El Tramo Ancla

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Anales de Literatura Hispanoamericana IS5N: 0210-4547

J999, 28: 141-155

«El tramo anda»:


últimas tendencias del Cuento puertorriqueño

CRISTINA BRAVO RozAs


Universidad Complutense de Madrid

En el verano de 1993, perdida en el laberinto de una biblioteca caribeña,


entre la maraña de libros selváticos, tuve un encuentro casual con E/tramo
anda’, una colección de ensayos que ayuda a comprender las preocupaciones
socio-literarias del Puerto Rico actual.
En la contraportada se advertía que el tramo anda (último tramo de una
carrera de relevos) recoge comentarios periodísticos de los escritores «jóve-
nes» más representativos de las letras puertorriqueñas. Esta afirmación tan
sugerente invitaba a indagar en sus obras, fantasmas para mí, y abría la puer-
ta de un mundo literario prácticamente desconocido en nuestro país.
Los textos allí reunidos reflejaban la realidad histórica del momento —el
referéndum sobre la estadidad de Puerto Rico que tendría lugar meses des-
pués y el clima de división que ya se respiraba entre los partidarios de man-
tener el estatuto de Libre Asociado y los que soñaban con la anexión defini-
tiva a la Unión—. Como telón de fondo, el problema latente en la literatura
puertorriqueña desde sus orígenes: la identidad. La intrahistoria emergía para
sacar a la luz sus miserias ocultas —el machismo, la discriminación de la
mujer, el ambiente universitario, la emigración a los Estados Unidos...—. La
conflictividad social contrastaba con la actividad literaria que adquiría en esta
época un resurgimiento importante; los tiempos de escasez de difusión de
libros, provocados por la casi inexistencia de empresas editoriales durante la

El tramo anda. Ensayos puertorriqueños de hoy, Rio Piedras, Puerto Rico, Editorial
de la Universidad de Puerto Rico, 1993.

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década de los sesenta, habían llegado a su fin. La editorial de la Universidad


de Puerto Rico, ediciones Huracán, editorial Antillana o Plaza Mayor publi-
can una copiosa producción literaria, especialmente libros de cuentos, que es
uno de los géneros más frecuentados. Las revistas literarias como Sin Nom-
bre, Renacimiento, Cariban, Reintegro o Cupey siguen difundiendo la crea-
ción más novedosa. La proliferación de talleres literarios que empezó con
fuerza en los setenta continúa formando a jóvenes que en ocasiones se con-
vierten en nuevas promesas. La crítica contribuye a la gestación de una narra-
tiva renovadora; Espejo de Escritores2 de Jose Luis Vega recoge de forma
antológica y con un exhaustivo estudio preliminar la cuentistica contemporá-
nea, sobre todo se ocupa de escritores que comenzaron a ser reconocidos en
los setenta y que publican sus mejores libros de cuentos en los años ochenta;
Efraín Barradas hace una labor similar en Apalabramiento: Diez cuentistas
puertorriqueños de hoy3; y Revista Iberoamericana4 dedica en 1993 un
número especial a la literatura puertorriqueña, en el que aparecían intere-
santes artículos sobre escritores que se habian dado a conocer en la década
anterior y seguían publicando; sin embargo, no se menciona a ninguno de los
noveles.
Mientras que los cuentistas que empiezan a publicar a partir de 1970 se
constituyen ya como grupo consolidado, los de los ochenta y noventa carecen
todavía de etiquetas, lo que hace que resulte mucho más atractivo su descu-
brimiento. Desvelar estos mundos literarios casi inexplorados, aunque sin
emplear términos identificativos absolutos —generación, promoción— resul-
ta una tarea ardua, pues sus lazos de unión son muy frágiles —la fecha de
publicación de sus obras y su calidad literaria—. Su estilo, temática y for-
mación es tan variopinta que resulta complejo e inútil uniformizarlos, a pesar
de ello, el hilo invisible de la imaginación puertorriqueña recorre a menudo
sin percatarse itinerarios análogos.
El viaje que emprendo se realiza a través de libros publicados en estos
años a los que he podido tener acceso, por lo que probablemente algunos se
queden en el camino; y un ámbito tan importante como el de las revistas y
las publicaciones periódicas permanece por el momento sin rastrear

2 José Luis Vega. Reunión de espejos, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1988.
Efrain Barradas. Apalabra,niento: Diez Cuentistas puertorriqueños de hoy Hanover,
Ediciones del Norte, 1983.
Revista Iberoamericana, Estados Unidos, Universidad de Pittsburg, ti.0 162-163, ene-
ro-junio, 1993.

