Guía Sociales Iii Periodo
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LA CIVILIZACION MAYA
Los mayas fueron una civilización clasicista originaria del sureste de México y parte de la región norte de la América Central. Esta civilización se caracterizaba
por ser un conjunto de comunidades que poseían costumbres y lenguas distintas pero cumplían con ciertos rasgos que los integraban en una sola cultura: la
cultura Maya. El comienzo y desarrollo de esta civilización se encuentran comprendidos por tres períodos históricos ricos en conocimientos sobre todo lo que
engloba esta interesante cultura, llena de arte, literatura y aportes usados para crear ciertos aspectos que hoy en día conocemos. Cada uno nos muestra las
distintas maneras en que los mayas contribuyeron para la cultura actual y los importantes descubrimientos que ellos hicieron en materias ingenieras,
matemáticas, literarias y demás. Estos períodos se subdividen a su vez en variadas etapas del origen de los mayas, comenzando desde el período preclásico,
avanzando por el desarrollo y colapso del período clásico y finalizando con el posclásico y la conquista española.
La cultura Maya se divide en tres períodos principales: El Preclásico, Clásico y Posclásico; Estos fueron antecedidos por el Período Arcaico, que vio los
primeros asentamientos y el desarrollo temprano de la agricultura. Gracias a la gran variedad geográfica del área hay una diversidad cultural e histórica, pues los
mayas no fueron un grupo homogéneo, sino un conjunto de etnias con distintas lenguas, costumbres y formas de vinculación con su área. Pero la
economía, la organización sociopolítica, las construcciones y las obras escultóricas y pictóricas, así como los conocimientos científicos y la religión de los
grupos mayances, presentan semejanzas que permiten considerarlas como producto de una misma cultura.
La historia prehispánica de los mayas cubre casi 3,500 años, desde el establecimiento de las primeras aldeas, hacia el 2000 a.C.; hasta el sometimiento
paulatino a la Corona española, en los siglos XVI y XVII d.C. Entre los años 1800 a.C. y 250 d.C se ubica el periodo Preclásico se desarrolla el idioma maya, el
pueblo obtiene experiencia y grandes ciudades empiezan a aparecer. En la agricultura se da prioridad al cultivo de maíz, frijol y calabaza, en tanto a la caza, la
pesca y recolección quedan como actividades extras; por este motivo este periodo es conocido como el periodo agrícola. Se va desarrollando una religión con la
creencia de una vida ultra terrenal y culto a los muertos.
Durante el Período Preclásico Medio, pequeños pueblos comenzaron a crecer para al final dar paso a ciudades. Para el año 500 a. C. estas ciudades poseían
grandes templos decorados con máscaras de estuco que representaban a los dioses. Guatemala fue la primera ciudad bien documentada en las tierras bajas
mayas, donde las grandes estructuras se han fechado hacia 750 a. C. Nakbé ya contó con una arquitectura monumental, monumentos esculpidos y calzadas
que caracterizaron a las posteriores ciudades en las tierras bajas mayas. Las tierras bajas del norte de Yucatán fueron ampliamente colonizadas en el Preclásico
Medio. Aproximadamente por el 400 a. C., cerca del final del período Preclásico Medio, los gobernantes mayas fueron levantando estelas que celebraban
sus logros y validaban su derecho a gobernar
l período clásico es el período durante el cual en las tierras bajas mayas se levantaron monumentos fechadas, utilizando el calendario de la cuenta larga. Este
período marcó el auge de la construcción a gran escala y el urbanismo, el registro de inscripciones monumentales, y demostró un significativo desarrollo
intelectual y artístico, sobre todo en las regiones de las tierras bajas del sur. Alrededor del siglo III d.C. se inició una época de florecimiento en todos los órdenes,
llamada por ello «clásica», que culminó en el siglo IX. Recibe este nombre porque antes se creyó que un grupo sacerdotal consiguió el poder político y la
economía, lo social y cultural se desarrolló según la religión, dando como consecuencia una estratificación social. Entre los muchos sitios que florecieron durante
este período podemos destacar a Kamínaljuyú, Tikal, Palenque, Caracol, Yaxchilán, Bonampak, Chinkultik, Copán, Quiriguá, Calakmul, Cobá, Edzná, Uxmal, Ek
Balam y la Chichén Itzá clásica.
