Practicas - Restaurativas Jean Schmitz
Practicas - Restaurativas Jean Schmitz
Practicas - Restaurativas Jean Schmitz
Jean Schmitz*
Cuando me propusieron escribir este artículo, opté por iniciarlo con algunos apuntes de mi
experiencia humana y profesional en el Perú. Considero que estos breves relatos me permiten
expresar e ilustrar mejor mis sentimientos, opiniones e ideas, arraigándolos en la experiencia
concreta, para desarrollar luego el tema de las prácticas restaurativas, una ciencia social, que
permite prevenir y atender apropiadamente las tensiones y conflictos, con la participación
activa de todos sus protagonistas.
Hace unos años, visité el centro para adolescentes infractores de esa ciudad, me llamó mucho
la atención un chico cuyos pasos se cruzaron con los míos en el patio porque parecía un niño
más que un adolescente. Efectivamente, tenía tan solo 12 años y parecía muy frágil por su
cuerpo menudo y la mirada perdida. Le pregunté que cómo le iba por allí. En voz baja y con
los hombros caídos, respondió: “Bien, gracias”. En seguida le pregunté ¿Cuánto tiempo
había pasado sin ver a sus padres? Me contestó: “No sé, hace tiempo”. Este niño provenía de
una comunidad rural muy lejana. Mirándolo a los ojos, me era inevitable pensar en mis
propios hijos. Siguiendo mi camino, averigüé el motivo de su detención, había robado
comida en un mercado. Llevaba cinco meses encerrado, sin recibir sentencia. ¡Cómo no
sentirse mal e incómodo! Cuesta entender algo así. Si bien no tenía todos los elementos para
evaluar el caso y emitir una opinión definitiva, me dolió conocer la situación de este
muchachito.
En una época no tan lejana solía visitar regularmente el Centro Santa Margarita, único centro
juvenil femenino en todo el país, localizado en el distrito de San Miguel de la ciudad de
Lima. En aquel tiempo había 42 internas2, cantidad apropiada para realizar un trabajo de
rehabilitación adecuado bajo la conducción de profesionales competentes y motivados en su
!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
*!Director del Instituto Latinoamericano de Prácticas Restaurativas, de nacionalidad Belga, máster en ciencias
políticas y cursando un máster de prácticas restaurativas (80% avanzado)!
1!La remisión fiscal otorga al fiscal el poder de excluir el caso de un proceso penal y optar por una respuesta
! 1!
mayoría. El centro funcionaba bajo el liderazgo de una directora convencida de poder
encontrar siempre el potencial y los recursos en cada una de las internas, y así, poder
propiciar en ellas un cambio positivo que les permitiera a su salida, tener un proyecto de
vida.
Nunca podré olvidar a M. J., que me contó su historia personal a lo largo de mis numerosas
visitas. Me dijo que la mayoría de los profesionales del centro la había tratado bien en los
dos años y diez meses de internamiento, con control y respeto, con disciplina y apoyo, con
autoridad y afecto. Me dijo que había reflexionado y sentía mucho arrepentimiento y dolor.
Sentía que había aprendido mucho y que no quería ser la misma de antes. Tenía ya teorizado
un nuevo proyecto de vida, trabajar en una peluquería. Yo estaba convencido de su
sinceridad, su reflexión intensa y su asumida responsabilidad. Al cabo de varias visitas, ya no
tenía duda.
M. J. quería abrir la puerta ya, pero tenía miedo de salir y caminar, pues no sabía por dónde
ir, ni con quién andar. En su rostro de cada lunes, yo veía su sonrisa transformarse en llanto y
luego el llanto convertirse en sonrisa. Estaba desconcertada e insegura.
¿Cuántas jóvenes como ella están listas y sinceramente dispuestas a cambiar y ser personas
positivas, colaboradoras y productivas para la sociedad, pero carecen de apoyo en el
momento crucial de reiniciar sus vidas? ¿Cuántas están realmente preparadas para cruzar las
rejas e integrarse nuevamente a la sociedad? ¿Qué hacen la sociedad y el Estado para
reconocerlas como personas, como ciudadanas rehabilitadas e integradas, en vez de
etiquetarlas como “ex delincuentes”? ¿Cómo reaccionarán las víctimas de las infracciones de
M. J. al enterarse de su salida?
! 2!
petrificado ante la escena. No era la única persona que la presenciaba; estábamos varios en la
comisaría, hombres y mujeres, pero la mayoría asistía a la escena con indiferencia, como
diciendo: “no es mi asunto, no me meto”.
Una mujer había sido asaltada violentamente por tres jóvenes, que le robaron su cartera con
sus documentos personales, celular y dinero. El hecho acababa de ocurrir, a plena luz del día,
muy cerca de la comisaría. La mujer estaba muy nerviosa y entró pidiendo auxilio a los
policías para perseguir a los asaltantes y recuperar sus pertenencias. No le hicieron caso y
ella siguió gritando hasta que un policía se acercó a increparle en plena cara: “¿Por qué grita
así? No sirve de nada gritar, espere, que ya la atenderán en algún momento”.
La víctima del asalto, desconcertada, siguió con sus quejas, insistiendo en la urgencia.
Recibió entonces, con estupor, una nueva respuesta aún más cortante: “Espere su turno,
como todos, usted no es la única aquí, o vaya a calmarse afuera”. La sorpresa y el sobresalto
de la mujer al escuchar esta respuesta con un tono de voz autoritario, fueron mayúsculos y la
movieron a una situación de gran enojo, casi rabia, atacando verbalmente al policía que no le
prestaba auxilio como ella esperaba.
Entonces la mujer buscó entre los presentes algún apoyo, narrando lo que le había sucedido
en voz alta y entrecortada, suplicando que alguien la atendiera. Después de unos segundos de
silencio, con lágrimas y la voz quebrada, se retiró de la comisaría reprochando que a nadie le
interesaran los asaltos y la delincuencia en las calles; hasta atribuyó a los policías pertenecer
a la misma banda que la agredió.