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La mayoría de los autores de renombre que han publicado sus cuentos


entre los años ochenta y noventa, ya habían dado muestras de su valía en
la década precedente, me refiero a Mayra Montero, Juan Antonio Ramos,
Edgardo Sanabria Santaliz, Rosario Ferré, Manuel Ramos Otero o Ana
Lydia Vega. Por otra parte, entre los nuevos narradores se encuentran Héc-
tor Meléndez, Antonio González Caballero, Félix Córdova Iturregui,
Ricardo Vélez Arzuaga, José Luis Ramos Escobar, José Luis García
Damiani, Coquí Santaliz, Lourdes Vázquez, Yvonne Ochart..., que suelen
compartir su vocación de cuentistas con otras actividades, como la poesía
o el periodismo. Su interés por este último es determinante a la hora de
elegir los asuntos que inundan sus textos, que generalmente se circunscri-
ben al ámbito de la sociedad puertorriqueña —los conflictos que se viven
en sus calles y urbanizaciones—. La eotidianeidad y el localismo son pro-
tagonistas principales de muchos relatos, los espacios por los que deam-
bulan los personajes son privativos del lector isleño —ciudades como San
Juan, barrios como Bayamón, apartamentos, bares, moteles—, al igual que
los entes de ficción que los habitan, —el ama de casa que ve la telenove-
la de las tres, las jovencitas que van al colegio católico, el niño maltrata-
do, el profesor de universidad, los estudiantes de la UPR, locos, retrasados
mentales, enfermos de Sida, la burguesía adinerada, etc...—; forman el cri-
sol de una cuentística que ya no aborda lo social como mera reivindicación
política, sino como expresión de su tiempo. Los narradores contemplan lo
que sucede en su entorno, protagonizan lo ocurrido o simplemente son lec-
tores u oyentes de un medio de comunicación; suelen abandonar su auto-
ría para ser fieles testigos de la vida, meros intermediarios entre el lector
y el mundo.
El lector implícito se convierte en mecanismo fundamental del engrana-
je discursivo —se le pide opinión, se le increpa—, se transforma de mero
observador a elemento activo que interviene en la configuración de la histo-
ria —Yvonne Ochart en su cuento «Palimpsesto» establece una conversación
entre narrador y lector—. Arnaldo Cruz Maclavé ve en este gesto un signo
del cambio en la concepción del acto de la lectura: «los escritores puertorri-
queños posteriores al 70 instauran en la Literatura nacional la rebelión del
lector contra la voz unitaria, autoritaria y patriarcal del yo que escribe»5.

Arnaldo Cruz Maclavé. «Para virar al macho: la autobiografia corno subversión en la


cuentistica de Manuel Ramos Otero», Revista Iberoamericana, Estados Unidos, Universidad
de Pittsburg, n.~ 162-163, enero-junio, 1993, pág. 241.

