Conductismo
Conductismo
Conductismo
Fuente:
ABRIL DE 2015.
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PRESENTACIÓN
Es de resaltar que cada paradigma marca una línea diferente que en muchas
ocaciones se contraponen y al mismo tiempo por ausencia de consensos se
genera el conocimiento, se construye, obtiene cuerpo y se justifica el saber.
De acuerdo a los planteamientos hechos por Kuhn (1962), puede definirse el paradigma
como un esquema de interpretación básico que comprende supuestos teóricos
generales, leyes y técnicas que adopta una comunidad concreta de científicos.
Toda ciencia se apoya en una epistemología que presupone una filosofía, y una teoría
que afecta sus formas de construcción y desarrollo. En este sentido, entendemos que
un paradigma es un macromodelo teórico de educación, concebido como una ciencia
que afecta tanto a la parte teórica como a la práctica de la misma. (Román, 1999)
Al percibir los paradigmas como matrices disciplinares que comparte una comunidad
específica de investigadores, advertimos cinco tipos de componentes definitorios a
saber:
a) problemática o espacios de problemas de investigación;
b) fundamentos epistemológicos;
c) supuestos teóricos;
d) prescripciones o propuestas metodológicas; y,
e) proyecciones de aplicación.
(Bisquerra, 1989, Chalmers, 1984, Figueroa, et al., 1981, Fourez, 1994, Medina 1990;
todos ellos en Hernández, 2002)
Hoy el equipo asesor del proyecto “Desarrollo de habilidades para la vida, la paz y la
reconciliación” invita a los docentes que hacen parte de este nuevo periplo pedagógico a
iniciar una lectura maravillosa de algunos capítulos del libro de HERNÁNDEZ ROJAS,
Gerardo denominado: Paradigmas en psicología de la educación. Editorial Paidós
Educación. Como elemento dinamizador de conocmiento para la caracterización de los
modelos pedagógicos que pueden existir en las 29 instituciones educativas focalizadas
para este proceso.
Bienvenidas y bienvenidos a este nuevo reto académico que nos ofrece este proyecto.
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PRIMERA UNIDAD
INTRODUCCIÓN
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procesos mentales (procesos inobservables) y, en consecuencia, nombrar a la
conducta (los procesos observables) su objeto de estudio. Asimismo era
necesario rechazar el uso de métodos subjetivos como la introspección para
utilizar, en su lugar, los métodos objetivos, como la observación y la
experimentación, que se usaban en las ciencias naturales (véase Rubinstein
1974)
Desde sus inicios, el conductismo pareció romper radicalmente con muchos
de los esquemas anteriores de la psicología, aunque, a decir verdad, en él
existían importantes antecedentes y «continuismos» que lo relacionaban con
las obras de otros autores (p.ej. Pavlov y Thorndike), las cuales fueron
asimiladas y depuradas por los conductistas. Estas influencias constituyeron
las bases iniciales de su trabajo teórico-metodológico.
El planteamiento watsoniano tuvo una buena acogida en los círculos
académicos y logró un éxito inmediato, sobre todo, en los años veinte. Un
decenio después del manifiesto conductista de 1913, el conductismo de Watson
se diversificó rápidamente, y se asoció en esos años con un grupo variado de
escuelas disímbolas (véanse Pozo 1989 y Rubinstein 1974). Algunos años
después se desarrolló el movimiento neoconductista, con cuatro corrientes
principales que se disputaban la supremacía académica. Estos cuatro
planteamientos fueron: el conductismo asociacionista de Guthrie, el
conductismo metodológico de Hull, el conductismo intencional de E.L. Tolman
y, por último, el conductismo operante de B.F. Skinner.
Con el paso de los años, especialmente entre la década de 1940 y la de
1960, el conductismo skinneriano se desarrolló y protagonizó la escena
académica, hasta que llegó a constituirse en la corriente hegemónica del
conductismo y a ocupar, también, un lugar relevante en la psicología general.
La propuesta skinneriana, también llamada análisis experimental de la
conducta (AEC), se ha caracterizado por su feroz defensa de los aspectos más
«radicales» de la corriente conductista (el antimentalismo y el ambientalismo
extremo). Según Skinner, la conducta de los organismos puede ser explicada
a través de las contingencias ambientales, y los procesos internos de
naturaleza mental no tienen ningún poder causal-explicativo.
A partir de los años sesenta, el paradigma conductista comenzó a acumular
una serie de anomalías, difícilmente explicables desde la óptica ortodoxa, y
desde entonces, como tradición de investigación, la corriente ha perdido la
fortaleza de la que hasta entonces gozaba. Empero, el conductismo no parece
haber finiquitado su presencia en la psicología, por lo menos al amparo de los
escritos del tenaz Skinner y de otros conductistas que han sabido adaptarse al
desarrollo mismo de la disciplina.
Así, es indudable que la revolución cognitiva ocurrida a finales de los años
cincuenta (véase el capítulo 6) ha influido decisivamente, en muchos sentidos, en
el curso posterior que ha seguido el paradigma conductista. Como ejemplo de
lo anterior, puede señalarse la paulatina pero reservada intromisión, primero, de
una serie de ideas y supuestos mediacionales, y más tarde, de supuestos
cognitivos y simbólicos, en algunos conductistas y en sus explicaciones
conductuales.
Actualmente, los seguidores del conductismo operante han comenzado a
resurgir apoyados en otras líneas de trabajo conductistas (véanse Hernández
1991, Méndez y Romero 1994).
Por ejemplo, en la tradición de investigación de las llamadas terapias con-
ductuales se desarrollaron otras líneas de2 trabajo relevantes agrupadas bajo el
término de «neoconductismo mediacional desde finales de los años cincuenta
(Méndez y Romero 1994). Por un lado apareció la «corriente sudafricana»,
impulsada por Wolpe y continuada por Rachman y Lazarus; sus trabajos dieron
origen al desarrollo de un marco interpretativo de la neurosis experimental y las
fobias, y sirvieron para cimentar técnicas terapéuticas relevantes (p. ej. la
psicoterapia por inhibición recíproca y la desensibilización sistemática, que son
2
La diferencia entre éste y la corriente operante «radical» de Skinner es la introducción de variables y constructos mediacionales en
la explicación de la conducta.
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sus aportaciones principales). Por otro lado se encuentra la llamada «escuela in-
glesa» fundada por H.J. Eynseck (él fue el primero en emplear la expresión «te-
rapia conductual») y continuada por otros como Franks y Shapiro; la corriente
inglesa también hizo aportaciones valiosas en el campo del trabajo terapéutico
sobre conductas anormales, aunque su proyecto intentaba un plan más ambi-
cioso (analizar las dimensiones de la personalidad y correlacionar estas dimen-
siones con aspectos fisiológicos, dando, por supuesto, una descripción empírica
de carácter conductual). Ambas líneas de trabajo reconocen la influencia de
Pavlov y de Hull (Franks 1991).
Otras variantes del conductismo, más próximas que las anteriores al
paradigma cognitivo, son las aportaciones de varios autores tanto en el plano
teórico como en el aplicado (modificación y terapias conductuales). Por un lado,
hay que poner de relieve los escritos de Bandura sobre el aprendizaje social (al
pasar de los años, su obra se ha ido acercando al enfoque cognitivo). Por otro
lado está toda una gama de planteamientos 23 de la tendencia llamada «enfoque
cognitivo-conductual» (que incluye desde las vertientes más conductuales, como
los trabajos de Kazdin, Mahoney, Kanfer y Meichenbaum, hasta los más
cognitivos o eclécticos, como la terapia racional emotiva de Ellis, la terapia
multimodal del último Lazarus, y la terapia cognitiva de Beck). Por último, también
vale la pena destacar las investigaciones cognitivo-conductuales realizadas en la
línea de la autorregulación o autocontrol (p. ej. la obra de Zimmerman).
Debido a los desarrollos, las diversificaciones, las ampliaciones y las
compenetraciones con otros paradigmas (en particular el cognitivo), los límites
definitorios y las características básicas del conductismo resultan ahora poco
diáfanos si se comparan con lo que fueron hasta hace algunas décadas (Hernández
1991). En el conductismo existen hoy muchas variantes y, antes de acercarse a
alguna de ellas, vale la pena identificar su procedencia y su lenguaje conceptual a fin
de evitar un juicio más o menos aventurado.
Sea como sea, hay que reconocer que la obra de Skinner es una de las principales
líneas de trabajo conductista. A tal grado que, cuando se habla de conductismo, se
piensa de manera inmediata en la figura del psicólogo estadounidense. Para muchos,
el conductismo skinneriano es el conductismo por antonomasia. La aplicación del AEC
es el análisis conductual aplicado (ACÁ), que tiene que ver con el uso de los principios
y las leyes encontrados por la investigación básica en los distintos escenarios reales
(Baer, Woolf y Risley 1974). Entre ellos, el campo de la educación ha sido uno de los
preferidos por los conductistas, pues, sin lugar a dudas, en él se han realizado un
sinnúmero de trabajos de intervención. Cabe resaltar la influencia del paradigma en
el campo de la educación especial y el tratamiento de las conductas anormales
(fobias, ansiedad, etc.). Por tal motivo, en la exposición de este capítulo nos
centraremos principalmente (aunque no de forma exclusiva) en las aplicaciones del
AEC (el ACÁ) al campo de la educación.
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ortodoxa de investigación y análisis de los conductistas.
El estudio de la conducta ha de realizarse, preferentemente, 4usando métodos de
tipo experimental. Se considera que los fines del trabajo teórico (en general en esta
perspectiva, y especialmente en los skinnerianos, existe una actitud profundamente
antiteórica) y de investigación son: descubrir los principios y leyes por los cuales el
medio ambiente controla el comportamiento de los organismos (Reynolds 1977).
Por lo tanto, los fines del conductismo operante son la investigación y el análisis de
las relaciones y los principios que rigen los sucesos ambientales y las conductas de
los organismos (esquema E-R) para que, una vez identificados, se logre
objetivamente la descripción, la predicción y el control de los comportamientos.
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siglo XVIII, para dar cuenta de la incorporación de los conocimientos y el
aprendizaje. Por lo tanto, un rasgo común en sus concepciones es el marcado
asociacionismo que usan en la descripción y la explicación de la forma como
aprenden los organismos de cualquier nivel filogenético (universalidad
filogenética).
Como hemos mencionado, otra característica esencial es su concepción
profundamente anticonstructivista, dado que, para los conductistas, los
procesos de desarrollo no se explican recurriendo a cambios debidos a
estructuraciones internas en los sujetos ni a algún proceso o serie de procesos
mentales organizativos. Los conocimientos del sujeto son sólo la suma de
relaciones o asociaciones (los diferentes tipos de asociaciones antes
mencionadas) entre estímulos y respuestas, sin ninguna organización
estructural. Por lo tanto, no existen cambios cualitativos entre un estado
inferior de conocimientos y otro superior, sino por el contrario simples
modificaciones cuantitativas.
Como ningún otro paradigma psicológico, el positivismo ha permeado
concepciones del conductismo. Según Olssen (1993, p. 160), el positivismo es
una postura epistemológica que intenta dar cuenta de cómo deben progresar
las ciencias.
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punto anterior, para los partidarios de este paradigma, todas las conductas,
por más complejas que sean, pueden ser analizadas en sus partes más
elementales, es decir, a través de estímulos y respuestas. Según los
conductistas, todos los estímulos o respuestas son equivalentes, es decir,
cualquier clase de estímulos puede ser asociado con la misma facilidad a
cualquier otra clase de estímulos o respuestas (supuesto de equipotencialidad,
véase Pozo 1989).
En el esquema del condicionamiento operante5, las conductas que más
interesan son las llamadas operantes o instrumentales, las cuales no son
evocadas de forma automática por los estímulos antecedentes sino que tienen
la facultad de ocurrir de un modo deliberado. Los estímulos antecedentes de
las conductas operantes se denominan «estímulos discriminativos» (ED),
mientras que los estímulos consecuentes de dichas conductas se conocen
como estímulos reforzadores (ER). De manera especial, a los conductistas
Skinnerianos les interesa el estudio detallado de las contingencias de
reforzamiento, esto es, la ocasión en la que se da la respuesta (ED), la
ocurrencia de las conductas operantes y sus relaciones funcionales con los
estímulos consecuentes o reforzadores (ER).
Estímulo consecuente
Estímulo antecedente Conducta (respuesta operante) (estímulo reforzador)
(estímulo discriminativo
Continúo temporal
Del estudio detallado de las relaciones funcionales entre los sucesos ambien-
tales y conductuales, los conductistas han derivado una serie de principios que
han sido demostrados experimentalmente con sujetos infrahumanos y humanos
(Reynolds 1977). A continuación vamos a exponer brevemente algunos de los
que consideramos más significativos (véanse Hernández 1991, Kratochwill y Bijou
1987, Reynolds 1977, Tortella 1994).
5
Según los conductistas skinnerianos, es necesario distinguir entre el llamado condicionamiento «clásico» Pavloviano y el que ellos profesan
denominado «condicionamiento operante». El condicionamiento clásico fue desarrollado extensivamente por el fisiólogo ruso Pavlov, quien lo utilizó
como un recurso metodológico para desarrollar investigaciones sobre su teoría de la «actividad nerviosa superior». Consiste básicamente en el
apareamiento de estímulos incondicionados (El, que producen respuestas reflejas, automáticas) y condicionados (EC, que adquieren cierto poder
evocador de las respuestas reflejas por la asociación frecuente con los primeros), para producir respuestas incondicionadas (RI, reflejas, fisiológicas) y
condicionadas (RC, aprendidas, similares a las Rl) respectivamente. Por lo tanto, en el condicionamiento clásico lo que se aprende son respuestas
condicionadas, gracias a las relaciones temporales entre los estímulos que lo anteceden (El y EC). En el condicionamiento operante, las relaciones que
interesan son las que ocurren entre las respuestas operantes y los estímulos conse cuentes que éstas producen, así como la forma en que dichos
estímulos consecuentes pueden adquirir el poder de controlar la conducta.
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A propósito del término reforzador cabe hacer algunos comentarios adicionales. Para Pinillos (1975, citado en
Hernández 1991) la definición de reforzador propuesta por los skinnerianos está demasiado «operacionalizada»,
por ello ha tratado de analizar integralmente el concepto a la luz de las aportaciones de las distintas variantes del
conductismo. En ese sentido reconoce que el término puede tener connotaciones de varios tipos: afectiva
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(ER-), empero, ambos tienen la facultad de incrementar la ocurrencia de las
conductas que los anteceden. Hay que tener presente también que un reforzador
no es tal por alguna propiedad intrínseca (por ejemplo, ser placentero o propor-
cionar placer), sino por las consecuencias que tiene en la conducta del sujeto.
El reforzador positivo (ER+) es un estímulo (p. ej. un halago, privilegios, dinero,
reforzamiento social) que produce una alta probabilidad de ocurrencia en la
conducta que lo antecede. Mientras que un reforzador negativo (ER-) es un
estímulo aversivo que disminuye la frecuencia de ocurrencia de la conducta que lo
antecede.
Los reforzadores también pueden ser primarios o secundarios. Los primeros son
los estímulos consecuentes, los cuales tienen la propiedad de reforzar la
conducta, sin que el sujeto que la ejecuta haya tenido una experiencia previa con
ellos (por ejemplo, la comida, el agua, la actividad sexual, etc.). Los segundos son
estímulos neutros que, asociados consistentemente con reforzadores primarios,
adquieren la capacidad de reforzar conductas (p. ej. el dinero). Los reforzadores no
son nada más objetos físicos, pueden ser actividades (dar un paseo, ver televisión,
etc.) o de naturaleza social (sonrisas, caricias, etc.). Por último, los reforzadores no
sólo se proveen de forma externa (por otras personas), sino que pueden ser
administrados internamente (autorreforzamiento).
(Thorndike), propositiva (Hull) y cognitiva (Tolman). Haciendo a un lado el punto de vista del experimentador
(enfatizado por los seguidores de Skinner en su afán operacionalista), desde la perspectiva del sujeto experimental, el
reforzador es un estímulo que: a) le informa, lo dirige y corrige (dimensión cognitiva); b) le produce satisfacción y/o
reducción de estados displacenteros (dimensión afectiva), y c) lo motiva y, de una u otra forma, mantiene activa su
conducta (dimensión connativa). En el mismo sentido, Bomas (1994) señala que, durante cierto tiempo en la
aplicación de técnicas de modificación de la conducta se puso demasiado empeño en los aspectos técnicos del uso
correcto de los reforzadores, y se descuidó la percepción que el sujeto tenía de ellos. En fechas recientes, este tema ha
sido investigado (con hallazgos muy relevantes que redimensionan el concepto) por tres líneas de investigación: la que
estudia el locus de control (si el reforzador depende de un locus interno o externo), la teoría de la atribución de Weiner
(las relaciones entre reforzador —éxito— y esfuerzo) y la teoría de la autoeficacia de Bandura (relaciones entre el
reforzador —éxito— y las expectativas de autoeficacia).
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ER- Reforzamient
Escape: el sujeto evitación
o negativo rehuye la presentación
del ER-
Incremento de la
conducta de escape
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complejas son producto del encadenamiento de respuestas. Se supone, portante,
que tras las conductas complejas, como leer, escribir, hablar, etc., subyace el mismo
proceso de aprendizaje de encadenamiento de respuestas.
De estos y otros principios conductuales, que por razones de espacio nos resulta
difícil exponer aquí, se han derivado una multiplicidad de procedimientos y técnicas
conductuales más específicos que se aplican en escenarios y contextos sociales
(entre los cuales se incluyen los educativos). Éstos se clasifican según las
intenciones que se tengan para hacer algún tipo de modificación en los
comportamientos (Hernández 1991, Sulzer-Azaroff y Mayer 1983, Williams 1987). A
continuación presentamos una breve descripción de algunos de los que con más
frecuencia se asocian a situaciones educativas.
Procedimientos para enseñar conductas. Además del reforzamiento positivo, que es
el proceso central de todas las demás conductas, existen otros procedimientos:
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establece una economía de canje de reforzadores secundarios (fichas,
puntos, estrellas, etc.) por reforzadores primarios (que el sujeto puede
elegir entre varios posibles) en una tabla de equivalencias. Los
reforzadores secundarios se otorgan por la realización de determinadas
conductas (las conductas que se desea mantener) y posteriormente los
sujetos canjean dichos reforzadores secundarios según su interés.
Procedimientos para decrementar conductas.
Además de la extinción —que si se trabaja de forma adecuada resulta muy
efectiva— se encuentran los siguientes procedimientos:
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1.5. LA METODOLOGIA EXPERIMENTAL INDUCT IVISTA
De acuerdo con la postura conductista, el método científico por excelencia es el
método experimental. Con la aplicación de dicho método se pretende nulificar al
máximo la participación subjetiva (cognoscitiva, reflexiva) del experimentador,
con el fin de lograr objetividad en los datos.7
La metodología conductista tiene fuertes connotaciones empiristas, ya que
pretende obtener una copia exacta de la realidad, sin dar opción a la participa-
ción cognoscitiva del experimentador (no formulación de hipótesis, etc.). Esto
es, mientras más alejado se encuentre el experimentador del objeto experimen-
tal que pretende conocer, más fiel y objetivo será su conocimiento de éste. Al
mismo tiempo, debe mencionarse que las técnicas y estrategias en el diseño
de investigación están matizadas por una concesión inductista, que valora de
forma exacerbada la obtención de los datos (la cual no cuenta con ningún es -
quema teórico para su interpretación) que sirven para formular ciertas leyes y
principios de naturaleza descriptivo-empírica.
Otra característica de la metodología de este paradigma es el estudio y el
análisis atomista de la realidad. Generalmente a ésta se la fragmenta en
unidades de análisis: estímulos (variables independientes manipuladas) y
respuestas (variables dependientes observables), y las relaciones simples entre
ellas. Luego, la complejidad de lo real se explica a través de los resultados del
análisis de estos elementos (reduccionismo).
Una característica más es que los diseños de investigación utilizados en
esta aproximación son los denominados diseños de un solo sujeto (N=l). Esto
es, que el sujeto es la unidad metodológica de análisis y las comparaciones son
de tipo intrasujeto (véase Bisquerra 1989).
Del interés de los conductistas por los procesos educativos surgieron dos grandes
ramas (Del Río 1990):
a) Las bases para los procesos de programación educativa (de los escritos de
Skinner sobre enseñanza programada). A partir de los escritos skinnerianos de
inicios de los años cincuenta, se desprenden dos ideas germinales: la
fragmentación del material de aprendizaje, que facilita la entrega de
reforzamientos a los estudiantes (con las consecuencias esperadas sobre las
conductas de aprendizaje); y dicha fragmentación fomenta una mayor cantidad
de actividad conductual en los estudiantes (mayor cantidad de respuestas).
Posteriormente, el interés se centra en la confección de programas; con esto se
favorece el desarrollo de una tecnología de la programación educativa (diseño de
objetivos, secuencia de contenidos, análisis de tareas, evaluación sistemática,
etc.).
b) Las técnicas de modificación conductual. Estas técnicas han sido muy utilizadas
desde los años sesenta en diversos ámbitos educativos: educación especial,
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Las investigaciones conductistas adoptan una postura fisicalista, basada en los criterios del operacionalismo (los conceptos se definen por
los pasos o procedimientos que permiten medirlos objetivamente de acuerdo con ciertos criterios observables), para definir las variables
ambientales y conductuales que se van a estudiar. Se considera que de esta manera las observaciones que se hagan sobre dichas variables se
realizarán con base en criterios observables, medidles y cuantificables, los cuales anulan la posibilidad de elaborar cualquier tipo de juicios
subjetivos.
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educación escolar (desde los niveles de educación básica hasta la superior),
psicopatología infantil y adulta. Las técnicas requieren la aplicación de varios
pasos: a) observación inicial, b) definición del objetivo global de la intervención,
c) elaboración del análisis de tareas a partir de los objetivos de intervención, d)
operaciones de secuenciación de contenidos y habilidades que se van a enseñar,
e) determinación del nivel de conducta inicial del sujeto (línea base), f) selección y
aplicación del procedimiento conductual apropiado, g) evaluación continua
(inicial, durante y después) de los procesos de enseñanza aprendizaje.
A continuación mencionaremos algunos de los aspectos nodales de las aplicaciones
de este paradigma a la educación; luego, desde la perspectiva de este enfoque
(principalmente el skinneriano), analizaremos los conceptos sustanciales del proceso
instruccional y de los agentes que intervienen en él; por último, hablaremos de las
principales aportaciones tecnológicas que han surgido de su seno al campo de la
educación.
1.6.1. Concepción de la enseñanza
Para el conductismo, el proceso instruccional consiste básicamente en el arreglo
adecuado de las contingencias de reforzamiento, con el fin de promover con eficiencia el
aprendizaje del alumno (véase Bijou 1978). Cualquier conducta académica puede ser
enseñada oportunamente si se tiene una programación instruccional eficaz basada en
el análisis detallado de las respuestas de los alumnos, y en la forma como serán
reforzadas. En su texto Tecnología de la enseñanza (1970), Skinner dice
explícitamente que «la enseñanza es simplemente la disposición de las contingencias
de refuerzo» (p. 20).
Otra característica propia de este enfoque, es el supuesto de que la ense ñanza
consiste en proporcionar contenidos o información, es decir, en depositar
información (con un excesivo y pormenorizado arreglo instruccional) en el alumno,
para que la adquiera. El programador-profesor, cuando estructura los cursos y hace
los arreglos de contingencias de reforzamiento mencionados, está interesado en
perfeccionar la forma más adecuada de enseñar conocimientos y habilidades
(contenidos) que, se supone, el alumno habrá de aprender. Skinner (1970) lo
expresa de la siguiente manera: «Enseñar es expender conocimientos; quien es
enseñado aprende más rápido que aquel a quien no se le enseña» (p. 20).
Para Hernández (1991), esto ha llevado al conductismo a optar por los
aspectos más reproductivos de la educación (en oposición a los productivos):
El conductismo ha orientado la enseñanza hacia un polo reproductivo, más
hacia la memorización y la comprensión, que hacia la elaboración de la
información. Es decir, ha destacado más el estímulo informativo, que el papel
del sujeto de la conducta; en consecuencia, no ha valorizado los aspectos de
elaboración y producción. Este prurito de tratar al sujeto como un objeto,
privándole de intencionalidad, de propositividad, de autoelaboración, es uno de
los puntos más duramente criticados por los ideólogos educativos (p. 123, las
cursivas son mías).
Por último, hay que señalar que para los conductistas (aunque no se cumplió
lo que vamos a decir en ciertos programas de aplicación; véase más adelante) la
enseñanza debe estar basada en consecuencias positivas (reforzamiento
.positivo), y no en procedimientos de control aversivo (como el castigo y otros).
15
grafía, intensidad, frecuencia, etc.).
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Para este enfoque, el trabajo del maestro consiste en desarrollar una adecuada
serie de arreglos de contingencia de reforzamiento y control de estímulos para
enseñar. Keller (1978) ha señalado que en esta aproximación, el maestro es un
«ingeniero educacional y un administrador de contingencias» (p. 672). Un maestro
eficaz debe manejar hábilmente los recursos tecnológico-conductuales de este
enfoque (principios, procedimientos, programas conductuales), para lograr niveles
de eficiencia en su enseñanza y, sobre todo, éxito en el aprendizaje de sus
alumnos.
Entre los principios deberá manejar especialmente los referidos al reforzamiento
positivo y evitar, en la medida de lo posible, los basados en el castigo (Skinner
1970).
Por otro lado, desde el punto de vista de la teoría del aprendizaje social de
Bandura, el profesor es un modelo. En palabras de Riviére (1990):
Puede ser útil concebir al profesor como alguien que presenta constantemente
modelos conductuales, verbales y simbólicos a los alumnos. Su eficacia
dependerá de la consistencia entre los modelos, la adecuación de éstos a las
competencias de los alumnos, la valencia afectiva entre éstos y el propio
profesor (es decir, el atractivo del profesor como modelo para los alumnos) y la
efectividad de los procedimientos que el profesor ponga en juego en la
presentación de modelos (p. 75; las cursivas son mías).
Además, siguiendo las ideas de Bandura, el profesor no sólo provee modelos a
los alumnos, también les presenta (intencionalmente o no) un contexto estimulante
(de contingencias de estimulación discriminativa y reforzante) en el cual los alumnos
desarrollan predicciones y crean activamente expectativas que les servirán para
situaciones futuras de aprendizaje.
1.6.5. Concepción del aprendizaje
El tema del aprendizaje ha sido una de las categorías psicológicas que más han
investigado los conductistas. De hecho, para ellos, gran parte de la conducta de los
seres humanos es aprendida y es producto de las contingencias ambientales.
Explican el aprendizaje de manera descriptiva como un cambio estable en la
conducta, o como diría el propio Skinner (1976), «un cambio en la probabilidad de la
respuesta» (p. 22). De ahí se sigue que, si es de nuestro interés lograr que un
alumno adquiera o incremente (aprenda) un repertorio conductual, es necesario
utilizar los principios y/o procedimientos, entre los cuales el más importante es el
reforzamiento.
El punto de vista de Bandura sobre el aprendizaje tiene similitudes pero también
diferencias con el anterior. Bandura acepta el papel central del reforzador
contingente para la conducta aprendida, pero sostiene que el aprendiz es, en
esencia, un predictor activo que obtiene información de los estímulos ambientales,
especialmente del reforzador; éste no es un simple fortalecedor automático de las
respuestas, sino un medio que provee información interpretable. Por lo tanto, en
conjunción con el aprendizaje de las conductas, el aprendiz banduriano desarrolla
expectativas, y a la larga éstas llegan a tener un papel más relevante en el proceso
de control de la conducta. Otra diferencia entre ellas es el papel central que
Bandura atribuye a los reforzadores vicarios (reforzadores obtenidos de un modelo
por haber ejecutado una conducta y que el aprendiz observa, codifica y luego
imita) y a los autogenerados (a partir del aprendizaje vicario, los niños van
desarrollando mecanismos de autocontrol, autoeficacia y autoevaluación, y
autorrefuerzo) (Riviére 1990).
Desde el punto de vista conductista, en general, cualquier conducta puede se
aprendida, pues se considera que la influencia del nivel de desarrollo psicológico
y de las diferencias individuales es mínima (véase Pozo 1989). Lo verdade-
ramente necesario y casi siempre suficiente es identificar de un modo adecuado
los determinantes de las conductas que se desea enseñar, el uso eficaz de
técnicas o procedimientos conductuales y la programación de situaciones que
conduzcan al objetivo final (la conducta terminal).
1.6.6. Estrategias y técnicas de enseñanza
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La propuesta prototípica del enfoque conductista para la instrucción es la
denominada enseñanza programada. Ésta es la alternativa que propuso kinneri
(1970) para convertir la enseñanza, hasta entonces vista como un arte, en una
técnica sistemática.
La enseñanza programada según Cruz (1986), es el intento por lograr en el
aula los mismos resultados de control conductual que se alcanzan en los
laboratorios, usando los principios conductuales.
La enseñanza programada es una técnica instruccional que tiene las si-
guientes características (Cruz 1986, p. 21):
a) Definición explícita de los objetivos del programa.
b) Presentación secuenciada de la información, según la lógica de dificultad
creciente asociada al principio de complejidad acumulativa.
c) Participación del estudiante.
d) Reforzamiento inmediato de la información.
e) Individualización (avance de cada estudiante a su propio ritmo).
f) Registro de resultados y evaluación continúa.
La enseñanza programada se suele asociar comúnmente con las «máquinas
de enseñanza» (y más recientemente con las computadoras y el modelo de
Instrucción Asistida por Computadora, IAC, 8 al grado de considerar que la
primera no puede realizarse sin las segundas. Tal confusión se debe, en parte, al
propio Skinner, pero la asociación no es correcta, dado que la enseñanza
programada puede realizarse sin el empleo de algún tipo de máquina (mecánica
o electrónica).
El elemento básico de la enseñanza programada es el programa, el cual
puede definirse como una serie de segmentos que presentan cada vez más
información. El programa se propone una vez que se analizan con detalle los
objetivos ' finales y se establecen las conductas que a la larga llevarán al logro de
éstos. Para la construcción de un programa se requieren tres pasos (Cruz, 1986):
a) Determinación de los objetivos del programa y análisis de las variables que
hay que considerar.
b) Redacción del programa.
c) Rectificación y validación del programa.
Recientemente, Skinner (1984, citado en Woolfolk 1990) propuso algunas
directrices para mejorar la enseñanza y que resumen lo que ya hemos dicho:
a) Ser claro acerca de aquello que se va a enseñar.
b) Asegurarse de enseñar, en primer lugar, lo que se considere necesario para el
aprendizaje de cosas más complejas.
c) Permitir que los estudiantes avancen a su propio ritmo.
d) Programar los temas.
8
CAÍ, por sus siglas en inglés.
18
fin de asegurar la «objetividad» de la evaluación. A dichos instrumentos, formados
por un conjunto de reactivos asociados estrechamente con los objetivos específicos,
se les conoce como pruebas objetivas, pues se considera que aportan información
suficiente para evaluar el desempeño de los alumnos sin necesidad de recurrir a
juicios subjetivos del examinador. En este paradigma, el énfasis de las
evaluaciones se centra en los productos del aprendizaje y no en los procesos, es
decir, lo que interesa saber es qué ha conseguido el alumno al final de un ejercicio,
una secuencia o un programa determinado, sin intentar ir más allá en busca de los
procesos (cognitivos, afectivos, etc.) que intervinieron durante el aprendizaje, o que,
al final —cuando ya se ha alcanzado el resultado deseado— están provocando que
éste ocurra.
Otra característica importante es que las evaluaciones no deben ser referidas a
normas, como lo hacen las pruebas psicométricas, sino a criterios, porque lo que
importa es medir el grado de la ejecución de los conocimientos y habilidades en
cuanto a niveles absolutos de destreza (Carlos, Hernández y García 1991).
* * *
El paradigma conductual ha tenido varias áreas de aplicación en el campo de la
psicología educativa. Como no pretendemos presentar una visión completa de éstas,
sólo diremos que algunas de las más relevantes son las siguientes:
a) La enseñanza programada. A principios de los años sesenta, se desarrolló
gran cantidad de experiencias y aplicaciones de programas de enseñanza
diseñados con este enfoque (véase Cruz 1986). Como se ha dicho, en un inicio
los programas fueron pensados para utilizarse en la máquinas de enseñanza,
pero posteriormente los textos programados inundaron las aulas de los
distintos niveles y modalidades educativas.
b) La programación por objetivos. La propuesta de organizar y secuenciar los
contenidos curriculares de asignaturas y planes de estudio data de principios de
siglo, de la época del nacimiento de la llamada pedagogía industrial (p. ej. Los
trabajos de Bobbit, Taylor, etc., que luego también influyeron en Tyler y Taba en
el campo del diseño del curriculum), así como de la aplicación del paradigma,
en el entrenamiento de la milicia. Ahora bien, en la década de los sesenta, en
conjunción con los aportes de otras aproximaciones (p. ej. la sistemática educa-
tiva), surgieron los conocidos modelos de sistematización de la enseñanza
(véanse Anderson y Faust 1975, Gago 1978) que tanta influencia tuvieron en es-
te periodo y que pretendían tecnologizar la educación usando esta perspectiva.
c) Los programas IAC. Descendientes directos de la enseñanza programada, son
los programas tutoriales de la llamada enseñanza asistida por computadora
(IAC); estos programas representan uno de los posibles entornos propuestos en
el ámbito de la informática educativa que fueron impulsados principalmente por
Suppes (véase Solomon 1987). Los programas de este tipo han generado
coursware y software educativos con características muy similares a las de la
enseñanza programada (situaciones de enseñanza demasiado estructuradas y
que dejan una escasa participación creadora al alumno), pero con la ventaja de
que la computadora ofrece mayor interactividad. Esta aplicación tuvo una im-
portante presencia en los primeros veinte años de experiencias en informática
educativa, e impulsó, sin duda, la introducción de las computadoras en la ense-
ñanza; sin embargo, desde hace varios años ha recibido fuertes críticas y ha
perdido su otrora hegemonía.
d) Técnicas y procedimientos de modificación de la conducta en la educación
formal, especial y compensatoria. Existe una amplia bibliografía (véanse Bornas
1994, Kratochwill y Bijou 1987, Sulzer-Azaroff y Mayer 1983, Williams 1987) sobre
las distintas experiencias de aplicación de procedimientos y programas de tipo
conductual, y con influencias de otros enfoques (p. ej. cognitivas), en po -
blaciones normales y con discapacidades en todos los niveles y modalidades
educativos. Sin duda, esta veta de trabajo del paradigma continúa teniendo una
gran vigencia —aunque no exenta de críticas— no sólo en el contexto educativo,
sino también en otros como el clínico.
19
CAPITULO II
DESCRIPCIÓN DEL PARADIGMA HUMANISTA Y SUS
APLICACIONES E IMPLICACIONES EDUCATIVAS
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES
20
1987 y Villegas 1986).9
Durante la década de 1950, en Estados Unidos predominaban dos paradigmas u
orientaciones en psicología: el conductismo y el psicoanálisis. Como ya expusimos
en el capítulo anterior, el conductismo estaba profundamente interesado en el estudio
de los determinantes ambientales de la conducta, y el segundo; sustentaba una
propuesta idealista y pesimista (según Maslow, el psicoanálisis! ha estudiado
esencialmente la parte negativa del hombre y se ha centrado en el estudio de sus
perturbaciones mentales —neurosis, psicosis— de diverso tipo)' basada en el
análisis de la problemática del inconsciente y de cómo los instintos biológicos
influyen en el desarrollo del psiquismo.
En este contexto, la psicología humanista se erige y se constituye como la
llamada «tercera fuerza»; es decir, como una alternativa a estas dos posturas
psicológicas (Maslow 1978).
Según algunos de los precursores de este movimiento, con el humanismo se
pretendía desarrollar una nueva orientación en la disciplina que ofreciera, en
principio, un planteamiento antireduccionista en las explicaciones de los procesos
psicológicos atribuidos a factores externos (como lo sostenía el conductismo) o a
concepciones biologicistas de carácter innato (como en el caso del freudismo) y
que, al mismo tiempo, se postulara el estudio de los seres humanos como
totalidades dinámicas y autoactualizantes en relación con un contexto interpersonal.
9
García y Moya (1993) han señalado que si bien en psicología y en otras disciplinas, con anterioridad ya habían
aparecido escritos que sostenían ideas propias del paradigma (p. ej. el estudio comprehensivo del hombre), fue
en 1961 cuando el paradigma psicológico humanista nació institucionalmente, debido a la constitución de la
American Association for Humanistic Psychologv (AAHP), la cual publicó al año siguiente su órgano de difusión: el
Journal of Humanistic Psychologv. En el comité organizador de la asociación se encontraban reconocidos
psicólogos humanistas como Maslow y Moustakas; su primer presidente fue el propio Bugental, quien redactó el
primer manifiesto del movimiento humanista que fue publicado en el American Psychologist en 1963. A partir de
1970,
10
la AAHP se incorporó a la sección 32 de la APA.
Se ha dicho que la psicología estadounidense carece de un «pasado filosófico» (A. Caparros). Sin embargo, es indudable que la influencia del
pensamiento filosófico europeo en el contexto estadounidense llegó por diversos medios (el Zeitgeist de la época, las migraciones europeas a
dicho país, entre
•Vos). Basándonos en lo anterior, no se puede negar que el pensamiento fenomenológico y la corriente costencialista provenientes de Europa
repercutieron en las concepciones humanistas. Ajuicio de Mat-m (1981, citado en García y Moya 1993), muchas de las ideas sustentadas por
los partidarios de este paradigma serían inverosímiles sin la influencia existencialista europea. García y Moya (1993) señalan
•K otras influencias filosóficas en el paradigma son el pensamiento de Rousseau y la corriente del per-moalismo cristiano; asimismo, entre las
influencias psicológicas deben reconocerse los escritos psicoa-
••Utícos de Adler y Fromm, algunos de la Gestalt y, por supuesto, los de antropólogos como Benedict, Mead, Linton y Bateson (p. ej.. Maslow
fue amigo de Adler; aprendió psicoanálisis de Fromm, de Kar-
•nery de Horney; estudió la Gestalt con Wertheimer y Koffka y, por último, aprendió antropología con los autores citados).
21
Como ya hemos adelantado, la psicología humanista representa una matriz
disciplinar no monolítica, con diferentes tendencias internas. No obstante, se
considera que tiene una identidad propia debido a ciertos principios filosóficos y
teóricos comunes entre los promotores del movimiento. Sin duda, el campo de
estudio principal de la psicología humanista se sitúa en el ámbito de la psicología
clínica (en el estudio de los problemas y las patologías psicológicos y, parti-
cularmente, en la propuesta de modelos teórico-terapéuticos), pero también se
han desarrollado aplicaciones en otras áreas como la psicología del trabajo y la
educación.
A continuación presentamos una descripción del paradigma; haremos una breve
presentación de sus características epistemológicas, teóricas y metodológicas, y
luego nos concentraremos en la exposición de sus implicaciones y proyecciones
para el campo educativo.
3
En relación directa con esta afirmación, Martínez (1982) cita el trabajo de Berelson y Steiner (1964), quienes analizaron 1045
investigaciones científicas sobre la conducta humana. Según estos autores, en todos estos trabajos existe una visión incompleta o fragmentaria del
hombre. En casi ninguno de ellos se abordan directamente cuestiones centrales de la naturaleza genuinamente humana (aspec tos como el
egoísmo, la nobleza, las relaciones maritales, el amor, las cuestiones éticas, la bondad, la muerte, la sexualidad).
22
independientemente de las condiciones en las que viva. Según Morris (1966), para
decirlo brevemente, los pilares de la postura existencialista pueden (resumirse en
los tres puntos siguientes:
a) El ser humano es un agente electivo, capaz de elegir su propio destino.
b) El ser humano es un agente libre, absolutamente libre para establecer sus
propias metas de vida.
c) El ser humano es un agente responsable de sus propias elecciones.
Por otro lado, la fenomenología ha señalado que la percepción o cualquier
[actividad cognoscente externa o interna que realizan los individuos es, ante todo,
un acontecimiento subjetivo de acuerdo con su realidad personal, sin ningún tipo de
a priori. Antes de cualquier labor cognitiva sobre lo exterior, el ser humano toma
conciencia de su realidad experiencial.
Al respecto, Martínez (1981) declara acertadamente lo siguiente:
El cogito, el sentía y el dubito son una afirmación de la tesis que sostiene que
antes de poder alcanzar cualquier conocimiento seguro tenemos que escrutar
nuestra experiencia de conocer, y que el mundo externo forma parte de esa
experiencia interna.
Para la fenomenología, los seres humanos se conducen a través de sus pro-
percepciones subjetivas y, en esencia, la gente responde no a un ambiente
[objetivo, sino al ambiente tal y como lo perciben y comprenden (Hernández [1991).
De este modo, para estudiar al otro en sus procesos psicológicos es necesario
comprender su problemática desde su punto de vista (tal como éste la percibe) y no
desde un punto de vista externo o ajeno que lo pretende estudiar f«objetivamente».
A partir de las concepciones filosóficas de estos dos grandes sistemas y de
propias teorizaciones y análisis de los psicólogos humanistas, estos últimos
desarrollado un marco teórico o integrativo que describiremos brevemente a
continuación.
4
Sobre esta cuestión se ha criticado que la postura humanista defienda un planteamiento demasiado subjetivista (centrado en el self, al cual
se le atribuye, en última instancia, que una persona pueda o no lograr su desarrollo o autorrealización) que muchas veces tiende a subestimar
los aspectos del contexto social y cultural en la determinación de la estructuración de la personalidad.
23
favorecida.
d) El hombre es un ser en un contexto humano. El ser humano vive en relación con
otras personas y esto constituye una característica inherente a su naturaleza.
e) El hombre es consciente de sí mismo y de su existencia. Las personas se
conducen, en el presente, de acuerdo con lo que fueron en el pasado y
preparándose para vivir el futuro.
f) El hombre tiene facultades para decidir. El ser humano tiene libertad y
conciencia propia para elegir y tomar sus propias decisiones. Por lo tanto, es un
ente activo y constructor de su propia vida.
g) El hombre es intencional. Los actos volitivos o intencionales de la persona
se reflejan en sus propias decisiones o elecciones. El hombre, a través de sus
in tenciones, propósitos y actos volitivos, estructura una identidad personal que
lo distingue de los demás.
24
desarrollo total de la personalidad de los alumnos, sino, por lo contrario, los hacían
fracasar en los aspectos académicos y también en su vida social posterior
(Hamachek 1987). Este clima de descontento, junto con la aparición del paradigma
y el Zeit-geist de la época, del que ya hemos hablado, fue el contexto propicio
para que comenzaran a advertirse las primeras aplicaciones de la psicología
humanista al campo de la educación.
Como hemos dicho, la psicología humanista es fundamentalmente clínica y aun
en las aplicaciones a la educación se notan ciertas reminiscencias de tipo
clínico. Esto lo podemos percibir claramente en algunas clasificaciones de las
aplicaciones propuestas, como la de Miller (1976, citado en Sebastián 1986),
quien ha identificado cuatro tipos de modelos de educación humanista:
a) Modelos de desarrollo que enfatizan un cambio en el desarrollo de los
estudiantes (p. ej. el desarrollo psicosocial de Erickson o el desarrollo
moral de Kohlberg, este último de filiación piagetiana).
b) Modelos de autoconcepto, los cuales están centrados en el desarrollo de la
identidad genuina (p. ej. la clarificación de valores y el modelo de Shaftels).
c) Modelos de sensitividad y orientación grupal que se interesan en desarrollar
habilidades de apertura y sensibilidad hacia los demás (p. ej. modelo comu-
nicativo de Carkhuff).
d) Modelos de expansión de la conciencia orientados a desarrollar el lado in-
tuitivo de ésta (p. ej. la educación confluente y la psicosíntesis).
Nuestra exposición de este paradigma se concentrará en la información relativa
a programas y experiencias de tipo educativo (la cual no supone una revisión
exhaustiva), y excluirá las connotaciones de tipo clínico. Un autor al cual nos
dedicaremos con especial atención es Cari Rogers, quien para muchos es el más
representativo en lo que se refiere a las aplicaciones educativas del enfoque
humanista. En general, se puede decir que los esfuerzos del enfoque humanista
por abordar la educación giran en torno al logro de una educación integral y
subrayan lo que las otras propuestas han marginado: el desarrollo de la persona
(autorrealización) y la educación de los procesos afectivos.
25
a) Retoma las necesidades de los individuos como la base de las decisiones
educativas.
b) Fomenta el incremento de las opciones del individuo.
c) Concede al conocimiento personal tanto valor como al conocimiento
público.
d) Tiene en cuenta que el desarrollo de cada individuo no debe fomentarse si
ello va en detrimento del desarrollo de otro individuo.
e) Considera que todos los elementos constituyentes de un programa educativo
deben contribuir a crear un sentido de relevancia, valor y merecimiento en
cada persona implicada.
Por su parte, Rogers defiende lo que él llama una «educación democrática
centrada en la persona», la cual consiste en conferir la responsabilidad de la
educación al alumno. Esta educación centrada en la persona tiene las siguientes
características:
a) La persona es capaz de responsabilizarse y de controlarse a sí misma en
su aprendizaje.
b) El contexto educativo debe crear las condiciones favorables para facilitar y
liberar las capacidades de aprendizaje existentes en cada individuo; el
alumno aprende a través de sus propias experiencias y es muy difícil
enseñar a otra persona directamente (sólo se le puede facilitar el
aprendizaje).
c) En la educación se debe adoptar una perspectiva globalizante de lo inte-
lectual, lo afectivo y lo interpersonal.
d) El objetivo central de la educación debe ser crear alumnos con iniciativa y
autodeterminación, que sepan colaborar solidariamente con sus
semejantes sin que por ello dejen de desarrollar su individualidad.
Vale la pena mencionar que algunos autores (Roberts 1978, Good y Brophy
1983) señalan que la educación humanista también se ha interesado en la crea-
ción de contextos adecuados para la expresión, el desarrollo y la promoción de I la
afectividad.
A partir de todas las premisas anteriores se puede concluir que el concepto de
enseñanza propugnado por los humanistas es de tipo «indirecto», pues insiste
en que el docente «permita que los alumnos aprendan» impulsando y
promoviendo todas las exploraciones, experiencias, proyectos, etc., que éstos
preferentemente inicien o decidan emprender. Heidegger (1968, citado en Rogers
y Freiberg 1996) opina lo siguiente en torno a esta cuestión:
Enseñar es más difícil que aprender porque lo que exige enseñar es esto:
permitir que se aprenda. El verdadero maestro, en realidad, no permite que se
aprenda otra cosa que [...] aprender (p. 67, las cursivas son mías).
26
Explicación en clase
Preguntas de los alumnos
Preguntas del profesor y práctica
Demostración
Discusión
Grupos cooperativos
Descubrimiento guiado
Contratos
Role-play (juego de imitación)
Proyectos
Investigación
Autoevaluación
Centrado en el alumno
FIGURA 5.1. Un continuum instruccional
(tomado de Rogers y Freiberg 1996, p. 222).
29
Como señala Hamachek (1987), las aplicaciones del paradigma humanista a la
educación no ofrecen una teoría formalizada para la instrucción. En sentido estricto,
algunos autores humanistas han señalado su desacuerdo con las posturas
tecnologicistas de la educación (véase Zumwalt 1982, citado en Shulman 1989).
Para la corriente humanista, una postura con orientación demasiado tecnologizada
(que abusa de técnicas prescriptivas para la enseñanza) da poca oportunidad a la
labor creativa de los profesores en el ejercicio de su función docente. Para estos
autores, el profesor no debe seguir «recetas» estereotipadas, sino actuar en forma
innovadora, tomando decisiones continuamente sobre los desafíos que exige la
situación de enseñanza. Por ello proponen una serie de ideas y planteamientos de
enseñanza con la finalidad de lograr una comprensión más adecuada de la
conducta de los alumnos, crear un clima de respeto, y dar oportunidad a los
estudiantes para que logren desarrollar su potencial y alcancen así un aprendizaje
significativo vivencial en las aulas (Carlos y Hernández 1993).
Patterson (1973, citado en Good y Brophy 1983) menciona algunos pasos ne-
cesarios para lograr los objetivos de una educación humanista:
a) Los programas deben ser más flexibles y proporcionar mayor apertura a los
alumnos.
b) Se debe proveer el aprendizaje significativo vivencial.
c) Es necesario dar primacía a las conductas creativas de los alumnos.
d) Hay que propiciar mayor autonomía en los alumnos.
e) Se debe dar a los alumnos oportunidad de actuar en forma cooperativa.
f) Se requiere estimular a los alumnos para que realicen su evaluación personal.
En Rogers (1978) y Rogers y Freiberg (1996) se mencionan algunas técnicas y
métodos que pueden ser utilizados para desarrollar un ambiente de libertad,
propicio para el aprendizaje de los alumnos.
a) Construir sobre problemas percibidos como reales. Se debe procurar que el
alumno se enfrente a problemas que le «pertenezcan»; es decir, que no le
sean ajenos y que tengan significado para ellos. En este sentido, puede ser
válido que el maestro aliente a los alumnos para que expongan los problemas
que tienen y que se asocien con el curso que va a impartir. Igualmente puede
ser útil confrontar a los alumnos con problemas que en el futuro serán reales
para ellos.
30
d) La división del grupo. Dado que los alumnos deben tener libertad para ele-
gir entre la celebración o no de contratos, o entre un programa abierto y
flexible y otro estructurado, no siempre habrá alumnos que opten por las
primeras alternativas. En estos casos es conveniente dividir el grupo y
proporcionar el tipo de enfoque apropiado a cada parte.
e) Trabajo de investigación y/o elaboración de proyectos. Consiste en que los
alumnos proyecten y realicen trabajos e investigaciones basados en el
aprendizaje autoiniciado y vivencial. Para propiciar esta técnica, el maestro
crea un clima de investigación sugiriendo problemas o temas que pueden
ser investigados, anima y da apoyo inicial a los alumnos; posteriormente,
éstos realizarán actividades compartidas con el profesor y sus compañeros
del grupo, autodirigidas de modo que se fomente un marco idóneo y un
acercamiento a la actitud inquisitiva o científica.
a
f) Tutorías entre compañeros. La tutoría entre un compañero que la imparte
y otro que la recibe trae beneficios mutuos. Es posible elegir a quienes
puedan ofrecer la tutoría con base en criterios de personalidad,
responsabilidad, rendimiento y entusiasmo. A estos alumnos se les dan
sesiones preparatorias para aprender a facilitar el aprendizaje y se les
puede monitorear constantemente mientras imparten las sesiones de
tutoría. Varios programas se han beneficiado con este recurso, que debe
ampliarse y promoverse en las aulas.
31
compañeros.
De acuerdo con Rogers, el uso de la autoevaluación como recurso fomenta en
los alumnos la creatividad, la autocrítica y la confianza en sí mismos.
Sin embargo, es un hecho que en los escenarios educativos, las instituciones
escolares (y las mismas comunidades) exigen al profesor que otorgue notas y
calificaciones sobre los productos de aprendizaje conseguidos. Rogers señala que
pueden coexistir las dos actitudes —la aceptación positiva de los alumnos y la
expedición de juicios evaluativos basados en criterios objetivos— sobre la base
de la empatia; pero que es deseable ir dando paso, progresivamente, a las
actividades de evaluación realizadas por los profesores y ratificadas por los
alumnos,
hasta llegar a la consecución de las autoevaluaciones autónomas efectuadas por
los alumnos (véase Poeydomenge 1986).
Sobre las aplicaciones educativas del enfoque humanista pueden señalarse va-
rias cuestiones adicionales:
a) Existen varias experiencias globales realizadas desde la perspectiva rogeriana
que, sin embargo, no han sido objeto de aplicaciones ni de evaluaciones
minuciosas y sistemáticas como en el caso de otros paradigmas.
Indiscutiblemente, puede hablarse de experiencias que han sido descritas en
varios textos (p. ej. Rogers y Freiberg 1996), las cuales tienen un carácter más
bien de tipo vivencial-experiencial, y que, no obstante, han conseguido
resultados halagüeños. Asimismo, varias investigaciones realizadas con la
intención de evaluar algunas de las implicaciones educativas del paradigma han
encontrado resultados positivos, entre ellas, las desarrolladas por el National
Consortium for Humanizing Education (NCHE), las cuales han valorado en gran
escala la eficacia de profesores-facilitadores en el aprendizaje de los alumnos, o
bien, la eficacia de la educación abierta (véanse Good y Brophy 1996 y Rogers y
Freiberg 1996).
32
CAPÍTULO III
DESCRIPCIÓN DEL PARADIGMA COGNITIVO Y SUS
APLICACIONES E IMPLICACIONES EDUCATIVAS
INTRODUCCIÓN
33
treinta años, y en la actualidad su influencia en la psicología de la educación es
enorme. Dado el contexto de privilegio socioeconómico en el que se desenvuelve
(los países occidentales, especialmente Estados Unidos), ha impulsado muchas
líneas de investigación de gran relevancia para el estudio e intervención
educativos, y ha recibido y asimilado influencias de los otros paradigmas. En la
psicología de la instrucción, a su vez, se han desarrollado nuevos paradigmas
propiamente psicoinstruccionales y psicoeducativos. Todo esto ha provocado
que se hayan hecho notables aportaciones, durante las tres últimas décadas,
para el enriquecimiento de los tres núcleos de la psicología de la educación.
ANTECEDENTES
No cabe duda que el paradigma cognitivo actual, como han dicho algunos, tiene un
largo pasado y una breve historia. Cuando en los textos especializados se nos
presenta su trayectoria, se suele ubicar la génesis y el desarrollo de este enfoque,
también llamado procesamiento de información, en Estados Unidos, desde fines de
la década de 1950; al mismo tiempo, se excluyen explícita o implícitamente las
tradiciones de investigación cognitiva que lo anteceden y han influido en su
conformación, como la psicología de la Gestalt, la obra de Bartlett, la psicología
genética de Piaget, los trabajos de Vigotsky, por citar sólo a los más renombrados,
los cuales se envían en muchas ocasiones al «cajón del olvido».
Podemos afirmar que todos estos paradigmas tienen en común el haberse
enfocado en una o más de las dimensiones de lo cognitivo (atención, percepción,
memoria, inteligencia, lenguaje, pensamiento, etc.), aunque también es
necesario subrayar que existen diferencias de distinta índole entre ellos. De
hecho, por esta razón tanto el paradigma psicogenético piagetiano como el
paradigma sociocultural vigotskyano se describirán por separado en los dos capí-
tulos siguientes.
El enfoque cognitivo del procesamiento de información, según varios autores,1
tuvo su origen durante la década de los cincuenta; para ser más preciso, se
toma 1956 como fecha «oficial». 2 Las influencias más importantes en su gesta-
ción fueron las siguientes (véanse De Vega 1984, Gardner 1987, Grande y Rosa
1993, Pozo 1989):
a) La aparición de un clima de crítica y desconfianza hacia el paradigma
conductista que se acentuó de manera especial debido a dos razones: 1) el
surgimiento de algunos trabajos sintomáticos al interior de dicho paradigma
(según la expresión kuhniana: «anomalías»), y 2) la impugnación directa a las
concepciones epistemológicas y metodológicas del enfoque conductual basadas
en el objetivismo y el fisicalismo (véanse Lachman y Butterfield, 1979, Pozo
1989).
1
Gardner señala que un antecedente relevante que hay que tener en cuenta por su carácter seminal es el
simposio patrocinado por la Fundación Hixon que tuvo lugar en 1948 en Pasadena, California, en el cual se
presentaron varios trabajos de incuestionable influencia para el desarrollo posterior del paradigma. Según
Martínez-Freire (1995), en dicho simposio ya se encontraban claras manifestaciones de varios «antecedentes
clave» del naciente paradigma, a saber: a) la postulación de la analogía mente-computadora; b) el interés
demostrado por distintas disciplinas como la lógica y las matemáticas (von Neumann), las neurociencias
(Lashley y McCulloch), etc., que preconizaban el carácter interdisciplinario del paradigma; c) el interés por el
estudio del procesamiento de la información en el ser humano; d) la postura anticonductista.
2 2
No obstante, Grande y Rosa (1993) señalan que la aparición del paradigma del procesamiento de la información ocurrió simultáneamente en
Estados Unidos y Gran Bretaña. Estos autores afirman que en los textos que reseñan el proceso de aparición del paradigma es común encontrar
que fue exclusivamente en Estados Unidos donde se gestó. Si bien es cierto que en este país ocurrieron los principales hechos relativos a su
aparición, debe destacarse también la labor del grupo británico de la Universidad de Cambridge, iniciada y encabezada por Bartlett (y
continuada después por Broadbent y Craik) varias décadas antes de 1950. El trabajo sobre cognición elaborado por este grupo fue de gran
importancia para el desarrollo de las ideas que posteriormente retomaron los seguidores del paradigma, en ambos continentes. Baste recordar,
a guisa de ejemplo, que en el texto clásico de Bartlett (Re-membering publicado en 1932) se observa cómo este autor muestra un marcado interés
por el estudio de las representaciones mentales, al grado de que utiliza profusamente el concepto de «esquema» (extraído de las ideas del
neurofisiólogo Head) para explicar procesos como la percepción, el recuerdo y la representación social.
34
b) La influencia que tuvieron en la disciplina psicológica todos los avances
tecnológicos de la posguerra en Estados Unidos, especialmente los provenientes
del campo de las comunicaciones y la informática (Bruner 1983, citado en Pozo
1989; Riviére 1987); la incorporación de modelos y marcos explicativos de estas
disciplinas repercutió sensiblemente en la creación de una atmósfera propicia
para el advenimiento del nuevo paradigma.
c) La aparición en el campo de la lingüística de la gramática generativa de
Chomsky, como una propuesta alternativa para describir y explicar un proceso
cognitivo complejo (el lenguaje) a través de un sistema de reglas internas.
A partir de 1956, se comenzó a gestar el movimiento que algunos han lla-
mado la revolución cognitiva y que a juicio de Lachman et al. (1979) constituyó
un auténtico cambio de paradigmas en el sentido kuhniano.
Bruner (1991) sostiene que la revolución cognitiva tenía como objetivo prin-
cipal «recuperar la mente», después de la época de «glaciación conductista».
35
lado, se halla una tradición más abierta (que ha estado presente desde la
década de los cincuenta, y que algunos han denominado «clásica») y con
diferentes líneas de estudio, entre las que se encuentran las más típicas del
procesamiento de información (p. ej. los trabajos sobre procesos cognitivos
realizados con sujetos humanos que provienen de las líneas de investigación
sobre memoria, solución de problemas y estrategias cognitivas, y la
aproximación de los «expertos y novatos»), y otras de aparición más reciente
impulsadas, de una forma u otra, por esta tradición y por las contribuciones de
otros enfoques y paradigmas, como la versión «constructivista»
estadounidense (defendida por autores como Brans ford, Mayer y Glaser), la
aproximación neopiagetiana (p. ej. Case), la «cognición situada» (J.S. Brown),
así como las propuestas de corte «sociocultural» (el propio Bruner el trabajo de
Resnick, A.L. Brown y Palincsar) (véanse Bruner 1991, De Vega 1984, Pozo 1989
y Riviére 1989).
En la actualidad, es difícil distinguir con alguna claridad (debido a las
múltiples influencias de otras disciplinas científicas) dónde termina una tradición
y dónde empieza otra, porque pueden encontrarse líneas y autores con
concepciones e ideas de distinto orden teórico, metodológico, etc., que integran
ideas de varias tradiciones o incluso ideas del paradigma con concepciones
pertenecientes a paradigmas alternativos (como el constructivista piagetiano y el
socio-cultural); por ello se observan diversos matices entre todos ellos.
Por esta razón debe considerarse que todas estas nuevas líneas y tradiciones
constituyen el amplio abanico de la corriente cognitiva contemporánea. Al
mismo tiempo hay que reconocer que dentro de este gran caleidoscopio teórico,
metodológico y epistemológico actual, el paradigma cognitivo del procesa-
miento de información ha desempeñado un papel muy relevante en la historia
de la disciplina psicoeducativa de este siglo.
A continuación presentaremos las características esenciales del paradigma
cognitivo y luego nos remitiremos a analizar con más detalle las posibles
proyecciones e implicaciones de éste al campo de la educación.
36
Según Gardner (1987), el científico que estudia la cognición considera que ésta
«debe ser descrita en función de símbolos, esquemas, imágenes, ideas y otras formas
de representación mental». Las representaciones mentales elaboradas por el sujeto han
sido denominadas de distintas formas. Algunos han utilizado expresiones como:
«esquemas» (Bartlett, Ausubel y Rumelhart), «marcos» (Minsky), «guiones» (Schank),
«planes» (Miller, Galantery Pribram), «mapas cognitivos» (Neisser), «categorías»
(Rosch), «estrategias» (Newell, Flavell y Brown) o «modelos mentales» (Johnson-
Laird). Podemos decir que todas hacen referencia, con ciertas particularidades, a
tipos de representaciones mentales utilizadas por los sujetos.
Los estudios para explicar la naturaleza de las representaciones mentales han
sido muy numerosos y diversos en las tres décadas de existencia del enfo que. En
general, hoy día se acepta que existen básicamente dos tipos de códigos de
representación: el imaginal (episódico) y el proposicional (semántico). Algunos
autores, en cambio, consideran que existen otras formas distintas.
Como ya hemos comentado en la sección introductoria, para el estudio de esta
problemática, los teóricos cognitivos han referido sus planteamientos a la polémica
analogía entre mente y computadora. Una analogía que a pesar de haber
demostrado una gran potencialidad heurística, no es aceptada de igual manera por
todos los partidarios del paradigma.
Es necesario mencionar un principio fundamental para comprender
adecuadamente la analogía: la mente y la computadora se consideran tipos de
sistemas de procesamiento de una misma clase que realizan un procesamiento de
símbolos en forma propositiva (Newell y Simón 1975, Newell 1987). En ese sentido, la
analogía que se sostiene entre estos dos tipos de sistemas de tratamiento de
información es de carácter funcional y no de tipo estructural.
No obstante, De Vega (1984) ha mencionado que también existen dos lecturas de
esta analogía funcional (las cuales tienen que ver directamente con las dos grandes
tradiciones incorporadas a la corriente cognitiva contemporánea mencionadas
anteriormente). Dichas interpretaciones son las llamadas versiones «fuerte» y
«débil».
La versión fuerte acepta la analogía como un recurso metodológico, y considera que
existe una completa equivalencia funcional entre el ordenador y la mente humana.
Sus más fieles seguidores están en el campo de la inteligencia artificial (una de las
áreas de la informática), donde se pretende desarrollar una teoría unificada de la
mente y el ordenador, utilizando a este último como medio de simulación4 del
sistema cognitivo humano. Este planteamiento5 ha desembocado en la propuesta de
la construcción de una «ciencia cognitiva» la cual coloca precisamente a la
inteligencia artificial como disciplina central (Gardner 1987, Várela 1990).
Por otro lado, la versión débil utiliza la analogía mentecomputadora con fines
esencialmente instrumentales y sin perder de vista la perspectiva psicológica en la
teorización y la investigación. Esto es, la versión débil pertenece más al campo de la
psicología, se basa en datos sobre todo de naturaleza psicológica y se interesa
prioritariamente en la descripción del sujeto cognitivo humano. 6
4
La simulación es una estrategia metodológica que, por un lado, permite desarrollar hipótesis o teorías sobre el
procesamiento cognitivo humano, y por otro, despliega sus esfuerzos para poner a prueba las hipótesis ya existentes a través
de su mimetización y usando las computadoras. Según Gagné (1990), cuando se construye y se prueba un programa
computacional para la realización de una tarea cognitiva (solución de problemas matemáticos, etc.), a partir de una elaboración
teórica previa que describe los procesos u operaciones mentales involucrados, puede valorarse su precisión conceptual y su
consistencia lógica (términos correctamente definidos, no circularidad en los términos, etc.). Al mismo tiempo, si dicho
programa se ajusta a la ejecución humana, puede considerarse una simulación adecuada o una teoría plausible de la actuación
humana.
5
La ciencia cognitiva es un esfuerzo interdisciplinario que tiene como objetivo crear una teoría de los sistemas de
procesamiento o de lo cognitivo en el más amplio sentido; en ella participan teóricos e investigadores de campos tan disímbolos
como la antropología, la lingüística, la psicología cognitiva, la inteligencia artificial, las neurociencias y la filosofía. El
proyecto de la construcción de la ciencia cognitiva nace concretamente en la segunda mitad de la década de 1960, aunque es
obvio decir que tiene antecedentes inmediatos (en el paradigma del procesamiento de información) y remotos (en la filosofía)
(véanse Gardner 1987 y Norman 1987).
6
Neisser (1976; 1982, versión española) criticó severamente los estudios del paradigma por su ca rencia de validez
ecológica. Según él, las teorías o hipótesis elaboradas hasta el momento al abrigo del paradigma poco tenían que decir sobre la
auténtica naturaleza humana (lo que le pasa al hombre lego en sus múltiples contextos sociales), dado que se fundamentaban en
estudios artificiales de laboratorio. A partir de este trabajo y de otros más (p. ej. los de Gibson, Shaw y Bransford) los estudios
sobre cognición cambiaron notablemente en la dirección que Neisser demandaba. Riviére (1987) también consigna, en afinidad
37
3.2 FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS: EL INFLUJO RACIONALISTA
Según Gardner (1987) y Riviére (1987), el paradigma del procesamiento de
información se inserta en la gran tradición racionalista7 de la filosofía que otorga cierta
preponderancia al sujeto en el acto de conocimiento.
El planteamiento epistemológico considera que el sujeto elabora las
representaciones y entidades internas (ideas, conceptos, planes, etc.) de una
manera esencialmente individual. Dichas representaciones mentales
determinan las formas de actividad que realiza el sujeto.
Esto quiere decir que las acciones y las representaciones mentales
desempeñan un papel causal en la organización y la realización de las
conductas. Algunos autores han llamado a esta concepción teoría causal de
la mente (Martínez-Freire 1995).
De igual manera, los teóricos cognitivos sostienen que los comportamiento no
son regulados exclusivamente por el medio externo. Sin dejar de reconocer la
influencia del medio exterior, se considera que las representaciones que el su-í
jeto ha elaborado o construido mediatizan la actividad general (sus propias per-
cepciones y acciones) del sujeto.
Por consiguiente, a diferencia del enfoque conductista basado en una
filosofía que hunde sus raíces en el empirismo, para el cual el sujeto está
controlado por las contingencias ambientales, en este paradigma el sujeto es un
agente activo cuyas acciones dependen en gran parte de las representaciones
o procesos internos que él ha elaborado como producto de las relaciones
previas con su entorno físico y social. Esto significa también que el sujeto de
conocimiento deja de ser una tabula rasa que acumula por asociación
impresiones sensoriales para ir8 confort mando sus ideas sobre el mundo. Por
el contrario, el sujeto organiza tales representaciones dentro de su sistema
cognitivo general (en el sistema de la memoria).
En las dos posturas mencionadas, la «dura» y la «abierta», pueden
encontrarse dos tipos de mentalismo (véase Martínez-Freire 1995). En el
caso de la tradición «dura», en sus representantes más destacados —los
modelos conexionistas del PDF así como los trabajos de Armstrong y de Lewis
— es posible hablar de un mentalismo de base materialista. Estos autores
sostienen, o parecen sostener, cierta identidad entre las actividades mentales
y las actividades cerebrales. En el caso de la postura abierta, es posible
reconocer diversos trazos de una postura funcionalista, en la que, por el
contrario, la actividad mental no es plenamente reducible a los procesos
cerebrales.
A su vez, en la postura «abierta», recientemente varios seguidores o autores
cercanos al paradigma han ido más allá al confesar una postura de tipo
con lo anterior, que el sujeto de las investigaciones y de los manuales de psicología cognitiva cambió radicalmente y dejó de
ser el sujeto «racional a ultranza» del ideal logicista (sujeto que «prueba o falsea hipótesis racionalmente», que razona «con
base en la lógica deductiva» o, según el «teorema de Bayes», ante problemas de azar y probabilidad) para convertirse en un
sujeto más «real», más próximo al que todos encontramos en la calle y que se equivoca al razonar ante una tarea de tipo lógico
que se le demande, o que usa categorías o conceptos difusos y no totalmente racionales. Por lo tanto, desde finales de los años
setenta los estudios sobre los procesos cognitivos tomaron un nuevo giro y se orientaron cada vez más al estudio de la
cognición del hombre «común y corriente» en sus contextos cotidianos. Quizás valga la pena decir que, hoy por hoy, muchos
teóricos cognitivos son «posmeta-fóricos», en el sentido de que no sostienen ni van más allá de dicho planteamiento analogicista.