¿Tan difícil era que uno de los agentes (o de las personas allí presentes, empezando por mí)
intentara tranquilizarla, escucharla, proponerle sentarse e invitarle un vaso de agua, o tomarle
sencillamente la mano y darle una palmadita en la espalda como consuelo? Así, todo hubiera
sido diferente. De la rabia, la mujer hubiera pasado a la aflicción, recuperándose poco a poco
del susto. En cambio, la indiferencia y la insensibilidad de aquel policía, como de todos los
que estábamos presentes, prevalecieron, victimizándola por segunda vez.
No hay justicia posible si no se toman en cuenta las necesidades e intereses de las víctimas,
si no hay oportunidad de que los daños que han sufrido sean reparados. No es justo asignar a
la víctima un rol pasivo y burocrático como denunciante o testigo, e indicarle que espere su
turno, sin que sus emociones puedan ser expresadas, sin que sus mínimos intereses y
necesidades afectados por la agresión sean tomados en cuenta.
¿Por qué las víctimas son tan mal atendidas y resultan nuevamente victimizadas por el
sistema de administración de justicia? ¿Por qué la justicia se interesa casi exclusivamente por
penar al infractor y “apena” a la víctima? ¿Qué interés y derecho se les da a las víctimas de
una transgresión desde el momento en que ésta se produce?
! 3!
Escena 4: Visita a la cárcel de adultos de Lurigancho
En el marco de mi trabajo con jóvenes en conflicto con la ley y la problemática de las
pandillas juveniles, visité cierta vez un pabellón de la cárcel de Lurigancho en la ciudad de
Lima donde la mayoría de los internos eran jóvenes entre 18 y 24 años de edad. Con el apoyo
de algunos de sus representantes y funcionarios del Instituto Nacional Penitenciario (INPE)
me animé a reunirlos en el patio.
Eran unas 600 personas. Luego de saludarlos y presentarme, les pregunté en voz alta cuántos
de ellos habían pasado por lo menos una vez por un centro de internamiento de adolescentes
antes de ingresar a la cárcel de Lurigancho. No me sorprendí al ver un mar de brazos
levantándose frente a mis ojos: jóvenes mostrando con orgullo tatuajes y cicatrices como
condecoraciones de un tumultuoso recorrido delincuencial. Evidentemente, no se trataba de
primerizos sino de una multitud de jóvenes vacunados por la violencia y la reincidencia.
Las cárceles, tal como están concebidas, antes que rehabilitar a sus internos, los
“profesionalizan” en el delito. De todos los internos, ¿cuántos hubieran podido recibir una
medida diferente a la privación de libertad sin que esto se llame impunidad? ¿No se evitaría
así, abastecer al hampa de nuevos reclutas gracias a las cárceles? ¿Qué piensan las víctimas
sobre la salida del interno al cumplirse su condena y “reintegrarse” a su comunidad?
Las Penas
Hay que notar que la palabra pena3 proviene del término en latín poena, el cual posee una
connotación de dolor y sufrimiento causado por un castigo. La creencia en que los castigos
cambian comportamientos es la base para las políticas de disciplina alrededor del mundo. Y
esta creencia no se ha puesto a prueba, ni se tienen hechos concretos que la demuestren. El
castigo solo tiene un efecto superficial, especialmente cuando las personas de mala conducta
están a la vista de los que detentan autoridad.
La teoría de la pena busca producir una serie de efectos en el conjunto de individuos que
componen la sociedad, efectos que se suponen positivos para ésta. Por ello, la pena busca dos
efectos básicos: 1) inducir una prevención general dirigida al conjunto de individuos que
conforman la sociedad; 2) provocar una prevención especial, dirigida al sujeto que ya ha sido
penado.
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3!La pena se define como una sanción que produce la pérdida o restricción de derechos personales,
contemplada en la ley e impuesta por el órgano jurisdiccional, mediante un proceso, al individuo responsable
de la comisión de un delito. (Fuente:!http://es.wikipedia.org/wiki/Pena!)
! 4!
En la mayoría de nuestras sociedades, la pena, especialmente la privación de la libertad,
busca un efecto puramente retributivo, en un sentido análogo al desquite o venganza, y no la
enmienda e inserción del penado en la comunidad que conformaba.
Por lo demás, ¿en qué medida se toman en consideración en la formulación de las penas
aspectos fundamentales como las famosas R? Asunción de Responsabilidad del victimario,
Reparación y Resarcimiento de la víctima (sea ésta un individuo o la comunidad) y
Rehabilitación del transgresor. Mucho menos se hace un mínimo de esfuerzo para restablecer
las Relaciones humanas quebradas por el delito; al contrario, se rompen aun más los frágiles
vínculos comunitarios de las partes en conflicto.
Para ilustrar lo anterior, recurriré a un ejemplo algo extremo, pero con un fondo idéntico a la
realidad actual de cualquier sociedad. Viví ocho meses en Sudán, país del continente africano
donde la ley musulmana, la sharía4, constituye un código de conducta que incluye normas
relativas a los modos de culto, los criterios de la moral y la vida, las cosas permitidas o
prohibidas, las reglas que separan el bien y el mal. Por ello, algunos preceptos legales
contenidos en la sharía contienen, entre otros, el apedreamiento de los adúlteros (aunque el
Corán dice que el castigo debe ser el azotamiento) y el cortar las manos a los ladrones.
Tomando este último y crudo ejemplo: la pena de amputación de mano impuesta a un ladrón,
¿podrá convertirlo automáticamente en un hombre de bien o simplemente, en un ladrón
manco? Lo más probable es que la amputación logre marcarlo, estigmatizarlo brutalmente y
excluirlo radicalmente de su propia comunidad, además de infligirle dolor. Algunas personas
extremadamente partidarias del desagravio penal, y cínicas a la vez, no dejarán de comentar
que, al menos con solo una mano, el ladrón ya no podrá robar tanto, tal como me lo dijo una
vez alguien en Lima.
