La Importancia de Schopenhauer PDF

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La importancia de Schopenhauer.

Si hay algo en el mundo que sea deseable, tan deseable que hasta el mismo montón en
sus momentos iluminados lo viese como más valiosos que el oro y la plata, sería que un
rayo de luz cayera en la oscuridad de nuestra existencia y nos llevara a alguna conclusión
sobre este mundo misterioso, donde lo único claro es la miseria y la nada [1].
Actualmente hay en Occidente dos tradiciones filosóficas, una fundamental, cuyo eje son
Kant y Schopenhauer, y una interpretativa o fenomenológica que basa sus reflexiones en
los fundamentos de la primera. La segunda va de Nietzsche a Husserl y Heidegger y de
allí a los filósofos franceses de moda. Mientras la primera se avocó a analizar la esencia
del mundo y tuvo su punto culminante en el pensamiento de Arthur Schopenhauer, la
segunda se ha dedicado a analizar las relaciones entre las cosas de la superficie del
mundo, tales como la comunicación, la importancia del otro como espejo del yo… Todos
estos temas están, sin embargo, ya analizados en la obra monumental de
Schopenhauer: Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad e
imaginación) (2). Schopenhauer no dejó al parecer nada esencial sin analizar. Esto llevó a
Tolstoi a opinar, seguramente con razón, que este maestro es el hombre más inteligente
que ha pasado por el planeta. Sin embargo, sigue siendo un filósofo casi desconocido en
Chile por el simple hecho de estar mal traducido al español. Ya el título está mal
traducido. La traducción correcta de Die Welt als Wille und Vorstellung es: El mundo como
voluntad e imaginación. He aquí algunas de sus ideas fundamentales.
El mundo como imaginación: El intelecto, como función del cerebro, es parte de la
naturaleza. El intelecto puede entender todo en la naturaleza, pero no la naturaleza
misma, así como tampoco el ojo puede verse a sí mismo. El intelecto es un producto que
surgió cuando la vida ya existía. Su función es limitada. No surgió para conocer la esencia
del mundo, sino solo para entender el mundo de las apariencias y sacar de allí los motivos
para presentárselos a la voluntad. El intelecto es el peón de la voluntad y no al contrario.
Primero querer, después pensar, y no al revés. Esta premisa es una de las nuevas
verdades fundamentales que presenta el edificio orgánico de la filosofía de Schopenhauer
con la cual revisa y desmiente los dogmas que había habido en la filosofía occidental
desde Descartes. El intelecto jamás podrá entender completamente el mundo, siempre
habrá algo que se quede fuera. La conciencia que cada uno tiene de sí mismo es lo más
cercano posible al conocimiento de la cosa en sí, que es la voluntad, entendida como
fuerza cósmica que actúa en cada uno de nosotros así como en toda la naturaleza.
Somos voluntad y el vehículo de ésta es nuestro cuerpo. Una de los errores básicos del
intelecto en todos los seres vivientes es el principio de individuación, vale decir, el
autoengaño del individuo de verse a sí mismo separado del mundo de que forma parte.
Este es, a juicio de Schopenhauer, el velo de Maya de la existencia.
El mundo está en mi imaginación. Para reflexionar, el ser humano pone nombre a las
imágenes que porta intuitivamente en su mente, que así pasan a ser los conceptos, que a
su vez forman el núcleo del lenguaje con el cual el individuo construye su visión del
mundo. Por otra parte, para construir esa visión del mundo, el intelecto se vale también de
los sentidos. Ellos entregan la materia prima que el cerebro transforma en percepción del
mundo. Pero el intelecto no es libre en este proceso de percepción ya que está apriori
atado a categorías de comprensión de las cuales no puede liberarse. Estas categorías
son: espacio, tiempo y casualidad [3]. Tener que limitarse a estas categorías hace que
todo entendimiento y conocimiento del mundo sea subjetivo [4].
El mundo como voluntad: El poeta –dice Schopenhauer- nos muestra cómo se
comporta un individuo bajo influencia de los motivos y la reflexión. Lo que mueve al
individuo es la voluntad, vale decir, el poder oscuro de la vida que actúa en el hombre al
igual que en la naturaleza. La voluntad está fuera del tiempo y no obedece a ningún plan
racional y sobre sus fines u objetivos no podemos saber todo, siempre quedará algo fuera
de nuestra capacidad de aprehenderla. El sufrimiento en el mundo es una consecuencia
de la fragmentación de las fuerzas disgregadoras y desgarradoras de la voluntad. Estas
fuerzas instintivas actúan en nosotros contraponiéndose y embrollándose de modo
irracional sin que el intelecto pueda llegar jamás a entenderlas. Por eso Thomas Mann
llamó a Schopehnhauer el filósofo racional de lo irracional. Solo la muerte disuelve en
nosotros las ataduras de la voluntad. A consecuencia de lo anterior, la vida del hombre es
comparable al esclavo de una galera atado a su individualidad y a su cuerpo a merced de
los destinos que le depara la vida. La vida puede ser también vista como un episodio
incómodo e innecesario en la dulce tranquilidad de la nada.[5]
Schopenhauer siguió a Platón y a Kant en la idea de que el mundo no es lo que aparenta.
