Casos Clinicos Freud

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CASOS CLÍNICOS

[HISTERIA: DORA]

Freud, S. (1905): “Fragmento de análisis de un caso de histeria”.

Resumen cronológico de los aspectos relevantes de la vida y psicoanálisis de Dora, basado


en el que confeccionara James Strachey y en los datos y fechas señalados en el propio
historial clínico.
1882: Nacimiento de Dora.
1888: Padre enfermo con Tbc. La familia se traslada a B.
1889: Enuresis.
1890: Disnea.
1892: Desprendimiento de retina del padre.
1894: Ataque confusional del padre. Su consulta a Freud. Jaqueca y «tussis nervosa».
1896: Escena del beso.
1898 (Al comienzo del verano): Primera consulta de Dora a Freud. (Final de junio):
Escena del lago. (invierno): Muerte de la tía de Dora en Viena.
1899 (marzo): Apendicitis. (otoño): La familia se cambia de B. y se traslada a una ciudad
fabril.
1900: La familia se traslada a Viena. Amenaza de suicidio. (octubre a diciembre.):
Tratamiento con Freud
(31/12): Fin del tratamiento.
1901 (enero): Se escribe la historia del caso.
1902 (abril): Última consulta de Dora a Freud.
1905: Publicación del historial clínico.
1923: Freud se entera de una recaída de Dora y de su consulta a otro médico.
1925: Freud escribe un prólogo al historial clínico.

El grupo familiar de Dora estaba conformado por sus padres y un hermano (año y medio
mayor que ella).
La figura dominante era su padre, un hombre muy activo, inteligente, Dora lo quería
mucho. La relación con su madre no era buena, la criticaba duramente. El vínculo con su

[1]
hermano se había enfriado estos últimos años, ya que él trataba de mantenerse ajeno a los
problemas familiares y cuando tenía que tomar partido apoyaba a la madre.
Dora había depositado preferencias por la familia paterna y cuando enferma se identifica
con la tía que falleció.
Dora estaba apegada a él con mucha ternura acrecentado por sus enfermedades. Ella se
encontraba en una constante depresión de ánimo y una alteración del carácter, no estaba bien
consigo misma ni con los otros, evitaba el trato social, alegando fatiga constante y ocupaba su
tiempo con estudios y asistiendo a cursos y conferencias para señoras.
En ese momento ella le pide al padre que rompa relación con el Sr. K y la Sra. K. Dora se
siente desplazada por la Sra. K.
Cuando el padre de Dora enferma de tuberculosis toda la familia se traslada a B, una
pequeña ciudad con un clima benigno y seco. El padre mejora, pero la familia se queda
aproximadamente 10 años, en ese periodo hicieron gran amistad con el matrimonio K. La
Sra. K lo había cuidado durante su última grave enfermedad y el padre de Dora reconocía
esta actitud.
El Sr. K se había mostrado muy amable con Dora acompañándola en sus paseos y
haciéndole pequeños regalos. Dora había cuidado cariñosamente a los hijos pequeños del
matrimonio.
Padre e hija viajaban a encontrarse con los Sres. K y pasaban vacaciones juntos.
Para Dora, el padre había entablado una relación amorosa con la Sra. K.
El trato amoroso se produjo cuando el padre enfermo y ella lo cuido y la madre se hallaba
lejos del padre.
Cuando Dora estaba mal se le venía la idea de que el padre la había entregado al Sr. K por
la tolerancia que este tenía hacia la relación de su padre con la Sra. K y detrás de esa ternura
hacia su padre está la furia que le provocaba.
El padre lleva a su hija que estaba con claros síntomas histéricos a realizar un tratamiento
psicoterapéutico con Freud, ya que cuatro años atrás él se había atendido con Freud por
síntomas de parálisis y ligeros trastornos psíquicos.
Los Síntomas de Dora eran jaqueca, disnea –dificultad respiratoria, tos, irritabilidad
histérica y tedio vital.
Dora cuidaba a los hijos de la Sr. K de una manera maternal. Es importante esta relación
porque Dora quería ocupar el lugar de la Sra. K y repite el mismo mecanismo que uso la
institutriz con ella y la Sra. K para estar cerca de su padre.

[2]
Freud define este caso como una histeria, porque se da claramente la inversión de los
afectos. También sostiene que toda persona que en una ocasión favorable a la excitación
sexual desarrolla sensaciones de repugnancia, es un cuadro de histeria, aunque no desarrolle
síntomas somáticos.
El primer indicio de trauma surgió cuando dos años antes de comenzar el tratamiento, el
padre y Dora pasaron por Viena a visitar a Freud estaban de paso ya que se iban a pasar unos
días con los Sres. K, en un lugar de veraneo, el padre se quedaría solo unos días y pensaba
dejar a Dora con sus amigos. Ella le plantea volver con él a Viena; varios días después le
comenta a su madre que el Sr. K le había hecho proposiciones amorosas durante un paseo que
dieron a solas.
La aventura con K, sus proposiciones amorosas y la acusación de Dora, habrían
constituido el trauma psíquico, que sería indispensable para que se genere una enfermedad
histérica, Freud decide ir más allá de esta teoría, ya que el trauma descubierto no explica la
peculiaridad de los síntomas.
La tos y la afonía la aquejaban a Dora antes del trauma y las primeras manifestaciones
nerviosas aparecen en su infancia a los 8 años. Sin abandonar la teoría traumática Freud
retrocede hasta la infancia de Dora para buscar impresiones, situaciones que hayan provocado
un trauma. Dora le comunica a Freud un incidente anterior con K mucho más apropiado para
haber ejercido sobre ella una acción traumática (la escena de las escaleras)

Cuando Dora tenía 14 años, el Sr. K había arreglado con la Sra. K y Dora que pasaran por
su comercio para ver una fiesta religiosa, pero el Sr. K hizo que su esposa no fuera y espero
solo a Dora. Tenían que subir una escalera y el Sr. K en lugar de subir la escalera con ella, se
detuvo a su lado, la estrecho entre sus brazos y le dio un beso en la boca. Esta situación es la
que provoca en una muchacha virgen una sensación de excitación sexual. Dora sintió una
repugnancia, se desprendió de los brazos del Sr. K y salió corriendo, esto no produjo una
ruptura de amistad con el Sr. K, pero Dora evito durante algún tiempo estar a solas con él,
ella sostiene haberlo mantenido en secreto hasta su relato en la cura. En esta escena la
conducta de Dora ya es histérica.
Los tres síntomas provienen de una misma vivencia y sólo refiriendo unos a otros estos
tres signos, se hace posible comprender el origen de la formación de síntoma De un solo
suceso surgen tres síntomas, la repugnancia, la sensación de presión en el busto y la
resistencia de acercarse a individuos abstraídos en un dialogo amoroso.

[3]
La repugnancia corresponde al síntoma de la represión de la zona erógena oral. La
aproximación del miembro en erección hubo de tener en consecuencia una transformación
análoga del órgano femenino correspondiente, el clítoris, y la excitación de esta segunda zona
erógena quedo transferida por desplazamiento, sobre la sensación simultánea de presión en el
tórax.
Dora sentía en el busto la presión de aquel brazo, a esto Freud lo llama alucinación
sensorial. Freud sostiene que Dora no sintió solo el abrazo apasionado y el beso en los labios,
sino la presión del miembro erecto contra su cuerpo. Esta sensación repugnante quedo en el
recuerdo reprimida sustituyéndola por la presión sentida en el tórax.
Los padres habían tenido una institutriz con la que Dora se llevaba muy bien hasta que
descubrió que estaba enamorada de su padre. En ese momento sólo pudo verla como una rival
y la hizo despedir. Siempre que el padre estaba en casa la cuidadora era amable con los niños,
pero no mientras el padre estaba ausente. Esto hizo pensar a Dora que ella se comportaba del
mismo modo con los hijos del Sr. K. Aparentemente había cierta atracción además de asco.
Es habitual en la histeria el uso de la enfermedad para llamar la atención. Los ataques de
tos con afonía o dolores de estómago coincidían con la presencia del Sr. K., lo cual
significaba que utilizaba esos males para atraer su atención.
Su enfermedad actual se mostraba tan tendenciosa como la que aquejaba periódicamente a
la Sra. K e idénticamente motivada. Dora perseguía un fin que esperaba alcanzar por medio
de su enfermedad: separar a su padre de aquella mujer.
El «motivo de la enfermedad» en la histeria es conquistar una ventaja, primaria (ahorrar
rendimiento psíquico para resolver un conflicto, es constante) y secundaria (obtener el favor
de otros, vengarse, etc.). Entonces, su intención de lograr la curación no es del todo sincera.

Los dos hombres evitaban extraer de la conducta del otro justamente la consecuencia
incómoda para sus propios anhelos. El Sr. K. pudo obsequiar a Dora un ramo de flores todos
los días y por todo un año mientras él estaba en el lugar, aprovechar cuanta oportunidad se le
ofreció para hacerle costosos regalos y pasar en su compañía todo su tiempo libre, sin que los
padres de ella discernieran en esta conducta el carácter de un cortejo amoroso.

A Dora le indigno del padre la facilidad con que aceptó la opinión de que la escena junto
al lago había sido una fantasía, aunque el relato de Dora correspondía a la verdad. En cuanto
había comprendido las intenciones de K, no le había dejado continuar hablando, le había

[4]
abofeteado y había echado a correr. Su conducta hubo de parecer incomprensible, pues debía
de haber deducido ya, el cariño que la muchacha le profesaba.

Para continuar avanzando en el inconsciente de Dora, Freud afirma que un síntoma


corresponde siempre a la figuración de una fantasía sexual. Tomando esta hipótesis como
punto de partida Freud intenta explicar las razones de la tos y la afonía de Dora. Dora sabe
que su padre es impotente y sospecha, por tanto, que las relaciones con la Sra. K. incluyen
sexo oral. La atracción inconsciente de Dora por su padre había generado el síntoma de la tos
como fantasía sustituta del trato sexual con su padre. En esa fantasía ella ocupaba el lugar de
la Sra. K. lo que significaba que se sentía más atraída por su padre de lo que estaba dispuesta
a reconocer. Además, Dora estaba más próxima a su padre que su propia madre. Cuando
apareció la Sra. K. Dora perdió su posición de privilegio (y no su madre)
Freud le explica a Dora que sus sentimientos hacia su padre son un modo de poner freno a
la atracción evidente que siente por el Sr. K. En un principio Dora se niega. Freud dice el
«No» del paciente tras exponer los pensamientos reprimidos ratifica la represión y su carácter
terminante. Ella confesó que no podía guardar el odio hacia el Sr. K.
Lo sofocado era el amor por el Sr. K., y la muchacha había retomado y reforzado su vieja
inclinación hacia el padre a fin de no tener que notar nada en su conciencia de ese primer
amor adolescente que se le había vuelto penoso.
Pero tras los pensamientos que la hacían ocuparse de la relación de su padre con la Sra. K
se escondía, una moción de celos cuyo objeto era esa mujer; una moción que solo podía
basarse en una inclinación hacia el mismo sexo.
Según la fantasía en que se basaban sus accesos de tos también se identificaba con la Sra.
K. Se identificaba, pues, con las dos mujeres que su padre había amado. Por lo tanto, se
hallaba enamorada de su padre.
Ella y la Sra. K. eran muy unidas hasta que el padre de Dora ocupó su lugar. Cuando Dora
habla de la señora K. y alaba su “cuerpo deliciosamente blanco” parece más una enamorada
que una rival vencida. Quien había traicionado a Dora era la Sra. K.

Dora sentía y obraba como una mujer celosa; tal y como hubiera obrado su madre. Pero al
mismo tiempo, según la fantasía en que se basaban sus accesos de tos también se identificaba
con la mujer de K. Se identificaba con las dos mujeres que su padre había amado. Por lo
tanto, se hallaba enamorada de su padre.

[5]
Cuando la sujeto denunció la conducta de K, y éste unas semanas después habló con el
padre, este la atacó duramente alegando que leía libros como la «Fisiología del amor» y no
podía exigir respeto de un hombre. La Sra. K la había traicionado, pues sólo con ella había
hablado del tal libro y sobre temas sexuales
La amnesia Dora en cuanto a las fuentes de sus conocimientos sexuales señalaba
directamente el valor afectivo de la acusación y la traición de la amiga. La idea predominante
en Dora, la de las relaciones ilícitas de su padre con la mujer de K estaba destinada a reprimir
su amor, antes consciente, hacia aquel hombre, sino a encubrir su amor a la mujer de K, más
inconsciente aún. Los celos se hallaban emparejados en lo inconsciente a unos celos de
carácter masculino, típicas de la vida amorosa inconsciente de las histéricas.

EL PRIMER SUEÑO.
«Hay fuego en casa. Mi padre ha acudido a mi alcoba a despertarme y está de pie al lado
de mi cama. Me visto a toda prisa. Mamá quiere poner aún a salvo el alhajero de sus joyas.
Pero papá protesta: No quiero que por causa de tu alhajero ardamos los chicos y yo. Bajamos
corriendo. Al salir a la calle, despierto.»

Dora lo soñó tres noches en la localidad junto al lago (escena con K). Eran una reacción a
aquel suceso.
La primera ocurrencia es que el padre ha tenido una discusión con su madre por que cierra
el comedor por las noches y su hermano queda encerrado. Además, el padre había expresado
el temor a un incendio
Un día se despertó de una siesta y vio al Sr. K parado junto al sofá. Como en el sueño, a su
padre al lado de la cama. Esto le hizo cerrar la puerta con llave, pero luego al otro día no
encontró más la llave, asegurando que el Sr. K la había quitado. De allí se propuso no
quedarse en casa de K sin su padre. Su sueño retornaba por corresponder a un propósito, que
subsiste hasta ser realizado: salir de esa casa.
Respecto del alhajero que quería poner a salvo, ella asocia a su madre que es aficionado a
las joyas y tuvieron un conflicto porque ella quería gotas de perla y él le regalo una pulsera.
Además, K le había regalado un alhajero.
El alhajero sirve para denomina al genital femenino. Ella pensó que el Sr. K andaba tras
ella, quiere entrar a su cuarto y su alhajero corre peligro, y si sucede algo la culpa será de su
padre. En el sueño, contrariamente, la salva su padre.

[6]
Por otro, si K le regalo un alhajero ella debe regalarle el suyo. En esta serie de ideas se
sustituye a su mama por la Sra. K y Dora se halla dispuesta a dar a K lo que su mujer le
niega.
El sueño confirma que Dora se esfuerza en despertar de nuevo su antiguo amor a su padre,
para defenderse contra el amor de K. Esto demuestra que ella teme a K, teme la sensación de
ceder a sus deseos. Confirma el amor intenso a K.
El deseo que crea el sueño procede de la infancia. La antítesis entre agua y fuego tiene
suma importancia n el sueño. Su madre quiere poner a salvo el alhajero para que no arda y en
las ideas latentes del sueño se trata de que el alhajero no se moje.
La enuresis nocturna duro en Dora más tiempo del corriente en los niños, al igual que su
hermano. La interpretación del sueño seria “La tentación es más fuerte. Padre protégeme
como cuando era niña para evitar que moje mi cama”
Días después Dora comenta que noto el olor a humo al despertar (concuerda con el fuego)
e indicaba que el sueño tenía relación con Freud. Además, cuando K tuvo su declaración con
Dora acababa de fumar un cigarro. Era la idea más reprimida del sueño, la tentación de ceder
a los deseos de K: el deseo de recibir un beso, que si es hecha por un fumador sabe siempre a
humo.

