Variedades Geograficas Sociales Diafasicas

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VARIEDADES GEOGRAFICAS SOCIALES DIAFASICAS

La variedad lingüística hace referencia a la diversidad de usos de una misma


lengua según la situación comunicativa, geográfica o histórica en que se emplea y
según el nivel de conocimiento lingüístico de quien la utiliza. Así pues, en función
de la variable que interviene, se distinguen cuatro tipos de variedades: las
variedades funcionales o diafásicas (los registros de lengua), las variedades
socioculturales o diastráticas (los niveles de lengua), las variedades geográficas o
diatópicas (los dialectos) y las variedades históricas o diacrónicas.

Desde la segunda mitad del siglo XX los estudios sobre la variedad lingüística se
ponen de relieve en las disciplinas que, como la sociolingüística y el análisis del
discurso, incluyen en la descripción de la lengua factores externos que explican su
uso. Estas disciplinas establecen relaciones entre fenómenos internos al sistema
(cuestiones de pronunciación, lexicología, morfosintaxis) y fenómenos sociales y
situacionales determinantes para su descripción: por ejemplo, a la poca densidad
léxica de la variedad coloquial de la lengua se opone la riqueza y precisión del
vocabulario de la variedad formal escrita. Por su parte, la lingüística comparada e
histórica del siglo XIX ya había abierto un camino muy fructífero en el estudio de
las variedades históricas y geográficas.

En los trabajos sobre variación lingüística se utiliza el término variedad estándar


para designar lo que es común y neutro en una lengua, esto es, la «lengua
general» no marcada por factores individuales o contextuales. No obstante, como
se ha anunciado arriba, no todos los hablantes utilizan del mismo modo la lengua:
no pronuncian igual un mismo fonema, no emplean las mismas unidades para
construir una determinada estructura sintáctica, escogen significantes distintos
para transmitir un mismo significado, no siguen los mismos procesos de
producción de un discurso, etc. Estas diferencias vienen determinadas por las
características particulares del hablante —su lugar de nacimiento, formación
cultural, edad, profesión, etc.— y por las características del contexto de
comunicación —relación con el interlocutor, objetivo del mensaje, canal de
comunicación, tiempo, etc.—. En función de estas circunstancias, se diferencian
cuatro tipos de variedades lingüísticas:

Las variedades funcionales o diafásicas (los registros) son las modalidades


lingüísticas que se eligen determinadas por la situación de comunicación. Según el
medio empleado (oral o escrito), la materia abordada (corriente o de especialidad),
según la relación que exista entre los interlocutores (de solidaridad o jerarquía) y
la función perseguida, se distingue entre diversos registros: registro coloquial,
formal, familiar, especializado, elaborado, espontáneo, etc.; los registros
especializados han sido denominados también tecnolectos. Entre las variedades
funcionales o diafásicas se encuentran además las jergas (variedad utilizada
dentro de una profesión determinada) y los argots (variedad característica de un
determinado grupo social: argot juvenil, argot del hampa, etc.).
Las variedades socioculturales o diastráticas (los niveles lingüísticos) son las
diferentes formas de usar una lengua según el nivel de instrucción del hablante y
su estima hacia el idioma. Estas variedades de la lengua también reciben el
nombre de sociolectos. Según cual sea el grado de dominio que un hablante
posee del código lingüístico y del discurso se distinguen tres niveles de lengua: el
nivel alto o culto (variedad social que se caracteriza por el uso de recursos
lingüísticos diversos y elaborados), el nivel medio (variedad con un grado medio
de conocimiento del idioma) y el nivel bajo o vulgar (variedad social definida por el
escaso dominio de la lengua). Entre la variedad diastrática y la diafásica se da una
determinada relación, por cuanto esta se ve condicionada por aquella: un hablante
que posee un nivel culto de la lengua es aquel que es capaz de utilizar el registro
más apropiado para cada situación de comunicación; en cambio, un hablante con
un nivel vulgar emplea siempre del mismo modo —el único que conoce— la
lengua, independientemente de las condiciones de la comunicación. El uso de
vulgarismos pone de manifiesto el poco grado de instrucción lingüística de un
hablante: por ejemplo, el empleo de palabras mal formadas ([amoto]) o de
enunciados agramaticales revelan desconocimiento del sistema de la lengua.
Las variedades geográficas o diatópicas (los dialectos) son los usos lingüísticos
que se emplean en un determinado territorio. En español, los dialectos
meridionales (andaluz, extremeño, murciano, canario, español de América)
presentan rasgos lingüísticos diferenciados de las variedades regionales
septentrionales: por ejemplo, la curva entonacional, el seseo y la aspiración de la h
y la s, o el uso de un léxico propio de cada zona geográfica.

Las variedades históricas o diacrónicas constituyen realizaciones de la lengua que


caracterizan una determinada etapa de su historia. En la historia de la lengua
española, se distingue entre el español arcaico (ss. X-XII), el español medieval
(ss. XIII-XV), el español clásico o del Siglo de Oro (ss. XVI-XVII), el español
moderno (ss. XVIII-XIX) y el español actual.

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