Ideas Orficas Sobre El Alma, Fransisco Molina Moreno
Ideas Orficas Sobre El Alma, Fransisco Molina Moreno
Ideas Orficas Sobre El Alma, Fransisco Molina Moreno
XXVIII
1. PROPÓSITOS
2. PLATÓN
*
Este capítulo es el resultado de una investigación realizada con beca postdoctoral de
la Comunidad de Madrid durante los años 2000-2002.
1
En el cap. 52 puede hallarse una completa discusión sobre el posible carácter órfico
de doctrinas a las que Platón alude sin especificar su origen, pero que fuentes posteriores
atribuyen a los órficos.
2
Pl. Phd. 72a y 70c (OF 428). Sin embargo, Platón no especifica el origen último del
alma, de dónde viene ésta antes de iniciar ese ciclo en el que pasa alternativamente por el
mundo de los vivos y por el Hades. Las laminillas afirman que la estirpe del alma es celes-
te, pero Platón no recoge esa idea entre sus posibles alusiones a doctrinas órficas. Agrade-
cemos la observación a Alberto Bernabé.
609
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3
Cfr. Olymp. in Phd. 10.6 y Dam. in Phd. 1.203.
4
A favor de la índole órfica de la escatología platónica, véase Guthrie, 21935, 156 ss.,
1950, 321-325; acerca de Pl. Men. 81a: Bluck, 1961, 276, y Bernabé, 1999a. Sobre la pre-
sencia de la mujer en el ritual órfico, Thphr. Char. 16.11, Plu. Cons. ux. 611D y D. L. 10.4,
así como Edmonds, 2004, 65-69. Los testimonios de Conón FGrHist 26 F 1 (XLV) y Paus.
9.30.5, que sugieren la exclusión de la mujer del ritual órfico, y el misógino OF 864, se
refieren al mito de Orfeo más que al orfismo.
5
Véase Tsantsanoglou-Parassoglou, 1987; Luppe, 1989; Merkelbach, 1989; Bernabé-
Jiménez, 2001, 267 s. (texto de las laminillas de Pelina OF 485 s., trad. ibid., 88) y 270
(texto de la laminilla de Turios OF 488, trad. ibid., 136).
6
Cfr. el texto en Casadio, 1991, 149. A favor de su carácter órfico, cfr. 136 s. Duda de que
hubiera comunidades órficas en la época de esa inscripción Nock, 1940, 301 s. (= 1972, 504).
7
Cfr. Nock, 1940, 305 (= 1972, 506 ss.) y, a favor de que se trate de un ciclo de rena-
cimientos, SEG XLI, 1991, p. 212, n. 624 y n. 887.
8
Esa identidad entre origen y destino aparece ya en Pi. Fr. 137 Maehl. (OF 444), refe-
rido a los misterios eleusinios por Clem. Al. Strom. 3.3.17, que lo ha transmitido. Sin
embargo, hay que insistir en que las almas de los vivos sólo vienen del Hades una vez ini-
ciado el ciclo de renacimientos; pero en las posibles alusiones platónicas al orfismo no se
especifica de dónde proceden las almas. Sobre los premios y castigos que puede recibir el
alma en el Hades, véase cap. 29.
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Capítulo XXVIII
9
Sobre la condición del alma durante la vida terrena, encerrada en el cuerpo como en
una prisión (Pl. Grg. 493a y Cra. 400c), véase el cap. 52, § 2. Algunos fragmentos presen-
tan el cuerpo como túnica del alma (OF 450, 469, 717.129).
10
Pi. Fr. 133 Maehl. Cfr. Bernabé, 1999a, y el cap. 49, §§ 2 y 4.
11
No entraremos aquí en los bellísimos detalles de los mitos del Fedro, que no se ates-
tiguan en los fragmentos órficos ni en otros testimonios del orfismo.
12
Nilsson, 1935, 212, y cfr. el cap. 45.
13
OF 463, cfr. cap. 24.
14
Diog. Oen. Fr. 40 Smith (OF 427).
15
Procl. in R. 2.338 Kroll (OF 338). Sobre la relación de esa idea con las doctrinas de
Empédocles (cfr. esp. 31 B 115 y 117 D.-K.), véase el cap. 47. Es sorprendente que una doc-
trina muy semejante aparezca ya en Hes. Fr. 33a M.-W.
16
Didym. Trin. 2.27, PG 39.756.4 ss. (OF 853): pavnta ga;r ajqanavtoio qeou` megavlhi
uJpΔ ajrwgh`i… a[nqrwpoi televousi sofh`i uJpo; pneuvmatoı oJrmh`i.
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17
Véase Chantraine, Dict. Étym. s. vv. qumovı, pneu`ma, yuchv, y Ernout-Meillet, 1967,
s. vv. anima / animus y spirare.
18
OF 399.4 ss. El testimonio de la laminilla órfica de Turios corresponde a OF 488.5
kuvkloãnà dΔ ejxevptan barupenqevoı ajrgalevoio. Cfr. Cumont, 1942, 109. La relación en esta
creencia entre el alma como aliento y la imagen del vuelo del alma la sugirió también Jae-
ger, 1947, 83 de la trad. esp. Es muy curioso que Arist. HA 551a 13-25 hable de unas mari-
posas llamadas yucaiv.
19
Confróntese Phdr. 250c con Cra. 400c y Grg. 493a, sobre el cuerpo-sepultura; sobre
las alas del alma, cfr. Herm. in Phdr. 133.1 ss. Couvreur.
20
Cfr. Plu.Cons.ux. 611D-F; Cic. Rep. 6.14, para el alma-ave y el cuerpo-prisión. Sobre
la idea de que la vida terrena es, en realidad, muerte, E. Poly. Fr. 638 Kannicht, citado por
Platón al inicio de un pasaje (Grg. 492e) en el que se discuten creencias escatológicas proba-
blemente órficas, examinadas en el cap. 52, § 3. Sobre el alma-ave cfr. Turcan, 1959.
21
Plu. Ser. num. vind. 565E-F (cfr. Non posse suav. viv. sec. Epic. 28, 1105D). Cfr. Ber-
nabé 1995a, 226, y, para la eterna embriaguez de los bienaventurados, Pl. R. 363cd y Plu.
Comp. Cim. et Luc. 1.2, que la reconoce explícitamente como órfica (cfr. Casadesús, 1999b).
22
Plu. de fac. orb. Lun. 943D.
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Capítulo XXVIII
caer al abismo, sino que permanecen firmes en esa esfera, reciben una
corona llamada «de las alas de la constancia». Eso no es lo mismo
que considerar que el alma tiene alas o forma de ave, pero sí puede
relacionarse con el mito del Fedro platónico, según el cual el alma,
tras perder sus alas al encarnarse, las recupera cuando vuelve al
mundo celeste23. Pero el proceso de pérdida y recuperación de las alas
o de alcanzar la corona de las alas de la constancia no se atestigua
entre los órficos, si bien parece la condición previa para que el alma
salga volando, cosa que sí se atestigua ya en el orfismo de época clá-
sica, como imagen de que el alma se libera del ciclo de reencarna-
ciones: así lo vemos en la laminilla de Turios (OF 488), y quizá en el
Papiro de Derveni, de cuyo testimonio nos ocupamos a continuación.
En efecto, en el Papiro de Derveni, col. VI 1, leemos que las
Euménides son almas, y que por eso el que se dispone a ofrecer un
sacrificio a los dioses debe hacer con un pájaro algo que el mal esta-
do de conservación de esa columna del papiro impide saber qué es.
No parece lícito suponer, en un contexto aparentemente órfico, que
hubiera que ofrecerlo en sacrificio a las Euménides o a otros dioses.
Por lo demás, no conocemos un solo testimonio de sacrificios de aves
a las Euménides24; pero hay que recordar que, según Eliano (Natura-
leza de los animales 10.33), las tórtolas que no son blancas están con-
sagradas a las Euménides y a las Moiras, lo cual podía deberse a la
creencia de que éstas son las almas y de que las almas vuelan. Por
último, es muy verosímil y sugerente la propuesta de Bernabé, según
la cual habría que dejar el pájaro en libertad, lo cual sería una repre-
sentación del alma que se libera del ciclo de las reencarnaciones25.
Parece, pues, bastante verosímil que el orfismo de época clásica
(al menos el que conoció Platón) relacionaba ya el alma con el aliento
y, quizá en consecuencia con esa asociación con el aire, la imaginaba
plásticamente con forma de ave, cuyo vuelo representaba la libera-
ción de un ciclo de reencarnaciones en el cual el alma debía pasar por
el Hades antes de volver a encarnarse. Tras esa liberación del ciclo de
reencarnaciones el alma se reuniría con los dioses y bienaventurados
en un festín interminable26.
23
Pl. Phdr. 246c y 248c (pérdida de las alas), y 251ab y 256b (recuperación).
24
Véase Bernabé, 2001a, 20, y, sobre la índole cruenta o incruenta de las ofrendas órfi-
cas, el cap. 33, § 2.1.a. Aunque el uso transitivo de quvw no sería imposible (véase Hdt.
1.216, Pi. O. 13.69, A. Ag.1417, S. El. 535), el contexto sintáctico sugiere que ojªrºnivqªeºion
no depende de quvw, como es, por otra parte, más verosímil en un contexto órfico; véase
Jiménez San Cristóbal, 2002c, 284. Fuera del contexto órfico sólo conocemos un testimo-
nio de sacrificios cruentos a las Euménides (Paus. 2.11.4),
25
Bernabé, 2001a, 20.
26
Véase el cap. 29 sobre la imagen órfica del Más Allá. Mucho después de Platón, en
una inscripción de Escandrilia, del siglo II d.C. (OF 469.2-4), el difunto dice que su parte
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3. ARISTÓTELES
Hemos visto que, entre las doctrinas órficas atestiguadas por Pla-
tón, pudo estar ya la que compara el alma con el aliento, y en el epí-
grafe anterior decíamos que a Orfeo se le atribuyó una doctrina según
la cual los seres vivos adquieren un alma al respirar, pues los vientos
arrastran las almas. El primero en mencionar esa doctrina es Aristó-
teles, y de esa mención podemos deducir que el alma, en los escritos
órficos de los que tuviera noticia el filósofo macedonio, existía con
anterioridad al cuerpo y era una entidad separada de éste27. Pero tam-
bién el mismo Aristóteles dice que, según algunos pitagóricos, el
alma son las motas que flotan en el aire, lo cual representa una ver-
sión más «materialista» de la doctrina atribuida a los órficos, que no
especifica nada sobre la substancia efectiva de la que está hecha el
alma28. Entre quienes siguen aludiendo a la doctrina órfica, Temistio
puntualiza que adquirimos el alma al empezar a respirar29.
Algunos fragmentos órficos literales expresan, en efecto, la creen-
cia en un origen aéreo del alma. OF 339.4 ss. alude a «otro (sc., “ser
vivo”)» que puede apoderarse del alma mezclada con las corrientes
del viento30. También OF 422 dice que
inmortal entrará en carne de bienaventurados, lo que representa una variante del motivo de
la reunión del alma con los bienaventurados, tras liberarse del ciclo de reencarnaciones. En
esa inscripción hallamos otras huellas de creencias órficas, cfr. OF 717.129 y cap. 59, § 4.6.
27
Arist. de An. 410b 27 (OF 421). Véase Casadio, 1991, 126, y Bernabé, 1998a, 69.
28
Arist. de An. 404a 17-8 (= Pythag. 58 B 40 D.-K.). D. L. 8.30 (= Pythag. 58 B 1a D.-
K.) atestigua otra relación pitagórica entre alma y aire: los pensamientos son vientos del
alma. Cfr. Boyancé, 1936, 84-86, y Dodds, 1951, 149 y 171, quien considera imposible dis-
tinguir entre doctrinas órficas y pitagóricas (pero cfr. el cap. 45).
29
Cfr. Them. in de An. 35.17 Heinze, Heraclit. 22 A 16 D.-K., en S. E. M. 7.129, y Pl.
Phd. 70a y 80d. Sobre el paralelo con Heráclito, cfr. Lobeck, 1829, 759 y Casadio, 1991, 126.
30
eijı o{ ken aujth;n (sc. yuchvn) a[llo ajfarpavzhi mivgdhn ajnevmoio pnoh`isin.
31
ajerv a dΔ e{lkonteı yuch;n qeivan drepovmesqa.
32
OH 38.22 pnoiai; ajevnaoi, yucotrovfoi, ajeroeidei`ı. Véase, sobre la cronología de los
himnos órficos, Ricciardelli, 2000, XXX s. y el cap. 15, § 2.
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Capítulo XXVIII
33
Véase el pasaje de Jámblico en Stob.1. 49.32 (I 366.17 Wachsmuth). Cfr., aunque en
un contexto menos «físico», Pl. Ti. 41d y Phlb. 30a. También el mismo Pitágoras (o él y sus
discípulos), según Cic. ND 1.27 y Sen. 78 habría sostenido que nuestras almas proceden del
alma del universo.
34
P. Derv. cols. XIX 1 ss., y XXIII 3; OF 31 y 492. Boyancé, 1974, 92 y 97, y Alde-
rink, 1981, 58, han relacionado esos pasajes con las doctrinas sobre el alma, de las que ahora
nos ocupamos. La expresión «Zeus, aliento de todas las cosas» (Zeu;ı pnoih; pavntwn) pudo
estar ya en la col. XVII del P. Derv. (OF 14), cfr. Bernabé, 2002a, 16. También Anaxíme-
nes y Diógenes de Apolonia consideraron que el alma humana es de naturaleza aérea y que
el mundo entero está regido por un principio divino de esa misma índole; cfr. cap. 48, §§
4 y 9.
35
Véase Bernabé, 1998a, 69.
615
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36
Véase Bernabé, 1998a, 70.
37
E. Hipp. 953 s. y Pl. R. 364e.
38
OF 436, citado por Vett. Val. 317.19 Pingree.
39
Cfr. Il. 8.556, 14.288, y 16.371; Archil. Fr. 28 Adrados y Nonn. D. 25.395. Sin embar-
go, no puede hablarse de una identificación estable entre cielo y éter en Homero: el oujranovı
está por encima del aijqhvr en Il. 2.458; cfr. Sapph. Fr. 1.11-12 Voigt. El éter es la región más
elevada del cielo en Il. 15.192 y 16.365; cfr. Arist. Cael. 270b 22, y Cic. ND 2.101 y 117.
40
Pl. Phd. 109b; cfr. 111ab y antes E. Io 1147. Véase luego Cic. ND 2.42 y 117. Oca-
sionalmente se identificaron éter y cielo (Cic. ND 2.41, Lucr. 1.250 y Verg. G. 2.325); pero
cfr. Chrysipp. Fr. 555 Arnim.
41
Véase Bernabé-Jiménez, 2001, 258-267, y la traducción del texto de esas laminillas
en 25-28. En este contexto, podemos situar el pasaje de Pl. Ti. 90a, en el que se pone en el
cielo el origen del alma.
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Capítulo XXVIII
42
Emp. B 71 D.-K. (60 Wright) y 31 B 100.5 y 7 D.-K. (91 Wright) identifica éter y aire;
pero el pasaje plantea problemas textuales (véase Burnet, 1930, 219 y 228-229). No obstante,
los antiguos no siempre identificaron éter y aire: cfr. Ps.-Pl. Epin. 981c, y Ps.-Arist. Mu. 392a 5.
43
Según Ar. Did. Fr. 39.4 (Dox. Gr. p. 471, 11-16 Diels), que a su vez procede de Eus. PE
15.20.4 = Chrysipp. Fr. 821 Arnim (SVF II 225.18), cfr. Cleanth. Fr. 495 Arnim (SVF I 111.6-8).
44
Es dudoso que los estoicos identificaran éter y aire, a pesar de Chrysipp. Fr. 821
Arnim; cfr., contra esa identificación, Chrysipp. Fr. 580 Arnim.
45
D. L. 7.143 = Chrysipp. Fr. 633 Arnim.
46
Éter como origen de todas las cosas: Chrysipp. Fr. 580 y 1067 Arnim; principio rec-
tor del universo: Chrysipp. Frr. 642 y 1061 Arnim; identificado con Zeus: Chrysipp. Fr.
1077 Arnim. En esto último, Crisipo contaba con los antecedentes de A. Fr. 162 y 70 Radt,
y E. Fr. 941 Kannicht. El éter ya era la morada de Zeus en Il. 2.412, Hes. Op. 18, Hdt.
7.8.38, E. Mel. Fr. 487 y Frr. 877 y 985 Kannicht. La identificación entre Zeus y el éter rea-
parece, p. e., en OF 414). Otros testimonios identifican el éter con la divinidad, en general
(S. OT 866, Cic. ND 1.36 y 37).
47
Éstos, a su vez, contaban con el antecedente de E. Fr. 839 Kannicht y de Anaxag. 59
A 109 D.-K., que habían hablado del éter como principio de vida, así como de Ps.-Pl. Epin.
984b, que dice que el alma se compone de éter.