Dora sabia de la enfermedad de su padre tras escucharlo de una tía y suponía que le había
trasmitido hereditariamente su enfermedad. Las ideas acusadoras avanzaban desde lo
inconsciente. Dora se identificó a la madre en ciertos síntomas (dolores en el bajo vientre y
flujo blanco)
Detrás de esas ideas acusadoras, se ocultaba una acusación hacia la propia persona, pues el
flujo blanco era un indicio de masturbación. Dora lo negó, pero días después una acción la
delato. Llevo del antebrazo un bolsillo de piel con el que empezó a juguetear mientras
hablaba, abriéndolo y cerrándolo. Era un acto sintomático ejecutado inconscientemente. El
bolsillo bivalvo era una representación del genital femenino y su acto de jugar era la
exteriorización mímica de la masturbación.
Los síntomas histéricos aparecen en los periodos de abstinencia, pues representa una
sustitución de la satisfacción masturbadora que lo inconsciente demanda mientras no surge
otra satisfacción más normal. La curación de la histeria depende del matrimonio y del
comercio sexual, si la satisfacción cesa en el matrimonio, la libido busca devuelta su antiguo
curso y afloran los síntomas histéricos.

[7]
La disnea y el asma nerviosa proviene de escuchar los ruidos producidos por una pareja
adulta en el coito.
El flujo blanco (catarro) es una exteriorización, en el síntoma de la tos, a toda la serie de
ideas sobre la culpabilidad del padre en la causa de su enfermedad.
Este grupo de síntomas es adecuado para representar las relaciones con el Sr. K, lamentar
su ausencia y expresar el deseo de ser una mejor esposa que la suya. El beso de K le dio una
sensación de asco (la institutriz había advertido que los hombres eran inconstantes y falsos y
que todos los hombres eran como su padre). Verse aquejada de un flujo repulsivo es una
nueva motivación del asco experimentado en el abrazo. La repugnancia transferida al
contacto del hombre sería una repugnancia proyectada y referida al flujo blanco de Dora.
El sueño pasado a lo conciente seria: Tengo que salir de esta casa en la cual corre peligro
mi virginidad. Partiré con mi padre y mañana mientras me visto, tomare mis precauciones
para que nadie me sorprenda. En su corriente opuesta, otra seria de ideas fueron reprimidas:
la tentación de entregarse a K por agradecimiento al amor que le había demostrado y evoca el
recuerdo del único beso que había recibido.
Pero un sueño es la realización de un cumplimiento de deseo (no de un propósito)
procedente de la vida infantil. El sueño reanima una inclinación infantil hacia su padre, para
protegerla de K. El padre es responsable por entregarla para lograr sus propios intereses
amorosos.
El deseo infantil inconsciente de reemplazar a K por el padre es el que proporciona la
energía productora del sueño. Este deseo aporta al recuerdo un material infantil que integra
íntimas relaciones con la represión de dicha tentación Si Dora se siente incapaz de ceder a su
amor a K, tal resolución se enlaza a su prematura actividad sexual y a las consecuencias de
esta, la enuresis, el catarro genital y las náuseas.
El sueño transforma el propósito inconsciente de refugiarse al amparo del padre, en una
situación que muestra cumplido el deseo de que el padre la salve del peligro. Para conseguirlo
así tiene haber una idea contraria: la de que el padre es quien la ha expuesto a aquel peligro.
El impulso hostil contra el padre (deseo de venganza) en este punto reprimido, constituye
uno de los motores del segundo sueño.
La idea de mojar determina el resto del sueño. La antesis mojar-agua puede ser arder-
fuego. El concepto mojado pertenece al de la enuresis nocturna, al de la tentación sexual,
reprimida detrás de aquel contenido del sueño. (En el comercio sexual queda mojada la mujer
y el hombre le da algo liquido en forma de gotas). Mojado y gotas inician otras asociaciones,

[8]
el de catarro genital. Mojado equivale a contaminado. El recuerdo se halla en las gotas de
perlas, y aparecen como adorno (limpio) lo contrario a contaminado.
El joyero es lo que K le regalo a Dora. El joyero de la madre sustituye la mención de los
celos infantiles, de las gotas, y de la humedad sexual y de la contaminación por el flujo; y por
otro lado, la de las ideas actuales de tentación que impulsan a Dora a corresponder al amor de
su pretendiente y pintan la situación sexual deseada y temida.

EL SEGUNDO SUEÑO.
Voy paseando por una ciudad desconocida y veo calles y plazas totalmente nuevas para
mí. Encuentra una carta de su madre diciéndole que su padre ha muerto. Va a la estación y
pregunta unas cien veces: ¿Dónde está la estación? Me contestan siempre lo mismo: Cinco
minutos. Veo entonces ante mí un bosque muy espeso. Penetro en él y encuentro a un hombre
al que dirijo de nuevo la misma pregunta. Me dice: Todavía dos horas y media. Se ofrece a
acompañarme. Rehúso y continúo andando sola. Veo ante mí la estación, pero no consigo
llegar a ella y experimento una angustia (paralizadora). Luego me encuentro ya en mi casa.
En el intervalo debo de haber viajado en tren, pero no tengo la menor idea de ello. Entro en la
portería y pregunto cuál es nuestro piso. La criada me abre la puerta y me contesta: Su madre
y los demás están ya en el cementerio.

El hecho de denunciar a sus padres lo sucedido en la escena del lago parecía constituir un
acto anormal, provocado ya por un deseo patológico de venganza.
«Va paseando por una ciudad desconocida y ve calles y plazas. En una plaza ve un
monumento». En Navidad había recibido un álbum con vistas de un balneario y el mismo día
del sueño lo había sacado de una caja en que guardaba estampas y fotografías, para
enseñárselo a unos parientes suyos. Había preguntado a su madre: ¿Dónde está la caja? Una
de las vistas que el álbum era una plaza en cuyo centro se alzaba un monumento. El álbum
era regalo de un joven ingeniero al que había conocido. Este ingeniero, aprovechaba toda
ocasión de demostrar su intención de pedirla en matrimonio en cuanto su situación se lo
permitiese.
El acto de vagar por una ciudad desconocida aparecía superdeterminado. Dora fue sola a la
Galería pictórica recorriendo las salas. Ante la Madonna Sixtina permaneció admirándola dos
horas. Estas asociaciones son el material productor del sueño.
También el tema de la Madona, de la madre virgen. En esta parte del sueño Dora se
identifica con un hombre joven. Vaga por un país extranjero, se esfuerza en alcanzar un fin,

[9]
pero hay algo que le detiene, precisa tener paciencia y esperar. Si Dora pensaba aquí en el
ingeniero, el fin perseguido en su sueño hubiera debido ser la posesión de una mujer, la
posesión de su propia persona. Pero en lugar de esto era una estación. Al sustituir la estación
por una caja en el simbolismo onírico caja y mujer son ya conceptos próximos.
«Pregunta unas cien veces…» La noche misma de su sueño, su padre le había pedido, al
retirarse a dormir, que le trajese la botella del coñac. Dora pidió la llave del aparador a su
madre, pero ésta se hallaba tan abstraída, que no oyó «¿Quieres decirme dónde está la llave
del aparador? Te lo he preguntado ya cien veces». La pregunta «¿Dónde está la llave?», es la
contrapartida masculina de la otra interrogación: «¿Dónde está la caja?». Son interrogaciones
referentes a los genitales.
Aquella misma noche un pariente había brindado por el padre, expresando su deseo de que
gozara de salud: Dora había adivinado las tristes al ver la cara de su padre. Con esto se llega
al contenido de la carta que aparece en el sueño y según la cual Dora había abandonado el
hogar familiar y su padre había muerto.
La fachada del sueño es a una fantasía de venganza contra el padre (2). Las ideas
compasivas del día anterior armonizarían muy bien con esto. Tal fantasía sería: ella
abandonaría a sus padres, marchándose al extranjero, y su padre se moriría de pena,
quedando así vengada ella. Comprendía muy bien lo que ahora le faltaba al padre hasta el
punto de que le fuera imposible conciliar el sueño sin beber coñac.
Dora se imponía a buscar la procedencia de las palabras «si ¿quieres?», ya que reconoció
la frase como una cita de la carta que la Sra. K le había escrito invitándola a pasar con ellos
una temporada.
El hecho de que la fantasía de desfloración aparezca representada desde el punto de vista
masculino (identificación con el enamorado residente en el extranjero) pertenece al más
profundo y secreto círculo de ideas, al del amor homosexual hacia la Sra. K. En este sueño
encuentran también su cumplimiento impulsos sádicos y crueles.

LA ESCENA DEL LAGO.


El bosque de su sueño era idéntico al que cubría la orilla del lago en la que se había
desarrollado la escena nuevamente descrita. Pero también el día anterior al sueño había visto
la sujeto un bosque análogamente poblado en un cuadro de una exposición. Este cuadro
mostraba en segundo término varias figuras de ninfas.
Los conceptos de estación (Bahnhof) y cementerio (Friedhof) eran análogos a símbolos de
los genitales femeninos y esta singularidad había orientado la atención a la palabra «Vorhof»

[10]
(vestíbulo), empleada para designar una determinada región de los genitales de la mujer. La
nueva asociación relativa a las «ninfas» en el fondo de un «espeso bosque» confirma la
geografía simbólica sexual. «Ninfas» designa a los pequeños labios del genital femenino
situados al fondo del «espeso bosque» del vello sexual. Se ocultaba una fantasía de
desfloración, y la dificultad de andar y la angustia sentida en el sueño aluden a la virginidad,
La Madonna.
«Voy tranquilamente a mi cuarto y me pongo a leer un libro muy voluminoso que
encuentro encima de mi escritorio». Como el padre había muerto y los demás habían ido al
cementerio. Muerto el padre Dora podía leer y amar con plena libertad.
«Me veo subiendo la escalera». Después de la apendicitis se le había hecho difícil andar y
la había llevado a evitar en lo posible las escaleras. Era un verdadero síntoma histérico. La
dificultad para avanzar una pierna debía armonizaba con la significación secreta, sexual, del
cuadro patológico. El ataque de apendicitis sucedió 9 meses después de la escena junto al
lago. La supuesta apendicitis había realizado la fantasía de un parto. El amor con K no
termino en aquella escena y continúa vivo contra su opinión, aunque no tenga usted
conciencia de ello.
Dora inicio la sesión diciendo que es la última vez que venía aquí. No quiero esperar por
más tiempo la curación. Hace 15 días había tomado la resolución, como si fuera el despido de
una criada o institutriz.
Antes de la escena del lago, una institutriz de K contó que la estuvo seduciéndola
asegurándole que su mujer no era nada para él.
Las mismas palabras que acababa de pronunciar en su declaración a usted cuando Dora lo
abofeteó. La institutriz cedió a sus deseos, pero dejó de ocuparse de ella y al verse
abandonada, abandonó el lugar.
La bofeteada de Dora ante la declaración de amor no fue la indignación provocada por
tales proposiciones sino un impulso de celosa venganza. Cuando K le dijo que su mujer no
era nada para él, despertaron en Dora nuevos impulsos. Dora pensó Este hombre me trata
como una institutriz y es una ofensa a su orgullo, sumada a sus celos y a los restantes motivos
conscientes, colmó las medidas.
La carta de su sueño, autorizándola a usted para retornar a su casa, es la contrapartida de la
carta en que los padres de la institutriz prohibían a ésta presentarse ante ellos.
La historia amorosa de la madre constituye habitualmente un modelo para la hija. Quería
usted, pues, esperar a K… y suponía que por su parte sólo esperaba a que usted tuviera edad
para casarse con él. Dora llego a edificar seriamente todo un plan de vida sobre esta base.

[11]
Fue un desengaño ver que el Sr. K en lugar de reaccionar a su acusación renovando
seriamente sus pretensiones, la acusaba calumniosamente. Dora no quiere que se le recuerde
que imaginó las serias pretensiones amorosas de K.

EPÍLOGO.
El retraso de la curación tiene su causa en la propia persona del médico.
Las transferencias son reediciones de los impulsos y fantasías que han de ser despertados y
hechos conscientes durante el desarrollo del análisis y que entrañan como singularidad
característica de su especie, la sustitución de una persona anterior por la persona del médico.
Son pues, simples reproducciones o reediciones invariadas
La transferencia es un factor imprescindible y necesario, no hay forma de eludirla. El
tratamiento psicoanalítico no crea la transferencia se limita a descubrirla como descubre otras
cosas ocultas de la vida psíquica. En la tarea psicoanalítica se despiertan todos los impulsos
no solo los amigables y de amor, también los hostiles y se utilizan para hacer conciente estos
impulsos para los fines del análisis. La transferencia es el mayor obstáculo y al mismo tiempo
es motor cuando podemos adivinarla y decírselo al paciente.
En este caso Freud no consiguió adueñarse a tiempo de la transferencia por ese motivo
Dora abandona el tratamiento.
Cuando luego llegó el primer sueño de Dora se proponía abandonar la cura, como antes la
casa de K, Freud tendría que haberse dado cuenta de la advertencia que el sueño encerraba y
haber dicho a la paciente: «Ahora ha realzado usted una transferencia de K… a mi persona.
¿Ha advertido usted algo que la lleve a deducir que yo abrigo hacia usted malas intenciones
análogas a las de K? Esto hubiera orientado su atención hacia la solución de esta
transferencia y procurado al análisis el acceso a nuevo material mnémico.
La transferencia lo sorprendió desprevenido y a causa de un «algo» en que él le recordaba
a K, Dora hizo recaer sobre Freud la venganza que quería ejercitar contra K y lo abandonó
como ella creía haber sido engañada y abandonada por K.
En el segundo sueño de Dora la transferencia aparece representada por varias alusiones
clarísimas. Cuando lo relató, Freud no sabía que sólo les quedaban dos horas de trabajo, el
mismo tiempo que la sujeto había permanecido ante la Madona Sixtina y el mismo que
mediante una corrección (dos horas en vez de dos horas y media) había convertido en medida
del tiempo necesario para retornar a pie a L bordeando el lago.

[12]
La espera del sueño, que se refería al joven ingeniero residente en Alemania y procedía de
su propia espera hasta que el Sr. K… pudiera matrimoniarla, se había ya exteriorizado
algunos días antes en la transferencia: la cura se le hacía demasiado larga; no tendría
paciencia para esperar tanto tiempo. El acto de rechazar la compañía ofrecida, prefiriendo
continuar sola su camino refiere a: «Puesto que todos los hombres son tan asquerosos prefiero
no casarme. Tal es mi venganza».

Cinco trimestres después del tratamiento, Freud tuvo noticias del estado de Dora y del
resultado de la cura. El 1º de abril, apareció en el consultorio para terminar de relatarle su
historia y solicitar de nuevo su ayuda. Pero su expresión delataba claramente la insinceridad
de su demanda de auxilio (había pasado más de un mes muy trastornada)
En mayo del año anterior murió uno de los hijos del matrimonio K. Dora los visitó a los K
y se reconcilió con ellos, se vengó de ellos y llevó todo el asunto a un desenlace satisfactorio
para ella. A la mujer le dijo que estaba perfectamente al tanto de sus relaciones ilícitas con su
padre, sin que la interesada se atreviese a protestar. Obligó al marido a confesar la verdad de
la escena junto al lago y se lo comunicó así a su padre, quedando justificada ante él. Después
de esto, no volvió a reanudar sus relaciones con el matrimonio.
Meses después padeció por seis semanas un ataque de afonía.
La causa fue el susto por presenciar un atropello del Sr. K sin sufrir lesión.
Dora acudía a Freud por causa de una neuralgia facial que padecía desde 15 días (hacia 15
días había leído en los periódicos una noticia sobre Freud). Correspondía a un autocastigo, al
remordimiento por la bofeteada propinada a K y por la transferencia sobre Freud de los
sentimientos de venganza extraídos de aquella situación.
Varios años después Dora se casó con el ingeniero. Del mismo modo que el primer sueño
significaba el desligamiento del hombre amado y el retorno al padre, o sea la huida de la vida
y el refugio en la enfermedad, este segundo sueño anunciaba que Dora se desligaría de su
padre, ganada de nuevo para la vida.

[13]
[14]
[NEUROSIS OBSESIVA: HOMBRE DE LAS
RATAS]

Freud, S. (1909): “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”.

