Tarot para Escépticos Lumière

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8º CONGRESO INTERNACIONAL DE TAROT - Barcelona 2019

TAROT PARA ESCÉPTICOS


por Gabriel Alejandro Lumière
Tarot Para Escépticos surge desde un carácter experimental, proponiendo
desarrollar una hipótesis de su funcionamiento, apoyada en la psicología, el
psicoanálisis, la lingüística y las neurociencias, con el fin de explicar su
funcionamiento más allá de los sistemas de creencias, y por qué no, reflexionar
sobre su posible aplicación terapéutica. Uno de los objetivos es construir una
nueva dimensión consciente sobre el Tarot, que no sólo integra los saberes y
los conocimientos desde la investigación y el estudio, sino que también se
considera la percepción y la experiencia personal como partes fundamentales
de cualquier "verdad".

¿CREES EN EL TAROT?

Es la pregunta que más debemos haber escuchado las personas que nos
dedicamos al trabajo con el Tarot; pero ¿Qué es creer?; Según la Real
Academia Española:

1. tr. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté
comprobado o demostrado.
2. tr. Tener a alguien por veraz.
3. tr. Pensar u opinar algo.
4. tr. Tener algo por verosímil o probable.
5. tr. Atribuir mentalmente a alguien o algo una determinada característica,
situación o estado.
6. intr. Tener creencias religiosas.
7. intr. Tener por cierto que alguien o algo existe verdaderamente.
8. intr. Tener confianza en alguien o algo.
Por lo tanto, si hablamos de creer en el Tarot, estamos hablando de una acción
basada en un sistema de mecanismos "ciegos", con cierto grado de "fe" y/o de
"desconocimiento" (consciente o inconsciente): "El catecismo enseña lo que
hay que creer", "Creo en la reencarnación". Estas creencias pueden ser
adquiridas por experiencia propia: "Creo en ti porque eres mi amiga";
o heredadas: "Creo en Allah porque son las tradiciones de mi familia".
Entonces, luego de definir qué es creer, nos encontramos con el primer grupo
de personas que se acercan y/o utilizan el Tarot atravesado por las creencias
heredadas o adquiridas, consciente o inconscientemente.
(Más adelante se abordará el funcionamiento del inconsciente).

Pero luego, hay otro grupo que más bien no cree en el Tarot, o que pone en
cuestionamiento su funcionamiento, de la misma manera en la que "no creen"
en sistemas religiosos o sectarios, o que buscan comprobar o demostrar su
veracidad, o que "desconfían" de aquello que no conocen. Y en esta categoría,
entran quienes se hacen llamar "escépticos", según la RAE: [persona] Que
duda o desconfía de la verdad, eficacia o posibilidades de algo, especialmente
de las creencias comúnmente admitidas. La palabra "escéptico" viene del
griego "skeptikós", que significa el que busca o el que examina. Entonces,
podemos concluir que la verdadera esencia del escepticismo, según el análisis
etimológico, tiene que ver con investigar o estudiar el fenómeno en el que no se
cree para conocerlo y comprobar su veracidad. Pero entonces, si no hay una
exploración o investigación sobre el tema; ¿Se lo puede considerar un
escéptico?

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Manifestar la no credibilidad de un fenómeno sin conocerlo, de forma
"ciega", oculta el mismo grado de "fe" y/o "desconocimiento" de los que
si creen. Creer o no creer es cuestión de fe; cuando me preguntan si creo en
el Tarot, yo respondo que no creo, sino, lo conozco.

El estudio y la investigación que comencé sobre el Tarot, tiene raíz en un


profundo escepticismo, que se caracterizaba principalmente por un continuo
cuestionamiento interno, provocado por lo que primeramente llamé "La Santa
Duda", pero que luego decidí rebautizar como "La Santa Curiosidad" debido a
las interpretaciones duales y negativas de la palabra "duda". La curiosidad en
este caso fue "Santa" porque fue el motor que impulsó mi investigación sobre
temas que jamás me hubiera permitido sino me hubiera cuestionado, y me
permitió llegar a descubrir lo que es para mí, uno de los funcionamientos más
importantes de las imágenes del Tarot.

LA SANTA CURIOSIDAD (Entre la fe y el escepticismo)

La Santa Curiosidad podría ser perfectamente una imagen parecida a Temis (la
dama griega de la justicia, con los ojos vendados), pero destapándose los ojos.

