban muy asustados por el problema que estaba a punto de ocurrir, que
podíia poner en peligro sus vidas.

Pero en la mañana siguiente (el 13 de Sivan) un señor protestante informó que


esa señora estaba ocultando al niño para vilipendiar a los judíos. Algunos
miembros de la comunidad judíos fueron enviados a la casa de esa mujer.
Tomaron por la fuerza la llave de un patio interior, abrieron la puerta y buscaron
allí. En una habitación dentro de una habitación encontraron ropa sucia. Bajo la
ropa vieron lo que parecía ser cabello. Sacaron la ropa y encontraron al niño. El
niño fue llevado a las autoridades musulmanas y obtuvieron una confesión sobre
el complot planeado contra los judíos.

Los Rabinos de Jalab declararon que el 13 de Siván debía ser recordado cada año
como un día de gratitud a HaShem en memoria de su salvación, mediante la
eliminación de los Tajanunim, las oaraciones confesionales no deben ser dichas.

LA IMAGEN DIVINA EN LA
CREACION DEL HOMBRE
Continuando con nuestra exposición de “Sexualidad y Judaísmo”, comenzaremos
a analizar hoy el texto que trata de la creación del ser humano. Génesis 1:27 “Y
Dios creó al ser humano a Su imagen.… hombre y mujer los creó”

Hay dos conceptos que definen en este pasuq (versículo) las características
fundamentales del ser humano.

1. Haber sido creado “a imagen” de Dios.

2. Haber sido creado como hombre y mujer.

Comencemos por el primer punto. Hay una gran riqueza de interpretaciones


respecto a qué significa “la imagen de Dios” (‫)צלם אלוקים‬. Sin embargo, a pesar
de la variedad de opiniones, hay 2 elementos en los que casi todas las
interpretaciones rabínicas coinciden.

(a). No se trata de una imagen o semejanza física, ya que Dios no tiene cuerpo o
materialidad. La imagen Divina apunta a un elemento espiritual o intelectual que
hace al ser humano semejante a Dios.

(b). La Creación del hombre esta aquí narrada en el contexto de la creación de


otros seres vivos. La “imagen Divina” en el hombre aparece en oposición a la
ausencia de esa imagen Divina en los animales. Es como si el texto dijera: “A
diferencia de los animales, el ser humano fuer creado a imagen de Dios. “

Veamos las diferentes interpretaciones, que pueden ser vistas como


complementarias.

DISEÑO: Para Rashí, la imagen Divina en el hombre debe ser entendida como el
sello del Creador en el hombre ( ‫)דיוקן יוצרו‬. En otras palabras, cuando vemos el
cuerpo y especialmente la inteligencia humana, vemos un reflejo del Creador. El
ser humano lleva un sello invisible, “Diseño Divino”, que revela a su Creador.

INMORTALIDAD: Para Eben Ezra la imagen Divina se refiere al alma humana,


que a diferencia de todas las otras creaciones terrenales, es inmortal.

LIBRE ALBEDRIO: Para Maimonides y otros rabinos como el Meshej Jojmá, la


imagen Divina es la capacidad intelectual del ser humano es su posibilidad de
pensar lingüísticamente. “Pensar” le permite al hombre, entre otras cosas, tener
conciencia de sí mismo y concebir la existencia de Dios. A diferencia de los seres
humanos, los animales no piensan. Los animales perciben imágenes, estímulos o
sensaciones asociadas a la supervivencia y a la procreación y reaccionan. Al no
tener conciencia de sí mismos y de entender lo que les sucede no pueden
controlar esta reacción. El hombre, gracias a su capacidad racional, si bien está
expuesto a estímulos externos similares, puede crear un espacio entre el estímulo
y la respuesta a este estímulo. Este espacio, es lo que llamamos “libre albedrío”,
y sólo es posible gracias a la capacidad de “pensar”.