HISTORIAL CLÍNICO.
Se presenta un joven universitario que acude a Freud diciendo que tiene representaciones
obsesivas desde sus cuatro años, y que en este último tiempo se le han vuelto notoriamente
intensas. Estas representaciones son en relación a que le suceda algo malo a dos de las
personas a quien el ama su padre y su amada. Además de esto, manifiesta sentir impulsos
obsesivos (por ejemplo, cortarse el cuello con una navaja), y producirse todo el tiempo
prohibiciones producir prohibiciones con todo tipo de cosas.
También en el comienzo describe aspectos en relación a su vida sexual, manifestando que
su primer coito fue tardíamente, a la edad de los 26 años.

LAS ENTREVISTAS PRELIMINARES EN EL HISTORIAL.


A. La introducción del tratamiento.
Como es de esperarse en la introducción de un tratamiento analítico, Freud invita al
paciente a que le comunique todo lo que se le ocurra, es así como el sujeto, relata que tenía
un amigo a quien  el respetaba mucho y al cual cada vez que tenía un impulso lo iba a ver y le
preguntaba si él no era un criminal para ver si por ello no lo desprecia, y su amigo le decía
que él era una buena persona, una persona intachable...
Así se puede observar que al momento en que Freud le dice que debe decir todo, el sujeto
hace una asociación con su amigo y Freud…vemos aquí el dispositivo de la transferencia
puesto en juego…

B. La sexualidad infantil.
Inmediatamente después del relato sobre su amigo le comenta a Freud una escena ocurrida
cuando tenía 4 o 5 años donde se le acerca a una bella y joven empleada y le pide permiso
para pasar por debajo de su falda, y en donde esta accede a l pedido poniéndole solo como
condición que él no cuente nada, así el accede y le toca los genitales y el vientre. Recuerda

[15]
así que desde ese entonces siente curiosidad y deseos intensos por ver mujeres desnudas, pero
que, frente a ese impulso, a ese deseo, también aparece el sentimiento siniestro que lo
atormenta el castigo de que por pensar esas cosas algo malo le iba a suceder a su padre, por
eso debía impedirse pensar y desear eso.
En este punto me entero, para mi sorpresa, de que el padre del sujeto al que todavía hoy se
refieren los temores obsesivos que le atormentan, ha muerto hace ya varios años.
Recuerda también que a los 6 años espiaba a la señorita Lina cuando se desnudaba, y que
tiempo después había escuchado de dicha señorita un comentario hecho delante de otras
personas donde lo menospreciaba en relación con su sexualidad. También remarca el hecho
de que a temprana edad ya tenía erecciones y que acudió a su madre para quejarse. Con esto
surge en la idea enfermiza que sus padres sabrían sus pensamientos, cosa explicable por
habérselos declarado sin oírlos él mismo. En esto P ve el comienzo de su enfermedad.
Las palabras «Revelo en voz alta mis pensamientos sin darme cuenta» suenan como una
proyección al exterior de nuestra propia hipótesis de que el sujeto entraña pensamientos de
los que nada sabe; esto es, como una percepción endopsíquica de lo reprimido.
Se encuentra el niño bajo el imperio de un componente pulsional sexual, el placer de ver,
cuyo resultado es el deseo, que aflora siempre de nuevo y con mayor intensidad cada vez, de
vez desnudas a personas del sexo femenino que le gustan. Este deseo corresponde a la
posterior idea obsesiva. Este deseo es acompañado de un afecto penoso. Toda vez que piensa
algo así, es forzado a temer que suceda algo terrible, por ejemplo: “si tengo el deseo de ver
desnuda a una mujer, mi padre tiene que morir”. Es una pulsión erótica y una sublevación
contra ella, un deseo y un temor que lo contraría, un afecto penoso y un esfuerzo hacia
acciones de defensa.
Así, quedan configurados todos los elementos de la neurosis:
1. una pulsión erótica y una sublevación contra ella;
2. un deseo, aún no obsesivo (porque el yo aún no se ha puesto en pleno en contradicción
con él, y un temor, ya obsesivo, que lo contraría;
3. un afecto penoso y acciones defensivas contra él.
4. una formación delirante: que sus padres sabrían sus pensamientos por haberlos
declarado él mismo sin oírlos. Esto revela la existencia de procesos inconcientes: 'digo mis
pensamientos sin oírlos' suena como una proyección hacia afuera de nuestro propio supuesto,
a saber, que él tiene unos pensamientos sin saber nada de ellos, como una percepción
endopsíquica de lo reprimido.

[16]
Es importante saber que antes del sexo año de vida hubo vivencias traumáticas, conflictos
y represiones que cayeron bajo amnesia, pero dejaron como residuos ese temor obsesivo…

C. El gran temor obsesivo.


En la tercer sesión sale a luz la experiencia que lo llevó a consultar, la misma había
ocurrido durante las maniobras militares en X, en las que durante las maniobras perdió sus
anteojos.
Ahí mismo conoce a un capitán, le cuenta un castigo que se hace en Oriente donde sobre
el trasero de la persona se penetran ratas 'por el ano'. y le comenta que mientras escuchaba el
relato surgió en él un miedo terrible de que ese castigo lo sufrieran su padre y su amada…
Durante el relato de la escena Freud nota en el hombre una expresión de horror y a la vez
fascinación…que el traducirá como el “goce anal”, ignorado por él mismo.
Al día siguiente es el mismo capitán que le comento el relato quien se le acerca con un
paquete  del correo y le dice que el teniente A había pagado el reembolso por los lentes y que
debía devolvérselos.( las palabras del capitán fueron para él, una ilusiona la deuda impaga del
padre) En ese instante se le impuso una idea: “No devolver el dinero, de lo contrario sucede
aquello” (es decir, la fantasía de las ratas se realiza en el padre y la amada). Esta sanción
enseguida se elevó en un mandamiento a modo de juramento: “Tú debes devolverle al
teniente primero A las 3,80 coronas.”
Frente a esto, El paciente intento varias veces devolver el dinero implementando toda una
serie de tortuosas acciones destinadas a devolverlo a pesar de todo, El sujeto realizó
continuos esfuerzos para devolver al teniente A. la pequeña cantidad adeudada, contra lo cual
surgieron una y otra vez dificultades de naturaleza aparentemente objetiva. Al principio
intentó realizar el pago por conducto de otro oficial que iba a Correos; pero se alegró mucho
cuando él mismo le devolvió el dinero, alegando no haber encontrado al teniente A., en las
oficinas postales, pues aquel modo de cumplir su juramento no le satisfacía por no
corresponder a la forma liberal del mismo: «Tienes que devolver las 3,80 coronas al teniente
A.» Por fin encontró a este último; pero el oficial se negó a aceptar el dinero, diciendo que él
no había pagado nada por su cuenta, ni siquiera estaba encargado del correo, función que
correspondía al teniente B. El sujeto quedó un tanto perplejo viendo la imposibilidad de
cumplir su juramento, por ser errónea una de sus premisas, e imaginó toda una serie de
complicados expedientes: lría a Correos con los tenientes A. y B., y el primero daría a la
encargada del servicio de paquetes postales 3,80 coronas, que la empleada entregaría a B., y
entonces ya podría él cumplir al pie de la letra su juramento dando las 3,80 coronas a A. es

[17]
decir, descubre Freud que quien había pagado el reembolso de los quevedos era una
empleada del correo, y que en efecto P lo había sabido antes del reclamo del capitán y de su
propio juramento, pues luego recordó que antes del encuentro otro capitán le comunicó la
verdadera situación.

En esta sesión explicó también que desde un principio, y ya en los primitivos temores de


que les ocurriese algo a las personas de su particular afecto, había situado tales castigos no
sólo en lo temporal, sino también en la eternidad, Hasta los catorce o los quince años había
sido muy religioso, evolucionando desde entonces hacia su actual incredulidad.

D. La introducción en el entendimiento de la cura.


En la cuarta sesión recibe Freud a P con la pregunta: “¿cómo proseguirá hoy usted?”. Le
dice que va a comunicarle algo que lo martiriza y le Relata la historia de la enfermedad de su
padre quien había muerto hacía 9 años de enfisema.
Él cuidaba durante ese transcurso a su padre, pero en un momento que se descuidó salió a
descansar a su cama y cuando regreso su padre había muerto… Al principio el reproche no
era martirizante, pues el sujeto no aceptó en mucho tiempo como un hecho real la muerte de
su padre, y También en su fantasía continuaba vivo su padre, pero tiempo después al cabo de
la muerte de una tía y la visita a la casa mortuoria, el recuerdo de su omisión empezó a
martirizarlo, La primera consecuencia de este acceso fue una grave incapacidad para el
trabajo, se intensifican enormemente los reproches de no haber estado presente cuando su
padre murió, por lo que se siente un criminal. Este sentimiento puede parecer desmedido en
relación con la situación, pero hay que entender que se ha producido un falso enlace a partir
de una representación original, que es la que hay que averiguar. Por lo demás, también espera
encontrar a su padre en diferentes sitios, cosa que forma parte del normal trabajo de duelo.
Aquí Freud explica Cuando existe una disparidad entre el contenido ideológico y el afecto, o
sea entre la magnitud del reproche y su causa, EI contenido ideológico conocido ha pasado a
ocupar tal lugar por una asociación errónea. Pero no estamos acostumbrados a sentir en
nosotros afectos intensos sin contenido ideológico, y, por tanto, cuando tal contenido nos
falta, echamos mano de otro cualquiera, el sujeto no podía dar la razón a su reproche de
haber delinquido contra su padre si sabía perfectamente que jamás se había hecho reo de
nada contra él.
En la sesión siguiente P mostró gran interés por las explicaciones de Freud y le surge la
duda de cómo puede tener efecto curativo la conciencia de la culpa, Freud le indica que el

[18]
efecto curativo pasa por descubrir el contenido ignorado al cual pertenece el reproche y la
culpa, es decir, por unir conciente e inconciente. El paciente relaciona la conciencia con la
persona ética y lo inconciente con el mal…e intuye acertadamente el vínculo de lo
inconciente con lo infantil. Freud le confirma esto diciendo que lo inconciente es aquella
parte de la persona que una vez reprimió (suplantó) y no acompañó su ulterior desarrollo.
En la sesión siguiente relata un relata otro hecho de su infancia a los doce años, él amaba a
la hermanita de un amigo, pero ella no era con él lo que el esperase que fuera entonces es
cuando se le ocurre la idea de que una niña conocida le demostraría amor si a él le ocurría
una desgracia: la muerte de sus padres se asombra de esto ya que eso para él era más bien un
temor y no un deseo. Su padre para él era el hombre más amado… Freud le dice que su
intenso amor al padre es la contrapartida del odio reprimido hacia él: conciente e inconciente
son opuestos. Es el mismo amor que impide al odio mantenerse conciente. El deseo de
eliminar al padre como perturbador es muy antiguo, y anterior al sexto año, que es cuando se
instala el recuerdo en forma continuada.
En la séptima sesión, recoge el sujeto nuevamente el mismo tema. No podía creer haber
abrigado jamás aquel deseo hostil al padre. Recordaba una novela de Sudermann que le había
impresionado profundamente, en la cual una joven que velaba a su hermana enferma sentía
de pronto el deseo de que muriera para poderse casar ella con su cuñado, y luego, muerta
realmente su hermana, se suicidaba, convencida de que después de haber abrigado, aunque
sólo fuera por breves instantes, tan innoble deseo, no merecía seguir viviendo.
Refiere a continuación hablar de un acto delictivo en el que no se reconoce, pero que
recuerda con toda claridad: fue cuando disparó contra su hermano, de quien tenía muchos
celos por ser el preferido. Freud arguye que es probable que haya ocurrido lo mismo mucho
antes con su padre, pero no lo recuerda. Lo que sí recuerda son fantasías de venganza contra
una dama que no le correspondía. En todas estas fantasías también aparece el rasgo de la
cobardía, que a él le parece horroroso: la venganza y la cobardía son mociones infantiles,
surgidas antes de la aparición de una responsabilidad ética.
P dice que la enfermedad se acrecentó luego de la muerte de su padre: el duelo por él es la
principal fuente de la intensidad de la enfermedad, y halló en esta su expresión patológica (un
duelo normal no tiene, como aquí, duración ilimitada).
Hasta aquí queda relatada la parte expositiva del tratamiento, que abarcó unos once meses.

[19]
E. Algunas representaciones obsesivas y su traducción.
Las representaciones obsesivas aparecen inmotivadas o bien sin sentido, y la primera labor
que se plantean es la de darles un sentido y un lugar en la vida anímica del individuo, de
modo que resulten comprensibles e incluso evidentes. y para aclararlas debemos hacer una
traducción de ellas. A esta solución sólo se llega una vez que se logra relacionar
cronológicamente las ideas obsesivas con la vida del paciente; esto es, investigando cuándo
surgió por vez primera cada una de ellas y en qué circunstancias externas suele repetirse. De
este modo se hace en el acto accesible a nuestra penetración todo lo enigmático e interesante
que el producto patológico analizado entraña, o sea su significación, el mecanismo de su
génesis y su procedencia de las fuerzas instintivas psíquicas dominantes.

 Ejemplos de las representaciones obsesivas:


- El impulso suicida del paciente, el cual perdió semanas en el estudio a causa de la
ausencia de la dama que había partido de viaje a cuidar a su abuela que estaba enferma.
Frente a esto se le ocurrió el mandato de cortarse el cuello con una navaja de afeitar, luego
cambio de parecer y surgió el mandamiento de viajar hasta donde estaba su dama y matar a la
anciana, y seguido a este el mandamiento que le surge es el de mátate a ti mismo como
autocastigo por semejantes concupiscencias de furia y de muerte…
- La idea obsesiva de adelgazar, que le vino durante las vacaciones, donde comienza a
hacer sosas peligrosas que podían ocasionarle la muerte, para cumplir con su objetivo
Ambas ideas suicidas surgen como reacción frente a la ira contra una persona que resulta
perturbadora en el amor, ya que al paciente se le había ocurrido que su amada se podía
encontrar en ese lugar de vacaciones con su primo de quien estaba muy celoso.
- Una vez que navegaba con ella en un barco, bajo un viento violento, hubo de obligarla a
ponerse su gorra, pues había surgido en él el mandamiento de que no debía sucederle nada a
ella. Era ésta una especie de obsesión protectora, que produjo distintos actos. 
- Otra vez, durante una tormenta, se le impuso la obsesión de llegar a contar hasta 40 ó 50
entre el relámpago y el trueno, sin saber en absoluto por qué había de hacerlo. El día en que
su amada se marchó, el sujeto tropezó en una piedra de la calle y tuvo que apartarla a un lado
porque se le ocurrió que, al cabo de pocas horas, pasaría por allí el coche de su amada y podía
tropezar y volcar en aquellas piedras. Pero minutos después pensó que todo aquello era un
disparate, y tuvo que volver y colocar de nuevo la piedra en el lugar que antes ocupaba en
medio de la calle.

[20]
- Después de la partida de su amada se apoderó de él una obsesión de comprensión, que
le hizo insoportable a los suyos, pues se obligaba a comprender exactamente cada una de las
sílabas pronunciadas por los que a él se dirigían, como si de otro modo se le escapara un gran
tesoro. En consecuencia, preguntaba y una y otra vez: «¿Qué has dicho?» Y cuando se lo
repetían pretendía que la primera vez habían dicho otra cosa y permanecía insatisfecho.
Todos estos productos de la enfermedad dependen de un suceso que dominaba
por entonces sus relaciones con su amada

EL TRATAMIENTO EN EL HISTORIAL: LA LÓGICA DEL SIGNIFICANTE.


