La revolución agrícola durante los siglos XIX y XX involucró la transformación de la agricultura de un sistema de servidumbre a uno orientado al mercado, impulsado por mejoras tecnológicas en Holanda e Inglaterra. Los Estados Unidos se convirtieron en los principales productores agrícolas gracias a la mano de obra esclava y maquinaria como la desmotadora de algodón, mientras que países como Argentina dependían de grandes terratenientes. Factores como los fertilizantes químicos y el transporte mejorado llevaron
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La revolución agrícola durante los siglos XIX y XX involucró la transformación de la agricultura de un sistema de servidumbre a uno orientado al mercado, impulsado por mejoras tecnológicas en Holanda e Inglaterra. Los Estados Unidos se convirtieron en los principales productores agrícolas gracias a la mano de obra esclava y maquinaria como la desmotadora de algodón, mientras que países como Argentina dependían de grandes terratenientes. Factores como los fertilizantes químicos y el transporte mejorado llevaron
La revolución agrícola durante los siglos XIX y XX involucró la transformación de la agricultura de un sistema de servidumbre a uno orientado al mercado, impulsado por mejoras tecnológicas en Holanda e Inglaterra. Los Estados Unidos se convirtieron en los principales productores agrícolas gracias a la mano de obra esclava y maquinaria como la desmotadora de algodón, mientras que países como Argentina dependían de grandes terratenientes. Factores como los fertilizantes químicos y el transporte mejorado llevaron
La revolución agrícola durante los siglos XIX y XX involucró la transformación de la agricultura de un sistema de servidumbre a uno orientado al mercado, impulsado por mejoras tecnológicas en Holanda e Inglaterra. Los Estados Unidos se convirtieron en los principales productores agrícolas gracias a la mano de obra esclava y maquinaria como la desmotadora de algodón, mientras que países como Argentina dependían de grandes terratenientes. Factores como los fertilizantes químicos y el transporte mejorado llevaron
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República Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación
Universidad Politécnica Territorial “Alonso Gamero”
Coro Edo. Falcón
Estudiante: Bladimir Eduardo Vera Rojas.
C.I.V-13.204.643
De acuerdo a la historia de la agricultura, ¿cómo fue la evolución de la revolución agrícola durante
el siglo XIX y XX en el mundo? En los siglos XIX y XX, la agricultura experimentó una extensiva transformación, paralela a la formación del sistema capitalista en Europa y en Norteamérica. Esta transformación supuso el final del régimen de servidumbre en Europa y en América, y a la vez una orientación de la agricultura hacia el mercado. A este fenómeno se le ha llamado la “revolución agrícola”, basada en los éxitos de las mejoras agrícolas en Holanda y en Inglaterra. El contexto climático Los primeros años del siglo XIX fueron escenario de la transición de la Pequeña Edad del Hielo hacia un calentamiento global. De esto quedan huellas en la historia del arte: cuadros pintados entre el siglo XVIII y el XIX muestran unos Alpes donde los glaciales se van retrayendo. En el continente europeo, las condiciones climáticas desfavorables redujeron mucho las cosechas, fenómeno que fue uno de los detonantes de las revoluciones de 1848 en diferentes países. Los incipientes meteorólogos detectaron ya un fenómeno climático llamado El Niño. Se descubrió la conexión entre calamidades registradas en lugares muy distantes el planeta: los fallos o ausencia de monzón en Asia y el calentamiento del Pacífico en las costas de Perú. Tras los desastres producidos por las heladas de principios del siglo XIX, el calentamiento global, las inundaciones y las sequías dieron lugar a crisis agrarias y a dramáticas hambrunas en los años setenta y luego en el siglo XX, en la India, en China, en África Oriental y en Brasil; también afectaron a Rusia y a los Estados Unidos. Millones de personas murieron de hambre. Un efecto colateral de los desastres fue el incremento de la investigación agrícola y meteorológica, que ingenió sistemas de irrigación, experimentó especies resistentes a la sequía, y puso en práctica diversas formas de socorrer a las víctimas. Todo ello fue la base del espectacular desarrollo agrícola en el siglo XX. En Brasil la producción de las plantaciones esclavistas era el café, y en los Estados Unidos, el algodón. La esclavitud fue abolida en Cuba por la Ley Moret, uno de los efectos de la rebelión independentista de 1868-78. En Brasil, la esclavitud fue abolida en 1888, después de décadas de revueltas, y de la creación de una red de vías de escape desde zonas esclavistas a zonas donde no había esclavos. Todos estas alteraciones en Europa y en las colonias americanas redujeron la producción agrícola en un primer momento, pero en poco tiempo se recuperaron. La explotación agrícola dejó de ser servil, para transformarse en un trabajo con mano de obra libre, en parcelas de tierras privadas y orientadas hacia la economía de mercado. Siglo XIX. Esta vía hacia la agricultura de mercado holandesa e inglesa alcanzó su mayor expresión en los futuros Estados Unidos. Las condiciones para el cultivo eran muy favorables, lluvias previsibles, buen suelo y estaciones largas. Los recién constituidos Estados Unidos contaban con diferentes regiones agrícolas. Por su parte el Sur desarrolló un sistema productivo de algodón muy eficiente. Compraron pocos esclavos, pero los alimentaron bien y les dieron alojamiento; ejercían sobre ellos coerción para que trabajaran, pero también estimulaban la creación de estatus diferentes entre ellos, de modo que el trabajo era disciplinado y eficaz. En poco tiempo, el sur de los EEUU tenía más esclavos que ningún otro territorio de las Américas. La fuerza de trabajo esclava y la cotton gin, una máquina para