La Leyenda Del Batallon Sin Nombre

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LA LEYENDA DEL BATALLON SIN NOMBRE

Por Alfonso Gutiérrez Millán.

De la academia Pereirana de Historia

Miembro de GEO de la BR8

En aquellos tiempos, cuando la republica luchaba por constituirse,


surgieron numerosas leyendas. Claro que aconseja la seriedad
histórica que se tenga mucho cuidado con las leyendas. No obstante,
no reconocerles audiencia sería una imperdonable falta de perspicacia
y curiosidad científicas. Porque no se puede negar que la materia
prima de la leyenda esta constituida por los mismos hechos de
la historia, adornados por la imaginación de los pueblos. Así sucede
con la Biblia, que es documento de fe para 1500 millones de
personas. ¿Quién se atreve a dudar sobre su enorme influencia en la
historia de la humanidad?

Teniendo en cuenta estos criterios, hace décadas decidí asumir una


investigación histórica alrededor de cierto libro que por casualidad
llegó hasta mis manos. Se trataba de una fina edición de la editorial
Garnier de París, traducida del castellano al francés y datada en
1905, con el curioso título de "Anécdotas en la vida del libertador
Simón Bolívar". Allí se narraban delicadas y hasta picarescas
situaciones acaecidas en la corta pero prolífica vida del héroe. Una
de ellas llamó particularmente mi atención, dada mi afición a la
historia militar. Se titulaba como LA LEYENDA DEL BATALLON SIN NOMBRE.

Hela aquí.

En las intensas campañas del Guarico y en los llanos, durante 1817


y 1818, el libertador trató varias veces de remontar las cordilleras
venezolanas y llegar hasta los valles que circundan a Caracas, con
el objeto de tomar esta ciudad y decidir la guerra. No obstante,
encontró siempre un formidable obstáculo en el ejército del
pacificador, Don Pablo Morillo, quien le infligió varias derrotas,
algunas de ellas con características casi desastrosas como la segunda
batalla del paso de La Puerta, donde el español decidió la jornada
cargando a la cabeza de su caballería, aunque fue herido por una
lanza patriota. Este hecho le valió el título de Marques de La Puerta,
otorgado por el Rey, pues había derrotado al mismo Libertador,
cabeza de la revolución.

Durante la retirada, Bolívar asignó el cuidado del parque y la


impedimenta a un batallón recientemente formados con el aporte de los
rifles ingleses traídos por los integrantes de la Legión Británica:
se trataba, muy posiblemente, del Primero de Infantería de línea,
compuesto por algunos oficiales veteranos y numerosos voluntarios, que
hacían sus primeras armas. Como la grandeza debe surgir en muchas
ocasiones desde lo mas bajo, quiso la dura suerte bélica que el
enemigo escogiera esa unidad, que marchaba con rezago
y en desorden, para acometerla con la caballería al llegar a la
cabecera del llano, donde no existen obstáculos defensivos.

Caído su comandante en los primeros instantes del encuentro, cunde el


desorden y se generalizada la huida, abandonando las preciadas
municiones y los demás bastimentos. Varios días después, pasa el
Libertador revista a sus tropas y detecta con respecto al Primero de
Infantería de Línea que sus bajas son pocas y el perjuicio
ocasionado por su huida enorme. Monta en cólera y piensa en disolver
la unidad, pero, llevado por su proverbial instinto de conductor,
toma entonces una decisión de esas que solo aciertan los grandes
conocedores de hombres, para lo cual les dirige las siguientes
palabras:

__Soldados... habéis huido, sin honor, frente al enemigo. Os retiro la


bandera de la república y os despojo del distintivo de Primero en
la Línea de la infantería, que no merecéis. De ahora en adelante
marchareis en la retaguardia, con las mujeres y los inválidos, haréis
oficios bajos, hasta que os hagáis merecedores al título de soldados
de la patria.

Durante semanas todo el ejército se burló de "las señoras del


primero". Algunos veteranos estuvieron al borde del suicidio pues en
varios encuentros se les privó de sus armas para entregarlas a otras
unidades. La situación llegó hasta tal punto que el comandante
encargado se presentó al libertador para suplicarle una decisión
en el sentido de licenciarlos o colocarles en un lugar de peligro
durante las próximas batallas. A lo cual Bolívar respondió:

__Guarde usted compostura entre la tropa, que en su oportunidad


sabremos que hacer.

Avanzando la campaña tomó la ofensiva el ejército y trabó batalla


contra fuerzas de Morillo que, superiores en número y envalentonadas,
osaban desafiarlo en la misma cabecera de los llanos. En un momento
delicado, cuando la infantería patriota estaba comprometida y la
caballería enemiga iniciaba un sorprendente movimiento sobre su flanco
derecho dijo el general Bolívar al subjefe del Estado Mayor:

__Sírvase ordenar a "las señoras del primero" para que cierren la


línea... y que Dios nos proteja.

Cuando el oficial buscó la unidad encontró que esta ya se adelantaba


hacia el enemigo. Sorprendido, pregunto por que lo hacían, y obtuvo
la siguiente respuesta:

__Mi General... ¡Estamos aquí, para triunfar!

Recibida la orden forman los hombres del batallón, piden prestada


una bandera y unas cuantas piezas a las bandas de música de otras
unidades, desfilan frente al puesto de mando del Libertador al son de
una marcha, en perfecto orden de tres líneas, a menos de cuarenta
pasos, hacen una descarga cerrada de trescientas bocas de fuego
contra los jinetes enemigos sembrando la muerte entre ellos,
para avanzar de inmediato a paso de carga con los rifles humeantes,
dando el espectáculo terrible y magnífico de la única unidad de
infantería que se atrevió a asaltar en campo abierto a la excelente
caballería adversaria hasta destrozarla a bayonetazos para llegar
después a las últimas líneas enemigas que también ceden y se
dispersan, quedando así decidida la última batalla de ese año heroico
de 1818.

Unos días después, durante la revista de rigor, el Libertador hace


formar el ejército en una especie de calle de honor, pasa por ella
a los cien sobrevivientes del batallón, y, con esa parquedad propia
de los grandes conductores militares, les dirige estas palabras:
__Soldados... ayer erais el batallón sin nombre. Hoy, sois el orgullo
de todo el ejército, os devuelvo vuestra bandera, condecorada.

__De ahora el adelante os llamaréis batallón VENCEDORES

He aquí la historia y la leyenda de este batallón, unidad


que durante el resto de la guerra magna fue agregando otros
títulos, en virtud de sus hazañas, para ser conocida además como
Vencedores de Boyacá y Vencedores de Ayacucho, para mayor gloria de
Colombia.

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