Identidades Periféricas y Las Sexualidades Disidentes

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Identidades periféricas y las sexualidades disidentes, lo Queer en América

Latina

En los últimos años se ha producido un importante avance en las ciencias sociales


al integrar los estudios de género como un nuevo paradigma de investigación en el
que el objeto de estudio principal son las relaciones socioculturales que existen
entre mujeres y hombres. Estos trabajos han cooperado al hacer visibles a las
identidades disidentes, transgresoras, a los cuerpos no normados y a las
sexualidades periféricas, al cuestionar los privilegios, las imposiciones y los
históricos mecanismos de dominación, permitiendo con ello lograr un avance
importante dentro de la materia jurídica y social.

Desde los años setenta, en diversos países de América Latina, han existido
múltiples movimientos de activistas que se manifiestan en torno a las ideas que
tienen como principal objetivo los derechos de las comunidades gay, lésbico,
bisexual, travesti, transexual, transgénero e intersexual (LGBTTTI), la liberación
sexual, el respeto a la diversidad y el derecho al control del propio cuerpo. En
ocasiones con mucho éxito, se ha logrado cuestionar las nociones dominantes de
lo que se entiende por familia, los roles de género y la heteronormatividad
marcadas por supuestos ligados y dominados por el estigma sexual.

En el caso de México y en específico, la Ciudad de México, el tema referente a la


población LGBTTTI ha sido tratado y difundido en cuanto a leyes que protejan a
dicha población de la discriminación. Ejemplo de ello, es la Ley Federal para
Prevenir y Eliminar la Discriminación, en la que se prohíbe la discriminación
laboral basada en la orientación sexual, se prohíbe también cualquier tipo de
violencia basada en la forma de vestir, hablar, las gesticulaciones, o el asumir
públicamente las "preferencias sexuales" (Lucario, 2017). Sin embargo, México es
un país que discrimina; de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la

1
Discriminación llevada a cabo en el año 2010, 44% de los mexicanos no estarían
dispuestos a vivir con personas homosexuales, lo que dennota que casi la mitad
de las personas excluyen a otras personas dentro de la comunidad 1 y sobre todo
del ejercicio igualitario de sus derechos y libertades. Dentro de este ámbito se
pueden mencionar estadísticas como las que presentan que únicamente el 30%
de los mexicanos apoya los derechos específicos para las parejas del mismo
sexo, otra estadística alarmante es que el 90% de las personas pertenecientes a
la población LGBTTTI ha ocultado su orientación sexual dentro de las escuelas
por miedo a ser discriminados, aún más grave es que el 12% de la población
considera que la homosexualidad debería ser catalogada como un crimen, todo de
acuerdo con la encuesta de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays,
Bisexuales, Trans, e Intersex para América Latina y el Caribe (2016).

Desafortunadamente, este rechazo se ve reflejado en violencia, por ejemplo los


crímenes de odio, en el caso de la Ciudad de México (que es la única en el país
que reconoce este delito dentro de su Código Penal) en lo que va del año 2017
han sido reportados 20 asesinatos dentro de esta categoría, de acuerdo con la
Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia. Otro ejemplo es
la campaña de la iglesia católica en contra del matrimonio iguaitario.

Es sabido que las sociedades latinoamericanas son muy conservadoras, por lo


que la desaprobación, la intolerancia y el control social forman parte de la vida de
quienes se atreven a transgredir las normas sociales, identitarias y
heterosexuales. Aún cuando en México el marco legal ha presentado grandes
avances, la cultura heteropatriarcal-conservadora ha hecho realmente complicado
la aceptación de las personas no normadas dentro de la sociedad. Lo anterior nos
lleva a considerar que dentro de la sociedad no existe voluntad alguna que tenga
como finalidad deconstruir los prejuicios, por ello es que el ser diferente sigue
siendo una condición considerara degradatoria.