La fe ciega y el escepticismo cerrado son las caras opuestas de la misma


moneda: una mente limitada. Cuando hablamos de fe ciega, me refiero
justamente a lo expuesto anteriormente: un dispositivo de creencias construido
por un sistema que funciona con mecanismos apoyados en la fe incuestionable
y/o en un gran grado de "desconocimiento" de aquello que se encuentra por
fuera de ese dispositivo; mientras que escepticismo cerrado refiere a esta idea
radical en las que se escudan quienes simplemente por el hecho de oponerse a
la fe, niegan todo aquello que corresponde a los sistemas de creencias. Las
razones por las que un gran porcentaje de las personas tienen posturas
radicales tiene que ver primero con el funcionamiento de la mente: la
naturaleza del pensamiento dual; y segundo, por comodidad: es decir, el grado
de ignorancia que proporciona la comodidad de no profundizar en una
temática, y porque es mucho más fácil, más simple, más estable para una
mente sostenerse solamente en una idea, que sostener un pie en una idea, y el
otro en un movimiento continuo de autocuestionamiento de esa idea. El
escepticismo cerrado en particular contiene además otro elemento que va más
allá del pensamiento dual, y de la comodidad: el miedo. Con el miedo me
refiero al miedo a lo desconocido, que tiene que ver más con la naturaleza
humana más instintiva, más animal. Imagínese usted a Benjamin Franklin con
un profundo miedo a las tormentas (muy común en muchas personas) en el
momento en el que decidió investigar de qué estaban hechos los rayos. Si este
señor no hubiera trascendido ese miedo, no hubiera descubierto la electricidad,
y con los temas relacionados a las profundidades de uno mismo sucede igual,
o en mi opinión, el miedo puede ser aún más profundo porque nos coloca como
humanos frente a grandes cuestionamientos existencialistas que tienen que ver
con la propia identidad; ¿Quién soy? Considero que hay más miedo a descubrir
qué o quién se es (si es que esa respuesta algún día se responde con certeza),
que a descubrir qué forma tiene la tierra.

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Con esto, quiero explicar que la comodidad es enemiga de la consciencia,
cualquiera que sea tu postura en esta confrontación: un escepticismo radical,
que no concibe a la fe como un mecanismo de trascendencia, es igual de
limitado que un creyente con una fe incuestionable que no se permite dudar de
aquellas construcciones en las que cree.
¿A caso no se conocen historias a lo largo del tiempo y en todas las culturas,
donde la fe ha salvado a una persona de caer en una depresión o le ha
proporcionado el motor suficiente para afrontar una enfermedad terminal que
luego se cura? ¿Cuántos escépticos se cambiaron de acera cuando se vieron
aprisionados en sus propias teorías?
¿A caso no se conocen historias de personas que fueron criadas y religadas a
un dogma incuestionable desde el nacimiento, y se vieron limitadas en un
montón de prohibiciones y aspectos que no le permitían ser quienes realmente
eran?, ¿incluso estos dogmas generando grandes conflictos mentales,
sexuales, emocionales, y hasta peligrando su integridad física?
Con esto quiero decir que La Santa Curiosidad es el camino por el cual una
persona puede permitirse “escapar” de los límites de cualquier postura radical
que oprime la libertad del ser, una llave que proporciona el conocimiento y la
consciencia necesaria para el desarrollo del pensamiento crítico, y para la
construcción de un propio sistema de creencias, único, particular, íntimo, que
será un pilar de profunda utilidad en tu vida: elegir en qué “verdad” creer.

Aquí se manifiesta la clave de mi relación con las imágenes del Tarot: si bien
muchos famosos teóricos y estudiosos de este elemento sostienen que es
necesario “creer” en lo que a su lectura se refiere, yo decidí dudar, dudar todo
el tiempo, de las imágenes, de las combinaciones, del azar, de los significados,
del consultante y sobre todo, de mí mismo. Sí, también se debe dudar de uno
mismo, porque creer o no creer es una cuestión de fe.
«Conócete a ti mismo» (que en griego clásico es γνωθι σεαυτόν, transliterado
como gnóthi seautón) escribieron los griegos en el templo de Apolo en Delfos.
Por eso, para creer en ti, primero conócete. Y para conocerte: cuestiónate,
cuestiónate todo.

