El Ciego Bartimeo

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Bartimeo el ciego que miraba diferente

Luis Ortiz 29 agosto, 2018 Predicas Cristianas 1 Comentario 5,586 Vistas

Predicas Cristianas
Marcos 10:46-52
“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino
mendigando“. (vers. 46)
Este pasaje lo encontramos en los 3 evangelios llamados sinópticos porque manejan pasajes paralelos, marcos nos habla sobre la forma que le decían a
este ciego, le decían Bartimeo que quería decir hijo de Timeo, es decir este hombre no era conocido por su nombre, era conocido como el hijo de, en
este caso Timeo
Este ciego no era para nada importante, de hecho para esa cultura el hecho de ser ciego era catalogado como una maldición debido al pecado, así que a
este hombre solo lo conocían como, ese es el hijo de Timeo, el que es ciego.
Es sobre este hombre sin importancia, un completo don nadie, un cero a la izquierda del que vamos a hablar en este día.  Se dice que todos los
mendigos se ubicaban a la salida de Jericó porque ese camino guiaba hacia Jerusalén y como estaba cerca la Pascua judía entonces por ahí transitaba
mucha gente y ellos aprovechaban para pedir limosna.
“Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que
callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (verss. 47-48)
Fíjense como la gente trataba a este hombre, fíjense como para esta gente este pobre hombre no tenía aportunidad de conseguir algo de parte de Jesús,
lo reprenden, callese, deje de gritar, no pierda el tiempo.
Hacia lo único que podía hacer porque no podía ver
Pero este hombre seguía haciendo lo único que podía hacer en ese momento, gritar, no veía a Jesús, no sabía dónde estaba, no sabía si venía adelante
de la multitud o en el medio o tal vez vendría atrás.
Bartimeo no lo sabía, solo podía hacer algo y era tratar de gritar tan duro para que quizás Jesús lo pudiera oír, aunque eso también era algo bien difícil
debido a que Jesús no iba solo, era una multitud que iba con Él, mucho ruido, gente gritando también, gente hablando. Sería difícil ser oído de tal forma
que llame la atención.
Bartimeo tal vez piensa es mi única oportunidad, Jesús nunca volverá a pasar por aquí, es está o nunca será, no voy a desaprovechar esta oportunidad y
no cesa de gritar.
No se deja influenciar por lo que la gente dice
Bartimeo no se deja influenciar por lo que la gente dice, el no se deja debilitar al escuchar las palabras de la multitud que le dicen callese, no grite, es en
vano hacerlo, no lo intente más, no lo va a conseguir, este hombre no los oye.
Parece que Bartimeo tambien era sordo porque no oye a está gente, él se empeña en gritar más fuerte sin importar lo que está oyendo decir, hace lo
único que puede hacer, gritar.
Se parece a muchos de nosotros. Nos dicen algo y dejamos todo tirado, hablan de nosotros y ya no queremos seguir más, escuchamos que alguien fallo
y decimos no vuelvo por allá, si no nos motivan no seguimos, si no nos motivan nos vamos, si no están detrás de nosotros para que hagamos algo no lo
hacemos.
Bartimeo no recibió ninguna motivación, antes fue lo contrario, recibió desmotivación, pero el tenia una necesidad, había algo en el que realmente
necesitaba, anhelaba ver.
Eso lo motiva a clamar fuerte a pesar que la gente le motivaba a no hacerlo, no grite, callese, Jesús no le va poner cuidado a alguien como usted,
resignese a esa condición pero el no oye lo que la gente dice.
“Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama“. (vers. 49)
Bartimeo lo consigue, logra llamar la atención de Jesús y los que antes le decían callese, ahora le dicen ten confianza, levántate, Jesús te está llamando.
Si ven como de la gente no se puede fiar, los que hoy de quieren hundir mañana te pueden estar alentando, o los que hoy de alientan mañana de
pueden estar tratando de hundir.
Las opiniones en las personas cambian mucho, los que hoy te quieren mañana no, los que hoy no te quieren mañana si pero debemos saber y tener
siempre presente que el Señor nunca cambia.
Jesús llama a Bartimeo.
“El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús“. (vers. 50)
No podemos dejar de lado esto que hace Bartimeo, dice que arroja su capa para ir a Jesús.
La capa para Bartimeo representaba su mayor tesoro para él, ellos dormían en la calle, se arropan con su capa para protegerse del frío, en el día se
cubrían del sol y la arena, allí mismo recogían las monedas que les daban.

Estudio bíblico: El ciego Bartimeo recibe la


vista - Marcos 10:46-52
Serie:    El Evangelio de Marcos    
Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com

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El ciego Bartimeo recibe la vista - Marcos
10:46-52
(Mr 10:46-52) "Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus
discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo,
estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús
nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten
misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él
clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces
Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole:
Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se
levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que
te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le
dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía
a Jesús en el camino."

Introducción
Este es el último milagro de sanidad que Marcos registra en su
evangelio, y sirve de conclusión a toda la sección que venimos
estudiando.
Primeramente vemos al Señor deteniéndose en el camino para atender
a un ciego. Un ejemplo de lo que acababa de decir: "El Hijo del Hombre
vino para servir" (Mr 10:45).
También nos llama la atención que el ciego dejó todo lo que tenía para
seguir a Jesús. Una actitud totalmente diferente de la del joven rico,
que se había ido triste porque para él sus pertenencias eran más
importantes que Jesús (Mr 10:21-22).
Y finalmente veremos al ciego completamente restaurado, habiendo
pasado de la mendicidad a recobrar su libertad y dignidad, lo que sirve
para ilustrar en qué iba a consistir el "rescate" que Jesús iba a
conseguir por medio de la entrega de su propia vida (Mr 10:45).

