Tres Etapas
Tres Etapas
Tres Etapas
TRES ETAPAS
EN LA VIDA CONTEMPLATIVA
1ª ETAPA:
En esta primera etapa de oración el esfuerzo del orante se concentra más que todo -y
así debe ser- en evitar el pecado, aunque no siempre logra vencer el mal.
Aún ignora el amor propio y el egoísmo que hay en su interior y se rebela con
frecuencia al tener una contrariedad o sufrir alguna corrección. No pocas veces ve estos
defectos mejor en los demás que en sí mismo, confirmando la advertencia de Jesucristo:
"¿Cómo es que miras la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?" (Mt.7, 3).
Su amor a Dios es más bien un santo temor por miedo al castigo; posteriormente éste
se convierte en miedo a ofender a Dios.
Sin embargo, en esta etapa comienzan a brotar los primeros grados de humildad,
que hace que desconfiemos de nuestras fuerzas y que confiemos en Dios.
2ª ETAPA:
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Así como los Apóstoles sufrieron la privación de la presencia física de Jesús durante la
Pasión y en ese momento de profunda crisis lo abandonaron y Pedro llegó incluso a negarle,
éste, por el fervor de su arrepentimiento "lloró amargamente" (Mt.26, 75), y no sólo recuperó la
gracia perdida, sino que fue ascendido a un grado superior. El Señor lo curó de su presunción
(cfr. Jn.13, 6-38) para que fuera más humilde, poniendo su confianza en Dios y no en sí
mismo.
Viene luego, una especial efusión del Espíritu Santo, cuya influencia se nota en una
mayor apertura y docilidad del alma a sus inspiraciones.
Los Misterios Gozosos nos muestran las verdaderas alegrías que no mueren: la
Anunciación del Dios-hecho-Hombre, el Nacimiento del Salvador ... Los nuevos Misterios
Luminosos nos remiten a los hechos más importantes de la vida pública de Jesús y nos
invitan a seguirle, al responder a su predicación del Reino y el llamado a la conversión ... Los
Misterios Dolorosos y el Vía Crucis nos muestran el valor del sufrimiento y nos enseñan
también a abrazar nuestra cruz, no sólo con resignación, sino con alegría ... Los Misterios
Gloriosos nos muestran, frente a la fragilidad e insuficiencia de las cosas terrenas, el camino
que nos lleva a la perfecta felicidad en la eternidad.
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En esta segunda etapa va recibiendo el alma nuevas luces que a veces no comprende,
pero que la ayudan a penetrar más y más el espíritu del Evangelio. Comienza a hacer vida
la Palabra de Dios y la Eucaristía; empieza a sentir como propia la vida de la Iglesia,
formando parte de alguna comunidad eclesial.
En su oración, dentro de la aridez propia de esta etapa, pueden darse actos aislados de
contemplación. Gran impedimento para progresar es la presunción por la que uno cree
saberlo ya todo en la vida interior. Aunque las lecturas espirituales son muy provechosas y
necesarias, no debe dejarse la oración por éstas. Dice un gran Doctor de la Iglesia, que más
aprendió orando al pie de un Crucifijo o frente al Sagrario, que en los libros más sabios, pues
en la oración íntima (Contemplación) está el Espíritu que vivifica y en un instante
instruye con una luz que hace comprender y hace vida, ideas muchas veces leídas y
escuchadas, pero no comprendidas plenamente.
Surgen en esta etapa otros frutos del Espíritu, como la magnanimidad, la paciencia, la
mansedumbre, la afabilidad, la fidelidad o perseverancia, la templanza o dominio de sí. Se da,
además, la entrega total del alma a la Voluntad de Dios, llamada por Sta. Teresa
"desposorio espiritual".
Sin embargo, en esta fase no queda el alma aún libre de las interferencias de la
sensibilidad de la carne y del mundo, por lo cual a veces puede perder la paz y hasta
retroceder y caer.
CARISMAS o
GRACIAS EXTRAORDINARIAS:
3ª ETAPA:
Todavía quedan en el alma impurezas que le impiden la total unión con Dios, que es
la característica de esta tercera etapa. Por ello debe pasar por la más difícil de las
purificaciones.
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San Pedro nos dice es "preciso que todavía seáis afligidos con diversas pruebas, a fin
de que la calidad de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero, que es probado al fuego,
se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor en la Revelación de Jesucristo" (1ª
Pe.1, 6-8).
San Juan de la Cruz describe la Noche Oscura por la que el alma tiene que pasar para
entrar en esta tercera etapa de unión con Dios como "la fuerte lejía de la purgación de esta
noche del espíritu, sin la cual no podrá venir a la pureza de la unión divina". Esta tercera
conversión o Noche Oscura del Alma -como la llama San Juan de la Cruz- no se trata de
una aridez o sequedad, como en la segunda conversión, sino que es una verdadera
desolación de orden espiritual: mientras el alma anhela a Dios, se siente abandonada de
El.
