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Primer Encuentro Curioso: "¿Qué hay de nuevo en la Psicopatología, qué hay de

nuevo en el Amor?". Cátedra 2 de Psicopatología de la UBA, CABA, 17.

Actualidad del flechazo: ¿A


dónde apunta Cupido hoy?.

María Gallegos (coord.), Verónica Barghini, Lucía Costantini,


Eliana Menna, Julia Minaudo y Marcela Piaggi.

Cita:
María Gallegos (coord.), Verónica Barghini, Lucía Costantini, Eliana
Menna, Julia Minaudo y Marcela Piaggi (17). Actualidad del flechazo: ¿A
dónde apunta Cupido hoy?. Primer Encuentro Curioso: "¿Qué hay de
nuevo en la Psicopatología, qué hay de nuevo en el Amor?". Cátedra 2
de Psicopatología de la UBA, CABA.

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ACTUALIDAD DEL FLECHAZO: ¿A DÓNDE APUNTA CUPIDO HOY?
María Gallegos (coord.); Verónica Barghini; Lucía Costantini;
Eliana Menna; Julia Minaudo; Marcela Piaggi

“[…] quien ama nunca sabe lo que ama


Ni sabe por qué ama, ni qué es amar…
Amar es la eterna inocencia,
Y la única inocencia es no pensar…”
(PESSOA)

“Que tu cuerpo sea siempre


un amado espacio de revelaciones.”
(PIZARNIK)
Introducción
Transcurre este año y ocurre este encuentro curioso: ¿Qué hay de nuevo en la
psicopatología?; ¿Qué hay de nuevo en el amor?
Entonces nos ponemos a trabajar para decir algo del amor, ese indecible que
atraviesa el tiempo. La pregunta por “lo nuevo” es la pregunta por las formas que
el amor toma en esta época, es decir, por los modos en que en la actualidad el
cuerpo y el lenguaje se anudan para “dar vida a ese sentimiento llamado amor”
(Lacan,Seminario XXII 1974-1975).
¿A dónde apunta hoy Cupido?; ¿Es que apunta a otro lado?; ¿En qué
coordenadas de la subjetividad contemporánea se inscribe el amor?
Hablar de Cupido o Eros, Dios del Amor, en el psicoanálisis, y a dónde apunta en
estos tiempos con su flecha, nos lleva a preguntarnos por la actualidad y a
distinguirla de lo actual, de lo indecible del amor… La época aporta los
revestimientos simbólico-imaginarios para ese núcleo actual, como el molusco
forma la perla alrededor del grano de arena; revestimientos que se producen de
acuerdo a los ideales y valores que cada momento socio-histórico pone en juego.
El dios alado y terrible de la mitología sigue disparando sus flechas y el
desprevenido, o la incauta, flechados, son sorprendidos por el amor.
El mito cumple su función, y sobre el origen, indecible como el amor mismo, hay
un decir poético que bordea ese agujero real.

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Cupido y Psiché
Lacan en el Seminario XXII (1974-1975), para dar cuenta de la función nombrante
del Padre, dice que un agujero escupe un nombre (1974-1975: clase del
15/04/75). Escupido, Eros, también.
Según cuenta el escritor romano del siglo II, Lucio Apuleyo, la belleza
extraordinaria de Psiché despertó los celos de Venus, diosa del amor y la belleza,
ya que el pueblo dejó de venerarla al volver sus ojos hechizados hacia aquella
joven. Empeñada en la venganza, Venus, encargó a su hijo Eros (Cupido) que
lanzara una flecha al corazón de Psiché, a fin de que se enamorara del hombre
menos agraciado de la tierra. Cupido quiso cumplir el encargo materno, pero al ver
a Psiché, quedó prendado de ella. La raptó entonces mientras dormía, la recluyó
en su palacio, la hizo su mujer y la llenó de placeres y lujos. Pero, para evitar la ira
de su madre, le ocultó a Psiché su origen y sólo podían encontrarse en la
oscuridad, de modo de que no viera su rostro.
Mientras los amantes gozaban de la dicha, los padres de Psiché envejecían en
llanto y luto, y sus hermanas tuvieron que socorrerlos. Eros le advirtió a Psiché
que la gran fortuna la amenazaría de muerte, si insistiese en visitarlos. Envuelta
en llanto convenció a su marido y le sacó su permiso por fuerza. Eros consintió, no
sin señalarle que no consienta el mal consejo de sus hermanas y quiera ver su
rostro. Psiché juró lealtad a su marido, pero turbada por la envidia y la
desconfianza que sus hermanas le endilgaran diciendo que su esposo era un
monstruo, titubeaba. Lo que más la fatigaba era pensar que en un mismo cuerpo
podía amar a su marido y aborrecer a la serpiente. Pero la sacrílega curiosidad
venció a Psique y armada con una navaja, encendió una lámpara de aceite para
observar el rostro de su amado. La cara del mismísimo dios Cupido recreaba su
hermosura, y tenía al pie de la cama el arco y las flechas que son sus armas.
Maravillada tomó una flecha y para ver cuán filosa era, la hincó en su dedo y
cayeron gotas de sangre. Presa de amor por el Dios del Amor y con más ardor,
comenzó a besarlo, y estando ella en tal placer, y herida de amor, el candil que
tenía en la mano tocó su cuerpo y cayó una gota de aceite hirviendo sobre el