Hacia el siglo IX se inició una serie de cambios profundos, que se denominó «colapso maya», que consistió principalmente en el cese de las actividades políticas
y culturales de las grandes ciudades del área central, muchas de las cuales fueron abandonadas para luego desaparecer bajo la espesa selva. Hay varias
hipótesis sobre las causas de este fenómeno, entre las que se mencionan crisis agrícolas, ruptura del equilibrio ecológico y hambrunas, que pudieron acarrear
graves conflictos políticos.
En el periodo posclásico que abarco los años 1000-1687 dc, después de que se abandonaron los centros ceremoniales mayas del periodo clásico, a las Tierras
altas del sur del área maya arribaron varios pueblos extranjeros que modificaron el rumbo de la historia de esta civilización.
El Período Posclásico fue marcado por una serie de cambios que distinguían a sus ciudades de las de la época clásica anterior. La gran ciudad de Kaminaljuyú
en el Valle de Guatemala fue abandonada después de un periodo de ocupación continua que se extendió por casi dos mil años. Esto fue sintomático de los
cambios que estaban barriendo a través de las tierras altas y la llanura de la costa del Pacífico, en los cuales las ciudades situadas en terrenos expuestos fueron
reubicadas, al parecer debido a una proliferación de la guerra.
En los días antes de la conquista española, las tierras altas de Guatemala fueron dominadas por poderosos estados mayas. La supremacía de Mayapán llego a
su fin en 1441, cuando el líder xiu de Uxmal, Ah Xupan Xiu, la destruyo masacrando a la familia real cocom. Durante su auge, Mayapán llego a tener hasta 12 mil
habitantes. En el Petén, Taysal de los Itzáes, Zacpetén de los Ko’woj y Queixil de los Yalnain, fueron las ultimas ciudades Mayas y Mesoamericanas en ser
conquistadas, en el 1697 dc, por el conquistador Hernán Cortés en 1542.
CIVILIZACION AZTECA
En 1519, año de la llegada de los españoles a México Central, una gran parte de Mesoamérica
estaba bajo el control de la cultura azteca, quienes habían forjado en poco más de un siglo un
poderoso imperio que se extendía de la frontera septentrional del área al istmo de
Tehuantepec, y del Atlántico al Pacífico.El corazón de este vasto territorio era Tenochtitlán, una
ciudad densamente poblada del Valle de México, al sur del Altiplano Central. La urbe,
compuesta por dos ciudades gemelas (Tcnochtitlán y Tlatelolco), contaba entre 150.000 y
300.000 habitantes, concentrados en dos pequeñas islas que habían crecido gracias al empleo
de islotes artificiales. El centro de la ciudad estaba ocupado por el recinto sagrado, un conjunto
de 78 edificios religiosos presididos por el Templo Mayor. A su alrededor, ordenados en
círculos concéntricos se alzaban los dos palacios reales, las residencias de los nobles y las
casas de los plebeyos. El mercado estaba en Tlatelolco y era visitado diariamente por más de
60.000 personas.
La Cuenca de México está rodeada por una cordillera en forma de anfiteatro con alturas
superiores a los 5.000 m (Popocatepetl e Iztacíhuatl); su altitud es de unos 2.300 metros sobre
el nivel del mar; y goza de un agradable clima subtropical de altura. En la época prehispánica la zona central estaba ocupada por cinco grandes lagos
comunicados entre sí: Xaltocan y Zumpango al norte. Tetzcoco en el centro, y Xochimilco y Chaco al sur. Todos tenían el agua dulce, salvo la laguna de
Tetzcoco. Tras la caída del imperio tolteca a fines del siglo XII, el Valle de México fue invadido por sucesivas oleadas de pueblos bárbaros procedentes del norte
que fundaron diversas ciudades-estado, como Xaltocan, Tetzcoco, Azcapotzalco o Coatlinchan. La última invasión la efectuaron la cultura azteca, un grupo de
lengua náhuatl originario de Aztlan, un lugar semimítico situado en el Occidente de México.
