Maria Zambrano 1

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María Zambrano

En la actualidad el ser humano experimenta el tiempo como una especie de condena, el


paso continuo e incesante de los minutos, horas, días y años significan el acercamiento inminente
de la vejez. Vivimos en un mundo que ha declarado una guerra contra el “paso” del tiempo: Las
cirugías platicas, productos estéticos y cientos de tratamientos se crean con la promesa de evitar
que el tiempo haga estragos en el cuerpo. No se ha dicho aquí que lo condena que trae consigo el
tiempo es la muerte, porque he querido esbozar lo que desde la experiencia es el tiempo para mí
y mis contemporáneos; y no es a la muerte a lo que se le teme en estos días sino a la
improductividad.

El afán de detener el padecer del cuerpo que se marchita es una acción que parece ir en
contravía de la forma acelerada que impera en la vida de las personas, sobre todo aquellas que
viven en grandes ciudades. Que el día no alcanza, se escucha con cada vez más frecuencia decir
a quienes deben dedicar un numero x de horas al trabajo, al transporte, a las filas para cumplir
con diferentes obligaciones, a los compromisos sociales y al descanso, quizá lo que deberían
decir es que es la vida la que no alcanza y por eso el afán por prolongarla en su etapa productiva.

En la crítica de la razón pura Kant nos hablaba del tiempo que es único, universal y
condición de posibilidad para la experiencia humana del mundo, “Es el tiempo una condición a
priori de todos los fenómenos en general; es la condición inmediata de todos los fenómenos
internos (nuestra alma) y la condición mediata de todos los fenómenos externos” 1. El sentido del
tiempo es, según Kant, el que nos permite contar nuestra historia y la historia de los otros y las
otras cosas diferentes a nosotros, somos sensibles al antes y al después, al paso continuo del
tiempo y así experimentamos el mundo. Lo curioso es esta comprensión del tiempo secuencial y
lineal es lo que nos impide vivir de manera experiencial nuestros días.

1
En La crítica de la razón pura Kant dedica el apartado de “la estética trascendental” al desarrollo de las ideas de
espacio y tiempo como intuiciones puras en el ser humano. Kant. E. 1787.Crítica de la Razón Pura. Alemania.
Editorial Losada, S.A. Traductor: José del Perojo- José Rovira.
La multiplicidad del tiempo

Para nosotros pensar la idea de tiempo como universal y único en realidad es fácil, la
conciencia humana al objetivar el mundo ha decidido que para todas las cosas en él hay un antes,
un después y un ahora; El ser humano le ha impuesto al mundo y a las cosas en él, esa forma de
tiempo que le ha permitido conocerlo, que le ha facilitado el dominio de la naturaleza e incluso el
de su propio ser. Lo difícil es pensar multiplicidad de los tiempos, el tiempo de los arboles
sembrados por toda la ciudad y el de los animales que viven en torno a ellos, el tiempo de los
otros de los hombres y las mujeres que, a la misma hora, en el mismo vecindario incluso,
padecen el ahora tan diferente unos de otros.

La razón instrumentalizada y sus criterios de verdad han vetado para nosotros esos
tiempos, del árbol por ejemplo podemos saber la época del año en que florece o en la que pierde
sus hojas, sabemos su nombre común y el científico, y también las propiedades de sus hojas de
su tronco, puede decirse que conocemos el árbol. Y así con todo lo que percibimos como lo otro.
Pero ante este conocimiento no sucumbe aun el sentir originario del alma, en La multiplicidad de
los tiempos2, María Zambrano escribe acerca de su convalecencia transcurrida en una casa con
jardines donde también vivió cuando era pequeña, siente la inquietud del aquí y el ahora, del
antes y del después; las vivencias anteriores se le aparecen como guardadas en casilleros de
donde puede acceder a unas y otras; su padecimiento, es decir su enfermedad, su corporalidad le
hizo sentir el tiempo y lo vivencio en su singularidad lo que por momentos le permitió reconocer
todas esas singularidades en las que se confirmaba la multiplicidad del tiempo: Su madre, las
plantas en el jardín y hasta las hormigas.

