Resumen La Construcción de La Subjetividad (Janin)
Resumen La Construcción de La Subjetividad (Janin)
Resumen La Construcción de La Subjetividad (Janin)
y la esperanza (Janin)
¿Cómo se estructura psíquicamente un niño?
Todos nacemos en un contexto determinado y ese contexto tiene determinadas
características. Y determinados ideales, modelos que marcan el modo en que miramos
y en que somos mirados… Consideramos que todo niño se desarrolla en un contexto,
en el que las primeras vivencias van dejando marcas.
El psiquismo es, desde nuestra perspectiva, una estructura abierta al mundo. Y el
mundo es para un niño, en gran medida, los otros que lo rodean, marcados a su vez
por una sociedad y una cultura. Otros que son sostén y fuente de satisfacción y placer,
pero también portadores de angustias y dolores.
Como afirma Castoriadis, madre y padre no son solamente madre y padre. Son
“claramente la sociedad en persona y la historia en persona inclinados sobre la cuna
del recién nacido; siquiera porque hablan. En y por medio de la lengua se expresan, se
dicen, se realizan, se transfieren las significaciones de la sociedad.
La tolerancia de una sociedad al funcionamiento de los niños se funda sobre criterios
educativos variables y sobre una representación de la infancia que depende de ese
momento histórico y de la imagen que tiene de sí mismo ese grupo social.
Uno se tendría que preguntar qué contrato se les está haciendo firmar a los chicos
hoy.
Por consiguiente, pensar la psicopatología infantil lleva ineludiblemente a reflexionar
sobre las condiciones socio-culturales en las que se gesta dicha patología y también
sobre qué es considerado patológico en cada época.
Castoriadis: Si el hacer de los individuos está orientado esencialmente hacia la
maximización del consumo, del poder, de la posición social y del prestigio (únicos
objetos de investidura que hoy son socialmente pertinentes), a la expansión ilimitada
del control “racional” (técnica, ciencia, producción, organización, como fines en sí
mismos) con móviles esencialmente egoístas, donde cooperación y comunidad no
existen sino bajo un punto de vista utilitario, lo que es necesario es una nueva creación
cultural. Yo agrego: esto implica la preeminencia de valores que dejan absolutamente
desprotegidos a niños y adolescentes.
“Cuando se proclama abiertamente que el único valor es el dinero, el provecho, que el
ideal sublime de la vida social es enriquézcase, ¿es posible pensar que una sociedad
pueda seguir funcionando y reproduciéndose sobre esta única base?”
Niños y adolescentes son portadores de una memoria que los trasciende. Lo
transmitido, las historias que los anteceden...inciden cotidianamente en ellos. Así,
cuando se lo “diagnostica” y se les devuelve a los padres un “cartel” para colgarle al
niño, cuando se hace esto en base a pruebas estandarizadas en otros países, cuando
se lo médica para calmar la angustia de los adultos, se está redoblando la violencia.
Los niños que no responden a las exigencias del momento son diagnosticados como
deficitarios, medicados, expulsados de las escuelas.
El fantasma de la exclusión rige todo. Lo que se espera son rendimiento,
producciones, que permitan incluirlo (niño o adolescente) en el mercado exitosamente.
Bleichmar afirma: “De esta manera estamos frente a situaciones en las que el temor
de los padres a que los hijos queden fuera de la cadena productiva los lleva a perder
de vista toda posibilidad de construcción de un sujeto, para centrarse en cambio en la
administración de conocimientos, como si uno construyera una computadora. La
escuela tiene que romper ese molde. Tiene que ayudar a producir subjetividades que
no solamente sirvan para la aplicación del conocimiento, sino para la creación de
conocimientos y de conocimientos con sentido, no solamente con el único sentido de
ganarse la vida”.
Al no ubicarlos en un proceso de crecimiento, se ejerce sobre ellos una violencia. Al
esperar que puedan todo “ya”, se los pone en un lugar de adultos antes de tiempo.
Pelea por “ser”, por sentirse reconocidos, por ocupar algún lugar, así sea el de los
rechazados. Y se tiende a confundir las dificultades, los problemas de un niño, con un
“trastorno”.
Es habitual, entonces, que antes de preguntarse por las condiciones de aprendizaje en
esa escuela y por la historia de aprendizajes de ese niño, se lo ubique rápidamente
como alguien que “debe” acomodarse a lo ya dado en el menor tiempo posible. Por la
lógica del mercado. Y esto trae como consecuencia que los niños considerados
“deficitarios” representen un alto porcentaje de la población.
La diferencia entre pensar una dificultad infantil como algo del orden de lo analizable o
pensarla como algo del orden de lo que hay que acallar rápidamente, es total y
absoluta. Si un niño puede resolver la dificultad para quedarse quieto, o puede tramitar
los pensamientos que lo atormentan, va a ir realizando un aprendizaje fundamental, va
a poder desplegar sus posibilidades.
