Actividad de Aprendizaje 3. Proceso Legislativo

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Alumna:

Yolibeth Masiel López.

Matricula:
132212

Grupo:
L086

Asignatura:
Introducción al Estudio del Derecho

Nombre del Docente:

Mtro. Rubén Blanca Díaz

Actividad de Aprendizaje.
Fin De Vigencia De La Ley Escrita

Jalpa de Méndez, Tabasco 19 de Octubre 2020


Introducción

En nuestra sociedad ante la falta de prevención, sanción y sobre todo, que en


lugar de que se haya erradicado la práctica sistemática de la tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes, se han ido incrementado, algunos
legisladores desde el Congreso de la Unión han mostrado preocupación por este
tema. En la actualidad México se ha incorporado al sistema internacional de protección
de derechos humanos la cual ha sido mediante la firma y ratificación de diversos
pactos y convenios los cuales emanan principalmente de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos.

El grupo Parlamentario del PRD presento una iniciativa de Ley Para Prevenir y
Sancionar la Tortura que fue presentada el 15 de julio de 2009. Dicha iniciativa fue
retirada del debate, por lo que se propuso reivindicar su contenido.

La cual se replanteo de la siguiente manera: La tortura es reconocida


internacionalmente como una violación grave a los derechos humanos y se encuentra
prohibida estrictamente por las leyes internacionales, este fue uno de los principales
temas tratados por la (ONU), en el desarrollo de los estándares de protección a los
derechos humanos.

De esta manera en México se sumó a la responsabilidad de prevenir y sancionar la


tortura al ratificar su postura contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles

A continuación se presenta una serie de derechos claves en relación con la tortura y


los tratos inhumanos o degradantes:

El derecho a ser protegido contra la tortura

El deber de perseguir a los torturadores

El derecho de una persona a no ser expulsada, devuelta o extraditada a otro Estado


donde pueda estar en peligro de ser torturada.

El derecho de las víctimas a obtener reparación, compensación justa, incluyendo


rehabilitación y

El derecho de las víctimas a presentar una queja, a que sea imparcialmente


investigada, y a ser protegida contra represalias por presentarla.
Así desde el 27 de diciembre de 1991 en nuestro país, fue publicada en el Diario
Oficial de la Federación, la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura, pese a
estas reformas legales contra la tortura no se logró erradicar esta práctica.

Las leyes internacionales como la Convención en contra de la Tortura, el Pacto


Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Protocolo Facultativo de la
Convención contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
sino también la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus artículos
1, 20, 22 y 29, así como la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura que
señalan la obligatoriedad del Estado mexicano de respetar plenamente los derechos
humanos.

Durante estos últimos años, se han presentado innumerables denuncias sobre el


crecimiento en la comisión de este delito de lesa humanidad en varios de los
estados de la República en los que se han desplegado operativos conjuntos de
las instituciones de seguridad pública federal y estatales y las fuerzas armadas,
y los voceros gubernamentales, civiles y militares, justifican violaciones a
derechos humanos bajo el argumento de la recuperación de la seguridad.

La preocupación de los organismos nacionales e internacionales por el


incremento de este delito en México es notable y cada vez toma más eco. Desde
2009, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Relator Especial
sobre Tortura de la Organización de las Naciones Unidas y organizaciones
alternas como Human Rights Watch y Amnistía Internacional habían puesto un
énfasis especial en la denuncia de la práctica de la tortura en México, al grado
de que el 13 de julio de 2009, Human Rights Watch envió una carta a la secretaria
de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, para solicitar que se suspendiera
la entrega del 15% de los recursos destinados a la Iniciativa Mérida debido a la
ausencia de acciones e investigación del sistema de justicia civil en contra de
“las atrocidades” cometidas por integrantes de las Fuerzas Armadas, entre
éstas, se señala específicamente la comisión de tortura.

El jueves 9 de julio de 2009, el Washington Post en un reportaje titulado “México


acusado de Tortura en la lucha contra las Drogas” documentó casos de tortura y
desapariciones forzadas. En el mismo se denuncia, con base en las
declaraciones de un investigador de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos, que médicos militares se encargan de encubrir algunos casos de
tortura al omitir en sus informes las lesiones físicas de los detenidos antes de
ser entregados a las autoridades civiles.

Estas críticas no fueron el primer llamado de atención que el Estado Mexicano


había recibido pues desde la visita de personal del Subcomité para la
Prevención de la Tortura en 2008 puso en conocimiento un análisis
pormenorizado de la situación de las personas privadas de libertad en lo relativo
a la tortura y los malos tratos.

De dicha visita se desprendió un Informe dado a conocer el 31 de mayo de 2010,


en el que el Subcomité recomendaba vehementemente que se tomaran todas las
medidas legislativas, administrativas y de cualquier otra índole para que adecuar
la legislación primaria y secundaria a los tratados internacionales sobre tortura,
tomando en cuenta que el elemento de intencionalidad de la tortura es provocar
una aflicción física o psíquica en un contexto más amplio y no sólo en
escenarios de investigación o de interrogatorios, así como la imposición de una
pena suficiente acorde con la gravedad de ese delito.