Detrás de la realidad empírica que captamos con nuestro intelecto se abriría la verdadera
realidad. Lo que Kant llama el mundo de las apariencias (Erscheinungswelt),
Schopenhauer lo llama Vorstellung – representación (Aramayo), imaginación (yo)[6].
La relación entre el mundo como imaginación y el mundo como voluntad, vale decir, entre
las apariencias y la esencia, es la compasión. La compasión es la intuición de que somos
parte de un todo y de que cualquier mal que hagamos a los demás, nos lo hacemos
también a nosotros mismos. Es, por lo tanto, la negación del principio de individuación. La
innegable presencia de la compasión en nuestra mente -como imaginación- nos muestra
que el sentido último de la existencia es ético. Es la razón porque intuitivamente le damos
más peso al corazón que al intelecto en las cosas humanas. La bondad, como la
inteligencia, está diferentemente repartida en el mundo.
Sobre el individuo: El cuerpo humano es materialización de la voluntad y su fin último es
la procreación. Eso explica la fuerza de la atracción sexual. Schopenhauer fue el primer
filósofo que analizó la metafísica del lívido. Freud, más que un seguidor, fue un plagiador
de esta idea.
El cerebro humano es la estructura más compleja del universo. Todo lo que pueda saber
el individuo sobre el mundo, lo sabe a través del conocimiento de sí mismo. Por otro lado,
la esencia del yo está en el carácter, que es invariable. El individuo sabe quién es a través
de sus actos, vale decir, a través de la comunicación con los demás. Pero con esto
Schopenhauer no quiso decir que sea el otro quien nos dé noticia del yo. No son los otros
sino nuestras reacciones y respuestas a los motivos que nos pone el mundo los que nos
muestran quienes somos. La biografía de un individuo es el reflejo de su carácter. Como
el fin de su existencia es moral, su autoimagen coincide con su conciencia. A diferencia
de los animales, somos seres con conciencia.
Schopenhauer, al igual que Kant, distingue entre carácter inteligible y carácter adquirido.
El carácter inteligible determina los actos de una vida según la proporción de egoísmo,
maldad y compasión. Aquí la diversidad entre los humanos es inmensa. El ser humano no
puede transformar su carácter adquirido, pero puede formar su carácter inteligible a fuerza
de experiencia y reflexión. A nivel individual, uno de los fines de la existencia compelen al
carácter adquirido: conocerse, comprenderse, saber de lo que se es capaz, conocer
claramente el grado de energía de que se dispone, saber lo que se quiere y lo que se
puede, saber dónde termina nuestro poder y donde empieza nuestra impotencia.
El sentido último de la existencia es ético. Para saber quiénes somos y lo que somos
capaces de hacer, hay que echar una mirada a la biografía a nivel individual y a la historia
a nivel de humanidad porque siempre es lo mismo, solo que de otra manera; idem sed
aliter, asegura Schopenhauer.
La ética, según nuestro filósofo, tiene que limitarse a indicar cómo está conformada la
naturaleza humana y cómo actúan los hombres en concordancia con aquélla. Al igual que
Hobbes, considera que el estado deber ser una unidad absoluta de poder que sirva para
refrenar las manifestaciones egoístas y perversas, propias del hombre en su condición
natural. Donde no reina un estado fuerte, reina la violencia de unos contra otros. Hay que
considerar como parte de esta violencia a las formas de injusticia y de corrupción. El
problema de la ética para Schopenhauer, es encontrar un punto de apoyo en la naturaleza
del hombre, en virtud del cual sea viable suscitar en él su predisposición hacia la justicia y
así poder limitar su egoísmo. El límite de la ética está determinado en este mundo por la
realidad de la presencia del mal. La pregunta fundamental de la ética es: cómo es posible
evitar la injusticia siendo ésta una tendencia inherente en el ser humano y manifestación
de la voluntad y del principio de individuación. En lugar del imperativo categórico de Kant
cuya versión popular es: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a tí que
tiene raíz está en la razón, Schopenhauer aconseja: ocúpate de tu bienestar de tal modo,
que los otros sufran lo menos posible.
Con Schopenhauer tiene lugar un viraje radical de la razón a la voluntad. La razón queda
reducida a un fenómeno accidental supeditado a la voluntad. Ésta es la realidad
verdadera, imposible de abarcar con el intelecto humano. Como ya dijimos, la intimidad en
la conciencia de nosotros mismos es el mayor acercamiento posible a esa cosa en sí.
Es innegable la influencia que la filosofía de Schopenhauer ha tenido en la literatura
moderna partiendo de los monólogos de la conciencia de James Joyce en Ulises. El
mismo Schopenhauer postulaba que quienes más se han acercado desde siempre al
entendimiento de la esencia del mundo son los poetas. El tema principal de la poesía es
la objetivación de la voluntad en los pensamientos, sentimientos y acciones humanas. Al
describir al hombre en su esencia, el poeta se transforma en un espejo de la humanidad.

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