Los mexicas —nombre que se daban la cultura azteca a sí mismos— se asentaron primero en la colina de Chapultépec y luego, tras ser expulsados de allí, en
Culhuacán, de donde también debieron huir. Finalmente se establecieron de manera definitiva en un islote arenoso del lago de Tetzcoco. Los comienzos de la
ciudad de Tenochtitlán, fundada en 1345, estuvieron llenos de problemas y dificultades. Por un lado, una parte de la población, descontenta con el terreno que se
le había asignado, abandonó la pequeña aldea para fundar una nueva ciudad (Tlatelolco) en una isla cercana. Por el otro, la falta de materiales para la
construcción y la ausencia de tierras cultivables obligó a los gobernantes mexicas a aceptar la autoridad de Azcapotzalco, una de las principales ciudades-estado
de la región. Durante largo tiempo, los aztecas tuvieron que participar en las guerras imperialistas de Azcapotzalco, lo cual les proporcionó una gran experiencia
militar que les sería de gran utilidad en el futuro.
La muerte del rey azeapotzalca en 1426 abrió una crisis dinástica que aprovechó la cultura azteca para independizarse. Su jefe Itzcoatl (1426-1440) se alió con
el señorío de Tetzcoco, el principal rival de Azcapotzalco, y logró vencer a sus antiguos señores. La desaparición del poder azcapotzalea abrió un nuevo período
en la historia de Mesoamérica porque los vencedores decidieron mantener la unión e integrar en ella a los vencidos. Nació así la Triple Alianza, una
confederación que se caracterizó por su marcado talante imperialista.
Así, Motecuhzoma I Ilhuicamina (1440-1468), el sucesor de Itzcoatl, dominó el sur del Valle de México y conquistó extensos territorios en Oaxaca y la costa del
Golfo. La misma política siguió Axayacatl (1468-1481), quien unió al naciente imperio una parte del Valle de Toluca y la zona de Cacaxtla. Fracasó, en cambio, al
intentar anexionarse el territorio tarasco, aunque compensó esta derrota con un sonado éxito de gran valor simbólico: la ocupación de la ciudad hermana de
Tlatelolco. El proceso expansionista sufrió una breve pausa durante el reinado de Tízoc (1481-1486), un misterioso gobernante que, según cuentan las crónicas,
murió envenenado. Pero se reanudó con gran fuerza al ocupar el icpalli o trono Ahuitzotl (1486-1502). Este monarca extendió de forma considerable la frontera
de la cultura azteca, pues se apoderó de Xoconochco, Tehuantepec, Veracruz y otras áreas de gran riqueza. Ahuitzotl fue también un magnífico hombre de
Estado y un gran urbanista que amplió el Templo Mayor de Tenochtitlán, el principal monumento de la ciudad. A su muerte le sucedió Motecuhzoma
II Xocoyotzin (1502-1520), un sagaz político que inició una serie de profundas reformas encaminadas a consolidar el imperio. Así, obligó a los nobles a
desempeñar cargos públicos e impuso la supremacía de Tenochtitlán en la Triple Alianza al sustituir a los gobernantes legítimos por parientes suyos. Las
reformas también afectaron a la política imperial, puesto que Motecuhzoma frenó la expansión militar y se concentró en la tarea de someter a los territorios
independientes que habían resistido los ataques de sus predecesores. No lo consiguió, y ello sería la principal razón del fin del imperio, porque los españoles
nunca habrían logrado vencer a los mexicas sin la ayuda de Tlaxcallan, uno de los Estados libres del México Central.
