El Ciego Bartimeo
El Ciego Bartimeo
El Ciego Bartimeo
Predicas Cristianas
Marcos 10:46-52
“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino
mendigando“. (vers. 46)
Este pasaje lo encontramos en los 3 evangelios llamados sinópticos porque manejan pasajes paralelos, marcos nos habla sobre la forma que le decían a
este ciego, le decían Bartimeo que quería decir hijo de Timeo, es decir este hombre no era conocido por su nombre, era conocido como el hijo de, en
este caso Timeo
Este ciego no era para nada importante, de hecho para esa cultura el hecho de ser ciego era catalogado como una maldición debido al pecado, así que a
este hombre solo lo conocían como, ese es el hijo de Timeo, el que es ciego.
Es sobre este hombre sin importancia, un completo don nadie, un cero a la izquierda del que vamos a hablar en este día. Se dice que todos los
mendigos se ubicaban a la salida de Jericó porque ese camino guiaba hacia Jerusalén y como estaba cerca la Pascua judía entonces por ahí transitaba
mucha gente y ellos aprovechaban para pedir limosna.
“Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que
callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (verss. 47-48)
Fíjense como la gente trataba a este hombre, fíjense como para esta gente este pobre hombre no tenía aportunidad de conseguir algo de parte de Jesús,
lo reprenden, callese, deje de gritar, no pierda el tiempo.
Hacia lo único que podía hacer porque no podía ver
Pero este hombre seguía haciendo lo único que podía hacer en ese momento, gritar, no veía a Jesús, no sabía dónde estaba, no sabía si venía adelante
de la multitud o en el medio o tal vez vendría atrás.
Bartimeo no lo sabía, solo podía hacer algo y era tratar de gritar tan duro para que quizás Jesús lo pudiera oír, aunque eso también era algo bien difícil
debido a que Jesús no iba solo, era una multitud que iba con Él, mucho ruido, gente gritando también, gente hablando. Sería difícil ser oído de tal forma
que llame la atención.
Bartimeo tal vez piensa es mi única oportunidad, Jesús nunca volverá a pasar por aquí, es está o nunca será, no voy a desaprovechar esta oportunidad y
no cesa de gritar.
No se deja influenciar por lo que la gente dice
Bartimeo no se deja influenciar por lo que la gente dice, el no se deja debilitar al escuchar las palabras de la multitud que le dicen callese, no grite, es en
vano hacerlo, no lo intente más, no lo va a conseguir, este hombre no los oye.
Parece que Bartimeo tambien era sordo porque no oye a está gente, él se empeña en gritar más fuerte sin importar lo que está oyendo decir, hace lo
único que puede hacer, gritar.
Se parece a muchos de nosotros. Nos dicen algo y dejamos todo tirado, hablan de nosotros y ya no queremos seguir más, escuchamos que alguien fallo
y decimos no vuelvo por allá, si no nos motivan no seguimos, si no nos motivan nos vamos, si no están detrás de nosotros para que hagamos algo no lo
hacemos.
Bartimeo no recibió ninguna motivación, antes fue lo contrario, recibió desmotivación, pero el tenia una necesidad, había algo en el que realmente
necesitaba, anhelaba ver.
Eso lo motiva a clamar fuerte a pesar que la gente le motivaba a no hacerlo, no grite, callese, Jesús no le va poner cuidado a alguien como usted,
resignese a esa condición pero el no oye lo que la gente dice.
“Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama“. (vers. 49)
Bartimeo lo consigue, logra llamar la atención de Jesús y los que antes le decían callese, ahora le dicen ten confianza, levántate, Jesús te está llamando.
Si ven como de la gente no se puede fiar, los que hoy de quieren hundir mañana te pueden estar alentando, o los que hoy de alientan mañana de
pueden estar tratando de hundir.
Las opiniones en las personas cambian mucho, los que hoy te quieren mañana no, los que hoy no te quieren mañana si pero debemos saber y tener
siempre presente que el Señor nunca cambia.
Jesús llama a Bartimeo.
“El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús“. (vers. 50)
No podemos dejar de lado esto que hace Bartimeo, dice que arroja su capa para ir a Jesús.