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Esta narrativa parece seguir los parámetros realistas, pues utiliza la anéc-
dota verosímil como eje constructivo del relato y establece continuas corres-
pondencias miméticas con acciones habituales de nuestras vidas. Sin embar-
go, la angustia que genera la aplastante cotidianeidad puede abocar a los
narradores al relato terrorífico o fantástico, que intenta reflejar ese miedo a
la existencia de todos los días, y donde lo aparentemente real tiene una cara
desconcertante, monstruosa y trágica. Esta subversión literaria también llega
a apropiarse del humor, un humor ácido y despiadado que arranca la risa y
las lágrimas casi simultáneamente.
Algunos escritores no desean quedarse en una manzana de su barrio y
buscan una proyección más universal, entonces entra en escena una modali-
dad que se denomina «antillana o caribeña». Ana Lydia Vega bucea en la
esencia afroantillana, se lanza al ahondamiento en la convivencia de domini-
canos, haitianos, cubanos y puertorriqueños, recreando unas jergas y una for-
ma de ver la vida particularmente isleña y que bebe directamente de fuentes
africanas. Jaime Martínez Tolentino rastrea los orígenes puertorriqueños,
pero en este caso es la herencia taina su punto más claro de referencia.
La «retórica de lo doméstico» que inunda la cuentística puertorriqueña no
se queda en un localismo sin más, se metamorfosea en la «metafisica hoga-
reña», escarba en los abismos interiores del ser humano, en las reacciones del
individuo ante determinadas situaciones que le depara la vida de hoy. Veinti-
trés y una tortuga de Mayra Montero describe las relaciones de pareja desde
distintos ángulos, en Hilando Mortajas de Juan Antonio Ramos el triste
espectáculo de la vida diaria en las zonas residenciales de San Juan queda
retratado cómo si de una instantánea se tratase. Héctor Meléndez en Impacto
Súbito penetra en el mundo de las sectas y el fanatismo religioso o político,
o bien, el lector se convierte en «voyeur» de la existencia rutinaria de una sir-
vienta y de la actividad de dos fervorosos amantes en la cama. Las noticias
de un periódico que selecciona uno de los protagonistas de Cuentos para
leerse de pie de Antonio González Caballero informan de lo que realmente
sucede en Puerto Rico. Edgardo Sanabria Santaliz en Cierta inevitable muer-
te viaja a los Estados Unidos para fotografiar la vida de los puertorriqueños
del restaurante Borinquen, pero también forma parte de su punto de mira los
suicidios o las relaciones familiares. En la otra orilla de José Luis Ramos
Escobar se sufre la impaciencia de un atasco en un día lluvioso y se siente
verdadero miedo a la violencia callejera, se juega al confidente de un ena-
morado desengañado o se presencia la traición de un amigo para no ser per-
seguido políticamente. En casa de Guillermo TeIl de Juan Antonio Ramos el

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mundo de las falsas apariencias inunda el texto, mientras que Ricardo Vélez
Arzuaga y Félix Córdova Iturregui revelan las tragedias del mundo de los
marginados por la sociedad —enfermos de Sida, retrasados mentales, homo-
sexuales etc...
La narrativa femenina comienza a tenerun papel protagonista en el perío-
do anterior —años setenta—, pero su consolidación definitiva se correspon-
de con la época que estoy analizando —década de los ochenta a los noven-
ta—. Ramón Luis Acevedo realiza un pormenorizado estudio de estas obras
en Del silencio al estallido:

en términos generales, la narrativa femenina de los ochenta no


implica una ruptura o una renovación comparable con la que se pro-
duce en Ja década anterior Se trata más bien de una prolongación y,
en algunos casos, de una maduración de lo iniciado anteriormente.
La amplitud temática, después de un primer momento en el cual
predominan casi obsesivamente planteamientos «femeninos» y
«feministas», es tal vez el rasgo más novedoso en la producción
reciente6.

María M. Sola proporciona otro interesante testimonio de la importancia


que tiene esta literatura en Aquí cuentan las mujeres, en el que su lucidez cri-
tica descubre cómo se está desarrollando la cuentística escrita por mujeres:

Más conos que largos, más chocantes que rutinarios, estos tex-
tos de muj eres cuentan sucesos extraños, incitantes incertidumbres
de amor, sexo y celos o enredadas aventuras individuales y colecti-
vas... Hay de todo: deliciosos juegos prohibidos, desventuradas
pasiones, cómicas ocurrencias, secretas traiciones, abortos, dolorosas
rebeldías y crímenes ignorados. Forman en fin el tejido de estas tra-
mas las batallas a veces ridículas, a veces desgarrantes que se libran,
no en la guerra, sino en la convivencia7.

Estas narradoras tratan los asuntos más diversos pero abandonan una acti-
tud puramente feniinista o reivindicativa; traspasan la barrera del tópico

6 Ramón Luis Acevedo. Del silencio al estallido: la narrativa femenina en Puerto Rico,
Puerto Rico, Editorial Cultural, 1991, pág. 50.
María M. Sola. Aquí cuentan las mujeres. Muestra y estudio de cinco narradoras
puertorriqueñas, Rio Piedras, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1990, pág. 13.

