2020 Nican Mopohua

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NICAN MOPOHUA
(Texto en español)

Traductor: Pbro. Mario Rojas Sánchez

Aquí se cuenta, se ordena, (Nican mopohua) cómo hace poco, milagrosamente


se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, Nuestra Reina,
allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe. Primero se hizo ver de un indito,
su nombre Juan Diego; y después se apareció su Preciosa Imagen delante del
reciente Obispo Don Fray Juan de Zumárraga.

1. Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban


depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en
los pueblos,
2. así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de
Aquél por quien se vive: el verdadero Dios.
3. En aquella sazón, el año 1531 a los pocos días del mes de diciembre,
sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo,
4. su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlán,
5. y en las cosas de Dios, en todo pertenecía a Tlatilolco.
6. Era sábado, muy de madrugada, venía en pos de Dios y de sus mandatos.
7. Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepeyac ya amanecía.
8. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar
sus voces, como que les respondía el cerro, sobremanera suaves,
deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyototl y del Tzinitzcan y al de
otros pájaros finos.
9. Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor
de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo
como entre sueños?
10. ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los
antiguos nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores,
en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la
tierra celestial?
11. Hacia allá estaba viendo arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol,
de donde procedía el precioso canto celestial.
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12. Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de oírse, entonces oyó que
lo llamaban, de arriba del cerrito, le decían: "JUANITO, JUAN
DIEGUITO".
13. Luego se atrevió a ir a donde lo llamaban; ninguna turbación pasaba en su
corazón ni ninguna cosa lo alteraba, antes bien se sentía alegre y contento
por todo extremo; fue a subir al cerrillo para ir a ver de dónde lo llamaban.
14. Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, cuando lo vio una Doncella que
allí estaba de pie,
15. lo llamó para que fuera cerca de Ella.
16. Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda
ponderación aventajaba su perfecta grandeza:
17. Su vestido relucía como el sol, como que reverberaba,
18. Y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos;
19. el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca - todo lo más
bello parecía;
20. la tierra como que relumbraba con los resplandores del arcoiris en la
niebla.
21. Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar,
parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su
tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro.
22. En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era
extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atraía
y estimaba mucho.
23. Le dijo: "Escucha hijo mío el menor, Juanito. ¿A dónde te diriges?”
24. Y él le contestó: "Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu
casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que
nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor, nuestros
Sacerdotes".
25. En seguida, con esto dialoga con él, le descubre su preciosa voluntad;
26. le dice: “Sábelo, ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la
Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por
quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la
inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. Mucho quiero,
mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada.
27. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto:
28. Lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva,
en mi auxilio, en mi salvación:
29. Porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva,
30. tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno,
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31. y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí
clamen, los que me busquen, los que confíen en mí,
32. porque ahí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar
todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.
33. Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda
al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le
descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en
el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que
has oído.
34. Y ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré.
35. que por ello te enriqueceré, te glorificaré.
36. y mucho de allí merecerás con que yo te retribuya tu cansancio, tu servicio
con que vas a solicitar el asunto al que te envío.
37. ya has oído, hijo mío el menor, mi aliento, mi palabra; anda, haz lo que
esté de tu parte”.
38. E inmediatamente en su presencia se postró; le dijo: "Señora mía, Niña, ya
voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora de Tí
me aparto, yo, tu pobre indito".
39. Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la
calzada, viene derecho a México.
40. Cuando vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue derecho al Palacio