7
De hecho, Cellerier (1978) considera que la postura cognitiva estadounidense puede definirse como una epistemología
pragmatista; esto se debe a la preponderancia del sujeto sobre el objeto y a que insinúa un planteamiento (no siempre claro) de
tipo genético (en caso contrario, sería más bien un tipo de apriorismo). En un trabajo posterior (Cellerier 1979) establece una
distinción entre la postura y la problemática del paradigma cognitivo y la que sustenta el paradigma psicogenético-
constructivista (véase el capítulo 7), dado que en el paradigma cognitivo se intenta explicar cómo las acciones o conductas son
controladas por las representaciones mentales (transformación pragmática), mientras que en el paradigma psicogenético se
pretende explicar cómo ocurre la construcción del conocimiento a partir de la coordinación de las acciones (transformación
epistémica).
8
La categoría de la «organización» es otro de los puntos clave en los modelos teóricos cognitivos. Riviére
(1987) señala que puede considerarse un atributo central del enfoque, al cual se remite de inmediato para explicar
las formas en que las representaciones se acomodan dentro del sistema cognitivo. La organización de las
representaciones es una noción que se asocia directamente con ideas estructuralistas, filiación que algunos no
están dispuestos a aceptar, pero que, sin embargo, utilizan al recurrir a nociones como «planes», «esquemas» o
«marcos». Se supone que en la base de conocimientos (MLP) existe cierta estructuración de estas organizaciones,
lo cual niega la visión acumulativa simplista de la información (como la que sostienen las posturas conductistas).
Para algunos autores, las \ formas de organización pueden ser innatas (p. ej. las asociadas al lenguaje, según
Chomsky y Fodor) o bien adquiridas (Ausubel); de base fisiológica (grupo PDP) o funcionales (Ausubel,
Johnson-Laird, Fla-vell, entre otros).
38
«constructivista»9 en sus concepciones (p. ej. Glaser 1991b y Mayer 1992).
Según esta concepción, el sujeto posee una organización interna de eventos
que va reelaborando en función de los intercambios con el exterior, y a partir
de esta organización interna (estructuras, esquemas, reglas, etc.) el sujeto
interpreta y otorga continuamente nuevos significados a la realidad.
En principio debemos considerar que todos los teóricos cognitivos están de acuer-
do con el postulado de la naturaleza causal de los procesos o eventos internos
en la producción y regulación de las conductas (Pozo 1989 y Riviére 1987).
Dicho de otra manera, la explicación del comportamiento del hombre debe
remitirse a una serie de procesos internos.
Muchos de los trabajos del paradigma se han orientado a describir y explicar
los mecanismos de la mente humana, y para ello han propuesto varios
modelos teóricos. Estos modelos pretenden dar cuenta de cómo se realiza el
procesamiento de la información, desde que ésta ingresa al sistema cognitivo
hasta que finalmente se utiliza para ejecutar una conducta determinada.
Los modelos de procesamiento de información comenzaron a aparecer desde
los inicios del paradigma. Uno de los subsistemas preferentemente tratados en
estos primeros modelos han sido los procesos de memoria (p. ej. los «modelos
multialmacén»).
Los modelos planteados en forma de diagramas de flujo que describen por
dónde va transitando y procesándose la información, desde que ingresa al siste-
ma hasta que egresa del mismo, surgieron durante los primeros veinticinco
años de vida del paradigma, y en los últimos quince años han dejado de
proliferar, al menos en el sentido en que antes se planteaban. 10
No obstante, uno de los modelos más comunes y continuamente utilizados
sobre el sistema cognitivo humano es el descrito por Gagné (1974, en Gagné
1990; véase la figura 6,1). El modelo supone los siguientes elementos (véanse De
Vega 1984, Gagné 1990, Hernández 1991):
Receptores. Son dispositivos físicos que permiten captar la información que entra al
sistema, la cual se presenta en forma de algún tipo de energía física proveniente del
entorno. Cada uno de nuestros sentidos tiene tipos de receptores especializados que
son sensibles a distintas formas de energía (luminosa, acústica, química, etcétera).
9
Muy probablemente por el influjo del pensamiento piagetiano, dado que esta idea es de aparición más tardía. Para algunos autores, esta
idea constructivista forma parte todavía del paradigma, para otros, sin duda, está fuera de él. Sobre la idea de «constructivismo» podemos
encontrar en textos recientes varios intentos de análisis. Para algunos sólo la aproximación piagetiana es genuinamente constructivista
(argumento que sustentan autores de filiación piagetiana, como Cellerier, Delval Castorina), mientras que para otros pueden encontrarse diversos
tipos de constructivismo en la psicología de la educación (Carretero, Coll), o rastrearse «ideas» constructivistas en posturas cognitivas
estadounidenses (Resnick, Carretero), neopiagetianas y socioculturales (Wertsch). Esta cuestión está todavía sujeta a debates y discusiones.
10
Los primeros modelos de procesamiento de información adoptaban concepciones que a la luz de la investigación actual parecen un tanto
obsoletas y estáticas. Para ilustrar lo anterior podemos señalar algunos ejemplos: a) el procesamiento serial, sostenido al principio por casi
todos los modelos, ha sido desterrado para dar paso a las nuevas concepciones que proponen un procesamiento en para lelo (tal como el ser
humano procesa la información); b) en los modelos se formulaba un planteamiento con una exagerada linealidad, hoy se reconoce que existen
muchas interacciones complejas en el sistema cognitivo; c) en los modelos se daba poca importancia a los factores motivacionales y emo-
cionales, actualmente éstos constituyen dos temas del paradigma.
39
FIGURA 3.1. Modelo de procesamiento de información (tomado de Gagné 1990).
Memoria sensorial (MS). Cada modalidad sensorial (visual, auditiva, etc.) posee un
sistema de registro sensorial que mantiene la información que ingresa a los
receptores durante un periodo muy breve (como máximo dos segundos). En este
breve periodo, ocurre el registro de copias literales de carácter precategorial
realizadas por los receptores cuando captan la estimulación sensorial entrante
(véase el cuadro 6.1). A partir de esta «huella mnémica» es posible la aplicación de
una serie de operaciones de atención selectiva sobre algunos aspectos de ella, con
el fin de hacerla ingresar intencionalmente, si se considera necesario, a la memoria
a corto plazo. La información proveniente de la huella que no se considera relevante
no es objeto de operaciones de atención selectiva y puede desecharse del sistema
de procesamiento y almacenaje consciente.
Memoria a corto plazo (MCP) o memoria de trabajo. Este almacén posee características
estructurales y funcionales (véase el cuadro 3.1). Sus características estructurales
son las siguientes:
• Tiene una duración limitada de procesamiento: aproximadamente entre 15 y 30
segundos (sin repaso de la información).
• Posee una capacidad limitada de almacenaje: sólo 7 +/- 2 unidades o porciones
(chunks) de información.
• El formato de la información es de tipo fonético y articulatorio, aunque
probablemente sea también de tipo semántico.
• Pérdida de la información: falta de repaso o desplazamiento por nueva in-
formación.
Respecto a las características funcionales, puede decirse que la MCP es una
memoria de trabajo en la cual ocurren todos los procesamientos «conscientes» que
ejecutamos.
La MCP opera interaccionando con la MS y la memoria a largo plazo (MLP). La
información saliente de la MS se traspasa a la MCP (a través de procesos de atención
selectiva) y comienza a ser codificada o analizada semánticamente; así, hace
intervenir información que se recupera de la MLP y que se mantiene en forma
consciente en la MCP. Para asegurar el mantenimiento de la información en la MCP, así
como para procesarla con más complejidad si luego se desea, es posible manipular
intencionalmente la información mediante estrategias de procesamiento tales como
el simple «repaso» (estrategia utilizada para aprender «al pie de la letra»), o bien,
otras de mayor complejidad cognitiva, como las de «elaboración» y «organización»,
cuyo uso exige poner en juego la información «nueva» recién ingresada y que actúa
en la MCP con la información ya almacenada en la MLP.
Memoria a largo plazo (MLP). La capacidad de almacenaje y la duración del trazo en la
MLP son prácticamente ilimitados. En la MLP se almacenan varios tipos de
información: episódica, semántica, procedimental, condicional y autobiográfica
(Tennyson 1992).
40
La información episódica se relaciona con lugares y tiempo determinados y
tiene que ver con las experiencias vivenciadas directamente por el sujeto (re-
cuerdos personales).
La información semántica es la que se compone de hechos (datos y cosas ar-
bitrarias), conceptos (relaciones significativas) y explicaciones (elaboraciones
conceptuales sobre estas relaciones significativas) (Norman 1990). Algunos la han
llamado conocimiento declarativo, porque es un saber que se dice o se declara
verbalmente. Se supone que la información semántica está almacenada je-
rárquicamente en forma de esquemas o redes proposicionales.
CUADRO 3.1 Características de los almacenes de memoria (basado en Mayer 1985).
Duración Breve ('/2 segundo para la Relativa (18 segundos sin repaso de Permanente
información audiovisual) la información)
Pérdida de la Desvanecirneinto temporal Falta de repaso del material o por Fallas en la recu-
información desplazamiento de nueva peración o inter-
información ferencia de otra
información
Hay que señalar que muy poca de la información contenida en la MLP es co-
pia exacta de la información percibida, se trata más bien de interpretaciones
que el sujeto ha elaborado basándose en sus conocimientos almacenados.
La información procedimental es la que se relaciona con el «saber hacer», e
incluye distintos tipos de procedimientos, como habilidades, destrezas o
estrategias.
La información condicional (o como la llaman otros: contextual) también
está almacenada en la MLP. Este tipo de información se refiere al «saber
dónde, cuándo y por qué» hacer uso de conceptos, principios, reglas,
estrategias, habilidades, procedimientos, etcétera.
La información puede ser recuperada de la MLP o de la MCP, de manera
consciente o automática. El proceso de recuperación consciente de la informa-
ción contenida en la MLP consiste en pasarla de este almacén hacia la memoria
de trabajo, es decir, convertirla de un conocimiento «inerte» a otro «actuante»
para que pueda ser utilizada cuando se requiera (por los mecanismos motores
correspondientes o para ser objeto de un procesamiento ulterior). Por su parte,
la recuperación automática se consigue importando directamente la informa-
ción almacenada desde la MLP hasta el generador de respuestas bajo la
regulación del control ejecutivo.
Se considera que la principal dificultad en el almacenaje de la información en
la MLP son los procesos de organización de la información. El almacenaje y la
recuperación de la información se ven facilitados si el material tiene sentido y es
significativo para el aprendiz; en caso contrario, cuando el material es arbitrario,
el
proceso de almacenaje se acompañará de un esfuerzo voluntario para
incorporar
la información, y los procesos de recuperación (especialmente los demorados)
serán difíciles. De hecho, si la información que ingresa en la MLP no ha sido
41
objeto
de una adecuada codificación y organización, o si su incorporación con los
conocimientos previos ha sido superficial y poco significativa, los procesos de
recuperación y recuerdo pueden verse seriamente afectados e incluso pueden
ocasionar
el «olvido» de la información (Ausubel 1978, Gagné 1990).
Generador de respuestas. En el generador de respuestas se organiza la
secuencia
de la respuesta que el sujeto decida para interactuar con el entorno, siempre y
cuando la información sea recuperada de la MCP o de la MLP. El proceso de ge-
neración de respuestas puede ser intencional o deliberado, aunque también
puede ser automático.
Efectores. Después de que el generador de respuestas organiza y decide el tipo
de conducta que el sujeto va a ejecutar, esta instancia guía a los efectores, los
cuales no son más que órganos musculares y glándulas, para efectuar en
sentido estricto las conductas responsivas. Hay que destacar que una de las
vías más utilizadas por el hombre, sobre todo en la realización de las
conductas académicas, es el lenguaje, por tanto, podemos identificar al
aparato fono-articulador como el efector más importante.
Control ejecutivo y expectativas. Comúnmente se reconoce que los procesos de
control que ocurren entre las distintas estructuras de memoria son los
siguientes: retención, atención, percepción, estrategias de procesamiento (como la
recirculación de información y la codificación por vía visual o semántica) y
estrategias de búsqueda y recuperación. Sin embargo, para la aplicación de estos
procesos de control, se requiere la intervención de un sistema que los administre de
manera consciente y deliberada, tal es la función de la instancia denominada
«sistema ejecutivo». Este sistema tiene que ver con el control metacognitivo del qué
hacer, el cómo y el cuándo para que el sistema de procesamiento (que incluye
estructuras de memoria y procesos de control) opere con eficacia. Puede decirse,
entonces, que el sistema de procesamiento trabaja de manera coordinada e
intencional gracias a los mecanismos de control ejecutivo y a la creación de
expectativas (y, junto con estas últimas, las metas y los patrones motivacionales),
los cuales determinan el tipo de procesamiento que debe aplicarse a la información
que ingresa al sistema. En el sistema de control ejecutivo, las actividades
conscientes meta-cognitivas y autorreguladoras desempeñan un papel decisivo.
Hace aproximadamente veinte años comenzaron a aparecer otros modelos y
explicaciones alternativas a los modelos multialmacén. Estos modelos se han
dedicado a describir y explicar dos cuestiones centrales:
a) Los procesos cognitivos que realiza el sujeto desde una óptica más funcional.
b) La representación del conocimiento en el sistema cognitivo.
Respecto al inciso a), hay que mencionar que los trabajos sobre la «hipótesis de
los niveles de procesamiento» (desarrollados principalmente por F.I. Craik et al.)
constituyeron, desde sus inicios, una explicación crítica y alternativa a los modelos
multialmacén (véase De Vega 1984).
En términos generales, el modelo de los niveles de procesamiento sostiene que
la información entrante puede procesarse o codificarse en diferentes niveles según
lo determine: el sujeto, la tarea exigida o incluso el tipo de información.
De acuerdo con la idea original de Craik y sus colaboradores, los niveles de
procesamiento forman un continuo jerárquico, de modo tal que si un determinado
material se procesa en un momento dado de un modo «n», es porque ya antes éste
ha sido objeto de un tratamiento en ciertos niveles de procesamiento n\ y n2.11
11
Varios autores (p. ej. Nelson y Baddeley) han hecho también críticas a las propuestas del grupo de Craik, entre las cuales destacan: el
rechazo a la idea de niveles jerárquicos y el rechazo a la lineali-dad de la propuesta. Por ello prefieren sustituir el término «niveles de
procesamiento» (que implica jerarquización) por el de «dominios de procesamiento», el cual supone que el procesamiento puede realizarse en
paralelo en distintos dominios y no exclusivamente de forma secuenciada y jerárquica (véase De Vega 1984).
42
Estos niveles pueden agruparse en dos tipos: procesamiento superficial, el cual
atiende preferentemente a los rasgos físicos o sensoriales del insumo, o
procesamiento profundo en el que, según se supone, se realizan elaboraciones
semánticas más complejas. Se considera que la duración del trazo de la
información en la memoria está determinado por el tipo de procesamiento realizado;
esto es, un procesamiento superficial produce un trazo mnémico débil y poco
duradero, mientras que un procesamiento profundo genera un trazo más «fuerte» y
de mayor duración.
Los trabajos sobre niveles o dominios de procesamiento tienen una cercana
filiación con los realizados sobre estrategias cognitivas (véanse Pozo 1990 y Selmes
1988).
Sobre el inciso b), podemos señalar que el estudio de la representación del
conocimiento es un tema muy importante en el paradigma y tiene varias líneas de
investigación sólidas. Como ejemplos se pueden mencionar los siguientes: los
modelos de representación del conocimiento propuestos por Norman y Rumelhart
(el modelo LNR); los realizados por el grupo de Anderson (el modelo ACT, por
ejemplo); los modelos conexionistas del PDP desarrollados por autores como
Rumelhart y McClelland; y, con ciertas diferencias en relación con los anteriores,
los estudios realizados en la línea de investigación de expertos y novatos,
desarrollados principalmente por Chi y Glaser (véanse De Vega 1984 y Pozo 1989).
Sobre la línea de investigación de expertos y novatos se han realizado
numerosas investigaciones en distintos dominios de conocimiento, con el fin de
identificar las posibles diferencias entre unos y otros. Puede decirse que esta línea
importante de investigación se inició gracias a los trabajos realizados por Newell
y Simón, en especial sus estudios sobre solución de problemas, realizados a
finales de los años sesenta (p. ej. Newell y Simón 1972). Dichos autores
impusieron una metodología para el estudio de la solución de problemas y para la
investigación de la pericia en sujetos humanos. Posteriormente, otros
desarrollaron esa línea de trabajo empleando tareas y problemas más complejos
y analizando no sólo las diferencias entre novatos y expertos, sino también el
proceso por el cual los expertos llegan a serlo (Bruer 1995). Tomando los
planteamientos de Glaser (1991a), podemos hacer algunos comentarios
conclusivos sobre los estudios de la pericia en humanos:
a) En primer lugar es necesario mencionar que la pericia conseguida por un
experto en determinado dominio no garantiza que su desempeño sea tan
eficiente en otros (salvo que entre ellos exista una relación temática muy
cercana).
b) La precisión de la conducta experta es producto de un conjunto de
esquemas especializados que guían la ejecución. Dichos esquemas
permiten que los expertos tengan una superioridad perceptiva (p. ej.
reconocimiento de patrones) y de representación de los problemas que se les
presentan; basta con que se alteren los patrones hacia formas no conocidas
de presentación de los estímulos (p. ej. azarosas) para que su eficiencia
disminuya notablemente.
c) Los expertos adquieren una gran capacidad para percibir apropiadamente
patrones complejos de información significativa. Esta capacidad
representacional se ejerce rápidamente, de modo que los expertos parecen
actuar «intuitivamente», mientras que los novatos manifiestan una conducta
de reconocimiento de patrones menos articulada, de menor capacidad y más
orientada a rasgos superficiales que a aspectos inferenciales y de abstracción
de principios.
d) La capacidad desarrollada por los expertos les permite disponer de más
tiempo y espacio en la memoria de trabajo, los cuales les sirven para
realizar distintas actividades de procesamiento y de búsqueda en la memoria.
e) También se ha demostrado que el conocimiento de los expertos es
altamente procedimentalizado (en el sentido de Anderson (1983): los
conceptos se vinculan a procedimientos que se compilan y automatizan
junto con un conocimiento contextual sobre cómo aplicarlos y utilizarlos
apropiadamente); se trata en esencia de un saber orientado a metas (un
conocimiento fuertemente asociado a la estructura de la meta de un
43
problema determinado).
f) El conocimiento esquemático y el desarrollo de habilidades
autorreguladoras en los expertos tienen influencia mutua. Esto quiere decir
que la cantidad de experiencia organizada por los expertos les permite
desarrollar mejores habilidades para monitorear el proceso de solución,
para orientar y distribuir los procesos de atención, etc. Al mismo tiempo,
esta forma de ejecución tiene repercusiones en la organización y en la
representación del conocimiento de los expertos (p. ej. depuración).
Para estudiar los procesos y las representaciones mentales, los teóricos del
procesamiento de información utilizan un recurso central: la inferencia. Según
ellos, no se puede proceder de otra manera, porque su interés se centra en el
estudio de procesos cognitivos y entidades no observables por vía directa; de
modo que para comprender su naturaleza es necesario observar los
comportamientos del sujeto y realizar análisis deductivos sistemáticos durante la
investigación que posibiliten la construcción afanosa de una descripción y una
explicación detalladas.
Respecto de los tipos de estrategias metodológicas utilizadas en los estudios
de la cognición, según De Vega (1984) pueden clasificarse en cuatro tipos: a)
la introspección, b) la investigación empírica, c) la entrevista o el análisis de
protocolos verbales y d) la simulación. La introspección, como recurso
metodológico, ha sido objeto de muchas críticas y en definitiva ha sido poco
utilizado por el paradigma, no así las tres restantes.
La investigación empírica ha sido muy empleada con una multiplicidad de
variantes (p. ej. la cronometría mental, el aprendizaje verbal, las técnicas
específicas para los estudios de procesos: atencionales, perceptivas,
mnémicas, intelectuales y de razonamiento), entre ellas destacan las de
carácter experimental y las investigaciones en escenarios y contextos
naturales (véase la nota 5 de este capítulo), y ha producido gran cantidad de
evidencia empírica sobre la cual descansan múltiples y complejas
elaboraciones teóricas.
La entrevista y el análisis de protocolos verbales también se han empleado
en varias líneas de investigación (entre ellas, expertos-novatos y solución de
problemas) y, cuando se han utilizado correctamente, ofrecen una gran
riqueza heurística.
Finalmente, los teóricos de la versión fuerte de la metáfora
mentecomputadora, especialmente en el campo de la inteligencia artificial,
han utilizado de forma sistemática la simulación (véase la nota 3 de este
capítulo).
Por lo tanto, en la psicología cognitiva existe actualmente una pluralidad de
métodos y técnicas para desarrollar investigaciones sobre las distintas dimensiones
y facetas de la cognición.
46
expectativas futuras y en su autoestima (véase Alonso y Montero 1990).
d) Conocimiento estratégico. Incluye las estrategias generales y específicas de
dominio que posee el alumno como producto de sus experiencias de
aprendizajes anteriores. Este tipo de conocimiento es claramente
procedimental, aunque para ser estratégico requiere, desde luego, una
regulación metacognitiva. En los alumnos que no tienen una base bien
nutrida de conocimientos, el conocimiento estratégico (el que se refiere
en particular a las estrategias generales) puede servir como vía
compensatoria para alcanzar niveles de ejecución tan altos como los de
los alumnos que sí la poseen (véase Brown y Palincsar 1985).
47
grado suficiente de significatividad lógica (arreglo lógico de ideas, claridad en su
expresión, estructuración adecuada, instrucciones pertinentes y claras, etc.)
para intentar que los alumnos logren una mayor cantidad de aprendizajes
significativos, y que éstos sean de mejor calidad.
Para tales fines será necesario hacer un uso creativo de las denominadas
estrategias cognitivas de enseñanza (p. ej. los organizadores anticipados, los re-
súmenes, las analogías, los mapas conceptuales y las redes semánticas, las
preinterrogantes, etc.), en sus cursos o situaciones instruccionales.
El profesor también deberá procurar la promoción, la inducción y la
enseñanza de habilidades o estrategias cognitivas y metacognitivas, generales y
específicas de dominio, en los alumnos. Según los enfoques de enseñar a
pensar, el maestro debe permitir a los alumnos explorar, experimentar,
solucionar problemas y reflexionar sobre temas definidos de antemano y tareas
diversas (especialmente las que exigen procesamiento estratégico y profundo) o
actividades que surjan de las inquietudes de los alumnos, debe proporcionarles
apoyo y: retroalimentación continua.
Otra función relevante del maestro es la de promover expectativas adecuadas
en sus alumnos en lo que se refiere a los objetivos o intenciones del episodio o ci-
clo instruccional que se va a impartir. Esto quiere decir que deberá esforzarse al
máximo para hacer que los alumnos compartan las intenciones que él tiene como
planificador y realizador de la situación instruccional completa). Al lograr que se
compartan metas e intenciones, asegurará en gran medida que el alumno actúe
motivado por aprender y que encuentre sentido a sus aprendizajes (Shuell 1988).
Vinculado con lo anterior, el docente debe crear un clima propicio para que
el alumno experimente autonomía y competencia, atribuya valor a sus éxitos
basados en el esfuerzo, perciba los resultados como controlables y modificables,
y para que mejore su autoestima y su concepción de sí mismo (véase Alonso
1991 y Fierro 1990).
48
h) Parecen haber desarrollado una gran «intuición» para identificar de inmediato
las características de los alumnos a los que enseñarán, de modo tal que no se
preocupan demasiado por usar medios para obtener información previa de
éstos.
i) Son más sensibles al captar la información que le ofrece la clase para luego
utilizarla en una mejor comprensión, interpretación y evaluación de los hechos
suscitados en la situación escolar.
Oirá línea de trabajo sobre el pensamiento del docente que se ha abierto desde
la perspectiva cognitiva se refiere a la determinación de las teorías implícitas
(creencias, intuiciones y saberes derivados del sentido común, de sus propias
experiencias, y del saber contextual de cada situación) que el docente posee sobre
las cuestiones didácticas (Hernández y Sancho 1993). Según estos trabajos,
respecto de los procesos de planificación, se ha demostrado que los profesores
generalmente no están conscientes de los procesos cognitivos que emplean, ni de
los factores en que basan sus decisiones cuando realizan dicho proceso; se ha
puesto al descubierto que también suelen hacer planes intuitivamente y de manera
general, y que no actúan como los expertos tratando de concretarlos en la
situación didáctica (en oirás palabras, no hacen lo que planean). De este modo,
parece que la actividad de planeación en el profesor común no incide en la de-
terminación de sus acciones durante la situación de enseñanza.
En cuanto a los procesos de actuación en la clase, se ha demostrado que la forma
de proceder del profesor se encuentra sesgada por sus ideas y expectativas, y en lo
que se refiere a las actividades de valoración y diagnóstico progresivo en el proceso
de enseñanza y aprendizaje, se ve dominado por la prisa y la inmediatez en que
muchas veces tiene que hacerlo; el resultado es que suelen ser parciales.
Quedan esas aportaciones como un marco importante para construir
programas alternativos de formación del docente, más eficaces y apropiados,
que tengan en cuenta los nuevos enfoques basados en la racionalidad práctica
(véanse Schón 1988 y Villar 1995).
49
cognitivos),
ésta constituye la primera dimensión.
b) Respecto al tipo de estrategia o metodología de enseñanza que se sigue,
que corresponde a la segunda dimensión.
En la primera dimensión se pueden distinguir dos modalidades de aprendiza-
je: el repetitivo o memorístico y el significativo; y conforme a la segunda, puede
distinguirse entre aprendizaje por recepción y aprendizaje por descubrimiento.
El aprendizaje memorístico consiste en aprender la información de forma li-
teral o al pie de la letra, tal como se ha presentado en la enseñanza. Un
ejemplo de aprendizaje memorístico sería el aprendizaje de un número
telefónico o el de un poema.
El aprendizaje significativo, en cambio, consiste en la adquisición de la
información de forma sustancial (lo «esencial» semánticamente hablando); su
incorporación en la estructura cognitiva no es arbitraria, como en el aprendizaje
memorístico, sino que se hace relacionando dicha información con el
conocimiento previo (de acuerdo con la figura 3.1, ocurriría una continua
interacción entre la información recién ingresada en la MCP y la información
almacenada en la MLP). El aprendizaje receptivo se refiere a la adquisición de
productos acabados de información; en él la participación del alumno consiste
simplemente en internalizar dicha información. Este tipo de aprendizaje se suele
confundir con el primero de los anteriores, pero sin duda esto se debe a un error
(porque se confunden las dos dimensiones), dado que el aprendizaje por
recepción puede ser memorístico o significativo.
50
alumnos exista una distancia óptima, para que ellos puedan encontrarle sentido
(significatividad psicológica).
c) Que exista disponibilidad, intención y esfuerzo de parte del alumno para
aprender.
Una vez cubiertas estas tres condiciones, la información podrá ser adquirida
de forma sustancial (lo esencial) y no arbitrariamente; esto es, el aprendiz podrá
relacionar semánticamente el material de aprendizaje con su conocimiento
previo, y entonces aprenderlo con comprensión atribuyéndole significado y
sentido personales.
En este sentido, la tarea del docente consistiría básicamente en promover
situaciones didácticas que propicien el aprendizaje significativo en sus
alumnos (por recepción o por descubrimiento), puesto que se ha
demostrado que este tipo de aprendizaje está asociado con niveles
superiores de comprensión de la información y es más resistente al olvido.
Ausubel considera que en los escenarios escolares (especialmente a partir
de los últimos años de escolaridad básica y hasta la educación superior), el
aprendizaje significativo por recepción es el más valioso, incluso por encima
del aprendizaje por descubrimiento significativo (dado que los alumnos no
pueden estar «descubriendo» conocimientos continuamente, sobre todo los
de gran complejidad conceptual que se enseñan en los currículos, y además
porque resulta mucho más costoso didácticamente). Tal preponderancia se
debe a que la mayor parte de la información que aprendemos está expresada
en el lenguaje oral o escrito; el profesor o el diseñador de los materiales
curriculares debe exponerla o prepararla adecuadamente (véase el apartado
sobre estrategias de enseñanza, más adelante).
Dos de los principales problemas que han mitificado al aprendizaje por
recepción, son los siguientes:
a) La información proporcionada por el profesor o la contenida en los
materiales curriculares tiende a ser aprendida (muchas veces como
consecuencia de las formas de evaluación que suele usar el profesor) de
forma memorística o repetitiva, sin sustraer lo sustancial de la información y
sin relacionarlo con el conocimiento previo.
b) Las actividades instruccionales promovidas por el profesor o el
diseñador de textos instruccionales no son suficientes para que ocurra la
asimilación cognitiva necesaria.
El aprendizaje significativo es recomendable especialmente en los niveles
de educación media y superior, pero no en los niveles de educación
elemental en los que los alumnos carecen de habilidades de razonamiento
abstracto (basadas en el lenguaje), por lo que en este nivel debe recurrirse
preferentemente al aprendizaje por descubrimiento.
El aprendizaje desde la teoría de los esquemas. A partir de la teoría de los esque-
mas, también se ha propuesto una explicación del aprendizaje con similitudes
y diferencias a la previamente descrita. Antes de pasar a describirla, vale la
pena que hagamos algunos comentarios en torno al concepto de esquema
(véanse Aguilar 1982; Sierra y Carretero 1990).
Los esquemas son unidades molares de información, general o abstracta,
que representan las características de clases o categorías de objetos,
situaciones, sucesos, etc. Dichas características se denominan «variables» o
«huecos» y toman valores fijos y opcionales en tanto se actualicen con la
información entrante.
Otro rasgo de los esquemas es su carácter modular, dado que pueden existir
distintos esquemas para diferentes dominios de contenidos. En un mismo
dominio-módulo, los esquemas se encuentran relacionados en sistemas a través de
relaciones de diferenciación, jerarquización e integración parte-todo (un esquema
puede ser un subesquema de otro más complejo que lo integre, y los esquemas
pueden vincularse entre sí).
Los esquemas incluyen información de tipo conceptual o semántica
51
(relacionada con los significados de los objetos, sucesos o situaciones que descri-
ben), episódica (producto de nuestras propias experiencias con esos objetos,
sucesos y situaciones) y actitudinal (valoraciones sobre esos conceptos, esas ex-
periencias, etcétera).
Finalmente, una última propiedad de los esquemas es su naturaleza excitatoria o
de poder de activación (Anderson 1983). Gracias a ello, la elicitación de alguna de
las variables de un esquema sirve para activarlo completamente y propagar la fuerza
de activación, incluso hacia otros inmediatamente relacionados. Dicha activación
permite el uso de información almacenada pertinente en la MLP para relacionar,
incorporar e integrar semánticamente toda la información novedosa que se
encuentre activada en la memoria de trabajo.
Los esquemas se encuentran organizados interiormente y entre ellos. De este
modo, un esquema con un alto nivel de organización en el sentido cuantitativo, pero
sobre todo cualitativo, será más potente cuando se utilice en distintas actividades
cognitivas (perceptivas, interpretativas, de aprendizaje, etc.), en comparación con
cualquier otro que esté pobremente organizado. Además, los esquemas pueden
incorporar tanto conocimientos valiosos como erróneos. Esto es, dentro de ellos
muchas veces coexisten, amalgamadas, ideas equivocadas junto con otras
ciertamente válidas. El grado de proporción entre estos dos tipos de conoci-
mientos es variable.
Las fuentes del conocimiento esquemático pueden clasificarse en tres: a) muchos
esquemas se forman a través de lo que otros nos dicen o enseñan informalmente en
el medio familiar, social, o mediante distintos medios informativos, b) otros
provienen de nuestras propias experiencias, y c) algunos son producto directo del
medio escolar (Miras 1993).
Por lo tanto, los alumnos pueden variar entre sí por la cantidad de esquemas que
poseen y por el nivel y la riqueza de organización esquemática que hayan
desarrollado. Hay que tener presente que también los esquemas de los alumnos
pueden poseer distinto nivel de validez y pertinencia en relación con los contenidos
que se estén trabajando en un momento dado (algunos esquemas pueden ser
«correctos» desde el punto de vista del enseñante o del programa, otros serán
parcialmente correctos y otros en cambio incorrectos, p. ej. los esquemas al-
ternativos o misconceptions).
Desde la perspectiva de la teoría de los esquemas, Rumelhart y su grupo (en
Sierra y Carretero 1990) sostienen que el aprendizaje es un proceso de modificación
de los esquemas que posee el sujeto (almacenados en la MLP), como producto del
influjo y la adquisición de la información nueva y de la interacción de ésta con los
primeros. Esto quiere decir que, cuando se desea aprender algo, es menester
activar determinados esquemas (o, si es necesario, desarrollarlos a partir de
conocimientos almacenados pertinentes) que se encuentran en la MLP, confron-
tarlos con la información nueva que se va a aprender y desplegar un ajuste o aco-
modación paulatinos en los esquemas previos. Este ajuste será mayor o menor
en función de las características de los esquemas previos y de su semejanza o
acercamiento con los conocimientos nuevos, así como de la naturaleza de la
interacción producida entre ambos. Según el grupo de Rumelhart pueden
distinguirse tres tipos de aprendizaje:
a) Por agregación, en el que simplemente se acumula nueva información a
los esquemas preexistentes (se rellenan las variables de los esquemas); en
esta modalidad, no se modifican los esquemas existentes ni se crean otros
nuevos, dado que sólo se emplean para realizar una nueva codificación de la
información que antes no se tenía.
b) Por ajuste de los valores de los esquemas ya existentes debido al influjo de
la información nueva que se va a aprender; puede haber tres variantes en esta
modalidad: a) precisión y depuración de los valores que pueden tomar las
variables del esquema, b) generalización de la aplicación de algunas de las
variables del esquema y c) especificación de las variables que restringen el
campo de aplicación de las variables.
c) Por reestructuración, cuando el influjo de la nueva información exige la
modificación de los esquemas que posee el sujeto o la creación de otros nuevos;
también en esta modalidad hay dos variantes: a) por inducción, cuando el
aprendiz se enfrenta a un modelo o configuración espacial o temporal recurrente,
52
y b) por generación de patrones: creación de nuevos esquemas a partir de los
existentes (suele acompañarse, en su última fase, de un aprendizaje por
ajuste).
El aprendizaje estratégico. De acuerdo con la línea de investigación sobre
estrategias de aprendizaje y metacognitivas, el aprendizaje se puede entender
como producto de la aplicación deliberada y reflexiva de ambos tipos de
estrategias, ante diversos contenidos escolares. En otras palabras, se considera
que el aprendizaje es una tarea de solución de problemas (fin: aprender los
contenidos curriculares), para lo cual tiene que coordinar una serie de
instrumentos (medios: estrategias generales y específicas) de manera
inteligente y autorregulada.
Retomando lo anterior, podemos definir las estrategias de aprendizaje como
los planes, procedimientos o cursos de acción que el sujeto-aprendiz realiza;
los utiliza como instrumentos para optimizar el procesamiento de la información
(codificación, organización y recuperación de la información). Según Paris et al.
(1983), este tipo de conocimiento estratégico es procedimental o, en palabras
de Brown, es un «saber cómo conocer».
Las estrategias de aprendizaje han sido clasificadas en dos grandes grupos
(véanse Mayer 1990 y Pozo 1990):
a) Las que permiten un aprendizaje asociativo o un procesamiento superficial
de la información, como las estrategias de repaso (p. ej. el repaso simple, los
apoyos del repaso como el subrayado o la toma de notas, la relectura).
b) Las que promueven un aprendizaje por reestructuración o un procesamiento
profundo de la información, como las estrategias de elaboración (verbal,
imaginal, conceptual) y las estrategias de organización (elaboración de redes
semánticas, mapas conceptuales, resúmenes, manejo de esquemas
textuales como estrategias, etcétera).
Estas estrategias suponen la participación del conocimiento metacognitivo,
el cual tiene que ver con el conocimiento de los alumnos acerca de qué es lo que
saben de sus propios procesos y productos cognitivos en función de determina-
das variables de persona, de tarea y de estrategia (véase Flavell 1993). El
conocimiento metacognitivo se ha denominado de tipo condicional, dado que
se refiere al qué, cómo, cuándo, dónde y en qué condiciones se deben utilizar
ciertos recursos y estrategias para lograr aprendizajes o solucionar problemas.
Existen otras estrategias autorreguladoras que guían todo el proceso de
aplicación de las estrategias cognitivas. Las estrategias autorreguladoras son:
identificación o establecimiento de la(s) meta(s) de aprendizaje o de la solución
de un problema; planeación de las actividades que hay que realizar (incluyendo
las tres variables metacognitivas antes señaladas) para conseguir las metas de
aprendizaje establecidas; supervisión o monitoreo continuo de las acciones
ejecutadas para valorar el grado de aproximación a la meta planeada; y
evaluación final para verificar si se consiguió o no la meta planeada y en qué
grado se alcanzó o, en caso contrario, para decidir qué acciones remediales
pueden ejecutarse.
Jenkins (en DiVesta 1987) ha propuesto una visión contextual del aprendi-
zaje, descrito en su ya clásico «tetraedro del aprendizaje» (véase la figura 6.3),
para señalar cuáles son los factores y la forma en que éstos interactúan en el
proceso del aprendizaje estratégico. Dichos factores son los siguientes:
a) Naturaleza de los materiales de aprendizaje: tipo y características de la
información por aprender (grado de complejidad, grado de familiaridad, etc.),
y formato en que ésta se proporciona (visual, escrito, auditivo, etcétera).
b) Tareas criterio o demandas de la tarea: criterios que se exigen para la
ejecución exitosa; éstos pueden ser: el reconocimiento de la información
aprendida, el recuerdo literal de la información, el recuerdo semántico o
conceptual, la aplicación de lo aprendido, la integración creativa, entre
otros.
c) Características del aprendiz: el nivel de desarrollo, el conocimiento
esquemático (conocimiento previo), el conocimiento metacognitivo (qué sabe
el alumno respecto al tema, etc.), los estilos de aprendizaje, la motivación por
53
el material de aprendizaje, entre otras.
Características del
aprendiz
Actividades de Demandas de
aprendizaje las tareas
Naturaleza de los
materiales
FIGURA 3.3. El tetraedro del aprendizaje (tomado de Bransford 1979).
• Actividades de aprendizaje son las acciones que puede realizar el sujeto para
aprender, como los tres tipos de estrategias antes señaladas.
Todos los factores del tetraedro interactúan durante el proceso de aprendizaje.
Se supone que los aprendices más eficaces son aquellos que consideran
estratégicamente todos los factores cuando emprenden alguna tarea de aprendizaje.
De este modo, proceden de forma inteligente aplicando las estrategias requeridas
(según la tarea, los materiales, el nivel de dificultad, el conocimiento del nivel de
implicación y destreza personal, etc.) durante todo el proceso. Por su parte, los
aprendices ineficaces no logran coordinar de manera inteligente todos los factores, o
lo hacen de un modo rudimentario cuando buscan alcanzar las metas
predeterminadas (exigencias de la tarea académica muchas veces definidas por el
profesor) y, por consiguiente, su ejecución es defectuosa.
De lo anterior puede desprenderse una importante conclusión (que revisaremos
más adelante) respecto a que los aprendices ingenuos o novatos pueden ser
entrenados para mejorar su aprendizaje estratégico, dependiendo de sus carencias
y retomando como marco estructurador el tetraedro del aprendizaje.
Fases del aprendizaje. Shuell es otro autor que en varios trabajos ha analizado el
aprendizaje en el contexto de los procesos de enseñanza. Para él, el aprendizaje
significativo que ocurre en el aula puede ser definido como un proceso activo,
constructivo y orientado a conseguir una meta (Shuell 1988 y 1990).
Shuell (1990) considera que muchas de las aportaciones sobre el aprendizaje
realizadas desde diferentes líneas de investigación cognitiva (p. ej. la teoría de los
esquemas, el enfoque expertos-novatos, los modelos de la flexibilidad cognitiva del
grupo de Spiro, las investigaciones sobre estrategias realizadas por Karmilof Smith,
etc.) coinciden al entender el aprendizaje como un fenómeno gradual polifásico. Con
base en esto, ha distinguido tres fases del aprendizaje significativo en las que integra
las aportaciones de las líneas de trabajo mencionadas.
a) Fase inicial de aprendizaje.
• El aprendiz percibe que la información está constituida por «piezas o partes
aisladas» sin conexión conceptual.
• Como consecuencia de esto, el aprendiz tiende a memorizar, o a interpretar en
la medida de lo posible, estas piezas usando su conocimiento esquemático
(parte de esta información puede provocar aprendizaje por agregación).
• El procesamiento de la información es demasiado global por escaso conocimiento
del dominio que se va a aprender, estrategias generales independientes del
dominio, uso de conocimientos de otro dominio para interpretar la información
(comparar y usar analogías).
• La información aprendida es concreta y se vincula al contexto específico.
• Uso predominante de estrategias de repaso para aprender la información.
• Gradualmente el aprendiz va construyendo un panorama global del dominio o del
material que va a aprender, para lo cual usa su conocimiento esquemático,
54
establece analogías (con otros dominios que le son más familiares) a fin de
representarse ese nuevo dominio, construye suposiciones basadas en
experiencias previas, etcétera.
b) Fase intermedia de aprendizaje..
• De forma progresiva, el aprendiz empieza a encontrar relaciones y similitudes
entre las partes aisladas y llega a configurar esquemas y mapas cognitivos del
material y el dominio de aprendizaje. Sin embargo, estos esquemas no le
permiten aún conducirse de manera automática o autónoma.
• Paulatinamente se va realizando un procesamiento más profundo del material.
El conocimiento aprendido se vuelve más «aplicable» a otros contextos.
• Hay más oportunidad para la reflexión sobre la situación, el material y el
dominio.
• El conocimiento llega a ser más abstracto, menos dependiente del contexto
donde originalmente fue adquirido.
• Es posible el empleo de estrategias elaborativas u organizativas (como mapas
conceptuales y redes semánticas) para realizar conductas metacognitivas, así
como para usar la información en la solución de tareas-problema en las que se
requiera la información que se va a aprender.
c) Fase terminal del aprendizaje.
• Los conocimientos que comenzaron a ser elaborados en esquemas o mapas
cognitivos en la fase anterior, llegan a integrarse mejor y a funcionar con más
autonomía.
• En consecuencia, las ejecuciones comienzan a ser más automáticas y a exigir
menor control consciente.
• Igualmente, las ejecuciones del sujeto se basan en estrategias específicas del
dominio para la realización de tareas como la solución de problemas, dar
respuestas a preguntas, etcétera.
• En esta fase hay un énfasis mayor en la ejecución que en el aprendizaje,
dado que los cambios en la ejecución se deben a variaciones provocadas por
la tarea, más que a reacomodos o ajustes internos.
• El aprendizaje que ocurre durante esta fase probablemente consista en: la
acumulación de información a los esquemas preexistentes y la aparición
progresiva de interrelaciones de alto nivel en los esquemas.
12
Según Shuell, el estado de conocimientos que poseemos por el momento sobre las fases de aprendizaje nos permite describir con cierta
claridad cada una de ellas, pero aún es insuficiente para aplicar la transición interfásica (el paso de una fase a otra). Este último tipo de
conocimiento es, sin Aída, muy promisorio, si pensamos en sus posibles implicaciones educativas, dado que permitiría intervenir de una
manera más clara en la promoción directa de la transición interfásica por medio de procedimientos apropiados de enseñanza.
55
En relación con el primer punto, los cognitivos consideran que entre las intenciones
y metas prioritarios de la escuela deberían contarse las que se centran en el aprender
a aprender o en el enseñar a pensar (Bruner 1985, Madure y Davis 1994, Nickerson et
al. 1987). Si bien es cierto que los aprendizajes de conocimientos (hechos, conceptos,
explicaciones) y procedimientos (habilidades y destrezas) son necesarios en los
distintos sistemas educativos, no son los únicos tipos de contenidos expresados en los
currículos escolares. Tan importantes como ellos son otros tipos de contenidos que
pretenden hacer del estudiante un aprendiz independiente, autónomo, creativo y
autorregulado. En este sentido, se considera que los alumnos deben egresar de las
instituciones educativas, cualquiera que sea su nivel, con una serie de habilidades
generales y específicas (estrategias cognitivas, metacognitivas, de razonamiento, de
solución de problemas, operatorios, etc.) que los hagan ser aprendices activos y
manejar con eficacia distintos contenidos curriculares.
Podemos señalar que los contenidos de las intenciones educativas se refieren,
principalmente, a procesos, habilidades y destrezas cognitivas complejas que
deben alcanzar los alumnos (como las que hemos señalado), o bien pueden referirse
simplemente a experiencias de aprendizaje a las que se va a enfrentar el aprendiz
(p. ej. para promover aprendizajes lo más significativos posible) (Genovard y Gotzens
1990).
Respecto al segundo punto, el problema del diseño de los objetivos, en primer
lugar deben considerarse los esfuerzos precursores de Bloom y sus colaboradores,
realizados a finales de los años cincuenta, sobre la clasificación cognitiva de los
objetivos, y que se plasman en su ya muy conocida taxonomía. Según ésta, los
objetivos de un programa o un curso se clasifican en función de seis niveles de
complejidad creciente, a saber:
a) Conocimiento: recuerdo y retención literal de la información enseñada.
b) Comprensión: entendimiento de los aspectos semánticos de la información
enseñada.
c) Aplicación: utilización de la información enseñada.
d) Análisis: análisis de la información enseñada en sus partes constitutivas.
e) Síntesis: combinación creativa de las partes de la información enseñada,
para formar un todo original.
f) Evaluación: emisión de juicios sobre el valor del material enseñado.
56
d) Sobre su concepción: se centra más en los productos esperados que en
los procesos que conduzcan a tales productos.
e) Sobre su uso: su empleo no asegura niveles adecuados de confiabilidad
(véase Santoyo 1986).
Otros autores han planteado varias alternativas y posibilidades en el diseño
la clasificación de los objetivos.
Greeno (1976) propone el uso de objetivos cognitivos, cuya formulación se
casaría en el tipo de representación esquemática (de conocimientos y habilida-
des) que los alumnos conseguirían al término de un ciclo instruccional y que el
profesor debería tomar como guía para orientar sus actividades de enseñanza.
Esto quiere decir que, a partir de un análisis previo de los conceptos y de los
procedimientos como contenidos escolares, podría determinarse qué tipo de
competencias o comprensiones conceptuales (procesos, esquemas, estructuras
cognitivas) elaborarían progresivamente los alumnos durante la instrucción
gracias a la enseñanza preparada ex profeso). Por supuesto, esta misma
representación sería retomada con fines evaluativos, para valorar el grado de
aproximación que logren al término de la situación de enseñanza.
Para desarrollar las representaciones, núcleo del objetivo cognitivo, Greeno
sugiere el uso del análisis de tareas para el caso de aprendizajes de tipo
procedimental, y el uso de redes semánticas o mapas conceptuales para el
caso de aprendizajes de conocimientos conceptuales (véase Stojanovic 1989).
La enunciación de los objetivos también se ha visto influida por las concepciones
del modelo de los niveles o dominios de procesamiento elaborado por Craik v
Lockhart. Una clasificación interesante sobre los dominios en el contexto
educativo es la propuesta por Selmes (1988). Esta clasificación podría permitir
un nuevo marco organizador para la clasificación de las intenciones educativos
(véase la sección 6.3).
Por último, cabe mencionar la clasificación propuesta por Gagné (1985,
tomada de Pozo 1992a), en la que se especifican los tipos de contenidos que
ocurren en el aprendizaje escolar (clasificaciones similares han sido propuestas
en Marton 1989 y Sparkes 1989, citados en Kember 1991).
Así, puede proponerse una clasificación inicial de los contenidos, útil para
que los profesores identifiquen lo que sus alumnos deben aprender (véase la
figura 6.4). De este modo, tendremos en un continuo de niveles de generalidad,
y en orden jerárquico, los contenidos curriculares clasificados en varios tipos:
conceptual (hechos, conceptos, principios), procedimental (habilidades, destre-
zas) y valorativo (actitudes, normas y valores).
Los contenidos conceptuales son todos de tipo declarativo (saber qué se
declara o qué se dice verbalmente). Entre ellos podemos señalar los hechos o
datos, que son los saberes que tienen que aprenderse al pie de la letra. Más
complejos que los anteriores son los conceptos que se refieren a
representaciones con significado, con un mayor nivel de generalización y
abstracción. Los conceptos sólo pueden aprenderse comprendiendo el
significado o sentido que transmiten. Por último, podemos mencionar los
principios, que son elaboraciones construidas a partir de dos o más conceptos.
Los contenidos procedimentales son los que se refieren al «saber hacer». Un
procedimiento especifica una serie ordenada de acciones u operaciones para
conseguir un fin determinado. Los procedimientos pueden ser de naturaleza
interna (p. ej. estrategias de aprendizaje) o externa (habilidades manuales). La
ejecución correcta de algunos procedimientos exige un alto grado de automati-
zación, mientras que en otros casos se exige más bien una ejecución
consciente y estratégica.
Entre los contenidos más complejos podemos identificar los que se refieren
57
al «saber ser», dentro de los cuales encontramos las actitudes, las normas y
valores.
Estrategia de
aprendizaje y
Procedimientos solución de problemas
Destrezas, técnicas
Conceptos
Hechos, conceptos y principios
Información visual
FIGURA 3.5. Relación entre contenidos y resultados de aprendizajes
(Tomado de Pozo 1992a).
Es conveniente que el profesor distinga los tipos de contenidos y sus formas de
aprendizaje, porque exigen diferentes procedimientos de enseñanza y evaluación.
Por último, vale la pena hacer un breve comentario en torno al problema del
grado de generalidad con que deben ser planteados los objetivos. Según Ausubel
(1978), el establecimiento de los objetivos no debe hacerse con un grado de
especificación extrema, como en el caso de los objetivos conductuales, porque casi
siempre resulta que, al hacerlo así, nos centramos en aspectos triviales que se
anteponen a otros fundamentales; por lo tanto, los objetivos deberían enunciarse en
términos descriptivos y generales, más próximos al lenguaje del especialista
curricular y del maestro, que del psicólogo educativo.
Organización y secuencia de contenidos. Uno de los modelos más reconocidos para
el establecimiento de la secuencia de contenidos es la llamada teoría de la
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elaboración propuesta por Reigeluth (1983). Hay que decir que esta estrategia
general de secuenciar y organizar los contenidos se presta muy bien para las
asignaturas altamente estructuradas.
Para la descripción de la teoría de la elaboración, podemos seguir la metáfora
utilizada por este autor sobre el efecto de las lentes zoom de una videocámara
imaginemos que nos encontramos en un helicóptero y necesitamos hacer un
documental videograbado de la ciudad de México. En esa situación, en un primer
momento procederíamos a videograbar «tomas abiertas» que nos permitieran
contemplar globalmente las características generales de la ciudad; esas tomas
tendrían en cuenta la magnitud de la mancha citadina, su ubicación geográfica y sus
principales componentes (delegaciones, construcciones principales, etc.); la idea
siguiente sería obtener una descripción general del lugar para que quien viese
nuestro documental pudiera tener un vistazo panorámico de la ciudad vista desde
las alturas. Posteriormente, las siguientes tomas serían de aspectos específicos
(monumentos y sitios históricos, calles principales, instituciones, etc.) usando el
«efecto zoom» con lentes de gran aumento, que permitan observar
escrupulosamente sus detalles y construir una representación más acabada y
profunda del lugar. Evidentemente, antes de enfocar cualquier característica
específica de la ciudad, podría volverse a las tomas panorámicas para ubicar a
qué lugar (dentro del contexto ciudad) se refieren.
Del mismo modo, Reigeluth sugiere que un ciclo didáctico empiece por la
presentación de los conceptos fundamentales (presentación de un epítome o
resumen en el que se describen los conceptos y principios nucleares de todo el
ciclo), y una vez hecho esto, en la medida en que se va avanzando en la
situación de enseñanza, se debería proseguir con el examen de los detalles o ir
profundizando en cada uno de los conceptos nucleares, paso a paso, a través
de ciclos de elaboración temática; esto se haría siguiendo una secuencia
construida de lo general a lo detallado y de lo más simple a lo más complejo.
Las ideas de Reigeluth coinciden sobradamente con otras opiniones plantea-
das sobre la misma cuestión, y similares, de diversos autores cognitivos. Para
poner algunos ejemplos, piénsese en el «currículo en espiral» propuesto por
Bruner (al señalar que es necesario partir de lo fundamental y general y poste-
riormente realizar la «aproximación espiral»); en el criterio de «diferenciación
progresiva», propuesto por Ausubel, que explica la formación de esquemas más
finos y específicos a partir de otros más simples y generales; o bien en la «hipó-
tesis fuerte» de los niveles de procesamiento, que señala una continuidad unidi-
reccional de un procesamiento superficial de la información por aprender, hasta
el logro de otro procesamiento de tipo semántico y de mayor profundidad.
Cuando la instrucción se dirige enseñando al alumno a mirar primero el
plano de conjunto (toma abierta) y luego a mirar el plano de detalle (toma
cerrada), en un «ir y venir» (ubicando siempre lo específico y el detalle dentro
del epítome, para luego profundizar en él) hacia formas más finas de
elaboración conceptual dentro de un ciclo instruccional, al aprendiz no pierde
de vista el contexto ni las intenciones ni los grados de elaboración conceptual y
encuentra sentido y direccionalidad en sus aprendizajes.
Pastor (1990) ha propuesto varios principios derivados de las ideas de
Reigeluth, Ausubel, Bruner y Gagné en torno al problema de la secuencia de
los contenidos. A continuación presentamos los más relevantes:
a) Principio de síntesis inicial: como estructura conceptual de anclaje de la
nueva información es necesaria la presentación, al inicio, de un epítome
u organizador previo.
b) Principio de elaboración gradual: sostiene que las partes de un epítome
deberán ser elaboradas bajo la doble tesis de lo simple a lo complejo y de
lo general a lo detallado.
c) Principio del familiarizador introductorio: para establecer relaciones entre los
conocimientos previos y lo nuevo que se va a aprender, se recomienda
utilizar una analogía básica en cada nivel de elaboración del epítome.
d) Principio de priorización: se sugiere que se proceda primero a la elabora-
59
ción de las partes más relevantes del epítome.
e) Principio del tamaño óptimo: se recomienda que los distintos niveles de ela-
boración conceptual no sean demasiado prolijos a fin de evitar que se
sature con detalles innecesarios o que se rebase la capacidad de
procesamiento de la MCP.
f) Principio de síntesis periódica: después de cada elaboración se recomienda presentar un
resumen o recapitulación, mostrando al alumno los conceptos trabajados en el nivel de
elaboración particular y su relación con el epítome inicial (contextualización).
Estrategias de enseñanza. Las estrategias de enseñanza o instruccionales se han definido como los
procedimientos o recursos que el docente o diseñador de materiales educativos (textos
instruccionales, software educativo) puede utilizar para el logro de aprendizajes significativos en los
alumnos (véanse Díaz Barriga 1993 y Shuell 1988).
Hay que enfatizar que este tipo de estrategias son las que planea, elabora y decide utilizar el
agente instruccional y no el alumno.
F. Díaz Barriga (1993) ha señalado que las estrategias instruccionales pueden ser utilizadas
antes, durante o después de un ciclo instruccional determinado. En este sentido, podemos llamar
estrategias preinstruccionales a las que se recomienda presentar antes de la situación instruccional;
estrategias coinstruccionales a las que producen mejores resultados si se utilizan durante la si-
tuación instruccional, y estrategias postinstruccionales a las que se utilizan cuando la instrucción ha
finalizado.
Es posible elaborar otra clasificación válida de las estrategias instruccionales con base en los
procesos cognitivos que éstas necesitan para promover mejores aprendizajes (véanse Cooper 1990,
Díaz Barriga 1993, West et al. 1991). De este modo tenemos la clasificación que a continuación se
describe y detalla.
• Los preinterrogantes: son preguntas elaboradas y utilizadas por el profesor para activar
esquemas pertinentes relacionados con el contenido nuevo que se va a aprender (clase, texto,
etcétera).
• La actividad generadora de información previa: es un recurso instruccional que puede utilizar el
profesor para hacer que los alumnos expongan sus ideas en relación con la información por
aprender (por vía oral o escrita; individualmente o con discusión previa en grupos
pequeños); el profesor se vale de una pregunta, un comentario o una ilustración
con toda intención.
• Los objetivos: son enunciados que expresan la intención educativa que el
profesor tiene respecto de los logros de sus alumnos al término del ciclo; los
estudiantes deben conocer los objetivos para que funcionen como estrategias
de instrucción.
b) Estrategias para orientar la atención de los alumnos. Estas estrategias son los
recursos que el profesor o el diseñador utiliza para focalizar la atención de los
aprendices durante una sesión, discurso o texto. En este sentido, deben
proponerse de preferencia como estrategias de tipo coinstruccional, dado que
pueden ser aplicadas continuamente para indicar a los alumnos en qué puntos,
conceptos o ideas deben centrar sus procesos de atención, de codificación y de
aprendizaje. Algunas estrategias de este tipo son las siguientes:
60
• Las preguntas insertadas: son las interrogantes que se intercalan en la
presentación del contenido que se va a aprender. Estas preguntas pueden
presentarse antes o después de tratar algún tema, idea importante, o bien de una
explicación o actividad de aprendizaje de relevancia. Cuando se presentan
antes, pueden inducir en los alumnos un procesamiento intencional del contenido
o idea por aprender (proporciona claves o pistas); en cambio, cuando se plantean
después pueden inducir un aprendizaje incidental. Es recomendable que tales
preguntas se elaboren solicitando al alumno una respuesta de procesamiento
profundo y no de simple repetición de la información.
• Uso de pistas o claves (tipográficas o discursivas): son los señalamientos
explícitos que el diseñador introduce en el texto para destacar la información
relevante, o que el profesor utiliza para ayudar al alumno a que encuentre
sentido de su discurso y a que reconozca información importante. Ejemplos de
pistas tipográficas son los subrayados, el uso de tipos diferentes de letras, los
encabezados, las notas al margen y las sugerencias de actividades en el texto,
etcétera. Ejemplos de pistas discursivas pueden ser las inflexiones de voz, los
comentarios y las aclaraciones que orienten a los alumnos en el discurso, en la
presentación de un esquema del discurso o explicación, las anotaciones en el
pizarrón o en rotafolios sobre aspectos importantes de la clase, etcétera.
c) Estrategias para organizar la información nueva. Estas estrategias permiten dar
mayor contexto organizativo a la nueva información que se va a aprender, al
representarla en forma gráfica o escrita. Podemos incluir en ellas las estrategias
de representación espacial (entre las que destacan los mapas o redes semánticas)
y los resúmenes.
Mapas conceptuales y redes semánticas: son representaciones gráficas de
porciones de información o conocimiento por aprender, las cuales pueden
elaborarse respecto de un contenido curricular, una lección o un curso
(Novak y Gowin 1988). Ambos pueden ser utilizados antes, durante o des
pues de la instrucción, según sea el interés del profesor. Como
estrategias preinstruccionales, éstas pueden fungir como marco
elaborativo para ser retomado continuamente en las explicaciones o
discusiones guiadas por el docente. Como estrategias coinstruccionales
pueden servir para dejar claro al alumno el grado de avance de los
conceptos trabajados por el profesor o aprendidos por él (negociación de
significados). Finalmente, como estrategias postinstruccionales pueden
presentar de manera visual, rápida y resumida, la información conceptual
presentada en una clase, lección o curso.
Resúmenes: contienen la principal información del contenido que se es-
pera aprender en una lección o en un texto, de forma sintética y organi-
zada. Los resúmenes pueden ser escritos en prosa o enunciados en listas
de puntos o ideas principales; se pueden presentar durante el curso,
lección o texto (como recapitulaciones que se van integrando
acumulativamente), o bien al término de éstos.
d) Estrategias de elaboración o de enlace entre los conocimientos previos y la
nueva información por aprender. Aseguran una mejor vinculación entre los
conocimientos que el alumno posee y la información nueva:
• Organizadores previos: son puentes cognitivos de carácter inclusivo que
salvan la distancia y proporcionan un contexto elaborativo entre el material
nuevo y los conocimientos previos de los alumnos. Los organizadores
previos pueden ser de tipo comparativo y expositivo. Un organizador
comparativo puede construirse cuando se sabe que los alumnos poseen un
conocimiento previo muy relacionado (por su forma o contenido) con la
nueva información que se va a aprender; el organizador se utiliza para
establecer una comparación explícita. Los organizadores expositivos se
proponen para aquellas situaciones en las que la información previa no es
tan conocida para el alumno, por lo que se incluye como parte del
organizador. Los organizadores previos se recomiendan generalmente
61
como estrategias preinstruccionales.
62
Estrategia no disponible Uso inexperto de la Uso experto
estrategia (flexible) de la
estrategia
Habilidad para ejecutarla Nula o Inadecuada (rígida) Adecuada
pobre
Uso espontáneo ante tareas que lo Ausente Presente
demanden Ausente
Intentos de inducir su uso Ineficaces Eficaces Innecesarios
Efectos sobre el aprendizaje — Positivos Positivos
Regulación metacognitiva — Baja Alta
Vinculación con el dominio
o tarea en que se aprendió — Fuerte Débil
Posibilidad de transferencia — Escasa Alta
Desde esta óptica, podemos observar que existe una primera etapa en la
que no es posible el uso inducido o espontáneo de las estrategias,
simplemente porque se carece de la competencia cognitiva para lograrlo, o
porque no se ha aprendido la estrategia. Podemos decir que en esta fase hay
una deficiencia cognitiva en el uso de mediadores o estrategias en situaciones
de aprendizaje.
En una segunda etapa, el uso de mediadores o estrategias es posible, siem-
pre y cuando haya una persona que apoye o proporcione la ayuda para
hacerlo. Puede decirse que el aprendiz incipiente llega a ser capaz de
utilizarla en el plano interpsicológico, cuando recibe ayudas de distinto tipo,
como instrucciones, modelamientos o guías; sin embargo, sin tales apoyos, el
aprendiz no es capaz de usarlas espontáneamente, porque aún no ha ocurrido
su internalización completa. En comparación con la etapa anterior, ya se tiene
la capacidad para utilizar las estrategias como mediadores o instrumentos
cognitivos, pero todavía hay un déficit en su empleo autónomo y/o espontáneo,
dado que no se ha desarrollado su regulación metacognitiva.
Así, aunque ya es posible el uso de estrategias, a través de inducciones e
instrucciones externas para hacerlo, éstas suelen estar muy vinculadas al
dominio o contenido de aplicación donde fueron enseñadas; además, todavía
tienen una posibilidad muy limitada de transferencia hacia nuevos contenidos
similares.
La tercera etapa se caracteriza por el uso espontáneo, maduro y flexible de
las estrategias cuando el aprendiz lo requiere, gracias a que ha logrado una
plena internalización de las mismas y posee un conocimiento metacognitivo
apropiado para hacerlo. En esta etapa final, el aprendiz ya puede hacer uso
autónomo de las estrategias y tiene la posibilidad de transferirlo a otras
situaciones similares.
b) La enseñanza de las estrategias. Como ya hemos señalado, en primer lugar
las estrategias deben considerarse procedimientos de carácter heurístico y
flexible. Al respecto, Coll y Valls (1992) han propuesto un esquema básico para la
enseñanza de procedimientos, el cual se basa en gran parte en las ideas de
Bruner y Vigotsky sobre la noción de «andamiaje» y de «transferencia del control
y la responsabilidad».
Esta propuesta puede ser la «estrategia guía» para la enseñanza de
cualquier tipo de habilidad o estrategia cognitiva (de aprendizaje,
metacognitiva, autorreguladora, etc.) (véase Solé 1992). Dicha propuesta se
basa en la idea de que los procedimientos (herramientas que forman parte de
un bagaje cultural) se aprenden progresivamente en un contexto interactivo y
compartido, estructurado entre el enseñante y el aprendiz del procedimiento.
En dicho contexto, el enseñante actúa como un guía y provoca situaciones de
participación dirigida con los alumnos. Es así como en la situación de
enseñanza ocurren tres pasos básicos en el tránsito del desconocimiento del
procedimiento hasta su uso autónomo y autorregulado por parte del aprendiz.
Dichos pasos son los siguientes:
• Exposición y ejecución del procedimiento por parte del enseñante.
• Ejecución guiada del procedimiento por parte del aprendiz y/o compartida
63
con el enseñante.
• Ejecución independiente y autorregulada del procedimiento por parte del
aprendiz.
Corno podrá inferirse, la tarea del enseñante consiste en ayudar a que el
alumno logre la construcción del procedimiento estratégico que le propone,
luego de proporcionarle un contexto de apoyo y de andamiaje que se
modificará en función de la creciente capacidad del aprendiz para utilizarlo.
Además, dicha visión de la enseñanza coincide en gran parte con el esquema
identificado sobre el patrón de las fases de adquisición de las estrategias,
mencionado líneas antes.
La propuesta, como se ha dicho, puede presentarse acompañada o
traducida a distintas técnicas más específicas, según la estrategia de
aprendizaje y el dominio de que se trate.
Según varios autores (Dansereau 1985, Coll y Valls 1992, Elosúa y García
1993, Monereo 1990, Morles 1985, Muriá 1994), existen varios métodos o técni-
cas concretas para el entrenamiento en estrategias de aprendizaje, los cuales
pueden utilizarse combinados, siguiendo la estrategia básica descrita:
Ejercitación. Consiste en que luego de enseñar alguna estrategia al
estudiante, éste haga uso de ella mediante la ejecución en varias tareas; el
profesor o instructor asignará la tarea, vigilará su cumplimiento y evaluará los
productos del trabajo realizado.
« Modelaje" Es la forma de enseñanza en la cual el docente «modela» ante
los alumnos cómo se utiliza una estrategia determinada, con la finalidad de
que el estudiante intente «copiar» la forma de uso de la estrategia. Puede
hacerse una extensión y utilizarse el «modelamiento metacognitivo», en el que
el modelo enseña y muestra la forma de ejecución de la estrategia,
conjuntamente con aquellas otras actividades reflexivas (que generalmente
quedan ocultas en situaciones normales) relativas a las decisiones que va
tomando cuando se enfrenta a una tarea de aprendizaje o de solución de
problemas. De esta manera, el alumno observará los pasos en la ejecución de
las estrategias y tomará como ejemplo las acciones y reflexiones
metacognitivas del modelo.
* Respecto del modelado, es posible identificar otras dos variantes: a) el «mo-
delado de uso correcto», y b) el «modelado de contraste» entre un uso correcto
y otro incorrecto de la estrategia. También pueden ser importantes las activida-
des de posmodelado, en las cuales se aclare con información adicional una «re
presentación alternativa» (analogías, metáforas, etc.), que luego puedan utilizar
los alumnos (véase González 1994).
.Instrucción directa o explícita. A través de ella se da directamente al
estudiante por medio de una serie de indicaciones, instrucciones y consignas,
información precisa sobre: el uso de la estrategia, recomendaciones valiosas
para su empleo y el grado de eficiencia conseguido. En la medida de lo posible,
en todo el proceso es menester guiar la práctica del alumno.
Análisis y discusión metacognitiva. Por medio de esta técnica se intenta que
los estudiantes exploren sus propios pensamientos y procesos cognitivos (activi-
dades metacognitivas) cuando ejecutan alguna tarea de aprendizaje; de este
modo ellos mismos valoran la eficacia de actuar reflexivamente y modifican en
el. Futuro, su forma de aproximarse a problemas y tareas similares. Monereo
(1990)1 distingue dos variantes:
a) el profesor propone una actividad o tarea, y una vez finalizada pide que los
participantes escriban o expongan oralmente el proceso cognitivo seguido, y b)
distribuidos por parejas, algunos alumnos deben resolver una tarea «pensando en
voz alta», mientras sus compañeros anotan el proceso cognitivo, para después
exponerlo al análisis y discusión de toda la clase (p. 13).