F. El ocasionamiento de la enfermedad.
En la neurosis obsesiva, las ocasiones recientes de la enfermedad se encuentran
conservadas en la memoria. La represión ha utilizado aquí un mecanismo diferente y, en
realidad, más sencillo. En lugar de olvidar el trauma, le ha despojado de su carga de afecto,
de manera que en la consciencia queda tan sólo un contenido ideológico indiferente y juzgado
insignificante.
Así, el neurótico obsesivo tiene noticia de su trauma pues no lo olvidó, pero no tiene
noticia porque no discierne el significado de lo recordado.
En su familia existía un plan, el cual había sido la causa de la enfermedad del paciente …
la madre de P había sido criada en una familia de mucho dinero, dueños de una gran empresa
industrial, su padre al casarse con su madre entro a trabajar a esa empresa y obtuvo por el
pacto matrimonial una mejor situación económica… pero por “chistes” que solían hacerse sus
padres P supo que antes de conocer a su madre, su papa había estado enamorado de una
muchacha pobre y linda, de familia modesta.
Luego de la muerte de su padre a P le comunican que le habrían arreglado un matrimonio
entre sus familiares y le entregarían a una chica de muy a buena posición cuando este
terminara sus estudios y así se le abrirían extraordinarias posibilidades.
Este es así el plan que desencadena el conflicto en P de que si debía mantenerse fiel a su
amada pobre o seguir las huellas de su padre y casarse con la chica de dinero… A este
conflicto entre el amor y el efecto de la voluntad del padre P lo soluciona “enfermando” …así
se evita la tarea de solucionarlo en la realidad…
En esta sesiona le manifiesta a Freud un sueño que había tenido…
En las escaleras de la casa de Freud, P se había topado con una chica que pensó seria la
hija de Freud…r imagino que el buen trato que Freud tenía para con él se debía a que este lo
quería como yerno…a raíz de esto P soñó con la chica (hija de Freud) en las escaleras, pero

[21]
en lugar de ojos tenía dos emplastos de excremento. A lo que Freud interpreto de este sueño:
se casa con mi hija no por sus lindos ojos sino por su dinero.

G. El complejo paterno y la solución de la idea de las ratas.


Del ocasionamiento de la enfermedad mencionado en sus años maduros, un hilo nos
conducía hasta la niñez de P. El padre del sujeto había sido un hombre excelente.
Antes de casarse había pertenecido al ejército en calidad de suboficial y la vida
militar había dejado en él como residuos una cierta dureza de expresión y un gran amor a
la verdad. A más de aquellas virtudes que habitualmente atribuyen los epitafios a todos
los fallecidos, entrañaba un excelente humor, cordialísimo, y una afable bondad para
con todos sus semejantes. Este carácter no queda ciertamente, contradicho, sino más
bien completado, por el hecho de que solía ser violento y fácilmente irritable, circunstancia
que valió a sus hijos, mientras fueron pequeños y traviesos, sensibles correctivos.
Lo que se interponía entre padre e hijo era algo del orden de la sexualidad: el padre había
entrado en oposición con el temprano erotismo del hijo. Sus ideas obsesivas infantiles se ven
cuando Años después de la muerte del padre, cuando conoció por vez primera el placer del
coito, surgió en él la idea de que aquel goce era algo tan extraordinario, que merecía la pena
de asesinar a su padre para conseguirlo.
Poco tiempo antes de su muerte, el padre había tomado ya una actitud opuesta a la
inclinación que más tarde hubo de dominar a su hijo. Observó que buscaba la compañía de
aquella señora, y le aconsejó que se alejase de ella, diciéndole que de otro modo sólo
conseguiría ponerse en ridículo.
Un dato a destacar es que el paciente no desarrollo ningún onanismo en la pubertad, sino
que esto apareció en el recién a los 21 años, después de la muerte de su padre, ya que de niño
su padre le dio una reprimenda por realizar esta conducta, poniéndole fin al onanismo en P y
fijando así al padre como perturbador del goce sexual.
Poco a poco el paciente comprendía que se había instalado desde una época muy temprana
una ira contra su padre amado, devenida luego latente. Transferencialmente se comportaba
con Freud como lo había hecho con su padre: lo insultaba, lo apreciaba, temía que le pegara
etc.
Quedó así el camino abierto para comprender la representación de las ratas. Recordemos
que P había reaccionado violentamente a dos dichos del capitán checo: la tortura de las ratas,
y su reclamación de devolver el dinero a A: algún contenido inconciente habrá sido tocado.

[22]
P se había identificado con su padre, también militar. Las palabras del capitán 'Debes
devolver el dinero al teniente A' le sonaron como una alusión a una deuda que una vez
contrajo su padre, y que había quedado impaga. El padre había pedido dinero pues lo perdió
jugando a las cartas ('spielratte' es jugador empedernido o rata de juego).
En cuanto a la representación del castigo con las ratas, ésta despertó el erotismo anal del
paciente, que en su infancia había desarrollado importare papel. Las ratas equivalían para P a
gusanos, a penes y a hijos. La relación rata=pene lleva a que el castigo era una representación
del coito anal, y la relación rata=hijo lleva a pensar que la rata era una representación de sí
mismo pues él, como las ratas, había mordido a alguien y era perseguido y castigado por ello.
P sintió, cuando el capitán contó el castigo, que este era su padre que lo amenazaba con el
mismo. También hay una relación con la dama con quien iría a casarse (heiraten) y con quien
no podía tener hijos pues había sido operada de los ovarios.

[23]
[24]
[FOBIA: HANS]

Freud, S (1909): Análisis de la fobia de un niño de 5 años.

Freud de 1906 a 1909.


Freud tiene la primera noticia sobre Hans en 1906.
El nombre verdadero de Hans, quien llegó a ser un director de Ópera de renombre
internacional, era Herbert Graf.
Sus padres fueron de los primeros partidarios del Psicoanálisis, de manera que estuvieron
de acuerdo en educar a Hans con los principios freudianos (ejercían la menor coerción
posible, daban importancia a lo que decía, registraban sus sueños, intentaban responder
abiertamente a sus intereses y curiosidades sexuales); sin embargo, eran propios de su época.
Su padre, el médico y musicólogo Max Graf, había pertenecido al Grupo de los miércoles.
Para Freud, no era ningún obstáculo que el padre del niño llevara a cabo el análisis, y hasta le
pareció una coincidencia productiva.
En la Introducción, dice Freud: “Únicamente la unión de la autoridad paterna y la
autoridad médica en una sola persona y la coincidencia del interés familiar con el interés
científico, hicieron posible dar al médico analítico un empleo para el cual hubiera sido
inadecuado en otras condiciones.
Las reacciones que despertó la publicación de los Tres ensayos para una teoría sexual,
llevaron a su autor a buscar comprobaciones más directas de las teorías de la sexualidad
infantil, que hasta ese momento solamente había podido investigar en sus pacientes adultos:
hipótesis sobre la masturbación, la disposición perverso-polimorfa de los niños, las pulsiones
parciales, la investigación sexual infantil, el complejo de Edipo y de castración; las teorías
infantiles sobre el nacimiento, las fases evolutivas de la organización sexual, etc.
El caso Hans se adaptaba maravillosamente a este objetivo, gracias a la rigurosidad de las
anotaciones del padre.

[25]
La obra está dividida en cuatro partes:
1. Introducción, donde están plasmadas las observaciones que hace el padre de Hans desde
antes de que haya cumplido tres años.
2. Historial Clínico y Análisis, a partir de la fobia a los caballos que surge a los cuatro
años y nueve meses de edad, y que constituye propiamente el tratamiento psicoanalítico que
lleva a cabo el padre quien se reúne semanalmente con Freud para supervisar su evolución
(han transcurrido dos años y medio largos de observaciones, antes de la aparición de la fobia
los caballos).
3. Epicrisis (tres apartados).
4. Apéndice (1922).

Introducción.
Freud relata que las primeras observaciones sobre Hans antes de cumplir tres años, ya le
mostraban la esperanza de que lo que el niño descubría, demostraba ser típico del desarrollo
sexual infantil.
Al leer el caso detenidamente, a uno no le queda más que sorprenderse con la maravillosa
coincidencia entre las ocurrencias de Hans y las teorías de Freud sobre la sexualidad infantil.
No es difícil, a partir de la extracción de algunos apartes, darse cuenta de su riqueza.
Repasemos algunos:
• El interés que Hans mostraba por lo que llamó “la cosita de hacer-pipí” lo llevaba no
solamente a hacer miles de preguntas en torno a su existencia, sino también a tocarse el
miembro y encontrar el goce en hacerlo.
• Por esta época, visita un establo y confunde la ubre de la vaca con la cosita de hacer pipí,
y la leche con la orina. Freud dirá que esto corroboraría la primera etapa del desarrollo
sexual del niño, donde el miembro y la ubre de la vaca estarían equiparados al seno de la
madre.
• Su interés en la cosita de hacer-pipí lo lleva a tocarse el miembro. La madre averigua si
se pasa la mano por “la cosita de hacer-pipí”, y confiesa que “un poquito, cuando está en la
cama”.
• A la edad de tres años y medio, su madre, ante una situación similar, lo amenaza con
“llamar a Dr. A, para que se lo corte”. Él responde que no le importa, que “hará pipí por la
cola”. Freud dirá que este es el momento en que adquiere “el Complejo de Castración”, que
en los neuróticos adultos es difícil de identificar, y además se niegan a admitir. Freud aclara

[26]
que esta instalación del Complejo de Castración surge de los mínimos indicios, no
necesariamente de una amenaza directa.
• A la misma edad señala haber visto la cosita de hacer-pipí del león. Como dice Freud,
Hans se ha convertido en un investigador, que aprovecha lo expuesto de los órganos sexuales
de los animales y sus prácticas, para “hacer sus conjeturas”.
• A la edad de tres años y nueve meses, sabe analizar y discernir que un perro y un caballo
tienen... pero una mesa y una silla no. Esto le permite distinguir entre un ser vivo y uno
inanimado.
• Continuando con su investigación, le pregunta al padre si tiene... y éste le responde que
sí, a lo cual contesta... “nunca te lo he visto cuando te desvestías”. Con la madre le pasa lo
mismo, y a la respuesta afirmativa de la madre Hans responde: “Como eres grande, pensé que
lo tendrías grande, como un caballo”.
• Con el nacimiento de la hermana presenta celos. En los días siguientes contrajo una
angina y en medio de la fiebre se le oyó decir: “pero si yo no quería una hermanita”.
• Durante un baño de su hermanita, hace un análisis de su tamaño, planteando que con el
tiempo “le crecerá”.
• Para entretener a Hans en el jardín zoológico de Schönbrunn, el padre le dibuja una
jirafa. Hans le dice: “Píntale también la cosita”. Le responde: “Píntasela tú mismo’”. Hans
agrega al dibujo un breve trazo, al que luego agrega otro, observando: “La cosita es más
larga” (a lo mejor este es el primer esbozo del juego del Squiggle que utilizó más tarde
Winnicott.
• Cuando tiene cuatro años, está de visita un primo suyo, al que abraza en más de una
oportunidad y repite ‘te quiero mucho (Freud planteará que es el primer rasgo de
homosexualidad, pero no el último).
• El padre relata el caso de una niñita de ocho años y de quien Hans ‘se enamora’
preguntándole a Maruja. ¿Crees que me querrá?
• A los cuatro años y tres meses, la madre baña a Hans y lo entalca, se plantea una
situación de seducción, ya que la madre no quiere tocarle el miembro y este le dice: “¿por qué
no pasas el dedo ahí?” a lo cual la madre responde: “Porque es una porquería”, “es
indecente”; y él, riendo responde... “pero es muy divertido”.
• A los cuatro y medio, ve nuevamente a su hermanita mientras la bañan y mientras mira el
hacer-pipí de su hermanita, ríe; a la pregunta de por qué, éste responde “porque es muy
bonito”. El padre señala que la respuesta se detecta como falsa, él quiere decir cómico,

[27]
primera manifestación de reconocer la diferencia de los sexos y no la desmentida o negación
de la diferencia.
• En estos apartes pueden, además, reconocerse temas psicoanalíticos de desarrollos
posteriores: las tendencias instintivas infantiles; el dibujo como herramienta para el análisis
de niños; la denegación; el deseo de conocer; la seducción de la madre y el complejo de
castración; la represión; la fantasía; el impulso epistemofílico; el vínculo objetal; la angustia
de separación–individuación; la curiosidad por la sexualidad de los padres: el significado del
nacimiento de un hermano; los celos; la homosexualidad infantil; los sueños de angustia
infantil: el despertar de los deseos eróticos y el “enamoramiento” infantil.

Historial clínico y análisis.


A principios de 1908, el padre escribe a Freud preocupado por lo que llama “una
perturbación nerviosa” que se le ha despertado a Hans, y que relaciona con una
hiperexcitación sexual por los consentimientos de la madre: tiene miedo de que un caballo lo
muerda por la calle.
Por esos días, Hans despierta de un sueño, llorando y diciendo que “¡Pensó que la madre
estaba lejos y que no la tendría para hacerle cumplidos!” Freud plantea que es el comienzo de
la angustia, así como el de la fobia.
El fenómeno básico es el incremento de la ternura hacía la madre que genera angustia y
cae en el campo de represión.
Freud dice que un elemento para tener en cuenta es el hecho de que la madre cortó la
seducción hacia ella abruptamente, abriendo el camino hacia la represión (refiriéndose al
toqueteo de su miembro, cuando le dice “¡Pero es una porquería!”).
Freud le imparte al padre una serie de indicaciones para llevar a cabo con Hans:
1) Que le señalara que lo del caballo era una tontería nada más.
2) Que la verdad era que quería mucho a su mamá y deseaba que ella lo recibiera en la
cama.
3) Que tenía miedo de los caballos por haberse interesado tanto por su cosita de hacer pipí.
4) Terminar con el deseo de Hans de ver la cosita de su madre, comunicándole que las
personas de sexo femenino, como su hermanita y su madre, no tenían una cosita de hacer-pipí
igual a la suya. Esta explicación debía dársela aprovechando un momento oportuno en que
Hans preguntara o hiciera alguna observación al respecto.

[28]
Luego de un mes, el padre informa a Freud que el niño ya no teme salir de paseo; el
miedo a los caballos pasa ahora a convertirse en angustia provocada por la compulsión de
mirarlos y dirá: “tengo que ver a los caballos y entonces me da miedo.” Es la aparición de la
angustia.
Freud dice que al pasar un año y tres meses desde la amenaza de castración de la madre,
con efecto retardado se hace presente desde lo inconsciente, ahora que “ya está crecido”, el
temor por la amenaza.
La información recibida por Hans, de que las mujeres no tienen cosita de hacer-pipi
despertó en él una angustia mayor, al pensar que él también lo podía perder.
Junto con el fin principal de ayudar al paciente a curarse, se estableció una relación
didáctica entre el supervisor y el terapeuta, en la cual el aprendizaje tendía a darse en un
contexto de mutuo respeto, al tiempo que la situación produjo una nueva manera de pensar la
problemática situación del niño.
En el caso de Hans, tal nueva forma de pensar psicoanalíticamente consistió nada menos
que en la confirmación clínica de la formulación freudiana del complejo de Edipo, hasta
entonces expuesta teóricamente en los Tres ensayos para una Teoría Sexual.
El sueño de las jirafas es crucial en este desarrollo: el padre cuenta la historia de una noche
cuando se apareció en su cuarto y se metió en la cama cerca de las 6 de la mañana. Al día
siguiente contó lo siguiente: “En la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa
arrugada, la grande ha gritado porque le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar y
entonces yo me he sentado encima de la jirafa arrugada”.
Frente a esta narración, Hans aclara que esto se le ocurrió, que lo ha pensado, que no era
un sueño (esto era una fantasía). Cuenta que mantiene a la jirafa arrugada en sus manos hasta
que la grande deje de gritar, luego de estirarla. A la arrugada, se monta sobre ella. Arruga un
papel para mostrar cómo era la jirafa arrugada. Le pregunta al padre por qué anota todo, le
dice que es para mandárselo al profesor que le puede quitar “la tontería”.
Pregunta si agregó lo de la madre que se sacó la camisa. Durante la charla el padre ensaya
la técnica psicoanalítica y le pregunta en qué piensa y él responde, ya cansado del
interrogatorio: “en un jugo de frambuesas y en un fusil para disparar”.
Todas las mañanas Hans se presenta en la habitación y la madre lo mete con ella en la
cama, mientras el padre le recrimina por la acción (la jirafa grande grita, porque Hans le ha
quitado la arrugada). A lo que ella responde que tan poco tiempo no puede producir ningún
efecto negativo y Hans se queda con la madre por un ratito (luego la jirafa grande deja de

[29]
gritar y luego Hans se sienta encima de la jirafa arrugada). El padre analizará esta cuestión y
dirá que la angustia es por no tener un miembro como el del padre.
En la única visita a Freud que hizo Hans con su padre, Freud relaciona el bigote del
padre con el bocel del caballo y le dice que le tenía miedo al padre por querer él tanto a la
madre. Allí, el padre cae en la cuenta de que el pequeño, mantenía una relación hostil con él,
y que, además, está esperando recibir algún castigo.
Luego de esta comunicación, puede pasar algunas horas frente a la puerta viendo pasar los
carruajes, sin angustiarse; aunque a veces corre hacia el interior de la casa, lo piensa bien y
vuelve a la puerta. Algún resto de angustia sigue presente. Él mismo se dice, como dándose
fuerzas, “si ya vamos a la puerta, ahora vamos al parque”.
Hablando con el padre, por la mañana en su cuarto, deja ver la ambivalencia de sus
sentimientos hacia el padre: su cariño por un lado y por el otro su hostilidad por estar en el
papel de competidor ante la madre. Le estaba reprochando al padre por qué no le llamó la
atención sobre este juego de fuerzas que necesariamente lleva a la angustia. El temor de que
el padre no vuelva porque se ha portado mal, agravado con la información por dichos de la
madre. Y una frase aparece como vinculante entre padre y caballo, cuando Hans, en vez de
decir “no te marches”, dice, “no te trotes”.