En este sentido el SPT era muy claro al indicar que se deberían adoptar penas
acordes con la gravedad de ese delito de lesa humanidad evitando equipararlo a
otros tipos legales como lesiones o similares; así también, ofrecer una adecuada
capacitación, programas de sensibilización destinados a los operadores de
justicia, agentes policiales y penitenciarios en lo que respecta a la correcta
manera de calificar e investigar conforme al Protocolo de Estambul los hechos
denunciados por tortura para que los procesos de investigación no se diluyan
en otros delitos más leves.

El Subcomité fue muy insistente en recomendar la elaboración de una base de


datos nacional con información cruzada que lograra sistematizar la información
de hechos demostrativos de torturas y malos tratos a partir de la información
explícita que se obtenga de denuncias ante los agentes del ministerio público,
las agencias policiales, las comisiones estatales de derechos humanos y los
informes medicopsicológicos.
Finalmente, lo más importante, el Subcomité para la Prevención de la Tortura
reiteró la demanda al Estado Mexicano al fortalecimiento en la aplicación del
Protocolo de Estambul mediante la garantía de investigaciones independientes,
prontas y exhaustivas y que los profesionales que practiquen el dictamen
medicopsicológico pertenezcan a institutos de medicatura forense con
demostrada independencia y que se acepten peritajes de parte en las etapas
procesales correspondientes conforme a los criterios de valoración judicial
correspondientes.

Ya desde la iniciativa presentada en 2009, se planteaba la importante


recomendación de la representación de Portugal ante el Consejo de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas durante el Examen Periódico Universal (EPU)
al que se sometió México en febrero de ese año, que le planteo al gobierno
mexicano la necesidad de dar “seguimiento a las recomendaciones del Comité
contra la Tortura (CAT) y la Oficina del Alto Comisionado de otorgar poder a los
tribunales civiles para juzgar los delitos contra los derechos humanos, en
particular la tortura y los tratos crueles, inhumanos o degradantes cometidos
por personal militar, incluso cuando se argumente que tales actos están
relacionados con el servicio.”

Según el Informe de la Red Nacional de Organismos de Derechos Humanos de


fecha junio de 2011, México, a dos años del Examen Periódico Universal,
balance del cumplimiento de las recomendaciones emitidas por el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, el Estado mexicano aceptó las recomendaciones
en materia de tortura:

Adoptar todas las medidas necesarias a fin de garantizar la aplicación efectiva


de la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura.

Adoptar todas las medidas necesarias para prevenir y prohibir la práctica de la


tortura y los malos tratos, en particular por las fuerzas de seguridad de las
prisiones, como han señalado varios relatores especiales de organismos
internacionales.
Hacer que se realicen investigaciones prontas, efectivas e imparciales de todas
las denuncias de tortura y otros tratos crueles, inhumanos y/o degradantes y
combatir la impunidad a este respecto.

En este Informe de la Red Nacional de Organismos de Derechos Humanos


claramente se indica el incumplimiento de estas medidas aceptadas por el
entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a nombre del
Estado mexicano, por el contrario ha habido un aumento de violaciones graves a
los derechos humanos y de los delitos de lesa humanidad como desapariciones
forzosas, torturas, ejecuciones extrajudiciales y detenciones arbitrarias lo cual
se vincula directamente con el despliegue de las Fuerzas Armadas en el
combate a la delincuencia organizada.

Por ende, según el Informe citado, no se han registrado avances en la aplicación


de las recomendaciones del EPU tendientes a acabar con estas prácticas y con
la impunidad que las rodea, para muestra refieren que el Comité contra la
Tortura y la Impunidad, desde 2009 ha registrado 204 casos de alegatos de
tortura, de los cuales 71 son mujeres y 133 hombres. El aumento de estos casos
obedece principalmente a las políticas de seguridad emprendidas para el
combate al crimen organizado y a la vigencia del arraigo.

En función de ello, como argumenta el documento de la Red Nacional de


Organismos de Derechos Humanos, en la práctica no se está garantizando la
aplicación de la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura empezando
porque uno de los graves problemas es la falta de imparcialidad en las
investigaciones, debido a que la misma instancia que supuestamente cometió el
delito es la que está a cargo de la investigación, lo que propicia una dinámica de
juez y parte.

El Informe denuncia la falta de aplicación del Protocolo de Estambul, elemento


de prueba indispensable para comprobar supuestos hechos de práctica de
tortura, esta no aplicación se debe a que son los peritos adscritos a las
Procuradurías quienes llevan a cabo los exámenes. Es decir lo que se alega es
que la mayoría de las denuncias por tortura no proceden por falta de eficacia y
voluntad de los agentes del Ministerio Público y el personal de las
procuradurías.

No menos importante es lo denunciado por Amnistía Internacional, organización


que ha indicado en diferentes ocasiones a través de diversos informes que en el
país se tienen documentadas tres fuentes fundamentales de impunidad en torno
a las violaciones a los derechos humanos y la persistencia de la tortura en
México:

1. La manera en las que las instituciones de procuración de justicia federal y


estatales funcionan en cuanto al desahogo de los casos presentados por la
comisión del delito de tortura.

2. La aceptación de los jueces de confesiones obtenidas bajo tortura lo que


violenta no sólo la normatividad internacional sino la nacional, en particular lo
que señala la Ley en la materia y los Códigos Penal Federal y el de
Procedimientos Penales.

