La Pascua de Los Sentidos - Anselm Grun
La Pascua de Los Sentidos - Anselm Grun
La Pascua de Los Sentidos - Anselm Grun
La Pascua
de los sentidos
SAL TERRAE
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Edición Digital
ISBN: 978-84-293-2238-5
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Prólogo
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La pascua de los sentidos
1. El fin de los Ejercicios Espirituales es propiciar una experiencia de Dios original que
emerja desde lo más hondo del ejercitante y se extienda por toda su persona
integrándola. A través de diferentes modos de oración y discernimiento,
meditación, contemplación, examen, oración vocal, etc., el encuentro con Dios va
configurando la persona «a su imagen y semejanza», según se nos ha revelado en el
Hijo encarnado, en la humanidad de Jesús de Nazaret.
Con profunda intuición, Ignacio sabe que el centro de la persona está en el
corazón. Cambiar la afectividad profunda es el objetivo de los Ejercicios
Espirituales. Lo afectivo es lo efectivo. Cuando deseamos algo profundamente, toda
nuestra persona se configura por dentro para conseguirlo y polariza nuestra relación
con los demás y con la creación. Pero los Ejercicios nos cambian también la
sensibilidad, la manera de percibir la realidad donde Dios nos ofrece
incesantemente «la vida verdadera».
En la oración prolongada se van removiendo los afectos, no para anularlos,
sino para ordenarlos hacia la creatividad, la comunión y la vida en plenitud, para
liberarnos, encontrar la propuesta que Dios nos hace en respeto a nuestra
originalidad, y entregarnos a ella con toda pasión. No se trata de congelar la
afectividad, de convertirnos en seres distantes y calculadores que se alejan de la
vida para no contaminarse, sino de encender una gran pasión que nos unifique por
dentro y despierte en nosotros un seguimiento radical de Jesús de manera creadora
en medio de los cambios vertiginosos y profundos que nos zarandean, superando la
dispersión y la incertidumbre que hoy socavan la vida. Desde ese cambio del
corazón cambiará también nuestra sensibilidad, nuestra manera de percibir la
realidad a través de nuestros sentidos, pues es el corazón el que ve.
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en clientes seguros que no esperen la novedad de otras marcas, sino de una concreta
de la que somos fieles y devotos seguidores precisamente en un mundo volátil y
quebradizo donde las pertenencias y alianzas son débiles.
Vivir en el impacto de las sensaciones seductoras genera en nosotros una
manera de percibir la realidad que es superficial, cambiante como las modas que se
reinventan al ritmo de las estaciones del calendario. Vivir en la moda no es solo una
referencia a la ropa. Se ponen de moda estilos de vivienda, utilización del tiempo
libre, marcas de vehículos, lugares de diversión, prácticas sociales... Frente al tedio
de la superficialidad, el rostro siempre cambiante de las modas nos ofrece nuevos
productos que nos deslumbran el tiempo suficiente para abalanzarnos sobre ellos, y
para que pierdan su brillo cuando los nuevos inventos tocan a la puerta de nuestros
sentidos en el hipermercado mundial en el que estamos sumergidos. Nuestros
sentidos seducidos se van acostumbrando a percibir la realidad según los intereses
que llevamos en el corazón, que son impuestos y ajenos. Nuestro «yo colonizado»
percibe la realidad como los dueños quieren, para ponernos a soñar dentro de sus
sueños y convertirnos en terminales fervorosas de sus ambiciones.
3. Existe otra dimensión de la realidad. En lo más hondo de todo lo que existe, debajo de
las etiquetas, de las cáscaras, de la piel, trabaja constantemente el Espíritu de Dios
haciendo nuevas todas las cosas desde dentro, no desde la seducción, sino desde
una llamada a la libertad, no desde el consumo de productos con marcas de calidad
que prometen la dicha y el prestigio social, sino desde la propuesta de elaborar
nuevas realidades que responden a las necesidades más hondas del ser humano. Su
oferta de vida nueva no se evapora en la volatilidad de la moda, ni ignora nuestras
necesidades fundamentales, ni nos desconoce a nosotros mismos. Nos llama por
nuestro nombre con nuestra historia.
Una sensibilidad cautiva no puede percibir esta realidad última, pues los
sentidos están condicionados por intereses impuestos, disfrazados de buenos y
brillantes, escondidos en repliegues oscuros del propio corazón. Es el corazón el
que ve. Nuestra afectividad profunda hace posible que podamos fijar los sentidos,
contemplar y percibir lo que nos interesa captar de la realidad. Ante un paisaje un
pintor ve todos los matices de los colores, un inversionista calcula los beneficios de
una posible urbanización, un ecologista cataloga las especies que hay que preservar.
Ante un jardín bien cuidado le dije a un amigo: «Aquí ya todo el trabajo está
hecho». Estalló en una carcajada clamorosa y me dijo: «Está claro que tú no tienes
ojos de jardinero».
El que lleva en su corazón la pasión por Dios y por su reino, ve de qué manera
Dios está presente y trabaja en cualquier coyuntura humana, qué novedad
salvadora se va gestando en el misterio de las personas y de la historia. La mirada
mística cree profundamente que no hay realidad dejada de la mano de Dios, y trata
de encontrar de qué manera la asume Dios en cada momento. Toda realidad es
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sagrada y tiene un puesto en el plan de Dios. Ni podemos destruirla cuando no nos
gusta, ni apoderarnos de ella cuando es bella y agradable.
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En este libro privilegio lo que nos ayuda a realizar este cambio de la
sensibilidad. Calles que solo mostraban su dureza empiezan a transparentar la
dignidad, los trajines que aturden revelan una búsqueda infinita y los rostros
marcados por las privaciones son un dibujo que ha tatuado lentamente la fortaleza
de la vida. La sensibilidad afinada resucita delante de nosotros situaciones y
personas, las saca de la cueva oscura y les quita el sudario de muerte que las
envuelve. La realidad no ha cambiado, pero nosotros nos asomamos a ella con la
pasión de descubrir su verdad más honda, de sintonizar con sus mejores
dinamismos y de unirnos al Creador discreto que abre el futuro a posibilidades
fascinantes que nos hacen a todos realmente humanos. El encantamiento del
corazón no llega desde estímulos de laboratorio que producen una dicha química en
el cerebro, ni desde deslumbrantes fuegos artificiales en el horizonte de la noche
hastiada, sino desde las realidades más enraizadas en el humus fecundo de la tierra,
en el Creador. Ese era el deseo de Isaías en el tedio sin horizontes del exilio en
Babilonia: «Ábrase la tierra y germine la salvación» (Is 45,8), la vida nueva
corriendo por las venas de la tierra ajena de los dominadores que creían tener el
control absoluto del futuro.
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1. Introducción a la oración
Salir de las manos creadoras de Dios no fue una despedida. En ese instante comenzó
para cada uno de nosotros un encuentro con Él que ya no tiene orillas. En esta vida y en
la eternidad seguiremos adentrándonos en el misterio infinito de Dios.
Orar es un encuentro personal con el Dios que nos ha creado a su imagen y
semejanza. Nos comunicamos con Él. Hablamos y escuchamos. En esa relación
existimos y crecemos. Como en toda comunicación personal existen muchas maneras de
decirnos. La palabra nos expresa, pero en determinados momentos enmudece y surge el
silencio, pues la palabra ya no es capaz de contener lo que llevamos dentro. El abrazo, el
beso, la mirada comunican lo indecible en la acogida. El golpe, la mudez o la lejanía
pueden significar el rechazo.
Cuando nos sentimos consolados, con sabor en la oración y unificados por dentro,
nos es fácil estar cerca de Dios y confiar en Él. Cuando experimentamos soledad,
distancia, ausencia o tentación, entonces se nos hace difícil orar y tendemos a huir y a
refugiarnos en algún oasis conocido en vez de seguir adentrándonos por ese desierto que
parece devorarnos. La cultura actual negocia los espacios que nos alivian, nos distraen,
nos divierten, promueve los instrumentos electrónicos que nos conectan de manera
permanente con la «nube» del entretenimiento. No somos capaces de esperar a Dios
mucho tiempo, somos impulsados a vivir en el instante. Pero nosotros estamos
radicalmente hechos para el encuentro con un Tú inagotable y solamente en este
encuentro halla nuestro corazón su sentido y su horizonte.
Dios nunca se separa de nosotros, pues «en él somos, nos movemos y existimos»
(Hch 17,28). Pero a veces se esconde: «Tú eres el Dios escondido» (Is 45,15). Con todo,
no se trata de perseguirlo en las ensoñaciones sin fin de nuestro mundo interior: «Yo
nunca os dije: “Buscadme en el vacío”» (Is 45,19), sino de encontrarlo en la fidelidad a
la vida, de permanecer en el Dios que hace nuevas todas las cosas. Si lo buscamos donde
se rehace la vida rota, entonces el Señor nos dirá: «Aquí estoy» (Is 58,9).
Con frecuencia nos alejamos de Él precisamente cuando estamos a las puertas de un
nuevo paso. El desierto y la tentación nos asustan. Cuando llegamos al límite, a la noche,
a la debilidad, nos sentimos perdidos, pero podemos estar al comienzo de una nueva
etapa, de una purificación honda de nuestra ambigüedad radical que siempre se esconde
a la sombra de nuestras motivaciones más evangélicas y tergiversa nuestra libertad.
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Necesitamos la purificación de lo que nos impide una comunión más profunda con Dios
y con los demás.
Podemos reproducir en la relación con Dios nuestra manera falsa de acercarnos a
los otros. Para sentirnos seguros, dominamos a los otros, y podemos tener la pretensión
sutil de querer tener también a Dios en nuestras manos cuando hemos actuado según sus
leyes para que Él nos dé «lo que merecemos», lo que «nos toca» porque hemos cumplido
lo acordado. Es un intento de controlar a Dios. A veces nos fusionamos con otros para no
sentir la angustia y la soledad de nuestro ser original. De la misma manera pretendemos
perdernos en Dios para no vivir la alteridad de ser nosotros mismos con nuestra propia
libertad. La unión con Dios no nos absorbe, sino que nos devuelve a nosotros mismos
con una autenticidad más honda. En otras ocasiones la cotidianidad desabrida nos aleja
de Dios y nos acomodamos en las rutinas de la convivencia con sus rituales domésticos o
litúrgicos. Pero Dios es amor ferviente. Somos la misma relación en todo encuentro y la
falsa relación con los demás nos puede revelar la pobreza de nuestra relación con Dios.
Dios es el que tiene la iniciativa para conducirnos por el camino único que
recorremos cada uno de nosotros dentro de su corazón y en la construcción de su reino
en nuestra historia. Nuestro misterio se une al misterio de Dios, tanto en la
contemplación como en el trabajo.
En estos salmos ofrezco algunos aspectos que nos ayuden a disponernos para un
encuentro con Dios siempre abierto a plenitudes insospechadas. Las relaciones
importantes para nosotros las cuidamos. Los encuentros de calidad se preparan siempre
con esmero, tanto la disposición interior, como el arreglo del cuerpo y los detalles del
espacio. San Ignacio propone en las anotaciones (EE 1-20) y adiciones (EE 73-90)
algunas señales que nos pueden ayudar para hacer mejor los Ejercicios, para estar física,
psicológica y espiritualmente disponibles para el encuentro con Dios, para abrirnos a su
iniciativa de vida siempre nueva. La plenitud de este encuentro, que según Ignacio se da
cuando Dios se acerca a la persona «abrazándola en su amor» (EE 15), nos dispone para
una entrega plena a «la vida verdadera» (EE 139) que Él trabaja para todos.
