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Pedro Saborido

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PEDRO SABORIDO

UNA HISTORIA DEL


PERONISMO
En 27 relatos, 74 reflexiones y más de 140 metáforas que pueden servir
para regocijo del simpatizante, como valiosa información para el
desconocedor o el extranjero, o también como guía práctica para que el
antiperonista pueda acabar de una vez por todas con el monstruo que desde
hace más de 70 años azota a la Argentina. Y coso.
A Marlene, Dante y Sofi.

A mis amigos.
En este libro se podrán encontrar distintos relatos que pueden o no acercarse a
una muy mínima parte de la historia del peronismo.

O de cómo es el peronismo.

Es probable que no sirva para nada y que sea criticable que no se desarrollen
algunos de los más negativos aspectos peronistas. Esto último se debe a que quizá ya hay
muchísimos libros dedicados a destrozarlo. En los últimos años, más aún. Todos saben
que el peronismo, en su generosidad, provee de lecturas tanto al peronista como al
antiperonista. De todos modos este libro, esperemos, pueda ser disfrutado desde
cualquier perspectiva.

Al término de este volumen, está a disposición un generoso adelanto del Tomo 2


de este trabajo.

Y al final, quien sienta que desconoce algún dato o ignore alguna circunstancia
que lo ayude en la comprensión de los textos se ofrece un apartado con referencias
históricas y políticas, ordenadas en forma análoga a los relatos.
INTRODUCCIÓN GENERAL

FORMAS DE EXPLICAR EL PERONISMO

Para ser músico no hay que aprender música.

Hay que ser músico.

PAUL MCCARTNEY

LA MÁQUINA DE PROCESAR URUGUAYOS PARA QUE SE HAGAN


PERONISTAS

La relación entre un sujeto (que busca entender) y un objeto de conocimiento


puede darse a través de diversas vías. Pero en el caso de un fenómeno tan complejo como
el peronismo, surge la pregunta de cuál es la vía más adecuada para transmitirlo. El
peronismo ofrece varios lugares desde donde puede ser entendido. Quien se aventure a
hacerlo podrá optar entre ellos y lograrlo, o no.

MAIL DE UN URUGUAYO A OTRO

Querido Wilson: Te cuento que estuve en Colonia. Fui a hacer un curso


que se llama «Sea uruguayo y entienda al peronismo», que es un curso para que
nosotros podamos entender al peronismo, ¿sacás? Me anoté porque cuando en
Punta del Este me encuentro con un peronista y me explica el peronismo,
entiendo una cosa. Pero resulta que después voy a Buenos Aires, me encuentro
con otro peronista y me explica otra cosa. O en realidad los dos me explican lo
mismo, y la diferencia está en el peronista que me explica, y entonces parecen
dos cosas distintas. ¿Me explico, bo?

Cuestión que me fui a Colonia. El curso se hizo en el Club Plaza Colonia.

Entramos y nos invitaron a pasar a la cancha de básquetbol. Y ahí, de


pronto, veo como una gran máquina del tamaño de cuatro containers. Dos
pegados abajo y dos pegados arriba. ¿Te haces una idea? Imaginate un
container al lado de otro. Y ahora imaginate dos, uno al lado del otro, pero
arriba. Era así, bo. Como un Ultratón gigante.

Se le veían también unos engranajes que movían unas grúas de cuatro


metros de alto, que parece que movían cosas adentro del container. Abajo, en la
punta y en el medio había una puerta. Arriba de la puerta, un cartel que decía
«Máquina procesadora de uruguayos para hacerlos peronistas».

Ese cartel me preocupó, bo.


Había una especie de azafata en la puerta. Tenía una credencial que
decía «Compañera Mirna».

—Hola, Mirna, bo —le dije

—Compañera Mirna —me corrigió sonriente.

—Hola, compañera Mirna. Bien de bien. Veo que el cartel dice que es una
máquina de hacer peronistas, pero yo no quiero hacerme peronista. Yo quiero
entenderlo nomás.

—Lo que le voy a contestar es obvio —me dijo.

Claro. Entendí que para entender al peronismo, hay que ser peronista.

Se ve que puse cara de que yo aceptaba, porque ella enseguida preguntó:

—¿Está seguro de que quiere hacerse peronista para entenderlo? Mire


que parece fácil y divertido, pero no es tan así.