La paradoja de la creación del hombre, su lugar entre lo animal y lo Divino, fue


analizada por los Jajamim del Midrash. Por una lado, dijeron, el hombre ha sido
creado con los mimos elementos que los otros seres inferiores (tajtonim). Es
decir, su cuerpo, sus instintos y sus estímulos son terrenales y mundanos. Por
otro lado, el ser humano fue dotado de un elemento “superior” (min ha‘eliyonim),
algo “Divino” que le permite reaccionar de una forma elevada, y controlar a esos
impulsos “inferiores”.

La sexualidad es una buena ilustración. Si no ejercemos el dominio de nuestros


apetitos y nos dejamos llevar por ellos; si no creamos un espacio para la
intervención de lo Divino entre el estímulo y la reacción al estimulo, renunciamos
a nuestra capacidad Divinidad interior (neshamá), y a nuestra guía Divina (la
Torá) y nos convertimos en un elemento más del reino animal.

Nótese que a diferencia de otras religiones, el judaísmo no ve como un ideal


renunciar a la sexualidad. La Torá le enseña al hombre a educar a sus impulsos.
A esta “educación” se la conoce en la Torá como Quedushá, una palabra hebrea
muy importante que suele traducirse como “santidad”. La Quedushá se pone de
manifiesto cuando la imagen Divina en el hombre es el elemento dominante.
Ejerciendo nuestro libre albedrío y teniendo como guía a la Torá, determinamos
cuándo, cómo y en qué medida satisfacemos nuestros impulsos terrenales.
Cuando el hombre encamina a través de lo Divino a sus impulsos inferiores, el
resultado de esos impulsos, en el caso de la sexualidad: la generación de la vida,
deja de ser un acto natural y se transforma en un acto Divino.

(Continuará…)
Introducción al libro «CREACIÓN»
en castellano
Todo aquel que haya leído los primeros versículos de la Torá, sabe que esas pocas
palabras que explican cómo Dios llevó esta realidad a la existencia son
fascinantemente profundas, sugestivamente crípticas, y se relacionan con
preguntas que de manera innata nos atrapan: cómo fue creado nuestro mundo. La
pregunta sobre el origen de nuestra existencia, del planeta al que llamamos
«nuestra casa» y del universo con el que estamos familiarizados, es un
interrogante que siempre ha atraído a los seres humanos de todas las épocas, de
todas las clases sociales y a lo largo de toda la historia. Pareciera que Dios adaptó
el cerebro humano de tal modo que por naturaleza nos vemos impulsados a
cuestionar los orígenes de todo aquello que conocemos.

No hay otras palabras que hayan fomentado un mayor debate, ninguna otra frase
que haya generado un discurso más inteligente, y ningún otro fragmento que
haya suscitado tanta curiosidad como el relato bíblico del Génesis – el principio
del universo.

El objetivo de este libro es analizar los primeros tres versículos de la Torá. En


particular, la idea de creación ex nihilo (desde la nada) y los actos que llevó a
cabo el Creador para preparar el planeta Tierra para sustentar la vida.

He dedicado tres capítulos a cada uno de estos tres versículos. Esto podrá
parecerle excesivo al lector novato; sin embargo, quien ya ha avanzado en
el estudio de la Torá sabe muy bien que un simple libro jamás constituirá una
investigación exhaustiva de estos versículos. La Torá es como un mar profundo,
rico en tesoros de sabiduría que yacen completamente ocultos hasta que uno se
atreve a zambullirse en el agua. La mayoría de nosotros, entre los que me incluyo,
apenas nos acercamos a la superficie del mar y logramos recoger algunos
caracoles de la orilla. Isaac Newton fue quien mejor lo expresó: “Soy como un
niño que juega en la playa, mientras que el gran océano de la verdad se extiende
inexplorado ante mí”.