1
Y eso que no se exponen dentro de este trabajo otro tipo de características identitarias que son
discriminadas como lo son el pertenecer a una etnia, el color de piel, las religiosas y las socioeconómicas

2
Sin embargo, ¿qué hay de malo en ser diferente? Si bien es cierto que vivimos en
una sociedad como la descrita con anterioridad, estamos conscientes de que
todos, absolutamente todos, hemos construido nuestras identidades basándonos
en normas y condiciones muy específicas que muchas instituciones nos han
hecho aprender. La dicotomía hombre/mujer es la única considerada como
normal, y es la norma principal que las sociedades tratan de implantar en las
personas, es decir, debe existir una correspondencia entre el sexo biológico y las
identidades, tanto de género como sexual. Quienes no entran dentro de estos
límites, son considerados como diferentes y sus actos son considerados en
muchas de las ocasiones como prohibidos. Aun así, existimos a quienes estas
etiquetas y la idea de normalidad no nos va. Es por ello que considero relevante
exponer una de las teorías que cuestiona lo que la sociedad considera como
normal, pero que resulta no serlo necesariamente: la Teoría Queer.

Ruta de lo Queer

La teoría queer, surge dentro de un contexto social complejo en Estados Unidos,


la palabra y el movimiento queer nace desde un ámbito político como una
respuesta y crítica de la población gay, lesbiana, transexual y transgénero ante el
camino que había tomado el movimiento homosexual con más influencia hasta el
momento, que en los años 90 ya era considerado un status quo, puesto que
parecía que este movimiento de “liberación” era llevado acabo únicamente por los
hombres homosexuales, blancos de clase media alta, por lo que era calificado
como normalizado. Todos los demás (lesbianas, gays, drag kings, drag queens,
transexuales, no-blancos, etc.) apenas eran representados, considerados o
existentes dentro de las agendas denominadas homosexuales (Gamba, 2008). El
activismo queer surge dentro del seno de estas comunidades, de lesbianas
chicanas, de lesbianas negras, de personas pobres, de personas disidentes de lo
sexual y del género, que se rebelan contra la dominación de la cultura y del
movimiento con el que estaban inconformes puesto que la nula representación y/o
identificación, no las nombraba. A partir de estos hechos empezaron a reflexionar

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sobre su lucha, su diversidad y su identidad, surgiendo con ello, el pensamiento
queer.

En este ámbito, escritos como los de Michel Foucault, Monique Witting, Judith
Butler ayudaron dentro de este cuestionamiento, en específico Teresa de Lauretis,
traslada este movimiento al ámbito académico, ya que fue la primera en emplear
la expresión “queer theory” en un artículo en el que hablaba sobre la investigación
de la sexualidad de los gays y las lesbianas, con la intención de no perder la
dimensión crítica del mismo (Trujillo, 2008) ya que buscaba cruzar lo sexual con
otras categorías, como raza, sin embargo, es un proyecto que abandonará más
adelante, ya que considera que el uso, lejos de describir una teoría marginal, se
hace popular dentro de algunos movimientos al priorizar el género sobre la
sexualidad, volviéndose algo comercial y vacío.

De acuerdo con Herrera (2011) el termino queer en inglés era utilizado de manera
peyorativa, como un insulto homofóbico dirigido a las personas que no se ajustan
a la norma sexual, a los que son raros, desviados o extraños. La palabra queer
tiene diferentes significados, como sustantivo alude a “homosexual” o como “gay”,
utilizado siempre de una manera despectiva haciendo referencia a la sexualidad
etiquetándola como una anormalidad de las orientaciones no heterosexuales. Si
es utilizado como un verbo, el término queer alude a la desestabilización de
normas que, aparentemente están fijas dentro de la sociedad; por último, si es
utilizado como adjetivo, se hace referencia a lo extraño, lo raro (Fonseca &
Quintero, 2009).

Lo rarito, así se catalogaba todo aquello que quedaba fuera de la norma


dicotómica de género y sexual. Los grupos de militantes de lesbianas, negras,
chicanas, trans, emigrantes y pobres se empezaron a autodenominar queer,
tomando con la finalidad de tomar distancia del término gay, que en esos entonces
(finales de los años ochenta, principios de los noventa) representaba únicamente

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la realidad de varones homosexuales blancos, mismos que excluían a las
diversidades minoritarias.