del Obispo, que muy recientemente había llegado, Gobernante Sacerdote;
su nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, Sacerdote de San Francisco.
41. En cuanto llegó, luego hace el intento de verlo, les ruega a sus servidores,
a sus ayudantes, que vayan a decírselo;
42. después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el Señor
Obispo que entrara.
43. Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, se postró, luego ya le
descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del
Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró, lo que vio, lo que
oyó.
44. Y habiendo escuchado toda su narración, su mensaje, como que no mucho
lo tuvo por cierto,
45. le respondió, le dijo: "Hijo mío, otra vez vendrás, aún con calma te oiré,
bien aún desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has
venido, tu voluntad, tu deseo".
46. Salió; venía triste, porque no se realizó de inmediato su encargo.
47. Luego se volvió, al terminar el día, luego de allá se vino derecho a la
cumbre del cerrillo,
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48. y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo: allí cabalmente donde la
primera vez se le apareció, lo estaba esperando.
49. Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo:
50. "Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya
fui a donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra,
aunque difícilmente entré a donde es el lugar del Gobernante Sacerdote, lo
vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste.
51. Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me
respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto.
52. Me dijo: "Otra vez vendrás; aún con calma te escucharé, bien aún desde el
principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad.
53. Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres
que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de
tus labios;
54. mucho te suplico, Señora mía, Reina, Muchachita mía, que alguno de los
nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que
conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean.
55. Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy
parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a
cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me
envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora Niña;
56. Por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en
tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía".
57. Le respondió la perfecta Virgen, digna de honra y veneración:
58. “Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos
mis servidores, mis mensajeros, a quienes encargué que lleven mi aliento,
mi palabra, para que efectúen mi voluntad;
59. pero es muy necesario que tú, personalmente vayas, ruegues que por tu
intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad.
60. y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez
vayas mañana a ver al obispo.
61. y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que
realice, haga mi templo que le pido.
62. y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la Siempre Virgen
Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando”.
63. Juan Diego, por su parte, le respondió, le dijo: "Señora mía, Reina,
Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con
todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra; de ninguna manera lo
dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino.
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64. Iré a poner en obra tu voluntad, pero tal vez no seré oído, y si fuere oído
quizás no seré creído.
65. Mañana en la tarde, cuando se meta el sol, vendré a devolver a tu palabra,
a tu aliento, lo que me responda el Gobernante Sacerdote.
66. Ya me despido de Ti respetuosamente, Hija mía la más pequeña,
Jovencita, Señora, Niña mía, descansa otro poquito”.
67. Y luego se fue él a su casa a descansar.
68. Al día siguiente, Domingo, bien todavía en la nochecilla, todo aún estaba
oscuro, de allá salió, de su casa, se vino derecho a Tlatilolco, vino a saber
lo que pertenece a Dios y a ser contado en lista; luego para ver al Señor
Obispo.
69. Y a eso de las diez fue cuando ya estuvo preparado: se había oído Misa y
se había nombrado lista y se había dispersado la multitud.
70. Y Juan Diego luego fue al palacio del Señor Obispo.
71. Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo y otra
vez lo vio;
72. a sus pies se hincó, lloró, se puso triste al hablarle, al descubrirle la
palabra, el aliento de la Reina del Cielo,
73. que ojalá fuera creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, de
hacerle, de erigirle su casita sagrada, en donde había dicho, la quería.
74. Y el Gobernante Obispo muchísimas cosas le preguntó, le investigó, para
poder cerciorarse, dónde la había visto, cómo era Ella; todo absolutamente
se lo contó al Señor Obispo.
75. Y aunque todo absolutamente se lo declaró, y en cada cosa vio, admiró
que aparecía con toda claridad que Ella era la Perfecta Virgen, la Amable,
Maravillosa Madre de Nuestro Salvador Nuestro Señor Jesucristo,
76. sin embargo, no luego se realizó.
77. Dijo que no sólo por su palabra, su petición se haría, se realizaría lo que él
pedía,
78. que era muy necesaria alguna otra señal para poder ser creído cómo a él lo