Algunas de estas anotaciones y adiciones tienen que ver con nuestra actitud interior
para entrar en el proceso «con grande ánimo y liberalidad» (EE 5), otras se refieren a los
estímulos que llegan a nuestros sentidos desde fuera y cuidan el espacio, las relaciones,
el modo de comer, y algunas más nos ayudan a situarnos en el tiempo, distribuyendo
sanamente las horas de sueño, de oración o de descanso.
Estas indicaciones de Ignacio nos orientan de manera especial en el tiempo de los
Ejercicios, pero nos ayudan también a lo largo de toda la vida. Necesitamos tiempos y
espacios en los que cuidar un encuentro que nunca se detiene, que sigue vivo a lo largo
de todos los días, en medio de todos los afanes y estímulos que desembarcan sensaciones
en nuestros sentidos.
En la cultura actual no nos basta con apartarnos de las personas, oficios y espacios
habituales, pues en una pequeña memoria podemos llevar dentro gran parte de nuestro
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mundo. Nuestro mismo cerebro puede haberse configurado con conexiones neuronales
que nos dificultan pensar, contemplar y crear en gestaciones que suponen procesos
lentos. Tal vez necesitemos un «ayuno digital» para recuperar un ritmo interior que nos
posibilite un encuentro con Dios que no está vinculado a las conexiones vertiginosas y
deslumbrantes de la red.
Las modernas tecnologías de la comunicación nos ofrecen la posibilidad de estar
permanentemente conectados, día y noche, con las personas que queremos. Siempre es
posible recibir o enviar un mensaje. Solo si existe una verdadera relación esos mensajes
son bien recibidos y fortalecen. Si la relación es mala, entorpecen y se borran sin
abrirlos. La calidad de nuestra relación con Dios nos permitirá percibir y acoger con
gusto las constantes señales de la comunicación de Dios con cada uno de nosotros, en
una discreción que nunca nos abruma.
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Necesito
Necesito
tu presencia, un tú inagotable y encarnado
que llena toda mi existencia,
y tu ausencia, que purifica mis encuentros
de toda fibra posesiva.
Necesito
el saber de ti que da consistencia
a mi persona y mis proyectos,
y el no saber que abre mi vida
a tu novedad y a toda diferencia.
Necesito
el día claro en el que brillan los colores
y se definen los linderos del camino,
y la noche oscura en la que se afinan
mis sentimientos y mis sentidos.
Necesito
la palabra en la que te dices y me digo
sin acabar nunca de decirnos,
y el silencio en el que descansa
mi misterio en tu misterio.
Necesito
el gozo que participa de tu alegría,
última verdad tuya y del mundo,
y el dolor, comunión con tu dolor universal,
origen de la compasión y la ternura.
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Disponibles
«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta
para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega,
más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma
bondad» (EE 20).
He emigrado de mi casa
hasta otro espacio y otro tiempo.
Ya no llegan a mis sentidos
con sus mensajes rituales,
palabras, paredes y trabajos.
Busco un cuerpo
físicamente disponible,
sin anclas que me amarren
al fondo de mi inercia,
y sin hervores en la sangre
que programen invisibles
mis hambres y mis goces.
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Liberación
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En tus ojos
«Un paso o dos antes del lugar donde tengo de meditar o contemplar, me
pondré en pie, por espacio de un Pater noster, alzando el entendimiento
arriba, considerando cómo Dios nuestro Señor me mira» (EE 75).
Solo tu presencia,
tus tiempos y tus ritmos,
sin ansia ni porfía,
despiertan mi secreto
de vida interminable,
donde mi futuro
brota de tu misterio
sin deudas y sin ancla.
15
A veces
«En el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener
ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga» (EE 76).
A veces,
en el oasis,
arañamos la tierra
blanda,
nuestra,
conocida,
sin encontrar
agua.
A veces,
en el desierto,
sin buscarla
el agua brota
sola,
libre,
abundante,
de la roca dura.
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Límite
El silencio es el espacio
para escuchar lo inefable.
La espera es el tiempo
para cultivar lo imposible.
La noche es la pupila
para ver lo invisible.
El límite es la orilla
para abrazar lo infinito.
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Página blanca
Página en blanco,
oído que me escucha
sin el más mínimo ruido,
retina que me acoge
sin distorsión y sin juicio,
espejo fiel y veraz
en quien me digo,
amiga que no apresa
mis rasgos vacilantes,
libertad que me ofrece
todos los caminos,
confidente gratuita
si tacho, enmiendo y rompo,
espera que no urge,
regalo que no exige,
herencia vegetal
de bosques centenarios.
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Oquedades
Solo en tu silencio
caben todas las palabras,
y yo quiero sembrar en él
los secretos que me horadan.
Solo en tu noche
duermen todos los colores,
y yo quiero soñar mestizo
con todas las diversidades.
Solo en tu ausencia
se inician todas las búsquedas,
y yo quiero adentrarme sin fin
en el horizonte de tus brazos.
Solo en tu muerte
recomienzan todos los finales,
y yo quiero resucitar en ti
las agonías que comparto.
Silencio, noche,
ausencia, muerte.
¡Tus oquedades maternales!
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Debilidad
Es tan débil
como el filamento
de una lámpara,
oruga trémula,
mínima,
protegida en su claustro
de silencio y de cristal.
Cuando la Luz
le atraviesa en soledad
la médula del hueso,
se vuelve incandescente,
arde entera en combustión,
sin consumirse,
urbana zarza de Moisés.
20
Soledades
«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta
para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega,
más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma
bondad» (EE 20).
Mi deseo de tu encuentro
sigue ahondando ausencia,
y cuando te muestres
seguirá tu presencia
encendiendo mi deseo.
21
Estás callado
¡Estás callado!
Tu silencio
va conmigo día y noche,
y tu ausencia me acompaña.
En lo oscuro no te veo,
pero siento tu angustia
latiendo en mi costado.
No retires tu silencio
de mi vaso.
Todavía mi certeza
no ha bebido suficiente.
¡Señor, sigue callado!
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En tu audacia
«Al que recibe los ejercicios mucho aprovecha entrar en ellos con grande
ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer
y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo
lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad» (EE 5).
Hoy tu silencio
es invernal,
recubre la tierra
limpio y mullido
como una nevada
donde todavía no ha esquiado
la más mínima palabra.
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Tu paso
A veces es el cuerpo,
siempre alerta
mientras duerme el alma,
el que recibe primero
tu llegada impredecible
en medio de la noche.
24
Busco tu novedad
Busco tu novedad
entre las presiones
de mis enemigos
que sofocan el corazón
y depositan parálisis
en el giro de mis decisiones.
Busco tu novedad
entre las expectativas
de mis amigos
que sin haberte escuchado
han trazado mis rutas
y me atan a ellas con cariño.
Busco tu novedad
entre mi hondura ambigua
que me ofusca el corazón
y se reviste de luces
para adueñarse con astucia
de mis sueños y tareas.
Busco tu novedad
entre la inercia terca
de las instituciones
programadas y sensatas
que recogen a plazo fijo
su cosecha esperada.
Busco tu novedad
entre ofertas de estrellas
con brillo de paraíso
al alcance de la mano
mientras madura tu don
en la sombra lenta.
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¡Busco tu novedad!
Mis viejos odres
no resisten tu nuevo vino.
No remiendes con tela nueva
mi libertad gastada.
Haz nuevo mi ser entero
para que pueda acogerla.
26
Siempre llegas
Siento tu respiración
en mi nuca.
Cuando vuelvo el rostro
para verte,
dejo de percibir tu aliento.
Me fascina tu fantasía
con los colores del alba.
Cuando quiero apresar el rojo
y convertirlo en mi anillo
tu pintura se deslíe.
Te asomas en el destello
de los ojos gratuitos.
Cuando intento engarzarlo
en el collar de mis abrazos
solo siento tu ausencia.
Tu llegar
es pasar siempre
y siempre quedarte
si mi hondura
no es puño sino palma.
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Tu respuesta
«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta
para se acercar y llegar a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega,
más se dispone para recibir gracias y dones de la su divina y suma
bondad» (EE 20).
En mi herida abierta
sembraste una palabra
nunca antes pronunciada,
y la cubriste de silencio
con la palma de tus manos.
Al crecer dentro de mí,
dilató mis certezas
y ensanchó mi cuerpo
para acoger su estatura.
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Intimidad
«Cuanto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más apta
para se acercar y llegar a su Criador y Señor» (EE 20).
En el encuentro contigo
madura mi intimidad
para acoger tu cercanía
y para confiarte la mía.
Si pretendo apresarte
en el puño de mis vacíos
se desvanece tu presencia.
Si busco disolver en ti
el riesgo de ser yo mismo
me devuelves a mi libertad.
Si te urjo claridades
solo me ofreces tu luz
para buscar en la sombra.
Mi adentrarme en ti
y tu adentrarte en mí,
afina mi corazón
para el compartir creador
de intimidades humanas,
sin apresar la belleza,
sin fundir la originalidad,
sin estrujar el misterio.
El encuentro contigo
nos configura las entrañas
para que todo encuentro
sea latido de tu cercanía,
y devoción de alteridades.
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Hilar y tejer
«En el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener
ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga» (EE 76).
Sin hilar,
solo se tejen
fantasías impacientes.
Sin tejer,
solo se hilan
hijos para la muerte.
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El límite de Dios
En los límites
donde yo acabo
crece tu presencia
como el más allá
de mí mismo.
Solo puedo ser ilimitado
al adentrarme en ti.
En los límites
donde tú acabas
crece mi presencia
como el más allá
de ti mismo.
Solo puedes ser ilimitado
al adentrarte en mí.
Tu ser infinito
es mi frontera
y nada me detiene.
Mi yo limitado
es tu frontera
y yo te detengo.
¡Humilde Amor
que tanto te limitas
para que en ti
yo sea plenamente!
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Sin ti, sin mí
«... más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que
el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota,
abrazándola en su amor y alabanza» (EE 15).
Sin ti,
¿quién soy yo,
surco sin agua,
bandera sin viento,
antena sin ondas,
playa sin olas?
Sin mí,
¿quién eres tú,
agua sin surco,
viento sin bandera,
onda sin antena,
ola sin playa?
Para ti,
valió la pena
necesitarme a mí
para llegar a ser
tú mismo
en nuestra historia.
Y para mí,
¿no valdrá la pena,
necesitarte a ti
para llegar a ser
yo mismo
en tu eternidad?
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Existir en tu tiempo
¡Existir en ti,
en tus afanes,
a tu ritmo
y en tu tiempo!
Acoger lo nuevo
en el instante justo
en que aparece
en mi fantasía,
en mi diario,
en mi espejo,
en mi cuerpo;
sorprende
con su brote leve
la corteza áspera
de mis inviernos.
Quemar mi presente
al ritmo exacto
de tu Espíritu,
llama vertical e inmóvil
en la altura de la vela,
que arde sin consumirse
en tu soplo imperceptible
de respirar íntimo,
o llama doblegada,
horizontal, convulsa,
casi arrancándose de la cera,
por la pasión excesiva
de tu Espíritu huracanado,
que a ritmo de vértigo
me quema y me devora
disolviendo mi estatura.
Darle un abrazo
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y decir adiós
a lo mío que ya es otro,
y tiene que recorrer
su propio itinerario,
o despedir a lo mío
en su último aliento,
que ya cumplió su jornada
para llegar eternamente
hasta tu encuentro
de tiempo sin relojes.
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Dios en nosotros
Somos tu dicha
en el beso,
en la cosecha,
en el canto.
Somos tu fracaso
en la bomba,
en la alambrada,
en la exclusión.
Somos tu futuro
en el perdón,
en el sueño,
en la semilla.
Tú, en nosotros
disfrutas tu dicha,
asumes tu fracaso
y alientas tu futuro.
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Vocación de fuego
Si tengo
vocación de fuego,
también la tengo
de ceniza.
Si en ti
soy luz,
también en ti
soy oscuridad.
