La Educación Social en Simón Rodríguez

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La educación social en Simón Rodríguez ANALE S

Rafael Acosta Sanabria de la Universidad Metropolitana

La educación social en Simón Rodríguez1


Social Education in Simon Rodriguez

RAFAEL ACOSTA SANABRIA2


rfacosta@unimet.edu.ve
Universidad Metropolitana

Recibido: 17/11/2009
Aceptado: 06/05/2010

Resumen
Los escritos de Simón Rodríguez contienen abundantes referencias a la
necesidad de impartir una adecuada educación social a los ciudadanos
americanos. El presente trabajo tiene como finalidad sistematizar el pen-
samiento del Maestro venezolano en esta dimensión educativa indispensable
para alcanzar el pleno desarrollo de las personas y de la sociedad. Conside-
ramos que los planteamientos realizados por Rodríguez constituyen, a pesar
de los años transcurridos, una aportación muy valiosa para la tarea de
formación del ciudadano venezolano del siglo XXI. La sistematización de las
ideas sociales de Rodríguez tiene su fundamentación en la consideración de
la persona humana como un ser social por naturaleza; ello requiere desarrollar
un proceso de socialización que facilite la inserción de cada ciudadano en la

1 Ponencia presentada en el VI Congreso de Investigación y Creación Intelectual, Universidad


Metropolitana, Caracas, mayo de 2008.
2 Cabimas, Venezuela, 1947. Licenciado en Ciencias de la Educación (Roma, 1968), Doctor
en Filosofía y Letras, Sección Educación (Roma y Pamplona, España 1971), Doctor en
Derecho Canónico (Pamplona, España 2001). Profesor Titular contratado de la Universidad
Metropolitana (Departamento de Humanidades) en las cátedras de Ética, Filosofía de la
Educación, Filosofía de la Persona y Sociología de la Educación.

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comunidad, en este caso, la formación de los ciudadanos de las repúblicas


nacientes producto del proceso emancipador americano. Para lograrlo, Ro-
dríguez propone alternativas y estrategias pedagógicas que tienen como
requisito inicial la necesidad de superar la ignorancia social que, según él, es
la causa principal de las desigualdades existentes en las naciones inde-
pendizadas del imperio español. La presente investigación pretende adentrarse
en el pensamiento de Simón Rodríguez, acudiendo a los textos que expresan
su pensamiento y analizar los contenidos específicos de la educación social.
Palabras clave: Simón Rodríguez, educación social, sociabilidad, educación
popular.

Abstract
Simon Rodriguez’s writings contain many references to the need to provide
adequate social education to American citizens. This paper aims to systematize
the thought of the Venezuelan teacher in this vital educational dimension to
achieve full development of individuals and society. We believe that the
proposals made by Rodriguez, despite the years, provided valuable input to
the training of Venezuelan citizens of the XXI century. The systematization of
Rodríguez’s social ideas has its merits in considering the individual as a social
being by nature, this requires developing a socialization process that facilitates
the insertion of each citizen in the community, in this case, the formation of
citizens from emerging republics product of American emancipation process.
To do so, Rodriguez proposes alternatives and pedagogical strategies that
have as prerequisite the need to overcome social ignorance, which he said is
the main cause of inequalities in the nations that became independent from
the Spanish Empire. This research aims to venture into the thinking of Simon
Rodriguez going to the texts that express their thoughts and discuss the specific
content of social education.
Key words: Simon Rodriguez, social education, sociability, popular education.

Introducción
Desde 1999, el gobierno de Hugo Chávez ha venido reformulando la
política educativa venezolana, estableciendo como marco referencial y
conceptual de la misma el ideario bolivariano y robinsoniano y la doctrina

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del humanismo social. Consideramos necesario especificar con claridad


cuál es el contenido de esas referencias, específicamente en relación al
pensamiento social de Simón Rodríguez (1771-1854). La presente investi-
gación pretende aportar algunas ideas que sirvan para el debate filosófico
y pedagógico que se requiere para delimitar conceptualmente la educación
venezolana.
En los escritos de Simón Rodríguez3 encontramos abundantes alusio-
nes a la necesidad de impartir una adecuada educación social a los ciuda-
danos. De un modo particular, centramos nuestro análisis en aquellas obras
en las que desarrolla de una manera sistemática su pensamiento
pedagógico social: Reflexiones sobre el estado actual de la escuela (1794),
Sociedades Americanas (1828), El Libertador del Mediodía de América y
sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social
(1830), Luces y virtudes sociales (1834), Extracto sucinto de la obra Edu-
cación Republicana (1849), y Consejos de un amigo, dados al Colegio de
Latacunga (1850), aunque no dejaremos de hacer referencia a otros
escritos cuando sea necesario.
Nuestra finalidad en esta investigación, es por tanto, sistematizar el
pensamiento del maestro del Libertador en relación a la educación social,
dimensión educativa que a todas luces resulta indispensable para alcanzar
el pleno desarrollo de las personas y de la sociedad. Consideramos que
los planteamientos realizados por el pensador venezolano constituyen, a
pesar de los años transcurridos, una aportación muy valiosa.
La sistematización de las ideas sociales de Rodríguez tiene su fun-
damentación en la consideración de la persona humana como un ser social
por naturaleza; esta premisa obliga a desarrollar un proceso de sociali-
zación que facilite la inserción de cada ciudadano en la comunidad, en
este caso, la formación de los ciudadanos de las repúblicas nacientes
producto del proceso emancipador americano. A grandes rasgos podemos
afirmar que la socialización es el proceso a través del cual una persona
3 En esta investigación utilizaremos los textos de la reedición facsímil de las Obras completas
de Simón Rodríguez realizada por la Presidencia de la República en el año 1999. Siguiendo
el modo de proceder de Pedro Grases (1978), en las citas de Simón Rodríguez hemos
reformado la ortografía para facilitar su lectura actual.

