Libro PDF Un Espejo para El Alma

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Un Espejo para elAlma

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Primeraedición 1986

Re-edición 2003

Esalen Sur Ediciones

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UNESPEJOPARAEL ALMA

Cuando un hombre o mujer desea


llegar a hacer el oficio del facilitador es bueno
que se pregunte si desea llegar a ser un ser
humano; si como ser humano, se siente, en al-
guna medida y de algún modo, más bien satis-
fecho que decepcionado de sí mismo. Y si su
calidad de vida personal e interpersonal son de
una naturaleza tal que le confieren la capacidad
de poseer un sentido y perspectiva de la vida,
los hombres y las cosas que le hacen digno,
congruente y solidario.

El camino que recorre un hombre o


una mujer que hará del quehacer del facilitador
su quehacer se inicia, por tanto, en el inicio del
propio desarrollo personal e interpersonal.

A partir de ese momento, son la co-


herencia y la apertura los andamios que le

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construirán y crearán como un hombre o mu-
jer de servicio.

Un estilo, una forma de vida, se irá


plasmando en ese hombre o esa mujer. For-
ma que abarcará todas sus relaciones de vi-
da, la familia, el trabajo, la ciudad, las ideas, la
amistad, este mundo y el otro.

Y cuando ese hombre y esa mujer


vayan recorriendo ese camino de coherencia
y apertura, no exento de vaivenes, poco a po-
co, paso a paso, descubrirán que algunas per-
sonasse acercarán a él o ella porque en di-
cha interacción sienten que mejorarán su pro-
piacalidad de vida.

Así, desde las personas mismas


que lo requieran, irá surgiendo, en él o en ella,
el quehacer del facilitador.

Desde luego, muchos conocimien-


tos y experiencias vividas vendrán en apoyo
de este quehacer. Más, si como afirma el an-
tiguo proverbio sufi, "la boca de ese hombre o
esa mujer está enferma, para él o ella, el agua
sabrá amarga".

Ni conocimientos ni experiencias
servirán, si ese hombre o esa mujer no po-
seen en sí el arte de convivir con ellos de mo-
do superior.

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Lo primero que ese hombre o esa
mujer han de desarrollar, es su percepción. El
fundamento del quehacer de un facilitador es
la realidad y la realidad sólo se toca a partir de
la percepción.

La realidad es algo que percibimos


afuera y adentro de nosotros. Hay realidad
fuera de nosotros; hay realidad dentro de no-
sotros. Más siempre es simultáneamente
afuera / dentro de nosotros mismos.

Sin embargo, de modo similar al


brujo o al hombre de conocimiento, el facilita-
dor no sólo ha de percibir; es bueno, además,
que posea el arte y la capacidad de "ver". Es
decir, no sólo percibir las cosas, sino, junto a
ello, el sentido de esas cosas. Ver es percibir,
más allá y más acá de las cosas y, también,
percibir lo que tal o cual cosa es junto a lo que
no es no es. Ver es percibir no sólo las cosas,
sino la red de relaciones que como hilos invisi-
bles une y separa a tales cosas. Ver es tocar
esos hilos invisibles.

Cuando o un hombre o una mujer


aprende a ver las cosas, modifica, inmediata-
mente, su forma de convivir con ellas. Del
mismo modo, cuando logramos "ver" a otro
ser humano, convivimos con él de modo dis-
tinto y superior.

Conocer el sentido de las cosas es

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tarea de vida. Conocer el sentido de un solo
hombre o una sola mujer es tarea infinita. Co-
nocer el sentido del ser humano, de la huma-
nidad es tarea de muerte. Quien se empeña
por tanto en convivir con el ser humano de
modo superior, es decir, profundo, ha de co-
nocer y aceptar el sentido de la muerte que
es, también, el sentido de la vida.

Convivir con un hombre o una mu-


jer de modo profundo obliga a quien lo hace a
poseer un cierto sentido de vida. Sólo cuando
se posee algún sentido resulta posible tocar
los hilos invisibles que le dan sentido a ese
hombre o a esa mujer con que convivimos.

Tocar esos hilos no significa que se


conoce el sentido de ese hombre o de esa
mujer, significa tan sólo que, hasta cierto pun-
to, se lo "ve".

Cuando dos o más hombres convi-


ven de un modo tal que "ven" sus hilos invisi-
bles, diré, arriban a una nueva forma de convi-
vencia que llamaré "co-existencia".

Co-existir es el camino y propósito


que todo hombre y mujer siguen cuando des-
piertan a su propia coherencia y apertura. Por
ende, co-existir es el oficio del facilitador.

Un facilitador es un hombre o mu-


jer en el camino de laco-existencia. Y es por

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estar en ese camino que facilita, es decir, par-
ticipa en los procesos de desbloqueo y desa-
rrollo, de otros seres humanos, de modo pro-
fundo y creador.

Cuando un hombre o una mujer se


atasca, detiene o marcha con lentitud, mani-
fiesta así, básicamente, que ha perdido su
sentido de vida. Este deambular sin rumbo es
tan ajeno a todo hombre o mujer, que termina
hiriéndola, dañándola y, en el dolor, desespe-
rándole.

Para aprender a "ver" es necesario


cerrar los ojos. Entonces, nuevamente, apa-
rece ante quien los cierra, el mundo y él o ella,
unidos. Entonces, los hilos, que entretejen la
vida de ese hombre o mujer, con las cosas y
con los seres, se vuelven tocables y cuando
un hombre o mujer llegan a familiarizarse con
tales hilos, entonces sus ojos pueden ser
abiertos. Ese hombre o mujer, posee, ahora,
claridad. Si, además, posee coherencia, ini-
ciará y desarrollará una convivencia profunda
que lo llevará a co-existir.

Por lo tanto, ciego no es aquel o


aquella que cierra sus ojos, sino aquél o aqué-
lla que no toca las relaciones.

Para convivir y llegar a co-existir


con un ser humano es bueno tocar a ese ser
humano. El cuerpo, para quienes co-existen,

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no es ni un muro ni una frontera entre los se-
res, sino más bien una ancha avenida por la
que nos adentramos en el paraíso humano.
También en nuestros infiernos y purgatorios.

El hombre o mujer que llega a co-


existir entra y sabe entrar a todos esos luga-
res, les tema, les desee o les sean naturales,
más allá de sus impresiones, entra y sabe en-
traren ellos, porque co-existir es su oficio y
vocación. Y paraco-existir con un hombre o
una mujer es necesario aceptarle, a él o ella,
totalmente.

Pero. ¿Cómo co-existir con el otro


si la propia existencia no ha sido asumida, si
la propia identidad y el propio contacto están
en veremos?

El primer imperativo de todo hom-


bre o mujer es, precisamente, ser tal. Para
ello es, también necesario, tocar los propios
hilos interiores que han creado y crean, coti-
dianamente, nuestra vida. Es necesario que
nos veamos a nosotros mismos, no sólo que
nos percibamos.

Un hombre o una mujer no lo es, y


se niega a sí mismo o a sí misma como ser, si
no es profundo, si no camina hacia la profun-
didad de su propio ser.

Cada uno de nosotros o nosotras

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posee grandes avenidas y, también, estrechos
pasillos, escarpadas laderas, oscuros túneles
y, en fin, infinitos lugares para conocerse y
tocar.

Mientras los catalogamos no los


vemos, sólo los percibimos superficial y ajena-
mente.

Un hombre que se "ve" a sí mismo,


se recorre tocándose cabalmente y, así, todos
sus lugares pierden adjetivación y son en sí y
en sus relaciones, sustantivos. Los temores,
como las ilusiones, no son la realidad, sino el
equívoco entre la realidad y el reemplazo de
ella.

En efecto, toda realidad que se co-


noce a medias y que, sin embargo, se extien-
de, en la mente, como totalidad conlleva una
brecha, brecha que cuando se cubre destroza
ilusiones vanas, Para todo esto, en la claridad
se vence al temor.