En mí
se esconden
tu fuego
y tu luz,
hasta que en ti
se enciendan
mi oscuridad
y mi ceniza.
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Cada mañana
Cada mañana
me sumergiré en ti,
agua de la vida,
antes de ser
alivio en el vaso,
nutriente en el surco,
juego en la fuente,
sosiego en el lago.
Cada mañana
me afinaré en ti,
palabra del Padre,
antes de ser
susurro al oído,
discurso en el aula,
anuncio en el viento,
silencio en la escucha.
Cada mañana
me orientaré en ti,
camino del reino,
antes de ser
paso en la calle,
ruta en la frontera,
pausa en la espera,
salto en el aire.
Cada mañana
me reposaré en ti,
sabiduría encarnada,
antes de ser
vigilia en el sueño,
flecha en el arco,
sutura en la herida,
cansancio en tu mano.
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Cada mañana
me miraré en ti,
imagen del Padre,
antes de ser
alegría en el rostro,
fuerza en los brazos,
caricia en los ojos,
luz en el barro.
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2. Principio y fundamento
San Ignacio empieza los Ejercicios Espirituales con dos afirmaciones: el hombre es
criado para la vida en plenitud que llamamos salvación, entrando en un proyecto de amor
y creatividad que recorre la historia, y las cosas son creadas para el hombre, para que le
ayuden en esta misión que lo une al Dios creador. A continuación saca dos conclusiones:
las cosas deben usarse o rechazarse en la medida en que ayuden o estorben para nuestro
fin, y, para vivir de esta manera, es preciso crecer en una libertad que no se deja paralizar
por los «espantapájaros» (enfermedad, pobreza, deshonor, vida corta), ni atrapar por las
«seducciones» (salud, riqueza, honor y vida larga) [EE 23]. Aquí, Ignacio no solo hace
un enunciado teórico, sino que describe la última verdad que ya se mueve por la entraña
de todo lo real.
Los Ejercicios son precisamente el encuentro con Dios que transforma nuestra
libertad para vivir con pasión este proyecto creador que no excluye ninguna criatura. El
principio y fundamento de nuestro futuro consiste en vivir constantemente arraigados en
esta dimensión última de lo real, en el humus fértil de la tierra, en dejar que nos recorra
por dentro, sin evadirnos de ella hacia paraísos alucinantes que ignoran el tiempo lento
de los procesos, se apartan de las personas descalificadas y nos elevan en el vacío estéril
de las seducciones.
Al final de los Ejercicios, en la «contemplación para alcanzar amor», después de
haber atravesado todas las realidades de muerte y de vida, y de haber descubierto ahí a
Dios comprometido con nosotros, ya podemos comprender y contemplar cómo Dios está
en todo y trabaja en todo con una discreción infinita. La dignidad de las personas y las
cosas se alimenta de este amor sin límites que llevan en su entraña. Nuestra pasión será
acercarnos con todos nuestros sentidos despiertos para acoger ese secreto último de la
realidad que todo lo dinamiza hacia la vida en plenitud.
La meditación del «Principio y fundamento» despierta nuestro «deseo» de vivir
unidos a la pasión infinita de Dios por nosotros, y de unificarnos por dentro polarizando
nuestra vida en el único objetivo que nos llama desde el único horizonte hacia el que
todo camina. Amenazados por el sinsentido, la desintegración y la aventura de arder y
consumirnos en el instante volátil, nos unimos al proyecto de Dios con todo su fuego y
su ceniza.
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40
La luz
Colores tendidos
al sol de la mañana,
colores que se tejen
al cruzarse sus rutas
en calles y mercados,
colores que se funden
en las pieles de los hijos,
colores sospechosos
envueltos en recelo.
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Hombre y mujer
El día sexto
Dios creó a Adam,
el ser humano.
En el centro
de la creación,
entre plantas y animales,
Adam sintió
la soledad
como un hueco
de costilla menos.
Al verlo Dios
tan solo,
lo durmió,
lo puso a soñar
y creó su sueño,
Eva,
su compañera,
igual a él.
Al contemplar a Eva,
Adam sintió el amor,
llegó a ser hombre
y supo quién era.
Al sentirse amada
por el hombre
Eva sintió el amor
y se supo mujer.
El Hombre y la Mujer
estaban desnudos,
transparentes e iguales
uno frente al otro,
sin engaños que ocultar
y sin vergüenza.
42
En el hombre y la mujer
Dios nos deja su imagen
de comunión fecunda
entre iguales y diferentes,
para llenar de vida
toda la tierra.
43
Punto de encuentro
«... y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre,
y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado» (EE
23).
de mi ser único
que me permite decir «yo»,
y del cuerpo del pueblo
que me llama «nosotros».
44
Existir
Existo en tu corazón;
en mi carne y mi misterio
palpitan tus latidos.
Entrañas de bosques
en sombras y silencios
generan mi nombre
y buscan mis sentidos.
Innumerables especies
cantan, crían y trabajan
el hogar de todos
en cumbres, mares y sabanas.
45
Desde dentro
46
Criaturas
«Las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y
para que leayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde
se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas cuanto le ayudan para su
fin, y tanto debe quitarse dellas cuanto para ello le impiden» (EE 23).
Añado a mi nombre
apellidos cósmicos,
brillos de rocas,
ruedas dentadas,
distancias siderales,
circuitos electrónicos,
saltos de delfines.
47
Siempre nos esperas
cuando detienen
nuestro curso de río joven
con un dique,
con una helada,
con un desierto.
48
Hermano cosmos
«Las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y
para que leayuden en la prosecución del fin para que es criado» (EE 23).
Hermano cosmos,
al final de los tiempos,
no te dejaré estrujado
como un vaso desechable
en la basura de la historia,
después de beber en ti
el agua de las fuentes
y el vino de las fiestas,
no te dejaré abandonado
como una barca rota
en la playa de los tiempos,
después de atravesar
tus mares anchos
hacia las playas del amor,
no te dejaré deshecho
como un andamio inútil
pudriéndose en el suelo,
después de ayudarme
a construir la belleza
de torres y de puentes.
49
Creo en ti
Creo en ti,
Señor
de las raíces
que alimentan mi estatura
y de los frutos
donde brilla tu fantasía,
del fundamento
donde se estabiliza mi vida
y de mis alturas
donde crecen tus afanes,
de la interioridad
que configura mi rostro
y de mi exterioridad
que te acerca a los sentidos,
de lo germinal
donde se gesta mi futuro
y de la cosecha
que genera nuevas siembras,
del dolor
que quema mi inconsistencia
y de la alegría
donde ríe tu dicha con nosotros,
de la noche
donde se recrea mi mañana
y del día
radiante de colores y miradas,
del no saber
50
que hospeda mi novedad
y del saber
con tu sabor en la garganta,
del fuera
que siempre me incluye
y del dentro
con aroma del hogar,
de la diferencia
que ensancha mi vida
y de la semejanza
anuncio de comuniones inefables,
del límite
donde comulgo contigo
y del abrazo
abierto a todas las espaldas,
de la ceniza
memoria de mi entrega
y del fuego
que ilumina los instantes.
51
Solo en ti
«Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados» (EE 23).
Solo en ti
mi cuerpo es mío
y es universal,
es flexibilidad de junco
o tensión justa
de arco o de guitarra.
Solo en ti
mi razón se despega
de mi saber de andamios,
y mi «no saber» brinca
con júbilo de niño
por la llanura de tu porvenir
Solo en ti
los huéspedes de mi memoria,
alojados en ella para siempre,
alegran su rostro endurecido,
o disuelven con ternura
sus halagos de nostalgia.
Solo en ti
mi fantasía descansa
como brasa en la ceniza,
o es incendio creador
con los pinceles de la llama
en la tela de la noche.
Solo en ti
mi corazón se unifica
mientras una muchedumbre
de nombres y de fechas
me recorren por dentro,
me agreden o me abrazan.
Solo en ti
52
mis decisiones cotidianas
son siempre de vida,
cuando son agua pura en la roca,
o lodo que se arrastra herido
hasta el lago de tu casa.
¡Solo en ti!
53
Raíces
«Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados» (EE 23).
54
Alfa y omega
«Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados» (EE 23).
Eres la palabra
que fecunda mi silencio,
y eres el silencio
en que se gesta mi palabra.
55
Creer
«Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que
somos criados» (EE 23).
Creer en ti
es creer en mí
en quien Tú crees.
Esperar en ti
es esperar en mí
en quien Tú esperas.
Sufrirte a ti
es sufrirme a mí
en quien Tú sufres.
Amarte a ti
es amarme a mí
en quien tú amas.
56
Todos
Nos acostumbramos
al rostro y a la ausencia,
a los ademanes y los pasos
de un pequeño grupo,
entrelazamos los brazos
en un círculo seguro,
creamos un «dentro» cálido
y un «fuera» al descampado
y nos atrevemos a decir
«nosotros».
El «nosotros» necesario,
de la misma sangre,
del mismo credo,
del mismo vino,
de los mismos cantos,
nos encierra sutil
en su cáscara estéril.
¡Tiene que abrirse
a lo innombrable!
57
la línea del horizonte,
la claridad del mediodía
y el soñar humano,
no vuelven su rostro
ni revelan todo su secreto
cuando alguien les llama:
«mío», «tuyo», «nuestro».
¡Su nombre es: «todos»!
58
Diversidades
¡Bienaventuranza
que entreteje
el día y la noche,
59
la llanura y el valle,
lo claro y la sombra,
la línea y el misterio!
60
Diferentes
Fiesta de jóvenes
con síndrome de Down.
Hoy tu diferencia
ha subido al escenario
vestida de fiesta.
Colores de Caribe encendido
giran al ritmo de la danza.
Todas las miradas están fijas en ellos,
eterno deseo humano de existir
en otros ojos limpios,
de ser mirados sin codicia
de tiempo y de rango,
con pausa y con amor.
¡Son sus minutos de estrella
en el firmamento humano!
¡Al fin, también Tú eres mirado,
en tus criaturas más queridas,
Dios humilde,
misterio de frágiles sonrisas
y lentos ademanes!
A veces miramos
con un filtro de recelo
a estos profetas menores
de la condición humana.
Ellos manifiestan en el rostro
lo que nosotros escondemos.
61
También nosotros somos
un poco ciegos,
parcialmente torpes,
desconcertados,
solos y perdidos
entre la muchedumbre
que esconde sus heridas
en colores de camuflaje
y pasos que resuenan.
También nosotros estallamos
en lágrimas repentinas
en la soledad deshabitada
y buscamos algún hombro,
alguna caricia que nos sane.
62
¡Nos dejan en el alma
un beso de tu misterio
que nos hace humanos!
63
3. Primera semana
En la primera semana de los Ejercicios nos enfrentamos con el mal moral que llamamos
pecado y con toda la destrucción que desencadena. Si la plenitud de la existencia
consiste en vivir enraizados en el fundamento de la vida que origina siempre nuevos
principios, nuevos comienzos, el pecado consiste en cortarse de esa vida y confiar la
dicha a nuestra frágil autonomía que se encierra en su orgullo estéril, que niega que
somos limitados y solo podemos ser nosotros mismos en comunión con el Ilimitado y
con los demás.
Es fácil descubrir los efectos de la ruptura con Dios. Basta con abrir los periódicos
o escuchar las noticias para darnos cuenta de todo el mal devastador que se establece en
estructuras sociales con instituciones y personas que lo sirven y medran a su sombra.
Para acercarnos al mal personal, recordamos nuestra propia historia, el proceso de
nuestros pecados, los que hemos cometido y los que hemos padecido desde los demás,
con heridas que a veces siguen sangrando a lo largo de la vida.
