Resumen Los Problemas de La Filosofía
Resumen Los Problemas de La Filosofía
Resumen Los Problemas de La Filosofía
capitulo i
los problemas de la filosofía
Se llama ente todo aquello que “es”. Así como “pudiente” es “el que puede”, “viviente”
lo que vive, “floreciente” lo que florece, “amante” el que ama, “lo que es” se llama
“ente”.
A. CARPIO.
La disciplina que se ocupa de estudiar los entes se llama ontología. Esta disciplina
enuncia una serie de principios, válidos para todos los entes, que se denominan
principios ontológicos.
Con esto no se dice que todo ente sea “igual” a sí mismo, porque no es lo mismo la
identidad que la igualdad. En efecto, 2 + 2 es igual a 4, pero no idéntico a 4. Mientras
que 2 + 2 es idéntico a 2 + 2, y 4 es idéntico a 4. Pues la palabra “identidad” deriva del
vocablo latino ídem, que quiere decir “lo mismo”, de manera que “identidad” significa
“mismidad”.
2. El principio de contradicción sostiene que ningún ente puede ser al mismo tiempo
‘P’ y ‘no-P’.
Con la letra “P” se simboliza cualquier predicado posible (como, por ejemplo, papel), y
con “no-P” su negación (es decir, todo lo que no sea papel). El principio señala
entonces que ningún ente puede ser al mismo tiempo, "papel y no-papel".
3. El principio de tercero excluido dice que todo ente tiene que ser necesariamente
'P' o 'no-P'.
Todo ente tiene que ser papel o no-papel (entendiendo por "no-papel" todos los
infinitos entes que haya, menos el papel). Como forzosamente tiene que tratarse de
una de las dos posibilidades -P o no-P-, excluyéndose absolutamente una tercera, por
ello el principio se llama de "tercero excluido".
No hay nada porque sí. El principio sostiene que no puede haber nada absolutamente
que no tenga su respectivo fundamento. No sostiene que se conozca ese fundamento,
porque en efecto ocurre muchísimas veces que se desconoce el fundamento o razón
de tal o cual ente.
Puede decirse que no hay una sola especie de entes, sino varias. Se distinguirá tres
géneros de entes: los sensibles, los ideales y los valores.
Son los que se captan por medio de los sentidos, trátese de los sentidos
fisiológicamente considerados, como la vista, el olfato, el tacto, etc., sea el sentido
íntimo o autoconciencia, que nos permite en un momento dado darnos cuenta de que
estamos tristes o alegres, o de que estamos ejecutando un acto de atención o
evocando un recuerdo. Los entes sensibles se subdividen en físicos y psíquicos.
1. Los entes físicos son espaciales, es decir, están en el espacio, ocupan un lugar;
como la mesa, la silla o nuestro cuerpo.
2. Los entes psíquicos, en cambio, son inespaciales. No tiene sentido, en efecto,
hablar del espacio que ocupa un acto de voluntad o un sentimiento de avaricia.
A. CARPIO.
Los entes sensibles, sean físicos o psíquicos, son todos ellos temporales, esto es,
están en el tiempo, tienen cierta duración, un origen y un fin. Ello les ocurre tanto a las
sillas y a las montañas cuanto a cualquier estado psíquico; aun la pasión más
perdurable, llega un momento en que fatalmente cesa y desaparece.
Además, los entes sensibles están ligados entre sí por un especial tipo de relación que
se llama relación de causalidad: todo ente físico es causa de otro posterior, y a su vez
es efecto de otro anterior.
Puede mencionarse los entes matemáticos: los números, las figuras, los cuerpos
geométricos. Los entes ideales se caracterizan por su intemporalidad, por no ser
temporales. Porque si lo fueran, hubieran tenido un comienzo en el tiempo, es decir
que tendría que pensarse que hubo una época en la cual, por ejemplo, no existía aún
el número 5, y que llegará un momento en que el número 5 desaparezca.
A los objetos sensibles en los cuales se dan los valores, o en los cuales éstos
encarnan, se los llama bienes, como una estatua, en que se da el valor belleza, o una
máquina de escribir, que es útil. De manera que "bienes" son todas las cosas valiosas.
A. CARPIO.
Una segunda característica de los valores es la polaridad: que los valores poseen
polaridad significa que frente a todo valor hay siempre un contravalor o disvalor o valor
negativo, frente a la justicia, la injusticia.