Uno de los valores más importantes de este término es el de no ser considerado


como algo esencial, sino que es algo que se encuentra en permanente
construcción y evolución, como todas las personas, es por ello que la idea
principal es tomar a las identidades de las personas no como esencias, sino como
procesos en constante construcción. ¿Esto qué quiere decir? Puede que a las
personas que no atraviesan por una situación como la antes descrita, le resulte
difícil comprender este punto, y quizás piensen que estas ideas pueden llegar a
ser pretenciosas, sin embargo, somos muchas las personas que cuestionamos los
términos de cuál, o más bien cuáles son nuestras identidades de género y
sexuales, ponemos a consideración el hecho de que los conceptos de mujer y de
hombre son construcciones sociales y que no encajamos en las definiciones que
se les da a cada una de ellas.

Cuando nacemos somos encasillados y definidos como mujeres o como hombres,


con ello se nos endosan responsabilidades, ideales, tareas, valores y normas muy
específicos que tenemos que llevar a cabo de manera casi obligatoria y que
estarán presentes el resto de nuestra vida. Nos enseñan que los hombres y las
mujeres se complementan y se atraen mutuamente; no existe espacio en el que
quepa algo diferente a lo establecido.

No obstante, las cosas en la realidad de lo social no son tan simples, ese


planteamiento se cumple sólo en algunas personas, no en todas. Gracias a los
movimientos feministas, quienes consideramos que el discurso hegemónico no
debe ser considerado como ley, hemos cuestionado y señalado lo que
consideramos una imposición, nos hemos dado cuenta que la manera en la que se
ha divido el mundo es una construcción social, y que por ese mismo carácter,
resulta mutable y cambiante.

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Como podemos notar, la influencia de estas ideas de normatividad van más allá
de lo genital, de lo biológico, puesto que para poder ser llamada mujer, o bien
llamado hombre, es necesario demostrar que se es, ¿y cómo demostrarlo?, con
los roles sociales que desempeñamos, con la manera en la que nos
desenvolvemos, en la manera en la que nos vestimos y en la que hablamos.

Basándose en todo lo anterior, la teoría queer plantea que tanto el género como el
sexo, son construcciones sociales; defiende a las identidades como afinidades del
aquí y del ahora, mas que como esencias inmutables (Herrera, 2011). Lo queer
como teoría cuestiona la existencia de una sexualidad normal, permite analizar
discursos y relaciones de poder que crean y mantienen discriminaciones, de igual
manera, implica abogar por un cambio en la manera en la que se ha reflexionado
sobre las categorías de sexo y de género. Esta teoría no busca fortalecer ningún
tipo de identidad en especial, más bien busca llevar a cabo una deconstrucción del
mundo binario, pretende cuestionar la sexualidad dominante, con el fin de dejar de
lado el proceso de etiquetaje que hasta ahora lo único que ha provocado ha sido
la estigmatización y la discriminación.

Ahora bien, al hablar de no identificaciones con la norma establecida, es hablar de


las identidades periféricas. De acuerdo con Fonseca y Quintero (2009) se
denomina así a las sexualidades que traspasan las fronteras de la sexualidad
aceptada socialmente, es decir, heterosexual, monógama, entre personas de
diferente sexo, con prácticas sexuales normales y acordes a un sinfín de
reglamentaciones creadas por la sociedad; por ende, las sexualidades periféricas
están basadas en las resistencias a los valores tradicionales aunque se tenga
como pago el rechazo social, la discriminación y los estigmas sociales.

En respuesta a la marginación existente en instituciones como la escuela, la


familia o la sociedad, la Teoría Queer hace lo posible por cambiar el desprecio que
conlleva la palabra, para convertirla en un objeto de estudio, logrando que el
hecho de ser diferente se convierta en una categoría de análisis que ayude a

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denunciar los abusos existentes, dentro de la sociedad, la ley e incluso desde los
textos de las academias, mismos que han sido por lo general elaborados por
personas de género masculino, de raza blanca, de preferencia heterosexual, de
clase media y de religión cristiana, invisibilizando a otros colectivos como las
mujeres, los negros, los indígenas, los homosexuales, los transexuales, los pobres
y un largo etcétera. Es por ello que la teoría Queer intenta dar voz a estas
identidades que han sido acalladas por el androcentrismo, la homofobia, el
racismo y el clasismo.