Pero el pecado no es la última verdad. Más hondo sentimos el perdón que Dios
ofrece y que restaura la vida, no como un remiendo de tela nueva en un paño roto y
desgastado, sino como un tejido nuevo mejor que el anterior (cf. Mc 2,21). Ninguna
realidad está excluida del perdón de Dios. Nadie queda al margen de su gracia. Setenta
veces siete, siempre, el Señor recomienza con nosotros porque la fidelidad de su amor no
puede ser destruida ni por los hornos de los campos de exterminio, ni por la constante
mediocridad de nuestra vida maquillada de sensatez humana.
El perdón de Dios experimentado en nuestra propia historia y en la vida de tantos a
los que les cambió radicalmente la vida, nos ayuda a descubrirlo siempre ofrecido y
activo en toda persona por más destruida que se presente.
Una nueva sensibilidad se irá formando en nosotros, para que nuestros sentidos
puedan descubrir cómo la misericordia de Dios se asoma en tenues señales, tanto en las
vidas más corruptas como en la ambigüedad de los más justos y santos. No intentaremos
perdonar simplemente porque hemos recibido un precepto de Dios, sino porque lo vemos
a Él asumiendo con su perdón las vidas destrozadas por el pecado.
En nuestra manera de acercarnos a las personas podemos reflejarles en nuestra
mirada y nuestros gestos ese perdón ofrecido de Dios que ya vislumbramos en el centro
de su barro. Es lo que Jesús reflejaba en sus encuentros con los que se sentían atrapados
en el vértigo interior de su caída y en el menosprecio ciudadano, lo que impulsaba a los
64
pecadores abrumados por el mal y el sinsentido a acercarse a su persona con una
confianza que les desarmaba todos sus mecanismos de defensa.
Una nueva sensibilidad es necesaria, no solo para percibir ese amor de Dios que
perdona a cada persona, incluso antes de que lo perciba y lo acoja, sino también para
saber reflejarlo en la finura de nuestras expresiones inconscientes cuando nos
encontramos ante los demás, cuando una pequeña expresión del rostro puede cerrar un
encuentro o abrirlo hacia la comunión y el futuro.
***
65
Conversión
«Pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones,
acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza
de su divina majestad» (EE 46).
Señor,
pronuncio nombres
que en mí no se han convertido
en tu imagen,
cargo golpes
que en mí no se han convertido
en tu ternura,
me escuecen insultos
que en mí no se han convertido
en tu humildad,
me cercan situaciones
que en mí no se han convertido
en tu esperanza.
Conviérteme, Señor, en
tu imagen,
tu ternura,
tu humildad,
tu esperanza.
66
El árbol del límite
No podías crear
otros infinitos,
solo seres a tu imagen,
limitados hombres y mujeres
creciendo sin fin
en el misterio de tu abrazo.
El límite es la orilla
de toda mi existencia,
es el espacio de encuentro
contigo y con todo otro;
no es puerta de horno
ante mi entraña seca,
sino brocal de pozo
que regala el agua.
Si no acepto mi límite
con suficiencia de ídolo,
me lanzaré ciego
sobre todo lo que luce,
sin respetar lo ajeno
y lo que tú cultivas
para generaciones futuras;
me abalanzaré sobre el tiempo
atropellando los instantes;
anularé las diferencias
para no ver alteridades;
nunca saciaré el hambre
67
de mi cuenta corriente,
ni la mirada codiciosa
sobre propiedades ajenas.
Todos los éxitos y amores
nunca llenarán mi odre roto.
Si vivo el límite
en comunión contigo
y con todas las criaturas,
crecerá todo mi ser en ti
sin avaricia en la sangre,
de rostros ni de aplausos,
de metros ni de oficios.
68
La ruptura
Adán y Eva
rompieron con Dios
y se sintieron vacíos.
Para proteger su desnudez
de cuerpo y de espíritu
sin origen ni destino,
se tejieron un vestido
con hojas arrancadas
al árbol del mercado,
marcas florecidas,
etiquetas cotizadas,
firmas homologadas
al alcance de los cheques,
diminutos dioses manejables
con fecha de vencimiento
en el revés de su apariencia.
Le dolió a Dios
contemplarlos vestidos
de mercancía seductora,
de lentejuelas publicitarias,
envueltos como cosas.
Y se acercó
en el paseo de la tarde
vestido de brisa y de sosiego.
Adán y Eva,
por miedo a encontrarse
frente a frente
con el abismo del Amor,
se escondieron
entre matorrales a ras de tierra,
exuberancias repentinas,
hojarascas pasajeras,
modas de estación.
Pero en el encuentro
el Amor les señaló con la mirada
69
el único paraíso prometido
que ya estaba amaneciendo
tras el perfil del horizonte,
delante de sus ojos,
más allá de los partos inciertos,
de la consigna en el oído,
del dolor del arado en la muñeca
y de la distancia
en la planta de los pies.
70
Ilegales
El hambre y la violencia
gestan emigrantes en el Sur.
El ojo insomne del Norte
vigila sus fronteras.
Los espejismos
en los desiertos africanos
ya no dibujan oasis
con lagos y palmeras,
sino altos edificios
de dicha y de cristal.
Y en los montes y barrios
de América Latina
no solo convocan
a la fiesta comunal
las quenas y tambores.
Ritmos ajenos cantan
el dólar y la huida.
Oleadas de emigrantes
se arrancan de su campo.
Las raíces al aire
sangran tierra fresca.
En lucha infinita
nombres familiares
arden en el pecho.
Se orientan hacia el Norte
y buscan a tientas pasar
por el ojo de la aguja
estrechando la existencia.
71
de la senda prometida.
Las lanchas patrulleras
les clavarán en la noche
un arpón de luz
en las espaldas clandestinas.
¡Cuántas historias
flotarán ahogadas en el agua!
¡Cuánto anonimato
se derretirá en los desiertos!
¡Cuántas ilusiones
atrapadas en las redes de la selva!
Algunos alcanzarán
la tierra de sus sueños
ajenos, seducidos.
Como una nueva
estrella de David
clavada en la espalda
y el costado,
diana segura
de desprecios y de rejas,
a todos les impondrán
el mismo nombre,
el único nombre
tatuado con láser
en su piel oscura:
«Ilegal».
72
Etiquetas
Etiqueta comercial,
en la esquina de las gafas
como clave que cifra la mirada,
colorido reclamo de atención
en el frente de la gorra,
pegada al cuerpo
intimidad y talismán,
como una condecoración
sobre el pecho en la camisa,
seductora en la cintura
cabalgando a ritmo de cadera,
con su garra de hilo
en la costura vertical,
certificado de éxito
en la piel de la cartera,
trotando en los zapatos,
y a toda hora en el reloj.
¡Etiquetas!
Siluetas elusivas
en los sueños
bailan y prometen,
se embriagan en las fiestas,
y secuestran cada día
menudas decisiones.
Los ojos del imperio
a lomos de satélite
dan vueltas a la tierra
vigilando sus rebaños
de reses tatuadas.
Etiquetas,
¡carné de identidad!
¿Quiénes somos?
¿A quién pertenecemos?
73
Minas
¿Cómo es el corazón
que puede diseñar,
fabricar,
vender,
comprar,
rifar,
esa muerte ciega,
impredecible,
terca,
que no sabe distinguir
si la pisada que la toca
es amiga o enemiga,
si es de paz o es de guerra?
74
y abra una rendija de luz
entre muñones de ceguera!
75
Instalación
76
Narciso
Narciso
contempla en el lago,
enamorado de sí mismo,
su imagen maquillada
de siglo veintiuno.
Para romper
su propia complacencia,
bastan las ondas sosegadas
que se extienden en el agua
por la piedra de un niño
que juega su inocencia,
por una brisa libre
que inventa en el velero,
por un ala que roza el agua
en el baile de su vuelo.
77
Pretensiones
«... qué cosa son los hombres en comparación de todos los ángeles y
santos del paraíso» (EE 58).
78
Yo solo, ¿qué puedo ser?
Tú me guardaste,
sol en tus ojos,
agua en tus manos,
voz en tu oído
y me encontré en ti.
Desde entonces,
Tú me iluminas,
Tú me fecundas,
Tú me pronuncias
y te encuentro en mí.
79
Señor, ten piedad
80
Mis sentidos
«Un coloquio a nuestra Señora, ... para que sienta el desorden de mis
operaciones, para que, aborreciendo, me enmiende y me ordene» (EE
63).
81
Mendigo
Al sentarse a mendigar
en el pórtico del templo,
los años largos de su vida
arrastrada entre guijarros
se remansan como un lago
en su alma sin sonido.
Le acerca un billete
una mano cuidada,
lo besa, bendice
y mira al cielo.
A veces, entre él
y la gente apresurada
revolotea una sonrisa
y la guarda sin demora.
Un aura de dignidad
nunca perdida, sustancial,
adorna su pelo revuelto
y sus harapos.
82
Todo el que pasa ante él,
algo mendiga:
una excusa por la prisa,
por lo poco, por lo nada,
una súplica a lo alto,
una respuesta clara
al misterio de la vida.
83
Tu perdón
No protegiste tu santidad
con guantes y mascarilla,
bebiste en nuestros vasos
y respiraste nuestro hastío.
No llegaste impasible
hasta el fondo del abismo,
te hirió ver gente en la miseria
y el nombre de Dios en el cuchillo.
84
Las manos del Padre
Veo arañadas
tus manos de viñador
por los sarmientos secos
de una vida exitosa
cortados en la poda.
85
Oveja perdida
Mira mi brevedad
con tus ojos puros
que ven en la tiniebla.
No sé qué extravío
se mueve por mi hondura.
Estoy ausente, dividido,
no sé en qué ni dónde,
tal vez cerca de fauces
de lobos o de abismos.
Al final de tu jornada
universal y larga,
no te sientes al calor
de los troncos
que arden en tu casa.
Sal a buscarme y hállame
para que yo pueda encontrarme.
86
para que yo salga a tu paso.
Estoy cercado por la noche.
Cárgame sobre tus hombros
y yo me abrazaré a tu cuello.
Condúceme al aprisco.
Me encontraré con los demás
y sentiré que a su alegría
le faltaba mi nombre.
87
Esmeralda
Eres
una gota de agua
que se estrelló
contra el asfalto,
y estalló
en mil pedazos
dispersos por el suelo.
¡Ninguna
mano experta
podrá hilvanar ya
con sabia cirugía
tus brillos quebrados
y devolverte tu armonía
de joya transparente!
Solo el Sol
que te contempla,
podrá bajar
con su aliento cálido
hasta tus residuos esparcidos,
aspirarte de la muerte,
concentrarte en la altura
y echarte a volar
de nuevo,
nube ligera
en tu estreno
de azules infinitos.
¡Solo el Sol!
88
Ausencia
Tu ausencia
me acompaña fiel
y llena de ti mis soledades.
La siento tan mía,
tan parte de mi alma,
que cuando me ahuyento
de mí mismo,
de ti mismo,
siempre espera mi regreso
alojada en mis entrañas.
Mi ausencia,
¿será también
tu ausencia?
¡No me buscarías
si yo no te doliese
en algún lugar
de tu costado!
89
Ten piedad
Situaciones amenazantes
me angustian el pecho y el futuro.
Todavía tiemblan mis pasos
al caminar sobre las aguas.
90
Alegrías
la de construir el propio yo
y la de regalarlo sin balanzas ni contratos.
91
4. Segunda semana
92
Padre mira la tierra, ya no ve solo la dureza sino también la presencia del Hijo que todo
lo redime.
El Hijo también miraba la realidad de la misma manera que el Padre (cf. Jn 5,20).
Donde los demás solo veían situaciones sin salida, enfermos y pobres que en la mirada
oficial de la sinagoga se sentían castigados por Dios e impuros, Jesús veía el dinamismo
del reino que se movía por la hondura de su realidad como su verdad más honda.
Aunque la dureza de la realidad le arrancase lágrimas en algunas ocasiones, esa visión le
permitía afirmar que el reino estaba cerca, que ya estaba en medio de ellos.
