Dedicado A Encarna
Dedicado A Encarna
Dedicado A Encarna
Fue mi primer día en aquel Juzgado. Primero de muchos que en ocasiones se harían
especialmente duros. Esa primera jornada acabé, acudiendo a un médico para que me
recetara alguna píldora con la que sobreponerme y conciliar el sueño. El sanitario, me
advirtió que con el tiempo me acostumbraría. Y Efectivamente, por increíble que hoy
me parezca, así acabó sucediendo.
Salimos como pudimos, creo que también medio bailando y prometiéndoles volver
para seguir escuchando a tan improvisado artista.
Ha habido instantes muy emotivos y que tampoco podré olvidar fácilmente. Durante
una entrevista que practicamos en una de las Residencias a que acudimos, de repente
y en mitad de las preguntas que Ella formulaba a un señor que ya sobrepasaba tos
setenta, enmudeció. Me indicó, con un ligero movimiento de cabeza que siguiera yo.
Obedecí, y tras completar el interrogatorio de rigor, salimos del Centro. Al mirarla,
puede observar cómo una lágrima resbalaba sobre su mejilla. "Me ha recordado a mi
padre". Dijo, y estuvo ausente durante unos instantes.
Quizá fue el primer momento en que tuve conciencia que también ella se emocionaba
con todo aquello. Que había casos que le llegaban hasta lo más profundo del alma. No
tanto por la complejidad que supusieran, sino por la frustración que le producía no
disponer de los recursos necesarios o del apoyo suficiente de las distintas
Administraciones. Acaso esa sensación calaría día a día y desembocó en la decisión
de dejar todo aquello y codiciar un destino donde e! trabajo nada tuviera que ver con el
trato directo de personas.
Han sido muchas las anécdotas que podríamos recordar aquí. Cómo olvidar aquella
visita donde nos esperaba atrincherado aquel hombre que disponía de diversas armas
de fuego, íbamos con varios policías pero debíamos sacarlo a la calle convenciéndole
que éramos trabajadores sociales que acudíamos allí para ver si precisaba alguna
cosa. Al reconocer el domicilio descubrimos un arsenal. O cuando nos abrió una
abuelita que le pidió la acompañara al aseo: "La chica. Que venga la chica. Ustedes
esperen en el comedor" (requirió la señora con voz temblorosa, dirigiéndose a José el
policía y a mí). Cuando safio del aseo, Encarna nos dijo que le había tenido que
ayudar a ponerse el pañal a la indefensa mujer.
Encama, Doña Encama, Encarni, en fin...como quiera que le llamara cada uno de sus
"clientes" siempre ha tenido un momento para quien ha acudido a ella con algún
problema. Ha intentado buscar una solución. Y así, ha ido atendiendo a lo largo de
estos años a iluminados que creyeron ser los nuevos mesías, madres desesperadas,
abuelos desconsolados o padres perdidos ante el drama de vidas de hijos conducidos
por la droga. Ella siempre ha estado ahí a fuerza de restarse un tiempo que sabía no
podría recuperar después con su familia. Cuántas tardes, fines de semana o días de
fiesta ha aprovechado para compensar en su despacho, a sotas o en ocasiones
incluso llevándose a sus hijos, el tiempo que había dedicado en horario laboral a todos
esos enfermos.
Por ello, y por cientos de historias que recordaré y aquellas otras que cada uno habrá
compartido contigo, es por lo que creo que Ella. Encama. No merecería un homenaje
al uso, sino más bien una beatificación y posterior canonización "Papal". Un
reconocimiento en vida por su dedicación y trabajo ejemplar. Porque de hecho será
conocida entre nosotros como NUESTRA SANTA ENCARNA DE LOS JUZGADOS DE
ELCHE.