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4 La palabra sharía significa literalmente “el camino al manantial”. Denota un modo islámico de vivir que es
más que un sistema de justicia criminal. La sharía es un código religioso para vivir, pero más al estilo de un
código de derecho, codificador de la conducta, por lo cual gobierna muchos aspectos de la vida cotidiana —
incluyendo la política, la economía, las finanzas, los negocios, los contratos, los asuntos sociales, etc. La
mayoría de países musulmanes la ha adoptado, en mayor o menor grado, como una cuestión de conciencia
personal. Asimismo puede ser formalmente instituida como ley por ciertos Estados y así también los
tribunales pueden velar por su cumplimiento.
!
! 5!
Podemos asumir que la institucionalización de un adolescente en un centro cerrado puede ser
considerada por un/a juez/a como una medida protectora y paternalista, antes que
sancionadora o retributiva. Esto sucede frecuentemente cuando un/a juez/a juzga a menores
en conflicto con la ley, que malviven librados a su suerte en las calles o que son miembros de
una familia extremadamente disfuncional y negativa para su desarrollo. En tal caso,
numerosos jueces consideran favorable el internamiento del/la adolescente, ya que tendrá
acceso a servicios básicos como alimentación, cama, escuela obligatoria y un equipo de
personas que lo custodia (guardias y profesionales). En general, estos jueces no conocen
realmente el sistema carcelario por dentro.
Existe una necesidad urgente de reformular a fondo nuestro concepto sobre las penas y
definir qué queremos conseguir con ellas. Si lo único que perseguimos es agraviar al
infractor de la ley con otra fuerte dosis de mal, probablemente no haya mayores cambios que
hacer. No obstante, quienes están en esta posición deberían reflexionar sobre el hecho de
que, con estas penas aplicadas de la forma que todos sabemos, nuestras cárceles se han
convertido en altas escuelas de delito. Este es un camino que reproduce indefinidamente la
dialéctica de la delincuencia y la represión penal, que mutuamente se alimentan.
Las cárceles
! 6!
Desde hace unos años, los criminólogos usan el concepto de tratamiento5 en vez de
readaptación o rehabilitación. En base a esto, afirman que la cárcel puede ser un lugar de
reflexión y recuperación de la persona, hasta de perdón, reparación y restablecimiento de las
relaciones rotas. Sin embargo, algunos reconocen que esto solo es factible bajo ciertas
condiciones: un número manejable de internos debidamente distribuidos según criterios
precisos (separación entre primarios y reincidentes, según el tipo de delito, la edad, el
consumo o no de drogas, etc.), bajo el acompañamiento de un equipo de profesionales
motivado y competente.
La criminóloga mexicana Hilda Marchiori afirma que “el tratamiento tiene por objeto que el
delincuente modifique sus conductas agresivas y antisociales, haga consciente sus procesos
patológicos hacia los demás y hacia sí mismo, que él ha utilizado en la conducta delictiva”.6
Por otro lado, según el juez mexicano Javier García Ramírez en su libro La prisión los
agrupa, el término “tratamiento” debe comprender todos los recursos existentes que puedan
ser correctivos para el recluso. Siendo objetivos y críticos, debemos reconocer que esto casi
nunca se produce, lo que significa que el tratamiento es probablemente inaccesible en la
mayoría de los casos.
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5! El! tratamiento! implica! una! modificación! de! los! valores! internos! del! sujeto! y,! consecuentemente,! un!
cambio!en!su!conducta!interior.!
6!Marchiori,!H.!El#estudio#del#delincuente,!México,!Porrúa,!1982,!p.!132!
7!Trastornos mentales que aparecen a causa del encarcelamiento en prisioneros psíquicamente normales; se
trata de accesos de confusión o de estados depresivos.
8!Artículo!66,!Reglas!Mínimas!para!el!Tratamiento!de!los!Reclusos:!
http://www.sdh.gba.gov.ar/comunicacion/normativainternacional/admjusticia/reglas_minimas_para_
tratamiento_de_reclusos.pdf!!
! 7!
John Braithwaite9, distinguido criminólogo australiano, insiste en la importancia de saber
“separar el acto de quien lo comete”. En otras palabras, reclama que se deben rechazar todas
las conductas y comportamientos contrarios a la ley, pero no rechazar a la persona.
Las sociedades (las escuelas, en particular) han llegado a la conclusión de que si aquéllos que
se comportan mal o cometen delitos son forzados a sufrir castigos, será menos probable que
repitan su mala conducta. Si esto fuera cierto, entonces el trabajo del responsable de la
disciplina escolar o del juez en la corte penal sería muy fácil. Con cada infracción, se
impondría al autor una cierta cantidad de incomodidad. Si ese castigo no lograse cambiar el
comportamiento del infractor, entonces el responsable de disciplina o el juez simplemente
aumentarían el nivel de sufrimiento hasta que cese la conducta inadecuada10.
Las prácticas educacionales de disciplina y las de justicia penal se basan en el castigo para
cambiar el comportamiento. No obstante, el aumento continuo del número de privados de
libertad y de estudiantes expulsados hace cuestionable la validez de este abordaje.
Tenemos que recordar que la razón por la que existen las leyes, normas y principios es para
proteger a las personas de cualquier daño y asegurar un ambiente de desarrollo humano y
social funcional, saludable y seguro. En lugar de una perspectiva burocrática que
simplemente reparte castigos por violaciones del código de conducta, nuestro enfoque
debería centrarse en las necesidades reales de los seres humanos. Debemos de reparar el daño
a las relaciones interpersonales y restaurar el sentimiento de seguridad y paz en la
comunidad.
En concreto, las cárceles y centros de privación de la libertad deberían emplearse sólo como
medida de último recurso ante los casos más graves. El desafío del presente es explorar el
mundo de las medidas alternativas a la privación de libertad. Sueño con que llegará el
momento, en un futuro que todavía parece lejano, en que las cárceles serán desechadas como
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9!Braithwaite,!J.!(1989).!Crime,#shame#and#reintegration.!Cambridge,!UK:!Cambridge!University!Press.!
10!Wachtel,!T.!&!Costelo,!B.!(2009).!Introduction to Restorative Practices. IIRP: www.iirp.edu
!