En la claridad no hay brecha por-


que no hay ilusiones. Sólo está lo que es.
Pero lo que es está tramado de hilos invisi-
bles. El saber de la claridad es el saber de la
verdad. Y la verdad es, por cierto, alcanzable.
Sólo que, siendo la realidad eternamente
cambiante, también la verdad es eternamente
cambiante. Toda claridad es por tanto, siem-
pre claridad del pasado, de lo que siendo aho-

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ra ya no es. ¿Cuánto no es? Totalmente
¿Cuánto ha cambiado? Poco o mucho.
¿Cuánto ha variado, por ende, la realidad y la
verdad? Poco o mucho.

Llega sin embargo, un momento en


que la claridad, de lo pasado, es obscuridad
de lo presente y futuro. No es posible, por
tanto, descansar en verdades eternas.

Aquello que llamamos verdades


eternas son verdades que por eternas sólo
conocemos de su sentido, más jamás de su
totalidad. Suponemos su estructura y configu-
ración, nada más.

De este modo la ubicación entre


ciencia y creencia es una relación natural en-
tre lo que sabemos y lo que sin saber supone-
mos por fe.

Sin embargo y precisamente por


nuestra condición limitada al espacio-tiempo,
podemos saber el sentido del ser, de lo huma-
no, de las cosas, de lo real y de lo posible.

Se desprende, fácilmente de lo an-


terior, que un saber o ciencia sin profundidad,
es mera ilusión ignorante y, a veces, triste-
mente, fatua y vanidosa.

Un hombre o mujer que se ha dis-


puesto, conscientemente, a co-existir, como

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ha de ser la convocatoria de todo facilitador o
facilitadora, puede admitir cualquier error o
ignorancia, excepto la de su propia coherencia
y apertura.

Si le acontece, en alguna ocasión,


que es remecido críticamente en ese nivel, ha
de, inmediatamente, detener su acción o mo-
vimiento circunstancial, y abocarse totalmente
a la investigación de tal afirmación gravitante.
Y si, en tal pie, establece como ver-
dadera la crítica, no le queda otro camino que
revisar profunda e hidalgamente su ser en sí y
su co-existir.

Es precisamente ante ese nivel o


grado de autenticidad (si se puede hablar así)
que quien recurre a un facilitador, o facilitado-
ra, despierta a su confianza. Aquél que, como
portero, pretende abrir el alma y el cuerpo de
sus semejantes, mientras sus propios salones
permanecen iluminados, pero cerrados no es
más que, tal vez, un buen prestidigitador que
ilumina con un arte casi mágico donde lo apa-
rente reemplaza a lo real. Es un arte hermoso
y difícil, pero no más difícil y hermoso del de
aquel ser que posee y juega con la magia de
lo real.

Ser nada más que lo que se es, es


mucho más que ser más de lo que se es.

En la medida en que la facilitación

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conlleva un co-existir con sentido se convierte
ella en un proceso de profundización en lo
humano, un proceso que despega hacia lo va-
lórico, por tanto, un proceso inmerso en lo que
llamaré la educación de sí mismo y de la co-
existencia.

El quehacer del facilitador no es


mera terapia aún cuando es, a veces, una te-
rapia exhaustiva y profunda. Y no lo es, dado
que más allá del desbloqueo emocional, la ve-
rificación de conflictos, la resolución de pro-
blemas y la superación de estados de impas-
se es un proceso que no se queda en ello, si-
no que alienta y promueve la energetización
del ser humano hacia su más auténtica y pro-
funda existencialidad.

He dicho anteriormente, que el faci-


Litador es un espejo, y que es un espejo cáli-
do; debo agregar que también es un espejo
cálido con perspectiva y profundidad.

De este modo puede el facilitador


ser un espejo de mejor servicio y uso.

El ser humano no es sólo un ser


afligido o dolido o bloqueado. Simultánea-
mente es un ser con proyección, con cierto
sentido. Un ser con valores, con dudas y con
temores. Un ser con potencialidades conoci-
das y por conocer. Un ser histórico, un ser
familiar, un ser social, un ser étnico.

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Reflejar a tal ser no es, por cierto,
reflejar meramente sus urgentes necesidades
inmediatas. A veces reflejar a tal ser, incluye,
también reflejarle lo que no es, lo que aspira a
ser, lo que aparenta y lo que niega.

Cuando nos contemplamos en un


espejo esperamos que él nos refleje con clari-
dad y nitidez. Si está el espejo empavonado o
sucio o rayado, no es lo mismo.

Para cualquier hombre o mujer po-


seer claridad constituye una cierta exigencia;
la claridad nos exige; una percepción de los
hechos y de las personas sin elementos pro-
pios extraños a ella. Nos exige una percep-
ción total sin temores, ni evitaciones. Nos exi-
ge la aceptación de todo lo percibido sin dis-
criminaciones, juicios ni exclusiones selecti-
vas. Un espejo no remedia ni enferma, sim-
plemente muestra lo que recibe.

El temor es el principal enemigo de


la claridad. El temor nos aleja de lo real y
alienta nuestras falsas ilusiones, fantasías y
evasiones. El temor cuenta con grandes alia-
dos, entre ellos, desde luego, la nada, la
muerte, el dolor, el absurdo y todas sus for-
mas concretas como la enfermedad, el casti-
go, el accidente, la arbitrariedad. Todas estas
formas cuando se anidan en nosotros nos ge-
neran desconfianza, inhibición, cautela, cierre,
ocultamiento, evasión, escape, engaño, menti-
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ra, manipulación, hipocresía, tristeza, desa-
zón, paralización y pérdida de la propia y fe-
cunda ruta.

Una primera distorsión, de quien


asume que reflejará a otro, ocurre ante el te-
mor a sí mismo o ante el temor al otro. Si un
ser es temido difícilmente será reflejado con
claridad. ¿Y por qué otro ser puede producir
temor? Tal vez, porque tememos, a su vez,
descubrir en él lo que evitamos en nosotros.

Todo aquel que aspira a realizar el


quehacer del facilitador es bueno que posea
un cierto conocimiento de sí mismo que le
permita ver su propia identidad y su propia di-
ferencia ante otro ser. Esta identidad y dife-
rencia suelen ser el producto de largas horas
de contacto real con otros seres y consigo
mismo, simultáneamente.

El contacto con el ser humano, por


lo tanto, es una clave importante en el proce-
so de desarrollo de todo ser.

Yo he definido el contacto como la


capacidad de ser, estar y sentir con otro ser.
Yo soy yo, yo estoy contigo y yo te siento.

Un contacto profundo es un contac-


to profundamente corporal y profundamente
espiritual.

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El primer temor que todo hombre o
mujer es bueno que abandone, es el temor al
cuerpo del otro y al propio cuerpo.

El cuerpo es aquella parte de nues-


tra alma que vemos. Merece que lo considere-
mos, pues sin él no podemos ser, ni estar, ni
sentir. El cuerpo no es un enemigo; es nues-
trovehículo de existencia, de unidad y de
creación.

Aprender a tocar y a tocarnos sin


temores y, especialmente, sin temores sexua-
les, es un primer avance hacia el conocimien-
to del ser humano.

Tocar, abrazar, rodar abrazados;


crear unidos es un primer avance hacia la
confianza mutua. ¿Cómo ver el corazón de
un hombre o mujer, si no vemos su cara ni
percibimos su temperatura? Tocar el cuerpo
es el primer avance hacia los hilos invisibles
de la humanidad.

Que un hombre o mujer sean refle-


jados por otro ser es un apoyo hacia su propia
percepción y conciencia de sí. En definitiva,
nadie puede verse con los ojos de otro. Una
primera condición para el desarrollo de cual-
quier ser humano resulta de la necesidad de
que cada ser asuma la responsabilidad de su
propia percepción.

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Delegar la percepción de sí mismo
y la responsabilidad de lo que ha de verse en
sí, en otro ser, constituye una primera y fla-
grante pérdida de conciencia y de estima.

