Furio Diaz
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Creían que las aspiraciones humanas no deberían centrarse en la próxima vida, sino más bien en los
medios para mejorar las condiciones de la existencia terrena. La felicidad mundana, por lo tanto, fue
antepuesta a la salvación religiosa. Nada se atacó con más intensidad y energía que la doctrina de la
Iglesia, con toda su historia, riqueza, poder político y supresión del libre ejercicio de la razón.
Más que un conjunto de ideas fijas, la Ilustración implicaba una actitud, un método de pensamiento.
De acuerdo con el filósofo Immanuel Kant, el lema de la época debía ser “atreverse a conocer”. Surgió un
deseo de reexaminar y cuestionar las ideas y los valores recibidos, de explorar nuevas ideas en
direcciones muy diferentes; de ahí las inconsistencias y contradicciones que a menudo aparecen en los
escritos de los pensadores del siglo XVIII.
Muchos defensores de la Ilustración no fueron filósofos según la acepción convencional y aceptada de la
palabra; fueron vulgarizadores comprometidos en un esfuerzo por ganar adeptos. Les gustaba referirse a
sí mismos como el “partido de la humanidad”, y en un intento de orientar la opinión pública a su favor,
imprimieron panfletos, folletos anónimos y crearon gran número de periódicos y diarios.
En España, "las luces" penetraron a comienzos del siglo XVIII gracias a la obra, prácticamente aislada y
solitaria, pero de gran enjundia del fraile benedictino Benito Jerónimo Feijoo, el pensador crítico y
divulgador más conocido durante los reinados de los primeros reyes Borbones. Escribió Teatro crítico
universal (1739), en nueve tomos y Cartas eruditas (1750), en cinco volúmenes más, en los que trató de
recoger todo el conocimiento teórico y práctico de la época.
Francia conoció, más que ningún otro país, un desarrollo sobresaliente de estas ideas y el mayor número
de propagandistas de las mismas. Fue allí donde el filósofo, político y jurista Charles-Louis de Secondat,
barón de Montesquieu, uno de los primeros representantes del movimiento, empezó a publicar varias
obras satíricas contra las instituciones existentes, así como su monumental estudio de las instituciones
políticas, El espíritu de las leyes (1748).
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Fue en París donde Denis Diderot, autor de numerosos panfletos filosóficos, emprendió la edición de la
Enciclopedia (1751-1772). Esta obra, en la que colaboraron numerosos autores, fue concebida como un
compendio de todos los conocimientos y a la vez como un arma polémica, al presentar las posiciones de
la Ilustración y atacar a sus oponentes.
Sin duda, el más influyente y representativo de los escritores franceses fue Voltaire. Inició su carrera
como dramaturgo y poeta, pero es más conocido por sus prolíficos panfletos, ensayos, sátiras y novelas
cortas, en los que popularizó la ciencia y la filosofía de su época, y por su voluminosa correspondencia
con escritores y monarcas de toda Europa.
Gozaron de prestigio las obras de Jean Jacques Rousseau, cuyo Contrato social (1762), el Emilio, o la
educación (1762) y Confesiones (1782) tendrían una profunda influencia en posteriores teorías políticas y
educativas y sirvieron como impulso literario al romanticismo del siglo XIX. La Ilustración fue también
un movimiento cosmopolita y antinacionalista con numerosos representantes en otros países.
Kant en Alemania, David Hume en Escocia, Cesare Beccaria en Italia y Benjamín Franklin y Thomas
Jefferson en las colonias británicas mantuvieron un estrecho contacto con los ilustrados franceses, pero
fueron importantes exponentes del movimiento. La Ilustración penetró tanto en España como en los
dominios españoles de América
Durante el reinado de Carlos III, el “rey ilustrado” por excelencia, las obras de los escritores franceses se
leían en español, generalmente en traducciones más o menos retocadas, pero también directamente en
francés.
