El Acceso de Las Mujeres A La Educación Universitaria
El Acceso de Las Mujeres A La Educación Universitaria
El Acceso de Las Mujeres A La Educación Universitaria
Abstract
This paper analyzes womenÊs access to university education in the nineteenth century, focusing
on contemporary debates in different countries regarding womenÊs „capacity‰ for education,
particularly for university studies.
Embarking on a university career forced women to develop different strategies. Career choice,
traveling to enroll in the university or practice their profession, and resorting to legal actions,
were some of the strategies that allowed women to take advantage of the niches that the gender
system left available, rather than openly confronting it. These strategies were successful to the
extent that they enabled women to study, practice their profession, and become participants in
the social world of the nineteenth century.
1. Parte de este artículo (la referida a Argentina) se publicó en: Convergencia, en coedición
con Revista Argentina de Sociología, Año 12, Número 38, mayo agosto de 2005, UAEM, México.
del Imperio Romano (Sandoica, Peset, 1994), contexto que posibilitó el acceso
de unas pocas mujeres aristocráticas a los estudios universitarios.
En el Renacimiento, Magdalena Canedi Noé y María Pellegrina Amoretti
obtuvieron el doctorado en Derecho en las Universidades de Bologna y de
Pavia respectivamente. En el Siglo XVIII, las pocas mujeres que accedieron a
la universidad se interesaron por otras carreras, ya que por ese entonces las
universidades habían ampliado su oferta. En 1732, Laura Bassi recibió el grado
de doctora en Filosofía, también en la Universidad de Bologna. Por esa época,
María delle Donne fue profesora de Obstetricia, María Gaetana Agnesi de Fí-
sica y Anna Manzolini estudiaba Astronomía, todas en la misma universidad.
Martino y Bruzzese (2000) afirman que la Universidad de Padua reservaba cin-
co vacantes a estudiantes del sexo femenino. Este hecho está contextualizado
por el debate que en Padua realizó en 1723 la Academy of Ricourati, que había
integrado a mujeres escritoras, sobre si las mujeres podían ser admitidas en el
estudio de las ciencias y las artes nobles. (Offen, 2000).
El carácter verdaderamente excepcional de estas universitarias tal vez se
refleje, no sólo en el decreto del epígrafe, sino en el hecho de que recién en el
Siglo XIX se reglamenta en Italia el acceso de las mujeres a la universidad3.
Dorotea Erxleben, que se recibió de doctora en medicina en 1754 en la
Universidad de Halle (Alemania), con la tesis, escrita en latín: „Examen de las
causas que alejan a la mujer del estudio‰ 4, puede considerarse más que una
excepción, un antecedente del proceso sistemático de acceso de las mujeres a
la universidad que comienza un siglo después por dos motivos. El primero
es que muestra un interés y compromiso por la educación universitaria de las
mujeres como género y el segundo es que inicia la tendencia que se dará en
casi todos los países del mundo de elección de medicina como carrera por
parte de las primeras universitarias.
El siglo XVIII sostuvo un importante debate sobre las posibilidades de las
mujeres para acceder a los estudios universitarios y al ejercicio de las profesio-
nes consideradas masculinas, que logró difundirse gracias al desarrollo de la
cultura impresa, como sostiene Offen (2000).
Autores como Pollain de la Barre, Bernard La Boivier de Fontelle, Fenelon,
Jean Le Rond d´Alambert, madame de Beaumer, Abbé de Mably en Francia,
3. En 1875, un R.D. del 3 de octubre, firmado por el ministro Bonghi, permite a las mujeres
el acceso a la universidad, siempre que presenten un título secundario y un certificado de buena
conducta. Pero esta norma tropezaba con una dificultad, ya que recién se reglamenta el ingreso de las
mujeres a la enseñanza secundaria en 1883, con lo cual sólo a partir de esa última fecha fue posible
el ingreso de las mujeres en la universidad italiana (Branciforte, 2003).