El padecimiento del cuerpo nos obliga a un viaje interior una especie de descenso al
infierno que se da en la más absoluta soledad, como cuando Iván Ilich 3 siente en su cuerpo los
avances de la enfermedad que lo llevaría a la muerte, nadie más que el arrastraba en el penoso
transcurrir de las horas la conciencia del debilitamiento y el dolor que le anunciaban su muerte;
no le parecía que nadie pudiera entenderlo, ni el costoso médico que lo atendía, ni sus hijos, ni
aun su esposa con todo y el amor que se habían tenido. Antes Iván era un participante activo de
2
Apartado del libro “Delirio y destino veinte años de una española”.
3
Protagonista de la novela corta “La muerte de Iván Ilich” del escritor ruso Lev Tolstoi. Publicada por primera vez
en 1886, en esta se relata el padecimiento de un hombre a quien una enfermedad progresiva, de la que los médicos
no conocen cura, lo llevara a la muerte. El relato mantiene latente la frivolidad con que las personas cercanas a él
enfrentan la inminencia de su fallecimiento mientras el sufre y lamenta su soledad.
la vida social que ahora en la enfermedad le parecía frívola: había perdido su participación en la
vida con los otros, no podía seguir el ritmo impuesto por los bailes, la opera y todos estos
artificios que se siguen para permanecer en comunicación con los otros, estaban ya fuera de su
alcance y él se encuentra como en un sueño más bien una pesadilla, sufriendo en completa
soledad.

Ahora bien, aunque existen en la vigilia estos momentos en los que el padecimiento nos
permite evadir a la conciencia, para Zambrano será en los sueños donde se develara la ficción de
los criterios de verdad de la conciencia en la vigilia. Cuando el hombre sueña está privado del
fluir temporal que lo acompaña desde el nacimiento, por esto en los sueños el tiempo no se le
presentara como mera prespecialidad y secuencialidad, el padecimiento de su propia realidad le
conducirá a la experiencia del tiempo visceral, bajo el cual participara del latir elemental de toda
la vida. Solo en ese momento el tiempo va adquirir su dimensión original en la que es
laberintico, plural y múltiple.

Los sueños y la literatura latinoamericana

En la vigilia la conciencia no admite la multiplicidad del tiempo. De los sueños no se


tiene memoria, aunque algunos pueden recordarse, por esta razón los sueños caen en el olvido en
el que queda todo aquello que no puede organizarse en la claridad que ofrece las horas vividas en
la continuidad exigida por la conciencia. Así queda esta parte constitutiva de la vida del ser
humano por fuera de la conciencia; lo que en ultimas viene a significar la negación de ese tiempo
en el que nos es posible participar de la vida sin el estatus superior en que nos sitúa la conciencia.

La vida queda limitada por el desarrollo que se da en vigilia que “envuelta por la
conciencia, se lanza así hacia el futuro. Y es en el futuro en el que vive anticipadamente” 4, no es
la vida de un solo hombre la que se ve sometida a este vivir anticipado; en la visión que tiene
Hegel de la historia esta se presenta como progreso continuo en el que el espíritu alcanza cada
vez un mayor grado de autoconciencia, como si el fuese una pirámide que escalar y entonces
toda la vida quedara sometida al mismo destino que el conocimiento, es decir a lanzarse hacia el
futuro.

La racionalización de la vida escinde al sujeto de tener una verdadera experiencia de ella,


incluso y sobre de los otros. Ya antes he presentado en esta reflexión la forma en la que se hace
4
Cita tomada de la introducción de “El hombre y lo divino” / María Zambrano.2a ed. Méxic :fce, 1973 p. 21
presente el tiempo en la vida actual, quisiera ahora en función de la forma de la historia que
surge en el idealismo señalar algo, que Zambrano señalaba ya con respecto del pensamiento
pitagórico frente a la filosofía nacida del pensamiento aristotélico 5, y es que en esta forma de la
historia va quedando el pensamiento y la historicidad de aquellos que se han quedado por fuera
del progreso de la conciencia, los vencidos, atrapados en una participación sin nombre de ese
conocimiento producido por la conciencia, plagiados en aquello que le es de utilidad y
condenados al olvido por lo que no ha podido ser absorbido por la conciencia que pretende
iluminar y conocerlo todo.