EL SECRETO DEL TAROT (Abordando su funcionamiento)

En este punto, cabe aclarar que el enfoque con el que concibo la práctica de la
tarología y, por lo tanto, el fundamento base de esta investigación, no tiene que
ver con los conocidos fenómenos asociados históricamente al tarot, que son la
futurología y a la adivinación. Entrar en el debate, donde se busca descubrir si
es posible o no este tipo de aplicaciones, tiene que ver con el desarrollo de
otros conceptos y estudios, que aún siguen intentando explicarse desde
distintos ángulos que van desde lo espiritual hasta incluso la física cuántica.
La forma en la que concibo la lectura de tarot es más bien relacionada a los
curiosos “aciertos” que un/a consultante puede evidenciar al escuchar una
interpretación con respecto a su realidad (concreta o psíquica), y que percibe
como una especie de magia donde pareciera que el interpretante tiene alguna
especie de poder que le permite saber, ver, leer, a través de esas cartas, esa
realidad. Es por eso por lo que muchos escépticos se quedan atónitos frente a
su primera experiencia con el Tarot.

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Esta investigación pretende encontrar un camino de compresión de estos
aciertos, por fuera de los dogmatismos, la espiritualidad, la fe, las creencias, la
magia, las religiones y las supersticiones.

Aclarado esto, entramos en tema: más allá de los símbolos que cada quien le
puede adjudicar a una baraja de Tarot, siempre me gustó pensar en que no es
más que "trozos de cartón con imágenes plasmadas". Entonces tenía que
encontrar algo que sea para mi trascendente y que explicara por qué las
lecturas que hacía o que me hacían eran tan "acertadas".
Para adentrarnos en este trabajo de des-ocultar los mecanismos por los cuales
el Tarot funciona, primero tenemos que definir qué es, sin adjudicarle a este
elemento conceptos que tienen que ver con ideologías, creencias religiosas,
políticas o culturales. Algo que se podría aproximar a la definición más básica
de Tarot es: conjunto de imágenes enmarcadas, organizada aparentemente
bajo un dispositivo léxico-numérico, plasmadas sobre algún tipo de soporte que
permite la mezcla y la reorganización de las mismas.

En una lectura de Tarot tradicional, lo que se hace con este conjunto de


imágenes (de ahora en más denominaremos "baraja") es mezclar y elegir de
manera azarosa una o más imágenes que crean una nueva organización, para
ser luego interpretadas. Es en la interpretación donde sucede que por arte de
"magia" los mensajes transmitidos por el interpretante son tan "acertados" con
respecto a lo que el/la consultante ha pedido, y es éste el punto por el cual,
como escéptico, me interesó tanto el estudio del Tarot. He aquí donde radica
en mi opinión, el secreto del funcionamiento de esta particular herramienta: la
magia no está en estas imágenes en forma de cartas, ni en la acción
azarosa de la mezcla y la selección; la verdadera magia está en nuestra
mente. Y esto se debe, a un interesante fenómeno que sucede en la mente
humana al ser impactada por estas imágenes.

En primer lugar, tenemos que entender que la naturaleza de la mente es


generar pensamientos de manera automática sin parar, estemos atentos a ello
o no. En este continuo desfile de ideas, la mente racional necesita ponerle
palabras, en forma de "etiquetas" a todo lo que percibe para poder convivir con
el entorno y relacionarse eficazmente con él, y este proceso de etiquetado
también se hace automáticamente, y nace de las competencias lingüísticas y
paralingüísticas adquiridas en el desarrollo del aprendizaje. Por ejemplo: Un
individuo, necesita reconocer que esa extensión de concreto gris sobre el suelo
lleva la etiqueta de “carretera”, para también saber que esa especie de robot
mecánico en el que se encuentra sentado, y que lleva cuatro ruedas es un
“automóvil” y esa carretera tiene unos límites, unas reglas de funcionamiento
que además de ser aprendidas, estarán señalizadas para poder viajar
adecuadamente y no perder la vida en el intento; y también convivir de manera
correcta con los elementos que se crucen o que transiten sobre esa misma
carretera. Este etiquetado sucede de manera casi instantánea, en el momento
en que el individuo ve la carretera y el automóvil. Pero lo mismo sucedería si
esa persona observa una imagen de una carretera y un automóvil en una
revista: aparecerían las mismas etiquetas, o definiciones, siendo la mente la
que necesita comprender lo que está viendo.