"Al salir de Jericó"


En estos pasajes Marcos nos presenta al Señor Jesucristo en su
último viaje a Jerusalén. Como él mismo había anunciado, su destino
era la cruz, pero en el camino no dejaba de enseñar a sus discípulos,
bien fuera por medio de sus palabras o por las obras que hacía.
Ahora llega a Jericó, a unos 25 kilómetros de Jerusalén, y allí tuvo
lugar un incidente que por su interés, el evangelista lo ha recogido en
su relato.

No obstante, notamos cierta diferencia entre los evangelistas en


cuanto al punto exacto donde ocurrió el incidente. Mientras que
Mateo y Marcos afirman que el milagro se produjo al "salir de Jericó",
Lucas dice que fue "acercándose Jesús a Jericó" (Lc 18:35). Quizá la
explicación a esta aparente contradicción la debamos buscar en el
hecho de que en aquel momento había dos ciudades que se llamaban
Jericó: por un lado estaban las ruinas de la antigua ciudad de la que
nos habla el Antiguo Testamento (Jos 6) y que fue destruida por
Josué, y la nueva Jericó construida por Herodes. Por lo tanto, puede
que cada uno de los evangelistas haya tomado como punto de
referencia una "Jericó" diferente, y dado que ambas estaban como a
un kilómetro y medio de distancia entre sí, deberíamos entender que
Bartimeo se encontraba en algún punto intermedio del camino entre
ellas. En cualquier caso, éste es un detalle interesante porque pone
de evidencia el carácter independiente de los relatos de los
evangelios, desmontando la teoría popular de que unos evangelistas
copiaban lo que escribían los otros.

"Bartimeo el ciego, hijo de Timeo"


Marcos explica para sus lectores que "Bartimeo" quería decir "hijo de
Timeo". La verdad es que la familiaridad con la que se refiere a ellos
nos hace pensar que tal vez el padre y el hijo llegaron a ser figuras
conocidas dentro de la iglesia primitiva.

También nos dice que Bartimeo era ciego y que como resultado era
pobre y se veía obligado a mendigar, dependiendo para su
supervivencia de la ayuda de otros. Sin lugar a dudas, su mendicidad
era un medio para ganarse la vida muy degradante.

Además, aunque la asistencia a Jerusalén para la fiesta de la pascua


era obligatoria para los varones mayores de doce años, Bartimeo se
encontraba impedido de ir. Para él, la fiesta lo único que le podía
aportar era que por el camino en donde él se ponía a mendigar, en
aquellos días pasara mucha más gente de lo habitual y podría
encontrar algunas pruebas de la generosidad de los peregrinos que
aliviaran en algo su necesidad.
"Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar
voces"
Pero aquel día Bartimeo percibió la presencia de un peregrino
especial, se trataba de Jesús nazareno, del que él había escuchado
hablar mucho.

Inmediatamente comenzó a "dar voces" con el fin de llamar su


atención. De ninguna manera quería perder la oportunidad que tenía
delante de él. Y lo cierto es que se trataba realmente de una
oportunidad única, ya que Jesús nunca más volvió a pasar por allí.
¡Cuántas oportunidades irrepetibles pierde la gente de nuestro
tiempo para acercarse y conocer a Jesús!

Pero Bartimeo no era así, con una actitud decidida y vigorosa, no dejó
de "dar voces" hasta que consiguió que Jesús le atendiera. Y así
ocurre con mucha frecuencia; las personas que no esperaríamos, en
los lugares menos indicados, son precisamente aquellas que actúan
movidas por un fuerte deseo de conocer a Jesús.

"¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!"


Así pues, un mendigo ciego, de la ciudad maldita y despreciada de
Jericó, había llegado a una comprensión más exacta y más profunda
de la Persona y la Obra de Jesús que los eruditos rabinos de
Jerusalén. ¡Qué paradoja! ¡Mientras Israel era ciego a la presencia del
Mesías entre ellos, un judío ciego lograba percibirlo con toda claridad!

Bartimeo había sido privado de la vista y no pudo ver las obras de


Jesús, pero las noticias que había recibido eran suficientes para
convencerle de que Dios había cumplido su promesa y había enviado
al Mesías. En cierto sentido, a nosotros nos ocurre lo mismo; hemos
oído hablar de su poder, de su gracia, y de su deseo de salvar a los
pecadores, aunque no lo podemos ver con nuestros propios ojos.

Notemos también que el ciego no sólo "veía" a Jesús como "el


hombre de Nazaret", sino que lo reconoció como el "Hijo de David".
Bartimeo entendió que Jesús era el verdadero Hijo de David, el
Mesías anunciado, el Rey tan largamente esperado por Israel, el
Salvador del mundo.
Pero no sólo se dirigió a él como el descendiente legítimo del rey
David, también reconoció su deidad. La forma en la que él esperaba
que Jesús tuviera misericordia de él era devolviéndole la vista.
Evidentemente una solicitud así nunca se había hecho a ningún rey de
Israel, ni siquiera al mismo David.