enviaba la Reina del Cielo en persona.
79. Tan pronto como lo oyó Juan Diego, le dijo al Obispo:
80. "Señor Gobernante, considera cuál sería la señal que pides, porque luego
iré a pedírsela a la Reina del Cielo que me envió".
81. Y habiendo visto el Obispo que ratificaba, que en nada vacilaba ni dudaba,
luego lo despacha.
82. Y en cuanto se viene, luego les manda a algunos de los de su casa en los
que tenía absoluta confianza, que lo vinieran siguiendo, que bien lo
observaran a dónde iba, a quién veía, con quién hablaba.
83. Y así se hizo. Y Juan Diego luego se vino derecho. Siguió la calzada,
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84. y los que lo seguían, donde sale la barranca cerca del Tepeyac, en el
puente de madera lo vinieron a perder. Y aunque por todas partes
buscaron, ya por ninguna lo vieron.
85. Y así se volvieron. No sólo porque con ello se fastidiaron grandemente,
sino también porque les impidió su intento, los hizo enojar.
86. Así le fueron a contar al Señor Obispo, le metieron en la cabeza que no le
creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras, que nada más
inventaba lo que venía a decirle, o que sólo soñaba o imaginaba lo que le
decía, lo que le pedía.
87. Y bien así lo determinaron que, si otra vez venía, regresaba, allí lo
agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir
mentiras ni a alborotar a la gente.
88. Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la
respuesta que traía del Señor Obispo;
89. la que, oída por la Señora, le dijo:
90. “Bien está, hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al obispo la
señal que te ha pedido;
91. con esto te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará;
92. Y sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio
que por mí has emprendido;
93. Ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo”.
94. Y al día siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan Diego alguna señal para
ser creído, ya no volvió.
95. Porque cuando fue a llegar a su casa, a un su tío, de nombre Juan
Bernardino, se le había asentado la enfermedad, y estaba muy grave.
96. Aún fue a llamarle al médico, aún hizo por él, pero ya no era tiempo, ya
estaba muy grave.
97. Y cuando anocheció, le rogó su tío que cuando aún fuera de madrugada,
cuando aún estuviera oscuro, saliera a llamar a Tlatilolco algún Sacerdote
para que fuera a confesarlo, para que fuera a prepararlo,
98. porque estaba seguro de que ya era el tiempo, ya el lugar de morir, porque
ya no se levantaría, ya no se curaría.
99. Y el martes, siendo todavía mucho muy de noche, de allá vino a salir, de
su casa, Juan Diego, a llamar el Sacerdote a Tlatilolco,
100. y cuando ya acertó a llegar al lado del cerrito terminación de la sierra, al
pie, donde sale el camino, de la parte en que el sol se mete, en donde
antes él saliera, dijo:
101. "Si me voy derecho por el camino, no vaya a ser que me vea esta Señora
y seguro, como antes, me detendrá para que le lleve la señal al
gobernante eclesiástico como me lo mandó;
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102. que primero nos deje nuestra tribulación; que antes yo llame de prisa al
Sacerdote religioso; mi tío no hace más que aguardarlo".
103. Enseguida le dio la vuelta al cerro, subió por en medio y de ahí
atravesando, hacia la parte oriental fue a salir, para rápido ir a llegar a
México para que no lo detuviera la Reina del Cielo.
104. Piensa que por donde dio la vuelta no lo podrá ver la que perfectamente a
todas partes está mirando.
105. La vio cómo vino a bajar de sobre el cerro, y que de allí lo había estado
mirando, de donde antes lo veía.
106. Le vino a salir al encuentro a un lado del cerro, le vino a atajar los pasos;
le dijo:
107. “¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te
diriges?”.
108. Y él, ¿tal vez un poco apenado, o quizá se avergonzó?, ¿o tal vez de ello
se espantó, se puso temeroso?
109. En su presencia se postró, la saludó, le dijo:
110. "Mi Jovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés
contenta; ¿cómo amaneciste? ¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito,
Señora mía, Niña mía?
111. Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón; te hago saber, Muchachita mía,
que está muy grave un servidor tuyo, tío mío.
112. Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de
ella.
113. Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar a alguno de los
amados de Nuestro Señor, de nuestros Sacerdotes, para que vaya a
confesarlo y a prepararlo,
114. porque en realidad para ello nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo
de nuestra muerte.
115. Más, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar
tu aliento, tu palabra, Señora, Jovencita mía.
116. Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con
ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a
toda prisa".
117. En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa
Perfecta Virgen:
118. “Escucha, ponlo en tu corazón hijo mío el menor, que no es nada lo que
espanto, lo que te afligió que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no
temas esta enfermedad, ni ninguna otra cosa punzante, aflictiva.
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119. ¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y
resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi
manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
120. Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la
enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto
que ya está bueno”.
121. (Y luego en aquél mismo momento sanó su tío, como después se supo.)
122. Y Juan Diego, cuando oyó la amable palabra, el amable aliento de la
Reina del Cielo, muchísimo con ello se consoló, bien con ello se
apaciguó su corazón,
123. y le suplicó que inmediatamente la mandara a ver al Gobernador Obispo,
a llevarle algo de señal, de comprobación, para que creyera.
124. Y la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo,
en donde antes la veía;
125. Le dijo: “Sube, hijo mío el menor a la cumbre del cerrillo, a donde me
viste y te dí órdenes;
126. allí verás que hay variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas;
luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia”.
127. Y Juan Diego luego subió al cerrillo,
128. y cuando llegó a la cumbre, mucho admiró cuantas había, florecidas,
abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, cuando
todavía no era su tiempo;
129. porque de veras que en aquella sazón arreciaba el hielo;
130. estaban difundiendo un olor suavísimo; como perlas preciosas, como
llenas de rocío nocturno.
131. Luego comenzó a cortarlas, todas las juntó, las puso en el hueco de su
tilma.
132. Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran
ningunas flores, sólo abundan los riscos, abrojos, espinas; nopales,
mezquites,
133. y si acaso algunas hierbecillas se solían dar, entonces era el mes de
diciembre, en que todo lo come, lo destruye el hielo.
134. Y en seguida vino a bajar, vino a traerla a la Niña Celestial las diferentes
flores que había ido a cortar,
135. y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó;
136. luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate, le
dijo:
137. “Mi hijito menor, éstas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás
al Obispo;
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138. de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi
querer, mi voluntad.
139. Y tú que eres mi mensajero, en ti absolutamente se deposita la confianza,
140. y mucho te mando con rigor que nada más a solas, en la presencia del
Obispo, extiendas tu ayate, y le enseñes lo que llevas.
141. Y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la
cumbre del cerrito a cortar flores, y cada cosa que viste y admiraste,
142. para que puedas convencer al Gobernante Sacerdote, para que luego
ponga lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que
le he pedido”.
143. Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada,
viene derecho a México, ya viene contento.
144. Ya así viene sosegado su corazón, porque vendrá a salir bien, lo llevará
perfectamente.
145. Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de su vestidura, no vaya a
ser que algo tire;
146. viene disfrutando el aroma de las diversas preciosas flores.
147. Cuando vino a llegar al Palacio del Obispo, lo fueron a encontrar el
portero y los demás servidores del Sacerdote Gobernante,
148. y les suplicó que le dijeran cómo deseaba verlo, pero ninguno quiso;
fingían que no le entendían, o tal vez porque aún estaba muy oscuro;
149. o tal vez porque ya lo conocían que nomás los molestaba, los
importunaba,
150. y ya les habían contado sus compañeros, los que lo fueron a perder de
vista cuando lo fueron siguiendo.
151. Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón.
152. Y cuando vieron que por muchísimo rato estuvo allí, de pie, cabizbajo,
sin hacer nada, por si era llamado, y como que algo traía, lo llevaba en el
hueco de su tilma; luego pues, se le acercaron para ver qué traía y
desengañarse.
153. Y cuando vio Juan Diego que de ningún modo podía ocultarles lo que
llevaba y que por eso lo molestarían, lo empujarían o tal vez lo
aporrearían, un poquito les vino a mostrar que eran flores.
154. Y cuando vieron que todas eran finas, variadas flores y que no era tiempo
entonces de que se dieran, las admiraron mucho, lo frescas que estaban,
lo abiertas que tenían sus corolas, lo bien que olían, lo bien que parecían.
155. Y quisieron coger y sacar unas cuantas;
156. tres veces sucedió que se atrevieron a cogerlas, pero de ningún modo
pudieron hacerlo,
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157. porque cuando hacían del intento ya no podían ver las flores, sino que, a
modo de pintadas, o bordadas, o cosidas en la tilma las veían.
158. Inmediatamente fueron a decirle al Gobernante Obispo lo que habían
visto,
159. cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía
muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería
verlo.
160. El Gobernante Obispo, en cuanto lo oyó, dio en la cuenta de que aquello
era la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba el
hombrecito.
161. En seguida dio orden de que pasara a verlo.
162. Y habiendo entrado en su presencia se postró, como ya antes lo había
hecho.
163. Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje.
164. Le dijo: "Señor mío, Gobernante, ya hice, ya llevé a cabo según me
mandaste;
165. así fui a decirle a la Señora mi Ama, la Niña Celestial, Santa María, la
Amada Madre de Dios, que pedías una prueba para poder creerme, para
que le hicieras su casita sagrada, en donde te la pedía que la levantaras;
166. y también le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna
señal, alguna prueba de su voluntad, como me lo encargaste.
167. Y escuchó bien tu aliento, tu palabra, y recibió con agrado tu petición de
la señal, de la prueba, para que se haga, se verifique su amada voluntad.
168. Y ahora, cuando era todavía de noche, me mandó para que otra vez
viniera a verte;
169. y le pedí la prueba para ser creído, según había dicho que me la daría, e
inmediatamente lo cumplió.
170. Y me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes yo la había visto,
para que allí cortara diversas rosas de Castilla.
171. Y cuando las fui a cortar, se las fui a llevar allá abajo;
172. y con sus santas manos las tomó,
173. de nuevo en el hueco de mi ayate las vino a colocar,
174. para que te las viniera a traer, para que a tí personalmente te las diera.
175. Aunque bien sabía yo que no es lugar donde se den flores la cumbre del
cerrito, porque sólo hay abundancia de riscos, abrojos, huizaches,
nopales, mezquites, no por ello dudé, no por ello vacilé.
176. Cuando fui a llegar a la cumbre del cerrito miré que ya era el paraíso.
177. Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo más
fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fui a
cortar;
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178. y me dijo que de su parte te las diera, ya que ya así yo probaría, que
vieras la señal que le pedías para realizar su amada voluntad,
179. y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje,
180. aquí las tienes; hazme favor de recibirlas".
181. Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las
flores.
182. Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas,
183. luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen
de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura
en que ahora está,
184. en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en
el Tepeyac, que se llama Guadalupe.
185. Y en cuanto la vió el Obispo Gobernante y todos los que allí estaban, se
arrodillaron, mucho la admiraron,
186. se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, suspenso el
corazón, el pensamiento...
187. Y el Obispo Gobernante con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón
por no luego haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su
venerable palabra.
188. Y cuando se puso de pie, desató el cuello de donde estaba atada, la
vestidura, la tilma de Juan Diego
189. en la que se apareció, en donde se convirtió en señal de la Reina
Celestial.
190. Y luego la llevó; allá la fue a colocar a su oratorio.
191. Y todavía allí pasó un día Juan Diego en la Casa del Obispo, aún lo
detuvo.
192. Y al día siguiente le dijo: "Anda, vamos a que muestres dónde es la
voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templo”.
193. De inmediato se convidó gente para hacerlo, levantarlo.
194. Y Juan Diego, en cuanto mostró en dónde había mandado la Señora del
Cielo que se erigiera su casita sagrada, luego pidió permiso:
195. quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy
grave cuando lo dejó para ir a llamar a un sacerdote a Tlatilolco para que
lo confesara y lo dispusiera, de quien le había dicho la Reina del Cielo
que ya había sanado.
196. Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa.
197. Y al llegar vieron a su tío que ya estaba sano, absolutamente nada le
dolía.
198. Y él, por su parte, mucho admiró la forma en que su sobrino era
acompañado y muy honrado;
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199. le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran;
200. Y él dijo cómo cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo
confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyac se le apareció la Señora del
Cielo;
201. y lo mandó a México a ver al Gobernante Obispo, para que allí le hiciera
una casa en el Tepeyac.
202. Le dijo que no se afligiera, que ya su tío estaba contento, y con ello
mucho se consoló.
203. Le dijo su tío que era cierto, que en aquel preciso momento lo sanó,
204. y la vio exactamente en la misma forma en que se le había aparecido a su
sobrino,
205. y le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al Obispo;
206. y que también, cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le
descubriera, le platicara lo que había visto
207. y la manera maravillosa en que lo había sanado.
208. Y que bien así la llamaría, bien así se nombraría: La Perfecta Virgen
Santa María de Guadalupe, su Amada Imagen.
209. Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo,
lo trajeron a hablar con él, a dar testimonio,
210. y junto con su sobrino Juan Diego, los hospedó en su casa el Obispo unos
cuantos días,
211. en tanto que se levantó la casita sagrada de la Niña Reina allá en el
Tepeyac, donde se hizo ver de Juan Diego.
212. Y el Señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la amada Imagen de la
Amada Niña Celestial.
213. La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba para que
todos la vieran, la admiraran, su amada Imagen.
214. Y absolutamente toda esta Ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando
vino a ver, a admirar su preciosa Imagen.
215. Venían a reconocer su carácter divino.
216. Venían a presentarle sus plegarias.
217. Muchos admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido,
218. puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada
Imagen.
13