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mediante el análisis en profundidad de los conflictos hombre-mujer, su acti-


tud ante el sexo, el trabajo o los problemas cotidianos. Reflejan el mundo
femenino en el espejo de su propio lenguaje y cultivan un agudo sentido crí-
tico que les hace reírse de sus actitudes negativas o de sus debilidades. La
mujer ya no se presenta como víctima indefensa de la sociedad y de los hom-
bres, sino como un ser humano que lucha por vencer la adversidad y que tam-
bién sabe reconocer y aprender de sus errores; escritoras como Mayra Mon-
tero, Olga Nolla, Carmen Lugo Filippi, Lourdes Vázquez o Aracelis Nieves
Maysonet... participan en esta tendencia y junto a este grupo surgen otras
opciones menos restrictivas, Ana Lydia Vega o Yvonne Ochart, salen de la
línea argumental que focaliza únicamente anhelos y problemas significativa-
mente femeninos para ocuparse de otras cuestiones que atañen al ser humano
en general. Ana Lydia Vega hace hincapié en la antillanidad puertorriqueña
como señalé anteriormente y en sus relatos de Encaranublado y otros cuentos
del naufragio muestra la trágica vida de los emigrantes haitianos y dominica-
nos o la prepotencia de algunos puertorriqueños burgueses cuando van de
vacaciones a las islas vecinas. Explora otros universos desconocidos, creando
un lenguaje erótico-sexual propio en el que «Choteo»8 y sexo se unen en una
mágica simbiosis que habita un mundo hecho para el disfrute de los sentidos,
Su Pasión de la historia es un claro exponente de esta modalidad literaria.
Yvonne Ochart obtiene un resultado muy personal con El fuego de las
cosas, lo fantástico y lo terrorífico deambulan por las relaciones de pareja y
se instalan en nuestro mundo cotidiano. Esta tendencias, que pueden consi-
derarse obsoletas o simplemente ausentes de la cuentística puertorriqueña,
ocupan, sin embargo, un lugar privilegiado. Prácticamente todos los cuentis-
tas a los que me he referido en este rápido repaso tienen algún relato en el
que el miedo está presente. Su rasgo más destacable sea quizás su paradóji-
camente relación armónica con la corriente de familiaridad que circula los
relatos, por el contrario se asienta cómodamente en la rutina para atacamos
por sorpresa. Mayra Montero se interna en el escalofriante mundo del vudú
en «Corinne muchacha amable», Juan Antonio Ramos presenta a un ser ate-
rrorizado al salir de su mundo ordenado y perfecto durante unos minutos para
internarse en el mundo de «los otros», totalmente ajeno a él. Antonio Con-

8 El término choteo se refiere al peculiar sentido del humor «antillano» —cubano, puer-
torriqueño, dominicano— en el que se mezclan lo grotesco, lo popular, lo soez como forma de
supervivencia ante la opresión y la adversidad. Luis Rafael Sánchez es uno de los maestros de
esta «poética de lo soez» en Puerto Rico.

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zález Caballero abre la puerta de la angustia doméstica en «La luz de la coci-


na», cuando a causa de un extraño apagón percibimos como siniestro lo coti-
diano. Héctor Meléndez destapa la sangrienta realidad de una familia apa-
rentemente religiosa en «Extraña ignorancia, violenta incomprensión» y en
«Impacto súbito» focaliza el mismo instante de la muerte, cuando un herido
de bala cuenta sus más íntimas sensaciones antes de expirar. José Luis Ramos
Escobar logra transmitir el miedo a la muerte y a la violencia que siente la
protagonista de su cuento «East Side story», al ser atacada y asesinada en su
propio hogar José Luis García Damiani hace partícipe al receptor de las con-
fesiones de un sanguinario criminal en «Soliloquio de un asesino» y por últi-
mo, Yvonne Ochart enciende nuestras sospechas con «El fuego de las cosas»
cuando un joven siente una desenfrenada pasión por una enigmática mujer
que tiene poderes extraños sobre los objetos.
Lo fantástico también atraviesa el cuento puertorriqueño, aunque en muy
pocas ocasiones coincidan sus argumentos con los del terror. Surge a veces
como manifestación de una ruptura del orden cotidiano, en el que lo extraño
se asienta pero sin producir miedo—«Detrás del Huracán» o «El libro» de
Edgardo Sanabria Santaliz, y «El manuscrito» de Yvonne Ochart—, incluso
Ricardo Vélez Arzuaga hace una pequeña incursión en Ja ciencia-ficción con
«Mi televisor me odia».
Compartiendo algunos elementos constructivos con el miedo ——como el
suspense— se observa que los nuevos cuentistas se decantan por un género
clásico: el policíaco —Ana Lydia Vega con «Caso omiso», Juan Antonio
Ramos con «Looking for Columbus» o José Luis Ramos Escobar con «Des-
pojado»—. La influencia del medio televisivo se deja sentir en todos ellos; los
asesinatos, la intriga que se va gestando a lo largo de la narración y la violen-
cia constituyen los ingredientes principales de estos «suculentos preparados».
Casi al lado del miedo e incluso codo a codo con él renace el humor
como una constante de la nueva narrativa que recorre todas las variedades
posibles, desde la alegría de vivir y la energía que se desprende de «Letra
para salsa y tres soneos por encargo» de Ana Lydia Vega, pasando por el
absurdo de «El rabo de aquel famoso rector» de Félix Cordova Iturregi, has-
ta desembocar en el humor negro de «Premio de consolación» también de
Ana Lydia, lo grotesco de «Soledad de solero» de Héctor Meléndez, la anéc-
dota risueña de «Tarde pero seguro» de García Damiani o la ironía de «Cua-
tro selecciones por una peseta» de Carmen Lugo Filippi.
La autorreferencia es otra sorpresa que deparan los cuentistas de hoy;
Yvonne Ochart critíca formas de escritura desde su relato «Palimpsesto»:

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Mucho menos te voy a hablar como esos cuentos que andan por
ahí en los que todo el mundo habla como un drogadicto y que a veces
ni yo entiendo, y que si los sacas en avión a cualquier parte nadie los
entiende9.
Ana Lydia Vega disecciona su método de construcción de «Cuento en
camino», tras recoger las historias que le contaron varios viajeros en un tra-
yecto en autobús; José Luis Ramos Escobar invita desde «El trampolín» a
nadar hacia un final para su relato; Carmen Lugo Filippi propone una autén-
tica receta literaria para escribir con éxito guiones de telenovelas:

Era infalible:
Mezcle una infidelidad con un abono,
Añada un crimen,
Agite bien.
Adobe con unos granitos de brujería,
un puñado de celos,
una poca de envidia.
Vierta la mezcla en un molde rosado.
Adórnelo con un villano (a),
un corazón negro (siempre negro) y
un niño tierno.
Riéguele tres violinadas
y una docena de lagrimones.
Hornee a fuego lento’0.

La combinación de recursos literarios que se ponen en práctica para hacer


funcionar estos artefactos narrativos, se nutre fundamentalmente de un deseo
de continuidad y a la vez de perfeccionamiento de los mecanismos de los
setenta —el collage, la forma epistolar y el periodismo escrito (titulares, noti-
cias, publicidad) se convierten en modos habituales de escritura, el lenguaje
de los medios de comunicación audiovisuales especialmente los anuncios,
telenovelas y boleros participan en el desarrollo discursivo del cuento, el diá-
logo y el monólogo interior constituyen fonnas características de la narra-

Yvonne Ochart. Elfuego de las cosas, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, 1990,
pág. 41.
lO Carmen Lugo Filippi. «Adiestrados ya los pies en la carrera», Virgenes y mártires,
Rio Piedras, Puerto Rico, Editorial Antillana, pág. 53.

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ción, predominando la segunda persona del singular y la primera del plural


en narradores testigo o personaje, la longitud de los textos se amplía y hace
dificil distinguir a veces cuento y relato breve, y el ritmo acelerado así como
la jerga urbana y los vocablos en lengua inglesa se transforman en recursos
distintivos del nuevo relato puertorriqueño——.
Llegar a la meta supone emplearse a fondo en este último tramo y navegar
fuera de la isla para vislumbrar una narrativa Neorrican que va surgiendo poco
a poco en el horizonte futuro de los puertorriqueños que viven en Nueva York,
y que tiene ciertas similitudes con la Literatura Chicana:

Se trata de una expresión literaria fronteriza, en busca de su pro-


pia definición, que quiere afirmarse en su propia precariedad, en su
propia marginalidad, en su inestable equilibrio. Como tal, resulta ser
uno de los extremos de la literatura puertorriqueña que por sus múl-
tiples significaciones, no debe ignorarse en Puerto Rico’’.

Estos «emigrantes» desarraigados, que hablan un idioma impuesto, que a


veces ni siquiera dominan, y que tampoco pueden utilizar una lengua asociada
con su identidad, puesto que no la manejan con soltura, intentan desarrollar una
Literatura propia. Sus producciones están escritas en «Spanglish», o bien en
inglés del «gueto», es decir, rechazando el inglés culto y el español que apenas
conocen. El neorrican se sitúa en una posición marginal, pero desde su atalaya
mira escépticamente tanto a la sociedad norteamericana como a la puertorri-
quena.