La capa para Bartimeo representaba su mayor tesoro para él, ellos dormían en la calle, se arropan con su capa para protegerse del frío, en el día se
cubrían del sol y la arena, allí mismo recogían las monedas que les daban.
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El ciego Bartimeo recibe la vista - Marcos
10:46-52
(Mr 10:46-52) "Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus
discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo,
estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús
nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten
misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él
clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces
Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole:
Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se
levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que
te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le
dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía
a Jesús en el camino."
Introducción
Este es el último milagro de sanidad que Marcos registra en su
evangelio, y sirve de conclusión a toda la sección que venimos
estudiando.
Primeramente vemos al Señor deteniéndose en el camino para atender
a un ciego. Un ejemplo de lo que acababa de decir: "El Hijo del Hombre
vino para servir" (Mr 10:45).
También nos llama la atención que el ciego dejó todo lo que tenía para
seguir a Jesús. Una actitud totalmente diferente de la del joven rico,
que se había ido triste porque para él sus pertenencias eran más
importantes que Jesús (Mr 10:21-22).
Y finalmente veremos al ciego completamente restaurado, habiendo
pasado de la mendicidad a recobrar su libertad y dignidad, lo que sirve
para ilustrar en qué iba a consistir el "rescate" que Jesús iba a
conseguir por medio de la entrega de su propia vida (Mr 10:45).
También nos dice que Bartimeo era ciego y que como resultado era
pobre y se veía obligado a mendigar, dependiendo para su
supervivencia de la ayuda de otros. Sin lugar a dudas, su mendicidad
era un medio para ganarse la vida muy degradante.
Pero Bartimeo no era así, con una actitud decidida y vigorosa, no dejó
de "dar voces" hasta que consiguió que Jesús le atendiera. Y así
ocurre con mucha frecuencia; las personas que no esperaríamos, en
los lugares menos indicados, son precisamente aquellas que actúan
movidas por un fuerte deseo de conocer a Jesús.
Lo cierto es que cada vez que una persona quiere acercarse a Jesús,
siempre hay oposición. A veces será el diablo quien nos querrá hacer
creer que nosotros no somos importantes para Dios y que no
debemos pensar que él nos va a prestar la menor atención, otras nos
hará ver que Dios tiene cosas mucho más importantes en las que
pensar que en nuestras pequeñas necesidades. En otras ocasiones
puede ser una persona quien nos "bloquee" el acceso a Cristo; bien
puede ser un "amigo" o "amiga", la familia, la sociedad... Otros nos
intentarán desanimar diciéndonos que es "muy pronto" o "muy tarde"
para tomar una decisión de seguir a Jesús, o que vamos "muy
deprisa" o "muy lejos"...
El Señor permite todo esto para probar cuánto deseamos realmente
llegar hasta él. Y Bartimeo es un ejemplo extraordinario de una
voluntad firmemente decidida por acercarse a Jesús. Podemos
imaginarlo en su situación de ciego luchando contra toda aquella
gente que le quería hacer callar, desorientado sin poder ver
exactamente cuál era la actitud de Jesús frente a su clamor, pero no
cesando en su empeño. Su determinación y perseverancia en medio
de las dificultades son ejemplares para nosotros, que muchas veces
abandonamos por mucho menos. A él no le importaron los reproches
de los que estaban a su alrededor, ni hizo caso del ridículo que su
importunidad probablemente le acarrearía, porque por encima de
todo estaba su deseo de conocer a Jesús.
Bartimeo obedeció la voz del Señor, y aunque era ciego, llegó hasta
donde Jesús estaba, convirtiéndose para nosotros en un buen
ejemplo de aquellos que "andan por fe y no por vista" (2 Co 5:7).
Tal vez pensó que si hubiera sido un Rey de ese otro tipo, tal como lo
imaginaban sus discípulos (Mr 10:42), no se habría acercado tanto a
los hombres que sufrían como él para escuchar su clamor y traerles
alivio.