"Y muchos le reprendían para que callase"


No sabemos con exactitud por qué la multitud hizo esto:
Tal vez, para ellos un ciego no tenía ninguna importancia y además, su
forma de gritar y llamar la atención no estaban en consonancia con la
dignidad de la persona de Jesús.
Quizá tenían prisa por llegar a Jerusalén para establecer a Jesús como
rey y no querían que aquel mendigo les retrasara en su objetivo.
Por otro lado, su forma de dirigirse a Jesús como "el Hijo de David", no
gustaba nada a los dirigentes religiosos, ni tampoco habría sido bien
interpretado por los romanos. Tal vez las multitudes que le seguían
pensaron que aquello podría frustrar los planes mesiánicos que ellos se
habían formado en cuanto a Jesús.

Lo cierto es que cada vez que una persona quiere acercarse a Jesús,
siempre hay oposición. A veces será el diablo quien nos querrá hacer
creer que nosotros no somos importantes para Dios y que no
debemos pensar que él nos va a prestar la menor atención, otras nos
hará ver que Dios tiene cosas mucho más importantes en las que
pensar que en nuestras pequeñas necesidades. En otras ocasiones
puede ser una persona quien nos "bloquee" el acceso a Cristo; bien
puede ser un "amigo" o "amiga", la familia, la sociedad... Otros nos
intentarán desanimar diciéndonos que es "muy pronto" o "muy tarde"
para tomar una decisión de seguir a Jesús, o que vamos "muy
deprisa" o "muy lejos"...
El Señor permite todo esto para probar cuánto deseamos realmente
llegar hasta él. Y Bartimeo es un ejemplo extraordinario de una
voluntad firmemente decidida por acercarse a Jesús. Podemos
imaginarlo en su situación de ciego luchando contra toda aquella
gente que le quería hacer callar, desorientado sin poder ver
exactamente cuál era la actitud de Jesús frente a su clamor, pero no
cesando en su empeño. Su determinación y perseverancia en medio
de las dificultades son ejemplares para nosotros, que muchas veces
abandonamos por mucho menos. A él no le importaron los reproches
de los que estaban a su alrededor, ni hizo caso del ridículo que su
importunidad probablemente le acarrearía, porque por encima de
todo estaba su deseo de conocer a Jesús.

Esta inquebrantable insistencia de Bartimeo nos recuerda a la viuda


que pedía justicia ante el juez y que finalmente la obtuvo por su
perseverancia (Lc 18:1-8).

"Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle"


¿Pasaría de largo el Maestro? ¿Haría oídos sordos a su clamor? Por
supuesto que no. Aquel que había venido a dar su vida en rescate por
muchos, no pasaría de largo frente a este alma que suplicaba desde
lo profundo de su corazón. Para otros, Bartimeo tal vez no era más
que un pobre hombre, víctima de su enfermedad, alguien que no
contaba dentro de los grandes planes de gobierno que todos se
hacían en torno a Jesús. Pero el Señor no pensaba como ellos, él sí se
conmovía ante la necesidad y miseria que el pecado ha introducido en
este mundo y que quedaba patente en la situación en la que se
encontraba Bartimeo.

Por eso, en medio de aquella situación, Jesús lograba distinguir


perfectamente entre las voces de la multitud de curiosos que le
acompañaban, y la de aquel hombre, que aunque ciego, tenía un
conocimiento auténtico de su persona y una fe inquebrantable en él.
Así que el Señor mandó llamarle, y de repente, la actitud de la gente
cambió por completo: "ten confianza; levántate, te llama". ¡Que
contradictoria es la gente! Hacía un momento le estaban mandando
callar, y acto seguido le animan a que vaya a Jesús porque seguro
que le sanaría. ¿Por qué no le animaron desde el principio? Aquí
tenemos una clara evidencia de que no es muy sabio dejarse
condicionar por las opiniones de la gente, ya que éstas cambian
constantemente sin demasiada lógica.

"El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a


Jesús"
Su reacción a la llamada de Jesús fue inmediata y entusiasta.
Notemos los verbos que utiliza el evangelista para sugerirnos la
presteza con la que Bartimeo respondió al llamado: "Arrojó", "se
levantó", "vino".

¡Qué diferente de muchas personas que cuando escuchan el evangelio


dicen: "ahora soy muy joven, cuando esté a punto de morirme ya le
entregaré mi vida al Señor"! Esta actitud demuestra dos cosas: por un
lado, un grado elevado de insensatez, puesto que nadie sabe el
momento de su muerte, y por otro, que no aman al Señor ni su
salvación, porque de otro modo, no dejarían pasar ni un instante
antes de entregarle su vida. Pero el ciego Bartimeo no era así.