4. Es frecuente en las primeras universitarias que los temas de sus tesis estén vinculados con
la educación de las mujeres.
Los casos mencionados hasta aquí constituyeron, sin duda, una excepción
y estaban circunscriptos a unas pocas mujeres aristocráticas o a otras que acce-
dieron a los estudios universitarios asumiendo una identidad masculina.
Las que empezaban a ingresar a la universidad en el siglo XIX no eran
unas pocas mujeres aristocráticas.
„Admitir el desarrollo de la inteligencia de las mujeres nobles no ponía
en cuestión la condición de los sexos ya que ésta no pertenecía a la
naturaleza y se trataba de excepciones. El pensamiento democrático
posterior tendrá una lógica distinta, ya no se habla de una elite excep-
cional por la sangre sino de todas las igualmente mujeres y el recono-
cimiento de la capacidad para algunas significará, a partir de entonces,
la aceptación de todas‰ (Ballarín, s/f).
5. Esta estrategia varió desde el travestismo hasta el simple uso de nombres masculinos por
parte de las mujeres que querían incursionar en actividades de las que estaban excluidas. Recordemos
a George Sand y Daniel Stern en Francia, a Ernest Ahlgren en Suecia, George Elliot y Curre Bell en
Inglaterra.
relacionaba con que esta carrera gozaba en el siglo XIV de gran prestigio y estaba
asociada al poder.
El hecho de que la puerta de entrada de las mujeres a los estudios universi-
tarios fueran las carreras relacionadas con las ciencias de la salud, especialmente
medicina, puede vincularse con una serie de factores.
En primer lugar, la actitud activa de las propias mujeres que, en búsqueda
de educación universitaria, iniciaron „una campaña por la educación médica, lo
cual representaba para ellas nada menos que el conocimiento y el control sobre
su propio cuerpo y sobre la reproducción‰ (Offen, 2000, traducción propia).
En Inglaterra, esta campaña fue particularmente fuerte debido a que una
inglesa, Elizabeth Blakwell, habría recibido su título de médica como ya hemos
dicho, en Estados Unidos. El parlamento inglés reaccionó aprobando en 1858
una modificación al Acta médica, que restringía la entrada al campo de la me-
dicina sólo a graduados en universidades británicas, con lo cual esta joven no
podía ejercer en su país.
Esto, unido al avance, durante el siglo XIX, de los médicos sobre una op-
ción tradicionalmente ejercida por las mujeres9, como la obstetricia, despertó
la reacción de las feministas, quienes se dispusieron en el siglo XIX a lograr y a
mantener un espacio que de a poco se estaba abriendo: los estudios de medicina.
Para ello apelaron a diversas estrategias: el debate y reclamo públicos, los viajes a
otros países para matricularse en la carrera de medicina, los recursos judiciales,
la apertura de colegios médicos para mujeres, etc.
Por otra parte, la reacción contra el acceso de las mujeres a la educación
superior fue cambiando el centro del debate, a medida que más jóvenes se ma-
triculaban en las universidades.
La educación médica empezó a verse como „apropiada‰ para ellas. „El impul-
so a la medicina parecía natural en las mujeres, tan natural como la enseñanza,
pues las esposas y madres eran en el siglo XIX, como lo habían sido siempre, las
supervisoras de la salud y las enfermeras del hogar‰ (Gay, 1992:170).
Asimismo, la imagen de madre educadora que empezó a surgir con fuerza
a partir del Iluminismo, exigía que la mujer contara con conocimientos que le
permitieran educar a los niños, futuros ciudadanos. Sobre todo había que prestar
atención a los conocimientos relacionados con los cuidados higiénicos que las
madres habían de brindar a sus hijos.
La idea de proporcionar un conocimiento sistemático a la mujer en el campo
de la salud cobró nueva fuerza cuando los médicos declararon a mediados del
9. La partería fue una profesión ejercida por las mujeres desde la antigüedad. En la Grecia
antigua se destacó la figura de Agnodicia, quien ejerció la medicina, llegando a tener una amplia
clientela femenina.
siglo XIX que gran parte de la mortalidad infantil tenía sus causas en el descono-
cimiento por parte del sexo femenino de las más elementales normas de higiene
(Lemoine, 1986).