Teoría queer en América Latina

Aterrizando el concepto y a sabiendas de que es un termino que, desde la parte


teórica puede tener ciertos adeptos por lo revolucionario del movimiento y lo
atractivo que resulta para los movimientos de disidencia sexual, pero que no tiene
una traducción literal al español se puede hacer un cuestionamiento: ¿existe lo
queer en América Latina? Si es el caso, ¿cómo es que se expresa?

De manera general se continúa con el debate de cómo definir la palabra queer.


Ejemplo de ello es la teoría que maneja Echeverria (1997), quien sugiere que
traducir la palabra a un término como “raro” resulta poco simbólico, puesto que en
México, utilizar raro como término despectivo a las sexualidades periféricas,
resulta el insulto menos denigrante que se pueda expresar. En América Latina,
como respuesta crítica con el fin de decolonizar el término académicas y activistas
han optado por escribirlo en español, así como suena fonéticamente: cuir, lo que
representa un intento muy válido, sin embargo ninguno de los dos tienen un
sentido cultural local. Además, el termino queer, lejos del contexto anglosajón
pierde completamente su tono radical.

Entonces, ¿cómo se definirían las transgresiones lésbico/ gay/ bi/ trans/ a/


sexuales puesto que los modelos importados no responden a las realidades de los
sujetos que intentan definir? Puede que el recurrir a teorías y expresiones de allá,

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desde lugares lejanos como el acá permitan utilizar una serie de herramientas
teóricas que tengan como fin cuestionar las imposiciones heteronormativas, que
ayuden a interrogar y poner en jaque los sistemas sociales de opresión
homofóbica; sin embargo, podría suceder justo lo que les pasó a quienes iniciaron
dicho movimiento, a los Latinoamericanos no nos va, quienes comenzaron con
este movimiento consideraban un alejamiento de lo político, pero en América
Latina lo político permea, determina y limita todo. Los sujetos que se enuncian
desde lo académico o bien, desde el activismo como queer, lo hacen normalmente
desde una posición de privilegio, asociado principalmente con una cuestión de
blancura, sobre todo en México, puesto que es manifiesto de aquellos que tuvieron
acceso a la educación y a determinado capital cultural.

Cabe señalar que lo queer ha tenido una muy mala interpretación en el mundo
latinoamericano, como dice Beatriz Preciado, suena muy fashion, quienes se
autodenominan como queer lo hacen desde una adhesión al significado que se
arrastró desde el término anglosajón, dejando de lado el hecho de que las
prácticas que pretenden definir son inversas a las de los grupos que “crearon” el
concepto. Por lo que, aunque los activistas que promueven esta manera de pensar
han colaborado en la obtención de derechos políticos y civiles de la comunidad
LGBTTTI, el pretender replicar las reflexiones teóricas y políticas en un contexto
latinoamericano con características peculiares de la región, como la realidad
histórica, política, social y económica distinta han generado problemas de
comprensión teórica y organizacional.

Desde el ámbito académico y desde las características propias de América Latina,


se han propuesto estudios significativos que permiten explorar las complejidades
de utilizar el término queer. En los más de quince años que llevan circulando estas
ideas la manera en la que se retoma la teoría ha cambiado de muchas formas ya
que ha sido tomada desde distintas perspectivas, por ejemplo, en párrafos
anteriores se mencionaba que en las academias norteamericanas la teoría queer
surge y se caracteriza a partir de la confrontación que se hace de la

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institucionalización de una categoría y de los estudios que se llevaban a cabo con
el nombre de gay and lesbian studies (Viteri, 2013).

