Entrevista A Fontanarrosa
Entrevista A Fontanarrosa
Entrevista A Fontanarrosa
Gabi nos explica: a raíz de la evolución de su enfermedad Roberto no puede moverse solo sin dificultades.
Así que al irnos tendremos que cerrar nosotros y dejar la llave abajo, en el bar.
"Estuve por ahí cuando se jugó la Copa América en Paysandú", dice el Negro, acerca de Concepción del
Uruguay, y mientras se preparan todos los detalles: cables, iluminación y demás. Sabe que habrá pedido de
autógrafos, y como ahora le cuesta más, pide empezar ya con las firmas. Por sus modos, por su amabilidad,
invita a tratar de "che". También le entregamos un obsequio: un mate grabado por el Viejo Artesano Sito, que
ostenta el Matienzo y una leyenda que habla de nuestra admiración.
¿Es cierto que te gustan los reportajes, que los considerás casi un género aparte?
Son parte del trabajo y de la difusión, y además indudablemente colaboran con la vanidad del reporteado.
Pero siempre entendí que son una consecuencia, no una causa. La causa es el trabajo bueno, malo o regular
que uno haga en la mesa de dibujo. El conocimiento que tiene la mayoría de la gente, más que nada sobre los
escritores, casi siempre proviene de los reportajes y no de haber leído los libros. Ojo: también hay que elegir
el tipo de reportaje, porque yo no voy a ir a un reality show. Pero en cambio un reportaje radial donde uno
puede hablar de su trabajo, expresarse o emitir una opinión, lo incorporo como una posibilidad más de
expresión.
-Sí, además soy un lector de reportajes, biografías, informes periodísticos. Incluso en mi último libro El Rey
de la Milonga, he tomado bastante de la forma periodística de contar; simulando las maneras de los informes
periodísticos.
-Al principio se confundían los roles y en muchos reportajes la intención era que uno dijera cosas graciosas.
Con el tiempo decidí no entrar en eso; en primer lugar porque es un laburo más, te hacen trabajar (risas) . Si
aparece algo humorístico es refrescante y bueno para las charlas o reportajes, pero es un error crear una
expectativa falsa: "Ahora nos vamos a reír y a divertir con Fontanarrosa", cuando los humoristas gráficos en
general no tenemos la virtud de contar chistes y sustentar con eso sus presentaciones. A veces me llaman de
radios y los productores me dicen que quieren tocar tal tema pero desde la perspectiva del humor, queremos
hacer algo divertido. Y yo les digo: "Bueno, y ¿quién va a hacer la cosa divertida?". Porque llegado el caso es
un laburo, y no es que pretenda que me paguen, sino que no se confunda una cosa con la otra.
-Inodoro Pereyra nació como parodia de géneros de moda 40 o 50 años atrás... ¿A qué atribuís la
notable vigencia que tiene hasta hoy?
-Es muy difícil acertar qué le puede gustar al público. Si uno toma cuatro dibujos y se los muestra a cuatro
personas, a cada uno le gustará uno distinto. En otros ámbitos, como el teatro, hay formas más directas de
captar lo que pasa con la audiencia. En mi caso yo publico un chiste y después no se habla más de él. El
contacto con el público es más distante. A veces, colaborando con Les Luthiers decimos que tal o cual chiste
va a andar muy bien y después no pasa nada... No hay certezas con respecto a la respuesta. Yo empecé
Inodoro Pereyra o Boogie sin saber de qué iba a tratar, fue cambiando el estilo, la manera de contar. Desde
hace mucho trato de meter en cada cuadrito un chiste o una pequeña ocurrencia. Realmente no sé por qué
Inodoro se mantiene tan vigente. Creo que es gracioso, que la gente lo lee sabiendo que en algún momento la
puede hacer reír, pero también hay algo acumulativo: con Les Luthiers, apenas sale Marcos (Mundstock) al
escenario la gente ya se empieza a reír, porque recuerda cosas que ha dicho antes y de las que también se ha
reído. Yo les digo que a esta altura ya pueden decir cualquier cosa arriba del escenario que la gente igual se va
a reír. Tal vez con Inodoro Pereyra pase algo parecido.
