La Pena Privativa de La Libertad en Córdoba, Argentina.

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La pena privativa de la libertad en Córdoba, Argentina.

¿Resocialización o
castigo?

Miskowski Carolina

Córdoba, Argentina. 28 de octubre de 2019.

Introducción

Existen en Argentina innumerables casos en los que se ha denunciado que los


Derechos Humanos de las personas privadas de su libertad son vulnerados. Ello lleva a
preguntarse si el verdadero objetivo de la pena privativa de la libertad es la resocialización
o el castigo de aquellos a quienes les es impuesta.

En este artículo se pretende investigar sobre lo que ocurre en diversos


establecimientos penitenciarios de córdoba, e indagar si se cumple o no lo establecido por
la Ley Nacional de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad (Ley N° 24.660, 1996).
A tal fin se comparará lo prescripto por la mencionada normativa con diversos
documentos que relatan hechos reales ocurridos dentro de complejos carcelarios de la
provincia de Córdoba.

La ley en cuestión dispone en su artículo primero que: “La ejecución de la pena


privativa de libertad, […] tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la
capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social,
promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad.” (Ley N° 24.660, 1996)

En contraposición con lo prescripto por la norma, los documentos de Melzer


(2018), Colazo (2019) y Job (2019) explicitan realidades que parecen evidenciar que el
objetivo real de la pena privativa de la libertad es muy disímil al establecido.

La ejecución de la pena privativa de la libertad en la teoría

La normativa reguladora (Ley N° 24.660, 1996) de este instituto legal dispone


que su finalidad es la reinserción social de las personas condenadas por delitos tipificados
en el Código Penal Argentino. A su vez, el principio de Reinserción Social, contenido en
el art. 5 del ap. 6 de la C.A.D.H., establece la obligación del Estado de “proporcionar a la
persona privada de libertad, dentro del marco del encierro carcelario, las condiciones
necesarias para un desarrollo adecuado que favorezca su integración a la vida social al
recuperar la libertad.” (AA.VV., 2018, p. 46)

La normativa argentina establece régimen de progresividad en la ejecución de


la pena, planificado en cuatro periodos, cada uno con distintas fases. El ingreso a las
diversas fases, y el avance en el régimen de progresividad, es propuesto por el organismo
técnico-criminológico, que se encarga de realizar evaluaciones respecto a la conducta del
condenado. Luego de ello, el consejo correccional, analiza la propuesta y emite un
dictamen, en base al cual, el director del establecimiento penitenciario resuelve de manera
fundada si la persona avanzará o no de fase.

El régimen comienza con el periodo de observación. En este se realiza un estudio


médico, psicológico y social de la persona, para hacer un diagnóstico y determinar a qué
establecimiento, sección y grupo debe ser destinada.

Luego comienza el periodo de tratamiento, etapa que tiene por objetivo


acrecentar la confianza depositada en el condenado, y consta de tres fases: La primera
llamada de socialización, la segunda, de consolidación y la tercera, de confianza. Aquí es
donde la persona privada de su libertad comienza a trabajar, estudiar y a desarrollar su
vida dentro del sistema penitenciario.

Posteriormente, comienza el periodo de prueba. En esta etapa, el sujeto debe ser


trasladado a un complejo semiabierto y comienza a tener derecho a salidas transitorias y
a la semilibertad. Para ingresar a este periodo, la persona debe demostrar que puede
autogobernarse y vivir en sociedad.

Finalmente, el cuarto periodo es el de la libertad condicional. En este, el


condenado obtiene una libertad supervisada.

A su vez, la norma establece textualmente en su art. 9 que “la ejecución de la


pena estará exenta de tratos crueles, inhumanos o degradantes.” Y que “quien ordene,
realice o tolere tales excesos se hará pasible de las sanciones previstas en el Código Penal,
sin perjuicio de otras que le pudieren corresponder.” (Ley N° 24.660, 1996)

Como podemos apreciar, la ejecución de las penas privativas de la libertad tiene


por objetivo la reinserción social de quienes fueren condenados, y no su castigo.
La ejecución de la pena privativa de la libertad en la realidad

La realidad intramuros de los establecimientos penitenciarios es, según lo


relatado en documentos e investigaciones realizadas por organizaciones locales e
internacionales, muy disímil al “deber ser” establecido y reglado en la Ley, y parece
perseguir otro objetivo.

Entre otras problemáticas, quienes están privados de su libertad se encuentran


hacinados y en una situación que podría llamarse tortuosa. A la falta de higiene, de una
alimentación sana, de asistencia psicológica, se suma que: “La violencia institucional por
parte de las fuerzas de seguridad y carcelarias parece ser generalizada y la impunidad
enorme.” (Melzer, 2018).