64
identificarse claramente tres fases: a) primero, el profesor propone el modelo de
interrogación que emplea poniendo varios ejemplos ante los alumnos; b)
posteriormente, cada alumno usa el esquema, empezando con distintas tareas
impuestas por el profesor, para luego terminar con tareas elegidas o propuestas
por él mismo; c) por último, se intenta promover que el alumno internalice el es-
quema y lo use en forma independiente.
a) Programas de entrenamiento de estrategias. Los primeros programas sobre
estrategias de aprendizaje enseñaban sólo hábitos o técnicas prefijadas para
aprender; proporcionaban un tipo de entrenamiento «ciego» en tanto que
habilitaban a los aprendices de una forma muy limitada. En dichos programas se
explicaba al aprendiz las estrategias que le podían servir, se le daban
instrucciones más o menos claras sobre cómo emplearlas, pero no se
explicaban su significado, importancia, función y limitaciones. Luego se le
proporcionaba algún tipo de información evaluativa sobre el grado en que había
utilizado las estrategias aprendidas. Por lo tanto, la idea central de estos
programas, que aún siguen proliferando en nuestro medio, es que los
aprendices participantes en el programa supuestamente alcanzarán una idea
más o menos espontánea sobre la importancia de la actividad estratégica.
Según Brown, Campione y Day (1981), con este tipo de entrenamiento puede
mejorarse ligeramente el recuerdo, pero no se favorece el mantenimiento, la
generalización ni la transferencia de las habilidades aprendidas.
65
(para no duplicar esfuerzos).
• Enseñanza directa de las estrategias, con base en un entrenamiento «informado
con autorregulación» (qué son las estrategias, cómo, dónde y cuándo utilizarlas).
• Enseñanza simultánea de estrategias metacognitivas y autorreguladoras.
• Uso de la estrategia guía (enseñanza directa, ejecución guiada, ejercitación y
práctica independiente) a través de técnicas más específicas.
• Enseñanza de las estrategias con materiales no artificiales.
• Evaluaciones periódicas con retroalimentación constante, centradas en el
proceso de aprendizaje.
• Procurar el mantenimiento, la generalización y la transferencia de las
estrategias.
66
CUADRO 3.3. Programas para enseñar a pensar.
67
El gran boom que creó todos estos programas produjo un gran listado que
incluye más de 100 opciones disponibles para ser utilizadas. Muchos programas
carecen de alguno(s) de los siguientes aspectos: fundamentación teórica sólida,
adecuada validación y evaluación de la eficacia de los mismos a corto y mediano
plazo, adecuada solución para el problema de la transferencia y la generaliza-
ción de las habilidades y procesos enseñados. Sólo pocos programas se han
enfrentado directamente a estas cuestiones y hoy día la tendencia va en el
sentido de no aceptar tan acríticamente los programas, a menos que
demuestren su eficacia a través de técnicas y metodologías de evaluación de
cierta complejidad. Como podrá advertirse, muchos de los comentarios hechos
sobre los programas de estrategias de aprendizaje son igualmente válidos para
estos programas de enseñar a pensar.
En su libro clásico sobre el tema, Nickerson et al. (1988) hacen algunas
recomendaciones acerca de la selección y aplicación de programas, algunas de
las cuales se presentan en los cuadros 3.4 y 3.5.
Tener claros los objetivos que se persiguen antes de realizar cualquier cosa.
Seleccionar objetivos a corto plazo que permitan conseguir otros de más amplio
alcance (teniendo en cuenta que los objetivos a corto plazo sean valiosos por sí
mismos).
Identificar y valorar la forma de interpretación que el programa tiene sobre la o las
habilidades de pensar, razonar, etc. Seleccionar el programa con una perspectiva
teórica fundamentada y valiosa.
Seleccionar los programas que enseñan las habilidades que se quieren favorecer o
enseñar a los aprendices.
Elegir programas que proporcionen una gran dosis de práctica o que permitan al
menos añadirla de forma significativa. Es mejor un programa que enseñe «cómo
hacer» que un programa que sólo nos diga «qué hacer».
Ser precavido con los programas demasiado breves y con los programas que se
asemejan a lo que queremos promover, pero que en realidad no hacen ni
promueven lo que deseamos.
Tener en cuenta todos los datos sobre evaluaciones o validaciones hechas al
programa.
Analizar el componente de formación de los profesores.
Ante todo, intentar calibrar los objetivos del programa de acuerdo con el nivel de
los alumnos.
De ser posible, utilizar tareas intrínsecamente interesantes para los alumnos; en
caso de no poder hacerlo y que los alumnos se enfrenten a tareas que no les
parecen muy motivantes, explicar el valor y la importancia de su realización.
Tratar de que las técnicas, estrategias y heurísticas que se enseñan en el
programa, se apliquen, en la medida de lo posible, a diversas situaciones,
contextos, contenidos y dominios de aprendizaje.
Promover la idea de un aprendizaje gratificante y divertido.
No evaluar penalizando, retroalimentar sobre los errores considerando ante todo
que éstos son pasos y oportunidades para aprender.
68
La naturaleza de los conocimientos previos que posee.
El tipo de estrategias cognitivas y metacognitivas utilizadas y/o el tipo de
enfoque de procesamiento (superficial, estratégico o profundo) empleado.
El tipo de capacidades que el alumno utiliza cuando elabora el conocimiento.
El tipo de metas que el aprendiz persigue.
El tipo de atribuciones y expectativas que se plantea.
Es posible usar diversas técnicas y procedimientos para obtener información
valiosa sobre éstas y otras cuestiones, que intervienen de una manera fundamental
en todo el proceso de construcción del conocimiento escolar. Pero, sobre todo, debe
ponerse una atención muy especial en la valoración del tipo de producto que se
obtiene como consecuencia de dicho proceso de construcción; esto es, el grado de
significatividad de los aprendizajes logrados por los alumnos.
Según el enfoque cognitivo, los aprendizajes basados en el tratamiento o
procesamiento superficial de la información que se espera aprender tienen menos
interés. Poco importan los aprendizajes verbalistas hechos al «pie de la le tra», en
los que escasamente se relacionan los conocimientos y experiencias previos con la
nueva información introducida en el proceso didáctico (salvo cuando éstos son
necesarios, como se verá más adelante).
En su lugar, al evaluar los aprendizajes el profesor debe tener en cuenta los
siguientes aspectos:
• El grado en que los alumnos han llegado a construir —gracias a la situa-
ción instruccional y a sus propios recursos cognitivos— interpretaciones
significativas y valiosas de los contenidos revisados.
• El grado en que ellos han sido capaces de atribuirle un sentido funcional a
dichas interpretaciones (no sólo instrumental, sino también en relación con la
utilidad que éstas puedan tener para futuros aprendizajes).
Valorar el grado de importancia de un aprendizaje no es una tarea sencilla,
puesto que exige, en principio, que se seleccione y se plantee correctamente una
tarea apropiada, o que se aplique estratégicamente un instrumento que proporcione
información valiosa en tal sentido. Por ello hay que tener presente, en todo
momento, que aprender significativamente es una actividad progresiva; exige que
se defina de antemano qué grado de significatividad se requiere en un aprendizaje y,
con base en ello, plantear situaciones pertinentes de evaluación (véase Coll y Martín
1993).
La evaluación del aprendizaje de contenidos declarativos
En primer lugar, hay que partir de la idea básica de que las prácticas de evalua-
ción para los dos tipos de aprendizaje declarativo (el aprendizaje de datos y he-
chos y el aprendizaje de conceptos y principios) tienen que ser, en definitiva,
diferentes (Pozo 1992b). Podemos mencionar brevemente, que la evaluación del
aprendizaje factual tiene las siguientes características:
1) Es una evaluación de tipo reproductivo (recuperación o recuerdo literal o
verbalista).
2) Es una evaluación de «todo o nada».
3) Es una evaluación de tipo cuantitativo.
Para este tipo de evaluación, las prácticas evaluativas que usan pruebas ob-
jetivas construidas por medio de reactivos muy estructurados (opción múltiple,
completamiento, falso-verdadero, respuesta breve, etc.) pueden utilizarse sin
ninguna dificultad.
El conocimiento conceptual exige el uso de estrategias y de instrumentos
más complejos. Para una correcta valoración del aprendizaje de conceptos y
principios es necesario:
69
• Que la evaluación se base principalmente en la exigencia de la definición
intensiva (lo esencial de un concepto) o la exposición de temas
(interpretaciones o explicaciones organizadas), y no en la mera recuperación
de la información literal (si el aprendizaje de conceptos se evalúa como el
aprendizaje factual, se corre el riesgo de inducir el aprendizaje memorís tico
de los contenidos conceptuales). Para la evaluación de la definición in-
tensiva, hay que tener criterios precisos y dejar claro a los alumnos que no
se está exigiendo la definición literal del concepto (por ejemplo, hay que
animarlos a utilizar la paráfrasis). Para el caso de la evaluación de la expo-
sición de temas, hay que tener en cuenta las cuestiones relativas a la forma
en que el alumno usa los conceptos y los relaciona entre sí en sus explica-
ciones.
• Que la evaluación sea de índole cualitativa antes que cuantitativa.
En la evaluación, además de solicitar la definición intensiva y la exposición
de un tema, pueden usarse otras técnicas más complejas como la elaboración
de resúmenes, el desarrollo de monografías o ensayos, la solución de
problemas conceptuales, la categorización y organización de la información
conceptual a través de mapas conceptuales o redes semánticas, o, si se trata
de algún texto y los alumnos conocen las estructuras textuales, se les puede
animar a construir el esquema textual del mismo, etcétera.
Sin duda, un último comentario que debe hacerse y que, aunque ha quedado
implícito en esta presentación, vale la pena poner en relieve es que el docente
debe demostrar una coherencia total (y manifestarlo ante sus alumnos por
diversas vías) en lo que se refiere al tipo de competencia declarativa que está
intentando promover (Factual o conceptual) y el tipo de procedimientos instruccionales
y, sobre todo, el tipo de procedimientos evaluativos a los que recurre. Si no se consi-
gue esta coherencia en todo el ciclo instruccional, se corre el riesgo de que los
alumnos generen aprendizajes que el profesor no tenía intención de promover, pero
que, sin embargo, ha provocado indirectamente (véase García Madruga 1990).
70
forma en que éstas se expresan ante objetos, personas o situaciones (Sa rapia
1992).
Existen dos aproximaciones para la evaluación de las actitudes (espontáneas o
modificadas): en primer lugar se encuentra la autoevaluación realizada por el
alumno y, en segundo lugar, la evaluación de las actitudes de los alumnos que
realiza el profesor.
En el caso de la autoevaluación, una de las técnicas más utilizadas para la
valoración de actitudes en los contextos educativos son los instrumentos de
autorreporte (como escalas y cuestionarios).
Sin embargo, su uso debe ser reservado porque, como cualquier instrumen-
to de autorreporte, los alumnos suelen falsear las repuestas por diversos
motivos (p. ej. por querer quedar bien, por deseabilidad social o por motivos
autopresentacionales), o bien el instrumento puede generar un efecto de
reactividad.
Hay que tener presente que las actitudes deben interpretarse no sólo por me-
dio de las verbalizaciones hechas por los alumnos; deben contemplarse otras
técnicas en las que se manifiesten las actitudes, por ejemplo, conductas o
acciones concretas en contextos determinados.
Algunas técnicas que suele utilizar el profesor son las listas de cotejo y las
escalas, las cuales permiten una valoración fácil de las actitudes pero también
con algunas limitantes. Los alumnos pueden sentirse observados y falsear sus
conductas.
Otra técnica de evaluación, a la cual pueden recurrir los docentes, es la
observación participante que usa registros de tipo anecdótico o etnográfico, o
bien de forma más estructurada por medio de sistemas de categorías
preestablecidas.
El paradigma cognitivo ha impulsado varias líneas y áreas de trabajo y
aplicación en el campo de la psicología educativa; sin duda ha sido un
protagonista
esencial de la psicología de la educación al fin del milenio y su influencia ha
sido decisiva en los recientes derroteros por los que ha transitado esta disci -
plina. No se pretende presentar aquí una visión completa de las principales lí -
neas y desarrollos de investigación y aplicación, sólo se mencionarán los más
relevantes. ?
a) El uso de las estrategias de enseñanza.. En esta área se han producido
numerosos trabajos y experiencias de aplicación sobre el uso de estrategias que
intentan promover un aprendizaje significativo. A partir de los trabajos de la
teoría de la asimilación de Ausubel y Mayer, se han derivado investigaciones y
aplicaciones del uso de los organizadores previos, las analogías y los mapas
conceptuales como estrategias diseñadas y utilizadas por los enseñantes
(véanse Mayer 1987, Novak y Gowin 1988). Otras estrategias que también se
han investigado profusamente y que ya forman parte, como las anteriores, de
los recursos que los docentes pueden emplear para mejorar significativamente
los procesos de enseñanza y aprendizaje son los trabajos sobre el uso de
ilustraciones, preguntas insertadas, objetivos, modos de respuesta y redes
conceptuales (véanse García, Madruga et al. 1995 y West et al. 1991). Pueden
incluirse aquí los trabajos sobre estrategias más amplias para el diseño de la
instrucción de calidad probada y aplicaciones múltiples (p. ej. los trabajos de
Reigeleuth, Merrill y Posponer; véanse Kember 1991, Novak y Gowin 1988,
Pastor 1990, Reigeleuth 1983, Stojanovic 1989).
b) La tecnología del texto. Sobre esta área se han realizado múltiples trabajos
de investigación y de aplicación a partir de la década de 1970; éstos se han
dedicado a las estructuras de los diversos tipos de textos descriptivos,
narrativos, «positivos y argumentativos (véase Muth 1989). Las investigaciones
y experiencias de aplicación han girado en torno a cuestiones como la sensibilidad a
las estructuras en los aprendices de diversas edades, la enseñanza de las mismas
en apoyo de los procesos de comprensión de la lectura y composición escrita, y
71
derivaciones tecnológicas para la mejora de textos y materiales instruccionales.
c) Los programas de entrenamiento de estrategias de aprendizaje. Desde principios
de la década de los setenta, nació el interés por los trabajos sobre estrategias de
memoria y aprendizaje; primero se las identificó y luego se desarrollaron programas
experimentales y de aplicación en escenarios educativos, con la finalidad de
promover las capacidades de los niños para aprender a aprender. Los primeros
trabajos tuvieron varias características que fueron impugnadas desde varios frentes
porque no solucionaron el problema de la transferencia y de la generalización, y
porque eran programas de entrenamiento ingenuo y de planteamiento abstracto
(desapegados de los contenidos). Estos programas comenzaron a asociarse a
áreas de contenidos escolares específicos, y se trabajó a fondo en cuestiones de
investigación e innovación. Los programas actuales intentan incluir la enseñanza de
aspectos metacognitivos y autorreguladores, y siguen metodologías complejas que
aseguran la internalización y la apropiación de las estrategias que solucionan
satisfactoriamente los problemas de la transferencia a los contextos escolares (entre
ellos, la enseñanza recíproca en la comprensión y el aprendizaje de los textos,
véanse Brown y Palincsar 1989, y los programas de enseñanza de Englert y
Raphael: enseñanza dialógica; de Bereiter y Scardamalia la facilitación
procedimental; y de Flower y Hayes: el programa de planificación colaborativa; en
composición escrita véanse Bruer 1996 y Alonso 1991). También se han desarrollado
otras líneas de implicaciones educativas importantes con una perspectiva más
contextual, como los trabajos sobre enfoques y estilos de procesamiento y sobre las
concepciones de aprendizaje en los niños (véase Selmes 1988).
d) Los programas de enseñar a pensar. Sobre los programas de enseñar a pensar,
de aparición más reciente que todos los anteriores, ya hemos hablado antes, baste
decir aquí dos cosas complementarias: 1) los programas cada vez se acercan más a
los currículos, a tal grado, que ha sido necesario plantear los llamados
metacurrículos, asociados estrechamente a los anteriores, pues de lo contrario
pierden validez y eficacia; y 2) se requiere mayor investigación sobre la eficacia de los
distintos programas de la primera y la segunda generaciones (enfoques de las «téc-
nicas» y de la «inculcación», respectivamente), y estudiar los efectos de aspectos
corno la motivación y el interés de los alumnos en la aplicación de los mismos.
e) La enseñanza de áreas de contenido escolar. Una de las más recientes y
pujantes líneas de trabajo del paradigma cognitivo en la educación es la que se
refiere al desarrollo de investigación y metodologías de intervención en áreas o
dominios específicos de contenido escolar. Además de los trabajos en el área del
lenguaje, de los que ya hemos hablado antes, los campos de la enseñanza de las
ciencias naturales, las matemáticas y, recientemente, las ciencias sociales se han
visto beneficiados por distintas propuestas concretas para la mejora de la en-
señanza de estas disciplinas, las cuales provienen de distintas derivaciones del
paradigma (destaca, entre ellas, la línea de expertos y novatos; véanse las
revisiones de Bruer 1996; Jones et al. 1995 y Resnick y Klopfer 1996). Sin duda, ésta
es una de las áreas de aplicación más promisorias del paradigma, pues
proveerá a los docentes y a los diseñadores de los currículos de diversas
metodologías de enseñanza y organización del currículo en los distintos niveles
educativos.
f) Los sistemas expertos y de tutoría inteligente. La influencia del enfoque
cognitivo y de la inteligencia artificial en la informática educativa ha crecido
desde la década de los setenta y ha promovido nuevos desarrollos dentro de la
misma. Así, pronto comenzaron a aparecer distintos sistemas potentes que
contenían, en su base de conocimientos, la pericia resumida de un grupo de
expertos en un dominio determinado para realizar actividades de diverso tipo
(p. ej. el diagnóstico médico). Estos programas se conocen como sistemas
expertos; a partir de ellos y con las ventajas de la inteligencia artificial y el
desarrollo interno de los módulos de tutoría interactiva y flexible (una
alternativa clara a los tutores demasiado rígidos de la modalidad IAC, véase la
última parte del capítulo 4), surgieron los sistemas tutores inteligentes. Hasta la
fecha han aparecido una variedad de tutores inteligentes; algunos de ellos
72
modelan la conducta de aprendizaje de los alumnos, ya sea a través de un
diálogo interactivo de preguntas y respuestas (SCHOLAR), por medio de un
diálogo socrático (WHY), empleando reglas de descubrimiento guiado (WEST), o
integrando los beneficios de la simulación (INCOFT) (véase Snow y Swanson
1993). Su introducción en las aulas aún es limitada; la mayor parte de ellos ya
han pasado la fase experimental pero todavía no se diseminan de forma
apropiada; quizás en los próximos años podremos establecer un juicio sobre las
posibilidades de éstos y otros recursos informáticos (como las bases de datos y
videos interactivos, los hipertextos y los entornos de hipermedia), en los que el
paradigma cognitivo ha desempeñado un papel muy particular.
73
CAPÍTULO IV
DESCRIPCIÓN DEL PARADIGMA PSICOGENÉTICO Y SUS
APLICACIONES E IMPLICACIONES EDUCATIVAS
INTRODUCCIÓN
74
aspectos Funcionales de la teoría estaban en ciernes o todavía no se habían
planteado con la claridad que luego alcanzaron (p. ej. el texto de Piaget sobre la
teoría de la equilibración apareció a mediados de los años setenta; las
investigaciones sobre aprendizaje y conflictuación cognitiva se publicaron por
las mismas fechas).
b) La educación estaba profundamente entrampada, especialmente en Esta-
dos Unidos, donde tuvieron lugar dichas interpretaciones durante un periodo de
fuerte orientación empirista, en el que se solía poner un énfasis exagerado en
el aprendizaje (según la interpretación prevaleciente que tenía fuertes
connotaciones de un ambientalismo y un pragmatismo extremos) y se
aceptaba que todo era posible de enseñarse «arreglando» las circunstancias
externas.
c) Por esas fechas, las relaciones entre la psicología y la educación se
caracterizaban por ser demasiado unilaterales, dada la ilusión y la
expectativa desmesurada que se había fincado al creer que la disciplina
psicológica contribuiría a subsanar satisfactoriamente muchos de los
problemas que aquejaban a la educación (Coll 1983a y 1989a).
En ese sentido, las primeras incursiones (las propuestas de Lavatelli, los
primeros planteamientos de High Scope y los trabajos iniciales de Kamii y
DeVries de finales de los años sesenta, la idea de desarrollar una supuesta
pedagogía operatoria, etc.; véase Coll y Martí 1990) siguen un planteamiento
que en esencia se regiría por la extrapolación-traducción.
Un poco después, ya en la década de los setenta, las interpretaciones de la
teoría en cuanto a la situación educativa se volvieron más críticas y libres, y
adoptaron otros planteamientos. Por un lado, se dio preferencia a las implica-
ciones o derivaciones de la teoría sobre las aplicaciones simplistas (Kamii y
DeVries 1977, DeVries y Kohlberg 1987); se hizo más hincapié en los aspectos
funcionales y constructivistas de la teoría (véanse Marro 1982, Coll y Martí
1990). Por otro lado, en distintos planteamientos y experiencias educativas de
corte constructivista, se decidió abordar de lleno las cuestiones educativas, si-
guiendo un planteamiento que se acercaba mucho a lo que hemos llamado
interdependencia-interacción. En este orden, se encuentran primero los
trabajos que «rescatan» los contenidos y se consagran a estudiar el
aprendizaje constructivo que realizan los alumnos en torno a éstos (son casos
representativos los estudios de Ferreiro, Teberosky y Tolchinsky, los de
Karmiloff-Smith sobre la lengua escrita y otros dominios notacionales; y los de
Vergnaud sobre la reconstrucción de las estructuras aditivas y multiplicativas;
éstos fueron ejemplos prototípicos que luego han sido usados como modelos
en otros dominios, como ciencias naturales y sociales, aunque sin que se
alcance la claridad que ellos obtuvieron); posteriormente, las implicaciones
educativas de los trabajos sobre interacción y conflicto sociocognitivo
desarrollados con nociones operatorias por Doise y Mugny, y con solución de
problemas y contenidos escolares por PerretClermont y Shubauer Leoni; y, por
último, los planteamientos sobre el análisis de la situación didáctica completa
(alumno-profesor-contenidos y su interacción) que se plasman, para citar el
ejemplo más representativo, en los escritos que Brousseau y otros dedicaron al
campo de la didáctica de las matemáticas.
ANTECEDENTES
75
(las formas de organización de lo racional).
El camino más corto para tal proyecto, según lo confiesa el propio Piaget, de-
bía encontrarse en la disciplina psicológica, por lo que decidió incursionar en ella
y realizar una serie de trabajos sistemáticos con ese objetivo. Por eso, para que
las investigaciones psicológicas —la psicología genética piagetiana— puedan
apreciarse en su justa dimensión, dentro del conjunto de la obra, deben
entenderse como un conocimiento instrumental (como byproduct, véase Cellérier
1978), como una estrategia metodológica para construir la epistemología
genética.
En los años veinte la psicología era una ciencia demasiado joven y no con-
taba con una línea de investigación que proporcionase información válida para
satisfacer las inquietudes de Piaget. Durante cierto tiempo exploró en las diver-
sas corrientes teóricas vigentes (el asociacionismo, la escuela de Wurzburgo,
el psicoanálisis, la tradición de la psicometría, etc.), sin encontrar en ninguna
de ellas elementos teóricos y metodológicos suficientes; sobre todo, a decir de
este autor, porque en ellas no existía un planteamiento genético-evolutivo que
le permitiera abordar el estudio de las funciones psicológicas (la génesis y el
desarrollo de las funciones psicológicas) y, en consecuencia, el problema de la
constitución del conocimiento.
No obstante, en su búsqueda por los laboratorios psicológicos de la Europa de
la segunda y la tercera décadas del presente siglo, el joven Piaget consiguió dar
con el campo de investigación que estaba buscando cuando se encontraba
trabajando en el laboratorio fundado por el gran psicómetra y psicólogo infantil
Alfred Binet (Coll y Gillieron 1985, Cellérier 1978). En dicho lugar le había sido
propuesto estandarizar algunas pruebas de inteligencia que había elaborado el
psicólogo inglés C. Burt. A partir de ahí se convenció de la posibilidad de
desarrollar investigaciones empíricas sobre las cuestiones epistemológicas que le
interesaban (en el campo de la psicología del niño), por lo que decidió realizar
una serie continuada de trabajos, en el Instituto Jean-Jacques Rousseau a
invitación expresa del mismo Claparéde, para contar con el soporte empírico
necesario que le permitiera verificar sus primeras hipótesis.
Piaget consideró que tal empresa se llevaría a lo sumo un lustro, cuando en
realidad ocupó los años restantes de su vida (60 años de investigaciones
continuas, desde la década de los veinte hasta 1980, cuando falleció).
Durante todos esos años, se fue configurado, paulatinamente, el gran edificio
teórico-conceptual piagetiano.
A continuación se presenta una breve sinopsis histórica de las etapas de
investigación desarrolladas por la Escuela de Ginebra en las que destacan
algunos de los hitos de su trayectoria (véanse Cellérier 1978, Coll y Gillieron
1986, Droz y Rahmy 1984, Vinh Bang 1970):
a) Periodo inicial: investigaciones sobre el pensamiento verbal. Estos trabajos
fueron realizados durante los años veinte. En ellos se aborda directamente el
estudio de la lógica de los niños, principalmente en el nivel operatorio concreto;
en esas investigaciones Piaget utilizó exhaustivamente el método clínico basado
en la entrevista verbal. A través de estos trabajos se demostró con una claridad
magistral que el pensamiento y la lógica infantiles difieren ostensiblemente del
pensamiento y la lógica del adulto. En ese periodo, Piaget trabajó arduamente
sobre distintas hipótesis para explicar los procesos de desarrollo y transición de
la lógica del niño. En particular, salta a la vista la hipótesis relativa al
egocentrismo como uno de los elementos clave para explicar las diferencias
entre los niños de mayor y menor edad. Sus estudios sobre el razonamiento
infantil le permitieron introducir de lleno explicaciones originales en las que se
emplea una jerga recogida de la tradición de investigación en psicología del niño,
y muchas veces reconceptualizada por él, y en otras ocasiones elaborada por él
mismo a partir de sus hipótesis y de las observaciones realizadas en dichas
investigaciones. En los trabajos de esta época se dan a conocer conceptos
como razonamiento transductivo, sincretismo y monólogo colectivo. Trabajos
clásicos de este periodo son: El lenguaje y el pensamiento en el niño (publicado
en 1923), El juicio y el razonamiento en el niño (en 1924) y, por supuesto, la
bellísima obra La representación del mundo en el niño (en 1926). Sin duda,
también a este periodo pertenece el excelente trabajo sobre la génesis de la
moral titulada El criterio moral en el niño (1932), que contiene sugerentes
76
implicaciones para la educación. Por último, otro hecho relevante, desde el
punto de vista educativo, fue su participación como director adjunto en el Buró
Internacional de Educación en 1929.
b) Investigaciones sobre la infancia temprana: la inteligencia preverbal. Durante
este periodo, Piaget se dedicó a investigar los orígenes de la inteligencia a
través de minuciosas e interesantes observaciones en niños muy pequeños (sus
propios hijos). Estos trabajos le permitieron hacer la descripción del estadio
sensorio motor y plantear los orígenes y las formas de expresión de la función
se-| miótica. La clase de observaciones que Piaget realizó puede ser descrita
bajo rubro de observación crítica, dado que no consiste en una observación
pasiva y simple sino inducida o provocada. En estos trabajos, Piaget se dedica
de lleno a estudiar el papel de la acción en la constitución de la lógica, y a
estudiar las formas de coordinación y organización de las acciones. La
conclusión y enseñanza es doble: 1) es posible una inteligencia prelingüística o
práctica, basada en percepciones y movimientos (conclusión suscrita por otros
autores como Kóhler, Wallon y Vigotsky), y 2) las raíces de la lógica y del
pensamiento se encuentran en las formas de coordinación y estructuración de
las acciones. Las obras cumbre de este periodo, que abarca de 1930 a 1945,
son El nacimiento de la inteligencia en el niño (1936), La construcción de lo real
en el niño (1937) y la no menos interesante La formación del símbolo en el niño
(1946).
c) Estudios sobre las categorías del pensamiento racional: operaciones concre-
tas y formales. Desde finales de la década de los treinta y hasta los años cin-
cuenta, Piaget comenzó a desarrollar una serie de trabajos sistemáticos sobre
distintas nociones operatorias (número, clasificaciones, seriaciones, conserva-
ción de masa, peso, volumen, etc.; investigaciones sobre el pensamiento formal,
entre otros) y sobre aspectos infralógicos (tiempo, espacio, movimiento, veloci-
dad, investigaciones sobre la génesis de la geometría, etc.). No hay que olvidar
que entonces ya contaba con la valiosa colaboración de varios investigadores ta-
lentosos, entre los que destacan, por supuesto, Inhelder y Szeminska. Las inves-
tigaciones realizadas en estos trabajos fueron desarrolladas utilizando el método
clínico-crítico propiamente dicho, que consiste en la interrogación exhaustiva del
pensamiento del niño, acompañada de una serie de materiales o situaciones
que lo desafían y que puede manipular directamente. Entre las obras más des-
tacadas tenemos: La génesis del número en el niño (1941, en colaboración con
A. Szeminska), El desarrollo de las cantidades físicas en el niño (1941), De la
lógica del niño a la lógica del adolescente (1955, texto elaborado principalmente
por Inhelder), Génesis de las estructuras lógicas elementales (1959). Además de
estos trabajos, Piaget se enfrentó de lleno a los trabajos de formalización lógica
de las estructuras operatorias, para lo cual desarrolló una serie de modelos que
describen el modo de organización de las estructuras y la lógica subyacente que
determina la forma de actuación genérica de las distintas etapas de desarrollo
intelectual. Por esta razón, tanto en este periodo como en el anterior, hubo un
marcado matiz estructuralista en casi todos sus trabajos. Por último se debe
mencionar que en este periodo aparecen las primeras obras de síntesis del es -
quema piagetiano: la Psicología de la inteligencia (1947) y la magna Introducción a
la epistemología genética (1950) publicada en tres volúmenes.
d) Expansión y diversificación: el Centro de Epistemología Genética. Hacia 1955,
Piaget inició su trabajo en el Centro de Epistemología Científica; ahí invitó a
participar a especialistas de diversas disciplinas con la firme intención de hacer
de la construcción de la epistemología genética una tarea interdisciplina ria. En
esta etapa, que abarca hasta 1970, Piaget se dedicó a las cuestiones pu-
ramente epistemológicas y dejó que Inhelder encabezara las investigaciones de
corte psicológico. Como producto de las investigaciones del Centro se publica -
ron en este periodo varios volúmenes de los Estudios de epistemología genética
(desde 1956), entre los cuales aquí sería pertinente destacar los trabajos que
tratan sobre el tema del aprendizaje operatorio. En el Centro, amén de
desarrollar investigaciones para profundizar el marco conceptual piagetiano, se
comenzaron a gestionar trabajos nunca antes vistos en la Escuela de Ginebra:
investigaciones sobre psicolingüística, inteligencia artificial, percepción, etc. Por
lo que toca a las investigaciones psicológicas, durante esos años se realizaron
varios trabajos interesantes, en particular pueden ponerse de relieve los que
77
abordan la problemática de la relación entre los procesos mnémicos y los
operatorios (Memoria e inteligencia, 1968) y la «segunda generación» de
estudios sobre aprendizaje (Aprendizaje y estructuras de conocimiento, 1974).
Piaget, por su parte, se dedicó a depurar y sintetizar su obra y escribió varios
textos con esa intención, por ejemplo: Biología y conocimiento (1968),
Epistemología de las ciencias del hombre (1970), El estructuralismo (1968), La
epistemología genética (1970). Tampoco hay que olvidar que los libros Psicología
y pedagogía (1969) y A dónde va la educación (1972) se publicaron en este
periodo, y demostraron que el interés por lo pedagógico no era precisamente el
central, pero también dejaron en claro que Piaget no desconocía la problemática
ni le era completamente indiferente, e) El periodo funcional: los trabajos sobre la
equilibración y otros procesos. Durante la última década de su vida, Piaget se
dedicó a abordar frontalmente los mecanismos de desarrollo. Durante las etapas
anteriores, los trabajos habían enfatizado especialmente los aspectos
estructurales (lo que permitió el desarrollo de la teoría de los estadios) y si bien
Piaget y sus colaboradores ya habían intentado desarrollar uno o dos modelos
previos que buscaban describir el mecanismo de desarrollo equilibrador, fue hasta
1975 cuando Piaget desarrolló un nuevo modelo funcional basado, en gran parte,
en los hallazgos de la teoría de sistemas y los modelos cibernéticos, y en las
observaciones hechas para sus estudios sobre la contradicción y la toma de
conciencia publicados un año antes (véase Moreno 1993). En La equilibración de
las estructuras cognitivas (1975) se presenta un modelo en el que se analizan con
detalle los distintos tipos de procesos que están detrás de los mecanismos de
equilibración. Cabe destacar en esta etapa la serie de trabajos que estudian
otros aspectos de importancia funcional tanto en el plano epistemológico (p. ej.
las investigaciones ya mencionadas sobre la contradicción y la toma de
conciencia, a las que se suman los trabajos sobre la abstracción reflexiva, la
generalización, la dialéctica, las correspondencias, lo posible y lo necesario, etc.),
como en el psicológico (las que se refieren al estudio de procedimientos, es-
trategias y su relación con las estructuras) (véanse Martí 1990 y Vuyk 1984). Por
último, no hay que olvidar tampoco los trabajos del grupo de Inhelder que se
iniciaron en los años setenta y continúan hasta la fecha (véase Inhelder y de
Capona 1996), cuya meta es rescatar al sujeto psicológico, mediante el análisis
de aspectos funcionales, como los procedimientos en tareas de solución de
problemas (y sus posibles relaciones con las estructuras), y en estudios
microgenéticos; según sus propias afirmaciones, éstos intentan desarrollar un
constructivismo psicológico complementario al epistemológico enfatizado en toda
la obra piagetiana (véase también Cellérier 1996).
Como colofón a esta escueta descripción, hay que mencionar que en 1976 el
propio Piaget (véase Vuyk 1984) señalaba que su trabajo en el campo apenas
había permitido esbozar el «esqueleto» de una epistemología genética.
El lector habrá advertido que el escenario principal donde se despliega toda la
obra piagetiana es la epistemología, la cual parte de las clásicas preguntas ¿qué
es el conocimiento? y ¿cómo son posibles los distintos tipos de saber?, que
intrigaron a filósofos tan connotados como Platón, Aristóteles, Descartes, Leibniz,
Hume y Kant. Preguntas clave que el mismo Piaget decidió abordar de una
manera original. Tampoco debe soslayarse el hecho de que la psicología
evolutiva se vio fuertemente enriquecida por la teorización y la investigación
desarrollada por Piaget y sus colaboradores, a tal grado que el desarrollo
posterior de la misma, después que aparecieron sus primeros trabajos, no podría
comprenderse (ni la disciplina sería la misma) sin las valiosas contribuciones
conseguidas por la escuela ginebrina. De hecho, todavía en plena década de los
noventa puede afirmarse que los trabajos en psicología evolutiva son tributarios,
de una forma u otra, del legado de las investigaciones piagetianas que siguen su
curso.
78
interesó en el tema de la adquisición del conocimiento en su sentido
epistemológico (Coll y Gillieron 1985). Sin embargo, las interrogantes acerca de
qué el conocimiento y cómo es posible que el hombre conozca su realidad
fueron replanteadas por Piaget para ser estudiadas desde un punto de vista
científico.
Si bien hasta el siglo anterior los filósofos habían estudiado el conocimiento
como un hecho, poco a poco los filósofos de la ciencia comenzaron a percibir la
limitación del enfoque y sentaron los antecedentes y las bases para estudiar la
problemática en un sentido diacrónico o histórico: el conocimiento como un
proceso. Varios autores fueron los promotores de este cambio de orientación:
Brunschwicq con sus estudios histórico-críticos, Natorp y otros neokantianos, y,
con sus trabajos sobre historia de las ciencias, Bachelard, Kuhn, etcétera.
|
Siendo ésta la situación, puede decirse que las preguntas básicas en que se
traduce el espacio de problemas o problemática del paradigma constructivista
piagetiano son las siguientes:
a) ¿Cómo construimos el conocimiento científico?
b) ¿Cómo se traslada el sujeto de un estado de conocimientos inferior (de
menor validez) a otro de orden superior (de mayor validez)?
c) ¿Cómo se originan las categorías básicas del pensamiento racional? (objeto,
espacio, tiempo, causalidad, etcétera).
Con estas interrogantes debe quedar claro que el sujeto de Piaget (el que
construye el conocimiento científico, las categorías básicas del pensamiento
racional, etc.) es, según su programa original, un sujeto epistémico (esto es, un
sujeto abstracto, a través del cual le interesa describir lo más general y
universal de los sujetos humanos concretos) cuya descripción exhaustiva
emprende en todos sus escritos.
Toda la obra del epistemólogo suizo y de la escuela de Ginebra está orientada
a dar una respuesta original a la problemática encerrada en dichas
interrogantes; no una respuesta especulativa como lo habían hecho los filósofos
(basándose en la introspección, la reflexión o la intuición), sino, más bien, una
respuesta con dos características:
a) ser científica, es decir, fundamentada en el tratamiento empírico y
sistemático de los problemas y las preguntas de investigación derivados de la
problemática epistémica, y
b) ser interdisciplinaria (Piaget 197Ib).
S S
O
EMPIRISMO RACIONALISMO
S O
INTERACCIONISMO
2
En torno a esta cuestión, Castorina (1989) declara lo siguiente: «De esta forma, pareciera que el constructivismo se adhiere a un realismo
crítico: por un lado, por no equiparar simplemente el objeto de conocimiento con la realidad, por admitir otros componentes derivados de la
actividad, y por rechazar la mera reproducción; por otro, por afirmar, con todo, una adecuación del sistema cognoscitivo a lo real, algo en
común entre ellos» (p. 43). Este autor aduce que el propio Piaget hizo en varias ocasiones una defensa del realismo (no del realismo ingenuo de
los empiristas, quienes equiparan el objeto a la realidad y suscriben una tesis copista en el acto del conocimiento) no sólo con el afán de señalar la
independencia del objeto respecto de las actividades cognitivas del sujeto, sino también para explicar por qué es posible el progreso de las
80
acuerdo con ello, se supone que el sujeto cognoscente no es el único responsable
del proceso de construcción (como lo sostienen algunas posturas extremas del
constructivismo, entre otras, la propuesta de Von Glasersfeld que llega a una
especie de idealismo subjetivista), también interviene de modo importante el
objeto con el que interacciona el sujeto. Hay que tener en cuenta que el realismo del
que estamos hablando tampoco debe ser confundido con el realismo «ingenuo» de
los empiristas (véanse Castorina 1989 y Vuyk 1984).
Frente al problema de cómo explicar una determinada construcción a partir de
otra de nivel inferior, los piagetianos señalan que esto es posible porque en el paso
hacia el nivel superior ocurre un proceso activo de reconstrucción (en el cual
interviene de manera fundamental un mecanismo de autorregulación)
desarrollado a partir de las reconstrucciones de las estructuras de nivel inferior (co-
rrecciones, diferenciaciones, etc.) a las que se suman nuevos conocimientos.
81
LA ADAPTACIÓN ha sido definida como una tendencia activa de ajuste
hacia el medio. Supone dos procesos igualmente indisolubles: la asimilación
y la acomodación. Al proceso de incorporación de un elemento, característica
u objeto, a las estructuras o esquemas que posee el sujeto se le conoce como
asimilación. Siempre que existe una relación del sujeto con el objeto, se
produce un acto de significación (por más simple que éste sea); es decir, se
interpreta la realidad a través de los esquemas. En este sentido, la asimilación
puede entenderse como el acto de usar los esquemas como «marcos» para
interpretar y estructurar la información entrante.
Es posible distinguir varios niveles de asimilación, en concordancia con lo
que se asimila (véase Vuyk, 1984):
a) Asimilación de un objeto externo (p. ej. la asimilación de un nuevo objeto a
un esquema de prensión preexistente).
b) Asimilación recíproca entre esquemas (p. ej. la coordinación del esquema
de prensión con el esquema de succión).
c) Asimilación compleja, que ocurre por una previa diferenciación de una
estructura en subestructuras y asimilación e integración de las mismas (p. ej.
asimilación de varios esquemas y su integración en otro(s) más complejo(s),
como el esquema de prensión y el esquema de coordinación visual, que se inte-
gran y se coordinan en el esquema complejo de escrituración manual).
Hay dos postulados relativos a los esquemas y el proceso de asimilación
(véanse Piaget 1978a y Serrano el al. 1992):
a) Todo esquema de asimilación tiende a alimentarse.
b) Todo esquema de asimilación tiende a sufrir un ajuste según las presiones de
los objetos asimilados, pero también a mantener su continuidad y capacidad como
marco asimilativo.
A partir de este último postulado se reconoce que la asimilación generalmente se
asocia con una reacomodación (ligera o significativa) de los esquemas, lo cual es
producto de la interacción con la información nueva. A estos reajustes Piaget los
llama acomodación.
Con base en estos dos procesos podemos ver que la información entrante en el
sujeto se relaciona con la experiencia previa (organizada en esquemas y
estructuras), y no ocurre un simple proceso de acumulación asociativa de la
información, como señalan las corrientes empiristas en psicología.
Cuando la información nueva no produce cambios en los esquemas del sujeto y
existe cierta compensación (anulación de fuerzas) entre los procesos de asimilación
y acomodación, se dice que existe equilibrio entre las estructuras del sujeto y el
medio.
La equilibración.3 La adaptación no es más que el equilibrio entre la acomodación y
la asimilación, un equilibrio dinámico que puede verse perturbado por nuevas
aproximaciones del sujeto al medio o por nuevas problemáticas que el medio
plantee al sujeto.
Cuando ocurre un desajuste (pérdida momentánea de la adaptación) como
producto de una perturbación exógena o endógena, se produce un estado de
desequilibrio que lleva al sujeto a movilizar sus mecanismos reguladores. Los
mecanismos reguladores (las estructuras cognitivas) activan complejos sistemas de
regulaciones compensatorias con el fin de reestablecer el equilibrio perdido, o bien
3
Según Piaget (véanse Piaget e Inhelder 1974, Piaget 1979, Vuyk 1984), es posible identificar, junto con la equilibración por autorregulación,
cuatro factores que influyen en el proceso de desarrollo mental general, a saber: a) el crecimiento orgánico y la maduración de los sistemas
nervioso central y endocrino, b) la experiencia personal y el ejercicio a través de los objetos (que incluye la experiencia risica y la lógica-
matemática) y, por último, c) las interacciones y la transmisión social. Cada uno de ellos de sempeña un papel necesario y concomitante, pero no
suficiente para determinar los senderos del desarrollo. En ellos se reconoce cómo Piaget había logrado integrar lo biológico, lo ontogenético y
lo social en el desarrollo psicológico (cognitivo y afectivo). Sin embargo, para él, es el mecanismo regulador —la equilibración autorreguladora
(característica esencial de los seres vivos en tanto que sistemas abiertos que buscan su autoorganización)— el que verdaderamente hace posible
la actividad constructiva del sujeto, pues coordina la intervención de los otros tres factores que intervienen en el sujeto. Así, en este paradigma, el
mecanismo de equilibración por autorregulación es determinante en la construcción de estructuras y en el desarrollo mental.
82
para lograr una equilibración de orden superior (Piaget 1978a y b).
Las respuestas a las perturbaciones pueden ser básicamente de tres tipos:
a) Respuestas alfa (ct): las perturbaciones pueden ser leves y débiles de tal forma
que con una simple modificación conductual se anulan; o pueden ser más
complejas y, en este caso, son prácticamente negadas por el sujeto; hay un
equilibrio entre la asimilación y la acomodación (equilibración momentánea).
b) Respuestas beta ((3): en este caso las perturbaciones que provocaron el
desequilibrio llegan a ser incorporadas por el sistema, lo cual provoca una ligera
modificación en él. Hay una equilibración entre los subsistemas.
c) Respuestas gamma (y): la perturbación de hecho se anticipa como una variante
de las transformaciones posibles del sistema. En este caso, las perturbaciones
son perfectamente explicadas por el sujeto, y ya han modificado
sustancialmente el sistema total porque se integraron en él.
Precisamente esta tendencia a buscar una equilibración superior (abarcadora y
que Piaget llama mayomnte) es el verdadero motor del desarrollo cognitivo. Así,
todo el desarrollo cognitivo puede entenderse como una compleja marcha o
evolución de niveles de equilibración inferior hacia el logro de niveles de equilibración
de orden superior que permitan una adaptación óptima (aunque más compleja) del
sujeto con el medio. Nótese cómo el problema epistémico piagetiano, del que
hablamos en una sección anterior (véase el apartado 7.1), en este terreno puede
traducirse perfectamente en otra pregunta: ¿cómo pasamos de un nivel de
equilibrio inferior a otro de orden superior más complejo, pero a la vez más flexible?
A todo este complejo proceso del paso de un estado de equilibrio a su crisis, o estado
de desequilibrio posterior, y su transición a otro que lo abarca, Piaget le da el
nombre de equilibración (Piaget 1978a).
a) Etapas del desarrollo intelectual. Si partimos del hecho de que el desarrollo
cognitivo es producto de equilibrios progresivos cada vez más abarcadores y
flexibles, debemos preguntarnos ¿qué es lo que produce dichos estados de
equilibrio dinámico? Según Piaget, son las estructuras y los esquemas cognitivos
los que definen las etapas de desarrollo cognitivo.
Durante todo el desarrollo cognitivo pueden identificarse, con cierta claridad, tres
etapas que finalizan en estados de equilibrio dinámico. Estas etapas son cortes
de tiempo en el curso del desarrollo; en ellos tiene lugar la génesis, la
configuración y la consolidación de determinadas estructuras intelectuales.
Como ya hemos dicho, cada estructura determina formas específicas de actua-
ción y expresa cierta lógica particular.
Las tres etapas del desarrollo intelectual son las siguientes: etapa
sensoriomotriz, etapa de las operaciones concretas y etapa de las operaciones
formales.
No podemos presentar una descripción con detalle de las etapas de desarrollo
por límites de espacio, así que sólo haremos una esquematización de las
características más sobresalientes de cada una de ellas.4
b) Etapa sensoriomotora (de los O a los 2 años aproximadamente). Durante esta
etapa, el niño activa y ejercita los esquemas reflejos con los que nace, para
consolidar sus primeros esquemas de acción sensoriomotores. Los esquemas de
acción crecen progresivamente en cantidad y en complejidad, y dan lugar a las
distintas formas de reacciones circulares, las cuales llevan al bebé al logro de
verdaderas conductas de experimentación activa a partir de los 18 meses. De
hecho, el progreso de la inteligencia sensoriomotora se inicia con la
transformación de los esquemas reflejos en hábitos simples y complejos (en
los que aún no hay una diferenciación entre medios y fines); este proceso
luego desemboca en los primeros actos inteligentes (ejecutados primero por
4
.Para una explicación más amplia, sugerimos consultar los textos de Delval 1994, Palacios et al 1990, Piaget 1979, Piaget e Inhelder 1974.
83
tanteos y luego por combinaciones interiorizadas) en los que efectivamente
se persigue un fin determinado de antemano; para ello se buscan y
coordinan los medios apropiados (por ejemplo, las conductas del bastón y
del manejo de soportes).
Además de que el niño es capaz de lograr su primeros actos inteligentes,
en el plano espacio-temporal práctico (el aquí y ahora) también empieza a
desarrollar las primeras conductas (imitación diferida) que preludian los actos
semióticos verdaderos los cuales tendrán lugar en los inicios del siguiente
periodo. Otro logro cognitivo importante es la capacidad que adquiere el niño
para representar su mundo como un lugar donde los objetos, a pesar de que
desaparecen momentáneamente, permanecen (conservación del objeto). Al
término de esta etapa tiene lugar la consolidación de la primera estructura
cognitiva: el grupo práctico de desplazamientos.
Por último, junto con los avances cognitivos, en el plano afectivo hay un
progreso: de un estado inicial de dualismo afectivo, en el que el neonato no
tiene una conciencia clara de su yo ni establece límites claros entre su
realidad y la de los otros que lo cuidan, pasa a un estado final (paralelo al
progreso de la construcción del objeto permanente) de descentración, en el
cual el niño puede establecer relaciones afectivas con las demás personas
(existe una diferenciación entre su yo y el de los otros); esto lo obliga a
considerarse uno más de los objetos que conforman su mundo real.
c) Etapa de las operaciones concretas (de los 2 a los 11 o 12 años
aproximadamente). Este periodo puede dividirse a su vez en dos: 1)
subetapa del pensamiento preoperatorio o preparatorio de las operaciones
(2-8 años aprox.), y 2) subetapa de la consolidación de las operaciones
concretas (8-12 años aprox.).
1) Subetapa preoperatoria. En esta subetapa, los niños ya son capaces de
utilizar esquemas representacionales, por lo tanto pueden realizar distintas
actividades semióticas (representar un objeto, un acontecimiento, una función
social, etc., por medio de un significante diferenciado), entre ellas, el lenguaje, 5 el
juego simbólico, la imagen mental y el dibujo. Usan preconceptos (conceptos
inacabados e incompletos) y su razonamiento está basado en una lógica
unidireccional no reversible. Su orientación hacia los problemas es de tipo
cualitativa.
Se dice que el pensamiento de estos niños es egocéntrico en la medida en
que el niño es incapaz de tomar en cuenta simultáneamente su punto de vista
y el punto de vista de los otros; al mismo tiempo es precooperativo y su moral
es heterónoma (se deja guiar por la autoridad de los demás, o no es capaz de
entender, establecer o modificar las reglas en juegos cooperativos). Su
inteligencia o razonamiento es de tipo intuitivo y ante las tareas de
conservación de masa, peso, número, etc. (situaciones en las que una
dimensión física se conserva aunque parezca no ser así, dados ciertos
cambios o arreglos físicos) se deja guiar por las percepciones estáticas (los
estados iniciales o finales) y no logra comprender las transformaciones
ocurridas (el proceso de aplicación o anulación de una operación entre los
estados iniciales y finales).
2) Subetapa de las operaciones concretas. Los niños desarrollan sus esque-
mas operatorios en esta subetapa, los cuales son, por naturaleza, reversibles
(funcionan en una doble dirección) y conforman las estructuras propias de este
periodo: los agrupamientos. Los niños son capaces de razonar utilizando
conceptos; y ante tareas que implican las nociones de conservación, razonan
sobre las transformaciones y no se dejan guiar por las apariencias perceptivas
5
A propósito del lenguaje, desde el marco de interpretación piagetiano pueden establecerse tres afirmaciones centrales: a) el lenguaje es una
variedad de la capacidad semiótica general desarrollada como producto de los avances de la coordinación general de las acciones desde el
periodo sensorio-motor; b) por lo tanto, no se acepta que el lenguaje cumpla un papel causal para el desarrollo operato rio posterior; lo que es
más, se considera que a través del lenguaje no es posible transmitir las estructuras operatorias; c) sólo se reconoce cierta influencia del lenguaje
(strictu sensu no tiene un papel causal), especialmente en el desarrollo de las operaciones formales (esto es, puede desempeñar un papel
«necesario» sólo «para el perfeccionamiento de las operaciones lógico-matemáticas» (Piaget 1977, p. 64). En resumen, en las relaciones
generales entre lenguaje e inteligencia, hay un clara subordinación del primero respecto de la segunda, y el lenguaje parece no tener ningún papel
causal estructurante en el desarrollo operatorio general.
84
como en el subperiodo anterior. Su pensamiento es reversible aunque concreto
(todavía apegado a las situaciones físicas). Son capaces de clasificar y seriar, y
entienden la noción de número. Su orientación ante los problemas es
eminentemente cuantitativa. Pueden establecer relaciones cooperativas y
tomar en cuenta el punto de vista de los demás. Su moral deja de ser tan
heterónoma como lo era antes, y empieza a construir una moral autónoma.
d) Etapa de las operaciones formales (de los 13 a los 16 años
aproximadamente). Durante esta etapa, el adolescente construye sus
esquemas operatorios formales; de hecho, en esta etapa tienen lugar la génesis
y la consolidación de la estructura que la caracteriza: el grupo INRC o grupo de
doble reversibilidad y la lógica preposicional combinatoria. El pensamiento del
niño se vuelve más abstracto, al grado de que razona sobre proposiciones
verbales que no tienen referente en situaciones concretas (lo real es un
subconjunto de lo posible). Su pensamiento se vuelve hipotético-deductivo, a
diferencia del niño de la subetapa anterior, cuyo pensamiento era inductivo. El
adolescente, pensador formal, está cognitivamente equipado para desarrollar
planteamientos de experimentación complejos, plantear hipótesis y controlar
inteligentemente las variables involucradas para poder comprobarlas o
refutarlas.
Tal como se ha demostrado en una gran cantidad de estudios intercultura-
les, el orden de sucesión de las etapas es constante (no se puede pasar de la
etapa sensoriomotora a la de operaciones formales), y las estructuras que van
apareciendo progresivamente son integrativas en tanto que incorporan a la
precedente como estructura subordinada.
Tipos de conocimiento. Los piagetianos distinguen tres tipos de
conocimiento que el sujeto puede elaborar cuando interacciona con los
objetos tísicos o sociales (véase nota 1). Estos tipos de conocimiento son los
siguientes: conocimiento tísico, lógico-matemático y social (véase Kamii 1982).
a) El conocimiento físico es el que se deriva básicamente de los objetos del
mundo físico; se refiere, en esencia, al conocimiento incorporado por abstracción
empírica. Kamii (1982) declara que la rúente de este conocimiento «está en los
objetos» (la dureza de un objeto, la rugosidad que posee, el sonido que produce, el
sabor y el color que tiene, entre otros).
b) El conocimiento lógico-matemático es el conocimiento que no existe per se en
la realidad (en los objetos). La fuente primigenia del conocimiento lógicomatemático
está en el sujeto y éste la construye por abstracción reflexiva. De hecho, este tipo de
conocimiento se deriva de la coordinación de las acciones (relaciones lógico-
matemáticas) que realiza el sujeto con los objetos. El ejemplo más típico es el
número: si vemos tres objetos frente a nosotros, por ningún lado veremos el «tres»,
éste es más bien producto de una abstracción de las coordinaciones de acciones
que hemos realizado cuando nos hemos enfrentado a situaciones en las que se
encuentran tres objetos.
c) El conocimiento social puede dividirse en convencional y no convencional. El
social convencional es producto del consenso de un grupo social, y la fuente de
este conocimiento está en los otros (amigos, padres, maestros, etc.). Algunos
ejemplos serían los siguientes: los domingos no se va a la escuela, no hay que
hacer ruido en un examen, tres objetos (X x x) pueden ser representados por la
grafía (no el concepto) «3». El conocimiento social no convencional se refiere a
nociones o representaciones sociales, y es el sujeto quien lo construye y se apropia
de él. Ejemplos de este tipo serían la noción rico-pobre, la noción de ganancia, la
noción de trabajo, la representación de la autoridad (véanse Delval 1994 y Díaz
Barriga et al. 1992).
Los tres tipos de conocimiento interactúan y, según los piagetianos, el conocimiento
lógico-matemático (las armazones del sistema cognitivo: estructuras y esquemas)
desempeña un rol preponderante en tanto que, sin él, los conocimientos físico y
social no podrían incorporarse, asimilarse ni organizarse cognitivamente.
85
4.4 PRESCRIPCIONES METODOLÓGICAS: EL MÉTODO CLÍNICO-CRÍTICO EN LA INVESTIGACIÓN
PSICOGENÉTICA
Los métodos6 de que se vale la epistemología genética para dar una respuesta
científica al problema del conocimiento son tres: el método histórico-crítico, el
método de análisis formalizante y el método psicogenético. Los dos primeros ya
habían sido propuestos y utilizados por filósofos o epistemólogos anteriores a
Piaget, pero no así el último que él mismo propuso. Los tres métodos, según el
autor ginebrino, deben sumar esfuerzos para la elaboración de una genuina
epistemología científica (Palop 1981, Piaget 1986, Vuyk 1984).
El método histórico-crítico se utiliza para indagar y analizar el pensamiento
colectivo durante cierto periodo histórico. Esto es, para explorar, por ejemplo, el
desarrollo histórico de ciertos conceptos pertenecientes al conocimiento físico
(espacio, causalidad, tiempo) y lógico-matemático (número, geometría, etc.) en la
historia del hombre como especie.
El método de análisis formalizante consiste en la reflexión y el análisis lógico de
los conocimientos, con la intención de lograr una axiomatización total o parcial
(Palop 1981).
El método psicogenético se utiliza para la investigación de nociones o génesis
de conocimientos (físico, lógico-matemático y social) en el contexto del desarrollo
ontogenético. El método psicogenético no es otra cosa que la utilización de la
psicología como método para abordar los problemas epistemológicos. Su
aplicación ha dado lugar a la elaboración de la teoría del desarrollo intelectual, tan
ampliamente conocida.
En los estudios realizados en el marco psicogenético, Piaget y sus colaboradores
utilizaron varios métodos de7 investigación psicológica en los distintos periodos de la
elaboración del paradigma. Sin embargo, se considera que el clínico-crítico es el
método por antonomasia de los trabajos de la Escuela de Ginebra.
El método clínico-crítico consiste en la realización de una entrevista o un
interrogatorio flexible, que el examinador aplica de manera individual al examinado;
para ello se apoya en materiales concretos que plantean un problema o tarea al
examinado. El interrogatorio se basa en una serie de hipótesis directrices,
formuladas ex profeso por el entrevistador, con la intención de conocer con
profundidad las respuestas y los argumentos de los niños sobre determinada noción
física, lógico-matemática, social, escolar, etcétera.
Luego de la aplicación de la entrevista, se debe realizar un análisis cualitativo de
las respuestas, con base en un modelo de interpretación (que, de hecho, es el que
origina las hipótesis directrices que guían el interrogatorio) genético y estructural.
En la aplicación del método clínico-crítico existe una continua interacción (véase la
figura 7.2) entre el examinador y el examinado, pero el examinador debe evitar sugerir
las respuestas o cualquier otra situación que impida captar adecuadamente la lógica
del pensamiento del niño (véase Piaget 1973).
INTERACCIÓN MÚLTIPLE
s ————— o
(EXAMINADOR) (EXAMINADO)
6
En este paradigma, la palabra «método» se usa en un sentido mucho más amplio de como se ha venido
utilizando en los otros paradigmas. De hecho, en este párrafo se entiende como «métodos de la epistemología
genética». Más adelante, cuando se hable del método clínico-crítico, de nuevo debe retomarse el sentido típico en
que se utilizó en las descripciones de los otros paradigmas (métodos de la psicología).
7
Para una profundización al respecto, véanse Domahidy-Dami y Banks-Leite 1985, Vinh Bang 1970.
86
Nótese la estrecha correspondencia con la postura epistemológica
interaccionista constructivista. En este caso, el sujeto de conocimiento (el que
quiere conocer) es el examinador y el objeto de conocimiento (lo que se desea
conocer) es el examinado.
Por lo tanto, en el uso del método clínico-crítico, en lugar de que el
examinador se aleje del objeto de conocimiento (en este caso el sujeto examinado),
se aproxima a él (véase la figura 4.2) generando y contrastando sus hipótesis o
representaciones (a través de la entrevista flexible, en la que el entrevistador «guía
dejándose guiar» por los argumentos del niño), para conocer, con un grado mayor de
objetividad, la competencia cognitiva del examinado.
METODOLOGÍA CONSTRUCTIVISTA
Sujeto examinador (S) - Sujeto examinado (O) Menor
distancia = más objetividad
S—————————— O
FIGURA 4.3. El planteamiento metodológico general constructivista. (Mayor
aproximación al O significa un conocimiento más acabado de O.)
En oposición a la metodología conductista (véase el capítulo 4), la cual sostiene
que se alcanza una mayor objetividad en la medida en que nos alejamos del objeto
de conocimiento (a través de controles experimentales complejos, observaciones
«neutras», etc.), en el método clínico-crítico, la representación de nuestro sujeto
experimental o examinado (las nociones físicas, lógico-matemáticas, sociales,
escolares) alcanza mayor objetividad mientras más nos aproximemos a él
(interactuemos con él).
4.5 PROYECCIONES DE APLICACIÓN DEL PARADIGMA PSICOGENÉTICO AL CONTEXTO EDUCATIVO
87
sobre su filosofía y su concepción educativas, que no fueron ajenas a las
posturas propugnadas por algunas ramas de la escuela activa (se observan
ciertas influencias de las aproximaciones pedagógicas de Ferriére y del
pragmatismo de Dewey), así como sus críticas certeras a la educación
basada en el verbalismo y en la clase magistral del profesor (Marro 1983;
Munari 1985; Piaget 1976). Asimismo, puede argumentarse que todas las
ideas que expuso sobre la educación se derivan principalmente de sus
convicciones y conclusiones epistemológicas, las cuales sin duda han sido de
mucha utilidad para todos los que posteriormente intentaron aventurarse en
este campo tan complejo.
No obstante, en diversas experiencias, planteamientos y posturas, se ha pues-
to en marcha la aventura de aplicar las ideas de Piaget en distintos ámbitos
educativos (educación preescolar, primaria, media y superior; educación
especial, educación moral, etc.), y en las diferentes áreas del conocimiento
escolar (p. ej. lengua escrita, ciencias sociales, ciencias naturales y
matemáticas, estas dos últimas especialmente desarrolladas gracias a la
influencia piagetiana).
Varios autores (Coll 1983a, Coll y Martí 1990, DeVries y Kohlberg 1987, Lerner
1996, Marro 1983) han intentado clasificar y realizar un análisis de estas apli-
caciones e implicaciones. De manera breve señalaremos los aspectos en los que
estos análisis coinciden: a) existe un avance progresivo de los usos educativos
de la teoría en una triple dimensión: de lo estructural a lo funcional, del
aplicacionismo ingenuo (interpretación literal) a la contextualización dentro de
problemáticas educativas (interpretación libre y más contextualizada), y de una
inicial subestimación de los contenidos curriculares hacia planteamientos en
que éstos se recuperan y se redimensionan en su importancia social y
educativa; b) en la historia de los «usos» de la teoría no existe un criterio
unívoco, en lo que se refiere a las interpretaciones o lecturas de la misma, para
su subsecuente utilización en el campo educativo, c) a pesar de los enormes
esfuerzos realizados hasta ahora, existe aún mucho trabajo de investigación y de
intervención por hacer (especialmente en el campo del aprendizaje de los
contenidos escolares), pues el efecto esperado del paradigma en la educación
aún no se ha presentado, y d) es indiscutible que el paradigma sigue
proporcionando un marco de referencia y heurístico valioso para analizar,
problematizar y reflexionar sobre las relaciones entre profesor, alumno y
saberes curriculares.
88
este planteamiento, se acepta que la actividad autoestructurante y constructiva
del alumno tiene un lugar protagónico y central en las actividades ocurridas en el
programa de clase; esas actividades de aprendizaje estarán principalmente
determinadas por las operaciones y los mecanismos endógenos del alumno y,
pedagógicamente, por sus actividades autoiniciadas (preferentemente en forma
individual).
Es pertinente señalar que este planteamiento también tiene grandes similitu-
des con la gran corriente de la «escuela nueva o activa desarrollada a finales
del siglo XIX» por educadores tan notables como Decroly, Montessori, Dewey,
Ferriére, Freinet, entre otros.
Marro (1983) está de acuerdo con tales similitudes y comenta que aun cuando
existan parentescos generales (p. ej. el papel otorgado al niño en las actividades
o la defensa de su interés sobre el del programa o el profesor), también es
evidente que pueden identificarse diferencias entre esa propuesta pedagógica y
la derivada de la interpretación de la psicología constructivista piagetiana.
Piaget (1976) señaló que estaba de acuerdo en utilizar métodos activos (como
los de los pedagogos antes citados) centrados en la actividad y el interés de los
niños, pero hizo severas críticas a la enseñanza transmisionista basada en la
conferencia y el verbalismo; sin embargo, señaló que un planteamiento de tipo
activo, sin el apoyo de un sustrato teórico-empírico psicogenético, no
garantizaba per se la comprensión adecuada de las actividades espontáneas
de los niños ni de sus intereses conceptuales.
Ésta es precisamente la gran aportación de la psicología genética a la
educación centrada en los «métodos activos» basados en el alumno, dado que
permite dejarle claro al profesor (con el conocimiento de las etapas de
desarrollo cognitivo, el conocimiento de cómo aprenden los niños, el significado
de las actividades autoiniciadas, los tipos de conocimiento, etc.) cómo hacer
verdaderamente operativos muchos de los recursos y técnicas
proporcionados por tales métodos o enfoques pedagógicos en beneficio de
los alumnos, explicándole, además, por qué es así.
En general, las propuestas sustentadas por el planteamiento constructivista
surgidas hacia finales de los años setenta y durante la década posterior
(entre ellas, Duckworth 1983; Kamii 1982, 1985; Kamii y DeVries 1985; Homan
et al. 1986) sostienen la necesidad de desarrollar un contexto didáctico que
pueda ser estimulante y favorecedor para los alumnos. En este contexto, los
alumnos tendrían la oportunidad de elegir y planear actividades que les
parecieran interesantes y motivantes según su nivel cognitivo. La tarea
docente estaría, hasta cierto punto, subordinada al diseño de ese contexto
constituido por situaciones y experiencias relevantes para provocar el
despliegue de actividades autoestructurantes. Esto, por supuesto, implicaría el
trabajo de crear dichas actividades y experiencias con la intención de inducir
indirectamente, y según las capacidades de los niños, el tratamiento de los
contenidos curriculares (lo cual no es una tarea tan sencilla como parece).
Este planteamiento se ha plasmado principalmente en propuestas curricula-
res de educación básica (preescolar y primaria), en las que el peso de los conte-
nidos curriculares no parece ser tan subyugante como en los niveles de
educación media y superior (en los que se requiere una ayuda más detallada
y directa para este proceso autoestructurante, como señalan Coll y Martí
1990). Las propuestas curriculares de Kamii y DeVries (Kamii 1982, 1985;
Kamii y DeVries 1983, 1985) y la de Highscope encabezada por Weikart
(Homan et al. 1986) son ejemplos claros de este planteamiento. En ellas se
recurre a «experiencias clave», «actividades de la vida diaria» o «juegos
colectivos» (p. ej. de tablero o de mesa) y a la ubicación de «áreas o rincones»
(de actividades de construcción, de ciencias, etc.) donde los niños pueden
realizar distintas actividades que les parecen interesantes.
Más recientemente, varios autores 8 han propugnado (véanse Castorina 1996
y Lerner 1996) por reivindicar y repensar las actividades de enseñanza, de
los niños, pero hizo severas críticas a la enseñanza transmisionista basada en la
conferencia y el verbalismo; sin embargo, señaló que un planteamiento de tipo
activo, sin el apoyo de un sustrato teóricoempírico psicogenético, no garantizaba
89
per se la comprensión adecuada de las actividades espontáneas de los niños ni de
sus intereses conceptuales.
Ésta es precisamente la gran aportación de la psicología genética a la educación
centrada en los «métodos activos» basados en el alumno, dado que permite dejarle
claro al profesor (con el conocimiento de las etapas de desarrollo cognitivo, el
conocimiento de cómo aprenden los niños, el significado de las actividades
autoiniciadas, los tipos de conocimiento, etc.) cómo hacer verdaderamente
operativos muchos de los recursos y técnicas proporcionados por tales métodos o
enfoques pedagógicos en beneficio de los alumnos, explicándole, además, por
qué es así.
En general, las propuestas sustentadas por el planteamiento constructivista
surgidas hacia finales de los años setenta y durante la década posterior (entre
ellas, Duckworth 1983; Kamii 1982, 1985; Kamii y DeVries 1985; Homan et al. 1986)
sostienen la necesidad de desarrollar un contexto didáctico que pueda ser
estimulante y favorecedor para los alumnos. En este contexto, los alumnos
tendrían la oportunidad de elegir y planear actividades que les parecieran
interesantes y motivantes según su nivel cognitivo. La tarea docente estaría, hasta
cierto punto, subordinada al diseño de ese contexto constituido por situaciones y
experiencias relevantes para provocar el despliegue de actividades
autoestructurantes. Esto, por supuesto, implicaría el trabajo de crear dichas
actividades y experiencias con la intención de inducir indirectamente, y según las
capacidades de los niños, el tratamiento de los contenidos curriculares (lo cual no es
una tarea tan sencilla como parece).