La apertura de los estudios de medicina para el sexo femenino, primero en
Estados Unidos y luego en otros países, como Inglaterra, Suiza, Francia y Ru-
sia, y los viajes de las mujeres con el propósito de estudiar medicina a aquellos
lugares donde les habían abierto las puertas, crearon un clima, si no siempre de
aceptación, al menos de debate a su acceso a dichos estudios. Esto contribuyó,
sin duda, a fomentar en las interesadas en una educación superior, la elección
por las carreras vinculadas con las ciencias de la salud. Al decidir seguir estudios
universitarios, las jóvenes se enfrentaban con diversos obstáculos. Estos eran
menos cuando la carrera elegida se consideraba más apropiada para ellas y sobre
todo, cuando ya había antecedentes en esa rama de estudio.
De este modo, la elección de carrera implicó por parte de las mujeres una
estrategia que les permitió aprovechar los intersticios que el sistema de género de
la época les dejaba antes que enfrentarse abiertamente con ellos. Esta estrategia
fue exitosa, ya que les posibilitó estudiar y ejercer una profesión.
Los estudios de medicina permitían a las mujeres „un espacio profesional
que no representaba la ruptura brusca con la división sexual del trabajo que se
sentaba en características biológicas, por lo cual las decisiones de estas jóvenes se
movían dentro de una lógica que no rompía del todo con el orden establecido‰
(Flecha García, 1993). Mientras tanto, la aceptación de mujeres en la carrera de
Medicina seguiría avanzando, pero no sin obstáculos, los que se hicieron más
fuertes a partir de fines del siglo XIX.
Si el ideal de madre educadora exigía conocimientos de higiene y de salud,
esto no significaba dejar un espacio de poder tan importante como el conoci-
miento médico en manos femeninas.
Esta preocupación porque las mujeres adquirieran conocimientos médicos
puede ser vista, no sólo desde la perspectiva del acceso de ellas a la educación
superior, sino desde la creación de alianzas entre las familias y el Estado que se
produce en los siglos XVIII y XIX debido a la necesidad que tiene el Estado de
controlar las problemáticas sociales que cuestionan el orden social. Recordemos
que Donzelot (1979) sostiene que la alianza fundamental era entre los expertos
(médicos, educadores, etc), en representación del Estado, y las madres, en repre-
sentación de las familias. De esta manera, dicha preocupación de las mujeres
no las estaría apelando como profesionales, sino como madres. Era necesario
entonces restringir la actuación de las pocas médicas a aquellas áreas de trabajo
relacionadas con la mujer y el niño.
Gay (1992:71) afirma que „en términos generales, fue el acceso a las uni-
versidades a finales del siglo XIX, lo que demostró ser la clave para la causa de
la mujer, más que el acceso al voto‰.
Dicho acceso estuvo jalonado de energía por parte de las jóvenes que
aspiraban a los estudios universitarios y de resistencias por parte de los que
no estaban dispuestos a ceder ese espacio. La lucha se libró no sólo en los
debates entre quienes defendían una u otra postura, sino fundamentalmente
en el plano de la acción, acción que se jugó también en el ámbito de las leyes
y reglamentaciones y en algunos casos, de la disputa legal ante los jueces y
tribunales.
Las mujeres debieron saltar una y otra barrera para lograr estudiar en la
Universidad primero, obtener el título en segundo lugar y acceder al ejercicio
profesional después, ya que cada una de estas cosas no implicaba necesaria-
mente la otra, como ocurría con los varones.
El caso de Italia es prototípico, y muestra cómo, cuando las que aspiraban
a un título universitario y al ejercicio de la profesión eran unas pocas mujeres
aristocráticas, parecía que no existían barreras, las que empezaron a aparecer
en cuanto la demanda se generalizó a las mujeres como género.