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adquiere e interioriza la cultura de una sociedad. Esto significa que para


que exista verdadera socialización, los valores predominantes de esa
cultura no sólo deben aprenderse sino también aceptarse. La socialización,
así entendida, es aquel proceso mediante el cual cada persona aprende e
interioriza los valores sociales del grupo al que pertenece.
Para lograrlo, Rodríguez propone alternativas y estrategias pedagó-
gicas que tienen como requisito inicial la necesidad de superar la ignorancia
social, que según su opinión, es la causa principal de las desigualdades
existentes en las naciones independizadas del imperio español.

Necesidad y finalidad de la educación social


El ser humano es un ser social por naturaleza; así lo entiende Simón
Rodríguez, siguiendo la ya larga tradición de filósofos que tienen su punto
de partida en Aristóteles, quien definió al ser humano como un animal
político y/o social.
En los últimos párrafos del libro Sociedades Americanas, Rodríguez
hizo varias propuestas concretas en relación a la colonización y la educa-
ción popular de las nacientes repúblicas; tiene especial interés resaltar
las tres primeras:

1) Que el ser humano, como todo viviente, tiene un derecho que


adquiere con la existencia, para ocupar un lugar en la tierra y para
defenderlo y conservarlo por los medios que su instinto le dicte;
2) que el hombre se distingue porque posee dos sentimientos: uno
de compasión, porque conoce que los demás seres padecen como
él y otro de predilección por sus semejantes, porque conoce que,
en su compañía, padece menos y es más feliz que estando solo;
3) que el hombre en el trato con sus semejantes perfecciona sus
sentimientos, uniendo la compasión y la predilección en un solo
sentimiento que llama humanidad, que se convierte en un deber;
llama a la unión con sus semejantes sociedad; a los actos de

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humanidad virtudes sociales; a los puntos de reunión ciudades, y


de la ciudad deriva un nombre que comprende todas las pruebas
de sociabilidad que un pueblo da en su conducta, este nombre es
civilización (SA: 409).

Para Rodríguez, la sociedad significa unión íntima; la república significa


conveniencia general; y general significa lo que conviene a todos; por
consiguiente, Sociedad Republicana es la que se compone de hombres
íntimamente unidos, por un común sentir de lo que conviene a todos, viendo
cada uno en lo que hace por conveniencia propia, una parte de la conve-
niencia general (1999: 381-382).
En la base de la doctrina social de Rodríguez se encuentra la idea de
formar las nuevas repúblicas americanas. El concepto de república “es la
más simple expresión a que el estudio del hombre ha reducido todas las
relaciones sociales” (1999: 180). Explica que los seres humanos se unen
por intereses particulares y muchas veces esos intereses son contra-
puestos, cuestión que origina desavenencias, conflictos y guerras. Por
ello hay que lograr que todos los ciudadanos piensen en el bien común y
que este bien común es la República (1999: 181). De ahí que se requiere
una especial educación para superar la tendencia individualista del ser
humano, porque sin conocimientos el hombre no supera la esfera de los
animales y sin conocimientos sociales es esclavo de la ignorancia (Ibíd.).

Como señala Altuve:

Tal como presenta sus ideas, puede afirmarse que aspira a la promoción
de un mundo donde exista una igualdad entre los hombres y una
estrecha vinculación entre ellos; libertad para que los pueblos puedan
expresar, sin temor, su sentir y conducir su destino en función del modo
de pensar de todos sus pobladores y no de un individuo o de una minoría;
en fin, un mundo cuyo futuro esté regido por el Bien General, y por esto
debe entenderse la felicidad de todos los hombres (1975: 71-72).

Por tanto, la educación social es necesaria. Para explicar esta idea,


Simón Rodríguez parte de un razonamiento simple:

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Los animales se juntan donde hay pasto, agua y abrigo, pero no se


entreayudan para comer, beber ni abrigarse. Los hombres se juntan y
se entreayudan; pero entreayudarse para adquirir cosas, no es fin social.
Entreayudarse para proporcionarse medios de adquirir, no es fin social
tampoco. Proyectos de riqueza, de preponderancia, de sabiduría, de
engrandecimiento, cualquiera los forma y los propone; pero no son
proyectos sociales. Ilustración, civilización, son palabras vagas si no
se determinan las ideas que esperan con ellas (…) (1999: 227-228).

