Evolución de Los Paradigmas (Zaffaroni)
Evolución de Los Paradigmas (Zaffaroni)
Evolución de Los Paradigmas (Zaffaroni)
Introducción al
Pensamiento Científico
Lectura Requerida
Lectura Requerida:
Zaffaroni, M. La evolución de los paradigmas en la ciencia.1
Desde los albores de la humanidad, el hombre trató de explicar como mejor pudo, los
acontecimientos naturales. Advertía que algunos de éstos lo perjudicaban, y que otros le
agradaban al igual que los actos de otros individuos, que también producían beneficios o
perjuicios.
El hombre había aprendido a través de la experiencia que los hechos humanos agrada-
bles podían ser alentados mediante premios y los desagradables desalentados mediante
castigos y así comenzó a pensar que todo acontecimiento perjudicial debía ser un castigo
propinado por alguien, y que todo acontecimiento benéfico debía ser un premio.
Si el autor del premio o del castigo no estaba a la vista (por ejemplo en la caverna vecina),
la solución era sencilla: debía ser alguien invisible, como un espíritu. De ahí que la ciencia
primitiva estuviese siempre mezclada con mitos y concepciones mágicas.
Poseidón
Al principio, las ciencias empezaron a desarrollarse con propósitos tecnológicos inmedia- Dios de los mares en la
tos. La búsqueda de regularidades en la naturaleza fue más necesaria para los pueblos mitología griega
sedentarios, que dependían mucho más de la agricultura, que para los nómades. Así puede
explicarse, por ejemplo, que los primeros desarrollos de la geometría y de la astronomía ha-
yan aparecido entre los egipcios y los mesopotámicos, que vivían afincados en sus tierras.
En efecto, imaginémonos por un momento que somos agricultores babilonios o egipcios
del tercer milenio A.C. que hemos aprendido de nuestros mayores la técnica del cultivo
como una tradición. ¿Qué problemas prácticos atraerían nuestra atención? Seguramente,
dos podrían ser los principales: la demarcación de los campos y la provisión de agua. En
la búsqueda de esas respuestas orientaríamos nuestro esfuerzo por descubrir. Y así fue…. Agricultores egipcios
La geometría aportó conocimiento para resolver la problemática de la demarcación de las
tierras. Las primeras demostraciones tuvieron por objeto simplificar el régimen de propie-
dad rural.
A la provisión de agua contribuyó la astronomía al permitir prever las crecidas de los ríos,
fuente principal de abastecimiento. Y luego, la invención de la escritura, permitió el traspaso
de los conocimientos de generación en generación.
No obstante los avances realizados en aras de una descripción racional del mundo, nunca
dejaron de entremezclarse con concepciones mágicas o religiosas.
Podemos resumir entonces las tendencias principales en las disciplinas científicas, cuyo
predominio se ha alternado en distintas épocas y lugares:
1 Para la elaboración de este ítem, se ha utilizado la siguiente fuente bibliográfica: Guibourg, R. y otros. Intro-
ducción al Pensamiento científico Buenos Aires, Manuales de Eudeba, 1988.
El cultivo de la ciencia pura fue iniciado por los griegos. Este pueblo era particularmente
proclive a la abstracción, y así concibió una de las herramientas más brillantes del ingenio
humano: el sistema axiomático.
Como los griegos desarrollaron rápidamente un sistema axiomático para la geometría (que
seguía siendo imprescindible por sus usos prácticos), se creyó que dicha ciencia servía de
modelo para todas las ciencias, incluidas las empíricas (física o biología) y aún, hasta la ética.
Por ejemplo, a partir de las teorías de Platón, se consideraba que el cielo era perfecto y no así
la Tierra. Por ello, y partir de la apariencia de que es el cielo y no la Tierra la que se mueve, se
llegó a sostener que el cielo se movía en órbitas circulares debido a que, como el círculo es la
figura más perfecta y el cielo lo es, por lo tanto, era evidente que el cielo debía moverse de
ese modo.
Las invasiones bárbaras y el fraccionamiento del imperio Romano, señalaron la virtual desa-
parición de la ciencia clásica en el mundo occidental. El cristianismo trajo consigo, primero,
A partir del siglo XIII, reaparecieron en Europa los textos clásicos. La nueva ciencia medieval
vuelve a interpretarse –como en la época clásica- como un conjunto de proposiciones infe-
ridas racionalmente de algunos principios que se consideran autoevidentes; pero a dichos
axiomas, se les comienza a atribuir el carácter de dogmas, lo que tiende a congelar la investi-
gación científica. Por ejemplo, la teoría geocéntrica de Ptolomeo pasa a ser doctrina oficial, y
por lo tanto se considera herejía cualquier intento de apartarse de ella).
Para ilustrar este estado de cosas, nada mejor que una anécdota de la época:
Se cuenta aquella vez que Galileo ofreció su telescopio a un astrónomo escolástico, para que
viera las lunas de Júpiter (que Galileo acababa de descubrir). El hombre se negó, adujo que
las lunas de Júpiter no podían existir, dado que no figuraban en el tratado sobre astronomía
de Aristóteles y que si el telescopio dejaba verlas debía ser un instrumento del diablo…
El mismo Galileo fue una de las figuras decisivas que determinaron la adopción del método
experimental en las ciencias naturales. Desde entonces, lo que se tendría en cuenta para la
confirmación o refutación de una teoría sería la experiencia y no su concordancia con algún
texto clásico.
En esta etapa se separan las ciencias formales de las fácticas. Las primeras conservan el ideal
griego de la deducción rigurosa a partir de axiomas. Las segundas, si bien no reniegan de la
demostración formal, someten en última instancia sus proposiciones a la experiencia.
La figura descollante en este movimiento fue Isaac Newton quien logró la generalización y Galileo y su telescopio
matematización de la física. Esa situación generó que esta ciencia adquiriera gran prestigio y
llegara a considerarse como modelo de la ciencia natural. Todas las ciencias buscaban pare-
En 1905, aparece en una revista científica alemana, el primer artículo de Albert Einstein acerca de
la teoría de la relatividad, que representó para la física una nueva revolución, comparable a la de
Galileo o Newton.
La teoría de Einstein, si bien no refuta la de Newton, la abarca en una más amplia, ya que deja de
considerar el tiempo y el espacio como valores absolutos para tomarlos en su conjunto como una
dimensión relativa del universo. También disolvió la tradicional dualidad entre materia y energía al
descubrir la famosa conversión de una en otra.