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LA PRETENSIÓN IMPUGNATORIA.

FUNCIÓN LIMITANTE
Por Francisco Celis Mendoza Ayma.
1. NOCIONES PREVIAS
La comprensión de los problemas que se afronta en el proceso recursal, y su
planteamiento metodológico, requiere considerar la tensión actual que
confrontan dos paradigmas de revisión cualitativamente distintos, y que explican
el sentido de dos lógicas opuestas, cada una con su dinámica particular que
imprime su impronta en el desarrollo del proceso recursal.
El paradigma autoritario predominante y su lógica es de difícil superación;
empero, no se pretende que todos los jueces revisores cambien de un paradigma
autoritario y cuasi religioso; lo que se pretende es contraponerlo, por medio de
su explicación, con el nuevo paradigma procesal de revisión; y asumir la ardua
tarea de construcción procesal de éste nuevo paradigma, de límite y contención,
que tome en serio las líneas centrales de la teoría general del proceso [1].
La comprensión de esa realidad será básica para orientar buenas prácticas en
orden a configurar un proceso recursal limitante, que considere a la pretensión
impugnatoria como: i) punto de referencia percutor del proceso recursal, ii) que
opere como objeto de revisión y a su vez, iii) como parámetro de congruencia y
límite de la competencia revisora. Para ello es de necesidad un bosquejo del
estado de la situación actual; y luego individualizar los límites –y la seriedad de
estos– que obstaculizan la construcción de un nuevo paradigma recursal.
2. ESTADO DE LA SITUACIÓN
No se presentará un diagnóstico descriptivo exhaustivo del estado de la
situación, excedería la limitada dimensión de este trabajo. Se presenta un
esquema de dos lógicas en tensión actual: i) la lógica autoritaria y ii) la lógica
procesal acusatoria.
Es importante destacar que la lógica de revisión corresponde a dos fuerzas
paradigmáticas opuestas: una reductiva-limitante, propia del proceso acusatorio;
y, otra expansiva propia del autoritarismo inquisitorial.
2.1. En efecto, el proceso de revisión con una perspectiva reductiva-limitante,
toma primero: i) como punto de referencia los agravios que fundamentan la
pretensión impugnatoria, esto es, los fundamentos de la pretensión
impugnatoria –imputación de agravios–; ii) a partir de este punto de
referencia se revisa su coherencia con los fundamentos de la sentencia
impugnada, y iii) recién luego, pautado por los fundamentos de la
sentencia, se evalúa su coherencia con lo actuado en juicio oral.
En síntesis, la revisión se efectúa desde i) los fundamentos de la apelación,
que cuestiona ii) sentencia, iii) por corresponder a lo actuado en juicio. Esta
es una razón del porqué la imputación de agravios –pretensión
impugnatoria– es de central importancia, pues sobre sus extremos se
habilitará la revisión; en efecto, conforme a lo dispuesto por los arts. 409.1
y 419.1 del NCPP, el ámbito de competencia de la instancia revisora está
configurada por los fundamentos de la pretensión impugnatoria. Cualquier
exceso extra agravios –extra petita– de la instancia revisora, es inválida
pues correspondería a una decisión fuera del ámbito de competencia de
los jueces de la superior instancia.
En ese orden, el límite del ámbito de competencia permite controlar
cualquier impulso autoritario disfrazado de justicia tuitiva del agraviado o de
justicia como exigencia mediática.
2.2. Empero, el proceso de revisión, desde una perspectiva expansiva autoritaria,
tiene una lógica inversa; así, en orden prelativo, se considera i) la audiencia
de juicio oral, ii) luego evaluar si el juez realizó un adecuado juzgamiento
expresado sentenciado; y por último, iii) de manera residual los
fundamentos de la pretensión impugnatoria.
Desde este paradigma en realidad se somete a “juzgamiento el
juzgamiento”, en una suerte de novum judicium1, con un intolerable
paternalismo judicial, que preña a los jueces revisores de una actitud de
superioridad cognitiva respecto de los jueces de instancia; desconociendo
que solo se trata de una distribución de roles judiciales diferentes. Desde
esa perspectiva los fundamentos de la pretensión impugnatoria, pierden
centralidad, se pervierten y devienen solo en una “llave formal” que habilita
la revisión de toda la sentencia, de toda la audiencia, y si fuera posible de
todo el proceso. En ese orden, los fundamentos de la pretensión
impugnatoria no constituyen un límite al ámbito de su competencia.