Fueron muchos los españoles e hispanoamericanos que viajaban a Francia por motivos de estudio e
instrucción, en las artes y las ciencias y los dirigentes políticos de la época, conde de Aranda, conde de
Campomanes, conde de Floridablanca, duque de Almodóvar, promovieron y frecuentaron el trato con los
pensadores y filósofos de las nuevas ideas. Las vías de expresión fueron los periódicos, las universidades
y las florecientes Sociedades de Amigos del País.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, los líderes de la Ilustración libraron una ardua lucha contra
fuerzas considerables. Muchos fueron encarcelados por sus escritos, y la mayoría sufrió persecución y
penas por parte de la censura gubernamental, así como descalificaciones y condenas de la Iglesia.
En muchos aspectos, sin embargo, las últimas décadas del siglo marcaron un triunfo del movimiento en
Europa y en toda América. Hacia 1770, la segunda generación de ilustrados recibió pensiones del
gobierno y asumió la dirección de academias intelectuales establecidas. El enorme incremento en la
publicación de periódicos y libros aseguró una amplia difusión de sus ideas.
Los experimentos científicos y los escritos filosóficos llegaron a estar de moda en amplios círculos de la
sociedad, incluidos los miembros de la nobleza y del clero. Algunos monarcas europeos adoptaron
también ideas o al menos el vocabulario de la Ilustración.
Voltaire y otros ilustrados quienes gustaban del concepto del rey-filósofo, difundiendo sus creencias
gracias a sus relaciones con la aristocracia, acogieron complacientes la aparición del llamado despotismo
ilustrado, del que Federico II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de
España fueron los ejemplos más célebres. Desde una visión retrospectiva, sin embargo, la mayoría de
estos monarcas aparece manipulando el movimiento, en gran parte con propósitos propagandísticos y
fueron, con mucho, más despóticos que ilustrados.
A finales del siglo XVIII surgieron algunos cambios en el pensamiento de la Ilustración. Bajo la
influencia de Rousseau, el sentimiento y la emoción llegaron a ser tan respetables como la razón. En la
década de 1770 los escritores ensancharon su campo de crítica para englobar materias políticas y
económicas. De mayor importancia en este aspecto fue la experiencia de la guerra de la Independencia
estadounidense (en las colonias británicas).
A los ojos de los europeos, la Declaración de Independencia y la guerra revolucionaria anunciaron que,
por primera vez, algunas personas iban más allá de la mera discusión de ideas ilustradas y las estaban
aplicando. Es probable que la guerra alentara los ataques y críticas contra los regímenes europeos
existentes.
Suele decirse que el Siglo de las Luces concluyó con la Revolución Francesa de 1789, pero no son pocos
los que contemplan e interpretan la inquietud política y social de este periodo como causa desencadenante
de la Revolución. Al incorporar muchas de las ideas de los ilustrados, la Revolución, en sus etapas más
difíciles, entre 1792 y 1794, sirvió para desacreditar estas ideas a los ojos de muchos europeos
contemporáneos.
El enorme impacto que la Revolución Francesa causó en España, tras la muerte de Luis XVI, así como en
los dominios españoles de América, provocó una violenta persecución de las personas más
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representativas de las nuevas ideas. Se estableció una censura total y se cerraron las fronteras,
prohibiéndose el paso de todo tipo de libros y folletos, o su embarque hacia América.
Aunque se produjo un repunte de interés modernizado y progresista bajo el gobierno de Manuel Godoy
con la ayuda de Jovellanos, el miedo a la contaminación revolucionaria favoreció la represión más
absoluta, tanto en la metrópoli como en los dominios de la América española. La existencia de numerosas
Sociedades de Amigos del País en los virreinatos favoreció la implantación y extensión de la Ilustración
en América Latina.
De lo que no cabe duda es que la Ilustración dejó una herencia perdurable en los siglos XIX y XX. Marcó
un paso clave en el declinar de la Iglesia y en el crecimiento del secularismo actual. Sirvió como modelo
para el liberalismo político y económico y para la reforma humanitaria a través del mundo occidental del
siglo XIX. Fue el momento decisivo para la creencia en la posibilidad y la necesidad de progreso que
pervivió, de una forma moderada, en el siglo XX.
1.- Racionalismo
4.- El Optimismo
5.- El Laicismo
El ideal dela Ilustración fue la naturaleza a través de la razón. En realidad no es más que el espíritu del
Renacimiento llevado hasta sus últimas consecuencias, en manifiesta oposición con lo sobrenatural y lo
tradicional.. El Ilustrado llegaba al amor al prójimo partiendo de la razón y no de la Revelación.