Este planteamiento se ha plasmado principalmente en propuestas curriculares de
educación básica (preescolar y primaria), en las que el peso de los contenidos
curriculares no parece ser tan subyugante como en los niveles de educación
media y superior (en los que se requiere una ayuda más detallada y directa para
este proceso autoestructurante, como señalan Coll y Martí 1990). Las propuestas
curriculares de Kamii y DeVries (Kamii 1982, 1985; Kamii y DeVries 1983, 1985) y
la de Highscope encabezada por Weikart (Homan et al. 1986) son ejemplos claros
de este planteamiento. En ellas se recurre a «experiencias clave», «actividades de
la vida diaria» o «juegos colectivos» (p. ej. de tablero o de mesa) y a la ubicación de
«áreas o rincones» (de actividades de construcción, de ciencias, etc.) donde los
niños pueden realizar distintas actividades que les parecen interesantes.
Más recientemente, varios autores8 han propugnado (véanse Castorina 1996 y
Lerner 1996) por reivindicar y repensar las actividades de enseñanza, sin dejar de
reconocer la importancia de las actividades constructivas de los alumnos (y,
especialmente, la de las reconstructivas) para sus propios instrumentos y
estructuras cognitivas, que se establecen en los contenidos escolares. En
este planteamiento, posterior al primero, se ha reconocido el valor esencial de
los contenidos escolares o el «saber a enseñar» en la situación escolar. Estos
saberes preexisten al alumno y muchas veces éste no puede reconstruirlos por
sí solo si no es con la ayuda del programa y el profesor. El profesor tampoco
debe imponerlos, de tal forma que los alumnos tengan que aprenderlos sin
necesidad de haberlos comprendido, pues esto afecta negativamente su
actividad autoestructuradora. La salida planteada a esta paradoja parece
señalar que en el esquema de enseñanza es necesario recuperar la actividad
constructiva de los alumnos en relación con ciertos contenidos escolares, de tal
forma que aquéllos elaboren continuamente hipótesis o interpretaciones sobre
éstos y el profesor actúe asegurando, por diversos medios y con los recursos
educativos necesarios, las actividades reconstructivas adecuadas para que
los alumnos asimilen dichos «saberes a enseñar». Es así como en esta nueva
concepción de la enseñanza, el maestro es el responsable de la situación
didáctica y en especial de las actividades de reconstrucción de los contenidos
curriculares; aunque también debe delegar o «devolver» (según la expresión de
8
También el planteamiento de Coll (1990, 1993, 1996) tiene muchas similitudes con el aquí men cionado, aunque su postura sobre la
concepción constructivista de la enseñanza y el aprendizaje que él suscribe ha integrado ciertas ideas derivadas del paradigma psicogenético y
otras procedentes de varios paradigmas (sociocultural, ausubeliano, teoría de los esquemas, etc.). La justificación que él da a esta integración es
que esas ideas concuerdan en lo esencial y se configuran en «ideas fuerza», las cuales constituyen la columna vertebral de su interpretación
constructivista.
90
Brousseau, véase Lerner 1996) cierta responsabilidad a los alumnos, para que
realmente tenga lugar una actividad «reconstructiva» en su forma genuina.
Lerner ha resumido en la siguiente cita las características básicas de esta
concepción de la enseñanza:
¿Cómo definir entonces la enseñanza desde una perspectiva constructivista? Sus
rasgos esenciales podrían enunciarse así: enseñar es plantear problemas a partir
de los cuales sea posible reelaborar los contenidos escolares y es también proveer
toda la información necesaria para que los niños puedan avanzar en la
reconstrucción de esos contenidos. Enseñar es promover la discusión sobre los
problemas planteados, es brindar la oportunidad de coordinar diferentes puntos de
vista, es orientar hacia la resolución cooperativa de las situaciones problemáticas.
Enseñar es alentar la formulación de conceptualizaciones necesarias para el
progreso en el dominio del objeto de conocimiento, es propiciar redefiniciones
sucesivas hasta alcanzar un conocimiento próximo al saber socialmente establecido.
Enseñar es, finalmente, promover que los niños se planteen nuevos problemas fuera
de la escuela (p. 98).
4.5.2 Metas y objetivos de la educación
Varios autores han señalado que el planteamiento de los objetivos o fines
educacionales generalmente ha sido un problema de establecimiento de
«buenos deseos», o ha sido un «depósito de virtudes» con las que seguramente
todos estaríamos de acuerdo (entre ellos, DeVries y Kohlberg 1987; Kohlberg y
Mayer 1987, citado en Wadsworth 1989; Kamii 1982). Tal comentario es una
crítica severa al planteamiento empírico de los objetivos (véase Piaget 1976),
generalmente sustentados por voces «autorizadas», que carece de una teoría
del desarrollo que lo fundamente.
En cambio, desde la perspectiva piagetiana se opta por suponer que los objetivos
de la educación deben favorecer y potenciar el desarrollo general del alumno. No
obstante, a pesar de coincidir en lo general, las propuestas educativas
piagetianas han variado sensiblemente dependiendo de cómo se interpreta esta
aseveración (véanse Marro 1983 y Coll y Martí 1990).
Durante algún tiempo se plantearon dos vías alternas para formular los objetivos
con base en los aspectos estructurales de la noción de estadio (Moreno y Del
Barrio 1996). Así, algunos autores llegaron a sostener que los objetivos debían
planearse fuera: ya a) en función de un análisis exhaustivo previo de los
contenidos escolares, realizado con la intención de identificar cuál es el estadio de
desarrollo necesario para poder comprenderlos, o bien b) partiendo de establecer
las capacidades cognitivas que definen los distintos estadios de desarrollo como
contenidos curriculares y como fines en sí mismos, de modo que las experiencias
educativas se organizaran en los programas con la intención de promover el
desarrollo de determinadas estructuras operatorias, o como preparación para la
ejecución de las mismas al término de un grado o ciclo escolar (entre los ejemplos
más comunes están los objetivos de la educación preescolar, los cuales señalaban
que se debía potenciar el desarrollo de las capacidades y estructuras operatorias
concretas, y los de la educación básica que estipulaban el desarrollo de las
capacidades y estructuras formales).
Dos ejemplos representativos de la primera vía fueron: a) los análisis realizados
por Shayer y Adey (1984), los cuales desembocaron en el planteamiento de una
taxonomía en la que se establece una clasificación jerárquica de contenidos
curriculares (de ciencias naturales) en función de las capacidades operatorias de
los alumnos (concretas y formales); y b) los análisis realizados por Collis (1982,
citado en Moreno y Del Barrio 1996) en la misma dirección, para el caso de los
contenidos matemáticos.
En torno a la segunda vía de elaboración, ésta apareció en los años sesenta y
principios de los setenta, encarnada en las propuestas curriculares globales; entre
ellas, la más prototípica es la elaborada por Lavatelli. No obstante, también deben
incluirse los primeros planteamientos del grupo de Highscope, así como los de Ka-mii
y DeVries en los inicios de los años setenta (todas las propuestas se dirigían a la
educación básica). Especialmente, esta segunda vía de elaboración de las in-
tenciones educativas fue objeto de severas críticas que aducían lo reduccionista de
su planteamiento, pues intentaba sustituir los objetivos educativos, de naturaleza
esencialmente sociocultural, por objetivos basados en el desarrollo de nociones y
91
capacidades operatorias, cuya evolución espontánea (al menos las capacidades
operatorio concretas) se ha demostrado que ocurre, tarde o temprano, en
condiciones adecuadas de estimulación y socialización. Además, esta postura
proponía sustituir los contenidos escolares (los saberes que se iban a enseñar) por
nociones operatorias mediante ciertos ejercicios «didácticos» derivados directamente
de las tareas de investigación experimental del paradigma (p. ej. las tareas de
conservación; véanse las críticas de Ferreiro [1985] a esta posición).
Unos años después, algunos autores (Kamii 1982 y 1985, DeVries y Kohlberg
1987) señalaron que los objetivos educativos debían plantearse de acuerdo con los
aspectos funcionales de la teoría y haciendo una interpretación más libre de ella.
De modo que se sigue aceptando que los objetivos están encaminados a
potenciar el desarrollo general de los educandos, pero el énfasis se pone en la
promoción de su autonomía moral e intelectual. El propio Piaget hizo algunos
comentarios que en parte coinciden con este planteamiento en torno al pro-
blema de los objetivos de la educación:
El principal objetivo de la educación es crear hombres que sean capaces de
hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que han hecho otras
generaciones: hombres que sean creativos, inventivos y descubridores. El
segundo objetivo de la educación es formar mentes que puedan criticar, que
puedan verificar, y no aceptar todo lo que se les ofrezca (Piaget 1964, citado en
Kamü 1982, p. 29).
Admitamos que «apuntar al pleno desarrollo de la personalidad humana y a un
refuerzo a los derechos del hombre y de las libertades individuales» consiste en
formar individuos capaces de una autonomía intelectual y moral y que respeten
esta autonomía en el prójimo, en virtud precisamente de la regla de reciprocidad
que la hace legítima para ellos mismos (Piaget 1974, p. 43, las cursivas son de
Piaget).
Con base en los trabajos de Piaget, Kamü (1982) define la autonomía9 como
ser capaz de pensar críticamente por uno mismo en el terreno moral e intelec -
tual, tomando en cuenta y coordinando diversos puntos de vista (se considera
que la autonomía moral e intelectual, están indisolublemente ligadas). Por el
contrario, la heteronomía significa ser gobernado por otros en los aspectos mo-
rales e intelectuales, implica una obediencia acrítica de las normas o de las ac-
titudes de personas con autoridad, aun cuando no se esté de acuerdo con ellas.
Kamü (1980) declara que plantear objetivos educativos (especialmente para los
niveles básicos y medio) en torno a la autonomía moral e intelectual tiene una
base científica en los propios trabajos piagetianos. La teoría de Piaget (Piaget y
Heller 1968, Piaget 1971a) ha demostrado que todos los individuos tienden de
modo natural a incrementar su autonomía. Conforme a sus trabajos realizados
en ambos dominios, Piaget observó que la autonomía moral e intelectual se cons-
truye con el desarrollo, pero puede verse obstruida o tener un desarrollo parcial
debido a ciertas circunstancias escolares y culturales (patrones de crianza, auto-
ritarismo escolar, etcétera).
93
para poder utilizar estrategias apropiadas y lograr resultados positivos.
El alumno debe ser alentado a descubrir los sucesos de tipo físico, a construir o
reconstruir los de naturaleza lógico-matemática; en el caso de los conocimientos
sociales de tipo convencional, a aprenderlos, y respecto de los conocimientos de tipo
social no convencional (la mayor parte de los contenidos escolares son de este tipo),
a apropiárselos o reconstruirlos por sus propios medios.
Mucho se ha criticado que el constructivismo psicogenético sostiene una
concepción del individuo como un ser completamente aislado, sujeto única y
exclusivamente a las leyes de sus mecanismos de estructuración endógena. Es
evidente que esta crítica no es muy justa con algunos de los supuestos suscritos por
la teoría. El mismo Piaget, por ejemplo, sostuvo en varios de sus trabajos la
importancia de las coordinaciones cooperativas para el desarrollo de las
operaciones intelectuales (en particular señaló que las coordinaciones
intraoperatorias corresponden a coordinaciones interoperatorias, estas últimas
hacen posible las actividades verdaderamente cooperativas).10
Si bien es cierto que los procesos de interacción social no han sido trabajados
profundamente por la teoría, sí fueron al menos contemplados en las explicaciones
del desarrollo cognitivo, y se las señaló como otro de los factores que había que
considerar.
Posteriormente, el estudio de los procesos de interacción social entre iguales
fue desarrollado por la línea de investigación (emanada, por cierto, de Ginebra)
autodenominada «psicología social genética», de filiación y enraizamiento
constructivista, según lo aceptan sus propios promotores (véanse Doise 1988;
Mugny y Doise 1983; Carugati y Mugny 1988). En la siguiente cita, Carugati y
Mugny señalan las características básicas de este programa de investigación:
El principio básico de este enfoque es simple: el desarrollo cognitivo se manifiesta en
el niño cuando éste participa en interacciones sociales que sólo serán
estructurantes en la medida que susciten un conflicto de respuestas entre los
partenaires. De este modo, es necesario tener en cuenta dos aspectos
complementarios: por una parte, la interacción social es concebida como
estructurante; es decir, como creadora de una actividad cognitiva por parte de los
partenaires que desemboca en la construcción (que puede ser común en cuyo caso
se hablará de coelaboración) de nuevas coordinaciones propias del desarrollo
cognitivo. Por otra parte, estas nuevas coordinaciones suponen que previamente los
individuos se hayan implicado en un conflicto sociocognitivo durante el cual habrán
confrontado las respuestas heterogéneas, las respuestas incompatibles social y
lógicamente (p. 84, las cursivas son mías).
Como señala Shubauer-Leoni (1986), esta línea de trabajo sostiene que la
inteligencia se construye en una relación tripolar entre un ego, un alter y un
objeto. Desde hace más de veinte años han sido desarrolladas numerosas
investigaciones en las que la creación de conflictos sociocognitivos 11 entre
sujetos, desempeñan un papel central; ha habido varios hallazgos de
singular importancia para el programa. A continuación se resumen los que a
nuestro juicio, son los más relevantes (Carugati y Mugny 1988; Coll y
Colomina 1990):
10
Doise (1988) señala que la explicación de la indisociabilidad entre las coordinaciones intraindivi-duales
(operaciones) y las interindividuales (cooperación) establece un planteamiento paralelista que, en el plano
general, es posible aceptar, pero también apunta que debe tenerse en cuenta que las coordinaciones interindividuales
preexisten a las otras (y posiblemente desempeñan un papel causal). La causalidad de las relaciones
interindividuales en el desarrollo individual, en definitiva, no fue estudiada por el programa ortodoxo de
investigación de la escuela ginebrina.
11
Las investigaciones siguen básicamente el siguiente esquema compuesto de tres fases: a) exa minación inicial individual a través de una
tarea cognitiva piagetina (p. ej. conservación de líquidos, representación espacial, etc.) para evaluar el nivel cognitivo de los niños (por ejemplo,
preconservadores, en «transición», conservadores), b) exanimación colectiva de varios participantes (p. ej. tríos de niños de diferentes o
similares niveles cognitivos, que incluso pueden estar formados por algunos adultos) en la tarea, dándoles oportunidad de expresar libremente
sus juicios y argumentos y de interactuar en la solución de la tarea y c) nueva examinación individual de los niños en distintos intervalos
(inmediata, demorada, etc.) y valorando, con otras pruebas, la transferencia lograda en tareas similares. Las primeras experiencias se hicieron
con tareas piagetinas, pero posteriormente se emplearon tareas de solución de problemas y otras que implicaban contenidos escolares. Además,
en el diseño se incluye un grupo control, al que sólo se sometió a las fases de evaluación individual inicial y final (a y c).
94
a) Se manifiesta una ejecución superior en el grupo experimental, que trabaja
colectivamente, en relación con el grupo control. Las interacciones ocurridas
entre los niños inciden y afectan las ejecuciones después del test, las cuales, com-
paradas con las ejecuciones iniciales de tipo individual, muestran en definitiva ma-
yor nivel de complejidad cognitiva y de veracidad. Como señalan Carugati y
Mugny, los encuentros de diferentes puntos de vista son estructurantes y condu-
cen a una mejora del rendimiento cognitivo en las tareas. Este hecho se explica
porque los participantes toman conciencia de otras posibles respuestas alternas
a las que ellos proponen o bien porque las informaciones proporcionadas en las
respuestas ayudan a los niños a elaborar nuevas y mejores soluciones.
b) La confrontación de puntos de vista (distintos y contradictorios) per se es
esencial en el conflicto sociocognitivo. Cuando los participantes tienen niveles
cognitivos diferentes asumen puntos de vista distintos (aunque tengan el
mismo nivel cognitivo), correctos o incorrectos, incluso cuando todos son
incorrectos, de todas formas ocurren mejoras en la ejecución de las tareas.
c) Es necesario que los niños cumplan ciertos prerrequisitos cognitivos (en
«transición») y también sociales (capacidad comunicativa, situación de
interdependencia, autonomía) para que puedan entender los puntos de vista y
argumentos de los otros y saquen mayor provecho de su intervención en los
conflictos sociocognitivos.
d) Dos situaciones no producen cambios significativos en las ejecuciones de
los participantes: cuando uno de ellos impone su punto de vista y los demás
se subordinan a él, y cuando se sostienen puntos de vista iguales sobre la
solución de la tarea.
e) Puede inducirse conflicto sociocognitivo en los pequeños cuando
interactúan con un adulto, a condición de que éste no actúe de forma impositiva
y lo haga más bien siguiendo una especie de «aproximación socrática». Así, el
adulto podrá replantear las respuestas de los niños, o las suyas cuando éstos
ceden rápidamente a sus presiones. El adulto puede recurrir a varias
estrategias, como presentar al niño respuestas diferentes de la suya (correctas
o incorrectas), o hacer cuestionamientos sistemáticos sin presentar ningún
modelo alternativo concreto.
En definitiva, las investigaciones sobre el conflicto sociocognitivo, a juicio
de Perret-Clermont y Mugny (1985, citado en Shubauer-Leoni 1986):
Llaman la atención sobre dimensiones a menudo soslayadas de la situación de
aprendizaje: rol estimulante de los iguales, del maestro o del adulto, importancia
de las confrontaciones de puntos de vista, ponen de manifiesto los efectos
subsiguientes para el individuo de un trabajo colectivo y la naturaleza
relativamente temporal de las diferenciaciones (décalages) en ejecución entre
poblaciones de alumnos, en consonancia con la dinámica social de la
construcción socio-cognitiva de las nociones, y de las relaciones entre actividad
de comunicación y estructuración de las informaciones (pp. 110-111).
No obstante, si bien como se señala en la cita anterior, existen importantes
implicaciones pedagógicas en las que se revaloran las situaciones de
aprendizaje y el trabajo colectivo, todavía hace falta indagar estos mismos
procesos en el contexto propiamente educativo para entender su alcance
verdadero. Lo que sí es un hecho es que, en el esquema teórico piagetiano,
esta veta de trabajo puede ser fructífera para una depuración de varios
supuestos del paradigma y al mismo tiempo, para desarrollar, sobre ellas,
derivaciones más interesantes para las situaciones educativas.
95
educativa antes mencionada.
Como señala Shubauer-Leoni (1986), siguiendo a Verret (1975) y a Chevallard
(1980, 1985), el profesor es el último eslabón de una serie de actores-intérpretes
y de una secuencia de procesos de descontextualización y recontextualización
de saberes específicos disciplinarios. Este proceso ha sido llamado «transposición
didáctica» y empieza con el «saber científico» y el investigador como primer
proceso y actor, respectivamente; el saber por distintas interpretaciones hechas
por diferentes actores, como los diseñadores y los formadores de docentes,
hasta que el' proceso termina con el profesor del aula, quien ha aprendido ese
«saber a enseñar» por medio de otros actores; el «saber a enseñar», a su vez,
tiene que ser objeto de aprendizaje por parte de los alumnos para transformarse
en un «saber enseñado». Obviamente, así como van cambiando los actores y
las formas de interpretación de los saberes en esa cadena compleja, también
van variando los contextos físicos e institucionales (p. ej. el laboratorio, los
centros de formación, el aula). De modo que en el aula (último contexto) tenemos
esa relación tripolar que el profesor debe manejar adecuadamente desde su
perspectiva.
Por un lado, es menester que el profesor entienda el conocimiento discipli-
nario que posee como un «objeto de enseñanza», como también es relevante
que lo conozca con profundidad (sus pecularidades disciplinares, su
psicogénesis, etcétera).
Por otro lado, es necesario que se enfrente al problema de cómo ese
«saber a enseñar» podrá transformarse en «saber enseñado», gracias a su
actividad intencional de enseñanza, y a la actividad de aprendizaje que
promoverá en el alumno, cuyo éxito tendrá que constatar. Así, es importante
que conozca a fondo los problemas y las características del aprendizaje
operatorio y del saber disciplinario específico que le toca enseñar; deberá
tener también conocimiento de las etapas y los estadios del desarrollo
cognitivo general, además de conocimientos didácticos específicos con una
orientación psicogenética y una serie de expectativas y suposiciones en torno a
la ocurrencia del acto educativo en una situación interpersonal e institucional.
Así, lejos ya de los planteamientos ingenuos que suponían que el profesor
piagetiano era un simple espectador pasivo de la «maduración cognitiva» o de
la «construcción maravillosa» de sus alumnos, la concepción prevalente ahora
va en la dirección antes señalada.
Todavía podemos señalar otras cuestiones que distintos autores han dicho
que tienen que ver con el papel del profesor, las cuales se consideran propias
del paradigma y no son excluyentes de la interpretación anterior.
El profesor debe asumir la tarea fundamental de promover una atmósfera de
reciprocidad, de respeto y autoconfianza para el alumno, y debe dar la oportuni-
dad de que el aprendizaje autoestructurante de los educandos pueda
desplegarse sin tantos obstáculos. Igualmente, esa atmósfera será el
contexto adecuado para propiciar actividades cooperativas propuestas
intencionalmente, que promuevan entre los alumnos los intercambios de
puntos de vista y el surgimiento de conflictos socio-cognitivos.
Por lo que toca a su figura de autoridad, el docente deberá reducirla en la
medida de lo posible, para que el alumno no se sienta supeditado a lo que él dice
cuando intente aprender o conocer algún contenido escolar y para que se fo-
mente en el alumno la dependencia y la heteronomía moral e intelectual. El pro-
fesor procurará respetar los errores (los cuales siempre tienen «un poco» de la i
respuesta correcta) y las estrategias de conocimiento propias de los niños, y no
deberá limitarse a exigir la mera emisión de la «respuesta correcta».
Según los trabajos de Piaget sobre el desarrollo moral (Piaget 1971a) y los
trabajos de Kamii en el aula (1982 y 1985), el profesor debe evitar el uso
arbitrario de la recompensa y el castigo (en términos de Piaget: «sanciones
expiatorias»), y tendrá que promover que los niños construyan sus propios
valores morales; así, sólo en las ocasiones en que sea necesario, hará uso de lo
que Piaget llamó «sanciones por reciprocidad», siempre en un contexto de
respeto mutuo. Piaget (1971a) distinguió entre ambos tipos de sanciones porque
consideraba que tenían efectos distintos en el desarrollo moral de los niños.
Para él las sanciones expiatorias son las que se basan en la inexistencia de
una relación «lógica» entre la acción que será sancionada y la sanción; esto
96
es, el vínculo entre ambas es totalmente arbitrario e impuesto por una persona
con autoridad. Obviamente estas sanciones se asocian con el fomento de una
moral heterónoma en el niño. En cambio, las sanciones por reciprocidad son
las que están directamente relacionadas con el acto acreedor de la sanción, y
su efecto es ayudar al niño a construir reglas de conducta morales mediante la
coordinación de puntos de vista (finalmente, esta actividad coordinadora es la
fuente de la autonomía tanto moral como intelectual).
Con base en los escritos de Piaget (1971a), pueden distinguirse varios tipos
de sanciones por reciprocidad: a) hacer al niño lo que él nos ha hecho; b) corre-
gir las consecuencias directas o materiales del acto; c) proponer la exclusión
temporal del grupo o de la situación que está perturbando; d) solicitar la resti-
tución del daño cometido; e) hacer una expresión de disgusto; f) quitar el objeto
que se ha maltratado. Cada una de ellas puede ser aplicable a distintas circuns-
tancias y, en esencia, todas presuponen que después de la realización de la
acción equivocada, y de que sea aplicada la sanción por reciprocidad, la
situación servirá a los niños para derivar una experiencia de aprendizaje a
partir de la consideración del punto de vista de los demás (especialmente de los
que se vieron afectados por el comportamiento anómalo del niño).
Las sanciones por reciprocidad están basadas en la llamada «regla de oro» 12
y deben ser utilizadas sólo en casos necesarios, como hemos dicho, siempre
en un ambiente de respeto mutuo entre el maestro y los alumnos.
Por último, respecto a la formación docente, es importante que ésta sea
congruente con la posición constructivista. Esto significa que si queremos formar
maestros de acuerdo con este planteamiento pedagógico, debemos permitir que
ellos abandonen poco a poco sus viejos roles y prácticas educativas
tradicionales (en la enseñanza, la interacción con los alumnos, etc.), qué se
creen los medios apropiados para su entrenamiento en los nuevos roles
constructivistas, y que ellos adopten, por convicción autoconstruida (no por
simple información sobre sus ventajas ni por imposición institucional), esta forma
de enseñar (véase Kamii 1985). Es necesario que el maestro constructivista
vaya explorando, descubriendo y construyendo una nueva forma de pensar en
la enseñanza (con la asesoría de una persona experta o un modelo de
formación constructivista), pues, de lo contrario, simplemente acatará órdenes
institucionales para cubrir cierto plan, que puede ser «constructivista», sin
actuar en congruencia directa con él. Respecto a este punto, también es
importante señalar que el maestro habrá de tener la oportunidad de participar
en el diseño y la elaboración de sus planes de trabajo y prácticas docentes, de
enriquecerlas con su propia experiencia, su creatividad y sus prácticas
particulares.
12
Esta regla dice: «No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti» y, al parecer, está presente en todas las grandes religiones de la
historia (Kamii 1982).
97
decirse que la relación que suscribe el paradigma establece un vínculo de
influencia recíproca entre ambos, aunque ciertamente, otorga al desarrollo un
lugar especial.
El desarrollo cognitivo alcanzado por un sujeto predetermina lo que podrá
ser aprendido (la lectura de la experiencia está determinada por los esquemas
y las estructuras que el sujeto posee), y el aprendizaje propiamente dicho
puede contribuir a lograr avances en el ritmo normal del primero. De hecho,
como lo ha señalado Castorina (1996), los mismos mecanismos de equilibración
gobiernan ambos procesos.
El tema del aprendizaje fue abordado por la escuela de Ginebra en dos
programas de trabajo claramente diferenciados aunque complementarios. El
primero fue elaborado a finales de los años cincuenta (se le dedicaron cuatro
volúmenes de los Estudios de epistemología genética) y pretendía analizar el
aprendizaje desde un punto de vista epistemológico. En dichos trabajos
interesaba analizar si era posible aprender y en qué condiciones de las
estructuras lógicas, y si esto implicaba mecanismos parecidos a los
demostrados en las coordinaciones operatorias propias del desarrollo.
Más de una década después, Inhelder y un grupo de investigadores realiza-
ron varios estudios con la finalidad de completar el panorama propuesto en los
trabajos anteriores. Empero, también tenían la intención más amplia de indagar
cuestiones relativas a «los mecanismos de construcción cognitiva, sobre todo
en los momentos cruciales de transición entre un estadio y el siguiente» (Coll
y Martí 1990, p. 127). Entre los temas de interés más específico destacaba el
deseo de estudiar el papel que desempeñan los procesos de ejercitación y las
experiencias de aprendizaje en la adquisición de las nociones operatorias y/o
en la aceleración del ritmo del desarrollo.
Tanto los estudios de la primera generación, como los del grupo encabezado
por Inhelder, siguieron un diseño muy similar, basado en evaluaciones iniciales
y finales de los sujetos (utilizando tareas piagetianas) en condiciones control y
experimental13 (véase Moreno 1993). Los resultados de estas investigaciones son
complejos y variados; los principales con implicaciones educativas, podrían
resumirse en los siguientes puntos (Coll y Martí 1990):
a) De acuerdo con los resultados de las dos series de investigación sobre el
aprendizaje, se demuestra que es posible adquirir nociones operatorias por me-
dio de sesiones de aprendizaje. Es posible entonces alterar o «acelerar» el
ritmo normal de adquisición de las construcciones operatorias.14
b) El aprendizaje operatorio depende de la disposición cognitiva inicial de
los sujetos (el nivel de desarrollo logrado). Esto quiere decir que los sujetos que
más avanzan son los que ya tenían, de antemano, cierto camino recorrido en
sus construcciones operatorias, las cuales fueron potenciadas por las
sesiones de aprendizaje.
c) Las actividades que demostraron mejores resultados en la adquisición de
nociones operatorias fueron las que implicaban experiencias de tipo lógico-
matemático (los ejercicios operatorios). Las basadas en experiencias físicas o
en otros recursos (el reforzamiento, la simple imitación, la manipulación libre y
las constataciones perceptivas) no produjeron cambios relevantes en la
13
Los estudios de finales de los años cincuenta (p. ej. los trabajos de Morf, Greco, Wohlwill y Smeds-lund)
se inician con una evaluación previa para clasificar a los sujetos según el tipo de respuestas dadas a la tarea de
conservación. En la fase experimental, se ofrecían experiencias de aprendizaje sobre la misma tarea de evaluación,
que podrían ser de tres tipos: a) manipulaciones libres, b) constataciones repetidas: por ejemplo, en una tarea de
conservación de líquidos, comprobar que volviendo a hacer el trasvase al primer recipiente se demuestra que es la
misma cantidad de líquido, y c) ejercicios operatorios: los sujetos hacían algunas actividades que implicaban
similitud o relación lógica con la solicitada en la tarea, como en el caso de tareas de conservación de colecciones
discretas, los sujetos podían ejecutar sumas o restas simples con las unidades. La evaluación final de los sujetos se
hacía con la intención de determinar los progresos ocurridos como producto de las experiencias de aprendizaje; en
este caso se verificaba la naturaleza de las respuestas conseguidas, por ejemplo, comprobar el grado de justificación
y argumentación sostenidas, la generalización a situaciones isomorfas y la capacidad de «resistencia a la extinción»
usando, por ejemplo, contrasugerencias. En los estudios de Inhelder y sus colaboradores, en la fase experimental de
las actividades de aprendizaje, resalta el planteamento de la inducción de conflictos cognitivos entre los esquemas
que poseen los sujetos; en estos estudios se incluyeron dos evaluaciones finales (para valorar el alcance de los
progresos cognitivos logrados).
14
Hay que señalar que, según el propio Piaget, el problema de cómo acelerar el desarrollo cognitivo (el problema americano) no constituía para
él una cuestión central; mucho más interesante le parecía, como señala la propia Duckworth (1988), acercarse de cara al problema de cómo
podríamos hacer para que el desarrollo fuese lo más lejos posible (en amplitud y en profundidad). Esto es, promover el desarrollo cualitativa y
no cuantitativamente
98
adquisición de estructuras lógicas.
d) La inducción de conflictos cognitivos en los sujetos provoca la
dinamización de los procesos de equilibración que conducen a su vez a
progresos en la construcción operatoria. En realidad, no todos los sujetos
logran tomar conciencia de las contradicciones planteadas (no hay cierta
disposición cognitiva en ellos, en el sentido del punto
e), mientras que en los que sí logran tematizarlos ocurren los resultados
señalados. Por lo tanto, según estos estudios, el conflicto cognitivo demostró ser
un instrumento valioso15 para provocar cambios cognitivos en los sujetos.
15
La gran pregunta que viene a continuación es si el conflicto es la única vía para el aprendizaje de nociones operatorias. De acuerdo con
una investigación de recopilación y análisis hecha por Carretero (1985, citado en Moreno 1993), en varias investigaciones parece haberse
demostrado que los siguientes procedimientos son igualmente fructíferos, a saber: a) el análisis de tareas (enseñanza ciudadosa de los
componentes que intervienen en la tarea), b) entrenamiento de la atención y la per cepción (entrenamiento para que los sujetos no se dejen
llevar por las apariencias); c) procedimientos verbales (enseñanza de reglas verbales, por ejemplo, para el caso de la inversión: «los efectos de
una transformación puede negarse por una transformación opuesta»). Estos procedimientos han demostrado ser válidos y han salido airosos de
los criterios exigidos por los mismos piagetianos (p. ej. resistencia a la contrasugerencia y generalización de las respuestas). Este autor señala
que a pesar de haber ciertas evidencias en favor del reforzamiento y el modelado (p. ej. observar por medio de una filmación la ejecución de la
tarea por parte de una persona adulta), tales procedimientos no parecen solventar los criterios anteriores. No obstante, los efectos de estos
entrenamientos también parecen estar sujetos a la cierta disposición cognitiva previa del sujeto (no se puede construir una estructura más
compleja sino a partir de otra más simple) para que ocurran los supuestos aprendizajes. Por otro lado, pero en torno a la misma pregunta,
Fernández y Melero (1995) hacen un análisis interesante sobre las investigaciones críticas realizadas acerca del conflicto cognitivo y,
especialmente, del sociocognitivo (p. ej. los estudios de D. Kuhn, Ames, Murray, Zimmerman y Karmiloff-Smith) en el que parecen concluir
que, respecto del segundo (e implícitamente del primero), es sólo una de las posibles situaciones de interacción que promueven cambios
cognitivos.
99
hacerla más educativa y valorar así sus auténticas posibilidades.
b) A partir de los distintos contenidos escolares deberán plantearse, en la en-
señanza, situaciones problemáticas que demanden y favorezcan en los
alumnos
un trabajo reconstructivo de dichos contenidos.
El quid de esta afirmación consiste en propiciar, a través de problemas o
situaciones desafiantes, el uso y la movilización de las competencias cognitivas
(esquemas, hipótesis, actividad autoestructurante, etc.) de los alumnos para
promover interpretaciones cada vez más ricas, en amplitud y profundidad, de los
contenidos escolares de que se trate. De hecho, partir de situaciones que
planteen interrogantes a los alumnos o que los induzcan a que ellos mismos se
las planteen (como decía Bachelard (1979) en sus célebres escritos: «todo
conocimiento siempre es una respuesta a una interrogante»). Lerner hace dos
comentarios relevantes sobre la naturaleza de esos problemas para que
desemboquen en la intención señalada. La primera se refiere a que los problemas
sugeridos tengan sentido para los alumnos y que, al mismo tiempo, vayan un
poco más allá de los esquemas o interpretaciones que ellos ya poseen; y la
segunda se refiere a que se expongan de forma abierta, de manera que los
alumnos puedan tomar decisiones y construir creativamente vías diferentes
pero que tengan que ver con la solución esperada. Por supuesto, es igualmente
valioso que se dé a los alumnos la oportunidad de plantearse preguntas de
interés sobre una determinada disciplina o parcela de la realidad, para que ellos
prueben sus propias hipótesis, explicaciones, propuestas de aproximación
metodológica, etcétera (véase Kamii y DeVries 1983).
Sobre la primera cuestión se han pronunciado también Coll y Martí (1990)
cuando invocan la llamada estrategia del desajuste óptimo, la cual enfatiza la
interacción entre los contenidos, las estructuras cognitivas y los mecanismos de
equilibración del alumno. Las tareas o problemas que se presenten a los alum-
nos deberán tener una distancia cognitiva apropiada para que puedan
«disparar» una actividad asimiladora significativa que les provoqué un
desequilibrio cognitivo óptimo, el cual, gracias a la actividad reconstructiva,
deberá ser adecuadamente subsanado.
La clave consiste en plantear apropiadamente la «distancia cognitiva» entre el
problema y la capacidad cognitiva del alumno, porque una tarea demasiado
«cercana» a sus capacidades cognitivas de comprensión, que son las que dictan
las estructuras, puede no provocar ningún desequilibrio cognitivo y, por
consiguiente, no movilizar los procesos de reequilibración y reconstrucción; de
igual modo, una actividad demasiado «alejada» puede no producir ningún
desajuste cognitivo o provocar uno demasiado fuerte que deje al alumno en una
situación de total incomprensión. Obviamente, esto implica que el profesor sepa,
a la hora de sugerir las tareas y experiencias didácticas, cuáles pueden ser las
que promuevan tal desajuste óptimo, lo cual a su vez requiere que conozca
mínimamente en que «momento cognitivo» se encuentran los alumnos y posea
un conocimiento apropiado de la psicogénesis de los contenidos. El conocimiento
apropiado de la psicogénesis de los contenidos y de cómo éstos se estructuran
en el dominio particular de conocimiento (así como de su forma de organización
dentro del plan pedagógico) puede constituir un entramado valioso para el
profesor. En especial, el conocimiento acerca de cuáles son los distintos
momentos de construcción progresiva por los que transitan los niños antes de
lograr una interpretación socialmente aceptada, debe ser un sustrato conceptual
imprescindible para plantear problemas estratégicamente, de manera que
provoquen desajustes óptimos y animen a los alumnos a elaborar nuevas y más
ricas interpretaciones.
c) Deben promoverse las situaciones de diálogo e intercambio de puntos de vista
en torno a los problemas y situaciones desafiantes planteados.
En una sección anterior de este capítulo se insistió en la importancia del
intercambio de puntos de vista entre iguales, o incluso con un adulto (con tal
de que éste no anteponga su figura de autoridad), para la promoción de con-
flictos sociocognitivos estructurantes de ciertas nociones operatorias, así como
100
para la solución de problemas y del aprendizaje de ciertos contenidos escolares.
Vale la pena ahora considerar algunas implicaciones educativas concretas de
esos trabajos:
• Que durante la situación didáctica el profesor propicie un clima de respeto,
en el que se pueda opinar con libertad sobre los contenidos o ideas que sugiera
el profesor y/o los alumnos. Es importante, como dice Lerner, que el docente
«no convalide de entrada lo correcto» (p. 102), porque de lo contrario, los
alumnos usan continuamente como referente lo que el profesor acepta o
rechaza, y esto afecta la naturaleza de sus participaciones y argumentaciones.
• Proponer actividades concretas de trabajo cooperativo, de discusión y
reflexión, relacionadas con los problemas que promuevan las actividades de
reconstrucción de los contenidos. Se deberá formar grupos pequeños (incluso
parejas), heterogéneos (cognitivamente) en su constitución, cuyos miembros
puedan rotar continuamente de uno a otro grupo, y que en todo momento
estén supervisados, orientados y asistidos por el docente. Las actividades en
pequeños grupos son mejores si el docente sabe por qué y para qué las utiliza;
una actividad en pequeños grupos por sí misma no garantiza experiencias y
productos deseables.
d) En la enseñanza se deben orientar los procesos de reconstrucción que rea-
lizan los alumnos sobre los contenidos escolares. Se deberá aportar a los alum-
nos toda la información que se considere necesaria, siempre y cuando sirva al
progreso de la actividad reconstructiva de los alumnos.
En momentos oportunos, es preciso que el profesor retome su papel de
informante, por ejemplo, cuando los procesos espontáneos y las discusiones
entre los compañeros no progresen, encuentren resultados ambiguos o
avancen en una dirección no deseada.
En un sentido similar, varios autores (entre ellos Díaz Barriga 1987 y Lawson
1994) han propuesto16 la idea de que la situación de enseñanza debe verse
configurada en ciclos compuestos de varias fases o momentos educativos. En
un primer momento se daría oportunidad de que los alumnos desarrollaran
actividades de descubrimiento y discusión libremente, interactuando con los
objetos y con los problemas referidos a los contenidos escolares según sus
propios medios y conceptualizaciones espontáneas. En un momento posterior,
y agotada la fase previa, el profesor introduciría una nueva fase de
formalización o de confrontación de los alumnos con un saber más
institucionalizado, proporcionado por él mismo. El corolario que se desprende
de estas propuestas, y que constituye la sugerencia práctica sería: dejar que
los alumnos primero procedan con sus propios recursos e intereses para
aproximarse a los contenidos que se pretenden enseñar, de manera que
logren cierta comprensión o que se formen un bagaje nocional, y solamente a
partir de ese momento introducir los conceptos y las explicaciones de nivel
formal con la intención de demostrar su potencialidad y validez científica y
formal.
Durante las intervenciones didácticas, en la mayor parte de las mismas, con-
viene que el profesor proceda examinando, interrogando y explorando las opinio-
nes de los alumnos. Dicha actividad deberá estar encaminada a hacer
progresos en las hipótesis e interpretaciones de los alumnos. Preguntar,
cuestionar, contraargumentar, inducir, sistematizar, etc., son actividades tan
valiosas como informar. Por último, podrá sugerir y proponer formas de trabajo
apropiadas según el tipo de contenido, momento de construcción o forma de
participación, que los alumnos no puedan desarrollar por sí mismos, con el fin
de crear situaciones más propicias para el desarrollo de reconstrucciones más
adecuadas del «saber a enseñar».
16
Según Lawson (1994), el ciclo de aprendizaje fue definido desde finales de los años sesenta a tra vés de tres fases: a) exploración, b)
invención y c) descubrimiento. Debido a las dificultades que los profesores manifestaban para entender los dos últimos términos, se decidió
referirse a las fases como exploración, introducción de conceptos y aplicaciones de conceptos.
101
4.5.7 Concepción de la evaluación
Durante cierto tiempo se pensó que las tareas piagetianas podían fungir como
un recurso adecuado para evaluar el nivel de desarrollo cognitivo producido por
la instrucción impartida (Coll y Martí 1990). Tal uso de las tareas piagetianas
como recurso evaluativo (lo que de entrada resulta de dudosa justificación,
porque son situaciones desarrolladas para fines de investigación y de
exploración) emparenta muy claramente con los planteamientos antes
criticados los cuales suscriben que los contenidos escolares deben reducirse a
la enseñanza de las nociones operatorias. También se relaciona con la idea de
que el desarrollo de determinadas nociones puede influir de un modo decisivo en
el aprendizaje de ciertos contenidos, por lo que es necesario determinar o
evaluar el grado en que éstas se han conseguido para predecir el éxito del
aprendizaje de los segundos.
Sin duda, la primera acepción resulta muy criticable por las razones señala-
das (véase la sección 7.5.2). La segunda, en cambio, parece más defendible
porque, como se ha demostrado fehacientemente en diversos estudios no sólo
de este paradigma sino incluso de otros, el desarrollo influye en lo que puede
ser aprendido, siempre y cuando se sostengan otras cuestiones adicionales:
a) El desarrollo influye en calidad de necesario más no de suficiente.
b) Las edades relacionadas con la psicogénesis sobre las nociones no es
una cronología estática, por lo que su uso debe tomarse con cierta precaución.
c) Las edades aproximadas sobre momentos cruciales del desarrollo pueden
ser utilizadas como puntos de referencia general para decidir sobre la posible
introducción o la organización de una secuencia de determinados contenidos o
experiencias supuestamente asociados con ciertas nociones operatorias (este
último comentario debe ser tomado con ciertas reservas porque las relaciones
entre nociones operatorias y contenidos escolares no siempre ha quedado del
todo clara).
El trabajo de los británicos Shayer y Adey (1984), para tratar de encontrar
una relación entre los esquemas operatorios de tipo concreto y formal, y ciertos
conceptos pertenecientes al campo de la física y la biología, ha arrojado
algunos resultados interesantes que son factibles de usar en la formulación de
objetivos, en la organización de los contenidos (por relaciones temáticas) y, por
supuesto, en las actividades de evaluación.
Como señalan Coll y Martí (1990), de cualquier manera el empleo de pruebas
operatorias para establecer una evaluación operatoria no es tan fácil y puede
resultar complejo por varias razones: exigiría, de parte de los docentes, una
serie de conocimientos sobre los estadios de las nociones operatorias por
valorar, así como un manejo adecuado del método clínico-crítico; además re-
queriría que los profesores contasen con una buena cantidad de tiempo para
realizar evaluaciones de tipo individual, cuando se sabe que generalmente se
enfrentan a grupos numerosos y, por último, sería necesario realizar cierta
estandarización y tipificación de las respuestas que plantean los
procedimientos o tareas de evaluación.
Es de mayor interés, sin duda, la opción de utilizar una evaluación derivada
directamente de los estudios realizados sobre las distintas interpretaciones que
los niños van construyendo en relación con determinados contenidos escolares.
Por ejemplo, es evidente que el conocimiento valioso conseguido en torno a la
descripción psicogenética de la lengua escrita (véanse Ferreiro y Teberosky
1979 y Ferreiro 1989) puede proporcionar importantes claves o pautas para
saber cómo los niños van progresando en la reconstrucción de este saber
sociocultural. La confección y el diseño de ciertas actividades que se soliciten
al niño (escogidas estratégicamente), en conjunción con una serie de criterios
informativos del proceso de construcción, pueden servir para identificar los
progresos cognitivos de los niños en relación con algún dominio del
conocimiento cuya psicogénesis se tenga bien documentada. No hay que
102
olvidar tampoco la lógica del método clínico-crítico para explorar las
concepciones de los niños, aunque con un fin menos riguroso y más educativo.
Desde esta perspectiva, en efecto, se puede constatar que la evaluación se
centra menos en los productos y más en los procesos relativos a los estados
de conocimiento, hipótesis e interpretaciones logrados por los niños en relación
con dicha psicogénesis, y en cómo y en qué medida se van aproximando a los
saberes según una interpretación aceptada socialmente. Los resultados de la
evaluación serían fundamentalmente orientaciones y serían útiles tanto para
que el alumno o los alumnos reflexionasen sobre sus propios procesos y
avances logrados, como para que el profesor valorara la eficacia de las
estrategias didácticas propuestas, así como las que podría utilizar en
momentos posteriores.
:
En torno a los instrumentos o técnicas evaluativas a los que recurra, son váli-
dos todos los que informen principalmente del proceso de construcción de los con-
• tenidos escolares. El profesor puede emplear distintas estrategias: registros de
progreso, análisis de las actividades grupales, estudio de las formas de solución
a las situaciones problemáticas que se plantean, etc. Respecto de los
exámenes, no se consideran un buen recurso según su forma tradicional de uso.
Con la claridad que 1 lo caracterizaba, Piaget (1974) hizo algunos comentarios
en torno a ellos que, de hecho, nos pueden sugerir algunas ideas en relación con
los aspectos que se deben privilegiar en la selección y el uso de técnicas
evaluativas, a saber:
Los dos defectos esenciales del examen son, en efecto, que no obtiene
generalmente
resultados objetivos y que se convierte fatalmente en un fin en sí mismo [...]. El
examen escolar no es objetivo, en primer lugar porque implica siempre una
parte de suerte, pero además y sobre todo porque se basa en la memoria más
que en las
capacidades constructivas del alumno (como si éste estuviera condenado a no
poder utilizar nunca más sus libros al salir de la escuela) [...]. El examen escolar
se convierte en un fin en sí mismo porque domina las preocupaciones del
maestro en
lugar de favorecer su vocación natural, la de despertar conciencias e
inteligencias,
y porque orienta todo el trabajo del alumno hacia el resultado artificial
constituido
por el éxito en las pruebas finales en lugar de intentar apoyarse en sus
actividades
reales y en su personalidad (p. 33).
Entre las aplicaciones del programa constructivista psicogenético podemos
encontrar un sinnúmero de aplicaciones e implicaciones educativas; de ellas
esbozaremos aquí unas cuantas que tienen vigencia.
a) Los programas de educación inicial. Como ya hemos señalado, la educación
inicial (preescolar y básica) ha sido un campo privilegiado por lo piagetiano; para
ellos se han desarrollado propuestas curriculares completas con distintos matices,
entre las que sobresalen, sin duda, la propuesta del grupo de Weikart del currículo
con orientación cognitiva (Fundación Highscope) (véase Homan et al. 1984), y la
propuesta de Kamii y DeVries (véanse DeVries y Kohlberg 1987; Kamii 1982, 1985;
Kamii y DeVries 1983, 1985). Ambas empezaron en el nivel preescolar y se han
extendido al nivel inmediato superior; actualmente continúan desarrollándose y
divulgándose en varios países del orbe.
b) Las propuestas de investigación y enseñanza de contenidos escolares. Para
rebasar las propuestas simplistas e ingenuas de las primeras aplicaciones de la
teoría, se han generado investigaciones que con cierto grado de éxito han
indagado sobre la psicogénesis de los distintos contenidos escolares.
1) Sin duda, la primera en este sentido, fue el área de la lecto-escritura gracias
a los trabajos innovadores de Ferreiro y Teberosky. Los estudios se han
continuado en los últimos veinte años, y han generado una línea caudalosa
103
de experiencias y propuestas concretas que se renuevan constantemente en
diversos países (véase Ferreiro 1989).
2) Lo mismo vale para la educación matemática, en la que los trabajos de
Vergnaud, Brun, Kamii y otros han desembocado en el esclarecimiento de
la psicogénesis de varios conceptos matemáticos relevantes y en la propuesta
de formas concretas de enseñanza. De éste como del anterior, ya hemos
dado algunos detalles antes en el capítulo.
3) El campo de la enseñanza de las ciencias naturales también ha resultado de
mucho atractivo y altamente fructífero para los piagetianos. Podemos
encontrar al menos dos tendencias o influencias en este dominio: a) las
propuestas que se manejaron en la ortodoxia, propias de las décadas de
los sesenta y los setenta, por ejemplo: el proyecto «Science Curriculum
Improvement Study» (dirigido principalmente por R. Karplus y A. Lawson), la
propuesta del Australian Science Education Proyect, el proyecto «Science
5/13», la experiencia del Cognitive Acceleration Through Science Education y,
por último, la propuesta del grupo ÁSTER (encabezado por A. Giordan y J.P.
Astolfi) del Instituto Nacional de Investigaciones Pedagógicas de París (véanse
Gutiérrez et al. 1990 y Shayer y Adey 1984); no debemos olvidar tampoco los
trabajos innovadores de enseñanza de la ciencia de Duckworth (véase
Duckworth 1988 y 1991); y b) la influencia de la propuesta piagetiana como
propulsora del desarrollo de la investigación sobre concepciones
alternativas y los estudios sobre cambio conceptual (véanse Gil 1994 y
Gutiérrez et al. 1990).
4) La enseñanza de las ciencias sociales. El campo de la enseñanza de las
ciencias sociales, entre las que destaca la historia, ha producido propues-
tas interesantes durante los años setenta y los ochenta. Resaltan los
trabajos de Lúe, Hallam y la idea del proyecto «Historia 13/16», así como
los trabajos realizados en España encabezados por Carretero,
especialmente durante los años ochenta (véase Carretero, Pozo y Asensio
1990). También resultan muy valiosos, por sus indudables implicaciones
educativas en ciencias sociales, los trabajos realizados sobre el estudio
de nociones sociales, económicas y políticas en la infancia y la
adolescencia, entre los que destacan, en nuestro idioma, los realizados
por el grupo de Delval en la Universidad Autónoma de Madrid (véanse
Delval 1988, 1989; Delval, Enesco y Navarro 1993; Enesco y Navarro
1996), los del grupo de J.A. Castorina (Castorina y Aisemberger 1992), y
los del grupo de la Universidad Nacional Autónoma de México (Díaz
Barriga et al. 1991).
5) La enseñanza de la moral. A partir de los trabajos sobre el juicio y el
razonamiento moral, realizados por el joven Piaget a principios de la
década de 1930 (Piaget 1971), se han desprendido varias propuestas
educativas tendientes a la promoción de la autonomía moral en los
educandos. Pueden distinguirse con relativa facilidad dos tipos de
experiencias en los intentos por utilizar estos escritos piagetianos
(Kohlberg y Lickona 1987). Por un lado, se encuentran las propuestas que
intentan fomentar en los alumnos los juicios y el razonamiento moral a
través de la discusión entre; compañeros de una colección de dilemas
morales que se les plantean previamente. Estas experiencias, de inicios
de los años setenta, fueron criticadas por el artificialismo inherente a la
situación que plantean los dilemas, el verbalismo en el que se basa la
situación educativa y la no exigencia o incitación a la aplicación de su
razonamiento moral en su conducta personal y grupal. El segundo tipo de
experiencias, más reciente por cierto, propuso que la mejor forma de
promover la construcción del razonamiento moral en los alumnos era
haciéndolos partícipes de una «comunidad justa» dentro del aula. En
dicha comunidad se debía incitar a los alumnos a involucrarse en la
construcción de las reglas de la vida social necesarias para el salón de
clases, en la toma de decisiones en grupo bajo relaciones de
104
reciprocidad, y en la solución de conflictos o discusiones emergentes que
plantean situaciones de convivencia y de tipo moral (véase Kohlberg y
Lickona 1987).
c) Por último hay que mencionar, en el campo de la informática educativa, la
propuesta de Papert del lenguaje LOGO y su familia de derivados, como una propuesta
de un entorno alternativo (los «micromundos») en el que el alumno/usuario toma
toda la iniciativa y da rienda suelta a su creatividad y al desarrollo de —según la
expresión del propio Papert— «ideas poderosas» para explorarlas y reflexionar
sobre sus implicaciones en ese contexto facilitador (véase Solomon 1987).
El legado de la psicología genética a la educación, aunque éste no ha sido su
campo de interés principal, es enorme y muy influyente. Las ideas de Piaget y
susseguidores forman parte del bagaje psicológico y pedagógico actual. Piaget ha
contribuido mucho al desarrollo de las nuevas generaciones de planteamientos
constructivistas que provienen y que integran ideas de varios paradigmas (entre
los que destacan los provenientes de las corrientes cognitiva y sociocultural), que
tienden a confluir en la actualidad (aunque mucho tendrá que hacerse por
esclarecer sus diferencias y peculiaridades de origen, así como el tipo de
planteamientos de integración que proponen). No cabe duda de que el
planteamiento de una educación constructivista sintoniza con toda la tradición
pedagógica de escuelas alternativas que tienen un caudal de experiencias —
muchas veces desconocido— del que podrán nutrirse unos y otros, en
conjunción, por supuesto, con los nuevos desarrollos que vayan surgiendo del
paradigma y de otros afines.
105
CAPÍTULO V
DESCRIPCIÓN DEL PARADIGMA SOCIOCULTURAL Y SUS
APLICACIONES E IMPLICACIONES EDUCATIVAS
INTRODUCCIÓN
106
y normas psicológicas en el campo pedagógico, en parte quizá por intereses
prácticos, manifestados por sus compromisos y convicciones de coadyuvar
activamente en el proceso histórico de la construcción de una sociedad nueva, y
también, en parte, por el interés teórico-académico de buscar afanosamente
la comprensión y la mejora de las distintas situaciones y prácticas educativas
(educación básica, educación especial y educación científica).
Por último, otras importantes cuestiones que seguramente influyeron en el
desarrollo de su paradigma, y, por ende, en su concepción de la educación, son
las siguientes: una amplia formación adquirida en distintas disciplinas sociales
(historia, economía política) y humanas (filosofía, lingüística, literatura, teatro), así
como el contexto y el momento histórico de la época posrevolucionaria del fervor
socialista, en la cual desarrolló su obra. Quizá estas dos situaciones le
permitieron reflexionar de una forma original en torno a las relaciones entre
contexto sociohistórico, cultura, educación y psiquismo. La situación de
movimiento generalizado que se vivía en la entonces Unión Soviética, con gente
comprometida por levantar al país de las ruinas en que se encontraba
después de la Revolución de Octubre, de sacarla adelante de las
confrontaciones de la guerra civil y de construir un nuevo régimen sociopolítico,
provocó una atmósfera intelectual muy especial que sin duda impulsó y animó el
desarrollo de los trabajos que Vigotsky y su grupo (lo que después sería la
«escuela de Moscú») realizaron en el campo de la educación.
Para varios autores, la construcción del paradigma sociocultural se
esquematiza en líneas muy generales y, por lo tanto, se considera aún
inacabado; no obstante, como dice Blanck (1993) «es perfectamente
habitable». En tales condiciones y a pesar de lo promisorio que pudiera
parecer para el caso educativo, son necesarias nuevas investigaciones en los
distintos contextos y escenarios educativos, inspiradas por una lectura crítica
del paradigma, para que se corroboren y profundicen sus hipótesis principales
y para que también sirvan para impulsar prácticas educativas innovadoras
más potentes y amplias que las que actualmente se ofrecen.
ANTECEDENTES
5
Son evidentes estas influencias en sus conceptualizaciones sobre: lo genético, la mediación instrumental, el desarrollo de las funciones
psicológicas superiores y en su concepción sobre la solución monista al problema del conocimiento.
107
b) Durante toda su vida demostró un profundo interés por la literatura y el tea-
tro. Desde pequeño solía estudiar y aprender poemas de memoria,
especialmente los de aire trágico (se sabe que Vigotsky seleccionaba algunos
versos que abreviaban y capturaban la esencia temática del poema, para luego
aprenderlos y recitarlos). En la literatura y la lingüística, Vigotsky se interesó
(gracias a su primo, el filólogo y crítico D. Vigodsky) en el estudio de la
escuelas literarias vigentes, en particular, los «formalistas» rusos (entre los
que destacaban Shklovsky y Jakobson); asimismo, asimiló las aportaciones de
lingüistas como Potebnya (en particular de su texto titulado: Pensamiento y
lenguaje) y a partir de éste, del pensamiento de von Humboldt en relación con las
cuestiones sobre pensamiento, lenguaje y cultura. Por último, a Vigotsky también
le interesó especialmente la teoría dramatúrgica de Stanislavsky, que ponía de
relieve la importancia del subtexto emotivo en la representación del artista.6
Posteriormente, continuó el desarrollo de su vida académica formal; ingresó
en la Universidad Imperial de Moscú, después de salvar algunas dificultades por
su origen semítico, con la finalidad de estudiar derecho; al mismo tiempo, cursó
estudios en la Universidad Popular Shaniavsky. En la primera institución
universitaria se graduó como abogado, mientras que en la segunda, según
Wertsch (1988), no obtuvo ningún grado. Lo que es incuestionable es que,
gracias a los estudios simultáneos realizados en ambas universidades, Vigotsky
obtuvo una sólida formación en distintas disciplinas como la filosofía, la historia,
la literatura y la psicología (Blanck 1993, Wertsch 1988). Terminados sus
estudios, en 1917 regresó a Gomel a impartir cursos sobre literatura y
psicología. Así pasó siete años de densa actividad docente y cultural, y entre
sus actividades destacan: haber fundado un laboratorio de psicología en la
Escuela Normal de Gomel y haber dictado algunas conferencias sobre
psicología de la educación (ocupó un puesto de profesor en dicha institución),
las cuales fueron retomadas posteriormente en el libro del que fue coautor,
titulado Psicología pedagógica (1926);7 además, durante este periodo, su labor
de docente fue extensa, enseñó simultáneamente historia del arte en el
Conservatorio y literatura en la Escuela de Trabajo, así como en escuelas de
adultos y en cursos de formación de profesores. Hay que mencionar también
otros dos hechos de gran importancia: el primero se refiere a la involucración
total de Vigotsky en la vida de la Unión Soviética posrevolucionaria: participó
activamente en las tareas de reconstrucción de ese país, según lo que él sabía
hacer, y profundizó su estudio sobre los escritos marxistas (filosofía y economía
política); el otro hecho se refiere a que a principios de los años veinte sufrió la
primera crisis de la enfermedad infecciosa que varios años después lo llevaría a
la muerte.
Durante los siguientes años, Vigotsky cruzó por la psicología, según la acer-
tada expresión de Riviére (1985), como una «furia veloz», y en tan sólo diez años
de actividad creadora que le quedaba de vida, Vigotsky desarrolló una construc-
ción teórica sui generis para la psicología de su época y que, sesenta años des-
pués, continúa sorprendiendo a propios y extraños.
Mil novecientos veinticuatro fue el año en que Vigotsky hizo su aparición en
las comunidades especialistas de psicólogos; fue en el segundo congreso de
psiconeurología celebrado en Leningrado con una conferencia audaz titulada
Los métodos de investigación reflexológicos y psicológicos (véase Vigotsky 1926a)
en la que propugnaba por una psicología centrada en el estudio científico de la
conciencia, que debía tomar como base filosófica el enfoque marxista. Las
consecuencias de este hito, en la vida personal y científica del autor soviético y
en la naciente psicología marxista soviética, son harto conocidas. Nada volvió a
ser igual. A raíz de este hecho, Vigotsky se incorporó al Instituto de Psicología
de Moscú entonces dirigido por Kornilov (fundador de la reactología). 8 Ahí,
6
También se perciben muchas de estas aportaciones en las ideas que Vigotsky plasmó en su obra Psicología del arte y en sus
conceptualizaciones sobre las relaciones entre pensamiento y lenguaje, lenguaje interno, etcétera.
7
Antes de esta obra Vigotsky ya había escrito varios documentos de importancia: por un lado se encuentran sus publicaciones sobre la
cultura y la poesía hebrea (escritos en 1916 y otros posteriormente) en la revista Camino Nuevo, además, por supuesto, de las obras sobre la
tragedia de Hamlet y la Psicología del arte (esta última fue presentada como tesis doctoral en Moscú en 1925).
8
Vale la pena señalar que después de la revolución se acentuaron las querellas por hacer de la psicología una disciplina compatible con la
ideología del nuevo régimen (véanse García Vega 1993, Rosa y Montero 1993). A grandes rasgos, hay que recordar que a finales de los años
veinte había tres tendencias: a) la primera representada por Chelpanov (quien fue director del Instituto de Psicología Ex perimental de Moscú,
108
conoció a dos de sus más fecundos colaboradores y precursores de la que sería
la escuela de Moscú: A.R. Luria y A.N. Leontiev. Juntos formaron la legendaria
troika que influyó tanto en el desarrollo de la psicología soviética posterior (véase
García 1993). A ésta, unos años después, se uniría la piatorka, integrada por
Bozhovich, Levina, Morozova, Slavina y Zaporozhets.
Por aquellos años, Vigotsky tenía la firme convicción de reconstruir la
psicología sobre bases marxistas, pero no a la manera doctrinal y unidireccional
como se venía haciendo por otros en esta disciplina (por ejemplo, Kornilov), o
según la manera ingenua o simplista en que se había entendido el marxismo
(como en el caso de la elaboración del manual «oficial» del materialismo
dialéctico desarrollado en aquel entonces por Bujarin). Su propuesta era más
original, aunque también más desafiante. La idea central de Vigotsky consistía
primero en desarrollar una especie de metateoría psicológica que, stríctu
sensu, no podía derivarse unilateralmente de la filosofía marxista, sino más bien
de la realización de un trabajo sistemático de reflexión de las «psicologías», así
como de la construcción teórico-metodológica de una serie de principios y
categorías conceptuales (un marco teórico general) derivados del conocimiento
psicológico adquirido hasta entonces; así, antes de desterrar apresuradamete
las demás corrientes y propuestas psicológicas, había que hacer una
asimilación crítica (una auténtica desobjetivación, en el sentido hegeliano) de
sus aportaciones. La solución, entiéndase, no consistía en proponer un
eclecticismo de principios psicológicos de diversa procedencia; más bien, en un
análisis críticoepistemológico hecho con profundidad el cual desembocaría en
tal metateoría y, con base en ella, empezar a desarrollar una genuina psicología
marxista (véanse Blanck 1993, Kozulin 1994, Leontiev 1991, Riviére 1985, Vila
1990). Todas estas ideas, junto con el profundo análisis epistemológico, teórico
y metodológico de cada teoría de la disciplina y el recuento minucioso de la
naturaleza de la crisis que, según él, imperaba en aquellos años en la
psicología, se encuentran contenidas en su genial obra El significado histórico de
la crisis de la psicología, publicado en 1927 (véase Vigotsky 1927).
A_partir de entonces, la principal influencia que le da unidad y sustento a .su
obra son los escritos del materialismo dialéctico e histórico de Marx y Engels, de
los que fue un profundo conocedor. Poco a poco se sucedieron las
investigaciones psicológicas en masa, Vigotsky y sus colaboradores trabajaron
arduamente en el plano académico, tanto en el desarrollo de estudios de
investigación como en la fundación de distintos laboratorios en varias repúblicas
(p. ej. Ucrania), así como en tareas de diversa índole que exigía la naciente Unión
Soviética. Pronto se unieron a ellos nuevos y competentes investigadores de la
talla de Zeigarnik, Galperin y Zinchenko. Según Kozulin (1994), gran parte de las
investigaciones realizadas hasta inicios de los años treinta se resumen y
concentran en el texto Historia del desarrollo de las funciones psicológicas
superiores (terminado en 1931 pero publicado tres décadas después). En dicho
texto se tratan a fondo las cuestiones relativas al desarrollo y la naturaleza de
las funciones psicológicas superiores y al papel de los instrumentos
mediadores en su constitución.
Asimismo, es evidente la gran cantidad de trabajos, desarrollados en el último
lustro de la década de 1920, sobre distintos temas del campo de la educación y
de la psicología del desarrollo (paidología), y los estudios e investigaciones
descriptivos realizados para referirse al desarrollo normal y perturbado (incluyó
aquí las distintas variedades de discapacidades sensoriales e intelectuales), y
de propuestas y experiencias de intervención.
Otro texto que marca un momento relevante en la producción de Vigotsky y
que fue su primer texto conocido en Occidente (en 1962 se tradujo al inglés) es
el famoso y sugerente Pensamiento y lenguaje (1934). En esa obra se
estudian con profundidad las cuestiones genéticas y las complejas relaciones
antes y unos cuantos años después de la Revolución de Octubre), de carácter idealista, quien mantuvo tal postura aún después de la revolución;
b) la posición objetivista basada en un materialismo biológico, sustentada en general por Pavlov y Bechterev, la cual alcanzaría la simpa tía del
régimen de Stalin varias décadas después, para convertirse en la postura «oficial», y c) la pro puesta de Kornilov, discípulo de Chelpanov,
quien propuso un programa para hacer de la psicología una disciplina marxista, el cual fue aceptado y le sirvió para asumir la dirección del
instituto que dejó su antiguo maestro
109
entre el pensamiento y el discurso, e igualmente se pasa revista a los distintos
planteamientos teóricos de algunos psicólogos vigentes en esos años (destaca
la crítica a los primeros trabajos realizados por Jean Piaget sobre el
pensamiento verbal).
Por último, vale la pena hacer una breve referencia a los trabajos germinales
de corte neuropsicológico que Vigotsky había emprendido también alrededor de
1930. Es evidente que él fue el fundador de esa rama, y su incursión ahí asestó
severas críticas a las aproximaciones «localizacionistas» y «bolistas» propugna-
das por varios fisiólogos y psicólogos de la época. Vigotsky sostenía, en
oposición a ellas, la necesidad de construir una verdadera fisiología psicológica
basada en el estudio de los sistemas funcionales neuronales. Ideas que luego
desarrollarían, brillantemente por cierto, su colaborador y continuador A.R.
Luria.
En estos escasos diez años de obra productiva dedicados a la psicología,
Vigotsky escribió cerca de 180 escritos de los cuales algunos permanecen
inéditos. Esta década bastó para que desarrollase uno de los esquemas
teóricos más prodigiosos del siglo, el cual, a pesar de los años transcurridos
sigue teniendo gran vigencia.
No obstante, según lo señalan varios autores conocedores de su obra, la
obra del autor soviético, vista en su conjunto sufrió varias transformaciones y
modificaciones identificables. La psicología vigotskyana no es de una sola
pieza, algunos incluso señalan (véase Blanck 1993) que en ella hay algunas
cuestiones contradictorias.
No podía esperarse que ocurriera de otra manera si tomamos en cuenta que
Vigotsky se había planteado un programa académico-científico colosal, a
sabiendas de que tenía una salud endeble, como si intuyese que tenía poco
tiempo para cumplirlo. Para algunos, los cambios de rumbo observados en sus
escritos son consecuencia de varios factores: la influencia de autores y
enfoques contemporáneos, las aportaciones producto de las investigaciones
realizadas por él y su equipo, y su trabajo continuo y sistemático de reflexión
teórica (véanse laroshevski y Gurguenidze 1991 y Lee 1987).
Sobre esta cuestión, Minick (1987) declara que pueden identificarse con relativa
claridad tres etapas de investigación temática en su obra general, las cuales,
aunque se distinguen entre sí, sin duda se relacionan:
a) La etapa inicial orientada al estudio de la actividad mediada semióticamente,
que fue sobre todo de tipo experimental.
b) La etapa de análisis de los sistemas interfuncionales y la definición de la
unidad de la palabra como objeto de análisis de la conciencia.
c) La etapa de estudio del sujeto situado en sistemas específicos de interacción
social.
Hay que recordar que la obra vígotskyana fue censurada en la URSS durante el
régimen de Stalin. En general, los ataques contra la psicología y la paidología se
acentuaron desde 1932; como consecuencia se suprimieron revistas importantes y
se publicaron sólo las de carácter oficialista. Se dice, incluso, que Vigotsky a
sabiendas del posible debate que generaría su postura teórica entre 1933 y 1934,
estaba decidido a responder a dichos ataques defendiendo con absoluta convicción
sus ideas y propuestas. Además de los ataques ideológicos, poco antes de su
muerte, Vigotsky resintió la separación teórica de algunos de sus colaboradores (p.
ej. la de A.N. Leontiev) y discípulos (p. ej. la escuela de Jarkov) (véase Kozulin
1994). No obstante, en realidad Vigotsky recibió los ataques más directos post
mortem9 lo que afectó notablemente el desarrollo y la divulgación posterior de su
obra. Los escritos de Vigotsky fueron tildados de revisionistas y reaccionarios (p.
ej. los resultados de los estudios transculturales realizados en Uzbekistán y
encabezados por Luria fueron interpretados tendenciosamente, y se les calificó de
«reaccionarios», «enemigos del proletariado», etc.), se le impugnaron las profusas
citas de psicólogos extranjeros, y se le criticó también, en voz de los psicólogos del
9
Vigotsky murió el 11 de junio de 1934. B.W. Zeigarnik, quien estuvo muy cerca de él en los últimos días de su vida, relata dramáticamente su
opinión sobre lo que a Vigotsky le aquejaba en los días próximos a su muerte: «debo decir que la pasó muy mal. Se le acusó de no ser marxista
cuando era un marxista de verdad. Sufrió mucho por esa falta de comprensión. Y la verdad es que se suicidó o, para ser exactos, hizo todo lo
posible para acortar su vida» (Kozulin 1994, p. 229).