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hombro de Cupido. Quemado saltó de la cama, y al ver que su secreto había sido
descubierto desapareció volando a los ojos de la desdichada Psiché herida de
dolor.
Lo que siguió fueron las desventuras de Psiché, quien luego de atravesar las
duras pruebas que Venus le opuso, adquirió inmortalidad y se reunió con Eros en
el cielo del Olimpo.
En el Seminario VIII (1960-1961), dedicado precisamente a conceptualizar el amor
de transferencia, Lacan va a dar una versión de esta historia, sostenida, no solo
en el relato del mito de Lucio Apuleyo, sino también, en relación con el cuadro
“Psiché sorprende Amore”, del pintor italiano Zucchi. Éste destaca la escena en
que Psiqué alumbra con la lámpara de aceite a Cupido y azarosamente cae una
gota de aceite que hiere y despierta a Eros.
Herida por la flecha, desconcertada en su pensamiento, contrariada por sus
sentimientos, en parte por su voluntad, en parte por la contingencia, la dicha de
Psiché se desvanece y queda envuelta en la desgracia.
Lacan señala que: “la temática de esta bella historia no es la de la pareja. No se
trata de las relaciones del hombre y la mujer, se trata de las relaciones del alma
con el deseo” (LACAN, 1960-1961: p. 258).
Para Lacan, Psiché no representa una mujer, sino el alma. Ella empieza a vivir
como Psiché, no simplemente como provista de un don inicial extraordinario, su
belleza, ni tampoco favorecida por la felicidad infinita que le ofrece Eros, sino que
empieza a vivir como sujeto de un pathos: “que es propiamente hablando el del
alma, sólo en el momento en que el deseo que la ha colmado se escapa y huye de
ella. Desde ese momento empiezan las aventuras de Psiché […] el nacimiento del
alma es, en lo universal y en lo particular, para todos y para cada uno, un
momento histórico” (LACAN, 1960-1061: p. 260).
Ella dio un mal paso inicial del que ni siquiera es culpable, ser más hermosa que
Venus, y el oráculo del dios Apolo vaticinó su desgraciado destino, que es torcido
por el amor eterno del propio Eros. Con ese extraordinario amor, goza de una
felicidad que podría ser perfecta, si no le asaltara, si no le turbara el pensamiento,
el miedo y la curiosidad por ver a su amante. Hay algo que se entromete, que

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burla el deseo, y la vuelve al pathos. Su amante le había advertido, que debía
permanecer invisible a sus ojos, sin embargo, no puede evitarlo, y en la cúspide
de su amor, cae por azar, en un movimiento turbado, contingente, la gota de
aceite sobre Eros, marca y herida de amor: “Es que el deseo del Otro…nunca
puede ser aceptado en lo que llamaré su ritmo, que es al mismo tiempo su huir”
(LACAN, 1960-1961: p. 263).
La estructura, en tanto agujereada, coincide exactamente con lo que podemos
ubicar como el nacimiento del alma, el pathos, el punto del yerro, el mal paso.
El mito ilustra tanto el amor comandado por la ley de la repetición del nombre del
padre, sostenido en el padre muerto y sobre todo en la idea de la eternidad, un
amor religioso, ligado a la ley del oráculo, como por otro lado, un amor que Lacan
comienza a plantear en los últimos seminarios, donde pone en cuestión el Nombre
del Padre: un amor ateo, atravesado por la flecha, que da a ver la marca, el
agujero primordial. “Es preciso liberarse de la idea de la eternidad, se piensa en un
amor eterno y se habla de él a tontas y a locas, sin saber en absoluto lo que se
dice…” (LACAN, 1975-1976: p. 146).
Lacan propondrá entonces un amor de lo real, un amor sin ley, dispuesto a acoger
los caprichos del azar o de la fortuna…

