Tarot para Escépticos Lumière
Tarot para Escépticos Lumière
Tarot para Escépticos Lumière
¿CREES EN EL TAROT?
Es la pregunta que más debemos haber escuchado las personas que nos
dedicamos al trabajo con el Tarot; pero ¿Qué es creer?; Según la Real
Academia Española:
1. tr. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté
comprobado o demostrado.
2. tr. Tener a alguien por veraz.
3. tr. Pensar u opinar algo.
4. tr. Tener algo por verosímil o probable.
5. tr. Atribuir mentalmente a alguien o algo una determinada característica,
situación o estado.
6. intr. Tener creencias religiosas.
7. intr. Tener por cierto que alguien o algo existe verdaderamente.
8. intr. Tener confianza en alguien o algo.
Por lo tanto, si hablamos de creer en el Tarot, estamos hablando de una acción
basada en un sistema de mecanismos "ciegos", con cierto grado de "fe" y/o de
"desconocimiento" (consciente o inconsciente): "El catecismo enseña lo que
hay que creer", "Creo en la reencarnación". Estas creencias pueden ser
adquiridas por experiencia propia: "Creo en ti porque eres mi amiga";
o heredadas: "Creo en Allah porque son las tradiciones de mi familia".
Entonces, luego de definir qué es creer, nos encontramos con el primer grupo
de personas que se acercan y/o utilizan el Tarot atravesado por las creencias
heredadas o adquiridas, consciente o inconscientemente.
(Más adelante se abordará el funcionamiento del inconsciente).
Pero luego, hay otro grupo que más bien no cree en el Tarot, o que pone en
cuestionamiento su funcionamiento, de la misma manera en la que "no creen"
en sistemas religiosos o sectarios, o que buscan comprobar o demostrar su
veracidad, o que "desconfían" de aquello que no conocen. Y en esta categoría,
entran quienes se hacen llamar "escépticos", según la RAE: [persona] Que
duda o desconfía de la verdad, eficacia o posibilidades de algo, especialmente
de las creencias comúnmente admitidas. La palabra "escéptico" viene del
griego "skeptikós", que significa el que busca o el que examina. Entonces,
podemos concluir que la verdadera esencia del escepticismo, según el análisis
etimológico, tiene que ver con investigar o estudiar el fenómeno en el que no se
cree para conocerlo y comprobar su veracidad. Pero entonces, si no hay una
exploración o investigación sobre el tema; ¿Se lo puede considerar un
escéptico?
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Manifestar la no credibilidad de un fenómeno sin conocerlo, de forma
"ciega", oculta el mismo grado de "fe" y/o "desconocimiento" de los que
si creen. Creer o no creer es cuestión de fe; cuando me preguntan si creo en
el Tarot, yo respondo que no creo, sino, lo conozco.
La Santa Curiosidad podría ser perfectamente una imagen parecida a Temis (la
dama griega de la justicia, con los ojos vendados), pero destapándose los ojos.
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Con esto, quiero explicar que la comodidad es enemiga de la consciencia,
cualquiera que sea tu postura en esta confrontación: un escepticismo radical,
que no concibe a la fe como un mecanismo de trascendencia, es igual de
limitado que un creyente con una fe incuestionable que no se permite dudar de
aquellas construcciones en las que cree.
¿A caso no se conocen historias a lo largo del tiempo y en todas las culturas,
donde la fe ha salvado a una persona de caer en una depresión o le ha
proporcionado el motor suficiente para afrontar una enfermedad terminal que
luego se cura? ¿Cuántos escépticos se cambiaron de acera cuando se vieron
aprisionados en sus propias teorías?
¿A caso no se conocen historias de personas que fueron criadas y religadas a
un dogma incuestionable desde el nacimiento, y se vieron limitadas en un
montón de prohibiciones y aspectos que no le permitían ser quienes realmente
eran?, ¿incluso estos dogmas generando grandes conflictos mentales,
sexuales, emocionales, y hasta peligrando su integridad física?
Con esto quiero decir que La Santa Curiosidad es el camino por el cual una
persona puede permitirse “escapar” de los límites de cualquier postura radical
que oprime la libertad del ser, una llave que proporciona el conocimiento y la
consciencia necesaria para el desarrollo del pensamiento crítico, y para la
construcción de un propio sistema de creencias, único, particular, íntimo, que
será un pilar de profunda utilidad en tu vida: elegir en qué “verdad” creer.
Aquí se manifiesta la clave de mi relación con las imágenes del Tarot: si bien
muchos famosos teóricos y estudiosos de este elemento sostienen que es
necesario “creer” en lo que a su lectura se refiere, yo decidí dudar, dudar todo
el tiempo, de las imágenes, de las combinaciones, del azar, de los significados,
del consultante y sobre todo, de mí mismo. Sí, también se debe dudar de uno
mismo, porque creer o no creer es una cuestión de fe.
«Conócete a ti mismo» (que en griego clásico es γνωθι σεαυτόν, transliterado
como gnóthi seautón) escribieron los griegos en el templo de Apolo en Delfos.
Por eso, para creer en ti, primero conócete. Y para conocerte: cuestiónate,
cuestiónate todo.
En este punto, cabe aclarar que el enfoque con el que concibo la práctica de la
tarología y, por lo tanto, el fundamento base de esta investigación, no tiene que
ver con los conocidos fenómenos asociados históricamente al tarot, que son la
futurología y a la adivinación. Entrar en el debate, donde se busca descubrir si
es posible o no este tipo de aplicaciones, tiene que ver con el desarrollo de
otros conceptos y estudios, que aún siguen intentando explicarse desde
distintos ángulos que van desde lo espiritual hasta incluso la física cuántica.