3. Los casos de militares involucrados en violaciones a los derechos humanos,


entre ellos la tortura, son remitidos y sancionados por el sistema de justicia
militar, y no por el sistema civil de procuración de justicia, lo que genera
enormes niveles de impunidad.

Si bien los anteriores señalamientos de suyo tienen un peso importante y han


logrado hacer eco en la comunidad internacional, estimamos pertinente hacer
mención del Informe de Human Rights Watch: “Ni Seguridad, Ni Derechos:
Ejecuciones, desapariciones y tortura en la guerra contra el narcotráfico’ de
México”, emitido el pasado 15 de noviembre de 2011.

A través de investigaciones llevadas a cabo en cinco de los estados más


violentos del país (Baja California, Chihuahua, Guerrero, Nuevo León y Tabasco)
la organización internacional encontró, en la práctica tan recurrente de la tortura,
que todas las fuerzas de seguridad que participan en operativos contra el
narcotráfico esto es, el Ejército, la Marina, la Policía Federal, y las Policías
estatales, municipales y ministeriales han recurrido a la tortura.

Con independencia de la ubicación geográfica o el sector de las fuerzas de


seguridad implicado, las víctimas ofrecieron descripciones similares de las
tácticas de tortura física y psicológica a las cuales fueron sometidas. Estas
incluyen golpizas, asfixia con bolsas de plástico, simulación de ahogamiento,
descargas eléctricas, tortura sexual y amenazas de muerte o simulacros de
ejecución.

Así también se pudo observar que la mayoría de las víctimas fueron detenidas
arbitrariamente con el pretexto de haber sido apresadas mientras cometían un
delito (en flagrancia), y luego fueron retenidas ilícitamente sin que se
reconociera su detención durante horas o incluso días, antes de ser puestas a
disposición de agentes del Ministerio Público. Durante este período las víctimas
en muchos casos fueron mantenidas incomunicadas en bases militares,
estaciones de policía u otros centros de detención clandestinos, y allí fueron
torturadas con el propósito de obtener información sobre la delincuencia
organizada y de conseguir que confesaran que pertenecían a organizaciones
delictivas.

En este sentido se señala, que es común que agentes del Ministerio Público se
trasladen hasta bases militares para recibir confesiones que los detenidos
prestan bajo coerción; que policías ministeriales presionen a los detenidos para
que firmen confesiones falsas; que los peritos médicos no documenten signos
evidentes de abuso físico; y que los jueces admitan testimonios que los
acusados afirman que se obtuvieron mediante tortura, sin antes investigar estas
denuncias.

Según el Informe de Human Rights Watch, el Protocolo de Estambul solamente


se aplica en una pequeña proporción de los casos donde civiles denuncian
torturas. De acuerdo con datos proporcionados por funcionarios de la PGR a
Human Rights Watch dicha institución señaló que aplicó las pautas del
Protocolo sólo en 149 casos entre 2006 y 2010. En 35 de estos casos, los
investigadores concluyeron que existían evidencias de que funcionarios
federales habían aplicado torturas a las víctimas. De esos 35 casos solamente 5
investigaciones continúan “en proceso” y en un único caso se condenó a
funcionarios por tortura. En los otros 29 casos, según indicaron los
funcionarios, las investigaciones “no prosperaron”, ello sin dar explicación
alguna.
Todo lo anterior, refieren, se refleja en la cantidad cada vez mayor de
recomendaciones emitidas por la CNDH donde se determina que hubo tortura
por parte de funcionarios federales. Entre 2005 y 2007, la CNDH emitió cuatro
recomendaciones donde concluyó que autoridades federales habían cometido
torturas, en comparación con las 28 que se formularon entre 2008 y 2010. Del
mismo modo, las denuncias de tratos crueles, inhumanos o degradantes
presentadas ante la CNDH aumentaron notablemente cada año: 330 en 2006; 395
en 2007; 987 en 2008; 1.105 en 2009; y 1.161 en 2010.

Por otra parte se indica que los jueces tienen un papel fundamental en la
eliminación de los incentivos perversos que facilitan la tortura: la ley mexicana
exige que aquellas confesiones que hayan sido obtenidas mediante tortura u
otros malos tratos no tengan valor probatorio en juicio.

En este sentido, señalan que algunos jueces continúan admitiendo como prueba
declaraciones y confesiones que, según afirman los acusados, se obtuvieron
mediante torturas, sin insistir en que se investiguen adecuadamente dichas
denuncias. Y actúan de este modo incluso cuando existen serias incongruencias
en las versiones sobre las detenciones ofrecidas por funcionarios vinculados
con la seguridad pública, así como pruebas de que no se habría respetado el
debido proceso.

La investigación realizada por la organización Human Rights Watch enumera un


catalogo de recomendaciones específicas que deben instrumentar los
funcionarios públicos competentes, de entre las más importantes se encuentran:

A los agentes del Ministerio Público federal y estatal:

1. Iniciar en forma oportuna, investigaciones exhaustivas e imparciales de


todos los casos en que civiles presuntamente hayan sido sometidos a malos
tratos, lo cual incluye la aplicación obligatoria del Protocolo de Estambul.