Un detalle muy interesante es que el ciego "arrojó su capa". No


debemos olvidar que para un mendigo como él esto era muy
significativo, puesto que sería lo único que tenía. De alguna manera
podríamos decir que para él la capa era tan valiosa como las fincas o
las casas que el joven rico pudiera tener. Pero la diferencia entre
ambos fue que Bartimeo no dudó ni por un momento en deshacerse
de ella con tal de poder llegar hasta Jesús.
Parece como si el evangelista quisiera completar el tema que trató
cuando el joven rico rechazó convertirse en un seguidor de Jesús
porque no quiso renunciar a sus riquezas, y por eso nos presenta
ahora a Bartimeo como un ejemplo positivo de lo que es la actitud
correcta de aquellos que quieren seguir a Jesús. En cualquier caso,
seamos pobres o ricos, el convertirnos en discípulos de Jesús nos
debe llevar inevitablemente a la ruptura de nuestra relación con las
posesiones: "Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que
posee, no puede ser mi discípulo" (Lc 14:33). Ahora bien, renunciar a
lo que se tiene no quiere decir necesariamente que tengamos que
venderlo todo. Por ejemplo, allí mismo, en la ciudad de Jericó, Jesús
alabó a Zaqueo porque a raíz de su encuentro con él, decidió dar la
mitad de sus bienes (no todos sus bienes) a los pobres (Lc 19:8-9).
Debemos entender por lo tanto, que renunciar a todo significa que
debemos admitir que todo lo que tenemos queda a la completa
disposición de Jesús para los propósitos que él estime convenientes.
Esto implica que en ocasiones podemos recibir un mandato directo de
venderlo todo para dárselo a los pobres, como fue el caso del joven
rico, o en otras ocasiones, nos dará la responsabilidad de
administrarlo hábilmente para los intereses de su reino, pero siempre
considerando que a partir de entregar nuestra vida al Señor todo
cuanto tenemos es de él y no nuestro.

Esto que comentamos fue la gran diferencia entre Bartimeo y el joven


rico: ambos tenían que rechazar su apego a las posesiones por el
apego a Jesús, pero sólo uno de ellos estuvo dispuesto a hacerlo.
Aquí tenemos la clave para entender cuál era la "cosa que le faltaba"
al joven rico: le faltaba Jesús, le faltaba amarle de verdad, tanto
como para desear estar con él más que cualquier otra cosa. Tenía que
dejar de atesorar dinero para atesorarle a él. No entendía que el
mayor tesoro del cielo es Cristo, así que si lo que realmente deseaba
era la vida eterna, lo que necesitaba era tener a Cristo. Eso era lo que
le faltaba.

Pero Bartimeo era diferente. Cuando escuchó que Jesús le llamaba,


arrojó decididamente su capa para ir a Jesús sin pensarlo dos veces.
Él sí apreciaba a Jesús.
Nosotros también debemos librarnos de todo aquello que nos pueda
suponer un obstáculo para atender el llamamiento del Señor. En
ocasiones esto puede ser un pecado concreto al que no estamos
dispuestos a renunciar completamente, pero en otras, puede ser algo
que no sea necesariamente pecaminoso, pero que nos "pesa" a la
hora de seguir con diligencia a Jesús, como por ejemplo una afición,
un trabajo, alguna amistad, las posesiones ...

(He 12:1) "Por tanto, nosotros también teniendo en derredor nuestro


tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del
pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante."

Bartimeo obedeció la voz del Señor, y aunque era ciego, llegó hasta
donde Jesús estaba, convirtiéndose para nosotros en un buen
ejemplo de aquellos que "andan por fe y no por vista" (2 Co 5:7).

"Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te


haga?"
La pregunta puede resultar un poco extraña: "¿Qué quieres que te
haga?". Si Jesús tenía poder para sanarle y aquel hombre lo
necesitaba tanto, ¿por qué hacerle esa pregunta?

Pero observemos el pasaje dentro de su contexto. En el relato


anterior Jesús preguntó exactamente lo mismo a Jacobo y Juan:
"¿Qué queréis que os haga?" (Mr 10:36). Ellos contestaron
mostrando su ambición en asuntos puramente materiales. Ahora
Jesús se encuentra con un hombre ciego que estaba mendigando, así
que lo más probable es que él quisiera algún tipo de ayuda
económica. Pero los intereses de Bartimeo no eran los de los hijos de
Zebedeo. El quería recobrar la vista para estar con Jesús. Esto lo
vemos con total claridad cuando más adelante, una vez que fue
sanado y el Señor le dijo que se fuera, él decidió acompañarle en el
camino hacia Jerusalén sin separarse de él.

Así que, la pregunta sirvió para poner en evidencia lo que realmente


había en su corazón y cuál era el interés concreto que tenía en Jesús.
No debemos olvidar que siempre hay personas que se acercan a Dios
sólo porque están interesadas en solucionar algún problema concreto
que les atormenta en la vida, pero no porque tengan interés en él.
Por otro lado, si Jesús lo hubiera sanado inmediatamente, no habría
tenido lugar ni el más mínimo intercambio de palabras. Pero el Señor
quería tener un encuentro con Bartimeo en el que éste pudiera
expresar su necesidad y evidenciara su fe, para de esta manera llegar
a establecer una relación de comunión personal con él.

Y también podemos decir que este encuentro nos enseña a pedir


cosas concretas. Bartimeo había comenzado pidiendo
"misericordia" (Mr 10:47-48), pero luego cuando estuvo ante el Señor
concretó de qué manera esperaba esa misericordia: "Maestro, que
recobre la vista". El ciego sabía muy bien lo que quería y lo pedía con
precisión y constancia. A veces nosotros oramos de forma tan
genérica y apática que nunca llegamos a ver respuestas concretas.
Pero Bartimeo es un buen ejemplo del que "pide con fe, no dudando
nada" (Stg 1:6).

"Vete, tu fe te ha salvado... y seguía a Jesús en el


camino"
La curación se produjo en respuesta a la fe del hombre, demostrada
por su persistente vehemencia, por su reconocimiento de Jesús como
Mesías y por su petición al Señor.