Bartimeo se sentía profundamente agradecido. No era ese tipo de
personas que una vez que reciben de Dios lo que desean ya no se
acuerdan más de él. ¡De ninguna manera iba a dejar a su bendito
benefactor!, así que se unió a él en el camino que le llevaba a
Jerusalén.
Preguntas
1. ¿Por qué cree que Marcos incluyó este incidente en su evangelio?
Razone acerca de su importancia en relación con el contexto.
El Ciego Bartimeo
GuyArAl 1 julio, 2016 Comentarios desactivadosen El Ciego Bartimeo
Cuando
hemos leído los evangelios unas cuantas veces, la historia de Bartimeo,
(Marcos 10:46-52 y Lucas 18:35-43) puede llegar a convertirse simplemente
en una más. Si bien tiene la importancia de revelar uno de los milagros del
Señor, su brevedad y simpleza hace que pronto se confunda con los demás,
incluso, que pierda cierto grado de trascendencia en cuanto a demostrar la
divinidad del Hijo del Hombre. Es cierto, hay milagros cuyas circunstancias y
realizaciones, ya sea por su singularidad, por lo extraordinario, por la
dificultad que representaban, etc., pueden parecernos mucho más
significativos que el experimentado por Bartimeo.
Sin embargo, una de las características del Hijo de Dios, fue su insuperable capacidad
de enseñar grandes temas por medios de situaciones extremadamente simples,
sencillas, comunes.
Por un lado está Bartimeo con su ceguera. Es fácil imaginar las limitaciones e
impedimentos que sufría este hombre, al recordar que recién en este último siglo se
han comenzado a considerar, y tratar de suplir, las necesidades básicas de los no-
videntes.
El hecho de encontrarlo a la orilla del camino “mendigando” señala, crudamente, cuales
eran sus expectativas y posibilidades como ser humano. Carente de autoestima,
valoración, respeto por si mismo, sin ningún propósito de vida, y lo más probable, lleno
de amargura, frustraciones, resentimientos, incluso, con una buena dosis de confusión
en cuanto al amor, la bondad y la justicia de Dios.
Bartimeo a la orilla del camino oye pasar a mucha gente. Sin embargo, tiene que estar
allí todo el día, todos los días, para que las limosnas que recibe le alcancen para
sobrevivir. Oye como pasan los ricos en sus carruajes, y no pocas veces, en lugar de
una moneda o una migaja de pan recibe desprecio por su persona, condena por su
ceguera, y reproche por su acción de mendigar.
Si algo abundaba en la vida de Bartimeo eran motivos para sentirse decepcionado. Por
su propia imposibilidad, por la insensibilidad de la gente, incluso, por la aparente
pasividad de Dios mismo.
“La esperanza es lo último que se pierde” , se dice. Pero no siempre es fácil mantenerla
viva. Es necesario vivir una experiencia similar para reconocer la lucha cotidiana que
implica perseverar en eso de que “ya, un día, la vida me sonreirá”. No todos tienen la
misma fortaleza. Mientras unos pueden “aguantar” muchas adversidades, otros a la
primera ya se sienten derrotados. Aún así, es cierto que, aunque no sea más que una
tenue e imperceptible lucecita, aunque parezca humo y nada más, cuando se permite
que nazca la fe, la esperanza también renace para brillar con todo su esplendor.
Eso fue lo que pasó con Bartimeo. Cuando ese día escuchó que el que pasaba por “su
camino” era un tal Jesús, hijo de David, de quien se contaba que había sanado
enfermedades y males de infinidad de personas, Bartimeo creyó que “su día, en el cual
la vida le sonreiría” al fin había llegado. Creyóque ese Jesús sería la solución a sus
problemas, y su esperanza renació de pronto y con tanto ímpetu que, aunque quisieron
callarlo, su insistente voz venció a la multitud y llegó a los oídos del Hijo de David.
Tal persistencia solo podía ser fruto de una fe que merecía ser atendida. Y lo fue.
Ese encuentro con el Señor fue decisivo. Cambió por completo la vida de Bartimeo.