¿Por qué debe el ser humano vivir en sociedad? Rodríguez señala


que: “Los hombres no están en sociedad para decirse que tienen nece-
sidades, ni para aconsejarse que busquen cómo remediarlas, ni para exhor-
tarse a tener paciencia; sino para consultarse sobre los medios de satisfacer
sus deseos, porque no satisfacerlos es padecer” (1999: 324).
Este texto expresa la necesidad que tiene el ser humano de unirse a
los demás en la búsqueda de la felicidad y del bienestar, entendido éste
como la satisfacción de todas las necesidades humanas, es decir el bien
común. El Maestro coincide con el pensamiento de J. Bentham (1748-
1832) 4, autor contemporáneo suyo, quien intervino en actividades edu-
cativas en Sudamérica por iniciativa de Bolívar 5 y uno de los máximos
representantes del utilitarismo 6.
4 Bentham formuló como primera ley de la Ética el llamado “Principio de interés“, según el
cual el hombre actúa siempre movido por sus propios intereses, que se manifiestan en la
búsqueda del placer y en la huida del dolor. Promover el placer, el bien o la felicidad es la
misma cosa y es la meta de toda actuación humana. Pero la búsqueda del placer y la
evitación del dolor, establecidos como norma individual, pueden entrar en continuas
colisiones de egoísmos particulares. Por esta razón, y para evitarlo, considera necesario
que esa norma rija en toda la sociedad: así aparece el “principio de la felicidad”, equivalente
al principio de interés: es necesario asegurar la mayor cantidad posible de felicidad para el
mayor número posible de individuos. Esta idea está implícitamente considerada en todos
los escritos de Rodríguez.
5 Véase Rumazo González, A. El pensamiento educador de Simón Rodríguez, pp. 69-70.
6 El utilitarismo tiene su origen en Inglaterra en los siglos XVIII y XIX, bajo la influencia de
la Ilustración. Esta doctrina concibe la felicidad como bienestar o satisfacción de
necesidades; es la aplicación del espíritu liberal que anima la primera revolución industrial,
basado en el convencimiento burgués de que la producción de bienes útiles, al mismo
tiempo que mejora sus ganancias y logra su prosperidad, proporciona bienestar a los
demás, mejora su nivel de vida.

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Rodríguez insistirá que la mayor desgracia del ser humano, en la vida


social, es no tener, con sus semejantes, un común sentir de lo que conviene
a todos (1999: 365). Es decir, lo peor que puede soportar una sociedad es
que sus miembros ignoren o no practiquen la solidaridad, la unión, la coo-
peración, la ayuda mutua, etcétera. Además, Rodríguez consideraba que
el desarrollo de las nuevas sociedades americanas exigía tomar conciencia
de la necesidad de educar con sentido social:

En otro tiempo podían quedarse millones de hombres, en absoluta


ignorancia de las cosas públicas, podían no saber lo que era moral, y
vivir hasta cierto punto bien, podían no entender de economía y comerciar,
gobernar sus negocios y los ajenos, y hasta llegar a ser ministros de
Indias sin cometer yerros de cuenta, las consecuencias no podían ser
fatales. En el día, es menester saber un poco más de todo esto e ir
adelantando en medios, como se adelanta en obligaciones: estos
medios son los conocimientos sociales (cosa en que no se ha debido
pensar hasta aquí) que todos han de tener; por consiguiente, los
gobiernos deben proporcionar generalmente los medios de adquirirlos
y pensar mucho en los modos de dar esos medios (1999: 108-109).

El camino para desarrollar las nuevas repúblicas no es otro que la


educación, de un modo particular, la educación social, porque si preten-
demos crear la República debemos emplear medios que nos lleven a velar
por el bien de todos (1999: 34). La educación social, por tanto, debe
favorecer que los ciudadanos conozcan los principios normativos para
vivir en sociedad y en República.
Para Simón Rodríguez, la creación de la América como nación era
una realidad, no una utopía; si se logra que todos los ciudadanos conozcan
sus obligaciones y sean conscientes y tengan interés en cumplir sus
deberes, todos vivirán de común acuerdo porque obrarán por principios.
Para él no era un sueño ni un delirio, sino una auténtica filosofía de vida;
no era una pura imaginación, una utopía como la que desarrolló Tomás
Moro, sino una realidad, y esa realidad será la América unida (1999: 131).
Para Rodríguez, la ignorancia, como ya lo había expresado con claridad
el filósofo griego Sócrates, es la causa principal de la esclavitud de las

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personas, porque el conocimiento (la ciencia, la sabiduría) hace posible la


libertad humana: la libertad humana se logra si se supera la ignorancia
(1999: 290). El único camino para superarla es la educación, porque con
ella se libera de la esclavitud (1999: 291).
Cuando la ignorancia se refiere a los principios sociales, es trágica,
porque imposibilita a los ciudadanos conocer su realidad y progresar
individual y colectivamente; por ello, Rodríguez no duda al afirmar que la
ignorancia en lo social (de los principios sociales) es la causa de todos los
males que el hombre se hace y hace a otros (1999: 229). De estas conside-
raciones, el Maestro deduce la importancia de enseñar al pueblo:

El estado actual de las ideas sociales (sobre todo en América) sería la


ocasión más oportuna para aprender esta verdad, si no fuese tan
conocida. Permítase aclarar la idea, en una breve digresión. Este libro
no es para ostentar ciencia con los sabios, sino para instruir a la parte
del pueblo que quiere aprender y no tiene quien la enseñe, a la que
necesita saber que, entre los conocimientos que el hombre puede
adquirir, hay uno que le es de estricta obligación, el de sus semejantes:
por consiguiente, que la Sociedad debe ocupar el primer lugar en el
orden de sus atenciones y por cierto tiempo ser el único sujeto de su
estudio (1999: 114-115).