Sin embargo, por muchas vías y de


diversos modos podremos descubrir que para
muchos seres tal responsabilidad constituye
una carga y están dispuestos a pagar por de-
legar sus ojos a otro ser. Ilusionados a ilusos
que imaginan que la propia vida puede ser go-
bernada desde el exterior.

Cuando un hombre o una mujer


marchan, en la vida, a la par con sus propias
potencialidades de desarrollo, resulta obvio
que la interacción fluida que establece, entre
su ser y el mundo, es el producto de su per-
manente capacidad de optar, desde sí, su es-
tary ser en el mundo. Ello requiere el uso co-
tidiano de sus propias capacidades; de su per-
cibir, de su sentir, de su pensar, de su mover,
de su hacer, de su respirar, de su interactuar.

Estar consciente es siempre un ac-


to presente. Es ahora y aquí que tomamos
conciencia, sea del ahora y aquí interactivo,
sea en el ahora y aquí de vivencias pasadas
y, tal vez, hasta futuras. Optar es, en cambio,
siempre una acción o decisión con sentido fu-
turo. Aún cuando optemos por perdonar las
ofensas pasadas, lo haremos ahora, con pro-
yección hacia adelante.

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Creo que permanentemente esta-
mos optando y optar implica cambio, cambio
hacia la permanencia. El grado de conciencia
y fluidez con que optamos establece la dife-
rencia entre una vida asumida desde sí y otra,
más bien, empujada por otros y, en cierto mo-
do, ajena. ¿Cómo responsabilizarnos por lo
ajeno, por lo que no nace de nosotros mis-
mos?

Una vida responsable y responsabi-


lizada de sí se funda en la libertad de la propia
conciencia y en la conciencia de la capacidad
de optar.

Es menester subrayar aquí que la


libertad de la propia conciencia es la libertad
para elegir el valor o desecharlo. Y el valor es
la realidad con sentido y dirección.

Vuelvo acá a mi apreciación de que


una vida realizada es una vida profunda, es
decir, percibida y vivida en su sentido valórico.

Llegar a ver y tocar los hilos invisi-


blesque entrelazan la vida no es, obviamente,
el primer paso. Un primer paso lo constituye
la recuperación o desarrollo de la capacidad
de percepción. Más, para percibir bien es ne-
cesariorespirar bien. El movimiento primario
de todo acto de crecimiento es la respiración.
Vale decir, el uso de la alimentación primaria
del ser, el aire.
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Respirar incluye, no sólo el ingreso
del aire a los pulmones sino, además, su tras-
lado a todo el cuerpo. Respirar bien nos exige
el establecimiento, en nuestro cuerpo de una
necesaria fluidez de movimientos y de una
amplia flexibilidad del cuerpo. Ser fluido y
flexible son propiedades del ser humano con
asiento en el cuerpo, primero, y luego en todo
su ser.

Pero la fluidez no es fluidez de sí,


sino en definitiva, desde sí hacia el mundo.
Del mismo modo la flexibilidad es flexibilidad
desde sí mismo, en el mundo y con el mundo.

Diariamente podemos educarnues-


trafluidez y flexibilidad en tanto descubrimos
el uso y ejercicio de las infinitas alternativas
que nuestro encuentro con el mundo tiene.

En el modo contrario, cada vez que


definimos un camino único nos estrechamos y
anquilosamos, reduciéndonos a una vida fija y
monocorde

La vida retorna cada día a nosotros


con una nueva gama de posibilidades. No
verlas es manifestación de muerte, de pasa-
do, es volver a ver hoy lo que sólo existió ayer
y para ayer.

Que el valor sea uno (único) nosig-


nificaque el camino sea uno (único). ¿Qué

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sentido tendrían, entonces, el espacio y el
tiempo?

Resulta necesario hermanar elva-


lory la creatividad, para comprender el senti-
do profundo del hombre y su realización.

Muchas veces he manifestado que


el propósito último y fundamental, de mi ofre-
cimiento, en los talleres es el desarrollo de la
capacidad de optar.

Descubrir el propio sentido, optar


por él y responsabilizarse de él son un todo
que desmembrado pierde, totalmente, su es-
tructura y forma. Una libertad sin responsabi-
lidades abuso, locura o vacío; una responsa-
bilidadsin sentido es absurdo, es auto des-
trucción, mentira; Un sentido sin responsabili-
dad sin libertad es esclavitud, negación, coer-
ción.

Optar por sí mismo nos exige saber


lo que somos y lo que queremos ser. Cuando
ese sentido no es descubierto cualquier op-
ción es opción en el vacío, es decir, no dife-
rencia sino en lo aparente.

Y cuando, una vez descubierto el


propio sentido (mediante ese "órgano del sen-
tido" que es la conciencia) se optar por él sin
asumir, con responsabilidad, las consecuen-
cias que ello conlleva, entonces, lamentable-
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mente, se pierde tal sentido, pues no hay sen-
tidosin propiedad del sentido. Pues poseer
en propiedad el propio sentido es ni más ni
menos la capacidad de responder por lo que
se optó.

Desde ya, en esta búsqueda de


sentido todos poseemos una base o cimiento
donde el sentido no es cuestionado ni busca-
do, simplemente es: nuestro cuerpo.

Nuestro cuerpo crece y sedesarro-


llasin duda ni inquietud. Y mientras lo va
haciendo nos va manifestando un sustrato de
sentido sin equívocos ni apariencias.

De este modo, una primera y pri-


maria pista en la búsqueda de nuestro sentido
lo constituye nuestro cuerpo. Una primera y
fundamental conciencia y percepción es, por
ende, la conciencia de nuestro propio cuerpo.
Una primera y comprometida responsabilidad
es, también, la responsabilidad por nuestro
propio cuerpo.

Tal vez en la reflexión de cómo se


desenvuelve nuestro cuerpo descubramos
que los valores son objetivos y que toda op-
ción es opción entre seguir el valor, que es
objetivo, o desestimarlo.

En nuestro cuerpo los valores del


cuerpo no admiten dudas ni suspicacia. El

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cuerpo adora la vida y no la muerte; la salud y
no la enfermedad: el bienestar y no el dolor; el
movimiento, la respiración, la alimentación, el
equilibrio y la interacción. El cuerpo ni miente
ni se equivoca ante estos eventos.

Aprender a estar en contacto con


nuestro cuerpo y escucharlo y tomarlo en
cuenta, es el inicio del saber y de la conviven-
cia.

La naturaleza constituye, también,


una primaria y fundamental fuente de descu-
brimiento del sentido de la opción y de la res-
ponsabilidad.

Cuando un hombre o una mujer al-


canza ese maravilloso estado de estar, simul-
táneamente, en contacto con su cuerpo y con
la naturaleza, entonces su profundidad en el
sentido, avanza de modo decidido.

Este encuentro es de una calidad


tal para nuestra existencia que el saber y con-
vivencia iniciado en él es una manifestación
de "co-existencia".

Y cuando un ser humano con con-


ciencia de su cuerpo, de sí y de la naturaleza
se encuentra, en ese nivel de conciencia, con
otro ser humano, entonces un nuevo universo
amanece para el universo.

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La interacción no es el sentido, pe-
ro en ella, el sentido puede ser encontrado.
Hablo de la interacción consciente De la inter-
acción profunda, es decir, de la religión. De la
religiosidad óntica.

A veces, en los grupos, veo a per-


sonasmeditando o, más bien buscando estáti-
cos con la vista elevada en el aire, que el sa-
ber (en ideas) ingrese a sus frentes.

Me parece que olvidan su naturale-


za; desean el saber como quien intenta leer
un libro sin leerlo, sin abrirlo, sin tenerlo en
sus manos, sin comprarlo, sin conocerlo, sin
nada más, que su anhelo de leerlo.

Si todo es un libro, el primer libro


es el cuerpo.

He visto a hombres y mujeres cami-


nar firmes y seguros por sobre las rocas y ori-
llarlasaferrados a sus músculos y su sentido
de equilibrio. Y cuando con su vista observa-
ban el vacío, les he visto titubear y pedir una
mano, pero hasta entonces sus pies estaban
firmes y sus espíritus tranquilos.