Por tanto, la incorporación de contenidos distintos a los fundamentos de la
pretensión impugnatoria condiciona la incorporación de justificaciones
tuitivas –del agraviado o de la sociedad– de los jueces revisores. Sin
embargo, desde esa perspectiva los límites de su ámbito de competencia
exceden los fundamentos de la pretensión impugnatoria y, por tanto,
determinan la invalidez de la relación procesal.
El concepto de congruencia recursal puede ser conocido, empero, no es
comprendido en su configuración limitante. Es evidente que la afectación
del principio de congruencia recursal determina que no se configure un
contradictorio recursal; en ese orden, sin contradictorio, la audiencia se
pervierte y deviene en un escenario de conjeturas, sospecha o mala
conciencia donde priman los criterios éticos de los juzgadores de revisión
antes que las razones jurídicas.
3. PRETENSIONES IMPUGNATORIAS. Perversión
La precariedad de las pretensiones impugnatorias, en los escritos de apelación,
es un problema medular en el contexto de la reforma. Los defectos son serios e
inciden directamente en el objeto de la audiencia de revisión. El defecto en la
presentación de proposiciones con la expresión de: i) los puntos o partes
impugnadas de la resolución, ii) los fundamentos impugnatorios –de hecho y
derecho– y iii) el específico agravio, determina que la audiencia de revisión
degenere en un debate de aproximaciones valorativas, sospechas o
sentimientos expansivos de justicia.
Así las audiencias de revisión devienen en sesiones rituales con predominio de
un autoritarismo paternalista subyacente en los jueces de revisión; pues no es
posible una revisión controlada con base en una definida pretensión
impugnatoria. Sin fundamentos precisos de impugnación, entonces los prejuicios
y las ideologías paternalistas y tuitivas de los jueces de revisión imperan, y son
determinantes en las resoluciones de revisión. Esta práctica intuitiva de la
instancia de revisiones contraria al modelo procesal cognoscitivo diseñado

1 Desarrollar de nuevo el proceso, sólo se da en el caso de recurso de revisión.


conforme a la Constitución y enerva un programa de contención del poder
punitivo.
La interposición de pretensiones impugnatorias, sin cumplir con los requisitos
exigidos por el art. 405.1 del NCPP, ha desnaturalizado su función y pervertido
la configuración de la audiencia de revisión. Los defectos más frecuentes son:
a) Es un defecto generalizado en las pretensiones impugnatorias sustituir la
exigencia de precisar los puntos o partes de la resolución cuestionada, con
proposiciones fácticas relacionadas a lo actuado en todo juicio oral. La falta
de precisión de los puntos o partes de la sentencia que consideran
incorrecta y causante de agravios, es sustituido por una descripción acrítica
de todo el juicio oral. Con esto se pretende una suerte de revisión de todo
el juzgamiento de primera instancia; una suerte de “juzgamiento al
juzgamiento”. No es posible una revisión de lo actuado en juicio oral de
primera instancia sino es a través de los puntos o partes de la resolución
cuestionada, que operan como filtros o prismas de revisión.
El exceso de proposiciones de la actividad del juicio oral, esconde la débil
presencia de proposiciones impugnativas, es consecuencia de la falta de
destreza en sintetizar información en proposiciones fácticas realizadoras
del tipo penal.
b) En las pretensiones impugnatorias también es frecuente el uso de
proposiciones genéricas y de conceptos indeterminados, o fórmulas vacías
en contenido atribuyendo a la resolución impugnada “falta de motivación”,
“afectación del debido proceso”, “indebida valoración probatoria o
deficientes”, “afectación a la tutela jurisdiccional efectiva”, etc. La utilización
de esas fórmulas genéricas no aportan base cognitiva para el debate
recursal; y es una válvula de entrada para la incorporación incongruente de
fundamentos diferentes a los fundamentos de la pretensión impugnatoria,
ello determina que el objeto de la audiencia, sea sorpresiva no solo para la
parte recurrida sino para el propio órgano judicial de revisión.