La convicción del maestro es absoluta: no habrá jamás verdadera


sociedad, sin educación (1999: 383). A esto se le añade que si una sociedad
necesita, para su óptimo desarrollo, de instituciones que la fortalezcan, es
imprescindible que todos los ciudadanos tengan conciencia de ello, porque
las instituciones sociales no se sostienen solamente por las decisiones
políticas, sino por el conocimiento general de sus fundamentos y de su
estructura y por el convencimiento de su utilidad que ellos tengan (1999:
340). Por tanto: “Ya no les es permitido optar entre la ignorancia y las
luces, entre la servidumbre y la libertad. Han de entender bien lo que es
civilización y hacer uso de su libertad para perfeccionar sus instituciones.
Han de conocer la sociedad para saber vivir en ella: en breves términos,
han de saber y han de ser libres” (1999: 176-177).

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Una de las condiciones para vivir en verdadera democracia es que


todos los ciudadanos participen activamente en la toma de decisiones,
especialmente en el nivel político. ¿Cómo podemos lograr este objetivo si
no se les enseña? Rodríguez responderá que educando a los ciudadanos,
tendremos ciudadanos activos (1999: 230), porque el fundamento del siste-
ma republicano está en la opinión del pueblo, y ésta sólo se alcanza ins-
truyéndolo (1999: 342).
Para desarrollar la República es necesario persuadir a todos de la
necesidad de obrar para alcanzar el bien común (1999, 34). Por esta razón,
Rodríguez insistió con fuerza que hasta que los gobernantes no emprendan
la obra de la educación social, no alcanzarán el pleno desarrollo de la
República (1999: 284).

La educación social es necesaria, además, porque:

No es menester decir que los hombres viven juntos, porque en ninguna


parte se les ve aislados. En cuanto a sus relaciones, unas les son
forzosas, como las de la familia, y otras son ocasionales como las que
contrae por negocios. Todos saben esto, sin estudiarlo; pero están muy
lejos de creer que su sociedad no es más que un conjunto por agre-
gación. Carecen de la idea fundamental de la asociación, que es “pensar
cada uno en todos, para que todos piensen en él”. Los hombres sin
esta idea, viven en pequeños grupos o en grandes, haciéndose una
guerra simulada, bajo el nombre de convivencia (1999: 228).

La asociatividad, la confianza, la cooperación, la ayuda mutua y la


referencia a los valores sociales –elementos clave de lo que hoy se entiende
por capital social– forman parte del contenido principal de la educación
social; para Simón Rodríguez, los seres humanos no están en este mundo
para destruirse sino para ayudarse entre sí (1999: 326).
Todo ser humano necesita de la sociedad y de sus semejantes que la
conforman para hacer realidad su socialización y, de un modo particular,
para tomar conciencia de lo que significa ser ciudadano de una nación;
ello requiere un proceso de formación integral que incluya los conoci-

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mientos necesarios: “Piénsese en las cualidades que constituye la so-


ciabilidad, y se verá que los hombres deben prepararse al goce de la
ciudadanía, con cuatro especies de conocimiento: instrucción social, para
hacer una nación prudente; corporal, para hacerla fuerte; técnica, para
hacerla experta; científica, para hacerla pensadora” (1999: 129-130). Pero
la sociabilidad se aprende por medio de la educación, por tanto, el objeto
de la instrucción es la sociabilidad, y el de la sociabilidad es hacer menos
penosa la vida (1999: 13).
Además, la educación social es necesaria porque es un deber del ser
humano responsabilizarse del colectivo (1999: 283). Y para lograr que
todos los integrantes de una nación hagan realidad ese principio, quienes
tienen la misión de educar deben promover una educación social adecuada
y completa; quienes ejercen la función educativa deben tener una única
preocupación: formar a los ciudadanos (1999: 283). Y reafirma lo anterior
cuando insiste en que lo único que puede hacer la sociedad a favor de los
que quieran hacerse aptos, es poner a la disposición de todos la instrucción,
porque, insiste una vez más, no habrá jamás verdadera sociedad, sin
educación social (1999: 230).
Sin embargo, el maestro advierte que la actitud –que él considera
frecuente en los malos gobernantes– de mantener a sus súbditos en la
ignorancia es nefasta, porque aunque ella les reporta beneficios en el
ejercicio de su función, favorece que los ciudadanos sean incapaces de
exigir sus derechos y de participar activamente (protagónicamente decimos
hoy) en los asuntos públicos, cuestión que les corresponde por derecho
propio, y de esa manera pueden ellos, los gobernantes, imponer sus
decisiones sin reclamo alguno:

No se necesita gran talento para dejar de enseñar lo que no conviene


que otro sepa (y en este no conviene cabe engaño). Los pueblos pueden
engañarse también (y vemos que se engañan) creyendo que no les
conviene aprender lo que no se les enseña: y esto lo creen, porque
gentes de poco talento, o de ninguno, les han dicho (por encargo de
otros) que el conocimiento de la sociedad pertenece a los que la dirigen,
no a los que la componen; que haciendo lo que se les manda sin

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preguntar por qué, han llenado su deber; que Dios no los ha llamado a
mandar sino a obedecer; que el hacer la menor observación sobre el
Gobierno, es, en el fuero interno, un pecado, y en el externo un crimen
horrendo, imperdonable; que el soberano debe mandar castigar, al
instante, so pena de encargar su conciencia. ¿Es ignorancia ésta o
no? ¿Pueden los pueblos engañarse en lo que les conviene o no? Con
una razón tan extenuada, ¿podrán prometerse una larga vida social?
(1999: 123).

Rodríguez no duda al afirmar que si no se educa al ser humano como


es debido, se comete un delito contra la humanidad, porque el privar a un
hombre de los conocimientos que necesita para entenderse con sus
semejantes es un acto de inhumanidad, puesto que, sin ellos, su existencia
es precaria y su vida, miserable. La educación es tan necesaria para el
espíritu, como lo es la comida para el cuerpo; y la educación la necesitan
todos los seres humanos independientemente de sus cualidades y
aptitudes, porque así como no se mantiene a un hombre muerto de hambre,
porque no tenga ganas de comer, tampoco se le ha de rechazar mante-
niéndolo en la ignorancia porque sea de poco alcance. Concluye, afir-
mando, sin pestañear, que cuanto mayor sea el número de ciudadanos
excluidos de la educación, mayor será el número de actos de inhumanidad
de una nación (1999: 325).

La escuela como agente de educación social


Aunque para Simón Rodríguez el ámbito más adecuado para desa-
rrollar la educación social es la escuela, no deja de señalar que corresponde
a la familia realizar la educación social en la primera fase de la vida humana,
porque los padres son maestros natos de cuanto el hombre debe saber
para vivir en sociedad (1999: 225). Los padres tienen el deber de educar
a sus hijos; y deben colaborar con los maestros, con mucha atención y
agradecimiento, en lo que se refiere a la educación formal (1999: 207).
La función de la escuela es de suma importancia, porque su influencia
abarca todas las dimensiones humanas: física, intelectual, sentimental,

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moral y social (1999: 243). Para Simón Rodríguez la escuela es el ins-


trumento idóneo para impartir educación social y para lograr la igualdad y/
o equidad social de los ciudadanos, por su mayor alcance y porque, en
gran medida, suple las carencias de la familia, especialmente de la familia
popular: “La primera escuela es un suplente de la potestad paterna, en las
funciones de instruir y educar: porque es imposible que todos los padres
sean instruidos, que sepan y quieran enseñar, y que tengan tiempo y lo
necesario para enseñar” (1999: 16).
Pero no hay que olvidar que, así como el Estado tiene la obligación de
enseñar –de proporcionar educación a todos los ciudadanos sin excep-
ción–, así mismo, los ciudadanos tienen la obligación de aprender; esto
significa que la educación no sólo es un derecho (y una obligación del
Estado de impartirla), sino también un deber (1999: 121). La función de
enseñar a todos los ciudadanos corresponde principalmente al Estado,
que debe señalar la política educativa general, cuya finalidad ha de ser la
conservación y desarrollo de la República y de la sociedad en su totalidad.
La construcción de la República ha de comenzar por los cimientos, no
por el techo; y los niños son las piedras que componen ese cimiento.
Desde la más tierna infancia, se debe educar socialmente al ser humano
(1999: 32). Por esta razón, la escuela se transforma en el agente principal
de la educación social.

Coincidimos con Uslar Pietri, cuando afirma que:

Simón Rodríguez se anticipó al problema de que era necesario utilizar


la escuela para crear la sociedad. Él no pensaba que se cambiaba la
sociedad con una revolución; con un hecho de violencia armada; él
había presenciado el más grande que ha conocido América Latina, que
era la Independencia, y lo decía: “La Independencia está declarada
pero no está fundamentada. Lo que hacemos es una tregua”, decía él.
“Ahora tenemos que hacer pueblo, porque si no tenemos pueblo no
tenemos independencia. Y no tenemos República. Vamos a hacer los
republicanos, vamos a formar los ciudadanos de un país en crecimiento,
vamos a convertirlos en la gente capaz de realizar esa República, en la
escuela”. Eso se dice ahora, pero en 1828 no lo decía nadie. Luego

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establece un nexo muy estrecho entre la escuela y la sociedad porque


para él la escuela no era sino una manera de enseñar sociabilidad, es
decir, enseñar a las gentes a vivir en sociedad, a vivir en un mundo
moderno, a valerse por sí mismos, a ser útiles a otros, a realizarse
ellos y realizar el país, a no vivir segregados en compartimientos es-
tancos (1981a: 229-230).