Ahora Bartimeo volvía a ver. Hasta este momento no había visto a


Jesús, ésta era la primera vez. Tal vez podemos preguntarnos cómo
esperaba que fuera Jesús. ¿Pensaba en una ser glorioso rodeado de
santos ángeles? ¿O creía que sería una figura vestida de ropaje real y
rodeado de nobles en el camino hacia el trono? Lo cierto es que
cuando pudo ver, se dio cuenta de que Jesús era simplemente un
viajero. ¿Quedó defraudado por ello? No, sino que siguió
reconociéndole como su Rey y continuó el camino con él "glorificando
a Dios" (Lc 18:43).

Tal vez pensó que si hubiera sido un Rey de ese otro tipo, tal como lo
imaginaban sus discípulos (Mr 10:42), no se habría acercado tanto a
los hombres que sufrían como él para escuchar su clamor y traerles
alivio.
Bartimeo se sentía profundamente agradecido. No era ese tipo de
personas que una vez que reciben de Dios lo que desean ya no se
acuerdan más de él. ¡De ninguna manera iba a dejar a su bendito
benefactor!, así que se unió a él en el camino que le llevaba a
Jerusalén.

Bartimeo había recibido la vista, y con ello había ganado su


independencia; nunca más tendría que volver a mendigar. Era libre de
su enfermedad, recuperó también su dignidad social, e incluso podía
ir a Jerusalén a participar de la pascua como un judío más. Sin duda,
para él esa pascua tuvo que ser muy especial, porque bien podía decir
que había sido librado de la esclavitud en la que se había encontrado
debido a su estado. Todo esto viene a confirmar e ilustrar las palabras
que Jesús había dicho: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mr
10:45).

Preguntas
1. ¿Por qué cree que Marcos incluyó este incidente en su evangelio?
Razone acerca de su importancia en relación con el contexto.

2. ¿Cómo manifestó Bartimeo su fe en Jesús? Intente recopilar el


mayor número de evidencias posibles y explíquelas con sus propias
palabras.

3. Analice el comportamiento de la multitud a lo largo del pasaje.


¿Qué aprende de ello?

4. Jesús le preguntó al ciego: "¿qué quieres que te haga?". ¿Por qué


lo hizo?

5. ¿En qué aspectos cambió la vida de Bartimeo después de su


encuentro con Jesús?

El Ciego Bartimeo
 GuyArAl    1 julio, 2016    Comentarios desactivadosen El Ciego Bartimeo
Cuando
hemos leído los evangelios unas cuantas veces, la historia de Bartimeo,
(Marcos 10:46-52 y Lucas 18:35-43) puede llegar a convertirse simplemente
en una más. Si bien tiene la importancia de revelar uno de los milagros del
Señor, su brevedad y simpleza hace que pronto se confunda con los demás,
incluso, que pierda cierto grado de trascendencia en cuanto a demostrar la
divinidad del Hijo del Hombre. Es cierto, hay milagros cuyas circunstancias y
realizaciones, ya sea por su singularidad, por lo extraordinario, por la
dificultad que representaban, etc., pueden parecernos mucho más
significativos que el experimentado por Bartimeo.

Sin embargo, una de las características del Hijo de Dios, fue su insuperable capacidad
de enseñar grandes temas por medios de situaciones extremadamente simples,
sencillas, comunes.

Esta breve historia no es una excepción.

Estos pocos versículos contienen una enseñanza fundamental para la humanidad. La


historia del ciego Bartimeo ilustra, como pocas, las miserias de nuestra sociedad. Pero
también, cuan grandes cambios suceden en las personas que el Señor relaciona.

Cada protagonista de esta escena tiene mucho para enseñarnos.

Por un lado está Bartimeo con su ceguera. Es fácil imaginar las limitaciones e
impedimentos que sufría este hombre, al recordar que recién en este último siglo se
han comenzado a considerar, y tratar de suplir, las necesidades básicas de los no-
videntes.
El hecho de encontrarlo a la orilla del camino “mendigando” señala, crudamente, cuales
eran sus expectativas y posibilidades como ser humano. Carente de autoestima,
valoración, respeto por si mismo, sin ningún propósito de vida, y lo más probable, lleno
de amargura, frustraciones, resentimientos, incluso, con una buena dosis de confusión
en cuanto al amor, la bondad y la justicia de Dios.

Bartimeo a la orilla del camino oye pasar a mucha gente. Sin embargo, tiene que estar
allí todo el día, todos los días, para que las limosnas que recibe le alcancen para
sobrevivir. Oye como pasan los ricos en sus carruajes, y no pocas veces, en lugar de
una moneda o una migaja de pan recibe desprecio por su persona, condena por su
ceguera, y reproche por su acción de mendigar.

Si algo abundaba en la vida de Bartimeo eran motivos para sentirse decepcionado. Por
su propia imposibilidad, por la insensibilidad de la gente, incluso, por la aparente
pasividad de Dios mismo.

“La esperanza es lo último que se pierde” , se dice. Pero no siempre es fácil mantenerla
viva. Es necesario vivir una experiencia similar para reconocer la lucha cotidiana que
implica perseverar en eso de que “ya, un día, la vida me sonreirá”. No todos tienen la
misma fortaleza. Mientras unos pueden “aguantar” muchas adversidades, otros a la
primera ya se sienten derrotados. Aún así, es cierto que, aunque no sea más que una
tenue e imperceptible lucecita, aunque parezca humo y nada más, cuando se permite
que nazca la fe, la esperanza también renace para brillar con todo su esplendor.

