3 Varetto

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Revista SAAP.

Publicación de Ciencia
Política de la Sociedad Argentina de
Análisis Político
ISSN: 1666-7883
revista@saap.org.ar
Sociedad Argentina de Análisis Político
Argentina

VARETTO, CARLOS A.
El análisis del sistema de partidos en la ciencia política argentina: aporte al estado de la
cuestión y propuesta de ordenamiento
Revista SAAP. Publicación de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis
Político, vol. 8, núm. 2, noviembre, 2014, pp. 555-584
Sociedad Argentina de Análisis Político
Buenos Aires, Argentina

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=387139302007

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El análisis del sistema de partidos en la ciencia política
argentina: aporte al estado de la cuestión y propuesta
de ordenamiento*

CARLOS A. VARETTO
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Universidad Nacional de General San Martín, Argentina
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
cvaretto@gmail.com

En el presente artículo nos proponemos dar cuenta de las principales


producciones acerca de los sistemas partidarios en las ciencias sociales, y la
ciencia política en particular, en la Argentina. Para ello se presenta una
investigación bibliográfica que abarca desde 1961 hasta la actualidad. En
primer término, esta tarea nos permite agrupar la literatura en tres perspec-
tivas: una sociológica (1961-1980), una referente a la institucionalización
del sistema partidario (1980-2000) y otra sistémica abocada a la compren-
sión de la desnacionalización y fragmentación del sistema partidario y sus
consecuencias (2000-actualidad). Adicionalmente podemos corroborar que
el análisis del sistema partidario como variable explicativa ha sido relativa-
mente infrecuente hasta tiempos recientes. En segundo lugar, hallamos que
estos estudios siguieron un derrotero que los llevó desde la preocupación por
la capacidad del sistema para procesar conflictos y la estabilidad democrática
hacia la capacidad decisoria del Estado en sistemas partidarios progresivamen-
te desnacionalizados. Finalmente, desde una perspectiva que incorpora la plu-
ralidad de sistemas de partidos presentaremos una propuesta tendiente a desa-
rrollar lazos entre las tradiciones existentes, a primera vista contradictorias.

Presentación

El presente trabajo resulta de la investigación bibliográfica acerca del


estudio de los sistemas partidarios y sus patrones de competencia en la cien-
* Parte de lo presentado en este artículo se corresponde con la producción del autor para la
realización de su tesis doctoral para el programa de Doctor en Ciencia Política de la Universidad
Nacional de San Martín. Una versión previa fue presentada en el X Congreso Nacional y III
Congreso Internacional sobre Democracia, organizado por la Facultad de Ciencia Política y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 3 al 6 de septiem-
bre de 2012. El autor agradece la guía y comentarios de Mario Navarro como las sugerencias
realizadas por parte de Santiago Rotman, Marcelo Escolar, Miguel De Luca y Marcelo Nazareno.

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Revista SAAP (ISSN 1666-7883) Vol. 8, Nº 2, noviembre 2014, 555-584
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

cia política argentina (y sobre Argentina). Si bien inicialmente el centro de


nuestro interés radica en las producciones post-1983, una mejor caracteri-
zación del campo nos lleva a explorar las producciones hasta 1961. La in-
vestigación abordó todas las publicaciones de la revista especializada Desa-
rrollo Económico —cuyo primer número data precisamente de 1961—, en la
que sostenemos se condensa gran parte de la discusión empírica y teórica
de las ciencias sociales en Argentina durante la mayor parte del período
estudiado. No obstante, no es un estudio sobre las publicaciones de una
revista sino que se incluirán en la revisión aquellos libros que hayan hecho
un aporte sustancial a la discusión como también aquellos artículos publi-
cados en otras revistas que revistan esta cualidad. Estas incorporaciones son
especialmente importantes en los últimos años en los que el campo editorial
para las ciencias sociales, y la ciencia política en particular, se ha diversificado
y ampliado.
Uno de los resultados que arrojará la indagación de este extenso cuerpo
de trabajos académicos es la corroboración de que el análisis del sistema
partidario ha sido relativamente infrecuente hasta tiempos recientes. Esto
no implica que no hayan sido analizados los partidos políticos, sino que
destaca que predominaron los estudios sobre los partidos políticos antes
que sobre los sistemas partidarios; que no se abordó desde una perspectiva
de carácter sistémico hasta tiempos recientes —especialmente en la pers-
pectiva que denominaremos de la desnacionalización—; y finalmente que
su lugar ha sido mayormente subsidiario al estudio de otra esfera del siste-
ma político y no como una variable explicativa. En este último sentido, los
grandes temas que desde hace casi medio siglo acompañan y dan forma a la
ciencia política —a saber, el desarrollo, el autoritarismo, la transición y con-
solidación de la democracia y las reformas económicas— mostraron una
inconstante relación con la cuestión de los partidos y el sistema partidario.
El foco de atención de estos análisis fue reiteradamente recostado sobre la
relación del Estado con los principales agentes económicos y grupos corpo-
rativos extraeconómicos.
En segundo lugar, mostramos que los estudios sobre partidos y sistema
de partidos en Argentina siguieron un derrotero que los llevó desde la pre-
ocupación por la capacidad del sistema para procesar conflictos y sustentar
el régimen democrático de gobierno hacia la preocupación sobre la capaci-
dad del Estado en un marco de instituciones federales y sistemas partida-
rios progresivamente desnacionalizados.
En tercer lugar, esperamos mostrar que las narrativas que explican la
inestabilidad y, en gran medida, la inoperatividad del sistema político ar-
gentino descansan en la visualización de cierta degradación de la

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institucionalidad del sistema político provocada por partidos políticos in-


adecuados o por un sistema partidario que se manifiesta con problemas
“numéricos”, ya sea por exceso o por defecto. Entendemos que este contra-
punto, en principio paradójico, entre exceso de competencia y ausencia de
competencia descansa en buena medida en que los avances descriptos cons-
tituyen abordajes parciales del sistema partidario. En relación a este contra-
punto, terciaremos desde una perspectiva que incorpora la multiplicidad
de sistemas partidarios que describiremos más adelante.
El artículo se organiza en tres secciones. En primer lugar presenta un
breve aparatado que exhibe a modo ilustrativo las principales vertientes que
abordaron el sistema partidario en el campo politológico más general. En
segundo lugar, la sección central de nuestro artículo dará cuenta de manera
detallada de las vertientes de abordaje preponderantes en Argentina desde
los sesenta a esta parte. A estas líneas de investigación las organizamos en
tres grandes bloques: la perspectiva sociológica, la perspectiva acerca de la
institucionalización del sistema de partidos y una última más típicamente
centrada sobre el sistema de partidos y sus relaciones con el resto de los
subsistemas. Finalmente, una última sección da cuenta de los principales
hallazgos y propuestas producto de nuestra investigación bibliográfica.

I. El estudio de los sistemas de partidos en la ciencia política

En esta sección nos proponemos presentar brevemente el linaje de los


estudios sobre los sistemas partidarios con el fin de colocarlos en perspecti-
va con los estudios al respecto en la ciencia política argentina. Retomamos
aquí la clasificación clásica de Bartolini (1995) que distingue a los enfoques
que abordan el sistema partidario entre genéticos, morfológicos y de com-
petencia espacial para poder estilizar y organizar la exposición.
Los enfoques de tipo genético tienen base en la formulación clásica de
Lipset y Rokkan (1992) que sostiene que el sistema de partidos es el resulta-
do de la forma en que se resolvieron históricamente los principales conflic-
tos sociales. Para comprender un sistema partidario contemporáneo en ge-
neral deben comprenderse sus principales líneas de ruptura, las cuales se
ubican en época de las revoluciones nacional e industrial. Para esta corrien-
te los sistemas partidarios se cristalizan y difícilmente se modifiquen. En su
versión más funcionalista, la dimensión central del sistema político no está
en base al número de partidos sino al tipo de cultura política y relaciones
entre las subculturas políticas (Almond, 1956; Almond y Coleman, 1960;
Almond y Powell, 1966, 1978).

