Arquitectura Renacentista Española

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ARQUITECTURA RENACENTISTA

Aparece en España cuando el denominado estilo Reyes Católicos, todavía goticista, comienza a enriquecerse a
finales del siglo XV con motivos decorativos llegados de Italia, dando paso a una nueva tendencia donde
predominará el gusto por lo clásico y lo estético sobre el sentimiento religioso.

LA EVOLUCIÓN DE LA ARQUITECTURA RENACENTISTA ESPAÑOLA.

Partiendo de una saturación decorativa, que sobre soportes góticos flamencos (gótico-isabelino) se practica
desde finales de siglo XV, la arquitectura española evolucionará progresivamente hacia una forma más
austera, desenlace evidente de los postulados del Concilio de Trento. En la evolución de la arquitectura
renacentista española se distinguen tres fases que corresponden a los tres tercios del siglo XVI: el plateresco,
el plateresco purista o clasicista y el herreriano.

EL PLATERESCO

Se le denomina así al comparársele con lo menudo y rico de la decoración de las labores de los plateros. La
moda de la decoración italiana llega pronto ( incluso por piezas importadas), pero sin desmontar la estructura
gótica de los edificios. Las características más significativas de este período son: 1. Uso de paramentos
almohadillados. 2. Fachada-retablo. Imita a los retablos de interior. Desarrollados verticalmente se decoran
con bajorrelieves organizados en registros horizontales. Elementos tradicionales del Gótico, como arquivoltas
o remates florales, se conjugan con otros procedentes del Renacimiento, como medallones con cabezas
clásicos o de fantasía. También escudos heráldicos que aluden a los mecenas. 3. Columnas abalaustradas con
capiteles corintios o compuestos decorados de modo fantástico. Las fachadas se rematan con candeleros o
barandas abalaustradas. 4. Pilastras recubiertas de rica decoración de grutescos y candelieri. 5. Arcos de
medio punto, junto con carpaneles de tradición gótica. Son representantes de este estilo arquitectos como
Lorenzo Vázquez de Segovia, autor del Colegio mayor de Santa Cruz de Valladolid, en donde introduce el
almohadillado de origen italiano limitándose, no obstante, a engalanar un edificio gótico no realizando en él
obra arquitectónica alguna; y Pedro Gumiel, inventor del llamado “estilo Cisneros” mezcla de elementos
musulmanes como las yeserías o las techumbres mudéjares de madera con temas itálicos renacentistas,
destacando la Antesala y la Sala Capitular de la Catedral de Toledo.
LORENZO VÁZQUEZ DE SEGOVIA. COLEGIO MAYOR DE SANTA CRUZ. VALLADOLID

En la fachada utiliza el aparejo almohadillado que había puesto de moda en Italia Brunelleschi unos cincuenta
años antes. Limita el uso de este aparejo al panel en que se abre la portada, dejando el resto de la fachada sin
ornamentar, al modo gótico tradicional.. La puerta, con arco de medio punto sin tímpano, lleva sobre el dintel
un semicírculo decorado con motivos vegetales renacientes, y las pilastras que la encuadran son de
inspiración clásica. La fachada se corona con una balaustrada, que sustituye a la calada crestería de los
edificios isabelinos.

Sin embargo, el centro más representativo de este periodo es Salamanca en donde se erigen edificios tan
importantes como la Fachada de la Universidad o la Fachada de la Iglesia de San Esteban de Juan de Álava.
FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

Si bien es posterior a su reinado, es posible que los Reyes Católicos fueran los promotores de esta
monumental fachada que, de acuerdo con el tradicional modelo de fachada-retablo, presenta una estructura
independiente a la distribución interior. Se desconoce la identidad del autor, aunque en ocasiones se atribuye
a Juan de Álava. La fachada corresponde al estilo plateresco. Así, muestra la fusión del gótico con una
interpretación muy libre de los elementos clásicos, convivencia característica de lo plateresco. El primero se
empleó básicamente en la estructura (bóvedas de crucería o arcos carpaneles), mientras que las formas
clasicistas, sin atenerse a la debida proporción y con una gran libertad a la hora de combinarlas, permitieron
un amplio repertorio de motivos ornamentales que produjeron el también clásico horror vacui. Como motivos
decorativos, se emplearon: medallones, animales fantásticos, veneras, cornucopias, grutescos, candelieri,
putti...; se distribuyen por los diferentes cuerpos, definidos por unas pilastras en cuyos fustes también se
encuentra esta abigarrada ornamentación.

EL PLATERESCO PURISTA.