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como órfica por Aristóteles (origen aéreo, en Acerca del alma 410b 27)
y por las laminillas de oro (referencia a la estirpe celeste). Era fácil
seguir atribuyendo a Orfeo la nueva doctrina sobre el éter, dada la con-
fusión entre aire y éter y entre éter y cielo, y el esquema de relación entre
éter cósmico y alma individual, que coincidía con la doctrina órfica del
origen aéreo del alma, mencionada por Aristóteles. También la conside-
ración de la divinidad del alma, implícita ya en las creencias órficas
atestiguadas por Aristóteles y patente en OF 422, se conserva en estas
reelaboraciones estoicas cuando, como en el ya citado OF 426, se dice
que el alma procede de Zeus48. Por último, la doctrina que nos ocupa se
ha transmitido en verso, lo que permite pensar en un poeta órfico como
autor efectivo, antes que en un filósofo estoico. En efecto, en todo el
corpus estoico sólo encontramos en verso los poemas de Cleantes.
Hay que observar, no obstante, las diferencias entre las doctrinas que
hemos expuesto hasta ahora. La doctrina del origen aéreo del alma impli-
ca, en el plano de la escatología, una teoría de la metempsicosis que se
atribuye a Orfeo en otros testimonios; pero esa metempsicosis no impli-
ca un paso del alma humana por el aire del que procedía, sino que las úni-
cas almas que quedan flotando en el aire antes de reencarnarse son las de
los animales, mientras que las de los hombres van al Hades (OF 339).
Sin embargo, en el caso del origen etéreo los testimonios de que el alma
vuelve al éter después de la muerte no atribuyen esta última creencia a
Orfeo. En cuanto a la escatología órfica del alma, el contexto en el que
se nos ha transmitido la doctrina de su naturaleza etérea sólo nos lo ofre-
cen OF 425 y 426, que atribuyen a Orfeo la doctrina de que el alma es
inmortal, sin más detalles en cuanto a su destino post mortem. También
esa consideración de la inmortalidad del alma fue asumida por los estoi-
cos, que, como los órficos, creyeron asimismo en la reencarnación49.
48
Además, ese fragmento califica al alma de «inmortal y desconocedora de la vejez», epí-
tetos que los poemas homéricos empleaban como fórmula referida a los dioses (véase Od.
5.218, h. Ven. 214; cfr. luego Hes. Th. 277 y 305, Hellanic. Fr. 19a Caerols = 19b Fowler, Theoc.
12.18-9). También se empleó esa fórmula para los elegidos a quienes los dioses concedían la
inmortalidad (Hes. Fr. 28.25 M.-W., a propósito de Heracles; Hes. Th. 949, a propósito de
Ariadna; h. Cer. 242 y 260) y, por último, en los epitafios (Arist. Fr. 640 Rose, Ant. Lib. 27.4).
49
Cfr. Chrysipp. Fr. 807 Arnim.
50
West, 1971, 151.
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Capítulo XXVIII
Y esto sugiere igualmente que las almas nacen del agua, en lo que
Clemente de Alejandría, que transmite el fragmento órfico y el de
Heráclito, ve un plagio de Orfeo por parte del filósofo de Éfeso55.
El autor del fragmento órfico parece haber sido un seguidor de
Heráclito y del estoicismo, y habría que tomar la frase «que recorre
el éter todo» (o{lon aijqevra ajllavssousa) como expresión de una
doctrina de los seguidores de Heráclito. Esa teoría de la conversión
es típica de los estoicos, que la desarrollaron a partir del filósofo de
Éfeso. Fueron ellos quienes introdujeron el aire en el ciclo de Herá-
clito, como correlato físico del alma56, y parece que lo que hicieron
51
Citado por Clem. Al. Strom. 6.2.17.1. Schuster, 1869, 54 s. señala la relación entre
los elementos citados en ese fragmento con los que constituían el origen de todas las cosas
(fuego, agua y tierra) según la doctrina que S. E. P. 3.30 y M. 9.361 atribuye a Onomácri-
to «en los poemas órficos». Sobre Onomácrito como autor de los poemas órficos, véase el
cap. 25, § 6. Cfr. Lobeck, 1829, 948; Bernabé, 2002b, 221 s.
52
Cfr. Il. 14.201, 246 y 302, y Thal. 11 A 12 D.-K., en Arist. Metaph. 983b 6 ss., así
como el cap. 48, § 2.
53
West, 1983a, 223.
54
Heraclit. Fr. 66a Marcovich (= 22 B 36 D.-K., ~en Clem. Al. Strom. 6.2.17.2): H J ra-
klei`toı ejk touvtwn sunistavmenoı tou;ı lovgouı wJdev pwı gravfei: Ôyuch`isin qavna-
toı u{dwr genevsqai, u{dati de; qavnatoı gh`n genevsqai, ejk gh`ı de; u{dwr givnetai, ejx
u{datoı de; yuchv .j Otros fragmentos de Heráclito (22 B 21, 62 y 88 D.-K.) aluden a un
ciclo de vida y muerte y en nuestro primer epígrafe hemos podido observar que esa alter-
nancia cíclica de vida y muerte estaba en la base de la doctrina órfica sobre el origen y des-
tino del alma que puede deducirse de Platón y de las laminillas de Olbia.
55
Sobre otros fragmentos de Heráclito relacionados con esas doctrinas, y sobre las rela-
ciones entre Heráclito y el orfismo, véase el cap. 46. Sobre la actitud de Clemente cfr. cap. 62.
56
West, 1971, 150 s.
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los órficos fue colocar el alma en el puesto del aire, en el ciclo de los
elementos, de forma coherente con la doctrina del origen aéreo del
alma, que examinábamos en el segundo apartado de este capítulo. El
poeta de OF 437 interpretó, pues, el texto de Heráclito en sentido
estoico, y probablemente a ese mismo poeta pertenece OF 436, que
pone el origen del alma en el éter.
En cuanto a las implicaciones escatológicas, West dice que esa teo-
ría de la conversión cíclica de los elementos (expresada en OF 437),
en la que también el alma participa, no está enteramente de acuerdo
con la teoría de la reencarnación, en la que el alma es inmortal57.
6. CONCLUSIONES
57
OF 426 y 425; cfr. OF 339. Véase West, 1983a, 223.
620
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Capítulo XXVIII
veni. Esa imagen podría relacionarse con la doctrina del origen aéreo
del alma; pero en ninguna fuente órfica se dice que el destino de ese
vuelo del alma liberada esté en el aire o en el éter.
Por último, la reelaboración estoica también puede detectarse en
un fragmento que, a partir del modelo de conversión cíclica de los
elementos ofrecido por Heráclito, inserta el origen y destino del alma
en ese ciclo de los elementos, como un correlato del aire. En esto un
poeta órfico influido por Heráclito y por el estoicismo se mantuvo fiel
a las ideas de devenir cíclico, implícitas en los testimonios platóni-
cos, y de la naturaleza aérea, atribuida a los órficos por Aristóteles.
621
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XXIX
Alberto Bernabé
Universidad Complutense
623
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1
Cfr. cap. 23.
2
En este capítulo, y sólo por comodidad (a falta de un término explícito en español),
hablaremos de «iniciados» para referirnos indistintamente a quienes han recibido la inicia-
ción (muvhsiı) y a quienes han celebrado las teletaiv, pese a que es evidente que éstas no
se limitan a la iniciación. Cfr. cap. 33, § 1.
3
Guthrie, 21935, 187.
4
Schmidt, 1975.
5
Pensa, 1977, con discusión de la bibliografía relevante hasta esa fecha, y Giangiulio,
1994.
6
Cfr. cap. 23, § 2.1.
7
Cfr. e. gr. Il. 8.477-481, 22.61, 22.482 s., Od. 24.203 s.
624
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Capítulo XXIX
8
OF 474.2 «a las moradas bien construidas del Hades», cfr. OF 476.1 «hallarás a la
izquierda de la morada de Hades», cfr. OF 477.1 «las moradas de Hades», así como Il.
15.251, Od. 10.491 «la morada de Hades».
9
Cfr. Il. 5.646, etc.
10
Od. 20.64 s.
11
Ex. gr. Ruvo 1094, Nápoles SA 11 y Múnich 3297.
12
Cfr. cap. 23, § 2.1.
13
Cfr. cap. 23, § 2.1. La idea reaparece sólo en Paus. 9.39.8, a propósito del antro de
Trofonio, un lugar no infernal, pero que pretende ser un trasunto del Más Allá. Cfr. Bonne-
chere, 2003.
14
OF 487.6 «las sacras praderas y los sotos de Perséfone», OF 489.7 «por ver si,
benévola, me envía a la morada de los límpidos».
625
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15
Albizzatti, 1921, 260, cfr. Pairault-Massa, 1975, 199.
16
Lam. Phars. (OF 477.7) «y tú les dirás absolutamente toda la verdad (ajlhqeivhn≥)».
17
Cfr. Lam. Thur. (OF 487.2) «teniéndolo todo bien presente» y Lam. Entell. (OF
475.2) «héroe que recuerda». Recuérdese que el concepto órfico de «verdad» incluye una
interpretación etimológica de ajlhvqeia como «ausencia de olvido» (lhvqh), cfr. cap. 23, §
2.2.b. y n. 62.
18
Sobre todo ello, cfr. cap. 23, § 2.4.
19
Lam. Hipp. (OF 474.16).
20
OF 489.4 «y he pagado el castigo que corresponde a acciones impías».
21
OF 488.5 «salí volando del penoso ciclo de profundo pesar».
626
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Capítulo XXIX
22
Antigua «collezione Fenicia» c. 350 a.C.
23
Cfr. Casadesús, 2002d; Bernabé, 2004b, 54-57; Santamaría Álvarez, 2005.
24
Pl. Lg. 716a (OF 32).
25
Burkert, 1969, 11, n. 25.
26
Un pasaje que tiene resonancias en Parm. 28 B 1.14 D.-K. «la justicia pródiga en cas-
tigos tiene sus correspondientes llaves», cfr. cap. 48, § 7.
627
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27
Ps.-D. 25.11 (OF 33).
28
Sobre Eunomía (personificación del buen orden), cfr. Hes. Th. 902, Sol. Fr. 3.32
Gent.-Prato, Pi. O.13.6, B. 13.186, 15.55, OF 252, OH 43.2, 60.2.
628
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Capítulo XXIX
29
Heraclit. Frr. 57 y 52 Marcovich (B 3 y 94 D.-K.).
30
De una «sede de los límpidos» nos habla también Lam. Thur. (OF 489-490.7) y de
una pradera Lam. Thur. (OF 487.5), además de Pi. Fr. 129.3 Maehl. (en un fragmento de
probable ascendencia órfica), Pherecr. Fr. 114 K.-A., Ar. Ra. 449, Synes. Hymn. 3.394 ss.
La imagen de la pradera no es ajena a la escatología de Platón, quien en una serie de pasa-
jes de posible influencia órfica dice que los jueces dictan sentencia definitiva en la pradera
de la que parten dos caminos, el uno hacia la Isla de los Bienaventurados, el otro al Tárta-
ro (Pl. Grg. 524a), o que las almas deben permanecer siete días en un prado, antes de mar-
char hacia Necesidad y las Parcas y encontrar un nuevo destino (Pl. R. 616b). Pero el filó-
sofo parece haber innovado, cfr. § 11. Sobre divkh en ámbito órfico, cfr. Jiménez, 2005a.
31
Cfr. cap. 23, § 2.5.c.
32
OF 485.7, 488.9.
33
Héroe en OF 476.11 «reinarás con los demás héroes», cfr. 475.2 «héroe que recuer-
da» (e. d., que lo es porque recuerda la iniciación); dios en OF 487.4: «dios has nacido, de
hombre que eras», cfr. OF 488.9.
34
Cfr. cap. 23, § 3.4.
35
Pi. Frr. 131a y 137 Maehl. (= 59 y 62 Cannatà Fera = OF 441 y 444).
36
Pi. Frr. 129 y 130 Maehl. (= 58 y 58b Cannatà Fera = OF 439 y 440).
37
Pi. O. 2.56 (OF 445).
629
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38
Pl. Phd. 69c (OF 434 III), cfr. Bernabé, 1998a, 46. Pl. R. 363cd (OF 431 y 434) atri-
buye a «Museo y su hijo» (esto es, a tradiciones órficas) una doctrina según la cual obtie-
nen destinos distintos en el Hades los justos y los impíos e injustos. Cfr. también Pl. Grg.
493a, Origenes Cels. 4.10, 8.48, en § 5.
39
El contraste es sarcástico, porque este grupo de personas tenía muy mala fama por
los procedimientos que empleaban para recaudar.
40
Iul. Or. 7.25 (Diog. V B 332 Giannantoni = OF 435). Cfr. Graf, 1974, 81, 103 ss.,
141; Bernabé, 1998a, 56.
41
D. S. 1.96.2-5 (Hecat. Abd. FGrHist 264 F 25 = OF 55).
42
El aserto de que los ritos órficos proceden de Egipto parece ser una muestra del inten-
to de los Ptolomeos de asociar la religión griega a la egipcia y favorecer los sincretismos.
630
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Capítulo XXIX
Cfr., en relación con otra referencia de D. S. 1.92.2 (sobre el supuesto origen egipcio de
Caronte), Diez de Velasco-Molinero Polo, 1994, cuyas conclusiones son aplicables al pasa-
je que nos ocupa. Cfr. también Diez de Velasco, 1995, 44 y n. 106; Bernabé, 2000a y Casa-
dio, 1996, 205, n. 16, con abundante bibliografía.
43
Cfr. cap. 6.
44
Por los motivos señalados en cap. 23, § 4.2.
45
P. Derv. col. V 3 ss. (OF 473).
46
Janko, 2001, 20, n. 85, trae a colación el libro de Protágoras Acerca de las cosas del
Hades, citado por D. L. 9.55 y S. E. M. 9.66, 9.74.
47
Tsantsanoglou, 1997, 110, entiende que el comentarista se dirige a los profanos cuyos
castigos en el Hades son evidentes, intentando persuadirlos de que sólo purificándose e ini-
ciándose podrán ganarse una vida feliz en el Más Allá. Cfr. Pl. R. 364b ss., así como Janko,
1997, 68.
631
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Por ello (Celso) nos iguala (sc., a nosotros, los cristianos) con los
que presentan los fantasmas y los terrores en las iniciaciones báquicas.
Identificando (Celso) nuestras creencias (acerca del castigo en los
infiernos) con las que tienen los iniciadores y mistagogos.
48
Se lee ]ustª en col. III 11 (¿quizá m]ustª-?).
49
Origenes Cels. 4.10 y 8.48 (OF 596 I-II). Cfr. también Procl. in R. 2.108.17 Kroll
(OF 596 III), donde, nueve siglos después, se encuentra aún la asociación de las teletaiv y
los terrores del Hades en un esquema que parece ser el mismo: hay unos ritos asociados con
los terrores que tienen un efecto catártico porque producen en el fiel una comunidad con lo
divino, en la idea de que es indecible.
50
Además de los que mencionaré luego, podrían citarse dos de Aristófanes, en la paro-
dia del viaje al Más Allá de Las ranas (145, donde se habla, más gráficamente, de «mucho
fango y mierda de eterno fluir», y 273), y otro de Aristid. 22.10. Cfr. también Plot. 1.6.6.
Sobre el tema, cfr. Graf, 1974, 103 ss.; Kingsley, 1995, 118 s.; Casadesús, 1995a, 60 ss.;
Watkins, 1995, 289 s.; West, 1997a, 162 y n. 257. También hablan de premios y castigos en
relación con Orfeo Pl. R. 363c (OF 431 I, 434 I), D. S. 1.96.2 (OF 55). Sobre la interpreta-
ción simbólica de Pl. Grg. 493a (OF 434 II), cfr. Bernabé, 1998a.
51
D. S. 1.97.1 (OF 62). En un ánfora ática de figuras negras de fines del s. VI a.C. (Albi-
nus 2000, lám. 4) se muestra a Sísifo y a unos seres alados que echan agua en un gran reci-
piente.
632
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Capítulo XXIX
La parte del alma en que residen las pasiones resulta ser de una
naturaleza que se deja seducir y se mueve violentamente arriba y abajo.
A esa parte un ingenioso individuo experto en mitos, tal vez siciliano
o italiota, que juega con las palabras, la llamó tinaja (pivqoı) por lo con-
fiado (piqanovn) y fácil para dejarse convencer, y a los no iniciados
(ajmuvhtoi) «insensatos» (ajnovhtoi), comparando esa parte del alma de
los insensatos en la que residen las pasiones, la parte indómita y des-
cubierta, a una tinaja (pivqoı) agujereada, por su insaciabilidad. Él,
Calicles, al contrario que tú, nos enseña que en el Hades –se refiere a
lo invisible (aj-idevı)– los no iniciados serían los más desdichados y lle-
varían a una tinaja agujereada agua en un cedazo asimismo agujerea-
do. Y según afirma el que me lo decía, el cedazo es el alma, y es que
comparó el alma de los insensatos a un cedazo, como si estuviera agu-
jereada, porque no es capaz de retener nada por desconfianza y olvido.