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Los enfoques de tipo espacial, de base racionalista, en analogía con la


economía, proponen que el sistema de partidos funciona como un mercado
electoral, donde los partidos políticos compiten por votos y cargos a través
de una serie de posicionamientos marcados por la existencia de una situa-
ción de información imperfecta (Downs, 1992).
El enfoque morfológico postula que el sistema partidario es el resultado
de los patrones de interacción entre sus partes. Por ello, resulta crucial la
cantidad de partidos pues permiten reconocer el grado de concentración/
fragmentación del sistema y el número de interacciones del mismo (Duverger,
1981; Sartori, 2000). Otros autores enrolados en el enfoque del “responsible
party system”, como Schattschneider (1942, 1948), hacen hincapié en el efec-
to que la cantidad de partidos —junto a su disciplina y nacionalización—
posee sobre la posibilidad de que los ciudadanos puedan distinguir clara-
mente a los responsables de las políticas y por lo tanto asignar premios y
castigos a sus representantes.
No obstante, la cantidad de partidos no es la única dimensión relevante
para estos enfoques. Podrían agregarse la ideología, la institucionalización y
la nacionalización. Las últimas dos expresan modos en que se pueden mul-
tiplicar los actores y por ende las interacciones. La primera refiere a la posi-
bilidad de que las interacciones sean menos o más dificultosas.
La distancia ideológica, introducida por Sartori (2000), permite com-
prender la propensión al acuerdo entre las partes. Mayor distancia ideológi-
ca tiende a generar inestabilidad en el régimen político y democrático. La
cualidad de la institucionalización refiere tanto a la faceta organizativa de los
partidos como a la estabilidad de los patrones de interacción. En el primer
aspecto, partidos políticos organizados generan una participación menos
desestabilizante (Huntington, 1968). En el segundo, provocaría mayor in-
certidumbre respecto a las consecuencias electorales y debilitamiento de los
mecanismos de mandato y control electoral (Mainwaring y Scully, 1995).
Para ello resulta clave la observación de la regularidad en la pauta de compe-
tición entre los partidos, su enraizamiento y legitimidad social y el grado de
personalismo (Mainwaring y Torcal, 2005). Esta segunda faceta es la que
estaría más vinculada a la perspectiva morfológica. Por último, existe un
enfoque relativo a la nacionalización del sistema partidario. Para esta co-
rriente los partidos y los sistemas partidarios son los ordenadores de las
demandas ciudadanas y los encargados de convertir lo local en nacional.
Siguiendo a Caramani (2004), dos dimensiones: una horizontal de
homogeneización territorial en relación a las actitudes y comportamientos y
otra vertical de “deslocalización” de asuntos, organizaciones y competencia.
De manera similar al responsible party system, la mayor parte de estos trabajos

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supone que sistemas partidarios y partidos orientados nacionalmente son


más eficaces para responder a la demanda ciudadana y para gobernar.
Por último, creemos posible construir una nueva variante analítica de la
visión morfológica: la de la pluralidad de sistemas partidarios. El texto de
referencia es “The Parameters of Party Systems” de Bardi y Mair (2008). Al
igual que el enfoque morfológico, sostiene que los patrones de interacción
son la clave del sistema partidario, pero incluye la noción de múltiples siste-
mas. Así, no existiría un único sistema partidario por sistema de gobierno
sino un sistema partidario por cada plano relevante de interacción en ese
sistema de gobierno. Para esta vertiente es preciso distinguir entre aquellos
partidos que constituyen sistemas y aquellos que no forman parte del mis-
mo; si una polity está asociada a un único sistema de partidos o una plurali-
dad; y finalmente lo que corresponde al sistema/s de partido/s de lo que
corresponde a otros subsistemas. En este marco, las principales divisiones
de los sistemas partidarios pueden ser verticales —implica electorados
segmentados—; horizontales —supone divisiones subnacionales—; o fun-
cionales, por ejemplo según sean electorales, parlamentarias o gubernati-
vas. En general, asume al igual que la lectura morfológica que mayor núme-
ro de interacciones y distancia ideológica complejiza la viabilidad del siste-
ma bajo observación.

II. El estudio de los sistemas partidarios en las ciencias sociales


y la ciencia política argentina

El abordaje al sistema partidario argentino desde una perspectiva


morfológica o sistémica, como afirmamos en la introducción, ha sido relati-
vamente infrecuente o marginal hasta años recientes. En este marco, las
producciones pueden dividirse en tres grandes bloques analíticos: una pers-
pectiva sociológica e institucional, una basada en la institucionalidad de las
reglas y, por último, una visión sistémica que acentúa la fragmentación y
(des)nacionalización del sistema.
La primera de estas vertientes se ubica temporalmente entre 1960 y
1980 y se preocupa centralmente por el tipo de estructura organizativa par-
tidaria predominante y por las bases sociales de los partidos políticos. En
este sentido, se liga a la perspectiva sociológica que trata de explicarse los
partidos políticos según sus grupos de apoyo, y al enfoque de la
institucionalización clásica proveniente de Huntington mediante la preocu-
pación por el tipo de partido y su rol como canal de incorporación de las
masas a la modernidad política.

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La segunda hace hincapié en la estabilidad de los patrones de interac-


ción y por tanto se acerca a la caracterización de la vertiente de la institucio-
nalización del sistema partidario. Por otra parte, también es deuda de la
vertiente del responsible party system en tanto posee una alta preocupación
por la autonomización de los partidos respecto al entorno (centralmente
sindicatos y empresarios). Se desarrolla aquí un mayor interés sistémico de
los partidos políticos en tanto denota preocupación por el número de parti-
dos relevantes y por la distancia entre los posicionamientos de los principa-
les partidos. Sin embargo, aún es germinal ya que en gran medida el sistema
partidario es un objeto tangencial en la preocupación por las relaciones eje-
cutivo-legislativo.
La tercera vertiente de estudios es la única típicamente sistémica y orien-
tada a comprender la fragmentación y competencia del sistema de partidos.
Incorpora centralmente la preocupación por el grado de articulación a ni-
vel nacional del sistema partidario lo que la vincula no sólo a los estudios
más generales sobre la nacionalización, sino también a los de institucionali-
zación y al responsible party system.
A continuación se presentan estas corrientes en detalle.