-Con tus libros también se genera una gran expectativa. ¿Pasa algo similar?
-Ahí ya no tengo un registro tan exacto, pero de todas maneras mi insistencia al publicar mis libros también
cumple un gran papel. Serrat suele repetir que lo importante es reírse. Y es cierto, aunque a veces se lo tome a
la ligera. Al humor siempre se lo toma un poco despectivamente desde la crítica... siempre tiene más jerarquía
el drama. Pero la risa es importante. Yo como espectador estoy muy agradecido con todos los tipos que me
han hecho y me hacen reír. Uno va a ver una película que le gusta y sale del cine de buen ánimo, por ahí te
hace cambiar el humor de una semana o hasta de un mes. Uno se acuerda de situaciones con amigos en las
que se ha reído mucho; hay amigos con los que uno sabe que se va a reír y por eso los frecuenta más, y todo
eso hace muy bien. A partir de eso la gente sabe que un producto le puede generar esa risa y por eso lo busca.
Como decía el Gordo (Roberto) Cognigni, el director de Hortensia: "La risa se ha convertido en un producto
de primera necesidad". En un ambiente donde está todo difícil y hay que pelearla mucho, la posibilidad de
reírse es en verdad muy buscada. Y sigue siendo más jerarquizado el drama, lo que tal vez no sea injusto. Los
grandes escritores o pensadores trabajan sobre los problemas profundos del ser humano que siempre son
dramáticos, y son los que dejan huellas. Pero como yo no estoy capacitado, ni tengo intención, ni me interesa
contar la profundidad de mis dramas personales, hago otro tipo de trabajo que apunta más a la risa y a
entretener. Y si yo consigo eso me doy por muy bien pago.
-Sí. Pero yo nunca me sentí marginado. Es cierto que quien llega desde afuera a una actividad es visto con
recelo. Los dibujantes, caricaturistas, humoristas, muchos excelentes desde el punto de vista plástico, si
quieren ponerse a pintar, el ámbito de la pintura los mira con desdén como diciendo: "Éste viene de un
género menor, es un paracaidista". En mi caso nunca percibí eso. Yo vengo de la publicidad, del periodismo,
de la historieta, pero siempre he tenido muy buena relación con muchos de los escritores, la crítica siempre ha
sido muy benigna conmigo. Yo no participo demasiado de los reductos literarios. En primer lugar porque
estoy en Rosario, aunque acá tengo amigos escritores como Angélica Gorodischer, Jorge Riestra, pero no nos
juntamos mucho a hablar de estas cosas. Y me doy cuenta cuando nos reunimos con gente de la literatura en
Buenos Aires -salvo aquellos más futboleros como Sasturain, José Pablo Feinmann, como lo fue el Gordo
Soriano- y por ahí tienen una erudición que yo no tengo. Hablan de autores que no conozco y me quedo un
poquito afuera en ese aspecto, pero nunca me sentí marginado de la cosa. La crítica me interesa menos que el
contacto con el público; si yo viera que mis libros no se vendiesen en absoluto ya sería otro problema.