Organización social de la Cultura Azteca
La sociedad de la cultura azteca experimentó profundas modificaciones a lo largo de su corta historia al transformarse poco a poco el igualitarismo de los
primeros tiempos, consecuencia de la orientación militar y los grupos de parentesco, en la estructura social descrita por los soldados españoles. En principio,
pueden diferenciarse dos grandes clases sociales: la noble y la plebeya. Teóricamente, los miembros del grupo inferior podían ascender al superior y viceversa,
pero en la práctica la movilidad social era inexistente.
La Nobleza: El sector dominante estaba formado por capas sociales de diversa procedencia encabezadas por el linaje real descendiente del primer tlatoani
(Orador) o rey mexica. Le seguían en poder y prestigio los tetecuhtin (Señores), nobles de alto rango que se habían hecho merecedores del título por los valiosos
servicios que prestaron al Estado. Los Señores poseían enormes extensiones de tierras en los lugares conquistados que se cultivaban mediante siervos y
ocupaban los cargos más elevados del gobierno de la nación. El rango no era hereditario, si bien los hijos de los tetecuhtin podían sucederá su padre cuando
demostraban poseer los requisitos necesarios. El tercer bloque estaba formado por los pipillin (literalmente Hijos), quienes, como su nombre indica, estaban
emparentados con los monarcas y los tetecuhtin. Constituían la gran masa de la nobleza y sin ellos el imperio no hubiera podido funcionar, dado que todos los
puestos intermedios de la administración, la magistratura, el ejército y el sacerdocio eran ejercidos por pipiltin. Estos nobles tenían derecho a poseer una o más
parcelas del latifundio familiar. Los cuauhpipiltin (Hijos del águila) constituían el último escalón de la clase noble. Se trataba de guerreros o mercaderes
procedentes de la clase plebeya que habían logrado franquear la barrera social gracias a sus dotes militares o a su habilidad comercial. Estos méritos les daban
derecho a disponer de la producción de un pequeño lote de tierras que se les entregaba para su sustento, a contraer más de un matrimonio, y a quedar exentos
de la obligación de tributar en especie o en trabajo al tlatoani. Los cuauhpipiltin, sin embargo, no eran bien vistos por los aristócratas de sangre, que les prohibían
lucir determinados adornos reservados a la nobleza, recordándoles así lo bajo de su cuna.
Los Plebeyos: La clase dominada carecía de la homogeneidad que caracterizaba al estamento plebeyo de otras sociedades precolombinas. Había tantas
diferencias económicas e incluso jurídicas que conviene diferenciar al menos tres estratos: superior, medio e inferior.
Estrato Superior
El primero lo integraban los pochteca, comerciantes dedicados a la exportación e importación de los productos de lujo consumidos por la élite dirigente. El
carácter semioficial de su profesión, que les llevaba a veces a actuar como espías, les proporcionaba grandes riquezas y la gratitud del Estado.
Los pochteca tenían derecho a tribunales, fiestas y emblemas particulares; pero no estaban libres de entregar fuertes tributos, lo cual señalaba su pertenencia a
la clase plebeya. Algunos artesanos especializados en la elaboración de los artículos de lujo gozaban de una posición similar.
Estato Medio
Por el contrario, la inmensa mayoría de los macehualtin (Merecidos) se situaba en el escalón intermedio.
Su profesión dependía del lugar donde residiesen: los que vivían en las áreas rurales o en los suburbios
de Tenochtitlán se dedicaban a la agricultura; los de las ciudades al comercio al por menor, a las
artesanías o a los servicios (médicos, parteras, barberos, etc.). Los macehualtin tenían rigurosamente
prohibido poseer tierras en propiedad. Además, debían pagar impuestos, cumplir el servicio militar y
trabajar gratis en las construcciones públicas. Los plebeyos se organizaban en calpultin (singular calpulli)
o barrios. El calpulli fue originariamente un grupo de familias emparentadas entre sí que cultivaban la
tierra de manera comunal y estaban subordinadas a un jefe, el calpuUec. Esta institución, típica de las
sociedades agrícolas preaztecas, se convirtió en Tenochtitlán en una simple demarcación territorial con
funciones económicas, administrativas, militares y educativas.