—Soy uruguayo —le contesté con orgullo, dando a entenderlo todo.

La azafata peronista me abrazó emocionada. Me acarició. Y con ternura


dijo:

—Pensaba decirle que los uruguayos son como Los Beatles.

—Ah… qué bien…

—Porque son un invento de los ingleses. Es un chiste. Como invitarlo a


Buenos Aires así conoce lo que es un subte. O decirle que yo entiendo al
uruguayo, porque en una época viví en un monoambiente. Pero no haré esas
bromas. Veo que es un uruguayo orgulloso de su uruguayidad.

—Salado.

—Nosotros sabemos que ustedes nos odian. Pero nosotros los queremos
igual.

Hasta con eso se creen superiores, bo. Muy pillada la tipa.

La azafata dejó pasar el comentario y me invitó a entrar.

—Vamos. Ingrese. Usted va a ser un uruguayo que entiende al


peronismo además de ser un excelente peronista orgulloso de Artigas.
—Impecable —dije.

—Pase —me dijo Mirna

—Sí, pase —me dijo otra azafata con una credencial que decía
«Compañera Nicole». Esta no me gustó tanto.

Entré a la máquina.

Lo que ocurrió adentro fue muy imponente, bo. Aunque me acuerdo


muy poco. Creo que al principio unos tipos nos sacaron la ropa y nos dejaron
desnudos. Y nos obligaron a comer polenta cruda. Seguro que pasaron solo
unos minutos. Pero parecían años. Años en los cuales no teníamos para comer,
trabajábamos sin día libre y un montón de señoras y señores gordos pasaban y
nos miraban con asco. La máquina funcionaba muy bien, porque realmente me
sentí una mierda humana, bo. Estaba en la hoja.

De pronto apareció una gran luz.

Algo de calma y esperanza daba esa luz. Sobre todo porque dentro de la
luminosidad aparecía una mujer rubia, de rodete. Era Evita.

Al mismo tiempo, empezaron a aparecer mujeres reales, también rubias


y de rodete. Cada una de las mujeres te daba algo.

Ropa.

Comida.

Juguetes.

Libros.

Ya me sentía bien. Me sentía feliz.

Entonces, ahí, baja un gancho desde el techo. Me engancha por atrás,


como del forro del culo. Y me eleva.

Iba subiendo como entre nubes que no sé si eran de espumaplast


(telgopor) o de polifón (gomaespuma). Imponentes, bo. Muy lindas, bo. Daban
una sensación de estar subiendo a un paisaje hermoso. Sí. Era una gran pradera.
Entonces apareció un hada minúscula, una especie de Campanita de Peter Pan.
Pero esta tenía, de nuevo, la cara de Evita. Y al lado había un pequeño hado,
con una remerita que decía «Hola, soy Jamandreu. Puedes decirme Paco».
Ambos me señalaron una casita.

—Ese chalecito californiano es tuyo —me dijo el hada.

La grúa otra vez me elevó y me metió en la casa. Adentro había un gran


asado. Un montón de hombres y mujeres con mameluco cantaban y reían.

Por la ventana se asomó un gran cerdo.

—Hola. Soy el Patrón Cerdo Burgués. Vengo a pedirles que no festejen


tanto.

—No nos moleste —le dijo una mujer—, estamos divirtiéndonos y


disfrutando de la vida con el 50 por ciento del PBI que nos toca.

—¡Claro! Y mañana van a hacer huelga para obtener más, ¿no?

—Agradezca que es así. La tercera posición le perdona la vida.


Agradezca que no viene el comunismo y le saca todo, burgués explotador.

—Yo no tengo problemas, si quieren me hago cargo —dice un Lenin de


goma que aparece al lado del cerdo.

—¿Y qué tal si hablan conmigo? —dice un Bruce Willis, también de


goma, que levanta una bandera de Estados Unidos.

Muchos de los peronistas se dan vuelta y agachándose les muestran los


glúteos. Otros se ponen la mano en la entrepierna ofreciendo burlonamente sus
genitales.

—¡Tomen de acá, imperialistas de uno y otro lado del arco ideológico! —


les gritan entre risas.

Todo era alegría y felicidad. Luego, el guinche me volvió a elevar y yo


pude ver desde arriba tres generaciones de mi descendencia: estaban bien, con
salud y trabajo. Y entonces sonreí. Y me sentí peronista.