-Me sentí muy cómodo, jugando de local, en un ámbito conocido y con un público que me conoce
personalmente. Lo que pasa es que dudé mucho sobre qué iba a exponer. No lograba encontrar el tema. En un
principio iba a hablar sobre el idioma castellano, y después me di cuenta que no era lo mío; me hubiese
superpuesto con la mayoría de los expositores. Y en un momento se me ocurrió lo de las malas palabras, que
podía ser un buen tema, a partir de la curiosidad: ¿por qué algunas palabras son calificadas de malas? No
había una intención escandalizante ni provocativa, simplemente era plantear esas preguntas. En definitiva
podía parecer -y creo que lo era- una defensa de las malas palabras, de algunas que ya están incorporadas y
tienen una fuerza y expresividad que no pueden ser reemplazadas por otras. Pero fue gracioso cuando yo
intercambiaba mails con la gente de la Academia y les informé el tema... Produjo una especie de recelo
porque habrán pensado que yo iba a hacer algo tipo Jorge Corona arriba del escenario (risas). Les expliqué
que se quedaran tranquilos. Pero por normativas del Congreso me pedían que les pasara el texto antes de
hacer mi exposición. Y yo les contesté que no tenía texto, que tenía un ayuda-memoria, lo que acrecentó sus
dudas (risas). Pero después salió todo bien, fue divertido, se planteó una polémica en torno a las malas
palabras y en definitiva yo me divertí con ese asunto.
-Hablabas de la importancia que le das a la respuesta del público... ¿De qué manera incide en tu obra?
-Es que he hecho algunas cosas muy esporádicas. A Inodoro Pereyra y Boogie yo no pensaba seguirlos, eran
unas tiras aisladas. En ese momento Hortensia se vendía mucho, hubo una respuesta del público y por eso
seguí con ambas. Pero para mí es muy trabajoso mantener un personaje... Una cosa es empezarlo, todo es
lindo, uno se entusiasma, es algo nuevo, ¡pero después hay que mantenerlo! Yo mantuve durante muchísimos
años dos personajes simultáneos que fueron Boogie e Inodoro Pereyra. Ahora a Boogie hace mucho tiempo
que no lo hago. (…)
-Cuando empecé a publicar en el 73 me asustó por la velocidad con la que come material. Mandaba un
grupito de chistes y de repente te quedaba uno solo. Después le vas tomando la mano, como a todo. A mí
nadie me había dicho cómo era el trabajo, hacía chistes de náufragos, chistes atemporales. Tardé en darme
cuenta que lo que debía hacer era leer el diario... Yo anoto cosas de las noticias y lo hago, no con facilidad,
pero es menos exigente que hacer Inodoro Pereyra. Yo sé que lo empiezo y cuando tengo solucionado el texto
lo termino bastante rápido. Inodoro es más largo, más complicado, más arduo de hacer el diálogo. Y para
dibujarlo es un tamaño más pequeño; nunca he tenido mayor drama, pero ahora, con estos problemas físicos
de falta de destreza en la mano, se hace muy trabajoso.
-Sí, pero tampoco exagerado. Voy a tener que reverlo, porque posiblemente deba aumentarlo un poquito. Pero
de por sí Inodoro es trabajoso porque los personajes son más chiquitos y todo se hace más minucioso.
-Yo soy muy precario con el color porque empecé copiando de historietas en blanco y negro. Después aprendí
un poco en mi paso por el mundo de la publicidad, pero si por mí fuera no usaría el color en la historieta. En
Inodoro Pereyra aún es algo primitivo porque no lo coloreo con la PC.
-(Risas) Sí, sí, es infantil. Porque yo hago una copia en blanco y negro, le superpongo un papel vegetal y
sobre eso le paso fibra como los chicos. No hay cambios tonales, ni degradé, ni nada, y a veces sale bastante
desprolijo porque se bandea, el papel vegetal se corre. A lo que sí le doy color es a las páginas unitarias que
alternan con Inodoro cada domingo, pero siempre con dificultad, temeroso de arruinar el dibujo
completamente, no tengo familiaridad con el color. Tal vez con el tiempo uno ha tomado cierto oficio para
darle color, pero cuando uno mira cosas del Negro Caloi, del Negro Crist, de Nine, te dan ganas de no dibujar
más ni pintar más. Son tipos con enorme destreza con el color, cosa que a mí no me ocurre.