2. Iniciar investigaciones de presuntos hechos de tortura o malos tratos


independientemente si el acusado pertenece al Ejército y abstenerse de
transferir a la jurisdicción militar los casos existen en que estén implicados
militares.
3. Establecer criterios claros para diferenciar la tortura y otras formas de
maltrato de delitos de menor gravedad, tales como abuso de autoridad, para
asegurar que todos los actos que se encuadren en la definición
internacionalmente aceptada de tortura y trato cruel inhumano y degradante
sean categorizados como tales.

4. Las presuntas “confesiones” realizadas en bases militares, estaciones de


policía u otros centros de detención donde los civiles sean retenidos en forma
ilegal deberían considerarse nulas, y solamente deberían tener valor probatorio
para presentar denuncias de violaciones de derechos humanos.

5. Asegurarse de que los miembros de las fuerzas de seguridad no estén


presentes cuando los detenidos presten declaración.

6. Analizar, de manera oportuna y exhaustiva, la legalidad de todas las


detenciones en flagrancia llevadas a cabo por personas distintas de los agentes
de Ministerio Público.

A los jueces:

1. No otorgarle valor probatorio a ninguna declaración que un acusado afirme


que fue obtenida por métodos coercitivos.

2. Exigir a los agentes del Ministerio Público que demuestren que las
declaraciones de los presuntos delincuentes y otros elementos probatorios se
obtuvieron de manera lícita.

3. No admitir como prueba ninguna declaración ni otras evidencias que


presuntamente se hayan recibido de un detenido en una base militar, estación
de policía u otro lugar donde una persona haya estado detenida ilegalmente o
durante un periodo más prolongado que el que contempla la Constitución.

A los peritos médicos:

1. Establecer un formulario uniforme para las pericias médicas, que pueda ser
utilizado por los peritos médicos de la jurisdicción federal y de los estados para
evaluar la condición de los detenidos cuando estos son puestos a disposición
de agentes del Ministerio Público.
2. Incorporar en el formulario una sección en la cual los peritos puedan
recomendar la aplicación del Protocolo de Estambul en respuesta a signos que
indiquen posible maltrato, independientemente si el detenido ha denunciado
torturas.

A las Fuerzas Armadas:

1. La SEDENA y la SEMAR deberían dictar resoluciones que instruyan a todos


sus subordinados que pongan inmediatamente a los detenidos a disposición de
agentes del Ministerio Público del fuero ordinario.

2. Los agentes del Ministerio Público Militar deben transferir automáticamente a


los agentes del Ministerio Público del fuero ordinario todos los casos actuales y
futuros en los cuales miembros del Ejército sean acusados por civiles de tortura
o de tratos crueles inhumanos o degradantes.

3. Los agentes del Ministerio Público militar no deben de clasificar los casos de
presuntas torturas y otras formas de maltrato como abusos de menor gravedad
o infracciones a la disciplina militar. Cuando existan dudas respecto de si un
presunto abuso puede considerarse tortura, el caso debe transferirse a la
justicia penal ordinaria para que se investiguen las denuncias.

A los legisladores federales y de los estados:

1. Establecer una definición uniforme de tortura en los códigos penales federal


y estatales, que incluya todos los actos que se encuadran en la definición de
tortura incluida en la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura y la
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura, las cuales han
sido ratificadas por México.

2. Reformar las definiciones de flagrancia en las leyes estatales que establecen


un concepto ambiguo o excesivamente amplio de qué constituye el período
“inmediato posterior” a la comisión de un delito.

3. Reformar las leyes federales y estatales para derogar la práctica del arraigo.

Por lo anterior y acompañando el espíritu de la Iniciativa presentada en el 2009


por el Grupo Parlamentario y con el interés de recuperar ante el Pleno del
Senado y las comisiones temáticas, este debate, resulta necesario que el
Estado mexicano representado por el Gobierno Federal, los gobiernos en los
estados de la República y el Poder Judicial en su conjunto muestren una
voluntad especial para revisar los expedientes de los casos en los que se alega
se ha cometido el delito de tortura para extraer confesiones.

Reiteramos la argumentación que ofrecíamos en la Iniciativa presentada desde


2009 en el sentido de que es imperativo detener la práctica de la tortura en
México a través de las siguientes ideas:

La tortura es uno de los delitos más difíciles de comprobar porque en la mayoría


de los casos no existen testigos y quienes la practican cuidan no dejar marcas
visibles en las víctimas de que éstas fueron torturadas. Por ello, la única prueba
de la tortura es la palabra de la propia víctima, que para los jueces casi siempre
no es prueba suficiente para considerar que se cometió el delito por parte de
servidores públicos. Así también, muchas veces la víctima no denuncia porque
es amenazada para que mantenga silencio con respecto a quiénes, cuándo,
cómo, fue tampoco haya denuncia de la víctima ya que se le amenaza para que
mantenga torturada.

Otra razón que exponen los organismos no gubernamentales de derechos


humanos para presumir que el uso de la tortura es generalizado es que dentro
del sistema de justicia penal mexicano ésta puede cumplir una función
significativa que genera las confesiones que sustituyen la obligación de las
instituciones de Seguridad Pública, en particular de las procuradurías, de
investigar los delitos.