Con los años, al parecer, vamos


dejando atrás algunas de nuestras verdades
percibidas. Nuestra primera limitación, en mu-
chos planos, creo, es que nos vamos atrasan-
do y retrasando con respecto a nosotros mis-

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mos. Como en el colegio, cuando yo sentía
desazón porque sin haber aprendido bien la
lección primera ya se me exigía iniciarme y
continuar la segunda y la tercera; y así. Sen-
tía mi atraso ante la presión pedagógica (¿o
anti-pedagógica?) externa.

Muchas veces, ese atraso hacia


nosotros mismos, no tiene más presión que
nuestra propia falta de fluidez.

Sentimientos profundos y significa-


tivos, como los que se poseen hacia la propia
madre, suelen despertar, y veces con dolor,
al simple invoco de la palabra mamá. Porque
cuando nuestro cuerpo encuentra expresión,
el tiempo no constituye estorbo. Así, un hom-
bre o una mujer pueden recuperar el tiempo
perdido con sólo escuchar a su cuerpo invo-
cando a su madre. Una gestaltinconclusa
que ninguna explicación adulta satisface, sino
el mero sonido de las entrañas.

Y ¿qué era menester hacer como


facilitador? Simplemente lo obvio y necesario:
invitar a cada persona a repetir una y otra vez
la palabra mamá. Hasta cerrar la gestalt.

Expresar lo no-expresado. Hacer


explícito lo que llevamos, y dejamos caer,im-
plícito. Recuperar nuestra espontaneidad es
recuperar nuestra fluidez, flexibilidad y natura-
lidad. Y el verdadero sentido transita por ca-

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minosanchos, plenos y amables.

Encontrarnos en el sentido es, des-


de luego, afirmar y confirmar nuestra identi-
dad; y en la interacción, desarrollar nuestro
contacto y mejor nuestro balance. Los seres
humanos hemos nacido por el abrazo y en el
abrazo. Así está hecho nuestro cuerpo y así
fue hecho. Del abrazo nació la vida. Quien
teme al abrazo teme, entonces, la vida. Y
¿cómo se anidó ese temor en él? Tal vez por-
que en su vida el abrazo fue olvidado.

De vez en cuando a todo hombre o


mujer le hace bien detenerse y escucharse y
escuchar lo que otros afirman de él.

A veces, una simple oportunidad de


revisión puede permitirnos desalojar de noso-
tros, confusiones, temores o penas que nos
atragantan sin saber cómo.

Comentando un problema que te-


nemos en el trabajo, podemos llegar adescu-
brir que la base de nuestros temores hanaci-
do de una penosa experiencia pasada, donde
la inseguridad, el temor a perder a un ser que-
rido o el resentimiento (porque, en esa cir-
cunstancia, nos sentimos solos y desampara-
dos) nos ha dejado vulnerables y vulnerados.

Un facilitador o facilitadora es bue-


no que esté presto a ponerse en el lugar de

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esa persona. Incluso a representarle su situa-
ción y a realimentarle, a la vez, que alienta al
grupo a asumir una actitud similar.

En tales ocasiones suele ser co-


mún que las personas se desahoguen. Una
forma habitual de desahogo es el llanto. Per-
mitirel llanto, acompañarlo. escucharlo en si-
lencioy con recogimiento es algo que no re-
quiere más técnica que la humanidad y sensi-
bilidad que toda persona posee.

Un facilitador sabe cuandoescu-


char el llanto y cuándo escuchar las palabras.
Sabe cuándo abrazar, cuándo hablar, cuándo
mirar, cuándo guardar silencio.

A veces el desahogo no es posible


a partir de las palabras. El cuerpo nos exige,
nos conmina a ser considerados, la energía
humana, incluye a nuestro cuerpo, negarlo es
negar nuestra constitución y naturaleza.

Hay desahogos del alma que pasan


inexorablemente por el cuerpo. Luego, una
profunda recuperación del aire ocurre, los pul-
mones, plenos, se vuelven a llenar. Y así, el
espíritu se renueva.

En un grupo, cada ser humano es


bueno que tenga su tiempo. Que alguna vez
todos sean para uno. Sin mezquindades, sin
interferencias; sin egoísmos.
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Aprender a escuchar a otro ser, es
un buen camino para aprender a escucharnos
a nosotros mismos. Ver a otro es el iniciopa-
ravernos a nosotros mismos.

El desarrollo personal de un ser


humano es siempre, por cuestión de vida, en
interacción con otros seres.

El aislamiento, cuando más, es un


estado pasajero o mental.

Pero el desahogo, el desbloqueo


no lo es todo en el quehacer del facilitador.
Es apenas la preparación, el abono, de la tie-
rra para una siembra noble y fructífera.

El propósito central de todo facilita-


dor es participar en el desarrollo de las poten-
cialidades de todo ser o grupo. Su misión te-
rapéuticaes sólo una parte (muchas veces
urgente y necesaria) de su quehacer. Parte
que carecería de sentido sin un propósito final
de mejor calidad de vida para cada ser y para
el mundo.

La misión educadora, en términos


internos de cada ser, es, en definitiva, la mi-
sión del facilitador. Si él repara, limpia o sana
un ala rota es porque más allá de eso ofrece
un destino de vuelo.

Y, sin embargo, el destino o vuelo

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no es el de él, sino el que cada ser posee.
Por lo tanto, su misión es facilitar a cada ser el
descubrimiento de sus mejores posibilidades
de existencia y a la vez, de sus mejores for-
mas para lograrlo.

En este sentido digo que el facilita-


dores un espejo en profundidad.

Si me viese en la obligación de re-


ducirla psicología a una palabra, creo que
una palabra posible sería INTERACCIÓN.
Creo que esas grandes palabras de la Psico-
logía, como lo son, conducta y conciencia, si
se reúnen, dan como resultado, interacción.
La conciencia de mi experiencia presente en
acción.

Siempre somos ya en el mundo.


Mundo es interacción. El universo es la inter-
acción de todos sus organismos. Unos consti-
tuyéndoseen ambiente de otros y viceversa.
Yo soy parte de tu ambiente, tú eres parte de
mi ambiente.

No existen dos percepciones igua-


les del Universo. Toda percepción es siempre
singular. Podemos estar en la misma habita-
cióny, sin embargo, ni rozaremos la habita-
ción que percibe el otro. Por eso, pienso que
la psicología puede también ser definida como
el estudio de la analogía.

28
La diferencia entre Moreno y Perls,
entre el psicodrama y la terapia de la Gestalt,
en cuanto psicodrama interno, estriba, preci-
samente, en que no es lo mismo la percepción
del otro, que la percepción propia de los pro-
pios sucesos. Y, sin embargo, ambas se
complementan y completan de excelente mo-
do. Ciertamente, la retroalimentación es un
pilar en el descubrimiento de los propios signi-
ficados. Ser retroalimentado es ser incitado a
comparar la propia percepción de sí mismo,
con la percepción del otro de mí mismo.

Pero, finalmente, por uno u otroca-


mino cada ser llega a sí mismo, y en sí mismo
debe enfrentar su realidad, su destino y su
sentido final.

Nunca comprendemos, realmente,


al otro. Por más que lo intentemos, lo desee-
mosy lo creamos. Por eso la misión de un
facilitador es participar en la comprensión que
de sí mismo hace el otro. Me ha sucedido
muchas veces, darme cuenta que he facilitado
la auto comprensión del otro, sin haberle yo
comprendido necesariamente. Haberle acep-
tadoy haberle apoyado abriendo sendas de
penetración hacia su propio lugar fue más im-
portante.

De igual modo, las acciones ines-


peradas que esos seres a veces llevan a ca-
bo, buenas o malas, para ellos, deben ser, pa-

29
ra nosotros, una fuente de reflexión, humildad
y tesón. A fin de cuentas cada ser mantiene
intacta su libertad y por ello decide su vida
con prescindencia de nuestra participación.
Nosotros somos meros facilitadores del en-
cuentro.
Facilitar el encuentro es promover
la conexión de un ser. Cuando esta conexión
ocurre, ocurre algo mágico, ese ser seconec-
tacon el Universo.