La perspectiva sociológica: procesos de modernización, bases sociales


de los partidos políticos y la búsqueda de una fórmula política exitosa

Como adelantamos, un primer grupo de trabajos se encuentra orienta-


do a comprender las bases sociales, alianza de clases, electorado, etc., que
dan origen (y continuidad) a los grupos partidarios argentinos, pero espe-
cialmente al fenómeno peronista. Es posible afirmar que la mayor parte de
los estudios al respecto tienen una vocación sociológica, no casualmente Di
Tella en 1980 afirmaría que el peronismo fue el tema central y casi excluyen-
te en la disciplina desde 1956 hasta esa fecha. La inquisición por el sistema
partidario en estas investigaciones se encuentra virtualmente ausente1.
Esta vertiente tiene como matriz germinal los trabajos clásicos de Gino
Germani Estructura social en la Argentina (1955) y Política y sociedad en una

1
Tal vez la única excepción, dentro de los trabajos contemporáneos a esta corriente, la
constituya la descripción del “juego imposible” por parte de O’Donnell (1972a), quien argu-
menta que el formato de distribución de poder y la existencia de un juego restrictivo empuja
a los partidos políticos a crear situaciones de colapso institucional. Este razonamiento cons-
tituye una excepción en tanto observa la interacción de los partidos políticos como actores de
un sistema y no por sus dinámicas organizativas. Para seguir el debate acerca de esta publica-
ción ver Kvaternik (1978), O’Donnell (1979) y Smulovitz (1986).

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época de transición (1962a). En estos trabajos, Germani trata de comprender


por qué las masas trabajadoras eligieron el camino del peronismo —al cual
consideraba no democrático y totalitario— en vez de una agrupación de
izquierda u obrera. La respuesta que Germani ofrece está ligada a dos facto-
res: las características y el momento del proceso de modernización de la
Argentina en el que se incorporan las masas al sistema político, y el papel
desempeñado por los migrantes internos recientes.
Germani comienza por afirmar que durante las décadas del 30 y del 40,
como resultado del proceso de rápida industrialización fomentado por la
crisis y acentuado por la Segunda Guerra Mundial, una marea de gente de
origen rural y sin experiencia política o sindical previa, migró a las ciudades
—especialmente a Buenos Aires— para incorporarse al mercado del trabajo
industrial. Complementariamente, “la ausencia de partidos políticos capa-
ces de proporcionar una expresión adecuada a sus sentimientos y necesida-
des, dejaban a estas masas ‘en disponibilidad’” (Germani, 1962a: 231).
A partir de este diagnóstico el sociólogo propone dos hipótesis:
a) que el peronismo es un fenómeno político que expresa el desfasaje
entre el proceso de modernización económica e industrialización, y por lo
tanto la convivencia de elementos modernos y atrasados (Germani, 1962b,
1963); y
b) que el peronismo tuvo su base original en una sola clase social: la
clase obrera, y dentro de ella, especialmente la clase obrera urbana, com-
puesta principalmente por migrantes rurales recientes (Germani, 1962a).
El principal contrapunto contemporáneo al argumento general de
Germani lo presentan Murmis y Portantiero (1969) quienes caracterizan al
peronismo no como un régimen autoritario basado en la relación vertical
entre un líder carismático y una nueva clase obrera “en disponibilidad” sino
como producto de una alianza, garantizada por el Estado, entre un sector
de las clases propietarias y la clase obrera. Lo que posibilitaba tal alianza era,
según los autores, el hecho de que la satisfacción de las demandas obreras
acumuladas durante la primera etapa del crecimiento por sustitución de
importaciones coincidía con el proyecto de desarrollo de un sector indus-
trial propietario. Esto último era posible porque, según argumentaban, la
clase obrera ya poseía un desarrollo organizativo importante previo al
peronismo, gestado especialmente a partir de 19302.
A pesar de esta “corrección” que proponían Murmis y Portantiero, la in-
terpretación germaniana del peronismo ocuparía el lugar de imagen clásica u

2
Interpretaciones en esta clave acerca del peronismo se pueden encontrar en Gaudio y
Pilone (1983, 1984), de Ipola (1989), Torre (1989) y Korzeniewicz (1993).

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ortodoxa y estaría en la base de las siguientes discusiones dentro del campo


de estudios sociales y políticos. Dos cuestiones resultan centrales al campo de
estudios acerca del sistema de partidos: a) la (in)capacidad del sistema
institucional —incluido el sistema de partidos— de procesar las demandas y
conflictos sociales emergentes, y b) la caracterización de las bases sociales de
los partidos políticos, especialmente el carácter obrero del peronismo.
Esta incapacidad institucional del sistema político argentino fue expli-
cada en términos de modernidad/atraso, especialmente como un desacople
entre estructura económica o social y política (Silvert, 1961; Di Tella, 1962;
Boron, 1972; O’Donnell, 1972b).
En lo que refiere a la dimensión del estudio de las bases sociales, se
destacó el estudio del peronismo y daría lugar a lo que Kenworthy (1975)
rotuló como el contrapunto entre “posiciones ortodoxas” (Germani, Silvert
y Ranis3) y “revisionistas” (Smith, Snow) del apoyo inicial al peronismo. Por
un lado, la posición ortodoxa argumentaba que el peronismo era un fenó-
meno principalmente obrero (y migrante). La posición revisionista ponía en
entredicho la cualidad obrera del peronismo a favor de una interpretación
policlasista del mismo4. Uno de los desarrollos más influyentes fue el de
Manuel Mora y Araujo (1975). El autor postula que la coalición social implí-
cita en el peronismo “es un movimiento principalmente obrero en las zonas
centrales del país (…) y principalmente movilizador y policlasista en las
zonas periféricas…” (Mora y Araujo, 1975: 701). La defensa ortodoxa pro-
vino de Jorrat (1975, 1986); Cantón, Jorrat y Juárez (1976); y Cantón y
Jorrat (1980).
No obstante, en esta preocupación por el peronismo también se abordó
el espectro partidario en general —sobre el radicalismo se destacan: Gallo y
Sigal (1963); y Smith (1967)— e incluso se desarrollaron una serie de traba-
jos muy destacados en línea con el reclutamiento de las élites políticas y
partidarias (De Imaz, 1964; Cantón, 1964). Si bien estos estudios no se en-

3
Este autor criticaría a Kenworthy por su inclusión dentro de este grupo. Ver Ranis (1975).
4
Dentro del grupo revisionista, Snow (1969) sostiene que los estudios al respecto del
sistema partidario argentino han generado el mito de que los partidos conservadores obte-
nían sus bases en los terratenientes, el radicalismo en las clases medias y el peronismo en los
sectores populares. Afirma que “el voto de los partidos centristas es marcadamente estable
por encima de los limites de clase, y sólo el voto extremista cambia apreciablemente con la
clase social” (Snow, 1969: 166). Es decir, reafirma el carácter policlasista de los partidos
políticos argentinos. También Smith (1972) argumentaba y se proponía demostrar que el
impacto de los obreros en el surgimiento del peronismo era menor que lo estipulado por la
versión ortodoxa. Más tarde, se sumaría Tulio Halperín Donghi (1975) señalando que “la
oposición entre inmigrantes ultramarinos y migrantes internos tiene (…) un valor explicati-
vo más limitado que el que le asigna Germani” (Halperín Donghi, 1975: 774), y resultan aún
mas insatisfactorias en lo que respecta al proletariado rural.