LA COMPLEJIDAD EN JUEGO
Se hizo evidente que la vida no es una sustancia, sino un fenómeno de auto-eco-
organización extraordinariamente complejo que produce la autonomía.(Morin)
En los últimos años se ha generalizado el uso del DSM IV (Manual Diagnóstico y
estadístico de los Trastornos Mentales); los múltiples “diagnósticos” psicopatológicos
son principalmente agrupaciones arbitrarias de rasgos, que simplifican las
determinaciones a partir de una concepción reduccionista de las problemáticas
psicopatológicas y que anulan la complejidad de los procesos subjetivos del ser
humano.
Si bien el Trastorno por Déficit de Atención es el más difundido, hay otras
denominaciones que denotan también un modo de diagnosticar en el que se toma
algún elemento como un todo que define al sujeto. Así, en lugar de decir que un niño
tiene tics, se suele hablar del Trastorno de Gilles de La Tourette, en lugar de un niño
que está triste se habla de Trastorno Bipolar (y ya se está discutiendo si darles o no a
los niños antidepresivos…) y un niño que no habla es rápidamente catalogado como
Trastorno Generalizado del Desarrollo. Es decir, todas las conductas que podrían
generar preguntas llevan a nominar como respuesta.
Estas denominaciones son nombres-sigla que implican un sello que se entiende como
una definición del otro. Posición que refleja la idea de que catalogar y definir cuadros
supone un avance en la resolución del problema. Así, se rotula, reduciendo la
complejidad de la vida psíquica infantil a un paradigma simplificador. En lugar de un
psiquismo en estructuración, en crecimiento continuo, en el que el conflicto es
fundante y en el que todo efecto es complejo, se supone, exclusivamente, un "déficit"
neurológico. Pero reducir toda conducta a causas neurológicas borra tanto a la
sociedad como productora de subjetividades como a cada sujeto como tal.
(PSIQUISMO EN ESTRUCTURACIÓN VERSUS DÉFICIT NEUROLÓGICO)
Hay dos supuestos:
● El niño fue así desde siempre (Esta idea supone el borramiento de la historia y de
las determinaciones intersubjetivas, tanto sociales como familiares)
● Será así siempre (Esta idea implica el borramiento del niño como sujeto en
transformación y con un futuro abierto)
Si alguien fue así desde siempre (es decir, sus modos de hacer y de decir no se
constituyeron en una historia) y va a ser así toda la vida... sólo queda paliar un déficit.
Es decir, el modo mismo en que se diagnostica implica una operación desubjetivante,
en la que el niño queda anulado como alguien que puede decir acerca de lo que le
pasa.
La medicación, entonces, es utilizada como la solución de un problema orgánico, que
se considera dado desde el nacimiento y que lo acompañará de por vida. Es más,
cuando una de las medicaciones utilizadas para estas dificultades fracasa, se suele
utilizar otra. Es decir, queda desestimada la necesidad de reflexionar sobre toda la
situación. No hay preguntas sobre el contexto ni sobre la historia.
Habitualmente, se confunde la importancia de detectar las dificultades tempranamente,
para ayudar a resolverlas, con rotular al niño con diagnósticos psicopatológicos en los
primeros años, recurriendo a escalas (generalmente construidas en otros países) y a
cuestionarios.
los diagnósticos formulados tempranamente en términos de deficiencias de por vida (y
no problemas que pueden ser transitorios) suelen operar como obstáculos al
establecimiento del vínculo de los padres con ese niño, en tanto lo ubican como
“extraño”, “diferente”, “enfermo”.
DOS PARADIGMAS
Los niños intentan llenar el vacío con cosas (en una sociedad en la que el "tener"
ciertos objetos ha pasado a ser fundamental y en que la competencia se ha
desplazado de las habilidades a las posesiones), o con desbordes motrices
(hiperactividad, gritos).
Si en el momento en que el infans es sacudido desde su funcionamiento pulsional, el
otro-semejante no opera como sostén-contención, ligando desde afuera el empuje
devastador, el niño se sentirá en medio de un terremoto. Es decir, el encuentro se
producirá con un otro desbordado, que llora o grita a la par del niño y que, por
consiguiente, lo deja librado a su propio devenir expulsor, a su propia tendencia al
cero.
DE DIAGNÓSTICOS Y TRATAMIENTOS
Un niño, en principio, es un sujeto en constitución que es parte de un mundo familiar,
escolar, social…Y hay diferentes culturas y diferentes espacios para el niño en cada
cultura. Me parece que en la época actual, que no es seguramente peor que otras
pero que tiene características específicas, solemos lanzar a los niños a una excitación
excesiva sin sostén y sin posibilidades de metabolizar a través del juego lo que les
pasa.
