Rol Del Estudiante Universitario
Rol Del Estudiante Universitario
Rol Del Estudiante Universitario
La formación es entonces una actividad dirigida por los propios estudiantes, de forma que
representan la asunción del compromiso consigo mismos en un ejercicio de responsabilidad
en el proceso de construcción del propio aprendizaje. Aumenta, por tanto, su capacidad de
decisión e intervención con el objetivo de poder convertirse en personas flexibles que puedan
adaptarse a las situaciones de cambio continuo que presenta la vida social actual.
La formación universitaria
En los últimos tiempos han sido considerables los esfuerzos realizados para acometer la
organización de la nueva oferta formativa, pero muy poca la atención dispensada al cambio
cultural y cualitativo que representa, para la universidad y los docentes, la incorporación del
nuevo enfoque educativo. La escasa atención conferida a esta reconversión cualitativa y el
olvido sistemático deparado al profesorado son, como han reconocido Rué y Lodeiro (2010) y
López (2011), serios obstáculos para la consolidación y el éxito del cambio que se persigue.
Sería un error desconsiderar que la formación universitaria en España ha estado marcada por
la supremacía del modelo académico de formación frente al modelo profesionalizante. Este
hecho ha generado y perpetuado importantes brechas entre el enfoque disciplinar y humanista
de la formación universitaria y el encaminado a la formación de profesionales. El primero, más
centrado en el “saber”, ha gozado de elevado prestigio y reconocimiento social, mientras que la
formación profesional, más interesada en impulsar el “saber hacer”, no ha disfrutado del mismo
status. Para Tejada (2006), esta división entre el mundo académico y la laboral encierra
prejuicios y tabúes sociales, al tiempo que lleva a ciertos equívocos al apuntar que la
universidad no profesionaliza. Más allá de esta apreciación, que estimamos acertada, tenemos
que admitir que e desencuentro entre ambos posicionamientos ha sido uno de los rasgos que
ha caracterizado la formación universitaria.
Esta escisión entre el mundo universitario y el laboral, denunciada por Jackson (2012) y
ampliamente arraigada en las mentes y prácticas formativas, guarda estrecha relación con los
temores generados con la adopción del enfoque competencial en la educación superior. En
opinión de Bolívar (2011), este temor está justificado si se tiene en cuenta su origen, ligado al
contexto empresarial y productivo, al enfoque taylorista y a procesos educativos cercanos al
modelo de objetivos, preocupados, todos, por enfatizar el valor de los resultados de
aprendizaje. “Su procedencia del mundo empresarial y profesional lo hacen sospechoso al
vincularlo a las políticas neoliberales que subordinan la educación a las demandas del
mercado” (Bolívar, 2011: 122).
Por otra parte, las fuertes críticas vertidas sobre la formación universitaria inciden en
demandar más atención al contexto social, un mayor compromiso con la formación práctica y la
necesidad de poner en marcha procesos formativos en los que se revalorice la práctica
profesional. Abrir la puerta a nuevas metodologías basadas en la resolución de problemas, el
trabajo por proyectos, aprendizaje cooperativo o estudios de casos, no sólo estrechan la
conexión con la realidad profesional y el desarrollo de competencias (Halbaut et al., 2015), sino
que ayudan a revalorizar la formación práctica.
A esta cuestión se une otra, no menos relevante e igualmente controvertida, que es la falta de
formación docente del profesorado universitario (Parris y Saville, 2011). Este déficit no sólo
dificulta el compromiso del colectivo docente con el cambio, sino que sitúa al profesorado
universitario en una posición de debilidad desde la que resulta complejo hacer frente a los
desafíos y dilemas que conlleva el enfoque de competencias y su traslación a la práctica
educativa. En este sentido, conviene replantearse y valorar, por ejemplo, los términos en que
se plantea el enfoque de competencias, pues la calidad del aprendizaje y el nivel de logro de
cualquier competencia se apoyan, necesariamente, en apreciaciones subjetivas (Jornet et al.
2011) que requieren de un replanteamiento de los procesos de evaluación, algo que, por el
momento, continúa siendo una loable aspiración en la docencia universitaria (Ion y Cano,
2012).