Por esto nos invita a bajar con él al fondo de todos los abismos, para transformarlos
con la cercanía de la mirada, la palabra y el abrazo, sin quedarnos lejos protegiendo
nuestros espacios de bienestar. El seguimiento del Jesús pobre y humilde del evangelio
es bajar hasta la experiencia que recrea la vida.
La segunda semana de los Ejercicios no solo nos ayuda a poner todo nuestro
corazón en el seguimiento de Jesús, sino también a ver en la realidad el reino de Dios
como su verdad más consistente y cómo todo puede abrirse a la vida. Este cambio de la
sensibilidad es necesario para no acercarnos al mundo solo con condenas reiterativas e
injustas, sino para anunciar por dónde apunta hoy la salvación de Dios, pues nosotros la
percibimos ya ahora entrando por nuestros sentidos.
***
93
Jesús de Nazaret
94
Adviento
95
Ábrase la tierra
¡Ábrase la tierra
y brote el salvador!
96
recién amanecidos.
97
El niño de la cueva
Niño de la cueva,
silencio pleno
donde la más cruda palabra
cabe sin censura,
cercanía expuesta
en los brazos de María
al beso o a la espada,
debilidad de criatura
donde la más pequeña ayuda
es gota de suero necesario,
breve estatura
para que no abrume
ninguna indigencia que se acerque,
inicio germinal
perforando la cáscara agotada
de la historia,
simplicidad de luz
que armoniza en sí
los colores armados de la tierra,
palabra horizontal
sobre toda la longitud
de nuestra espera,
quietud de brasa
encendiendo la pasión
de la existencia,
misterio corporal
98
viniendo sin cesar
a mis sentidos,
¡Jesús de Belén,
Dios hecho «nosotros»,
alegre eternidad
por nuestras venas!
99
Encarnación
100
Abajo
101
El Hijo
102
Navidad
103
Hoy es Navidad
Ha florecido la esperanza
de Sara e Isabel
en esta familia abierta
que ha dicho sí a lo imposible.
Nicole y Nacho ya escuchan
las palabras esenciales
que generan la existencia:
hijo, hija, papá, mamá,
hermano, hermana.
Nicole es de Guinea
y lleva en su sangre
la historia africana
de pueblos asaltados
que duelen al borde del camino.
104
En los ojos de Nacho
se esconden las argollas
del tráfico de esclavos
arrancados de África
y llevados al trapiche del Caribe;
en su memoria ancestral
galopan los caballos
y ladran los perros
que cazan cimarrones.
¡Es Navidad,
Dios ha llegado!
105
Inicio
106
Humildad de Dios
«Ya considerado el ejemplo que Cristo nuestro Señor nos ha dado para el
primer estado, que es en custodia de los mandamientos..., comenzaremos,
juntamente contemplando su vida, a investigar y a demandar en qué vida
o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad... y cómo nos
debemos disponer para venir en perfección en cualquier estado o vida
que Dios nuestro Señor nos diere para elegir» (EE 135).
Dios humilde,
no puedes crear otros infinitos;
pero llamas a la vida
criaturas imperfectas;
solo reflejan algo de ti,
te dicen y te esconden.
Te nombramos a tientas,
con palabras altaneras
que pretenden encerrarte
en cápsulas de orgullo
endurecidas como balas.
107
Te conminamos a llegar
a nuestros ritos
con tus alforjas llenas
para saciar nuestros vacíos,
o nuestra impaciencia digital
con su tarjeta de crédito.
¡Dios humilde,
humus de los siglos
que mantienes vivo
porque en él te entierras,
donde todo comienzo
echa sus raíces!
¡Solo al final,
cada criatura será plena
en tu Amor humilde
que la llena!
¡Solo con todos
Tú recibirás el abrazo
de la dicha eterna
que tu espalda espera!
108
Babilonia y Jerusalén
El orgullo es humo.
Crece en el aire
y en los ojos ingenuos
que lo admiran,
o en los aterrados
que lo temen.
Sube hinchado
con el impulso fantasmal
de su propio vacío,
se regodea y gira
sobre su complacencia,
se alimenta y dura
mientras haya criaturas
que se quemen por él
sobre la tierra calcinada.
Al final, se diluye en el aire
nublando los horizontes,
y sepulta en los pulmones
la muerte de sus despojos.
109
de la vida universal
que Dios ha escondido
en el misterio del futuro.
110
Humíllate conmigo
«Considerar el sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos
y amigos, que a tal jornada envía, encomendándoles que a todos quieran
ayudar en traerlos, primero a suma pobreza espiritual y, si su divina
majestad fuere servida y los quisiere elegir no menos a la pobreza actual;
segundo, a deseo de oprobios y menosprecios, porque destas dos cosas se
sigue la humildad» (EE 146).
Tú me propones:
Levanta la mirada,
y acoge la dignidad de hijo
en toda tu estatura.
Humíllate conmigo
y vive en plenitud.
Bajemos juntos
a la hondura sin sol
de todos los abismos,
para transformar
los fantasmas en presencia
y los espantos en apuesta.
Únete a mi descenso
en el vértigo y el gozo
de perdernos juntos
en el porvenir de todos
sin ser un orgulloso inversor
de éxitos seguros.
111
Humillación amiga
La humillación
con dedos líquidos
anegó mi orgullo,
diluyó apariencias
y seguridades sin raíces,
irritó amores propios
disfrazados de servicio
y chocó contra coyunturas
olvidadas y rígidas.
La humillación hostil,
sin yo saber cómo,
se fue convirtiendo
en aliada de la bondad,
se asentó en la calma
de mi humus más profundo,
y amiga humildad resucitada
regresó a todos los encuentros
en brotes simples de la vida.
112
113
La humildad de María
La humildad canta
y su melodía se extiende
por todos los espacios
y alegra las generaciones.
Sus manos ajadas
por los trabajos cotidianos
danzan en el aire su dicha.
Es una joven servidora
con sus raíces de olivo
en la tierra contaminada
de la Nazaret sin nombre
en la historia de Israel.
114
de una vida de pobre y de esperanza.
Y cuando las espinas y los clavos
crucifiquen al Hijo como maldito,
ella lo alumbrará de nuevo
en medio de la comunidad,
Madre del Resucitado
por los siglos de los siglos.
A lo largo de la historia
muchos pequeños y esclavos
verán en el rostro de María
los rasgos de su raza,
de su dolor, de su exterminio,
indios, negros, blancos,
de oriente y occidente.
La pintarán en sus telas,
la tallarán en sus maderas,
y en un fluir de romerías
con colores de fiesta,
la humildad de María
alumbrará vida nueva
entre los pobres de la tierra.
115
Servidor de lo imposible
Un tornado repentino
de expectativas ajenas
me arrancó de la tierra,
me elevó sobre mí mismo
y puso a girar mis raíces
en el aire estéril
con la obsesión de los vientos.
116
¿Quién podrá apartarnos?
«... por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero
y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo
lleno de dellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y
loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente
en este mundo» (EE 167).
¿Será mi ambigüedad
que quiere gobernarme
desde las hambres oscuras
de mi yo clandestino?
¿Será el quebranto
que rompe de repente
mi salud y mi proyecto
contagiando incertidumbre?
¿Será la seducción
que brilla como ángel
en el Olimpo estelar
de los famosos?
¿Será el rumor
que sentencia y descalifica
la audacia del amor
liberado de las modas?
¿Será el poder
que no ha previsto en sus leyes
la novedad de Dios
que sorprende los programas?
117
Bautiza mis sentidos
No amanezcas, Señor,
que todavía mis ojos
no aprendieron a verte
en medio de la noche.
No me hables, Señor,
que todavía mis oídos
no logran escucharte
en los ruidos de la vida.
No me abraces, Señor,
que todavía mi cuerpo
no percibe tu piel
en los saludos y la brisa.
No me endulces, Señor,
que todavía mi garganta
no saborea tu ternura
en medio de lo amargo.
No me perfumes, Señor,
que todavía mi olfato
no huele tu presencia
en el olor de la miseria.
118
Enviados
Jesús de Nazaret,
pobre y humilde,
Tú que nos envías
«como ovejas entre lobos» (Mt 19,16)
concédenos la gracia
«de ser astutos como serpientes»
sin ser hipócritas,
y «sencillos como palomas»
sin ser ingenuos,
para encontrar
«la puerta pequeña» (Mt 7,14)
que nos abaja,
y «el callejón estrecho»
que nos despoja de la escoria
pegada a los costados,
por donde pasa ahora
entre nosotros
la novedad alegre
de tu evangelio,
que va reconciliando
el lobo con la oveja.
119
No llevéis alforjas
120
Cerca
«La Madre declara al Hijo la falta del vino, diciendo: “No tienen vino”;
y mandó a los servidores: “Haced cualquier cosa que os dijere”» (EE
276).
María en Caná
adelantó tu tiempo
hasta la alegría amenazada
de una fiesta de bodas.
La cananea en Tiro
ensanchó tu espacio
hasta el dolor extraño
de una hija sin sosiego.
¡Dios de la vida,
nuestra alegría
y nuestro dolor
son el metro
y el calendario
de tu corazón!
121
Todavía
Padre de Jesús,
todavía tu hijo
no ha regresado
a casa,
ni le ha llegado
tu abrazo
hasta los huesos.
Tu hijo
todavía te busca,
orfandad culta
del Norte,
llaga que no sana
del Sur.
Tu hijo
sigue abajo,
vive fuera,
anda errante,
y muere solo
con un grito
que no cesa.
122
Guardar la vida
ni en la cuenta secreta
de un paraíso fiscal,
ni en el frágil papel
de las crónicas de moda,
ni en la aprobación social
que pronto se evapora.
en la inhóspita exclusión
de emigrantes sin papeles,
en la soledad helada
de los que viven entre rejas,
Porque ahí,
en pobres, ciegos, solos, últimos,
al entregar mi vida donde se pierde,
la estoy guardando en ti,
Dios pobre y cercano.
123
124
Alteridad
¡Hola,
alteridad,
Alteridad
llena de gracia!
Beso tu piel,
multicolor mejilla
innumerable
de un solo rostro,
del accesible y cálido
infinito.
El miedo,
la sospecha
y la codicia
te han asaltado
como una plaga
de etiquetas
mal-dicientes.
Ante el calor
de mi acogida,
tu misterio se abre
lento como flor
de inéditos aromas.
Diferencia
que halagas o que dueles,
con sonrisa de ángel
en tus ojos,
125
o con rastro de infierno
en tus heridas,
bienvenida alteridad,
¡Alteridad
llena de gracia!
126
Milagro
¿Qué ha sucedido?
De mí ha salido
un poder que no conozco,
un aliento sanador
que no administro.
Cuando me alejé,
me siguió una estela
de murmullos festivos,
de palabras recién hechas,
de asombro sin avaricia.
Y me desvanecí sosegado
como la niebla matinal,
para que en mi ausencia
te contemplasen solo a ti
y se viesen solo en ti,
único oriente, manantial
de los colores y la luz.
127
Luz sin sombras
«Los exhorta para que usen bien de sus talentos: “Así vuestra luz
alumbre delante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro Padre, el cual está en los cielos”» (EE 278).
Eres la luz,
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel.
No eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente.
Tú eres la luz
que nos haces visibles
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de nuestro deseo,
enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en nuestra noche.
Toda luz crea sombras,
pero tú eres luz que las disipa.
¡Tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!
Cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?
128
129
Trinidad
¡Dios nuestro,
Trinidad eres
en tu hogar,
y Trinidad soy
por los caminos!
¡Origen
en el Padre,
de donde surjo
sin receso,
cuerpo
en el Hijo,
hermano universal
sin exclusiones,
comunión
en el Espíritu,
íntimo aliento
sin distancias!