En tercer lugar, los valores tienen jerarquía. Esto quiere decir que no valen todos
uniformemente, sino que hay valores que valen más que otros.
Según tal jerarquía los valores se ordenan en una serie o tabla de valores, desde los
que valen menos o son menos importantes, hasta los que valen en grado máximo.
Pero, ¿cuáles son los que valen más y cuáles los que valen menos, y, en general,
cómo están jerárquicamente ordenados todos ellos? Hay quienes sostienen que entre
los valores hay relaciones jerárquicas objetivas, rigurosas y absolutas (objetivismo
axiológico). En tanto que otros afirman que todas las relaciones jerárquicas entre los
valores (y los valores mismos) son puramente subjetivas o relativas (relativismo
axiológico), es decir, que varían según las épocas (relativismo historicista), o según los
individuos (relativismo subjetivista), o de acuerdo con el grupo social de que se trate
(relativismo sociologista), etc.
Una primera definición de la filosofía, definición que está en el propio Aristóteles, quien
al comienzo del Libro IV de su Metafísica dice que la filosofía es un saber que se
ocupa teoréticamente del ente en tanto ente y de las propiedades que como tal le son
propias.
La filosofía se ocupa del ente, pero no en lo que tiene de distintivo o de propio en cada
caso sino fijándose en lo que el ente tiene de ente, y en las propiedades que como tal,
es decir, en cuanto ente, le corresponden.
La filosofía se ocupa con la totalidad de los entes, a diferencia de las ciencias, cada
una de las cuales trata de un determinado sector de entes tan sólo.
Podría pues caracterizársela diciendo que la filosofía es el saber más amplio de todos
ya que, según la definición aristotélica, no hay nada que no esté a su alcance, pues
todo, de una manera u otra, cae bajo su consideración, nada le escapa, ni siquiera la
"nada" misma.
Como el principio de razón dice que todo tiene su porqué o fundamento, entonces es
preciso preguntar: ¿por qué hay ente, es decir, ¿cuál es el fundamento del ente en
totalidad?
La parte de la filosofía que se ocupa de este problema del fundamento, con todas las
inflexiones propias del mismo, se llama metafísica.
Si todo ente debe tener un fundamento, ¿qué es lo que hace que los entes sean, en
qué consiste el ser de los entes, de cada uno de ellos y de la totalidad? Los entes son,
en efecto. Pero, ¿qué quiere decir "ser"? Todas estas preguntas nacen del asombro
del hombre frente a la totalidad del ente, surgen del asombro ante el hecho de que
haya entes cuando bien pudo no haber habido nada.
El asombro filosófico es el asombro ante la totalidad del ente, ante el mundo. Y este
asombro, ocurre cuando el hombre, libre de las exigencias vitales más urgentes
(comida, habitación, organización social, etc.), y también libre de las supersticiones
que estrechan su consideración de las cosas, se pone en condiciones de elevar la
mirada, mucho más allá de sus necesidades y contorno más inmediatos, para
contemplar la totalidad y formularse estas preguntas: ¿qué es esto, el mundo?, ¿de
dónde procede, qué fundamento tiene, cuál es el sentido de todo esto que nos rodea?
Pues bien, en el momento en que el hombre fue capaz de formularse estas preguntas
de manera conceptual, con independencia de toda concepción mítica, religiosa o
tradicional, en ese momento había nacido la filosofía.
Desde otro punto de vista, no conceptual, también responde a estas preguntas otra
manifestación de la vida humana, distinta de la filosofía: la religión. Toda religión y
toda mitología, pues, dan una respuesta a aquellas preguntas. La diferencia está en
que la filosofía da una respuesta puramente conceptual.
A. CARPIO.
Ello parece haber sido la obra de Tales de Mileto (hacia el 585 a.C.) y por lo cual
pasa por ser el primer filósofo. En efecto, él no se refiere a nada sobrenatural, no
habla de dioses que hayan hecho este mundo ni de las relaciones, amistades y luchas
entre los mismos. Simplemente, Tales se pregunta qué son las cosas. Y contesta con
una respuesta que puede parecer extraña: el agua. Todo procede del agua, el
principio o fundamento de todas las cosas es el agua.