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Carlos A. Varetto

focan en problematizar el sistema de partidos en un sentido politológico


más típico, no implica que no haya una imagen sobre el tipo de sistema de
partidos existente. En primer lugar, el argumento sobre la incapacidad del
sistema institucional de procesar adecuadamente las demandas y conflictos
sociales implica un juicio sobre la inexistencia, o al menos deficiencia, del
sistema de partidos. En segundo lugar, el hincapié en el carácter clasista o
menos clasista de los partidos políticos es un espejo del modelo deseable ex-
plícito: la democracia de masas europea; partidos programáticos y clasistas.
De allí que no resulta extraño que un extenso grupo de trabajos y auto-
res se aboquen a tratar de dilucidar cuál es la “fórmula política” adecuada
para resolver la encrucijada política argentina: no sólo el tipo de partido
deseable sino también el tipo de sistema de partidos más adecuado. El docu-
mento central y propulsor de esta discusión es el de Torcuato Di Tella, “La
búsqueda de la fórmula política argentina” (1971-1972), en el cual propone
generar un sistema de partidos con una fuerza popular o de izquierda que
no posea carácter dominante y sea acompañada por una fuerza de derecha
lo suficientemente fuerte5: se lograría no excluir las minorías económicas y
poderosas, y de este modo evitar que recurran al golpe de Estado. La
contracara la presentó Mora y Araujo6 que sostuvo que el error de Di Tella
consistía en considerar la sociedad argentina como una sociedad puramen-
te de “clases” cuando él considera que la estructura social de la Argentina
presentaba tres fuentes de clivajes: “uno es el de clases; otro es el que opone
los intereses nacionales a los intereses económicos extranjeros y multinacio-
nales; un tercero es el que opone las regiones más atrasadas del país a la
capital y las zonas más desarrolladas” (Mora y Araujo, 1972: 624).

Perspectiva de la institucionalización del sistema:


vocación hegemónica y sistema débil

Si tomamos por cierto que, como afirma Di Tella (1980), los estudios
acerca de la política y los partidos políticos se orientaron a tratar de pensar la
fórmula que incluya al peronismo (y el populismo en términos generales)
dentro un sistema de partidos pluralista, con el regreso a la democracia de

5
Acerca de la imposibilidad de construir una opción conservadora fuerte, ver Cornblit
(1975) y Malamud (1995).
6
También fue criticado por Kvaternik (1972), que sostuvo que el golpe no sería la mani-
festación de la debilidad de partidos de derecha, sino esa debilidad la manifestación de las
preferencias golpistas en las clases medias y altas y la incapacidad de estos sectores para
establecer una pauta dominante.

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Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

1983 —y el triunfo de la UCR en las elecciones presidenciales— este interés


seguiría presente aunque giraba la perspectiva. Se preocupaba más por el
tipo de sistema político que funcionaría con un peronismo en la oposición y
sin imbatibilidad electoral, en un sistema partidario efectivamente
bipartidista. Importaba más el tipo de interacciones entre gobierno y oposi-
ción, y no ya por su carácter obrerista o policlasista. La pregunta por las
bases sociales se volvía progresivamente marginal en pos de observar las
relaciones del sistema de partidos, el cual se esperaba fuese responsable y
respetuoso de la legalidad, frente a la estabilidad y continuidad del régimen.
Esto no implica el abandono del estudio de las coaliciones de votantes de los
partidos políticos (Catterberg, 1985; Jorrat, 1986; Catterberg y Braun, 1989;
Adrogué, 1993; Cantón y Jorrat, 1999; Lupu y Stokes, 2009), sino que per-
dieron la centralidad de la que habían gozado y se convirtieron más en una
temática de opinión pública.
El diagnóstico inicial de este grupo de estudios se basaba en que Argen-
tina arribaba a 1983 en “ausencia del sistema de partidos”. Esta debilidad
de los partidos políticos derivaba de una morfología política “…en la que la
resistencia de los partidos a definirse como ‘partes’, y su dependencia de
fuerzas extrapartidarias para poner en práctica su concepción organicista
de la política, es una de las causas de su debilidad”7 (De Riz, 1986: 676).
Más tarde, Cavarozzi (1989) caracterizaría al “esquema partidario”8 argenti-
no como de “partidos viejos y sistema débil” poniendo en relieve esta caren-
cia de institucionalización señalada por De Riz, pero también la raigambre
histórica y social de los dos partidos mayoritarios que integraban el sistema.
En relación a la bipolaridad del sistema partidario se daba por consoli-
dada en términos electorales: Catterberg y Braun afirmaban que “si los re-
sultados de las elecciones desde 1983 habían reflejado una tendencia a la
configuración de un sistema bipartidista, esta elección [la de 1989] vino a
ratificar este fenómeno” (Catterberg y Braun, 1989: 369)9; en el mismo ta-

7
Esto se adjudicaba a un trayecto histórico que se iniciaba en 1930 cuando la oligarquía
inauguró la práctica de usurpación del poder mediante las fuerzas armadas, y al hacerlo
“…erosionó las bases de todo el sistema político” (De Riz, 1986: 672).
8
Utiliza esta expresión intencionalmente evitando la denominación sistema de partidos
pues considera que la característica de sistematicidad que implica el interreconocimiento
entre las partes está ausente en la Argentina.
9
Estos autores no llegaban a la conclusión bipartidista por la alternancia institucional
sino por la constatación de que “a pesar de los altos niveles de descontento de la población,
de la mala evaluación del desempeño del gobierno y del cuestionamiento de las políticas
públicas en materia socioeconómica, el candidato oficialista reunió el 37 por ciento de los
votos” (Catterberg y Braun, 1989: 368). Es así que el formato bipartidista lo definen como
“una fuerte tendencia de la población a distribuirse en los dos principales partidos” (Catterberg
y Braun, 1989: 369).

564
Carlos A. Varetto

lante, De Riz afirmaba que “los cinco comicios celebrados ponen de mani-
fiesto que el formato bipartidista surgido en las elecciones de 1983 se man-
tiene en 1991” (De Riz, 1992: 171) y Adrogué aseguraba que “el bipartidismo
aún goza de buena salud y todo hace prever que seguirá gozándola” (Adrogué,
1993: 441). Más tarde, con la entrada fuerte al juego electoral del Frepaso
—y la reforma electoral de 1994—, Burdman (1997) analizaba la posibilidad
de que el “bipartidismo complejo” existente se trasformara en un pluralis-
mo moderado o en un sistema de partido dominante (el peronismo).
En síntesis, el sistema de partidos argentino se consideraba primordial-
mente bipartidista pero de baja institucionalización. Tal vez la mejor mane-
ra de cristalizar esta fórmula es la de Grossi y Gritti en su enunciación acerca
de la existencia de un “sistema a doble partido con intención dominante”
(Grossi y Gritti, 1989: 53).
No obstante la caracterización del sistema de partidos no acaparó el
centro de la atención especializada: el sistema de partidos (y las estructuras
de los partidos) se constituyó en una de las variables intervinientes dentro
del andamiaje institucional, especialmente lo que tiene que ver con las rela-
ciones entre ejecutivo y legislativo. Especialmente enfocados en los riesgos
del gobierno dividido que, se presume, puede derivar en dos resultados
distintos: el bloqueo legislativo de las iniciativas del presidente o la tentación
del presidente de avasallar al poder legislativo de formas más o menos
institucionales. En este marco tres cuestiones resultaron centrales a los analistas:
la distribución de fuerzas, el respeto a las reglas de juego y la búsqueda de
relaciones de cooperación (o cohabitación) entre los actores políticos.
Ya en 1984 Cavarozzi (1984) sostenía que el desarrollo siguiente de las
relaciones en el parlamento iba a quedar supeditado a la capacidad de los
dos partidos mayoritarios de generar modalidades de interacción que no
afecten al orden institucional y permitan la discusión efectiva de los grandes
temas nacionales en el parlamento. Por su parte, Mustapic (1984) en un
estudio de las conflictivas relaciones entre ejecutivo y legislativo durante el
primer gobierno radical (Yrigoyen, 1916-1920) concluía que dentro del en-
tramado institucional de índole presidencialista se hace necesario contar
con partidos políticos predecibles y respetuosos. En un trabajo posterior,
Mustapic y Goretti (1992), siguiendo esta misma línea, demostraron que las
leyes sancionadas durante el gobierno alfonsinista habían sido producto de
acuerdos UCR-PJ (tomando la comisión como espacio privilegiado a tal
fin), predominando la unanimidad como regla decisión. La contracara de
este compromiso de productividad legislativa es que se excluía de su trata-
miento en el Congreso a aquellas iniciativas que no tuvieran consenso de
ambas fuerzas, dejándolas de lado o utilizando la vía del decreto presiden-

