El documento habla sobre el miedo a hablar en público y cómo muchas personas famosas han logrado superar ese miedo. Explica que Monica Lewinsky tuvo mucho éxito con su charla en TED a pesar de su trauma pasado de ser ridiculizada públicamente. También cuenta cómo Elon Musk logró motivar a sus empleados de SpaceX después de un fracaso de lanzamiento a través de un discurso inspirador. En general, argumenta que aunque dar charlas cause mucho miedo, también puede tener un gran impacto y abrir puertas si se lo
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El documento habla sobre el miedo a hablar en público y cómo muchas personas famosas han logrado superar ese miedo. Explica que Monica Lewinsky tuvo mucho éxito con su charla en TED a pesar de su trauma pasado de ser ridiculizada públicamente. También cuenta cómo Elon Musk logró motivar a sus empleados de SpaceX después de un fracaso de lanzamiento a través de un discurso inspirador. En general, argumenta que aunque dar charlas cause mucho miedo, también puede tener un gran impacto y abrir puertas si se lo
El documento habla sobre el miedo a hablar en público y cómo muchas personas famosas han logrado superar ese miedo. Explica que Monica Lewinsky tuvo mucho éxito con su charla en TED a pesar de su trauma pasado de ser ridiculizada públicamente. También cuenta cómo Elon Musk logró motivar a sus empleados de SpaceX después de un fracaso de lanzamiento a través de un discurso inspirador. En general, argumenta que aunque dar charlas cause mucho miedo, también puede tener un gran impacto y abrir puertas si se lo
El documento habla sobre el miedo a hablar en público y cómo muchas personas famosas han logrado superar ese miedo. Explica que Monica Lewinsky tuvo mucho éxito con su charla en TED a pesar de su trauma pasado de ser ridiculizada públicamente. También cuenta cómo Elon Musk logró motivar a sus empleados de SpaceX después de un fracaso de lanzamiento a través de un discurso inspirador. En general, argumenta que aunque dar charlas cause mucho miedo, también puede tener un gran impacto y abrir puertas si se lo
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Competencia en exposición oral
La habilidad que puedes construir
Qué nervios, ¿verdad? Salir a un escenario, frente a un público, y que centenares de pares de ojos te miren resulta aterrador. Temes el momento de levantarte en una reunión de empresa a presentar tu proyecto. ¿Y si te alteras y se te traba la lengua? ¿Y si te quedas en blanco y te olvidas por completo de todo lo que ibas a decir? ¡Quizá te humillen! ¡Quizá tu carrera profesional se hunda! ¡Quizá la idea en la que crees permanezca enterrada para siempre! Ese tipo de pensamientos puedemantenerte despierto toda la noche. Pero ¿sabes una cosa? Casi todo el mundo ha experimentado el miedo a hablar en público. De hecho, en encuestas en las que se pide a la gente que enumere sus temores, hablar en público suele aparecer como el más mencionado por la mayoría, por delante del miedo a las serpientes, a las alturas e incluso a la muerte. ¿Cómo es posible? No hay ninguna tarántula oculta tras el micrófono. No existe el menor riesgo de lanzarse desde el escenario al encuentro de la muerte. El público no te atacará con lanzas. ¿Por qué, entonces, tanta angustia? Pues porque hay mucho en juego, no sólo en la experiencia del momento, sino en nuestra «reputación» a largo plazo. Lo que los demás piensan de nosotros importa muchísimo. Somos ani males profundamente sociales. Buscamos el afecto, el respeto y el apoyo de los demás. Nuestra felicidad futura depende de esas realidades en gran medida, hasta un punto asombroso. Y percibimos que lo que ocurre en un escenario público va a afectar materialmente a esos valores sociales para bien o para mal. Con todo, dentro del marco mental adecuado, puedes usar ese miedo como un activo increíble. Ese miedo puede ser el motor que te convenza para que prepares bien una charla. Eso fue lo que ocurrió cuando Monica Lewinsky llegó a TED. Para ella, la apuesta no podía ser más arriesgada. Diecisiete años antes había pasado por la exposición pública más humillante que pudiera imaginarse, una experiencia tan intensa que a punto estuvo de destruirla. Ahora intentaba regresar a una vida pública con una mayor visibilidad, recuperar su relato. Pero no era una conferenciante experimentada, y sabía que si su charla no salía bien, el resultado sería desastroso. Me dijo: «Nerviosa» es poco para describir cómo me sentía. Era más bien algo así como… que tenía la barriga atenazada por la agitación. Destellos de temor. Una ansiedad eléctrica. Si hubiéramos podido capturar la potencia de mis nervios aquella mañana, creo que la crisis energética se habría resuelto. No era sólo que estaba a punto de salir a un escenario delante de un público respetable, brillante, sino