52
Cfr. el comentario de Anne Burton ad loc., p. 279.
53
Pl. R. 363c (OF 431 I). El instrumento del castigo, el cedazo, evoca quizá la causa
del sufrimiento: la incapacidad de separar del alma los aspectos malvados. Cfr. Harrison,
1903a, 604-623 y Bernabé, 1998a, 76.
54
Cfr. Bernabé, 1998a, 46.
55
Pl. Grg. 493a (OF 434 II).
56
Ps.-Pl. Ax. 371d (OF 430 IX), cfr. Violante, 1981.
633
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to de los piadosos, se habla de los que han dirigido su vida por malas
acciones:
Son llevados por las Erinis al Érebo y al Caos a través del Tárta-
ro, donde están la morada de los impíos, las tinajas sin fondo de las
Danaides, Tántalo torturado por la sed, las entrañas de Ticio devora-
das y siempre renacidas, la piedra sin fin de Sísifo, cuyo esfuerzo
comienza de nuevo una y otra vez. Allí, lamidos por fieras salvajes,
constantemente quemados por las antorchas de las Furias y maltrata-
dos por suplicios de toda clase, se consumen en eternas condenas.
57
Ar. Ra. 144 s.
58
Plu. Fr. 178 Sandbach (OF 594).
59
Diez de Velasco, 1997, 413 ss.
634
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Capítulo XXIX
60
Cfr. Bernabé, 2001a.
61
Foucart, 1914, 393 ss. (Diez de Velasco, 1997, 413, parece pensar lo mismo); Mylo-
nas, 1961, 265.
62
Dunand, 1973, III 248 ss. Pero cfr. Graf, 1974, 132 ss.
63
Sorel, 1995, 107 s., cfr. también Burkert, 1975, 96, 1987b, 91 s.; Brillante, 1987, 39;
Riedweg, 1998, 367, n. 33; Lada-Richards, 1999, 90, 98 s. y 103.
64
Pl. R. 364e (OF 573 I). Podemos preguntarnos si es Platón el que señala esta simili-
tud o más bien alude irónicamente a una etimología que puede ser órfica. Esto último no
nos extrañaría, dada la enorme afición de los órficos a los juegos etimológicos, cfr. Berna-
bé, 1999c, 457-464 y el cap. 38.
635
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636
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Capítulo XXIX
65
Cfr. cap. 33, § 1 y Martín Hernández 2005b.
66
P. Bonon. en Lloyd-Jones-Parsons, 1978, OF 717. Cfr. cap. 19, § 3.5.
67
Cfr. Gigante, 1973, así como OF 450.
68
Verg. Aen. 5.558, 570, 289, 216.
637
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69
B 1717 (325-310 a.C.).
70
Sobre las furias en la cerámica apulia, cfr. Aellen, 1994, passim.
71
S. Petersburgo B 1716 (330-310 a.C.); Ruvo, 1094 (360-350 a.C.).
638
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Capítulo XXIX
fuentes literarias insisten más en los «terrores del Hades» que en los
castigos físicos.
6. EL ESPACIO FELIZ
72
Cfr. sobre todo OF 485.7 «Y tú irás bajo tierra».
73
OF 493 «Penetra en la sacra pradera, pues el iniciado está libre de castigo».
74
Cfr. D. S. 1.96.2-5 (OF 55).
639
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allí tienen un lugar de honor los iniciados, que celebran también allí
sus ceremonias sagradas.
75
OF 487.5-6 «Salve, salve, al tomar el camino a la derecha / hacia las sacras praderas
y sotos de Perséfone». La encontramos en un epigrama funerario dedicado a un tal Aristo-
dico de Rodas (AP 7.189.3 ss.) y en el himno órfico dedicado a Perséfone, quien renace en
primavera y es raptada en otoño (OH 29.12 ss., cfr. 18.1-2). Leimwniavdeı, un derivado de
leimwvn, califica a las Horas de «compañeras de juegos de la casta Perséfone», en OH 43.3.
Cfr. también OH 51.4, 81.3. Otro epíteto similar, Leimwniva, se le asigna a Perséfone en una
inscripción de Anfípolis de mediados del siglo III a.C., cfr. Feyel, 1935, 67.
76
OF 489-490.7 «por ver si, benévola, me envía (sc., Perséfone) a la morada de los lím-
pidos», cfr. el citado OF 340. Por ese motivo el alma declara su pureza al principio de las
laminillas de Turios.
77
Plu. Fr. 178 Sandbach (OF 594), cfr. § 5, así como la descripción del mundo de los
bienaventurados en las Ranas de Aristófanes.
78
Ps.-Pl. Ax. 371c.
79
OF 487.6. El bosque sagrado de Perséfone es conocido ya por Homero (Od. 10.509)
y por otros autores, por ejemplo, E. HF 615, AP 7.189.3 ss. Los ecos de esta imagen llegan,
incluso, a un autor latino tan tardío como Claudiano (siglo IV d.C.), muy influido por el
orfismo, quien en Rapt. Pros. 2.287 ss. describe el reino feliz de la diosa como un lugar
amable con bosques y prados.
80
Me refiero a las imágenes estudiadas por Cabrera, 1998.
81
Cfr. Schmidt-Trendall-Cambitoglou, 1976, 6 y 35 ss., tab. 8e y 10a (ánfora S 29).
640
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Capítulo XXIX
82
Tarento 61.602.
83
Sobre el cual cfr. Warland, 1999.
84
Cfr. los fragmentos de la antigua collezione Fenicia (c. 350 a.C.) citados y la Fig. 1.
85
OF 489.6 «Ahora llego como suplicante junto a la casta Perséfone». La diosa era
quizá mencionada al final de la de Entella (OF 475.20 kai; feª ).
86
OF 474.13, si aceptamos las correcciones muy verosímiles ejrevousin (Lazzarini) y
uJpocqonivwi basileivãaià (West).
87
Cfr., además de OF 474.13, las láminas de Turios y Pelina.
88
Cfr. cap. 23, §2.2.d. Otra lectura en cap. 30, cfr. n. 22.
89
Cfr. la discusión en Bernabé, 2002e, y en cap. 27.
90
Pi. Fr. 133 Maehl. (= Fr. 65 Cannatà Fera = OF 443). Cfr. Bernabé, 1999a.
91
Procl. in Ti. 3.297.3 Diehl, Simp. in Cael. 377.12 Heiberg (OF 345).
641
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... la vida feliz, tras haber andado errantes, que desean obtener los que
en Orfeo son iniciados, en Dioniso y en Core:
«a los que encomendó
liberar del ciclo y dar un respiro en la desgracia».
8. LOS MEDIADORES
92
Cfr. Il. 9.457 ejpainh; Persefovneia (en otros casos en 9.569, Od. 10.491, 564,
10.534, 11.47, Hes. Th. 568). Sólo una vez (Od. 10.509) se mencionan los a[lsea Perse-
foneivhı de forma no negativa.
93
Cfr. cap. 23, § 3.4.
94
P. ej. los citados pasajes Pl. R. 364e, Ps.-D. 25.11, D. S. 1.96.2-5, Procl. in Ti. 3.297.3
Diehl., Simp. in Cael. 377.12 Heiberg.
95
Cfr. Giangiulio, 1994; Olmos, 2001, 296-300.
96
Reggio Calabria 58729, s. V a.C. med., cfr. Olmos, 2001, 296 s., con bibliografía.
97
Cfr. Giangiulio, 1994, 33.
642
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Capítulo XXIX
Fig. 3. Pínax locrio con Dioniso y Perséfone (siglo V a.C., Mus. Naz. Reggio
Calabria 58729). Dibujo de Sara Olmos.
98
Reggio Calabria 21016, s. V a.C. med., cfr. Olmos, 2001, 299 s., con bibliografía.
99
340-330 a.C., cfr. Johnston-McNiven, 1996; Olmos, 2001, 304-307.
643
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644
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Capítulo XXIX
100
3297 (s. IV a.C. fin.), cfr. Olmos, 2001, 300-303 con bibliografía.
645
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101
Cfr. cap. 8, § 15.
102
Schmidt, 1975, 123.
646
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Capítulo XXIX
103
Matera n. 336 (320 a.C.); Karlsruhe B 4 (350-340 a.C.), cfr. Pensa, 1977, 24.
104
SA 709 (330-310 a.C.); cfr. Pensa, 1977, 27.
105
Antigua collezione Fenicia (c. 350 a.C.), cfr. Pensa, 1977, 25.
106
3222 (350-340 a.C.), cfr. Pensa, 1977, 24.
107
OF 488.6.
108
Cfr. cap. 23, § 3.8.f. y Bernabé-Jiménez, 2001, 165-173.
109
Antikenmuseum de Basilea, 540 (330-320 a.C.), cfr. Olmos, 2001, 292-295, con bi-
bliografía.
110
No deja de ser curioso que una silla de estas características parece haber sido repre-
sentada en una de las láminas de hueso de Olbia, también de ambiente órfico (cfr. West,
1982a, fig. 9).
647
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Fig. 7. Orfeo se
presenta ante
Perséfone trayendo
a una mujer de la
mano.
Cratera apulia,
Nápoles SA 709
(330-310 a.C.).
Fig. 8. Ánfora
apulia de figuras
rojas del Pintor de
Ganimedes,
Antikenmuseum
de Basilea 540
(330-320 a.C.).
Dibujos de Sara
Olmos.
648
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Capítulo XXIX
Vemos que los rasgos básicos del Más Allá representado en la ico-
nografía que hemos estudiado configuran un universo conceptual casi
idéntico al que nos presentan los fragmentos textuales órficos:
a) El Más Allá es un lugar subterráneo y oscuro, pero construido
como un palacio.
111
Trendall LCS 589 n. 28, cfr. Schmidt, 1975, 177 s.
112
F 270, cfr. Schmidt, 1975, 120-122 y lám. XIV, Pensa, 1977, 30.
649
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Fig. 10. Orfeo a la entrada del Hades. Cratera apulia de Londres, s. IV a.C.,
British Museum (F 270). Dibujo de Sara Olmos.
650
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Capítulo XXIX
113
Schmidt, 1975, 129.
114
Riedweg, 2002a.
115
Schmidt, 1975, 133.
116
Bernabé, 1998b.
651
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117
OF 59 (en el Relato sagrado egipcio); 328 s. (en las Rapsodias).
118
Esto es, a[poinoı, según la laminilla de Feras (OF 493).
119
Coinciden en ello las otras fuentes examinadas, Pl. Phd. 69c, Grg. 493a, R. 364e,
Iul. Or. 7.25, Plu. Fr. 178 Sandbach.
120
Hordern, 2000.
652
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Capítulo XXIX
121
OF 488.6. Aunque la corona es un símbolo polivalente, como vimos, cfr. § 8 y n. 105.
122
Pl. R. 363d. Cfr. Bernabé, 1998a, 46; Casadesús, 1999b.
123
Ar. Ra. 85 (cfr. cap. 51, § 4), Fr. 504.6 ss. K.-A.
124
Pherecr. Fr. 113.30 ss. K.-A. Cfr. también Aristoph. Fr. 12 K.-A.
125
Epigr. Gr. 312.13 ss. Kaibel.
126
Pugliese Carratelli, 1993, 64 (= 2001, 118 s.).
127
Se le llama o[lbioı en la lámina de Pelina (OF 486) y en una de las de Turios (OF 488.9).
653
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128
Pl. Phd. 69c. De «habitar con los seres divinos» habla también Iul. Or. 7.25. Cfr. las
«visiones santas» de Plu. Fr. 178 Sandbach.
129
OF 475.2, 476.11.
130
Si debemos leer en l. 2 mºemnhmevãnÃoı h{rwı, «héroe que recuerda».
131
OF 476.11.
132
OF 487.5 «Dios has nacido, de hombre que eras», 488.9 «Venturoso y afortunado,
dios serás, de mortal que eras». Scarpi, 1987, 200 ss., señala la diferencia en el uso de los
tiempos: «Serás dios» proyecta la deificación al futuro, frente a «eres ya dios», como un
hecho consumado, quizá el resultado de la experiencia nunca antes vivida. En la de Roma
(OF 491.3) leemos: «Ven, Cecilia Secundina, legítimamente convertida en diosa».
133
Cfr. la referencia de Hdt. 4.94 a los seguidores de Zalmoxis. Sólo en época helenís-
tica se integra la deificación del muerto en el marco de la religión oficial, como un privile-
gio reservado a los soberanos.
654
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Capítulo XXIX
134
Scarpi, 1987, compara la situación de las almas de los iniciados con la de los hom-
bres de la raza áurea de Hesíodo (Op. 109-126), que, cuando la tierra oculta sus cuerpos, se
convierten en démones custodios de la justicia y dadores de riqueza.
135
García Teijeiro, 1985, 141, considera una innovacion platónica convertir la pradera
en el sitio donde se celebra el juicio de las almas; cfr., desde otro punto de vista, Bañuls
Oller, 1997, 10 ss.
655
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En todo caso, la imagen del Más Allá de los órficos parece hundir
sus raíces en precedentes muy antiguos. Una vieja creencia en una
madre tierra que produce un nuevo renacimiento, la imagen, ya indo-
europea, de las verdes praderas del Allende136, posibles influjos egip-
cios en que el alma es interrogada y tiene que pronunciar determinadas
contraseñas para que la dejen acceder a un Más Allá más agradable, tal
vez lejanos influjos indios en una teoría de la reencarnación137... todo
ello configurado sobre una escenografía infernal que es en su base la
griega tradicional, la homérica y la hesiódica, pero subvertida en su
simbología y en sus significados. El resultado es una síntesis original,
y, como tal, profundamente griega. Un modelo que tuvo una vigencia
larga, aun cuando estuviera siempre relegado a grupos más o menos
aislados de fieles, que nunca llegaron a configurar una iglesia.
El cierto primitivismo de esta creencia la hace inaceptable para
mentes más racionalistas. Ello, unido a que los castigos parecen tener
desde un principio un valor simbólico preciso, propicia también des-
de antiguo reinterpretaciones y reanálisis del esquema descrito. El
fango es lo propio de quien no se ha limpiado de sus faltas138, el ceda-
zo recuerda la causa del castigo: la incapacidad de separar del alma
los elementos titánicos y perversos que le son propios y dejar los dio-
nisíacos y positivos139. En Platón, por una parte, hallamos huellas de
interpretaciones simbólicas que podrían ser suyas o reflejar las exis-
tentes en su época. Por otra parte, el filósofo traslada el modelo ini-
ciático a la filosofía y señala que los iniciados son los verdadera-
mente filósofos y quienes están en el fango y la oscuridad son los
ignorantes. El proceso de simbolización llegará a sus últimas conse-
cuencias con los neoplatónicos, pero éste no es el momento de entrar
en esa cuestión140. Quede, pues, como más interesante, la función que
asumía al principio la presentación en las teletaiv órficas de los terro-
res del Más Allá: la «representación a escala» del destino del alma en
el otro mundo, por una parte, inducía al sujeto a realizar los ritos
debidos y a observar una conducta recta, y, por otra, tranquilizaba su
ansiedad al convencerlo de que le era dado con ello un medio de evi-
tar una situación funesta. Funcionaba así la presentación de los terro-
res del Hades como una especie de vacuna psicológica que debía de
resultar muy eficaz.
136
Cfr. Puhvel, 1969; Motte, 1973, 247 ss.; García Teijeiro, 1985; Velasco López, 2001,
136 ss.
137
Cfr. caps. 39, §2.3 y 41.
138
Cfr. Plot. 1.6.8.
139
Cfr. Bernabé, 1998a, 76.
140
Cfr. cap. 60.
656
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XXX
*
Traducción de Ana Isabel Jiménez.
1
Cfr. Gauthier, 1972, especialmente 62-104.
2
En el léxico griego el término está atestiguado en neutro y en femenino, aparente-
mente con el mismo significado. Los lexicógrafos parecen conocer solamente la forma suvm-
bola: cfr. Harpocr., Suda, Poll., Hsch.
3
Para un estudio exhaustivo del término, cfr. Müri, 1931, 1976, 1-44. Para una aproxi-
mación histórico-crítica, cfr. Spineto, 2002.
657
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4
Hdt. 6.86.
5
Cfr. Càssola, 1975, 216 s.
6
Gauthier, 1972, 69 s.
7
Emp. B 63 D.-K.
8
Cfr. Laurenti, 1999, 428 ss.; Gallavotti, 1975, p. 53 (Emp. Fr. 63), sostiene que el
acuerdo interviene en las dos naturalezas.
9
Pl. Smp. 191d.
658
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Capítulo XXX
~
e{kasto" oujn hJmw`n ejstin avnqrwvpou suvmbolon, a{te tetmhmevno",
w{sper aiJ yh`ttai, ejx eJno;" duvo: zhtei' dh; ajei; to; auJtou` e{kasto" suvm-
bolon.
Cada uno de nosotros es un symbolon de hombre, dividido de uno en
dos, como los lenguados; y cada uno busca siempre el otro symbolon
que le es propio.