Mayeur (2000) afirma que:
„⁄ durante gran parte del siglo XIX europeo, la educación femenina
se conserva más sometida a los modelos establecidos por la costumbre
mucho tiempo atrás que a los modelos propuestos por Talleyrand y
Condorcet a la Asamblea Constituyente Legislativa en el amanecer de la
revolución (francesa), a menudo el período postrevolucionario posterga
situaciones anteriores e incluso las restaura‰ (Mayeur, 2000).
10. El nihilismo es la negación total de toda creencia y de todo principio religioso, social y
político.
11. Esta crítica a las jóvenes rusas trascendió fuera de ese país.
12. Josefina Amar y Borbón había publicado en 1790 el „Discurso sobre la educación física
de la mujer‰.
hablar, para que muchas cosas no siguieran siendo como hasta enton-
ces‰ (Flecha García, 1999).
Flecha García afirma que la conciencia que estas mujeres tuvieron sobre el
derecho que les correspondía queda mostrado no sólo en los temas de sus tesis
sino también en las dificultades que tuvieron que enfrentar para estudiar y
para convertir sus credenciales educativas en títulos válidos académicamente.
Hasta 1910, las aspirantes a ingresar a las universidades debían contar con
el permiso de la Dirección General de Instrucción Pública, que estudiaba cada
caso particular, trámite que podía llevar meses e incluso años, lo que motivó
que a lo largo del siglo XIX fueran muy pocas las estudiantes en universidades
españolas13.
El camino ya estaba abierto y de a poco, las universidades de distintos
países fueron abriendo sus puertas a las mujeres. En todos los casos, esto
sucedía en medio de un intenso debate, en el que las feministas tomaron la
delantera. Sin embargo, como venía ocurriendo, este camino no estuvo libre
de dificultades. Estas dificultades se iban trasladando a un escalón superior a
medida que las mujeres obtenían un logro14.
Alrededor de 1875, las Universidades de Bélgica y Dinamarca abrieron
sus puertas a las mujeres. Hacia 1870, ellas podían inscribirse también en las
Universidades finlandesas, solicitando un permiso especial, que les fue reque-
rido hasta 1907.
En 1884 fueron aceptadas las primeras alumnas en la Universidad de Go-
ttigen15, Alemania (Maffía, 1999). Ellas eran Sophia Kovaleskaia (rusa), quien
se matriculó en Matemática y Julia Lermontova, en Química. Sin embargo, los
títulos eran honorarios ya que no las habilitaba a ejercer legalmente la profe-
sión. Kovaleskaia fue la primera doctora graduada en una universidad alemana
y la segunda mujer en recibir un premio de las Ciencias francesas. Alemania
fue el único país europeo en el que las mujeres accedieron a la universidad en
carreras que no eran del área de las ciencias médicas. En 1898 se recibió de
Dra. en Matemática la condesa María Von Liden en la Universidad de Berlín
y desde 1898 la Universidad de Giessen aceptó mujeres en la Facultad de Fi-
losofía. En 1893 y 1898 respectivamente las mujeres pudieron matricularse en
Filosofía en las Universidades de Yena y de Giessen.
13. Hasta fines del S. XIX, las muchachas que en España accedieron a la universidad fueron
107: el 43% lo hicieron en medicina, el 29% en farmacia, el 25% en filosofía y letras y el 3% en
ciencias.
14. Para un relato de los logros y de las dificultades de las mujeres en la universidad y en el
ejercicio profesional, realizado a principios del siglo XX, véase Elvira López (1901).
15. En la Universidad de Gottigen había hacia fines de siglo 34 alumnas.
16. No olvidemos que las mujeres ya habían ingresado a la carrera de Medicina en varios paí-
ses del mundo, lo cual había generado un intenso debate sobre el acceso de las mujeres a los estudios
universitarios.
18. 1887 se convierte en un año clave para la educación universitaria ya que en él se reciben
tres mujeres de médicas en tres países distintos.