110
«régimen», por la ausencia de las citas «oficiales» o ideologizantes. Con el avance
del stalinismo, el resultado fue que la psicología soviética en gran medida se
«oficializó» y los escritos de Vigotsky publicados hasta entonces quedaron
prohibidos; durante la gestión stalinista se suspendió también la posible
publicación de cualquier manuscrito elaborado por él. Después de veinte años,
cuando Stalin murió, la obra de Vigotsky se desenterró y se «redescubrió» en
Oriente y en Occidente. La publicación de sus obras escogidas, en las décadas
recientes, ha sido lenta y tortuosa; primero se dieron a conocer en 1982 en la
todavía URSS, luego se publicaron en inglés y recientemente están10 siendo
divulgadas más ampliamente en otros idiomas como es el caso del español.
En la actualidad, nadie pone en duda la vigencia de la obra vigotskyana; no obstante,
de acuerdo con varios autores (véanse Werstch 1988 y Pozo 1989), algunos puntos
del paradigma merecen ciertas reflexiones, precisiones y análisis, que en su
momento quizá fue difícil realizar, pero que hoy en día comienzan a desarrollarse
merced a los trabajos teóricos y empíricos emprendidos tanto en el mundo
oriental como en el occidental. A partir de los años ochenta se ha manifestado una
tendencia creciente por retomar sus ideas e hipótesis rectoras, con el fin de com-
probarlas o desarrollarlas más allá de las líneas de investigación propuestas por
él. Cabe mencionar que algunos de estos trabajos se han llevado a cabo y
siguen desarrollándose con mucho dinamismo en campos como la psicología del
desarrollo, la psicolingüística, las investigaciones interculturales y en la
educación, en la cual se han establecido líneas sólidas de investigación
encabezadas por autores como Bruner, Colé y el grupo del Laboratorio de
Cognición Humana Comparada, Wertsch, van der Veer, Valsiner, Rogoff, Lave,
Minick, Forman, Tharp, Edwards, Mercer, Molí y A.L. Brown, para citar sólo a los
más renombrados.
111
conciencia, y que si bien en otras corrientes se reconocía su existencia, se la
concebía cargada de idealismo y se la estudiaba a través de métodos
subjetivos (p. ej. el introspeccionismo) (véanse Vigotsky 1926 y 1927).
Según el autor soviético, para analizar adecuadamente esta categoría, era
necesario estudiar los procesos psicológicos superiores de naturaleza
sociohistórica y cultural (Blanck 1993, Rosa y Montero 1993). Se presuponía,
aunque suene reiterativo, que para una comprensión objetiva del origen y el
desarrollo de la conciencia, era necesario ocuparse del estudio de las
funciones psicológicas en la filogenia (determinados por factores biológicos,
en ese sentido, procesos psicológicos inferiores) y en la ontogenia humanas
(determinados primero por los procesos biológicos y luego con la intervención
de la cultura, y en particular del lenguaje, lo que da lugar a los procesos
psicológicos superiores). Gran parte de su obra giró en torno a la explicación
del origen y el desarrollo de las funciones psicológicas superiores (elementos
subsidiarios de la conciencia humana que los integra; véase Wertsch 1988), y
en ella otorgó un peso especial a los temas referentes al lenguaje, al
pensamiento y al intelecto.
Vigotsky concluyó que la psicología de su época había estudiado los proce-
sos psicológicos superiores en forma fragmentada, en su estado fosilizado (no
en su proceso de evolución en la ontogénesis) y fuera de la influencia de los
procesos de evolución histórica y cultural._Por lo tanto, una de las ideas
centrales i de su programa señalaba que las funciones psicológicas superiores
tenían que estudiarse concatenadas con la conciencia, la cual, por cierto,
debía concebirse como un elemento integrador subyacente en dichos
procesos psicológicos11
En el desarrollo de su obra, Lee (1987) menciona que la conciencia fue
concebida de formas diferentes a lo largo de su trabajo, empero, señala que una
constante en estas concepciones es la noción de organización o integración
(Wertsch 1988). En sus últimos años de investigación psicológica, la concepción
predominante que él sostenía se basaba en la teoría del reflejo de12Lenin,
según la cual la conciencia debe entenderse como un reflejo subjetivo de la
realidad a través de la materia animada, concepción que aceptó e intentó
profundizar a lo largo de sus estudios (Wertsch 1988).
112
abstracción un poco arbitraria con fines esencialmente expositivos, en el
planteamiento vigotskyano intervienen dos formas de mediación social: a) la
intervención del contexto sociocultural en un sentido amplio (los otros, las
prácticas socioculturalmente organizadas, etc.), y b) los artefactos
socioculturales que usa el sujeto cuando conoce al objeto. Así es el medio
sociocultural el que pasa a desempeñar un papel esencial y determinante en el
desarrollo del psiquismo del sujeto en ese sentido se adhiere al materialismo
dialéctico), pero, en definitiva, éste no recibe pasivamente su influencia, sino
que activamente la reconstruye.
De este modo, en esta posición se plantea una ruptura respecto de las
teorías que entienden la actividad del sujeto como una pura adaptación
individual y biológica, para ir hacia una concepción donde se acepta la actividad
del sujeto como una práctica social mediada por artefactos y por condiciones
históricoculturales. En ese planteamiento también se deja de lado el dualismo
entre individuo y sociedad que sostienen muchos paradigmas y tradiciones de
investigación evolutiva, puesto que lo social es inherente al sujeto desde el
principio (Rosa y Montero 1993).
Al actuar sobre su objeto, el sujeto utiliza instrumentos de naturaleza
sociocultural, los cuales, según Vigotsky (1979), pueden ser básicamente de dos
tipos: las herramientas y los signos. Cada uno de estos instrumentos orienta de
un modo distinto la actividad del sujeto. El uso de herramientas produce, sobre
todo, transformaciones en los objetos o, como diría Vigotsky (1979), las
herramientas «están externamente orientadas». Por otro lado, los signos
producen cambios en el sujeto que realiza la actividad, es decir, están
orientados internamente.
Así, puede concluirse que el sujeto, a través de la actividad mediada, en
interacción con su contexto sociocultural y participando con los otros en prácti-
cas socioculturalmente constituidas, reconstruye el mundo sociocultural en que
vive; al mismo tiempo tiene lugar su desarrollo cultural en el que se constituyen
progresivamente las funciones psicológicas superiores y la conciencia.
Overton y Reese (1974, citados en García Madruga 199l) interpretan la pos-
tura de Vigotsky como dialéctico-contextual; señalan que, el conocimiento tiene su
origen en la interacción dialéctica entre el sujeto cognóscente y el objeto, en un
contexto histórico del que forma parte el sujeto y que lo determina.
113
y, al mismo tiempo, de importancia fundamental para toda la disciplina psicológi-
ca. En el apartado anterior comentamos la existencia de dos tipos de
instrumentos o artefactos que emplea el hombre y cómo cada uno de ellos tiene
consecuencias distintas, ya sea en la realidad o en el psiquismo del sujeto que
las emplea.
Como señala Colé (1993), la mediación cultural es un hecho común demostra-
do en todos los hombres de todas las culturas; la diferencia identificable entre
las formas en que se expresa dicha mediación en cada formación sociocultural
se debe a que en algunas se desarrollan formas específicas de mediación que
en otras no existen, o en otras ocasiones son sólo simples variaciones de tipo
cualitativo. Lo que es un hecho indiscutible es que cada forma de mediación
cultural tiene un proceso histórico en la vida cultural del hombre.
De manera particular, Vigotsky estaba interesado en el estudio de la
importancia de la mediación de los instrumentos psicológicos o signos en las
funciones psicológicas superiores y en la conciencia. Algunos ejemplos de
distintos tipos de instrumentos psicológicos son los siguientes: los sistemas
numéricos desarrollados para contar, la escritura, las mnemotecnias, desde sus
formas simples hasta sus formas complejas, los símbolos algebraicos, las
notas musicales, los sistemas de comunicación de diferente tipo (p. ej. el
lenguaje de signos, el lenguaje de banderas, etc.) y el lenguaje oral. Los signos
sirven para regular las relaciones con los objetos físicos, así como para regular
nuestras propias conductas y la de los demás (Blanck 1993, Colé 1993).
Entre los signos, ni duda cabe, el lenguaje destaca de manera especial; de
hecho, para Vigotsky, tiene un lugar fundamental en el proceso de aculturación
de los hombres y en el desarrollo de las funciones psicológicas superiores.
Desdé que los individuos participan de la cultura a la que pertenecen, entran
en contacto y poco a poco usan y se apropian del sistema lingüístico. El
lenguaje, en el contexto del desarrollo ontogenético, se usa primero con fines
comunicativos sociales para influir en los demás y para comprender la realidad
circundante, luego se utiliza para influir en uno mismo a través de su
internalización (lenguaje interno y pensamiento verbal) (Vigotsky 1934).
A partir de una serie de estudios realizados por Vigotsky y sus colegas, se
demostró que el desarrollo psicológico debe ser entendido como una serie de
transformaciones cualitativas, asociadas con cambios en el uso de los
instrumentos psicológicos. En este sentido, se producen cambios en las
formas de mediación, "Los cuales hacen que los sujetos realicen operaciones
más complejas (de orden cualitativamente superior) sobre los objetos. Un
ejemplo de ello lo podemos encontrar en los estudios de Vigotsky sobre la
formación de conceptos, específicamente el referente al desarrollo de los
conceptos espontáneos y científicos.
Vigotsky identificó tres etapas en el desarrollo de los conceptos
espontáneos y científicos: cúmulos inorganizados, complejos y conceptos
verdaderos. Cada una de esas etapas fue desglosada minuciosamente por
Vigotsky, y en ellas encontró varias modalidades y variedades que no
expondremos aquí con detalle por razones de espacio (véase Vigotsky
1934). Señalaremos algunos ejemplos característicos de cada etapa del
desarrollo conceptual del niño. En la primera etapa, propia de los niños
preescolares, cuando se pide a los niños que clasifiquen una serie de objetos
(p. ej. poniendo frente a ellos varios tipos de objetos que difieren en forma,
color, tamaño, etc.), en general proceden formando simples compilaciones
inorganizadas, las cuales pueden consistir en agrupaciones de objetos sin
ninguna base común objetiva, sino que siguen más bien una pura impresión
perceptual o criterio subjetivo (los niños forman colecciones figúrales: «éstos
y aquéllos van juntos porque forman un camión»).
En la segunda etapa, los niños mayores forman colecciones que Vigotsky
llamó complejos, los cuales están basados en criterios perceptivos objetivos
inmediatos, pero que tienen el problema de ser inestables y de variar
rápidamente (p. ej. un grupo de formas triangulares pueden ser agrupadas
correctamente, • pero, de momento, si uno de los triángulos es azul, el niño
se dispersa y forma una nueva colección encadenada por el color, a la cual
puede llamar «los azules», y así sucesivamente). Los seudoconceptos (en
tránsito hacia los conceptos, en los que se agrupan objetos o se usan
114
palabras sin conocer exactamente el núcleo esencial que definiría el
concepto) son las formas superiores de los complejos, no sólo característicos
de los niños sino también de los adultos.
Finalmente, en una tercera etapa, los sujetos forman conceptos
verdaderos,
pero como producto directo de la instrucción escolar, esto no quiere decir que
basta con ir a la escuela para formar conceptos científicos (los estudios
recientes sobre misconceptions han demostrado que en realidad esto es
mucho más complejo de lo que parece, véase Pozo 1989), Los conceptos
verdaderos son los conceptos científicos, los cuales se adquieren a través de
la reflexión, forman" parte de sistemas y se relacionan de manera distinta con
los objetos; esto es posible gracias a la internalización de la esencia del
concepto.
Sobre el segundo tema, en primer término hay que determinar qué es lo que
debe entenderse por funciones psicológicas superiores.13 En la evolución
psicológica existen dos líneas de desarrollo, una «natural» y la otra «cultural
o social». Como consecuencia del proceso de desarrollo natural, que ocurre en
la filogenia, se desarrollan las funciones psicológicas inferiores, las cuales
son *comunes*en los animales y el nombre; en cambio, con el proceso de
mediación "cultural, gracias a las actividades mediatizadas por instrumentos
(especialmente el lenguaje y el trabajo) en prácticas colectivas, se originan las
funciones psicológicas superiores, que son específicamente humanas. Puede
decirse que las funciones psicológicas inferiores son producto directo de una
«línea natural de desarrollo» que engloba aspectos de desarrollo y
maduración, mientras que las funciones psicológicas superiores son producto
de una «línea de desarrollo cultural» en la que intervienen los procesos de
mediación cultural (véase Vigotsky 1931).
Las funciones psicológicas superiores no deben considerarse una simple
prolongación de las funciones psicológicas naturales (Rozulin 1W4, Wertsch
1988). De acuerdo con Baauero (1996), las funciones psicológicas naturales
son condición necesaria pero no suficiente para la constitución y el desarrollo
délas superiores. Lo verdaderamente determinante es la condición
sociocultural en que se desarrollan, en tanto que el sujeto, miembro de la
cultura usa distintos mediadores en situaciones de aprendizaje compartido.
Durante cierto periodo, después del nacimiento del niño, las dos líneas de
desarrollo de las que hablamos líneas antes operan en forma aislada y, poco
a poco, penetran en el plano ontogenético para dinamizarlo y provocar
cambios en el psiquismo. Así, paulatinamente emergen las funciones
psicológicas superiores.
Wertsch (1988, p. 42) propone cuatro criterios para distinguir las funciones
psicológicas superiores de las inferiores; éstos son los siguientes:
a) el paso del control del entorno al individuo (regulación voluntaria);
b) la realización consciente de las funciones psicológicas;
c) su origen social y naturaleza social;
d) el uso de signos como mediadores.
Pensemos, por ejemplo, en la memoria como función psicológica; a partir de
ella pueden distinguirse dos tipos: el primero llamado muchas veces memoria
primaria o involuntaria, y el segundo denominado memoria voluntaria. La
memoria primaria es parte del equipo básico del sistema cognitivo humano (p.
ej. la memoria sensorial], está determinada biológicamente y se caracteriza
por la formación de huellas anémica (p. ej. el icón, para el caso de la
modalidad visual); además, como tal, está muy cerca de los procesos
perceptivos. El funcionamiento de este tipo de memoria depende de la
influencia directa de los estímulos (impresión del icón), no es consciente, es
casi automática, está determinada biológicamente por los sistemas
13
Algunos autores prefieren la expresión «procesos psicológicos superiores» para referirse a lo mismo. Se ha escogido esta expresión
porque es más precisa que la anterior.
115
sensoriales, y no trabaja empleando algún tipo de mediadores. En oposición, la
memoria voluntaria puede ser regulada consciente y voluntariamente (criterios
a y b) con el fin de mejorar el recuerdo, sustenta su funcionamiento en el
empleo de ciertos signos (por ejemplo, alguna estrategia mnemotécnica simple
o compleja) los cuales son mediadores (criterio d) aprendidos en contextos
escolares gracias a la influencia o inducción de otros que saben más (criterio c).
En el desarrollo específico de las funciones psicológicas superiores todavía
pueden encontrarse dos variedades en el plano ontogenético: la forma primitiva 14 o
rudimentaria y la forma avanzada (véanse Kozulin 1994; Wertsch 1988, 1993).
Wertsch (1993) menciona que Vigotsky estableció la distinción entre ambas tomando
como criterio básico el grado y el modo de abstracción y descontextualización de los
instrumentos semióticos que se emplean. En ese sentido, Baquero (1996) amplía la
idea y aclara que los modos más avanzados tienen una forma más compleja de
emplear los mediadores semióticos, que se expresa por «una creciente
independencia del contexto y de regulación voluntaria y realización consciente» (p. 34,
las cursivas son de Baquero); además, otro criterio de distinción entre ambas, es el
grado de especificidad de los contextos de socialización en que se adquieren (las
más avanzadas en contextos de socialización más específicos, por ejemplo, la
escuela).
Las funciones psicológicas superiores que ha logrado desarrollar un individuo no
deben considerarse una simple copia directa y pasiva de las ejecutadas en el
plano de las relaciones sociales, a partir de las cuales se internalizan. Para explicar
esta cuestión, Wertsch (1993) sostiene que Vigotsky retomó de Janet «la ley genética
general del desarrollo cultural», y propuso una versión más amplia de la misma.
Según esta ley, cualquier función psicológica aparece dos veces en dos
dimensiones distintas. En primer lugar, en el plano social interindividual o
interpsicológico y, posteriormente, en el plano intraindividual o intrapsicológico.
Usando esta ley general de desarrollo, podemos explicar la génesis de las
funciones psicológicas superiores, las cuales están sujetas a un proceso de
internalización progresivo que es, en esencia, reconstructivo, dado que en este
proceso de transición de lo interpsicológico a lo intrapsicológico, se producen
cambios estructurales y funcionales, por lo que puede afirmarse que lo
intrapsicológico no es una simple copia de lo interpsicológico, sino que hay una
reconstrucción cualitativamente diferente.
Vigotsky (1979) señaló explícitamente la forma en que el concepto de
internalización debía entenderse en su paradigma: como una actividad
reconstructiva a partir de una realidad externa. 15 En una de sus obras, en la que
hace alusión al concepto y la importancia que éste tiene en la constitución de las
funciones psicológicas superiores, se expresa lo siguiente (el lector disculpará la
cita tan larga):
…”el proceso de internalización consiste en una serie de transformaciones:
a) Una operación que inicialmente representa una actividad externa se
reconstruye y comienza a suceder internamente.
b) Un proceso interpersonal queda transformado en otro intrapersonal. En el
1 14
Según Kozulin (1994), debe reconocerse que Vigotsky extrajo esta expresión e idea de los comentarios y aportaciones del psicólogo
alemán H. Werner.
15
Vale la pena hacer un comentario amplio, a partir de un interesante artículo escrito por Lawrence y Valsiner (1993) en el que
clasifican en dos aproximaciones básicas las distintas posturas psicológicas que han utilizado el concepto de internalización. Según estos
autores, las dos aproximaciones son: los que entienden el proceso de internalización como un acto de transmisión cultural unidireccional y los
que sostienen una postura de transformación cultural bidireccional. En la primera aproximación, el proceso de internalización se entiende
como un proceso de transmisión (a cargo del socializador o aculturador) y recepción-copiado (que realiza el sujeto socializado). Mientras que la
segunda, en lo que, según ellos, se inscribe la idea de internalización vigotskyana (asi como la de P. Janet y J.M. Baldwin), consiste en un proceso
de coconstrucción y transformación del insumo cultural. Esta última aproximación sostiene varios puntos: a) lo externo, que es lo provisto por la
cultura, llega a ser interno por un proceso de coconstrucción (construcción con otros), lo cual ocurre en el conocimiento organizado del sujeto;
b) el insumo cultural es transformado y transforma las estructuras de conocimiento previamente existentes; c) los usos posteriores
(externalización) del insumo cultural, ya transformado subjetivamente, ocurren de lo individual a lo social y coadyuvan a transformar los
procesos culturales. Por lo tanto, se considera que en esta aproximación (de ahí su carácter bidireccional) hay una influencia recíproca de lo
social a lo individual y viceversa. Una idea similar a la de internalización es la que propone A.N. Leontiev, en el mismo paradigma, cuando usa
el vocablo apropiación. Según Newman, Griffin y Colé, el proceso de apropiación insiste también en que los sujetos «hacen suyos» los
instrumentos al participar en contextos culturales (en interacciones sociales) donde éstos se emplean según ciertos usos determinados por el
grupo cultural; de este modo, los aprendices tendrán que apropiarse de los usos funcionales de dichos instrumentos para volverlos a utilizar
creativamente (incluso tendrán que depurar o transformar el uso del instrumento o el instrumento mismo) en nuevas situaciones cotidianas.
Newman y colaboradores también insisten en que el proceso es de «ida y vuelta», o sea de transformación bidireccional en el mismo sentido
explicado por Lawrence y Valsiner.
116
desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero, a nivel
social, y más tarde, a nivel individual; primero entre personas
(interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológica).
c) La transformación de un proceso interpersonal en un proceso intrapersonal
es el resultado de una prolongada señe de sucesos evolutivos [...].” Su
internalización está vinculada a cambios en las leyes que rigen su actividad y
se incorporan en un nuevo sistema con sus propias leyes, (pp 93-94, las
cursivas son del original).
Por último, respecto del tercer tema señalado, el relativo al análisis genético,
Vigotsky consideraba que para estudiar objetivamente las funciones psicológicas
superiores era necesario investigar su proceso de constitución, su historia.
Vigotsky (1931) señaló al respecto lo siguiente:
Son aún muchos los que siguen interpretando erróneamente la psicología
histórica. Identifican la historia con el pasado. Para ellos, estudiar algo
históricamente significa el estudio obligado de uno u otro hecho del pasado.
Consideran ingenuamente que hay un límite infranqueable entre el estudio
histórico y el estudio de las formas existentes. Sin embargo, el estudio histórico,
dicho sea de paso, simplemente. Significa aplicar las categorías del desarrollo a
la investigación de los fenómenos. Estudiar algo históricamente significa
estudiarlo en movimiento. Esta es la exigencia fundamental del método
dialéctico. Cuando en una investigación, se abarca el proceso de desarrollo
de algún fenómeno en todas sus fases y cambios, desde que surge hasta que
desaparece, ello implica poner de manifiesto su naturaleza, conocer su
esencia, ya que sólo en movimiento demuestra el cuerpo que existe. Así pues,
la investigación histórica de la conducta no es algo que complementa o ayuda
al estudio teórico, sino que constituye su fundamento (pp. 67-68, las cursivas
son mías).
Wertsch (1988) y Colé (1993) comentan que Vigotsky sostenía que, para
describir objetivamente el desarrollo del psiquismo humano, se debe considerar la
participación necesaria de cuatro dominios evolutivos:
a) el dominio filogenético: la evolución fílogenética del hombre como especie;
b) el dominio histórico: el desarrollo histórico-cultural del hombre;
c) el dominio ontogenético: el desarrollo personal de cada hombre;
d) el dominio microgenético: el desarrollo de una función u operación psicológica
en situaciones experimentales.
De entre todos ellos, Vigotsky sólo tuvo tiempo de explorar con cierta profundidad
el dominio ontogenético (usando el último). Del primero, salta a la vista su
planteamiento de que el desarrollo humano debe entenderse como un proceso
dialéctico de internalización de la cultura provista por un contexto sociohistórico
determinado. La participación del niño en escenarios y en actividades socioculturales
organizadas, con la intervención y el apoyo de los otros más aculturados, le permite
apropiarse activamente de los distintos instrumentos físicos y psicológicos que en
dicho contexto sociocultural se consideran valiosos (véase Rogoff 1993).
Según Wertsch (1993), respecto a la relación de cada dominio genético, Vigotsky
no aceptaba ni la interpretación recapitulacionista (es decir, la ontogenia recapitula
la historia cultural) ni la versión paralelista (esto es, leyes similares rigen el
desarrollo ontogenético y filogenético). Más bien él optó por una tercera vereda en la
que se acepta que cada dominio está gobernado por una serie de principios y leyes
específicas; lo que hacía falta, según Vigotsky, era encontrar una explicación sobre
cómo se interrelacionan dichos principios. Vigotsky también reconoció que entre
dominios puede haber ciertas semejanzas y paralelismos, pero insistía que eran
más destacables las diferencias.
Finalmente, antes de pasar a la sección de proyecciones al caso educativo,
expondremos algunos comentarios sobre otro de los conceptos medulares del
paradigma: la zona de desarrollo próximo (ZDP). Molí (1993) comenta que el concepto
tiene una importancia pocas veces interpretada en su exacta dimensión. Por un
lado, es un concepto que aparece en la última de las etapas del paradigma
vigotskyano descritas por Minick (1987); es decir, en la de los últimos escritos de
Vigotsky (véanse Vigotsky 1934, 1979). Esa etapa es en la que el autor intentó
concentrarse en el análisis del sujeto, en el contexto de situaciones concretas
117
específicas.
Molí (1993) aduce que el concepto ZDP puede considerarse una prolongación del
método de doble estimulación el cual fue utilizado sistemáticamente en las primeras
etapas de desarrollo de la obra vigotskyana. Como ya se comentó, dicho método fue
muy usado para estudiar con cierta profundidad los procesos de mediación por
signos realizados por sujetos individuales en contextos de investigación experimental.
Con el empleo del concepto ZDP, según Molí, hay un cambio de rumbo notable. A
través del concepto de zona, cobró importancia también el estudio de la mediación
pero en contextos sociales; esto significa un viraje en el enfoque que consiste en
moverse del estudio de la mediación de signos hacia el estudio de la mediación social.
Continuidad y profundización, ni más ni menos. En el uso de ambos métodos existía el
firme propósito de analizar los procesos de cambio ocurridos, en el primer caso de
manera individual y en el segundo en la interacción social (gracias a la ayuda de
otro, en el plano de lo intersubjetivo).
16
Este vocablo ruso significa enseñanza y aprendizaje a la vez; es decir, implica al que aprende, al que enseña y su interacción (véanse Molí
1993, Oliveira 1996).
118
a) El método de análisis experimental-evolutivo: que consiste en la
intervención artificial, por parte del experimentador, en el proceso evolutivo para
observar la naturaleza de los cambios provocados en dicho proceso.
b) El método de análisis genético-comparativo: comparación entre una
interrupción «natural» del desarrollo en algunos sujetos (por ejemplo,
deficiencia sensorial, patología, traumatismo, etc.) en la que se observan
cambios en los procesos, y otros sujetos en quienes no ha ocurrido dicha
alteración (proceso de desarrollo normal).
c) El método microgenético: estudio de la microgénesis de una función u
operación psicológica con detalle (análisis del proceso de constitución a corto
plazo en una situación experimental).
Para el caso de los puntos a y c, una de las estrategias metodológicas
concretas que más utilizaron Vigotsky y sus colaboradores fue el conocido
método funcional de la doble estimulación (Vigotsky 1934, 1979). Como se
recordará, el método consiste, básicamente, en presentar al sujeto situaciones
problema cuya resolución exige que se valga de una clase de estímulos
neutros que adquieren funciones instrumentales (signos), por estos medios
modifica la estructura de las operaciones de resolución. Es decir, es una
forma artificial experimental de la actividad mediada en que se constituyen y
se aplican signos para resolver una tarea dada.
No hay que olvidar que otra concepción metodológica empleada en algunos
estudios del paradigma es la de tipo transcultural y con rasgos etnográficos. Un
ejemplo de esto lo constituye la investigación encabezada por Luria, cuando in-
dagó los cambios en las funciones psicológicas superiores como producto de la
variación de las prácticas culturales (por ejemplo, la introducción de la
escolarización) en poblaciones de Asia central pertenecientes a la ex URSS.
119
Rogoff Radziszewska y Masiello 1995, citado en John-Steiner y Mann 1996).
Muchos de ellos han empleado el concepto de ZDP en formas más complejas
y en situaciones educativas-escolares auténticas; empero, inicialmente, la
mayoría de estos estudios retomaron el marco vigotskyano con intenciones
descriptivas y críticas sobre las situaciones de enseñanza tradicionales (p. ej.
Edwards y Mercer 1988, Cazden 1991, Coll y Onrubia 1994, Coll et al. 1995,
Gallimore y Tharp 1990, Lemke 1990, Newman et al. 1991). En fechas más
recientes, se han publicado trabajos que intentan elaborar propuestas
educativas alternativas desde este enfoque, como son los desarrollados para
sugerir la enseñanza de la alfabetización escrita (Au 1993, Clay y Cazden 1993,
Dixon-Krauss 1996, Goodman y Goodman 1993, McLane 1993, entre otros, los
cuales hacen desde propuestas específicas hasta otras más amplias), que
proponen y analizan contextos de aprendizaje guiado y cooperativo (Brown y
Palincsar 1989, Palincsar y Klenk 1992, Rogoff 1991), o bien, diseñadas para
promover el desarrollo de procesos de autorregulación (Brown 1987, Brown y
Reeve 1987, Díaz et al. 1993). No obstante, Cazden (en prensa) ha señalado
recientemente, para el caso de las propuestas vigotskyanas dirigidas a
promover la alfabetización, que, en general, las lecturas pedagógicas de la
obra vigotskyana han sido selectivas y revelan más las características de
quienes las emplean, que la autenticidad de las ideas y concepciones
vigotskyanas. Esta misma afirmación puede hacerse extensiva a los otros
campos de aplicación donde se han utilizado los escritos de Vigotsky.
Con el riesgo de ser esquemáticos, vamos a comentar algunas de las
implicaciones educativas más claras que se desprenden del paradigma y de
otros trabajos para el ámbito de la situación educativa escolar.
120
Gracias a la enseñanza ocurrida en las instituciones, y a lo que ello conlleva, se desarrollan las
formas maduras de las funciones psicológicas superiores (Baquero 1996). En las prácticas
educativas se crea el contexto necesario y propicio para que se dé la reestructuración de las
funciones psicológicas superiores rudimentarias hacia modos más avanzados que se
caracterizan por un control consciente y voluntario. Asimismo, la participación de los
aprendices en tales prácticas les permite el acceso a ciertos instrumentos de mediación cultural
(entre los que destaca la escritura) con un carácter creciente de descontextualización, y que
también impulsan el desarrollo de su psiquismo, así como sus posibilidades de acceso a
formas de conocimiento más elaborado dentro de esa cultura (por ejemplo, el pensamiento
letrado).
Por último, como producto de la participación del niño en los contextos escolares ocurre la
transición de los conceptos espontáneos hacia los concep tos científicos (véanse
Panofsky et al. 1993; John-Steiner y Mahn 1996). Los conceptos espontáneos
son de naturaleza denotativa, están elaborados principalmente sobre aspectos
perceptivos, funcionales o contextúales, y se desarrollan, como su nombre lo
dice, espontáneamente como consecuencia de las experiencias cotidianas que
tienen los niños. En oposición, si bien los conceptos científicos se construyen
sobre la base de los conceptos espontáneos, los cuales se emplean como
signos mediadores para dicho aprendizaje, se organizan en formas de sistemas
complejos, estableciendo entre sí relaciones lógicas y coherentes. Estos
conceptos científicos no se desarrollan espontáneamente como los otros, sino
que se aprenden a través de experiencias y demandas de reflexión sui generis
que sólo ocurren en los espacios escolares. En la situación de enseñanza
formal, el niño se ve impelido a tomar los conceptos como objetos de
aprendizaje per se; sobre ellos trabaja y los manipula conscientemente para
tratar de aprenderlos en relación con otros conceptos; al mismo tiempo
desarrolle su explicación, la cual explícitamente le demanda (y le corrige) el
agente de enseñanza. En otras palabras, los conceptos científicos se
aprenden sobre una base lingüística y racional, con el apoyo de un docente,
en un contexto cultural (la escuela) especialmente diseñado para trabajar con los
conceptos por los conceptos mismos.
121
5.5.3 Concepción del alumno
Desde la óptica de este paradigma, el alumno debe ser entendido como un ser social,
producto y protagonista de las múltiples interacciones sociales en que se involucra a
lo largo de su vida escolar y extraescolar. De hecho, las funciones psicológicas
superiores son producto de estas interacciones sociales, con las que además
mantienen propiedades organizativas en común. Gracias a la participación en los
procesos educacionales sustentados en distintas prácticas y procesos sociales, en
los que se involucran distintos agentes y artefactos culturales, el niño-aprendiz
consigue aculturarse y socializarse (y así se convierte en miembro de esa cultura) y al
mismo tiempo se individualiza y desarrolla su propia personalidad.
Aunque en realidad, al principio y al final del hecho, los saberes o instrumentos
se encuentran distribuidos en un flujo sociocultural (manuales, libros, programas
computacionales, discos compactos, géneros discursivos, sistemas semióticos,
etc.) del que también forma parte el sujeto que aprende.
Por consiguiente, el papel de la interacción social con los otros (especialmente
los que saben más: experto, maestro, padres, niños mayores, iguales, etc.) tiene
importancia fundamental para el desarrollo psicológico (cognitivo, afectivo, etc.) del
niño-alumno.
De lo dicho en los párrafos anteriores pueden establecerse dos hechos
sustanciales: a) el alumno reconstruye los saberes, pero no lo hace solo, porque
ocurren procesos complejos en los que b) se entremezclan procesos de
construcción personal y procesos auténticos de coconstrucción en colaboración
con los otros que intervinieron, de una o de otra forma, en ese proceso (Wertsch
1993).
Los saberes de diverso tipo que inicialmente fueron transmitidos, compartidos y,
hasta cierto punto, regulados externamente y dispensados por otros,
posteriormente, gracias a los procesos de internalización, terminan siendo pro-
piedad de los educandos, al grado de que éstos llegan a ser capaces de hacer uso
activo de ellos de manera consciente y voluntaria (autónoma o autorregulada).
Como ya lo hemos insinuado, en la perspectiva vigotskyana también se
consideran de muy alto valor los procesos de interacción que ocurren entre los
alumnos. En particular, resalta la afirmación de Vigotsky (1979) que señala que no
sólo los adultos pueden promover la creación de ZDP, sino también los iguales o
pares «más capacitados» en un determinado dominio de aprendizaje.
Los estudios sobre interacción entre iguales, en el marco de interpretación
vigotskyano, se han dirigido a dos situaciones: la construcción o actividad conjunta
colaborativa de tareas entre participantes con similares competencias cognitivas, y
las tutorías entre uno que sabe más y otro(s) que sabe(n) menos (véase Tudge
y Rogoff 1995). En el caso de la primera, se ha demostrado, de forma
sistemática, que la actividad colaborativa desarrollada con base en la
intersubjetividad creada conjuntamente por los participantes ha resultado muy
fructífera para solucionar tareas de diversa índole. Relativo al caso de la
segunda, se ha demostrado que las relaciones de tutoría entre niños mas
capacitados y otros que lo son menos frente a una tarea determinada,
producen resultados o avances cognitivos signifícativos en los menos
capacitados18 y también en los más capacitados (véase Tudge 1993 y Coll y
Colomina 1990). En estos últimos trabajos, no obstante, también se ha
demostrado que intervienen otras cuestiones relevantes, como la dificultad de
la tarea, el grado de motivación de los participantes, el compromiso asumido, la
atención en el aprendizaje de lo ya construido socioculturalmente, que en los aspectos creativos e innovadores de tipo personal por parte del
sujeto (véase Saquero 1996).
18
Sin embargo, como señalan Tudge (1993) y Tudge y Rogoff (1995), dado que la concepción del desarrollo de Vigotsky no es
unidireccional, también cabe la posibilidad, y de hecho se ha demostrado, de que las interacciones entre iguales no produzcan resultados de
avance cognitivo, sino incluso «regresiones» en la complejidad de respuestas de los participantes, en condiciones «en que los interlocutores,
supuestamente más hábiles, se equivocan, o cuando los adultos dudan de que el niño sea capaz de lograr un mayor desarrollo» (Tudge y
Rogoff 1995, p. 111).
122
reciprocidad y la igualdad, entre otros, que es preciso considerar para poder
valorar la afirmación anterior en toda su extensión.
Según Tudge (1993) las investigaciones recientes sobre los procesos de
interacción entre iguales parecen interesarse cada vez más en cómo ocurren
los procesos de interacción y cómo se llegan a establecer sistemas de
compartición de significados entre los pares participantes.
Lo que ha sido puesto de relieve en los trabajos sobre la interacción entre igua-
les desde esta perspectiva, para comprender y mejorar los contextos de
interacción, son varías cuestiones que merece la pena mencionar. Primero, las
actividades realizadas por los miembros participantes terminan siendo una
actividad conjunta, enriquecida por las aportaciones activas de cada uno de los
involucrados (sea en parejas o en pequeños grupos). En las interacciones
ocurridas entre iguales, se recrean zonas de construcción relativas a la
comprensión y solución de la tarea, que amplían las posibilidades que los sujetos
por sí mismos (individualmente) no tendrían. Segundo, gracias a que el lenguaje
es un instrumento mediador y posibilitador de las interacciones, los miembros
prestan, solicitan y reciben ayuda, mejoran y reconstruyen la representación
cada vez más diferenciada de la tarea o situación acometida conjuntamente,
en una relación bastante mas simétrica qué la que ocurriría entre profesor (o
enseñante adulto) y alumno. El lenguaje, como' se sabe, permite regular la
ejecución de los otros e influir en ella, y además en la ejecución interna de uno
mismo. Por lo tanto, en esa relación más cercana y más horizontal creada entre
pares, cuando se crean las condiciones apropiadas (en las que necesariamente
tiene que intervenir el profesor como organizador y promotor externo de las
mismas), es posible el uso del lenguaje en todo su valor instrumental, ya sea si
se usa el lenguaje propio para influir sobre los demás, si se emplea el lenguaje
de los otros para influir en uno mismo, si se recupera el lenguaje creado
colectivamente para influir en el proceso de solución, o si es utilizando el lengua-
je propio, desarrollado sobre la marcha en la tarea, para influir en uno mismo
(véase Coll y Colomina 1990).
123
contenidos que el enseñante le propone, emplearon un concepto metafórico que
ha sido comúnmente asociado a la idea de ZDP de Vigotsky. El concepto es el
de andamiaje. Según esta idea, el experto-enseñante, en su intento por
enseñar determinados saberes o contenidos (habilidades, conceptos o
actitudes), crea un sistema de ayudas y apoyos necesarios para promover el
traspaso del control sobre el manejo de dichos contenidos por parte del
alumno-novato; es decir, en el proceso interactivo y dialogante en que se basa
la enseñanza, el experto enseñante tiende estratégicamente un conjunto de
andamios por medio de los cuales el alumno novato va elaborando las
construcciones necesarias para aprender los contenidos. Baquero (1996)
señala que el andamiaje creado por el enseñante tiene tres características
esenciales que a continuación se describen:
a) Debe ser ajustable a las necesidades de aprendizaje del alumno
participante. Así, algunos requerirán apoyos (explicaciones, modelamientos,
etc.) más simples, mientras que otros necesitarán apoyos más complejos,
dependiendo del nivel de competencia inicial y progresiva que vayan
demostrando los sujetos respecto del contenido que va a ser enseñado.
b) Debe ser transitorio o temporal. Esto quiere decir que en los momentos
en que los alumnos ya no requieran el sistema de apoyos o ayudas propuesto
por el enseñante para el aprendizaje y dominio de los contenidos, dada su me-
jora ostensible en el control y el manejo de ellos, deberán retirarse en forma
progresiva.
c) Debe ser explicitado (audible y visible) y tematizable. Esto es, que el alumno
tome conciencia de que en la realización y mejora de su aprendizaje ha ocurrido
un proceso de ayuda prestada por alguien que sabe más (el enseñante) y
que, por tanto, es producto de una situación colaborativa.19
La asimetría en las interacciones durante el proceso de andamiaje se marca
muy claramente desde el inicio y durante los primeros momentos del proceso
didáctico; podríamos decir que durante esta fase inicial, la actuación del profe-
sor es principalmente «directiva» en el sentido de que es él quien toma la ini-
ciativa sobre el tratamiento de los contenidos (presenta la definición de la tarea,
el contenido, va demarcando las intenciones educativas, etc.). Al mismo tiem-
po, el profesor percibe las competencias iniciales de los alumnos, para ajustar el
sistema de ayudas y apoyos necesarios a ellas, y así poder ir traspasando,
progresivamente, el control y el manejo de los contenidos y formas de discurso
que él quiere que los alumnos aprendan en un sentido determinado. Con el
paso de las sesiones o episodios educativos, y una vez que se ha logrado
construir con los alumnos un sistema de mecanismos de intercambio
dialogante apropiado para negociar ideas involucradas en el aprendizaje de los
contenidos, el profesor irá cambiando esta postura y comenzará a ceder a los
alumnos el papel protagónico, en la medida en que vaya constatando la mejora
de la ejecución de estos últimos. El sistema de andamios, creado al inicio por el
profesor, se reajustará (asumiendo quizás formas menos «directivas») con la
intención explícita de que los alumnos vayan logrando un manejo cada vez más
autónomo y autorregulado de los contenidos. Cuando, finalmente, el profesor se
percata de que así ha ocurrido, por medio de la aplicación de algunas técnicas
evaluativas formales o informales, tira el sistema de andamiaje por considerarlo
innecesario.
Una perspectiva un tanto diferente de la de enseñanza basada en el
andamiaje, que también está relacionada con el concepto de ZDP, es la que
algunos autores han denominado enseñanza proléptica (Forman 1989). Como
se recordará, este tipo de enseñanza está basada en lo que Rommetveit
(véase Wertsch 1988) ha llamado prolepsis que, para el caso educativo,
19
"Varios autores (véase Baquero 1996) han comentado algunas precisiones sobre el concepto de andamiaje, señalando que es un recurso
conceptual estupendo para el caso de situaciones de interacción cara a cara, pero no tan efectivo para otras más complejas; se ha comentado su
carácter telefonómico (una sola dirección para el cambio), y también se le ha increpado que se centra demasiado en el aprendizaje de lo ya
establecido, y da menos lugar al aprendizaje de actividades creativas.
124
consistiría en que los aprendices también desempeñan un papel activo en la
interpretación de una serie de implícitos que deja el enseñante en momentos y
situaciones de enseñanza (p. ej. en contextos de enseñanza no formal). Así,
mientras que en la interpretación de la enseñanza como andamiaje, más
característica de situaciones de demostración e instrucción explícita, hay un
énfasis claro en la direccionalidad e intencionalidad de la ayuda ajustada y
necesaria, por parte del enseñante, para lograr los propósitos educativos, en el
caso de la enseñanza proléptica, el énfasis está puesto mas bien en las
interpretaciones del aprendiz, quien se esfuerza activamente por dar sentido e
inferir los propósitos y expectativas del enseñante. De este modo, el papel del
enseñante podría consistir en crear zonas de construcción con los aprendices,
en el sentido en que lo proponen Newman, Griffin y Colé (1991), donde haya
cierta indeterminación para toda situación de enseñanza (y no un solo arreglo
prestablecido de andamios y ayudas) y en donde, simultáneamente, haya una
influencia mutua de los enseñantes y los participantes aprendices en el proceso
mismo. Podría decirse que, al inicio, el profesor emplea una especie de guión o
marco que usa como un simple artilugio para negociar y crear situaciones de
intersubjetividad, pero es sobre la marcha, y por rumbos a veces no
esperados, dadas las influencias personales tanto del enseñante como de los
aprendices y del contexto que hacen el uno y los otros, como se va orientando
la situación de enseñanza.
Podríamos concluir este apartado señalando a manera de resumen que el
profesor deberá intentar en su enseñanza, la creación y construcción conjunta
de zonas de desarrollo próximo con los alumnos, por medio de la estructura-
ción de sistemas de andamiaje flexibles y estratégicos. No hay que olvidar, como
se ha explicado al principio de este apartado, que si bien las zonas estarán en-
caminadas sobre todo a promover el cambio cognitivo en cierta dirección (la de
las intenciones curriculares), también pueden ser consideradas zonas de cons-
trucción conjunta en la medida en que la participación de los alumnos también
resulte determinante y pueda influir en la estructuración de las actividades;
cuando esto ocurre, las zonas asumen características no exactamente iguales
a las previstas; sin embargo, al final, dichas actividades deberán ser guiadas y
orientadas por el profesor hacia ciertas situaciones deseadas. Así, el docente,
con su influencia y en construcción con los alumnos, promueve los procesos de
apropiación de los saberes y los instrumentos de mediación
socioculturalmente aceptados y valorados que, muy probablemente no
ocurrirían en forma espontánea en los alumnos.
125
de la cantidad de repertorios de actividades aprendidas.20
A juicio de Vigotsky, cualquiera de los tipos anteriores de reduccionismo
constituyen un error de aproximación grave y, desde su postura teórica, son
inadmisibles. De manera general puede decirse que aprendizaje y desarrollo
establecen una relación indisociable de influencia recíproca desde el momento
mismo del nacimiento del niño; esto es, en los contextos extraescolares y
escolares.
Aprendizaje y desarrollo forman así una unidad (que no una identidad),
interpenetrándose en un patrón de espiral complejo (véase Brown y Reeve
1987). Como señala Palacios (1987), lo que se puede aprender está en
estrecha relación con el nivel de desarrollo del niño; del mismo modo, el
aprendizaje influye también en los procesos de desarrollo y, especialmente,
como veremos, en aquellas circunstancias en que se ha logrado cierto grado
de desarrollo potencial. No hay aprendizaje sin un nivel de desarrollo previo y
tampoco hay desarrollo sin aprendizaje (véase Pozo 1989).
Vigotsky siempre sostuvo que el aprendizaje específicamente humano es un
proceso en esencia interactivo. De Techo, como ya hemos señalado, él
empleó una expresión en ruso que hace alusión necesariamente a alguien que
aprende, pero al mismo tiempo a alguien que enseña (Oliveira 1996) (véase la
nota 15 de este capítulo). En Vigotsky (1979) se cita lo siguiente:
Por ello los animales son incapaces de aprender en el sentido humano del
término;
el aprendizaje humano presupone una naturaleza social específica un proceso,
mediante el cual los niños acceden a la vida intelectual de aquellos que los rodean
(p. 136,
las cursivas son del texto original).
20
Vigotsky señala como autor representativo del primer planteamiento a Piaget, de quien sólo conoció sus
primeros trabajos (principalmente los realizados sobre el pensamiento verbal), y cuyos trabajos de varias décadas
después sobre el paradigma no pudo conocer (iniciados a partir de la década de los cincuenta); en estos últimos
se estudiaron sistemáticamente las relaciones entre desarrollo y aprendizaje (véase el capítulo anterior). Como
ejemplo del segundo planteamiento, Vigotsky cita la postura de Thorndike, que conoció con cierta amplitud.
Otro planteamiento diferente de los dos citados es el suscrito por Koffka, quien propone una relación de
influencia mutua entre los dos conceptos, pero que, sin embargo, Vigotsky criticó por ser demasiado general. Hay
que decir, de paso, que una de las críticas que Vigotsky dirigió a este último autor fue que consideraba
insostenible una teoría del aprendizaje independiente del contenido, cuyos avances influyen en el desarrollo y son
transferibles a diversos dominios (algo así como la teoría de las facultades). Sobre estas críticas hay que decir, por
qué no, que Vigotsky incluye en ellas varios comentarios interesantes, adelantándose varías décadas en el tiempo,
e instalándose de lleno en las querellas actuales sobre estructuras generales en oposición a estructuras modulares,
habilidades generales de aprendizaje o conocimiento en oposición a habilidades específicas de dominios de
aprendizaje; en las que se afilia, por supuesto, a las segundas.
21
Resnick y Klopfer (1996) señalan que, históricamente, las familias y otros contextos como los apprenticeships (contextos de aprendizaje de
oficios, como sastrería o carpintería) surgieron antes que las instituciones escolares como ámbitos en los que se preparaba a las generaciones
nuevas en distintas habilidades y capacidades. En estos contextos informales, los alumnos aprendían dichas habilida des y capacidades en
situaciones reales de trabajo, mientras que en las escuelas, por regla, difícilmente ocurre así. Sin embargo, dados los avances de las sociedades
occidentales, los contextos de apprenti-ceship son difíciles de recrear, pero algunos autores (Brown et al. 1989, Collins et al. 1989) han dicho
que es posible introducir varias características de esos contextos en los ámbitos escolares (véase la nota 19, para una discusión al respecto). Así,
las escuelas deberían proponer la creación de apprenticeships cognitivos que tengan en cuenta las siguientes características: a) el apprenticeship
cognitivo debe implicar el enfrentamiento a problemas o tareas reales; b) el apprenticeship también implica la ejercitación de actividades globales
en prácticas contextualizadas, no simplemente la ejercitación de habilidades puntuales, extrapoladas de actividades más complejas y de los
contextos reales en que se emplean, y 4) el apprenticeship implica que los aprendices se involucren activamente durante un tiempo considerable
en la observación de las ejecuciones de los más capaces, para inferir los criterios de desempeño adecuados que luego utilizarán para valorar sus
propios logros.
22
Rogoff (1993) entiende por participación guiada lo siguiente: «Planteo el concepto de participación guiada para sugerir que tanto la guía como
la participación en actividades culturalmente valiosas son esenciales para poder considerar al niño como un aprendiz del pensamiento. La guía
126
determinados que están definidos socialmente. Así, las situaciones de
aprendizaje se sitúan en una práctica o en un contexto particular, en el que
ocurren los procesos de interacción con otros más capacitados que proveen la
ayuda y asistencia. Así, en este paradigma cambia la unidad de análisis para el
estudio del aprendizaje, el cual, para la mayoría de los paradigmas y teorías
más específicas, había estado puesto en el sujeto solo, como un ente que
aprende por sus propios medios, aislado de la influencia de otros y de las
prácticas socioculturales (véase Rogoff 1993).
Profundizando un poco más sobre las relaciones entre aprendizaje y
desarrollo, hay que destacar que Vigotsky enfatizaba el importante papel que
desempeña el aprendizaje como catalizador e impulsor de los procesos
evolutivos. De acuerdo con Pozo (1989), si nos basamos en la ley de doble
formación enunciada por Vigotsky, el aprendizaje entonces antecede
temporalmente al desarrollo. Aquí cabe mencionar la frase escrita por el propio
Vigotsky y que se refiere a que el «buen aprendizaje» es el que precede al
desarrollo y contribuye de un modo determinante para potenciarlo. Así, a
diferencia de otros, en este paradigma se pone un énfasis particular en lo
externo (sociocultural) y se señala que el desarrollo ocurre siguiendo una
trayectoria esencial de «afuera hacia adentro» (véase Oliveira 1996, p. 51).
Esto sólo es posible a través de la creación deliberada de zonas de desarrollo
próximo, por parte del enseñante, como elemento central del acto de enseñanza
aprendizaje. Hay que hacer una precisión en las relaciones entre aprendizaje y
desarrollo, en favor del primero: el desarrollo va a remolque del aprendizaje. El
aprendizaje entonces actúa como elemento potenciador de ciertos elementos y
procesos en el desarrollo, que están en vías de evolución pero que aún no han
terminado de madurar (lo que determina su nivel de desarrollo potencial), y que
sólo se manifiestan gracias a la actividad que se realiza con otro que,
estratégicamente, conduce el acto a través de un sistema de andamios o
ayudas («tendiendo puentes», creando estructuras de significados compartidos
y por ende intersubjetivos); poco a poco, estas actividades realizadas gracias a
la intervención de los demás serán internalizadas, formarán parte del desarrollo
real del niño, y se manifestarán sin problemas cuando él actúe aisladamente.
Lo anterior quiere decir, traducido al campo didáctico, que las experiencias
adecuadas de aprendizaje deben centrarse no en los productos acabados del
desarrollo (nivel de desarrollo real), como podría afirmarlo cualquier autor que se
suscribiera al primer planteamiento de los dos descritos, sino, especialmente
en los procesos en desarrollo que aún no acaban de consolidarse (nivel de
desarrollo potencial), pero que están en camino de hacerlo. En resumen, la
instrucción escolar debería preocuparse menos por las conductas o
conocimientos «fosilizados» y más
"por los que están en proceso de cambio. Como han señalado algunos, la ZDP es
un análogo entre el niño y su futuro, entre lo que es capaz de hacer hoy y lo que
será capaz de hacer mañana, y no entre el niño y su pasado (véase Del Río y
Álvarez 1990).
127
procedimientos instruccionales óptimos que faciliten la negociación de las
zonas.
Hay que tener presente que la creación de las ZDP ocurre siempre en un con-
texto de interactividad entre maestro-alumno(s) (experto-novato(s) en general),
y el interés del profesor consiste en trasladar al educando de los niveles
inferiores de la zona a los superiores, «prestándole» el grado necesario de
asistencia por la vía de situaciones de estructuración de andamiaje, y guiándolo
con una sensibilidad muy fina (y una evaluación formativa constante), para
valorar los niveles de desempeño alcanzados paulatinamente por los alumnos.
Esta situación de traspaso se debe estructurar de tal manera que se procure la
cesión de la responsabilidad y el control en el desempeño de la tarea o del
contenido por aprender. Esto es, lo que el alumno al inicio no era capaz de
realizar o entender por sí solo, y en cambio si podía realizarlo con la ayuda del
maestro (actividad exorregulada), posteriormente llega a ser capaz de
desarrollarlo o entenderlo por sí mismo sin necesidad de la ayuda previa
(actividad autorregulada).
Con base en distintos trabajos referidos al tema, Onrubia (1993) señala una
serie de criterios de intervención para que la ayuda asistida proporcionada en la
construcción conjunta de ZDP desemboque, verdaderamente, en aprendizajes
significativos en los alumnos. Algunos de los criterios aportados por este autor
son los siguientes:
a) Insertar las actividades que realizan los alumnos en un contexto y en
objetivos más amplios en los que éstas tomen sentido. El docente deberá procurar
definir a los alumnos ese contexto global, así como señalarles la intencionalidad y la
dirección que posteriormente tomará la situación educativa. De este modo, las
actuaciones, actividades o tareas realizadas por los alumnos tendrán, para ellos
mismos, un significado y un sentido particulares. Es mejor si esa definición se
hace lo más explícita posible. Ya en secciones anteriores de este capítulo nos
habíamos referido a que las actividades de los alumnos en situaciones de ZDP no
deben presentarse de forma fragmentada, sino dentro de un contexto holístico
(véase Molí 1993).
b) Fomentar la participación y el involucramiento de los alumnos en las diversas
actividades y tareas. Tal participación activa de los miembros menos capaces es
una característica esencial de la ZDP; aun en los momentos iniciales de los
episodios educativos, cuando muchos alumnos o aprendices tienen serias
dificultades para realizar incluso las actividades más simples, el enseñante deberá
procurar que participen observando críticamente, actuando y dialogando.
c) Realizar ajustes continuos en la asistencia didáctica, en el desarrollo de las
actividades o aun en la programación más amplia (de temas, unidades, etc.): hay
que partir siempre de la observación del nivel de actuación que vayan demostrando
los alumnos en el manejo de las tareas o contenidos que van a aprender. Estos
ajustes en la ayuda pedagógica requieren un «sistema de evaluación formativa» (el
cual puede basarse en la aplicación de técnicas informales como la observación de
las actividades y del nivel de las verbalizaciones, el planteamiento de preguntas,
cierto grado de sensibilidad) que permita establecer un seguimiento de las
actividades de los alumnos desde que empiezan a participar en la ZDP. No puede
haber una ayuda ajustada si no existe un mínimo de valoración sobre el nivel de
participación del sujeto en la tarea. Es perfectamente posible conciliar la
planeación didáctica previa (la cual es un ajuste didáctico en sí misma) con la
realización de actividades evaluativas y de aplicación de los ajustes didácticos
durante el acto de enseñanza, si el fin principal es fomentar en los alumnos un
mejoramiento en la apropiación de las tareas de aprendizaje.
d) Hacer uso explícito y diáfano del lenguaje con la intención de promover la
situación necesaria de intersubjetividad (entre enseñante y aprendices) y la
negociación de significados en el sentido esperado, y evitar las rupturas g
incomprensiones en la enseñanza. El papel del lenguaje es central tanto en la
creación de ZDP, como para su adecuado funcionamiento en el proceso de cesión
y traspaso del control de los contenidos, desde la situación en la que el
enseñante ayuda y orienta hasta aquella en la que los aprendices mejoran os-
tensiblemente su competencia gracias a esa ayuda asistida. Edwards y Mercer
128
(1988) han analizado cómo a través de los diálogos ocurridos entre el profesor y
los alumnos en las aulas regulares es posible identificar la manera en que éstos
llegan a compartir una serie de comprensiones (un marco interpretativo común, un
contexto intermental), y cómo se pueden preservar y les dan continuidad durante
una secuencia didáctica completa. Tales comprensiones conjuntas son esenciales
para que ocurra o se obstaculice el proceso de enseñanza de los contenidos
curriculares. En realidad, la construcción del marco interpretativo común es una
construcción conjunta basada en lo que dicen y hacen los profesores y los alumnos
durante el proceso de enseñanza y aprendizaje, pero guiada por el docente, que
sabe más y que sabe hacia dónde debe ir el ejercicio educativo (Coll et al. 1995).
e) Establecer constantemente relaciones explícitas entre lo que los alumnos ya
saben (sus conocimientos previos) y los nuevos contenidos de aprendizaje. Como
señala Ónrúbla (1993), la vinculación continua entre lo dado y lo nuevo es un recurso
característico de la construcción de las ZDP. Rogoff (1993), por ejemplo, sostiene que
en el proceso de participación guiada se tienden puentes entre lo que los docentes
saben (o van sabiendo) que los alumnos ya saben y lo que los docentes saben que
les hace falta saber a aquéllos (los nuevos contenidos de aprendizaje). Esto quiere
decir que el docente parte de la perspectiva del alumno (y muchas veces adapta su
punto de vista, su lenguaje, modifica sus explicaciones, etc.), para luego hacer que
el niño redefina la tarea desde el punto de vista deseado (la del enseñante), a fin de
construir un fundamento de intersubjetividad necesaria que permita fomentar la
construcción y el avance en la zona. El uso de los conocimientos previos es esencial
para construir el contexto intermental y el marco de referencia común sobre el cual
poco a poco se pueden ir estableciendo nuevos significados compartidos (a través
de mecanismos de mediación semiótica apropiados). Aquí también hay que
reconocer que lo que se va compartiendo sobre la marcha, en un momento más
avanzado del proceso, también llega a ser conocimientos y experiencias previas
compartidas (entre el profesor y los alumnos). En tal último sentido, estos
conocimientos previos que el profesor reconoce pueden ser utilizados
continuamente por él para promover lo que Edwards y Mercer (1988) llaman «la
continuidad del contexto intermental construido», y dar pie a que sigan negociando y
compartiendo nuevos significados en el proceso educativo hasta que éste finalice.
f) Promover como fin último el uso autónomo y autorregulado de los contenidos por
parte de los alumnos. Este debe ser el punto clave al que debe tender toda
enseñanza basada en la construcción de ZDP. Tal idea está claramente enunciada en
la concepción de Vigotsky respecto a la internalización del uso de los artefactos
culturales (intrapsicológicos), promovida gracias a la ayuda del miembro más capaz
de la cultura (interpsicológico). También la idea bruneriana de andamiaje sostiene
que los andamios y ayudas prestadas por los enseñantes para transmitir los
contenidos deberán ir encaminadas a fomentar la «internalización de la ayuda»;
esto es, que al término de las situación sea el mismo niño quien consiga hacer un
uso autorregulado de dichos contenidos, de manera que el andamiaje externo (el
cual ha venido modificándose y ajustándose) tenga que retirarse y considerarse
finalmente innecesario (véase Díaz et al. 1993).
g) Por último, se considera fundamental la interacción entre alumnos como,
otro recurso valioso para crear ZDP. Ya hemos comentado, en una sección
anterior, cómo en la enunciación del concepto de ZDP, Vigotsky deja abierta la
posibilidad de que sean también los pares más capacés quienes puedan
participar para promover zonas de construcción. En ese sentido, una de las
metodologías más probadas (que combina aprendizaje guiado y cooperativo),
con varios trabajos de investigación y aplicación en escenarios artificiales y
naturales, es la propuesta por A. Brown y sus asociados, denominada enseñanza
recíproca (Brown y Palincsar 1989, Palincsar y Klenk 1992). La enseñanza
recíproca está basada en la creación de situaciones de andamiaje entre el guía-
experto y el alumno, y de situaciones cooperativas con otros compañeros; se
supone que éstas permiten desarrollar zonas de desarrollo próximo en los
niños, dado que éstos se involucran rápidamente en actividades con sentido
(por ejemplo, la lectura de comprensión y la composición escrita) que por su
propia cuenta son incapaces de hacer. En la enseñanza recíproca se forman
grupos pequeños de alumnos (con el fin de que haya diferencias de
competencia académica o cognitiva entre ellos) y junto con ellos participa el
guía (maestro) en el dominio que va a ser enseñado (usaremos como ejemplo
129
la enseñanza de habilidades de comprensión de textos). Se planea una serie
de actividades, en las que explica a los niños las habilidades de lectura que van
a aprender, así como la forma en que se aplican eficientemente. El guía
funciona como tutor y modelo y hace participar a todos los miembros del grupo
por turnos, permitiendo y fomentando, al mismo tiempo, todo tipo de
interacciones y comentarios espontáneos de los miembros. El guía trata de
«enseñar» (aunque no hay una enseñanza directa en sentido estricto, más bien
induce y modela en función de las competencias que vayan mostrando los
niños), por ejemplo, alguna estrategia como clarificar, resumir o hacer
preguntas de interés sobre el texto leído en común. También intenta dejar clara
la forma correcta en que se realizan las habilidades (gracias a las propias
intervenciones de los miembros) y proporciona retroalimentación sobre las eje-
cuciones y los progresos de los alumnos. Los alumnos proponen, ejercitan y
practican las habilidades que se intenta enseñar, y exponen frente al grupo sus
ejecuciones. Todas las acciones del maestro con los alumnos del grupo
pequeño se realizan en un tono de diálogo común. Se procede de esa manera
hasta que el maestro permite que uno de los niños funja como guía y, así
sucesivamente, los hace participar a todos y busca que se retroalimenten ellos
mismos. Al final, el maestro funciona simplemente como un «observador
empático» de los alumnos, dado que se supone que ellos han alcanzado la
competencia necesaria al internalizar las habilidades enseñadas en un contexto
dialógico, en que se concibe la lectura como una actividad con sentido.
130
considera la cantidad y la calidad de ayudas empleadas. Según Brown y Reeve
(1987), a través de este procedimiento evaluativo puede diagnosticarse la ampli-
tud de la ZDP en cierto dominio o tarea particular.
De este modo, la evaluación se dirige no sólo a valorar los productos del nivel
de desarrollo real de los niños que reflejan los ciclos evolutivos ya completa dos
(como lo hacen los tests psicométricos típicos y las pruebas de rendimiento
escolar), sino, sobre todo, a determinar el nivel de desarrollo potencial (las
competencias emergentes que son puestas de manifiesto en las interacciones
con otros que les proveen contexto) y, si es posible, a valorar el potencial de
aprendizaje o bien la amplitud de las zonas de los niños (Brown y Reeve 1987).
De igual manera, la evaluación dinámica serviría para determinar las líneas de
acción que deberían seguir las prácticas educativas que «jalonen» el aprendizaje
y el desarrollo cognitivo.
Respecto de la evaluación de aprendizajes escolares, otros autores de
inspiración vigotskyana plantean la necesidad de evaluarlos en contextos y
prácticas donde verdaderamente ocurren. Por ejemplo, en los trabajos de
autores como Au et al. (1993) y Paris et al. (1992), en el caso de la evaluación
de la lectoescritura se propone el uso de distintas estrategias evaluativas para
contextos variados, que permitan valorar los procesos de comprensión y
composición de textos escritos en usos significativos y funcionales. Otra
propuesta interesante es la de Molí (1990), referida a la posibilidad de evaluar
no sólo los cambios cognitivos ocurridos en situaciones en que se han creado
zonas de construcción (evaluación de la ejecución independiente), sino
también, y especialmente, los cambios en la apropiación y el dominio de los
instrumentos mediacionales (por ejemplo, la escritura), cuando los niños
participan en actividades cooperativas novedosas.
***
Como ya lo hemos dicho, la aproximación sociocultural al campo educativo,
según la interpretación reciente, ha inspirado varias líneas de trabajo
educativo
que a la fecha muestran gran productividad y se encuentran en pleno
desarrollo. Citaremos dos que resultan, como lo sugiere Baquero (1996), muy
representativas:
a) La enseñanza de la lectura y la escritura (alfabetización). Sin duda, el cam-
po de la enseñanza de la lectura y la escritura se ha visto poderosamente enri-
quecido por este paradigma. Las brillantes ideas e intuiciones de Vigotsky en
este dominio han sido continuadas en forma creativa por varios investigadores
occidentales. Cabe destacar, por ejemplo, las propuestas del programa de
Cazden et al. (Programa de Recuperación de la Lectura, véase Clay y Cazden
1993), así como las del grupo de Au en el Programa Kamehameha de Educación
Básica (véase Au 1993); ambos han encontrado en las ideas de Vigotsky un
importante sustento teórico a sus planteamientos curriculares. Otras líneas,
como la tan conocida propuesta del «lenguaje total» (véase Goodman y
Goodman 1993) y el Modelo de Mediación para la Enseñanza de la
Alfabetización (Dixon-Krauss 1996), también se han abastecido de los supuestos
teóricos del paradigma. Además, el paradigma ha servido como un referente
teórico potente para los estudios de la alfabetización emergente (emergen
literacy) (véase Combs 1996).
b) El análisis del discurso en las situaciones de enseñanza. Otra línea de tra-
bajo con importantes implicaciones educativas se refiere al estudio del discurso
en las situaciones de enseñanza y su papel en la construcción de
comprensiones compartidas sobre los saberes curriculares. Los trabajos de
Edwards y Mercer (1988), Cazden (1991), Coll et al. (1995) y Mercer (1997), que
son representativos al respecto, esclarecen los mecanismos y las
características del discurso en las aulas y cuál es su papel en la promoción u
obstaculización de los procesos de aprendizaje y enseñanza. Sin lugar a
dudas, la continuación de esta línea, que ya ha demostrado su potencialidad
explicativa, redundará en valiosas contribuciones para el análisis de la práctica
131
docente y las propuestas de formación docente en situaciones futuras.
Hay que reconocer que muchas de las ideas del paradigma se han asimilado o
amalgamado con líneas de trabajo provenientes de otros paradigmas. Tal es el
caso del paradigma cognitivo: en varias propuestas instruccionales concretas se
advierte cierto aire vigotskyano (p. ej. la enseñanza recíproca de Palincsar y Brown
en comprensión y aprendizaje de textos, la enseñanza dialógica de Englert y
Raphael en composición escrita). También se ha considerado que muchas de las
ideas de Vigotsky son compatibles con la oleada constructivista sajona y europea
que viene desarrollándose desde la década de los ochenta (véanse Coll 1993 y
1996, Dixon-Krauss 1996).
SEGUNDA UNIDAD
132
CAPITULO I
133
La analogía del alojamiento ilumina otro aspecto importante del modo en que
debemos comprender el currículo: o sea, como construcción social. Los autores que
reflejan una "perspectiva conceptual del curriculum casi siempre reconocen
influencias sociales en el diseño del mismo 2, pero suelen hacerlo de manera que
sugieren que, aunque hay que tener en cuenta esas influencias, el curriculum es, no
obstante, una deducción lógica y no una construcción sociológica. El curriculum de
las escuelas de una sociedad constituye una parte integrante de su cultura. Para
comprender el significado de cualquier conjunto de prácticas curriculares, han de
considerarse tanto en cuantos elementos que surgen a partir de un conjunto de
circunstancias históricas, como en calidad de reflejo de un determinado medio
social.
Como cualquier analogía, la metáfora del alojamiento no puede llevarse muy lejos
y resultará equívoca en la medida en que estimula la tendencia a pensar en el
curriculum como si de una «cosa» se tratase. Hablar del curriculum constituye otra
manera de hablar de las prácticas educativas de determinadas instituciones. Esto
significa que tenemos de buscar el currículo no en las estanterías del profesor, sino en
las acciones de las personas inmersas en la educación. Por tanto, la pregunta: “¿qué
es el currículo”?, se parece más a: “¿qué es el fútbol?”, que a: «¿qué es el
hidrógeno?». Es decir, pensar en el curriculum es pensar en cómo actúa e ¡nteractúa
un grupo de personas en ciertas situaciones. No es describir y analizar un elemento
que existe aparte de la interacción humana.