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O incluso, si escucha una historia de otra persona, que habla sobre una
carretera y un automóvil, la mente se encargará de ordenar esos conceptos y
además generar una serie de imágenes mentales de cómo eso resultaría
plasmado en la realidad. En una lectura de Tarot, este es el primer elemento
que se encarga de comenzar la magia, y lo que hace la mente en el momento
en que la persona ve a esta serie de imágenes en forma de cartas obtenida de
manera azarosa, es darle a éstas un orden, una definición, un nombre, y una
serie bastante compleja y personal de elementos, que da como resultado la
interpretación bajo un esquema que pueda comprender; aquí es cómo se
explica que una misma serie de imágenes puede construir un significado
totalmente diferente para distintas personas. Esto también sucede con la
interpretación de una obra de arte, de una poesía, de una canción.

Esta forma de accionar del Tarot está estrechamente relacionada con el


estudio del signo lingüístico desarrollados por Saussure y Pierce. Pero claro, si
el Tarot es un conjunto de imágenes, ¿por qué hablamos de lo lingüístico?
Justamente por esto explicado anteriormente, esta naturaleza de la mente de
etiquetar con palabras automáticamente lo observado: al ver una carta, los
pensamientos surgen en la mente como palabras. Y porque además, las
imágenes del tarot llevan nombres (etiquetas): ¿qué pasaría si el arcano VIII
del Tarot de Marsella, La Justicia, se
llamaría “Fuerza”?.
Para Saussure, «el signo es una entidad
psíquica que une dos términos: un
concepto (significado) y una imagen
acústica (significante)»; y distingue al
signo del símbolo por el grado de
arbitrariedad: el signo se distingue por
tener cierta continuidad asociativa entre
significado y significante, es decir que
existe entre ellos un cierto lazo natural,
visible o imaginable que lo caracteriza
como icónico. Un ejemplo podría ser, al
ver la carta de La Justicia del Tarot de
Marsella, con su balanza (significante), y
asociar a ella la idea de equilibrio,
equidad, igualdad (significado) estamos
frente a un signo, por la estrecha relación
de la balanza y su uso en la realidad. Sin
embargo, si esta balanza nos remonta a
la interpretación de la justicia como
«principio moral que inclina a obrar y
juzgar respetando la verdad y dando a
cada uno lo que le corresponde»,
estamos hablando de un símbolo, por su
arbitrariedad. Casi como relacionar la paz
con una paloma blanca; esta asociación
carece de este lazo natural, por lo tanto,
estamos frente a otro símbolo.

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Para Pierce, «el signo es algo que está para alguien en lugar de otra cosa, su
objeto, en alguno de sus aspectos», es decir, un signo es una interpretación
mental a través de la cual alguien puede conocer los objetos de la realidad; es
decir se centra en el modo en el que una persona conoce su realidad. Entonces
manteniendo el ejemplo de
La Justicia, según Pierce, esta balanza puede representar lo antes
mencionado, pero también la relación que esa persona puede tener con esa
balanza en su realidad: tal vez recordarle a su madre que trabajaba en una
verdulería y utilizaba esa balanza para pesar.

Por otra parte, además de mencionar la tendencia natural y automática de


nuestra mente a etiquetarlo todo, sumado a esta pequeña aproximación sobre
el funcionamiento de un signo lingüístico, podemos unir todo esto a las
corrientes del psicoanálisis que hablan del funcionamiento de la psique desde
una perspectiva compartida, donde la mezcla de los signos y los símbolos
activan o desactivan ciertos mecanismos psíquicos, tanto conscientes como
inconscientes, que pueden determinar o influir sobre la personalidad de un ser
humano, y de su forma de actuar en el mundo. De allí es que nace otra de las
formas de utilizar el tarot, con un sentido más relacionado a la evolución
personal. Este segundo elemento que acciona la magia del tarot, tiene que ver
con la construcción del significado de esa lectura, y que sucede
inmediatamente luego de que el/la consultante realiza el "etiquetado
automático" de lo que percibe, y está relacionado con lo que Carl G.Jung
denominó, la construcción del arquetipo, refiriéndose a «una tendencia innata a
generar imágenes con intensa carga emocional que expresan la primacía
relacional de la vida humana». Es decir, que una vez que la mente "etiquetó"
primero las imágenes y la interpretación de ellas de manera automática, luego
construye una nueva imagen a la que le asocia una carga emocional, producto
de la herencia y la experiencia de esa persona en particular. Frente a este
funcionamiento es donde aparece "la sorpresa" cuando el/la consultante
reconoce que esa lectura de Tarot verdaderamente está hablando de "su vida".
Dentro de este marco, me llamó enormemente la atención la relación de
sonidos entre arcano (como se denomina tradicionalmente a las imágenes
enmarcadas del tarot) y arquetipo. La palabra arcano significa llave o secreto,
(haciendo tal vez alusión a todo este mundo inabarcable de “secretos” ocultos
en las imágenes del tarot) mientras que arquetipo significa «patrón ejemplar
del cual otros objetos, ideas o conceptos se derivan. Es el modelo perfecto.» Lo
interesante es descubrir la familiaridad en la raíz etimológica que comparten en
el sonido antes mencionado, proveniente del griego αρχή, arjé, ‘fuente’,
‘principio’ u ‘origen’: Arcano y arquetipo entonces podrían converger en el punto
en que se transforman en “fuente” u “origen” de una nueva información que
surge en una lectura de Tarot.