Una experiencia de profundo traba-


jocorporal y emocional puede finalizar lleván-
donos a un encuentro, al modo del sátori, con
las profundidades del universo y su misterio.
En esos planos de autorrealización, aún cuan-
do sean fugaces, cada ser descubre el sentido
total del Universo o al menos lo vislumbra. No
olvidemos que el primordial compromiso de
todo existente, es con el valor. No bastamiti-
gar el sufrimiento, es necesario que nos em-
barquemos, más plenamente, en una vida con
sentido.

Para todos nosotros existen cosas


importantes y con sentido como la amistad, la
paz, la armonía, el amor, el conocimiento, la
tranquilidad, la comunicación, la trascenden-
cia, el afecto, el encuentro.

En cada uno de nosotros, sin em-


bargo, esas cosas poseen sentidos distintos.
Mi amistad no es la tuya, pues ella queda re-

30
gulada por las personas concretas y distintas
de quienes tú y yo somos amigos.

Ocurre, también, que muchos valo-


res los hacemos emerger o los sumergimos
según las personas a quienes los referimos.
El lenguaje puede ser y es una gran herra-
mienta nuestra, pero no pasa de ser unaana-
logía.

Por eso muchos cambios ocurren


en otros niveles; el de la respiración, el del
movimiento, el de la percepción, el del senti-
miento, el de la alimentación, el de la micción
y defecación, el de la meditación. Y en todos
ellos alentamos nuestra realización sin mediar
palabras.

He conocido hombres y mujeres


engolados y engolosinados con sus palabras,
que lloraban angustiados sus incomunicacio-
nes. Hombres y mujeres para quienes el cas-
tillo de naipes que habían construido con sus
lenguajes era, hoy, mero desorden y abando-
no sobre su única realidad, la existencia frus-
trada.

Quien se engaña a sí mismo o a sí


misma, siempre termina derrotado, pues final-
mente tampoco es posible engañarnos de por
vida.

Cuando esos diques caen suelen

31
llevarse consigo jirones de vida que desgarran
nuestros bordes. A más grandes, pesados y
sostenidos son esos diques, más desgarrados
emergemos a la verdad. Para algunos, enton-
ces, incluso la muerte es más acogedora que
esa verdad. Y, sin embargo, fue, así, cons-
truida paso a paso por ellos.

Intentar comprender al ser humano


es un intento vano y vanidoso. Contentémo-
nos con ayudar a algunos seres en su auto
comprensión; y no cejemos en nuestroesfuer-
zopor comprenderlo, al menos, por analogía.

Por supuesto, el enemigo cotidiano


y finalista de todos nosotros es la muerte. La
muerte gravita en nuestras vidas porque nos
espanta con su irrevocabilidad e in-excusa.
Ella regula nuestro futuro y, cuando nos aden-
tramos en su forma, nuestro presente. Com-
prender el valor de la muerte diaria, de la ac-
cióncotidiana, de cada inspiración es unvuel-
copoderoso hacia la vida. Esto exige vivir
con la muerte a espaldas y no al frente lejano.

Para un facilitador o facilitadora que


hace de su vida ser, estar y sentir junto a
otros la vida y participa en la creación y cons-
trucción de caminos que nos llevan más cerca
de la realización que de la decepción, la muer-
te como suicidio es un enemigo inexorable, en
cuanto marca la decepción absoluta.

32
En esta lucha lo primero que des-
cubrimos es nuestra modesta contribución a
cada ser, al lado de la contribución que cada
ser elige y activa para sí mismo. Como los
espejos, mostramos sin negar y, a la vez, sin
otra posibilidad mejor. Cuando logramos ser
un buen espejo, entonces podemos contener
la vida y la muerte, de cada ser con que inter-
accionamos; a sus bienes y males, sus pro-
blemasy sus soluciones, en fin, todo porque
todo está allí contenido. Y, por eso, más que
nunca, la libertad se hace presente. Ante el
espejo cada ser es libre y más responsable
cuando el espejo es más espejo.

Pero no siempre los espejos están


a nuestro alrededor. Ciertamente, en la convi-
vencia encontramos un excelente espejo don-
de mirar nuestra interioridad. Ocurre, tam-
bién, que en nuestra interioridad poseemos
propios espejos que nos reflejan a nosotros
mismos y a nosotros en interacción connues-
tro propio ambiente.

Uno de esos espejos lo constituyen


nuestros sueños. Soñar es vernos en un es-
pejo propio, interno y peculiar.

Este espejo peculiar nos refleja de


un modo, a la vez, propio y distinto.

Nos refleja con una propiedad que


no siempre conocemos. Imbuidos de una par-

33
ticular forma de vernos a nosotros mismos y al
mundo, solemos perder esta forma hasta pa-
recernosajena.

Estas imágenes venidas desde


nuestros propios confines y mostradas en un
lenguaje también, surgido de nuestros propios
confines, en su fidelidad suelen sernos extran-
jeras.

La vanidad y la banalidad no nos


son en esto ajenas. Hemos gastado cantida-
des de energía en buscar nuestras verdades y
realidades más internas e íntimas en la pala-
bra escrita de seres foráneos, desconocidos y
presumidos.

Buscando convertir nuestra propia


vida en leyes, hemos encarcelado nuestras
únicas verdades. Aquellas que surgen en
nuestro propio contacto singular, real objetivo
y personal.

Facilitar a cada ser su propio cono-


cimiento de sí, desde sí, es facilitar a cada ser
su propia existencia consciente y responsable.

Aun cuando parezca paradojal,afir-


mo, que el principal conocimiento de sí, lo en-
contramos en la convivencia y co-existencia.
Estar con otros seres nos enseña sobrenoso-
trosmismos lo que nunca, ni remotamente,
podríamos aprender a solas.
34
Muchas veces ocurre que la convi-
vencia nos obliga a ser responsables denoso-
tros mismos, ante la exigencia de ser respon-
sables ante los otros. De algún modo u otro,
en la calidad de la interacción que generamos,
queda explícita nuestra personal calidad de
vida.

Todo aquello que se constituye en


espejo de nosotros mismos es fuente de co-
nocimiento y toma consciente de nuestroexis-
tir. Así uno de los medios modernos que más
ha contribuido al propio conocimiento y reco-
nocimientoes el video.

Vernos a nosotros mismos, y sin


poder evitar ni negar nuestros rostros, nues-
tros gestos y nuestro cuerpo constituye un
profundo remezón para nuestras máscaras,
apariencias, evitaciones y engaños. Gestos
imperceptibles, para todos, aparecen desnu-
dos de verdad ante este testigo inerte que es
el video.

He observado a personas que esa


sola visión desbloqueaba y desarticulaba sus
más negados afectos o pesares y los hacía
irrumpir con fuerza desconocida y desbocada.
Años de negación, de autoengaños descubier-
tos para la propia mirada y a la mano una y
otra vez por el simple expediente de la imagen
en repetición.

35
La verdad es que para un serabier-
to y sencillo todo es un espejo. Puede ver y
verse en todo; en el paisaje de un bosque, en
los objetos de una habitación, en sus propios
sueños, en el silencio de la noche, en todo.
Pues, en su interacción con el mundo él es el
núcleo de su interacción.

Convivir nos enseña a vivir, como


co-existir nos lleva a existir. Ser no será ja-
más una empresa solitaria. Ella se desdibuja
y deforma en el aislamiento y encierro perma-
nente. Y, del principal aislamiento que hablo
no es el del monasterio externo, si no del de la
guarida interna que muchos seres construyen
por temor, ansias de control o ignorancia.

He conocido a muchos seres que


viven dentro de sus muros. Muros invisibles
pero más duros que construcciones de pie-
dras.