Lo actual que se actualiza


La flecha de Cupido enamora, pero él tiene los ojos vendados: no sabe – no ve a
dónde apunta ni a quién, y los flechados, tampoco saben, ni eligen cuándo, cómo,
ni de quién se van a enamorar. Eso simplemente les ocurre. El amor acontece,
sucede. Lacan dice que no hay sujeto del amor, que en el amor “se es
normalmente su víctima” (LACAN, 1961-1962: clase del 21/02/62).
La creencia de que se elige en el amor, desconcierta a quienes Lacan llama “los
no incautos”. Al respecto, Carmen Gonzalez Táboas plantea que: “los no
engañados son los enemigos de la errancia en la que no quieren caer, piden
garantías; creen saber a dónde se dirigen, reducir el margen de lo que irrumpe y
perturba a la conciencia. Ahora bien, estos no incautos de la repetición, que se

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atan a la certidumbre de la conciencia, se equivocan porque el error amoroso
sucede, se precipita” (GONZALEZ TÁBOAS, 2015).
En este punto, unas palabras de Cortázar resuenan: “Lo que mucha gente llama
amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he
visto. Como si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte
los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen
porque-la-aman, yo creo que es al vesre. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la
elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un
concierto” (CORTÁZAR, 1963: p. 554).
El flechazo permite leer que el amor impacta en el cuerpo afectándolo y sólo
queda hacer con lo que ese impacto produce. Ese rayo, esa flecha, agujerea el
cuerpo. En ese sentido, podríamos preguntarnos: ¿Es un agujero en la imagen
narcisista? ¿Es la herida de la castración? ¿De qué cuerpo se trata?
En el Seminario XX (1972-1973), Lacan retoma a Freud para hablar del amor y
dice que el amor narcisista nunca saca a nadie de sí mismo. Está en Freud que el
narcisismo es sólo uno de los modos del amor. El narcisismo es una fase, una
primera “colocación libidinal” (FREUD, 1914). El yo se toma primero a sí mismo
como objeto de amor para luego pasar a tomar a otros objetos. Podríamos decir
que se trata de un modo de amor necesario, por el que se pasa en el camino hacia
un amor diferente: el amor hetero-sexual.
Así como se pasa del autoerotismo al narcisismo a partir de “un nuevo acto
psíquico” (FREUD, 1914), es necesario distinguir ese movimiento libidinal que
supone el acto de investidura de objeto: ese enlace a otro y a lo radicalmente Otro,
para ser “dos” que soportan esa “división irremediable” (LACAN, 1973-1974: clase
del 15/02/74). Enlazarse al otro, en presencia de lo real de la sexualidad, requiere
del anudamiento entre amor, goce y deseo. Sin ese entrelazamiento, lo hetero se
vivencia con angustia.
La elección hetero-sexual supone entonces, un amor que incluye lo real del sexo.
Hay un cuerpo de lo femenino, más allá del falo, que se constituye como hétero,
que implica aquello del “sexo corporal” que “no le dice nada” al hombre. El deseo

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que apunta a ese cuerpo, Otro cuerpo, apunta a lo verdaderamente heterosexual,
a lo radicalmente Otro.
Que una mujer sea deseada en el punto donde ella no encarna el falo (ni a nivel
del narcisismo, ni a nivel del fantasma), supone amarla como no-toda: “Allí donde
ella no es espejismo, sino desierto” (BARROS, La condición femenina). Y esa es
la condición para amar a un hombre: ser amada como no – toda.
La flecha de Cupido toca a dos que no hacen Uno, Eros es, como dice Lacan: “dos
medio-decires que no se recubren […] Es la conexidad entre dos saberes en tanto
que ellos son irremediablemente distintos. Cuando eso se produce, constituye
algo… totalmente privilegiado” (LACAN, 1973-1974: p. 79). El amor es un decir de
órdago, un decir como acontecimiento (LACAN, 1973-1974), un decir menos
tonto…