Para explicar todas estas interrelaciones conceptuales, paso a ejemplificar con


esta anécdota: En un evento que realicé bajo el ciclo “Encuentros para
Reflexionarte” donde propongo una invitación a la reflexión sobre ser
consciente de la propia consciencia, realizamos con quienes participan,
interesantes dinámicas donde el Tarot suele ser el protagonista.
En una lectura realizada a una mujer que preguntó abiertamente, se ha puesto
de manifiesto este entrecruzamiento conceptual.

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Su pregunta fue por el amor, temática muy abordada en una consulta de Tarot
desde el inicio de los tiempos: ¿por qué no aparece el hombre ideal?
Si apelamos a la lógica del psicoanálisis, la respuesta inmediata construida en
la mente de la analista podría haber sido “porque no existe”. Entonces
empezaríamos a descubrir “ideal para qué o para quién”, y un extenso
desarrollo de etcéteras. Pero lo primero que hice fue evidenciar que, ante esa
pregunta por el amor, ella había elegido azarosamente después de barajar las
cartas, el arcano VI del Tarot de Marsella: El Enamorado. ¡Qué casualidad!
Entonces tomé la carta en tamaño A3,
y pedí al público que me contara lo
que estaban viendo: “Un hombre
entre dos mujeres”, “allí no hay nadie
enamorado”, “el mito de Eros”, “un
hombre pidiéndole la mano de una
mujer ante su madre”, etc. Fue muy
interesante y divertido ver sus caras
al comentarles que todas las
anteriores respuestas son correctas,
como si de un juego de verdadero o
falso se tratara. Cada interpretación
encerraba lo que Pierce teoriza, la
forma en como una persona conoce
su realidad, y todo lo que encierra al
arquetipo de “el enamorado” y lo que
Jung explica sobre la carga emocional
de las imágenes que creamos. Y esto
me ha sucedido cada vez, y sin
excepciones, que trabajo con el Tarot
en grupos. Volviendo a la pregunta de
la muchacha, lo más impactante fue
cuando le pedí a ella que me contara
lo que estaba viendo: su respuesta
fue que veía a un hombre disputado
por dos mujeres; entonces le
pregunté si le solía suceder que los
hombres que conocía o que le
interesaban ya estaban en pareja, o
su atención estaba puesta en otra mujer además de ella, y me respondió que
sí, que luego el hombre no podía elegir entre las dos. Pero aún fui más allá y le
pregunté si esa historia no podría haber sido observada o aprendida en su
ámbito familiar, y allí es cuando comenta la historia de cuando descubre la
doble vida de su padre, que tenía otra mujer además de su madre, y que este
hombre no podía elegir entre las dos. Más allá de la relación de esta historia
con su pregunta inicial sobre la aparición de un supuesto hombre ideal, lo que
ella estaba viendo, era una imagen proveniente de sus experiencias, de sus
aprendizajes, de la fuerte carga emocional y del contacto con su realidad única
y particular.

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TAROT PARA LA HUMANIDAD

A modo de conclusión, podemos afirmar que el funcionamiento de las


imágenes del Tarot (o de cualquier imagen observada) va más allá de los
niveles de fe o escepticismo del observador. Es decir, que el mero hecho de
observar este instrumento, va a movilizar en el espectador ciertos mecanismos
psicoemocionales, conscientes o inconscientes, por encima de si éste cree o
no cree, sin excepción. Si bien claro está que los sistemas de creencias van a
influenciar en el contenido y/o la calidad de la interpretación de esas imágenes
y por lo tanto en la vinculación de los conceptos asociados en una lectura,
estas imágenes van a funcionar debido a la naturaleza del pensamiento
humano y a la interpretación de la psique basada en la herencia, la lingüística,
el contexto histórico, social, cultural, familiar y personal.
Si después de este recorrido, deberíamos aproximarnos a una nueva
definición, para mí, las cartas del Tarot funcionan como un acceso directo
a todos los archivos grabados en la memoria, consciente o inconsciente,
por lo tanto, su significado dependerá pura y exclusivamente del
observador. De ahí la subjetividad de su interpretación. Tarot es un
conjunto de imágenes organizadas bajo un aparente dispositivo
léxico/numérico, que generalmente se plasma sobre un elemento que permite
la variación de este orden original, para brindar nuevas combinaciones. Todo lo
que se le asocia es producto de quien le observa, de quien lo interpreta, o de
quien lo recrea.