No se conoce cuál fue la argumentación, las razones por las cuales sostuvo Tales esta
tesis. Conjetura Aristóteles que el curso de su razonamiento pudo haber sido el
siguiente: los fenómenos fundamentales de la vida (la digestión y la reproducción) se
realizan en un medio húmedo. Por tanto, según una inferencia analógica, Tales habría
sacado la conclusión de que es de la humedad, es decir, del agua, de donde se han
generado todas las cosas.
Ocurre que para esta pregunta acerca del fundamento no hay una sola respuesta, sino
muchas. Porque si Tales dijo que el principio de todas las cosas está en el agua,
Anaximandro afirmará que se lo encuentra en lo indefinido o indeterminado,
Anaxímenes en el aire y Pitágoras en los números.
En este punto es preciso y oportuno llamar la atención sobre un hecho que es una de
las constantes en el estudio de la filosofía. Y es que la pregunta por el fundamento de
todas las cosas tiene respuestas diversas, contradictorias entre sí, sin que ninguna
parezca por lo pronto más verdadera que las otras.
También por este lado hay una profunda diferencia entre la filosofía y las ciencias.
Porque la historia de la ciencia es una historia progresiva, donde cada etapa elimina o
supera las anteriores; por eso, para saber ciencia a nadie se le ocurre estudiar historia
de la ciencia. Si se quiere aprender matemáticas, no se pone uno a estudiar un texto
de historia de las matemáticas, sino que se recurre al tratado más nuevo y más
completo de la materia, se lo estudia, y entonces, habiéndolo asimilado, puede decirse
que se sabe matemáticas.
A. CARPIO.
Aristóteles, o Plotino, o Descartes, o Kant, son tan "actuales" como los filósofos
vivientes. Platón es tan actual como Heidegger, y es por ello por lo que en cada
momento de la historia de la filosofía no hay acuerdo. Éste es el fenómeno de lo que
se llama la "anarquía de los sistemas filosóficos".
Se lo llama también pirroniano porque fue Pirrón de Elis el que lo formuló. Era un
escéptico absoluto, es decir, negaba la posibilidad de cualquier conocimiento, fuera de
lo que fuese. Y por lo mismo negaba que pudiera siquiera afirmarse esto, que "el
conocimiento es imposible", puesto que ello implicaría ya cierto conocimiento, el de
que no se sabe nada. Pirrón, por tanto, consecuente con su pensamiento, prefería no
hablar, y en última instancia, como recurso final, trataba de limitarse a señalar con el
dedo.
2. La duda metódica.
Esta duda no se la practica por la duda misma, sino como medio para buscar un
conocimiento que sea absolutamente cierto, como instrumento o camino (método)
para llegar a la certeza. En síntesis, dice Descartes lo siguiente: si me pongo a dudar
de todo, e incluso exagero mi duda, hasta dudar, por ejemplo, de si ahora estoy
despierto o dormido, si dudo de todo y llevo la duda hasta el extremo máximo de
exageración a que pueda llevarla, sin embargo, tropezaré por último con algo de lo
A. CARPIO.
que ya no podré dudar, por más esfuerzos que hiciere, y que es la afirmación "pienso,
luego existo".
Puede decirse que con la duda se inaugura la reflexión del hombre sobre sí mismo.
Reflexión sobre sí que llega a su forma más honda y trágica cuando el hombre toma
conciencia de las situaciones límites.
Epicteto fue un filósofo de la escuela estoica. Era esclavo, y se cuenta que una vez su
amo se complacía en torturarlo retorciéndole una pierna. Epicteto, con toda
tranquilidad, le dijo: "ten cuidado, porque la vas a romper"; y cuando, efectivamente, se
la hubo quebrado, agregó con la misma serenidad: "¿Has visto? Te lo había
advertido". La anécdota revela, en toda su simplicidad y grandeza a la vez, cuál era el
ideal de vida que los estoicos perseguían: lograr la más completa impasibilidad frente
a todo cuanto pueda perturbarnos.
A. CARPIO.
Todas estas cosas se encuentran determinadas por el destino, y lo único que debe
hacer el sabio es conformarse con él, o, mejor aún, alegrarse del destino, puesto que
es resultado de las sabias disposiciones de la divinidad.
Puede concluirse, por tanto, que la filosofía brota de tres principales estados de ánimo:
asombro, duda, y angustia o preocupación por la finitud y por lo que se debe hacer o
no hacer, a cada uno de los cuales corresponde, en líneas generales, una disciplina
filosófica: metafísica, gnoseología y ética, respectivamente.