! 8!
aplicación estándar frente al delito común y corriente, para ser crecientemente sustituidas por
el tratamiento comunitario.
Los/las ciudadanos/as no pueden coexistir pacíficamente sin que la sociedad en la cual viven
determine principios y valores, fije normas y límites, establezca leyes y tome medidas para
quienes no las respetan. Las relaciones humanas no son sólo benéficas y propicias para
garantizar un desarrollo armónico personal, familiar y social, sino que pueden ser también
dolorosas, belicosas, competitivas y nefastas. Con mayor o menor grado, la violencia
siempre ha estado presente en todos los tiempos y en todas las sociedades.
Aunque quisiera que no existieran, no promuevo el cierre de las cárceles, sino que de
acuerdo a lo que aconsejan las Naciones Unidas, la sanción de privación de la libertad por
transgredir la ley penal debería ser considerada siempre como último recurso y por el menor
tiempo posible. Se debería internar en ellas, a todas las personas que no aplican para una
medida alternativa al encierro, es decir, estrictamente para los casos muy graves. Insisto, más
bien, en que los/as operadores/as de justicia y los equipos interdisciplinarios hagan un
tamizaje adecuado para evitar el internamiento de personas que podrían ser tratadas en un
medio abierto y bajo un acompañamiento profesional efectivo.
¡Empecemos por los/as jóvenes! Los/as adolescentes que infringen la ley necesitan que
hagamos algo por ellos/as, ahora mismo, para evitar que sigan el camino de la delincuencia
adulta. Reformulemos decididamente el contenido de las medidas, privilegiando su
contenido educativo y reservando la privación de libertad para los casos realmente graves.
¡Actuemos preventivamente! ¿Cómo así? Creando redes, fortaleciendo los lazos de la vida
comunitaria, introduciendo entre los líderes comunales nuevas habilidades para enfrentar
situaciones de tensión y conflicto que incluyen el delito juvenil. Actuemos antes de que
los/as niños/as que están en vías de convertirse en adolescentes se vean envueltos en la lógica
de una violencia sin retorno.
Entre los/as adultos/as, empecemos por los casos más sencillos. Hagamos lo posible por no
entregarle más gente a esa moledora de vidas y generadora de violencia que es la cárcel.
Las prácticas restaurativas son un tema de estudio emergente que permite a las personas
renovar y construir lazos de comunidad en un mundo cada vez más desconectado y
problemático. El campo emergente de prácticas restaurativas permite unir teoría,
investigación y praxis, en campos aparentemente muy distintos como la educación, la
consejería, la justicia penal, el trabajo social, la administración organizacional y otros.
El concepto de prácticas restaurativas tiene sus raíces en la justicia restaurativa, una nueva
forma de ver la justicia penal que se enfoca en la responsabilidad y la reparación del daño
ocasionado a las personas y las relaciones humanas y sociales, en lugar de centrarse
exclusivamente en la culpabilidad y el castigo.
! 9!
Actualmente, individuos y organizaciones en muchos países desarrollan metodologías y
modelos innovadores, y realizan investigación empírica, como alternativa a las clamorosas
insuficiencias de la justicia penal. Este es un movimiento en que confluyen iniciativas
creativas de la sociedad civil con sectores progresivos de las autoridades.
Ya existen ejemplos efectivos de estos avances. En trabajo social, por ejemplo, las reuniones
familiares en grupo o los procesos de decisión empoderan a las familias para reunirse en
privado, sin profesionales, para elaborar un plan de protección a los/as niños/as en contextos
de violencia y negligencia (American Human Association, 2003)11.
Varias opciones se ilustran mediante la Ventana de la Disciplina Social, que se crea por la
combinación de dos secuencias: control dirigiendo la influencia y/o ejerciendo retención, y
apoyo, nutrir, alentar, motivar o ayudar a los sujetos. Para simplificar, las combinaciones de
cada una de las dos secuencias se limitan a "alta" y "baja". El ajuste de varios y enérgicos
límites y el cumplimiento diligente de las normas de comportamiento, caracterizan un alto
control social. Normas conductuales imprecisas, débiles y regulación laxa o inexistente de
comportamiento caracterizan un bajo control social. Asistencia activa y preocupación por el
bienestar caracterizan un alto apoyo social. La falta de estímulo y una mínima provisión de
!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
11
American Humane Association (2003). FGDM Research and Evaluation. Protecting Children, 18(1-2).
12
McCold, P. (2003). A survey of assessment research on mediation and conferencing. In L. Walgrave (Ed.),
Repositioning Restorative Justice (pp. 67-120). Devon, UK: Willan Publishing.
13
Riestenberg, N. (2002, August). Restorative measures in schools: Evaluation results. Paper presented at the
Third International Conference on Conferencing, Circles and other Restorative Practices, Minneapolis, MN,
USA.
! 10!
necesidades físicas y emocionales caracterizan un bajo apoyo social.
Mediante la combinación de un nivel de control alto o bajo, con un nivel de soporte alto o
bajo, la Ventana de la Disciplina Social define cuatro enfoques para la regulación de la
conducta: PUNITIVO, PERMISIVO, NEGLIGENTE Y RESTAURATIVO. El enfoque
punitivo, con alto control y bajo apoyo, también se le llama "retributivo." Se tiende a
estigmatizar a las personas, marcándolas indeleblemente con una etiqueta negativa.
El enfoque permisivo, con bajo control y alto apoyo, se le llama también "rehabilitativo" y
tiende a proteger a las personas mientras experimentan las consecuencias de sus malas
acciones. Bajo control y bajo apoyo corresponden simplemente a la negligencia, o sea un
enfoque caracterizado por la indiferencia y la pasividad.
El enfoque restaurativo, con alto control y alto apoyo, confronta y desaprueba las malas
conductas mientras reconoce el valor humano intrínseco del ofensor. La esencia de la justicia
restaurativa es la disposición a resolver problemas. Las prácticas restaurativas brindan una
oportunidad para aquellos que han sido afectados por un incidente, reunirse para compartir
sus sentimientos, describir cómo se han visto afectados y desarrollar un plan para reparar el
daño causado o impedir que se repita. El enfoque restaurativo es reintegrador, permite al
ofensor reparar el daño que ha causado y arrojar la etiqueta de “delincuente”. Cuatro palabras
sirven como referencia para distinguir los cuatro enfoques: no, para, contra y con.