La utilización de fórmulas genéricas con exuberantes con rubros
etiquetados, pero con débil contenido de los fundamentos impugnatorios es
expresión de una práctica formulista.
c) Una de las maneras más impropias que pervierte la configuración de una
pretensión impugnatoria, es la reproducción de todos los fundamentos de
la inicial acusación; en efecto, es práctica muy frecuente, que el Ministerio
Público reproduzca en la apelación, el contenido textual de la acusación;
esta práctica de “copy / paste” se orienta directamente a un indebido
“novum judicium”, extraña a nuestra sistemática procesal. Los procuradores
del Estado tienen similar práctica en la construcción de sus pretensiones
impugnatorias, pues cuentan con una suerte de formato para cada delito
que son utilizados sin concreción en la resolución cuestionada y los
agravios específicos causados. En esa misma línea las defensas de los
imputados presentan como fundamentos de sus pretensiones
impugnatorias sus argumentos de defensa en primera instancia; esta
práctica es irrazonable pues la situación que afronta la defensa ahora es
distinta; en efecto, el cuestionamiento tiene como objeto directo a la
resolución impugnada, y solo a través de esta conocer en revisión lo
actuado en el juzgamiento en primera instancia.
d) Se pervierte la imputación cuando, a pesar de evidentes errores en los
fundamentos de la resolución impugnada, el impugnante no construye
proposiciones sobre esa base. No se cumple la carga de sintetizar la
información de la resolución impugnada, pues se asume erradamente como
autoevidente los propios fundamentos de la resolución. Esto es erróneo; en
efecto, es una carga del impugnante, sintetizar los fundamentos de la
apelación; y estos fundamentos son la única llave de entrada que tienen los
jueces para revisar la resolución cuestionada. Por más errores que
adolezca la resolución cuestionada, [2] los jueces revisores no tienen
atribuciones para su revisión sino ha sido parte de los fundamentos de la
pretensión impugnatoria.
e) No se presentan proposiciones relacionadas con el agravio de un interés
específico; en las apelaciones se limitan a efectuar enunciados o
afirmaciones de carácter nominal y abstracto, como que “se ha causado
agravio pues se le ha privado de libertad” o “se ha afectado el derecho a la
tutela jurisdiccional efectiva”, etc. Este tipo de enunciados presentes en las
pretensiones impugnatorias, no expresan en concreto la afectación de un
específico agravio, pues solo constituyen enunciados que aparentan
cumplir con el requisito de la afectación del agravio. El impugnante deberá
especificar como así esa parte o punto de la sentencia lo agravia, con
expresión de las razones que lo sustenten; en efecto, puede ser un agravio
en la valoración de la prueba, en la afectación de un derecho de defensa
específico, en la afectación a la producción de una prueba específica, etc.
4. EFECTOS. Perversión del proceso recursal
El defecto o ausencia de las proposiciones impugnatorias con puntualizada base
en la resolución recurrida, condiciona que los jueces indebidamente revisen la
resolución, para evaluar su corrección, aún sin impugnación puntual al respecto.
Esto determina a que los propios jueces sean quienes construyan fundamentos
impugnatorios, no ancladas en las pretensiones impugnatorias, sino en sus
propias percepciones y emociones; y, con ello la expresión aún predominante
del autoritarismo inquisitivo, con jueces haciendo las veces de partes
impugnantes con el ropaje de revisión.
Por otro lado, el vacio que genera las formulaciones huecas con proposiciones
de formato, tiene por defecto que imperen los prejuicios, ideologías o
moralidades individuales críticas de los jueces revisores, y ocupen el lugar que
corresponde a los fundamentos de la pretensión impugnatoria. Así se abre una
válvula para la incorporación pletórica del autoritarismo y su expresión de
paternalismo tuitivo o de demiurgo elegidos para la plasmación de justicia, de
seguridad, etc.
Otro efecto negativo se presenta en aquellos supuestos en el que la pretensión
impugnatoria solo refiera lo actuado en todo el juicio oral, sin que estos sean
filtrados a través de los puntos o partes de la resolución cuestionada, es que se
enerva drásticamente su materialidad, sino se cuenta con los fundamentos de la
sentencia como punto de referencia o piedra angular del debate recursal, no es
posible articular un contradictorio metodológico y congruente.