Debe entonces el alma caminar a oscuras en pura fe. Tal como aconteció a los
Apóstoles el día de la Ascensión del Señor. Hasta ese momento su intimidad con El iba
siempre en aumento, pero ese día Jesús subió al Cielo, de modo que ya no le verían más en
la tierra; les dejó privados de su presencia y de sus palabras que les daban vida. Y debieron
sentirse muy solos y aislados, pensando en las dificultades de la misión que les había
encomendado: la conversión de un mundo impío, sumergido en los errores del paganismo, y
en las persecuciones y sufrimientos que les esperaban.
Debieron recordar entonces las palabras de Jesús: "Conviene que yo me vaya, porque si
no me voy, el Divino Consolador no vendrá a vosotros; mas si yo me voy, os lo enviaré"
(Jn.16, 7). Es decir, convenía que les privara de Su presencia sensible, pues estaban
aficionados a la humanidad de Cristo y no podían elevarse al amor espiritual de Su
Divinidad: no estaban aún preparados para recibir al Espíritu Santo.
Sin embargo, explica San Juan de la Cruz, que esta oscuridad no es realmente tal, sino
más bien luz excesiva que encandila al alma. "La Divina Sabiduría nos parece oscura por
estar muy sobre la natural capacidad de nuestra inteligencia y, cuanto más nos embiste, más
oscura nos parece".
En esta prueba, como en otras, debemos creer muy firmemente en lo que el Señor nos
ha dicho acerca de la eficacia purificadora del sufrimiento y de la cruz, y esperar contra
todas las apariencias, orando continuamente.
Puede ir esta Noche Oscura acompañada de grandes tentaciones, sobre todo contra la
fe, como sucedió a muchos santos, entre ellos a Santa Teresita del Niño Jesús y San Vicente
Paúl.
Así describe Santa Teresa de Jesús esta Noche Oscura del Alma: "¡Oh válgame
Dios, y qué son los trabajos interiores y exteriores que padece un alma hasta que entre en la
séptima morada ... Ningún consuelo se admite en esta tempestad ... En fin, que ningún
remedio hay en esta tempestad, sino aguardar la misericordia de Dios, que a deshora con una
palabra suya o una ocasión, le quita todo tan de presto, que parece no hubo nublado en aquel
alma, según queda llena de sol y de mucho más consuelo!"
Esta tercera fase lleva a la unión total del alma con Dios, el más alto grado de unión
con Dios posible en la tierra. Sta. Teresa la define como el "Matrimonio Espiritual". Es,
según San Juan de la Cruz, "la transformación total en el Amado, en que se entregan ambas
partes por total posesión de la una a la otra". Depende, entonces, de una perfecta donación
del alma a Dios y de Dios al alma.
(Es importante hacer notar que la diferencia, aunque aparentemente sutil, de esta unión
entre el alma con Dios de la Mística Cristiana y la auto-divinización que es propuesta
fundamental del "New Age", a través del Monismo y del Panteísmo, radica en dos cuestiones
fundamentales: 1ª) El alma humana no es parte, ni pasa a formar parte de la divinidad, como
proponen el Monismo y el Panteísmo. 2ª) La transformación total en Dios de que habla San
Juan de la Cruz no se da por "fusión" con la divinidad, sino por "posesión": el alma se entrega
totalmente a Dios que la posee, tomando la dirección de toda su vida e inspirándola en cada
uno de sus actos, y la creatura posee a su Dios, no sólo como a quien mora en ella, sino
como a quien la vivifica, la mueve y la gobierna).
Por eso San Pablo describe esta etapa así: "Ya no soy yo quien vivo, sino es Cristo
quien vive en mí" (Gal. 2, 20).
Adoración
no todos logramos alcanzar. Padre Pío es uno de los que siguió este llamado.
la Iglesia siempre ha enseñado, que todo cristiano esta llamado a la santidad. Jesús dijo "
Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5:48), sin embargo, nosotros
sabemos como lograrlo. Padre Pío, siguiendo el ejemplo de santos, subió esta escalera
mística que nos lleva a Dios.
La enseñanza común de la Iglesia divide el camino a la santidad en tres partes. Estas son
etapas generales, hechas para la purificación de la naturaleza humana que se aplican a todos
en cierta forma mas no necesariamente de la misma manera. Dios, en Su Sabiduría aplica
este patrono general según las necesidades de cada cual, dependiendo de
o fortalezas de la persona. Sin embargo, estas divisiones son útiles porque explican el
crecimiento en santidad y oración.