! 11!
comunidad/sociedad, fomentando la participación activa y reflexiva del infractor e invitando
a las demás personas afectadas por el delito a participar en el proceso de reparación y la
rendición de cuentas. El compromiso de responsabilidad y participación voluntaria son dos
aspectos fundamentales de la justicia restaurativa.
La hipótesis unificadora fundamental de las prácticas restaurativas es que “los seres humanos
son más felices, más cooperadores y productivos, y tienen mayores probabilidades de hacer
cambios positivos en su conducta cuando quienes están en una posición de autoridad hacen
las cosas con ellos, en lugar de hacerlas contra ellos o hacerlas para ellos”. Esta hipótesis
sostiene que el modo punitivo y autoritario de hacerlo contra y el modo permisivo y
paternalista de hacerlo para no son tan efectivos; en cambio, el modo restaurativo plantea
involucrarse con participación de los sujetos en cuestión14.
Las prácticas restaurativas no se limitan solo a procesos formales, como las reuniones
restaurativas o las reuniones de grupo familiar, más bien se encuentran en un rango que va de
informal a formal. En el espectro de las prácticas restaurativas (Figura 2), entre las prácticas
informales tenemos a las declaraciones afectivas que comunican los sentimientos de las
personas, así como a las preguntas afectivas que hacen que la gente reflexione sobre cómo su
conducta ha afectado a otros16.
Un/a profesor/a en una sala de clases podría usar una declaración afectiva cuando un/a
alumno/a se ha comportado mal, dejándole saber cómo él o ella se ha visto afectado por su
conducta: “Cuando interrumpes la clase, me siento triste” o “me has faltado el respeto” o
“decepcionado”. Al escuchar esto, el adolescente se da cuenta de cómo su conducta está
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14!Wachtel,!T.!(2005,!November).!The!next!step:!developing!restorative!communities.!Paper!presented!
at!the!Seventh!International!Conference!on!Conferencing,!Circles!and!other!Restorative!Practices,!
Manchester,!UK.!
15
Davey, L. (2007, November). Restorative practices: A vision of hope. Paper presented at “Improving
Citizenship & Restoring Community,” the 10th International Institute for Restorative Practices World
Conference, Budapest, Hungary.
16
McCold, P., & Wachtel, T. (2001). Restorative justice in everyday life. In J. Braithwaite & H. Strang (Eds.),
Restorative Justice and Civil Society (pp. 114-129). Cambridge, UK: Cambridge University Press.
! 12!
afectando a los demás17. Ese/a profesor/a puede hacer una pregunta afectiva, quizás
adaptando una de las preguntas restaurativas. “¿Quién crees que se ha visto afectado por lo
que hiciste?” y luego seguir con “¿Cómo crees que han sido afectados?” Al responder a
dichas preguntas, en lugar de simplemente ser castigado, el/la alumno/a tiene una
oportunidad de pensar en su conducta, de hacer enmiendas y cambiar la conducta en el
futuro18. El hacer varias preguntas afectivas tanto de quién tuvo la conducta indebida como
de aquellos dañados por la misma crea una pequeña reunión espontánea. Si las circunstancias
requieren un poco más de estructura, se puede crear rápidamente un círculo.
INFORMAL FORMAL
Declaraciones Preguntas Pequeña Grupo o Reunión
afectivas afectivas reunión círculo formal
espontánea
! 13!
Las reuniones proporcionan a las víctimas y al entorno generado, una oportunidad de
confrontar al agresor, expresar sus sentimientos, hacer preguntas y poder dar su opinión en
cuanto a cuál debe ser el resultado. Los agresores escuchan de primera mano cómo es que su
conducta ha afectado a otras personas. Los/as agresores/as pueden elegir participar en una
reunión y comenzar a reparar el daño que han causado disculpándose, corrigiendo las cosas y
acordando una restitución financiera, personal o un trabajo de servicio comunitario. Las
reuniones hacen a los/as agresores/as asumir su responsabilidad a la vez que les proporcionan
una oportunidad de deshacerse de la etiqueta de “agresor/a” y ser reintegrados a su
comunidad, escuela o centro de trabajo22.
La participación en las reuniones es voluntaria. Una vez que se determina que es apropiado
llevar a cabo una reunión y que los/as agresores/as y las víctimas han acordado asistir, el/la
facilitador/a de la reunión invita a otros/as afectados/as por el incidente—la familia y los/as
amigos/as de las víctimas y agresores/as. Se puede usar una reunión restaurativa en lugar de
los procesos disciplinarios o de justicia tradicionales, o en los casos en los que esto no es
apropiado, como un complemento a dichos procesos23.
La reunión restaurativa es facilitada por una persona que sigue un guión que otorga a cada
participante la oportunidad de hablar, comenzando por hacer preguntas abiertas y preguntas
restaurativas afectivas al/la agresor/a. La persona facilitadora dirige a la víctima y a los
miembros de su familia y amigos/as, preguntas que les proporcionan la oportunidad de
hablar sobre el incidente desde su perspectiva y cómo éste los afectó. Se pide a la familia y a
los/as amigos/as del agresor/as hacer lo mismo24.
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Justice Reference Service (NCJRS). Retrieved from https://www.ncjrs.gov/ovc_archives/reports/96517-
gdlines_victims-sens/guide4.html
!
22
Morris, A., & Maxwell, G. (2001). Restorative conferencing. In Bazemore, G. and Schiff, M. (Ed.),
Restorative Community justice: Repairing Harm and Transforming Communities (pp. 173-197). Cincinnati,
OH: Anderson Publishing Co.
23!O’Connell, Wachtel, & Wachtel, Op.!Cit.!
24!O’Connell, Wachtel, & Wachtel, Op.!Cit!
! 14!