La forma en la que concibo la lectura de tarot es más bien relacionada a los
curiosos “aciertos” que un/a consultante puede evidenciar al escuchar una
interpretación con respecto a su realidad (concreta o psíquica), y que percibe
como una especie de magia donde pareciera que el interpretante tiene alguna
especie de poder que le permite saber, ver, leer, a través de esas cartas, esa
realidad. Es por eso por lo que muchos escépticos se quedan atónitos frente a
su primera experiencia con el Tarot.
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Esta investigación pretende encontrar un camino de compresión de estos
aciertos, por fuera de los dogmatismos, la espiritualidad, la fe, las creencias, la
magia, las religiones y las supersticiones.
Aclarado esto, entramos en tema: más allá de los símbolos que cada quien le
puede adjudicar a una baraja de Tarot, siempre me gustó pensar en que no es
más que "trozos de cartón con imágenes plasmadas". Entonces tenía que
encontrar algo que sea para mi trascendente y que explicara por qué las
lecturas que hacía o que me hacían eran tan "acertadas".
Para adentrarnos en este trabajo de des-ocultar los mecanismos por los cuales
el Tarot funciona, primero tenemos que definir qué es, sin adjudicarle a este
elemento conceptos que tienen que ver con ideologías, creencias religiosas,
políticas o culturales. Algo que se podría aproximar a la definición más básica
de Tarot es: conjunto de imágenes enmarcadas, organizada aparentemente
bajo un dispositivo léxico-numérico, plasmadas sobre algún tipo de soporte que
permite la mezcla y la reorganización de las mismas.
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O incluso, si escucha una historia de otra persona, que habla sobre una
carretera y un automóvil, la mente se encargará de ordenar esos conceptos y
además generar una serie de imágenes mentales de cómo eso resultaría
plasmado en la realidad. En una lectura de Tarot, este es el primer elemento
que se encarga de comenzar la magia, y lo que hace la mente en el momento
en que la persona ve a esta serie de imágenes en forma de cartas obtenida de
manera azarosa, es darle a éstas un orden, una definición, un nombre, y una
serie bastante compleja y personal de elementos, que da como resultado la
interpretación bajo un esquema que pueda comprender; aquí es cómo se
explica que una misma serie de imágenes puede construir un significado
totalmente diferente para distintas personas. Esto también sucede con la
interpretación de una obra de arte, de una poesía, de una canción.
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Para Pierce, «el signo es algo que está para alguien en lugar de otra cosa, su
objeto, en alguno de sus aspectos», es decir, un signo es una interpretación
mental a través de la cual alguien puede conocer los objetos de la realidad; es
decir se centra en el modo en el que una persona conoce su realidad. Entonces
manteniendo el ejemplo de
La Justicia, según Pierce, esta balanza puede representar lo antes
mencionado, pero también la relación que esa persona puede tener con esa
balanza en su realidad: tal vez recordarle a su madre que trabajaba en una
verdulería y utilizaba esa balanza para pesar.
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Su pregunta fue por el amor, temática muy abordada en una consulta de Tarot
desde el inicio de los tiempos: ¿por qué no aparece el hombre ideal?
Si apelamos a la lógica del psicoanálisis, la respuesta inmediata construida en
la mente de la analista podría haber sido “porque no existe”. Entonces
empezaríamos a descubrir “ideal para qué o para quién”, y un extenso
desarrollo de etcéteras. Pero lo primero que hice fue evidenciar que, ante esa
pregunta por el amor, ella había elegido azarosamente después de barajar las
cartas, el arcano VI del Tarot de Marsella: El Enamorado. ¡Qué casualidad!
Entonces tomé la carta en tamaño A3,
y pedí al público que me contara lo
que estaban viendo: “Un hombre
entre dos mujeres”, “allí no hay nadie
enamorado”, “el mito de Eros”, “un
hombre pidiéndole la mano de una
mujer ante su madre”, etc. Fue muy
interesante y divertido ver sus caras
al comentarles que todas las
anteriores respuestas son correctas,
como si de un juego de verdadero o
falso se tratara. Cada interpretación
encerraba lo que Pierce teoriza, la
forma en como una persona conoce
su realidad, y todo lo que encierra al
arquetipo de “el enamorado” y lo que
Jung explica sobre la carga emocional
de las imágenes que creamos. Y esto
me ha sucedido cada vez, y sin
excepciones, que trabajo con el Tarot
en grupos. Volviendo a la pregunta de
la muchacha, lo más impactante fue
cuando le pedí a ella que me contara
lo que estaba viendo: su respuesta
fue que veía a un hombre disputado
por dos mujeres; entonces le
pregunté si le solía suceder que los
hombres que conocía o que le
interesaban ya estaban en pareja, o
su atención estaba puesta en otra mujer además de ella, y me respondió que
sí, que luego el hombre no podía elegir entre las dos. Pero aún fui más allá y le
pregunté si esa historia no podría haber sido observada o aprendida en su
ámbito familiar, y allí es cuando comenta la historia de cuando descubre la
doble vida de su padre, que tenía otra mujer además de su madre, y que este
hombre no podía elegir entre las dos. Más allá de la relación de esta historia
con su pregunta inicial sobre la aparición de un supuesto hombre ideal, lo que
ella estaba viendo, era una imagen proveniente de sus experiencias, de sus
aprendizajes, de la fuerte carga emocional y del contacto con su realidad única
y particular.
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TAROT PARA LA HUMANIDAD
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SOBRE EL AUTOR
Contacto:
Instagram: @lumieretarotart
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BIBLIOGRAFÍA
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