Eso fue lo que pasó con Bartimeo. Cuando ese día escuchó que el que pasaba por “su
camino” era un tal Jesús, hijo de David, de quien se contaba que había sanado
enfermedades y males de infinidad de personas, Bartimeo creyó que “su día, en el cual
la vida le sonreiría” al fin había llegado. Creyóque ese Jesús sería la solución a sus
problemas, y su esperanza renació de pronto y con tanto ímpetu que, aunque quisieron
callarlo, su insistente voz venció a la multitud y llegó a los oídos del Hijo de David.

Tal persistencia solo podía ser fruto de una fe que merecía ser atendida. Y lo fue.

En respuesta a su clamor, el Señor lo llama a su presencia. Y entonces, sin dudarlo un


solo instante, se levanta, deja su capa y se apresura para encontrarse con Jesús.
Tampoco duda cuando el Señor le pregunta – “Qué quieres que te haga” . Su respuesta
es inmediata –“Señor, que reciba la vista”. E idéntica actitud manifiesta luego que el
Señor le dice –“Recíbela. Tu fe te ha salvado” .

Ese encuentro con el Señor fue decisivo. Cambió por completo la vida de Bartimeo.
Ahora no solo tiene vista sino que ve la vida desde una perspectiva diferente. Todas
sus frustraciones, sus resentimientos, sus carencias de afecto, de reconocimiento, de
valor y de propósito las ha dejado atrás con “su capa y sus limosnas”. Ahora su rostro
irradia felicidad. Su vida tiene sentido. De su renovado corazón fluye a borbotones
gratitud, adoración, alabanza, y un gozo indescriptible.

No era un fruto de “la emoción del momento” causada por estar junto al Señor. No era
un sentimiento motivado por “el bien recibido”. Era el resultado de haber
experimentado un cambio integral en su vida. Prueba de ello es que, cuando Jesús
continúa su marcha, Bartimeo deja atrás “su capa y sus limosnas”, renuncia a “las
limitaciones e impedimentos” que su ceguera le había producido, y con una muy firme
determinación, sigue a Jesús en su camino ¡glorificando a Dios!

Hoy, vivimos en medio de una sociedad que sufre un grave estado de ceguera
espiritual. A nuestro alrededor abundan “Bartimeos” cuyas vidas carecen de sentido y
propósitos.

“Bartimeos” que mendigan aunque más no sea una sola palabra de consuelo, aliento,
elogio, que les devuelva un poco de confianza en la humanidad.

“Bartimeos” que necesitan con urgencia alguna muestra de aceptación, afecto,


valoración, que eleve tan solo un poco su frágil autoestima.

“Bartimeos” cargados de frustraciones, resentimientos, decepciones, rencores, falta de


identidad, incapaces de creer en valores tan básicos como el amor, la bondad, la
justicia.

“Bartimeos” incomprendidos, marginados y condenados por su aspecto, su color, su


creencia, sus actitudes, su ocupación, sus reacciones.

“Bartimeos” y muchos más “Bartimeos”.

Es posible que no pocas veces, por distintas circunstancias, nosotros mismos nos
hemos identificados con alguno de estos “Bartimeos”. Tal vez, incluso, ahora mismo
estemos pensando –“Esto es exactamente lo que me pasa”. –“Así es como me siento a
veces”.

Si algo de esto pasa contigo, este relato contiene una muy Buena Noticia para ti. El
mismo Hijo de David, el Cristo resucitado, puede cambiar tu situación. Es más,
quiere transformar tu “ser” dándote la visión correcta acerca de la vida, las
circunstancias, las personas, los problemas, las adversidades, lo bueno, lo malo, Dios
mismo y su forma de tratar contigo.

No precisas pasar más tiempo a la orilla del camino“mendigando” migajas de


atención, limosnas de afecto, que sólo sirven para “ir tirando” y sobrevivir un día más.
Apocalipsis 3:20 asegura que ahora mismo el Hijo de Dios está a la puerta de tu
corazón llamando y pidiéndote que le permitas entrar para suplir en abundancia todas
tus carencias y necesidades, para cambiar tus impedimentos en posibilidades, para
transformar tus limitaciones en fortalezas de poder, para darle a tu vida significado y
propósito, para hacer de ti una nueva persona, llena de expectativas, entusiasmo,
ganas de vivir y disfrutar cada minuto de tu existencia; una persona agradecida, capaz
de amar y sentirse amada, capaz de aceptar a los demás con sus aspiraciones y
defectos y sentirse igualmente aceptada; una persona que se identifica con Su Salvador
y lo sigue en Su Camino con gozo, alabanza y adoración a Dios.

¿Te parece imposible? ¿Piensas que solo un milagro podría producir semejantes
cambios en tu vida? Tienes razón.

Pero ¡Gracias a Dios! Los milagros existen. Fue un milagro lo que le cambió la vida a
Bartimeo. Y solo un milagro puede cambiar la tuya. Eso sí, depende de ti. Depende de
que tú “quieras” recibir ese milagro, y “creas” que puede suceder.