Ahora bien, en el ámbito latinoamericano los estudios sobre sexualidades e


identidades de género no heteronormativas parten desde otro ámbito y a partir de
otras condiciones, en este caso, se intenta lograr, de la mano de los estudios de
género, de la mujer y los diversos feminismos, una crítica a las cuestiones binarias
respecto al sexo, a las normas y a las diversas identidades. Por lo que, en
cuestiones cronológicas en Latinoamérica, la critica a los sistemas
heteronormativos opresivos ya había sido campo de estudio, antes de que se
pronunciara la teoría queer también en contra. Por lo que de este apartado se
puede concluir que lo queer existe, o más bien, ha existido sin ser nombrado como
tal, desde este contexto se une a la confrontación de las nociones lineales acerca
de cómo se configura el género y las sexualidades desde un marco de
desigualdades pero tomando en cuenta cuestiones de clase y de raza.

En contraste con la aceptación de esta teoría como nuevo espacio de


conocimiento y una herramienta nueva de investigación, hay autoras que exponen
una postura de rechazo respecto a lo queer (González, Disputas de la disidencia
sexual latinoamericana. Sujetos y teorías, 2014), ejemplo de ello es Francesca
Gargallo, quien opina que no existe un movimiento queer latinoamericano, a pesar
de que existen grupos de activistas que se autodenominan como tales con la
finalidad de romper pautas de género y sexualidad, la autora hace énfasis en la
desarticulación de dichos grupos puesto que como teoría no conforma en sí un
movimiento, además de exponer que algunos grupos feministas han considerado
que lo queer es un intento de masculinizar el feminismo. Sin embargo, no cierra la
posibilidad de llevar a cabo una reflexión más profunda en torno al tema, pues
para ella,

Una de las cosas interesantes de lo queer es el reto que representa en cuanto a la


desnaturalización genérica a la política de las identidades fijas, así como la

9
reacción a la carrera institucionalizante y mercantil del movimiento LGBTTTI. Lo
más cercano en América Latina a esa experiencia ha sido la autonomía lésbica,
que sin embargo, ha planteado críticas a la política queer debido a que ha
colaborado a desestructurar el sujeto estable del feminismo y nos ha vendido un
nuevo sujeto supuestamente performatico… (Gargallo, 2009)

Otra autora que hace una crítica es Julieta Paredes, (Paredes & Guzmán, 2014),
dice que la teoría queer es una pretensión teórica, puesto que al proponer
transgredir el género, como lo hace Judith Butler, es decir, performarse con
elementos masculinos si se es mujer, o bien con elementos socialmente
identificados como femeninos si se es hombre, no se modificará la dominación
patriarcal puesto que los cuerpos y subjetividades de las mujeres y los
feminizados se mantienen sujetos a los dispositivos de exclusión heteropatriarcal.
Por lo que considera que lo queer es una posición política estéril, colonial e
individualista

Por otro lado, lesbianas decoloniales como Ochy Curiel y Yuderkys Espinosa
prefieren alejarse del uso de la palabra queer, o bien cuir, debido a que su trabajo
y su lucha ha defendido una lucha interseccional donde la raza y las comunidades
negras juegan un papel político muy importante, debido a que ambas se basan en
una identidad histórica determinada, marcada por la esclavitud, la opresión y la
resistencia (González, 2016), por lo que la postura de desestabilizar las
identidades que implica la teoría y el movimiento queer, podría implicar la
disolución de una parte importante de su actividad política.

Ellas son ejemplo de algunas pensadoras que cuestionan esa desestabilización de


las identidades que propone la teoría queer, ya que en las luchas de la disidencia
sexual, las minorías han luchado por construir una que las caracterice.

Es relevante destacar que no se descartan del todo las aportaciones de la teoría


queer a las diversas construcciones críticas decoloniales, pero no se asume del

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todo su propuesta, pues se trata de un contexto diferente, el latinoamericano,
donde, como se mencionaba con anterioridad lo queer hace referencia a las élites
privilegiadas y europeizadas, por lo que el uso que le dan desde estos ámbitos ha
sido de sofisticación académica dentro de grupos que se consideran a sí mismos
como post-feministas (González, Disputas de la disidencia sexual latinoamericana.
Sujetos y teorías, 2014).