10
Bollack, 1965, I, 216 s.
11
De Luca, 1991, 422.
12
Para la edición de las láminas, cfr. Pugliese Carratelli, 2001a.
13
El papiro fue editado por Smily 1921, n. 1, fig. I, II, y se incluyó en Kern, 1922, Fr.
31. La edición más reciente es la de Hordern, 2000.
14
Se citan, entre otros, animales dionisíacos como kriovı y travgoı, presentes en Pelin-
na en la fórmula dionisíaca tau`roı/krio;ı eijı gavla e[peteı, variante de la fórmula turina
e[rifoı eı gavlΔ e[peton; boukovloı, título que califica, ya desde el siglo V a.C., a los inicia-
dos de Dioniso, Eubuleo, invocado junto a Eucles y la reina de los infiernos en las tres lámi-
nas de oro del Timpone piccolo. Del carácter órfico del ritual duda Brisson, 1995, 9.
15
P. Gurob 1. 23 ss. Sobre el uso ritual de juguetes cfr. West, 1993, 156 ss.; Tortorelli
Ghidini 2000b. Sobre el papiro como hieros logos de un tíaso dionisíaco, cfr. West, 1993,
166; Burkert, 1989 (1987b), 82 ss.
659
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16
Clem. Al. Prot. 2.12.1 s. (= OF 306).
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Capítulo XXX
17
~
La fórmula eiJı Diovnusoı, que precede a la palabra suvmbola, confirma la pertenen-
cia de la telethv a ceremonias dionisíacas, pero es difícil establecer si se trata de invoca-
ciones a la unidad «teológica» del dios o a la reunificación de Dioniso tras el desmembra-
miento. Sobre el valor sacrificial de la ceremonia, cfr. Turcan, 1992.
18
Clem. Al. Prot. 2.11.1 s. kai; th`sde uJmi`n teleth`ı ta; ajcrei`a suvmbola oujk ajcrei`on
eijı katavgnwsin paraqevsqai: ajstravgaloı, sfai`ra, strovbiloı, mh`la, rJovmboı, e[soptron,
povkoı «Y no es inútil ofrecer a vuestra condena los símbolos inútiles de esta iniciación:
tabas, pelota, peonza, manzana, zumbador, espejo, copo de lana».
19
Cfr. OF 309. Sobre el espejo como símbolo de la ilusión del mundo, cfr. Tortorelli
Ghidini, 1975; Frontisi-Ducroux-Vernant, 1998, 35-197.
20
El doble sentido justifica el uso del término aijnivgmata para calificar las doctrinas ora-
les del pitagorismo, cfr. Brisson, 1996, 93 s. Sobre el enigma, cfr. Tortorelli Ghidini, 1983.
En el Papiro de Derveni, un comentario anónimo del s. IV a.C. de versos de una teogonía
órfica, el autor invita a no interpretar literalmente los versos sino a recuperar su sentido ocul-
to: P. Derv. col.VII 5, 6 (aijnivgmata, aijni≥ gmatwvdhı); col. X 11, XIII 6, XVII 13 (aijnivzetai).
21
El texto de la lámina tesalia se publicó por primera vez en Chrysostomou, 1991, 372 ss.
(reed. en 1998, 208-220). Cfr. también Burkert, 1999a, 68 ss.
22
Cfr. Pugliese Carratelli, 2003, 128.
661
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23
Cfr. OF 170; Hesych., s. v. jHrikepai`oı.
24
Con el nombre de Brimó se veneraba originariamente en Feras a una diosa de los
muertos que después fue identificada con Perséfone: cfr. Lyc. 1176, 1180; Tz. ad Lyc. 698.
En EM y en Tz. ad Lyc. 1176 Brimó es la denominación de Perséfone, identificada con
Hécate.
25
Frel, 1994. El texto de la lámina recuerda el de las láminas de Hiponio, Petelia y Far-
salo.
26
Pugliese Carratelli, 2001b, 302.
27
Bernabé, 1999b.
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Capítulo XXX
28
Hiponio, vv. 2-7 (cfr. Petelia, vv. 1-5; Farsalo, vv. 1-5; Entella, vv. 4-9). En otras
láminas, una hallada en una localidad imprecisa de Tesalia y siete en Creta, la imagen se
reduce a una única fuente, salvífica, en que bebe el iniciado.
29
Rudhardt, 1971.
30
Cfr. Sassi, 1988, que compara el itinerario parmenídeo y la encrucijada ultraterrena
de los textos platónicos y de las láminas áureas.
31
Scalera McClintock, 1991, considera que la presencia de dos fuentes no implica la
duplicidad en el destino de las almas, porque las almas que se bañan en la primera fuente
no reemprenden el ciclo, sino simplemente se anulan en las tinieblas del Hades.
32
Cfr. Tortorelli Ghidini, 1992.
663
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33
La distinción «agua de vida» y «agua de muerte» se remonta a Propp, 1972 (1946),
314-317. ~
34
Cfr. Farsalo 7: toi`ı de; su; euj mavla pa`san ajlhqeivhãnà katalevxai.
35
Con el término u{dwr se indica sólo el agua de Mnemósine.
36
El término krhvnh indica la fuente vitanda o la fuente de Mnemósine.
37
Chantraine, 1968-1980 s. v. leimwvn.
38
Turios (Timpone grande) 6s. dexia;n oJdoiporãw`√à / leimw`naı te iJerou;ı kai; a[lsea
Fersefoneivaı, Feras ei[siqãià iJero;n leimw`na.
39
La función metafórica de la livmnh en la que confluyen cursos de agua provenientes
de muchas fuentes y de muchos torrentes se compara con la acción depuradora del legisla-
dor en Pl. Lg. 736b.
40
Paus. 9.39.4-8 y 13.
41
Pl. R. 621a.
42
Pl. R. 614e (cfr. Grg.524a).
664
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Capítulo XXX
volver a partir juntas en un viaje que termina en el Lhvqh" pedivon (el co-
rrespondiente ΔAlhqeiva" pedivon es mencionado por Platón en el
Fedro43), donde las almas destinadas a retornar a la tierra beben el
u{dwr del río Ameles y lo olvidan todo.
Debe observarse que en la escatología, presente en otros diálogos
platónicos, livmnh califica generalmente al agua del Aqueronte donde
las almas, como en la fuente vitanda de las láminas órficas, van a
purificarse antes de renacer en nuevas formas vivientes (eij" ta;" tw`n
zwviwn genevsei"44). El uso excepcional de livmnh para calificar el agua
de la Memoria podría ser indicio de una modificación de la geografía
ultramundana resultante, probablemente de una consabida transfor-
mación de la fórmula leimw`na" q j iJerou;" kai; a[lsea Fersefoneiva",
atestiguada en la lámina del Timpone grande y en Feras. En la fór-
mula citada, los a[lsea Fersefoneiva", situados en la Odisea en la
frontera del Hades45, se asocian a los leimw`ne"46, presentes también
en el imaginario ultramundano, ligado por lo general a figuras feme-
ninas que gravitan en la esfera ctonia: Sirenas, Harpías, Keres, Erinis,
Moiras, Ate47 e, indirectamente, a Perséfone, quien en el Himno
homérico a Deméter es situada, en su primera aparición, en la llanu-
ra de Nisa, en los confines del Océano, en un prado lleno de flores48.
En el paisaje ultramundano, livmnh, que en la Odisea define en el
Hades el suplicio de Tántalo49, y leimwvn, elemento típico del mundo
de los muertos, presentan aspectos complementarios y resultan a
menudo intercambiables: el prado donde vagan errantes las pasiones
del hombre es denominado “Ath" leimwvn por Empédocles50, mien-
43
Pl. Phdr. 248b.
44
Pl. Phd. 113a ss. Platón describe el camino de los ríos infernales y cita, además de la
livmnh del Aqueronte, la formada por el río Piriflegetonte y la livmnh Estigia formada por el
Cocito. En el comentario de Damascio al Fedón (OF 341 IV, 342) se habla de th;n ΔAce-
rousivan livmnhn ajerivan, mientras en el comentario a la República (2.340.16 Kroll = OF
340.3) Proclo transmite la expresión ejn kalw`i leimw`ni baquvrroon ajmfΔ ΔAcevronta,
45
Od. 10.509. En los a[lsea que Circe describe a Odiseo dominan «altos chopos y sauces
que no maduran». En las láminas mnemosinias, los a[lsea se reducen a la leukh; kupavrissoı
el «ciprés espectral» que señala el agua vitanda.
46
Cfr. ajsfodelo;ı leimwvn Od. 11.538s.; 573; 24.13, h. Merc. 221, 334; foinikorovdoiı
ejni; leimwvnessi Pi. Fr. 129.3 Maehl., eijı polurrovdouı leimw`naı ajnqemwvdeiı Ar. Ra. 449,
eijı to;n leimw`na Pl. R. 614e (cfr. Grg. 524a), pantoi`si leimw`neı Ax. 371c ss., leimw`neı
Plu. Fr. 178 Sandbach.
47
El prado se asocia a las Sirenas (Od. 12.45 y 158, A. R. 4.891); a las Harpías (Il.
16.149); a Medusa (Hes. Th. 279); a las Erinis (S. OC 39 s.); a las Moiras (Ar. Ra. 448-453)
y a Ate (Emp. B 121 D.-K.).
48
Cfr. h. Cer. 7 y OH 18.13, 29.12, en que los avatares de Perséfone se asocian al
leimwvn. En OH 18.2 se habla del Tartavrion leimw`na y en OH 59.2 s. de la livmnh oujrani-
a
v como sede de las Moiras.
49
Od. 11.583.
50
Emp. B 121 D.-K.
665
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51
A. Supp. 529 ss.
52
Th. 2.15.
53
Sobre el tema, cfr. Motte, 1973.
54
En las demás láminas turinas del Timpone piccolo prevalecen, en cambio, motiva-
ciones éticas comunes a las láminas de Pelinna y de Feras, que sustituye al don de la memo-
ria de las láminas mnemosinias, cfr. Scalera Mc Clintock, 1991, 404.
55
Sobre el significado de los suvmbola en las láminas de Turios, cfr. Bernabé-Jiménez,
2001, 159-178.
56
Turios (Timpone piccolo), vv. 5-8. En las otras dos láminas del Timpone piccolo el
alma, pura y de estirpe divina, declara haber pagado la pena por acciones injustas y pide a
Perséfone que la envíe a la sede de los puros.
666
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Capítulo XXX
57
Cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 159-164.
58
Este significado está atestiguado también en otros fragmentos órficos y textos neo-
platónicos: Procl. in R. 2.338 Kroll (= OF 338.4) kata; kuvkla crovnoio, Procl. in Ti. 3.296.7
Diehl (= OF 348) recoge el verso órfico: kuvklou te lh`xai, comentado también por Simpl.
in Cael. 377.12. D. L. 8.14 habla de kuvklon ajnavgkhı, con referencia a Pitágoras.
59
En 58 C 6 D.-K. stevfanoi son símbolos pitagóricos, identificados con novmoi.
60
Cfr. h. Cer. 231, 237 (Deméter acoge en el regazo divino al pequeño Demofonte); Ar.
Av. 694 ΔErevbouı dΔ ejn ajpeivrosi kovlpoiı; OF 395.3 Baubou`ı uJpo; kovlpouı; en OH 52.11
Dioniso es uJpokovlpie.
61
En el P.Gurob 1.24 se lee la fórmula qeo;ı dia; kovlpou; Clem. Al. Prot. 2.16.2 atri-
buye la fórmula oJ dia; kovlpou qeovı a los misterios de Sabacio.
62
Sobre la función de las láminas, cfr. Tortorelli-Ghidini, 1995b.
63
Zuntz, 1971, 277-286.
64
La conexión está ya en Marshall, 1911, XLVII.
65
Cfr. Zuntz, 1971, 283 s.
667
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66
El término griego correspondiente a amuleto es perivapton (objeto o material atado
a una persona) o fulakthvrion (objeto que custodia o protege): «talismán» deriva del grie-
go tardío tevlesma e indica «lo que es consagrado», tetelesmevnon.
67
El problema es ampliamente discutido por Cantilena, 1995. El primer testimonio del
pago para el Hades en Ar. Ra. 140, 270.
68
Cfr. la inscripción cumana del siglo V a.C. ouj qevmiı ejntou`qa kei`sqai ãeÃij mh; to;n
bebacceumevnon (Dubois 1995 nr. 19).
69
Las laminillas no se publicaron hasta 1978, cfr. Rusjaeva, 1978 (con resumen alemán
de Tinnefeld, 1980). Otras dos láminas, descubiertas respectivamente en 1948 y 1973 en
Olbia, se citan en West, 1982a, 20. En la primera están grabados el dibujo de una nave y la
inscripción Dion; en la otra, anepigráfica, se representa un caballo. Cfr. otra explicación en
cap. 24, § 3 y 38, §11.
70
Hdt. 4.77-79.
668
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Capítulo XXX
71
También en el lado a de una lámina de hueso, hallada en Bérézan (Dubois, 1996, nr.
93), aparece una tabla numérica en que domina el siete en una progresión geométrica de
base diez, cfr. Lévêque, 2000, 83-85.
72
Sobre las interpretaciones de los dibujos grabados en el reverso de dos tablillas de
Olbia (Dubois, 1996, n. 94), cfr. sobre todo West, 1982a, 22-25.
73
West, 1982a, 25.
74
Vinogradov, 1991, 81.
75
El término ΔOrfikoiv se lee en la tab. 1 y el origen mismo del nombre de la ciudad
podría remitir a un milieu órfico, cfr. Dubois, 1996, 149.
76
La editio princeps de las láminas de Pelinna se debe a Tsantsanoglou-Parássoglou,
1987.
77
Sobre la «verdad» órfica, cfr. Tortorelli Ghidini, 1990; Scalera McClintock, 1990.
669
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670
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XXXI
Fritz Graf
Ohio State University
1. ORFEO
2. LOS POETAS
*
Traducción de Rosa García-Gasco.
1
Heraclit. 22 B 14 D.-K., Hdt. 2.51.3, Pugliese Carratelli, 2001a, 39 no. I A 1, 1.16.
(OF 474.16) muvstai kai; bavkcoi.
2
Los testimonios de Orfeo como fundador de misterios están en Kern, 1922, test. 90-102.
671
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3
Hippias 86 B 6 D.-K., Ar. Ra. 1032-1033, Pl. R. 364e, Chrysipp. SVF II 316.12, Cic.
ND 1.41, etc.; Arthur Stanley Pease, en su comentario a Cic. 1.c., aporta más. Hdt. 2.53 debe
de rechazar implícitamente esta lista.
4
Andron, FGrHist 10 F 13 (= Fr. 13 Fowler = Mus. Fr. 40), que ofrece una compleja
genealogía que presenta a tres Eumolpos; Museo es el padre del tercero, que fundó los mis-
terios de Eleusis. Tracio o eleusinio autóctono: Aristox. Fr. 91 (Harp. s. v. Musaeus = 2 A 1a
D.-K. = Mus. Fr. 6); tracio, como Orfeo, Támiris y Eumolpo: Str. 10.3.17 (= Mus. Fr. 24).
5
El testimonio más antiguo de esta genealogía es una pelike del Pintor de Medias, de
finales del s. V a.C., que está en el Metropolitan Museum, LIMC 4:1 (1988) 56 n. 1= LIMC
6:1 (1992) 687 n. 13, fotografía 4:2 25; E.Erechtheus Fr. 370.100 s. Kannicht sería quizá
anterior, si eso fuera cierto. Véase, además, Marm. Par. FGrHist 239 A, ep. 15 (2 A 8 D.-
K., Mus. Fr. 17), D.L.praef.1.3 (2 A 4 D.-K., Mus. Fr. 11 III). Paus. 10.5.6 (DK 2 B 11,
Mus. Fr. 74) resume la Eumolpia de Museo, un poema sobre Delfos que, a juzgar por el
nombre, estaba dirigido a Eumolpo; Suda s. v. Mousaios (M 1294 Adler, 2 A 1 D.-K., Mus.
Fr.1) cita su Testamento a su hijo Eumolpo, un poema hexamétrico de fecha desconocida
en la forma sagrada de literatura sapiencial. Marm.Par. ep. 15 cuenta que editó los poemas
de su padre Museo. Pl. R. 363cd asume que su público sabía quién era el hijo de Museo.
Eumolpo es mencionado ya en h. Cer. 154; véase la nota de Richardson, 1974, 197, para
testimonios posteriores del papel de Eumolpo; acerca del papel cultual de los Eumólpidas,
cfr. Clinton, 1974.
6
Suda s. v. Eumolpos, E 3585, le atribuye 3.000 versos sobre «los ritos de Deméter, su
llegada ante Céleo y cómo entregó los misterios a sus hijas» (véase infra); D. S. 1.11.3 cita
un verso de sus Bakchika.