También llamado clasicista. A partir de 1530 las estructuras arquitectónicas se acercan más a la renovadora
oleada procedente de Italia y la profusa decoración cede paso a una mayor búsqueda de la armonía y de las
proporciones más acorde con la tradición clásica. A ello contribuyeron factores como: la emulación de los
ideales de la Corona por parte de familias de la alta nobleza que contribuyeron a un gran desarrollo
urbanístico como en Guadalajara, Alcalá de Henares o Úbeda, la difusión de tratados renacentistas italianos y
del programa imperial de Carlos V de exaltación nacional, con un interés por divulgar una imagen más
clasicista. Formalmente destaca este período por:

1. Concentración de la decoración en el eje principal. 2. Aparecen los ritmos de frontones curvos y rectos, con
decoración escultórica. 3. Temática heráldica de exaltación del Imperio. 4. Prosigue el remate de candeleros y
balaustres. 5. Simplificación y reducción del ornamento prescindiendo del grutesco y del candelieri y
sustituyéndolos por columnas estriadas más del gusto clásico.

En Andalucía, el centro fundamental es Granada con la obra de la Catedral, debida a Diego de Siloé que ha de
ejercer una gran influencia tanto en Andalucía como en América. Destacable también es el Palacio de Carlos V
en La Alhambra obra de Pedro Machuca, uno de los edificios más clasicistas de España.

DIEGO DE SILOÉ.

Catedral de Granada La Caterdral fue planeada por Enrique Egas en gótico, con planta semejante a la Catedral
de Toledo, pero Siloé la transformará en monumento del renacimiento. Desechados los elementos
constructivos góticos (pilares, etc), era necesario inventar o asimilar otros nuevos para llevar a cabo tan
colosal monumento. El presbiterio se convierte en una rotonda cupuliforme, a la que da paso, desde la nave,
un gran arco concebido como fachada triunfal. Para lograr la altura de un templo gótico recurrió a un original
combinado. Erigió un pilar con medias columnas clásicas adosadas hasta cierta altura, y sobre éstas puso una
especie de entablamento de varios cuerpos, y sobre éste labró otro nuevo pilar con pilastras adosadas que
duplica la altura del soporte sin romper las proporciones renacentistas. Traza una capilla mayor circular para
poder cubrirla con una bóveda de media naranja, como marcan los cánones renacentistas del XVI.
La llamada arquitectura purista, que pretendía la eliminación de todos los elementos secundarios para
quedarse con la esencia del edificio, en la «pura» estructura y en el tratamiento, más o menos, puro y
canónico de las formas procedentes de Italia. La reacción coincidió con el establecimiento de Carlos V como
emperador, que buscaba unos escenarios arquitectónicos más próximos a los desarrollados en la Roma
imperial. La antigua capital del reino nazarí, último bastión de la presencia musulmana, experimentó en el
siglo XVI una amplia reforma, encaminada a eliminar la huella islámica y a subrayar la idea de Imperio. Obras
como la Capilla Real, la Catedral, la Lonja y la Universidad formarían parte de un complejo programa que
culminaría en el Palacio Imperial, ubicado en los conjuntos palaciegos de la Alhambra. Dos personalidades
desempeñaron un papel esencial en la construcción de este espacio áulico: Pedro Machuca, el arquitecto, y
Luis Hurtado de Mendoza. Juntos concibieron un palacio de planta cuadrada con un patio circular, formas que
simbolizaban, respectivamente, el mundo terrenal y el universo. Ambos crearon el espacio adecuado para el
nuevo «señor del mundo» y máximo defensor de la verdadera fe. Las dos formas materializaban los ideales de
armonía y equilibrio del nuevo Imperio y de la nueva arquitectura. Los muros exteriores se organizan en dos
cuerpos, que manifiestan la huella renacentista italiana. El inferior presenta sillares y pilastras toscanas, con
un aparejo almohadillado rústico. El superior opta por muros y pilastras jónicas lisas. Coinciden en la
preferencia por los vanos rectangulares sobre los que se sitúan óculos, y en el piso superior se sitúan
frontones triangulares y guardapolvos adintelados.

EL HERRERIANO.

En el último tercio del siglo XVI, en tiempos de Felipe II, surge este nuevo estilo que tiene su punto de partida
en la construcción del Monasterio de El Escorial, obra debida a Juan Bautista de Toledo y a su continuador
Juan de Herrera. En su configuración influyen una serie de peculiaridades en nuestro país que se pueden
resumir en: 1. Empeoramiento de la situación económica, social y política con Felipe II. 2. Nuevo lenguaje
artístico que se aleja definitivamente de las formas góticas y mudéjares. 3. Importancia de la Contrarreforma,
tras el Concilio de Trento. 4. Influencia de Miguel Ángel en la construcción de templos o en la escultura. 5.
Mecenazgo de Felipe II, cuyos gustos artísticos se vinculan al último período renacentista italiano ligado a
Serlio o Vignola. Las características formales se resumirían de la siguiente manera: 1. Desnudez decorativa y
rigor geométrico. 2. Gusto por las relaciones matemáticas entre los elementos, con volúmenes netos y aristas
vivas. 3. Cubiertas de madera revestidas al exterior de pizarra (en las torres chapiteles). 4. Adornos de
pirámides y bolas.