separar las semillas de las fibras del algodón, disparó la producción, de 100.000 balas en 1801 a 5,4 millones en 1859. Tras la Guerra Civil entre yanquis y confederados, un conflicto básicamente agrario, se creó el USDA, United States Department of Agriculture, que organizó a los agricultores y fomentó el estudio y distribución de conocimientos técnicos. La producción de algodón se recuperó tras la guerra, y los antiguos esclavos se convirtieron en peones empleados por las mismas plantaciones, muy mal pagados, que además tenían que trabajar su pequeña parcela de tierra. Simultáneamente, los granjeros empezaron a desplazarse hacia el Oeste, con ayuda del ferrocarril construido al efecto, y de un programa federal de estímulo, a lo que se añadió el nuevo arado de acero inventado por John Deere, que arrancaba las profundas hierbas de las praderas, algo que los arados tradicionales no conseguían. A pesar de la depresión agraria de entre 1870 y 1890, los Estados Unidos se convirtieron al final del siglo XIX en los primeros productores agrícolas del planeta. Es significativo el caso de California, que se adhirió a la Unión en 1850. Los cultivos evolucionaron desde el cereal, que tuvo años de extraordinarias cosechas gracias a la aplicación de técnicas apropiadas, a los huertos de frutales. La mano de obra que realizó este milagro fue mexicana y asiática. “El desarrollo industrial de los Estados Unidos y el mercado nacional creado por la red de ferrocarriles”, dice Tauber, “hizo de los granjeros productores especializados, dependientes de hombres de negocios que les proporcionaban equipamiento y de agencias como la USDA. Los comerciantes sacaron gran provecho de estas circunstancias. Siglo XX. La firma Cargill dominaba el mercado de grano del Medio Oeste hacia 1900. Durante la crisis agrícola de finales del siglo XIX, los granjeros se organizaron contra la subida de precios del transporte y crearon el People’s Party con el propósito de bajar estos precios y presionar al gobierno para que estableciera barreras a las importaciones. Pero Cargill no estaba interesado en ello porque ponía en peligro sus exportaciones, y consiguió paralizar esta iniciativa. El gran competidor de los Estados Unidos en este asunto era Argentina, cuya Pampa era similar a las praderas ocupadas por los yanquis. Los ganaderos argentinos ejercieron una presión brutal sobre los indígenas que habitaban la Pampa hasta expulsarlos, empleando a los gauchos. Tras la crisis ganadera de los años 90, se introdujo el grano en la Pampa. A diferencia de los Estados Unidos, en la Argentina dominaban los terratenientes, no había pequeños propietarios. Los precios bajos del transporte marítimo permitieron a los terratenientes exportar grano a Europa, de donde importaban mano de obra española e italiana con promesas de una prosperidad que la realidad desmentía cuando los emigrantes desembarcaban. Hacia 1910, el trigo argentino ocupaba 15 millones de acres (6 millones de hectáreas). Hacia la mitad del siglo XX, los agricultores europeos propietarios de tierra obtenían precios altos por sus productos y pagaban salarios bajos a sus peones. La industria no estaba lo suficiente desarrollada como para constituir un mercado laboral que obtuviera sus obreros del campo. En Alemania, investigadores del suelo como Justus von Liebig habían descubierto que las necesidades de nutrientes de las plantas podían ser satisfechas mediante los descubrimientos químicos recién experimentados. Esto dio lugar a una gran industria de fertilizantes. Por su parte, Leopold Dreyfuss en Suiza y Bunge en Holanda se especializaron en la compra y distribución de grano, y luego de otros productos. El vapor y la refrigeración, efectos de los avances industriales, favorecieron también a la agricultura: era posible transportar productos a largas distancias sin que se echaran a perder. Estados Unidos, Argentina y Australia competían entre sí ofreciendo materias primas a precios bajos. Todos estos factores dieron lugar a una “depresión agrícola” en los años 90. La competencia rebajó los precios, los beneficios de los granjeros cayeron y se incrementaron sus deudas. Los campesinos norteamericanos y europeos recurrieron a la acción política. Los países que tenían parlamentos democráticos convirtieron el libre comercio en un tema de controversia política y social. También hubo revueltas y huelgas, algunas muy fuertes, como en Irlanda (posesión británica), donde adquirió categoría de guerra, al menos nominalmente. Por fin el Parlamento de Londres legisló a favor de los pequeños agricultores y de los arrendados, reconociendo su derecho a recibir indemnizaciones de sus arrendatarios cuando realizaban mejoras en las explotaciones. No obstante, no pudieron oponerse a la tendencia a bajar los precios de los alimentos sostenida por los industriales y los obreros fabriles. La defensa del libre comercio internacional por los británicos llevó a muchos agricultores a la ruina; otros se especializaron en la producción láctea y otros en las verduras. En Alemania, el sector agrícola era mayor y con una densidad política alta. Los políticos alemanes no estaban predispuestos a la importación de alimentos. Tanto los terratenientes como los pequeños y medianos campesinos defendían el establecimiento de tarifas aduaneras. El canciller Otto Bismark apoyó esta postura, porque era consciente que la ruina de los pequeños agricultores les expulsaría del campo a la ciudad, donde se podrían convertir en proletarios de una industria todavía poco desarrollada, y ser un peligro para la estabilidad social. A la vez dio apoyo sustancial a la investigación agrícola en las universidades, y a la educación técnica de los campesinos. Otros países como Francia e Italia (Tauber no menciona ni a España ni a otros países someramente industrializados) apoyaron las barreras tarifarias, fomentaron la educación e implantaron sistemas modernos de explotación agraria.