Por otro lado, son numerosas las contribuciones que consideran a la evaluación uno de los
aspectos clave del enfoque de competencias y demandan un cambio en los procedimientos
utilizados en la educación superior. Brown y Glasner (2010), conscientes de las limitaciones del
modelo de evaluación universitario y de la necesidad de abordar las distintas categorías de
contenidos presentes en las competencias (conocimientos, habilidades), proponen un cambio
que incremente el tiempo destinado a la orientación, seguimiento y feeback, al tiempo que
aconsejan experimentar con otras opciones evaluadoras. En este sentido, estamos de acuerdo
con López (2011) cuando señala que las claves sobre las que debe apoyarse la evaluación en
la educación universitaria en estos momentos son tres: un análisis serio y riguroso que permita
tomar conciencia de las fortalezas y debilidades del sistema de evaluación vigente, la adopción
de una nueva lógica que ayude a redefinir el sentido y finalidad de la evaluación desde una
perspectiva compleja e integral y, por último, la colaboración.
No cabe duda que ampliar los espacios para la reflexión y el debate, valorar los progresos
alcanzados, las actuaciones emprendidas y compartir las inquietudes que genera el enfoque de
competencias, es importante para vencer resistencias, prevenir riesgos y contribuir a la mejora
de la práctica formativa. Algunos trabajos han analizado las perspectivas del profesorado,
alumnado o empleadores respecto a estas cuestiones (Baartman et al. 2007; Palmer et al.
2009; Agudo et al. 2013). En este trabajo, en cambio, hemos querido acercarnos a los
discursos del personal experto en Pedagogía para conocer su opinión sobre el enfoque de
competencias y su relevancia e impacto en la enseñanza universitaria. La iniciativa se enmarca
en un proyecto de investigación de mayor envergadura titulado: "El impacto de la evaluación
educativa en el desarrollo de competencias en la universidad. La perspectiva de las primeras
promociones de graduados” (Ref: EDU201232766), que ha sido financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad de España.
El propósito del estudio presentado en este trabajo es recabar información sobre el enfoque de
competencias adoptado en la educación universitaria, su contribución a la calidad de la
docencia y la formación universitaria, y su impacto en la evaluación de los aprendizajes, desde
la perspectiva de un grupo de personas expertas en Pedagogía.
Las primeras décadas del siglo XXI son el punto de llegada de una tradición universitaria de
casi un milenio, pero representan, ante todo, el punto de partida de una nueva institución que
tiene la alta responsabilidad del cultivo, extensión y certificación del saber que demanda la
compleja construcción de la sociedad del futuro. En tal sentido, pensar la universidad de
nuestro tiempo es una tarea imperiosa. El crecimiento y diversificación de los sistemas
universitarios, el incremento exponencial de la producción y circulación del conocimiento, así
como la multiplicación de las actividades en materia de extensión y difusión de la cultura, son
factores que reclaman un mayor y mejor esfuerzo analítico sobre los múltiples ángulos que
conforman la educación superior actual. Además del proceso de crecimiento referido y del
surgimiento de nuevas modalidades de educación superior, las instituciones universitarias del
nuevo siglo enfrentan una gran variedad de transformaciones que van al centro de sus
funciones sustantivas. De tal suerte, temas como el mantenimiento de los ámbitos disciplinarios
versus la emergencia de campos inter o multidisciplinarios; la emergencia de paradigmas que
cuestionan a los campos y formas tradicionales del conocimiento; así como las inagotables
demandas provenientes de los más disímbolos rincones de la sociedad, constituyen retos
interminables para una institución universitaria que se desenvuelve en una serie de tensiones
fundamentales: las que oponen lo viejo frente a lo nuevo; lo básico frente a lo aplicado; lo
esencial frente a lo rentable; y el saber que se debate entre su funcionalidad hacia el sector
productivo y el reclamo por su efectiva contribución a la emancipación de los individuos y de la
sociedad. En este número en la sección dossier se abordan cinco estudios referidos a sendos
casos de la universidad contemporánea en América Latina y de España. Y se apela
nuevamente al concepto de modelos universitarios, –lo mismo que en el dossier “Historia de los
primeros modelos universitarios” (Universidades núm. 65) –como un recurso analítico que
permite identificar y adentrarse en las características de la institución universitaria y de sus muy
diversos ángulos. Así, el texto ofrece en su conjunto una perspectiva latinoamericana al integrar
las aportaciones de académicas y académicos de cuatro países: Argentina, Brasil, México y
Uruguay. Los cinco artículos comparten miradas consistentes y frescas sobre procesos
universitarios de nuestro tiempo.