Solo con proposiciones de la impugnación con base en la resolución impugnada
se puede materializar el contradictorio recursal y optimizar el ejercicio de la
pretensión punitiva y de la defensa. Si no hay impugnación, no hay contradictorio,
por más defectos que presente la sentencia. El efecto más pernicioso, es la
anulación del contradictorio recursal. Con todo ello se resiente seriamente un
conjunto de principios: contradictorio, acusatorio, defensa y el carácter cognitivo
del proceso, dando lugar a un ritual de sospechas y de atribuciones éticas sin
posibilidad de debate procesal.
En todos los supuestos de perversión de la pretensión recursal, no existe
realmente impugnación; y, da lugar a la sospecha como fundamento. Una
impugnación sobre base difusa, es insostenible en un proceso cognitivo, pues
se anula este carácter y deviene en un escenario de linchamiento ético; el debate
moral se impone, saturando el escenario de la audiencia de apelación, con
prejuicios de los operadores jurídicos.
5. PRINCIPIO DISPOSITIVO. Contradictorio
El contradictorio recursal –presupuesto de validez al proceso– solo se configura
sobre la base de una pretensión impugnatoria –definida en sus fundamentos– se
configura el aspecto principal de la contradicción recursal. En efecto, una
pretensión impugnatoria definida es el presupuesto necesario de la garantía –
principio del contradictorio recursal, pues configura la esencia misma del proceso
recursal; con el traslado de la impugnación, se materializa un escenario procesal
de contradicción
Si no se tiene una pretensión recursal susceptible de control decae su carácter
cognitivo y se enerva el ejercicio adecuado de la persecución punitiva y el
ejercicio del derecho de defensa.
Precisando, la pretensión impugnatoria concreta, es presupuesto esencial del
contradictorio recursal, es el núcleo del Proceso recursal; es el aspecto principal
del contradictorio y determina su carácter cognitivo, pues las proposiciones de la
impugnación son verificables y confutables. Si la impugnación es defectuosa,
incide directamente en la configuración defectuosa del proceso recursal, y
degenera y muta en un rito formal, cargado de sospecha y prejuicios. Estos
cuestionamientos a la perversión de la impugnación, apuntan a generar buenas
prácticas y configurar un proceso, cognitivo y por tanto controlable.
La otra parte –a quién favorece la resolución recurrida– podrá aceptar u
oponerse a las razones de la pretensión impugnatoria. Con ello se focaliza el
debate recursal.
6. IMPUGNACIÓN: base y estructura
Una característica central de un modelo recursal garantista es el cognoscitivismo
[3]. Con base en el cognoscitivismo procesal, la configuración de una pretensión
recursal exige: i) la precisión del punto o parte de la resolución impugnada, ii)
los fundamentos de la impugnación y iii) una determinación concreta del agravio
causado, unívocamente descrita, y susceptible de verificación o refutación para
un control cognitivo en la audiencia de revisión. Dado que la pretensión
impugnatoria es la piedra angular que delimita el objeto del proceso recursal,
sino se cumple con estas condiciones, entonces, el proceso recursal no se
configura sobre la base de un contradictorio susceptible de control y límite.
En ese orden un recurso impugnatorio se vertebra con: i) los puntos o partes de
la resolución apelada que causan agravio al impugnante y ii) las razones de
hecho y/o de derecho con que cuestionan los puntos o partes de la resolución, y
iii) el agravio específico causado. El impugnante tiene la carga de afirmar
proposiciones concretas que configuren cada uno de los requisitos señalados.
Es imperioso precisar que los fundamentos de la impugnación tienen como
objeto directo los puntos o hechos de la resolución impugnada, esa es su base
material y no otro. Las razones de hecho y de derecho que sirvan de sustento
deben estar directamente vinculadas a los puntos y partes de la resolución
cuestionada; y, finalmente el agravio que se causa al impugnante debe ser
específico –no se trata solo de la lesión genérica que se le causa por el sentido
de la resolución–. En ese orden, si la pretensión impugnatoria no recoge esas
razones directamente sobre la base material de la resolución impugnada, debe
ser inadmisible.