Finalmente, se le pregunta a la víctima cuál le gustaría que fuera el resultado de la reunión.
La respuesta se conversa con el/la agresor/a y todos los demás en la reunión. Cuando se llega
a un acuerdo, se redacta un contrato simple y se firma.
Las reuniones restaurativas son un enfoque para abordar las conductas indebidas en diversos
entornos, de una variedad de formas):
• En las escuelas las reuniones pueden servir de respuesta al ausentismo escolar,
incidentes disciplinarios, incluyendo la violencia, o como una estrategia de
prevención en la forma de juegos de roles de reuniones con alumnos de escuelas
primarias y secundarias.
• La policía puede usar las reuniones como una advertencia o para evitar tener que
ir a la corte, especialmente en el caso de los/as agresores/as que cometen una
ofensa por primera vez.
• Las cortes pueden usar las reuniones como una forma de remisión, un proceso
alternativo para dar una sentencia, o un evento de sanación para las víctimas y
agresores una vez que se concluye el proceso en la corte.
• Se puede responder a diversas violaciones de la libertad condicional instaurando
reuniones.
• Las instituciones correccionales y de tratamiento encontrarán que las reuniones
resuelven los problemas y las tensiones subyacentes en los conflictos y las
acciones disciplinarias.
• Los centros de educación superior técnica y las universidades pueden usar las
reuniones para los incidentes que ocurren en las residencias y el campus y las
violaciones disciplinarias.
• En los centros de trabajo, las reuniones abordan tanto las conductas indebidas
como el conflicto.
Un círculo restaurativo es una práctica versátil que puede usarse de manera proactiva, para
desarrollar relaciones y generar comunidad o de manera reactiva, para responder a las
conductas indebidas, a los conflictos y problemas. Los círculos generan la oportunidad de
hablar y escuchar unos a otros en una atmósfera de seguridad, decoro e igualdad. El proceso
de los círculos permite a las personas contar todas sus historias y ofrecer sus propias
perspectivas25.
El círculo tiene una amplia variedad de propósitos: resolución de conflictos, sanación, apoyo,
toma de decisiones, intercambio de información y desarrollo de relaciones. Los círculos
ofrecen una alternativa a las reuniones que a menudo se basan en un posicionamiento
jerárquico, en el que hay un ganador y un perdedor y una disputa26.
! 15!
La hora del círculo y las reuniones matutinas se han usado ampliamente en escuelas
primarias y de enseñanza elemental durante muchos años y más recientemente en escuelas
secundarias y en la educación superior27. En la industria, se han empleado los círculos de
calidad durante décadas para lograr que los/as trabajadores se sientan comprometidos a
alcanzar altos estándares de fabricación28. En 1992, el Juez Barry Stewart del Tribunal de
Circuito de Yukon fue el pionero en el uso del círculo para dictar una sentencia,
involucrando a los miembros de la comunidad para ayudar a decidir cómo lidiar con un
agresor29. En 1994, el pastor menonita Harry Nigh hizo amistad con un agresor sexual con
retraso mental reincidente formando un grupo de apoyo con algunos de sus parroquianos,
llamado un círculo de apoyo y rendición de cuentas, que fue efectivo para evitar su
reincidencia30.
Los círculos pueden usar un formato secuencial. Una persona habla por vez, y la oportunidad
de hablar avanza en una dirección alrededor del círculo. Cada persona debe esperar hasta que
llegue su turno para hablar, y nadie puede interrumpir. De manera opcional, se puede usar un
objeto de conversación—un pequeño objeto que pueda ser sostenido fácilmente y pasado de
persona a persona—para facilitar este proceso. Solamente la persona que está sosteniendo el
objeto de conversación tiene el derecho a hablar. Tanto el círculo como el objeto de
conversación tienen raíces en prácticas antiguas e indígenas.
Las reuniones del grupo familiar congregan a redes de apoyo familiar—padres, madres
hijos/as, tíos/as, abuelos/as, vecinos/as y amigos/a cercanos/as de la familia—para tomar
decisiones importantes que de lo contrario serían tomadas por los/as profesionales. Este
proceso de involucramiento y empoderamiento de las familias para que tomen decisiones y
hagan planes para el bienestar de sus propios miembros lleva a mejores resultados, menos
!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
27
Mirsky, L. (2007). SaferSanerSchools: Transforming school culture with restorative practices. Reclaiming
Children and Youth, 16(2), 5-12.
Mirsky, L. (2011, May). Restorative practices: Whole-school change to build safer, saner school communities.
Restorative Practices eForum. Retreived from http://www.iirp.edu/article_detail.php?article_id=Njkx
Wachtel, J., & Wachtel, T. (2012). Building Campus Community: Restorative Practices in Residential Life.
Bethlehem, PA: International Institute for Restorative Practices.
28Nonaka, I. (1993, September). The history of the quality circle. Quality Progress, 81-83. ASQ.
29 Lilles, H. (2002, August). Circle sentencing: Part of the restorative justice continuum. Paper presented at the
Third International Conference on Conferencing, Circles and other Restorative Practices, Minneapolis, MN,
USA.
30 Rankin, B. (2007). Circles of support and accountability: What works. Let’s Talk/Entre Nous. Vol. 31, No. 3.
Ottawa, ON, Canada: Correctional Service of Canada. Retrieved from http://www.csc-scc.gc.ca/text/pblct/lt-
en/2006/31-3/7-eng.shtml
31
Costello, B., Wachtel, J., & Wachtel, T. (2010). Restorative Circles in Schools: Building Community and
Enhancing Learning. Bethlehem, PA: International Institute for Restorative Practices.
! 16!
conflicto con los/as profesionales, más apoyo informal y un mejor funcionamiento de la
familia32.
Los/as jóvenes, como foco de estas reuniones, necesitan el sentido de comunidad, identidad y
estabilidad que solamente la familia, en sus diversas formas, puede proporcionarles. Las
familias tienen mayor probabilidad que los/as profesionales de encontrar soluciones que
involucren activamente a otros miembros de la familia, manteniendo así al/la niño/a dentro
del cuidado de la familia, en lugar de transferir el cuidado del menor al gobierno. Además,
cuando las familias son empoderadas para enmendar sus propios problemas, el proceso
mismo de empoderamiento facilita la sanación33.