En relación al hacinamiento y sus consecuencias, Niels Melzer (2018) relata que


las celdas del E.P. N° 9 son de 3x4 metros, y en cada una hay diez reclusos que
permanecen en ellas sin baño, ni luz, o espacio para moverse. Comen en sus camas, orinan
y defecan en baldes. Solo salen durante 4 horas al día a un pasillo pequeño con un
televisor, pero no a un lugar abierto con luz natural. Todo ello genera “una sensación
general de profunda angustia y desesperación.” (Melzer, 2018)

A esta situación se suma el maltrato físico y psicológico ejercido por los agentes
penitenciarios. A quienes les está “absolutamente prohibido emplear la fuerza en el trato
con los internos” (Ley N° 24.660, 1996), pero muy por el contrario, en la realidad sucede
que:

“Una numerosa cantidad de personas alojadas en la unidad penitenciaria provincial de


Cruz del Eje informó que habían sido golpeadas duramente mientras se encontraban
encadenadas a las camas de metal durante varios días o que habían sido colocadas en
posiciones de estrés dentro de celdas de aislamiento por períodos prolongados. De
manera similar, en la cárcel de Bouwer, los internos declararon haber sido encadenados
o esposados de pies y/o manos por períodos que oscilaban entre varias horas y tres días.”
(Melzer, 2018).

La situación se agrava, dado que en los primeros cinco meses de 2019 el Servicio
Penitenciario informó oficialmente nueve muertes (Job, 2019). Según los familiares de
los fallecidos y la organización Autoconvocados Anticarcelarios de Córdoba, se trata en
su mayoría de muertes de etiología dudosa. (Colazo, 2019)
Una de ellas fue la de Luis Guevara, de 27 años, que falleció en el Hospital
Córdoba, encadenado a su cama. Él padecía toxoplasmosis, por lo que requería una dieta
y medicación específicas. Pese a su condición “le negaron la prisión domiciliaria y desde
que quedó detenido el 21 de diciembre hasta que falleció (…) no tuvo la medicación que
tomaba diariamente.” (Job, 2019).

Conclusión

Lo relatado es quizás breve para reflejar lo que viven los condenados dentro de
las cárceles provinciales. No obstante, es suficiente para afirmar que se vulneran sus
Derechos Humanos de muchas maneras, y no se cumple con la finalidad resocializadora
establecida por la Ley 24.660 y la C.A.D.H.

Resulta complejo investigar el tema tratado, dado que es escasa, y posiblemente


manipulada, la información que trasciende fuera de los muros del Sistema Penitenciario.
A su vez, la falta de interés de gran parte de la población por la vida y dignidad de aquellas
personas privadas de su libertad, dificulta en gran medida que la realidad penitenciaria se
modifique en pos de dar cumplimiento a lo normado.

Existen denuncias por a malos tratos, torturas e incluso por muertes inexplicables
ocurridas dentro del Servicio Penitenciario Provincial. El silencio por parte de las
autoridades provinciales, los medios de comunicación y la población, genera dudas
respecto a la finalidad real de la pena privativa de la libertad, que parece haberse
desvirtuado y distanciado de lo prescrito por el Congreso de la Nación Argentina,
derivando en castigar a quienes, presunta o efectivamente, incurrieron en una conducta
tipificada por el Código Penal Argentino (Ley N° 11.179, 1984).

En consecuencia, resulta necesario que las autoridades provinciales tomen


medidas tendientes a dar cumplimiento a la Ley 24.660 (1996). No sólo porque si
privamos a las personas de su libertad para castigarlas y vulnerar sus derechos humanos,
no generamos más que resentimiento, violencia y con ello un posible aumento de la tasa
de reincidencia. Sino también porque, con nuestra omisión de actuar al respecto, estamos
permitiendo que se despoje de toda dignidad a seres humanos, arruinando, aún más, vidas
ya vulnerabilizadas por nuestro sistema.
Bibliografía

Colazo, J. (16 de Abril de 2019). Crisis carcelaria en Córdoba / El lugar más atroz del
Estado punitivista. Desafíos Urbanos observatorio de conflictos sociales Córdoba.
Recuperado de: http://www.desafiosurbanos.org/crisis-carcelaria-cordoba-lugar-mas-
atroz-del-estado-punitivista/

Job M. M. (17 de mayo de 2019). Las cárceles de Córdoba bajo la lupa: muertes y
sobrepoblación. La Nueva Mañana. Recuperado de:
https://lmdiario.com.ar/noticia/148591/las-carceles-de-cordoba-bajo-la-lupa-muertes-y-
sobrepoblacion

Ley Nº 24.660, Ley Nacional de Ejecución de la Pena Privativa de la


Libertad. B. O. de la Nación, 16 de julio de 1996.

Ley N° 11.179, Código Penal de la Nación Argentina. B.O. de la Nación, 16 de enero de


1985.

AA.VV. (2014). Ejecución de la pena privativa de libertad: una mirada comparada (1.ª
ed., pp. 45-46). Madrid: Programa EUROsociAL C/ Beatriz de Bobadilla.

Melzer, N. (2018). Observaciones preliminares y recomendaciones de la Comisión


Especial de las Naciones Unidas sobre tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes. Recuperado de:
https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=22974&Lan
gID=S

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