Ahora no solo tiene vista sino que ve la vida desde una perspectiva diferente. Todas
sus frustraciones, sus resentimientos, sus carencias de afecto, de reconocimiento, de
valor y de propósito las ha dejado atrás con “su capa y sus limosnas”. Ahora su rostro
irradia felicidad. Su vida tiene sentido. De su renovado corazón fluye a borbotones
gratitud, adoración, alabanza, y un gozo indescriptible.
No era un fruto de “la emoción del momento” causada por estar junto al Señor. No era
un sentimiento motivado por “el bien recibido”. Era el resultado de haber
experimentado un cambio integral en su vida. Prueba de ello es que, cuando Jesús
continúa su marcha, Bartimeo deja atrás “su capa y sus limosnas”, renuncia a “las
limitaciones e impedimentos” que su ceguera le había producido, y con una muy firme
determinación, sigue a Jesús en su camino ¡glorificando a Dios!
Hoy, vivimos en medio de una sociedad que sufre un grave estado de ceguera
espiritual. A nuestro alrededor abundan “Bartimeos” cuyas vidas carecen de sentido y
propósitos.
“Bartimeos” que mendigan aunque más no sea una sola palabra de consuelo, aliento,
elogio, que les devuelva un poco de confianza en la humanidad.
Es posible que no pocas veces, por distintas circunstancias, nosotros mismos nos
hemos identificados con alguno de estos “Bartimeos”. Tal vez, incluso, ahora mismo
estemos pensando –“Esto es exactamente lo que me pasa”. –“Así es como me siento a
veces”.
Si algo de esto pasa contigo, este relato contiene una muy Buena Noticia para ti. El
mismo Hijo de David, el Cristo resucitado, puede cambiar tu situación. Es más,
quiere transformar tu “ser” dándote la visión correcta acerca de la vida, las
circunstancias, las personas, los problemas, las adversidades, lo bueno, lo malo, Dios
mismo y su forma de tratar contigo.
¿Te parece imposible? ¿Piensas que solo un milagro podría producir semejantes
cambios en tu vida? Tienes razón.
Pero ¡Gracias a Dios! Los milagros existen. Fue un milagro lo que le cambió la vida a
Bartimeo. Y solo un milagro puede cambiar la tuya. Eso sí, depende de ti. Depende de
que tú “quieras” recibir ese milagro, y “creas” que puede suceder.
Tú tienes que “querer” recibir la “vista” que el Señor quiere darte. Tú tienes que estar
dispuesto, como Bartimeo, a dejar tu capa y tus limosnas, tus limitaciones e
impedimentos, tus carencias y necesidades, tú tienes que venir al Señor, con total
determinación, venciendo cualquier obstáculo que tratara de impedirte llegar a él, y
una vez más, eres tú quien tiene que permitir, con plena certidumbre de fe, que el
Señor obre en tu vida todos los cambios que él considera necesario hacer.
Cambiará por completo tu existencia. Comenzarás a ver la vida desde una perspectiva
diferente. Tu vida tendrá sentido. Tu rostro reflejará felicidad. Y de tu renovado
corazón no podrás callar la gratitud, la adoración y la alabanza a Dios.
Y una vez que lo hayas experimentado ¡ya no volverás a la orilla del camino! ¡Dejarás
de mendigar y Seguirás al Señor en Su camino!
¿Te parece que vale la pena creer al Señor? Pues, ¡hazlo! Deja de mendigar migajas
cuando el Señor te ofrece todo el pan. Ábrele la puerta de tu corazón, permítele entrar,
entrégale todas tus debilidades e impotencias, y cree que él puede producir el milagro
que tu vida necesita y ¡lo experimentarás!
Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, Bartimeo un ciego estaba sentado junto al camino
mendigando; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.
Entonces dio voces, diciendo: !Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: !Hijo de David, ten
misericordia de mí!
Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó, diciendo:
¿Qué quieres que te haga?
Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Bartimeo: es el modelo del que “sigue a Jesús por el camino” (Mc 10,52) hacia Jerusalén, a donde
entrará enseguida. Jesús le ha “abierto los ojos”, en contraste con la “ceguera” de los discípulos. Ha
cobrado ánimo ante la intuida presencia de Jesús, ante su llamada, que Jesús encarga que le
comuniquen, ante el interés de Jesús por Él. Ha arrojado el manto con que cubría su postración. El que
estaba fuera del camino y parado, de un salto camina hacia Jesús. Y por su fe en el Señor, ahora, por fin
“ve”. Y por eso “camina”. Siguiendo a Jesús.