565
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

cial. Por su parte, Palermo (1990) argumentaba que el fracaso del Plan Aus-
tral y las reformas que éste implicaba —durante el gobierno de Alfonsín—
se debió a la falta de negociación del ejecutivo con el Congreso y con los
partidos10. Equivalentemente, Pasara (1993) sostenía que el parlamento ca-
recía de las capacidades para dar forma al debate público y legitimar políti-
cas públicas.
El camino hacia el decreto que se había insinuado durante el alfonsinismo
toma dimensiones desproporcionadas durante el menemismo. El trabajo
paradigmático en esta línea es el de Ferreira Rubio y Goretti (1996) sugesti-
vamente titulado “Cuando el presidente gobierna solo”. A lo largo del artí-
culo, los autores caracterizan el “decretazo”: el presidente Menem dictó,
entre julio de 1989 y agosto de 1994, 336 decretos de necesidad y urgencia,
a través de los cuales creó impuestos, derogó leyes o modificó relaciones
contractuales privadas. De ello se desprende que el legislativo se vuelve
marginal y que los partidos políticos quedan excluidos de la negociación
política.
Sin embargo, diversos trabajos se opusieron a esta idea de intranscen-
dencia del poder legislativo y a que el decretismo constituyese el único modo
de acción del presidente. En este sentido, el trabajo de Gerchunoff y Torre
(1996) afirma que una vez superada la etapa económicamente más crítica
del gobierno menemista las autoridades tuvieron que negociar más que an-
tes con los representantes del propio partido de gobierno en ambas cámaras
del Congreso y con las organizaciones corporativas. Evidencias similares
encuentran Alonso (1998) respecto al tratamiento de la reforma previsional,
Llanos (1998) en relación a las políticas de privatización, Etchemendy y
Palermo (1998) en el tratamiento de la reforma laboral, y Etchemendy y Filc
(2001) en relación a la reforma liberal en general.

Fragmentación y desnacionalización del sistema de partidos

Esta línea de investigaciones incorpora en primer lugar la preocupa-


ción por la dinámica de los sistemas partidarios y no ya únicamente de los
partidos. Es en esta corriente cuando la ciencia política argentina definitiva-
mente se encamina a tratar de medir cuantitativamente la fragmentación

10
Así es que para Palermo, una de las mayores desventajas para garantizar la gobernabilidad
democrática del Plan Austral aplicado por Alfonsín respecto al Nuevo Plan Económico (NPE)
boliviano radica en que este último se sustento “en una cooperación partidaria (capaz a su vez
de expresar, y redefinir, intereses de actores sociales) [que] hizo posible un curso de acción
abiertamente confrontativo en relación a algunos actores corporativos” (Palermo, 1990: 363).

566
Carlos A. Varetto

del sistema partidario en sus diversas posibilidades, realiza un abordaje


sistémico y asigna al sistema partidario un carácter central y explicativo en
el proceso político.
Adicionalmente, al estudio del sistema de partidos lo coloca en relación
al funcionamiento del sistema federal argentino, poniendo en visibilidad
una dimensión que había estado soslayada en los estudios anteriores. La
mayor parte de estas investigaciones parten, en consonancia con los princi-
pales trabajos al respecto (Riker, 1964; Chibber y Kollman, 1998, 2004), de
cierta afinidad causal entre descentralización —administrativa y fiscal— y la
progresiva desnacionalización del sistema partidario. Dentro de este grupo
de trabajos se destacan: Gordin (2004), Calvo y Escolar (2005), Leiras (2008,
2010) y Harbers (2010).
La desnacionalización puede ser presentada como la progresiva dife-
renciación entre la vida política nacional y la provincial o como la progresiva
heterogeneidad de la distribución de las fuerzas políticas a lo largo del terri-
torio. Como sea, esta vertiente da entidad a la problematización de la políti-
ca subnacional y entiende que no es un dato más sobre la política argentina,
sino que es constitutiva de cualquier explicación sobre el sistema político y
partidario.
Esta incorporación conceptual significó un paso adelante para contar
no sólo partidos sino también sistemas de partidos: los sistemas de partidos
provinciales. Esta visión tiene familiaridad con la propuesta de Bardi y Mair
(2008) sobre la posibilidad de existencia de divisiones horizontales del siste-
ma de partidos. Adicionalmente, de modo más reciente, algunos trabajos
han colocado el acento sobre la diferenciación cualitativa entre el sistema de
partidos electoral y el legislativo, o la constitución de una división funcional
entre las arenas partidarias.
Para la comprensión de la diferenciación entre las arenas provinciales y
la nacional resulta seminal11 el trabajo de Cabrera (1998) donde sostenía
que quienes argumentaban que el sistema partidario argentino era bipartidista
se equivocaban pues contabilizaban la etapa 1983-1989 como bipartidista a
pesar de que un estudio detallado a nivel desagregado mostraba tendencias
a la desconcentración del voto, y consideraban al periodo 1989-1995 como
pluriparidista mayormente por el ingreso de Bordón como candidato presi-
dencial viable, a pesar de que nuevamente un examen detallado y desagregado
de las votaciones mostraría una tendencia a la reconcentración del voto.

11
Podría encontrarse este interés de modo embrionario en los trabajos citados de Adrogué
(1993), en el cual se postulaba la coexistencia de un plano nacional y sistema de partidos
provinciales diferenciados.

567
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

Esta corriente encuentra uno de sus hitos en la compilación de Ernesto


Calvo y Juan Manuel Abal Medina titulada El federalismo electoral argentino
editada en 2001. En el prólogo a la segunda edición de este libro los autores
destacaban que hasta su publicación “los componentes territoriales de la
política electoral, sus complejos mecanismos de articulación nación-provin-
cias, de coordinación entre facciones y su impacto en el diseño de política
pública, no concitaban el interés que hoy reciben” (Calvo y Abal Medina,
2010: 8). El dictamen de esta vertiente es que la centralidad y diferenciación
de la política subnacional, junto a la notoria sobrerrepresentación territorial
en el Congreso, resultan claves para comprender la inestabilidad económica
y política argentina.
Al interior de esta obra colectiva destacan el artículo de Calvo et al. (2001)
en el que los autores muestran en qué medida los sistemas electorales provin-
ciales y la especialización territorial del voto facilitan la emergencia y continui-
dad del gobierno dividido en la Argentina; y el de Gibson y Calvo (2001) en el
que analizan el modo en que la distribución federal del voto peronista facilitó
la estrategia de reforma económica durante el primer gobierno de Menem.
Postulan que el modo desigual de la distribución de recursos económicos y
políticos facilitó el proceso de reforma en la Argentina, por lo que conciben
que estudiar la dinámica subnacional es crucial para entender la viabilidad
política de los distintos procesos de reforma en un país federal.
Si El federalismo electoral argentino asentó la preocupación sobre los pro-
blemas de sub y sobrerrepresentación, y las consecuencias políticas de la
combinación de esos efectos y el federalismo, los trabajos de Escolar, Calvo,
Calcagno y Minvielle (2002) y Escolar, Calvo, Minvielle y Scaramella (2002)
suman otra preocupación a estos estudios: la fragmentación del sistema de
partidos, su impacto sobre la gobernabilidad y las diferencia a nivel
subnacional e interprovincial de este fenómeno. El punto de partida del
primero de estos trabajos es el análisis de la muy particular elección de 2001,
donde los autores encuentran que los valores de competencia efectiva prác-
ticamente se duplicaron tanto en el orden nacional como en los provincia-
les: aunque notan que la mayor fragmentación del sistema político tiene
lugar en las provincias más populosas y con mayor porcentaje de pobla-
ción urbana12 y que no afectó a todas las fuerzas políticas en modo similar
—siendo las bases electorales del peronismo y de algunas fuerzas provincia-
les las más estables—. En el segundo trabajo los autores refuerzan la idea de
12
De manera coincidente a este diagnóstico, Brill Mascarenhas (2007) afirmaba que el
sistema de partidos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires colapsó mientras que el resto de
los sistemas partidarios provinciales tuvieron rumbo de continuidad o de relativo
descongelamiento.

