Derecho y Poder
Derecho y Poder
Derecho y Poder
Pedro Rivas
Universidad Austral
Explicar la relación entre Derecho y poder sirve para comprender cabalmente ambos
conceptos. Aunque ninguno de ellos se agota en la relación con el otro, sin embargo buena
parte de su sentido se nos desvela precisamente ahí. En gran medida, puede afirmarse que
históricamente se han dado dos grandes modelos de articular esta relación. Sin embargo, más
que una exposición histórica, vale la pena desarrollar ambos paradigmas mostrando cómo
responden a dos formas de entender el Derecho y a dos formas de entender lo político. Como
punto de partida vamos a tomar el hecho paradójico de que las dos grandes tradiciones
jurídicas occidentales cuentan con expresiones solamente análogas para expresar esa
relación: Rule of Law y Estado de Derecho.
Ahora bien, a partir de esta idea, será posible mostrar que la relación entre el Derecho y el
poder en el seno de la comunidad política es la clave para determinar cuál es el contenido de
lo político. Vamos a recorrer esa relación, en primer lugar desde la óptica del Derecho. Y, a
continuación, desde la perspectiva de lo político. La forma resultante de comprensión de la
politicidad forma parte de nuestro imaginario de manera tan arraigada que parece difícil
pensar lo político de otra manera.
Por lo anterior, se va a evitar a propósito entrar en las discusiones más comunes que se
vienen dando actualmente en el seno de esta relación. A mi juicio, se trata, por lo que se
refiere al poder, de la prolongada crisis de la soberanía (entre muchos, Böckenförde
2000, passim). Y en relación con el Derecho, de la desformalización de la fuentes del mismo
(Pérez Luño 1993, passim). Ambas cuestiones además están conectadas entre sí. Pero, más
allá de su actualidad, se trata de problemas circunstanciales, que son únicamente efecto de lo
que vamos a considerar en este trabajo.
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1.1 Soberanía y Derecho ↑
A mi juicio, para diferenciar Rule of Law y Estado de Derecho es necesario acudir a sus
orígenes históricos, al imaginario que sostiene cada uno, a la comprensión de lo jurídico que
los sostiene. Lo más manifiesto, como se ha dicho, es que la primera expresión aparece en un
contexto donde no se hace mención del Estado. Habrá que preguntarse entonces cuáles son
los elementos que definen el Estado y lo convierten en una forma de organizarse
políticamente diferente de las precedentes. Comprender lo político hoy sigue siendo
comprender el Estado moderno, por más que hablemos (o precisamente por eso)
continuamente de su crisis. Sin embargo, tal crisis no es el objeto de este estudio.
Comprender el Estado es hacerse cargo de qué significa la soberanía (Costa 2007, 33). A
estas alturas parecería sin sentido volver a plantearnos esta cuestión. Pero, en realidad, no
podemos olvidar que se trata de un concepto histórico, es decir, que surge en un determinado
momento. Y, sólo si nos damos cuenta cabal de lo que significó su aparición, podremos
comprenderla y comprender nuestras propias comunidades políticas. Lo que define al Estado
es principalmente la idea de soberanía: las comunidades políticas previas a la aparición del
Estado no eran soberanas. Aunque la noción de soberanía fuera tematizada por Bodino, se ha
dicho con razón que tal vez se debe reconocer a Hobbes como el primero que elaboró una
teoría plenamente sistemática del Estado soberano (Skinner 2007, 403). ¿Cómo comprende,
entonces, Hobbes la soberanía? De los conocidos textos hobbesianos parece claro que se
trata de supremacía. En efecto, se habla de “conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o
a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus
voluntades a una voluntad”, de que “todos sometan sus voluntades cada uno a la voluntad de
aquel, y sus juicios a su juicio” (Hobbes 1996, II 17). En realidad, dicha supremacía se
observa con mayor claridad en el entero capítulo XVIII de Leviatán donde Hobbes se detiene a
describir todos los derechos y facultades del soberano por institución. La condición suprema
del poder pasa a definir al Estado moderno. La supremacía significa el último peldaño, la
cúspide: no hay nada por encima. Que pretenda hacerse presente en todos los órdenes de la
vida humana es una cuestión distinta: el problema de la condición absoluta del poder político.