Nota al documento:
“NICAN MOPOHUA”
Esta publicación cuenta con 16 páginas que se encuentran bajo el resguardo de la
Biblioteca Pública de Nueva York. Se trata de una obra hecha en un contexto
indígena por Antonio Valeriano, considerado por sus contemporáneos como “el
más sabio” de los discípulos del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco.
Por la arqueóloga Ana Rita Valero de García Lascuraín, catedrática del Colegio San
Ignacio de Loyola,

aseguró que el libro “Nican mopohua”, además de jugar un papel fundamental en


la evangelización del pueblo mexicano, fue parteaguas de un cambio en la
literatura.
Dijo que en este escenario de congojo, resentimiento y desorientación, la gente se
vio en la necesidad de buscar una nueva devoción que le prometiera una idea de
reconciliación y alianza; la búsqueda terminó al encontrar a la Virgen de
Guadalupe en el “Nican mopohua”, documento que confirma y que describe las
apariciones de la imagen, del nueve al 12 de diciembre de 1531.

CULTURA

Fusiona Zian Mejía gastronomía y leyendas


“Entender la devoción a la Virgen de Guadalupe y comprender el origen de su génesis más
profunda implica volver ojos al pasado, al México de los años anteriores a la Conquista
cuando se sufrió una de las crisis más severas que hayan pasado en esta región; fue un
momento muy intenso en el que las comunidades indígenas apenas comenzaban a
reacomodarse”, explicó.
Explicó que la gente creyó tanto en la historia que, con el paso del tiempo, fue necesario
construir un lugar en el que los pobladores pudieran ir a adorar a la Virgen para pedirle
favores; por lo que se construyó a los pies del cerro del Tepeyac una iglesia “sin mayores
14

pretensiones, que conectaba con diferentes caminos del país, como como el de Veracruz,
importantísimo para su época”.
Dijo que situar al templo en esa ubicación fue crucial para que la historia contada en el
“Nican mopohua” se esparciera por todo el país con éxito, resultado que atribuye también a
la calidad del texto escrito en náhuatl, “independientemente de su contexto religioso, estos
relatos han sido considerados como unos de los más ricos en la literatura náhuatl, pues
tienen muchas virtudes de la literatura”.
La antropóloga narró que con el paso de los años y de la propagación de las historias y
milagros de la Virgen de Guadalupe, en el siglo XVII se propició otro gran cambio:
españoles e indígenas “se unieron ante la Virgen sin ninguna pretensión, todos se
arrodillaron ante ella para comenzar a convivir y trabajar juntos”, detalló.
Dijo que gracias a esto, se generaron nuevas aportaciones literarias, escritas por los
estudiosos criollos de entonces que vieron en el tema guadalupano una oportunidad para
colaborar; entre estos resalta el teólogo Miguel Sánchez, que publicó en 1648 la primera
historia de la Virgen de Guadalupe, desde un aspecto académico.
Señaló que desde entonces, en los últimos 25 años, muchas personalidades han seguido este
ejemplo, pues se han dedicado a la lectura y re lectura del “Nican mopohua” para después
encabezar sus propios documentos; autores como Miguel León Portilla, José Luis Guerrero,
Eduardo Chávez, Gustavo Watson, Mario Rojas, Javier Novés, han contribuido a este
universo de investigaciones “que sigue siendo extraordinariamente rico”.

Fr. Bernardino de Sahagún:

Obras[editar]