I. El Camino de los Principiantes. La persona que se vuelve hacia Dios en fe, y ha sido
bautizada, entra en el camino de principiantes (Jn. 3:5). Han sido justificados por medio de las
aguas bautismales, han recibido la gracia santificante, las virtudes teológicas de fe,
esperanza y caridad (1 Cor 13), las virtudes morales o sobrenaturales infundidas (Sab 8:7), y
los dones del Espíritu Santo (Is 11: 2-3). Sin embargo, estas personas son aun bebés en
su caminar. Dios les da leche mas no comidas sólidas(1 Cor 3:2), ya que no pueden tolerar
nada mas fuerte. Están llamados a entregarse más y más a la sabiduría que vive en ellos
para que puedan ser santificados completamente (Rom 6:19), recibiendo gracia tras gracia
(Jn 1:16).
Pero para recibir, esta alma debe vaciarse de las ataduras del pecado, del apego a las
criaturas y del apego a sí mismo. Por esta razón el camino de los principiantes es también
llamado el camino Purgativo.
El principiante en la vida espiritual debe dedicarse a dejar los pecados mortales, los lapsos
morales que no solo pueden terminar su progreso en la vida espiritual sino hasta lanzarlo al
infierno, si muriera en esa condición. Una vida
a la acción de la gracia. Esto solo puede ser alcanzado por un esfuerzo personal persistente
para evitar el pecado y arrepentirse inmediatamente
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de él cuando es cometido. Cristo nos ha dado los medios sacramentales necesarios llenos de
gracia (la Reconciliación y la Eucaristía) para obtener la victoria y si se utilizan con frequencia
y de una manera correcta, esta victoria podra ser obtenida. Por tanto, es de verse que dicha
victoria es poco probable obtenerla en esta temprana etapa de la vida espiritual.
de la oración. Conocer más a Dios nos lleva a amarlo más, este gran amor
a Dios nos lleva a quererlo conocer cada vez más. Por esta buena razón,
las Escrituras nos revelan que la intimidad con Dios es como la intimidad
A Dios se le conoce solo por fe, de tal manera que la persona que desee crecer en caridad,
(amor por Dios y por los demás ya que amamos a Dios) debe crecer en la virtud de la fe. Esto
se logra ejercitando la fe que ya tenemos, es decir, por medio de la cooperación con la gracia
de fe que ya tenemos, dejamos que esta misma crezca, un crecimiento que solo Dios nos
puede dar. Esto se logra por medio de oración y meditación de las verdades que ya sabemos,
por medio de la fe. El llamado de las escrituras para lograr esto está en el gran libro de
oración de la Biblia: los Salmos; el Salmo 1.
el pecado de su vida) y meditando en la Ley del Señor noche y día. Por Ley se referían en los
Salmos a la Torah, los libros de Moisés, lo que había sido revelado por Dios hasta entonces.
Para la Revelación Divina Católica, esta ley consiste en las Sagradas Escrituras y la tradición,
aunque todo lo que concierne a la fe enseñado por la Iglesia es digno de meditación.
Por lo tanto, la persona que medita considera lo que Dios le ha revelado para cambiar su
vida. Esto significa que meditar es más que un simple estudio. Es la conversación en oración
con Dios sobre Su Verdad y su significado y la aplicación de dicha Verdad en la vida de la
persona. ¿Cómo me enseña a amar a Dios?, ¿Cómo me enseña a amar a mi prójimo?, ¿Qué
cambios son requeridos en mi vida?. La meditación nos lleva a un mayor conocimiento de la
verdad revelada y a un mayor conocimiento de Dios, así como un esfuerzo práctico de amar y
servir a Dios y al prójimo.
Mientras una persona practica fielmente la meditación, así sea utilizando las Escrituras, el
Catecismo, el rosario o alguna otra fuente de verdad divina, es normal que por medio de la
mente humana simplifiquemos el concepto de las cosas – sacando de la complejidad de
muchas ideas una simple noción de la verdad. Al igual que al conocer bien a una persona, el
conocimiento de Dios y Su verdad revelada se convierten en conocimiento intuitivo más que
de la simple razón. En el corazón humano el amor a Dios también se convierte en un amor
simple y directo, sin complicarse con motivos poco importantes. Este tipo de oración ha sido
llamada contemplación adquirida (en cuanto al intelecto) o la oración de la sencilla unión (en
cuanto a la voluntad). Adquirida significa que está al alcance del esfuerzo humano y no es en
sí sobrenatural. Si meditación es como mirar un bello atardecer y pensar en los bellos colores
rojos, verdes, púrpuras, las nubes, la tierra, analizándolo y apreciándolo desde varios ángulos
y distintas perspectivas; la contemplación abarca todo como si fuera una sola cosa,
experimentando el asombro y la grandeza inexpresable de ello. En cuanto a la voluntad, la
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persona se encuentra amando a Dios con facilidad, sin tener que hacer el mayor esfuerzo
para entrar en este fervor. Esta simplicidad gemela de lo intelectual y de la voluntad es el
requisito inmediato para la oración sobrenatural, a lo que se le llama contemplación infundida
u oración mística, que solo Dios puede dar.