Epicrisis.
Una vez terminado con éxito el tratamiento de Hans, Freud escribe este último capítulo en
tres partes, tratando de rescatar las pruebas que pudo obtener, en tres direcciones:
• Para confirmar sus hipótesis sobre la sexualidad infantil.
• Para comprender la patología de las fobias.
• Para extraer aclaraciones sobre la vida anímica de los niños.

Apéndice.
Relata Freud “En la primavera de 1922, se me presentó un joven declarando ser aquel
Hans cuya neurosis infantil había yo descrito en 1909. […] Afirmaba encontrarse bien y no
padecer trastornos ni inhibiciones de ningún género. Había resistido una de las más duras
pruebas a que podía ser sometida su vida sentimental. Sus padres se habían divorciado y
habían contraído nuevas nupcias cada uno. […] Cuando leyó su historial, me dijo que le
había parecido totalmente ajeno a él; no se reconoció ni recordó nada”. Su idea de la
amnesia infantil quedaba así confirmada.

[30]
Análisis de Lacan.
Parece interesante hacer un corto acercamiento al análisis que efectúa Lacan del caso
Hans.
Lacan sostiene que la fobia es una tentativa de solución en la confrontación con la
castración materna; que el objeto fobígeno tiene una función significante y supliría cierta
falla a nivel del padre real. En ese sentido, la fobia opera para suplantar esta función, en la
medida en que éste no se sitúa como agente de la castración, operación que permitiría enlazar
el deseo por la Ley (la norma).
Lacan señala que Hans primero padece de angustia y hay como un llamado, una apelación
a la castración, es decir, un llamado a un padre que no castra. Porque, para Lacan, en la
constelación familiar de Hans, es notoria la figura del padre muy permisivo, que se obstina en
no castrar, ante una madre que no quiere sino mimar al niño: la madre se lleva al niño a la
cama desoyendo al padre en sus reclamos de que no es recomendable.
También se lo lleva al baño, pero el padre no hace ninguna objeción. No sólo muestra una
tolerancia muy peculiar, sino que la madre está fuera de la situación, no tiene en cuenta, en lo
más mínimo, las observaciones sugeridas por el personaje del padre.
Hans es un niño amado, sin frustraciones; su vida transcurre en armonía, él es feliz, hasta
que en esa felicidad irrumpe la angustia.
Todo en el comportamiento de la madre con Hans, dice Lacan, indica que el niño es para
ella un apéndice indispensable. La madre se presenta para el niño con la exigencia de lo que
le falta, a saber, el falo que no tiene. Es decir, este niño ocupa el lugar de la metonimia del
deseo de la madre, lugar “incierto y caprichoso”; además, tiene la dimensión del engaño,
porque el niño juega a ser algo que no es.
Se manifiesta en un plano narcisístico; pasa de ser todo para ella, a ser nada, en tanto que,
esa “cosita de hacer-pipí” no satisface a su madre, con lo cual, queda fuera del circuito.
Hasta el momento de la descompensación, Hans jugaba con el falo deseado por la madre,
es decir, con el falo convertido para él en un elemento de deseo de la madre y, en
consecuencia, en algo por lo que se debía pasar para cautivarla. Pero, la irrupción de la
excitación del órgano trastoca el paraíso imaginario de Hans, en tanto la madre manifiesta
horror ante su virilidad.
Este es el desencadenante de la angustia: Hans se ve confrontado con un goce para el cual
no tiene un significante apropiado. No puede simbolizar eso real que le está pasando. A partir
de allí, va a ir entretejiendo fantasías para elaborar esto.

[31]
Hasta este momento, el falo sólo tiene un valor imaginario. Ahora, el niño ha de advertir
que este elemento imaginario tiene valor simbólico.
Hay otro factor que le viene a complicar la situación, y que influye en el estallido de la
fobia: el nacimiento de su hermana, causa de su expulsión y por lo que queda excluido de la
situación.
En medio de esto, Hans cuenta a su padre que ha soñado que estaba con Maruja; cuando el
padre le cuenta el sueño a la madre, Hans le rectifica y dice “No solamente con Maruja;
completamente solo con Maruja”. Esta era la situación de partida de las relaciones del niño
con la madre. Es decir, él dice no sólo completamente solo, sino completamente solo con, es
decir que se puede estar con ella totalmente solo sin tener, como ocurre desde hace tres
meses, a esa intrusa con su madre.
Hans encuentra una tentativa de solución en la fobia, porque no había podido construir el
sistema de relaciones del significante en toda su envergadura sólo con base en el hecho de
que algo a lo que se ama está o no está. Es decir, a la presencia y ausencia de la madre.
Lacan dice, que no podemos conformarnos con dos términos, se necesita más. El Edipo,
desde luego, nos da tres, pero sin duda implica un cuarto término, porque el niño ha de
franquear el Edipo. Por lo tanto, aquí ha de intervenir alguien, y éste es el padre.
Según Lacan, todo se ordena en función de que, para el niño, determinadas imágenes
tienen un funcionamiento simbólico. Se trata de conciliar el mundo de la relación materna,
que había funcionado en armonía hasta entonces, es decir, hasta el momento en que irrumpió
la excitación a nivel del pene real, con aquel elemento de abertura imaginaria o de falta, es
decir, aquel elemento que introduce una falta en la madre.
Para ello, se encuentra la elevación de lo imaginario a lo simbólico y esto no puede
producirse sin una estructuración en círculos, por lo menos, ternarios.
Esto lo presenta así Hans cuando reacciona con la fantasía de las jirafas ante la
comunicación del padre de que las mujeres no tienen falo y que es inútil que lo busque. Es
cuando aparece la fantasía de una jirafa grande, y una pequeña y arrugada en forma de bola.
Le preguntan al niño qué es eso y él lo muestra tomando un trozo de papel y haciendo con él
una bola.
Para Lacan, el niño trata de recuperar la posesión de la madre, para mayor irritación del
padre. Esta cólera nunca se produce en lo real, el padre nunca se deja llevar por la cólera y
Hans se lo señala “Tienes que enfadarte, has de estar celoso”. En últimas, le explica el Edipo.
Por otra parte, hay una jirafa grande y una jirafa pequeña y, a la vez, son semejantes, la
una es el doble de la otra. Así, cuando se trata de restituirle a la madre su falo, el niño

[32]
convierte a la madre entera en falo, bajo la forma de un doble. Fabrica una metonimia de la
madre.
Lacan agrega que hay algo logrado en el caso, a nivel de la fantasía de castración y Hans
va a ser un heterosexual, pero va a quedar identificado al ideal materno y no al emblema
paterno, en el sentido de que un sujeto puede ser heterosexual, pero no va a consolidar en él
la posición viril si no elabora la paternidad. Esto significa que no basta con que elija a una
mujer como objeto, sino que hay un esfuerzo más que lo conduciría a la paternidad.

[33]
[34]
[PSICOSIS: SCHREBER]

Freud, S. (1911): “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de


paranoia (Dementia Paranoide) descrito autobiográficamente”.

1. HISTORIAL CLÍNICO
1884 - Primera enfermedad. Estado de Hipocondría
1885 - se recupera. Convive con su mujer. No pueden tener hijos.
1893 - (Junio) Se lo nombra presidente del tribunal
· En el intervalo tiene algunos sueños de que la enfermedad reaparece.
· Estado de Duermevela: “Lo lindo que es ser una mujer sometida al acoplamiento.”
En Octubre asume el cargo. A fines de octubre surge la segunda enfermedad.

SÍNTOMAS DE LA SEGUNDA ENFERMEDAD


· Ideas hipocondríacas. (destrucción de diferentes partes del cuerpo) Es inmortal mientras
siga siendo hombre.
· Redoblamiento del cerebro.
· Ideas de persecución.
· Ideas delirantes (carácter mítico y religioso)
· Insultaba a las personas por las cuales se sentía perseguido y perjudicado, sobre todo a su
médico anterior Fleshig, lo llamaba almicida.
1894 - Paso a otro asilo. El director era Weber.
1902 - Se levanta la incapacidad.

DESCRIPCIÓN DEL CONTENIDO DELIRANTE


El paciente se consideraba llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuranza
perdida. Pero cree que solo lo conseguirá luego de ser mudado de hombre a mujer.
En esta misión suya redentora, lo esencial es que primero tiene que producirse su mudanza
en mujer. No es que él quiera mudarse en mujer, más bien se trata de un tener que ser
fundado en el orden del universo, y al que no puede sustraerse, aunque en lo personal habría
preferido mucho más permanecer en su honorable posición viril en su vida.

[35]
El paciente informa que ya han pasado a su cuerpo unos nervios femeninos, de los cuales,
por fecundación directa de Dios, saldrán hombres nuevos. Solo entonces podrá morir de
muerte natural y conseguirla bienaventuranza como los demás seres.
El psicoanalista trae la conjetura de que aun formaciones de pensamiento tan
extravagantes se han originado en las mociones más universales y comprensibles de la vida
anímica. Por eso busca conocer los motivos y caminos de esa transformación.
El medico destaca dos puntos: el papel redentor y la mudanza en mujer. Es tentador
suponer que la ambición de hacer el papel de redentor seria lo pulsionador en este complejo
delirante, y la emasculación no podría reclamar otro significado que el de un medio para ese
fin. El estudio de las memorias nos impone una concepción diversa. Nos enteramos de que la
mudanza en mujer (emasculación) fue el delirio primario, juzgado al comienzo como un acto
de grave daño y de persecución, y que solo tardíamente entro en relación con el papel de
redentor. Un delirio de persecución sexual se transformó en el paciente en el delirio religioso
de grandeza. Inicialmente hacia el papel de perseguidor el medico (Fleshig), más tarde Dios
mismo ocupo ese lugar.

LA RELACIÓN DEL ENFERMO CON DIOS


Schreber había sido en sus días sanos un incrédulo en asuntos de religión, no había podido
abrazar una fe sólida en la existencia de un Dios. A lo largo de todo el libro se extiende la
acusación de que Dios, acostumbrado solo al trato con los muertos, no comprende a los
hombres vivos.
La enfermedad es concebida como una lucha del hombre Schreber contra Dios, en la cual
sale triunfador el hombre porque tiene de su parte el orden del universo. Schreber sería el hijo
de dios, llamado a salvar al mundo de su miseria.
Para Schreber la bienaventuranza es la vida en el más allá a que es elevada el alma
humana mediante la purgación tras la muerte.

RESUMEN DE LA ALTERACIÓN PATOLÓGICA


(Siguiendo las dos direcciones de su delirio).
Antes era alguien inclinado a la renuncia de los placeres sexuales, y no creía en la
existencia de Dios; discurrida la enfermedad fue un creyente en Dios. Pero, así como su
recuperada fe en Dios era de rara índole, también la pieza de goce sexual que se había
conquistado presentaba un carácter harto insólito. No era ya una libertad sexual masculina,
sino un sentimiento sexual femenino frente a Dios.

[36]
Si nos acordamos del sueño que tuvo en el periodo de incubación de su enfermedad se
vuelve evidente que el delirio de mudanza en mujer no es más que la realización de dicho
contenido onírico. En aquel tiempo se había revuelto con viril indignación contra ese sueño, y
de igual modo se defendí de el al comienzo, durante la enfermedad; veía la mudanza en,
mujer como una irrisión a que lo condenaban con un propósito hostil. Pero llego un momento
en que empezó a reconciliarse con esa mudanza y la conecto con unos propósitos superiores
de Dios.

2. “INTENTOS DE INTERPRETACIÓN”
RELACION DE SCHREBER CON FLESHIG.
Al comienzo el caso Schreber llevaba el sello de delirio de persecución que se borra a
partir de la reconciliación. La relación del enfermo con su perseguidor se puede resolver
mediante una fórmula: la persona a quien el delirio atribuye un poder y un influjo tan grandes
es la misma que antes de contraerse la enfermedad poseía una significación de similar cuantía
para la vida de sentimientos del paciente, o una persona sustitutiva de ella, fácilmente
reconocible. Sostenemos que la intencionalidad del sentimiento es proyectada como un poder
exterior, el tono del sentimiento es mudado hacia lo contrario y que la persona ahora odiada y
temida a causa de su persecución es alguien que alguna vez fue amado y venerado.
Como sabemos en el periodo de incubación de la enfermedad tuvo un sueño de retorno de
la enfermedad. Podemos inferir que con el recuerdo de la enfermedad despertó también el
médico y que el sueño tuvo un sentido de añoranza “me gustaría volver a ver a Fleshig”. Se le
instalo enseguida un rechazo de esa fantasía femenina. En su lugar el paciente temía un abuso
sexual de su médico. Un avance de libido homosexual fue entonces el ocasionamiento de esta
afección. Un notable detalle del historial es decisivo para la ulterior trayectoria y ocurre
cuando en el medio del nombramiento y la Asunción del cargo la esposa se va de viaje.
Cuando esta vuelve lo encuentra alterado. El vínculo con su esposa lo protegía de la
homosexualidad, del deseo que sentía por los hombres que lo rodeaban. Hay otro factor que
podría entrar en cuenta y es el hecho de que no podían tener hijos. Esto se relaciona con el
delirio de que Dios lo va a fecundar.
Tiene que haber algo más que una sensación de simpatía hacia un médico que pueda
estallar en un hombre 8 años después y convertirse en la ocasión de una perturbación mental
tan grave. Nos es difícil que la sensación de simpatía hacia el medico procediera de un
proceso de transferencia, por lo cual una investidura de sentimiento es trasladada de una
persona para el sustantiva a la del médico, de modo que este es un sustituto de alguien mucho

[37]
más próximo al enfermo. El médico le ha hecho recordar a la esencia de su hermano o de su
padre.
La ocasión de la enfermedad fue entonces la emergencia de una fantasía de deseo
femenina (homosexual pasiva) cuyo objeto era la persona del médico. La personalidad del
enfermo le contrapuso una intensa resistencia, u la lucha defensiva escogió la forma de un
delirio de persecución. El ansiado devino entonces perseguidor y el contenido del deseo de la
fantasía paso a ser el de la persecución. Lo que singulariza al caso Schreber es el desarrollo
que cobro y la mudanza que sufrió en el curso de ese desarrollo. Uno de esos cambios
consiste en la sustitución de Fleshig por la persona superior de dios. Ello prepara el segundo
cambio y, así, la solución del conflicto. Si era insoportable avenirse al papel de la mujerzuela
frente al médico, la tarea de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad que busca no tropieza
con igual resistencia del yo. La castración deja de ser insultante ya que deviene acorde al
orden del universo. El yo es resarcido por la manía de grandeza y la fantasía de deseo
femenina se ha abierto paso, ha sido afectada.
Si el perseguidor Fleshig fue antaño una persona amada, tampoco Dios es más que el
retorno de otra persona amada pero más sustantiva. Esa otra persona no puede ser más que el
padre con lo cual Fleshig es forzado hacia el papel del hermano.
Para que la introducción del padre en el delirio de Schreber nos parezca justificada hay
que tener en cuenta los rarísimos rasgos que se hallaron en el Dios del enfermo y en la
relación entre estos. Era la más asombrosa critica blasfema y rebeldía con respetuosa
devoción: Dios no era capaz de aprender por experiencia, no conocía a los hombres vivos
porque solo sabía tratar con cadáveres.
El padre de Schreber era un médico muy importante, un padre así no era por cierto
inapropiado para ser transfigurado en Dios en el recuerdo tierno del hijo, de quien fue
arrebatado tan temprano por la muerte. Conocemos con exactitud la postura del varón frente a
su padre; contiene la misma alianza entre sumisión respetuosa y rebelión que hemos hallado
en la relación de Schreber con Dios.
También el caso Schreber nos muestra el terreno del complejo paterno. Conflicto infantil
con el padre amado. En estas vivencias infantiles el padre aparece como perturbador de la
satisfacción buscada por el niño. En el desenlace del delirio, la fantasía sexual infantil celebra
un triunfo grandioso; la voluptuosidad misma es dictada por el temor de Dios, y Dios mismo
(padre) no deja de exigírsela al enfermo. La más temida amenaza del padre, la castración, ha
prestado su material a la fantasía de deseo de la mudanza en mujer, combatida primero y
aceptada después.