Portada de Psalmodia Christiana, 1583


15

Evangeliario en lengua mexicana de primera mitad del siglo XVI

Durante su larga vida, fue autor de un gran número de obras en náhuatl, español y latín. La
única impresa durante su vida fue Psalmodia cristiana y Sermonario de los Santos del año, en
lengua mexicana, ordenado en cantares o psalmos para que canten los indios en los areytos
que hacen en las Iglesias, México, 1583. Este texto se divide en dos partes, En la primera se
encuentra una breve doctrina cristiana, haciendo a su vez la función de introducción. En
cuanto a la segunda parte que es la más extensa, se encuentran los cantares o salmos
ordenados por los meses del año y divididos en estrofas. En este se señalan las fiestas de
cristo, la virgen y alguno de los santos, pero de estos últimos no los escoge a todos, sino que
fue selectivo. Pues tuvo en cuenta que fueran misioneros en otros lugares cercanos que le
servían para formarse.3
Escribió además: Evangelario en lengua Mexicana; Sermonario de dominicas y de santos en
lengua mexicana; Postillas sobre las Epístolas y Evangelios de los Domingos de todo el año,
con la colaboración de sus alumnos de Tlatelolco; Tratado de la Retórica y Teología de la
gente mexicana, también náhuatl; Coloquios y Doctrina Cristiana con que los doce frailes de
San Francisco enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V convirtieron a los
indios de la Nueva España; Arte de la lengua mexicana, con su vocabulario aprendiz; Vida de
San Bernardino de Siena, en náhuatl; Tratado sobre el matrimonio dentro del Manual del
Cristiano; un Calendario; Arte adivinatoria; y un Vocabulario trilingüe.
Pero su obra monumental, que le llevó treinta años de arduo trabajo, son las tres versiones de
la Historia general de las cosas de la Nueva España que, con loable empeño, y recogiendo la
tradición oral que le trasmitían sus alumnos, enviaba al Consejo de Indias para su publicación,
el cual lo archivaba por razones políticas. Los tres ejemplares acabaron en la Biblioteca
del Palacio Real de Madrid, donde todavía se conserva una. Otra de ellas, compuesta de doce
libros es conocida también como Códice florentino porque uno de los manuscritos, después de
innúmeras peripecias, terminó en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia. La obra,
escrita al principio en náhuatl y luego traducida por el propio autor al español y que desde el
punto de vista indígena es un tesoro de conocimientos etnográficos, arqueológicos e
históricos, no se publicó hasta 1829.
Este escrito consta de 12 libros, cada uno trata de un tema en específico permitiendo que se
conociera de la vida de los indígenas de esa época. El primero se basa en los dioses que
estos adoraban. El segundo sobre las fiestas, calendarios, sacrificios, entre otros aspectos
que dejaban entre ver la parte cultural. El tercero es complemento del primer libro, debido a
que este se basa en como se dio el inicio de los dioses, es decir, se profundiza más. En el
cuarto se cuenta como ellos sabían que días iban a ser buenos y cuales no. El quinto señala
los pronósticos que se utilizaban para adivinar el futuro. El sexto cuenta con los términos
retórica, teología, filosofía y las virtudes morales. El séptimo, sobre la astronomía y la filosofía
16

pero desde el punto de vista natural. El octavo indica las formas de gobierno y los reyes. El
noveno refleja el sistema mercantil que llevaban los nahuas. El décimo relata las
enfermedades, los vicios y las partes del cuerpo. El undécimo indica la riqueza natural que
estos poseían, como por ejemplo las aves, peces, árboles, flores, hierbas, entre otros.
finalmente el libro doce en el cual se expone el proceso de conquista de México desde el
punto de vista de los indígenas.4
Por su método de trabajo, basado en la recolección en las fuentes de testimonios de los
ancianos, el análisis detallado, y la compilación bilingüe (náhuatl-español), y por los resultados
que obtuvo al investigar sobre la cultura de los antiguos mexicanos, eruditos como León-
Portilla y Garibay lo han considerado como el primer antropólogo de América.

Un dibujo que se encuentra dentro del Códice Florentino.

El etnólogo Miguel Acosta Saignes afirma por ejemplo:


Sahagún fue un genial precursor de la etnografía... Con irreprochable método que siglos más tarde
habría de hacer suyo la etnografía, Sahagún preparó una sinopsis de la obra que se proponía, para
recoger, conforme a ella, el material necesario. Consultó informantes, a quienes consideró
absolutamente idóneos, y sometió el material recogido y elaborado a sucesivos mejoramientos hasta
cuando, ya cernido, consideró suficiente su empeño. Deseoso de no faltar a la verdad y para que cada
quien pudiese en el futuro juzgar sobre su atingencia, anotó las circunstancias en las cuales recogió
informes, los nombres y conocimientos de quienes con él trabajaron y los repasos a los cuales hubo de
someter la Historia.5

Este juicio de imparcialidad no es unánime: algunos académicos sostienen que Sahagún tuvo
su parte en el proceso de demonización de la religión de los antiguos mexicanos, y en
la transculturación de los pueblos subyugados. Si bien no hay evidencia de que haya
participado en la destrucción física de los monumentos nahuas (como sí lo hizo su colega
franciscano Pedro de Gante), como evangelizador contribuyó a la eliminación del antiguo
orden indígena.[cita  requerida]

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