En 2011 se publicó un dossier ¿Cómo se piensa lo queer en América Latina? en la


revista de ciencias sociales Íconos, que provocó muchas reacciones. Una de ellas
fue la de Raúl Vega (2011) y escribió sus comentarios en un artículo que trata de
categorías identificadoras como clase, etnia, género y edad y como crítica al
sistema heteronormativo. Explicó que, dentro de lo académico y las
investigaciones desde esta perspectiva hay cuatro presupuestos que son
revisados en el caso de lo queer en América Latina:

 El binario como un marco de referencia con fronteras definidas y rígidas


 Las identidades vistas más como resultado de la seguridad ontológica que
como expresión de determinaciones matizables y de contextos históricos,
económicos y geopolíticos
 La multiculturalidad como forma democrática que garantiza la inclusión de
las diversidades
 Las políticas de reconocimientos como formas de regulación positiva

Otra investigación que siguió a este dossier propuso una teoría queer
latinoamericana, que se distingue de una occidental. La realidad en Europa o en
Estados Unidos es diferente que en los países latinoamericanos, entonces
también las concepciones sobre género, etnia, sexo, etc. son diferentes. La
identidad homosexual latinoamericana es diferente que la identidad homosexual
europea o norteamericana, la pregunta que surge es ¿se trata de una ‘ser’ o ‘estar’
queer en Latinoamérica?. Sobre esta línea Paola Arboleda (2011) escribió un
artículo indicando indica una diferencia entre queer en varias partes del mundo.

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“Cómo nombrar las transgresiones si los modelos importados no responden (por lo
menos no completamente) a las realidades de los sujetos que intentan definir?”
Hablando de un ser queer, se puede ver a lo queer como un modelo en el que es
visible la tensión norte-sur, por lo tanto el estar queer hace visibles las diferencias
entre el mundo latinoamericano y el mundo occidental. La teoría de lo queer es
para América Latina lo mismo, también contiene la opinión de que no tendría que
ser una sexualidad ‘natural’ y que la homosexualidad no es ninguna norma.

Entonces, lo queer en América Latina es diferente en comparación con los países


occidentales porque hay elementos propios identificadores del mundo
latinoamericano como son los indios, los mestizos, el machismo y la historia
colonial. En efecto, se pone a consideración que los activistas de lo queer quieren
lograr todo lo mismo, que es quitar la norma sexual. Pero se tiene que actuar de
manera diferente en América Latina por sus grandes diferencias culturales.

Por otra parte, hay quienes se han apropiado del término queer y la han
aprovechado como una herramienta teórica que cuestiona la naturalización de los
cuerpos alrededor de la dicotomía mujer/hombre y su equivalente como
femenino/masculino, buscando ampliar el espacio de enunciación alrededor del
género y de las sexualidades y enfatizando las posibles inter-conexiones con la
raza, la etnicidad y la clase, teniendo como principal objetivo la liberación de los
cuerpos al desnaturalizar las nociones normativas de género y sexualidad
basadas únicamente en órganos genitales como rectores tanto del deseo como de
las identidades. Este nuevo paradigma aportado por la teoría queer, se basa en
un concepto anti-identitario que pretende romper con las diferencias que se dan
entre las personas por cuestiones de sexo, género e identidad sexual.

La importancia de este punto, es que tanto en esta teoría como en la denominada


estudios de género, la categorización de las ideas y los conceptos ha sido y es
una herramienta esencial para poder entender cualquier situación; necesitamos
poner nombre y establecer grupos en base a diferencias reales, diferencias que

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son impuestas, por lo social. Por ejemplo, el hecho de sentirse mujer, o indígena,
o negra o transexual, no es una elección únicamente individual, puesto que la
sociedad se encarga de que nos sintamos diferentes si nos salimos de las reglas
establecidas de la normalidad del sistema, y como personas individuales
asimilamos estos comportamientos, cooperamos en la reproducción de los
mismos, y formamos parte del asentamiento de estos roles.