[38]
La fantasía de deseo se entrama con una frustración, una privación en la vida real y
objetiva. Schreber nos confiesa una privación así, su matrimonio no le dio hijos, sobre todo
un varón que lo habría compensado por la pérdida del padre y del hermano y hacia quien
pudiera afluir la ternura homosexual manifiesta.
Acaso el doctor Schreber forjo la fantasía de que si él fuera mujer sería más apto para
tener hijos, y así halo el camino para resituarse en la postura femenina frente al padre de la
primera infancia. Entonces el posterior delirio según el cual por su castración el mundo se
poblaría de “hombres nuevos de espíritu Schreberiano”, estaba destinado a remediar su falta
de hijos.

3. ACERCA DEL MECANISMO PARANOICO


El carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual
se reacciona con un delirio de persecución.

PAPEL DEL DESEO HOMOSEXUAL EN LA CONTRACCIÓN DE LA PARANOIA:


Hay que tener en cuanta un estadio en la historia evolutiva de la libido, estadio por el que
se atraviesa en el camino que va del autoerotismo al amor de objeto. Se llama narcisismo.
Consiste en que el individuo empeñado en el desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus
pulsiones sexuales de actividad autoerótica, para ganar un objeto de amor se toma primero a
sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de este a la elección de objeto en una persona
ajena.
Una fase así, mediadora entre autoerotismo y elección de objeto es normal, parece que hay
personas que demoran en ella un tiempo más largo. Tras alcanzar la elección de objeto
heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son canceladas, sino meramente esforzadas a
apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas metas. Se conjugan con sectores de las
pulsiones yoicas para construir con ellas las pulsiones sociales (amistad camaradería).
Cada estadio de desarrollo libidinal ofrece una posibilidad de fijación. La fijación consiste
en que la pulsión, o parte de ella, no siga la evolución prevista y permanezca en un estadio
infantil. Personas que no se han soltado por completo del estadio narcisista, es decir, que
poseen allí una fijación, están expuestas al peligro de que una marea alta de libido que no
encuentra otro decurso someta sus pulsiones sociales a la sexualizacion, y de ese modo se
deshaga las sublimaciones que había adquirido en su desarrollo.
La fijación en la paranoia es en el narcisismo.

[39]
Fantasía Homosexual.
“yo lo amo” (percepción interna)

1) Delirio de Persecución: Cambia el verbo amor por odio.


Yo no lo amo, pues yo lo odio. (ICC)
El mecanismo de la formación de síntoma en la paranoia exige que la percepción interna,
el sentimiento, sea sustituida por una percepción de afuera. así la frese “yo lo odio” se muda
por “proyección” en esta otra “el me odia” (me persigue), lo cual me justifica luego para
odiarlo.
El sentimiento ICC que pulsiona aparece como consecuente de una percepción exterior:
/yo no lo amo, yo lo odio porque él me persigue/

2) Erotomanía: Se cuestiona el objeto lo por la.


“yo no lo amo, yo la amo, porque ella me ama”
Yo la amo----proyección----ella me ama.
Todos estos enamoramientos no se instalan con la percepción interna del amar, sino con el
del ser-amado, que viene de afuera

3) Delirio de Celos: (cambia el sujeto yo por ella)


Yo lo amo---------proyección----------ella lo ama
Aquí no hay proyección ya que el sujeto es arrojado fuera del yo.

4) Delirio de Grandeza:
“Yo no lo amo en absoluto, no amo a nadie, me amo solo a mí”
Se desautoriza la frase completa.

CARACTERÍSTICAS DE LA PARANOIA
Existen dos factores donde se sitúa lo característico de la Paranoia:
1. El mecanismo de la formación del síntoma / 2. El de la represión.

4. MECANISMO DE LA FORMACIÓN DEL SÍNTOMA


En la formación del síntoma de la Paranoia es llamativo aquel rasgo que merece el título
de proyección.

[40]
Una percepción interna es sofocada, y como sustituto de ella adviene a la conciencia su
contenido luego de ser desfigurado, como una percepción de afuera.
En el delirio de persecución la desfiguración consiste en una mudanza de afecto; lo que
estaba destinado a ser sentido adentro como amor es percibido como odio de afuera.
Freís en el caso Schreber está a punto de considerar a la proyección como lo más
importante de la Paranoia, pero se encuentra con que dicha proyección plantea una seria de
problemas ya que no desempeña el mismo rol en todas las paranoias y además está presente
de modo regular en nuestra posición frente al mundo.

5. MECANISMO DE LA REPRESENTACIÓN EN LA PARANOIA


- Fijación.
- Representación propiamente dicha.
- Retorno de lo reprimido.
- Vivencia del fin del mundo: Freud estudia en Schreber esta vivencia.
El enfermo ha retirado de las personas que lo rodean y del mundo exterior la investidura
libidinal que hasta entonces les había dirigido, con ello todo se ha vuelto indiferente y sin
envolvimiento para él. El fin del mundo es la proyección de esa catástrofe interior. Su mundo
subjetivo es lo que se ha hundido desde que él ha retirado del mundo su amor, tal proceso se
desarrolló en silencio. Lo que se advierte ruidosamente es la reconstrucción a través de la
labor de su delirio como un proceso de curación. Lo cancelado adentro retorna desde afuera.
Esto se logra gracias a la desestimación, la representación y el afecto se toman como si
nunca hubieran existido. Retorna desde afuera como delirio o alucinación. Por medio del
delirio se intenta una reconexión con el mundo. El mundo ya no es lo que era, más bien se
transforma en un mundo de delirios y alucinaciones. (por el mecanismo de proyección).
El trabajo del delirio es reestablecer el vínculo con el mundo. Esto es un intento de
curación.
En la paranoia no solo se extrae la libido de los objetos sino también de las
representaciones cosa, esta libido retirada de los objetos recibe un empleo especial: se
acumula en el yo y es usada para engrandecerlo. (fenómeno megalómano). Esto de lugar al
delirio de grandeza. Con esto se alcanza nuevamente el estadio de narcisismo. Supondremos
que los paranoicos conllevan una fijación en el narcisismo y un retroceso de la
homosexualidad sublimada (pulsión social) hasta el narcisismo.

[41]
[42]
[PERVERSIÓN: UNA JOVEN HOMOSEXUAL]

Freud, S. (1920): “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad


femenina”.

I. 
La homosexualidad femenina, tan frecuente como la masculina, aunque mucho menos
ruidosa, no ha sido sólo desatendida por las leyes penales, sino también por la investigación
psicoanalítica.
Freud expone un caso en el que me puede descubrir la historia psíquica de su génesis.
Una muchacha de dieciocho años, bonita, inteligente y de elevada posición social, ha
despertado el disgusto y la preocupación de sus padres por el cariño con el que persigue a una
señora de la «buena sociedad» unos diez años mayor que ella. Los padres pretenden que la tal
señora no es más que una cocota, a pesar de sus aristocráticos apellidos.
Vive con una amiga, casada, con la que sostiene relaciones íntimas, observando además
una conducta muy ligera en su trato con los hombres. La muchacha no discute tales
afirmaciones, pero no se deja influir por ellas en absoluto en su admiración hacia aquella
señora, a pesar de no carecer de sentido moral.
Ninguna prohibición ni vigilancia alguna logran impedirle aprovechar la menor ocasión
favorable para correr al lado de su amada.
Esta pasión ha devorado todos los demás intereses de la muchacha. No se preocupa de su
educación intelectual, no concede valor alguno al trato social ni a las distracciones juveniles,
y sólo mantiene relación con algunas amigas que pueden servirla de confidentes o auxiliares.
Los padres ignoran hasta dónde pueden haber llegado las relaciones de su hija con aquella
señora ni si han traspasado ya ciertos límites. No han observado nunca en la muchacha interés
alguno hacia los jóvenes ni complacencia ante sus homenajes; ven claramente que su
enamoramiento actual no hace sino continuar la inclinación que en los últimos años hubo de
mostrar hacia otras personas femeninas y que despertó ya las sospechas y el rigor del padre.
Dos aspectos de su conducta, aparentemente opuestos, despiertan la contrariedad de los
padres: la imprudencia con la que se muestra públicamente en compañía de su amiga
malfamada, sin cuidado alguno a su propia reputación, y la tenacidad con que recurre a toda
clase de engaños para facilitar y encubrir sus entrevistas con ella.

[43]
Reprochan a la muchacha un exceso de franqueza y un exceso de disimulo. Un día el
padre encontró a su hija acompañada de la señora en cuestión, y al cruzarse con ellas, les
dirigió una mirada colérica.
Momentos después se separaba la muchacha de su amiga para arrojarse al foso por donde
circulaba el tranvía. La sujeto pagó esta tentativa de suicidio con largos días de cama, no se
produjo lesión alguna permanente.
A su restablecimiento los padres no se atrevían a oponerse ya tan decididamente a sus
deseos, y la señora, que hasta entonces había recibido fríamente sus homenajes, comenzó a
tratarla con más cariño, conmovida por aquella inequívoca prueba de amor.
Medio año después acudieron los padres al médico, encargándole de reintegrar a su hija a
la normalidad. La tentativa de suicidio les había demostrado que los medios coercitivos de la
disciplina familiar no eran suficientes para dominar la perturbación de la sujeto.
El padre era un hombre serio, respetable y cariñoso, aunque la severidad que creía deber
adoptar en sus funciones paternas había alejado algo de él a sus hijos.
Su conducta general para con su hija aparecía determinada por la influencia de su mujer.
Al tener conocimiento de las inclinaciones homosexuales de la muchacha ardió en cólera e
intentó reprimirlas con las más graves amenazas; debió de oscilar su ánimo entre diversas
interpretaciones, dolorosas todas, no sabiendo si había de ver en su hija una criatura viciosa,
degenerada, o simplemente enferma de una perturbación mental.
Tampoco después del accidente llegó a elevarse a aquella reflexiva resignación que uno de
nuestros colegas, víctima de un análogo suceso en su familia, expresaba con la frase
siguiente: «¡Qué le vamos a hacer! Es una desgracia como otra cualquiera.» La
homosexualidad de su hija integraba algo que provocaba en él máxima indignación.
Estaba decidido a combatirla con todos los medios, y no obstante la poca estimación de
que en Viena goza el psicoanálisis, acudió a él en demanda de ayuda.
Si este recurso fracasaba, tenía aún en reserva otro más enérgico: un rápido matrimonio
habría despertado los instintos naturales de la muchacha y ahogado sus inclinaciones contra
la naturaleza.
La posición de la madre no resultaba tan transparente.
Se trataba de una mujer joven. No tomaba por lo trágico el capricho de su hija, incluso
había gozado durante algún tiempo de la confianza de la muchacha sobre su enamoramiento
de aquella señora, y si había acabado por tomar partido contra él, se debía a la publicidad con
que la muchacha ostentaba sus sentimientos.

[44]
Había pasado por un período de enfermedad neurótica, era objeto de una gran solicitud por
parte de su marido y trataba a sus hijos muy desigualmente, mostrándose dura con la
muchacha y excesivamente cariñosa con sus otros hijos.
El médico que había de tomar a su cargo el tratamiento psicoanalítico de la muchacha
tropezaba con varias dificultades. No hallaba constituida la situación exigida por el análisis,
única en la que éste puede desarrollar su plena eficacia: el tipo ideal de tal situación queda
constituido cuando un individuo dependiente sólo de su propia voluntad se ve aquejado por
un conflicto interno, al que no puede poner término por sí solo, y acude al psicoanalítico en
demanda de ayuda.
El médico labora entonces, de acuerdo con una de las partes de la personalidad
patológicamente disociada, en contra de la parte contraria. Las situaciones que difieren de
ésta son siempre más o menos desfavorables para el análisis y añaden a las dificultades
internas del caso otras nuevas.
A veces son los padres quienes demandan la curación de un hijo que se muestra nervioso y
rebelde. Para ellos, un niño sano es un niño que no crea dificultad alguna a los padres y sólo
satisfacciones les procura. El médico puede conseguir, en efecto, el restablecimiento del niño,
pero después de su curación sigue aquél sus propios caminos mucho más decididamente que
antes y los padres reciben de él todavía mayor descontento.
La muchacha no era una enferma -no sufría por motivos internos ni se lamentaba de su
estado- y la labor planteada no consistía en resolver un conflicto neurótico, sino en
transformar una de las variantes de la organización sexual genital en otra distinta.
Esta labor de modificar la inversión genital u homosexualidad no es nunca fácil.
Sólo en circunstancias favorables llega a conseguirse, y aun entonces el éxito consiste
únicamente en abrir, a la persona homosexualmente limitada, el camino hacia el otro sexo,
vedado antes para ella, restableciendo su plena función bisexual.
Queda entonces entregado plenamente a su voluntad el seguir o no dicho camino,
abandonando aquel otro anterior, que atraía sobre ella el anatema de la sociedad, y así lo han
hecho algunos de los sujetos por nosotros tratados.
También la sexualidad normal reposa en una limitación de la elección de objeto, y que en
general la empresa de convertir en heterosexual a un homosexual llegado a su completo
desarrollo no tiene muchas más probabilidades de éxito que la labor contraria, sólo que ésta
última no se intenta nunca, naturalmente, por evidentes motivos prácticos.
Los éxitos de la terapia psicoanalítica en el tratamiento de la homosexualidad no son
numerosos. Por lo regular, el homosexual no logra abandonar su objeto placiente, no se

[45]
consigue convencerle de que, una vez modificadas sus tendencias sexuales, volverá a hallar
en un objeto distinto el placer que renuncie a buscar en sus objetos actuales.
Si se pone en tratamiento es casi siempre por motivos externos; por las desventajas y
peligros sociales de su elección de objeto, y estos componentes del instinto de conservación
se demuestran harto débiles en la lucha contra las tendencias sexuales.
Cuando la demanda de curación aparece motivada por el deseo de ahorrar un dolor a los
padres o familiares del sujeto, el caso presenta ya un cariz más favorable.
Existen entonces tendencias libidinosas que pueden desarrollar energías contrarias a la
elección homosexual de objeto; pero su fuerza no suele tampoco bastar.
Sólo en aquellos casos en que la fijación al objeto homosexual no ha adquirido aún
intensidad suficiente, o en los que existen todavía ramificaciones y restos considerables de la
elección de objeto sexual, dada una organización vacilante aún o claramente bisexual, puede
fundarse alguna esperanza en la terapia psicoanalítica.
Por todas éstas razones evita Freud infundir a los padres de la sujeto una esperanza de
curación, declarándose dispuesto simplemente a estudiar con todo cuidado a la muchacha
durante algunas semanas o meses, hasta poder pronunciarse sobre las probabilidades positivas
de una continuación del análisis.
En toda una serie de casos, el análisis se divide en dos fases claramente delimitadas: en la
primera se procura el médico el conocimiento necesario del paciente, le da a conocer las
hipótesis y los postulados del análisis y le expone sus deducciones sobre la génesis de la
enfermedad, basadas en el material revelado en el análisis.
En la segunda fase se apodera el paciente mismo de la materia que el analítico le ha
ofrecido, labora con ella, recuerda aquella parte de lo reprimido que le es posible atraer a su
conciencia e intenta vivir de nuevo la parte restante.
En esta labor puede confirmar, completar y rectificar las hipótesis del médico; comienza
ya a darse cuenta, por el vencimiento de sus resistencias, de la modificación interior a la que
tiende el tratamiento, y adquiere aquellas convicciones que le hacen independiente de la
autoridad médica.
Estas dos fases no aparecen siempre claramente delimitadas en el curso del tratamiento
analítico, pues para ello es preciso que la resistencia cumpla determinadas condiciones; pero
cuando así sucede, puede arriesgarse una comparación de tales fases con los dos capítulos
correspondientes de un viaje.