568
Carlos A. Varetto

dos escenarios electorales: uno en que se ubican las provincias periféricas y


se caracteriza por alta personalización de las candidaturas y una reducción
sustantiva de la representación efectiva de los votantes, y un segundo grupo
integrado por las provincias centrales donde por el contrario se encuentra
baja personalización de las candidaturas y un nivel de representación
significativamente alto.
Para la consolidación de esta vertiente, en lo que refiere a sistemas parti-
darios13, son fundamentales dos publicaciones: Calvo y Escolar (2005), y Leiras
(2007). En el primero de estos libros, la “desnacionalización” aparece menos
como una “despartidización” y más como una suerte de disolución de un
tipo de arena política —la nacional—, con sus consecuencias de desagregación
en diversos territorios y desestabilización o volatilidad. Los autores compo-
nen esta idea de desnacionalización o territorialización14 en desenvolvimiento
con una valoración de rasgos político-institucionales preexistentes tales como
la sobrerrepresentación de provincias con baja densidad poblacional, así como
la baja competitividad de sistemas de partidos a nivel provincial.
Estos autores sugieren que los procesos mencionados explican determi-
nados desenlaces en el plano de la acción gubernamental —por ejemplo, la
reforma económica incompleta15—, así como la sobrevivencia y dominio de
escena que ha logrado el peronismo sin reparo a la profunda transforma-
ción de las bases sociales que ha tenido la política argentina. El argumento
prosigue con variados señalamientos acerca de la dificultad para producir
“nacionalización”, en la medida en que los nuevos partidos emergentes en
13
Es preciso tener presente que el fenómeno de la política subnacional es enfocado desde
diversas perspectivas: una de las más prolíferas corresponde al desarrollo de los estudios del
tipo “autoritarismo subnacional” al interior de regímenes nacionales democráticos (Gibson,
2005, 2007; Gervasoni, 2009, 2010, 2011; Giraudy, 2010; Smulovitz, 2010 y Beherend,
2011); también se abordan las condiciones de desarrollo de las políticas públicas subnacionales
(Bonvecchi, 2008); la estructuración de la carreras políticas subnacionales ejecutivas (De Luca,
2004; Almaraz, 2010; Cardarello, 2012) y legislativas (Lodola, 2009; Caminotti, Rotman y
Varetto, 2011) y el efecto sobre la escasa profesionalidad de los legisladores y la generacón de
una forma de disciplina descentralizada (Mustapic, 2000; Jones, 2001; Jones y Hwang, 2005).
14
Sostendremos a lo largo del trabajo el uso de desnacionalización en tanto es un concep-
to con mayor anclaje en la literatura sobre sistemas partidarios. La noción de territorialización,
ingresada al debate con fuerza por Calvo y Escolar (2005) no posee una definición unívoca
aunque parece aludir a un escenario en el que el dónde sucede es tanto o más importante que
el sector social o los atributos culturales. Aunque también se utiliza en referencia a la idea de
una desarticulación de la contienda electoral, la diferenciación del comportamiento entre los
distritos o simplemente como sinónimo de desnacionalización. Para una profundización res-
pecto a la noción de territorialización sugerimos consultar Varetto y Navarro (2014). Si tal
como lo explican Dosek y Freidenberg (2013) el término desnacionalización ya resulta en
exceso polisémico, no resulta conveniente incorporar nuevos términos para los mismos
usos. Por esta razón utilizaremos preferentemente el término desnacionalización.
15
Acordando de este modo con el argumento de Gibson y Calvo (2001).

569
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

áreas “centrales” sufren importantes barreras de entrada en las provincias


“periféricas”. Esta “nacionalización” truncada, a su vez, explicaría la volátil
performance de las nuevas fuerzas emergentes, que así no lograrían hacer pie
sólidamente en el nivel legislativo y gubernativo.
En su trabajo, Leiras (2007) retoma las ideas de los trabajos presentados
más arriba para plantear la existencia de una “desnacionalización” selectiva
según jurisdicciones, arguyendo que la quiebra de las estructuras políticas
tradicionales sucede más enfáticamente en las provincias “centrales”. De
esta manera, Leiras supone que la fragmentación “regionalmente desequili-
brada”, el fenómeno que le preocupa, induce la no conformación de coali-
ciones nacionales viables; en cambio Escolar y Calvo parecen considerar
que los varios liderazgos emergentes de la “territorialización” llevan a poblar
con más actores el espacio nacional sin que sea de interés particular la viabi-
lidad de los mismos. Más allá de estas divergencias, ambos trabajos se unen
en la misma idea: la “territorialización” o “desnacionalización” implica un
proceso de fragmentación de los partidos, lo que conlleva a un escenario de
competencia política más compleja, plural y heterogénea.
La caracterización del sistema de partidos argentino como múltiples
sistemas viene dada de manera más clara por tres grupos de trabajos: el
primero incluye los trabajos de Malamud (2004) y Malamud y De Luca
(2005); el segundo los de Gibson y Suárez-Cao (2007, 2010) y Suárez-Cao y
Freidenberg (2010); y el tercero el trabajo reciente de Calvo y Leiras (2012).
El primer grupo de trabajos sostiene que la comprensión del sistema de
partidos nacional en Argentina precisa de la comprensión de la interacción
de cuatro niveles de vida partidaria: las tres arenas de competencia autóno-
ma nacional —presidencial, senatorial y diputados— y la articulación de los
24 sistemas de partidos provinciales. Según los autores, el sistema presiden-
cial posee formato bipartidista, el senatorial de partido dominante y diputa-
dos de pluralismo moderado. Los sistemas partidarios, más allá de sus com-
plejidades, poseen prominencia de los dos partidos tradicionales. Los auto-
res concluyen que en Argentina “el cambio electoral fue territorial y tempo-
ralmente efímero, en parte debido al sesgo mayoritario de las instituciones
electorales y, en parte, a la distribución homogénea de los partidos políticos
y su flexibilidad y capacidad adaptativa al cambio” (Malamud y De Luca,
2005: 13). De esta manera señalan atinadamente la capacidad del sistema
partidario de preservarse de los vaivenes electorales16.
16
En esta clave poseen un argumento similar al propuesto por Calvo y Escolar (2005)
según el cual la estabilidad de los distritos provinciales (y los sesgos territoriales y mayorita-
rios del sistema electoral) permiten cierto grado de estabilidad al sistema partidario argenti-
no. También se insertan en la línea de los trabajados de Mair (1996) y Bardi (2002).