7
Esto debe matizarse. Todos los textos posteriores hacen hincapié en la hermosa voz
del hierofante, ningún texto insiste en la danza; molphv, sin embargo, es un arcaico comple-
jo de canto / baile, característico de los adolescentes y que sobrevive en los molpoi mile-
sios. Tal vez el papel de Eumolpo sería otro vestigio del origen de los misterios en inicia-
ciones de clanes, según argumenté en otro lugar (Graf, 1984, 276, 490).
8
D. S. 4.25.1 como el iniciador de Heracles; en E. HF 613 la iniciación ayudó a Hera-
cles a marchar a salvo al Hades.
672
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Capítulo XXXI
sanias), y ella era (esta vez llamada Antíope) una sacerdotisa con un
papel especial, aunque indeterminado, en el Inframundo9. Museo está
normalmente relacionado con Orfeo, si bien los detalles varían y los
testimonios son todos postclásicos10; el primer autor que escribió
sobre ambos, hacia el año 400 a.C., es Herodoro de Heraclea11. Pocos
autores dudan de que fuera discípulo de Orfeo y algunos dan por sen-
tado que era su hijo12; Orfeo se dirigió a él en su poesía, al igual que
Museo se dirigió a su hijo Eumolpo13. Así, la cadena Orfeo-Museo-
Eumolpo lleva, inevitablemente, a los misterios de Eleusis.
Dos textos, ambos de época helenística, son algo más precisos. La
crónica del Mármol de Paros (Marmor Parium), una historia univer-
sal con un claro enfoque ateniense grabada en piedra en Paros en
264/263 a.C., cuenta que, en la época del rey Erecteo, Orfeo publicó
su poema sobre «el rapto de Core, la búsqueda de Deméter, su [...] y
la muchedumbre que recibió la agricultura»14; todavía bajo el reina-
do de Erecteo, Eumolpo, el hijo de Museo que fue iniciado por Orfeo,
«mostró» los misterios en Eleusis y publicó los poemas de su padre15.
La iniciación de Eumolpo por Orfeo se apoya en gran medida en una
parte restituida, pero es confirmada por una erudita noticia de Ovidio.
En el libro 11 de sus Metamorfosis cuenta cómo Sileno, viejo y borra-
cho, es apresado por campesinos frigios; éstos llevan al cautivo ante
9
Déyope: Arist. Mir. 131.843B (2 A 3 D.-K., Mus. Fr. 16); Antíope: Hermesian. Leon-
tion Giarrantano (Fr. 2 Diehl; Fr. 7 Powell), l s., 15-20 (2 A 2 D.-K., Mus. Fr. 15). Tumba
de Museo, Paus. 1.25.8 (Mus. Fr. 44).
10
La copa de Cambridge que representa la cabeza cantora de Orfeo y a un joven que
toma notas (LIMC 7:1, 1994, 88, n. 70) podría ser anterior, si pudiéramos considerar que el
joven es Museo; pero esto es difícil. Otras dos imágenes de figuras rojas muestran la cabe-
za sin el joven, LIMC 7:1, 88 n. 68 s., y un espejo etrusco con la cabeza cantora de Orfeo
llama al joven de la tablilla Aliunea, LIMC 1:1 (1981) 520, n. 1, que parece etrusco sin
correspondencia en griego. El joven, así pues, permanece mejor sin nombrar. Cfr. caps. 7,
§ 3 y 8, § 14.
11
FGrHist 31 F 12 (Fr. 12 Fowler = OF 1129); los detalles se desconocen.
12
Museo como hijo de Orfeo, Phld. Piet. p. 13 Gomperz (cfr. Henrichs 1975a, 12;
¿según Apolodoro de Atenas?); D. S. 4.25.1 (OF 514, Mus. Fr. 10, ¿según una fuente del
siglo III? cfr. Graf, 1974, 12); Iust. Phil. Coh. Gr. 15 (OF 372); Serv. Aen. 6.667 (Mus. Fr.
13 IV); Theos. Tub. 61 (OF 138). Museo como discípulo de Orfeo: Tat. Orat. 39 (Mus. Fr.
4 I), 41 (OF 875 I, Mus. Fr. 4 III); Euseb. Chron. a. Abr.752 (OF 878, Mus. Fr. 4 X); Suda
s. v. Mousaios M 1294 (Mus. Fr. 1). Museo como maestro de Orfeo permite presuponer la
identificación de Moisés con Museo, que es judeo-alejandrina: Artapanus FGrHist 726 F 3a
(p. 682.11 OF 942, Mus. Fr. 49 I), cfr. Graf, 1974, 12 con la n. 40.
13
Orfeo dirigiéndose a Museo: primero Phld. Piet. p. 12 Gomperz (Henrichs, l.c.): Filo-
demo dice que Orfeo llama a Museo hijo suyo; P. Berol. 13044 (finales del s. II/ principios del
I a.C., OF 383) dice que Museo editó los poemas que Orfeo había cantado en estado de ins-
piración: ¿como discípulo o como su hijo? Testimonios posteriores en West, 1983a, 41.
Museo dirigiéndose a Eumolpo, Suda s. v. Mousaios (Mus. Fr. 1).
14
IG XII 5.444 A 25 (FGrHist 239 A, ep. 14; OF 379).
15
IG XII 5.444 A 28 (FGrHist 239 A, ep. 15; OF 1096).
673
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16
Ov. Met. 11.92 ss. (ad regem duxere Midam (sc., Silenum) cui Thracius Orpheus /
orgia tradiderat cum Cecropio Eumolpo = OF 527 (en un grupo de textos, para Orfeo como
fundador de misterios dionisíacos en Frigia); Pont. 3.3.39 alude a Eumolpo como discípu-
lo de Orfeo (OF 1097 III). El comentario de Bömer a Met. no es realmente útil, como a
menudo ocurre, pero al menos cita y rechaza las extrañas ideas que este pasaje suscitó entre
estudiosos modernos.
17
Cfr. OF 497-505.
18
Cfr. los textos en OF 524-528.
19
Cfr. Burkert, 1994b.
20
P. Berol. 44, ed. en W. Schubart y F. Bücheler, Berliner Klassikertexte, vol. 5. (Berlín
1907), 7-18 (Kern, Fr. 49; Colli, GS 4 B 21 [texto idiosincrásico], OF 383 ss.); la fecha en
Richardson, 1974, 66. Cfr. Malten, 1909b; Richardson, 1974, 66 s.; 79-81; Graf, 1974, 151-
181 y cap. 19, § 6.2.
21
ªejpoivhsen tou;ı u{mnouıº ou}ı ojlivga Mousai`oı ejpaªnorqwvsaı katevºgrayen: la
reconstrucción es tentativa, pero el sentido global es claro; para los Himnos, véase infra.
674
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Capítulo XXXI
por escrito por Museo establece distancias, una vez más, entre Orfeo
y Eleusis. Aunque pronunciado por un Orfeo que estaba inspirado por
Apolo –lo que otorga al texto una autoridad que lo hace comparable
a la de los oráculos de Apolo–, fue el eleusinio Museo quien lo puso
por escrito y en un lugar es incluso llamado su autor22. Una vez más,
el extranjero Orfeo no puede desalojar y reemplazar completamente
al eleusinio Museo. Sería importante saber de dónde obtuvo el comen-
tarista su información: ¿se mencionaba en el proemio del poema, la
añadió de otra parte o simplemente se inventó la historia? En el pri-
mer caso, el texto fue escrito teniendo en mente Eleusis, pero con la
intención de recoger la autoridad de Orfeo sin comprometer el lide-
razgo de los Eumólpidas. En los dos últimos casos, ésta debió de ser
la misma intención del comentarista. En los tres casos, se trae a cola-
ción al mismo tiempo a Orfeo y a Eleusis, aunque siempre con cier-
ta distancia de seguridad de por medio.
Existen, sin embargo, algunos textos que eliminan esta distancia y
llaman a Orfeo fundador de los misterios de Eleusis, en detrimento de
Eumolpo; pero son pocos en número, tardíos y algo vagos. En la colec-
ción de Kern se cita sólo al obispo sirio Teodoreto de Cirra (primera
mitad del siglo V d.C.) y a su contemporáneo, más joven, Proclo, uno
de los últimos neoplatónicos, como autores que establecían explícita-
mente esta relación23. Así reproduce Proclo en su explicación de un
pasaje de la Apología de Platón (41a) la mordaz afirmación de Sócrates
de que en el Hades estaría al menos junto a jueces justos, Minos, Rada-
mantis, Éaco y Triptólemo, y con Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero:
22
Col. IV 57.
23
Thdt. Affect. 1.21 (Kern Test. 103 = OF 51) y Procl. in R. 2.310.16 Kroll (Kern Test.
102 = OF 517 I). El tercer texto citado en Kern (Test. 104 no en OF), Sidon. Carm. 6.1 pre-
senta a Orfeo cantando en Atenas, no fundando los misterios.
24
Paus. 1.22.7, 4.1.5; vistos los detalles que Pausanias menciona tanto para este himno
como para el culto de Flía (Plu. Fr. 24 Sandbach, Paus. 1.31.4, cfr. también Plu. Them. 1),
el poema del Papiro de Berlín debe ser un texto diferente, cfr. infra, nota 51.
675
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25
Fr. 212 Sandbach.
26
D. S. 1.96.4 (Kern, Test. 95, presenta Hecataeus Milesius, erróneamente).
27
Algunas dudas en Burton, 1972, 3-5.
28
D. S. 1.96.2 (OF 55).
29
Ps.-D. 25.11 (OF 33). En cuanto a Eleusis y la propaganda ateniense, cfr. infra, nota 59.
676
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Capítulo XXXI
30
Véanse las listas en Kern, 1922, 116 (que diferencia cuatro versiones, pero cfr. cap.
19, § 6.1.) y especialmente Richardson, 1974, 79, que nos previene contra la idea de una
única versión órfica.
31
Richardson, 1974, 79-81, lo convierte en su explicación básica.
32
E. Hel. 1315 s., Claudian. Rapt. Pros. 2.205-208; en ambos casos, Ártemis usa sus
flechas, a las que también se refiere el Papiro de Berlín 44.40. La iconografía es contradic-
toria en cuanto al papel de Atenea y Ártemis durante el rapto, cfr. LIMC 8:1 (1997) 967-970
n.os 193-211; Atenea se enfrenta a Hades sólo en 968 n.o 201, un vaso campaniense. Cfr.
Lindner, 1984.
677
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33
h. Cer. 8-12, luego el texto se interrumpe; hay espacio para otras cuatro líneas en el
papiro, aproximadamente tres hexámetros y no cuatro; si fuesen cuatro, la cita sigue ininte-
rrumpidamente en la col. V.
34
Ibid. 17 ss. (situando el rapto en la llanura de Nisa) + 33-36.
35
La misma combinación al comienzo de la col. V, cfr. supra, n. 33.
36
Schubart completaba con dudas Céleo («möglich»), el rey de Eleusis ya en el h. Cer.,
pero el escrito está demasiado destrozado para darlo por seguro: ¿por qué no Eujªbouºlevwı
en lugar de Kªeleºou` eijsª...?
37
A diferencia del comentarista del P. Derv., éste no está interesado en la interpreta-
ción alegórica; para el comentarista de Derveni, cfr. Burkert, 1986; Laks-Most (eds.), 1997;
Janko, 1997 y 2001 y cap. 22.
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Capítulo XXXI
38
Compárese Plu. Is. et Os. 378E y la información aportada por Clemente, infra
nota 41.
39
P. Derv. col. XXII 10 (OF 398), citado en Phld. Po. 1, en P. Herc. 1428 fr. 3 (en parte
= N 248 II), cfr. Henrichs, 1975a, 13; Obbink, 1994.
40
Clem. Al. Prot. 2.20.1-21.2 = Eus. PE 2.3.30-34, cfr. Arnob. Nat. 5.25 (OF 391, 394 s.).
41
Clem. Al. Prot. 2.17.1. Clemente presenta sugkatapoqeivsaı tai`n qeai`n; la histo-
ria, con todo, no parece requerir a Deméter y a su hija, sino a Hades y a Perséfone, y se han
sugerido varias correcciones, cfr. el app. crit. en la edición de Stählin (Berlin, 31973).
679
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Aunque la etiología ritual tiene que ver con una fiesta femenina
ateniense (Clemente enumera, en una espiral retórica, «las Tesmofo-
rias, las Esciroforias, las Arretoforias»), el reparto de personajes es el
mismo, y se supone que cita el mismo poema.
En una discusión acerca de Triptólemo y de la tradición de que él
fue el primer agricultor, Pausanias ofrece tres genealogías: de acuerdo
con la tradición ateniense, era hijo de Céleo; de acuerdo con Museo,
era hijo de Océano y Gea.
De acuerdo con Orfeo (pero no es Orfeo, según veo), Disaules era
el padre de Eubuleo y Triptólemo, y cuando dieron a Deméter infor-
mación sobre su hija, ella les recompensó enseñándoles la agricultura42.
42
Paus. 1.14.3 (OF 392, 397 I).
43
Iust. Phil. Coh. Gr. 17.1 (OF 386), cfr. el comentario de Riedweg, 1994, 349 s. y cap.
19, § 6.2.
44
Así, Riedweg, loc. cit. La violación de Deméter es narrada en Clem. Al. Prot. 15.1
como una historia relacionada con los misterios de Deó; P. Derv. col. XXVI conoce el trato
de Zeus con Deméter, que podría pertenecer a la misma historia.
45
Los testimonios, en Kern, 1922, p. 115.
46
OH 18.12-15.
680
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Capítulo XXXI
47
En Claud. Rapt. 3.107 s., Perséfone, en un sueño, implora a su madre desde el Infra-
mundo que vaya a buscarla; como el poema está inacabado, no podemos saber si lo hizo.
48
Cfr. West, 1983a, 37 s.: «Si pudiéramos identificar todos los poemas y la fecha de las
Argonáuticas, tendríamos una referencia exacta del estado de la literatura órfica vista por
una persona en una época determinada, pero lo primero no podrá hacerse nunca y lo segun-
do no se ha hecho todavía». Cfr. Sánchez Ortiz de Landaluce, 1996, 241ss. y cap. 16.
49
AO 26 s.
681
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50
AO 1191-1196.
51
Paus. 1.22.7 (DK 2 A 5; Mus. Fr. 41), 4.1.5 (DK 2 B 20; Mus. Fr. 59 I).
52
OH 40.9 (a la Deméter eleusinia) hace que ésta «envíe desde abajo una hermosa y
muy rica vida a los humanos».
53
Plu. Them. 1.4, después Simon. Fr. 627 PMG. Plu. Fr. 24 Sandbach describe las pin-
turas que Temístocles había patrocinado; Hippol. Haer. 5.20.5 fecha la fundación «antes del
Rito de Céleo, Triptólemo, Deméter, Core y Dioniso» (¿según Plutarco?). Paus. 1.31.4 identi-
fica a la Gran Diosa con Gea y ofrece una larga lista de dioses adorados en el telesterion.
54
Suda s. v. Eumolpos, E 3585: e[graye teleta;ı Dhvmhtroı kai; th;n eijı Kevleon
a[fixin kai; th;n tw`n musthrivwn paravdosin th;n tai`ı qugatravsin aujtou` genomevnhn.
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Capítulo XXXI
55
Paus. 2.12.4 conoce su tumba en Argos; en 2.14.2-4 cuenta un mito sobre su ruptura
con su hermano Céleo. Cfr. Flückiger-Guggenheim, 1984, 98 s.
56
Graf, 1974, 175 s.
683
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náuticas órficas, que situaba el relato del rapto «cuando Deméter era
qesmofovro"». La teoría se remonta a los últimos años del siglo V
a.C., y al pensamiento de Pródico de Ceos, cuya teoría teológica
hacía derivar el estatus divino de Deméter o de Dioniso de los fun-
damentalísimos cambios que forjaron en la vida humana57. Al mismo
tiempo, el cambio de la historia refleja un cambio en la autodefini-
ción de Atenas. La introducción de la agricultura por parte de Demé-
ter es una pieza clave de la propaganda ateniense desde la época clá-
sica en adelante, y está estrechamente ligada a la fundación de los
misterios de Eleusis. En su Panegírico, Isócrates presume de ambos
dones ante una audiencia panhelénica, una inscripción de época hele-
nística se hace eco de ello y todavía Cicerón lo repite58. De forma más
importante, es la razón fundamental del impuesto que los atenienses
reclamaban de todos los griegos y que almacenaban en el santuario
de Eleusis59, y está atestiguado en la cerámica griega por muchas
imágenes que representan a Deméter enviando a Triptólemo para
difundir la agricultura; Sófocles lo llevó al drama en su Triptólemo,
tal vez del año 468 a.C.60.
De este modo, tal poema modernizó la tradición eleusinia y se
convirtió en vehículo de la propaganda ateniense. Su resumen se con-
serva en el Mármol de Paros: la manera en que el texto está redacta-
do muestra que éste es el único poema de Orfeo que contaba para
Atenas; fue establecido en ese papel hacia el 264/263 a.C., y quizá
considerablemente antes. Su relación con el poema del Papiro de
Berlín no está clara: los dos serían textos diferentes, pero estrecha-
mente relacionados, puesto que tanto Baubó como Disaules están
presentes también en el texto de Berlín. Quizá los dos poemas de
Deméter a los que se alude en las Argonáuticas órficas se correspon-
den precisamente con los dos poemas de los que dan fe nuestras fuen-
tes helenísticas.