No llevaremos demasiado lejos el juego de las analogías, pero considerar el
curriculum como si se tratase del fútbol más que del hidrógeno nos permite
comprender lo que queremos decir al hablar de «construcción social». Para enten-
der el hidrógeno sólo necesitamos conocer la naturaleza del elemento mismo. Por
ejemplo, no precisamos saber nada acerca del globo que están llenando de hidrógeno
para entender el elemento en sí. Pero, tratándose del fútbol, tenemos que conocer
un poco la sociedad en cuyo seno se practica para saber algo de la naturaleza del
juego. El hidrógeno es el mismo, esté en Londres o en Sidney, pero el fútbol no.
Igual ocurre con el curriculum, ningún currcuium existe a priori. Si pretendemos
entender el significado de las prácticas curriculares que desarrollan personas
pertenecientes a una sociedad tenemos que conocer el contexto social de la escuela.
Pero no sólo necesitamos saber algo de la composición y organización de la
sociedad; también precisamos conocer las premisas fundamentales sobre las que
se construye. El hecho de que podamos hablar del curriculum de la Academia de
Atenas y del propio de las escuelas soviéticas sólo indica que podemos utilizar una
determinada palabra en un contexto adecuado. Nada hay en la naturaleza del
«curriculum» en sí que nos dé pista alguna sobre lo que pudiera constituir cada uno
de esos curricula. Para hacer algo más que conjeturas aleatorias sobre el
curriculum de cualquier institución, necesitamos conocer, no la naturaleza del
currículum sino más bien el contexto de la institución.
Esta afirmación nos lleva a la cita que abre el presente capitulo: «toda práctica
educativa supone un concepto del hombre y del mundo». Las prácticas educativas,
y el curriculum es un conjunto de ellas, no existen aparte de ciertas creencias
sobre las personas y sobre la forma en que interactúan y deben hacerlo en el
mundo. Si trascendemos los aspectos superficiales de la práctica educativa, y lo
que suponen las prácticas de organización y de enseñanza y aprendizaje,
hallamos, no leyes naturales universales, sino creencias y valores. La cuestión que
hemos de plantearnos es: «¿qué clase de creencias sobre las personas y el mundo
llevan a un tipo determinado de prácticas educativas, en especial a las que se
2
A veces, algunos se lamentan de la existencia de esta influencia social. Hirst y Peters (1970, pág. 110), por ejemplo, hablan
despectivamente de estudiantes y profesores «prestos a ser afectados por las motivaciones de la sociedad».
134
engloban en el término «curriculum»?
Human Interests (1972) y Theory and Practice (1974)*. En Tbwards a Rational Society (1971)
puede contemplarse un análisis de la acción humana, importante para comprender los intereses
cognitivos. Las fechas de publicación citadas se refieren a las traducciones inglesas; la
publicación alemana de estas obras se realizó unos cuantos años antes que las traducciones al
inglés.
Para comprender estas propuestas teoréticas para fundamentar el conocimiento y la acción
humanos, hace falta asimilar, en principio, lo que HABERMAS entiende por «interés» y, en
segundo lugar, en qué consiste el interés cognitivo.
Intereses
Lo que HABERMAS entiende por «interés» surge de la reconstrucción del análisis del interés
llevado a cabo por sus antecesores filosóficos3. Parte de la premisa de que la especie humana se
3
* En la Bibliografía (págs. 259-265) incluimos las referencias de las traducciones al castellano que existen de las obras citadas
por Grundy a lo largo del libro, mantenemos dentro del texto los títulos en inglés ya que son los que ha revisado el autor (N. del
E.).
3
La reconstrucción es una forma, especialmente alemana, de elaborar teoría. No supone reinterpretar una teoría, sino más bien
135
orienta básicamente hacia EL placer y lo que, "sobre todo, nos proporciona placer es la creación
de las condiciones que permiten que la especie se reproduzca Podemos suponer que la
creación de condiciones para que la especie prolongue su supervivencia implica la visión de la
persona humana como ser sensual, próximo quizá al «ello» freudiano. Para HABERMAS, sin
embargo, la creación de estas condiciones se enraiza y fundamenta en la racionalidad, lo que
supone que las formas más elevadas y puras de placer han de experimentarse en la racionalidad.
Por tanto, el interés más fundamental de la especie humana es el interés por la racionalidad.
Otros filósofos anteriores, como FlCHTE y KANT, que consideraron también esta cuestión de los
intereses humanos fundamentales y concluyeron asimismo que, sobre todo, los intereses
humanos eran racionales, dedujeron lógicamente la noción de interés racional puro. HABERMAS ha
observado la evolución de la especie humana con él fin de autentificar la teoría de la racionalidad.
Dice que lo que separa al ser humano de sus antepasados evolutivos es la acción de hablar. En
ella, la acción que en realidad determina la «humanidad», puede discernirse el interés por la
racionalidad4. GEUSS (1981) resume la postura de HABERMAS del siguiente modo:
Ser un agente humano... es participar, al menos en potencia, en una comunidad hablante... pero
ningún agente puede ser miembro potencial de una comunidad hablante si no reconoce por regla
general la diferencia entre enunciados verdaderos y falsos.
(pág. 65)
Pero HABERMAS va más allá de la simple proposición de la existencia de una relación entre la
orientación fundamental de la especie hacia la preservación de la vida y el conocimiento (o
racionalidad). Afirma que la forma en que opera esa misma orientación en las estructuras de la
vida de la especie determinará lo que se considere conocimiento. Es decir, la racionalidad puede
aplicarse de diferentes modos que aseguren la autopreservación. La forma de manifestarse la
racionalidad determinará lo que un grupo social podrá distinguir como conocimiento. Así, los
intereses fundamentales por la preservación no sólo tienen implicaciones cognitivas y prácticas,
sino que constituyen también el conocimiento de diferentes maneras. De este modo, el interés
puro por la razón se expresa en la forma de tres intereses constitutivos del conocimiento.
tomar las premisas de los teóricos y desarrollar el argumento como debería haberse realizado si el teórico no hubiese cometido
errores en determinados puntos.
4
Veremos más adelante que la racionalidad está inseparablemente unida a la libertad, en el pensamiento de Habermas, y tanto
la verdad como la libertad están implícitas en el acto de habla.
136
HABERMAS señala tres intereses cognitivos básicos: técnicos, prácticos y emancipadores.
Estos intereses constituyen los tres tipos de ciencia mediante los que se genera y organiza el
saber en nuestra sociedad. Estas tres formas de saber son la empírico-analítica, la histórico-
hermenéutica y la crítica.
El interés técnico
El interés técnico, como todos los intereses humanos fundamentales, se basa en la necesidad
de sobrevivir y reproducirse que tiene la especie, tanto ella misma como aquellos
aspectos de la sociedad humana que se consideran de mayor importancia. Para lograr este
objetivo, las personas muestran una orientación básica hacia el control y gestión del medio.
HABERMAS denomina a esta orientación interés técniico (19727pag.
HABERMAS señala la congruencia de este interés con las perspectivas de acción de las
ciencias empírico- analíticas5.
El tipo de saber generado por la ciencia empírico-analítica se Lasa en la experiencia y la
observación, propiciada a menudo por la experimentación. Las teorías asociadas con esta
ciencia «comprenden conexiones hipotético-deductivas de proposiciones, que permiten la
deducción de hipótesis legaliformes de contenido empírico» (1972, pág. 308).
Esta forma de saber es conocida como «positivismo», término acuñado por COMPTE, uno de
los primeros defensores de este modo de producción y organización del saber. HABER-MAS describe
el análisis semántico de COMPTE de la palabra «positivismo», que ofrece un contraste conciso
entre objetividad y subjetividad: «COMPTE... utiliza 'positivo' para referirse a lo concreto frente a
lo meramente imaginario... lo que puede ratificar la certeza en contraste con lo indeciso... lo exacto
frente a lo indefinido... lo que deja constancia de una validez relativa en contraste con lo
absoluto» (1972, pág. 74). Así, para las ciencias empírico-analíticas, el saber consiste en
determinadas teorías sobre el mundo basadas en nuestra "observación y experiencia «positivas»
de ese mundo.
Pero el saber empírico comprende más que un número infinito de observaciones o
experiencias aisladas. Este saber se estructura en torno a series de hipótesis mediante las cuales
se confiere significado a las observaciones, teniendo también una capacidad predictiva. La
predicción nos permite anticipar cómo será (probablemente) el ambiente futuro a partir de nuestra
experiencia respecto a su forma actual. Asimismo, en potencia, nos permite controlar nuestro
ambiente sobre la base de ese saber. «El significado de estas predicciones, dice HABERMAS,
consiste en la posibilidad de su explotación técnica».
Los filósofos de la ciencia (tanto los defensores como los detractores del positivismo) están
de acuerdo en el puesto central que ocupa la predicción en la ciencia empírico-analítica. Sin
embargo, la afirmación de que la predicción significa control suscita objeciones. En tal
5
Una exposición fácilmente comprensible de la naturaleza de la ciencia empírico-analítica puede verse en: Chalmers, A. F.
(1976): Whatls This Thing Calleó Science?
137
afirmación se da por supuesto que existe una relación entre conocimiento y poder, así como
entre ciencia y técnica. Es decir, que saber es poder. No obstante, HABERMAS hace una
afirmación más fuerte todavía que la de la posible relación entre predicción y control. Según
HABERMAS, el interés fundamental que orienta la ciencia empírico-analítica consiste en el
control y la posibilidad de exploración técnica del saber (interés cognitivo técnico).
Esta visión de la ciencia significa que el saber, para las ciencias empírico-analíticas, se rige
por el interés humano fundamental por explicar, de manera que las aclaraciones proporcionen la
base para el control del medio. Las explicaciones se hallan por deducción (o derivación lógica) a
partir de enunciados hipotéticos, que pueden verificarse de forma empírica a través de la
observación.
El interés técnico da lugar a una determinada forma de trata de una acción instrumental “regida
por reglas técnicas basadas en el saber empírico»” (1971, .pág. 91). Como la ciencia empírico-
analítica se ocupa de identificar las regularidades que existen en el medio, es posible formular re-
glas para la acción basadas en estas regularidades. Podemos presumir que ésta sea la premisa
subyacente a gran parte de la investigación educativa. Si, mediante la observación y la
experimentación, podemos descubrir las «leyes» que rigen la forma de aprendizaje de los niños,
presumiblemente podamos estructurar un conjunto de reglas que, de seguirse, promoverán el
aprendizaje. Así, si descubrimos que el reforzamiento positivo constituye un factor regular del
aprendizaje de la lectura, presumiblemente, un conjunto de reglas relativas a la aplicación del
reforzamiento positivo lleve a los alumnos a aprender a leer.
En resumen, el interés técnico constituye un interés fundamental por el control del ambiente
mediante la acción de acuerdo con reglas basada en leyes con fundamento empírico. En el
siguiente capítulo examinaremos con mayor detalle lo que para el curriculum supone este tipo de
intereses. Veremos que el interés cognitivo técnico informa el modelo de "diseño curricular por
objetivos. Esto significa que en estos "modelos, como el de TYLER (Í949), está implícito el
interés por el control del aprendizaje del alumno, de modo que, al final del proceso de enseñanza, el
producto se ajustará al e/dos (es decir, las intenciones o ideas) expresado en los objetivos
originales.
El interés práctico
Básicamente el interés técnico se orienta al control, pero el interés práctico apunta a la
comprensión (1972, pág. 310). No se trata, sin embargo, de una comprensión técnica. No es el
tipo de comprensión que permite formular reglas para manipular y manejar el medio. Se trata, en
cambio, de un interés por comprender el medio de modo que el sujeto sea capaz de interactuar
con él. El interés práctico se basa en la necesidad fundamental de la especie humana de vivir en
el mundo y formando parte de él, y no compitiendo con el ambiente para sobrevivir.
Tan pronto como pasamos al ámbito de la comprensión con el fin de sobrevivir «en
compañía», entramos muy obviamente en la esfera de lo moral. Y digo «muy obviamente»
porque en el interés técnico está implícita una postura moral, aunque a menudo se desprecia al
referirse a la «objetividad» y a la «ley natural». La cuestión que suscita el interés práctico no es:
¿qué puedo hacer?», sino: «¿qué debo hacer?» Para responder a esta pregunta hace falta
comprender el significado de la situación. Por eso este interés recibe la denominación de
«práctico» —se trata del interés por llevar a cabo la acción correcta (acción «práctica») en un
ambiente concreto.
138
mediante la comprensión del significado, no por observación. La verificación de las hipótesis
legaliformes en las ciencias empírico-analíticas tiene su contrapartida en la interpretación de los
textos.
(1972, pág. 309)
Es interesante la idea de «textos» que aquí aparece. Está claro cómo efectuar la
interpretación de un documento histórico para conferirle significado, pero la interpretación de
las acciones es otra cosa. Tanto las ciencias empíricas como las interpretativas tienen que
transformar la acción humana en algo distinto para estudiarlo. Las ciencias empírico-analíticas
se dedican a estudiar la «conducta», dividiendo la acción en pequeñas partes «manejables»
para experimentar con ellas y analizarlas. Las ciencias interpretativas pretenden tratar la acción
en un sentido más global, descubriendo formas de registrar la acción para reproducirla después
de alguna manera, ya sea en forma de notas de campo, fotografías o grabaciones
magnetofónicas o magnetoscópicas. De este modo, la acción se reproduce como texto,
pudiendo interpretarse de manera semejante a la utilizada para tratar cualquier otra forma de
material textual6.
El saber relacionado con la comprensión no puede juzgarse según el éxito de las operaciones
que surgen como consecuencia de ese saber. Ha de juzgarse, en cambio, según que el
significado interpretado ayude o no al proceso de elaboración de juicios respecto a cómo
actuar de manera racional y moral 7. No obstante, esta acción no constituye una acción
objetiva; es decir, no se trata de una acción sobre un «objeto» o, incluso, sobre una persona
que haya sido «objetivada».
Es una acción subjetiva; o sea, la acción de un sujeto situado en el universo que actúa con otro
sujeto.
La acción que surge como consecuencia de este interés es, pues «interacción», que
HABERMAS define de este modo:
Por interacción... entiendo acción comunicativa, interacción simbólica. Se rige por normas
obligatorias consensuadas, que definen las expectativas recíprocas respecto a las conductas y que
pueden ser comprendidas y reconocidas por dos sujetos agentes, al menos.
(1971, pág. 92)
139
al mundo. STENHOUSE afirma:
La clase infantil que considera los orígenes de una pelea habida en el patio de recreo y el
historiador que revisa los orígenes de la Primera Guerra Mundial llevan a cabo esencial mente el
mismo tipo de tarea. Tratan de comprender tanto el acontecimiento como el concepto mediante el
que intentan explicarlo.
(1975, pág. 85)
El interés emancipador
140
la emancipación es una experiencia individual si ha de tener alguna realidad, no constituye sólo
una cuestión individual. A causa de la naturaleza interactiva de la sociedad humana, la libertad
individual nunca puede separarse de la libertad de los demás. De ahí que la emancipación esté
también inextricablemente ligada a las ¡deas de justicia y, en último extremo, de igualdad. Pero
éstas constituyen relaciones complejas sobre las que volveremos más adelante.
Si el interés puro fundamental de las personas se refiere a la emancipación, habremos de
plantear la siguiente pregunta: «¿emancipación, de qué?» Explica HABERMAS (1972, pág. 208):
La autorreflexión es a la vez intuición y emancipación.
comprehensión y liberación de dependencias dogmáticas. ÉL "Dogmatismo que deshace la razón..
es falsa consciencia: error
y existencia nO libre en particular. Sólo el yo que se aprehende a sí mismo... como sujeto que se
pone a sí mismo lograra "la autonomía, El dogmático... vivé disperso, como sujeto dependiente que
no solo está determinado por los objetos, sino "que él mismo se nace cosa.
CAPITULO II
Una profesora que asistió a uno de mis cursos acudió a mí con cierta agitación
tras una sesión en la que habíamos estado explorando algunas ideas examinadas en
143
el capítulo precedente. «Me siento realmente enfadada, exclamó. ¡He estado
trabajando en lo que consideraba formas exclusivas de mi clase durante muchos años
y ahora me encuentro con que existe todo este cuerpo de teoría y todo lo que he
venido naciendo no es sino aplicar alguna de esas teorías!».
Por supuesto, ella no había estado «aplicando» en absoluto la teoría. En realidad,
ahora sólo estaba validándola al comprometerse en un proceso de autorreflexión a
través del cual comprobaba la explicación teórica a la luz de su propia experiencia.
Si los intereses técnicos, prácticos y emancipadores son «fundamentales» para la
especie humana, tendríamos que esperar hallar a personas que ya estuvieran actuando
de forma congruente con la teoría, aunque no actuasen en virtud de la teoría. Es
más, la adopción de acciones informadas por un interés técnico, práctico o
emancipador no es sólo cuestión de «aplicar la teoría». Los teoremas críticos de
HABERMAS ofrecen un conjunto de posibles interpretaciones de la acción,
proporcionando una base para comprender cómo se construye el conocimiento que
subyace a la acción. No proporcionan un paradigma de acción si, por ejemplo,
pretendemos pasar de una actuación técnica a otra de tipo práctico. Más aún, si
hablamos de intereses humanos fundamentales, y no sólo de formas identificables
de actuación en el siglo XX, hemos de esperar que estos intereses hayan informado la
acción durante mucho tiempo. De hecho, las personas también han elaborado
teorías relativas a estos modos de acción a lo largo de los años. Dejaremos a
continuación las proposiciones teoréticas de HABERMAS, en pleno siglo XX, para revisar
las ideas de ARISTÓTELES, en el siglo v a. C., con el fin de explorar con mayor
profundidad estos conceptos.
Como vimos en el capítulo anterior, HABERMAS afirma que estos intereses son
fundamentales para la especie humana. Dice, además, que su naturaleza
fundamental no se discierne sólo efectuando un examen de la forma en que las
personas actúan ahora. En cambio, estos intereses constitutivos de conocimiento
pueden identificarse mediante la reconstrucción de la evolución de la especie humana
(HABERMAS, 1979). Quiere decir con esto que, para convencerse de la autenticidad de
la teoría de los intereses cognitivos, no necesitamos recurrir al debate filosófico
abstracto. Si reconstruimos la evolución de la especie, sobre todo la del acto de
habla, podremos discernir los intereses cognitivos fundamentales. La insistencia de
HABERMAS en la reconstrucción de la evolución de las especies, más que la apelación
a las filosofías antiguas como medio para comprender la naturaleza del concepto de
interés, quizá sea más recomendable y racionalmente convincente, desde el punto
de vista filosófico, aunque el proceso sea largo y complejo. Yo animo a los lectores
interesados en desarrollar el argumento desde sus primeros principios a que
consideren la teoría de la competencia comunicativa, tal como aparece resumida en
Communication and the Evolu-tion of Society, de HABERMAS (1979). Para nuestros
fines de comprensión de la pertinencia de la teoría del interés cognitivo para la
cuestión del curriculum, nos basaremos en los antiguos, en especial en ARISTÓTELES.
Aunque este filósofo no emplea el concepto de intereses de HABERMAS, señaló con
claridad las disposiciones humanas técnicas y prácticas, y es posible relacionar las
disposiciones de ARISTÓTELES con los intereses técnicos y prácticos de HABERMAS.
144
artesano emprende se denomina en griego poíetiké que, en español, equivale a «hacer»
una acción. El término español «poesía» se deriva del griego poietiké. Poietiké significa
«crear», en el sentido artístico de crear una representación o una escultura, tanto como
«hacer» en el sentido más mecanicista de hacer un pastel o construir un puente.
Esta forma de acción, que depende del ejercicio de una habilidad (tekné), siempre es
resultado de la idea, imagen o patrón de lo que el artesano quiere hacer. (En griego,
todas estas palabras se traducen por el término eidos. Eidos equivale a la palabra
española «idea», pero engloba ese conjunto más amplio de significados). Aunque las
acciones en las que se pone de manifiesto una determinada habilidad permiten cierta
adopción de decisiones y dan alguna posibilidad de elección, el ámbito de elección y, por
tanto, la libertad del artesano al emprender la acción, siempre está limitada por el eidos
de lo que ha de crear. Así, el poeta puede elegir las palabras o el carpintero puede
decidir qué materiales utilizar, pero estas decisiones estarán determinadas en todo
caso por el eidos de lo que ha de crearse. Las decisiones relativas a acciones
concretas dependerán también del nivel de habilidad que posea el artesano y, en
general, éste goza del máximo control en esta área de su trabajo. A medida que
mejoran las habilidades, aumenta el ámbito de elecciones factibles dentro del marco
de opciones, pero éstas siguen siendo muy limitadas. El eidos restringe el ámbito de
elecciones practicables por el artesano. Por ejemplo, una costurera puede ser
maestra en el arte de hacer ojales, pero si en el patrón se incluye una cremallera, la
opción de ejercitar su habilidad de hacer ojales queda limitada (salvo que ella misma
sea la patronista y la costurera y pueda modificar el patrón). O, para poner un ejemplo
más próximo a nuestras preocupaciones, una profesora puede ser muy diestra
enseñando «tablas», utilizando diversos métodos de aprendizaje de memoria. Cuando
enseña, ejercita la elección entre métodos. Sin embargo, si aparece un nuevo
programa de estudios que exige el aprendizaje de datos numéricos mediante un
método distinto de los memorísticos, el ámbito de opciones docentes de la profesora
se verá reducido.
HABERMAS denomina acción «estratégica» al tipo de toma de decisiones que
supone elegir cuál de nuestras habilidades aplicaremos a una situación particular.
En Towards a Rational Society, dice: «la acción estratégica depende de la correcta
evaluación de posibles opciones alternativas» (1971, pág. 92). Esta habilidad es
también una tekné. La acción estratégica, como nos recuerdan sus connotaciones
militares, se adopta siempre para lograr ciertos objetivos predeterminados y muy
específicos. Así, la elección de una habilidad particular para aplicarla en una
situación estará determinada por el fin que se pretende alcanzar.
Por tanto, cuando la acción está informada por el interés técnico (es decir, la
disposición de la tekné), queda constituida por una serie de elementos. Se trata del
eidos (la idea orientadora) y la tekné (la disposición orientadora) que, unidas,
proporcionan la base de la poietiké («hacer» la acción).
145
esta forma.
eidos
Fugura 1
Apliquemos este análisis a las acciones de los artesanos que construyen una
casa. El eidos (plano o diseño) proviene del arquitecto y, gracias a sus habilidades,
las acciones de los diversos artesanos transforman el eidos en la realidad de una casa
edificada. Los planos quizá se modifiquen durante la construcción y la falta de
habilidad puede suponer que el resultado de las acciones de los trabajadores no
constituya la «poesía en albañilería» que vislumbraban los propietarios, aunque
permanezca la relación básica entre idea, habilidad y acción.
Pero, ¿es posible considerar el curriculum como una producción llevada a cabo de
una forma semejante? Si los conceptos aristotélicos de tekné y poietiké pudieran
aplicarse de alguna manera al curriculum, deberíamos ser capaces de aplicarle este
mismo análisis de un modo similar. Cuando vemos cómo se plasma el concepto de
curriculum en gran parte de la bibliografía y cómo se entiende en la práctica del dise -
ño curricular, es posible distinguir un interés técnico implícito. Veamos, por ejemplo,
las siguientes definiciones de curriculum:
Un conjunto interrelacionado de planes y experiencias que un estudiante
lleva a cabo bajo la orientación de la escuela.
(MARSH y STAFFORD, 1984, pág. 3)
Todas las experiencias planeadas que la escuela prepara para ayudar a los
alumnos a alcanzar los resultados del aprendizaje señalados y que
corresponden a lo mejor de sus habilidades.
(NEAGLEY y EVAN, 1967)
Un programa de actividades (que han de realizar profesores y alumnos)
diseñado de manera que los alumnos alcancen en la mayor medida posible
determinados fines y objetivos educativos y de otro tipo, propios de la
enseñanza.
146
(BARROW,
1984, pág. 11)
Nótese en estas definiciones de curriculum la importancia concedida a los eideis
(planes, programas). Existen antes y aparte de las experiencias de aprendizaje que
constituyen la escolaridad del niño. El plan u objetivos de aprendizaje del curriculum
se implementan, mediante la habilidad del profesor, para producir el aprendizaje
buscado en el alumno. La acción docente en la que el profesor se sume en esta
forma de implementar el curriculum consiste en «hacer» una acción Ipotetiké). Esto
supone que el acto docente se orienta a un producto. No obstante, podemos
preguntarnos: «¿cuál es el producto de un curriculum de este tipo?» Todas las
definiciones antes señaladas indican que el producto de la aplicación del curriculum
es el estudiante. Más aún, es muy corriente oír hablar de «los productos de nuestro
sistema educativo», aludiendo a los estudiantes que discurren por el sistema.
Algunos de estos productos son niños que saben leer, escribir y aritmética, buenos
ciudadanos o, incluso, comunicadores eficientes. A veces, el resultado de la
implementación de un conjunto de planes curriculares no se toma en términos de
producto humano, sino orientado hacia un producto material, acaso un ensayo bien
escrito, un conjunto de cálculos bien realizado o piezas interesantes de
manualidades.
En todos los casos en que se contempla la educación en este sentido orientado al
producto, se requiere del profesor que ejercite su habilidad para reproducir en el
ámbito de la clase algún e/dos. Ese eidos puede ser inherente a la práctica del trabajo
que se espera efectúe el docente; por ejemplo, el hecho de que se espere que los
profesores mantengan el orden supone un eidos orientador de orden, de modo que el
producto que resulte del sistema educativo consista en estudiantes de buen
comportamiento. Las «imágenes» de lo que los alumnos lleguen a ser como resultado
de las hábiles atenciones del profesor aparecen también representadas en diversos
documentos curriculares y proposiciones de documentos de planificación del
curriculum. Podemos denominar esta perspectiva como visión reproductiva del
curriculum. Se trata de un punto de vista que sugiere que el objetivo del trabajo del
profesor consiste en reproducir en los estudiantes los diversos eideis que orientan
ese trabajo.
Es importante que reparemos en que, cuando los profesores actúan de manera
análoga a la de los artesanos, su trabajo es esencialmente reproductivo, no
productivo. Es decir, no son creativos o productivos en un sentido autónomo;
reproducen en el mundo material eideis preexistentes en el mundo abstracto de las
ideas o ya reproducidos en otra parte. Esta idea de la función reproductiva de la
educación ha logrado destacar en la teoría educativa de los últimos años y sus
implicaciones van más allá de las simples explicaciones de la naturaleza del
trabajo docente.
En los últimos años, los sociólogos de la educación han empezado a prestar
cierta atención al papel que desempeñan las escuelas en la reproducción cultural.
Este concepto ha adquirido importancia en el debate educativo tras el análisis
marxista de las funciones de reproducción ideológica de diversos «aparatos del
estado», uno de los cuales está constituido por el sistema educativo, llevado a
cabo por ALTHUSSER (1972). En el mundo angloparlante, el concepto de
reproducción ha sido aplicado a la educación en análisis como los de BOWLES V
GINTIS (1976), quienes afirmaban que la función de las escuelas consiste en
reproducir la división de clases de la sociedad capitalista. La tesis de la
reproducción se refiere a las relaciones de poder que existen en las sociedades,
afirmando que (dicho de forma muy simplificada y, por tanto, bastante tosca),
aunque ciertos productos de una cultura pueden cambiar a medida que se
desarrolla su historia, se mantiene una continuidad de las relaciones de poder de
la sociedad (en especial en la sociedad capitalista). Esta continuidad no es fruto
del azar. Por el contrario, las relaciones de poder existentes en un momento
147
histórico tienden a reproducirse en otros mediante diversas prácticas y formas
de organización sociales. La educación constituye una estructura y conjunto de
prácticas tan importante que desempeña esta función reproductora.
APPLE (1979) denominó a la primitiva conceptualización de la reproducción en la
teoría educativa representación «mecanicista» de la función social de la escuela.
Otros teóricos de la educación han atacado también la comprensión simplista de la
idea de reproducción porque la aplicación estricta de la concepción de la
reproducción no permite el cambio o la mejora sociales (cf. GREEN, 1986). Es
decir, si aceptamos que tos grupos pertenecientes a cada generación de una
sociedad están interesados en asegurar que las estructuras de poder de esa
sociedad permanezcan inalteradas de modo que CE poder y la influencia que
tienen se mantengan en la generación siguiente, es difícil dar con un cambio
social que no sea el resultado de la lucha por el poder de algún grupo oprimido. Es
obvio que a veces el cambio social se produce de este modo, pero con frecuencia se
desarrolla de forma más gradual. Sin embargo, la escuela tiene una función
reproductora. Forma parte de lo que los centros educativos deben transmitir sobre
las costumbres y tradiciones de la sociedad de manera que se mantenga la
estructura social. Esta función reproductora constituye una de las consecuencias del
interés cognitivo técnico, el interés por la supervivencia mediante el control y la
manipulación del ambiente.
El interés técnico presupone una relación jerárquica entre teoría y práctica. Las
prácticas existen con el fin de dar cumplimiento a determinados planes. Es más, la
buena práctica se acepta como evidencia de una teoría acertada. Robín BARROW
dice:
La buena práctica presupone lógicamente la teoría, como un buen puente
presupone una teoría científica y una buena pintura la teoría del arte, en el
sentido de que la bondad de que se trata consiste en que el puente o la pintura
se ajusten a los requisitos teóricos.
(1984, pág. 13)
Nótense las metáforas técnicas, en este caso de puentes y pinturas (técnicas en
sentido aristotélico). Se encuentra implícito el principio de que la teoría se presupone
en la práctica y de que cualesquiera juicios sobre el producto se harán en términos
de la teoría (el eidos). Esta representación de la relación entre teoría y práctica es muy
platónica. PLATÓN creía que en «los cielos» existían las Formas o Ideas de cada cosa
material o atributo humano y que cualquier ejemplo terreno era una mera
reproducción de la Forma celestial (La República, libro X). Apartándose de estas
explicaciones metafísicas de la condición humana, HABERMAS busca la confirmación
de su postura teórica en la reconstrucción de la evolución humana. Es significativo
que en muchas facetas y fases de la comprensión humana aparezcan elementos de
esta representación técnica del conocimiento y la acción humanos.
Para comprender mejor las implicaciones del interés técnico para la teoría y la
práctica curriculares, examinaremos dos importantes aspectos del proceso de
construcción del curriculum: la noción de diseño curricular y lo que de ella se
deriva para el control del curriculum.
El diseño curricular
149
En la revisión del interés cognitivo técnico del capítulo anterior, señalamos que el
interés técnico era, esencialmente, un interés por el control y la manipulación del
ambiente. Hemos de plantearnos, pues, hasta qué punto es esto cierto respecto de
la teoría curricular informada por un interés técnico y lo que tal situación significará
en relación con el curriculum y con las prácticas educativas asociadas de una
escuela.
Apreciaremos la orientación implícita hacia el control del rhculum informado por una
perspectiva técnica si volvemos un momento a ROWNTREE. Este enfoque del diseño
cuiricular supone que el educador producirá un educando (alumno) que se
comportará de acuerdo con la imagen (eidos) ya tenemos de una persona que haya
aprendido lo que hemos enseñado. Para lograrlo, debemos controlar tanto ambiente
de aprendizaje como al aprendiz. No podemos jrendernos de que los docentes
hablen de «gestión de la o de que los psicólogos educativos inviertan sus reís
tratando de descubrir las «leyes» que rigen el aprendizaje Una vez descubiertas,
podrá manipularse al aprendiz el ambiente para asegurar que se produzca el
aprendizaje deseado. He aquí el interés técnico par excelente en acción.
Consideremos de nuevo el lenguaje asociado a esta forma de entender el
curriculum. Una de las palabras clave es objetivos». Es curiosa la relación
etimológica de este concepto curricular fundamental y «objetos». El interés técnico
objetiva la realidad, o sea, considera el ambiente como objeto. En este ambiente
objetivado se incluye el alumno, que se convierte en una parte del ambiente de
aprendizaje. Como ocurre con los objetos propios del ambiente de aprendizaje, el pro-
fesor dirige su conducta y aprendizaje. ROWNTREE (1982) cita a RUSKIN, manifestando
su aprobación: «educar no significa enseñar a conocer a las personas lo que no saben.
Significa enseñarles a comportarse como no se comportan.»
Así, el interés técnico supone determinadas relaciones de poder en el medio de
aprendizaje. En primer lugar, implica que el poder último se encuentra en quienes
formulan los objetivos (es decir, quienes controlan el eidos), porque el e/dos de-
termina lo que debe suceder. Si pensamos en el ejemplo de la construcción de la
casa, el poder para determinar la apariencia de la casa se localiza de manera
destacada en el arquitecto. Por supuesto, los propietarios que pagan para disponer
de la casa construida detentan el poder de veto en última instancia y, si las cosas no
marchan según el plan previsto, pueden suspender el pago. En el ámbito del
curriculum, esta cuestión tiene interesantes consecuencias en relación con el poder
de quienes proporcionan los medios de financiación para controlar el curriculum, ya
sean los gobiernos o intereses privados.
El poder que ejerce el diseñador externo no significa que los artesanos carezcan
de control sobre parte alguna del proceso. El movimiento sindical nos muestra que los
artesanos gozan de poderes reales, pero, en primer término, se trata de poderes de
reacción y no de acción. Por eso, creo que los artesanos pueden facilitar, cooperar y
favorecer o rechazar, obstruir y sabotear. Pero se trata, en todo caso, de acciones
de receptores o agentes y no de los iniciadores de la acción.
Es obvio que, en el proceso de construcción, los materiales con los que se trabaja
carecen de poder para determinar su propia actividad. De igual modo, cuando en el
ambiente de aprendizaje prima un interés técnico, el alumno carece, en la práctica,
de poder para determinar sus objetivos de aprendizaje. No obstante, los
aprendizajes pueden ejercer también un poder reactivo mostrándose no dispuestos
o incapaces para participar en el ambiente de aprendizaje. Pero, de nuevo, esto los
convierte en reactores, no en actores, en la situación de aprendizaje.
Problemas curriculares
Todos éstos son problemas importantes para quienes están involucrados en los
diversos aspectos del trabajo cumcular, ya sea en el diseño de experiencias de
150
aprendizaje, en la acción de enseñanza o en el aprendizaje. Para profeso-; y alumnos,
los problemas, tanto en el medio como al final del proceso, son sobresalientes,
porque en esta situación está en juego la medida en que les es posible controlar
diversos aspectos de sus propias vidas. Examinemos, pues, con mayor detalle
algunos problemas curriculares. Tales problemas se convertirán en motivos para
considerar las cosecuencias que se derivan para el curriculum de cada uno de los
intereses cognitivos. De esta forma, se pondrán en evidencia con mayor claridad las
diferencias entre los diversos modos de ver y hacer el currículo.
Cuando el diseño curricular está informado por un interés técnico, destaca el interés
fundamental por el control del ambiente educativo, de manera que el producto que
resulte ste a los objetivos preespecificados. Así, cuanto más específicos sean los
objetivos y el documento del curriculum ¡redactado con mayor claridad, más fácil
será que el pro-i se parezca a lo previsto en el enunciado de los objetivos grandes
defensores de los objetivos educativos, como (1967), dicen que lo único necesario en
el proceso de :construcción del curriculum es la especificación de los objetivos
Cuando éstos han sido definidos, todo lo demás, aun la selección del contenido,
queda determinado. Esta insistencia en la especificación exacta ha constituido la
inspiración del documento del curriculum como «piedra de toque» del profesor:
plantea con la mayor claridad lo que quieres, elabora paso a paso lo que habrá que
hacer para alcanzar el objetivo y tendrás garantizado el éxito. ¡Tan fácil como hacer
un pastel!
Michael APPLE ilustra de un modo muy apropiado esta puesta en práctica de la
consciencia tecnológica con su descripción de las instrucciones paso a paso para el
profesor que utilice un juego de materiales de ciencias para la escuela secundaria
(júnior school):
El material especifica todos los objetivos. Incluye todo lo que el profesor
«necesita» enseñar, contiene los pasos pedagógicos que el profesor ha de
seguir para alcanzar los objetivos preestablecidos, así como los mecanismos de
evaluación... No sólo preespecifica casi todo lo que el profesor debe saber,
decir y hacer, sino que a menudo manifiesta también las respuestas adecuadas
de los estudiantes.
(APPLE, 1980, pág. 16)
He aquí el curriculum informado por la perspectiva técnica, dirigido por un e/dos
particular o específico y externo a la acción de enseñar. Esto no significa que el
e/dos sea en su origen externo para el profesor. En otras circunstancias puede que sea
el docente quien formule los objetivos o diseñe el plan curricular. No obstante, una
vez que el proceso de diseño está concluido, el plan se convierte en algo externo al
planificador, ostentando una autoridad distinta de la persona del diseñador.
Del mismo modo que el e/dos orientador del curriculum es particular, los objetivos
que rigen cada acción docente específica son también singulares y distintivos. En
efecto, de acuerdo con esta perspectiva, cuanto más claramente puedan
especificarse los objetivos que guían la acción docente, más previsible será el
resultado. El debate sobre la naturaleza de los objetivos educativos (véase, por
ejemplo, STENHOU-SE, 1975) es, fundamentalmente, un debate respecto al grado en
que el interés cognitivo técnico prevalece en la determinación del curriculum.
151
perspectiva técnica supone la división del trabajo entre los diseñadores y los ejecutores
del mismo. Aun cuando los profesores estén involucrados en el diseño del curriculum, si
ese proceso de diseño está informado por un interés cognitivo técnico, los papeles del
profesor como diseñador y del profesor como ejecutor aparecen separados.
Esta división de trabajo tiene consecuencias interesantes para la tarea de los
profesores. Kevin HARRIS (1982, pág. 71) afirma:
Ahora, los profesores tienen que hacer frente tanto a la inhabilitación como
a la devaluación de su fuerza de trabajo. Esto es más evidente en las áreas de
los paquetes curricula-res y las innovaciones técnicas... en muchos casos, la
existencia de esos paquetes ha inhabilitado ya el trabajo de algunos
profesores en relación con la distribución de materiales preseleccionados, la
corrección de pruebas prefabricadas y tareas de rellenado de documentos en
general... Evidentemente, todo esto da pie a una amplia racionalización, por la
que los profesores pueden acabar como oficinistas sin pena ni gloria
encargados de rellenar papeles, mientras unos pocos expertos muy cualificados
seleccionan equipos y programan las actividades cotidianas de la escuela
entera.
Sin embargo, el interés técnico no significa que los profesores pedagógicamente
inhabilitados se queden sin nada que hacer. Hay que recordar que el interés técnico
constituye, ante todo, un interés por el control. No sólo hay que controlar el «fesarrollo
del curriculum, sino que también se debe «controlar» a los estudiantes de manera que
puedan llegar hasta donde los diseñadores del curriculum han planeado. Cuando tos
profesores quedan inhabilitados desde el punto de vista pedagógico, son rehabilitados
en calidad de gestores educativos. La creciente importancia de la gestión de la
clase en los cursos de formación de profesores previos a la situación de actividad
podría considerarse como otro aspecto del curriculum informado desde un punto de
vista técnico. APPLE (1982) recoge este énfasis redoblado, característico del
curriculum técnico: «cuando los profesores ceden el control de las habilidades
curriculares y pedagógicas a las grandes editoriales, esas habilidades son
reemplazadas por técnicas para controlar mejor a los estudiantes.»
Resulta interesante especular sobre si la introducción de ordenadores en clase
seguirá promoviendo el ascenso del interés técnico en el curriculum. Los bajos
niveles de competencia inicial de los profesores en el uso del ordenador pueden
constituir un importante factor para exacerbar la tendencia.
La importancia de la destreza
152
de experiencia lingüística. No importa el papel que juega la base teórica de este
cambio; el hecho es que muchos profesores se vieron inhabilitados a causa de
estas variaciones en las disposiciones curriculares. Puede que, con el tiempo,
llegasen a ser tan expertos en los nuevos métodos como en los antiguos, pero
sigue vigente la cuestión de que, como profesores, no controlaron ni los
conocimientos a partir de los cuales se llevaron a cabo los cambios normativos ni las
reglas que les obligaron a modificar sus actividades docentes. A este respecto, tos
profesores no son más inmunes a los procesos de tecnificación y obsolescencia
que se desarrollan en las sociedades tecnológicas que otros trabajadores como los
ajustadores o los torneros.
153
Una vez establecida la base de la organización del saber en el curriculum, hay que
decidir el contenido específico de las diversas áreas del saber (este orden en el
tratamiento de la cuestión da por supuesto que la práctica curricular se produce en el
orden descrito por la teoría del curriculum. En beneficio del argumento,
procederemos como si en realidad fuese así). El interés técnico se distingue con
toda claridad también en la materia seleccionada para la instrucción y la forma que
adopta esa instrucción. El curriculum informado desde el punto de vista técnico no
sólo está limitado por la cultura del positivismo en lo que respecta a la selección de
tos contenidos, sino que también la metodología mediante la i se imparten éstos está
determinada por los requisitos posivistastas de objetividad y resultados. Por tanto,
los profesores que quisieran permitir a sus alumnos que expresaran su comprensión
científica por escrito de forma descriptiva o poética se encontrarían con la restricción
impuesta por su cono-liento de que los examinadores para el Higher School
certificate* quieren «hechos» expresados en un lenguaje preño emotivo. Esto no quiere
decir que la precisión carezca de importancia, sino que es lamentable que el
aprendizaje orientado estrictamente a la construcción del conociente según criterios
medios-fin, frustrando de este modo parte de la potencial riqueza de la comprensión
del mundo podrían alcanzar los estudiantes. Más importante aún: que lamentar la
persistencia de la orientación respecto I saber en la que el aprendizaje sirve para
preservar y reproducir las relaciones establecidas de poder en el mundo escolar (en
capítulos posteriores volveremos a ocuparnos de estas acerca de cómo puede actuar
el interés técnico para obstaculizar la comprensión y la autonomía, cuando
consideremos los intereses prácticos y emancipadores).
El significado de la evaluación
La evaluación ha llegado a constituir un elemento imperen el campo del
curriculum. En parte, ha sido así a consecuencia de la petición de
responsabilidades, efectuada por las instancias que financian la educación
pública, a quienes están involucrados en la empresa de la educación, así como
de los mismos educadores, conscientes de la necesidad de justificar y legitimar
sus prácticas. Esta última fuente de motivación para la evaluación está
relacionada, a menudo de forma no reconocida, con la primera.
No obstante, con frecuencia se considera que la evaluación del curriculum nada
tiene que ver con influencias «externas», sino sólo con el mismo proceso curricular.
Sólo tenemos que volver a TYLER (1949) o considerar el modelo curricular más
reciente de ROWNTREE (1982) para observar cómo se representa la práctica de la
evaluación en cuanto parte del proceso curricular y no con otros objetivos. Aunque
se represente la evaluación como parte del proceso de desarrollo curricular, en estos
modelos de desarrollo del curriculum informados por una perspectiva técnica, está sin
embargo separada del proceso de enseñanza, del mismo modo que el diseño del
curriculum está separado de la acción de enseñanza/aprendizaje. Así, la evaluación,
como el diseño del curriculum, puede realizarse, en principio y en la práctica por
personas distintas del profesor o los alumnos. De este modo, aunque parezca muy
racional la inclusión de los medios de evaluación en estos modelos curriculares, el
valor subyacente de un ejercicio de evaluación técnicamente informado es el del
control.
Cuando tratamos de la evaluación nunca podemos prescindir de la política, en el
sentido fuerte del gobierno y en el micropolítico de quien detenta el poder en la
*
Equivalente a nuestro titulado de Bachillerato. (N. del T.).
154
polis, para determinar qué ha de abarcar la educación. No obstante, a menudo,
cuando el curriculum está informado por un interés técnico, se dejan de lado la
naturaleza política de la evaluación y el interés por el control. La elaboración de
juicios valorativos se presenta como algo objetivo, independiente de valores.
El importante principio que subyace al proceso de evaluación en un curriculum
informado por un punto de vista técnico consiste en la necesidad de efectuar una
valoración de la medida en que el producto se ajusta al e/dos que guía su
preparación. Se valora el producto, y la evaluación, para que goce de autoridad y
legitimidad, ha de adoptar la forma de medida. El proceso de evaluación en un
curriculum informa: por el interés técnico no es diferente, desde un punto de vista
conceptual, de la evaluación del éxito de las actividades que se desarrollan en el
mundo físico. LAWTON (1980) indica dos modelos de evaluación empleados en las
actividades que tienen lugar en el mundo físico que han sido recogidos y aplicados
a la evaluación educativa: el «clásico» (o agrícola-botánico) y el de «investigación y
desarrollo» (o fabril- industrial). Estos modelos están muy relacionados y suponen
«esencialmente efectuar valoraciones del éxito de una operación, evaluando los
cambios ocurridos en los objetos que han constituido el foco de atención. LAWTON
(1980, pág. 112) explica el enfoque experimental clásico de la evaluación:
El enfoque experimental clásico de la evaluación trata el problema de valorar
el éxito de cualquier programa concreto de aprendizaje, proyecto curricular o
nuevo libro de texto como una cuestión sencilla, de forma esencialmente igual
a un experimento de agricultura o botánica. El técnico educativo mide el éxito
del mismo modo que el técnico agrícola puede comprobar la eficiencia de un
nuevo fertilizante: (I) midiendo la altura de una planta; (II) aplicando el
fertilizante durante un determinado período de tiempo, y (III) midiendo de
nuevo, comparando la altura de las plantas «experimentales» con la de las
plantas de un grupo control.
El modelo industrial es similar, excepto en que la evaluación se considera «más
parecida al proceso industrial de me-o de prueba de un producto».
Cada uno de estos enfoques de la evaluación del curriculum pone en evidencia el
razonamiento técnico. Los aprendices objetivan y el aprendizaje se contempla como
producto puede valorarse en relación con criterios predetermina-» u otros productos
obtenidos en circunstancias diferentes. Este enfoque objetivador de la evaluación
curricular presenta problemas serios. Muchos de ellos son problemas ¡medida; por
ejemplo, la acción de medir el crecimiento de a planta puede que no afecte, a dicha
planta, pero es fácil que la de probar al aprendiz pueda formar parte de la acción de
aprendizaje. Los especialistas en medidas reconocen y reaccionan frente a este tipo de
problemas tratando de mejorar los procedimientos de medida. Pero en esta cuestión
entran en juego supuestos más fundamentales. La idea de que las piezas atómicas
del aprendizaje pueden identificarse y medirse constituye un presupuesto que
trivializa la acción de enseñanza-aprendizaje. La educación es algo más que una lista
de piezas separadas de saber o conductas identificables y mensurables.
Sin embargo, a pesar de estas objeciones y problemas, algunos teóricos del
curriculum siguen hablando como si la evaluación fuese una cuestión de
comparación de un resultado con algún e/dos preconcebido. Por ejemplo, MARSH y
STAFFORD (1984) defienden el uso de pruebas referidas a una norma a efectos de
evaluación, aunque admiten que: «sería más fácil si los profesores fueran capaces
de utilizar medidas absolutas respecto a su enseñanza, del mismo modo que los
científicos pueden utilizar normas exactas en relación con los elementos, metales,
unidades de longitud, superficie y volumen.» Podemos discernir aquí un interés
técnico subyacente, aunque se admita que esta precisión de medida no es del todo
aplicable a la educación. La consecuencia de esta forma de pensar es que sólo si
pudiésemos perfeccionar las medidas y, quizá, sólo si los alumnos actuasen de forma
más parecida a objetos inanimados a los que pudiéramos aplicar nuestros
instrumentos de medida, podría operar la educación como una ciencia empírico-
155
analítica.
Si estos procedimientos de evaluación informados por el punto de vista técnico
objetivan al aprendiz, sirven también para reforzar la idea de que la acción docente
es mecánica, análoga, en palabras de LAWTON, a un «tratamiento» aplicado a
objetos. Del mismo modo, el profesor se constituye en la figura que lo aplica. Si el
producto no llega a la medida prescrita, bien el tratamiento, bien la aplicación del
mismo, debe mejorarse. Aunque esta orientación respecto a la evaluación y la
mejora educativas tiene su atractivo por su sencillez y aspecto científico, presenta el
inconveniente de hurtar el control del proceso de enseñanza-aprendizaje a profesores
y alumnos. El poder de determinar y juzgar lo que han de hacer docentes y
estudiantes se confiere a otras instancias.
Un trabajo conjunto
En la exposición del curriculum que hemos hecho en es-r capítulo adoptamos una
macroperspectiva del proceso de aooración del mismo. Es decir, hemos expuesto el
desarrollo del curriculum como si se tratase de una obra a gran es-:3áa, como
ocurre, de hecho, en gran parte del desarrollo: curricular en los niveles del sistema
educativo, regional e, incluso a veces, en el de centro. Sin embargo, debemos
recordar siempre que el curriculum se desarrolla aun cuando se está poniendo en
práctica a través de las acciones que llevan cabo los profesores. Es importante
reconocer que el interés técnico puede operar tanto a nivel de la clase como en los
gabinetes de los planificadores y evaluadores del cumculum.
El interés técnico tiene importantes consecuencias para el practico en el
ámbito de la clase. Si el curriculum se diseña en otra parte, el profesor se hallará
sometido a una presión de «productividad en relación con las previsiones de los
diseñadores (lo que se traduce, como hemos visto, en un trabajo ^productor). La
calidad del trabajo del profesor se juzgará en relación con los productos de sus
acciones, lo que tiene sus consecuencias respecto a la naturaleza y la categoría de
su
Es posible y, dada la hegemonía de la consciencia tecnológica en las sociedades
occidentales, probable que la propia percepción del profesor de la naturaleza de la
acción educativa, tal como se lleva a la práctica en clase esté informe también por
el interés técnico. En el próximo capítulo instigaremos lo que supone esto para el
profesor que toma en serio la tarea de desarrollar el curriculum en relación a« su
propia clase, pero sus tentativas de ocuparse del desarrollo curricular estén
informadas por un interés técnico.
CAPITULO III
Las explicaciones teóricas sobre el trabajo de los profesores del capítulo anterior
156
tienen muchas consecuencias. Este capítulo pretende proporcionar una base sobre la
que juzgar la autenticidad de estos teoremas relativos a la naturaleza y la
construcción del trabajo curricular de los profesores. Llevaremos a cabo este
cometido mediante la consideración de las prácticas de quienes se dedican a la
realidad cotidiana de la vida de la clase. Para hacerlo, es necesario explorar qué sig-
nifica el análisis precedente a la luz de la práctica curricular. Es decir, se estudian los
teoremas a la luz de la práctica de los profesores y no la práctica a la luz de la teoría.
Así pues, la presente tarea consiste en identificar, si es posible, evidencias de un
interés técnico por las prácticas curriculares. Esto se realizará no haciendo juicios
sobre estas prácticas, sino juzgando la autenticidad del constructo teórico del
interés cognitivo técnico respecto a la práctica curricular.
Un procedimiento consistiría en adoptar una macroperspectiva respecto al
curriculum y hacer algunos juicios sobre la posibilidad de discernir un interés
técnico en el curriculum de las escuelas en general. Estos análisis transversales de
muchos centros a la vez han sido realizados con anterioridad en
dIversos lugares. Mencionamos antes la descripción de APLE (1980) del curriculum
de ciencias de la Júnior School* informado por la perspectiva técnica, en el que
tanto los contenidos como los métodos de trabajo fueron cuidadosamente excluidos
del control del profesor. ANYON (1979) y GIROUX "981) han explorado de diferentes
formas cómo influye la conciencia tecnológica, como aparece en la cultura del
positivismO, en la forma de concebir y enseñar historia en las escuelas
norteamericanas. En esta obra, nos parece más apropiado estudiar las
manifestaciones del interés técnico en el nivel de la clase.
La teoría tradicional del curriculum divide los procesos correspondientes al mismo en
diseño, difusión, implementación, evaluación y, quizá, innovación. Salvo en la
implementación (quizá en el de la evaluación), la relación de todos estos procesos
curriculares con la clase se reduce, en el mejor de los rasos, a las buenas
intenciones. Aspectos importantes del desarrollo curricular se contemplan como si
tuviesen lugar «parte de las prácticas de clase, entrando en ellas sólo en calidad de
prescripciones completamente elaboradas que han te ponerse en práctica ante la
pizarra [de nuevo, es interesarte observar la asociación etimológica entre la palabra
implementación («implementación») y el término técnico implero el desarrollo
curricular se produce en un sentido real en el nivel de la práctica de clase, con
independencia de que pueda haber sido diseñado en otra parte. Por supuesto, esa es
la razón de que los llamados planificadores del curriculum se desesperen con
frecuencia. Todo su cuidado-trabajo de diseño del curriculum puede irse al traste si
los si los operarios de clase no pueden ser persuadidos de que sigan sus
recomendaciones. No obstante, los profesores adaptan invariablemente las
recomendaciones curriculares, de ahí su necesidad, en la mente de los
planificadores del curriculum informado por una perspectiva técnica de elaborar un
currículo a prueba de profesores. Sin embargo, en último término.
el curriculum es lo que los estudiantes experimentan en el ambiente de aprendizaje.
Con independencia de lo complejos que puedan ser los planes, el curriculum real se
desarrolla mediante las transacciones que se producen en clase. Por tanto,
volveremos de nuevo al práctico dentro de su clase para buscar pruebas del interés
técnico.
Todos los profesores, cuyo trabajo describiremos en adelante, formaron parte de
proyectos tendentes a desarrollar y mejorar de forma sistemática las prácticas
curriculares de sus clases. La mayoría de tales proyectos eran de investigación-
acción que obligaba a los prácticos a adoptar una acción estratégica, deliberada,
para cambiar algún aspecto de su práctica o a incorporar alguna idea «nueva» a sus
clases. Se trata de profesores que se toman muy en serio el cometido de desarrollar
*
Equivalente en España a la Escuela Secundaria Obligatoria. (N. del T.).
157
el curriculum en el nivel de la clase.
Las fuentes de información sobre las prácticas curriculares de estos profesores
fueron sobre todo informes de los desarrollos curriculares escritos por ellos mismos,
complementados en algunos casos por entrevistas. El centro de atención se sitúa
aquí, no tanto en lo que los profesores hicieron concretamente en el transcurso del
desarrollo curricular (aunque presentaremos resúmenes de los proyectos en los que
participaron), sino en el análisis de la clase de conocimiento que los prácticos
extrajeron del proyecto y en los tipos de acción emprendidos como parte del
desarrollo. Por eso, el interés técnico se manifiesta en estos dos aspectos del trabajo
de los profesores.
Dijimos antes que el interés técnico se centra esencialmente en el producto. Esto
significa que, si el trabajo del profesor está inspirado por el interés técnico,
tendremos que esperar que aparezca la preocupación por los productos del
desarrollo. Las tentativas para desarrollar el curriculum en la clase de este tipo de
profesor se caracterizarán por la aplicación de normas de excelencia al trabajo
producido como consecuencia del desarrollo. La creación de productos educativos
aceptables depende del desarrollo de destrezas tanto por el alumno como por el
profesor. Por tanto, el desarrollo del curriculum en clase se utilizará aquí como medio
para depurar las destrezas docentes y poner en práctica ¡deas que mejoren el
resultado del trabajo de los alumnos.
Cuando el trabajo del docente dentro de un proyecto de desarrollo curricular se
inspira en un interés técnico, ese interés constituirá el elemento constructivo del
saber generado por el profesor en el proyecto, en calidad de «saber-cómo» o «saber-
qué»; es decir, saber cómo actuar para hacer cosas y qué será mejor para hacerlas.
Este saber se traducirá en una acción productiva eficiente y eficaz.
Perfiles de los proyectos
Debemos hacer hincapié en que la mayoría de los iniciadores de estos proyectos no
los concibieron ni planearon específicamente como proyectos técnicos. De hecho,
los ^proyectos se emprendieron en su mayor parte como consecuencia de las
aspiraciones de los profesores para mejorar i experiencias de clase que surgieron de
un interés práctico por comprender y dar sentido a las mismas. No obstante, el
interés técnico por la producción y el control está tan extendidos que en todos estos
proyectos es posible descubrir os profesores cuyo trabajo estaba inspirado por un
interés técnico. Presentamos aquí los perfiles de los proyectos, pero referiremos a
ellos en capítulos posteriores. He seleccionado los proyectos que tomaremos en
consideración de un conjunto procedente de diversos estados australianos.
El Proyecto Karrivale
158
real de trabajar de los escritores, resaltando ciertos aspectos como la elaboración de
borradores y el hecho de tener en cuenta al público receptor. También los procesos
de lectura se representaban como experiencias de dar sentido más que como
ejercicios de descifrado. El Informe, coherente con sus principios relativos al sentido
de la acción, apoyaba el trabajo de grupo y el uso de periódicos didácticos en
calidad de prácticas de clase.
Esencialmente, el Informe Martin puede considerarse influido por un interés
práctico por implantar experiencias significativas para los alumnos de inglés. Los
profesores que iniciaron el Proyecto Karrivale mostraban su preocupación por la
reducida evidencia de la implantación de las recomendaciones del Informe en el nivel
de clase, a pesar de que había sido patrocinado por el Departamento de Educación.
El proyecto se concibió, por tanto, como una experiencia de revisión de las teorías
sobre las que se basaba el Informe, tratando de explorar la aplicación de esas teorías
a la práctica.
Desde el punto de vista de la organización, la sede del proyecto fue la Karrivale
High School y trabajaron en él veinticuatro profesores de once centros. Los
participantes se dividieron en tres grupos. El grupo A constaba de cuatro profesores
que organizaron y administraron el proyecto. Estos docentes preparaban las
sesiones de reflexión de los demás, abriendo sus clases a los profesores del grupo B
para que éstos pudieran observar en ellas. El grupo B estaba constituido por
docentes con menos experiencia que participaban u observaban en las clases del
grupo A durante tres tardes por trimestre, reuniéndose durante dos horas después
de finalizar el horario escolar para dialogar y reflexionar sobre sus experiencias.
Después, experimentaban en sus propias clases las ideas sobre las que habían
trabajado. El grupo C estaba formado por profesores más experimentados que se
reunían en tardes alternativas con los componentes del grupo B. Estos docentes
reflexionaban de forma cooperativa sobre proyectos que llevaban a cabo en sus
propias clases para poner en práctica algunos principios del Informe Martin. Todos
los profesores que participaron en el proyecto pusieron por es:r¡to sus propios
experimentos y reflexiones de clase.
Aunque el proyecto en general estaba relacionado con la operación de dar
sentido a las acciones, algunos profesores que participaron dieron muestras de un
interés técnico; precisamente nos ocuparemos aquí del trabajo de éstos. En ca-
pítulos posteriores nos referiremos a los trabajos de algunos de los otros docentes.
Esto no quiere decir que no se sacase del proyecto ninguna consecuencia valiosa.
Muchos informes de directores reconocen el valor de los cambios operados, tanto en
sus relaciones con los claustros de sus centros respectivos como en las prácticas
curriculares de los mismos.
160
a los alumnos. Los profesores diseñaron un sistema de supervisión. A su regreso, los
docentes pusieron a prueba en sus clases las actividades de lenguaje que habían
preparado al efecto, supervisando su eficiencacia por medio de la grabación de los
diálogos producidos en los grupos de trabajo de los alumnos, del análisis de los
escritos de todos ellos y de la construcción de un perfil de actividades de lenguaje
llevadas a cabo en cada clase duran B un período de tres semanas. Al final del año,
tuvo lugar un encuentro de revisión de un día en el que los profesores reflexionaron
sobre sus experiencias y elaboraron documentos al respecto.
Dado que el interés técnico es un interés constitutivo del saber, buscaremos pruebas
de aquél teniendo en cuenta, en principio, el saber generado para y por algunos
participantes a través de su compromiso en estos proyectos curriculares. En particular,
consideraremos la naturaleza del saber generado, el valor que los prácticos adjudican al
saber «teórico» y la relación entre teoría y práctica. Respecto al «resultado» final de la
relación técnica entre teoría y práctica, tendremos en cuenta las acciones que
emprendieron los prácticos considerando el centro de atención, el resultado y la calidad
de acciones.
Saber generado
161
mejor las cosas. Así, el conocimiento generado lo es de «destrezas»: saber cómo actuar
en determinadas situaciones para mejorar el resultado del acto docente.
162
Teoría
El interés técnico, que genera una acción de acuerdo con reglas diseñadas para
lograr objetivos preespecificados, estará representado por dos actitudes de los
prácticos, diferentes aunque compatibles, respecto a la «teoría», los enunciados
teóricos se consideran «abstractos» o «prácticos». Se cree que las teorías abstractas
se desarrollan con independencia de la práctica y carecen de importancia para la mis-
ma. Por otra parte, se considera que la teoría práctica goza de autoridad y
proporciona a quien la ejercita un conjunto de directrices que ha de aplicar en clase.
Con frecuencia, los profesores expresan la actitud de que teoría y práctica tienen
poco que ver entre sí, de forma semejante a la manifestada por Hannah en este
comentario: «para mí, la teoría está ahí, pero lo importante son las cuestiones
prácticas de la clase, y aún ahora pienso que podrían combinarse de manera eficaz,
pero por alguna razón no lo hacen». Sin embargo, este grupo de profesores
consideraba importantes documentos escritos como el Informe Martin, que pro-
porcionaba el núcleo teórico del Proyecto Karrivale. Estos enunciados teóricos se
consideraban «prácticos» porque constituyen la justificación de las acciones e ideas
que promueven productos de calidad: «Utilizando el modelo "El proceso de
escritura" y poniendo en común la teoría con los alumnos, se les ayuda a producir un
trabajo de mejor calidad, no sólo una reproducción en la que se han corregido los errores
superficiales.»
Los procesos de desarrollo curricular pueden considerarse también como «teorías
prácticas». Veremos más adelante (en el Capítulo VIII) que la investigación-acción
constituye un proceso que, fundamentalmente, compromete a los prácticos en el
perfeccionamiento de determinados aspectos de la práctica educativa. La
investigación-acción se utiliza cada vez más en el desarrollo curricular basado en la
escuela. No obstante, a veces, su empleo muestra un interés técnico; es decir, se
piensa que la utilización de la metodología garantizará unos resultados curriculares
satisfactorios. Este enfoque tecnológico del empleo de la investigación-acción como pro-
ceso de desarrollo curricular queda reflejado en el siguiente comentario de un director
escolar participante en el Change ¡n Small Schools Project. Dicho director describe la
introducción inicial del proceso de investigación-acción que hizo a los miembros del
claustro de su centro:
Se presentó un resumen de los pasos que emprender en la planificación de la
investigación-acción y de sus ventajas tanto para el empleo en clase como para
las decisiones de los profesores... Se indicó que, en principio, era necesario se-
guir el plan con detalle.
He aquí un ejemplo de teoría práctica. El proceso de investigación-acción se
convierte en una prescripción para la acción. Debe seguirse paso a paso de manera que
produzca un resultado aceptable.
Con frecuencia, se echa en cara a los profesores su menosprecio por la teoría,
aunque la conciencia tecnológica que sitúa la teoría en una relación de autoridad,
jerárquica respecto a la práctica, hace que los profesores se sientan defraudados. Este
sentimiento queda implícito en el siguiente comentario de otro docente participante en el
Proyecto Karrivale:
Cuando los vi poniéndola en práctica, (la teoría) tomó importancia para mí,
aunque, en principio, me asustaba que todo fuera teoría y no hubiera nada de
práctica... Suelo ser siempre un poco cínico, o lo he sido en el pasado, ante un
montón de teorías que no parecían funcionar demasiado bien en clase.
Nótese también aquí la implicación de que la teoría proviene de otra parte y es
«puesta en práctica» por los «artesanos» en la situación docente. Se respeta la clase
de «teorías» que pueden aplicarse directamente a la situación práctica. Esto nos
lleva a considerar la relación entre teoría y práctica.
163
Teoría y práctica
164
del proyecto ha consistido en el cambio que ha producido en mí. Ahora busco
ocasiones para emplear más el lenguaje, tratando de proporcionar un buen
ambiente lingüístico para mis alumnos.»
En este caso, la diferencia es sutil, pero importantísima.
Se trata de la existente entre el interés constitutivo de conocimiento técnico y el
interés práctico. El profesor cuyo conocimiento está formado por un interés técnico
percibe el e/dos externo como un plan definido y utiliza sus habilidades para
codificarlo, adaptarlo y aplicarlo en una situación diferente >ara producir unos
resultados que se juzgan en relación con su eficiencia y eficacia. Por otra parte, el
profesional en ejercicio cuyo trabajo se inspira en el interés práctico aprehende el
eidos en términos de principios que se basan en el juicio práctico como
fundamento para la decisión. Lo importante para él es la comprensión y la creación
de un ambiente de aprendizaje significativo.
La importancia de la acción
Para algunos profesores, su compromiso con estos proyectos resultó muy
importante porque las reuniones de grupo constituían una fuente de ¡deas que podían
ponerse a prueba en sus clases. Ciertos docentes que participaron en el Proyecto
Karrivale consideraban que su aspecto más valioso fue el tiempo dedicado a observar
las clases de otros profesores, porque les dio ideas que podían probar en sus propias
clases. Las acciones reproductoras de los docentes cuyo trabajo se inspiraba en el
interés técnico se reflejan en este comentario de Ánne: «Todavía estoy utilizando
ideas... Ellos (uno de los profesores del proyecto) sabían 'cómo escribir una
carta de negocios' y 'cómo escribir una carta personal'; lo habían puesto en cartulina
en sus clases. Yo he hecho lo mismo en la mía...».
En el informe escrito de su proyecto personal, la profesora Una dice que
enseñaba a sus alumnos estrategias de escritura haciéndoles «realizar (una)
actividad siguiendo un procedimiento muy minucioso detallado en un folleto escrito:
'El proceso de la escritura'». En este caso, «El proceso de la escritura» ha adoptado
la forma de un e/dos externo que ha de implementarse mediante la tekné (destrezas)
del profesor y de los alumnos. Por medio de la implementación técnica de este
procedimiento, se produjeron obras escritas. La acción de implementar el
procedimiento, así como las de los estudiantes al producir sus obras, constituyen
formas depole-tiké, acción técnica (manufactura).
Cuando, en el proceso de desarrollo curricular, se emplea la investigación-acción
para extender determinadas ideas en vez de como proceso reflexivo, funciona de
forma técnica. La práctica de la investigación-acción (o de cualquier proceso de
desarrollo curricular) de forma técnica deja abierta la posibilidad de incorporar a los
participantes a la acción de formas pseudo-cooperativas para alcanzar fines
predeterminados antes del inicio del proyecto. Un informe de un director que participó
en el Change ¡n Small Schools Project nos ofrece un buen ejemplo de ello:
Aunque no pretendo una uniformidad absoluta en clase, hay en cada una
elementos que serían deseables en todas con sólo encontrar un modo de
estimularlos con las ideas de manera que nos percatemos de que esas ideas
son dignas de tenerse en cuenta y, si se ponen en común, beneficiosas.
En esta forma de trabajar, el interés técnico queda de manifiesto en el modo de
considerar las «ideas» como «entidades» reproducibles en sitios diferentes del de
origen. Los modos técnicos de operar pueden observarse también en el papel
supervisor adoptado por el director. Este interés se hace aún más evidente en la
165
visita del supervisor a la escuela:
Visita del inspector. Piensa que debemos mejorar nuestra escritura, cosa que
no es una novedad para el director. Esto resulta providencial porque proporciona
un centro de atención para la reunión de claustro en la que los profesores
deciden un nuevo plan de acción. El director observará a todos los profesores que
den una clase de escritura y se encargará de poner en común los resultados.
Nótense las características técnicas que aquí aparecen: las figuras de autoridad
del inspector y del director gozan de acceso al verdadero eidos que constituye la
buena escritura, y el director juzgará la eficacia de las acciones de los profesores e
intervendrá en los resultados. La destreza, no el juicio del práctico, constituye un
importante factor, como lo es la actitud del profesor respecto al producto y no
respecto a su práctica. Más adelante, el redactor del informe señala: «La escritura va
mejorando, así como la actitud del profesor en relación con la limpieza en los
trabajos escritos».
La preocupación predominante respecto al producto final se refleja en los
comentarios de otros docentes que participaron en estos distintos proyectos. En la
entrevista, Hannah, una de las profesoras que participó en el Proyecto Karrivale,
describía así su interés por lograr un producto aceptable y su observación sobre otra
profesora que creía le ayudaría a alcanzar dicho fin: «El trabajo que M. logra de estos
chicos es excelente y querría ver lo que hizo y cómo consiguió ese producto final.» En
su informe escrito, reconoce que quizá el producto no sea lo único importante: «Un
trabajo escrito sin faltas e imaginativo es maravilloso, pero, ¿acaso la importancia y la
recompensa deben estar relacionadas sólo con el producto final?» Pero esta intuición
no se desarrolla y el enfoque de la eficacia sigue primando en su informe escrito del
proyecto que llevó a cabo y en sus descripciones verbales posteriores del mismo.