que me iban a grabar en vídeo, y era muy probable que mi intervención la retransmitiera una plataforma de gran difusión. Me visitaban los ecos de un trauma aún subyacente, de los años en los que había sido públicamente ridiculizada. Invadida por una profunda inseguridad, mi sitio no era el escenario de TED. Aquélla era la experiencia interior contra la que luchaba. Aun así, Monica encontró la manera de darle la vuelta a su miedo. Recurrió a algunas técnicas sorprendentes, que compartiré contigo en el capítulo 15. Por ahora baste decir que funcionaron. Su charla le valió una ovación cerrada al término del evento, al cabo de unos pocos días ya había sido visionada un millón de veces y había obtenido comentarios entusiastas en la red. Llegó a suscitar incluso la disculpa pública de una de las personas que durante más tiempo se habían mostrado críticas con ella: Erica Jong. A la mujer extraordinaria con la que estoy casado, Jacqueline Novogratz, también la perseguía el miedo a hablar en público. En la escuela, en la universidad y hasta que tuvo más de veinte años, la idea de plantarse ante un micrófono y con muchos pares de ojos mirándola le resultaba tan aterradora que la debilitaba. Pero sabía que para llevar adelante su labor de lucha contra la pobreza tendría que convencer a otros, por lo que empezó a obligarse a sí misma a hacerlo. Actualmente pronuncia un montón de charlas todos los años, aclamadas muchas veces con ovaciones cerradas. En efecto, miremos donde miremos vamos a encontrarnos con anécdotas de personas a las que aterraba hablar en público pero que encontraron la manera de hacerlo muy bien, desde Eleanor Roosevelt hasta Warren Buffett, pasando por la princesa Diana, a la que llamaban «la tímida-Di» y que no soportaba hablar en público pero que encontró una manera informal de expresarse, con su propia voz, y logró que el mundo se enamorara de ella. Si consigues dar bien una charla, el lado positivo puede ser asombroso. Veamos el caso de la que pronunció el emprendedor Elon Musk ante los empleados de SpaceX el 2 de agosto de 2008. Musk no era conocido por ser un gran conferenciante, pero ese día sus palabras supusieron un importante punto de inflexión para su empresa. SpaceX ya había sufrido dos lanzamientos fallidos. Ése era el día del tercer lanzamiento, y todos eran conscientes de que un nuevo fracaso podría obligarles al cierre. El cohete Falcon despegó de la zona de lanzamiento, pero superada la primera fase sobrevino el desastre. El vehículo espacial explotó. La señal de vídeo se perdió. Allí se habían congregado unas 350 personas y, como describió Dolly Singh, responsable de atraer talentos a la empresa, la moral estaba por los suelos. Musk salió a hablar con ellos. Según Singh, les dijo que siempre habían sabido que iba a ser difícil, pero que a pesar de lo que había ocurrido ya habían logrado algo ese día, algo que habían conseguido muy pocos países, y menos aún empresas. Habían completado con éxito la primera fase de un lanzamiento y habían enviado una nave al espacio exterior. Debían recomponerse y volver al trabajo. Así es como Singh describió el clímax de su discurso: Y entonces dijo, con toda la fortaleza y el empuje de que pudo hacer acopio después de más de veinte horas sin dormir: «Yo, por mi parte, no pienso rendirme nunca, y cuando digo nunca es nunca». Creo que la mayoría de nosotros lo habríamos seguido al mismísimo infierno con una antorcha en la mano después de oír aquello. Fue la muestra de liderazgo más impresionante que he presenciado jamás. En cuestión de unos instantes, la energía en el edificio pasó de la desesperación y la derrota a una determinación intensa, pues la gente empezó a centrarse en seguir adelante, y no en mirar hacia atrás. He ahí el poder de una sola charla. Tal vez tú no dirijas una organización, pero aun así una charla puede abrir puertas o transformar carreras profesionales. Los conferenciantes TED nos han contado historias deliciosas sobre el impacto de sus charlas. Sí, a veces reciben ofertas para escribir libros o realizar películas, o aumentan sus honorarios por dar charlas, o bien obtienen inesperadas muestras de apoyo económico. Pero las historias más atractivas son las que tienen que ver con transmitir ideas, con cambiar vidas. Amy Cuddy pronunció una charla inmensamente popular sobre cómo un cambio en el lenguaje corporal puede llevar a un aumento del nivel de confianza. Ha recibido más de 15.000 mensajes de todo el mundo en los que le cuentan lo mucho que les ha ayudado esa información. Y la charla inspiradora de William Kamkwamba, un joven inventor de Malawi, sobre la construcción de un molino de viento en su aldea cuando tenía catorce años, desencadenó una serie de eventos que lo llevaron a ser aceptado en un programa de ingeniería del Dartmouth College.