A esos muros sólo se los traspasa


con la verdad y el amor. Y cuando la verdad
circula externa a un hombre o mujer que ciega
sus ojos, sus oídos y su piel o cuando el amor
es puesto a distancia con displicente gesto,
entonces sólo queda el silencio, la oración, la
meditación y la propia vida como ejemplo de
opción.

He visto seres que ni ante la exage-


ración más escandalosa de sus propias entra-
36
ñas se daban por enterados; se aferraban a
sus paredes falsas, porque sin ellas temían
ser destrozados por sus propias fauces.

Y así ocurre que si bien muchos


seres desean compañía y comprensión, algu-
nos de ellos la desean para procrear sus apa-
riencias y deformidades. Manipulan el am-
biente en la esperanza de que siempre podrán
vivirlo así, y a la vez, enojados de que otros
no hagan por ellos, lo que ellos mismos no
hacen por sí.

Seres que exigen ser acompaña-


dos en su inconsciencia e irresponsabilidad,
que anhelan la felicidad como producto natu-
ral de sus exigencias, pero sin que a ellos les
quepa acción alguna.

Nuestra misión es, precisamente,


acompañar a esos seres, comprenderlos y
consolarlos para que acepten el abandono de
sus impedimentos; confíen en ellos mismos y
descubran, de golpe o paulatinamente, sus
propios poderes y conocimientos.

Esos seres, reembarcados en una


vida con sentido profundo no serán más feli-
ces porque la vida se les torne placentera, si-
no porque les resulta propia y congruente.

Muchas veces en nuestro quehacer


como facilitador o facilitadora nos encontra-

37
mosen una situación verdaderamente curio-
sa, aunque muy explicable.

A medida que las personas y el


grupo de trabajo avanzan, sus procesos de
resistencia, evasión y/o agresión se vuelcan,
ocasionalmente, sobre el facilitador. Del mis-
momodo sucede lo contrario, es decir, los
grandes ideales y valores que cada persona
persigue y posee en sí, los proyecta y personi-
ficaen el facilitador.

Por este camino, un facilitador sin


identidad puede, fácilmente, llegar a creerse
un gurú o un todopoderoso.

Desde luego un facilitador o facilita-


dora ha de poseer una interesante capacidad
de adaptación, flexibilidad, cambio y paciencia
o perseverancia. Sólo así, podrá hacer frente
al desafío que significa interaccionar en pro-
fundidady por largo tiempo con un grupo de
personas, tras la búsqueda de una vida de
mejor calidad.

Un facilitador ha de estar dispuesto


a facilitar el desbloqueo de la agresividad en
una persona, aún a sabiendas de que tal
agresividad se puede volcar contra él. Dees-
te modo, un facilitador o facilitadora ha de ser
un guerrero impecable: sabe siempre lo que
ha de hacer, porque siempre hace lo que se
debe hacer, aúncuando ese hacer se torne
38
en derrota de él mismo. En el lenguaje de
Don Juan Matus, un guerrero jamás desafía a
la muerte y jamás evita la muerte, cuantas ve-
ces sea menester la enfrenta a sabiendas de
que ella (la muerte) no puede ser derrotada).

Usualmente, las personas y losgru-


pos avanzan más allá de sus temores y, re-
conciliados consigo mismos, recuperan la cla-
ridady, así, la visión real y simple de laperso-
na que es el facilitador o facilitadora: ni semi-
diós ni demonio.

Le compete, por lo tanto, al facilita-


doro facilitadora no alimentar falsos dilemas,
sino mostrarse tal cual es, un ser humano en-
tre los seres humanos. Tal vez, las expectati-
vas de muchas personas se diluyan, pero, en
todo caso, siempre la realidad es más saluda-
ble; para todos.

Pisar la tierra, asentarnos en el


mundo, es ser sanos.

Un buen facilitador se distingue de


uno que no lo es en el uso del poder. Ambos
lo poseen, pero un buen facilitador no lo usa.

Su energía está siempre al servicio


del poder, de cada participante y del grupo.
Así, él muestra el vacío para que cada perso-
na lo llene con su plenitud.

39
La vida, podemos pensarla. como el jue-
go de interacción de millones y millones de
organismos, en que unos a otros aparecen
como ambiente o medio.

La vida, podemos pensar, ocurre


en la experiencia de esas interacciones. La
calidad de la interacción es, en cuanto a la su-
cesión de los eventos cotidianos, calidad de
vida. Pero no sólo lo que nos sucede osuce-
demos, constituye nuestro alcance de calidad
de vida. Los propósitos, metas o ideales so-
brelos cuales paramos esos eventos y hacia
cuya dirección los encaminamos, son parte
sustantiva de esa calidad de vida. Y, además,
en esta relación de suceso y propósito,partici-
pa nuestra actitud. Nuestra actitud ante los
acontecimientos define nuestro ser y sello per-
sonal, ante nuestros propios ideales y nues-
tros propios haceres.

Un facilitador o facilitadora lleva la


responsabilidad de ofrecer a una persona o
grupo la oportunidad y ambiente para que és-
ta o éste se focalicen en la percepción de su
experiencia de interacción, en la actitud con
que la asumen y los valores que en esa inter-
acción les guían. Desde luego, y dado que
nadie puede ofrecer lo que no posee, ni tam-
poco lo que no puede ser dado, el facilitador
ha de haber realizado en sí y para sí, esta
misma incursión, y a la vez, ha de poseercla-
ridad en cuanto a que su propia experiencia
40
no es transmisible y, aun cuando lo fuese, no
puede ni debe en modo alguno, sustituir a la
experiencia de la propia persona participante.

Los procesos que, en el camino de


la autorrealización, cada persona vive, no
pueden ser ejecutados por otros y para otros.

Mejorar la calidad de vida personal


conlleva el mejoramiento de la calidad de vida
interpersonal. No por más fácil ni más entre-
tenida sino por más auténtica, consecuente,
valórica, honesta, consciente y responsable...

Mejorar la propia experiencia inter-


activa, es decir, constituirse como ser en el
mundo, de modo más creativo, es o puede
ser, el resultado de mayor claridad valórica,
mejor actitud ante la realidad, mejor concien-
ciay responsabilidad ante y en la interacción y
mayor flexibilidad, fluidez, apertura y producti-
vidad para y con los acontecimientos.

Una vieja historia narra que un


hombre sale del infierno y va al cielo. Allí des-
cubre que los hechos son los mismos en am-
bos lugares, sólo que en este último, el cielo,
él tiene conciencia de ello.

Para mí, tener conciencia, sin em-


bargo, cambia los hechos. En otras palabras,
la esclavitud y la libertad no dependen de los
hechos, aun cuando los hechos intervienen,

41
sino de mi actitud ante los hechos. Y miacti-
tud nace de mi conciencia.

Creo que todos buscamos la inte-


gración, tanto interna como con otros. Creo,
también, que quienes promueven la desinte-
graciónexterna están, dentro de sí, goberna-
dos por el miedo y la parálisis.

Siempre he visto crecer la amistad,


el respeto y la solidaridad allí donde existía el
auto-reconocimiento y la buena forma interior.

Ocurre que algunas personas ya-


cen en la desconexión. Esa puede ser la ta-
rea de un facilitador, apoyar la conexión inter-
ior. Desde luego no suele ser, esto, un asunto
de palabras más o palabras menos, sino,
más bien, de percepción, de auto percepción
y de descubrimiento vivencial, sensorial. Di-
versos ejercicios y ejercitaciones nos ayudan
a acrecentar y reforzar nuestra propia con-
ciencia de sí. Y esta no puede soslayar la
conciencia corporal.

Conciencia no es pensamiento, si-


no percepción. Y sucede que podemos pen-
saracerca de algo que no percibimos; por su-
puesto de modo meramente fantasioso, pero
lo hacemos. Podemos pensar acerca de
nuestra respiración e incluso pensar que es
excelente y, no percibir que es mala porque,
prácticamente, no la percibimos y no sabemos
42
cómo, cuándo y cuánto respiramos.

Conectar cuerpo, afectos, mente y


espíritu es parte del desafío de todo hombre y
mujer. Es, por tanto, parte del quehacer del
facilitador.