57
Prodic. 80 B 5 D.-K. (cfr. esp. Them. Or. 30); añádase P. Herc. 1428 Fr. 19, cfr. Hen-
richs, 1975b, 1984b. El fondo en Baudy, 1995, 191, que interpreta que los iniciados eleusi-
nios «recrean la antropogonía».
58
Isoc. 4.28; IG II2 1134.16 (de 117/116 a.C.), Cic. Leg. 2.36, cfr. Aristid. Or. 22.4 y
Sch. Clem. Al. Prot. 2.19.2.
59
El decreto IG I3 78; cfr. Cavanaugh, 1996.
60
Las imágenes, en Schwarz, 1987, y Hayashi, 1992; cfr. también Schwarz, 1997. Los
fragmentos del Triptólemo de Sófocles, en Tragicorum Graecorum Fragmenta 4 (Berlín,
1977), n.os 596-611; su datación en 468 a.C. se infiere de Plin. HN 18.65. La historia de
Ceres en Ov. Fast. 4.507-560 describe una Eleusis anterior a la agricultura donde Céleo es
rey, Metanira reina; aquí, Ceres se hace nodriza de un enfermizo bebé del que no se da el
nombre, al que impide hacerse inmortal, pero al menos hace de él el inventor y difusor de
la agricultura: debe de ser Triptólemo. La narración de Ovidio, así pues, es algo más cercana
al Himno homérico, sin olvidar, sin embargo, las posteriores reivindicaciones de Atenas.
684
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Capítulo XXXI
61
FGrHist 12 F 79.
62
Cfr. OH 42; Misa está aquí relacionada tanto con Deméter (Thesmophóros, Eleusis)
como con Dioniso.
63
Ar. Ra. 1032-1036.
64
Todavía útil Zijderveld, 1934, que muestra la gama de posibilidades.
65
Heródoto emplea el término musthvria para Samotracia (2.51) y habla de teletaiv de
Dioniso Baqueo en Olbia (4.79.1), pero también de las «teletaiv de Deméter que los grie-
gos llaman qesmofovria» (2.171.2), lo que, de alguna manera, se asocia con los musthvria
de Atenea en Sais; Ar. V.119-122 menciona los ritos (teletaiv) de los Coribantes y alude a
misterios de Hécate en Egina.
685
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un texto poético de Orfeo que fuese famoso en Atenas, como los Orácu-
los de Museo, Trabajos y días de Hesíodo y la Ilíada de Homero. Tal
texto sería una narración del Rapto de Core, pero con un detalle que
no se encuentra en el Himno homérico: Deméter no dejó en suspen-
so temporalmente la agricultura, sino que la introdujo completamen-
te, y esto hizo pasar a la humanidad de la ilegitimidad a una cultura
lícita66. De modo que, si tomamos a Aristófanes en serio, nos lleva a
un poema en hexámetros de Orfeo que, en 405 a.C., era tan famoso
como la Ilíada, Trabajos y días y los Oráculos de Museo, y resuena
junto a los poemas «órficos» posteriores.
La modernización es uno de los propósitos de los poemas de
Orfeo sobre Deméter; ampliar el ámbito de la etiología ritual es otro.
Esto resulta claro tanto por el poema de Berlín como por los frag-
mentos conservados en fuentes posteriores. Disaules, el hijo de Eubu-
leo, el porquero, presenció el secuestro de Perséfone: cuando Hades
desapareció en la tierra con su novia raptada, sus cerdos cayeron en
el abismo y perecieron. Ya Clemente, nuestra fuente, es consciente de
la función etiológica de esta historia: explica la colocación ritual de cer-
dos en una sima durante las Tesmoforias67; la etiología se daría ya en el
Himno órfico, al igual que el Himno homérico a Deméter explica
varios mitos etiológicos. Dos características más relacionan el poema
con la fiesta central de Deméter. Una es la posibilidad de que este
poema llamase qesmofovro" a Deméter, pero también explicase el
epíteto a partir de su aportación de la civilización y las leyes. La otra
es la certeza de que el papel de Baubó en el poema la relaciona con
su culto en las Tesmoforias y con la iconografía. Baubó, el órgano
genital femenino personificado68, se encuentra emparejada con
Deméter en algunos cultos locales69. Para hacer reír a Deméter, Baubó
se descubre el vientre y lo hace parecer y moverse como un rostro:
esto se une a una serie de estatuillas de terracota del Tesmoforion de
Priene que muestran a una mujer con el vientre desnudo que tiene una
cara dibujada encima, con el monte de Venus doblándose a modo de
66
Véase la discusión en el comentario de Dover, 1997, 321, que está de acuerdo con la
interpretación, sin dar ninguna referencia a la bibliografía anterior. Otro texto en el que
podría pensarse sería un poema de Descenso que narrase el castigo de los asesinos en el
Hades (cfr. infra). No puede excluirse del todo; pero el énfasis en el asesinato, frente a la
conducta inmoral en general, es sorprendente, y la combinación con Eleusis hace de la del
Poema del rapto la hipótesis más económica.
67
Clem. Al. Prot. 2.17.1, Sch. Luc. D. Meretr. 2.1 p. 275 Rabe.
68
Emp. B 153 D.-K.; cfr. Herod. 6.19 (baubwvn, «los genitales masculinos») y E. Fr.
694 Kannicht, Trag. Adesp. 165 K.-S. (baubavw, «tener trato sexual»). Acerca de Baubó, cfr.
especialmente Olender, 1985.
69
Naxos SEG 16.478 (siglo IV a.C.); Paros IG XII 5.227 (siglo I a.C.).
686
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Capítulo XXXI
70
Wiegand-Schrader, 1904, 161, figs. 149-154.
71
Para el Himno homérico y las Tesmoforias, cfr. Clinton, 1992, 29-37, donde se retrac-
ta de la visión, más radical, expresada en un artículo anterior (Clinton, 1986). Cfr. también
Suter, 2002, passim.
72
Con la mayor lucidez en Burkert, 1977, 1-8.
73
Graf, 1993.
74
El término en Thphr. Char. 16.11 (residente en Atenas); Phld. Po. 1.181.1 Janko
(acerca de su estilo) y Plu. Apopht. Lac. 224E (itinerante). La colección de los textos en
Kern, 1922 Test. 203-211 combina materiales más bien heterogéneos; E. Hipp. 953 s. y Pl.
R. 364bc indican mejor lo que son. Cfr. Burkert, 1982.
687
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75
P. Derv. col. XX, cfr. el texto de Janko, 2002. Para el comentarista, cfr. supra, nota 37.
76
Cfr. Johnston, 1999, y Bremmer, 2002.
77
h. Cer. 480-482, Pi. Fr. 137 Maehl. (Eleusis según Clem. Al. Strom. 3.3.17.2), S. Fr.
837 Radt, etc.; cfr. Graf, 1974, 79-81.
78
Literatura: sólo Pl. Ap. 41a. Arte: dos vasos apulios, LIMC 8:1 (1997) 61 n.os 71
(Karlsruhe = LIMC 4:1, 1988, 384 n.o 130) y 72 (Múnich = LIMC 4:1, 1988, 385 n.o 132).
Un tercer vaso, obra del Pintor de Altamura en Nápoles, Museo Nazionale 3222, LIMC 4:1,
1988, 384 n.o 127, está sumamente restaurado; la figura de Triptólemo tiene el nombre gara-
bateado en la superficie, en letras que parecen del siglo IV a.C.
79
Cfr. Dover, 1993.
80
Cfr. el examen de Lloyd-Jones, 1985.
688
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Capítulo XXXI
81
Ésta es la caracterización ofrecida por West, 1983a, 9; no sabemos nada más allá de esto.
82
Cfr. Johnston, 1999, 114 s.
83
Epígenes en Clem. Al. Strom. 1.21.131.5; Brontino aparece en el catálogo de Iambl.
VP 267 y, como contemporáneo de Pitágoras, ibid. 132; Alcmeón de Crotona, discípulo de
Pitágoras (D. L. 8.83), le dedicó su libro (cfr. los textos en OF 1100 I).
84
Los testimonios y fragmentos, en OF 707-711.
85
AO 40-42; cfr. supra, nota 49.
86
D. S. 1.96.5 s.
689
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Los que viven una vida santa (eujagevousi) bajo la luz del sol,
cuando mueren, reciben un destino más compasivo
en la hermosa pradera que está cerca del Aqueronte de profunda
corriente
...
Pero a los que se hayan comportado injustamente (a[dika rJexv ante")
bajo la luz del sol,
insolentes, se les guía, bajo la llanura del Cocito,
al escalofriante Tártaro87.
87
Procl. in R. 2.340.11 Kroll (OF 340).
88
Kingsley, 1995, 133-148, incluye la Cratera de Orfeo.
89
Cfr. West 1983a, 267; se lo atribuye al material a partir del que reconstruye la
Teogonía de Protógono como de principios del siglo V.
90
Pl. R. 364bc.
91
Para un texto reciente, cfr. Pugliese Carratelli, 2001a, y especialmente Bernabé-
Jiménez, 2001, 257-281; para un intento de agrupar en stemmata las laminillas órficas cono-
cidas hasta entonces, cfr. Janko, 1984.
92
Basilea, Antikenmuseum und Sammlung Ludwig, Inv. 540; Schmidt-Trendall-Cam-
bitoglou, 1976, 7 s., 32-35; cfr. también Schmidt, 1975 y 1991 y cap. 8, § 15 con fig. 19.
690
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Capítulo XXXI
Museo y su hijo tienen un canto más excelente que éstos sobre las
bendiciones que los dioses otorgan a los justos. Pues los conducen,
93
Pl. Grg. 493bc.
94
Para un escenario ritual, cfr. Graf, 1993.
95
LIMC 4:1 (1998) 385, n. 132.
691
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96
Pl. R. 363cd.
97
Véase n. 5.
98
Paus. 1.22.7; cfr. supra, notas 25 y 52.
99
Para esta Teogonía, cfr. Martínez Nieto, 2000 y 2001.
100
El único fragmento literal en Paus. 10.5.6 (Mus. Fr. 74).
101
FGrHist 239 A 15.
692
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Capítulo XXXI
102
De acuerdo con Sócrates, Triptólemo se convirtió en juez debido a su justicia, Pl.
Ap. 41a.
103
Burkert, 1962a, 193; Graf, 1974, 99.
104
D. L. 6.39; Iul. Or. 7.238.
105
Para los modelos de Oriente Próximo, cfr. West, 1997a, 67.
106
Paus. 9.31.5.
107
Apollod. 5.12, cfr. Norden, 1926, 5 y Lloyd-Jones, 1967. Cfr. cap. 19, § 3.4.
108
Pi. Fr. 346 Maehl., Apollod. 5.12, E. HF 613.
693
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109
Cfr. P. Derv. col. XX.
110
Honorarios: IG I3 6.
694
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Capítulo XXXI
111
Theologia Platonica 6.1.7; de Aristóteles, el físico, se convierte en un simple
seguidor de éstos. Mercurio, por supuesto, es Hermes Trismegisto.
112
Cfr. su Historia deorum gentilium. Syntagma XIV: De Cerere et Triptolemo, en: Opera
Omnia 1, 169, 429-431; cfr. también Edgar Wind, Pagan Mysteries in the Renaissance, Lon-
dres, 1958, 1-14. Acerca de Gregorius Gyraldus (1479-1552), cfr. Gruppe, 1921, 32-34.
113
Cfr. mi artículo Graf, 1998b, 221.
114
Creuzer, 1821, III, 146. Cfr. también Meiners, 1776.
695
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115
Schelling, 1815.
116
Müller, 1840.
117
Dodds, 1951, 137: «Nadie, supongo, cree ahora que... las promesas eleusinias fue-
ron el resultado de una “reforma órfica”»; la teoría está aún presente, aunque en una forma
modificada, en Boyancé, 1936, 25-27.
118
Boyancé insistió en el papel de Yaco-Dioniso como algo novedoso y supuestamen-
te órfico (26) y trató de recuperar la olvidada teoría de Reinach, 1923 (vol. V) 66, que des-
cubrió a Zagreo en Eleusis. Un vehemente, pero justificado, rechazo de todas las teorías
centradas en Zagreo, en Edmonds 1999.
119
Rohde, 21898, vol. 1, 284: «Iakchos, der Sohn des Zeus (chthonios) und der Per-
sephone... von dem Dionysos, wie ihn sonst der attische Kult auffasste, völlig verschieden».
En las pp. 285 s., Rohde rechaza firmemente la «oft vorgebrachte Annahme, die Pri-
vatmysterien der orphischen Conventikel hätten auf die Mysterienfeier des athenischen Sta-
ates einen umgestaltenden Einfluss ausgeübt».
696
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XXXII
ORFISMO Y DIONISISMO
1. INTRODUCCIÓN
1
Nilsson, 1935, 184 s.; Burkert, 1977, 6 s. Véase caps. 31 y 45.
2
Burkert, 1985, 48.
3
Burkert, 1977, 7.
4
Hdt. 2.81, E. Hipp. 952 ss. Como veremos en este estudio, las relaciones entre Orfeo
o los órficos y Dioniso o los ritos dionisíacos son evidentes en numerosos textos. A modo
de síntesis, véanse las láminas de Olbia (OF 463-465), Palaeph. 33 (50.7 Festa), Damag. AP
7.9, Apollod. 1.3.2, Cic. ND 3.58, Str. 10.3.23, D. S. 1.23.2, 3.65.6, 5.75.4, Plu. Alex. 2,
Quaest. conv. 635E, Clem. Al. Prot. 2.17.2, Hippol. Haer. 5.20.4, Procl. in R. 1.174.30
Kroll, in Ti. 3.297.8 Diehl, Thdt. Affect. 1.21, Lyd. Mens. 4.51.
697
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Orfismo y dionisismo
5
Como sí hace, en cambio, Nilsson, 1957, 143.
6
Cfr. caps. 14, 15, 16, 19, 20, 22, 27.
7
Aristid. Or. 41.2 (OF 684).
698
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Capítulo XXXII
Doliéndose (i. e., Lieo) por la pérdida del vate de sus ritos.
8
Eratosth. Cat. 24 (A. Fr. p. 138 Radt, OF 536).
9
Véase cap. 7, § 1.2.
10
Hyg. Astr. 2.7 (OF 1034).
11
Hyg. Astr. 2.6 (OF 1075).
12
Cfr. cap. 6.
13
Apollod. 1.3.2 (OF 501). Los comentaristas están de acuerdo en interpretar eu|re en
el sentido de «descubrir» y no de «encontrar, ver por casualidad», que podría enlazar con la
variante que dice que Orfeo fue despedazado por contemplar los misterios.
14
Ov. Met. 11.68 (OF 498).
699
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Orfismo y dionisismo
Orfeo, que allí se custodiaban, veían la luz del sol15. Otra prueba más
de la relación entre el mito de Orfeo y Dioniso es el relato de Lucia-
no, según el cual los habitantes de Lesbos enterraron la cabeza de
Orfeo en el mismo lugar en que se levantaba el templo de Baco en
tiempos del autor16.
15
Paus. 9.30.9 (OF 1055).
16
Luc. Ind. 11 (OF 1052).
17
Cfr. cap. 2, esp. § 2. Véase, por ejemplo, Clem. Al. Prot. 2.17.2 «Orfeo el tracio», o
el asombro de Paus. 10.30.6 (cfr. Perdrizet, 1910, 101) ante la apariencia griega de Orfeo
en la pintura de Polignoto.
18
Il. 6.130 ss., cfr. Perdrizet, 1910, 45 ss., 66 ss., 71 ss. –quien sostiene que Tracia había
sido la cuna de la religión de Dioniso y del dionisismo extático–; Rohde, 21925, II 332 ss.;
Berti-Gasparri, 1989, 15. En la actualidad el origen se localiza en la cultura minoicocreten-
se, cfr. Henrichs, 2003b, 480.
19
Eratosth. Cat. 24 (140 Rob. = A. Fr. p. 138 Radt, OF 536).
20
Perdrizet, 1910, 39 s.; Jeanmaire, 1951, 99 s.; Freyburger-Galland-Freyburger-Tau-
til, 1986, 80-85; Fol, 1993b.
21
OF 463 (IOlb. 94a Dubois), Hdt. 4.78 s., Mela 2.17 (OF 924), D. S. 3.65.6.
