ZANATTA - Loris La Edad Del Polulismo Clasico
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La violencia en Colombia
Por diversos motivos, el caso más extremo en América Latina en la época
fue el de Colombia, donde el desafío lanzado por el líder populista Jorge
Eliécer Gaitán al orden político tradicional dominado por conservadores y
liberales fue tronchado por su asesinato en abril de 1948. A este crimen
siguió una enorme violencia -en la capital del país primero y en las zonas
rurales durante la década siguiente-, donde los crónicos enfrentamien-
tos entre guerrilleros de uno y otro partido causaron un gran número de
víctimas -más de 200 000 según algunas estimaciones-o De aquella larga
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vación tecnológica reducida, y fueron aún más escasos los pasos hacia
adelante en los ámbitos clave de la industria pesada y de punta, donde,
por ende, no disminuyó la dependencia respecto de las potencias eco-
nómicas más avanzadas.
En ese sentido, las ayudas y estímulos económicos o tecnológicos
provistos por los Estados Unidos durante la guerra para incentivar la
producción de materias primas estratégicas con fines militares tuvie-
ron una importancia considerable para la expansión de las industrias
latinoamericanas. En ese contexto, en 1946 abrió sus puertas en Brasil
Volta Redonda, la primera gran empresa siderúrgica de Sudamérica,
que, además de contribuir a desarrollar la ocupación industrial, fun-
cionó como base para el nacimiento de una industria pesada nacional,
símbolo de orgullo y superioridad económica en contraposición a los
países vecinos, en especial a la Argentina, que, por el contrario, pagó
su neutralidad durante la guerra permaneciendo en gran parte excep-
tuada de las inversiones y la transferencia tecnológica estadounidenses
durante la etapa peronista, que se prolongó hasta 1955.
En el decenio posterior a la Segunda Guerra Mundial, la economía
creció en toda América Latina, aunque en algunos países como Brasil
y México lo hizo a un ritmo más veloz que en otros, como Perú y la
Argentina. Se desarrolló impulsada, en particular en los primeros años,
por la elevada demanda mundial de bienes primarios latinoamerica-
nos, que luego disminuiría a medida que varias economías se recupe-
raban de los desastres de la guerra, hasta que, hacia mediados de los
años cincuenta, sobrevino un sustancial estancamiento. Sin embargo,
el crecimiento no fue sostenido dado que, deducida la elevada tasa de
crecimiento demográfico prevaleciente en la época, alcanzó apenas un
2% anual, ni tampoco fue equilibrado respecto de los distintos sectores
productivos. Se acentuaron entonces ciertas distorsiones de fondo de
la estructura económica regional, destinadas a alimentar las convulsio-
nes sociales y políticas. De hecho, tanto se expandieron la industria y
el sector minero como se desaceleró la agricultura, afectada en gran
parte del continente por una pésima distribución de la tierra, concen-
trada en latifundios, y víctima de su escasa utilización, fruto de dicha
concentración. Por esta razón no se allanó el camino a una revolución
agrícola dirigida a mejorar la productividad de la campaña, ni fue posi-
ble absorber el crecimiento de la población, que tendió a derramarse,
cada vez con mayor intensidad, hacia las grandes ciudades. Estas urbes
adquirieron definitivamente los típicos rasgos de las grandes metrópo-
lis y se convirtieron en escenarios de enormes contradicciones sociales.
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En general, Eva Perón encarnó el alma más popular aunque más ma-
niquea del peronismo, en la medida en que era capaz de encender
el entusiasmo de las multitudes, pero de una forma tan violenta que
le restaba simpatías y consensos, en especial entre las corporaciones
eclesiástica y militar, que le habían tomado inquina. En este senti-
do, Eva imprimió al peronismo una suerte de hálito religioso que le
confirió una fuerza extraordinaria, aunque, en su milenarismo, re-
presentó el alma más totalitaria, que, al reducir a cenizas toda forma
de mediación política, aisló al peronismo en su popularidad. Esto se
prolongó hasta que, muerta Eva y con una economía que requería
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mónicas argentinas, lo que los empujó aún más hacia los Estados·Uni-
dos, en busca de protección.
Sin embargo, derrocado Perón, no desaparecieron los fantasmas que
su gobierno había movilizado en Washington. En todo caso, tendieron
a regresar en diferentes formas y estilos, en los más variados lugares: ora
en Bolivia y en Guatemala, ora en Perú y Venezuela, donde en 1958 el
presidente Richard Nixon arriesgó su incolumidad a causa de las pro-
testas antiamericanas. Y, finalmente, en Cuba, donde el 10 de enero de
1959 triunfó la revolución.