La razón también podía llevarle a Dios creador del orden universal o bien en no creer en principio
Supremo alguno. Por ello, la mayoría de los ilustrados eran deístas, aunque o sencillamente ateos.
1.- El racionalismo
Sin duda, el vocablo más utilizado en el siglo XVIII en literatura, filosofía y ciencia, es el de “racional”.
Los intelectuales de éste siglo dieron a su época en nombre de “siglo de las luces”, refiriéndose a las luces
de la lógica, de la inteligencia, que debía iluminarlo todo.
Se da enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo
es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como
falso e inútil.
Este racionalismo llevó a la lucha contra las supersticiones, por eso en este siglo termina la denominada
“caza y quema de brujas”.
En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo: la mayor parte de los
ilustrados son deistas, que afirman la existencia de un Dios creador y justo, pero consideran que el
hombre no puede entrar en contacto con la divinidad, y por tanto no sabe nada de ella.
De acuerdo con esto, los deistas rechazan las religiones reveladas, pero al mismo tiempo practican la
tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valen lo mismo, todas deben ser permitidas.
Se considera que la Naturaleza ha creado al hombre para que sea feliz. Pero de acuerdo con la mentalidad
burguesa, esta felicidad para que sea auténtica debe basarse en la propiedad privada, la libertad y la
igualdad.
Cuando los ilustrados citan la igualdad, no se refieren a la igualdad económica, sino a la política y legal:
igualdad ante la ley.
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3.- Creencia en la bondad natural del hombre
4.- El optimismo
El hombre del siglo XVIII piensa que la naturaleza es una especie de máquina perfecta que lo hace todo
bien.; hay motivos, por tanto, para sentirse optimista. Por otro lado, se considera que la historia supone la
evolución progresiva de la humanidad, es decir, que el hombre con el transcurso de los siglos se va
perfeccionando continuamente; así llegará el momento en que se logrará construir la sociedad perfecta,
una especie de paraíso en la tierra.
5.- El laicismo
La Ilustración es la primera cultura laica de la historia de Europa; cultura al margen del cristianismo, y en
algunos aspectos anticristiana. Esto tiene su explicación en cierto rechazo por parte dela Iglesia, de la
forma de vida burguesa.
La burguesía constituye una clase que, desde su aparición, vive del comercio, del préstamo con interés y
del lucro. Todavía en el siglo XVIII nos encontramos con teólogos que consideraban al préstamo con
interés como usura; con moralistas que seguían hablando de ganancias ilícitas y, con sacerdotes que
predicaban que era más fácil salvarse a un hombre dedicado al ocio, que no al comerciante.
Las virtudes cristianas son transformadas en virtudes laicas; los ilustrados nunca hablan de caridad (amor
al prójimo por amor a Dios), sino que emplean la palabra filantropía (amor al hombre por el hombre
mismo). El carácter no religioso de la Ilustración se nota también en las lecturas de la época: en el siglo
XVII los libros que más se editaban eran las vidas de santos y las obras de piedad; en cambio en el siglo
XVIII las obras más editadas son de filosofía, ciencias naturales y apenas libros religiosos.
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programa para mejorar el nivel de la educación pública. Se publicaron muchos libros que presentaban la
nueva percepción de la vida. Lo importante es que todavía estudiamos estas obras de los filosóficos más
famosos de la Ilustración. Algunos ejemplos son Voltaire, Denis Diderot, y Pierre Bayle.
Finalmente, la política experimentó un cambio también. Con la nueva actitud, los dela Ilustración trataron
de hacer cumplir un sistema más justo y más pacífico. Lo que muchas personas apoyaron fueron la
soberanía popular y la república. Además, se luchó una economía en que se practicaría la “laissez-faire”,
un concepto del famoso Adam Smith en que el gobierno no interfiere en la economía. Otro concepto que
fue popular fue que cada país era diferente y tenía ciertos aspectos que los separaban de los otros países
aunque todos compartían conceptos básicos.
Lamentablemente, unos eventos catastróficos terminaron a la Revolución francesa y la era de Napoleón.