570
Carlos A. Varetto

Los trabajos de Gibson y Suárez-Cao subrayan la posibilidad de conce-


bir los sistemas subnacionales como polities con autonomía y propiedades
sistémicas propias, enraizados en los trabajos pioneros de V.O. Key (1966)
acerca de los enclaves autoritarios del sur norteamericano. Para los autores,
“un gran número de polities con estructuras territoriales federales están con-
formadas por sistemas de partidos subnacionales que contienen todos los
atributos que normalmente los cientistas sociales le atribuyen a un sistema”
(Gibson y Suárez-Cao, 2010: 23). Estos sistemas son los que ellos denomi-
nan “sistemas de partidos federalizados” (sistemas de partidos multinivel,
en la terminología escogida por Suárez-Cao y Freidenberg) y se caracterizan
por patrones de competencia diferenciados para la competencia subnacional,
los cuales a su vez poseen reglas electorales autónomas. De esta manera el
sistema de partidos nacional se vuelve uno entre tantos (en Argentina entre
otros 24), pero es la interrelación entre este sistema y cada uno de los
subnacionales lo que delimita los límites o fronteras de los (sub)sistemas
partidarios provinciales. De esta manera, desarrollan una teoría que trata de
caracterizar la coexistencia de una multiplicidad de sistema de partidos en
una única polity.
En los trabajos de Malamud y De Luca y de Gibson y Suárez-Cao se
postula la existencia de múltiples sistemas de partidos en el sistema político,
los primeros diferencian por arenas de funcionamiento —sin decirlo explí-
citamente, se acercan a una visión de división funcional del sistema de par-
tidos— y los segundos abordan más bien una diferenciación horizontal del
sistema partidario (territorial). Sin embargo, el interés en una división fun-
cional del sistema de partidos argentino no tiene lugar preponderante hasta
un artículo reciente de Calvo y Leiras (2012).
En su trabajo, Calvo y Leiras se proponen comprender adecuadamente
la nacionalización del sistema partidario argentino, y argumentan que es
preciso distinguir entre la nacionalización electoral y la legislativa. Precisa-
mente postulan la independencia del grado de nacionalización partidaria
—medida como distribución de los resultados electorales a través de los
distritos— y el de nacionalización de los legisladores —medido mediante el
modo en que los legisladores colaboran entre sí: la cofirma de proyectos
legislativos—. Sin embargo, a pesar de la independencia teórica que los au-
tores postulan entre las dos dimensiones de la nacionalización, los resulta-
dos para el caso argentino son consistentes con la idea de que son fenóme-
nos espejados: una reducción en la nacionalización electoral fortalece la
cofirma entre legisladores de la misma provincia y por lo tanto reduce la
nacionalización del ámbito legislativo. En un sentido similar, Varetto (2012)
encuentra evidencias de que existe una división funcional entre la vida elec-

571
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

toral y la vida legislativa del sistema partidario argentino, manifiesta en una


desigual tendencia en la fragmentación de cada uno de estos subsistemas
desde 1983 hasta 201117.
Bajo este relativo consenso referente a la desnacionalización del sistema
partidario (y político) existe una serie de efectos perjudiciales que los inves-
tigadores le asignan. Esto ocurre así no porque estas teorías presuponen que
la desnacionalización del sistema partidario genera un problema de escalas:
para resolver cuestiones nacionales se precisa de partidos nacionales. Quien
posiblemente expresa de mejor manera esta cuestión es Cox (2004) argu-
mentando que la nacionalización es producto de los efectos agregados de
grupos políticos focales o partidos (party aggregation) que buscan coordinar
simultáneamente su entrada en diversos escenarios multidistritales con pro-
pósitos como los de promulgar leyes, elegir un presidente, un primer minis-
tro o conseguir fondos para la campaña —cuando existen factores que na-
cionalizan el mercado de financiación, tales como el método de financia-
ción estatal a los partidos políticos o la influencia de actores empresariales o
sindicales nacionales—.
No implica que los autores ignoren, rechacen o releguen los insumos lo-
cales a la representación política —tal como lo sugiere Escolar (2011)18— sino
que sostienen que un partido político puede tener un apoyo homogéneo en
todos los distritos como consecuencia de campañas focalizadas para diferen-
tes votantes pero no por que las preferencias de los votantes sean homogéneas
(Morgenstern et al., 2009). Por lo tanto, un sistema de partido nacionalizado
no es necesariamente coincidente con un electorado nacionalizado.
Dentro de los efectos que este cuerpo bibliográfico asigna al proceso de
desnacionalización se destacan:
a) Estimula —combinado con otros factores institucionales— la exis-
tencia de una estructura de las carreras políticas excesivamente localizada
que tendería a cimentar una visión particularista antes que universalista de
las políticas públicas (Jones, 2001; Mustapic, 2002; Lupu, 2008; Scherlis
Perel, 2010; Lodola, 2009, 2010);
b) La fragmentación de los partidos en los diferentes niveles tiende a
generar opacidad en el proceso de representación y atentar contra la
accountability ciudadana, en buena medida porque genera un importante
17
Para ello analiza la correlación entre las variaciones interanuales de los números efecti-
vos de partidos a nivel electoral, número efectivo de partidos en bancas, número efectivo de
bloques legislativos y una medida denominada número efectivo de votaciones legislativas
(que mide en base al NEP los posicionamientos de los diputados nacionales en votaciones
nominales).
18
Tal vez este texto de Escolar sea el único que descarta la necesariedad de la nacionaliza-
ción del sistema partidario para su funcionamiento.

572
Carlos A. Varetto

incremento de los costos de información a los electores (Suárez-Cao y


Freidenberg, 2010) y desestimula la presencia de partidos programáticos y
articulados nacionalmente (Calvo y Leiras, 2012);
c) Habilita la convivencia —o incluso connivencia— del sistema demo-
crático nacional con regímenes subnacionales de escasas credenciales de-
mocráticas (Gibson, 2005, 2007; Giraudy, 2010; Gervasoni, 2009, 2010, 2011;
Beherend, 2011) que no sólo permite la desigualdad en el goce de los dere-
chos democráticos (Leiras, 2008; Smulovitz, 2010) sino que, combinado
con un malapportionment que fortalece justamente a este grupo de provin-
cias, atenta contra la calidad democrática (Ardanaz, Leiras y Tommasi, 2010).
d) Dificulta la conformación de coaliciones nacionales, ya sea por mul-
tiplicación de actores (Calvo y Escolar, 2005) o por desgaste de las etiquetas
partidarias (Leiras, 2007), que repercute principalmente en los modos de
distribución de fondos entre nación y provincias (Gibson y Calvo, 2001;
Jones, 2005) y la calidad de las políticas públicas (Ardanaz, Leiras y Tommasi,
2010); y finalmente
e) Genera una serie de condicionantes a la gobernabilidad democrática,
que complejiza al gobierno su capacidad para alterar el statu quo ya que la
fragmentación y desnacionalización “incrementa la probabilidad de gobier-
nos divididos, de gobiernos unificados con altos costos de transacción o de
oposiciones dispersas e irrelevantes” (Leiras, 2008: 4).