Existen bases claves en la existen-


cia de un ser humano, la respiración, el movi-
miento, la nutrición, la percepción, los afectos
y emociones, las ideas, las imágenes, la medi-
tación, en todas ellas el cuerpo es un sustrato
insoslayable.

Conectar respiración y movimiento.


Movimiento y emoción. Emoción y pensa-
miento. Percepción e imaginación, etc.,cons-
tituye el nacimiento y construcción de nuestra
integración e integridad.

Tomar conciencia de nuestras par-


tes y de nuestro todo; de nuestras plenitudes
y vacíos; de nuestro presente y de nuestro pa-
sado nos posibilita una mejor existencia.

Y cuando desde si emergemos al


mundo de modo más natural, sencillo y cons-
ciente, entonces puede ser que nuestroentor-
no y nuestras interacciones personales lle-
guen a ser más satisfactorias, para nosotros y
para el resto.

Cuando un facilitador o facilitadora

43
interactúa con un grupo tiene la misión de
crear un ambiente y las oportunidades básicas
para que el proceso de experimentación sea
iniciado por el grupo y sus participantes.

Para ello, muchas veces, inventa-


mosexperimentos, experiencias, ejercicios,
actividades que faciliten esos procesos. Sin
embargo, cuando más directo o análogo, a la
realidad, es el ambiente creado, probablemen-
te, tanto más natural sea el proceso.

Si un grupo puede no sólo reunirse


para interactuar experimentalmente, sinotam-
bién para convivir naturalmente,probablemen-
te los resultados serán más profundos, firmes,
consolidados y "reales".

Siempre la misión del facilitador


conlleva exponerse él mismo, mostrarse él
mismo, tal cual es. Y si en él esvislumbrable
una forma de vida de mayor naturalidad, pro-
fundidad, creatividad y relacionalidad, enton-
ces podrá ser creíble lo que él propone como
proceso de experimentación hacia undesarro-
llo personal e interpersonal más pleno.

Pero esto no es una condición úni-


ca, ni es siempre una condición necesaria.
No es única ni suficiente, dado que el facilita-
dorpuede ser una persona que es como es,
fundamentalmente, no por haber vivido los
procesos de experimentación que propone
44
(que desde luego los ha vivido) sino, porque la
estructura interna histórica y, hasta posible-
mente congénita ha sido y sigue siendo muy
apta, muy sana, es decir, muy integrada e ín-
tegra.
También puede suceder que su his-
toria personal le haya llevado a poder exponer
la congruencia, contacto, identidad y balance
que se le reconoce. Como también puede su-
ceder que estos factores estén relacionados e
incluyan o no, al de su vida en y de talleres.

Por otra parte, supongamos que el


proceso de experimentación es el que ha lle-
vado al facilitador, también, a ser una persona
relativamente apta e íntegra. ¿Asegura esto
que vaya a ocurrir del mismo modo en otros?
No necesariamente. Parece ser necesario
algo más. Algo de carácter más íntimo y pro-
pio; lo que llamaría el compromiso profundo
consigo mismo y con los otros que quienparti-
cipa en estos procesos de experimentación,
asume. ¿O, no será que estos procesos todo
lo que hacen es alentar ese compromiso?

Pienso, por tanto que existen res-


ponsabilidadesdistintas en la interacción: de
grupo, participantes y facilitador.

La responsabilidad del facilitador


es, primariamente, poseer una forma de vida
con respecto de la cual se muestra coherente.
Forma de vida que incluye cierta concepción

45
valórica donde se distinguen la naturalidad, la
honestidad, la integración, la integridad, la
sensibilidad, la sencillez, etc.

Además es responsable de la ge-


neración de un ambiente y oportunidades para
que el grupo y cada participante inicie, conti-
núey termine de buena forma un ciertoproce-
so de experimentación que facilitará su desa-
rrollo personal e interpersonal.

No es responsabilidad del facilita-


dorque esto suceda, sino que se den las con-
diciones para que suceda.

Cada ser es el único responsable


de su proceso de desarrollo personal e inter-
personal. Y comparte con otros (incluido el
facilitador) la responsabilidad de la interacción
grupal.

Cuando llega el día en que ofrece-


mos nuestro primer taller de crecimiento per-
sonale interpersonal ese día es bueno que
sea el producto y la expresión de un cierto es-
tilo de vida en desarrollo. Más allá de técni-
cas o metodología un facilitador expone su ser
y su capacidad deco-existir ante una persona
o grupo.

He dicho que el facilitador es un


espejo cálido con perspectiva y profundidad.
Y como tal su misión y responsabilidad es dar
46
ambiente y oportunidades para el desarrollo
de cada persona y grupo.

El facilitador o facilitadora es un an-


fitrión que atrae y acoge a las personas para
que mirándose en un espejo ancho, amplio,
transparente y nítido se vean a sí mismos y no
al facilitador en sí.

Un proverbio chino señala que:


"Un hombre sabio es como un espejo: todo lo
admite, acepta y contiene sin poseer nada".

Un facilitador atrae por su carisma.


Es decir, porque muestra congruencia entre lo
que dice, siente, hace y piensa. Pero atrae
sin ego. Atrae para, en la interacción, reflejar.

Un facilitador o facilitadora acoge.


Posee la capacidad de solidarizar y apoyar,
pues conoce el dolor humano, lo admite, lo ha
vivido y, sin tenerlo, lo respeta. Por lo tanto,
comprende a cada ser en sus dolencias, y
desde esas dolencias va ampliando la esfera
de percepciones de ese ser, hasta que ese
ser, a partir de sí mismo y por sí mismo, des-
cubre sus potencialidades, virtudes y valores
que lo completan más allá de la decepción y
el desencanto.

Un facilitador que se inicia ha de


saber calibrar las propias potencialidades y
posibilidades. Hacer lo que sabe y hacerlo

47
impecablemente.

Probablemente, su inicio sea mo-


desto. Podrá ser un auxiliar creativo, una per-
sona que no tiene más misión y responsabili-
dad que participar espontánea y creativamen-
te en un grupo. O más allá de eso, actuarco-
mo acompañante solidario de una persona
que necesite apoyo. Poner su sensibilidad y
capacidad de soporte al servicio de otros se-
res. Luego, paso a paso, irá dominado algu-
nastécnicas a tal grado que podrá ser un
buen monitor que ofrece experiencias, ejerci-
ciosy experimentos a los participantes, aun
sin partir expresamente del aquí y ahora de
cada participante y grupo.

Finalmente y sintiendo cada vez


más el peso de la responsabilidadco-facilitará
algunas sesiones o talleres, antes de hacerse
cargo de sus propios grupos y talleres.

Lo que distingue, finalmente, a un


facilitador de un co-facilitador es el grado de
energía fluida que ambos poseen para inter-
actuar y la magnitud de la responsabilidad que
ambos asumen.

He visto a excelentes cofacilitado-


res a quienes el solo hecho de hacerse total-
mente responsables de un taller los apabulla-
ba haciéndoles irreconocibles en su actuar.
También he conocido a facilitadores sin más
48
energía que para llevar a cabo una o dos se-
siones; después decaían carentes de energía
y visión.

Conocer los procesos de un grupo


y conocer los procesos de desbloqueo y ener-
getización es condición sine que non para un
facilitador o facilitadora. El mero activismo o
sucesión de experiencias ofrecidas
(oportunidades) no es suficiente.

Los procesos que ocurren en un


taller, tanto en el grupo como al interior deca-
da participante si bien son espontáneos, sin-
gulares y únicos no están en modo alguno en
manos de la improvisión. Muchas veces he
dicho en mis talleres: "Acá todo es espontá-
neo, pero nada se improvisa".

Quiero decir que un facilitador do-


mina ciertos principios, criterios, matrices y
directrices que organizan y orientan su queha-
cer y, sin embargo es altamente espontáneo,
creativo, productivo, flexible, fluido, simple y
sorprendente la vez.