Algunos libros de cuentos publicados entre los años 81 y 92

MARTELL MORALES, Héctor J. y TORO VARGAS, Cirilo. El turno, Puedo Rico, Institu-
to de Cultura Puertorriqueña, 1981.
MONTERO, Mayra. Veintitrés y una tortuga, Puerto Rico, Instituto de Cultura Puerto-
rriqueña, 1981.
MARTíNEZ TOLENTINO, Jaime. Cuentos fantásticos, Puerto Rico, Universidad de Puer-
to Rico, 1983.
— Cuentos y poemas del Puerto Rico actual, Puerto Rico, Egberto Vi Figueroa,
1983.

Ramón Luis Acevedo: «Breve introducción a la Literatura “Neorrican”», El Sol, vol.


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RAMOs, Juan Antonio. Hilando Mortajas, Puerto Rico, Editorial Antillana, 1983.
VEGA, Ana Lydia. Encaranublado y otros cuentos del naufragio, Puerto Rico, Edito-
rial Antillana, 1983.
Reunión de espejos, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1983.
SANABRIA SANTALIZ, Edgardo. El día que el hombre pisó la luna, Puerto Rico, Edi-
torial Antillana, 1984.
MELÉNDEZ, Héctor Impácto súbito y otros relatos, Puerto Rico, Ediciones La sierra,
1985.
GONZÁLEZ CABALLERO, Antonio. Cuentos para leerse de pie, Puerto Rico, Editorial
Cultural, 1986.
CÓRDOVA ITURREGUI, Félix. El rabo de lagartija de aquelfamoso señor rector y otros
cuentos, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1986.
VEGA, Ana Lydia. Pasión de Historia, Buenos Aires, Ediciones de la flor, 1987.
SANABIUA SANTALiZ, Edgardo. Cierta inevitable muerte, Buenos Aires, Ediciones de
la flor, 1988.
FERRÉ, Rosario. Sonatinas, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1989.
NOLLA, Olga. Porque nos queremos tanto, Buenos Aires, Ediciones de la flor, 1989.
OCIIART, Yvonne. El fuego de las cosas, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico,
1990.
— Aquí cuentan las mujeres. Muestra y estudio de cinco narradoras puertorri-
queñas, Puerto Rico, Ediciones Huracán, 1990.
— Del silencio al estallido: narrativa frmenina puertorriqueña, Puerto Rico,
Editorial Cultural, 1991.
RAMOS, Juan Antonio. En casa de Guillermo Telí, Puerto Rico, Editorial Plaza
Mayor, 1991.
LUGO FILIPPI, Carmen y VEGA, Ana Lydia. Vírgenes y mártires, Puerto Rico, Edito-
rial Antillana, 1991.
VEGA, Ana Lydia. Falsas Crónicas del su~ Puerto Rico, Editorial de la universidad
de Puerto Rico, 1991.
VÉLEZ ARZUAGA, Ricardo. El día que me dieron el premio, Puerto Rico, Editorial
Grafito, 1991.
GARCíA O,xMIANI, José Luis. Cuensias del reflejo, Puerto Rico, José Luis Garcia
Damiani, 1992.
MARTÍNEZ TOLENTINO, Jaime. Desde el fondo del caracol y otros cuentos tamos,
Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1992.
RAMOS ESCOBAR, José Luis. En la otra orilla, Puerto Rico, Instituto de Cultura Puer-
torriqueña, 1992.
RAMOS OTERO, Manuel. Cuentos de buena tinta, Puerto Rico, Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1992.
SANTALIZ, Coqui. Cuentos del síy del no, Puerto Rico, Coqui Santaliz, 1992.
VEGA, Ana Lydia. Cuentos Calientes, México, IJNAM, 1992.

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Anales de Literatura Hispanoamericana 152
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53 Anales de Literatura Hispanoamericana
1999, 28: 141-155
Cristina Bravo Rozas «El tramo anda»: últimas tendencias del cuento puertorriqueño
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Anales de Literatura flispanoamericana 154
1999, 28: 141-155
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155 Anales de Literatura Hispanoamericana
1999, 28: 141-155

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