Las características y momentos clave del modelo de la reunión del grupo familiar (RGF) son
la preparación, información, espacio privado para la familia, el acuerdo del plan, monitoreo
y revisión. En una RGF, la familia es la principal decisora. Un/a coordinador/a independiente
facilita la reunión y se abstiene de ofrecer ideas preconcebidas sobre el resultado. Después de
escuchar la información sobre el caso, se deja sola a la familia para que elabore un plan para
el futuro del menor, joven o adulto. Los/as profesionales evalúan el plan con respecto a la
seguridad y los asuntos legales, y podrían proporcionar recursos para ayudar a implementar
el plan. Los/as profesionales y los miembros de la familia monitorean el avance del plan, y
usualmente se realizan reuniones de seguimiento34.
Dando cuerpo a esta convicción, desarrollamos una alternativa preventiva frente al delito
juvenil, fortaleciendo a la comunidad, apoyando su cohesión, empoderándola,
incorporándole habilidades para enfrentar situaciones de conflicto. La red comunitaria así
constituida, será el mejor amortiguador frente a las dificultades que empujan a los/as jóvenes
a seguir una ruta de violencia.
A continuación presento un caso que fue resuelto mediante una reunión restaurativa
facilitada por una profesional que capacité y en la que participé como observador:
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32 Merkel-Holguin, L., Nixon, P., & Burford, G., (2003). Learning with families: A synopsis of FGDM research and
evaluation in child welfare. Protecting Children: A Professional Publication of American Humane, 18(1&2), 2-
11.
33 Rush, L. (2006, October). Family group decision making: My steps in the journey. Paper presented at the
Eighth International Conference on Conferencing, Circles and other Restorative Practices, Bethlehem, PA,
USA.
34 Morris, A., & Maxwell, G. (1998). Restorative justice in New Zealand: Family group conferences as a case
study. Western Criminology Review 1(1).
! 17!
Hace varios años en un asentamiento humano limeño, un joven de 17 años aprovechó el
atardecer para sorpresivamente robar la carpeta de un profesor que regresaba a su casa
después de su jornada de trabajo en una escuela pública del vecindario. El profesor corrió
tras el joven, gritando fuertemente para llamar la atención de los vecinos “¡ladrón, ladrón…
me acaban de robar, deténganlo!”. Al minuto siguiente, el joven fue detenido in flagrancia
por dos policías que pasaban por casualidad por allí y escucharon la alerta. En el instante, el
profesor recuperó sus pertenencias, ni quiso saber más de este desafortunado incidente y
tampoco ir a la comisaría a presentar una denuncia. Proporcionó su nombre y dirección a los
policías y se fue, entre asustado y enojado, para su casa.
Una vez en la comisaría, la policía llamó al fiscal y con él, llegó una trabajadora social
especializada en justicia restaurativa. El joven reconoció enseguida su culpabilidad,
afirmando que robaba para comprarse cosas, sin detallar cuáles. Después de una entrevista
entre el joven y la trabajadora social, la profesional sugirió al fiscal que esta situación podría
resolverse a través de una reunión restaurativa en lugar de aplicar la justicia criminal
tradicional que terminaría probablemente con una privación de la libertad del muchacho. El
fiscal dio a la trabajadora social una oportunidad para intentarlo, opción no acertada para los
policías que preferían una sanción drástica y ejemplar: la cárcel.
La trabajadora social se enteró que el joven vivía con su abuela materna desde que tenía 10
años. Su madre había fallecido y no tenía ningún contacto con su padre; había dejado la
escuela desde los 15 años; no tenía trabajo y casualmente consumía marihuana y pasta
básica junto a jóvenes integrantes de una banda del barrio.
Cuando la trabajadora social informó al joven y a su abuela que el profesor se había negado a
participar en la reunión restaurativa, se sintieron a la vez decepcionados y asustados, pues el
incidente podría acabar con una privación de libertad. Testificando la decepción del joven y
su abuela por la desaprobación del profesor, la trabajadora social propuso al joven escribir
una carta al profesor para contar lo que le hubiera gustado decirle en la reunión. El joven
aceptó, y de su propio puño, escribió y entregó una carta a la trabajadora social.
! 18!
Al principio, el profesor no quiso ni recibir a la trabajadora social, exigiéndole que lo deje en
paz. Cuando ella explicó que venía con una carta escrita por el joven, el profesor abrió la
puerta, dejó entrar a la trabajadora social y comenzó a leer la carta en silencio. Al finalizar su
lectura, preguntó si el joven la había escrita solo. La trabajadora social asintió
afirmativamente. Sorprendido el profesor, contestó que no esperaba este tipo de relato y
accedió a encontrarse con el joven.
Una vez terminada la fase de preparación, se decidió la fecha y el lugar del encuentro entre el
profesor y la trabajadora social. La reunión restaurativa se efectuó un sábado por la mañana
en la parroquia del vecindario. Llegaron primeros el joven, su abuela y un vecino amigo de
ellos. Después llegó el profesor con su esposa y su hijo, aproximadamente de la misma edad
que el joven ofensor. La trabajadora social había acomodado siete sillas en círculo y se
encargó de facilitar la reunión. Yo la presencié como observador, fuera del círculo. Al lado
derecho de la facilitadora estaban el joven, su abuela y el vecino, y a su lado izquierdo
cerrando el círculo, el profesor, su esposa y su hijo.
La facilitadora presentó a todos los presentes, señalando que la participación de ellos era
voluntaria y que podían retirarse cuando quieran si así lo deseaban. Sin embargo, si el joven
infractor tomara esa decisión, el incidente será referido al sistema de justicia tradicional.
Agregó que no estaban ahí para decidir si el joven responsable del incidente era bueno o
malo, sino para aclarar el incidente, saber quiénes habían sido afectados y cómo, para así
acordar acciones para que las cosas queden bien.