Y para cerrar, desde la antigüedad varios estudiosos han intentado adjudicar el


origen de la palabra Tarot y el significado a un montón de culturas, incluso
también apoderarse de su origen, de su funcionamiento y su definición. Y por
experiencia propia, conforme más información se busca, más se diluyen las
certezas y se reafirman los cuestionamientos. Pero ¿y si en realidad Tarot es
esta conjunción entre todos estos elementos históricos, sociales, culturales,
religiosos, artísticos, psicológicos, familiares, etc, y los elementos externos e
internos que hace a este concepto inabarcable e inclasificable? ¿Y si Tarot es
este fenómeno inefable que acontece entre consultantes e intérpretes?

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SOBRE EL AUTOR

Gabriel Alejandro Lumière (Gabriel Alejandro Kinder Meder), nacido en Darregueira,


Provincia de Buenos Aries, Argentina. Proveniente de una familia supersticiosa, con un
abuelo curandero y un padre que curaba a través de la palabra, se embarcó en el
estudio de la Licenciatura en Bellas Artes en la Universidad Nacional de La Plata.
Mientras estudiaba artes, descubrió el poder transformador de lo artístico, por lo que
comenzó a adentrarse en el mundo simbólico del Tarot de Marsella, y las
profundidades del inconsciente a través de la Psicogenealogía, el Psicoanálisis y la
sabiduría ancestral.

Artista multifacético, investigador, conferenciante y profesor, ha recorrido Argentina,


Perú, Chile, Bolivia y España para enriquecer sus experiencias y aprendizajes.
Fue colaborador y actor en el PsicoTeatroMágico, un evento teatral donde se
escenifican conceptos del Tarot. Y participó como columnista en el programa de radio
LETERCERMONDE, de RadioNauta, donde el Tarot era el protagonista. Escribió para
Revista el Pasajero y para Plano Sin Fin artículos relacionados con el Tarot, la
consciencia y la evolución, y entrevistó a varias personalidades destacadas.
Actualmente se encuentra brindando consultas personales, talleres y conferencias por
todo el mundo.

Contacto:

Facebook – Lumière: Tarot, Genealogía y Arte


http://facbook.com/lumieretarotart

Instagram: @lumieretarotart

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BIBLIOGRAFÍA

• Ferdinand de Saussure, Albert Riedlinger. Curso de lingüística general


(Filosofía y teoría del lenguaje). Editorial Losada, 1965. pp 138 a 148.
• Gómez Espelosín, Fco. Javier y Francisco Javier. El descubrimiento del
mundo: geografía y viajeros en la antigua Grecia (1ª edición). Ediciones AKAL,
2000.
• Jodorowsky Alejandro & Costa Marianne. La vía del tarot, ensayo; Siruela,
2004.
• Jung, Carl Gustav. Obra Completa volumen 9/I: Los arquetipos y lo
inconsciente colectivo. Madrid: Editorial Trotta, 2000.
• Labov, William. Sociolingustic Patterns. Philadelphia: University of
Pennsylvania. p. 209, 1972.
• Michel Arrivé. Lenguaje y psicoanálisis, lingüística e inconsciente: Freud,
Saussure, Pichon, Lacan Lingüística y teoría literaria (en traducido al
español) 2004. Siglo XXI. pp. 169 a 300.
• Nichols, Sallie. Jung y el tarot. Un viaje arquetípico. Kairós
• Patricia Cukor-Avila, "Revisiting the Observer's Paradox." American Speech 75.3
pp. 253-254, 2000.
• Peirce, Charles Sanders. ¿Qué es un signo? Madrid: Traducción castellana de
Uxia Rivas, 2009
• Rodríguez Gabriela, La memoria de La Sangre, Penguin Random House Grupo
Editorial Chile, 2019.
• Roudinesco, Élisabeth; Plon, Michel. Diccionario de psicoanálisis. 2008
• Santi, Álvaro, La Lengua del Inconsciente, Ediciones Mirada Maga, Chile 2017

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