Cuento La Fuga

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LA FUGA

Estoy corriendo desesperadamente, no sé cuántas horas llevo, la angustia me


está carcomiendo, no sabía a qué me iba a enfrentar cuando saliera, que ingenua
al creer que lo lograría. Siento como mi largo cabello rubio se enreda con las
ramas bajas de los árboles y los diferentes arbustos, siento como mis brazos
desnudos llenos de cicatrices y moretones, se van rasguñando a cada paso, me
duelen los pies, de tanto correr y pisar el terreno irregular del bosque con mis pies
desnudos, no recuerdo la última vez que utilicé zapatos. Ésta es la noche más
larga que he tenido, ni cuando estaba en esa habitación, con la Puerta cerrada
bajo llave y escuchaba los gritos lejanos de un chico pidiendo que lo salven de
garrapatas voladoras, no dejando dormir, se compara.
Hace meses que he estado planeando esto, claro está que no lo hice sola, la
Señora me ayudó, ella con su negro y largo cabello, tan largo que le llegaba hasta
los tobillos y su fina y blanca piel, que casi parecía traslucida, siempre llevaba
puesto un vestido suelto de color verde, e iba descalza. No sabía nada de ella,
puesto que no podía hablar, pero recuerdo que siempre estuvo a mi lado, nadie la
podía ver, solo yo; ella me mostró como escapar, fue tan sencillo, aunque debo
admitir que fue algo complicado conseguir lo que necesitaba, aún recuerdo la
expresión del guardia cuando enterré en su cuello el esfero que tenía en su mano,
cuando me encontró caminando por el pasillo sola.
Todavía puedo escucharlos, los gritos, las acusaciones, llamándome loca,
asesina, y yo sin entender a que se referían, en mi defensa solo quería que se
callara, no quería más ruido, nunca me gustó el ruido, así que la Señora me dijo
que lo hiciera, y lo hice, tiré una roca hacia el estanque y cayó directamente al
ruido, todo se silenció a mi alrededor, y un líquido oscuro surgió del estanque,
hasta que alguien habló y dijo: “mataste al pato, loca!”, yo me defendí diciendo que
la Señora me dijo que lo hiciera, “que Señora loca! No hay ninguna Señora”, por
esa razón me encerraron en el Castillo blanco, sin ninguna salida, o eso creía.
Me detuve a tomar un poco de aliento, estoy cansada, no sé dónde me encuentro,
solo sé que quiero llegar a casa y decirles a mis padres que no estoy loca que
estoy bien. sé que si me detengo mucho rato me encontrarán, están enojados por
lo que hice, pero no hay vuelta atrás. la Señora me dice que me quede quieta y
escuche, al principio no percibí ningún ruido, todo está muy callado, ni siquiera los
animales de este bosque se escuchan, hasta que lo oí, una rama rompiéndose
en la distancia, un brusco inhalar de aire, un tirón de una correa y luego un fuerte
ladrido, y varias pisadas dirigiéndose hacia donde me encontraba, la Señora sin
inmutarse por el repentino ruido me guio hacia un grupo de árboles, comencé a
caminar muy lento y con mucho cuidado, sé que ellos piensan que me tienen, pero
yo no me voy a dejar atrapar, no ésta vez; aun recuerdo ese día, cuando casi logré
salir, solo me faltaba poco para llegar a la puerta, pero me descubrieron, recuerdo
que me amarraron a una cama de metal y luego me pasaban corriente en la
cabeza, recuerdo que dolía, como si me estuvieran quemando la cabeza por
dentro, mis súplicas y gritos no los inmutaron, al contrario parecía que lo
disfrutaban; lo hicieron por varias horas hasta que se cansaron, me inyectaron un
líquido transparente en el brazo, me dormí al instante y luego desperté en una
oscuridad conocida, me habían encerrado en el sótano, recuerdo que un Bata-
Blanca entraba de vez en cuando para traerme comida, la dejaba al pie de la
escalera y luego se iba, cerrando la Puerta con llave. Mi única compañía fueron
esa oscuridad que me había acompañado desde que me encerraron en ese
castillo y la Señora. Aprendí la lección.
Seguí caminando, internándome más en el bosque, de vez en cuando percibía un
halo de luz zigzagueante, tratando de llamar mi atención. La Señora me dice que
me suba a un árbol, la miro fijamente tratando de entender porque quiere que me
suba a un árbol, si lo que estamos intentando hacer es escaparnos, ella tiene poca
paciencia y se enoja con facilidad, cuando lo hace me grita muy feo hasta el punto
de dolerme la cabeza, no queriendo que me grite, así que comienzo a buscar un
árbol donde pueda subirme con facilidad, empecé a escuchar de nuevo las
pisadas y el rugir leve de los canes, y entiendo por qué ella quiere que me suba a
un árbol, encuentro uno que está a mi izquierda, es grueso y muy alto, tan alto que
no alcanzo a distinguir la copa, camino lo más apresuradamente hacia el árbol y
con extrema lentitud comienzo a subirlo, nunca se me han dado los deportes y no
me gustan las alturas, necesito subir lo más rápido posible, ya podía distinguir los
diferentes halos de luz que proyectaban sus linternas, están cerca, muy cerca,
comencé a subir más rápido, mi corazón martilleaba en mi pecho como
queriéndose salir de él, estaba asustada, no quería volver, ellos me dan miedo.
Escucho que se acercan, trato de subir más rápido, sé que si subieran sus
linternas a los árboles, me encontrarían, estoy cerca del suelo, miro hacia abajo y
veo como una sombra medio Iluminada y peluda pasa junto al árbol donde me
encuentro, en mi desesperación por subir mi pie derecho se resbala, me siento
caer, trato de agarrarme a cualquier rama, me raspo las manos tratando de
sostenerme hasta que agarré con mi mano izquierda una rama delgada, busco
con mi pie izquierdo donde apoyarme, y luego me impulsé hacia arriba, comienzo
a subir, esta vez con más cuidado, llego hasta un punto medio alto, sé que esta
altura no me alcanzarán a distinguir, me aferro al tronco como si mi vida
dependiera de ello, mis ojos se humedecen y siento que mi cuerpo tiembla, quiero
que esto termine, siento como un sollozo sale de mi boca, pongo mi frente contra
el troco, cierro los ojos y tomo una respiración profunda para poder calmarme,
abro los ojos y bajo mi vista al suelo puedo ver como pasan al lado del árbol
donde me encuentro los Bata-Blanca, con los perros olisqueando todo a su
alrededor.
Estoy esperando que ellos estén un poco más lejos. Hace rato que no los
escucho, tengo que continuar con mi huida, no dejarán de buscarme, no puedo
quedarme mucho rato en este árbol, pronto amanecerá y eso no será bueno. tomo
tres profundas respiraciones y cuando estoy a punto de bajar, la Señora me hala
el camisón que tengo puesto, como tratando de llamar mi atención , la miro
diciéndole: “ ¿qué quieres?” ella señala con su dedo índice hacia arriba, como
diciendo que suba más, “¿qué?, no! ya subimos, ahora bajamos” me seguía
insistiendo hasta que no tuve otra opción más que subir, cuando llegue a la copa,
pude ver con claridad todo el bosque, y su inmensidad, pude distinguir el Castillo
blanco a lo lejos, se veía como una casa grande y abandonada, tan quieta como si
en esa casa no paran los horrores más inimaginables, hasta que la Señora se
interpuso en mi visión, mirándome enojada señaló hacia el norte, miré en esa
dirección, y distinguí un gran río, unos kilómetros donde me encontraba y un poco
más allá del río pude ver unas vías del tren que brillaban como pequeñas estrellas,
incitándome a ir hacia ellas, esa es mi escapatoria, miré con una sonrisa a la
Señora y con un asentimiento por parte de ella, comencé a descender con mucho
cuidado.