1. Dice que era un ciego. Nuestro texto de hoy proporciona una valiosa información.
o Dice que el ciego se llamaha Bartimeo. Hay quienes aseguran que esa
palabra significa “hijo de Timeo”, es decir, “hijo de un ciego”. El ciego Bartimeo era hijo del
ciego Timeo.
o Bartimeo hace pregunta qué ocurría, pues el gentío que se movía a su alrededor no era
normal en Jericó.
o Cuando le dijeron que Jesús de Nazaret estaba pasando por la ciudad, Bartimeo se
estremeció.
o Bartimeo esperaba hacía mucho tiempo esta oportunidad.
o Jesús estaba cerca y el creía que podía devolverle la vista. Sin perder tiempo, sin ninguna
inhibición, comenzó a gritar; -Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí-. Los gritos eran
estridentes, casi ofensivos, para un personaje tan importante como Jesús de Nazaret, quien
se encontraba en el apogeo de su fama y de su popularidad. La gente comenzó a
reprenderlo, diciéndole que se callara. Pero Bartimeo no estaba dispuesto a desaprovechar
su únicaoportunidad de ser sanado por Jesús, y siguió gritando.
La fe nos acerca a Dios, nos hace tener esperanza cuando todo alrededor nuestro parece venirse
abajo. Nos hace levantar la voz cuando nos mandan callar. Nos hace pedir al Señor lo que
necesitamos en la certeza de que nos lo concederá si en verdad redunda en beneficio de nuestra
alma.
Bartimeo sabía bien en quién había creído. Probablemente había oído hablar de Cristo, de sus
sermones, de sus milagros. Y su corazón dio un salto de alegría cuando supo que el Mesías estaba
a pocos pasos de donde él se encontraba. Y como sintiendo que nunca en la vida volvería a tener
la oportunidad de recibir la bendición de Dios, alzó su voz pidiendo misericordia de Aquel que
era la misericordia de Dios encarnada. No permitió que ahogaran sus palabras. Podía ser ciego
pero no mudo. Y su fe era firme. Esa fe le devolvió la vista. Pero al ser sanado no se fue a su casa.
Siguió a Cristo.
¿Tenemos hoy esa fe? ¿levantaremos nuestra voz al paso de nuestro Señor cuando estemos
postrados pidiendo limosna a un mundo que apenas puede darnos unas monedas de falsa
felicidad, ajena al verdadero amor? ¿Seguiremos a aquellos que nos piden que hablemos bajito
para no molestar? ¿Dejaremos que Cristo pase por nuestras vidas sin tirarnos a sus pies pidiendo
misericordia? ¿o es que no necesitamos de la misericordia de Dios? Y una vez obtenida,
¿volveremos sobre nuestros pasos o nos convertiremos en verdaderos discípulos del Señor?
Sigamos el ejemplo de Bartimeo. Hoy Cristo se nos acerca en misericordia. Cuando nos
acerquemos a jesús, dejemos que nuestra alma grite: "Hijo de David, ten compasión de mí". Y
cuando le hayamos recibido, no regresemos a casa como si tal cosa. Porque mayor milagro y
mayor bendición hay en recibir la bendición de Cristo que es recuperar la vista. No permitamos
que acabe tras salir del templo. Salgamos de ella como verdaderos discípulos, dispuestos a
dedicar el resto del día a Aquel que nos da la vida.
Bartimeo es ciego. La ceguera representa oscuridad, confusión, un no saber para dónde se va,
esto es, representa a un hombre que se encuentra totalmente desubicado. Hay quienes pueden
ver las cosas del mundo, pero no saben para dónde van, no han podido ubicarse en su vida.
Bartimeo se presenta como un hombre limosnero, esto nos hace ver que es un hombre
dependiente, no puede ganarse la vida por sí mismo, depende de la generosidad de los demás.