Estrato Inferior
Los mayeque (braceros) y los tlatlacotin o esclavos constituían los estratos inferiores de la sociedad de la cultura azteca. Los
primeros cultivaban las tierras de los nobles y estaban adscritos a ellas. Al igual que sucedía en la Europa medieval, los
mayeque formaban parte del latifundio y se heredaban o compraban junto con el resto de la propiedad. La categoría de siervo
pasaba de padres a hijos e incluía, entre otras muchas cargas, la obligación de servir en el ejército, de hacer las tareas
domésticas de la casa del Señor, y de entregarle una parte de la propia cosecha. Los tlatlacotin, denominados impropiamente
esclavos por los cronistas españoles, gozaban de una posición jurídica que les hacía más semejantes a los siervos del Medievo
que a los esclavos de la antigüedad clásica. Así, podían contraer matrimonio con personas libres, sus hijos no heredaban la
condición de esclavo y tenían derecho a poseer propiedades (esclavos incluidos). Las causas que conducían a la esclavitud
eran dos: la pobreza, que impulsaba a algunas personas a venderse a sí mismas, y la condena por robo u otro delito.
Las diferencias entre pipiltin y macehualtin no se limitaban a los campos de la economía y la política, sino que comprendían también otras facetas de la vida
humana, como el matrimonio (los nobles eran polígamos y los plebeyos monógamos) o la educación. Los aztecas fueron el único pueblo de América
prehispánica que establecieron la educación obligatoria y gratuita para todos los varones. Sin embargo, su sistema educativo reflejaba la estratificación social,
pues los hijos de la nobleza iban al calmecac, un internado donde se impartía una refinada educación, y los del pueblo a los telpochcaltin, escuelas de barrio que
daban una formación puramente militar.
Organización político-administrativa: La mayor autoridad de Tenochtitlán era el Huey tlatoani (Gran orador), quien acumulaba en su persona el poder
ejecutivo, legislativo y judicial. También tenía las máximas competencias en el campo religioso, si bien, a diferencia del Inca del Imperio Incaico, sus súbditos no
le atribuían carácter divino. El cargo pertenecía a una familia, aunque no pasaba de padre a hijo, sino de hermano a hermano. Cuando fallecía el último hermano
vivo, le sucedía uno de los hijos del hermano que reinó en primer lugar.
El Huey tlatoani contaba con la ayuda del cihuacóatl (Serpiente hembra), un virrey o visir que ejercía la regencia en caso de ausencia o muerte del monarca. El
rango de cihuacóati se heredaba y entre sus funciones estaba la de presidir el tribunal más alto o de última instancia, así como la supervisión de los distintos
consejos: el militar, el judicial y el económico. Este último consejo, situado en una sala del palacio
imperial llamada petlacalco (Casa del cofre), dependía directamente del virrey y se encargaba de todo
lo relacionado con la movilización de la mano de obra, los tributos y las obras pú-blicas. Los
responsables de las distintas comisiones formaban el Consejo Supremo, organismo que. junto con
otros altos dignatarios, constituía el cuerpo electoral encargado de seleccionar al nuevo tlatoani entre
los distintos candidatos.
Economía: El tributo, la agricultura y el binomio artesanía/comercio constituían los tres pilares de la
economía de la cultura azteca. Cada uno era indispensable para los otros y su desarrollo dependía
directamente de la guerra.