¡Trinidad soy
al tejerme
con tus hilos
de humana eternidad
en mi ir y venir
de aguja creadora
en tu tapiz!
130
Basta
131
Domingo de Ramos
«Le salen a recibir, tendiendo sobre el camino sus vestiduras y los ramos
de los árboles, y diciendo: “¡Sálvanos, Hijo de David; bendito el que
viene en nombre del Señor!”» (EE 287).
Se prolongaba la mano
en el filo de la espada,
endurecían los rostros
cascos metálicos,
el orgullo flameaba
en los penachos,
y como cola de su manto
lo seguía un cortejo
de vencidos esclavos
sangrando por las piedras.
132
Las piedras sin sosiego
de los altos edificios
acogen ahora el júbilo
y gritan como profetas
sus viejas historias
de injusticias y saqueos.
133
El profeta
Hoy el profeta
todavía se mueve por las eras
tirando al aire trigo y paja.
134
Jeremías
Al apagarse el día
un rumor airado
contra el profeta
corría por las callejuelas
y se empozaba
en los hogares cerrados.
Y el profeta se preguntaba
en su soledad insomne:
¿Habré dicho
la palabra exacta
al mezclarla con mi barro?
Pero el Señor
le dijo acariciándole
la frente inquieta:
«La semilla de mi palabra
germina en el barro humano,
crece entre orgullos fríos
y codicias calcinantes.
Duerme en paz.
Mi palabra solo salva
al hacerse de esta tierra
que la acoge y la devora».
135
5. Tercera semana
136
los únicos que hablan, brindan y celebran. Si huimos hacia otros espacios, otros rostros y
otros brazos, no podremos vivir la pascua de los sentidos y solo veremos seres
ajusticiados y situaciones sin salida de las que huiremos siempre hacia los paraísos
artificiales y las resurrecciones virtuales. Solo quien tiene sentidos abiertos para la
pasión podrá acoger en ellos los rumores más leves de la resurrección, hasta que la
evidencia del Resucitado congregue a los amigos de Jesús en una comunidad que salga a
las calles de Jerusalén y anuncie para todos que el Crucificado está vivo y que está en
medio de ellos compartiendo la mesa, el pescado, la brisa del lago y el camino.
***
137
Compartid
Cuando el fracaso
parezca desmembrarlo todo,
cada persona, cada grupo,
como cuatro caballos al galope
tirando del vencido
hacia los cuatro puntos cardinales,
cuando el hastío
vaya plegando cada vida
aislada sobre sí misma,
contra su propio rincón,
pegadas las espaldas
contra muros enmohecidos,
cuando la dicha
te encuentre
y quiera trancar tu puerta
sobre ti mismo,
como se cierra en secreto
una caja fuerte,
cuando estalle
la fiesta común
porque cayó una reja
138
que apresaba la aurora,
amanece más justicia,
y la solidaridad crece,
reuníos y escuchad,
compartid el pan,
compartid el vino,
dejad brotar la dicha
común y sustancial,
el futuro escondido
en este recuerdo mío
inagotablemente vivo.
139
Pan y palabra
Hay palabras
sin golpes de azada,
ni sol en la piel,
ni fermento en las entrañas,
ni piedras de molino,
ni fuego de horno,
ni aroma de ternura.
¡Hay palabras que no son pan!
Hay panes
que no tienen sosiego,
ni miran a los ojos,
ni llaman por el nombre,
ni abren el rostro,
ni comparten el alma,
ni saben a infinito.
¡Hay panes que no son palabra!
Yo busco un pan
que sea palabra
en el encuentro.
140
Abandono
141
Demasiado tarde
«Considerar cómo todo esto padece por mis pecados, etc.; y qué debo yo
hacer y padecer por él» (EE 197).
142
Otras cruces
Jesús de Nazaret,
no todos cuelgan
de una cruz como la tuya,
clavada en la geografía
y en la historia de la ignominia,
con un pueblo sin palabras
pero con ojos de testigo,
y con generaciones humanas
que te contemplan, te aman
y veneran tu imagen
en cuellos, templos y destinos.
143
Amor tan golpeado
144
Reconciliación
145
Comunión infinita
Si el latigazo
acaba en la espalda
del que lo recibe,
si el hambre
solo duele en el cuerpo
del excluido de la mesa,
si el desprecio
solo humilla
el nombre del emigrante,
Pero si el latigazo,
el hambre y el desprecio
estallan en tu propio corazón,
146
Mano taladrada
siempre se extiende
tu mano taladrada
que resucita la vida.
147
Ahora
¿Cuándo se enderezará
esta curva del camino
que no me deja ver el horizonte?
¿Cuándo se ensanchará
este callejón estrecho
que nos oprime a unos contra otros?
148
Pascua
149
Tiempo de poda
150
Tu yugo
151
Aferrarse
Me aferro al ayer
como una gota de agua
que cuelga, brilla y tiembla
en el filo de la hoja seca
antes de desprenderse
hasta la tierra fértil.
152
Como un parto (cf. Jn 16,21)
no es la desazón íntima
del que se blinda contra él
mientras el gusano lo corroe
bajo la cáscara dura,
no es la mano herida
del que se revuelve contra él
golpeándole el rostro
de noche y pedernal,
no es la sumisión
que se arrastra con recelo
bajo caparazón de tortuga
por el lodo del marasmo.
153
Muerte
El humus parece
un ciego montón
torpe y derramado,
pero abre los brazos
de madre y de acogida.
Porque la vida,
el misterio eterno
que somos y advenimos,
no se maneja
con palas afiladas
ni sobrios crisantemos.
Solo ella misma conoce
los gestos nunca revelados
del Encuentro sin sombra
de distancias ni de olvidos.
154
Última etapa
Todo mi yo gotea
hacia tu eternidad.
Lo que se ausenta de mí
lo voy encontrando en ti.
155
Cristo de Javier
La sonrisa en tu boca
de labios hinchados,
crece desde tu hondura
inaccesible a los golpes,
invulnerable al escarnio.
156
Adelina
Palabras esenciales
y sentimientos veraces
con sazón de laurel.
En su vida urbana
siempre alentaba
un trasfondo vegetal
de viñas, flores y trigales.
El discurrir de cada día
se insertaba gota a gota
en un hilo incesante
de doméstica plegaria.
157
de otros dedos.
Ya había enviado
sus últimas sonrisas
sin remitente de inversor
a la espera de respuesta.
158
6. Cuarta semana
El Resucitado habla al corazón de sus amigos en su «oficio de consolar» (EE 224) con
una alegría que sana las heridas del pasado y abre el futuro con un encanto capaz de
relanzar el sueño de Jesús. Los discípulos van acogiendo poco a poco esa experiencia
nueva que los sorprende en su postración mientras permanecen encerrados en la casa de
puertas y ventanas trancadas por miedo a los judíos.
Las sensaciones del Resucitado llegan a los sentidos de los discípulos. Hasta los
más incrédulos, como Tomás, son invitados a posar la yema de los dedos en las heridas
de Jesús y de toda la humanidad para sentir en ellas el palpitar de la resurrección. Llagas
innumerables esperan en el cuerpo de la humanidad esos dedos que reconocen con
ternura la dignidad de las víctimas y se ponen a su servicio.
El Resucitado busca a sus discípulos donde están perdidos. Pronuncia un nombre
propio que llega al oído de María Magdalena cuando busca en medio del jardín (cf. Jn
20,16), y es un desconocido que hace camino hacia Emaús con los discípulos con el que
se puede compartir el desencanto que impide reconocer en las «habladurías» de las
mujeres lo nuevo que comienza en Jerusalén (cf. Lc 24,24).
Los discípulos tienen que regresar a la Galilea de la vida cotidiana, hogar de los
primeros sueños junto al Nazareno. La resurrección tiene sabor de pescado asado sobre
brasas y compartido entre amigos en la orilla del lago después que el desconocido
bendice con una pesca abundante una jornada de trabajo estéril (cf. Jn 21,9-10).
El Resucitado envía el don de su Espíritu en Pentecostés. Llega de manera diferente
a la originalidad de cada discípulo, pero es el mismo en todos, transforma a cada persona
y las une a todas en una comunidad que tiene visibilidad en la historia, que llega a los
ojos, a los oídos y al abrazo de los judíos y más tarde de todos los pueblos, con un
mensaje de vida y de futuro que desafía los poderes establecidos en sus lógicas de
muerte. La comunidad continúa en la historia la visibilidad del Hijo.
El Crucificado es el Resucitado. La cruz no se ilumina desde fuera con efectos de
escenario, sino desde dentro, desde la transfiguración que crea en nosotros la luz del
Espíritu que todos llevamos en la interioridad de nuestro barro (cf. 2 Cor 4,7-12).
La resurrección se vive como una experiencia que se va haciendo lentamente en los
discípulos y que solo en el compartir comunitario se comprende con todos sus acentos.
El corazón la acoge y los sentidos se van afinando poco a poco para verlo en toda
situación. Es un «ver creyente». Las experiencias de las muertes propias y ajenas que
159
han resucitado nos ayudan a comprender lo que significa la nueva presencia de Jesús y
podemos percibirla en mínimas señales.
La fe en la resurrección no es solo un artículo del credo, una obligación de
catecismo. Es la experiencia de una presencia del Crucificado que ahora está vivo de otra
manera, porque nunca se resucita siendo igual que antes de morir, como un regreso al
pasado. A ese pasado nos aferramos a veces, como personas y como institución, con
nostalgia que no se resigna a perder posiciones seguras, sin la audacia de dejarnos
sorprender por lo nuevo que surge de las muertes acogidas en las manos del Padre.
No resucitamos, somos resucitados, pues ya caímos antes hasta el fondo, hasta el
desvalimiento absoluto. Otros nos tienen que enterrar y otros nos tienen que reconocer y
acoger para reflejarnos en su mirada que el Señor nos ha resucitado.
Cuando reflejamos a los demás que percibimos las señales de la vida nueva allí
mismo donde ellos solo ven muerte y sepultura, en su propia persona, en la comunidad o
en las situaciones sociales, les estamos abriendo el espacio donde se atrevan a acoger la
resurrección que ya ha comenzado «dentro», en todo golpe, con la discreción de Dios. A
veces la espera del «tercer día» puede ser larga, pero la resurrección ya comienza en el
mismo instante de la muerte. Esa fe nos permite mirar cada día a los crucificados de la
historia sin apartar la vista de sus vidas trituradas, como el que espera la llegada de un
amigo.
***
160
Pascua
Sazonado el silencio
con aroma de olivares,
saturado el pecho
de ausencias y rumores,
la angustia nocturna
te prensó en el huerto
hasta la sangre.
Después llegaron
desde el poder
de las espadas y las leyes,
los clavos y desprecios
hasta tu carne joven
taladrada en el madero.
161
y desgarros!
¿Cómo resucitar
sin haber muerto?
¿Cómo morir
sin ser resucitado?
162
Resucitó
En el cuerpo de Jesús
expresaron su deseo
de reducir a polvo
su carne y su memoria.
El espíritu de Jesús
ardió como una antorcha
de fracaso, de angustia
y de abandono de Dios.
El espíritu de Jesús
experimentó el abrazo
que siempre estuvo a su lado
sin distancia ninguna.
El cuerpo resucitado
llevó hasta la eternidad
los golpes, las caricias
y la tierra de los caminos.
163
Y en medio del poder
sorprendió una comunidad
de pobres y de excluidos
que fecunda todos los siglos.
164
Solo el amor
165
Tomás
166
Resucitar
Resucitar
no es una piel envejecida
que se estira en el quirófano,
sino una presencia que ilumina
cada arruga con su historia,
no es un golpe en el alma
que se anestesia con drogas,
sino una caricia que sana
la memoria y la carne,
no es un desencuentro entablillado
para salvar apariencias,
sino un abrazo infinito
que teje las diferencias,
no es el oasis final
para olvidar pesadillas,
sino un vino añejado
en las bodegas del camino.