! 19!
avergonzada por lo que hice cuando ella siempre me ha cuidado lo mejor que ha podido”.
¿A parte de ellos, alguien más se sintió molesto o afectado?, insistió la facilitadora. El joven
respondió “A mí mismo también, pues no se qué va a pasar conmigo y me da mucho miedo.
Es la primera vez que fui detenido por la policía”.
El profesor, su esposa y su hijo escuchaban atentamente las respuestas del joven, observando
su actitud de arrepentimiento. Entonces, la facilitadora le dijo al profesor “Sé que este
incidente ha sido difícil para usted y su familia, nos podría decir que fue lo sintió cuando
este hecho ocurrió”. Mirando en los ojos del joven, el profesor dijo: “Cuando me di cuenta
del robo tuve mucho susto, pánico y rabia a la vez, pues tenía en mi carpeta 200 soles y
documentos personales importantes, que me había costado conseguir. Si el joven se los
hubiera llevado, me hubiera sido sin duda muy complicado volver a conseguirlos”. La
facilitadora siguió preguntándole: “¿Qué impacto ha tenido este incidente para usted y otras
personas? El profesor respondió: “Desde entonces ya no me siento tranquilo andando en la
calle. Miro siempre alrededor de mí, pensando que me van a asaltar nuevamente. No me
siento más seguro. Estoy nervioso”. ¿Y sus seres queridos?, le preguntó la facilitadora:
“Igualmente tuvieron miedo por mi vida, así como yo, mucha rabia de que estas cosas
ocurren más frecuentemente en el barrio. Tenemos miedo que le pase lo mismo a nuestro
hijo. Estamos constantemente en alerta todos; no es nada agradable, más bien molesta
mucho”. Cuando la facilitadora le preguntó que ha sido lo más difícil con este incidente, el
profesor respondió: “Lo más difícil para mí es entender que siendo yo un profesor, que
enseña en la escuela a los jóvenes, también me puede pasar cosas como esta, me molesta
mucho. Es como si no tuviera más confianza en mis alumnos”. Las mismas preguntas fueron
hechas a su esposa, que dio respuestas muy similares como “Tengo miedo, no me siento bien
cuando mi hijo tiene que salir a la calle, sobre todo después del atardecer…”.
La facilitadora preguntó luego a la abuela “¿Qué fue lo que sintió al saber lo que había
hecho su nieto? La abuela respondió: “Siento mucha vergüenza y quiero disculparme por el
terrible comportamiento de mi nieto. Lo siento mucho. No es un mal muchacho, pero estos
dos últimos años no se qué le pasa, pero ya no es como antes. Sale mucho, no estudia, fuma,
tiene amigos que están metidos en banda, y no me gusta, me preocupa mucho, no sé qué
hacer”. A parte de usted, alguien más ha sido afectado, preguntó la facilitadora.“Mi nieto
mismo; mire en la situación que se ha metido él mismo. ¿Qué va a pasar ahora? En el
barrio, muchas personas hablan ahora mal de él. Me da vergüenza. No sé qué va a pasar”
¿Y que ha sido lo más difícil para usted? preguntó la facilitadora. La abuelita contestó
“Haber dado todo lo que podía para mi nieto ya que sus papás no están, y terminar con esta
situación; no me lo merezco, es injusto. No sé qué hacer para que vuelva a estudiar; que
deje de fumar y que ya no se junte con otros jóvenes que pasan su tiempo fumando, bebiendo
y robando. Esto me duele mucho. No sé qué errores he cometido para que esto me pase”.
Cuando le tocó al vecino, amigo de la abuela, dijo: “Los conozco bien, somos vecinos desde
hace muchos años. Son buenas personas, nos ayudamos entre nosotros. Sin embargo, no sé
que le ha pasado al joven, ha cambiado últimamente. Normalmente es un buen muchacho,
servicial y cortés, pero últimamente no anda mucho en casa, sé que fuma y toma licores en
la esquina con amigos, y lo peor de todo, decidió dejar sus estudios cuando no era un mal
alumno. Sin embargo, pienso que aun puede recuperarse”.
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La facilitadora se dirigió nuevamente al profesor, preguntándole “¿Qué piensa que deberá
suceder para que las cosas queden bien?”. Mirando a la abuela y su nieto, el profesor
respondió “Me da pena que una abuela que hizo y sigue haciendo tantos esfuerzos para
criar a un niño, adolescente y hoy joven, para que éste actúe de una forma tan inapropiada y
peligrosa. No se trata de un duro delincuente como me lo imaginaba después del robo. Me di
cuenta al leer su carta y al escucharle en esta reunión que es consciente del error que ha
cometido y que ha dañado, no solamente a mi persona, sino también a su abuela, a él mismo,
a su vecino amigo aquí presente y al vecindario mismo. Les agradezco por sus sinceras
disculpas, afortunadamente he recuperado mi maletín con todo. Quizá lo que quisiera que
salga de esta reunión son verdaderos compromisos y actos concretos que no volverá a robar
nunca, que dejará la droga y abusar del alcohol, y siendo yo profesor quisiera que vuelva a
la escuela, que estudie para lograr ser una persona positiva y productiva para apoyar a su
abuela, y a la sociedad en general. Es esto lo que yo quisiera que ocurra.” Tanto su esposa
como su hijo aportaron en la misma dirección “No serviría a nadie enviar al joven a la
cárcel, pero referirle a un centro de atención especializada para jóvenes adictos y con
problemas de violencia no sólo le ayudaría a él, también a su familia y a la sociedad”.
La facilitadora leyó los acuerdos a los cuales habían llegado, solicitando la necesidad de
precisarlos. ¿Cuándo reiniciaría la escuela? ¿Cuándo irían a los servicios sociales de la
parroquia? Etc. Finalmente, cada uno firmó el acta de acuerdos logrados durante el
encuentro. Antes de despedirse, todos compartieron un momento informal tomando un
refresco y comiendo unas galletas. Ese momento informal, les permitió aprobar y agradecer
la buena voluntad de cada uno. Se despidieron sintiendo haber actuado de la mejor manera.
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