Cuando llegué al suelo, comencé a sentir que me observaban, pensé que era la
Señora tratando de llamar mi atención, pero no, ella todavía iba adelante dándome
la espalda, comienzo a mirar a todos lados, pero no percibía ningún animal,
comencé a caminar un poco más rápido, y puse mis sentidos en alerta por si
escuchaba cualquier ruido, y eso pasó, escuche un fuerte ladrido, miré a mi
izquierda donde había escuchado el ruido y vi con horror cinco Batas-Blanca, tres
de ellos tenían escopetas en sus manos y los otros dos tenían las linternas
apagadas y correas en sus manos sosteniendo a dos pastores alemanes, los
perros comenzaron a rugir suavemente, adoptando poses de ataque, no lo pensé
dos veces, comencé a correr en dirección al río, escuché como maldecían los
Batas-Blanca, soltaban las correas de los perros y comenzaban a correr en mi
dirección, sentía como las hojas de los arbustos me raspaban las piernas y
brazos, de vez en cuando miraba hacia atrás para saber dónde se encontraban,
me daba la sensación que estaban más cerca de mí, hasta que distraída choque
mi pie con una rama levantada y caí estrepitosamente al suelo, me levanté rápido
no deteniéndome a revisar si estaba herida, y seguí corriendo, ya podía escuchar
el rugir del río, estoy cerca, si cerca, ya casi, ya casi, si puedo, si puedo, si puedo,
pensé mientras me abría paso entre los arbustos, hasta que lo vi, el río, se veía
tan impoluto y fuerte, el sonido del agua siendo arrastrada por la corriente, me hizo
renovar mis esperanzas, corrí con más apremio, no me detuve ni cuando escuche
un fuerte grito donde decía: “ DÉTENTE!” antes de llegar a la orilla del rio miré por
última vez hacia atrás sin detenerme, contemplé mi pasado, y luego salté.

FIN

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