[46]
El primero comprende todos los preparativos necesarios, tan complicados y dificultosos
hoy, hasta qué, por fin, sacamos el billete, pisando el andén y conquistando un sitio en el
vagón.
Tenemos entonces ya el derecho y la posibilidad de trasladarnos a un lejano país, pero
tanto trabajoso preparativo no nos ha acercado aún un solo kilómetro a nuestro fin.
Para llegar a él nos es preciso todavía cubrir el trayecto de estación en estación, y esta
parte del viaje resulta perfectamente comparable a la segunda fase de nuestros análisis.
El análisis que motiva el presente estudio transcurrió conforme a esta división de dos
fases, pero no pasó del comienzo de la segunda.
Sin embargo, una constelación especial de la resistencia procuró una completa
confirmación de las hipótesis y una visión suficiente del desarrollo de la inversión de la
sujeto.
Con ninguno de sus objetos eróticos había ido más allá de algunos besos y abrazos; su
castidad genital había permanecido intacta. Incluso aquella dama que había despertado en ella
su último y más intenso amor se había mostrado casi insensible a él y no había concedido
nunca a su enamorada otro favor que el de besar su mano.
La muchacha hacía probablemente de necesidad virtud al insistir de continuo en la pureza
de su amor y en su repugnancia física a todo acto sexual.
No se equivocaba al asegurar que su amada, reducida a su posición actual por adversas
circunstancias familiares, conservaba aún gran parte de la dignidad de su distinguido origen,
pues en todas sus entrevistas le aconsejaba que renunciara a su inclinación hacia las mujeres,
y hasta después de su tentativa de suicidio la había tratado siempre fríamente, rechazando sus
insinuaciones.
Una segunda cuestión que Freud trata de poner en claro eran los propios motivos internos
de la sujeto, en los cuales pudiera apoyarse quizá el tratamiento analítico.
La muchacha no intentó engañar a Freud con la afirmación de que sentía la imperiosa
necesidad de ser libertada de su homosexualidad. Por el contrario, confesaba que no podía
imaginar amor ninguno de otro género, si bien agregaba que a causa de sus padres apoyaría
sinceramente la tentativa terapéutica, pues le era muy doloroso ocasionarles tan gran pena.
También esta manifestación pareció, en un principio, favorable; Freud no podía sospechar
qué disposición afectiva inconsciente se escondía detrás de ella. Pero lo que después vino a
enlazarse a este punto fue precisamente lo que influyó de una manera decisiva sobre el curso
del tratamiento y motivó su prematura interrupción.

[47]
¿Se trataba de un caso de homosexualidad congénita o adquirida? (ulteriormente
desarrollada).
Freud creo que no se debe exagerar esta interrogación y olvidar, por ella, que en
individuos normales se comprueban también caracteres secundarios aislados del sexo
contrario, y que en personas cuya elección de objeto no ha experimentado modificación
alguna en el sentido de una inversión descubrimos a veces claros caracteres somáticos del
otro sexo.
Dicho de otro modo, que la medida del hermafroditismo físico es altamente independiente
en ambos sexos de la del hermafroditismo psíquico. Tal independencia es mucho más franca
en el hombre que en la mujer, en la cual coinciden más bien por lo regular los signos
somáticos y anímicos del carácter sexual contrario.
Mucho más importante es la circunstancia de haber adoptado la muchacha, para con el
objeto de su amor, un tipo de conducta completa y absolutamente masculino, mostrando la
humildad y la magna supervaloración sexual del hombre enamorado, la renuncia a toda
satisfacción narcisista y prefiriendo amar a ser amada.
No sólo había elegido un objeto femenino, sino que había adoptado con respecto a él una
actitud masculina.
Se demostrará hasta qué punto es estéril e inadecuada tal interrogación relativa a si su caso
correspondía a una homosexualidad congénita o adquirida; quedará contestada con la
exposición de la trayectoria evolutiva de su perturbación.

Breve exposición de la libido en este caso. La muchacha había pasado en sus años
infantiles, y sin accidente alguno singular, por el proceso normal del complejo de Edipo
femenino, y comenzaba luego a sustituir al padre por uno de sus hermanos, poco menor que
ella. No recordaba, ni el análisis descubrió tampoco, trauma sexual alguno correspondiente a
su temprana infancia.
La comparación de los genitales del hermano con los suyos propios, iniciada
aproximadamente al comienzo del período de lactancia, dejó en ella una intensa impresión,
cuyos efectos ulteriores pudo perseguir el análisis a través de un largo período. Hallamos
muy pocos indicios de onanismo infantil.
El nacimiento de un segundo hermano, cuando la muchacha contaba seis años, no
manifestó ninguna influencia especial sobre su desarrollo.
En los años escolares y en los inmediatamente anteriores a la pubertad fue conociendo
paulatinamente los hechos de la vida sexual, acogiéndolos con la mezcla normal de

[48]
curiosidad y temerosa repulsa. Todos estos datos parecen harto deficientes y no puedo
garantizar que sean completos.
Quizá fuera más rica en contenido la historia juvenil de la paciente, pero no es posible
asegurarlo; el análisis hubo de ser interrumpido al poco tiempo.
La muchacha no había sido tampoco nunca neurótica, ni produjo síntoma histérico alguno
en el análisis, de manera que tampoco se presentó ocasión en un principio de investigar su
historia infantil.
Teniendo trece o catorce años, mostró una cariñosa preferencia, exageradamente intensa a
juicio de todos sus familiares, por un chiquillo de tres años escasos, al que encontraba
regularmente en paseo. Los padres del mismo acabaron por trabar conocimiento con ella,
iniciándose así una relación amistosa.
La sujeto se hallaba dominada en aquel período por el intenso deseo de ser a su vez madre
y tener un hijo. Pero poco tiempo después se le hizo indiferente aquel niño, y comenzó a
mostrar un agudo interés por las mujeres maduras, pero de aspecto aún juvenil, atrayéndose
por vez primera un severo castigo por parte de su padre.
Esta transformación coincidió temporalmente con un suceso familiar. La sujeto, cuya
libido aparecía orientada hacia la maternidad, queda convertida, a partir de esta fecha, en una
homosexual, enamorada de las mujeres maduras, continuando así hasta la intervención.
El tal suceso, decisivo para la comprensión del caso, fue un tercer hermano, cuando ella
frisaba ya en los dieciséis años.
Su descubrimiento dependió principalmente de una serie de sueños enlazados entre sí y
fácilmente interpretables.
La dama objeto de su amor era un sucedáneo de la madre. No era ciertamente a su vez
madre, pero tampoco era el primer amor de la muchacha. Los primeros objetos de su
inclinación a partir del nacimiento del último hermano fueron realmente madres, mujeres
entre treinta y treinta y cinco años, a las que conoció con sus hijos durante las vacaciones
veraniegas o en su trato social dentro de la ciudad.
El requisito de la maternidad fue abandonado después por no ser perfectamente
compatible con otro más importante cada vez.
Su adhesión especialmente intensa a su última amada tenía aún otra causa. La esbelta
figura, la severa belleza y el duro carácter de aquella señora recordaban a la sujeto la
personalidad de su hermano mayor. De este modo, el objeto definitivamente escogido
correspondía no sólo a su ideal femenino, sino también a su ideal masculino, reuniendo así la
satisfacción de sus deseos homosexuales con la de sus deseos heterosexuales.

[49]
El análisis de homosexuales masculinos ha descubierto ésta misma coincidencia,
advirtiéndonos así que no debemos representarnos la esencia y la génesis de la inversión
como algo sencillo, ni tampoco perder de vista la bisexualidad general del hombre.
¿Cómo explicarnos qué precisamente el nacimiento tardío de un hermano, cuando la sujeto
había alcanzado ya su madurez sexual y abrigaba intensos deseos propios, la impulsara a
orientar hacia su propia madre, y madre de aquel nuevo niño, su apasionada ternura,
exteriorizándola en un subrogado de la personalidad materna? Hubiera debido suceder lo
contrario.
La muchacha de este caso tenía pocos motivos para abrigar un gran cariño hacia su madre,
la cual, juvenilmente bella aún, veía en aquella hija una molesta competidora y, en
consecuencia, la posponía a los hijos, limitaba en lo posible su independencia y cuidaba
celosamente de que permaneciese lejana al padre.
Estaba, pues, justificado que la muchacha experimentase desde un principio la necesidad
de una madre más amable; pero lo que no es comprensible es que esta necesidad surgiese
precisamente en el momento indicado y bajo la forma de una pasión devoradora.
La muchacha se encontraba en la fase de la reviviscencia del complejo de Edipo infantil en
la pubertad cuando sufrió su primera gran decepción.
El deseo de tener un hijo, y un hijo de sexo masculino, se hizo en ella claramente
consciente; lo que no podía hallar acceso a su conciencia era qué tal hijo había de ser de su
propio padre e imagen viva del mismo.
No fue ella quien tuvo el niño, sino su madre, competidora odiada en lo inconsciente.
Indignada y amargada ante esta traición, la sujeto se apartó del padre y en general del
hombre. Después de este primer doloroso fracaso rechazó su femineidad y tendió a dar a su
libido otro destino.
En todo esto se condujo nuestra sujeto como muchos hombres, que después de un primer
desengaño se apartan duraderamente del sexo femenino infiel, haciéndose misóginos.
Nuestra libido oscila normalmente toda la vida entre el objeto masculino y el femenino; el
soltero abandona sus amistades masculinas al casarse y vuelve a ellas cuando el matrimonio
ha perdido para él todo atractivo.
Cuando la oscilación es tan fundamental y tan definitiva como en nuestro caso, hemos de
sospechar la existencia de un factor especial que favorece decisivamente uno de los sectores,
y qué quizá no ha hecho más qué esperar el momento oportuno para imponer a la elección de
objeto sus fines particulares.

[50]
La muchacha había rechazado de sí, después de aquel desengaño, el deseo de un hijo, el
amor al hombre y, en general, su femineidad. En este punto podían haber sucedido muchas
cosas, lo que sucedió en realidad fue lo más extremo.
Se transformó en hombre y tomó como objeto erótico a la madre en lugar del padre, su
relación con la madre había sido seguramente desde un principio ambivalente, resultando
fácil para la sujeto reavivar el amor anterior a su madre y compensar con su ayuda su
hostilidad contra ella.
Más como la madre real no era ciertamente asequible a su cariño, la transmutación
sentimental descrita la impulsó a buscar un subrogado materno al que poder consagrar su
amor.
A todo esto, vino a agregarse todavía como «ventaja de la enfermedad» un motivo
práctico, nacido de sus relaciones reales con la madre. Esta gustaba aún de ser cortejada y
admirada por los hombres.
Así pues, si la muchacha se hacía homosexual, abandonaba los hombres a su madre y por
decirlo así, le dejaba el campo libre y suprimía con ello algo que había provocado hasta
entonces el disfavor materno.
La posición de la libido así establecida quedó fortificada al observar la muchacha cuán
desagradable era el padre. Desde aquella primera reprimenda motivada por su adhesión
excesivamente cariñosa a una mujer, sabía ya la sujeto un medio seguro para disgustarle y
vengarse de él. Permaneció homosexual por vengarse de su padre. No le causaba tampoco
remordimiento alguno engañarle y mentirle de continuo.
Con la madre no se mostraba más disimulada de lo imprescindiblemente necesario para
engañar al padre. Parecía obrar conforme a la ley del Talión: «Tú me has engañado, y ahora
tienes que sufrir que yo te engañe.»
El padre tenía que averiguar sus relaciones con la señora, pues de otro modo no hubiera
satisfecho la sujeto sus impulsos vengativos. De este modo cuidó muy bien de procurarse un
encuentro con él, mostrándose públicamente con su amiga por las calles cercanas a la oficina
del padre. Ninguna de estas imprudencias puede considerarse inintencionada.
Tanto el padre como la madre se condujesen como si comprendiesen la secreta psicología
de la hija. La madre se mostraba tolerante, como si reconociese el favor que le había hecho la
hija dejándole el campo libre; el padre ardía en cólera como si se diese cuenta de las
intenciones vengativas orientadas contra su persona.

[51]
La inversión de la muchacha recibió, por último, su definitiva intensificación al tropezar
en la señora indicada con un objeto que satisfacía simultáneamente la parte de su libido
heterosexual adherida aún al hermano.

En sus relaciones con un último objeto erótico adoptó la muchacha el tipo masculino del
amor.
Esta coincidencia de la conducta amorosa de la sujeto con un «tipo de elección masculina
de objeto» y referido a una fijación erótica a la madre, llegaba hasta los menores detalles.
Podía parecer singular que la sujeto no retrocediese ante la mala fama de su amada,
aunque sus propias observaciones habían de convencerla de la veracidad de tales rumores y a
pesar de ser ella una muchacha bien educada y casta, que había evitado toda aventura sexual
y que parecía sentir el aspecto antiestético de toda grosera satisfacción sexual.
Pero ya sus primeros caprichos amorosos habían tenido como objeto mujeres a las que no
se podía atribuir una moral muy severa.
No se trataba nunca de mujeres tachadas de homosexualidad, que hubieran podido
ofrecerle una satisfacción de este orden; por lo contrario, pretendía ilógicamente a mujeres
coquetas, en el sentido corriente de esta palabra. Una muchacha de su edad, francamente
homosexual, que se puso gustosa a su disposición, fue rechazada por ella sin vacilación
alguna. Pero la mala fama de su último amor había de constituir precisamente un requisito
erótico para ella.
El aspecto aparentemente enigmático de tal conducta desaparece al recordar que también
en aquel tipo masculino de la elección de objeto, que derivamos de la fijación a la madre, es
necesario, como condición de amor, que la amada tenga fama de liviana.
Cuando más tarde averiguó hasta qué punto merecía su amiga este calificativo, puesto que
vivía sencillamente de la venta de su cuerpo, su reacción consistió en una gran compasión
hacia ella y en el desarrollo de fantasías y propósitos de redimir a la mujer amada.
El análisis de la tentativa de suicidio, absolutamente sincera, pero qué en definitiva mejoró
la posición de la sujeto tanto con respecto a sus padres como para con la mujer amada, nos
lleva a regiones muy distintas. La muchacha paseaba una tarde con su amiga por un lugar y a
una hora en los cuales no era difícil tropezar con el padre en su regreso de la oficina.
Así sucedió, y al cruzarse con ellas les dirigió el padre una mirada colérica. Momentos
después se arrojaba la muchacha al foso por el que circulaba el tranvía.