Objetivo de la acción
En los proyectos curriculares inspirados en un punto de vista técnico, el núcleo de
la acción consiste en la implementa-
ción práctica de las ideas. No obstante, y de manera más específica, las ideas se ponen
en práctica para que los productos del proceso educativo mejoren. El éxito de un
proyecto se juzga en relación con los productos tangibles, o sea, con los trabajos
producidos por los alumnos como consecuencia del proceso de desarrollo.
En una entrevista, Anne justificaba su juicio sobre el éxito de sus acciones en
relación con la calidad del producto: «Ha sido un éxito: el trabajo realizado ha resultado
excelente.» Más tarde, comentando el éxito de la implementación de una idea sobre
escritura puesta en común en su clase, explicó: «Cuando se lo leí a los demás
profesores, no daban crédito a lo que oían; esto lo habían hecho esos dos niños, tan
flojos. El sistema funcionaba.» Está claro que el logro de un objetivo se mide por el
producto. De nuevo, para Una, el éxito de la implementación de las estrategias de
escritura mencionadas antes había que juzgarlo por los productos: «En efecto, en
términos de la calidad del trabajo realizado, se aprecia una diferencia tremenda. El nivel de
algunos trabajos era muy considerable.».
Como puso de manifiesto la investigación teórica mencionada en el capítulo anterior
respecto a las consecuencias del interés técnico para el desarrollo curricular, el
fundamento sobre el que se juzgan las mejoras producidas consiste en la medida. De ello
se sigue que el interés técnico reflejará la preocupación por documentar la cantidad de
mejoras que se derivan del desarrollo curricular llevado a cabo. Esa preocupación es
evidente en esta afirmación de uno de los directores del Change in Small Schools
Project: «Idea general: mejoras en la enseñanza y exhibición pública de la escritura...
Ha de conservarse una muestra como punto de referencia y el trabajo llevado a cabo a
continuación de ese paso se juzgará en relación con aquella muestra.» Hasta cierto pun -
to, la mejora se considera como algo que no plantea problemas: fácilmente perceptible, si
no mensurable, en los productos de las acciones.
166
Hemos afirmado antes que el interés técnico es, sobre todo, un interés por el control.
Hemos de preguntarnos, pues, si la teoría del interés técnico tiene alguna vigencia en
el ámbito de la práctica de clase, si el trabajo de estos profesores pone de
manifiesto su interés por controlar. Muchos de los comentarios antes citados
constituyen Gvidencias dQ la preocupación por el control. Por ejemplo, tenemos al
director que iba a observar las distintas clases de escritura y a «poner en común los
resultados de la observación.» Podemos preguntarnos por qué no relevó durante
períodos cortos de tiempo a los profesores de sus clases, permitiéndoles asistir a las
de otros compañeros para observarlas. Se nota la preocupación por supervisar lo
que ocurre y controlar la puesta en común de las ideas. Recordemos al efecto el
folleto de Una sobre «El proceso de escritura». En este caso, el proceso, que en teo-
ría es liberador, está controlado y dirigido por profesor y alumno. La producción de un
«buen» trabajo depende del seguimiento de un conjunto de procedimientos.
Indicamos también la afirmación de Patty respecto a la capacitación, como
consecuencia de su participación en el proyecto, para decir cuándo sus alumnos se
dedicaban a «charlar» y cuándo «hablaban de su trabajo». Aparece aquí con toda
claridad la importancia de las técnicas de control.
El interés técnico confiere gran importancia a la tarea de controlar el proceso real
de desarrollo del curriculum para el iniciador del proyecto de desarrollo. A este
respecto, recordemos al director que resumió las etapas de la investigación-acción
para comunicarlo al claustro de su escuela, indicando que «en principio, hay que
seguir el plan con todo detalle». Da claras muestras de su interés por controlar el
proceso de desarrollo prestando atención a un conjunto de procedimientos que han
de seguirse con todo cuidado para lograr el éxito del proyecto.
Calidad de la acción
Los programas eran «en gran medida normativos y obligaban» a todos los profesores.
En resumen
CAPITULO IV
Para nuestra exploración antecedente de los diversos aspectos del interés técnico en relación con
168
la acción humana, tomamos como punto de partida los escritos de ARISTÓTELES. Este capítulo
prestaremos atención con mayor detalle al interés práctico y, como este interés constituye tanto
una forma de conocer como de actuar, también considerada por Aris TÓTELES, volveremos de
nuevo a los escritos de este sabio de la Antigüedad en vez de proseguir nuestra argumentación
con la ayuda del discurso reconstructivo de HABERMAS. i forma de acción de la que nos ocuparemos
aquí es la que ARISTÓTELES identifica y analiza como dependiente de los juicios humanos. Se trata
de juicios efectuados sobre la base e la interpretación del significado de una situación a cargo
de los responsables de llevar a cabo la acción.
La construcción del significado a través de un acto de interpretación, proporcionando,
portante, una base para tomar decisiones en relación con la acción, se conoce como
interpretación hermenéutica. La hermenéutica constituye una forma de saber asociada la mayoría
de las veces a la interpretación bíblica en los estudios teológicos. La consideraban (y conIsderan)
importante quienes se inclinan, desde un punto de vista teológico, por la posibilidad de
conseguir una interpretación significativa de la Sagrada Escritura con el fin de obtener una
orientación para las acciones futuras. Sin embargo, la hermenéutica no ha quedado
circunscrita a la acción de los teólogos. Algunos filósofos modernos (en especial
europeos)-, por'ejern0lb, HEID'EGGÉV GADAMER (1977) y RiCOEUR (1979), han
afirmado que debe restablecerse la interpretación hermenéutica como forma
fundamental del saber para la sociedad moderna. Se dice que la comprensión
hermenéutica constituye una forma preeminente de conocimiento sobre el que puede
llevarse a cabo la acción. En vez de afirmar sin más que el conocimiento y la
aplicación de un conjunto de reglas sea una base suficiente para la acción, la
hermenéutica nos recuerda la importancia de tomar decisiones tanto sobre el
significado de las reglas como sobre la situación en la que han de aplicarse antes de
emprender la acción.
Los filósofos antes mencionados han vuelto de diversos modos a las obras de
ARISTÓTELES para comprender lo que pueda suponer que la acción se base en juicios
interpretativos. La acción de la que ellos (y nosotros) se ocupan en este contexto es
la acción que reconoce y respeta la parte que la razón humana desempeña en el
momento de la toma de decisiones. Señalamos antes que HABERMAS defiende que la
restauración de la primacía de la razón humana como fundamento de la acción (en
contra del mero seguimiento de reglas) puede deducirse de «primeros principios».
Afirma que es posible extraer estos principios a partir de una reconstrucción de la
evolución de la especie humana en vez de hacerlo en referencia a ARISTÓTELES (véase
el Capítulo II). Pero el interés práctico aparece tratado de forma adecuada en la obra
aristotélica que, de nuevo, proporciona algunas claves para comprender los
conceptos de HABERMAS. Por tanto, dejaremos de lado por un momento las
cuestiones sobre la educación y el curriculum, acercándonos a la política y el
lenguaje de la antigua Grecia. Una vez efectuada esta digresión, resultarán
evidentes las consecuencias de estas formas de conocimiento y acción para la
educación.
169
cuidasen de gran parte de lo que podríamos llamar aspectos «prácticos» de la vida,
incluidos los negocios. El sistema de esclavitud le dejaba cierto tiempo libre durante
el que podía dedicarse a la administración de la polis, la ciudad-estado (BOWRA,
1973). Así, para el ciudadano ateniense, el ámbito de la «acción» era en gran medida
el ámbito de la interacción entre hombres, el ámbito de la política (los asuntos de la
polis). [Atenas era una democracia, lo que significaba que todos los ciudadanos
controlaban y participaban, al menos en teoría,
la vida política de la ciudad (digo «en teoría» porque, con [frecuencia, el gobierno lo
ejercían los oradores hábiles y persuasivos como Pericles.
Para ARISTÓTELES, el campo de la interacción humana reclamaba un tipo particular
de acción; no una acción «manual», forma de acción que desarrollan los artesanos,
sino acción «práctica», praxis. En el pensamiento moderno (en especial el
marxista), la praxis ha llegado a significar acción política en un sentido más radical
que el original griego, por lo que he reservado el término praxis para el tipo de
acción crítica que examinaremos en relación con el interés emancipador.
Denominaré acción «práctica» a la acción asociada al interés práctico.
Al exponer el interés técnico, afirmé que la acción orientada hacia el producto, la
asociada al interés técnico, surgía de la disposición de la tekné o destreza.
Asimismo, señalé la asociación que HABERMAS plantea entre la disposición técnica y
el interés por el control. Para ARISTÓTELES, la disposición de phrónesis da origen a la
acción práctica. El término phró-nesis se traduce a menudo como «juicio práctico».
El concepto de phrónesis es complejo y no existe ninguna palabra inglesa única que
abarque el conjunto de significados del término griego original. El conocimiento es
un componente de la phrónesis, pero no el conocimiento preposicional abstracto,
sino el que se basa en la razón humana. El conocimiento constituido sobre la base
de la phrónesis es un conocimiento «propiedad» del actor. Me refiero al
conocimiento convertido en personal, en el sentido que le da POLANYl (1962), a
través del razonamiento y la experiencia. El juicio es un elemento de la phrónesis,
pero no el juicio legalista de un arbitro empecinado en hacer juicios sobre cuándo
se producen infracciones de reglas. Se trata del juicio del magistrado que sabe
cuándo aplicar y cuándo librar de la aplicación del máximo rigor de la ley con objeto
de servir a la justicia (GADA-MER, 1979, pág. 284). La phrónesis supone también la
prueba. La prueba tiene que ver con lo «adecuado» a una ocasión concreta:
(La prueba) no puede separarse de la situación concreta en la que se
desarrolla ni puede reducirse a reglas y conceptos... Constituye una forma
especial de conocimiento. Pertenece al área del razonamiento reflexivo... Prueba
y juicio son evaluaciones del objeto en relación con el conjunto para ver si se
ajusta a algo más, si, en tal caso, se «adapta».
(GADAMER, 1979, pág. 36)
La phrónesis constituye la base de la habilidad del catador de vinos.
Conocimiento, juicio y prueba se combinan para producir un discernimiento que es
más que una destreza. En general, utilizaré la expresión «juicio práctico» en vez de
phrónesis, pero habrá que tener presentes estos aspectos del significado porque el
juicio práctico difiere del juicio estratégico que, como vimos antes, se asocia con el
interés técnico.
La tekné (destreza) produce una acción que concuerda con una regla establecida o
forma tradicional de operar. La acción aparece a continuación de una elección entre
medios para lograr un fin específico, predeterminado. Estas acciones son las
«racional-propositivas» o «estratégicas» de las que habla HABERMAS (1971). La
disposición que utiliza la destreza se orienta hacia la acción correcta; es decir, la
acción que concuerda con la regla o sancionada por la convención. El juicio practico
(phrónesis), por otra parte, de acuerdo con ARISTÓTELES, es «una disposición
verdadera y razonada hacia la acción respecto a cosas buenas o malas para los
hombres» Iff/ca a Nicómaco, 1140b). El juicio práctico es una disposición hacia la
acción «buena» más que a la «correcta». Posee un aspecto de consciencia moral de
170
la que carece la tekné. EJ juicio práctico es la disposición que animaría a una persona
que actúa en una situación concreta a transgredir una regía o convención si juzgase
que la acción concordante con día no promovería el «bien», fuese general o de las
personas involucradas en la situación específica. Esto significa que la acción
resultante del juicio práctico ha de evaluarse en sus propios términos y no en
relación con el grado en que encarna determinada «idea», como ocurre en el caso
de la acción resultante de la tekné.
Indica esto que las acciones resultantes de la destreza y del juicio práctico son
cualitativamente diferentes. Vimos antes que la destreza se resuelve en la acción
«manual». El juicio práctico da lugar a la interacción (acción práctica). La acción
práctica (praxis) no es una acción aleatoria; es una acción «en relación con el bien
humano» (Ética a Nicómaco, 1140b). ARISTÓTELES considera que estos dos tipos de
acción humana son diferentes del siguiente modo: «mientras que la manufactura
(poietiké) tiene un fin distinto de sí misma, la acción (praxis) no, dado que el hacer el
bien es su propio fin.» Por tanto, la destreza se relaciona con el producto, mientras
que el juicio práctico se orienta hacia el proceso de adoptar una acción. Si aplicamos
esto a nuestro ejemplo de la clase de matemáticas, la diferencia es sutil pero
importante. Nuestro profesor, cuya acción está regida por la destreza, se ocupará
esencialmente de construir un programa de clase que produzca los resultados de
aprendizaje requeridos por el documento normativo. El profesor cuyo trabajo está
informado por el juicio práctico se ocupará de que las interacciones en el ambiente
de la clase proporcionen oportunidades adecuadas para el aprendizaje. El momento
de aprendizaje constituye «su propio fin».
No significa esto que no haya eidos alguno que oriente la acción práctica.
Señalamos antes que ARISTÓTELES consideraba que la disposición del juicio práctico
era «una disposición verdadera y razonada hacia la acción en relación con cosas
buenas o malas para los hombres.» De este modo, el eidos que guía el juicio práctico
es el del «bien». Los griegos se preocupaban mucho por «el bien» o la virtud moral.
Para ellos, la «buena vida» no consistía en el ideal de sun and surf que evoca esa
expresión en la moderna sociedad (australiana *). Por el contrario, era un concepto que
combinaba los significados estéticos, morales e intelectuales asociados con lo her-
moso, algo «digno de cálida admiración» (KlTTO, 1951). Aunque en cualquier grupo se
daría un consenso respecto al significado del «bien», el eidos es también, no
obstante, algo personal, subjetivo, nunca configurado por completo y siempre en
estado de formación. GADAMER (1979, pág. 283) expone la relación de este eidos con
*
Literalmente: «sol y surf», referido al significado de «buena vida» en Australia. Podríamos traducirlo por el clásico «panem eí
circenses» o por el nuestro «pan y toros». (N. del T.)
171
la acción práctica:
La imagen que el hombre tiene de lo que debe ser, es decir, sus ¡deas de lo correcto y lo erróneo (etc.)...
son, en efecto,... ideas orientadoras hacia lo que busca; pero todavía subsiste una diferencia básica
respecto a la idea orientadora representada por el plan que el artesano tiene del objeto que va a hacer. Por
ejemplo, lo correcto no puede determinarse por completo con independencia de la situación que requiere
una acción correcta desde mi punto de vista, mientras que el e/dos de lo que un artesano quiere hacer está
determinado totalmente por el uso que se pretende.
Figura 2
La relación práctica entre ideas y acciones
Hemos visto antes que el interés técnico tenía un resultado independiente de la
práctica de una acción y, por tanto, ¡de las acciones mismas (el resultado del interés
técnico es un tipo de producto que existe aparte del productor en la medida en que
podría haber sido producido por cualquier otro ' que exhibiera las mismas destrezas).
Por otra parte, el interés práctico se centra mucho más en el acto y el actor, en vez
de en el resultado de la acción. He aquí una significativa diferencia que precisa
mayor exploración.
172
Volviendo a los griegos y preguntándonos por el objetivo de la democracia griega,
la respuesta es el bienestar de la polis, considerando la polis como los ciudadanos
comprendidos en la comunidad política. Así, el resultado deseable de cualquier
decisión política era un estado del ser, no un resultado concreto de algún tipo. Es
ésta una representación idealizada de la antigua Grecia, pero, por ahora y para
nosotros, el principio es instructivo. La noción de deliberación como algo que
produce un estado del ser y no ciertos resultados finales queda ilustrada por la tradición
de que las deliberaciones jamás se cerraban. En principio, las decisiones nunca eran
irrevocables. Esto llevó en la práctica a ciertas situaciones curiosas, como en el caso
de decisiones militares que se adoptaban hoy para hacer lo contrario al día siguiente.
Pero existía un sentido en el que la decisión misma no revestía la máxima trascen-
dencia. Lo importante era que la decisión representaba el resultado de las
deliberaciones de los ciudadanos.
Así, la esencia de la noción griega de praxis (acción práctica) consistía en que la
acción debería adoptarse sobre la base de la comprensión plena de la situación. Es
más, se pensaba la comprensión sólo se lograba mediante la deliberación 'el
debate, a través de los cuales se aclaraba el significado una situación o
acontecimiento. Debemos señalar, no obstante, con respecto a la acción en la
esfera política, o sea, la esfera de la interacción humana, que la acción siempre
supone un riesgo. El resultado o las consecuencias de la acción nunca pueden
conocerse por completo de antemano. Siempre existe un elemento de riesgo ante
efectos no buscados: de la acción. Esto resulta particularmente pertinente en la edu-
cción, como veremos más adelante.
El interés práctico, por tanto, genera una acción entre sujetos, no sobre objetos.
Lo importante es ejercitar el juicio a través de la deliberación (llamada a menudo
«reflexión» en a bibliografía al uso). La deliberación incluye procesos de
interpretación de la situación y de proporcionar sentido a la misma, de forma que se
decida y lleve a cabo la acción apropiada. Se entiende por acción apropiada la que se
supone promueve el «bien» de los participantes en la misma.
Por eso este capítulo se titula «El curriculum como práctica». Cuando en el
curriculum impera el interés práctico, se resalta la acción o la práctica y no algún
producto. Es más, el interés práctico inicia el tipo de acción que se adopta como
consecuencia de la deliberación y del empeño del práctico por comprender o dar
sentido a la situación en vez de la adopción de una acción como consecuencia de
una directriz o dependiendo de algún objetivo preespecificado.
1
Para una interesante exposición del lugar de la ley en la sociedad ateniense, véase: Bowra (1973), Capítulo 4. El Capítulo 5
constituye también un instructivo relato sobre lo que los griegos entendían por «hombre bueno» y «buena vida».
2
Esto es, esencialmente lo que propone Hobbes mediante la noción de contrato social. IMowell-Smith (1954, pág. 17) señala
que «Hobbes había quedado muy impresionado por el método de la geometría y pensaba que las reglas morales constituían Reglas
descubiertas por la Razón para evitar las calamidades sociales».
174
fijado en la ley se mantiene en una tensión necesaria con una acción definida, dado que aquélla es general
y, por tanto, no puede contener en su seno la realidad práctica en su forma concreta.
La persona que trata de comprender un texto realiza siempre un acto de proyección. Proyecta ante sí
un significado del texto en conjunto en el momento en que surge del mismo algún significado inicial. Este
último sólo surge porque aquélla lo lee con determinadas expectativas en relación con cierto significado.
El resultado del anteproyecto, constantemente revisado en términos de lo que emerge a medida que
penetra el significado, es la comprensión de lo que allí existe.
175
políticas. Si aceptamos que el curriculum es un asunto práctico, todos los
participantes en el acontecimiento curricular habrán de ser considerados sujetos y
no objetos. Esto, a su vez, suscita ciertos problemas en relación con los derechos y
la categoría de los participantes en dicho acontecimiento, lo que tiene también
incidencia en la toma de decisiones respecto a los objetivos, el contenido y la
dirección del curriculum.
Consideremos, en primer lugar, lo que esto supone si adoptamos un punto de vista
algo estricto sobre el curriculum, tomándolo como un conjunto de documentos para
poner en práctica. Pensemos, no obstante, en el proceso de implementación del
curriculum como actividad práctica, o sea, actividad informada por un interés
cognitivo práctico. En esta situación, el primer cometido al que se enfrenta el
práctico consiste en interpretar el «curriculum» como texto. Como indicamos antes,
el punto de vista interpretativo del análisis textual rechazaría la autoridad del
documento para imponer su propio significado. Esta perspectiva supone que el
práctico no sólo tiene derecho, sino también obligación, de dar su propio significado
al texto. De hecho, dado que el práctico conoce la situación en que han de aplicarse
las directrices del texto, se le impone la obligación de hacerlo así. Se trata de una
obligación semejante a la del magistrado en relación con la aplicación de la ley.
Si los prácticos toman en serio sus obligaciones respecto a la interpretación de
los textos curriculares como acción práctica, o sea, como acción que compromete
su propio juicio, también tomarán en serio la categoría de los estudiantes como
sujetos del aprendizaje y no como objetos en el acontecimiento curricular. Esto
supone que la preocupación fundamental del profesor será el aprendizaje, no la
enseñanza. Es más, el aprendizaje supone, no la producción de ciertos artefactos (ya
se considere al niño o sus productos como los artefactos del sistema educativo), sino
la construcción del significado. De ello se sigue que los profesores no sólo habrán de
ocuparse de comprender los objetivos de los contenidos prescritos, sino de rechazar
como contenidos educativos legítimos todo lo que no tenga como núcleo principal la
construcción del significado del alumno. En otras palabras, no basta con que el profesor
sea capaz de interpretar los textos curriculares para comprender lo prescrito por los
textos. Por ejemplo, no es suficiente con que un profesor comprenda que se intenta
que los estudiantes realicen experiencias de aprendizaje que les permitan llevar a
cabo ciertos conjuntos de cálculos matemáticos. Un profesor cuyo trabajo esté infor-
mado por un interés práctico rechazará las propuestas curriculares de matemáticas
que estimulen el logro de respuestas correctas como consecuencia de la aplicación
de los algoritmos adecuados pero no hagan posible que el estudiante se comprometa
activamente en la construcción del significado a los problemas matemáticos y sus
posibles soluciones.
Otra ilustración de la diferencia entre el interés técnico y el práctico en el
curriculum puede contemplarse en los enfoques empleados para abordar la
comprensión lectora. Cuando la práctica de la «comprensión lectora» está informada
por un interés técnico, el ejercicio pasa desde el descifrado de un escrito hasta
alcanzar respuestas predeterminadas. Cuando la misma práctica está inspirada por un
interés práctico, la tarea será considerada como la interacción entre el lector y el
autor para generar un significado. No se tratará ya de un ejercicio de adivinación del
significado del autor, sino de un acto de construcción de significado de parte del
lector y en donde la interpretación de ese lector se toma completamente en serio.
Este enfoque del curriculum influye también en la forma de contemplar la
evaluación y valoración. Como el significado del curriculum es cuestión de
deliberación a cargo del práctico, del que parten ciertos juicios y acciones, y dado
que la importancia del acontecimiento se cifra tanto en la acción o interacción como
en el resultado, se deduce de ello que carece de sentido hablar de la evaluación de
la eficacia del curriculum en términos de objetivos especificados de antemano. Tales
objetivos, con independencia de que se basen racionalmente en las comprensiones e
interpretaciones de los diseñadores del curriculum, carecen de autoridad para
determinar la práctica de los sujetos que interactúan. Se convierten en lo que
176
STENHOUSE (1975) denomina «hipótesis» que han de comprobarse en la práctica de
clase. Los participantes, profesores y alumnos, quedarán comprometidos en la
evaluación de las experiencias curriculares emprendidas en calidad de actividad
práctica, pues los significados e interpretaciones de todos los participantes han de
tenerse en cuenta en la interacción humana.
Si hay que considerar la educación como actividad práctica (o sea, una actividad
que se desarrolla a través de la interacción humana), hemos de preguntarnos si
tiene algún sentido considerar la redacción de documentos como «diseño del
curriculum». ¿Basta con adscribir a los prácticos el papel de interpretadores,
excluyéndolos de la formulación del curriculum mismo? ¿Qué pasaría si
considerásemos el conjunto del acto curricular como acto práctico, es decir, acto de
interpretación y construcción del significado? ¿Qué supondría este proceso?
En sus últimos trabajos Lawrence STENHOUSE defendía precisamente este
enfoque del curriculum. En An Introduction to curriculum Research and
Development (1975), enuncia los principios del curriculum informado por un interés
práctico. Cito aquí con cierta extensión a STENHOUSE porque articula estos principios
con toda claridad:
He expuesto que las ideas educativas recogidas en libros no son asimiladas fácilmente por los
profesores, mientras que la expresión de ideas que fundamentan el C. las expone a su comprobación
por parte de los profesores y establece así una igualdad de discurso entre quien propone y el que
comprueba
177
Los «datos» para los profesores que participaron en el proyecto consistían en un
conjunto de materiales (ilustraciones, recortes de periódicos, narraciones, etc.) y
una selección de estrategias docentes. La estrategia A requería que el profesor
adoptara el papel director neutral característico del Humanities Curriculum Project
(1970). En la estrategia B, el profesor adoptaba una postura comprometida de
consenso respecto a la eliminación del conflicto racial. La estrategia C debía
promover la comprensión de los problemas de relaciones raciales a través de la
dramatización. El interés práctico inherente a la conceptualización de este proyecto
queda patente en un comentario hecho por STENHOUSE en otro lugar (1975, pág.
130):
La experiencia en el campo del curriculum nos indica que las variables de contexto en la escuela
y su ambiente son tan importantes que las recomendaciones generales carecen de fundamento.
Cada escuela tendrá que valorar sus propios problemas y hacer evolucionar su propia normativa. Una
investigación de los problemas y efectos de la enseñanza sobre las relaciones raciales debería
centrarse en recoger los datos que las escuelas necesitarían para apoyar los juicios que habrían de
realizar.
Así, se acordó que la divulgación del proyecto sobre las razas se basara en las
experiencias de los profesores y que la mejor comunicación sería la efectuada por
ellos mismos en vez de, por ejemplo, por consultores curriculares o profesores
asesores.
Al informar de la investigación, espero persuadirles de que revisen de manera crítica sus propias
experiencias para comprobar después la investigación frente a su evaluación crítica de esas experiencias.
No trato de defender que la investigación deba despreciar su juicio: debe complementarlo y enri-
quecerlo... Al considerar cualquier descubrimiento de la investigación en estos términos, tendrán que
plantearse a sí mismos dos cuestiones: primera, ¿es verdadero en general?, y segunda, ¿es verdadero en
mi caso?
(RUDDUCK y STENHOUSE, 1979, págs. 81, 82)
Este proyecto trató de medir los cambios de actitud de tos estudiantes, es decir,
medir lo que el proyecto había producido, pero los resultados no fueron
concluyentes. La insistencia de STENHOUSE en el juicio personal no sólo se debe a la
naturaleza no concluyente de los resultados. Aunque éstos hubieran carecido de
ambigüedad, desde el punto de vista estadístico, sólo podrían ofrecer una serie de
178
hipótesis que reherían comprobarse en cada clase concreta.
Uno de los principios inherentes al interés práctico consiste en que las personas,
niños incluidos, son fundamentalmente racionales. Sin embargo, hay que reconocer
que, si se aceptan los principios de libertad, pueden aparecer resultados no
buscados, como el endurecimiento de actitudes racistas. STENHOUSE reconoce el
riesgo de este compromiso conjunto con la libertad y la racionalidad:
Durante la enseñanza, algunos alumnos se están haciendo más racistas. Si
no fuese así, nunca se hubiese concebido el lavado de cerebro: bastaría la
educación para transmitir a todo el mundo cualquier punto de vista, al menos
cualquiera que se justificara racionalmente.
(RUDDUCK y STENHOUSE, pág. 83)
Problemas curriculares
Uno de los problemas que surgen al adoptar una perspectiva diferente respecto al
curriculum consiste en que no siempre pueden aplicarse las formas tradicionales de
pensar sobre el curriculum. Trataré de aportar una perspectiva comparativa a la
exposición teniendo en cuenta qué significa la perspectiva práctica respecto al
curriculum cuando se considera desde la perspectiva de las categorías tradicionales
del discurso curricular que utilizamos al exponer el interés técnico.
179
de forma implícita cualquier opinión... pero, en teoría, creo que el resultado es la
tolerancia racial» (RUDDUCK, 1975, pág. 78). Esta cita ilustra también la consecuencia
deseada de la acción docente: la mejoría del estado del cliente. Sin embargo, la
relación entre el e/dos y la consecuencia es también problemática. La disposición
que se valora es el juicio práctico más que la habilidad. Incluso las estrategias sólo
sirven para sugerir enfoques que adoptar; no operan como un «método»: «no creo que
podamos ir tan lejos como para decir que una estrategia constituye la forma correcta
para tratar el tema de las relaciones raciales porque nuestra investigación no indica
que una sea más satisfactoria que otra» (RUDDUCK, 1976, pág. 83). La ausencia de
método realza el valor que se otorga al juicio. Conviene señalar, sin embargo, que el
juicio no mantiene una relación unidimensional con la acción. Por el contrario, el
juicio y la acción se relacionan recíprocamente a través de un proceso de reflexión.
Esto significa que el práctico se involucra en una acción deliberativa, de selección,
orientada por el juicio personal. Esta acción se convierte en una forma de praxis.
*
* Stenhouse, L. lop. cit.) págs. 194-195 de la ed. esp. (N. del R.)
180
como fundamento de las decisiones relativas al curriculum3.
El significado de la evaluación
Del mismo modo que, ante un interés cognitivo práctico, no pueden separarse
por completo el desarrollo y la puesta en práctica del curriculum, la evaluación se
convierte también en una parte integrante del proceso educativo en su conjunto y no
se queda en algo separado. STENHOUSE (1975,
Pág. 121) dice: «Deseo argumentar contra la separación en-el encargado de
desarrollar (el curriculum) y el evaluador, favor de una investigación integrada del
curriculum»*.cuando predomina el interés técnico, la evaluación supone calorar la
eficacia del curriculum en relación con la medida que el producto «se ajusta» al
eidos orientador. Si el interés básico es práctico, la evaluación significará elaborar
juicios acerca de la medida en que el proceso y las prácticas desarrollados a través
de la experiencia de aprendizaje favorecen en el «bien» de los participantes. No son
juicios que pueden -efectuar por completo quienes permanecen fuera de la acción de
enseñanza porque requieren el tipo de conocimiento personal al que sólo pueden
3
Véase, por ejemplo, una serie de artículos en el Journal of curricu-um Studies de mediados de los 80, por
ejemplo, Harris (1986), Orpwood 1985), Roby (1985).
*
*
Stenhouse, L. fop. cit.) pág. 130 de la ed. esp. (N. del R.)
*(ibíd.) pág. 170 de la ed. esp. <N. del R.)
181
acceder los participantes en la situación de aprendizaje. Los puntos de vista de
terceros son útiles para la reflexión, pero, en último término, el interés práctico exige
que los participantes sean los jueces de sus propias acciones.
En resumen
CAPITULO V
182
En este capítulo pasaré revista con cierto detalle a dos proyectos curriculares
británicos en los que puede distinguirse eíinterés práctico. Después, mostraré cómo
se manifiesta el interés práctico en el modo en que algunos profesores ha blan de su
trabajo e informan sobre el mismo. Uno de los proyectos británicos que examinaremos
es el que divulgó las propuestas del Race Relations Curriculum expuestas en el ca-
pítulo anterior. He preferido centrarme en el proyecto de divulgación por dos razones.
La primera es que el informe del Race Relations Curriculum Development Project
puede consultarse en otro lugar (STENHOUSE y cois., 1982). Una consideración más
importante consiste en que el proyecto de divulgación fue realizado por los
profesores que participaron en el proyecto de desarrollo. Los informes de divulgación
contienen una relación de los conocimientos que estos docentes debían comunicar a
otros profesores. Así, en la forma que aooptan los informes del proyecto en su fase
de divulgación, puede distinguirse el interés práctico del modo más convincente
posible. El segundo proyecto curricular importante que expondremos en este capítulo
es el Ford Teaching Project, dirigido por John ELLIOTT desde el Cambridge Institute of
Educa lion.
183
las que anticipaban, era lo más importante. Los «profesores interesados» que
asistieron a las diversas conferencias de divulgación se preocuparon más por los
«resultados» de la enseñanza. Esto supone una diferencia de interés cognitivos
entre ambos grupos. Las preocupaciones de los «profesores del proyecto» muestran
un interés práctico por la acción, mientras las preocupaciones de los «profesores
interesados» son indicativos de un interés técnico por los productos.
La citada diferencia de énfasis queda ilustrada en el siguiente extracto de
conversación. Los «profesores interesaos» pugnaban por conseguir algo casi
tangible que llevarse, entras que los «profesores del proyecto» pretendían transmitir
una actitud más que un conjunto de ideas:
Profesor interesado: ... pero dices que tienes algo que divulgar. Piensas que hay ciertas
experiencias que debes comunicar. Ahora bien, podemos suponer que consiste en algo más que
decir simplemente: «primero, tienes que ordenar esto para ti mismo».
Jimmy (profesor del proyecto): Sí... pero me temo que sucede muy a menudo con ejercicios como
éste: «Ahí está; ahí tenéis lo que ha sucedido», siguiendo adelante con esta parte, esta otra, esta
otra.
(R.C. 3, pág. 107)
185
En ningún documento de los profesores ni acción estratégica adoptada en clase
aparecen pruebas de la búsqueda de cambios en la estructura u organización de la
escuela. Si la libertad constituye una postura de valor implícita en cada una de las
estrategias propuestas, en especial en la del papel director neutral, el proyecto en sí
mismo no estaba informado por un interés cognitivo emancipador.
El interés práctico de este proyecto curricular puede identificarse, por tanto, por la
presencia de determinados aspectos como el juicio y la deliberación y por la
ausencia de otras características que se identifican sobre todo con los intereses
técnico o emancipador.
Este proyecto fue dirigido por John ELLIOTT, antiguo miembro del Humanities
Curriculum Project, de STENHOUSE. No puede sorprender a nadie que en este proyecto
se ponga también en evidencia el interés cognitivo práctico. MAY describe de este
modo las intenciones del Ford Teaching Project:
Pretendía ayudar a los profesores que trataban de implementar métodos de investigación
descubrimiento, conscientes del desequilibrio existente entre tentativa y logro, a reducir dicho
desequilibrio promoviendo un enfoque de investigación-acción respecto a los problemas de clase...
Así, el equipo debía apoyar a los profesores adoptando la postura de ayudarles a dominar ciertas
técnicas para estudiar los procesos que se desarrollan en sus clases. La expresión distintiva era:
«profesores autosupervisados».
(MAY, 1981, pág. 12)
«facilitador»* (es decir, una persona que facilitaba las reflexiones del profesor). Una
de las técnicas utilizadas para la autosupervisión era la «triangulación», que ELLIOTT
describe de este modo:
... los procedimientos de triangulación... constituían un intento por hacer participar a los
profesores en una forma de discurso práctico sobre los significados implícitos en sus ac ciones
docentes. Suponían la producción y recogida de informes sobre los procesos de clase desde los
puntos de vista del profesor, del alumno y de un observador. Los informes se comparaban y
contrastaban después mediante el diálogo del docente con las otras partes interesadas y a la luz de
los datos observables registrados en grabaciones magnetofónicas y audiovisuales.
(ELLIOTT, 1983, pág. 23)
186
obstante, el conocimiento adquirido por los profesores no provenía sólo de la
autosupervisión de su propia práctica, sino también a través del diálogo con los
facilitadores del proyecto y con otros profesores, y, de manera más rigurosa, mediante
la comprobación de las hipótesis desarrolladas a través de las investigaciones de
otros profesores (ELLIOTT y HURLIN, 1975, págs. 4 y ss.).
El conocimiento generado a partir del proyecto era sobre todo interpretativo. Los
documentos que debían interpretar os prácticos consistían en pruebas escritas en
forma de transcripciones de clase y notas de los observadores, así como en pruebas
visuales en forma de fotografías y diapositivas. La base del conocimiento
interpretativo parece perpetuar la inflluencia de STENHOUSE, el historiador, y la
preocupación por conciliar este marco interpretativo con un análisis lógico (ELLIOTT y
ADELMAN, 1975, págs. 10 y ss.) refleja la influencia de ELLIOTT, el filósofo, sobre los
objetivos del proyecto. La epistemología interpretativa se refleja también en los
resultados del proyecto, que adoptan la forma de «hipótesis» más que de
«descubrimientos».
Un ejemplo de procedimiento específico de investigación de uno de los
profesores, David PARTINGTON, ilustra la forma en que se conciliaron en este proyecto
el desarrollo del curriculum y la mejora de las prácticas de los profesores mediante
procesos de deliberación, en vez de considerarse como un conjunto de resultados de
aprendizaje. Esta descripción se basa en un informe titulado Three Points of View in
the Classroom, escrito por ELLIOTT y PARTINGTON.
El contexto de esta investigación está constituido por la exposición de los
hallazgos procedentes de un experimento sobre los efectos de diferentes
tratamientos en el crecimiento de las plantas, llevada a cabo por un grupo de
alumnos de quinto grado. Se realizó una grabación magnetofónica de la clase en la
que tuvo lugar la exposición. ELLIOTT estaba sentado aparte del grupo y tomaba notas
rápidas de corte impresionista a medida que se desarrollaba la exposición.
Inmediatamente después de la clase, ELLIOTT entrevistó al profesor y después a los
estudiantes, contrastando sus propias observaciones con las de ellos. También se
grabaron y transcribieron estas entrevistas. Más tarde, tuvo lugar un intercambio final
entre el profesor (que había escuchado la grabación del diálogo entre el observador y
los alumnos) y los estudiantes, moderada por el observador. Esta discusión final
también fue grabada (en esto consiste el procedimiento de triangulación antes
aludido).
Algún tiempo después de estos hechos, sin referirse a ninguno de los intercambios
habidos después de las clases ni a las notas tomadas por el observador, éste analizaba
la transcripción de la clase, «para ver si era posible hacer interpretaciones
retrospectivas fiables, basadas sólo en la memoria y en la trascripción» (ELLIOTT y
PARTINGTON, 1975, pág. 2). Por último, ELLIOTT estudió toda la documentación
correspondiente a la clase con el fin de identificar los principales problemas
docentes. De este modo, los aspectos identificados podían constituir la base para
generar estrategias docentes experimentales con objeto de resolver los problemas
detectados en clase.
Puede afimarse que el conocimiento generado por los participantes en este
proyecto estaba informado por un interés cognitivo práctico. El primer fundamento
de esta afirmación está constituido por la importancia concedida al conocimiento de
los prácticos. El proyecto no trataba de impartir conocimientos sobre cómo realizar
una enseñanza de investigación/descubrimiento, sino de crear situaciones en las que
los prácticos pudieran desarrollar su propio conocimiento práctico. Pero este
conocimiento autogenerado aún no era saber. Consistía, más bien, en comprensión
que surgía de los procesos de acción y reflexión. El comentario de HURLIN, uno de los
profesores participantes en el proyecto, sirve de ejemplo al respecto. Presenta la
187
participación en el proyecto como una experiencia de aprendizaje en la que los
profesores, no los directores del proyecto, determinan la orientación del mismo:
Reflexionando un poco, creo que tratamos de hacer demasiado y demasiado pronto. El
reconocimiento de nuestro objetivo era una cosa, pero la realización del mismo era claramente otra...
Tenemos la suerte de estar juntos otro año y nos dará tiempo a explorar más a fondo lo que hemos
empezado a hacer en el trabajo de investigación/descubrimiento (HURLIN, 1975, pág. 27).
188
presencia de un interés práctico. También me referiré a otros dos proyectos de
desarrollo del curriculum, basados en la escuela: el de la Martín Valley High School* y
el de la Mount Barden Primary School. Más adelante expongo los perfiles de ambos
proyectos. Con objeto de proporcionar una base para comparaciones más directas con
capítulos anteriores y posteriores, relativos a ejemplos de trabajo informados por los
intereses técnico y emancipador, organizaré también esta exposición de forma
semejante a la estructura adoptada en el Capítulo III. Respecto al conocimiento,
tendremos en cuenta el valor adscrito a la teoría y a la relación teoría-práctica y, para
la acción, el centro de atención, el objetivo y la calidad de la acción que los
profesores realizaron.
A pesar de que la Martin Valley High School había sufrido hacía poco una
evaluación del conjunto del centro, antes de emprender el desarrollo del curriculum
basado en la escuela, sus miembros tenían la sensación de trabajar sin una
orientación clara y con decisiones ad hoc tomadas sobre la marcha. Invitaron a una
consultora curricular a que trabajara con ellos, y así ocurrió durante los dos años
siguientes.
A lo largo del primer año, surgieron tres cuestiones significativas. Una consistía
en el tamaño de la escuela y el efecto que esto producía en profesores y alumnos.
La segunda estaba relacionada con los contrastes entre la High School v las
escuelas primarias, más pequeñas, de las que procedían os alumnos. Este problema
estaba relacionado tanto con el tamaño del centro como con la adecuación del
programa de octavo. La tercera cuestión se refería a la estructura del conocimiento y
las teorías del aprendizaje.
189
Revisión de los proyectos Conocimiento generado
El interés práctico hace surgir una acción prudente y significativa. Sin embargo,
esa acción no se produce como consecuencia de la aplicación de un conjunto de
«reglas para la acción». Tiene como base la comprensión del significado de la
situación por el práctico. Esa comprensión no es simplemente una cuestión ad hoc
generada a partir de una «intuición» instantánea de la situación. Surge de la
deliberación reflexiva sobre la situación, sobre la acción previa y sobre las
explicaciones teóricas que pueden ayudar a la interpretación.
Cuando los profesores empiezan a adoptar una postura reflexiva respecto a su
trabajo, toman conciencia del desarrollo de su propia comprensión. Dos profesores
que participaron en el Proyecto Karrivale expresaban esta conciencia del desarrollo de
la comprensión. Frank habla del cambio operado en sí mismo, desde la simple
preocupación por los resulta-3S a la atención en relación con la experiencia de
aprendizaje:
Antes, si disponía de un programa o unidad que iba bien, solía decir: «Bueno, es un buen
programa; lo volveré a utilizar», en vez de pensar: «¿Y por qué esto va bien y esto otro no?» Yo
creía que era cuestión del programa... Ahora, he comenzado a revisar lo sucedido y preguntarme
por qué funcionan los programas, he empezado a darme cuenta... del tipo de aprendizaje que va
mejor...
Durante mucho tiempo... se han ido cumpliendo los propósitos y alcanzando los objetivos que
se pretendían... y quiere uno superarlos, (pero) en esta clase de proceso nos olvidamos de los
objetivos que teníamos y nos concentramos en la forma de hacer las cosas... La manera de
hacerlo consiste en detenerse de algún modo, revisarlo con ojo muy crítico y seguir adelante. Eso
ha sido algo que creo que ha influido específicamente en mi comprensión.
Teoría
La adquisición del tipo de comprensión práctica de su trabajo que ponen en
evidencia los comentarios de los profesores que hemos citado es sólo un aspecto de
la generación de conocimiento que provoca el interés práctico. Del mismo modo que
el conocimiento surge directamente a través de la reflexión sobre la práctica, el
interés práctico estimula el desarrollo del conocimiento mediante la toma de
conciencia de la teoría implícita que sostenemos, proporcionando así una base más
racional para la acción. El filósofo GADAMER (1977, pág. 38) expone el poder de la
reflexión para hacer consciente lo que se acepta de manera implícita y acrítica: «El
poder real de la consciencia hermenéutica consiste en nuestra capacidad para
descubrir lo que puede criticarse... La reflexión sobre determinada precomprensión
pone ante mí lo que en otro caso quedaría fuera de mi vista.» Esta reflexión
191
demuestra un interés cognitivo práctico y expresa con fuerza en los autoinformes de
los profesores cuyo trabajo consideramos. La teoría que valoran estos docentes es
su propia teoría implícita, hecha explícita mediante la reflexión. La teoría implícita
puede consistir en el saber tradicional de la profesión, tácitamente aceptado e
interiorizado, o en teorías prácticas acerca de las formas de trabajar desarrolladas e
interiorizadas a través de años de experiencia. Por ejemplo, Wendy, una de las
profesoras del Karrivale, expresaba en sus escritos la comprobación cada vez mayor
de que sus formas habituales de trabajar en clase probablemente surjan a partir de una
«teoría segura»:
Cuando era una profesora principiante... desarrollé... un repertorio de lo que yo creía trucos y
ardides para mantener en orden mis clases... No me daba cuenta de que algunos «trucos» eran
en realidad las bases de estrategias que, más adelante, descubriría se enraizaban en teoría
firme.
Estos profesores descubrieron que una forma de conseguir hacer explícito lo que
«se hace a espaldas de uno mismo» consistía en la acción de escribir. Wendy
descubrió que escribir sobre su propia práctica le proporcionaba una visión analítica
de lo que ocurría en sus clases: «Me encontré considerando lo que (los alumnos)
hacen y pensando en cómo ¡o explicaría si tuviera que escribirlo. ¿Qué puedo ver que
sucede en realidad?» Glenda, de la Martin Valley, también da fe del valor de la
escritura como medio para hacerse consciente de las bases implícitas de su trabajo:
«Escribiendo, sospecho que por hacerlo despacio o así, reflexionas sobre lo ocurrido
y estoy segura de que he descubierto un montón de cosas que ocurrían de las que,
de otro modo, no me hubiera dado cuenta.» Pete, profesor que trabajó en el Proyecto
Ka-rrivale, señalaba que la puesta en común de las perspectivas adquiridas con otros
profesores, escribiendo sobre su propio trabajo «hace que mires a tu interior.» Sam,
otro profesor del mismo proyecto, reflexionaba del siguiente modo sobre su
experiencia en relación con la toma de conciencia de lo implícito a través de la
escritura: «Cuando lo he escrito (el informe) y reflexiono después sobre todo el año,
se juntan los rasgos, 'as intuiciones, las comprensiones tácitas... incluso mientras !o
escribo, comienzan a aparecer unidas.»
Teoría y práctica
El núcleo de la acción
Hemos visto antes que el interés cognitivo técnico se manifiesta en la acción
relacionada con la obtención de productos aceptables de la acción docente. Sin
embargo, para el docente en ejercicio cuyo trabajo está informado por un interés
práctico, el núcleo de la acción no versa tanto sobre los productos de la situación de
aprendizaje como sobre el significado de la experiencia de aprendizaje para el
alumno. El aprendizaje significativo se traducirá en resultados aceptables, pero los
productos, juzgados aceptables sin tener en cuenta la experiencia de aprendizaje en
la que se llevan a cabo, no garantizan que esa experiencia sea significativa. Por
ejemplo, sumergirse en el proceso de escritura, en cuanto experiencia significativa de
aprendizaje, producirá buenos resultados. Pero el hecho de que un estudiante haga
un «buen» escrito no significa que la experiencia de escribir haya sido significativa
para él. Muchos profesores que han trabajado en alguno de los proyectos expuestos
dan muestras de su reocupación por el sentido de su propia práctica.
Phil, profesor que trabajó en el Language Development Proyect, pensaba que el
mero hecho de participar en una reflexión sistemática sobre el propio trabajo y en la
193
puesta en acción para modificar aspectos de esa práctica otorga de por sí mayor
significado a la educación:
Al experimentar en clase con los niños, tanto el profesor como los alumnos pueden desarrollar la
sensación de aprender juntos, con el resultado de que el trabajo escolar se vuelve más significativo a
los ojos de los niños.
Glenda, profesora de la Martin Valley, creía que el significado de la acción
educativa estaba asociado a la colaboración personal de los alumnos en la toma de
«decisiones» sobre el aprendizaje de las ciencias. Frank, un profesor del Proyecto
Karrivale, manifestaba esa misma convicción respecto a la enseñanza del inglés,
pero creía que esas acciones se sumergirían en la confusión salvo que hubiera
correspondencia entre el curriculum abierto y el oculto:
La actividad de clase centrada en tomo a la promoción de la independencia de los alumnos
debería apoyarse en un curriculum oculto que reforzara la confianza en los alumnos como personas
inteligentes, capaces de hacer contribuciones valiosas al funcionamiento de la clase.
Tras identificar esta área de su práctica o, más bien, los resultados de la misma,
que ella pretendía mejorar, emprendió una serie de acciones específicas orientadas
hacia esa mejoría:
La comprensión de las técnicas de puntuación, que creía habrían asimilado los niños en estas
sesiones, no produjo ningún avance espectacular sobre la forma en que ellos utilizaban la
puntuación... En ese momento... me aparté por completo del problema de la puntuación, buscando
formas de estimular a los niños para que comprendiesen el objeto de escribir.
El objetivo de la acción
194
Creo que me ha permitido diagnosticar lo que yo podía hacer por los chicos... Las destrezas que
he construido en mí me han permitido ahora ver a los niños como individuos y promover su bienestar
del modo en que creo debe hacerse... Es probable que me haya permitido ser más crítico y más con -
fiado al mismo tiempo.
Nótese aquí la importancia otorgada al juicio personal («del modo que creo debe hacerse») y el
«bien» («bienestar») de los alumnos, factores ambos que indican un interés práctico.
La calidad de la acción
Cuando los profesores trabajan de forma que manifiestan la importancia de la
reflexión y de la elaboración de juicios, sus acciones parecen tener una cualidad de
prudencia o sabiduría distinta de las cualidades de efectividad y eficiencia asociadas
al interés técnico. Los profesores cuyo trabajo consideramos aquí no dicen que
actúen con prudencia, pero esa cualidad es, sin embargo, evidente en muchas de sus
afirmaciones. Podemos deducirlo a partir de muchos enunciados antes presentados,
por lo que sólo haremos referencia aquí a unos pocos indicadores de este rasgo.
En la siguiente afirmación se manifiesta el cambio cualiItativo habido en la
práctica de Angela (profesora participante en el Language Development
Project): «Aprendí a confiar en los niños y en lo que ellos preparaban por su
cuenta y, a su vez, se hicieron acreedores a esa confianza. Ahora estoy más
preparada para afrontar con ellos riesgos en todas las áreas.» Mary, una profesora
participante en el mismo proyecto, mostró un nivel de prudencia semejante
cuando comenzó a reflexionar sobre los límites de sus prerrogativas como pro-
fesora: «He empezado a plantearme cuestiones de este estilo: ¿hasta qué punto
puedo involucrar el hogar y el trasfondo del mismo?»
La prudencia nace de esta reflexión. Se desarrolla cuando los profesores están
preparados para cuestionar su propia práctica y para ver bajo la superficie del
producto a los estudiantes para cuyo bienestar existe la práctica. La prudencia
195
surge cuando la phrónesis, no la tekné, constituye la disposición ascendente.
Esto lleva consigo una transformación de la conciencia y un compromiso con la
reflexión del estilo que se hace patente en la siguiente cita del informe de Wendy
sobre su trabajo en el Proyecto Karrivale:
La profesora carente de experiencia descrita en los párrafos iniciales (de este informe), que
utilizaba la predicción como gesto para conseguir que los chicos le prestasen atención, carecía de
conocimiento y comprensión de la teoría de la lectura y de suficiente presencia de ánimo para
preguntarse a sí misma por qué servía la estrategia de predicción... El papel del profesor para guiar
a los alumnos hacia la independencia en la lectura y la escritura depende en gran medida... de su
conocimiento y comprensión de cómo y por qué la predicción funciona como lo hace.
En resumen
CAPITULO VI
Las formas de considerar o construir el curriculum de las que hasta ahora nos hemos ocupado se
196
excluyen mutuamente. Si un práctico adopta una perspectiva reproductiva del curriculum que
destaca la preespecificación de la «idea» orientadora y la producción de unos resultados
educativos que se corresponda al máximo posible con aquel e/dos, es difícil que mantenga, al
mismo tiempo, una perspectiva del curriculum que se centre en elaborar juicios deliberativos y
actúe para dar sentido a la empresa educativa más que en producir resultados predeterminados.
Por ejemplo, los profesores ingleses que adoptan un enfoque de proceso en relación con la
escritura y se preocupan de que la experiencia de escribir resulte significativa para el alumno,
pueden encontrarse en conflicto con sus superiores si éstos exigen que los alumnos produzcan
una cantidad específica de trabajos durante un trimestre. Para estos docentes, predeterminar
qué, durante cuánto tiempo y con cuánta frecuencia escribirán sus alumnos es incompatible con
el logro de que la experiencia de escribir sea significativa y merezca la pena para dichos es-
tudiantes.
En este capítulo consideraremos una orientación fundamental en relación con el
curriculum caracterizada por la emancipación. Este interés es claramente incompatible con el
técnico, pero compatible con el práctico. En este sentido, se trata de un desarrollo
del anterior. Pero esto no significa que sea un desarrollo natural o necesario. Un
docente en ejercicio que mantenga una orientación práctica del curriculum no tendría
por qué evolucionar necesariamente, con el tiempo, para convertirse en un práctico
cuyo trabajo estuviera informado por un interés emancipador. Para que su práctica
llegara a estar informada por este último interés en vez de por el primero, haría falta
una transformación de la conciencia, es decir, una transformación de la forma de
percibir y actuar en «el mundo».
Aunque, en cuanto constructos teóricos, sea difícil conjuntar los diversos
intereses constitutivos de conocimiento, en realidad es improbable que un solo
interés domine siempre en la práctica curricular de un profesor. Suele ser más fre-
cuente que un determinado interés caracterice la consciencia de un docente y, por
tanto, determine de forma predominante el modo en que ese profesor construye su
conocimiento profesional. No obstante, a veces, puede resultar adecuado, desde un
punto de vista estratégico, desarrollar prácticas curriculares que parezcan estar
informadas por otros intereses. Por ejemplo, un profesor caracterizado por su
conciencia crítica puede verse en una situación en la que el interés técnico domine
en las prácticas de la escuela y en las aspiraciones de los alumnos. Este profesor
puede adoptar una decisión estratégica inspirada en la Idea de que ocuparse de
acciones de aprendizaje interpretativas no críticas constituye un prerrequisito para
poder ocuparse de la crítica.
Dicho esto, sin embargo, debo añadir que el interés técnico parece constituir una
visión del mundo exclusiva, de modo que el conocimiento y la práctica informados
por ese interés excluyen otras cosmovisiones más interpretativas. Así, cuando se
otorgue importancia al proceso educativo, ya engendre dicho proceso una forma
crítica o acrítica de dar sentido a las cosas, nada impide la simultánea preocupación
por el resultado de la práctica. Es obvio que la profesora de inglés antes citada
estará interesada en que sus alumnos produzcan escritos de gran calidad. Pero el
aspecto fundamental de la experiencia de escribir no consiste en la coincidencia de
sus ideas preconcebidas acerca de las características que debe reunir el producto
con las del producto real. Sin embargo, cuando predomina el interés por el producto
éste suele excluir, por su misma naturaleza, la preocupación por la comprensión y la
forma de dar sentido a las cosas.
197
diseñarse con miras de obtener un producto determinado; los productos del progra-
ma están constituidos por el hecho de que la gente «aprenda a leer». Se considera
la lectura como una tekné mediante la que pueden lograrse otros fines;
específicamente, la producción de renta mediante el empleo que pueda lograrse gra-
cias a los «productos» del programa de alfabetización. Citando a BERGGREN, BEE
(1980, pág. 47) señala: «A pesar de la diversidad de situaciones, el objetivo de la
alfabetización funcional sigue siendo básicamente el mismo: movilizar, entrenar
educar a la mano de obra, utilizada aún de forma insuficiente, Para hacerla más
productiva.» Es significativo que un programa de alfabetización de adultos pueda
servir de ejemplo de curriculum informado por un interés emancipador.
La praxis en acción
198
aprobar sus exámenes para obtener el Higher Schools Certifícate * e ingresar en una
universidad. Como la educación recibida parece haberlos equipado bien para la
competitiva vida académica de la universidad (cuando entré en contacto con ellos
llevaban ya, al menos, dos años de educación universitaria), se hace difícil
mostrarles que su experiencia escolar carecía de significado. Sin embargo, el
significado basado en estos fundamentos muestra un interés técnico que confiere
significado en relación con el resultado, es decir, una experiencia
[adquiere significado por lo que produce, en vez de ser intrínsecamente significativa.
En un proceso de liberación de la educación, el significack) es cuestión de
negociación entre profesor y alumno des-He el principio de la experiencia
educativa. Así lo manifiesta FREIRÉ (1972b, pág. 65):
Portante, el carácter dialógico de la educación como práctica de la libertad
no cuando el profesor-alumno se reúne con los alumnos-profesores en una
situación pedagógica, sino cuando el primero se pregunta a sí mismo sobre
qué versará su diálogo con los últimos... Para el educador antidialógico de la
escuela masificada, la cuestión del contenido concierne sólo al programa sobre
el que disertará ante sus alumnos; y él responde a su propia pregunta
organizando su propio programa.
Para el profesor-alumno, que se plantea problemas, dialógico, el programa de
contenido de la educación nunca es ni un regalo ni una imposición... sino más
bien la representación organizada, sistematizada y desarrollada para los
individuos de las cosas sobre las que quieren saber más.
Por tanto, el contenido del curriculum extrae su significación, no de sus fines,
sino de sus comienzos. La sustancia de la experiencia educativa es cuestión de
negociación entre profesor y alumnos (nótese que FREIRÉ siempre habla de alumnos,
nunca en singular. La liberación de la educación nunca consiste en una experiencia de
aprendizaje de uno a uno). Sin embargo, el curriculum negociado no es ni azaroso ni
espontáneo. Surge, en cambio, de las reflexiones sistemáticas de quienes están
comprometidos en el acto pedagógico.
Aunque de importancia fundamental, el compromiso activo profesor-alumno a
través de la negociación en la situación de aprendizaje no es prueba suficiente de
un interés emancipador. Muchos profesores de los primeros cursos de lectura han
utilizado hasta la saciedad las palabras e ideas de los niños como base de un enfoque
de «experiencia lingüística» a la lectoescritura. Los niños han aprendido a leer y
escribir mediante la escritura y la lectura de sus propios relatos: «Ayer fuimos al zoo
y vimos un rinoceronte...» Si bien este enfoque convierte en pertinente y significativa
para los alumnos la tarea de aprender a leer y escribir, no tiene por qué ser
emancipadora, pues, aunque libera al alumno de la tiranía del texto, no se ocupa de
la tiranía de las relaciones vividas.
Si la participación activa, a través de la negociación, fuera una condición
suficiente de la emancipación, podríamos decir que el Ford Teaching Project estaba
informado por un interés emancipador. Sin embargo, en última instancia, el proyecto
en cuestión no era emancipador porque carecía de un enfoque crítico. La
preocupación por la crítica habría centrado el concepto y la práctica de la
investigación en un contexto cultural en la que se reconocería como problemática.
No obstante, en el Ford Teaching Project, esa crítica no existía.
*
Equivalente, aproximadamente, a nuestros «exámenes de selectivi-oad», al final del C.O.U. IN. del T.)
199
negociación, las reconoce como problemáticas. Por eso FREIRÉ la denomina
pedagogía «que plantea problemas». La educación que plantea problemas permite,
e incluso estimula, que los alumnos y profesores se enfrenten juntos a los problemas
reales de su existencia y de sus relaciones. Es ésta una apreciable diferencia
respecto al sistema «tradicional» de educación que, centrado por completo en
problemas, se ocupa de pseudoproblemas planteados por el profesor a los alum-
nos. El presupuesto de la pedagogía crítica es que, cuando os estudiantes se
enfrentan con los problemas reales de su existencia, pronto se encaran con su
propia opresión. FREIRÉ expresa esta confrontación del siguiente modo:
Los estudiantes, a medida que van enfrentándose con problemas relacionados con ellos mismos
en el mundo y con el mundo, se sienten cada vez más desafiados y obligados a responder al desafío.
Como ellos consideran que el desafío está ¡nterrelacionado con otros problemas en un contexto
total, no como una cuestión teórica, la comprensión resultante tiende a ser cada vez más crítica y,
por tanto, siempre menos alienante.
(1972b, pág. 54)
Esa crítica no sólo consiste en adoptar una postura que cuestione negativamente
la vida en general, sino en un proceso de discernimiento. Una de las formas más
básicas de crítica consiste en el discernimiento entre lo «natural» y lo “cultural».
Esto es importante porque uno de los modos fundamentales de operar la opresión
ideológica consiste en hacer que lo cultural (y, por tanto, susceptible, en principio,
de cambio) aparezca como natural (y, en consecuencia, inmutable). Así,
reconociendo la naturaleza problemática de la existencia, es posible tratar cuestiones
relativas a las causas radicales de los aspectos problemáticos de la vida y estudiar
las posibilidades de cambiar.
Esta forma de pedagogía crítica, a diferencia de los procesos pedagógicos
tradicionales, coloca el control del conocimiento (o sea, tanto la producción como la
aplicación del saber) en el grupo de aprendizaje y no en otra parte. Por tanto, esta
forma de pedagogía es inherentemente liberadora. La participación en la acción
pedagógica, en esta perspectiva crítica, es comprometerse en una forma de
praxis. La praxis es la forma de acción que es expresión del interés emancipador, y
de la comprensión de este concepto nos ocuparemos a continuación.
El concepto de praxis
200
«El punto de partida para organizar el programa de contenido de la
educación o de la acción política debe ser la situación presente, existen-
cia!, concreta, que refleje las aspiraciones de las personas. Utilizando
ciertas contradicciones básicas, debemos plantear esta existencia!,
concreta y presente situación a las personas como un problema que las de-
safía y requiere una respuesta, no en el nivel intelectual, sino en el de la
acción» (FREIRÉ, 1972b, pág. 68).
3. Esta realidad en la que tiene lugar la praxis es el mundo de la interacción:
el mundo social o cultural. Así, la praxis, como la acción práctica,
constituye una forma de interacción: «Para el educador verdaderamente
humanista y para el auténtico revolucionario, el objeto de la acción es la
realidad que han de transformar junto a otros hombres (no otros hombres
por su cuenta)» (1972b, pág. 66). La praxis significa actuar con, no sobre
otros.
4. El mundo de la praxis es el mundo construido, no el «natural»: «... los
hombres, como seres de la praxis, difieren de los animales, que son seres
de actividad pura. Los animales no consideran el mundo; están inmersos en
él. En contraste, los hombres salen del mundo, lo objetivan y, haciéndolo,
pueden comprenderlo y transformarlo mediante su trabajo» (1972b, pág.
96). Así, la praxis no sólo tiene lugar en el mundo construido (o sea, el
mundo de la «cultura»); es el acto de construir o reconstruir de forma
reflexiva el mundo social.
5. La praxis supone un proceso de construir un significado a las cosas, pero
se reconoce que el significado se Construye socialmente, no es absoluto.
FREIRÉ relata la experiencia de uno de los coordinadores de alfabetización
de adultos que presentó una fotografía de un borracho a un grupo de
aprendizaje. Trataba de introducir una discusión sobre el alcoholismo. Sin
embargo, lo que surgió de la interpretación de la fotografía fue un
sentimiento de identificación con el borracho. «Pusieron en palabras la
conexión entre ganar poco dinero, sentirse explotado y emborracharse —
emborracharse como fuga de la realidad, como un intento de superar la
frustración de la inacción, como una solución autodestructiva, en último
extremo» (1972b, pág. 90). Si se hubiese presentado al grupo el
significado del educador, hubiera faltado la oportunidad de reflexión
crítica sobre la naturaleza problemática de la realidad de los participantes
y con ello, quizá, la oportunidad de un aprendizaje auténtico.
Praxis y emancipación
En otro lugar, FREIRÉ habla de la opresión como de «la cultura del silencio»:
En la cultura del silencio, las masas están «mudas», es decir, tienen prohibido tomar parte creativa
en las transformaciones de su sociedad y, por tanto, prohibido ser. Aunque puedan, de manera
circunstancial, leer y escribir porque les hayan «enseñado» en... campañas... humanitarias... de
alfabetización, se encuentran, sin embargo, alienados del poder responsable por su silencio.
(1972a, pág. 30)
202
La ideología y el interés emancipador
Gran parte del debate sobre la ideología ha tomado como punto de partida el
adagio con frecuencia citado de MARX y ENGELS: «Las ideas de la clase dirigente son
en cada época las ideas dirigentes» (cit. en HALL, 1982, pág. 84). En un sentido, esta
representación de la ideología como un fenómeno de clase dirige nuestra atención a
la importancia de la ideología como elemento de la construcción y mantenimiento
del poder; es decir, quienes ejercen el poder en una sociedad, y, en términos
marxistas, esto significa poder económico, son capaces de determinar la forma de
pensar del resto de la sociedad sobre su mundo. Pero, en otro sentido, ésta es una
descripción demasiado simple, porque todos sabemos que las ¡deas de quienes
detentan el poder en una sociedad, ya se trate de poder político o económico,
suscitan con frecuencia una fuerte oposición. El llamado sistema Westminster de
democracia parlamentaria incluye en sus propias estructuras el concepto de
«oposición». Portante, la aceptación irreflexiva del aforismo marxista no resulta
demasiado útil para nuestra comprensión.
La distinción que establece el marxista italiano GRAMSCl (1971) entre sociedad
política y sociedad civil nos es muy útil en este caso. La sociedad política tiene la
función de ejercer «la dominación directa a través del estado y del gobierno 'judicial'»
(1971, pág. 12). Dado que GRAMSCl escribía bajo el régimen fascista de Mussolini,
parece claro cómo la ideología (o sea, las ideas en torno a las que se estructuraba el
sistema político) podían imponerse de manera patente. Sin embargo, en la sociedad
civil, también predominan determinadas ideas; GRAMSCl denomina «hegemonía» a
este predominio.
La hegemonía no consiste en la imposición consciente de las ideas de un grupo
de personas sobre otro. La hegemonía, en cambio, se ejerce cuando ciertas ideas
«saturan profundamente la consciencia de una sociedad» (WILLIAMS, cit. por APPLE,
2
Larrain (1979| proporciona un interesante resumen de muchos aspectos dle este debate.
3
El lector que desee explorar la naturaleza camaleónica del concepto) de ideología en la bibliografía encontrará útiles las siguientes
referencias: Sumner (1979); Althusser (1972); Gramsci (1971); McLeennan y cols. (T978); Johnson (1979); Hall (1982); Mouffe
(1979); Habermas (1970a).
203
1979, pág. 5). Comentando la forma en que la ideología «opera» a través de la
hegemonía, señala APPLE (1979, pág. 5):
... la hegemonía actúa para «saturar» nuestra conciencia, de modo que el mundo educativo,
económico y social que vemos y con el que interactuamos, y las interpretaciones de sen tido
común que de él hacemos se conviertan en el mundo tout court, el único mundo. Por tanto, la
hegemonía se refiere, no
a montones de significados que residen en el nivel abstracto, así como en el «tejado de
nuestro cerebro». Se refiere, más bien, a un conjunto ordenado de significados y
prácticas,"el
sistema central, eficaz y dominante de significados, valores y acciones vividos.
204
la ideología es un simple error de conocimiento que pueda corregirse mediante el conocimiento
verdadero o la crítica. La determinación social del saber científico no lo convierte en ideología, pero
abre la posibilidad de la penetración ideológica.
205
construcciones de la imaginación del hombre; son reconstrucciones de la historia de la
sociedad humana, aunque no tengan por qué representar la historia concreta de
ningún grupo. Esto es lo que los convierte en teoremas y no en historia per se. Los
teoremas críticos no son teorías arbitrarias de cómo debe actuar la sociedad
humana. Es importante comprobar su credibilidad de acuerdo con los cánones
usuales del discurso científico. Estas formas no desdibujadas de la sociedad humana
que plantean los teoremas críticos sólo están siempre presentes en potencia en
cualquier sociedad concreta. Sin embargo, están implícitos en la misma naturaleza de
la interacción humana, representando, por tanto, un potencial para la ilustración y la
emancipación4. Ejemplos de teoremas críticos pueden encontrarse en la crítica de la
economía política de MARX (BERNSTEIN, 1979, pág. 209), en la teoría psicoanalítica de
FREUD (GEUSS, 1981, pág. 74; HABERMAS, 1972, pág. 214) y en la teoría reconstructiva
de la competencia comunicativa de HABERMAS (BERNSTEIN, 1979, pág. 210).
El potencial de los teoremas críticos para la ilustración radica en la posibilidad que
representan para los grupos de comprender que las formas en que experimentan el
mundo tienen explicaciones diferentes de las «naturales» siempre aceptadas. Por
ejemplo, los teoremas sociales críticos pueden permitir comprender a un grupo de
profesores que las formas en las que están organizados los sistemas educativos no
son necesariamente las que extenderán de forma equitativa la educación por la
sociedad. Así, es posible entender que el ideal de la igualdad de oportunidades para
todos, aceptado como aspiración que influye en la organización y práctica de la
educación, ha sido «deformado» por determinados intereses no reconocidos a favor
del mantenimiento de la actual distribución de poder de la sociedad (cf. CONNELL y
cols., 1982). Sin embargo, los teoremas críticos no «dicen» a los grupos de personas
cómo está deformada en algún sentido la organización o la función de ese grupo. En
cambio, mediante procesos de reflexión, un grupo de personas puede llegar a afirmar
que el teorema crítico le da una idea auténtica de los intereses que determinan la
organización y forma de operar del grupo. Éste es el significado de los procesos de
ilustración. Es el proceso por el que los grupos reflexionan críticamente sobre su
propia experiencia a la luz de los teoremas sociales críticos.