Desde luego, si un facilitador no


muestra en sí mismo lo que promueve para
otros está manifestando una clara incongruen-
cia.

Si estima que la integración cuerpo-


mente es positiva, entonces es menester que

49
posea un cierto grado de esa integración en
sí.

Si valora la flexibilidad, ésta ha de


estar en él, y estar tanto en su mente como en
su cuerpo. En su organismo completo.

Si valora la fluidez que no hable de


ella sino que la muestre danzando.

Si promueve la honestidad y la
apertura, que sus ojos sean claros, directos,
sinceros y su corazón esté abierto tanto para
dar como para recibir. Que su ser sea público
sin ocultamientos ni cosas raras.

Si alienta el darse cuenta, la per-


cepcióny la toma de conciencia, entonces
que no ande él a tropiezos con los muebles,
que sea ubicado y rápido en la comprensión
de cada situación.

En fin, que todo aquello que valora


y alienta en todos sea, en algún gradointere-
sante manifestado por él o ella. Que se leco-
nozca más por sus hechos que por sus pala-
bras.

He conocido y conozco facilitadores


entre comillas que "hablan del crecimiento",
"hablan de la Gestalt": "hablan de experien-
cias pasadas o vividas" y "hablan de lo bueno
y lo malo que sería o será hacer o no hacer tal
50
o cual cosa". F. Perlsdecía: "habladurías",
en realidad su término era más fuerte: iba
desde la caca de pollo hasta la caca de ele-
fante.
Un facilitador no es un orador ni un
profesor-expositor. Es un sujeto que hace co-
sas, las muestra y manifiesta y, más allá de
aquello, es de un cierto modo que queda re-
tratado en su actuar cotidiano. En un taller y
en la vida diaria. Se equivoca, yerra, posee
defectos, es imperfecto como todo ser. Pero
a la vez está consciente de su propia realidad
y, como un guerrero impecable, no claudica
en su compromiso consigo mismo y con el
mundo a pensar de sus propias debilidades.

No es por tanto ni la perfección ni el


virtuosismo lo que caracteriza a un facilitador,
sino la autenticidad, entrega y fidelidad a la
existencia.

Un facilitador no es un dechado de
virtudes, ni tampoco un santón o gurú. Un fa-
cilitadores un hombre enclavado en la exis-
tencia, sin más poder que su propia honesti-
dad. Un facilitador no es un misionero, pero
posee una misión que ama.

Un facilitador no es un orientador,
pero su vida posee sentido y dirección.

Un facilitador no es un santo, pero


vive por y para los valores que hacen al hom-

51
bretrascendente y profundo.

Un facilitador no es un orador, pero


su palabra no es equívoca y deja huella.

Un facilitador no es un psicólogo ni
un médico, pero conoce el alma humana y sa-
be apoyarla en su propio rescate.

Un facilitador no es un gladiador,
pero se juega su vida en cada gesto, porque
rehuye los gestos inútiles.

Un facilitador no es un animador
simpático y sonriente, pero posee sentidolúdi-
co, humor y sana alegría.

Un facilitador no es un sabio pero


nada profundo y vive con sencillez.

Un facilitador es un ser más en la


existencia, pero no pasa desapercibido, por-
que él primero que nadie sabe que no está de
más en esta vida, que porta una vocación y un
quehacer y, en él, se juega la vida, la existen-
cia, la humanidad y el sentido de las cosas.

El facilitador es un hombre simple


que convierte en gran aliado su propia vejez.

Desde luego es en las situaciones


límites que los seres humanos prueban su va-
lor. Muchas veces lo que un facilitador o faci-
52
litadora hace es generar un ambiente que per-
mita a una persona o grupo, acercarse a sus
propias situaciones límites a objeto decontac-
tarlas, palparlas y, así, interactuar de mejor
modo con ellas y con todo lo que conllevan.

Del mismo modo, un facilitador o


facilitadora ha de estar atento a sus propias
situaciones límites, para de ellas aprenderse a
en sus capacidades, debilidades, limitaciones
o carencias. En tales circunstancias puede
ser mucho más significativo mostrar a los par-
ticipantes, con sencillez y franqueza, las pro-
piaslimitaciones que las de otro. Y, por lo
mismo, no ofrecer jamás soluciones a otros
que en sí mismo son inexistentes.

Aprender el sentido de la sencillez,


la modestia y lo simple tal vez sea el sello de
un ser altamente facilitante.

Allí donde el orgullo, la soberbia, el


poder y el egoísmo, se señorean, todacapaci-
dad y toda tecnología se hace vana y cada
acción queda corrompida hasta hacerla ilegíti-
ma.

He visto las ansias de poder y dig-


nidad brillando en los ojos de más de un ser
que, queriendo ser facilitador, aprendía sus
artes, bajo el anhelo de ser reconocido supe-
riorentre quienes lo rodeaban. Esos pseudo

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aprendices parecían creer que husmeando en
las vidas de otros, sus propias vidas se enal-
tecían. Y no trepidaban en pasearse ufanos
entre sus participantes, a quienes parecían
ver, más que como seres llamados adesarro-
llar sus propias vocaciones y existencias, co-
mocomparsas de sus gestos adquiridos.
Y como ocurre siempre, la verdade-
raluz jamás encandila ni enceguece. Muchas
veces, por lo tanto, no deslumbra no asombra;
la verdadera luz va paso a paso graduando su
intensidad a partir de los ojos que la contem-
plan y, primero que nada, se muestra ella mis-
ma antes de abrir el universo.

Así el facilitador o facilitadora no


impresiona ni presiona sino que revela las
propias verdades de cada ser y por ese cami-
no, como líquido que hace aparecer en el pa-
peluna imagen fotográfica, descubre en la
disciplina reactiva, la modestia.

La naturaleza, las personas, las co-


sasy el propio ser son fuentes permanentes
de aprendizaje para un facilitador. Y en ellas
descubre el valor de los ciclos, las fases y los
cambios para ser y llegar a ser. Este aprendi-
zaje nos muestra el valor de la espera o pa-
ciencia. Nada germina antes o después, todo
ocurre hermosamente cuando ocurre en su
ritmo. El ritmo es la belleza de las cosas, la
vida y los seres.

54
De este modo, un facilitador inter-
viene allí donde el ritmo está extraviado, perdi-
do o alterado. En lo demás, acompaña a cada
ser o grupo, como un auditor atento a una me-
lodía ofrecida.

Por este camino muchas veces ve-


remos cristalizar con naturalidad y propiedad
lo que presionado o apurado sólo habría pro-
ducido una alteración más.

Y a fin de cuentas los seres crece-


moscuando nos vemos con honestidad y con
honestidad nos aceptamos, a nosotros mis-
mosy a los demás.

De este modo sucede que incluso


lo doloroso es hermoso. Pues cuando en el
dolor y tras el dolor de nuestras propias mise-
rias descubrimos que el ser humano continúa
vivo y palpitante, también descubrimos que
somos más. Más profundos, más permanen-
tesy más consagrados que nuestras eternas
contingencias. O sea hermosos en nuestra
exactitud.

Ocurre entonces que cuando


hemos llegado a ser capaces de hablarnos a
nosotros mismos de nosotros mismos, con la
misma pureza que le hablamos a los demás
de nosotros mismos, y a los demás de ellos
mismos, podemos decir que nos hemos hecho
públicos, es decir, abiertos al mundo, sus se-
res y su universo sin sombras ni ocultades.

55
Esta facultad es la facultad que otros
seres buscando en sí mismo buscarán en no-
sotros, en cada encuentro y cada taller. Esta
fidelidad no es el producto de arte alguno sino
de nuestra propia energía profundizando en
nuestra divinidad interna.

Pido a cada facilitador un ojo sano para mi-


rar su ser y, así, el de otros. Una mano cáli-
da para admitir esa mirada y el encuentro.
Labios tranquilos que le permitan oír y oí-
dos alertas que le faculten para hablar. Y,
Sobre todo, una oración permanente en su
Corazón que le mueva a danzar, para Dios,
La vida.

PATOVARAS S.

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