Bellucci (1997) afirma que „los grandes movimientos políticos del período
inicial de la historia argentina (la Revolución de Mayo y las luchas civiles) pro-
vocarán una relativa distensión en cuanto a las normas morales y sociales‰.
El clima de debate acerca del rol de la mujer en la sociedad, (y
específicamente acerca de su acceso a la educación) que tuvo lugar en la Euro-
pa Iluminista y en Estados Unidos, no tardó en llegar al Virreinato del Río de
la Plata aunque se expresó con más fuerza con posterioridad a la Revolución
de Mayo.
La literatura, el periodismo, los viajes por el mundo de algunos sectores
de la sociedad y posteriormente la inmigración europea, trajeron a nuestro
territorio las ideas iluministas y más tarde las anarquistas y las socialistas.
Marincevic y Guyot (2000) afirman que:
„⁄ a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, los ideales ilus-
trados provenientes de la España católica circularon en el Río de la
Plata con relativa libertad. Asimismo, las ideas triunfantes en Francia e
Inglaterra ingresaron en forma clandestina. Las nuevas representaciones
en relación con la mujer y su derecho a la educación sostenidas por la
Enciclopedia19 y por Josefa Amar y Borbón, por Olympe de Gouges,
por Mary Wollstomecraft, se abrieron paso en los diversos espacios
19. Los autores se refieren a la Enciclopedie ou Diccionaire Rai Sonné des Sciences des Arts et
de Metiers, que comenzó a circular en Francia entre 1751 y 1752 en forma de publicación periódica,
y que luego fue reeditada en varios volúmenes.
Después de la segunda mitad del siglo XIX, los debates y las acciones a
favor de la educación de las mujeres tuvieron más fuerza. No fue ajena a esto
la acción de Sarmiento como periodista, como Jefe del Departamento de Es-
cuelas entre 1856 y 1861, y a partir de 1868 como presidente. En el periódico
chileno El Mercurio22 escribió diversos artículos en los que introdujo
„⁄ explícitamente la problemática de la educación de la mujer en el
contexto de los ideales vigentes en Europa y en los círculos intelectuales
de las ciudades más importantes de América⁄ los ideales de Sarmiento
abrevan sin duda, en los defensores europeos del derecho a la educación
de la mujer‰ (Marincevic y Guyot, 2000).
22. Sarmiento fue primero editorialista, luego director de este periódico entre los años 1840
y 1842.
Es así que en 1881, Sarmiento dio un paso más a favor de la educación fe-
menina al anunciar en el „Monitor de la Educación‰ el premio Juana Manso,
destinado a „la señorita o señora que mejor lea en un concurso anual‰. Este
premio significaba además un homenaje a Juana Manso, escritora y educado-
ra amiga de Sarmiento, a quien él había confiado en 1859 la dirección de la
Escuela Mixta Número 1 y la redacción y distribución de los „Anales de la
Educación Común‰.
23. La Sociedad de Beneficencia, creada por Rivadavia en 1823 con el propósito de promover
la educación de las niñas, había fundado un Colegio de Enseñanza Superior para Mujeres en la
Parroquia de Monserrat en 1825. Este colegio tuvo corta duración.
24. Yannoulas (1997) señala que la expresión de Escuela Normal se utilizó por primera vez en
Sagan (Prusia) en una escuela modelo para la formación de maestros, fundada por el sacerdote cató-
lico Felbinger, quien luego fue contratado por la emperatriz María Teresa para difundir las escuelas
primarias y Normales en el Imperio Austro Húngaro. Alemania abandonó este modelo en 1820 y lo
reemplazó por la formación universitaria de docentes. Las escuelas Normales fueron incorporadas
en Francia como modelo de formación de docentes, aunque en un contexto laico. De ahí llegaron
a América Latina, donde las primeras Escuelas Normales basadas en el método lancasteriano fueron
creadas en Lima en 1822 y en Buenos Aires en 1825 (creado como ya dijimos por la sociedad de
Beneficencia). Sin embargo estas escuelas tuvieron corta duración.