La escuela que propone Simón Rodríguez es la Escuela Social, y se


refiere a lo que hoy llamamos Escuela Primaria (1999: 16); se adelantó,
de este modo, a las propuestas de los grandes sociólogos del siglo XIX,
replanteando la misión de la escuela, como escuela de lo social. Como
explica Rumazo González:

En la escuela social ya no se le toma a la docencia solamente en el


sentido de instruir y enseñar, otorgar conocimientos, aprendizaje de un
oficio, abrir las rutas intelectuales. Importa ir más lejos; Rodríguez no
se detiene nunca. Se quiere hacer del hombre un ente social desde el
principio. Hay que impedir la presencia del hombre aislado, requiérese
reorientar el individualismo que forjó la Revolución Francesa y dar
vigencia a la fijación de la persona en el medio, integrándolo a él (…)
La Escuela Social viene a constituir una complementación, una
consecuencia, un perfeccionamiento interno de los Institutos-Taller; una
suerte de médula nutricia, para que no haya hombres en aislamiento,
solitarios, quizás anárquicos (1977: 59).

En este sentido, la opinión del Maestro Rodríguez es rotunda:

Instruir no es educar, ni la instrucción puede ser un equivalente de la


educación aunque instruyendo se eduque. En prueba de que con
acumular conocimientos, extraños al arte de vivir, nada se ha hecho
para formar la conducta social –véanse los muchísimos sabios mal
criados, que pueblan el país de las ciencias–. Un filólogo puede hablar
de la estrategia con propiedad, y no ser, por eso, un soldado. Tampoco
son medios de generalizar ni pueden suplir por ellos los continuos actos
de publicación que se hacen enseñando en Escuelas, Colegios y
Universidades, ni los de divulgación que se hacen por la prensa; lo que
es general sin excepción no es verdaderamente público y lo que no es
público no es social” (1999: 104).

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Para alcanzar este objetivo en los tiempos de Rodríguez, la escuela


debía renovarse y superar el enfoque tradicional –nos referimos a la
escuela del siglo XVIII y XIX–, para lograr el cambio que las nacientes
repúblicas requerían para desarrollarse con independencia, porque, para
Simón Rodríguez la educación tal como estaba planteada en su época
formaba vasallos, esclavos y transmitía prejuicios y mentiras. Era cons-
ciente de que la educación republicana tenía que ser distinta para formar
republicanos, educar ciudadanos con capacidad de razonar y de ejercer
la libertad, capaces de participar activamente en lo social y en lo político.
Rodríguez tenía la convicción de que la República no se podía construir
sólo en los campos de batalla, sino principalmente en la escuela; pero
una escuela nueva y completamente distinta de la heredada por el Imperio
Español (Uslar Pietri, 1981b: 145).

Consideramos que Simón Rodríguez, en su proyecto educativo,

no supone a la escuela ni ocasional, ni aislada. La quiere instrumento


generalizador de aptitudes tan variadas como necesiten de ella los
desempeños útiles de la sociedad, en su nueva condición republicana;
es decir, aptitudes que inicien un arte de vivir y concurran a fundar
civilización social con la participación de todos (Cúneo, 1980: 25).

Como parte fundamental de la enseñanza que debe proporcionarse


en la escuela, Rodríguez establece que la instrucción general debe estar
orientada a proporcionar el conocimiento de las obligaciones que contrae
el ser humano por el mero hecho de nacer en medio de una sociedad
(1999: 131). Cabe señalar que el Maestro identifica la instrucción general
con la educación popular (1999: 136). En este sentido, establecerá los
objetivos de cada nivel de la enseñanza: de la Escuela Primaria, las reglas
de conducta en general; de la Maestranza, poner en práctica esas ense-
ñanzas; y del Colegio, hacer ver que en toda ocupación, en toda empresa,
ha de regir la idea de la sociabilidad (1999: 51). Como conclusión lógica,
una de las funciones principales del maestro en la escuela debe ser enseñar
los preceptos sociales aprovechando todas las ocasiones que se le
presenten (1999:8).