Agricultura Azteca: La agricultura de la cultura azteca estaba perfectamente adaptada al medio ambiente. En las zonas
secas se construyeron centenares de canales de riego para aprovechar las aguas de los lagos y ríos; y en las lagunas,
donde no se podía cultivar, se crearon infinidad de chinampas, islotes artificiales de cieno apuntalados en sus esquinas con
sauces acuáticos que daban dos cosechas anuales. Las chinampas, al igual que las restantes tierras, se dividían en tres
grupos según su poseedor: comunales, estatales y privadas. Las primeras pertenecían al calpulli y se entregaban en
usufructo a los miembros del barrio para su cultivo individual. Las segundas eran propiedad del Estado, quien las explotaba
directamente o mediante arriendo para sufragar los gastos del palacio, la justicia o el ejército. Las terceras estaban en
manos de los nobles y podían venderse junto con sus mayeque siempre y cuando el comprador fuese miembro de la
nobleza. La posesión de la tierra permitía a los pipiltin dedicarse íntegramente a la guerra, gracias a la cual se obtenían
enormes cantidades de objetos exóticos, materias primas o productos de primera necesidad. La mayor parte del tributo de
los pueblos sometidos se empleaba en el mantenimiento de la corte, del ejército, de las fiestas religiosas, de los obreros y del pueblo en época de malas
cosechas; el resto se entregaba a los artesanos para su transformación en productos de lujo, que a su vez se exportaban a otras áreas de Mesoamérica.
Comercio: Esta economía, de marcado corte imperial, exigía un activo comercio, cuyas rutas cubrían desde las costas del Pacífico hasta las del Golfo de
México. Por eso los pochteca gozaban, como hemos visto, de un fuerte prestigio social. La actividad de los mercaderes no se limitaba al territorio controlado por
la cultura aztecas. La demanda de cacao, plumas de quetzal y otras materias tropicales llevaba a los pochteca a los lejanos mercados de Xicalanco, en el Golfo
de México, y Xoconochco, en la costa pacífica, importantes centros comerciales donde se intercambiaban las producciones del Altiplano y del área maya.
Algunos bienes suntuarios se distribuían paralelamente a través de la red de mercados locales o regionales. En los tianguiz, que se celebraban cada cinco o
veinte días, se vendían todo tipo de mercancías y se ofrecían los servicios de muchas profesiones. Una corte de 12 jueces, presididos por un representante de
los pochteca, y un ejército de funcionarios se encargaban de impedir los fraudes o de resolver los litigios. Las compras se hacían a base de trueque o, lo más
frecuente, con moneda. El sistema monetario mexica se diferenciaba bastante del occidental, pues los valores de cambio más frecuentes eran las semillas de
cacao y las mantas, cuyo valor dependía de su tamaño y calidad. Al respecto interesa señalar que las mantas suponían una elevada porción de los tributos
recogidos.
Religión
El militarismo de la sociedad de la cultura azteca se reflejaba con gran claridad en la esfera religiosa. Los mitos
de creación, por ejemplo, sacralizaban la guerra al sostener que la única forma de evitar la destrucción de la
humanidad, como había sucedido a las cuatro anteriores, consistía en alimentar al Sol con la sangre de los
enemigos prisioneros de guerra para fortalecerle y evitar así su muerte. Sin embargo, las creencias guerreras de
los pipiltin mexicas no eran compartidas por la inmensa mayoría de los campesinos del México Central, sostén
económico de Tenochtitlán, que seguían adorando a los viejos dioses de la vegetación y el agua. Esta oposición
dio origen a una religión donde convivían en igualdad ambas tradiciones. La presencia de dos capillas gemelas
en el Templo Mayor de Tenochtitlán, dedicada una a Tialoc, el dios acuático, y otra a Huitzilopochtli, la belicosa
deidad de la cultura azteca, simbolizaba a la perfección el dualismo típico del pensamiento mexica.
Las principales deidades del panteón eran Omelecuhtli y Omecíhuatl, dioses creadores, y sus cuatro hijos:
Tezcatlipoca, dios de la Providencia; Huitzilopochtli, de la guerra: Quelzalcóatl, deidad del bien; y Xipe, patrono de la primavera y los cultivos. La misma
importancia poseían Tlaloc y Chalchiuhtlicue, divinidades acuáticas; Mictlantecuhtli. señor de los Infiernos; y las distintas advocaciones de la gran diosa madre de
los primen» agricultores (Coatlicue y Tlazolteotl).