167
A imagen y semejanza
¡Humanidad creada
a imagen y semejanza de Dios!
¡Dios crucificado
a imagen y semejanza humana!
Dios y la humanidad
mueren juntos
en plena vida,
y resucitan juntos
en plena muerte.
¡Humanidad creada
a imagen de Dios,
y a semejanza de Dios
humanidad resucitada!
168
Único amor
La sangre de Jesús
que empapó el madero
se unió a la sangre sin memoria
de los crucificados antes que él.
169
Desperdigados
Como semillas
lanzadas al aire,
morimos desperdigados
por los meridianos
de la tierra
y los números
del calendario.
Morimos solos,
uno a uno,
sin reemplazos.
Morimos
inevitablemente,
como vuelo
que aterriza con sosiego,
o fulminados en la altura.
170
Eternidad
No tiene la oruga
vocación de crisálida
sino de mariposa.
No tiene el embrión
vocación de soledad
sino de abrazo universal.
171
Beso de Dios
El fracaso le explotó
con estridencia,
le escaldó la piel,
la aureola pública,
y le encogió el futuro.
Tú te estremeciste
dentro de él
con ecos de martillo
taladrándote la carne
y la memoria.
Colocaste tu mano
de reo liberado
sobre su insomnio
de viernes y calvario,
y la ternura
empezó a manarle
como un beso
en cada nombre,
en cada sueño,
en cada herida.
172
En tu resurrección
Somos un empeño
germinal y definitivo
que solo en tu creatividad
fecundamos la historia
con la fidelidad de las raíces
y la novedad de los vientos.
173
hija de la pascua
que solo en el amor
de tu eterno presente
ya resucitamos todas las muertes
mientras vamos de camino.
174
Último día
Un día,
el silencio será
el punto de llegada
de todas las razones,
el reposo será
el último gesto
de todos los proyectos,
la claridad será
el abrazo universal
de todos los colores,
la alegría será
la única herencia
de todos los encuentros.
¡Aquel día,
último y primero,
todo lo vivido desde ti,
nombres y materias,
alteridades y trabajos,
avanzará eternamente en ti
ya humano sin escorias!
175
Acoger una vida cerrada
176
con su melena de hojas
a todos los vientos desplegada,
supimos al fin quién era,
todo su secreto vivo, suyo y libre.
177
7. Contemplación para alcanzar amor
«En todo amar y servir» (EE 233), pedimos en la «Contemplación para alcanzar amor».
Aquí se concentra todo el proceso de los Ejercicios y se abren las puertas de la vida
ordinaria para que podamos vivir en medio de la realidad con un corazón encantado y
con una sensibilidad afinada para descubrir a Dios «en todo».
La contemplación no se limita a ver a Dios en lo hermoso, lo fuerte, lo inteligente,
lo sano..., sino en todo, pues no hay realidad pecadora, ni criminal ni débil donde Dios
no esté y donde no pueda ser contemplado. Hemos bajado hasta el fondo del pecado en
la primera semana y lo hemos encontrado en los márgenes del poder establecido que
crucifica al justo Jesús en la tercera semana. Ninguna realidad humana, por dura que sea,
queda al margen de esta contemplación. Dios ama todo lo que existe con amor tierno y
servicial.
Nos invita la contemplación a mirar cómo Dios está presente en todo y
comunicándose con nosotros, es decir, dándose y recibiéndose de nosotros. Dios no nos
salva y nos lleva a la plenitud de la vida desde una distancia aséptica, sino desde dentro y
desde abajo de las situaciones humanas, las más bellas y las más injustas. Ahí lo
encontramos trabajando, «ad modum laborantis» (EE 236), como el campesino doblado
con fatiga sobre los surcos de la tierra.
No hay modo de adentrarse en el encuentro de Dios sin salir a las calles y plazas a
descubrirlo para unirse a su trabajo liberador de las mejores posibilidades humanas que
se encuentran presas por cualquier tipo de cadena.
Esta manera de acercarse a la realidad no se acaba en esta contemplación final de
los Ejercicios, sino que es un modo de ser que se aprende y en el que hay que
«ejercitarse» de manera habitual. Para mantener esta sensibilidad espiritual afinada es
necesario cuidarla en todas las circunstancias de la vida ordinaria.
Ignacio de Loyola dice que hay dos aspectos en los que los jóvenes jesuitas que se
están formando deben ejercitarse constantemente: 1) «Todos se esfuercen de tener la
intención recta, no solamente acerca del estado de su vida, pero aun de todas cosas
particulares» y, al mismo tiempo, 2) «sean exhortados a menudo a buscar en todas cosas
a Dios nuestro Señor» (CC 288). Aquí se resume el fruto de los Ejercicios. Un corazón
sin intenciones desordenadas, y una sensibilidad que busque y halle a Dios en todas las
cosas. Los jóvenes jesuitas «se pueden ejercitar en buscar la presencia de nuestro Señor
en todas las cosas, como en el conversar con alguno, andar, ver, gustar, oír, entender y
178
en todo lo que hiciéremos, pues es verdad que está su divina Majestad por presencia,
esencia y potencia en todas las cosas» (Ignacio de Loyola, «Carta al P. Brandao», 1 de
junio de 1551).
Como consecuencia de esta contemplación de Dios en la realidad, la devoción no se
reserva solo para la oración o las ceremonias litúrgicas, sino también para el encuentro
con los demás. «En manera que considerando los unos a los otros crezcan en devoción y
alaben a Dios nuestro Señor, a quien cada uno debe procurar de reconocer en el otro
como en su imagen» (CC 255). Es el sabor de la cotidianidad.
También pide Ignacio que se examinen al final del día de estos dos aspectos. Es
muy importante esta indicación porque cuando el día acaba, las vivencias están muy
frescas todavía y pueden ser rescatadas de un anonimato distraído dándoles nombre. Al
regresar a los encuentros, tareas y espacios habituales, será más fácil percibir los signos
más discretos de la actuación de Dios. La realidad se convertirá en un sacramento que
nos hable de Dios aunque nosotros estemos concentrados en nuestros trabajos.
Con frecuencia constatamos que nuestra bondad y nuestra justicia son «medidas»,
limitadas y podemos desalentarnos (EE 237). Pero hay que sentirse siempre en
comunión con el Ilimitado, de quien surgen constantemente nuestras posibilidades de la
misma manera que la claridad viene del sol y las aguas del manantial. Son imágenes de
origen, no de distancia, pues en el Señor existimos.
En la medida en que vamos contemplando la realidad de esta manera, los espacios
habituales nos van descubriendo su dimensión más profunda donde Dios crea la vida
nueva sin receso. Ser «místico de ojos abiertos» no es tener visiones sino una nueva
visión de la realidad. La realidad puede seguir siendo la misma fuera de nosotros, pero
para nosotros es distinta, pues percibimos su dimensión más honda y creadora. Pero hay
que formar los sentidos contemplativos para «ir contra» las miradas impuestas. No solo
las tierras y casas tienen dueño, sino también las sensaciones que nos invaden en la
cultura de los sentidos.
Cuando le decimos al Señor: «Toma y recibe toda mi libertad...», no solo estamos
ofreciéndonos para la misión, sino también para un encuentro en que Él vaya ordenando
nuestro corazón y transformando nuestra sensibilidad.
A lo largo de los Ejercicios Espirituales se ha ido transformando nuestra
sensibilidad. No necesitamos huir hacia los paraísos artificiales de la dicha química, de
la distracción digital o de los espacios reservados para las élites del mundo. Miramos el
mundo de frente, porque nuestra sensibilidad puede descubrir en el fondo de todo lo que
vive la presencia activa de Dios que impulsa todo lo real hacia posibilidades infinitas.
Asomarse a la realidad, mezclarse con ella, es sumergirse en la vida de la Trinidad que
nos ha incluido desde siempre en el centro de su intimidad.
***
179
180
Al borde de la calle
Mírame, Señor,
al borde de la calle
mientras corre la vida.
Es nuestro y tuyo
el olor de la pobreza,
pero no te huelo.
181
Recreación
Mi paisaje cotidiano
me llama por mi nombre
con el eco de mi historia.
182
Estoy naciendo
Estoy naciendo
en este instante
desde todo mi pasado
y desde tu presente,
heredero de los siglos
que han doblado sus espaldas
sobre surcos y cimientos,
hijo de los sueños
que desafiaron las fronteras
de la ciencia y los guardianes.
Posibilidades infinitas
en mis pulmones de arcilla.
Esporas de eternidad
en las burbujas del tiempo.
Certeza de tu gestación
en lo íntimo de todo dentro.
183
Quisiera
«Mirar cómo Dios habita en las criaturas: en los elementos dando ser, en
las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando
entender; y así en mí dándome ser, animando, sensando y haciéndome
entender; asimismo haciendo templo de mí, seyendo criado a la similitud
y imagen de su divina majestad» (EE 235).
Quisiera
pegar mi oído
a la piedra dura
para escuchar tu latido,
descorrer la cortina
de los ojos ajenos
para ver cómo me miras,
percibir el anhelo
de la noche perfumada
para oler cómo respiras,
saborear el secreto
de la alegría en sazón
para gustar tu dicha.
184
En el origen
185
Ojos de cuna
186
Miradas
187
Si el cuerpo supiera
¡Si te abriéramos
las cinco puertas
de los sentidos,
en este océano tuyo
de aromas y sabores,
de brillos, cantos y caricias
donde vivimos sumergidos!
¡Si desalojaras
de este templo tuyo
a los mercaderes que negocian
nuestras hambres y riquezas
en el atrio sagrado,
con el susurro clandestino
o la obsesión publicitaria!
188
supiera,
y se fuera convirtiendo
todo entero,
aquí y ahora
en un gesto sencillo
del Infinito
tan humano!
189
Eternidad en los sentidos
190
Tus rumores
Me bastan
los reflejos del sol temblando
en la bóveda del puente,
el frescor del pozo
subiendo desde el agua inaccesible,
la música del viento nocturno
entre las hojas intocables de los pinos,
el perfume fugitivo
que se deshila en el jardín,
una gota de dignidad
deslizando su dulzura en mi garganta.
¡Me bastan!
No puedo contemplar
el sol de frente,
ni vivir sumergido
en el fondo de las aguas,
ni pulsar con mis manos
la sonora compañía de la noche,
ni perfumar de fiesta
todas las rutas ajadas de la vida,
ni adelantar un solo segundo
el brindis de todo el universo.
191
Rocío
Amanece
y el sol va encendiendo
una a una
las gotas de rocío;
a tientas,
como frutos de la noche
crecieron armoniosas
asidas al filo de las hojas.
Ahora brillan
como una sementera
de perlas y de luces.
Si las tocas,
mueren.
Si las contemplas,
brillan.
Arden y se consumen
regalando una belleza
que no puede engastarse
ni en el oro,
ni en la prisa.
192
En el amor
Está fuera
de los capiteles de la fama,
de las pieles cautivas,
de los méritos como apellidos,
de los puestos blindados,
de las geografías seguras.
Está dentro
del humus de la historia,
de las relaciones veraces,
de las miradas indigentes,
de los servicios sin remitente,
de la creatividad sin amarras.
193
Dentro
194
Vida contaminada
Respiramos la cultura
que nos envuelve a todos,
el oxígeno que nos da vida
y los virus que nos socavan.
Al acoger en nosotros
la vida contaminada,
te acogemos a ti,
que estás dentro de la vida,
y la purificas con tu aliento
en el horno ardiente
de nuestra intimidad.
195
Comunión cósmica
I
Huésped tuyo
en este bosque
de tus afanes milenarios,
con qué rapidez acudes
a todos mis sentidos
grises y arañados.