Quién interpone un recurso impugnatorio asume la carga –o el “deber de la
carga”– de fundamentar la pretensión impugnatoria y determina el objeto del
proceso recursal, conditio sine qua non para materializar el contradictorio
recursal
6.1. Calificación jurídica e impugnación
La especificación del punto o parte de la resolución impugnada, de las
razones de hecho y de derecho con los que cuestionan y la determinación
concreta del agravio, determina una calificación jurídica prevista legalmente
a la que se le adjudica un efecto procesal: revocatoria o nulidicente. Por
esa razón la calificación jurídica debe ser precisada para verificar la
coherencia interna entre el pedido y los fundamentos.
El principio de legalidad recursal impone a los jueces, el deber de verificar
la calificación jurídica de la pretensión impugnatoria, para configurar un
contradictorio congruente jurídicamente orientado por la calificación. El
contradictorio no se desarrolla de manera indistinta sobre todas las razones
impugnatorias; el contradictorio se desarrolla sobre la base de una
calificación jurídica; en efecto, son los elementos que estructuran la
calificación jurídica que ordenan y orientan la pertinencia del debate.
Una pretensión impugnatoria sin una calificación jurídica adecuada,
determina un contradictorio enervado y desordenado sin posibilidad de un
desarrollo controlado. Así la calificación jurídica de los fundamentos de la
pretensión impugnatoria cobra central importancia, de cara a un proceso
recursal contradictorio y cognitivo.[4]
La pretensión impugnatoria se vertebra sobre la base de construir
proposiciones, sintetizando la información obtenida de los fundamentos de
la resolución impugnada conforme a un enfoque jurídico.[5] De nada
sirve acopiar analíticamente información de la sentencia sin un efecto
definido de revocatoria o de nulidad.
La falta de destreza en la construcción de proposiciones de las
pretensiones impugnatorias, da lugar a que se interpongan apelación con
erradas calificaciones; a pesar que de la resolución cuestionada se tiene
base para construir proposiciones con un correcto pedido de revocatoria o
nulidad.
6.2. Base material: la resolución impugnada
Apelar una resolución judicial requiere tener bien definida los puntos o
partes de la resolución cuestionada. Cada una de las proposiciones debe
estar referida a la resolución impugnada y vinculada al agravio. No se
admite pretensiones impugnatorias sostenidas en la mera afirmación de
proposiciones no vinculadas a la resolución impugnada; en efecto,
fundamentaciones de ese tipo enerva o anula el contradictorio recursal y
determina una inarticulada audiencia de revisión. Los fundamentos de la
impugnación deben estar referidos a la resolución objeto de revisión; solo
así cumple su función medular de pautar el contradictorio recursal.
La impugnación de los puntos o partes de la resolución, es condición
necesaria, pero no suficiente para configurar una pretensión impugnatoria
concreta; además se exige proposiciones que expresen los fundamentos
de hecho y/o de derecho que impugnen esos puntos o parte de la
resolución. Por esa razón se exige la concreción de cada proposición
fáctica con referencia expresa a los fundamentos de la resolución
cuestionada. La impugnación, solo será concreta en tanto esté sostenida
sobre la base de los fundamentos de la resolución impugnada.
La pretensión impugnatoria exige para su configuración tres elementos:
punto o partes de la resolución cuestionada; las razones de la impugnación
y el agravio causado. Es precisamente en la imbricación de estos tres
componentes que es posible una revisión cognitiva de la resolución
impugnada en orden a contener cualquier impulso autoritario como
expresión de la violencia punitiva.
Debe existir un nexo indisoluble entre las proposiciones fácticas y los
fundamentos de la sentencia y su verificación y control debe ser conjunto,
no por separado; así cada proposición fáctica debe estar necesariamente
vinculada con un fundamento de la sentencia.
La resolución impugnada contiene, de manera más o menos determinado
los fundamentos de hecho y lo de Derecho que lo sostienen. En ese
sentido, se tiene que precisar si el punto o parte de la resolución
cuestionada corresponde bien a un fundamento de hecho o de derecho de
la resolución que impugna. Es necesaria esta precisión para orientar el
debate en estrictas razones jurídicas –interpretaciones– o en razones
fácticas y/o de valoración.