Después de la Ilustración se sucedió un regreso a la religión y una transformación política a los caudillos
de la Revolución Industrial o la aristocracia de las personas de negocios. Aunque, otra vez, la sociedad
experimentó una transformación, los efectos de la Ilustración habían tomado un impacto tan duro que
siempre nos influiría.
1.- Montesquieu
Se llamaba Carlos de Secondat, barón de Montesquieu, y era por lo tanto monárquico, pero monárquico
enamorado del parlamentarismo inglés.
Fue presidente del parlamento de Burdeos, satirizó las viejas ideas y los defectos sociales y políticos de
Francia en su obra “Cartas persas” (1721), cuya resonancia fue extraordinaria. También tuvo gran
difusión “Consideraciones sobre la grandeza y la decadencia de los romanos” (1734). Pero la obra
triunfal y que abrió profunda brecha en las concepciones políticas dominantes en Francia, fue “El Espíritu
de las Leyes” (1748), hasta el punto que se toma esta obra y fecha como punto de arranque de la victoria
intelectual de la Ilustración y cifra representativa de una generación histórica. En su célebre obra
preconizó una nueva estructura del Estado, basada en un equilibrio de poderes.
En ella defiende, que, conservando el rey el poder ejecutivo, el legislativo recaería en una asamblea
representativa del país (como el parlamento inglés), y el judicial, detentado por magistrados o
parlamentos (en Francia, tribunales), absolutamente independientes en sus sentencias, del rey y del
Parlamento. Así pues, es partidario de que el Estado quedara dividido y es el difusor de las ideas
parlamentarias inglesas y la fuente donde bebieron las promociones revolucionarias.
La división de poderes que éste preconizaba, pugnaba totalmente con la organización de la monarquía
absoluta francesa. Su obra fue completada desde otro punto de vista, por Voltaire. Ambos fueron los
ídolos de la generación que consolidó y desarrolló el triunfo del pensamiento ilustrado en Francia.
2.- Voltaire
Escritor brillante y superficial, entregado a la vida y al placer, cautivo de la misma facilidad de su pluma,
que esgrimió como campeón de la tolerancia y la libertad espiritual.
Fue a partir de su obra “Le siécle de Louis XIV” (1751), cuando se convirtió en adalid de la lucha
general contra toda autoridad. Muy influido por el movimiento filosófico inglés, en particular de Locke y
los deistas, Voltaire popularizó sus principios fundamentales valiéndose de una pluma terriblemente
mordaz, cáustica y agresiva. Su lucha se desarrolló en dos planos distintos: uno público y otro, secreto.
En el primero, además de la obra ya mencionada, figuran “Essai sur les moeurs et l’esprit des nations
(1756), un trabajo hecho a la medida de la burguesía de que procedía, una filosofía laica de la Historia, y
el “Dictionnaire philosophique”, de un lado el proceso claro de los abusos que perdieron al Antiguo
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Régimen y, de otro, la explicación exhaustiva del argumento del predominio absoluto de la razón sobre
cualquier pasión o entusiasmo personal. En el segundo plano se sitúan unos dos centenares de folletos,
opúsculos y hojas volantes.
En este último aspecto, amparándose en el anonimato, la obra de Voltaire, fue implacablemente
destructora de los grandes principios sociales de la época, sobre todo de la religión cristiana. Enemigo
dela Iglesia, fue coreado por cuantos enciclopedistas se habían dejado ganar por las corrientes deístas o
naturalistas procedentes de Inglaterra. Cada día más radical en sus violentas campañas y cada día más
leído por un público que gustaba de su fácil prosa.
3.- Rousseau
Su primera obra, publicada en 1749, causó enorme impresión, pues en ella se atacaba una de las tesis
fundamentales que defendían los ilustrados; los filósofos de la ilustración pensaban que los importantes
adelantos científicos y técnicos que se estaban verificando en aquella época, no sólo mejoraban al hombre
materialmente, sino también moralmente; es decir, que a medida que se progresaba en la ciencia y en la
técnica, el hombre se iba haciendo cada vez más bueno. Frente a esto, Rouseau señalaba que a
civilización, en lugar de mejorar al hombre, lo que hacía era corromperlo, porque la sociedad estaba
estructurada de forma injusta; por tanto, si se quería mejorar al hombre, antes había que mejorar a la
sociedad.