-Sí, por supuesto. El dibujo mío cuenta bien lo que quiero contar. Tampoco soy un horrible dibujante, pero
buenos son Sábat, los Breccia, son tipos muy virtuosos dibujando. Pero ojo, para contar lo que yo quiero me
alcanza. Nunca me sale el dibujo como yo hubiera querido, pero de todas maneras tampoco tengo gran
expectativa. Mis mayores dificultades son qué contar y cómo contarlo. Y siempre repito que, a mi juicio, una
buena idea salva un mal dibujo, pero un buen dibujo no salva una mala idea. Hablo en el aspecto del humor,
ya en la ilustración es diferente. Ahí ya es técnica y dibujo puro.
(…)
-En el ámbito de la música suele suceder que las bandas en sus comienzos deben volcarse hacia lo
comercial y dejar sus ideales de lado... ¿Esto pasa en el humorismo?
-Yo tengo una teoría que explica la buena relación que en líneas generales hay entre nosotros los humoristas,
que tampoco somos demasiados. Hay competencia, por ahí habrá alguna envidia, pero no existe el vedettismo
que hay en otros rubros, y eso es porque todos en algún momento pasamos por la publicidad, y si hay algún
rubro que atenta contra tu orgullo esa es la publicidad (risas). ¡Te tocan tantas veces el culo en la publicidad!
A mí no me interesaba para nada vender, sólo quería hacer un dibujo que fuera lindo. Por ahí hacía un lindo
dibujo, ya me lo imaginaba publicado, y el dueño del negocio me decía: "No, a esto lo vamos a reemplazar
por una foto de mi hijo; acá vamos a poner una oferta de ropa interior; acá sacale los anteojos y ponele un
sombrero...". Y yo lo hacía... entregabas el dibujo, te pagaban y a otra cosa. Entonces el vedettismo ahí se te
viene abajo. Nosotros tomamos esto más como un oficio que como un arte. También en publicidad hacés una
cantidad enorme de cosas que no te gustan, entonces surge la disyuntiva: ¿Voy a comerciar con mi arte? ¡Por
supuesto que voy a comerciar! ¡Y voy a vivir de eso! (risas). Después con el tiempo afortunadamente uno ya
puede elegir algunas cosas, esto lo voy a hacer, esto no. ¿Sabés la cantidad de veces que dibujé cosechadoras
y trilladoras? Pero siempre era mejor que trabajar en un banco... yo lo hacía todo con alegría.
- Claro, jamás soñaste que te pagarían por hacer lo que le gustaba hacer...
-Yo arranqué desde muy chico simplemente porque me gustaban las historietas, especialmente las de
aventuras, y para mí era un entretenimiento. Y lo sigue siendo ¿eh? copiar a Hugo Pratt, al Sargento Kirk,
Ernie Pike, Pepe Dinamita, de El Tony, de Misterix... Y que después uno se gane la vida de esto es un
privilegio, es realmente un privilegio. Vos mencionabas la música, mi hijo es músico, tiene 22 años y vive en
Buenos Aires. Y yo estoy tan contento... no sé si terminará tocando en el subte o en Obras, pero que se va a
divertir, la está pasando bien y que está entusiasmadísimo con el asunto, a mí me tranquiliza mucho. Yo le
digo que es preferible ganar cinco pesos haciendo algo que te gusta y no diez haciendo algo que no. La
pregunta del millón es si los cinco pesos te alcanzan... porque si no es muy fácil decir "¡Apelemos a la
bohemia y el arte!", pero si te morís de hambre tampoco es gracioso. Pero tener una vocación fuerte es
formidable. Lamentablemente la mayoría de la gente no la tiene, les gusta algo pero no lo suficiente y
terminan trabajando en lo que menos les molesta. Pero esa posibilidad de volver de las vacaciones y tener
ganas de trabajar, esperar el lunes porque uno trabaja de lo que le gusta es formidable. En general es distinto,
la gente está desesperada por irse del trabajo, y tiene razón (risas), pero no es lo mismo si hay una vocación
fuerte.
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