Las confesiones forzadas bajo tortura tienen como objetivo la autoinculpación


como pistas para obtener otros testimonios y otras pruebas físicas de que la
víctima de la tortura es culpable de un delito, lo cual generalmente tiene como
resultado la obtención de una mentira de algún inocente sobre su culpabilidad o
la de otros. La tortura puede, por lo tanto, cumplir una función muy peligrosa:
encubrir las propias actividades delictivas de policías e investigadores.

En otros países, la prueba presentada directamente ante el juez es la más


confiable y, en consecuencia, merece mayor valor probatorio en un juicio. Sin
embargo, y pese a la reforma constitucional en materia de justicia penal y
seguridad en vigor desde el 18 de junio de 2008, la perversión del sistema de
justicia ha invertido este concepto atribuyendo mayor valor a las declaraciones
realizadas "inmediatamente" después de la comisión del delito, es decir, antes
de que el sospechoso comparezca ante el juez.

Como consecuencia, en lugar de servir de garantía procesal para el acusado, en


México el principio de inmediatez procesal cumple precisamente la función
contraria: facilita o, peor aún, fomenta el abuso, debido a que el nuevo sistema
penal acusatorio, oral y adversarial no ha a avanzado en su instrumentación y
siguen existiendo todos los vicios que dicha reforma constitucional pretendía
combatir.

Para superar el principio de inmediatez, la víctima tiene que demostrar que la


confesión se obtuvo bajo coacción. Pero, como hemos señalado, esto puede ser
complicado, si no imposible, dada la ausencia de testigos y pruebas físicas de
que la autoridad cometió el delito. Incluso cuando existen evidencias físicas que
prueban la tortura, es difícil para el acusado convencer a un tribunal para que
rechace una confesión presuntamente forzada.

Lo más sorprendente es que aunque se demuestre la tortura, la víctima de ésta


puede ser condenada si la confesión coaccionada se encuentra corroborada por
otros datos que la hagan parecer verosímil. En algunos casos, elementos del
Poder Judicial Federal han sostenido que el hecho de que una confesión haya
sido obtenida mediante violencia física no debe servir de base para absolver a
un sospechoso, siempre que la confesión haya sido corroborada con otra
información, esto por supuesto en contraposición con lo establecido en el
artículo 20 constitucional que en la fracción IX de su apartado A, señala que
cualquier prueba obtenida con violación de derechos fundamentales será nula.

Así, otro de los principales problemas que se presentan al denunciar casos de


tortura en México se refiere a que el Ministerio Público, encargado de investigar
los delitos tiene como subordinados a los policías ministeriales, que con
frecuencia son los responsables de cometer los actos de tortura. Esto significa,
que la víctima de tortura en muchos casos está acusando a algún subordinado
del Ministerio Público, lo que ha creado redes de complicidad entre las
instituciones del Sistema de Procuración de Justicia, lo cual dificulta mucho la
debida integración de las investigaciones y se convierte en un obstáculo real
para acabar con la impunidad en estos graves casos.

La única acción, que sugería ser una respuesta, emprendida por el gobierno
mexicano a propuesta de diversas organizaciones de derechos humanos fue la
creación de una oficina de investigación independiente de las procuradurías que
pudiera conocer de graves violaciones a derechos humanos como por ejemplo
de casos de tortura, desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales, llamada
Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, comandado por la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH); a la fecha, dicho mecanismo aunque ha
cumplido con realizar visitas periódicas a los lugares de detención, para
examinar el trato que se da a las personas privadas de la libertad y evaluar las
condiciones de detención, lo anterior no resulta suficiente dado que en los
Informes que emite no hay recomendaciones a las autoridades competentes y
por ende no existe un seguimiento de los casos.

Así, la gravedad de la situación, la omisión por parte del Gobierno Federal, las
víctimas de este delito y los innumerables llamados por parte de organismos
internacionales de derechos humanos nos animan y motivan a presentar
nuevamente una Iniciativa que rescate el espíritu y la propuestas de aquélla
retirada del debate parlamentario por los procedimientos regulatorios
senatoriales, lo cual sin lugar a dudas nos exige como legisladores pasar a una
nueva etapa de reformas en la legislación nacional en contra de la tortura, pues
la lucha en contra de esta práctica sólo podrá incrementar su efectividad si se
contemplan las siguientes medidas:

Reforma a la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura con la finalidad de


armonizarla con el derecho internacional, más aún a partir de la reforma
constitucional en derechos humanos vigente desde el 10 de junio de 2011

Aplicación irrestricta de esta ley y de otras que sancionan la práctica de la


Tortura.

Cumplimiento del procedimiento para la investigación y documentación de


casos de tortura, en particular del Protocolo de Estambul, que lamentablemente
poco se aplica o peor aún se aplica mal.
La legislación vigente en materia de tortura debe actualizarse y armonizarse, no
sólo con los avances en materia de jurisdicción internacional sino también con
las reformas recientes en materia de legislación penal doméstica.

A partir de lo ya referido, es importante tal como la hacía la Iniciativa base de


esta propuesta, precisar la intención y contenido de la presente iniciativa.

En primera instancia, se propone modificar el título, ello con la finalidad de


homologarlo con la Convención Internacional respectiva en la materia que
señala como delito de lesa humanidad a la tortura y otros tratos o penas crueles
inhumanas y degradantes.