Freud y la histérica
En el agujero del origen del amor, está el mito de Cupido. En el agujero del origen
de la estructura social, Freud ubica el mito del Padre, y en el del origen de la
neurosis: Edipo y el mito individual.
Hay agujero también en el origen del psicoanálisis: el que dejó la forclusión de las
cosas del amor (LACAN 1971-1972) por el discurso capitalista.
El psicoanalista Miguel Lares en Juego e Infancia (2014), refiere que “el feroz
advenimiento del industrialismo” (LARES, 2014: p.94) en el siglo XVIII modificó el
estatuto de las cosas y los objetos. En ese punto, el fenómeno histérico reveló de
manera dramática una transmutación de la relación de los individuos con su
cuerpo. La relación entre las personas y esos “inquietantes objetos de fabricación
en serie” (LARES, 2014: p. 94) nos hace pensar en cuerpos en serie, sin sujeto,
que las histéricas fueron a denunciar ante el saber médico.
La demanda de amor de la histérica, su queja, encontró la respuesta amorosa del
dispositivo freudiano. La cura psicoanalítica depende de la puesta en juego de la
transferencia, la puesta en forma de un clise imaginario-simbólico de la relación
del sujeto al Otro por el que la transferencia se instala. Y esa serie psíquica, la del
amor narcisista, se transforma en obstáculo si no opera un amor real. Ese nuevo

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amor por el que la cura adviene. La transferencia, en tanto amor, sucede, irrumpe,
allí donde se hace la apuesta a ser incauto del inconsciente. El analista opera a
partir de su transferencia al discurso analítico, a partir de tener que vérselas con el
saber como no–todo y donde el amor lo atraviesa también a él.

Nuestra época
Con el concepto de “modernidad liquida”, Zygmunt Bauman ( ) propone a fines de
la década del ´90 un modo de pensar el cambio que en esta época se produce en
las coordenadas que definen la subjetividad y las relaciones entre los sujetos. Este
autor utiliza los estados de las sustancias para explicar lo que percibe en esta
época. Los fluidos, que pueden ser gaseosos o líquidos, se caracterizan
principalmente por no conservar fácilmente su forma. Por esto, no estarían atados
al espacio ni al tiempo, sino que justamente lo que cuenta para ellos es el influjo
del tiempo más que el espacio que puedan ocupar, que después de todo, sólo lo
ocupan por un momento. La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que hace
que entren en asociación directa con el concepto de “levedad”.
Precisamente, Bauman piensa las relaciones de nuestra época bajo el signo de la
modernidad liquida: la fugacidad, la brevedad, lo instantáneo. En ese sentido,
refiere que: “en una cultura de consumo como la nuestra, partidaria de los
productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción
instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas
infalibles, los seguros contra todo riesgo, las garantías de devolución de dinero. La
promesa de aprender el arte de amar es la promesa (falsa, engañosa, pero
inspiradora del profundo deseo de que resulte verdadera) de lograr “experiencia
en el amor” como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae con la
ostentación de esas características porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin
sudor y resultados sin esfuerzo” (BAUMAN, 1999).
Siguiendo este autor, podríamos decir que en estos tiempos el amor se presenta
como un objeto alcanzable y, al mismo tiempo, desechable con sólo un click.
Por su parte, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han define a la sociedad
capitalista del siglo XXI como una “sociedad de rendimiento” (HAN 2010), que

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funciona bajo un imperativo de productividad, actividad y positividad; sus
habitantes son “sujetos de rendimiento” (HAN 2010, p. 25), afectados por un
“exceso de positividad” (HAN 2010, p. 19), es decir, por no poder ´no poder´. Para
dicho filósofo, este exceso de rendimiento y positividad produce un cansancio
agotador que destruye todo lazo y cercanía con los otros. En ese sentido, plantea
que: “El cansancio de la sociedad de rendimiento es un cansancio a solas que
aísla y divide” (HAN 2010, p. 72). Sociedad de yoes cansados, en donde lo que
enferma y hace padecer es ese imperativo de productividad y rendimiento (HAN
2010).
Sirviéndose del escritor austríaco Handke -quien escribe Ensayo sobre el
cansancio (2006)-, Han distingue el “cansancio profundo” del “cansancio del Yo
agotado”: el primero es “un cansancio de la potencia negativa” (HAN 2010, p. 77),
del no hacer, un cansancio que inspira y abre un entre-tiempo: “El entre-tiempo es
un tiempo sin trabajo, un tiempo de juego” (HAN 2010, p. 78). Por el contrario, el
cansancio del agotamiento del Yo es “un cansancio de la potencia positiva.
Incapacita para hacer algo” (HAN 2010, p. 77).
Este agotamiento que corta lazos implica que la libido sustraída vuelva al yo. Por
eso, en su escrito La agonía del Eros (2012), Han explica que el sujeto de
rendimiento -abocado a la productividad y el éxito- es un sujeto narcisista que está
cansado y agotado de sí mismo, de un exceso de narcisismo. Para este autor, hoy
en día se está dando un progresivo proceso de erosión y degradación del Eros:
“No sólo el exceso de oferta de otros otros conduce a la crisis del amor, sino
también la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va
unida a un excesivo narcisismo de la propia mismidad” (HAN 2012, p. 9 y 10).
En estos tiempos el amor se positiva para transformarse en una fórmula de placer,
de consumo y de disfrute, apuntando a suprimir la negatividad y sustracción del
otro (HAN 2012). El signo de este agotamiento es la depresión y ubica al amor
como su opuesto. Precisamente, el amor tiene que ver con la alteridad y la
negatividad, la herida y la pasión, no con la semejanza ni la armonía. Dice Han:
“La alteridad no es ninguna diferencia que pueda consumirse. El capitalismo
elimina por doquier la alteridad para someterlo todo al consumo. El Eros es,