22
D.18.259 (OF 577 I); D.S.4.4.1: «Cuentan algunos que había otro Dioniso muy ante-
rior al que acabamos de mencionar. Pues dicen que nació de Zeus y Perséfone el Dioniso
que algunos llaman Sabazio, cuyo nacimiento, ofrendas y honras se celebran de noche y de
forma oculta por la vergüenza que provoca la interrelación de sexos»; la participación de hom-
bres en los ritos es más propia de cultos órficos que dionisíacos y además Diodoro coinci-
de con Demóstenes en que se trata de celebraciones nocturnas; Iambl. Myst. 3.10.121: «La
fuerza de Sabazio se vuelve familiar en los ritos y purificaciones de las almas y en las libe-
raciones de antiguos recuerdos» (nótense las coincidencias léxicas con OF 350.3: «celebran
ritos y la liberación de las injusticias de los antepasados»), Lyd. Mens. 4.51: «Terpandro el
lesbio dice que Nisa había criado a Dioniso, llamado Sabazio por algunos, nacido de Zeus
y Perséfone, que fue luego despedazado por los Titanes»; sobre la situación de Nisa, cfr.
Scarpi, 1991, 405. Sobre Dioniso Sabazio, cfr. Jeanmaire, 1951, 95 ss.; Freyburger-Galland-
Freyburger-Tautil, 1986, 80-85.
700
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Capítulo XXXII
23
D. S.4.25.4.
24
Según Paus. 2.37.5 Dioniso descendió a por Sémele a través de la laguna Alcionia,
que se encuentra en Lerna, en la Argólide, cfr. Clem. Al. Prot. 2.34.2-5. Pero Paus.2.31.2
afirma que la sacó a través del templo de Ártemis Soteira en Trezén. También en una limne
de Lerna Plutón había raptado a Perséfone (Paus. 2.36.7). Tras su apoteosis recibe el nom-
bre de Tione (Apollod.3.5.3).
25
Pi. O. 2.23. Sobre el descenso de Dioniso al Hades en busca de Sémele, cfr. Otto,
1997 (1933) 55 s.; Jeanmaire, 1951, 343 s.; Boyancé, 1965-1966, 95 s.; Scarpi, 1991, 412;
Camassa, 1994, 179; Casadio, 1999, 164 (con fuentes).
26
Camassa, 1994, 180.
27
Sobre el particular, véase cap. 4., esp. § 1.2.
28
Dioniso está representado en una cratera de volutas apulia del 340-330 a.C., conserva-
da en el Museo de Arte de Toledo (Ohio), cfr. Johnston-McNiven, 1996; Olmos, 2001, 304-
307. Orfeo aparece en una cratera de volutas apulia del Museo de Múnich, n.º 3297, s. IV a.C.,
cfr. Schmidt, 1975, 120 ss.; Olmos, 2001, 300 ss.; LIMC III 1 s. v. Dike, 390, n.º 7. Un
modelo muy similar con Orfeo como mediador hallamos en otras crateras apulias proce-
dentes de Matera n.º 336 (320 a.C.), Karlsruhe B 4 (350-340 a.C.) y Nápoles SA 709 (330-
310 a.C.), véanse también caps. 8 y 29.
29
Cfr. cap 27. La muerte de Orfeo a manos de las ménades se remonta a las Basárides
de Esquilo: Eratosth. Cat. 24 (140 Rob. = A. Fr. p. 138 Radt, OF 536), cfr. cap. 7.
30
Procl. in R. 1.174.30 ss. Kroll (OF 503).
701
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Orfismo y dionisismo
31
Nilsson, 1935, 203 s., no cree que esta versión sea una innovación de Esquilo. Con
el mito del desmembramiento de Dioniso los órficos condenarían los ritos de las bacantes
como crímenes, lo que explicaría la hostilidad del dios hacia Orfeo por blasfemo y su cas-
tigo, semejante al de Penteo, otro enemigo de los ritos dionisíacos (o[rgia).
32
Guthrie, 21952, 33 ss.; Guépin, 1968, 227; Detienne, 1977, 203; Coche de la Ferté,
1980, 182 s.; Turcan, 1986, 237 s.
33
West, 1983b, 69.
34
Burkert, 1977, 38.
35
Ar. Ra. 1030 ss. (OF 547). En su leyenda se dan cita muchas de las características
del héroe: orígenes sobrehumanos, logros maravillosos, muerte misteriosa y renombre
excepcional. Mediante la transmisión de doctrinas y ritos Orfeo proporcionó a los griegos
elementos de civilización, cfr. Linforth, 1941, 35. En Pl. Lg. 677d el nombre de Orfeo se
relaciona con los de Dédalo, Palamedes, Marsias, Olimpo y Anfión.
702
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Capítulo XXXII
36
En la versión de las Basárides de Esquilo transmitida por Eratóstenes se mencionan
ambos episodios de la biografía mítica de Orfeo.
37
IOlb. 94a Dubois (OF 463), Hdt.2.81 (OF 650).
38
Hdt. 2.81 (OF 650, con amplísima bibliografía y referencias a los problemas de lectura).
39
Burkert, 1985, 294.
703
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Orfismo y dionisismo
orfismo. Por todo ello, lo más probable es que se esté refiriendo a los
ritos de una única corriente religiosa. Es posible que citase juntos los
dos adjetivos con la intención de precisar que se estaba refiriendo a
ritos mistéricos (noción en la que incidiría el calificativo «órficos»)40
relacionados con Dioniso (de ahí el adjetivo «báquicos») pero distin-
tos de los ritos dionisíacos públicos.
Para encontrar otro testimonio que equipare ambas denominacio-
nes hemos de esperar a la comparación que hace Estrabón entre las
artes dionisíacas y las órficas:
40
Nilsson, l957, 144, afirma que en Italia no existen cultos dionisíacos, tal vez porque
considera órficos los cultos allí documentados.
41
Str. 10.3.23 (OF 670).
42
Linforth, 1941, 236 ss.
43
P. Derveni col. XX y Burkert, 1982 (1997), 16. Véase también el mismo valor para el
término banausivh, «charlatanería», en Hp. Morb. Sacr. 18.6.396, cfr. Burkert, 1992, 41 s.
44
Plu. Alex. 2.7-9 (OF 579).
45
Cfr. cap. 56, Moulinier, 1955, 68; Turcan, 1988, 429; Bernabé, 1996b, 83.
704
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Capítulo XXXII
46
Como señala Linforth, 1941, 228.
47
Foucart, 1904; Jeanmaire, 1951, 36 ss.
48
Para la discusión véase Festugière, 1956; Dodds, 21960, XI ss.; Henrichs, 1978;
Coche de la Ferté, 1980; Daraki, 1994, 63; Versnel, 1990, 137 ss.; Casadio, 1994a, 98 y n.
75, 119 y n. 12.
49
OF 463, cfr. cap. 24.
50
E. Hipp. 953 s. (OF 627).
705
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Orfismo y dionisismo
Pues, como dicen los de las teletai: «Muchos son los que portan
el tirso, pocos los bacos»56.
51
Hdt. 4.79 (OF 563).
52
Linforth, 1941, 53 s., West, 1975, 234 s.
53
Cfr. n. 29, así como Burkert, 1977, 4; Cole, 1980.
54
Pl. R. 364e (OF 573 I).
55
Pl. Phdr. 244e (OF 575) «Llegó así (i. e., la demencia) a purificaciones y teletai e
hizo indemne para el presente y el futuro al que participaba de ella».
56
Pl. Phd. 69c (OF 576 polloi; me;n narqhkofovroi, pau`roi dev te bavkcoi).
57
Procl. in Hes. Op. 52 (33.20 Pertusi) «como muestran los que celebran a Dioniso por-
tando el tirso». Sobre los testimonios de iniciados que portan tirsos, cfr. Albizzatti, 1921,
260; Johnston-McNiven, 1996; Bernabé-Jiménez, 2001, 59.
706
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Capítulo XXXII
58
Cfr. Jiménez San Cristóbal, en prensa 1.
59
Dam. in Phd. 1.170 (103 Westerink): «Pues se lo ofrecen a Dioniso (i. e., el tirso) en
lugar del cetro paterno y así lo atraen hacia la existencia dividida. Y ciertamente también
portan el tirso los Titanes». Dam. in Phd. 1.170 (105 Westerink): «Y Sócrates llama a
muchos portadores del tirso a la manera órfica, como si vivieran a la manera de los Tita-
nes». Cfr. Westerink ad loc., Bernabé, 1998a, 82 y n. 164.
60
La fórmula no está enunciada en términos de oposición excluyente del tipo oiJ me;n
... oiJ de; ..., «unos... otros», sino que marca una oposición incluyente polloi; me;n ... dev
te pau`roi, «muchos... pocos», lo que parece significar que entre los muchos portadores
del tirso sólo unos pocos son o serán bacos.
61
OH 42.1, cfr. Ricciardelli, 2000a, 400.
62
West, 1983a, 159 y n. 68 (= 1993, 170).
707
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Orfismo y dionisismo
Lo más probable es que la fórmula refleje que son muchos los que
pueden participar en las ceremonias mistéricas, pero pocos los que al-
canzan el estado de bavkcoı, es decir, aquellos que logran la verdade-
ra unión con la divinidad63. Para lograr la conversión definitiva en
bavkcoı no basta con celebrar ritos –o, dicho de otro modo, con ser
«portadores del tirso»–, sino que hay que perseverar en el respeto a
los preceptos del modus vivendi órfico.
De la lámina de Olbia (OF 463) se deduce que en época clásica
un grupo de fieles órficos honra a Dioniso y relaciona el nombre de
esta divinidad con la creencia en una existencia ultramundana. Los
pasajes citados de Eurípides, Heródoto, Platón y la laminilla de Hiponio
revelan la relación de la terminología báquica (bakceuvein y bavkcoı)
con Orfeo y con ritos y creencias tradicionalmente asociados al orfis-
mo, aunque no se explicite el calificativo «órfico».
A partir del siglo III a.C. abundan las referencias a rituales o mis-
terios calificados de órficos o establecidos por Orfeo que se celebran
en honor de Dioniso. Damageto afirma que Orfeo descubrió los ritua-
les mistéricos de Baco64. Por su parte, Cicerón cuenta que
63
Rohde, 91925, II 128, n. 6; Guthrie, 21952, 194; Bernabé, 1998a, 82 y n. 164; Jimé-
nez San Cristóbal, en prensa 1.
64
Damag. AP 7.9 (OF 1071). Graf, 1987, 106, n. 76, duda de su autenticidad.
65
Cic. ND 3.58 (OF 497 I). No está claro si la fuente de Cicerón lee Selevnhı, corrup-
ción a partir de Semevlhı, cfr. Pease y van den Bruwaene ad loc., así como cap. 56, § 2.
66
Pease ad. loc., Linforth, 1941, 221.
67
Boulanger, 1937b; Pease ad loc. (pero no citan sus posibles fuentes), Guthrie, 21952,
19; Linforth, 1941, 221.
68
Lyd. Mens. 4.51 (OF 327 I, 497 II), véase también Ampelius 9.11. Linforth, 1941,
224 s. piensa que Lido corrige Selene en Sémele, mientras que Cicerón da el nombre origi-
708
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Capítulo XXXII
Cuentan (i. e., los egipcios) que inventan chismes quienes dicen
que el dios (i. e., Dioniso) habría nacido en la Tebas beocia, de Séme-
le y de Zeus. Y cuentan que Orfeo, tras dirigirse a Egipto y participar
en el ritual y en los misterios dionisíacos, los modificó.
nal en su traducción latina. Lido le atribuye al dios el honor de haber enseñado a los hom-
bres a mezclar vino y agua, cfr. Foucart, 1904, 19. Para la conexión entre Selene y Orfeo,
cfr. Pl. R. 364e, Hermesian. ap. Athen. 13, p. 597c.
69
D. S. 1.23.2 (OF 497 IV). Sobre el falso origen egipcio, véase cap. 39, § 2.1.
70
Thdt. Affect. 1.114 (OF 51 III); 1.21 (OF 51 I); 2.32 (OF 51 II).
71
Ou. Met. 11.68.92 ss. (OF 498 ss.), Mela 2.17 (OF 924), s. I d.C.
72
Hippol. Haer. 5.20.4 (OF 532), s. III d.C.
73
Plu. Quaest. conv. 636E (OF 646 I).
74
Respectivamente Plu. Quaest. conv. 636D y 635E (OF 645, cfr. cap. 34 y 45).
75
Plu. Quaest. conv 635E ss., Macr. Sat. 7.16.8, véase también una pintura en un colum-
barium cerca de la Villa Panfilia en Roma, cfr. Nilsson, 1957, 140 ss.; Turcan, 1961, 11 ss.
709
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Orfismo y dionisismo
Dicen que de Zeus y Perséfone nació en Creta este dios (i. e., Dio-
niso), que, cuenta Orfeo en las teletai, fue despedazado por los Titanes77.
76
Teletaiv: Damageto, Diodoro; sacra: Cicerón, Ovidio, Mela; orgia: Ovidio, Plutar-
co. Juan Lido emplea mysteria.
77
D. S. 5.75.4 (OF 283).
78
Clem. Al. Prot. 2.17.2 (Eus. PE 2.3.23; OF 588 I).
79
Lact. Inst. 1.22.15 (OF 505).
80
Arnob. Nat. 5.19 (OF 588 II).
81
Pettazzoni, 1924, 60, n. 52; Linforth, 1941, 230.
82
Macr. Comm. 1.12.12 (OF 672), Myth. Vat. III 12.5 (OF 672 II).
710
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Capítulo XXXII
83
Procl. in Ti. 3.297.8 (OF 348).
84
Es posible que en las teletaiv, durante la representación del relato mítico de los sufri-
mientos divinos, se apelase al dios y a su madre como mediadores en el proceso de conse-
cución de la bienaventuranza final.
85
Lyd. Mens. 4.53 (OF 504). Cfr. Nieto Ibáñez, 1999.
86
Palaeph. 33 (50.7 Festa = OF 500).
87
Cfr. § 3.
88
D. S. 3.65.6 (OF 502).
89
Paus. 8.37.5; Nilsson, 1935, 204.
711
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Orfismo y dionisismo
90
La literatura órfica, al menos la más antigua, es de temática predominantemente reli-
giosa.
91
Nilsson, 1935; Detienne, 1975, 53.
92
Esta época es el punto de partida para establecer la comparación, puesto que los tes-
timonios sobre orfismo en época arcaica son muy escasos.
93
Sobre la posibilidad de que la tragedia refleje una realidad cultual, cfr. n. 48.
94
En la Canea (KH Gq 5.2) y en Pilo (PY Xa 1419.1; PY Xa 102), cfr. Aura Jorro 1985,
s. v. di-wo-nu-so; García López, 1970, 35; Casadio, 1994a 10 ss.; véase también Foucart,
1904, 39. El verbo muevw asume el significado de iniciar en los misterios tan sólo en época
clásica, cfr. Casadio, 1982, 210.
712
609-730 11/11/08 12:28 Página 713
Capítulo XXXII
95
Esto es, una variedad en la que al culto se añade una enseñanza trascendente. Cfr.
Bianchi, 1965, 154 ss., 167 s.
96
Cfr. los cap. 11-24 del presente libro. La definición como religión del libro es de
Bianchi 1974, 131 (= 1977, 189); cfr. Bernabé, 1996a, 18, n. 15, 1996b, 67; Baumgarten,
1998, 70 ss.; Henrichs, 2003a, 210, 215 y n. 25, 224. Sobre la importancia de los legovme-
na rituales, véase cap. 33, § 2.2.
97
Burkert, 1977, 7.
98
Daraki, 1994, 63, llega a decir que las Bacantes son «el único “libro dionisíaco” que
haya tenido nunca en la mano».
99
Burkert, 1987b, 73.
100
BGU 5, 1211 (OF 44 T, ca. 210 a.C.), cfr. Burkert, 1987b, 70; Henrichs, 2003a, 224-231.
101
Para la discusión véase OF 44.
713
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Orfismo y dionisismo
102
Pyth. Hell. p.51 Thesleff; Burkert, 1987b, 155, n. 32.
103
El carmen sacrum de las bacanales citado por Liv. 39.18.3 sería un juramento que
comprometía al iniciado a no revelar el secreto de la iniciación y a guardar fidelidad al dios,
cfr. Festugière, 1954, 96 s.; Bernabé, 2002d, 63 ss.
104
Ricciardelli, 2000b, 275 s.
105
Coché de la Ferté, 1980, 247 ss.; Turcan, 1986, 237, 246.
106
Philostr. VA 4.21 (OF 1018 VIII); cfr. cap. 57, § 2.3.
107
Bianchi, 1975, 228 ss., 1976, 131 ss.
108
Según Sabbatucci, 1965, 51, la esencia de este dios, que tiene su origen en la dia-
léctica griega constituida por lo caótico y lo cósmico, podía polarizar lo caótico en las sus-
pensiones temporales y rituales del orden.
109
En contra de esa comparación, Jeanmaire, 1951, 371-390, y Burkert, 1977, 5. En cam-
bio, Kerényi, 1998 (1976b), 173 ss., trata de integrar todos los testimonios en una imagen.
714
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Capítulo XXXII
110
Lo que supone la inversión del orden de los sacrificios cívicos tradicionales, cfr.
Detienne, 1975, 68; 1977.
111
Bianchi, 1975, 22 s. La misma protesta con otros presupuestos se halla en Heraclit.