Así también, se propone reformar el primer párrafo del artículo 1, ello en


concordancia con la Convención Internacional en contra de la Tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes que nuestro país firmó el 23 de
enero de 1986, cuyos objetivos son precisamente prevenir, sancionar y erradicar
la práctica de la tortura, para que se incluya en la redacción la formulación de
esta Convención en el objeto mismo de la Ley.

Se propone atender a los lineamientos y recomendaciones planteadas en el


Protocolo de Estambul aprobado por la Asamblea General de la Organización de
las Naciones Unidas el 9 de agosto de 1999, así como a los siguientes
instrumentos internacionales que también han sido ratificados por nuestro país:
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura y el Estatuto de Roma que
creó la Corte Penal Internacional al que México se adhirió plenamente desde
2005 y por supuesto el Protocolo Facultativo de la Convención Internacional en
contra de la Tortura

Se adiciona un segundo párrafo al artículo 1, en virtud de establecer de manera


más clara la observancia, aplicabilidad y obligatoriedad en todo el territorio
nacional de esta ley.

Asimismo, proponemos reformar el primer párrafo del artículo 2, con la finalidad


de armonizar esta Ley, que data desde 1994, con reformas constitucionales y
legales en materia de derechos humanos, seguridad pública y seguridad
nacional (2011), en relación con el respeto a derechos humanos en todo el
proceso de detención de cualquier persona bajo cualquier motivo o condición.

Se propone reformar las fracciones I, II, III y IV del mismo artículo 2 con el objeto
de mejorar la redacción e incluir términos tales como: derechos humanos e
instituciones de seguridad pública con lo que se actualiza esta Ley.

Proponemos reformar los párrafos primero y segundo del artículo 3, para


homologarlo con el título de la Convención Internacional en la materia y lo
establecido en ésta respecto a la definición que se da sobre la tortura a través de
incorporar la frase: “otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”, lo
cual se va a plantear también en todo el texto de la ley donde deba incorporarse
esta frase.

En lo que concierne al artículo 4, se propone modificar la pena impuesta en la


ley vigente a quien cometa el delito de tortura, para que sea concordante con la
pena de prisión de cinco a quince años que se establece en el también artículo 4
de la Convención Internacional en contra de la Tortura y otros Tratos o Penas
crueles, Inhumanos o Degradantes y en el artículo 6 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, que expresan que la tortura
deberá ser tipificada como delito en el o los ordenamientos respectivos y que
éste debe ser castigado con penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su
gravedad.

En este mismo artículo se propone que la inhabilitación a quien cometa tortura y


sea un servidor público, sea definitiva.

En los artículos 3 y 5, se propone, sustituir el término “psíquicos” por el de


“mentales”, principalmente para homologarlo con la Convención Internacional, y
también para ser precisos en el significado, porque la noción psíquico suele ser
asociada a la parasicología que es el estudio de fenómenos y comportamientos
psicológicos de cuya naturaleza y efectos no ha dado cuenta la psicología
científica porque se le asocia a capacidades de percibir la información oculta de
los sentidos normales a través de la percepción extrasensorial.
Por otra parte, se reforma el primer párrafo del artículo 6 para incluir la frase:
“otros tratos o penas crueles inhumanos o degradantes”.

En este mismo párrafo se propone ampliar las causas excluyentes de


responsabilidad penal a quienes cometen el delito de tortura para incorporar los
supuestos del artículo 2 de la Convención Internacional en contra de la Tortura y
del artículo 5 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la
Tortura, en los cuales se establece que el estado de guerra o amenaza de guerra,
conmoción o conflicto interior o cualquier otra emergencia pública no serán
causas válidas para la práctica de la tortura.

Se propone adicionar un segundo párrafo al artículo 6, con el fin de aclarar que


tampoco la peligrosidad del detenido o penado ni la inseguridad del
establecimiento carcelario o penitenciario pueden justificar la tortura, u otros
tratos crueles inhumanos o degradantes, de conformidad con la Convención
Internacional en contra de la Tortura.

De conformidad con lo que establece el Protocolo de Estambul, y en atención a


todas las recomendaciones emitidas por organismos internacionales de
derechos humanos, se propone la reforma del artículo 7 para aclarar que no sólo
el detenido sino también el sentenciado deberá ser reconocido por un perito
médico legista, el cual deberá argumentar si hay indicios de que la tortura fue
llevada a cabo; en este mismo artículo se adiciona un párrafo segundo donde se
determina que en caso de que el perito médico legista no de cuenta de los
hechos dé manera veraz y fehaciente o peor aún omita las pruebas que
generaron la tortura será sancionado penalmente.

En lo que respecta al artículo 8, se propone una reforma con la intención de


mejorar la redacción y especificar sin lugar a dudas que ninguna confesión o
información que haya sido obtenida mediante tortura podrá invocarse como
prueba, salvo en contra de una persona acusada de tortura como prueba de que
se ha formulado la declaración, todo esto de conformidad con el artículo 10 de la
Convención Internacional en contra de la Tortura y el artículo 15 de la
Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura.

Se reforma el artículo 9, con el objeto de enfatizar lo establecido en la


normatividad internacional y el espíritu original de esta ley de que no tendrá
valor probatorio alguno la confesión rendida sin abogado o persona de
confianza no sólo ante una autoridad policíaca sino también ante cualquier
autoridad militar.