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Sin embargo, para ello se requiere que los gobernantes estén conven-
cidos de la importancia de la escuela; los gobiernos, sea cual fuere su
denominación, deben ver en la escuela primaria el fundamento del saber
y la palanca principal con que han de elevar a los pueblos al grado de
civilización que se requiere (1999: 13).
La escuela primaria debe generalizarse, a ella deben acudir todos
los ciudadanos de la nueva República; esto implica que los gobiernos
deben asumir, como tarea propia, la responsabilidad de proporcionar
educación para todos; adelantándose a la doctrina que se desarrollará
formalmente en el siglo XX, la doctrina del Estado docente afirmará que
el Estado debe ejercer función educativa generalizando la instrucción;
de esa manera la sociedad progresará, como progresan todas las socie-
dades que desarrollan adecuadamente la educación. Más aún, este es
un precepto político de primer orden, consecuencia de la acción de los
ciudadanos cuando eligen a sus representantes y gobernantes. El elegido
tiene la obligación de hacer realidad la educación de todos los que forman
parte del Estado (1999: 120).
Pero los gobernantes no deben perder el tiempo en discusiones
estériles, porque su acción prioritaria debe ser persuadir y convencer a
los ciudadanos no instruidos que deben educarse, porque no se puede
vivir en la República sin saber lo que es sociedad, y no se puede participar
activamente y producir bienes sin tener conocimientos previos; que cuando
se sabe hacer una cosa, y conviene hacerla, se debe; y que eso se llama
obligación. Cuando el ciudadano es consciente de sus obligaciones, porque
está educado, entonces el Estado puede exigirle que las cumpla (1999:
120-121). La conclusión, para Rodríguez, es obvia: Proporcionar la ins-
trucción a todos desde la infancia; entonces habrá luces y virtudes sociales
(1999: 30).
Se requiere, por tanto que los gobernantes tomen conciencia de esta
responsabilidad: “Si los Gobiernos llegaran a persuadirse de que el primer
deber que les impone su misión, es el de cuidar que no haya, en sus
Estados un solo individuo que ignore sus derechos y deberes sociales,
habrían dado un gran paso en la carrera de la civilización que abre el siglo

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presente” (1999: 30). E incluso, si es necesario, deben los gobiernos impo-


nerse para que todos los ciudadanos acudan a la escuela social: “Si los
padres de la actual generación americana quieren que sus hijos les hagan
honor en la carrera social, envíenlos a la escuela republicana desde tem-
prano, y por fuerza. Así lo hacen para estudios menos importantes, y no
se creen déspotas” (1999: 286).
La educación social exige un rechazo contundente a cualquier persona-
lismo político, porque en el sistema republicano la educación social exige
el consenso: “las costumbres que forma una educación social producen
una autoridad pública, no una autoridad personal; una autoridad sostenida
por la voluntad de todos, no la voluntad de uno solo convertida en Autoridad”
(1999: 383).
Además, Rodríguez enfatiza que el fin de las naciones no puede estar
sujeto al modo de pensar de un hombre ni de muchos, sino al de los más.
El interés social es un compuesto de muchos intereses (económicos, mo-
rales, civiles y políticos) (1999: 362). Esta advertencia no deja de tener
actualidad en las sociedades democráticas de hoy, en las que la opinión
de las mayorías no es suficiente para alcanzar el bien de todos; se requiere
tener en cuenta, además, los intereses de las minorías, que también forman
parte de la sociedad.
Rodríguez propone, en definitiva, formar un tipo de ciudadano capaz
de adaptarse al estilo de vida republicano y que ha de caracterizarse por
tener la tendencia a “vivir socialmente, por cuanto no nace para estar solo
sino en vinculación estrecha con sus semejantes; la de ser dirigido y dirigir;
la de luchar no sólo para satisfacer sus necesidades sino las de todos”
(Altuve, 1975: 72).

Conclusión: contenidos específicos


de la educación social
En sus escritos, Simón Rodríguez no desarrolla un programa sistemá-
tico de educación social; sin embargo, de su lectura se pueden deducir
algunos contenidos o temas prioritarios para las nacientes repúblicas:

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1) La educación social debe favorecer en los ciudadanos de la


República una auténtica conciencia social: “El hombre que piensa,
procede en todo según su conciencia, y el que no piensa… imita.
No habrá, pues, armonía social, donde no haya principios que
reglen la conciencia pública” (1999: 284).
2) La educación social debe promover la unión social: “La sociedad
se forma por una tendencia a la unión, y se deforma por una ten-
dencia contraria” (1999: 340). Además, “En el cuerpo social, los
hombres, que son la materia, deben tener las mismas ideas de su
estado: ésta será su densidad; deben estar dispuestos, por una
educación uniforme, a asociarse sin violencia, y a conspirar a un
solo fin: ésta será su proporción; deben convenir en sus empresas
para obrar de acuerdo: éstas serán sus dimensiones; deben estar
unidos por interés común, y de tal modo dependientes unos de otros,
que del bien o del mal que experimente uno solo, se resientan los
demás por repercusión = esto probará que hay ligazón” (1999: 343).
3) La educación social debe promover la asociatividad: “Si los
americanos quieren que la revolución política que el peso de las
cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga
verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla
por los campos: de ellos pasará a los talleres, y diariamente notarán
mejoras que nunca conseguirán empezando por las ciudades.
Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de
aconsejarse para proceder” (1999: 241).
4) La educación social debe plasmarse en la convivencia social: “Las
miras de la sociedad deben ser: 1ª) que los hombres vivan juntos
para evitar males y preocuparse goces; 2ª) que puedan impedir
los choques interiores y oponerse a los exteriores; 3ª) que dure
siempre en el mismo estado, aunque aumente o disminuya el
número de individuos. Esta es la República” (1999: 343-344). Por
tanto, “Todo miembro de una sociedad está obligado a ver por ella,
porque en ella se ve a sí mismo; y es eminentemente sociable el
que, en cada uno de sus semejantes ve un Hermano, y su Patria
donde se halla, porque no puede estar en todas partes” (1999: 392).