Tomemos como ejemplo de estas limitaciones otras área del saber humano,
digamos, astronomía. No sería realista pretender que podamos comprender en
una sola generación todo lo que hay para aprender en el campo de astronomía. El
astrónomo tan solo articula la mejor explicación que es capaz de elaborar, dados
sus conocimientos actuales y los límites de su herramienta principal: el
telescopio. Del mismo modo, en el ámbito de la Torá, siempre se podrá ver más, o
mejor. En lo que al estudio de la Torá respecta, se trata de una búsqueda eterna
del conocimiento que está en constante evolución. En cada generación, toda
persona que se empeñe en el estudio de la Torá, cuenta con el potencial para
descubrir nuevos niveles de este Libro Infinito. Es cierto que
nuestro conocimiento de Torá, nuestra inteligencia y nuestras capacidades
cognitivas son insignificantes al compararlas con las de los Sabios del Talmud. En
términos intelectuales, ellos eran como gigantes y nosotros como enanos. Jamás
podríamos ver tan lejos como aquellos gigantes lo hicieron– salvo cuando
decidimos subir sobre sus hombros. De esa manera seremos capaces de percibir
tanto como ellos, o incluso más, en especial si estamos provistos de nuevas
herramientas para realizar descubrimientos. Una de esas herramientas es la
ciencia moderna.

Considera lo siguiente. Hace cuatro mil años, Dios bendijo a nuestro antepasado
Abraham, y le garantizó que sus descendientes serían tan numerosos como los
granos de arena en la orilla del mar y como las estrellas en el cielo. Esa
comparación bíblica supuestamente desproporcionada de arena con
estrellas podrá haber parecido desconcertante a los lectores y estudiosos de la
Torá durante milenios. ¿Por qué? Porque hay diez mil granos en apenas un
puñado de arena; millones en un metro cúbico y billones en un pequeño segmento
de la orilla. Sin embargo, hay solamente mil y pico de estrellas visibles en el cielo
más oscuro. Pasó mucho tiempo hasta se inventó el telescopio y el hombre fue
capaz de adentrarse en el espacio profundo. Las estrellas pasaron de ser mil a ser
millones, y luego billones. Por fin, en 1980, logramos comprender la precisión y la
sofisticación de la bendición que Dios lo dio a Abraham, cuando Carl Sagan,
probablemente sin percatarse de su contribución a la exégesis bíblica, declaró
que la cantidad total de estrellas en el universo es similar, o mayor, a la cantidad
de todos los granos de arena de todas las playas del planeta Tierra.

Así, muchas perlas de sabiduría que la Torá posee pueden permanecer latentes
durante siglos, encapsuladas en palabras y frases tan avanzadas que recién
ahora, en estos días privilegiados, podemos entender.

El Rab Eliahu Ben-Amozeg, entre otros, consideró que a medida que aumenta el
entendimiento de la realidad física a nuestro alrededor crece nuestra
comprensión de la Torá – en particular en el ámbito de la Creación. El Rab Ben-
Amozeg explicó que los descubrimientos de Descartes y Newton en los campos de
física y óptica sobre la naturaleza de la luz le permitieron a él llegar a una mejor
comprensión del concepto de la luz en el texto bíblico: “A medida que se
incrementa nuestro conocimiento [científico], aumenta nuestra elucidación y
comprensión de las enseñanzas divinas [de la Torá], puesto que aquello que los
hombres desconocían, hoy en día nosotros lo sabemos.”[1]

En la actualidad tenemos la fortuna de contar con grandes herramientas, tales


como el conocimiento científico moderno, como la exclusión de la idea de
un universo eterno, o el nuevo entendimiento de la ubicación privilegiada de
nuestro planeta vis-à-vis el sol, o las teorías actuales que argumentan que la vida
surgió primero del agua, etcétera. Sin duda, podemos utilizar estas herramientas
para apreciar mejor la precisión y la extrema sofisticación del relato bíblico de la
Creación.

***

Sobre el propósito y la metodología de este libro. Muchos brillantes científicos y


eruditos bíblicos, tanto judíos como no-judíos, elaboraron excelentes tesis, obras
literarias y artículos para demostrar la armonía entre la historia bíblica de la
Creación y la ciencia moderna. Yo no soy uno de ellos. En esta obra, la ciencia se
utiliza solo en la medida que contribuye a la comprensión del texto bíblico, lo
cual es el principal objetivo de este libro.