del camino purgativo la persona ha hecho todo lo posible, humanamente hablando, asistido
por la gracia de Dios, para amar a Dios venciendo al pecado y para conocer a Dios
entendiendo Su Verdad revelada. Lo que se requiere para la continuación del crecimiento
espiritual es la intervención de Dios en el alma para sacar de raíz los rastros del pecado y
para iluminar el alma sobre la verdad, mas allá de lo que puede lograr la meditación.
Una vez que la Noche Oscura de los sentidos cesa, la persona comienza a apreciar y a
entender las gracias de la contemplación que esta recibiendo, ya que la Noche Oscura de los
sentidos lo ha purificado y preparado para esta forma de oración sobrenatural. Es durante
esta iluminación que Dios le permite a la persona profundizar en la Verdad que ha recibido
como un regalo y no como fruto de los estudios teológicos o de la meditación. Revelaciones
privadas, locuciones, entre otras comienzan a ocurrir. Sin embargo estas no son necesarias
para el camino de la iluminación, que consiste esencialmente en el entendimiento mas
profundo de los misterios de la fe, dados como gracia de luz intelectual de Dios. El alma es
también impregnada de un gran celo de Dios, deseosa de propagar el amor de Dios por
medio del apostolado u otros medios.
A pesar de este gran avance espiritual, San Juan de la Cruz advierte sobre el peligro de la
complacencia o especialmente la soberbia. La Noche Oscura de los sentidos ha sacado de
raíz los rastros del pecado, pero el pecado puede seguirse manifestando en forma espiritual,
ya que por cada pecado capital hay una forma espiritual. Por ejemplo, aquel que a lo mejor no
vuelve a caer en la avaricia material puede caer en la codicia espiritual. Este pecado capital
puede tomar la forma de curiosidad excesiva por el conocimiento, por nuevas iluminaciones,
no poniendo en práctica lo que han aprendido, pero convirtiéndose en una especie de orgullo
espiritual. Como el diablo se puede aparecer en forma de ángel de luz, San Juan de la Cruz
previene fuertemente a las almas de buscar gracias extraordinarias de ningún tipo. Del mismo
modo, dado a los peligros de orgullo y autoengaño, la necesidad de dirección espiritual para
alguien que ha comenzado a recibir gracias místicas es esencial.
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III. El Camino de la Perfección o el Camino de la Unión. Para ser purificado de los últimos
residuos del pecado, ya que sus raíces están plantadas en lo más profundo del alma, la
persona a quien Dios llama al camino de la perfección, debe pasar por otra Noche Oscura,
esta vez del espíritu. San Juan de la Cruz nos dice que esta Noche Oscura del espíritu es
mucho más intensa que aquella de los sentidos, ya que la necesidad de purificar los sentidos
es mucho menor a la necesidad de purificar el espíritu. Esto se puede comparar con la
purificación del purgatorio, pero acompañado de las confusiones materiales como las
enfermedades, la persecución, el abandono, que Dios le envía al alma en esta etapa. Al igual
que la otra Noche Oscura, el alma depende únicamente de Dios, de la fe pura, la esperanza y
el amor. Luego de salir de esta prueba, el alma, por medio del abandono y la fidelidad total a
la gracia de Dios, se encuentra en una unión irreversible con Él. Dios le da lo que se llama el
matrimonio místico (anticipando el Matrimonio del Cordero con su Iglesia al final de los
tiempos) o la Unión Conforme. La voluntad humana, llena de la grandiosa experiencia de la
bondad de Dios, no es capaz de alejarse de Él. Es capturada por la belleza de su Esposo.
Cualquier imperfección en su vida moral es sólo causada por la fragilidad indeliberada de la
naturaleza humana, en vez de por pecados veniales derivados de la voluntad. El pecado
mortal es imposible de cometer, ya que la experiencia de Dios llena a la persona de gracias.
Como dice San Juan de la Cruz, sólo el velo de la carne separa el alma de la Visión
Beatificante. A la hora de la muerte, la entrada directa a la Presencia de Dios es segura, ya
que el alma ha pasado por el purgatorio aquí en la Tierra.