La obra más importante de este autor es “El Contrato Social” (1762). En ésta, el autor dice que los
hombres al aparecer sobre la tierra, se hallan en lo que se llama “Estado de Naturaleza”, que se
caracteriza porque todavía no existe ningún gobierno, no hay leyes, no hay autoridad y no se ha formado
aún ningún tipo de organización social o política; se trata por tanto de un estado de absoluta libertad,
donde cada hombre hace lo que quiere y no tiene que dar a nadie cuenta de sus actos.
Pero llega el momento en que los hombres se dan cuenta que para defender mejor su vida, su libertad y su
propiedad deben agruparse y elegir a alguien para que los gobierne. Así aparece el Estado.
El Estado nace, por tanto, de un acuerdo libre entre los hombres que se han unido para designar al
gobernante. Como el gobernante ha sido elegido por el pueblo, en cualquier momento, cuando el pueblo
quiera, puede cambiarlo por otro. Al mismo tiempo, la misión de los gobernantes es cumplir siempre la
voluntad popular. La voluntad popular es la voluntad de la mayoría, y esta se averigua a través de
elecciones, en las que votan todos los ciudadanos.
El Iluminismo tiene un carácter racionalista y desdeña la vida del sentimiento.
ROUSSEAU rompe lanzas en favor de una filosofía romántica y del sentimiento.
La entraña del movimiento romántico es la vida sentimental: el motor de arte y religión. Su
mundo de ideas presenta dos aspectos: uno positivo, otro negativo. Negativamente considerada, es la
concepción romántica un afán polémico contra la concepción racionalista del mundo y de la vida; vista
por su lado positivo, es la acentuación jubilosa de las formas sentimentales de la vida del espíritu: la
fantasía, la intuición, el anhelo de infinito, las fuerzas irracionales del alma.
Rousseau es el primero que se opone al intelectualismo de la Epoca de las Luces clamando por una
concepción originaria y natural de la vida. De la realización de su lema: "Volvamos a la
naturaleza", espera la rehabilitación del género humano. Pero la lucha contra el artificialismo en
la vida y en la educación, sólo puede lograrse despertando en el hombre, desde niño, una
manera de comprender y valorar la existencia conforme a la naturaleza. "Todo sale perfecto de
las manos del autor de las cosas; todo degenera en las del hombre. Obliga a una tierra a alimentar los
productos de otra, a un árbol a producir los frutos de otro; mezcla y confunde los
climas, los elementos; mutila a su perro, a su caballo, a su esclavo; lo trastrueca todo, lo desfigura todo;
ama la deformidad, los monstruos; no quiere nada tal como la naturaleza lo ha
hecho, ni siquiera al hombre; necesita amaestrarlo para él, como a un caballo de pista; necesita
modelarlo a su modo, como a un árbol de su jardín".
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Por naturaleza entiende Rousseau la vida ordinaria, pura, no influida por los convencionalismos
sociales. El hombre natural no es, precisamente, el hombre primitivo prehistórico. La intrínseca
naturaleza del hombre, lo propio e innato en él, caracteriza este estado de naturaleza.
Ahora bien, en la base de la naturaleza humana, se hallan dos sentimientos, que en cierto modo se
compensan: el amor propio y la compasión. La propia razón es un aspecto de la conciencia, menos
profundo que la vida emotiva. La función intelectual de la conciencia tiene el oficio de dirigir los
impulsos y sentimientos del amor propio (egoísmo) y del amor del prójimo
(altruismo). "Existir es sentir. Nuestra sensibilidad es indiscutiblemente anterior a nuestra
inteligencia y nosotros hemos tenido sentimientos antes que ideas. Cualquiera que sea la causa de nuestro
ser, esta causa ha procurado nuestra conservación dándonos los sentimientos convenientes a nuestra
naturaleza y no se puede negar que, por lo menos, éstos son innatos. En relación al individuo, estos
sentimientos son amor de sí mismo, el temor del dolor, el horror a la muerte, el deseo de bienestar".