No obstante, aunque el propósito de este trabajo no consiste en demostrar la


consonancia entre la ciencia y la historia de la Creación, a veces resulta que lo
que hoy conocemos acerca de nuestro universo físico es compatible de manera
extraordinaria con la narración de la Creación en la Torá. Como lo expresara
Jorge Luis Borges, el universo y la Biblia son dos libros escritos por el mismo
Autor. Tal vez no veamos que estas dos obras, Ciencia y Torá, sean compatibles,
porque quizás no hayamos aún descifrado la realidad definitiva de cada uno de
estos libros. Desde esta óptica, la falta de una total armonía entre estas dos obras
se debe a las carencias del lector – o de los tiempos – y no a la de los Libros.

A diferencia de otras obras que consisten en interpretaciones bíblicas alegóricas o


alusivas (remez, derash) las contribución principal de este libro deriva en su
mayor parte del campo de la semántica hebrea (peshat). Tal como el lector pronto
descubrirá, para entender estos versículos es obligatorio repasar el significado
del texto bíblico sin confiar ciegamente en las traducciones convencionales de las
Escrituras. Los dos primeros versículos, por ejemplo, fueron traducidos de formas
tan distintas que me vi obligado a reexaminarlos palabra por palabra y hacer una
distinción entre aquellas traducciones que fueron influenciadas por
elementos teológicos externos (que de alguna forma se filtraron en las
traducciones y la exégesis judaicas) y las auténtica tradición judía representada
por las explicaciones que aportaron los Sabios del Talmud y la traducción
Rabínica de la Torá al Arameo (Unquelós).

A fin de evitar leer la Torá para que ésta se adapte a lo que queremos que diga,
en lugar de leer lo que el texto realmente dice, primero se debe comprender cada
palabra el texto bíblico con precisión. Sólo después de lograr una traducción
exacta de cada término, percibiremos que los conocimientos modernos pueden
ayudarnos a elucidar aún más lo que la Torá nos señala. Un sinnúmero de
aparentes conflictos entre la ciencia y la Torá se deben exclusivamente a una
mala comprensión del hebreo bíblico y sus exquisitos matices.

El lector también debe saber que este estudio de los primeros tres versículos de
la Torá no contiene ningún material esotérico (sod). El análisis místico de la
Creación, es decir, el modo en el que el Creador llevó todo a su existencia y otros
conceptos místicos profundos, van más allá del alcance de este humilde libro.
Aquellos secretos ocultos de la Torá, aun cuando se conocen, no deben exponerse
en un libro. De acuerdo con nuestros sabios, éstos deben transmitirse en forma
oral y privada, de un maestro hacia el limitado público de un solo alumno.

Este trabajo está destinado para el lector que desea comprender qué significa
este breve texto bíblico, tres versículos, cuando las palabras se contemplan desde
la mirada de los Sabios del Talmud y los comentaristas clásicos, en especial
aquellos exégetas expertos en gramática hebrea. A fin de comprender
adecuadamente estos versículos, también hay que situarse en el contexto de la
narración bíblica de la Creación en su totalidad. Es por ello que este libro también
abordará lo que la Torá relata acerca del segundo, tercero y cuarto día de la
Creación, para lo cual deberemos analizar qué fue exactamente lo que Dios creó
en cada uno de esos días.

***
En la primera parte de este libro exploraremos las ideas que transmite el
versículo 1, en particular la noción de «Creación ex nihilo», es decir, la creación
del universo a partir de la nada, mediante la voluntad del Creador Todopoderoso.
Ésta es una creencia central del judaísmo. Analizaremos cuán capaces somos de
comprender la idea de la Creación, un acto que ningún hombre ha presenciado, y
hablaremos sobre los límites de nuestra imaginación. También veremos cuáles
son algunas de las ramificaciones de la Creación, como la repercusión que el acto
de Creación ex nihilo pudo haber tenido sobre la edad que hoy en día la ciencia
le atribuye al cosmos y a nuestro planeta. El lector también descubrirá en el
tercer capítulo de esta sección que sólo cuando la primera palabra bereshit se
traduce con total precisión, el concepto de Creación ex nihilo se entiende sin
ambigüedades.