La niñez es un momento de la vida en la que un sujeto se va constituyendo como tal.
Es una época de transformación y cambio, de apertura de caminos y también de
armado de repeticiones. Las identificaciones, los deseos, las normas y prohibiciones
internas y los modelos se van constituyendo en esta etapa. Pero esa estructuración se
da en relación a otros, que son los que libidinizan, otorgan modelos identificatorios,
transmiten normas e ideales. Y son los que le devuelven al niño, como un espejo, una
imagen de sí.
¿Cómo podrán los padres mirar a ese niño si lo que les devuelven es que es un
“Déficit de…” o un “Trastorno generalizado” o algún otro “trastorno”? En lugar de la
esperanza, en lugar de ser alguien que va desplegando potencialidades, se es
deficitario de entrada.
Y esto no supone no reconocer que hay niños que presentan, tempranamente,
problemas, algunas veces severos. El tema es que es muy diferente plantear que un
niño tiene tales posibilidades y que, además, tiene tales conflictos, que pueden ir
superándose, a sostener que fue y será siempre así.
Quiero insistir en que es fundamental que se consulte tempranamente cuando un niño
presenta dificultades, porque el trabajo en los primeros años de la vida puede impedir
años de sufrimiento. Pero también aquel que es consultado por un niño pequeño
deberá tener en cuenta que los niños cambian, crecen, que un niño es un sujeto en
constitución, marcado por el contexto.
Una cuestión preocupante es la fijeza de los diagnósticos, que arrasan con la idea de
movimiento y transformación. Cuando se supone que alguien “es” ese diagnóstico, lo
dejamos sin posibilidad de cambio y todo el trabajo que hagamos con él va a estar
signado por esa idea de no-modificación, de destino ineludible.
LOS DIAGNÓSTICOS: SOBRE CERTEZAS Y PREGUNTAS
¿Por qué se insistirá en catalogar a los niños, en ubicarlos como deficitarios,
ubicándose los profesionales desde un “ya-sabido”, desde certezas que los llevan a
clasificar al otro casi sin conocerlo, perdiendo la singularidad?
Quizás porque pensar desde la complejidad y ubicar al otro como humano es difícil, en
tanto angustiante, en tanto me puedo reconocer en el otro como semejante y en sus
miedos y en sus dolores como cercanos. Y entonces se pueden borrar los límites entre
un mundo de “sanos” y otro de “enfermos”. Y todo se torna variable. Y las fronteras no
son tan claras. Y quedamos, también los profesionales, expuestos.
CONCLUSIONES
Hay un tipo de violencia en la patologización de la infancia, en el no reconocimiento de
sus tiempos, en la urgencia de que resuelva todos los conflictos en el menor tiempo
posible, en los diagnósticos “de por vida”, en el reemplazo de la palabra por la pastilla.
Es una violencia en dos pasos:
1) El niño queda desbordado por los malestares de los adultos
2) Este malestar produce en él efectos de difícil tramitación. Y no se escucha su
sufrimiento sino que se lo “diagnostica” y sanciona por los trastornos que muestra
Nuestra tarea es devolverle al niño el carácter de tal, es decir, de un sujeto en
crecimiento, enmarcado en un tiempo de transformaciones, con historia y futuro.
Posibilitar el futuro, construir subjetividades, es la tarea que tenemos todos los que
trabajamos con niños.
Cuando los diagnósticos se transforman en enunciados identificatorios un chico dice
“soy ADD”, una mamá dice “tengo un ODD, tengo un ADD, tengo un TGD”. Se pierde
el nombre propio, se pierde la singularidad y la complejidad del sujeto. Si Freud
hubiera dicho: “Juanito le tiene miedo al caballo porque es fóbico” y ya está, sin
interrogar y desarmar las determinaciones de la fobia. Si un chico es hiperactivo habrá
que preguntarse cuáles son las determinaciones posibles de esa hiperactividad; es el
punto de llegada, no la causa de todo. Considerarla el punto de inicio es un modo de
borramiento de la subjetividad.
Definir todo desde lo neurológico borra tanto a la sociedad como productora de
subjetividades como a cada sujeto como tal. Estos múltiples “diagnósticos”
psicopatológicos son principalmente agrupaciones arbitrarias de rasgos, que
simplifican las determinaciones a partir de una concepción reduccionista de las
problemáticas psicopatológicas y que anulan la complejidad de los procesos subjetivos
del ser humano.
“En la época celular-cognitiva la mente infantil se forma en un ambiente mediático
totalmente diferente respecto del de la humanidad moderna, y experimenta el tiempo
según una modalidad fragmentaria y 36