Tú tienes que “querer” recibir la “vista” que el Señor quiere darte. Tú tienes que estar
dispuesto, como Bartimeo, a dejar tu capa y tus limosnas, tus limitaciones e
impedimentos, tus carencias y necesidades, tú tienes que venir al Señor, con total
determinación, venciendo cualquier obstáculo que tratara de impedirte llegar a él, y
una vez más, eres tú quien tiene que permitir, con plena certidumbre de fe, que el
Señor obre en tu vida todos los cambios que él considera necesario hacer.

Si tú “quieres” y “crees” entonces, ¡el milagro ocurrirá! “Tu fe te habrá salvado”. Y


puedes estar completamente seguro de que, así como para Bartimeo, tu encuentro con
el Señor también será decisivo.

Cambiará por completo tu existencia. Comenzarás a ver la vida desde una perspectiva
diferente. Tu vida tendrá sentido. Tu rostro reflejará felicidad. Y de tu renovado
corazón no podrás callar la gratitud, la adoración y la alabanza a Dios.

Y una vez que lo hayas experimentado ¡ya no volverás a la orilla del camino! ¡Dejarás
de mendigar y Seguirás al Señor en Su camino!

Lo cual, no solo te permitirá vencer la tentación de volverte atrás a compadecerte o a


hacerte la víctima de alguna de tus pasadas carencias, sino que además te ayudará a
vivir dentro de la nueva perspectiva de vida que el Señor te ofrece.

¿Te parece que vale la pena creer al Señor? Pues, ¡hazlo! Deja de mendigar migajas
cuando el Señor te ofrece todo el pan. Ábrele la puerta de tu corazón, permítele entrar,
entrégale todas tus debilidades e impotencias, y cree que él puede producir el milagro
que tu vida necesita y ¡lo experimentarás!
 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, Bartimeo un ciego estaba sentado junto al camino
mendigando; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.

Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.

Entonces dio voces, diciendo: !Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 

Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: !Hijo de David, ten
misericordia de mí!

Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó, diciendo:
¿Qué quieres que te haga?

Y él dijo: Señor, que reciba la vista. 

Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.

 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.

(Marcos 10: 46-52)

Bartimeo: es el modelo del que “sigue a Jesús por el camino” (Mc 10,52) hacia Jerusalén, a donde
entrará enseguida. Jesús le ha “abierto los ojos”, en contraste con la “ceguera” de los discípulos. Ha
cobrado ánimo ante la intuida presencia de Jesús, ante su llamada, que Jesús encarga que le
comuniquen, ante el interés de Jesús por Él. Ha arrojado el manto con que cubría su postración. El que
estaba fuera del camino y parado, de un salto camina hacia Jesús. Y por su fe en el Señor, ahora, por fin
“ve”. Y por eso “camina”. Siguiendo a Jesús.

Esta es la inspiradora historia del ciego Bartimeo. Podemos encontrar varias


situaciones:

1. Dice que era un ciego. Nuestro texto de hoy proporciona una valiosa información. 
o Dice que el ciego se llamaha Bartimeo. Hay quienes aseguran que esa
palabra significa “hijo de Timeo”, es decir, “hijo de un ciego”. El ciego Bartimeo era hijo del
ciego Timeo.
o Bartimeo hace pregunta qué ocurría, pues el gentío que se movía a su alrededor no era
normal en Jericó. 
o Cuando le dijeron que Jesús de Nazaret estaba pasando por la ciudad, Bartimeo se
estremeció. 
o Bartimeo esperaba hacía mucho tiempo esta oportunidad. 
o Jesús estaba cerca y el creía que podía devolverle la vista. Sin perder tiempo, sin ninguna
inhibición, comenzó a gritar; -Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí-. Los gritos eran
estridentes, casi ofensivos, para un personaje tan importante como Jesús de Nazaret, quien
se encontraba en el apogeo de su fama y de su popularidad. La gente comenzó a
reprenderlo, diciéndole que se callara. Pero Bartimeo no estaba dispuesto a desaprovechar
su únicaoportunidad de ser sanado por Jesús, y siguió gritando.
 