[52]
Su explicación de las causas inmediatas de su tentativa de suicidio nos parece admirable.
Había confesado a la dama que el caballero qué las había mirado tan airadamente era su
padre, el cual no quería tolerar su amistad con ella.
La señora, altamente disgustada, le había ordenado que se separase de ella en el acto y no
volviera a buscarla ni a dirigirle la palabra; aquello tenía que terminar alguna vez.
Desesperada ante la idea de haber perdido para siempre a la mujer amada, intentó quitarse la
vida.
El análisis permitió descubrir detrás de esta interpretación de la sujeto, otra más profunda,
confirmada por toda una serie de sueños. La tentativa de suicidio tenía otros dos distintos
aspectos, constituyendo un «autocastigo» y la realización de un deseo.
En este último aspecto, significaba la realización de aquel deseo cuyo cumplimiento la
había impulsado a la homosexualidad, el de tener un hijo de su padre, pues ahora «iba
abajo» o «paría» por causa de su padre.
El hecho de que su amiga le hubiese hablado exactamente como el padre, imponiéndole
idéntica prohibición, nos da el punto de contacto de esta interpretación más profunda con la
interpretación superficial y consciente de la muchacha.
Con su aspecto de «autocastigo» nos revela la tentativa de suicidio que la muchacha
abrigaba, en su inconsciente, intenso deseo de muerte contra el padre por haberse opuesto a
su amor, o, contra la madre por haber dado al padre el hijo por ella anhelado.
El psicoanálisis descubre que quizá nadie encuentra la energía psíquica necesaria para
matarse si no mata simultáneamente a un objeto con el cual se ha identificado, volviendo así
contra sí mismo un deseo de muerte orientado hacia distinta persona.
La identificación de la sujeto con su madre, la cual hubiera debido morir al dar a luz aquel
hijo que ella (la muchacha) deseaba tener de su padre, da también al «autocastigo» la
significación del cumplimiento de un deseo. En la determinación de un acto tan grave como
el realizado por nuestra sujeto colaboran enérgicos motivos.
En la motivación expuesta por la muchacha no interviene el padre ni se menciona siquiera
el temor justificado a su cólera.
En la descubierta por el análisis le corresponde el papel principal. También para el curso y
el desenlace de la exploración analítica, presentó la relación de la sujeto con su padre la
misma importancia decisiva.
Detrás de los cariñosos sentimientos filiales que parecían transparentarse en su declaración
de que por amor a sus padres apoyaría honradamente la tentativa de transformación sexual, se
escondían tendencias hostiles y vengativas contrarias al padre, que la mantenían encadenada

[53]
a la homosexualidad. Fortificada la resistencia en tal posición, dejaba libre a la investigación
psicoanalítica un amplio sector.
El análisis transcurrió casi sin indicios de resistencia, con una viva colaboración
intelectual de la analizada, pero también sin despertar en ella emoción alguna.
Su análisis hacía una impresión análoga a la de un tratamiento hipnótico, en el cual la
resistencia se retira igualmente hasta un cierto límite, donde luego se muestra invencible.
En nuestra muchacha no era la duda, sino el factor afectivo constituido por sus deseos de
venganza contra el padre, el que determinaba su fría reserva y el que dividió claramente en
dos fases el análisis e hizo que los resultados de la primera fase fuesen tan visibles y
completos. Parecía también como si en ningún momento hubiera surgido en ella nada análogo
a una transferencia afectiva sobre la persona del médico. Pero esto es, naturalmente, un
contrasentido.
El analizado tiene que adoptar inevitablemente alguna actitud afectiva con respecto al
médico, y por lo general repite en ella una relación infantil.
En realidad, la sujeto transfirió sobre Freud la total repulsa del hombre que la dominaba
desde su desengaño por la traición del padre. La hostilidad contra el hombre encuentra, por lo
general, grandes facilidades para satisfacer en la persona del médico, pues no necesita
provocar emociones tempestuosas y le basta con exteriorizarse simplemente en una oposición
a todos sus esfuerzos terapéuticos y en la conservación de la enfermedad.
Freud interrumpe el análisis en cuanto reconoce la actitud hostil de la muchacha contra su
padre, y aconsejé que, si tenía algún interés en proseguir la tentativa terapéutica analítica, se
encomendase su continuación a una doctora. La muchacha había prometido a su padre
renunciar por lo menos a todo trato con aquella señora, Freud no sabe si su consejo, cuya
motivación es evidente, habrá sido seguido.
Una única vez sucedió en el análisis algo que puede ser considerado como una
transferencia positiva y como una reviviscencia extraordinariamente debilitada del
apasionado amor primitivo al padre.
En cierto período no muy lejano del principio del tratamiento produjo la muchacha una
serie de sueños normalmente deformados y expresados en correcto lenguaje onírico, pero
fáciles de interpretar. Una vez interpretado su contenido resultaban harto singulares.
Anticipaban la curación de la inversión por el tratamiento analítico, expresaban la alegría
de la sujeto por los horizontes que se abrían ante ella, confesaban un deseo de lograr el amor
de un hombre y tener hijos, y podían ser considerados como una satisfactoria preparación a la

[54]
transformación deseada. Pero todo esto parecía en manifiesta contradicción con las
declaraciones de la sujeto en estado de vigilia.
No me ocultaba que pensaba casarse, pero sólo para escapar a la tiranía del padre y vivir
ampliamente sus verdaderas inclinaciones. Despreciativamente decía que ya sabría
arreglárselas ella con el marido, y qué en último caso, como lo demostraba el ejemplo de su
amiga, no era imposible mantener simultáneamente relaciones sexuales con un hombre y con
una mujer.
Guiado por algún pequeño indicio, Freud le comunica que él no prestaba ninguna fe a
tales sueños, los cuales eran mentirosos o disimulados, persiguiendo tan sólo la intención de
engañarlo como ella solía engañar a su padre.
Los hechos le dan la razón, pues a partir de este momento no volvieron a presentarse tales
sueños. A más de este propósito de engañarme integraban también estos sueños el de ganar la
estimación de Freud, constituyendo una tentativa de conquistar su interés y buena opinión
quizá tan sólo para defraudarlo más profundamente luego.
El reconocimiento de tales sueños mentirosos no constituye ninguna novedad
revolucionaria. El sueño no es lo «inconsciente», es la forma en la cual pudo ser fundida,
merced a las condiciones favorables del estado de reposo, una idea procedente de lo
preconsciente o residual de la conciencia del estado de vigilia.
En el estado de reposo encuentra tal idea el apoyo de impulsos optativos inconscientes y
experimenta con ello la deformación que le impone la «elaboración onírica» regida por los
mecanismos imperantes en lo inconsciente.
En la sujeto la intención de engañar a Freud como solía engañar a su padre procedía
seguramente de lo preconsciente, si es qué no era consciente por completo. Tal intención
podía lograrse enlazando a la persona de Freud el deseo inconsciente de agradar al padre (o a
un subrogado suyo), y creó así un sueño mentiroso.
Ambas intenciones, la de engañar al padre y la de agradarle, proceden del mismo
complejo: la primera nace de la represión de la segunda, y ésta es referida a aquéllas por la
elaboración onírica. No puede, pues, hablarse de una degradación de lo inconsciente ni de
una disminución de la confianza en los resultados de nuestro análisis.
Hallamos una muchacha que desarrolla un apasionado amor a otras mujeres, el cual
despierta, desde luego, el disgusto de sus padres, pero no es apenas tomado en serio por ellos
en un principio.
Ella misma sabe probablemente cuán dominada se halla por tal pasión; pero no advierte
sino muy débilmente las sensaciones correspondientes a un intenso enamoramiento hasta que

[55]
una determinada prohibición provoca una reacción excesiva que revela a todas las partes
interesadas la existencia de una devoradora pasión de energía elemental. Tampoco ha
advertido nunca la muchacha ninguna de las premisas necesarias para la explosión de tal
tormenta anímica.

A la cabeza de tales fuerzas impulsoras aparecía la impresión producida en la sujeto por el


nacimiento del menor de sus hermanos, siéndonos así posible clasificar este caso como una
inversión tardíamente adquirida.
En tanto que perseguimos regresivamente la evolución, partiendo de su resultado final,
vamos estableciendo un encadenamiento ininterrumpido y consideramos totalmente
satisfactorio e incluso completo el conocimiento adquirido. Pero si emprendemos el camino
inverso, partiendo de las premisas descubiertas por el análisis, e intentamos perseguir su
trayectoria hasta el resultado, desaparece nuestra impresión de una concatenación necesaria e
imposible de establecer en otra forma.
Aunque conozcamos por completo los factores etiológicos determinantes de cierto
resultado, no conocemos más que su peculiaridad cualitativa y no su energía relativa.
Algunos de ellos habrán de ser juzgados por otros más fuertes y no participarán en el
resultado final. Pero no sabemos nunca de antemano cuáles de los factores determinantes
resultarán ser los más fuertes y cuáles los más débiles.
Sólo al final podemos decir que los que se han impuesto eran los más fuertes.
Analíticamente puede descubrirse siempre con toda seguridad la causación, siendo, en
cambio, imposible toda predicción sintética.
De este modo no habremos de afirmar que toda muchacha cuyos deseos amorosos
emanados de la disposición correspondiente al complejo de Edipo en los años de la pubertad,
queden defraudados, se refugie en la homosexualidad. Por el contrario, creemos mucho más
frecuente otras distintas reacciones a este trauma.
Pero entonces habremos de suponer que en el resultado del caso han intervenido
decisivamente otros factores especiales ajenos al trauma y probablemente de naturaleza más
interna. No es tampoco difícil señalar cuáles.
También el individuo normal precisa cierto tiempo para decidir definitivamente el sexo
sobre el cual ha de recaer su elección de objeto.
En ambos sexos son muy frecuentes, durante los primeros años siguientes a la pubertad,
ciertas inclinaciones homosexuales que se exteriorizan en amistades excesivamente intensas,
de un cierto matiz sensual.

[56]
Así sucedió también en nuestra muchacha; pero tales tendencias mostraban en ella una
energía y una persistencia poco corrientes.
Además, estos primeros brotes de su ulterior homosexualidad emergieron siempre en su
vida consciente, mientras que la disposición emanada del complejo de Edipo hubo de
permanecer inconsciente, exteriorizándose tan sólo en indicios, tales como su cariño al niño
encontrado en el paseo. Durante sus años escolares estuvo enamorada de una profesora muy
rigurosa y totalmente inasequible, o sea de un claro subrogado materno. Ya mucho antes del
nacimiento de su hermano menor y, por tanto, también de las primeras reprimendas paternas
había mostrado un vivo interés por algunas mujeres.
Su libido seguía, desde época muy temprana dos distintos cursos, de los cuales el más
superficial puede ser considerado, desde luego, homosexual, constituyendo quizá la
confirmación directa e invariada de una fijación infantil a la madre. El análisis se ha limitado
a descubrir probablemente el proceso que en una ocasión favorable condujo la corriente
libidinosa heterosexual a una confluencia con la homosexual manifiesta.
El análisis descubrió también que la muchacha integraba, desde sus años infantiles, un
«complejo de masculinidad» enérgicamente acentuado.
Animada, traviesa, combativa y nada dispuesta a dejarse superar por su hermano
inmediatamente menor, desarrolló, desde la fecha de su primera visión de los genitales del
hermano, una intensa «envidia del pene», cuyas ramificaciones llenaban aún su pensamiento.
Era una apasionada defensora de los derechos femeninos; encontraba injusto que las
muchachas no gozasen de las mismas libertades que los muchachos, y se revelaba en general
contra el destino de la mujer.
En la época del análisis las ideas del embarazo y del parto le eran especialmente
desagradables, en gran parte, por la deformación física concomitante a tales estados.
Su narcisismo juvenil, que no se exteriorizaba ya como orgullo por su belleza, se
manifestaba aun en esta defensa. Diversos indicios hacían suponer en ella una tendencia al
placer sexual visual y exhibicionista, muy intensa en épocas anteriores.
Esta conducta de la muchacha era precisamente la que había de ser determinada por la
acción conjunta del disfavor materno y de la comparación de sus genitales con los del
hermano, dada una intensa fijación a la madre. También existe aquí una posibilidad de
reducir al efecto de una influencia exterior, tempranamente eficaz, algo que nos hubiésemos
inclinado a considerar como una peculiaridad constitucional.
Pero también una parte de esta adquisición habrá de ser atribuida a la constitución
congénita.

[57]
Así se mezcla y se funde constantemente en la práctica aquello que en teoría quisiéramos
separar como antitético, o sea, la herencia y la adquisición.
El enigma de la homosexualidad no es tan sencillo como suele afirmarse
tendenciosamente en explicaciones como la que sigue: un alma femenina y qué, por tanto, ha
de amar al hombre, ha sido infundida, para su desgracia, en un cuerpo masculino, o
inversamente, un alma masculina, irresistiblemente atraída por la mujer, se halla
desdichadamente ligada a un cuerpo femenino.

Tratase más bien de tres series de características:


1) Caracteres sexuales somáticos (Hermafroditismo físico).
2) Caracteres sexuales psíquicos:
 Actitud masculina.
 Actitud femenina.
3) Tipo de la elección de objeto.
Que varían con cierta independencia unos de otros y aparecen en todo individuo
diversamente combinados. La literatura tendenciosa ha dificultado la visión de estas
relaciones, presentando en primer término, por motivos prácticos, la elección de objeto,
singular tan sólo para el profano y estableciendo una relación demasiado estrecha entre tal
elección y los caracteres sexuales somáticos.
Se cierra el camino que conduce a un más profundo conocimiento de aquello a lo que se
da uniformemente el nombre de homosexualidad, al rebelarse contra dos hechos
fundamentales descubiertos por la investigación psicoanalítica.
En primer lugar, el de que los hombres homosexuales han pasado por una fijación
especialmente intensa a la madre, y en segundo, el de que todos los normales dejan
reconocer, al lado de su heterosexualidad manifiesta, una considerable magnitud de
homosexualidad latente o inconsciente.
Teniendo en cuenta estos descubrimientos, desaparece, claro está la posibilidad de admitir
un «tercer sexo», creado por la naturaleza en un momento de capricho.
El psicoanálisis no está precisamente llamado a resolver el problema de la
homosexualidad. Tiene que contentarse con descubrir los mecanismos psíquicos que han
determinado la decisión de la elección de objeto y perseguir los caminos que enlazan tales
mecanismos con las disposiciones instintivas.

[58]
El psicoanálisis se alza sobre el mismo terreno que la biología al aceptar como premisa
una bisexualidad original del individuo humano (o animal). Pero no puede explicar la esencia
de aquello que en sentido convencional o biológico llamamos masculino y femenino; acoge
ambos conceptos y los sitúa en la base de sus trabajos.
Al intentar una mayor reducción, la masculinidad se le convierte en actividad y la
femineidad en pasividad, y esto es muy poco.
Sería prematuro o exagerado concebir ya la esperanza de una terapia generalmente
aplicable a la inversión. Los casos de homosexualidad masculina tratados con éxito cumplían
la condición, no siempre dada, de presentar un marcado hermafroditismo somático. Por otro
lado, no se ve aun claramente la posibilidad de una terapia análoga de la homosexualidad
femenina.
Si hubiera de consistir en la ablación de los ovarios probablemente hermafroditas y el
injerto de otros de supuesta unisexualidad, no podrían esperarse de ella ciertamente grandes
aplicaciones prácticas. Un individuo femenino que se ha sentido masculino y ha amado en
forma masculina no se dejará imponer el papel femenino si ha de pagar esta transformación,
no siempre ventajosa, con la renuncia a la maternidad.

[59]

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