Juan Carlos Delgado

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john Doe JUAN CARLOS DELGADO

Cuando el hombre entró caminando por primera vez al refugio para personas sin hogar, no
recordaba

quién era, ni siquiera su nombre. Había sido referido de un servicio de urgencias de un

hospital, pero le dijo al médico en turno que sólo había ido ahí para tener un sitio dónde quedarse.

Hasta donde sabemos, su salud física era buena. Su problema era que no recordaba nada acerca
de

su vida previa a su despertar en una banca del parque ese día al amanecer. Más adelante, al llenar

la documentación, el clínico había registrado con lápiz “John Doe” como nombre del paciente.

Excepto por el hecho de que sólo podía referir una historia de cerca de sólo 8 h, el examen

de la condición mental de John Doe era normal. Parecía tener poco más de 40 años. Vestía de

manera casual utilizando pantalones de vestir, una camisa rosa, y un saco sport de pana que le

quedaba bien y tenía parches de cuero en los codos. Su lenguaje era claro y coherente; su afecto

en general era agradable, aunque era evidente que estaba inquieto por su problema de pérdida

de la memoria. Negaba haber tenido alucinaciones o ideas delirantes (“hasta donde recuerdo”),

si bien señalaba con lógica suficiente que “no podría asegurar qué tipo de ideas locas pudiera yo

haber tenido ayer”.

John Doe parecía ser inteligente, y su acervo de información era bueno. Podía nombrar a

los cinco presidentes más recientes en orden, y era capaz de discutir eventos nacionales e
internacionales

recientes. Podía repetir ocho dígitos en cuenta progresiva y seis en regresiva. Tuvo

una calificación de 29 de 30 en el Mini-Mental State Exam, en el que sólo no pudo identificar el

condado en que estaba ubicado el albergue. Aunque suponía que estaba casado (llevaba puesto
una

alianza), después de media hora de conversación no podía recordar nada en cuanto a su familia,

su empleo, su sitio de residencia o su identidad personal.

“Déjeme buscar dentro de su saco”, le dijo el clínico.


John Doe lo miró perplejo, pero se desabrochó el saco y lo entrego abierto. La etiqueta tenía

el nombre de una tienda de ropa para hombres en Cincinnati, a casi 800 kilómetros de distancia.

“Intentemos ahí”, sugirió el clínico. Después de varias llamadas telefónicas, el Departamento

de policía de Cincinnati identificó a John Doe como un abogado cuya esposa lo había reportado

como desaparecido dos días antes.

A la mañana siguiente, John Doe subía al autobús para ir a casa, pero pasaron varios días

antes de que el clínico escuchara el resto de la historia. Especialista de 43 años en testamentos

y legitimación, John Doe había sido acusado de mezclar las cuentas bancarias de sus clientes

con la propia. Había protestado inocencia y contratado a su propio abogado, pero la Ohio State

Bar Association estaba lista para proceder contra él. La presión para poner en regla sus libros,

conservar su carrera de leyes, y defenderse en la corte y contra la barra de abogados de su propio

Estado, había sido enorme. Dos días antes de desaparecer, le había dicho su esposa: “No sé si

podré soportar esto mucho más sin volverme loco”.

Evaluación de John Doe

De manera característica, John Doe no podía recordar información autobiográfica importante—

ningún dato al respecto (criterio A). Es comprensible—y un requisito (B)—que esto le

molestara.

Ni en el momento de la evaluación ni en el seguimiento se identificó evidencia de trastornos

alternativos (D). John no había alternado entre identidades, lo que descartaría un trastorno de

la identidad disociativo (usted no diagnosticaría los dos trastornos juntos). Excepto por la amnesia

indudable, no existía evidencia de algún trastorno cognitivo. A la edad de 43 años, sería

poco probable un caso nuevo de epilepsia del lóbulo temporal, pero una valoración completa

debería incluir estudios neurológicos. Por supuesto, cualquier paciente que cursa con episodios de

amnesia debe ser valorado para descartar trastornos relacionados con sustancias (en particular,

alcohol; C).

La imitación conciente de la amnesia propia de la simulación puede ser muy difícil de diferenciar
de la amnesia que ocurre en la AD con fuga disociativa. Sin embargo, si bien John Doe

tenía dificultades legales, éstas no se hubieran aliviado al simular una amnesia (cuando la
simulación

parece una posibilidad, la historia referida por parientes o amigos de un comportamiento

previo de este tipo o de trastorno de la personalidad antisocial puede ayudar). El antecedente

de síntomas médicos diversos a lo largo de la vida pudiera sugerir un trastorno de síntomas

somáticos. John carecía de las características transversales que sugerirían ya fuera un episodio

maníaco o esquizofrenia, en cualquiera de los cuales pueden presentarse vagabundeo u otras

conductas extrañas.

La epilepsia siempre se menciona en el diagnóstico diferencial de los trastornos disociativos.

Sin embargo, la epilepsia y la disociación no serían difíciles de diferenciar en la práctica, incluso

sin el beneficio de un electroencefalograma. Los episodios epilépticos no suelen durar más

que algunos minutos, e implican conductas de lenguaje y motoras que son repetitivas y en
apariencia

carecen de propósito. Por otra parte, el comportamiento disociativo puede durar varios días o

más, y acompañarse de un lenguaje completo y conductas motoras que parecen tener propósito.

Si bien el caso de John Doe no es clásico (no asumió una identidad nueva o adoptó una

nueva vida), sí viajó desde su hogar y de manera intencional buscó un albergue. Eso determina

el especificador para su diagnóstico. Y, por cierto, su calificación EEAG sería de 55.

D44.1 [300.13] Amnesia disociativa, con fuga disociativa

Z65.3 [V62.5] Investigación por asociación de barra de abogados

Observe que el subtipo con fuga cuenta con un código distinto a la simple y vieja amnesia
disociativa.

Esto refleja el hecho de que en la CIE-10 y la CIE-9 un estado de fuga es un diagnóstico distinto

e independiente de la amnesia disociativa. Así, el cambio de número no es un error.

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