Por eso, hablar de absolutismo es cuestión distinta de la soberanía y queda fuera de nuestra
consideración aquí. Cuando hablamos de soberanía queremos expresar simplemente que no
hay otro poder superior, que el poder al que se adjetiva como soberano es supremo. La
expresión “dios mortal” (Hobbes 1996, II 17) que emplea Hobbes en el Leviatán para
caracterizar al Estado pone de manifiesto esta índole, pues lo característico de la divinidad es
que no hay nadie por encima de ella. Todo otro poder está sometido al poder supremo. De la
misma forma que no pueden existir varios dioses porque sólo uno de ellos puede ser supremo
y es el único del que se puede predicar verdaderamente la divinidad. Esta interpretación
concuerda con la tajante afirmación de Hobbes de que dividir la soberanía es contrario a la
esencia del Estado porque “dividir el poder no es otra cosa que disolverlo, porque los poderes
divididos se destruyen mutuamente uno a otro” (Hobbes 1996, II 29).
Ahora bien, hay que preguntarse qué poderes son los que quedarían subordinados al
soberano. O dicho de otra forma, nos preguntamos qué tenía el poder político antes de
Hobbes que no lo hacía supremo, es decir, soberano. En el momento de escribirse
el Leviatán, ni el papado ni el emperador eran rivales del poder político de un reino detentado
por una persona o por una asamblea. En lo que Hobbes estaba pensando era más bien en el
Derecho. La descripción del Leviatán se hace fundamentalmente en relación al Derecho. En
efecto, Hobbes considera inherente a la soberanía “el pleno poder de prescribir las normas en
virtud de las cuales cada hombre puede saber qué bienes puede disfrutar y qué acciones
puede llevar a cabo” (Hobbes 1996, II 18). Pero sobre todo es en el capítulo dedicado a las
leyes civiles donde tal supremacía se muestra con mayor claridad. Hobbes deduce tres cosas
de la afirmación de la evidencia de que la ley civil es para el súbdito “aquellas reglas que el
Estado le ha ordenado de palabra o por escrito o con otros signos suficientes de la voluntad,
para que las utilice en distinguir lo justo de lo injusto, es decir, para establecer lo que es
contrario y lo que no es contrario a la ley” (Hobbes 1996, II 26). En primer lugar, “que el
legislador en todos los Estados es sólo el soberano, él es “el único legislador”. En segundo
lugar, que el soberano “no está sujeto a las leyes civiles” porque “teniendo poder para hacer y
revocar las leyes, puede, cuando guste, liberarse de esa ejecución, abrogando las leyes que
le estorban y haciendo otras nuevas; por consiguiente, era libre desde antes”. Y, en tercer
lugar, parece pensar en el Common Law cuando afirma que “cuando un prolongado uso
adquiere la autoridad de una ley, no es la duración del tiempo lo que le da autoridad, sino la
voluntad del soberano, significada por su silencio (…); y no es ley en tanto que el soberano
siga en silencio respecto de ella” (Hobbes 1996, II 26). Todavía algo más adelante, se molesta
en reiterar que “el soberano no está sujeto a leyes formuladas por él mismo”. Es más, el error
de colocar “las leyes por encima del soberano, sitúa también sobre él, un juez, y un poder
para castigarlo; ello equivale a hacer un nuevo soberano” sujeto a un tercero y así
sucesivamente, lo que generaría “confusión y disolución del Estado” (Hobbes 1996, II 29).
Aunque nadie duda que el carácter supremo que define la soberanía se establece también en
relación a poderes externos como el papado o el emperador, sin embargo, la supremacía que
va a suponer un cambio realmente fundamental es la que se refiere al Derecho. Las
referencias al Derecho en sus obras ya mencionadas y, sobre todo, la lectura de su Diálogo
entre un filósofo y un jurista, dejan la impresión en ocasiones de que lo que realmente
preocupa a Hobbes es el Derecho (Hobbes 2005). En realidad da la impresión de que el
enemigo de Hobbes es el Derecho inglés. Y, en efecto, “entre los demonios de Hobbes los
juristas del Common Law estaban sólo por debajo de los clérigos presbiterianos” (Cromartie
2005, XXXV).
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4 Cómo Citar ↑
Rivas, Pedro. 2018. "Derecho y poder". En Diccionario Interdisciplinar Austral, editado por
Claudia E. Vanney, Ignacio Silva y Juan F. Franck.
URL=http://dia.austral.edu.ar/Derecho_y_poder