El guinche me bajó.

Y salí de la máquina.

Ahí en la cancha de básquetbol, me encuentro con Nelson, otro


uruguayo. Le cuento que gracias a lo que vi y sentí, me hice peronista. Él me
dijo que también vio lo mismo. Que la pasó muy bien. Pero que no sentía que
tenía que hacerse peronista. Y mucho menos agradecerle algo. Es más: que le
parecía demasiado lo que daba. Que no había que recibir tanto sin tanto
esfuerzo. E incluso, en el caso de él mismo, eso que recibía era menos de lo que
merecía. Y que le daban a los bichicomes (vagos o cirujas) y todo eso. Increíble:
apenas me hice peronista y ya me encontré con uno que recién se había hecho
gorila. Se ve que la misma máquina que hace peronistas también hace gorilas.
Según a quién agarre, claro. De pronto, se escucharon tiros.

—¡La cana! ¡La cana! —gritaron algunos.

La Guardia de Infantería entró al club y empezó a los palazos. Gases,


caos, balas de goma.

—¿Usted es peronista? —me preguntó un cana; y antes de que le


contestara me pegó un bastonazo en la boca.

Vi cómo se llevaban a Mirna, una de las azafatas de la puerta de la


máquina. Pero también vi a la otra, a Nicole.

—¡Ese! ¡Ese también es peronista! —gritaba Nicole marcando gente en


medio del desbande.

Como pude me puse al costado. No entendí por qué, si estábamos en


Colonia, Uruguay, había entrado la Guardia de Infantería de Argentina.

—Muy simple —me dijo un peronista mientras arrancaba una puerta


para hacer una barricada—. Esto es parte del curso.

—¡No! ¡Yo recién salí de la máquina de hacer peronistas!

—No crea. De una máquina de hacer peronistas nunca se sale.

Así que, Wilson, ligué unos cuantos palazos más y después, como pude,
me fui a Montevideo. Ahora estoy bien. Con la patrona y los gurises. También
me compré un loro para enseñarle a gritar «¡Viva Perón!» Por supuesto
aprendió y dice «¡Viva Perón, que no ni no!», porque es un loro uruguayo.

Nos vemos el martes para ir al puerto y disfrutar de una pamplona, un


choto y un medio y medio y escuchar discos de Jaime Roos, Rada y Fattoruso.
Imponente. Me voy a poner los championes.

Nota: Wilson. Por ahí ves que exagero un poco mi escritura uruguaya. Lo
hago conscientemente para no dejar ni por un momento de ser uruguayo, ahora
que soy peronista, bo. Salado.
ANÁLISIS Y REFLEXIÓN

El lector sacará sus propias y genuinas conclusiones de lo anterior. Pero


también están disponibles las siguientes, si lo desea.

CLARISA PRAGA Y DANILO ROSENDO, ANTROPÓLOGOS Y


POLITÓLOGOS, CONVERSAN:

ROSENDO

Yo creo que existen diversas formas de aprender. En el caso del


peronismo vale tanto aquel que llega por el raciocinio y la transmisión de
información. O por un lado sensorial, a través de la experiencia propia de
vivirlo. O casi lo epifánico, como le ocurrió al escritor Leopoldo Marechal
cuando se hizo peronista con solo ver las muchedumbres por las calles en el 45.

PRAGA

A mí me seca un poco las pelotas lo del peronismo como algo visceral,


emocional, pasional. Tiene mucho de esto, no lo niego. Pero también hay una
doctrina, hay un montón de cosas que Perón y otros dejaron escritas como para
que se entienda.

ROSENDO

Pero no puede negar la originalidad, y aquello que lo hace difícil de


explicar, dada su singularidad…

PRAGA

También me rompe las pelotas eso de creerse únicos. Hubo muchos


movimientos laboristas con grandes líderes.

ROSENDO

Sin embargo, para mucha gente no es fácil entenderlo.

PRAGA

Para algunos entender al peronismo es convertirse en peronista. A


muchos les ha pasado esto último. Pero el antiperonismo, como se ha dicho, no
lo entiende. Y en su lógica racional, no entender es una razón más para la
negación y el desprecio.
ROSENDO

Uy.

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