Fr. 50 y 86 Marcovich.
112
Cfr. cap. 33, 34 y 45.
113
Cfr. Burkert, 1985, 301; Turcan 1986, 235 y n. 46; Freyburger-Galland-Freyburger-
Tautil, 1986, 78.
114
E. Ba. 138 ss., 730 ss., Ael. NA. 12.34, cfr. Farnell, 1909, 303 ss.; Otto, 1997 (1933),
80 ss.; Daraki, 1994, 62 ss.
115
Cfr. Plu. Quaest. gr. 299E, Ael. VH 3.42, Ant. Lib. 10, Ov. Met. 4.1-52, cfr. Otto,
1997 (1933), 80.
116
Cfr. Apollod. 3.37; Nonn. D. 47.484 ss. Cfr. Otto, 1997 (1933), 80, con otros ejem-
plos míticos.
117
Plu. Them. 13, Porph. Abst. 2.55, OH 30.5; 52.7, cfr. Otto, 1997 (1933), 85; Dodds,
2
1960, 19.
118
E. Ba. 139 wjmofavgon cavrin, «delicia de carne cruda».
715
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Orfismo y dionisismo
119
E. Ba. 72 ss.
120
Sokolowski, 1955, n.º 48, p. 123, 125 (OF 583.2; ca. 276/5 a.C.), Dionysius 9.39,
Plu. Def. orac. 417C; Sch. Clem. Al. Prot. 12.199, Firm. Err. prof. relig. 6.5 (cfr. Sanzi,
2006, 93 s.). A propósito de la omofagia en la Antigüedad, cfr. Dodds, 1960 (1951) 255 s.;
Henrichs, 1969b, 235 s., 1978, 150 s.; Versnel, 1990, 145.
121
Freyburger-Galland-Freyburger-Tautil, 1986, 118; Burkert, 1987b, 87.
122
Freyburger-Galland-Freyburger-Tautil, 1986, 117, 122.
123
Pese a que se haya sostenido que los órficos no bebían vino, cfr. Burkert, 1985, 301
n. 10, para quien en Pl. Lg. 672b la embriaguez representa la venganza de Dioniso por sus
sufrimientos.
716
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Capítulo XXXII
124
Nilsson, 1957, 142 s. Véase IG II2 673b. El falo es uno de los objetos guardados en
la criba sagrada según la iconografía suritálica, cfr. Harrison, 1903b, 320 y fig. 17; Nilsson,
1957, 78 ss. y fig. 11; Simon, 1961, 171 fig. 37; Matz, 1964, fig. 8; Burkert, 1987b, 96 y n.
34 con bibliografía. En Asia Menor lo hallamos en numerosas tumbas como un elemento
funerario, Nilsson, 1957, 44 s. con bibliografía.
125
Liv. 39.8-19; cfr. Burkert, 1987b, 105. Sobre los vasos, véase Schmidt, 1972.
126
E. Ba. 694, Ph. 655 s. usa el sustantivo parqevnoı; D. S. 4.3.3.
127
OF 463 (IOlb. 94a Dubois), Ach. Tat. Intr. Arat. 33.17 Maas, Iambl. VP 28.151,
Damasc. in Phlb. 243 (115 Westerink), Procl. in Cra. 60.26 Pasquali, Procl. in Ti. 3.209.3,
Theol. Plat. 4.67.2 (IV 22 Saffrey-Westerink), a menudo referido a autores de poemas.
128
Pl. Prt. 316d, Cra. 400c, Io 536b oiJ ejx ΔOrfevwı; Procl. in Ti. 3.297.8 Diehl oiJ parΔ
ΔOrfei`.
129
Burkert, 1985, 46.
130
Sobre el término, cfr. West, 1975; Cole, 1980.
131
Burkert, 1997a, 23, señala que el sufijo -ikovı caracteriza por diferenciación.
717
609-730 11/11/08 12:28 Página 718
Orfismo y dionisismo
3.3.b. Oficiantes
Otro punto de comparación entre órficos y dionisíacos lo consti-
tuye el sacerdocio. A diferencia de las fiestas cívicas dionisíacas, que
se ciñen a un calendario rígido gestionado por la clase sacerdotal y se
celebran en lugares establecidos dentro o fuera de la ciudad, los cul-
tos mistéricos dionisíaco y órfico no parecen ligados en origen a un
lugar de culto fijo con sacerdotes pertenecientes a familias determi-
nadas, como los Eumólpidas en Eleusis. En época clásica, los ofi-
ciantes dionisíacos y órficos son sacerdotes itinerantes que apelan a
la tradición de orgia transmitidos de forma privada y surgen en cual-
quier lugar de acuerdo con las necesidades de los fieles134.
132
Petzl, 1974, 77 ss.
133
De Cazanove, 1986, 1 ss.; Egelhaaf-Gaiser-Schäfer, 2002; Jaccottet, 2003.
134
Heraclit. Fr. 87 Marcovich (OF 587), Hdt. 4.78 (OF 563), Pl. Phdr. 244de (OF
575), 265b, E. Ba. 22, 34, 40, 77 s., 460-476, 482; Ph. 655 s., inscripción de Mileto en
Sokolowski, 1955, n.º 48 (OF 583), D. S. 4.3.3, Liv. 39.8-19 y los frescos de la Villa de los
Misterios, cfr. Burkert, 1985, 291 s. con bibliografía.
718
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Capítulo XXXII
135
Cfr. cap. 33, § 2. 2.
136
Burkert, 1985, 297.
137
E. Ba. 465-474, cfr. 232-238. Véase Burkert, 1985, 291 s., 1987b, 33.
138
BGU 5.1211 (OF 44, ca. 210 a.C.), cfr. Nilsson, 1957, 11; Lenger, 21980, 69 ss.;
Burkert, 1987b, 33, 1992, 44.
139
Sokolowski, 1955, n.º 48 (OF 583, ca. 276/275 a.C.); cfr. Nilsson, 1957, 6 s.; Burkert,
1987b, 33 s.
140
IMagnesia 215a, cfr. Henrichs, 1978, 123-137; Burkert, 1992, 44.
719
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Orfismo y dionisismo
141
Los tres tipos de sacerdocio señalados por Burkert, 1987b, 30 ss., en su tipología de
los misterios antiguos.
142
Cfr. Burkert, 1987b, 35, n. 22. Cfr. también cap. 59.
143
Nilsson, 1957, 145 s.
144
Detienne, 1975, 78.
145
Sobre el papel clave de la mujer en ritos dionisíacos, cfr. Nilsson, 1941, 537; Jean-
maire, 1951, 157 ss.; Dodds, 1960 (1951), 249 ss.
146
Jiménez San Cristóbal, 2002c, 57 ss.
147
Turcan, 1986, 239 s.
148
Rohde 91925, II 13, 45; Otto, 1997 (1933), 88; 139; Lesky, 1936; Jeanmaire, 1951,
268 ss.; Turcan, 1958, 243-293; Daraki, 1994, 22 ss.
149
Od. 24.73 ss., cfr. Daraki, 1994, 28; Burkert, 1987b, 21, n. 47.
720
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Capítulo XXXII
más extendidas del culto cívico dionisíaco (las Antesterias, las Agrio-
nias y las Leneas150) ilustran la relación de Dioniso con el mundo de
los muertos151. Dioniso simboliza la muerte y el renacimiento152. Pro-
bablemente por ello numerosas tumbas griegas, itálicas e ibéricas se
adornan con símbolos de festividades dionisíacas, con vasos de bebi-
da y con falos153 y los sarcófagos italiotas están repletos de represen-
taciones dionisíacas. Múltiples piezas de la cerámica apulia remiten a
un ámbito paradisíaco relacionado con Dioniso154.
Sin embargo, y pese al manifiesto carácter ctónico de Dioniso, la
creencia en una vida en el Más Allá no aparece nítidamente circuns-
crita a los misterios báquicos de época clásica, ya que los textos que
suelen citarse en su apoyo155 guardan estrecha relación con el orfis-
mo, donde la dualidad cuerpo / alma implica la creencia en una vida
después de la muerte en que el alma adquiere todo el protagonismo.
Las almas de los iniciados órficos que hayan superado el tránsito al
Hades habitarán junto a los dioses, mientras que las no iniciadas y las
que fracasen en la travesía infernal sufrirán castigos y deberán reen-
carnarse156. Ningún castigo, en cambio, amenaza a los fieles dionisía-
cos, al menos en los testimonios literarios de época clásica157. En
general, la conexión de Dioniso con conceptos de salvación personal
se considera órfica158. No sabemos si la presencia de Dioniso en Eleu-
sis y en el orfismo contribuyó a que la religión dionisíaca apelase a
150
Daraki, 1994, 23, con bibliografía.
151
Nilsson, 1957, 118.
152
Plu. de E ap. Delph. 389A, cfr. Daraki, 1994, 29, n. 128; 57 s.
153
Turcan, 1966; Daraki, 1994, 28, n. 125; Bottini, 1992; Sánchez Fernández, 1998;
Olmos, 1998b.
154
Sobre la iconografía dionisíaca del Allende cfr. Metzger, 1944-1945, y Cabrera,
1998. Véanse, por ejemplo, un ánfora de Basilea (Schmidt-Trendall-Cambitoglou, 1976, 6
y 35 ss. tab. 8e 10a, ánfora S 29), la cratera de Tarento 61.602 y las numerosas escenas sim-
posíacas que podrían aludir a un banquete del Más Allá, incluyendo las que decoran el cono-
cido sarcófago del Tuffatore (cfr. Bottini, 1992, 87 ss.; Warland, 1999 y cap 29, § 6).
155
Pi. Fr. 131a Maehl. (OF 441), un espejo de Olbia que lleva grabado el nombre de
sus dedicantes (OF 564), la inscripción del bebacceumevnon de Cumas (OF 652), la lamini-
lla de Hiponio (OF 474), Pl. R. 363cd (OF 431-432), Phd. 69cd (OF 434 III), cfr. Nilsson,
1957, 118 ss.; Burkert, 1987b, 21 s.; Scarpi, 2002, 331 s., cita E. Ba. 72-74, donde, en mi
opinión, no hay referencia clara a un contexto escatológico.
156
Véase cap. 29.
157
En una inscripción minorasiática (MAMA 4.281) el dedicante es castigado por la
divinidad por no participar en los misterios. Ahora bien, es incierto a qué culto puede vin-
cularse. La creencia en castigos en el Más Allá está bien atestiguada en la pintura de Polig-
noto que describe el descenso de Ulises al Hades (véase Paus. 10.29.1, 10.31.9-11), pero se
trata de una creencia tradicional y no ligada exclusivamente al dionisismo. Incluso antes de
Polignoto, el motivo aparece en la pintura vascular, en un ánfora de Múnich (1493, ABV
316, 7) y en un lécito de Palermo, si bien sólo el último parece tener algún componente dio-
nisíaco, cfr. Keuls, 1974, 34-41; Burkert, 1987b, 11, n. 55.
158
Henrichs en Burkert, 1977, 22.
721
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Orfismo y dionisismo
La diferente concepción del destino del alma entre los fieles órfi-
cos y báquicos en época clásica puede explicar sus diversas nociones
159
Véase Chirassi-Colombo, 1982, 312.
160
IMilet. II 733, s. III-II a.C., cfr. Scarpi, 2002, 332, BCH 28, 1904, 191, n. 1.
161
IMagnesia 117.
162
BCH 24, 1900, 305 n.º 1, AEph. 1936, p. 17, cfr. Nilsson, 1957, 66, n. 114, 122.
163
Liv. 39.13.13. Nilsson, 1957, 121 y Burkert, 1987b, 101, consideran que no hay ras-
tro aquí de la creencia en una vida post mortem o en un renacimiento.
164
Festugière, 1954, 105.
165
Plu. Fr. 178 Sandbach (OF 594, considerado como referencia de los misterios en
general), Cons. ux. 611D (OF 595 I), Origenes Cels. 4.10, 8.48, CIL III 126, n. 686 (OF
580; s. III d.C.), cfr. Burkert, 1987b, 23, n. 61 con bibliografía.
722
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Capítulo XXXII
166
El estado de bienaventuranza es una característica propia de quien ha visto los mis-
terios: S. Fr. 837 Radt, E. Ba. 73 ss. Cfr. Burkert, 1987b, 93, n. 17.
167
Chirassi-Colombo, 1982, 311 ss. Dioniso se presenta como poseído desde su primer
testimonio literario, Il. 6.132.
168
Cfr. Sabbatucci, 1965, 63 s.
169
Bianchi, 1975, 228 ss.
170
E. Cret. Fr. 472 Kannicht (OF 567), Ba. 120 ss., cfr. Festugière, 1956, 84 (1972, 78);
Casadio, 1990a; Bernabé, 2004d.
723
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Orfismo y dionisismo
4. CONCLUSIONES
171
OF 652, cfr. Turcan, 1986, 240 ss. y cap. 59, § 2.3.
172
En palabras de Dubois, 1995, 54: «Notre inscription délimitait donc l’endroit où
était ensevelie l’élite des sectateurs cumains de l’orphisme».
173
En Magnesia (IMagnesia 117), Tanagra (IG VII 686) y Atenas (IG II2 1368, Soko-
lowski, 1969, n.º 51); cfr. Nilsson, 21961, 365; Turcan, 1986, 232.
174
IGUR 1324, cfr. Burkert, 1987b, 23, n. 61; Merkelbach, 1988, 89, n. 7.
175
Nilsson, 1957, 107, fig. 27; Burkert, 1987b, 23, n. 61.
724
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Capítulo XXXII
725
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Orfismo y dionisismo
del tipo oiJ ajmfi; ΔOrfeva, nombres como baco, báquico o dionisíaco
por sí solos no definen la pertenencia a uno u otro grupo. Orfismo y
dionisismo coinciden en la adopción de un modelo de sacerdote iti-
nerante opuesto al oficiante estable de la religión cívica, que, sin
embargo, se impondrá a partir de época imperial, cuando el culto se
institucionaliza.
Orfismo y dionisismo coinciden también en situar a Dioniso en el
centro de su actividad religiosa, si bien el tratamiento que recibe es
radicalmente distinto. En el culto dionisíaco el éxtasis se alcanza
mediante la celebración de ritos que incluyen sacrificios cruentos.
Entre los órficos, en cambio, el éxtasis se concibe como la unión con
la divinidad que sólo se logra mediante la expiación del crimen titá-
nico contra el niño Dioniso. En este aspecto, el orfismo se aparta de
los aspectos dionisíacos más crueles y sanguinarios. Los órficos abo-
gan por un modo de vida sujeto a numerosas prescripciones, ajeno
por completo al culto dionisíaco. El orfismo implica una filosofía de
vida que traspasa los límites de la práctica cultual, el dionisismo no.
El deseo de purificación, el ascetismo, la abstinencia y el vegetaria-
nismo de los seguidores órficos se explican por sus creencias en la
dualidad cuerpo / alma y en la transmigración de las almas. Por el
contrario, religiones de salvación como la dionisíaca y la eleusinia no
tienen apenas doctrinas acerca del alma y, aunque resulte paradójico,
carecen de una teología y de una doctrina espiritual sólidas.
Las creencias ultraterrenas suponen un nuevo punto de distancia
entre órficos y báquicos. Pese al manifiesto carácter ctónico de Dio-
niso, la creencia en una vida en el Más Allá no aparece nítidamente
en los misterios báquicos de época clásica, sino que los textos en que
se apoya guardan estrecha relación con el orfismo. Al menos en los
testimonios literarios de época clásica no hay rastro de promesas de
bienaventuranza para los fieles dionisíacos ni castigo alguno amena-
za a los profanos. Las esperanzas de los fieles órficos en una vida
ultramundana justifican algunas prácticas funerarias que los alejan de
los dionisíacos, como el enterramiento en lugares apartados de otros
profanos. A partir de época helenística, varios epígrafes podrían ilus-
trar la esperanza órfica en un destino feliz tras la muerte. A su vez, los
testimonios de época imperial revelan que la primitiva imagen órfica
del Más Allá acabó extendiéndose y, en consecuencia, las descripcio-
nes de premios y castigos de este periodo se corresponden en gran
medida con las descritas en las laminillas órficas y en Platón.
La diferente concepción del destino del alma puede explicar las
diversas nociones de macarismo en época clásica. Los participantes
en los ritos dionisíacos se convierten en poseídos por el dios que
experimentan una evasión y entusiasmo temporales, ajenos por com-
pleto a la escatología. Entre los órficos, en cambio, la identificación
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Capítulo XXXII
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Bingham en Burkert, 1977, 25, cree que ciertas características de los textos órficos
pueden explicarse como un intento de superar los excesos del culto báquico.
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Freyburger-Galland-Freyburger-Tautil, 1986, 132. En la inscripción de Cumas cita-
da (OF 652), el singular bebacceumevnon indica el carácter individual de la conversión en
baco, a diferencia del dionisismo, que es esencialmente colectivo, cfr. Turcan, 1986, 239.
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QUINTA PARTE