 La fe nos acerca a Dios, nos hace tener esperanza cuando todo alrededor nuestro parece venirse
abajo. Nos hace levantar la voz cuando nos mandan callar. Nos hace pedir al Señor lo que
necesitamos en la certeza de que nos lo concederá si en verdad redunda en beneficio de nuestra
alma.
 Bartimeo sabía bien en quién había creído. Probablemente había oído hablar de Cristo, de sus
sermones, de sus milagros. Y su corazón dio un salto de alegría cuando supo que el Mesías estaba
a pocos pasos de donde él se encontraba. Y como sintiendo que nunca en la vida volvería a tener
la oportunidad de recibir la bendición de Dios, alzó su voz pidiendo misericordia de Aquel que
era la misericordia de Dios encarnada. No permitió que ahogaran sus palabras. Podía ser ciego
pero no mudo. Y su fe era firme. Esa fe le devolvió la vista. Pero al ser sanado no se fue a su casa.
Siguió a Cristo.
 ¿Tenemos hoy esa fe? ¿levantaremos nuestra voz al paso de nuestro Señor cuando estemos
postrados pidiendo limosna a un mundo que apenas puede darnos unas monedas de falsa
felicidad, ajena al verdadero amor? ¿Seguiremos a aquellos que nos piden que hablemos bajito
para no molestar? ¿Dejaremos que Cristo pase por nuestras vidas sin tirarnos a sus pies pidiendo
misericordia? ¿o es que no necesitamos de la misericordia de Dios? Y una vez obtenida,
¿volveremos sobre nuestros pasos o nos convertiremos en verdaderos discípulos del Señor?
 Sigamos el ejemplo de Bartimeo. Hoy Cristo se nos acerca en misericordia. Cuando nos
acerquemos a jesús, dejemos que nuestra alma grite: "Hijo de David, ten compasión de mí". Y
cuando le hayamos recibido, no regresemos a casa como si tal cosa. Porque mayor milagro y
mayor bendición hay en recibir la bendición de Cristo que es recuperar la vista. No permitamos
que acabe tras salir del templo. Salgamos de ella como verdaderos discípulos, dispuestos a
dedicar el resto del día a Aquel que nos da la vida.
 Bartimeo es ciego. La ceguera representa oscuridad, confusión, un no saber para dónde se va,
esto es, representa a un hombre que se encuentra totalmente desubicado. Hay quienes pueden
ver las cosas del mundo, pero no saben para dónde van, no han podido ubicarse en su vida.
Bartimeo se presenta como un hombre limosnero, esto nos hace ver que es un hombre
dependiente, no puede ganarse la vida por sí mismo, depende de la generosidad de los demás.
Muchos hombres y mujeres son limosneros, no sólo de dinero, sino de amor, de atención, de
cariño.
 Bartimeo está ciego, pero no sordo. La ceguera no va a ser su obstáculo, cuando el ser humano
quiere ser libre, no hay obstáculos que se lo impidan. Ninguna incapacidad nos obstaculiza
cambiar, mejorar, sanarnos cuando de verdad se quiere. Él puede que no vea, pero sí puede
percibir lo que sucede a su alrededor. Es valioso encontrar esta capacidad en Bartimeo, porque
los hombres hemos ido perdiendo esa capacidad de encontrar a Dios, en su paso diario por
nuestra existencia. Bartimeo comienza a gritar, no le importa qué puedan decir de si actitud las
personas que están al lado. No hay formalismos que le preocupen; su intención es encontrarse
con el Señor
 “Hijo de David ten compasión de mí” David es el Rey por excelencia, es un Rey de Poder. Los
israelitas, al esperar al Hijo de David, esperan a alguien con mucho poder. Bartimeo ha
reconocido en Jesús el poder de sanarle la incapacidad que lo ha acompañado desde siempre. Al
pedirle compasión, él pide que Jesús haga suyo el dolor que él experimenta. Tener compasión es
sentir desde dentro, es comprometerse con el dolor del otro. Necesitamos que el Señor haga suyo
nuestro dolor.
 Pero nunca faltan los que se oponen a nuestra búsqueda de Dios. Algunos de los que venían con
Jesús, tratan de callar a Bartimeo. Muchos de ellos se creen dueños del Maestro y consideran que
pueden decidir quién se acerca al Maestro y quién no. Es muy probable que nosotros asumamos
muchas veces esta actitud de creer que podemos decidir quién se acerca al Señor y quién no.
También podemos entender ese intento de hacer callar al ciego Bartimeo como los obstáculos que
los demás nos colocan para que no sigamos al Señor. Todos los días encontramos personas que
buscan alejarnos del camino del Señor; para ello usan burlas, ofensas, todo lo que esté a su
alcance. Normalmente, hay gente que quiere alejarnos del encuentro con el Dios de la vida.
 

    Lo importante es la actitud de Bartimeo, él no hace caso al intento de los otros por callarle, él sigue
gritando. La tenacidad es necesaria para seguir al Señor. No podemos creer que todo el mundo nos va a
felicitar por nuestro encuentro con Dios, ya que no faltan los que buscarán la manera de que volvamos
al fango del cual hemos tratado de salir. No se puede desfallecer, es necesario luchar tenazmente.

 Jesús nunca dejará esperando a quien lo llama. Nadie que clame a Jesús se quedará sin
respuesta. Él detiene su caminar, Bartimeo merece toda su atención, por eso se detiene. No lo
atiende a la carrera, no lo atiende mientras va caminando. Jesús pide que lo llamen y aparece
otro grupo de personas que hace todo lo contrario del primero. Si el primero le dijo que no
gritara, que se callara, este segundo grupo le dice: Te está llamando. Si no falta los que tratan de
desanimarte, tampoco falta los que te animen a encontrarte con Él.
 El diálogo entre Bartimeo y Jesús es tan simple como profundo. ¿Qué quieres que haga por ti? Si
se da cuenta de que es ciego, para qué la pregunta. Es necesario que el hombre verbalice lo que
necesita. Nombrar las dificultades es el inicio de la superación de éstas. Bartimeo sabe lo que
necesita. No duda. Señor que vea.
 La respuesta del Señor no se deja esperar: “Recobra la vista”. Todo lo que se pide con fe se
obtiene. El poder de la confianza y la fe es más grande que cualquier necesidad humana. El
problema es llegar a creer y creer bien. Normalmente somos personas de poca fe y por esto no
alcanzamos a ver todos los milagros que suceden diariamente. Bartimeo, gracias a su fe, obtiene
lo que necesita: salud y salvación.
Bartimeo empieza a caminar con Jesús, el que estaba sentado, ahora camina, el que antes pedía ahora
es dueño de sí mismo.

https://www.youtube.com/watch?v=DklrZw-p7KE

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