En síntesis, los fundamentos de la impugnación toman como base la
resolución impugnada, la misma que exige una adecuada calificación
jurídica. En efecto, las proposiciones de la imputación de agravios, no son
libres o discrecionales, pues, por un lado, tienen como punto de referencia
material i) la resolución impugnada, y por otro, ii) la sujeción a la legalidad
recursal, que determina el carácter revocatorio o anulatorio de la pretensión
impugnatoria.
7. CONTROL. Admisibilidad
7.1. Control procedimental
Concluida la instancia e impugnada la sentencia –u otra resolución–, si una
de las partes procesales no está conforme con la sentencia expedida, se
configura una verdadera etapa de postulación de la pretensión
impugnatoria.
Empero, en la práctica no se comprende el objeto y los alcances de la etapa
postulatoria [6]; así, no se alcanza a comprender que esa etapa es la puerta
de entrada de la instancia de revisión y definitoria de su objeto. Esta errada
percepción determina que, por lo general, los jueces de instancia no
realicen una labor de control, pues delegan su calificación al especialista
de causa, quienes tienen proyectado una “resolución de formato” para
verificar solo la extensión cuantitativa de la pretensión impugnatoria, como
criterio de admisión.
Esa práctica es procedimentalista pues centra su interés en el control
formal del escrito de apelación y presta poca importancia en un control
procesal de los fundamentos de la pretensión impugnatoria. Es ajeno un
control riguroso de la concurrencia idónea de los fundamentos que
estructuran la pretensión impugnatoria, y la deficiencia en el control
determinan la admisión de la generalidad de las apelaciones.
Si se admite sin control las apelaciones, las partes impugnantes no tendrán
oportunidad de subsanar el eventual defecto que presente la pretensión
impugnatoria. En efecto, transitado ese tramo procedimental postulatorio
sin control, no existe luego posibilidad de corregir el error en la instancia
revisora pues verificado un defecto de estructura de la apelación esta será
rechazada de plano y se declarará nulo el concesorio
Es necesario que se imponga una activa labor judicial en el control de
impugnación, verificando la existencia de una impugnación con
fundamentos en la sentencia. Es una necesidad un control de impugnación;
y, ese control exige una exhaustiva verificación –ajena a un control
formulista– de una impugnación que justifique el desenvolvimiento de la
audiencia de apelación. Pero, sería contrario a su rol ordenar u orientar la
construcción de proposiciones fácticas en determinado sentido jurídico.
La práctica actual admite sin mayor control los recursos impugnatorios; esto
es consecuencia de una vieja práctica inquisitorial que asume que los
jueces de la instancia revisora tenían la atribución de revisión completa de
lo actuado en primera instancia.
7.2. Control procesal
Es central, en la etapa de postulación, el control procesal de la pretensión
impugnatoria, pues constituye el objeto del proceso recursal. Para una
adecuada practica operativa se debe diferenciar el escrito de apelación –
acto continente– del acto procesal de la pretensión impugnatoria–acto
contenido–. El control procesal es respecto del éste último.
No es posible evaluar la procedencia de la pretensión impugnatoria, sin la
utilización de los presupuestos procesales: previstos en el art. 405.1. a) del
NCPP, en efecto el recurso impugnatorio, debe ser presentado por: i) quien
resulte agraviado por la resolución, ii) tenga interés directo y iii) se halle
facultado legalmente para ello. En efecto, los presupuestos procesales, son
los instrumentos analíticos que permiten verificar la validez de la relación
jurídica procesal recursal, sobre la base de la pretensión impugnatoria. Son
las proposiciones fácticas de la impugnación, las que permiten determinar
si el impugnante tiene interés y legitimidad recursal, ergo, determinar la
validez de la relación jurídica procesal.
8. CONSTRUCCIÓN DE LA PRETENSIÓN IMPUGNATORIA. Tareas
El desarrollo de destrezas en la construcción de proposiciones fácticas sobre la
base de la actividad investigativa es una tarea pendiente y de urgencia que
corresponde a las partes impugnantes.
Una técnica operativa para construir una impugnación, exige elaborar en primer
orden –como núcleo– las proposiciones relacionadas con los puntos o hechos
cuestionados de la sentencia. Se procederá luego a la construcción de las otras
proposiciones fácticas vinculadas bien a un error in iuris, in judicando, in
cogitando, etc., y con ello, se califica jurídicamente la impugnación. Finalmente,
sobre esta base se debe precisar las proposiciones que describan el agravio
específico.