Rumores de libertad,
cantos alados de colores
inventan música
en mi cuerpo concertado.
¡Tú me recreas!
Me llevo dentro el bosque
como un abrazo inasible.
196
Hecho ya parte de mí
en tu eternidad se adentra.
II
A fuego lento
el sol calienta un árbol
de corteza cenicienta
sin flores y sin hojas.
En este tronco,
¿está incubando el sol
una primavera
de flores y de frutos,
o lo está secando
para que caiga a tierra
y sea el abono fértil
de otras floraciones?
III
197
El bosque fiel
trabaja la vida sin descanso,
pero la codicia ciega
lleva compulsión y fuego
en sus entrañas seducidas
con el fermento de la muerte.
IV
Se abren en adoración
los capiteles de las palmas,
y las copas despliegan su liturgia
de bóvedas trémulas.
198
la creación entera
trabaja, canta, ora
y reparte vida eterna
por las venas del mundo.
VI
Sumergido en el bosque
camino por la hondura íntima
de su oleaje verde
que se mece en las alturas.
No dejaré en el aire
tu mano extendida,
ni tu palabra susurrada,
ni tu beso, ni tu vino.
Ya caminas dentro de mí
y tu presencia me recorre
por los últimos capilares
de mi misterio abierto
al soplo de tu caricia.
VII
199
Esta palabra tuya
es humilde y anterior
a minaretes y campanas,
a catedrales y pagodas,
a textos sagrados
y minuciosos rituales.
Presencia sustancial
sin apellidos ni banderas,
es creación surgiendo
aquí y ahora mismo
rompiendo aguas,
tierras, semillas,
cortezas y horizontes,
es lenguaje para todos
creando la mudez común
y reverente del asombro.
Todos aspiramos
el mismo aire perfumado
sobre nuestras cabezas
como incienso puro.
Todos asentimos
al dogma universal
de la vida que se regala
sin pedirle a nadie
su credo o pasaporte.
Todos comulgamos
el brillo del sol
en el haz de las hojas,
generosa multiplicación
de peces fugitivos en el aire
sobre olas vegetales.
200
acuden a este templo
tuyo y nuestro
para la celebración
de tu ritual humilde
con vocales cotidianas.
VIII
201
La calle
II
Se descorcha incontenible
la puerta de la escuela
con un estallido de burbujas.
Adolescentes repentinas
afianzan su autoestima
ensayando sus pasos,
estiran su cuerpo de caña verde
y miran la sorpresa de su perfil
en los ojos transeúntes
y en los cómplices cristales.
202
Amores de manos enlazadas
adornan las esquinas,
prisas de negocios
resuenan en el paso firme,
impaciencias ilegales
miran de soslayo,
esperas exhaustas se sientan
en el umbral de la casa
y sumergen los pies agrietados
en el agua de la vida
que discurre por la acera.
¡Rueda la vida!
Carros viejos y dignos
cabecean y resisten,
autobuses confortables
pasean bienestar exclusivo,
sillas de inválidos
empujan su victoria,
coches de niños
mecen la inocencia,
veloces patines juveniles
arriesgan fantasías.
Un viejo limosnero
extiende el brazo al aire
como su última rama viva.
III
Navego en la calle
sumergido en tu misterio
203
entre oleadas de rostros,
expresiones diferentes
de tu inagotable iniciativa.
Un rumor de eternidad
acompaña el arrastrarse
de tantos pies distintos,
con eco de éxodos bíblicos
apagados sobre arena
de desiertos sin caminos,
de etnias acosadas
que huyen por las selvas
hacia la tierra prometida.
Te buscamos a ti
mientras vamos leyendo
el nombre de la calle
en las esquinas.
Esperamos tu luz
en la pausa obligada
del disco rojo como un sol
de negativa metálica.
IV
Ha llegado contigo
la intimidad y el descanso
en la noche que se acerca;
con oscuridad
envuelves el horizonte,
los hogares, los rumores,
y arropas los sueños
con mano maternal
sobre las frentes.
Luces amarillas
rojas, verdes, blancas,
204
estáticas, parpadeantes,
son el panel de un monitor
que tú auscultas sin pausa
con ternura de enfermera.
205
con caligrafía morena.
Y cada caminante
espera oír tu voz:
«Tú eres mi hijo amado,
en quien me complazco».
206
Hacia el Resucitado
Todo se mueve
hacia el encuentro contigo,
Jesús resucitado,
la estrella en su órbita
y el gusano en su capullo,
el ojo en el laboratorio
y la azada en el surco,
la caricia en la piel
y la ceniza en el orgullo,
207
de todo lo que existe.
208
Aeropuerto
¡Tantas diferencias
de un solo rostro!
¡Tantas rutas
de un solo destino!
¡Tantos colores
de un solo tejido!
¡Tantos equipajes
de un solo tesoro!
¡Tantos corazones
de un solo latido!
209
Debilidades
«Mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la
mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad,
piedad, misericordia, etc.; así como del sol descienden los rayos, de la
fuente las aguas, etc.» (EE 237).
¡Tembloroso filamento
en el interior de la lámpara
incandescente claridad!
210
Sumas de la vida
«Mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la
mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad,
piedad, misericordia, etc.» (EE 237).
En un momento inesperado
mana la ternura y otras cuentas.
211
Dos más dos
son siete, diez, cuarenta,
una suma innumerable.
Más allá de los límites
está la vida incontenible
sonriendo por encima
de cercas y de clavos.
El dinamismo último
de todo lo que vive
está despierto, universal.
Empiezo a sumar como propio
lo que antes veía como ajeno,
y lo mío se lo reparten tantos
que me siento inacabable.
En el regalo azul del mar
flota escrito mi nombre.
La mirada descubre plenitudes
asomándose por las heridas.
Llegó la gratuidad sin cuentas
que nos acoge a todos
en sus brazos infinitos.
212
Desde el amor
«Mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la
mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad,
piedad, misericordia, etc.» (EE 237).
Fátima y Fernando.
Solo desde el Amor
brota el amor
y enlaza almas y cuerpos
desde la primera luz
que se alumbra
en dos miradas sorprendidas.
Después nos recorre por dentro,
despierta sueños,
aligera cargas
y en cada paso
insinúa una danza.
El futuro desconocido
seduce o aterra,
pero el amor engendra
hijos, hogares, utopías,
y los va gestando
en el silencio encarnado.
Después los regala
en el tiempo maduro.
213
se estira la existencia
hasta el infinito
y el tiempo nos deja
un sabor de eternidad
donde adentrarnos siempre.
El deseo encendido
se viste de fiesta y dice:
solo, siempre, todo, nada.
La alianza de dos vidas
será posible y cierta
si hunde sus raíces
donde el Amor originario
ilumina la mirada.
214
Concierto universal
yo seguiré entonando
mi propia melodía
al ritmo de tu música
de montes y de olas,
de ruidos del hogar
y de estruendos siderales,
de tornados obsesivos
y de viento dulce
entre las hojas,
de motores urgentes
y de flores sin prisa
en el balcón de la tarde,
del crujir instantáneo
del hielo que se rompe,
y del lento rasgarse
de la arena en el desierto.
215
del miedo y de la muerte,
para ser sonidos fuertes
en tu ágil melodía
de resurrección morena
con todos los acentos.
216
Todo y nada
El tiempo
con su lento roer
y un vendaval repentino
me dejaron sin nada.
En el fondo de la nada
descubrí el Todo
que sustentaba mi ser
como Él mismo,
desde Él mismo,
en Él mismo.
Desde el Todo
me llegó todo.
Al quedarme sin nada,
dejé la nada,
y se abrieron mis manos
para acogerlo todo
sin apresar nada.
El que es poco
va cargado de mucho,
y añade a su apellido
títulos y posesiones.
El que es mucho
necesita poco,
y añade a su ser
todo lo que regala.
¡Para iluminar
todos mis tiempos
y todo mi ser
bastó solo un instante,
todo y nada!
217
Pan reconciliado
el cosmos y el esfuerzo
al fin reconciliados,
la historia humana
purificada en el misterio,
el punto de llegada
218
hacia el que todo peregrina,
y la herencia de los siglos
hecha cuerpo enamorado.
219
Índice
Portada 2
Créditos 3
Prólogo 4
La pascua de los sentidos 5
1. Introducción a la oración 9
Necesito 12
Disponibles 13
Liberación 14
En tus ojos 15
A veces 16
Límite 17
Página blanca 18
Oquedades 19
Debilidad 20
Soledades 21
Estás callado 22
En tu audacia 23
Tu paso 24
Busco tu novedad 25
Siempre llegas 27
Tu respuesta 28
Intimidad 29
Hilar y tejer 30
El límite de Dios 31
Sin ti, sin mí 32
Existir en tu tiempo 33
Dios en nosotros 35
Vocación de fuego 36
Cada mañana 37
2. Principio y fundamento 39
La luz 41
Hombre y mujer 42
220
Punto de encuentro 44
Existir 45
Desde dentro 46
Criaturas 47
Siempre nos esperas 48
Hermano cosmos 49
Creo en ti 50
Solo en ti 52
Raíces 54
Alfa y omega 55
Creer 56
Todos 57
Diversidades 59
Diferentes 61
3. Primera semana 64
Conversión 66
El árbol del límite 67
La ruptura 69
Ilegales 71
Etiquetas 73
Minas 74
Instalación 76
Narciso 77
Pretensiones 78
Yo solo, ¿qué puedo ser? 79
Señor, ten piedad 80
Mis sentidos 81
Mendigo 82
Tu perdón 84
Las manos del Padre 85
Oveja perdida 86
Esmeralda 88
Ausencia 89
Ten piedad 90
Alegrías 91
221
4. Segunda semana 92
Jesús de Nazaret 94
Adviento 95
Ábrase la tierra 96
El niño de la cueva 98
Encarnación 100
Abajo 101
El Hijo 102
Navidad 103
Hoy es Navidad 104
Inicio 106
Humildad de Dios 107
Babilonia y Jerusalén 109
Humíllate conmigo 111
Humillación amiga 112
La humildad de María 114
Servidor de lo imposible 116
¿Quién podrá apartarnos? 117
Bautiza mis sentidos 118
Enviados 119
No llevéis alforjas 120
Cerca 121
Todavía 122
Guardar la vida 123
Alteridad 125
Milagro 127
Luz sin sombras 128
Trinidad 130
Basta 131
Domingo de Ramos 132
El profeta 134
Jeremías 135
5. Tercera semana 136
Compartid 138
Pan y palabra 140
222
Abandono 141
Demasiado tarde 142
Otras cruces 143
Amor tan golpeado 144
Reconciliación 145
Comunión infinita 146
Mano taladrada 147
Ahora 148
Pascua 149
Tiempo de poda 150
Tu yugo 151
Aferrarse 152
Como un parto (cf. Jn 16,21) 153
Muerte 154
Última etapa 155
Cristo de Javier 156
Adelina 157
6. Cuarta semana 159
Pascua 161
Resucitó 163
Solo el amor 165
Tomás 166
Resucitar 167
A imagen y semejanza 168
Único amor 169
Desperdigados 170
Eternidad 171
Beso de Dios 172
En tu resurrección 173
Último día 175
Acoger una vida cerrada 176
7. Contemplación para alcanzar amor 178
Al borde de la calle 181
Recreación 182
Estoy naciendo 183
223
Quisiera 184
En el origen 185
Ojos de cuna 186
Miradas 187
Si el cuerpo supiera 188
Eternidad en los sentidos 190
Tus rumores 191
Rocío 192
En el amor 193
Dentro 194
Vida contaminada 195
Comunión cósmica 196
La calle 202
Hacia el Resucitado 207
Aeropuerto 209
Debilidades 210
Sumas de la vida 211
Desde el amor 213
Concierto universal 215
Todo y nada 217
Pan reconciliado 218
224