El artículo 10 se reforma para incluir que el responsable o responsables del


delito de tortura, deberán cumplir sanciones penales o administrativas, además
de que se harán cargo de los gastos de asesoría legal, médicos, funerarios, de
rehabilitación o de cualquier otra índole que se le generen a la víctima o a sus
familiares.

También se propone reformar el último párrafo de este artículo pues ya no es el


Código Civil vigente el que establece los parámetros para la reparación del daño,
sino los artículos del 30 al 39 del Código Penal Federal vigente.

En este mismo párrafo y para armonizar con los estándares internacionales, se


elimina las frases: “de los daños y perjuicios” para sólo dejar el concepto
“reparación”

Por otra parte, también en el artículo 11 se propone la adición de la frase: “otros


tratos o penas crueles inhumanos o degradantes”.

Se adiciona un Titulo II, que se denomina: De la protección y derechos de la


víctima de Tortura, que adiciona el artículo 12. En la ley vigente no se contempla
dicho rubro y por ende, es importante armonizar ésta con la legislación
internacional en contra de la tortura ya mencionada, en particular con el
Protocolo de Estambul, que cumple la función de ser un manual de
procedimientos para investigar e identificar de acuerdo a ciertos lineamientos
médicos y jurídicos internacionalmente consensados, los casos en que fue
practicada tortura.

Finalmente, se reforma el artículo 12 vigente que en nuestra propuesta se


convierte en el artículo 13, dado que al adicionar el Titulo II se construyó un
nuevo artículo 12. En el nuevo artículo 13, se precisa que en todo lo no previsto
por esta ley serán aplicables las disposiciones de los siguientes
ordenamientos: Código Penal Federal, Código Federal de Procedimientos
Penales, Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Ley Orgánica
de la PGR, Ley de Policía Federal, Ley Federal contra la Delincuencia
Organizada y la Ley de Seguridad Nacional, algunas de las cuales han sido
reformadas recientemente.

Por lo anteriormente expuesto, sometemos a la consideración de esta Soberanía


la siguiente iniciativa con proyecto de decreto:

PROYECTO DE DECRETO

ÚNICO.- Se reforma el Título de esta Ley; el primer párrafo de artículo 1; el


primer párrafo y las fracciones I, II, III, y IV del artículo 2; el párrafo primero y
segundo del artículo 3; el artículo 4; el artículo 5; el primer párrafo del artículo 6;
el primer párrafo del artículo 7; el artículo 8; el artículo 9; el primer y cuarto
párrafo del artículo 10 y el artículo 11. Se adiciona un segundo párrafo al artículo
1; un segundo párrafo al artículo 6; un segundo párrafo al artículo 7; un Título II
con un nuevo artículo 12 por lo que el actual artículo 12 pasaría a ser el 13, todos
estos de la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura, para quedar como
sigue:

LEY GENERAL PARA PREVENIR, SANCIONAR Y ERRADICAR LA TORTURA Y


OTROS TRATOS O PENAS CRUELES, INHUMANOS O DEGRADANTES

Artículo 1.- La presente Ley tiene por objeto prevenir, sancionar y erradicar la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, y su aplicación
es obligatoria para las autoridades de la Federación, los Estados, el Distrito
Federal y los Municipios.

Sus disposiciones son de orden público e interés social y de observancia


general en todo el territorio nacional.

Artículo 2.- Los órganos dependientes del Ejecutivo en todos los órdenes de
gobierno relacionados con la procuración de justicia y de seguridad pública, en
los términos de los artículos 1 y 21 constitucionales, así como los órganos
encargados de la seguridad nacional, de conformidad con las leyes respectivas,
llevarán a cabo programas permanentes y establecerán procedimientos para:

I.- La orientación y asistencia de la población con la finalidad de vigilar la exacta


observancia de las garantías individuales y los derechos humanos de aquellas
personas involucradas, en la comisión de algún ilícito penal.
II. La organización de cursos de capacitación de su personal para garantizar el
pleno respeto de los derechos humanos.

III. La profesionalización de las instituciones de Seguridad Pública en cultura de


respeto a los derechos humanos.

IV. La profesionalización de todos los servidores públicos que participan en la


custodia y tratamiento de toda persona sometida a arresto, detención o prisión.

Artículo 3.- Comete el delito de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes, el servidor público que, con motivo de sus atribuciones, inflija a
una persona dolores o sufrimientos graves, sean físicos o mentales con el fin de
obtener, del torturado o de un tercero, información o una confesión o castigarla
por un acto que haya cometido o se sospeche ha cometido, o coaccionarla para
que realice o deje de realizar una conducta determinada.

No se considerarán como tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o


degradantes, las molestias o penalidades que sean consecuencia únicamente de
sanciones legales, que sean inherentes o incidentales a éstas, o derivadas de un
acto legítimo de autoridad.

Artículo 4.- A quien cometa el delito de tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, se aplicará prisión de cinco a quince años, de
doscientos a quinientos días multa e inhabilitación definitiva. Para los efectos de
la determinación de los días multas se estará a lo dispuesto en el artículo 29 del
Código Penal para el Distrito Federal en Materia de Fuero Común, y para toda la
República en Materia de Fuero Federal.