La teoría queer es alentadora en cuanto a su proposición de demoler este sentir


de exclusión, de discriminación, con la finalidad de considerarnos y vernos
simplemente como personas, sin tener que estar sujetas a otro tipo de identidades
o categorías. No se peude negar el hecho de q ue han sido precisamente estas
etiquetas las que han permitido que las personas se pregunten el por qué son
tratadas diferentes, por qué forman parte de un grupo oprimido y por qué son
catalogadas de una manera peculiar. El hecho de intentar obviar o no considerar
como importantes estas diferencias no va a hacer que dejen de existir, es por ello
que necesitamos ir a la raíz y sacarla de fondo.

Una de las teóricas queer más conocidas es Judith Butler, en su libro “El género
en disputa” (2007) intenta romper con las concepciones binarias que forman parte
de un discurso heterocentrado (hombre/mujer, femenino/masculino y
heterosexual/homosexual) mismo que ha moldeado la realidad sociocultural
argumentando que no necesariamente todas las personas se adaptan. La autora
denomina a ese conjunto de prácticas y discursos que se relacionan con la
diferenciación entre sexos como matriz heterosexual, los patrones que siga dicha
diferenciación terminarán por definir la idea predominante de lo que es el género,
o bien todo aquello que significa ser mujer o ser hombre. Butler identifica al género
como un gender performance, dando espacio a una concepción mucho más
flexible, puesto que puede ser cambiante, varía dependiendo del contexto y el
tiempo histórico en el que nos encontremos.

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Ejemplo de lo anterior es el hecho de que los roles se han transformado a lo largo
del tiempo. El rol, en el sentido más amplio del término, no ha dejado de ejercer su
función, sin embargo existen cuestiones que han ido cambiando. Podemos recurrir
a lo expuesto por Silvia Federici en “Calibán y la bruja” (2010), durante la Edad
Media, las mujeres eran relegadas a realizar los trabajos más pesados (como la
construcción) y ahora en el ideario colectivo, las mujeres en general se consideran
no del todo capacitadas para esta labor, puesto que el pensamiento social es que
son torpes o frágiles. Respecto a esto, Butler afirma que esas impresiones de los
roles de género, se pueden cambiar, y en eso se está de acuerdo.

La pregunta sigue abierta ¿qué tan queer puede llegar a ser América Latina?,
¿cómo lo hacemos?, intentar responder a estas preguntas forma parte de la teoría
queer, que si bien no es una teoría que llama a todas las feministas, existimos
quienes, creen firmemente que puede ser una gran aliada en movimientos
venideros que tengan como fin un mundo sin fronteras y de igualdad de derechos
entre personas diferentes: aboga por que cada quien pueda ser quien es, tal y
como es sin tener que preocuparse por noticias como las mencionadas al inicio de
este escrito.

Desde mi postura, me gustaría apostar por la propuesta de esta teoría, pues


transgredir las normas, e ir más allá de definiciones cerradas y categorías
específicas como el género, puede salvarnos no únicamente de los roles y el pack
que conlleva su nombramiento, sino con otro tipo de categorías en el lugar de
unirnos, nos desunen. Es cierto que la desigualdad entre las personas y la
explotación y subordinación de las minorías ha existido siempre, puesto que está
basada precisamente en la diferenciación jerárquica, sistemas capitalistas que se
basan en la competitividad de quienes la conforman y en la creación de todo tipo
de círculos de poder que generan más poder a base de someter al resto. Si bien,
no considero que se deban dejar de lado las diferencias, creo firmemente en que
éstas mas que separarnos nos enriquecen, debemos aprender a integrarlas como
un elemento de conexión, de unión y de igualdad.

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En cuanto a el ámbito de los roles e identidades de género y sexo, no existe una
seguridad de si en algún momento se derrumbarán, no obstante teorías como la
queer han ayudado a ir deconstruyéndolos, permitiendo a las personas construir y
escoger caminos más libres, móviles y plurales que les permiten ser y
relacionarse.

15
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2
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16
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17

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