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5) La educación social debe favorecer la toma de conciencia de los


deberes y derechos de los ciudadanos: Es un deber de todo
ciudadano educado contribuir con sus conocimientos a fundar y
sostener el Estado (1999: 261). En concreto, Rodríguez menciona
algunos deberes: abstenerse de mencionar colores y ascendencias
en el mérito o demérito de las personas; no apreciar ni despreciar
a nadie por el lugar de su nacimiento, ni por su profesión política,
ni por su creencia religiosa; tener una decente ocupación para
subsistir; interesarse por el bien general. Rodríguez establece que
todo ciudadano tiene deberes: 1) hacia sí mismo, 2) hacia aquellas
personas o animales con quienes tenga relaciones, y 3) hacia todos
aquellos con quienes pueda tenerlas, sea en el país donde vive,
sea en los países vecinos, sea en los distantes:
En una palabra, sepa que todo hombre tiene derecho a sus aten-
ciones siempre y a sus servicios cuando lo necesite, y será igual
(de hombre a hombre) con el mejor: y si cada uno hace lo mismo,
lo que ahora se llama populacho, será igual (de pueblo a pueblo)
con el que más haya distinguido, desde que se conocen naciones
en sociedad (1999: 291).
Hay que fomentar el derecho que tienen los más necesitados a
ser escuchados y a participar activamente en la búsqueda de
soluciones de los problemas que les aquejan (1999: 314). Existen
tres derechos que deben ser respetados de un modo particular: el
derecho a la vida, el derecho a la propiedad y el derecho a la
buena reputación; y más concretamente, el derecho a alimentarse,
a vestirse, a alojarse, a curarse y a distraerse (1999: 377-378).
6) La educación social debe facilitar el ejercicio de las virtudes
sociales: “Acostúmbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, come-
dido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso, amable, dili-
gente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir
con lo que promete; y déjese las habilidades a su cargo; él sabrá
buscarse maestros, cuando joven” (1999: 8-9); a esto se añade
que: “Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas
obligaciones son las que llamamos hábitos” (1999: 229).

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7) La educación social debe hacer posible la crítica social, indis-


pensable para el progreso de la sociedad: “En la Sociedad Repu-
blicana no es permitido decir no me toca hablar de las cosas pú-
blicas, ni preguntar a otro qué injerencia tiene en ellas, porque
todo lo bueno que hay en sociedad se debe a la crítica, o mejor
dicho, la sociedad existe por la crítica. Criterio es lo mismo que
discernimiento; criticar es juzgar con rectitud; crisis es el caso o el
momento de juzgar con acierto o el juicio decisivo; no se tome
crítica por mordacidad ni censura por detracción” (1999: 140).

Referencias

Obras de Simón Rodríguez:


RODRÍGUEZ, S. (1954-1958). Escritos de Simón Rodríguez. 3 volúmenes.
Caracas: Imprenta Nacional.
RODRÍGUEZ, S. (1999). Obras completas. Reedición facsímil. 2 Vols. Caracas:
Ediciones de la Presidencia de la República.

Obras consultadas:
AA.VV. (1954). Simón Rodríguez. Escritos sobre su vida y su obra. Caracas:
Concejo Municipal del Distrito Federal.
ALTUVE Z., M. (1975). Simón Rodríguez. Ideas educativas. Caracas (s/e).
ÁLVAREZ, M. (1977). Simón Rodríguez tal cual fue. Caracas: Universidad Expe-
rimental Simón Rodríguez.
COVA, J.A. (1954). Don Simón Rodríguez. Maestro y filósofo revolucionario.
Caracas: Jaime Villegas, editor.
CÚNEO, D. (1980). Aproximación a Simón Rodríguez. Introducción a la reco-
pilación de algunos escritos de Simón Rodríguez titulado: Inventamos o
erramos. Caracas: Monte Ávila Editores.
GARCÍA BACCA, J.D. (1978). Simón Rodríguez. Pensador para América. Caracas:
Ediciones Presidencia de la República.

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JORGE, C.H. (2000). Educación y revolución en Simón Rodríguez. Caracas: Monte


Ávila Editores.
PICÓN SALAS, M. (1990). Simón Rodríguez. Caracas: Grijalbo.
ROJAS, A. (1980). Ideas educativas de Simón Bolívar. Caracas: Lisbona.
RUMAZO GONZÁLES, A. (1976). Simón Rodríguez. Maestro de América. Caracas:
Universidad Simón Rodríguez.
RUMAZO GONZÁLES, A. (1977). El pensamiento educador de Simón Rodríguez.
Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.
RUMAZO GONZÁLES, A. (1980). Ideario educativo de Simón Rodríguez. Caracas:
Ediciones Centauro 80.
USLAR PIETRI, A. (1981a). Educar para Venezuela. Caracas: C.A. La Seguridad.
USLAR PIETRI, A. (1981b). La isla de Robinson. Caracas: Seix Barral.

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