El versículo 2 para mí resultó ser el más sorprendente y fascinante de la


narración bíblica de la Creación. Debo reconocer que recién pude comprender el
significado de este versículo mientras escribía este libro, y no antes. A menudo, el
versículo 2 es pasado por alto o salteado del todo a la hora de parafrasear el
relato de la Creación.[2] Para muchos estudiosos, quizá debido a las numerosas y
radicalmente distintas traducciones que existen, el versículo 2 fue juzgado de
manera injusta, como un paréntesis casi innecesario y superfluo entre el sublime
versículo 1 y el ilustre versículo 3.[3] Después de leer cualquier traducción
estándar, uno no puede evitar sentir que este versículo es confuso, por decirlo de
alguna manera . En él, en las traducciones, encontramos conceptos como “caos”,
un término teológico griego, “abismo”, una idea asociada a la mitología de la
Mesopotamia,[4] y en especial “el espíritu de Dios”, una término con una
connotación doctrinaria completamente ajena al judaísmo. Estas palabras tienen
muy poco sentido para la tradición judía. En este libro analizo este versículo
palabra por palabra, e intento dilucidar su significado con la ayuda de otros textos
bíblicos – en particular el Salmo 104 – y las opiniones invaluables de los Sabios
del Talmud, que aunque parezca mentira no fueron tomadas en cuenta por la
mayoría de las traducciones convencionales.

Fue necesario un tipo de aproximación distinta para abordar el versículo 3. Las


palabras de este versículo no representan un problema mayor en cuanto a su
traducción. “Y Dios dijo: ‘Hágase la luz’, y se hizo la luz,” es más o menos el
consenso universal sobre la interpretación de esta oración. No obstante,
muy pocos estudioso de la Torá se detienen a considerar con mayor profundidad a
qué clase de luz se refiere la Torá. ¿Se trata de una luz física, material,
independiente que Dios creó en el primer día? ¿Será una luz simbólica, espiritual?
¿Una metáfora? ¿O quizá se refiere a la luz del sol? Y la pregunta más importante:
¿Cómo describieron esta luz los Sabios del Talmud, los herederos y portavoces de
la tradición judía?

***

Abrir la Torá y leerla debería ser suficiente para satisfacer nuestra curiosidad
innata por encontrar respuestas acerca del origen del universo; al fin de cuentas,
los primeros versículos contienen la versión de estos hechos narrada por Dios
Mismo. Sin embargo, no es tan simple. Los primeros tres versículos de la Torá,
que consisten de apenas 103 letras, o 27 palabras, tal vez sean las frases más
conocidas de toda la Biblia hebrea, pero también las menos comprendidas. La
Torá, deliberadamente, nos revela mucho menos que lo que nos oculta; y al final
da la sensación de que uno acaba con más preguntas que respuestas.

Es por eso, querido lector, que ahora que este libro está en tus manos, si esperas
que al terminar estas páginas sabrás con absoluta certeza lo que aconteció
durante la creación del universo, este texto podrá no ser lo que estás buscando.
Sin embargo, si deseas enriquecer tu conocimiento sobre lo que la Torá quizo
revelarnos acerca de la creación del mundo, por favor, continúa leyendo.

[1] Em laMiqrá, página 4. Escrito y publicado por Eliahu Ben-Amozeg en Livorno,


Italia, 1862.

[2] Aryeh Carmell y Cyril Domb, Challenge: Torah Views on Science and Its
Problems, segunda edición. (Jerusalem: Feldheim, 1988), pág. 167.

[3] Nathan Aviezer, In the Beginning (New York: Ktav Publishing, 1997), págs.
31–33.

[4] Philip Freund, Myths of Creation (New York: Washington Square Press, 1965),
págs. 11–12.
AWESOME CREATION en
Sudafrica
AWESOME CREATION en
LONDRES
Haskama del rab Eliyahu Ben
Hayim, Shelita
AWESOME CREATION en los
diarios judíos de NY

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