La construcción del Monasterio de El Escorial se inició en 1563, el mismo año en el que se clausuraba el
Concilio de Trento. Con él se pretendió subrayar la importancia y perennidad de la fe católica, mediante el uso
de formas majestuosas. Trazado por Juan Bautista de Toledo, es continuado y terminado por Juan de Herrera.

La traza general se inscribe en un gran cuadrado, dividido en dos partes: la delantera para la biblioteca y las
dependencias conventuales, y el acceso a la gran basílica, que se sitúa en el centro, con el gran Patio de los
Reyes. Hacia la cabecera están las dependencias del palacio, que rodea la cabecera y se prolonga hacia oriente
en un cuerpo de edificios que forma alegóricamente el mango de una parrilla, alusivo al martirio de San
Lorenzo, a quien se dedica al templo. La belleza del edificio radica fundamentalmente en la pura arquitectura.
La influencia técnica de esta construcción y su estética son fundamentales para la iniciación del barroco
español.
JUAN DE HERRERA. MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

El Escorial es, en esencia, una obra manierista, aunque ya hemos dicho que su influencia marca el comienzo
del estilo herreriano, cuyo predominio en el primer barroco español será determinante. De ahí la importancia
de su estudio. La idea de El Escorial es personal de Felipe II, y la ejecución de sus planes constructivos
también, por lo que se convierte en un perfecto ejemplo de condicionamiento del mecenas sobre la obra del
artista, aspecto éste que será también característico del Barroco. Su proyectista fue Juan Bautista de Toledo,
pero al morir a los cuatro años de iniciarse la obra, es sustituido por Juan de Herrera, que concluye la obra en
un estilo muy personal, diecisiete años después. Su construcción se plantea como conmemoración de la
Batalla de San Quintín, ganada precisamente el día de San Lorenzo, admitiendo al mismo tiempo una finalidad
múltiple: palacio, iglesia, panteón real y centro destinado a las artes y las ciencias. La planta del Monasterio es
un rectángulo del que sólo sobresale al fondo el edificio dedicado a los aposentos reales o Palacio,
configurando así una forma de parrilla en la planta, recuerdo simbólico del instrumento de martirio de San
Lorenzo, titular del Monasterio. A la entrada se abren en ambos lados sendos patios cuadrangulares,
subdivididos a su vez en cuatro partes, en un esquema muy manierista de situar los patios no directamente
como prolongación de la entrada, sino a los lados, lo que resulta una solución que invita a la confusión del
espectador y es totalmente anteclásica. De los dos el de la derecha, el de Los Evangelistas, ornado en su
centro por una fuente con un edículo central. Integrada en el centro del rectángulo se eleva la iglesia, con
planta a su vez centralizada, de cruz griega, subrayada además por el remate de su magnífica cúpula. En su
interior se sitúa un presbiterio elevado, y bajo éste el Panteón Real, de planta octogonal, decorado con
mármoles jaspeados que crean un ambiente realmente sobrecogedor. Su concepción espacial es igualmente
sobria y monumental, con repetición de arcos, pilastras toscazas acanaladas, de gran ritmicidad, y bóvedas de
cañón con lunetos. Al exterior destaca especialmente el aire sobrio y austero de todo el conjunto, sin
ornamento alguno y del que sobresale el sentido robusto del muro desnudo de granito t, como único
elemento dinamizador, las series repetitivas de ventanas, muy sencillas, adinteladas e igualmente carentes de
decoración. Se crea así un ritmo reiterativo de volúmenes exteriores ad infinitud que resulta también
típicamente manierista. Esta solidez externa adquiere elegancia gracias a los remates superiores de toda la
edificación, destacando las cuatro torres de los ángulos, más las otras dos que flanquean la iglesia; y los
tejados, típicos de las arquitecturas de los Austrias, a base de tejados de pizarra a dos vertientes muy
anguladas, buhardillas y chapiteles rematando las torres. Igualmente característicos de esta arquitectura
herreriana serán los piramidiones o remates de pirámides con bolas, que coronan también los elementos
altos de la construcción. Sólo la fachada propiamente dicha de entrada al edificio rompe ese sentido de severa
austeridad escurialense. Está formada por un amplio pórtico de dos cuerpos. El inferior presenta ocho
columnas dóricas; y el superior, cuatro jónicas, un nicho en el centro que cobija la imagen de San Lorenzo y un
remato superior en frontón. En conjunto la solemne austeridad del edificio de El Escorial es la imagen perfecta
del concepto de Estado y de Imperio de Felipe II: frío y tremendamente racional.

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