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asimismo, una relación asimétrica con el otro. Y de esta forma interrumpe la
relación de cambio” (HAN 2012, p. 30).
Respecto de redes digitales, Han tiene una mirada muy crítica. Pues entiende que,
más que ser un medio de libertad ilimitada, son una nueva forma de control social
(HAN 2014). A la vez, considera que los nuevos medios de comunicación digital
generan una hipervisibilidad que destruye la fantasía, y un tipo de cercanía que
aniquila la distancia deseante con el otro (HAN 2012).
En su escrito Elogio de la profanación (2005), el filósofo italiano Giorgio Agamben
explora las vicisitudes de las relaciones con los objetos en las sociedades de
consumo. Plantea que en las sociedades occidentales actuales toda experiencia y
uso con los objetos es capturada, separada y desplazada a la esfera del mercado
y del espectáculo, en la medida en que el capitalismo en tanto dispositivo se
soporta de ambas esferas.
En este punto, cabe preguntarnos: ¿Cuál es el espacios disponible en esta época
para la experiencia sin fines, lúdica, y del orden de lo deseante?;¿Qué lugar para
el amor y la falta?

La flecha y la poesía

A UNA RAZÓN
Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía.
Un paso tuyo. Y es el alzamiento de los hombres nuevos y su caminar.
Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor! Tu cabeza gira, - ¡el nuevo amor!
"Cambia nuestros lotes, criba las plagas, empezando por el tiempo", te cantan esos niños. "Eleva no importa adónde la
sustancia de nuestras fortunas y nuestros anhelos", te ruegan.
Llegada desde siempre, tú que irás por todas partes
A. Rimbaud

Cupido, con los ojos vendados, apunta siempre al mismo lugar. A ese punto de
agujero, de indecible, de real. Dispara y la flecha atraviesa lo real del cuerpo del
incauto, a quien el amor sorprende. Le ocurre, le sucede, de modo inesperado y a
pesar de sus virtuales defensas, porque del cuerpo no se puede prescindir y del
azar no se puede escapar.
Cupido apunta, en todas las épocas, a lo real del amor…como el psicoanálisis.

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Le queda al analista, a la altura de la subjetividad de esta época, entrenarse en el
arte del tiro con arco y, en un decir poético, rescatar al ser hablante de la soledad
y la depresión narcisista.

Bibliografía
AGAMBEN, G. (2005) “Elogio de la profanación”. En Profanaciones. Adriana
Hidalgo editora. Buenos Aires, 2013, 97-119.
APULEYO, L. ([sin fecha]) La metamorfosis o El asno de oro. Cátedra. España,
2010.
BAUMAN, Z. (1999) Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica. Buenos
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CORTÁZAR, J. (1963) Rayuela. Punto de Lectura. Buenos Aires, 2007.
FREUD, S. (1914) “Introducción al Narcisismo”. En: Obras Completas. Amorrortu.
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GONZALEZ TÁBOAS, C. (2015) Un amor menos tonto. Una lectura del Seminario
XXI de Lacan. Grama. Buenos Aires, 2015.
HAN, B.- J. (2010) La sociedad del cansancio. Herder. Argentina, 2015.
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LACAN, J. (1960-1961) El Seminario. Libro 8: La Transferencia. Paidós. Buenos
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LACAN, J. (1961-1962) El Seminario. Libro 9: La identificación. Inédito.
LACAN, J. (1971-1972) El Seminario. Libro 19: ...o peor. Paidós. Buenos Aires,
2012.
LACAN, J. (1972-1973) El Seminario. Libro 20: Aun. Paidós. Buenos Aires, 2006.
LACAN, J. (1973-1974) El Seminario. Libro 21: Los No Incautos Yerran (Los
Nombres del Padre). Inédito.
LACAN, J. (1975-1976) El Seminario. Libro 23: El sinthome. Paidós. Buenos Aires,
2006.
LARES, M. (2014) Juego e infancia. Lumen. Buenos Aires, 2014.

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