Muchos hombres y mujeres son limosneros, no sólo de dinero, sino de amor, de atención, de
cariño.
Bartimeo está ciego, pero no sordo. La ceguera no va a ser su obstáculo, cuando el ser humano
quiere ser libre, no hay obstáculos que se lo impidan. Ninguna incapacidad nos obstaculiza
cambiar, mejorar, sanarnos cuando de verdad se quiere. Él puede que no vea, pero sí puede
percibir lo que sucede a su alrededor. Es valioso encontrar esta capacidad en Bartimeo, porque
los hombres hemos ido perdiendo esa capacidad de encontrar a Dios, en su paso diario por
nuestra existencia. Bartimeo comienza a gritar, no le importa qué puedan decir de si actitud las
personas que están al lado. No hay formalismos que le preocupen; su intención es encontrarse
con el Señor
“Hijo de David ten compasión de mí” David es el Rey por excelencia, es un Rey de Poder. Los
israelitas, al esperar al Hijo de David, esperan a alguien con mucho poder. Bartimeo ha
reconocido en Jesús el poder de sanarle la incapacidad que lo ha acompañado desde siempre. Al
pedirle compasión, él pide que Jesús haga suyo el dolor que él experimenta. Tener compasión es
sentir desde dentro, es comprometerse con el dolor del otro. Necesitamos que el Señor haga suyo
nuestro dolor.
Pero nunca faltan los que se oponen a nuestra búsqueda de Dios. Algunos de los que venían con
Jesús, tratan de callar a Bartimeo. Muchos de ellos se creen dueños del Maestro y consideran que
pueden decidir quién se acerca al Maestro y quién no. Es muy probable que nosotros asumamos
muchas veces esta actitud de creer que podemos decidir quién se acerca al Señor y quién no.
También podemos entender ese intento de hacer callar al ciego Bartimeo como los obstáculos que
los demás nos colocan para que no sigamos al Señor. Todos los días encontramos personas que
buscan alejarnos del camino del Señor; para ello usan burlas, ofensas, todo lo que esté a su
alcance. Normalmente, hay gente que quiere alejarnos del encuentro con el Dios de la vida.
Lo importante es la actitud de Bartimeo, él no hace caso al intento de los otros por callarle, él sigue
gritando. La tenacidad es necesaria para seguir al Señor. No podemos creer que todo el mundo nos va a
felicitar por nuestro encuentro con Dios, ya que no faltan los que buscarán la manera de que volvamos
al fango del cual hemos tratado de salir. No se puede desfallecer, es necesario luchar tenazmente.
Jesús nunca dejará esperando a quien lo llama. Nadie que clame a Jesús se quedará sin
respuesta. Él detiene su caminar, Bartimeo merece toda su atención, por eso se detiene. No lo
atiende a la carrera, no lo atiende mientras va caminando. Jesús pide que lo llamen y aparece
otro grupo de personas que hace todo lo contrario del primero. Si el primero le dijo que no
gritara, que se callara, este segundo grupo le dice: Te está llamando. Si no falta los que tratan de
desanimarte, tampoco falta los que te animen a encontrarte con Él.
El diálogo entre Bartimeo y Jesús es tan simple como profundo. ¿Qué quieres que haga por ti? Si
se da cuenta de que es ciego, para qué la pregunta. Es necesario que el hombre verbalice lo que
necesita. Nombrar las dificultades es el inicio de la superación de éstas. Bartimeo sabe lo que
necesita. No duda. Señor que vea.
La respuesta del Señor no se deja esperar: “Recobra la vista”. Todo lo que se pide con fe se
obtiene. El poder de la confianza y la fe es más grande que cualquier necesidad humana. El
problema es llegar a creer y creer bien. Normalmente somos personas de poca fe y por esto no
alcanzamos a ver todos los milagros que suceden diariamente. Bartimeo, gracias a su fe, obtiene
lo que necesita: salud y salvación.
Bartimeo empieza a caminar con Jesús, el que estaba sentado, ahora camina, el que antes pedía ahora
es dueño de sí mismo.
https://www.youtube.com/watch?v=DklrZw-p7KE