Omelecuhtli
El dualismo se extendía también al mundo de los muertos. Los guerreros muertos en combate o en la piedra
de los sacrificios iban al Paraíso Solar; los que perecían ahogados o por causas relacionadas con el dios de
las aguas marchaban al Paraíso de Tlaloc, un jardín lleno de flores, riachuelos y frutas variadas. El resto de los
mortales se encaminaba al Mictlan (Lugar de los difuntos), donde se llevaba una existencia similar a la anterior.
Los sacrificios humanos, punto culminante del complejo sistema ceremonial mexica. reproducían también la
dualidad, ya que las técnicas empleadas en algunos de ellos (decapitación, flechamiento, inmersión en agua o
desollamiento) tenían un claro simbolismo agrario. Sin embargo, todos finalizaban de la misma manera, que el
sacrificio realizado en honor de Tonatiuh, la deidad solar: los sacerdotes abrían el pecho del cautivo con una
gran navaja de piedra, sacaban el corazón y lo ofrecían al Sol. La complejidad de la vida religiosa de la cultura
azteca exigía un sacerdocio numeroso y bien organizado. A la cabeza se encontraban dos sumos sacerdotes,
iguales en poder y prestigio, representantes respectivos de Tlaloc y Huitzilopochtli. Les seguía en categoría
el Mexicatl teohuatzin (Sacerdote mexicano), encargado de las ceremonias, y sus subordinados directos. El resto del clero se agrupaba en órdenes religiosas
divididas en cuatro grupos de edad: novicios, jóvenes, maduros y ancianos.
Ciencias y artes: Las creaciones intelectuales de la cultura azteca seguían la línea trazada por la cultura maya.
El calendario Azteca: El calendario, herencia de los antiguos habitantes del Altiplano, constaba de dos ciclos:
el tonalpohualli (Cuenta de los días) o año ritual de 260 días, y el xihuitl, o año solar de 365.
El primero estaba formado por la unión de una serie de números, del 1 al 13, con otra de 20 signos. Ambas ruedas se
combinaban de tal manera que una composición determinada no se repetía hasta que transcurrían 260 jornadas (13×20).
El xihuitl tenía 18 meses de 20 días cada uno. Lo que sumaba 360. A esta cantidad se añadía 5 días llamados nemontemi,
que se consideraban nefastos. La unión de ambos sistemas permitía numerar los años solares. Las fechas, establecidas
según la técnica del tonalpohualli se repetían pasados 52 años. Este período equivalía a nuestro siglo y su final provocaba
una gran inquietud, pues la cultura azteca pensaban que la desaparición del mundo sucedería al final de un ciclo de 52
años.
La Escritura: La escritura mexica no alcanzó la madurez de la maya. Los conceptos y objetos se representaban mediante dibujos más o menos realistas,
aunque también existían algunos glifos de tipo ideográfico y otros fonéticos para transcribir numerosas sílabas y los sonidos a, e y o. Gracias a estos símbolos,
reproducidos en largas tiras de papel de fibra de maguey ó piel de venado plegadas como un biombo, la cultura azteca podía llevar las cuentas de los tributos,
recordar los acontecimientos pasados y predecir el futuro. la ausencia de una escritura formal no fue ningún obstáculo para los poetas de la cultura azteca, que
compusieron centenares de bellas composiciones de todos los géneros, desde el épico yaocuicatl (canto de guerra) hasta el lírico xochicuicatl (canción de la flor),
pasando por el icnocuicatl, un poema de corte dramático y honda profundidad filosófica. La prosa méxica ofrece un interés literario menor, salvo la retórica, arte
en el que la cultura azteca fueron consumados maestros.
El Arte: Las artes presentaron un desarrollo extraordinario. Los mexicas destacaron en todas las manifestaciones artísticas, si bien fue la escultura en piedra —
tanto de bulto redondo, como en relieve— el campo que más trabajaron. La escultura de la cultura azteca tiende al colosalismo y su estética, geométrica y
naturalista, está pensada para causar una honda impresión en el espectador. También sobresalieron en las denominadas artes industriales: lapidaria, plumería y
cerámica.
ACTIVIDAD - Valoración
Rúbrica de evaluación