La mayoría de los hombres y las mujeres en américa y hablare en particular desde mi


sentir como latinoamericana, vivimos la prespecialidad del progreso que nos ha ofrecido la razón
occidental como en una especie de amnesia de lo que significó para los pueblos originarios el
proceso de colonización. El proyecto de civilizar a los indígenas paso por reconocer en las
estructuras de imperios como el azteca o el Inca sus avances de organización social, arquitectura
y conocimiento astronómico, pero sobre por dotar a estos “otros” de un alma que los humanizara.
Posterior a esa adquisición del alma propiamente humana, esta historicidad colectiva, a la que
Zambrano llama ruinas por carecer de prespecialidad y ser pasado, quedo para nosotros como
inasequible. La conciencia ha dictado también condena sobre las ruinas, de la misma forma que
lo ha hecho para los sueños.

Sin embargo, así como en la vigilia el padecer del cuerpo nos permite por momentos
distanciarnos del transcurrir lineal de la vida en el tiempo de la conciencia, en la literatura
latinoamericana se manifiestan las presencias de estas ruinas, cargadas también de la forma de la
singularidad que aparece en los sueños. En la literatura nos encontramos frente al sueño del
autor, el sueño creador como lo llamara Zambrano, al sueño de los personajes y frente al padecer
mismo de su existencia.

Cuando el autor se encuentra frente a esta visión atemporal que es el sueño creador no
debe someterlo a la conciencia sin más, “Descifrar una imagen onírica, una historia soñada, no
puede ser analizarla. Pues analizarla es someterla a la conciencia despierta que se defiende de

5
En el apartado “la condenación aristotélica de los pitagóricos” del “Hombre y lo divino” Zambrano señala como la
filosofía propuesta por Aristóteles condena y desprecia a los pitagóricos por el contenido místico de su pensamiento
en relación con lo sagrado.
ella”6, lo que el autor hace en la literatura es contar la historia “acompañándola desde el sombrío
lugar, desde el infierno atemporal donde yace”7, en es este acompañar surge a plenitud su
carácter simbólico, pues el sueño se ha adentrado en la razón que no se niega a aceptarlo, la
razón amplia y total: la razón poética.

No pretendo decir que toda la literatura latinoamericana tiene, por ser escrita en un punto
geográfico, el carácter simbólico que nos habla de los misterios que nos han quedado ocultos en
el incesante transcurrir del tiempo. Por lo me serviré de un ejemplo para aclarar la relación que
intento establecer entre la concepción del tiempo y de los sueños que tiene Maria Zambrano con
la literatura latinoamericana: El mexicano Juan Rulfo escribió la novela corta Pedro Paramo
publicada por primera vez en 1955, La narración de Rulfo desdibuja todas las líneas temporales
del ahora, el antes y el después, incluso arrasa con esa manera de contar historias desde la visión
de un solo sujeto, la historia de Rulfo tiene tres narradores y un solo transitar por la tragedia que
terminó por convertir a Cómala8 en un pueblo fantasma.

Encuentro en esta posibilidad de esta relación del pensamiento Zambraniano con la


Literatura Latinoamericana un potencial revolucionario enmarcado en la razón poética, En tanto
que al aparecérsenos las ruinas y los padecimientos de las singularidades de quienes yacen
muertos bajo los grandes avances del progreso, en la creación del autor traída como desde un
sueño padecido sin la temporalidad de la conciencia ya no se nos aparecerán nunca como
sacrificios necesarios para la realización de este presente, serán sentidos sus padecimientos en
nuestro propio ser.

6
María Zambrano, "Los sueños y la creación literaria", en Los sueños y las sociedades humanas. Coloquio de
Royaumont, Buenos Aires.
7
María Zambrano, "Los sueños y la creación literaria", en Los sueños y las sociedades humanas. Coloquio de
Royaumont, Buenos Aires
8
Cómala es el pueblo donde tienen lugar los acontecimientos de la narración de Juan Rulfo en la novela Pedro
Paramo

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