La emancipación no se sigue de forma automática de la ilustración. Esto
supondría una relación técnica entre la teoría y la práctica; una relación que
presupone que, establecida la teoría, la acción se sigue de manera automática
mediante la diestra aplicación de la teoría al ámbito de la práctica. Eso no es
emancipador, porque, en último término, significa que la teoría es más importante
que la práctica. En la simple consecuencia concreta de lo determinado de antemano
por la teoría no hay libertad, aunque uno se adhiera a la teoría particular que se
implementa en la realidad. La emancipación radica en la posibilidad de emprender
acciones de manera autónoma. Esa acción puede estar informada por determinadas
ideas teó-ricas, pero no está prescrita por ellas. HABERMAS afirma con rotundidad que
ni los teoremas críticos ni las ideas adquiridas mediante la reflexión detentan poder
alguno para determinar la acción, porque la acción, en el ámbito de los asuntos
humanos, supone riesgos que sólo pueden sopesarse por los mismos prácticos. La
acción que sigue a la ilustración siempre depende de la libre elección.
Si volvemos a lo dicho respecto a que la praxis involucra la acción y la reflexión,
aparecerá claro que la praxis no consiste sólo en hacer algo y pensar sobre ello,
supone la libre elección para actuar de manera informada por los teoremas sociales
críticos. El hecho de que la acción esté informada por estos teoremas no implica que
sea automáticamente la «correcta». Tales acciones deben someterse, a su vez, a la
reflexión, así como los teoremas que informan la acción. Tanto la teoría como la
práctica han de permanecer abiertas al escrutinio crítico. Con este carácter, la praxis
4
Para exposiciones más completas de lo que Habermas entiende por ° concepto de teorema crítico, véanse: Bernstein (1979);
Schmidt (1982), * Geuss (1981).
206
no consiste en una acción que mantenga la situación tal como está; se trata de una
acción que modifica tanto el mundo como nuestra comprensión de ese mundo. Por
eso decimos que «la praxis es el acto de construir o reconstruir reflexivamente el
mundo social». De este modo, la praxis está informada por el interés emancipador
de preservar la libertad de acción de todos los grupos en sus propias situaciones
sociales de modo que los participantes puedan mantener el control de esas situa-
ciones, en vez de que el control último de sus acciones quede en otras manos.
En este sentido, emancipación no es libertinaje. Es una acción reflexiva,
responsable, aunque autónoma. La praxis reconoce la indisolubilidad de la
emancipación individual y colectiva y no promueve la emancipación individual a
expensas de la libertad colectiva. Por tanto, el interés emancipador no es
simplemente otra forma del liberalismo del siglo XIX que enarbolaba la bandera de la
libertad privada, individual. El liberalismo se basa en los presupuestos de la ley
natural, que hace hincapié en principios como el de «igualdad de oportunidades».
Estas construcciones respecto a la forma en que iberia funcionar una sociedad para
promover el «bien» de sus miembros individuales fracasan, al no tener en cuenta las
historias de los diversos grupos sociales. Actuando como si cada generación no
estuviera marcada por su historia y, para hacer el bien, bastara con que cada persona
lo intentara con suficiente ahínco, el liberalismo carece de potencial emancipador en
general. Para los grupos de la sociedad cuya historia está constituida por la
experiencia de la opresión colectiva, aunque no necesariamente de la individual, el
liberalismo carece de interés emancipador. Por ejemplo, aunque éste ofrezca i los
niños individuales de la clase trabajadora la posibilidad de escapar de la opresión a
través de la movilidad social ascendente, esa emancipación individual depende de la
persistencia de las relaciones sociales desiguales para la mayoría de la clase
trabajadora. El liberalismo hace de la emancipación colectiva, en el mejor de los
casos, algo problemático y, en el peor, una ficción.
El interés emancipador reconoce las limitaciones de la historia. A través de las
propuestas de los teoremas críticos, los grupos de personas pueden llegar a
comprender cómo ha contribuido su historia a su falta de autonomía colectiva. Es
más, la crítica de la ideología da a los grupos la posibilidad de comprender que su
opresión no depende sólo de una dominación por la fuerza. Con mayor frecuencia, la
opresión depende de la dominación ideológica a través del significado hegemónico
de estructuras que enmascaran las verdaderas relaciones de poder. El interés
emancipador es un interés por la emancipación como realidad social, no en cuanto
logro individual.
Así, el interés emancipador constituye un refuerzo para que los grupos de
personas se comprometan en una acción autónoma. Esto se deriva del desarrollo de
ideas críticas, auténticas respecto a la base de la construcción de la sociedad
humana por los miembros de tales grupos.
Utilicemos ahora estos principios del interés emancipador para reflexionar sobre
lo que significaría disponer de un curriculum informado por un interés emancipador.
Lo hemos hecho ya hasta cierto punto mediante nuestras reflexiones sobre la obra
educativa de FREIRÉ, y lo trataremos después con el examen de varios ejemplos en el
próximo capítulo. Por ahora, sin embargo, nos conformaremos con reunir diversas
líneas de pensamiento de la exposición precedente para aplicarlas de manera más
directa al tema del curriculum. Para empezar, un aspecto interesante es el concepto
de praxis: ¿qué significa considerar el curriculum como una forma de praxis?
207
Ya antes señalamos algunos de los elementos constitutivos de la praxis, según
aparecen en la obra de FREIRÉ. Examinemos ahora qué significan estos principios
cuando se aplican de manera específica al tema del curriculum.
Los elementos constitutivos de la praxis son la acción y la reflexión. Sfnos
comprometemos a poner en práctica formas de praxis en nuestras vidas y trabajo,
nos comprometemos a construir un curriculum que promueva la praxis más que la
producción o la práctica, en el sentido aristotélico, y este principio indica que el
curriculum mismo se desarrollará a través de la interacción dinámica de la acción y
la reflexión. Es decir, el curriculum no consistirá sin más en un conjunto de planes
que implementar, sino que se constituirá mediante un proceso activo en el que la
planificación, la acción y la evaluación estarán relacionadas recíprocamente e
integradas en el proceso.
La praxis tiene lugar en el mundo real, no en uno hipotético. De este principio se
deriva que la construcción del currículo no puede divorciarse del acto de
«implementación». Si consideramos el curriculum como praxis social, no como
producto, hemos de construirlo en situaciones de aprendizaje reales, ¡no hipotéticas,
y con estudiantes de verdad, no imaginarios.
La praxis se desarrolla en el mundo de la interacción, el mundo social y cultural. Si
aplicamos este principio a la construcción del curriculum, se pone en evidencia que
el curriculum, operando como praxis, no sólo puede ocuparse de aprender
«cosas». .Por el contrario, el aprendizaje deberá ser .reconocido como acto social.
Esto significa que la construcción de un ambiente de aprendizaje, en cuanto
ambiente social y no sólo físico, es fundamental para la praxis curricular. Las ¡deas
de instrucción individualizada, durante mucho tiempo ideal importante de la
educación, se abren al escrutinio crítico. Estos principios no reconocen la naturaleza
social del aprendizaje. Si se estima que el curriculum es una forma de praxis, la
enseñanza y el aprendizaje habrán de ser considerados como relación dialógica entre
profesor y alumno, en vez de como relación autoritaria.
El mundo de la praxis es el mundo construido, no el natural.. La aplicación de este
principio a la teoría del currículo supone el reconocimiento de que el saber es una
construcción social. Mediante el acto de aprendizaje, los grupos de estudiantes se
convierten en participantes activos en la construcción de su propio conocimiento.
Esto, a su vez, obligaba a los participantes en la situación educativa a
comprometerse en la reflexión critica sobre su conocimiento, para poder distinguir
entre el saber que pertenece al mundo «natural» y el que corresponde al mundo
«cultural». Es importante reconocer que incluso estos aspectos del mundo natural
seleccionados para incluirse en el curriculum muestran representaciones
interpretaciones del mundo natural que no constituyen necesariamente «verdades»
completas. Por tanto, en la praxis curricular, esta implícita la critica de todo el saber.
La praxis supone un proceso de construcción del significado que reconoce a
éste como construcción social. Este principio se deriva del anterior. Para todo
conocimiento, dar sentido e interpretar son fundamentales. Por tanto, la orientación
crítica es esencial para todo el conocimiento cuando nos ocupamos de la praxis en
cualquier forma. Esto, a su vez, lleva consigo que el proceso del curriculum sea
inevitablemente político, pues la operación de dar sentido a las cosas incluye
también significados conflictivos. Quienes controlan el curriculum tienen también el
poder de asegurar que se acepten sus significados como dignos de ser
transmitidos. Cuan: do los estudiantes y sus profesores desafían esta preponde-
rancia afirmando ei derecho a determinar el significado por su cuenta, el proceso de
construcción del curriculum en cuanto operación de otorgar significado se convierte
en un acto político.
Identificados estos tres elementos esenciales de la praxis, debemos reflexionar
sobre ciertas prácticas curriculares que no llegan a constituir formas de praxis. En
208
concreto, pretendo revisar el Race Relations Project y el Ford Teaching Project
(expuestos en el capítulo anterior).
Dijimos antes que el Race Relations Project de STENHOU-SE situaba en su mismo
núcleo central el juicio del práctico. El proyecto partía de la creencia de que si los
profesores y alumnos investigaban de manera racional y reflexiva los problemas
asociados con las relaciones raciales, se favorecería el «bien», en forma de
incremento de la tolerancia racial. Sin embargo, el proyecto carecía de un horizonte
crítico. En el fondo, se presuponía que las relaciones raciales dependen de las
actitudes de los individuos y, si cada individuo «elevaba» sus actitudes, las
relaciones raciales mejorarían. Este enfoque no aprecia que dichas relaciones se
construyen social y no individualmente. El proyecto carece de una teoría crítica
social que permitiría que los alumnos viesen el significado social e ideológico más
amplio de las relaciones raciales.
El Race Relations Project, como vimos antes, no fue diseñado para alcanzar un
conjunto predeterminado de objetivos. Se basaba en el presupuesto de que los
grupos de profesores y alumnos podían investigar su medio social con el fin de
comprenderlo. El proyecto situaba en un lugar principal los actos de elaboración de
juicios de todos los participantes. El enfoque se resume en la convicción de
STENHOUSE de que «una investigación de los problemas y efectos de la enseñanza
sobre las relaciones raciales debe centrarse en la recogida de los datos que las
escuelas necesiten para apoyarles en el ejercicio de su juicio» (STENHOUSE, 1975,
pág. 130).
Pero éste es un interés práctico, no emancipador. Por encima de todo, el proyecto
carecía de un elemento crítico central. Si las acciones de los profesores se dirigían
hacia un cambio absoluto, estaban orientadas a variar las actitudes individuales. El
núcleo central del cambio no consistía en confrontar las condiciones materiales en
las que estaba situado el estudiante. Esta falta de perspectiva crítica era deliberada
por parte del director del proyecto. Éste consistía en un esfuerzo consciente para
desarrollar un experimento pedagógico en vez de un debate teórico (RUDDUCK y
STENHOUSE, 1979, pág. 105). Al menos uno de los profesores participantes abandonó
el proyecto a causa de esta carencia de núcleo crítico (RUDDUCK y STENHOUSE, 1979,
pág. 85).
Es curioso que la postura pedagógica de la estrategia A, La del papel del director
neutral, lleva implícitas muchas características de la «situación de habla ideal» de
HABERMAS, en la que todos los participantes disponen de ¡guales oportunidades para
intervenir en el diálogo. Esta libertad se hace más evidente en la preocupación por
la distribución del poder dentro de los grupos y la oportunidad concedida a todos los
miembros del grupo para oponerse a cualquier aspecto de la discusión (RUDDUCK,
1976, págs. 84, 86).
La libertad de hablar y la oportunidad para la reflexión no bastan, sin embargo,
como condiciones de la ilustración, en el sentido de HABERMAS. Aunque el habla era
exploratoria y reflexiva, no era necesariamente crítica. Esta falta de crítica no era un
descuido de los participantes sin más. MAY (1981, pág. 10) considera esta falta de
objetivo crítico como uno de los puntos fuertes del enfoque de la estrategia A:
Los profesores registraron en magnetófono o en magnetoscopio sus tentativas para implementar,
es decir, para comprobar las hipótesis en la práctica. Y su práctica, impregnada por la praxis
hipotética, plantea al público profesional diveras cuestiones sin la refracción de la teoría social (la
cursiva es mía).
209
En el capítulo anterior dijimos que el Ford Teaching Project estaba informado por
un interés práctico. En ese proyecto, los profesores analizaron el significado del
aprendizaje en clase, basado en la investigación. En el centro del proyecto se
hallaba el deseo de «promover el aprendizaje independiente». Tratando de conseguir
este objetivo, los profesores utilizaron estrategias de acción y reflexión para investigar
lo que significaba promover el aprendizaje independiente en sus clases. El concepto
de «capacitar el razonamiento independiente» (ELLIOTT y ADELMAN, 1975, pág. 12)
actuaba como un ideal a la luz del cual los profesores ejercitaban el juicio para
facilitar experiencias significativas de aprendizaje para sus alumnos. No obstante, en
los documentos del proyecto no aparecen pruebas ni de una crítica lógica ni
ideológica de este concepto. Es decir, no hay evidencia de una deliberación sobre el
significado de «independiente» (¿independiente de qué o de quién?), ni crítica
alguna de las contradicciones inherentes al concepto y a la práctica del «aprendizaje
independiente» en las escuelas. Esta carencia de enfoque crítico significa que, si bien
la reflexión puede llevar a compartir significados, no capacita para el
reconocimiento de posibles limitaciones que, por estar inmersas en la misma estruc-
tura y función del ámbito escolar, aparecen como «naturales».
ELLIOTT y ADELMAN (1975, pág. 15) apuntan esta falta de consciencia crítica, pero,
en relación con el papel facilitador que ambos desempeñaron, no promovieron esa
crítica:
Una dimensión... no manifestada lo bastante en ninguna de las expresiones utilizadas por los
profesores... es la presencia o ausencia de limitaciones impuestas por instancias diferentes del
profesor. Según nuestra opinión, la falta de consciencia de la significación práctica de estas
limitaciones constituye una razón que explica que tantos hayan fracasado a la hora de llevar el
proceso de innovación más allá de la implementación de la informalidad.
210
CAPITULO VII
212
tiempo que son enseñados, también enseñan (FREIRÉ, 1972b, pág. 53).
Estas respuestas indican con toda claridad que la idea de [incorporar a los
estudiantes como colaboradores en el laborioso proceso de construcción del
curriculum no logra necesariamente la aprobación inmediata de los alumnos. Las
¡tradiciones del reparto de responsabilidades y de la distribución del poder en el
trabajo de enseñar y aprender están anidadas con fuerza tanto en la historia de
los profesores como [de los alumnos. Si hemos de eliminar estas divisiones, tal
como se exige para lograr un aprendizaje autónomo, tendremos que se superar
muchas dificultades.
213
La importancia de la crítica
Para un curriculum informado por los intereses técnico y práctico, hay dos
disposiciones que se consideran cruciales. La disposición central del interés
técnico es la destreza y la del práctico es el juicio. Hablando de la necesidad de
desarrollar una «perspectiva crítica en el seno de la comunidad educativa», dice
APPLE (1970, pág. 163):
... una de las condiciones fundamentales de la emancipación consiste en la capacidad de
«ver» el funcionamiento concreto de las instituciones en toda su complejidad, positiva y negativa,
para ayudar a otros (y dejar que nos ayuden) a «re cordar» las posibilidades de espontaneidad,
elección y modelos de control más equitativos.
La reflexión crítica supone más que el conocimiento de los propios valores y la comprensión de la
propia práctica. Supone una crítica dialéctica de los propios valores en un contexto social e histórico
en el que los valores de los demás también son cruciales. Por tanto, la crítica misma es un concepto
relacional; la crítica sólo puede llevarse a cabo en una comunidad en la que existe la determinación
de aprender de forma racional de los demás. La naturaleza de las relaciones en términos de poder,
solidaridad, reciprocidad y simetría constituirán cuestiones significativas para las comunidades
críticas.
214
entre estudiantes y profesores inmersas en los sistemas educativos) salvaguardar la
posibilidad de un auténtico aprendizaje de los alumnos, más que un acuerdo
colectivo. HABERMAS (1974, pág. 29) indica que, en el funcionamiento de los
procesos de ilustración, deben observarse las condiciones que salvaguardan la
posibilidad de la explotación del alumno. Estas condiciones se derivan por analogía de
las delicadas relaciones de poder que se producen entre analista y cliente en el
diálogo psicoanalítico. Examinémoslas para ver cuáles son sus consecuencias para
la educación.
215
participar o retirarse de la situación de aprendizaje deberá estar en manos del
alumno mismo. Quizá sea la casi universal falta de libertad en esta área de la
educación la que la define como no libre. No quiere decir esto que deba permitirse
que las situaciones de aprendizaje sean caóticas, sin que el profesor tenga idea de si
el estudiante optará por participar o no en el aprendizaje en un momento dado,
impidiéndole, por tanto, desarrollar cualquier tipo de planes para ofrecer
oportunidades de aprendizaje. La negociación del aprendizaje no supone que uno de
los participantes carezca de responsabilidades respecto al otro, como tampoco
supone prohibición alguna de la ruptura de las negociaciones.
Los principios citados sólo establecen algunos parámetros teóricos del debate
sobre el contenido de un curriculum emancipador. Estos principios nos recuerdan
que las cuestiones acerca del saber que ha de incluirse en el curriculum no pueden
separarse de los procesos de aprendizaje. Los prácticos y los teóricos de la educación
tienen mucho trabajo que desarrollar en esta área. Queda por solucionar un cúmulo
de problemas epistemológicos, sociales y prácticos. Mientras tanto, el profesor en
ejercicio comprometido con la praxis educativa tiene posibilidad de compartir el
control del contenido del curriculum con los alumnos y de asegurar que ese conte-
nido esté al servicio de intereses emancipadores.
El significado de la evaluación
Con respecto a la verdad, la clave del juicio consiste en el rigor del discurso
crítico. Hay dos posibilidades de aceptar la verdad de los enunciados preposicionales
en el seno de un grupo. Una consiste en la aceptación de la verdad de un enunciado
216
preposicional como consecuencia de la imposición de la protesta de verdad sobre
los sujetos mediante la autoridad de quien lo pronuncia (ya se trate de un miembro
más poderoso del grupo o de un «experto» en el campo del saber al que pertenece la
proposición). La otra consiste en que la verdad haya sido establecida por acuerdo en
el grupo respecto a la validez de la protesta de verdad, una vez comprendidos los
principios sociales y epistemológicos que rigen la protesta. Esta última, más que la
primera, será indicativa de un interés emancipador. El acuerdo ha de juzgarse
siempre en relación con los criterios antes citados de «comprensibilidad» o
comprensión por todos los miembros del grupo, y «autenticidad» de la participación
en el discurso del grupo.
217
BERTOLA fue uno de los profesores participantes en el Proyecto Karrivale e incluiré en
este apartado algunas referencias a su trabajo, aunque lo trataremos con mayor
detalle en el Capítulo IX.
Las cuestiones que quiero estudiar aquí se refieren al conocimiento y la acción que
deben caracterizar el trabajo de los profesores cuya práctica esté informada por un
interés emancipador. Al tratar estas cuestiones, examinaremos la naturaleza del
conocimiento en el que están inmersos los profesores y la relación de ese
conocimiento con el saber tradicional o teórico. Asimismo, veremos lo que los
docentes consideran como acción adecuada y los objetivos y calidad de su acción.
Cuando me ocupo del trabajo de estos profesores planteando cuestiones relativas al
conocimiento y la acción, en vez de las típicas del curriculum tradicional, como las
que traté en la primera parte de este capítulo, quiero poner de manifiesto mi
convicción de que, para tratar la praxis educativa emancipadora, necesitamos hallar
otras formas de enfocar las cuestiones curriculares. Una de ellas consiste en dejar de
considerar, sobre todo, los procesos de desarrollo cuticular como sistemas de
cumplimiento de reglas y centrarnos, en cambio, en la construcción del curriculum
como interacción dinámica entre los miembros de comunidades críticas.
Conocimiento
En los informes de los profesores participantes en los diversos proyectos que nos
proporcionan el enlace con la reaiidad en esta investigación, se distinguen quienes
parecen aceptar la sabiduría tradicional de su oficio (trabajando para comprenderla
con más profundidad y ampliarla) y quienes la cuestionan. Esta duda respecto a la
«sabiduría aceptada» constituía en muchos casos el comienzo de una crítica más
amplia de las premisas sociales de la educación. En el trabajo de algunos profesores,
esta crítica era provisional, sin pasar del reconocimiento de que las cosas pueden no
ser como parecen. Otros mostraban una conciencia crítica más compleja. La
presencia de una conciencia crítica es indicativa, como vimos antes, de un interés
emancipador. ¿Cómo se muestra este interés en el trabajo de estos profesores?
Mike, profesor del Investigating Learning Project, examinaba algunos aspectos de
la enseñanza de las matemáticas en su clase. En una entrevista, Mike hablaba de las
deficiencias que percibía, a través de este examen de su propia práctica, en la
«sabiduría aceptada» respecto a que los niños aprenden matemáticas «moviendo
bloques a su alrededor y no a la fuerza». No obstante, a medida que progresaron
sus investigaciones, comenzó a reflexionar sobre el hecho de que, al encontrar
formas de estudiar matemáticas significativas incluso para los niños, surgían
cuestiones sobre la importancia social de esta materia. La investigación sobre las
matemáticas hacía conscientes aspectos del sistema educativo que antes se habían
dado por supuestos. En sus reflexiones sobre esta experiencia, señalaba:
En realidad, lo más importante que saqué en limpio para mí quizá nada tenga que ver con
ninguna forma de conocimiento escolar. La cuestión de mayor peso que acabé planteándome se
refiere a las matemáticas en su conjunto... En efecto, deja todo más claro respecto a cuáles son los
sistemas de valores en la educación, cuál es la naturaleza de los obstáculos para la innovación y la
reforma... Quizá (eso) sea a veces un poco deprimente. Al menos, si llegas a comprenderlo, no te
enredas en la frustración.
Esto llega a convertirse en una crítica auténtica porque surge de una visión crítica
práctica y no sólo como consecuencia de un planteamiento teórico.
El paso de investigar para poner en cuestión la evidente crítica sobre las
percepciones de Mike era también obvio en el trabajo de algunos profesores del
Proyecto Karrivale, cuya base consistía en la intención de mejorar la comprensión del
Informe Martin sobre la enseñanza del inglés, y como consecuencia de la mejor
218
comprensión, perfeccionar la práctica de acuerdo con las recomendaciones del
informe. Algunos profesores de este proyecto, aunque de ninguna manera todos,
comenzaron a desarrollar perspectivas críticas que les llevar ron a plantear serias
reservas respecto a las bases teóricas del documento. En una entrevista, Ed hizo la
siguiente observación:
Nosotros aceptamos acríticamente que el Informe Martin constituía una
formulación completa y plena y, como descubrimos, está plagado de fallos de
diverso tipo... (Está) lleno de buenas advertencias... (como) que es importante
que los alumnos lleguen a valorar la calidad del producto final... y nosotros
decíamos: «cierto, cierto, pero, ¿qué significa eso?, ¿qué haces con eso?»
He aquí el comienzo de la crítica. La importancia no radica en el reconocimiento de
la inadecuación del práctico para «implementar» las ¡deas expuestas. Esa forma
de autocrítica, aunque justificada en algunos casos, no es emancipadora. Sólo
incrementa la incapacidad del práctico. Por el contrario, la crítica revisa la teoría y,
mientras trata de darle un significado, examina de forma crítica su valor para la
práctica expresa el deseo de una teoría auténtica, no autoritaria. La autenticidad no
consiste en disponer de una teoría que “funcione”, sin más; lo que se pide es una
teoría que remita de forma auténtica al medio social de la situación de enseñanza-
aprendizaje. El desarrollo de una conciencia crítica en Ed se hizo evidente en el
hecho de que él y algunos otros profesores dejaron de estar dispuestos a cargar
con la culpa de no «implementar» las recomendaciones de un informe sobre el
curriculum. Tomaron conciencia de que había que someter a crítica el
mismo fundamento teórico del informe. Se hizo cada vez más claro para
nosotros que no era muy útil hacer del Proyecto Karrivale un escrutinio del Informe
Martin, porque cuanto más descubríamos sobre él, más lo revisábamos para
encontrar ejemplos e ilustrar aspectos, más nos dábamos cuenta de que nada había
allí que ampliase nuestros pensamientos al respecto... Cuando lo repasas (el infor-
me), encuentras que gran parte de él consiste en el liberalismo rogeriano de los
sesenta. Ya sabes: deja en libertad a los niños
y ocurrirá algo bueno. Deja de lado por completo los problemas pedagógicos
que todo profesor de lengua encuentra cada día.
No obstante, para que la crítica de la sabiduría aceptada o de la teoría
sancionada se convierta en crítica debe haber también algún reconocimiento de la
forma en que el curriculum está tanto construido como limitado desde el punto de
vista social. Viv, otra profesora participante en el Proyecto Ka-rrivale, da pruebas de
este desarrollo crítico al escribir sobre las respuestas de algunos chicos de décimo
curso respecto a la escritura periodística:
Otra consideración importante es igualmente amplia y necesita cuestionar los
valores de una sociedad en la que el chico de 15 años (normalmente) no ha sido
estimulado para ver los medios verbales de resolución de problemas como
significativos o deseables.
En su escrito, Viv no vuelve a tratar este punto de vista, y la crítica no parece
muy profunda hasta que no la contrastamos con los silencios críticos de muchos
otros profesores que participaron en ése y en otros proyectos. En el Ford Teching
Project, por ejemplo, ningún profesor se planteó si había alguna contradicción entre
tratar de convertir a los niños en solucionadores sistemáticos de problemas en la
escuela y la forma en que la sociedad, en general, disuade a la gente de que
resuelva sus propios problemas.
Otros profesores del Proyecto Karrivale fueron más explícitos al manifestar su
conciencia crítica. Por ejemplo, Peter reconocía que su relación con los alumnos se
producía dentro de una estructura tanto social como educativa. Es más, percibía un
219
conflicto entre la «sabiduría aceptada» de la profesión (en este caso, que el trabajo
de grupo es «bueno») y la ideología de los alumnos. En una entrevista, observaba:
Hay una serie de conflictos ideológicos. En primer lugar, uno socioeconómico... porque enseño a
chicos de origen socioeconómico muy elevado. Yo provengo de una familia de clase trabajadora de
nivel socioeconómico muy bajo... El segundo es que eso se refleja en su disposición para trabajar
como grupo, como una cooperativa en una situación comunal. Incluso a la edad de 13 años, no
quieren compartir; les gusta competir y lograr (éxitos).
Acción
220
La acción emancipadora mantiene con el conocimiento una relación diferente de
las que antes vimos eran indicativas tanto del interés técnico como del práctico.
Cuando predomina el interés técnico, se considera la acción como implementación
en la realidad del conocimiento desarrollado en el ámbito del discurso, aplicándose
después al de la práctica. El interés práctico genera una relación en la que el
conocimiento se produce de un modo reflexivo a través de los procesos de acción
para dar significado a las cosas, ¡nformando este conocimiento la acción futura. La acción
emancipadora constituye una forma de lucha y, como tal, puede tener en cuenta la
teoría para recabar información, pero no para recibir directrices. HABERMAS (1974, pág.
33) describe la relación emancipadora entre teoría y práctica del siguiente modo:
Las decisiones respecto a la lucha política no pueden justificarse al principio desde un punto de
vista teórico para trasladarlas después al terreno de la organización. La única justificación posible en
este nivel consiste en el consenso entre los participantes, al que se orienta el discurso práctico;
aquéllos, con la conciencia de sus comunes intereses y su conocimiento de las circunstancias, de las
consecuencias previsibles y de las secundarias, son los únicos que pueden saber los riesgos que
pueden arrastrar y con qué expectativas.
Esa acción constituye una forma de praxis. Nótense los elementos de la praxis que
identificamos en el capítulo anterior y que aparecen en esta descripción de la
organización de la acción emancipadora. La acción se sigue de la reflexión, tanto teórica
como práctica. El lugar de esa acción es el mundo real, incierto, por tanto, de la
interacción humana, no uno idealizado u objetivado. Los actores reconocen que es una es-
fera que se construye a consecuencia de las acciones inseguras, arriesgadas,
emprendidas por los participantes. Aunque suponga afrontar riesgos, esa acción no es
irresponsable; se trata de una acción que busca, a través de la praxis reflexiva, otorgar
un significado a la situación social a la luz de las intuiciones auténticas sobre la
naturaleza del mundo socialmente construido.
Pocos profesores participantes en los proyectos expuestos se comprometieron en
formas radicales de praxis cuya intención consistía en acabar con diversos sistemas
educativos. Muchos, a la luz de su mejorada comprensión, se arriesgaron a modificar sus
prácticas docentes individuales para hacerlas más significativas. Podría decirse que
algunos se comprometieron con una praxis emancipadora en la medida en que su
acción se desarrollaba a la luz de una conciencia crítica en desarrollo. El trabajo de
dos profesores en concreto es interesante a este respecto.
Hemos señalado ya que la preocupación por el significado de la acción educativa
constituye una característica del interés práctico. COSGROVE (1982) refleja esta
preocupación, pero se opone al fundamento para hacer significativa la educación.
Para COSGROVE, el aprendizaje significativo no puede separarse del aprendizaje
autónomo; así como las experiencias mismas han de ser significativas, las
condiciones en las que se produce el aprendizaje deben modificarse fundamen-
talmente. Esto lleva consigo que el curriculum sea materia de negociación:
«Negociar el curriculum... supone el desarrollo de la comprensión del profesor
respecto del proceso de aprendizaje y de cómo facilitar las condiciones en las que
mejor pueda producirse el aprendizaje» (COSGROVE, 1982, pág. 35). El profesor no sólo
tiene que mejorar su comprensión de la teoría del aprendizaje; debe también
comprender el contexto material del mismo, disponiéndose a oponerse a ese contex-
to si impide que sus alumnos se conviertan en aprendices autónomos. Para
COSGROVE, la práctica de negociar el curriculum «no es una estrategia docente
alternativa ni un modo de romper la monotonía del segundo trimestre». Es un medio
de promover el auténtico aprendizaje. No obstante, la práctica de la negociación tiene
consecuencias políticas, pues se enfrenta y opone al mismo fundamento de las
relaciones de poder de las que tradicionalmente depende la educación (COSGROVE,
1982, pág. 46).
El mero hecho de permitir a los alumnos participar activamente en la toma de
decisiones relativas a su propia práctica como aprendices no llega a generar en ellos
221
una praxis a menos que se les dé la oportunidad de que sus acciones estén
informadas por la teoría. Por eso, al tiempo que compartía con sus alumnos la
adopción de decisiones en la práctica, COSGROVE les puso al corriente de su
comprensión teórica de algunos aspectos: «Cuando empecé en mi clase,
dialogamos sobre el proceso de aprendizaje. Pregunté a los alumnos cómo querían
aprender en la clase de ciencias y cómo podía ayudarles a conseguirlo» (1981, pág.
628). Esta acción suponía riesgos. Estos riesgos no sólo se referían a un posible
conflicto con los compañeros, que podían poner |en duda la conveniencia de
compartir las decisiones con los alumnos. Los riesgos tenían que ver también con los
mismos alumnos. Señalamos antes en este capítulo que los estudiantes
respondieron de muy distintas formas a sus ofertas de negociación. En general, no
obstante, de los escritos de CosIGROVE se deduce que sus esfuerzos para realizar
modificaciones tanto en su propia praxis como en la organización de esa acción
fueron en general bien recibidos por sus alumnos, en la medida en que les daba
ocasión de participar y de cambiar. En otro escrito, dice: «como parte de mi
investigación, pasé el ochenta por ciento de mi tiempo con los chicos. Les informé de
ello y, desde entonces, se preocuparon de comprobar esto y de ayudarme a pasar
más tiempo con las chicas» (1981, pág. 629).
Veamos aquí los elementos de la praxis. La acción sigue a la generación de
conocimiento auténtico (auténtico, dado que se produce a la luz de teoremas
sociales críticos relacionados con el género, cuya autenticidad está avalada a través
de la autorreflexión crítica sobre la práctica personal). No todos los prácticos
mencionan esta aceptación de parte de aquellos con quienes querrían trabajar en
sentido emancipador. En el informe de BERTOLA sobre sus experiencias (véase el
Capítulo IX), reconoce la posibilidad de conflictos en distintos niveles. Por una parte,
se daba esta posibilidad entre sus prácticas habituales y las que proponía comenzar
a utilizar. Por otra, aparecía un conflicto potencial entre la teoría social que reflejaban
esas prácticas y las normas sociales que prevalecían tanto en la comunidad como en
las experiencias de los alumnos que tendrían que participar en las modificaciones de
la práctica (véase más adelante, pág. 223):
Si el profesor trabaja con un sentido de comunidad, pue de parecer difícil crear una atmósfera
tendente a la libre expresión de ideas, al desarrollo del autoconcepto y del respeto hacia los
demás... cuando el contexto social se centra en el logro individual... La presencia del conflicto tiene
otra dimensión en la medida en que los estudiantes lo ven como un pro ceso negativo. Parecen tener
grandes dificultades para aceptarlo como algo natural y para comprender que el dañe proviene, no
del conflicto como tal, sino de la incapacidad de los grupos para resolver los problemas...
Estos puntos de vista sobre las dificultades y riesgos que supone, tanto para sí
como para sus estudiantes, el cambio de prácticas establecidas de modo que
pudieran expresar intereses emancipadores, surgieron cuando trató de revisar
críticamente la práctica del trabajo de grupo en su clase a la luz de una conciencia
crítica en desarrollo. Cuando trató de poner en común algunos fundamentos teóricos
de su propio trabajo con sus estudiantes, se volvió un tanto pesimista respecto a las
posibilidades de emancipación, dada su comprensión cada vez mayor de cómo las
mismas historias de los alumnos, ideológicamente influidas, determinaban sus accio-
nes y reacciones. Pero el ejercicio de una forma progresiva de praxis a través de la
cual se relacionaban de manera recíproca la acción y la reflexión, sirvió más tarde de
fundamento a una perspectiva más optimista. En una entrevista, comentaba:
Algunas lecturas que he ido haciendo me han dado más esperanzas... de que hay una posibilidad
de diseñar éticamente la clase, trabajando de un modo constructivo en cosas pequeñas que (son)
antihegemónicas en el sentido de que atacan esa ideología, esa historia concreta, y quizá hagan
reflexionar a los niños sobre su propia historia.
Esas «tácticas» nos recuerdan las «guerras de posiciones» de GRAMSCI (1971) en las
que el terreno se gana poco a poco. HABERMAS (1974, pág. 32) cree que la dirección de
222
estas luchas políticas exige de los actores decisiones prudentes. «Decisiones
prudentes» significa que uno actúa, no sólo según la teoría crítica, sino también de
acuerdo con las posibilidades de la situación concreta.
COSGROVE exhibe esa prudencia cuando tiene en cuenta las barreras que se oponen
al cambio en relación con la negociación del curriculum. Manifestando que la
negociación se ajusta al principio democrático de «que las personas tienen el derecho
democrático de ayudar a determinar las actividades en las que participen» (1982, pág.
46), reconoce, sin embargo, los conflictos de poder inherentes a la aplicación de este
principio en el contexto de las relaciones de poder, jerárquicamente ordenadas, de la
escuela (y de la sociedad). Las acciones que emprender para trascender estas
barreras, liberando las prácticas de clase de las limitaciones de las tradicionales
relaciones de poder, exigen prudencia por parte del práctico. ¡_as críticas de los
compañeros «han de considerarse con todo cuidado y responder a ellas utilizando la
teoría en la que se basa la enseñanza» (COSGROVE, 1982, pág. 47).
La prudencia no es sólo un atributo individual. Se desarrolla en contacto con los
demás. A veces este desarrollo se produce a través de la confrontación y de la
necesidad de justificar la acción ante los demás, como en el caso de COSGROVE. En
otras ocasiones, se desarrolla mediante el apoyo colegial de los demás concedido a
nuestras acciones en grupos organizados para facilitar la ilustración y la acción.
BERTOLA cree que, en circunstancias de acción cooperativa, es posible progresar
algo en relación con las limitaciones quela ideología impone sobre la práctica. En una
entrevista, decía:
No creo que (la ideología de los niños) tenga que ser por necesidad un factor inhibidor... Creo que
si los profesores fueran capaces de pensar creativamente como equipo sobre lo que habría que
tratar de hacer... no sería inhibidor.
En resumen
Al comienzo del capítulo decía que las categorías tradicionales empleadas para
hablar del curriculum no eran necesariamente las más útiles para exponer las
prácticas curriculares informadas por un interés emancipador. Por ejemplo, las
cuestiones que se plantean en relación con la naturaleza del contenido del curriculum
no pueden responderse con independencia de las relativas al poder que detentan los
diversos participantes en el proceso curricular (incluyendo a profesores y alumnos) para
determinar ese contenido. No es que las cuestiones que se refieren al contenido del
curriculum carezcan de importancia, sino que las relativas al poder son aún más
223
urgentes. De igual modo, si el proceso de desarrollo curricular está informado por
principios de igualdad, ilustración y emancipación, no es tan importante dilucidar si
se ha alcanzado los resultados concretos que se habían previsto, como nos harían
pensar las formas técnicas de evaluación. En cambio, es importante poder juzgar la
calidad del ambiente de aprendizaje y de toma de decisiones, y la base sobre la que
se afirma la verdad de lo que se manifiesta. Así, la evaluación no consiste en
considerar sin más el trabajo de aprendizaje, sino que abarca una crítica de lo
aprendido, así como de las interacciones que se producen en la situación de
aprendizaje. En todo momento, los criterios para juzgar la calidad del aprendizaje se
refieren al grado de autonomía e igualdad experimentado por los miembros del grupo
de aprendizaje. En ningún momento, si la acción está informada por un interés
emancipador, los agentes externos estarán legitimados para emitir esos juicios. Sólo
los miembros de la comunidad de aprendizaje son aptos para juzgar la validez y
autenticidad del mismo.
Por supuesto, se trata de una representación idealizada; no obstante, en el
trabajo de los profesores aquí representados podemos contemplar diversos
aspectos del interés emancipador en acción. En la teoría de HABERMAS, la
ilustración está relacionada de manera reflexiva con la acción. En el trabajo de
estos profesores, vemos que el desarrollo de una conciencia crítica constituía una
precondición importante de la praxis emancipadora. He limitado mis ejemplos
sobre acciones emprendidas al trabajo de dos profesores porque, de los
profesionales que participaron en los proyectos de los que he tomado mis
ejemplos, estos dos, BERTOLA y COSGROVE, han relacionado más explícitamente
en sus escritos el desarrollo de su conciencia crítica con las acciones deliberadas
emprendidas en sus clases y centros. Otros profesores, como los que
desarrollaron un conocimiento crítico al que aludimos antes, no habían pasado,
cuando escribieron sobre sus experiencias, a una forma de praxis que se
expresara como conciencia crítica resultante de la reflexión sobre la práctica. No
habían llegado a una forma de praxis que llevara consigo una acción crítica
deliberada, surgida de la reflexión crítica, dirigida a una reorientación deliberada
de las relaciones de poder intrínsecas a la situación pedagógica. Incluso la
emisión de un juicio acerca de si ésta o esa acción es emancipadora o no supone
asumir un poder de juicio que sólo compete a los participantes. Al tratar este
aspecto de la práctica de los profesores, es más conveniente enunciar principios
informados por la autorreflexión crítica sobre la práctica, y dejar que los informes
de los participantes hablen por sí mismos. Por tanto, volveremos a la
consideración del proceso que conduce a la adquisición de una conciencia
crítica, dejando que después BERTOLA nos dé su propia versión de sus
experiencias.
CAPITULO VIII
224
EL DESARROLLO DE LA PRAXIS CURRICULAR
Si, como propone HABERMAS, los intereses técnico, práctico y emancipador son
fundamentales, es lógico que podamos identificar ejemplos de ellos en el ámbito de la
interacción humana. En cuanto intereses humanos fundamentales, no podemos
sorprendernos de que puedan descubrirse ejemplos de curricula informados por uno
u otro de ellos en el trabajo de los profesores. No obstante, partiendo de la exposición
anterior, es claro que el interés emancipador es el más coherente con la condición
humana, dado que puede identificarse con la intencionalidad del acto de hablar. La
cuestión que ahora surge consiste en si es posible favorecer conscientemente el
interés emancipador en el trabajo de construcción del curriculum. En este capítulo,
propongo que es posible hacerlo y que la investigación-acción constituye un vehículo
adecuado para esta práctica curricular.
Al proponer la investigación-acción como proceso que favorece la práctica
curricular emancipadora, no pretendo afirmar, sin embargo, que todos los casos de
investigación-acción constituyan ejemplos de praxis emancipadora. El interés
fundamental por la emancipación que es posible discernir en la historia, la teoría y la
práctica de la investigación-acción puede deformarse con facilidad de modo que se
ponga al servicio de otros intereses. Examinaré, por tanto, tres formas discernirles
en las prácticas de investigación-acción de los profesores.
Cuando la investigación-acción opera de modo emancipador, constituye una
expresión de la práctica pedagógica crítica, proporcionándonos un marco en el que
puede desarrollarse la conciencia crítica. Proponer la investigación-acción como
proceso de mediación emancipadora entre teoría y práctica no supone seguir los
dictados de HABERMAS. De hecho, él excluye explícitamente «la exigencia de moda de
algún ti-oo de investigación-acción» (1974, pág. 11) como medio adecuado para la
combinación de ilustración y acción. Al final del capítulo recogeré esta objeción
porque muestra que a menudo se considera la investigación-acción como una forma
de generar conocimiento/acción informada por un interés técnico o práctico. Negar el
potencial emancipador de la investigación-acción es malinterpretar los efectos de su
filosofía participativa.
Investigación-acción
El proceso de investigación-acción se basa en dos principi OS esenciales: mejora y
participación (GRUNDY y KEMMIS, 1982). Dado que es una forma de investigación
social más que, por ejemplo, física o histórica, el campo de la interacción y la
práctica humanas configura los lugares aptos para la investigación y el
perfeccionamiento. Esto significa que la investigación-acción se ocupa de la mejoría
de las condiciones sociales de existencia. Sin embargo, en este proceso, el
perfeccionamiento no se impone desde «otra parte» (tomando prestada la expresión
de BOOMER, 1981) a los participantes en cualquier situación, sino que ellos mismos se
convierten en controladores del proceso de perfeccionamiento.
El perfeccionamiento o mejora es, como tal, una noción problemática en la
metodología de la investigación-acción. Se reconoce que el perfeccionamiento de
los participantes «en la situación» está ligado a su comprensión del significado de lo
que sucede en el momento. Así, el perfeccionamiento de la comprensión está
inextricablemente vinculado al perfeccionamiento de la acción. Incluso el enfoque
conjunto sobre el conocimiento y la acción en un lugar social concreto no abarca
adecuadamente el concepto de perfeccionamiento, porque la interacción social
tiene lugar en un contexto que choca con la situación y a menudo la limita de forma
inconsciente. Si hay que perfeccionar un conjunto concreto de interacciones
sociales, muchas veces ocurre que también han de mejorarse los contextos social y
225
material en los que se producen esas interacciones, y siempre han de comprenderse
esos contextos. De este modo, la investigación-acción interrelaciona de manera
reflexiva comprensión y perfeccionamiento, conocimiento y acción, teoría y práctica.
No obstante, si sólo nos centramos en el perfeccionamiento, la investigación-
acción se identifica únicamente con otra teoría más del cambio y, como tal, no se
ocuparía de las fundamentales relaciones de poder implícitas en todas las cuestiones
que se refieren al cambio y al perfeccionamiento. El principio de participación tiene
la misma importancia que el de perfeccionamiento. La investigación-acción es, en
esencia, una forma democrática de investigación. Este aspecto democrático de la
investigación-acción no surge sólo de la creencia humanista de que la participación
es «buena» o de la perspectiva instrumental de que, si los participantes toman sus
propias decisiones, será más probable que se produzca el cambio. En el mejor de los
casos, estos puntos de vista son paternalistas, y en el peor, manipuladores y
engañosos. Tomar partido a favor de la investigación democrática porque cae
«simpática» o resulta «eficaz» no llevará a la confrontación y reorientación del poder
del iniciador y controlador de la investigación. Tales formas pseudodemocráticas de
investigación pueden desembocar en cambios, pero no provocarán la emancipación
de los participantes.
La naturaleza participativa de la investigación-acción aparece ya en los primeros
momentos de su historia, que se remonta a la obra de Kurt LEWIN (1946, 1952).
COLLIER (1945, pág. 298), uno de los primeros defensores de la investigación-acción
(research-action, como él la llamaba), decía lo siguiente, en defensa de una forma
participativa de acción e investigación:
La acción imperfecta es mejor para los hombres y las sociedades que la perfección por venir,
porque los errores cometidos en la acción se reparan con una nueva acción. Y cuando las personas
actúan se hacen ellas mismas compañeras en la acción y codescubridoras de las correcciones de los
errores; entonces... a pesar de las equivocaciones, o incluso gracias a ellas, se incrementan las
energías vitales, aumenta la confianza, la experiencia tiende a la sabiduría, y (el más potente de
todos los principios e ideales) una profunda democracia vence poco a poco.
226
modo claro, las teorías de la verdad fundada en el consenso reconocen que, en la
construcción del conocimiento humano, estamos dispuestos a aceptar como verdad
lo que los grupos de personas están preparados para aceptar como verdad. Si este
punto de vista sobre la verdad se parece en algo a lo que, en lenguaje corriente,
llamamos verdad, será evidente que el acuerdo nunca debe estar sujeto a la coerción.
Al consenso se llega libremente. Así, en este marco epistemológico, la verdad y la
libertad quedan inextricablemente ligadas. De igual modo, el consenso que no surge
del acuerdo entre participantes iguales en el discurso es un falso consenso. Verdad,
justicia y libertad, por tanto, cooperan para hacer posible el consenso y, por ende, la
verdad. Según HABERMAS (1970b, 1972), la validez de las teorías de la verdad por
consenso queda atestiguada por el mismo acto humano de habla. Cree que el habla
existe, fundamentalmente, a efectos de lograr comprensión y acuerdo. Es decir, y
pidiendo excusas por esta enorme simplificación, el derecho y la obligación de
participar en la construcción del saber humano se basan en las premisas funda-
mentales de que el habla humana existe para comprender, que la comprensión es
imposible salvo en circunstancias de libertad e igualdad y que la verdad es aquello en
lo que todas las personas, en condiciones de libertad e igualdad absolutas para
cuestionar y dialogar durante un período de tiempo indefinido, estarían de acuerdo.
Estas premisas sobre la interrelación de verdad, justicia y libertad establecen las
bases epistemológicas de la investigación participativa y de la producción del
conocimiento. Las bases teóricas, por oposición a las históricas, del control
participativo de la acción han de encontrarse en exploraciones de la mediación de
teoría y práctica; es decir, en la forma en que la teoría se relaciona con la práctica y
la determina.
Para explorar la forma de mediar entre la teoría y la práctica, HABERMAS (1974)
utiliza la analogía del diálogo psicoanalítico. En éste, la reconstrucción planteada por
el analista carece de consecuencias prácticas para el cliente salvo que leste las
autentifique a través de su autorreflexión. Hasta entonces, sólo son proposiciones
teóricas que ofrecen explicaciones, también teóricas, del fundamento de la
incomodidad del cliente. Carecen de «realidad» hasta que el cliente les concede el
valor de explicación auténtica. Aún entonces, esas explicaciones no llevan consigo
directrices para la acción futura. El diálogo psicoanalítico presupone que sólo el
cliente puede decidir qué acción vendrá tras aceptar la autenticidad de una
explicación. De igual modo, en la investigación-acción, se reconoce que sólo los
actores en una situación dada pueden participar en las arriesgadas decisiones de la
acción huma-mana. El facilitador1 de la investigación desempeña un papel análogo al
del analista, proponiendo teoremas para la reflexión, pero sin determinar la
autenticidad de sus propuestas para el sujeto. En efecto, el facilitador externo carece
de autoridad para instruir al sujeto sobre cómo debe actuar. Esta descripción constituye
un mero apunte de estas consideraciones epistemológicas. En otro lugar (GRUNDY,
1982), he desarroyado la cuestión de la mediación entre teoría y práctica en a
investigación-acción educativa.
El proceso de investigación-acción
227
historia como la teoría de la investigación-acción apoyan su carácter cooperativo. La
investigación-acción se desarrolla a la par con el movimiento de dinámica de grupos
de los años 40. Es más, su epistemología del consenso pone de manifiesto su esen-
cia cooperativa (GRUNDY y KEMMIS, 1981).
El proceso de investigación-acción consiste en una serie de «momentos» que se
relacionan de manera recíproca2 Teniendo en cuenta lo dicho antes acerca del modo
en que este método relaciona comprensión y acción, se darán dos momentos en el
desarrollo de la comprensión y la ejecución de la acción. Se trata de los momentos
estratégicos de la acción y de la reflexión, los cuales se relacionan, tanto en sentido
retrospectivo como prospectivo, a través de dos momentos organizativos:
planificación y observación. La reflexión y la planificación se producen en el ámbito
del discurso, mientras la acción y la observación pertenecen al ámbito de la práctica.
La reflexión versa sobre la acción previa, a través de métodos de observación que
reconstruyen la práctica, de modo que pueda quedar registrada, analizada y juzgada
en otro momento. La reflexión también se orienta hacia adelante, hacia la acción
futura a través del momento de planificación, en el que la acción es informada
retrospectivamente mediante la reflexión y a través de la planificación. Estos «momentos» aparecen
representados en la Figura 3 (tomada de KEMMIS y MCTAGGART, 1982).
Investigación Acción
(Reconstructiva) (Constructiva)
Figura 3
228
entre los distintos momentos. El discurso y la práctica (en una dimensión) y la
construcción y reconstrucción (en la otra) se reúnen de modo que las mejoras en la
práctica y en la comprensión pueden realizarse de forma sistemática, responsable y
reflexiva. Este aspecto espiral de la investigación-acción se expresa en la Figura 4.
Discurso
Reflexión Plan
Observación Acción
Práctica
Figura 4
La espiral de investigación-acción
229
dependiendo del interés cognitivo que la informe. El modo del todo coherente con
los principios de perfeccionamiento y participación es el modo «emancipador»; pero
este interés fundamental por la emancipación puede quedar deformado por otros
intereses. Por una parte, la investigación-acción se utiliza a veces como una
metodología que recluta a los participantes de forma que puede contribuir a una
mejora superficial de su situación social, aunque no efectúa cambio fundamental
alguno en las relaciones de poder implícitas en la práctica social. Cuando la
investigación-acción opera de esta manera, aparece informada por un interés
constitutivo de conocimiento técnico. Esto significa que el conocimiento generado en
los momentos de investigación y reflexión del proceso consiste, en esencia, en
conocimiento acerca de cómo controlar mejor el medio para producir los resultados
que se esperan del proyecto.
Otro interés que puede informar, y lo hace muy a menudo, la ¡investigación-acción
es el interés práctico por dar sentido a las cosas. Se trata del interés cognitivo
práctico al que se refiere HABERMAS. El interés práctico se centra fundamentalmente
en la comprensión del medio a través de la interacción basada en una interpretación
consensuada del significado. Este interés informa la mayor parte de la investigación-
acción educativa que se desarrolla en Gran Bretaña (GRUNDY, 1984). La falta de
potencial emancipador en la investigación-acción práctica es más difícil de reconocer
que en la investigación-acción técnica. En esta última, queda claro con frecuencia
que el poder para determinar lo que se acepta como conocimiento legítimo en el
proyecto y decidir qué acción ha de emprenderse no radica tanto en los participantes
como en el facilitador externo o en un miembro poderoso del grupo. En la
investigación-acción práctica, el problema es más sutil porque es posible que los
participantes no se den cuenta de que sus significados están deformados por los
intereses hegemónicos a favor del mantenimiento del status quo.
Fundamentaré la exposición antecedente con algunos ejemplos, presentando
unos informes hipotéticos de investigación-acción y explorando algunos aspectos
de cada escenario que representan los diversos intereses constitutivos de
conocimiento. Aunque estos escenarios sean hipotéticos, tienen sus correspondencias
reales en las experiencias de una serie de profesores. Identificaremos los tres modos de
investigación-acción mediante estos tres escenarios. Después de describir cada uno,
expondremos sus características en relación con los criterios de «perfeccionamiento» y
«participación» que son componentes esenciales de la investigación-acción. Podremos
entonces exponer los fundamentos epistemológicos de cada modo, relacionándolos con
lo que hemos dicho acerca de la investigación-acción.
Prímer escenario
230
compromiso de cada artesano para trabajar con objeto de producir esta espléndida obra
de arte. De igual modo, el señor Alfa debe conseguir un compromiso semejante de sus
profesores en relación con su eidos. Para lograrlo, quizá tenga que utilizar técnicas de
motivación y de dinámica de grupos.
Una vez que los profesores están de acuerdo en trabajar para conseguir el objetivo
señalado, puede promoverse el primer ciclo de planificación, acción, observación y
reflexión. En este caso, la acción que emprendan los profesores consistirá en «hacer» la
acción. Su objetivo consiste en producir un programa de matemáticas basado en la
actividad para cada clase. Tienen que hacer esto con el fin de implementar en el aula las
pautas marcadas por el director, preocupado por las recomendaciones de obligado
cumplimiento de la nueva normativa. Esa acción puede requerir que los profesores
adquieran y apliquen nuevas destrezas. Éstas pueden consistir en técnicas relativas a las
prácticas de clase como la organización y distribución de materiales.
La observación y la reflexión se centrarán en la medida en que se lleven a la práctica
las intenciones del plan. Esto supone que los profesores supervisen sus técnicas de
organización o efectúen comparaciones entre los productos obtenidos en sus clases y
las pretensiones de la normativa. El director, en calidad de facilitador del proyecto,
desempeña un papel vital constante en la supervisión de la implementación del plan,
porque él tiene la «visión» inicial y más completa de lo que hay que conseguir.
Este es el modo técnico de investigación-acción; técnico porque está informado por
un interés cognitivo técnico, es decir un interés referido al producto de la acción. La
investigación-acción técnica incorpora la relación técnica entre las ideas y la acción
expuesta en el Capítulo II. El eidos, que consiste en una cosa concreta que producir (o
reproducir), se implementa mediante la destreza (tekné) del práctico que se demuestra
en la acción productiva (poietiké).
Gran parte de la investigación-acción educativa e industrial adopta esta forma,
aunque se ajusta más a la letra que al espíritu del procedimiento de investigación-
acción. O sea, es participativa, pero los participantes son convocados para trabajar para
conseguir un objetivo predeterminado; no lo deciden por su cuenta. Por supuesto,
pueden modificar el objetivo a medida que desarrollan su actividad, pero carecen
esencialmente de poder para determinar el objetivo que hay que conseguir. En esta
forma de investigación-acción, aunque se cuenta con los participantes en los
métodos de recogida o creación de datos que proporcionarán la base para la
evaluación de los resultados, a menudo las decisiones sobre los métodos y objetivos
de evaluación dependen también de otras instancias.
Este tipo de investigación-acción, como la consulta a los trabajadores,
proporciona un estímulo para cambiar y ese cambio puede ser significativo, tanto
desde la perspectiva de los participantes como desde la de quienes contemplan el
producto. La investigación-acción técnica satisface así el objetivo de
perfeccionamiento, pero se trata esencialmente del perfeccionamiento de algún
producto, y las prácticas involucradas sólo se someten a escrutinio en la medida en
que afecten I al producto. De igual modo, el perfeccionamiento de la comprensión se
entiende como la mejora del conocimiento personal, es decir, la comprensión de las
propias destrezas y capacidades y de la idea que se está poniendo en práctica. Esto
favorece el desarrollo del artesanado. El grupo de investigación proporciona una
estructura de organización de apoyo en la que puede iniciarse la autosupervisión.
No obstante, en este proceso es posible la manipulación. Los participantes
pueden ser considerados como instrumentos, en vez de como agentes del cambio.
La relación entre el facilitador y el grupo será del tipo «yo-ello» (utilizando la
expresión de BUBER, 1965), en la que las personas se convierten en objetos o
herramientas que utilizar en la realización de un fin. Dado que es deseable, aunque
no imprescindible, que los participantes se comprometan personalmente con la idea
motivadora, se da la posibilidad de que participen en el «juego de investigación-
acción». Sus acciones y deliberaciones son auténticas en el contexto del proyecto y
diseñadas para lograr el objetivo de la investigación-control; pero, una vez que acaba
231
el «juego», dejan de estar obligados a actuar de acuerdo con las reglas del mismo.
Así, nuestro diestro director, si utiliza la investigación-acción técnica, puede
encontrarse con que crea un programa muy eficaz de matemáticas basado en la
actividad, pero que, si deja la escuela, los profesores vuelven a sus antiguos estilos de
enseñanza.
Segundo escenario
Un grupo de profesores cree que, para los alumnos, es bueno que aprendan a razonar y
trabajar con independencia del profesor. Creen que, aunque nunca puede lograrse un
objetivo de completa independencia, debe favorecerse en todos los niveles educativos.
Sabe que la independencia es un proceso interactivo y que su desarrollo depende de los
cambios que se produzcan en las acciones del profesor y del alumno.
Deciden que la investigación-acción constituye un medio con el que ellos pueden
favorecer y supervisar de forma sistemática el aprendizaje independiente. Cada profesor
efectúa cambios estratégicos y deliberados en su propia acción, aunque reconoce la
necesidad de reflexionar cooperativamente sobre el proceso. La colaboración es deseable,
por una parte, para el apoyo mutuo (se dan cuenta de que los grupos operan reforzando las
decisiones para modificar las propias acciones) y, por otra, de ese modo pueden comprobar
sus percepciones respecto de la práctica frente a los puntos de vista de los demás. De
este modo, en el grupo se configura un sistema de significados e interpretaciones
compartidos.
Aunque se orienta en relación con un eidos bastante impreciso de «independencia»,
no crean nuevo conocimiento ni persiguen un ideal extraño a la profesión docente. Se
basan, en cambio, en un principio incluido en algunas tradiciones de la profesión que se
encuentra, por ejemplo, en modelos educativos con denominaciones como «Enseñanza a
través de la investigación» o «Aprendizaje por descubrimiento». Mediante su proyecto
confieren significado y sustancia en la acción a estos conceptos.
Estos profesores se comprometen en una forma de acción práctica; es decir, acción
deliberada, de elección, orientada por su juicio personal. Esa acción está informada por
un interés cognitivo práctico. Este modo práctico muestra de manera más ajustada el
ideal participativo de la investigación-acción. El ímpetu para emprender la
investigación proviene de los mismos profesores. Cualquier persona distinta de los
prácticos que participe en el proyecto lo hace a petición de ellos. Las
interpretaciones o pruebas de una persona externa a la escuela pueden, sin
embargo, desempeñar un papel significativo al facilitar la aclaración de significados
en el grupo, pero sólo los participantes son los árbitros últimos del significado.
El principio de perfeccionamiento se relaciona más con la práctica social que
con el producto de la acción. La independencia es un «bien» al que hay que tender,
más que un objetivo que conseguir. Su aparición no es fácil de medir, pero sí es
objeto de juicio y acuerdo. Por tanto, el perfeccionamiento de la percepción y la
comprensión ha de ir a la par con el perfeccionamiento de la misma práctica.
Este modo de investigación-acción pretende una acción prudente dentro de las
prácticas tradicionales de la profesión. Como el objetivo de independencia forma
parte de los valores y fines de la profesión, no se hace un planteamiento crítico
respecto a las contradicciones e incoherencias que manifiesta un concepto como el
de «aprendizaje independiente», tanto en relación con los objetivos y prácticas
educativos como con las condiciones materiales que determinan la práctica de la
educación. El perfeccionamiento se produce, por tanto, con mayor probabilidad en la
práctica individual que en el contexto más amplio de esa práctica.
El nivel de control de conocimiento es también práctico. Es decir, a través de la
adquisición de una comprensión hermenéutica de la práctica que incluye la
aplicación junto con la comprensión y la interpretación, el juicio personal ocupa una
posición central en el proceso de conocimiento. Contrasta esto con el grado de control
232
del conocimiento en el modo técnico, que sólo exige un compromiso personal mediante
la comprensión y verificación del conocimiento externo. En este i segundo modo de
investigación-acción, el práctico no sólo participa a través de su compromiso con las
propuestas sobrelas que se basa la realización del proyecto, sino que genera su propio
conocimiento y controla su aplicación mediante su disposición para la phrónesis
(juicio personal).
Tercer escenario
Un grupo de prácticos no se da cuenta de que muchos de sus intentos para
favorecer el bien de sus alumnos quedan frustrados por el mismo sistema del cual se
supone tiene que promover ese bien. Por ejemplo, creen que el aprendizaje requiere
una aplicación y concentración sostenidas y que, si los alumnos han de controlar su
propio conocimiento, en vez de que otros utilicen ese conocimiento para
controlarlos, necesitan que se les dé ocasión para comprometerse de forma
constante con el aprendizaje. Es más, piensan que el aprendizaje ha de plantear
problemas y ser integrador. Sin embargo, los profesores se dan cuenta de que el
sistema de control del aprendizaje y del tiempo de aprendizaje, mediante la par-
celación de la materia, las exigencias de la normativa, los sistemas de exámenes, los
horarios y los timbres, actúan en contra de sus intentos de promover el bien en
relación con sus alumnos. Descubren que las prácticas y preceptos de la profesión
contienen contradicciones y deformaciones. Pretendiendo promover bienes como el
aprendizaje independiente, la organización y las limitaciones del ambiente de apren-
dizaje promueven en realidad la dependencia y la aquiescencia. Es más, se da a la
independencia un significado estrecho, individualista, que restringe su potencial
liberador.
Por tanto, estos profesores deciden examinar de forma sistemática su propia
práctica, incluyendo en ese examen el contexto educativo inmediato, así como el
contexto social más amplio de esa práctica. Asimismo, se percatan de que cualquier
mejora en el área de la práctica tendrá que ir acompañada por el perfeccionamiento
de la comprensión. La investigación-acción, que incluye ciclos de acción y reflexión,
supone una forma sistemática de trabajar a favor de estos objetivos de
perfeccionamiento.
234
interdependientes.
Figura 5
La mediación de teoría y práctica en la investigación-acción emancipadora
En la investigación-acción teórica, la «idea» orientadora no tiene por qué ser generada por el
acuerdo del grupo o exigirlo. Sólo requiere su consentimiento para su implementación. Tanto en
la investigación-acción práctica como en la emancipadora, las «¡deas» y acciones deben
comprometer al grupo, no sólo obtener su consentimiento. La disposición que informa la acción
en la investigación-acción técnica es la destreza (se adopta la acción como resultado de la
destreza de los prácticos y del facilitador para llevar a cabo la «idea»). En la ¡investigación-acción
práctica, la disposición fundamental es el juicio práctico (se adopta la acción sobre la base de la
sabiduría práctica acumulada y de los principios morales del actor). En la ¡investigación-acción
emancipadora, la intención crítica constituye la disposición crucial (la acción se realiza sobre la
base de la interacción entre el juicio práctico y los teoremas críticos).
En la ¡investigación-acción técnica, el respeto por la idea proporciona una orientación ética. En
un sentido interpersonal, supone el respeto por la destreza o, en el peor de los casos,
puede representar sólo el respeto por los argumentos basados en la autoridad. La
ética que orienta la investigación-acción práctica consiste en el respeto por la
autonomía y la responsabilidad de las personas individuales. En la investigación-acción
emancipadora, la ética orientadora va más allá del nivel individual, para llegar al
social. Además del respeto por los individuos, la comunicación simétrica (requisito
de la investigación-acción emancipadora) presupone una búsqueda común del
consenso. Es más, el auténtico consenso sólo es posible en condiciones de
igualdad de los participantes. La ética que orienta la investigación-acción
emancipadora incluye, por tanto, los ideales sociales y políticos de libertad, igualdad
y justicia.
Aunque hayamos categorizado la investigación-acción de acuerdo con estos tres
235
modos, es probable que los proyectos concretos no coincidan con uno en especial.
Estos modos pueden considerarse a veces como fases de un mismo proyecto.
Algunos pueden incluir varias fases; otros, sólo una. Por ejemplo, muchos
investigadores profesionales que desean estimular la investigación-acción de los
prácticos comienzan por una fase técnica. El e/dos unificador es suyo e invitan a tos
prácticos a tomar parte en el proyecto. Si éste se rige ante todo por la destreza del
investigador-diseñador y los actores no hacen suya la idea orientadora, el proyecto
de investigación se quedará en el modo técnico. Si, en cambio, los participantes
hacen suya la idea o generan el problema central por sí mismos, el proyecto puede
convertirse en práctico o emancipador. Siempre se corre el riesgo, no obstante, de
que si las ideas o destrezas manipuladoras de una persona o grupo llegan a
predominar, el proyecto vuelva al modo técnico. La consideración de estos tres
modos como etapas evolutivas por las que atraviesa inevitablemente cualquier
proyecto I es errónea. Cada uno está informado por un interés constitutivo de
conocimiento distinto. Para pasar de un modo a otro, hace falta que el proyecto se
transforme, no sólo que se desarrolle. Esa transformación está relacionada con la
conciencia de los participantes, así como con el campo de la acción.
Pedagogía crítica
236
IV. La pedagogía crítica incluye la acción como parte del acto de conocer. A
partir de lo manifestado antes, es evidente que este principio es cierto en la
investigación-acción. La acción y la reflexión están dialécticamente relacionadas en
la espiral de la investigación-acción. Es más, la verdad se pone en tela de juicio en el
ámbito de la práctica, no en el de la teoría.
237
acción, en beneficio de la reflexión. Se trata de una práctica análoga a la del analizando
que escribe sus sueños inmediatamente después de despertar cuando está sometido al
psicoanálisis freudiano o jungiano. El material para la posterior reflexión y análisis no son
los sueños mismos, sino las versiones documentadas.
Las distinciones planteadas entre los diversos modos son, por tanto, fundamentales en
relación con el argumento de que la investigación-acción constituye un caso particular del
modelo de la mediación entre teoría y práctica de HABERMAS. Es más, la práctica de la
investigación-acción emancipadora trata la reserva expresada por BERNSTEIN (1979, pág.
225) sobre la aplicación práctica del e/dos de HABERMAS: «La misma idea del discurso
práctico... puede degenerar con facilidad en un 'mero' ideal, a menos, y hasta, que las
condiciones materiales requeridas por ese discurso se realicen en concreto y se instituyan
objetivamente.» Mi posición, que es la mantenida por CARR y KEMMIS (1986), consiste en
que la práctica de la investigación-acción procura las condiciones materiales mediante
las que el discurso crítico de HABERMAS puede «realizarse en concreto e instituirse
objetivamente». Sin embargo, debemos recordar también que la investigación-acción no
es una metodología de fórmulas que, aplicadas en cualquier situación, produzca una
práctica emancipadora. Si se contempla en esa perspectiva, se le adscribe un interés
técnico que, por su insistencia en el control, rechaza automáticamente la emancipación.
La emancipación constituirá siempre la intención de la investigación-acción
informada por un interés por la práctica autónoma y responsable. No obstante, dado
el ascendente del interés técnico en nuestra sociedad, es improbable que el
potencial emancipador de la investigación-acción se plasme por completo en la
práctica en cualquier situación. Sin embargo, la ¡nvestigación-acción ofrece un
programa de acción estratégica que abre la posibilidad de trabajar sistemáticamente
en formas que promuevan la libertad, la igualdad y la justicia en ambientes e
interacciones de aprendizaje. La investigación-acción, no obstante, no desarrollará
su potencial emancipador sólo a través de la aplicación de la metodología. Debe
considerarse como un proceso pedagógico en el que los prácticos estudian
críticamente su propia práctica. A continuación, volveremos sobre los escritos de un
investigador en la acción, Patrick BERTOLA, que trabaja en ese sentido.
REFERENTES BIBLIOGRÁFICOS
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HERNÁNDEZ ROJAS, Gerardo. Paradigmas en
psicología de la educación. Paidás Educar 1998.
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