Sobre esta base plantea Rousseau el problema de la cultura, el problema de si y en qué medida la
civilización, el progreso humano, ha fomentado la moralización y verdadera felicidad del hombre. El
tema se extiende ni más ni menos que al valor y sentido de la historia universal.
Rousseau comienza por señalar que todo el auge del saber y todo el refinamiento de la vida han hecho a
los hombres cada vez más infieles a su verdadero destino y a su verdadera esencia.
Precisamente Rousseau ve el más grave daño de la época y el más triste desvío de la humanidad en el
Iluminismo puramente racional, que pasa por alto y ahoga la voz del sentimiento natural, y por ende, se
convierte en ateísmo y en moral egoísta. La historia ha corrompido al hombre con su construcción
artificial de la sociedad civilizada. Bueno y puro ha salido éste de la mano de la naturaleza, pero su
evolución lo ha distanciado poco a poco de la naturaleza. Rousseau encuentra el principio de esta
"degeneración" en el origen de la propiedad privada, que ha traído consigo la división del trabajo y, con
ello, la separación de las clases; en fin, el origen de todas las malas pasiones; esto fue lo que el intelecto
puso al servicio del egoísmo.
Frente a este estado no natural de la barbarie civilizada, aparece de inmediato el estado de
naturaleza como el paraíso perdido, y en esta forma encontró su alimento la nostalgia de una
época intelectual y moralmente cansada, en las obras de Rousseau, sobre todo, en la Nueva
Eloísa.
A pesar de su violenta crítica de la propiedad privada, no saca Rousseau consecuencias
socialistas. Su doctrina política es el contrato social. La sociedad es un convenio de los hombres.
La voluntad del pueblo es el origen de la soberanía y de las leyes; los gobernantes son
mandatarios, a quienes pueden poner y deben poner los ciudadanos cuando así les plazca. En
otras palabras, cada hombre no debe ser sólo objeto, sino también sujeto de poder.
Así lo pide la verdadera naturaleza humana, pues Rousseau no pretende con su grito "volvamos a la
naturaleza", retornar a un estado de naturaleza asocial. Estaba convencido de que el hombre está provisto
por el Creador de cierta capacidad de perfección. Por eso, el cultivo de esta disposición natural es un
deber y una necesidad. Como la historia ha sido conducida por falsas rutas hasta ahora, precisa comenzar
de nuevo la evolución humana. Para ello, hay que reformar la vida social conforme a un principio de
igualdad jurídica y libertad personal. Y esto sólo puede lograrse mediante la educación. De ahí que para
Rousseau el problema político dependa en última instancia del problema pedagógico y que su obra
filosófica fundamental sea la novela
del "Emilio".
Desde la perspectiva ideológica, el racionalismo de los pensadores ilustrados facilita el desarrollo del
programa político burgués, y crea la crisis de legitimidad del Antiguo Régimen. El legado político e
ideológico de la Ilustración se puede puntualizar en las siguientes ideas:
Economía: Los partidarios de la ilustración se dividen entre dos modelos económicos, el fisiocratismo y
el liberalismo económico, ambos critican por igual al sistema mercantilista (que postulaba que la riqueza
de una sociedad estaba ligada a su capacidad para acumular metales preciosos) y los monopolios.
Mientras que los fisiócratas señalaban que el motor de la economía se vinculaba a la capacidad agrícola
de una sociedad, el liberalismo económico, donde destacaba el teórico Adam Smith, argumentaba a favor
de la iniciativa privada y de la renuncia del Estado a actuar en economía, de esta forma el trabajo se
multiplicaría, base de la riqueza de una sociedad.Uno de los fisiócratas de más fama y distinción fue el
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economista y estadista francés Robert Jacques Turgot (1727-1881). Política: En sus obras el pensador
británico J. Locke legitimó al poder político que respetase los derechos naturales del hombre.
Se sustituye y critica el poder absoluto del rey por un nuevo principio: La legitimidad del poder está
basada en los ciudadanos. La división del poder en lugar de un único poder en manos del rey. John Locke
postula un sistema que elimine la representación por estamentos y permita que se oiga la voluntad general
a través del Parlamento. Los principios políticos y los derechos naturales del hombre son establecidos en
Constituciones escritas, las que deben ser obedecidas y respetadas por gobernantes y gobernados.