25. Singer es la marca de una máquina de coser.
26. Cidanelia fue la única mujer en la época que perteneció a la Sociedad Odontológica del
Río de la Plata.
27. Este caso es conocido en la historia de la odontología como la familia Pecotche.
28. Las primeras profesionales se recibieron en la Universidad de Buenos Aires. Esto puede
explicarse porque Buenos Aires, al ser una ciudad puerto, fue un ámbito donde las formas más tra-
dicionales de vida se flexibilizaron más (Mallo, 1990, citada por Bellucci, 1997).
29. En esta obra se nota la influencia de Darwin y de César Lombrosso. La teoría de Lombros-
so en esa época constituía una teoría de avanzada; plantea que los delincuentes poseen determinados
rasgos físicos visibles, como el tamaño del cráneo y el de las orejas. Esta teoría, junto a otras, encarnó
el llamado Darwinismo social, según el cual algunas razas eran superiores porque habían evolucio-
nado más (Proyecto Ameghino-Petrona Eyle).
30. Revista Anales de la Ciudad de Buenos Aires. Tomo VII, 1892, p. 13.
31. Revista Anales de la Universidad de Buenos Aires, Tomo XIV, 1901, p. 13 (citada por
Flecha García, 1993).
Si, como decía Bellucci (1997), a principios del siglo XIX, las mujeres que
tomaron la palabra en nuestro país estaban dispersas y conformaban una
suerte de protofeminismo, a principios del siglo XX las encontramos más
organizadas y con mayor conciencia de las reivindicaciones feministas. Y a
principios del siglo XXI, ellas son mayoría en las aulas universitarias.
Sostenemos que los estudios de educación y género en nuestro país tienen
como antecedente a estas primeras universitarias o, dicho de otro modo, con
las primeras mujeres que accedieron a la universidad se inició en nuestro
país una línea de preocupación teórica y practica que constituye un claro
antecedente de los estudios de educación de género. El hecho de haber sido
pioneras, las hizo reflexionar sobre el lugar de excepción que constituían.
Era una preocupación del movimiento feminista en general y del debate de
la época la reivindicación por la educación de las mujeres. Este hecho no fue
exclusivo de nuestro país.
Recordemos que ya en 1754, cuando Dorotea Erxleben se graduó de médi-
ca en la Universidad de Halle, el tema que eligió para su tesis fue el „Examen
de las causas que alejan a las mujeres del estudio‰. Desde ese momento, las
mujeres en sus tesis o en otros escritos posteriores, se ocuparon del tema.
Como señala Flecha García (1999), otros acontecimientos contribuyeron
para despertar en una gran parte de las mujeres de la época una nueva con-
ciencia acerca de la educación: la política educativa que desarrolló Sarmiento a
favor de la educación de las mujeres, la labor de las maestras norteamericanas
encabezadas por Mary Mann en escuelas del interior del país, el desarrollo y
funcionamiento de las Escuelas Normales, y posteriormente la creación de la
Facultad de Filosofía y Letras.
Conclusiones
32. La tesis de los mecanismos de inclusión-exclusión es de Barrancos (2002), quien afirma que
„la subordinación de las mujeres –perfeccionada a lo largo del siglo XIX– no puede comprenderse si
no se tiene en cuenta el juego pendular de inclusión-exclusión. Un término convoca al otro‰.
33. Varias de ellas se definieron a sí mismas como feministas.
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Lic. en Sociología UBA; Diploma Superior en Ciencias Sociales FLACSO;
Dra. en Educación, F. F.y L. UBA. Coordinadora Area de Estudios
Interdisciplinarios de Educación y Género; Profesora investigadora de la Uni-
versidad Nacional de Luján, Profesora titular de la UNSAM. Editora Revista
Argentina de Sociología, Directora del Instituto de Investigaciones Sociológi-
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