La concurrencia de hechos cuestionados que no están vinculados con los
fundamentos de la decisión, determina que gane terreno la eticidad del proceso,
en desmedro del carácter cognitivo de éste; por tanto, la brega por la
presentación de proposiciones concretas está directamente vinculada con la
caracterización cognoscitiva del proceso recursal.
Existe la necesidad de construir una cultura de impugnación comenzando por
exigir el cumplimiento del listado de requisitos previstos en el art. 405.1 del
NCPP, debe adecuarse al caso concreto y verificarse la específica lesión que se
causó.
9. IMPUGNACIÓN Y AUDIENCIA DE APELACIÓN
En la audiencia de apelación, la pretensión impugnatoria es el objeto del proceso
recursal; pero, el objeto del debate queda delimitado con la posición que asuma
la otra parte. Sobre este eje se desarrolla el contradictorio de toda la actividad
revisora. Sirve como parámetro para la dirección judicial del debate y pauta las
técnicas de litigación de las partes procesales.
En esta etapa, no es posible mejorar los fundamentos de la impugnación; los
Jueces revisores, no están habilitados para exigir a la parte impugnante el
saneamiento de la pretensión impugnatoria, pues generaría el enervamiento del
contradictorio prefijado con la postulación de la pretensión impugnatoria. En ese
orden, si la pretensión impugnatoria es defectuosa, solo corresponde rechazar
de plano la apelación antes de ingresar a la audiencia de revisión. Es errado
pretender que los defectos de la impugnación sean superados por los jueces,
acudiendo a criterios de integración genérica.
Finalmente, en la etapa decisoria, la pretensión impugnatoria, es el elemento de
referencia para verificar el principio de congruencia procesal entre pretensión
impugnatoria y sentencia. En efecto, una pretensión impugnatoria bien definida
incide de manera decidida en los fundamentos que justifican la resolución de
revisión. Si el juez incorpora base fáctica distinta a la propuesta por el impúgnate,
entonces afecta directamente el proceso.
Como conclusión parcial, se tiene que un obstáculo de entidad para la
configuración de un proceso recursal es la vigorosa pervivencia de un
autoritarismo embozado que pretende legitimarse con justificaciones tuitivas de
la víctima –paternalismo procesal– o con justificaciones política criminal de
seguridad ciudadana, para satisfacer necesidades mediáticas expresadas en un
populismo punitivo expansivo. Esta realidad tiene su expresión en una voluntad
tendencialmente expansiva del ámbito de decisión de los jueces revisores, que
afecta directamente principios centrales que estructuran el proceso. Contribuye
a la permanencia de este paradigma el paradigma procedimental de una
interesada y sesgada sujeción a la legalidad cuando conviene a sus intereses
tuitivos o del agraviado, o de interés justicieros mediáticos.

[1] Este paradigma debe ser asumido por quienes aún no se han decantado por el
deslizadero del autoritarismo.
[2] Con excepción de los vicios causales de nulidad absoluta.
[3] Ello no significa que las otras características de la epistemología garantista –esto
es el convencionalismo penal y la estricta legalidad–, no sean importantes; claro que
lo son, pues son el presupuesto del cognoscitivismo procesal.
[4] La concepción cognitiva del proceso, asegura dos objetivos políticos, uno es la
certeza controlable del juicio, y dos, la separación radical entre moral y Derecho.
[5] Con mucho acierto –señala Juan Carlos Valdivia Cano–, que “El proceso penal,
aunque debe asentarse en la calidad de la información y la elección de los datos de
la realidad, no parece esencialmente cognitivo, sino interpretativo, creador de sentido,
mucho más constructivo o productivo que la pura descripción de meros hechos,
teniendo en cuenta que elegir ciertos datos de la realidad, y no otros, ya es
interpretación”. No cabe duda, que la observación es acertada; empero, debe
entenderse que ese enfoque jurídico valorativo, es selector de datos reales
jurídicamente relevantes; en efecto, se parte de datos de la realidad; porque, solo
es interpretable aquello que tiene realidad. Se trata de una unidad dialéctica entre
el mundo cognoscible y el sujeto cognoscente, su resultado es una interpretación de
la realidad.
[6] Situación procesal vigente por un plazo de cinco días.

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