Artículo 5.- Las penas previstas en el artículo anterior se aplicarán al servidor


público que, con motivo del ejercicio de su cargo, con cualesquiera de las
finalidades señaladas en el artículo 3, instigue, compela, o autorice a un tercero
o se sirva de él para infligir a una persona dolores o sufrimientos graves, sean
físicos o mentales; o no evite que se inflijan dichos dolores o sufrimientos a una
persona que esté bajo su custodia.

Se aplicarán las mismas penas al tercero que, con cualquier finalidad, instigado
o autorizado, explícita o implícitamente, por un servidor público, inflija dolores o
sufrimientos graves sean físicos o mentales a un detenido.
Artículo 6.- No se considerarán como causas excluyentes de responsabilidad del
delito de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes el que
se invoquen o existan situaciones excepcionales como inestabilidad política
interna, estado de guerra o amenaza de guerra, conmoción o conflicto interior,
suspensión de garantías constitucionales, urgencia en las investigaciones o
cualquier otra circunstancia. Tampoco podrá invocarse como justificación la
orden de un superior jerárquico o de cualquier otra autoridad, la peligrosidad del
detenido o sentenciado, ni la inseguridad de establecimientos o centros
penitenciarios.

Artículo 7.- En el momento en que lo solicite cualquier detenido o sentenciado


deberá ser reconocido por perito médico legista; y en caso de falta de éste, o si
lo requiere además, por un facultativo de su elección. El que haga el
reconocimiento queda obligado a expedir de inmediato el certificado
correspondiente y en caso de apreciar que se han infligido dolores o
sufrimientos, de los comprendidos en el primer párrafo del artículo 3, deberá
comunicarlo a la autoridad competente.

De no hacerlo, se hará acreedor a la misma penalidad contemplada en el artículo


11 de esta ley.

La solicitud de reconocimiento médico puede formularla el defensor del


detenido o sentenciado, o un tercero.

Artículo 8.- Ninguna confesión o información que haya sido obtenida mediante
tortura o tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes podrá invocarse
como prueba, salvo en contra de una persona acusada de tortura como prueba
de que se ha formulado la declaración.

Artículo 9.- No tendrá valor probatorio alguno la confesión rendida ante una
autoridad policíaca o militar; ni la rendida ante el Ministerio Público o autoridad
judicial, sin la presencia del defensor o persona de confianza del imputado y, en
su caso, del traductor.

Artículo 10.- El responsable de alguno de los delitos previstos en la presente ley,


estará obligado a cubrir los gastos de asesoría legal, médicos, funerarios, de
rehabilitación o de cualquier otra índole, que se generen para la víctima o sus
familiares, como consecuencia del delito, sin menoscabo de la sanción penal y/o
administrativa acreditables, Asimismo, estará obligado a reparar el daño y a
indemnizar por los perjuicios causados a la víctima o a sus dependientes
económicos, en los siguientes casos:

I al VII…

El Estado estará obligado a la reparación en los términos de los artículos 30 al


39 del Código Penal Federal.

Artículo 11.- El servidor público que en el ejercicio de sus funciones conozca de


un hecho de tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes,
está obligado a denunciarlo de inmediato, si no lo hiciere, se le impondrán de
tres meses a tres años de prisión, y de quince a sesenta días multa, sin perjuicio
de lo que establezcan otras leyes. Para la determinación de los días multa se
estará a la remisión que se hace en la parte final del artículo 4º de este
ordenamiento.

Título II

De la protección y derechos de la victima de tortura

Artículo 12.- Cualquier persona que alegue haber sido sometida a tortura y otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, tendrá derecho a presentar
una queja que será motivo de la apertura de una investigación, y a que su caso
sea pronta e imparcialmente examinado por las autoridades competentes; ello
tomando las medidas pertinentes para asegurar que quien presente la queja y
los testigos estén protegidos contra malos tratos o intimidación como
consecuencia de la queja o del testimonio prestado.

Para los efectos de este artículo, todas las autoridades deberán actuar conforme
a lo que señala el Protocolo de Estambul.

Artículo 13.- En todo lo no previsto por esta ley, serán aplicables las
disposiciones del Código Penal Federal; del Código Federal de Procedimientos
Penales; de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública; de la Ley
Orgánica de la PGR; de la Ley de Policía Federal, de la Ley Federal contra la
Delincuencia Organizada, de la Ley de Seguridad Nacional.

1. Con fecha 27 de Diciembre de 1991, fue publicada en el Diario Oficial de


la Federación la Ley Federal para Prevenir y Sancionar la Tortura, la
cual fue abrogada por decreto en el mismo Diario Oficial con fecha 26 de
Junio de 2017.
2.  Posteriormente, y previa investigación, deberás desarrollar a manera de
resumen, respuestas de forma fundada y argumentativa a los siguientes
cuestionamientos:
a. ¿Cuáles fueron las razones por las que finalizó la vigencia de la
ley Con fecha 27 de Diciembre de 1991?
b. ¿Puede considerarse que tal ley, en su momento, fue derecho
positivo?
c. De responder afirmativamente la pregunta anterior, explica cuáles
fueron los factores de derecho positivo del ordenamiento legal
federal antes citado.

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