III. Reflexiones finales: el estudio de los partidos


y sistema de partidos argentinos

De todo lo revisado resulta que los estudios acerca del sistema de parti-
dos en la Argentina han seguido una trayectoria que —similarmente a la
trayectoria de la bibliografía sobre sistemas de partidos en general— se ini-
ció en la preocupación acerca de la dinámica interna y coalicional de los
partidos hacia el sistema de partidos para arribar incipientemente al estudio
de los múltiples sistemas de partidos. A su vez, este trayecto también fue
eslabonando una preocupación acerca del procesamiento del conflicto y la
estabilidad democrática hacia otro preocupado por el formato de los patro-
nes de competencia interpartidaria y la capacidad de gobierno.
En un primer momento, el estudio se orientó a comprender la forma
en que los partidos políticos —peronismo y radicalismo— procesaron la
incorporación de las masas a la política. En este marco, adjudicaron a los
partidos argentinos un carácter movimientista y policlasista que atentaba
contra la conformación de una democracia liberal-partidista que los autores

573
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

parecían encontrar en las más arraigadas democracias occidentales. Estas


características de los partidos, acopladas a cierta cualidad caudillista de la
sociedad argentina, resultaban en un sistema político que tendía a oscilacio-
nes bruscas y a la incapacidad de procesar los conflictos de manera pacífica
mediante elecciones.
En el último regreso al funcionamiento democrático, la preocupación
continúa siendo acerca de la capacidad del sistema para procesar el conflic-
to y mantener el funcionamiento democrático, sin embargo el foco se trasla-
da desde el vínculo líderes-representados hacia la capacidad de los actores
partidarios para monopolizar la escena política —relegando otras corpora-
ciones como sindicatos y militares— y especialmente acatar las reglas del
juego democrático. Así interesan el trato de los partidos hacia las institucio-
nes políticas —en especial el Congreso de la Nación— y la competitividad
del sistema, con la presunción de que el sistema abandonara sus pretensio-
nes hegemónicas y se definiera una estructura de competencia bipartidista
con alternancia. En síntesis, se abandona la visión que vinculaba partidos-
clases sociales-estabilidad democrática por uno de partidos-instituciones-
estabilidad democrática.
Más recientemente, se ha colocado el acento aún más en las relaciones
del sistema partidario y las instituciones. Específicamente, se ha hecho hin-
capié en la relación federalismo y sistema de partidos, ahora sí entendido
principalmente como los patrones de competencia interpartidaria (concen-
tración/fragmentación de poder) vinculados al grado de nacionalización —
lo cual explicaría en buena medida la fragmentación de los patrones de
competencia—. Desde esta perspectiva se trata de explicar en buen grado la
crisis político-institucional del 2001 y se sostiene que el incremento del nú-
mero de actores partidarios relevantes y su desnacionalización abren paso a
un posible bloqueo de la capacidad del sistema para generar cambios. Lo
que se pone en juego no es tanto la estabilidad democrática como la calidad
y capacidad de la democracia.
Ahora bien, si nos concentramos en los diagnósticos del segundo y tercer
grupo de investigaciones, el ejercicio puede resultar en una paradoja: mien-
tras el primero de estos grupos se preocupa por la amenaza a la democracia
por defecto de competencia, es decir, por la concentración de poder en una
única fuente partidaria; el segundo hace hincapié en los riesgos sobre el siste-
ma partidario de un exceso de fragmentación de base territorial.
Una posible respuesta podría obtenerse desde el abordaje temporal,
mientras unos se corresponden al primer tramo de la democracia, los otros
abordan principalmente desde la crisis partidaria de 2001 hacia el presente.
Sin embargo, como bien lo sugiere Cabrera (1998) ya existía diferenciación

574
Carlos A. Varetto

territorial al inicio de la democracia y, por otra parte, resulta sencillo soste-


ner que en la actualidad el peronismo sigue mostrando una faceta domi-
nante sobre el sistema partidario.
Por esta razón, creemos que la auténtica fuente de este contrapunto
tiene su origen en un diferente método de observación del sistema partida-
rio. Ambos enfoques asumen el sistema partidario como un fenómeno ho-
mogéneo y lo describen por una de sus partes. Así, el enfoque de la
institucionalidad hace hincapié en la coalición presidencial y las relaciones
de fuerza en el Congreso observado una dimensión funcional del sistema
partidario: la del gobierno y la parlamentaria; en tanto que el enfoque de la
desnacionalización coloca excesivo énfasis en la dimensión electoral del sis-
tema partidario y por esta razón lo encuentra reiteradamente inconexo y
complejo, aunque en términos de gobierno se ha sostenido relativamente
estable. Así el primero subestima los procesos políticos partidarios que ocu-
rren por fuera de la lucha presidencial y las relaciones parlamentarias, mien-
tras que el segundo tiende a trasladar automáticamente su argumentación
en base al nivel electoral a los procesos gubernativos.
Si nuestro argumento es correcto, entonces la conciliación de estas imá-
genes del sistema partidario puede sustentarse desde un enfoque de “siste-
mas partidarios plurales”, que permita a los cientistas políticos comprender
de mejor modo los límites del fenómeno que aborda, al mismo tiempo que
limitar las consecuencias que asigna al fenómeno que observa y no extrapo-
lar los fenómenos de un subsistema a los subsiguientes de forma acrítica.
Más concretamente, distinguir aquellas esferas de la interacción partidaria
con lógicas de funcionamiento autónomas —electorales y parlamentarias—
y acotar el análisis de sus efectos a la esfera que corresponde. Así, por ejem-
plo, se debe evitar la falacia electoralista según la cual cabe esperar que un
sistema de partidos electoralmente fragmentado derive necesariamente y
automáticamente en un sistema de partidos parlamentario igualmente frag-
mentado ni en un estado superpoblado de actores; como también ha de
evitarse la falacia presidencialista según la cual la comprensión de la calidad
de la democracia y el sistema político se agotan en institucionalizar su com-
portamiento ignorando las otras arenas del sistema partidario como la legis-
lativa y la subnacional que son claves para la comprensión de estos procesos.
Al momento, la vertiente de la desnacionalización ha abordado, de modo
incipiente, la escisión entre el sistema de partidos a nivel electoral y nivel de
gobierno. Esta línea de investigación provee un campo fértil, que hará facti-
ble dilucidar y diferenciar entre lo que afecta a la capacidad del sistema y lo
que no, mejorando nuestra comprensión de la relación entre sistema de
partidos y gobierno.

575
Revista S A A P . Vol. 8, Nº 2

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Palabras clave
partidos políticos – sistema de partidos – Argentina – democracia – estado
de la cuestión

Key Words
political parties – party system – Argentina – democracy – literature review

Abstract
In this article we propose to account for the major productions on party systems
in the social and political sciences in Argentina. Here we present a literature
review from 1961 to the present. First, this task allows us to sort the literature
into three groups: a sociological perspective (1961-1980), a view from the
institutionalization of the party system (1980-2000) and other of systemic
character and oriented to understanding fragmentation and denationalization
of party system and its consequences (2000-present). Additionally we can confirm
that the analysis of the party system as explanatory variable has been relatively
scarce until recently. Second, we found that these studies followed a path that
led from the concern about the ability of the system to process conflicts and
sustain democratic stability to the concern of the impact of denationalized party
systems on the state’s ability to make decisions. Finally, from a perspective that
incorporates the plurality of party systems we present a proposal to develop
links between the existing traditions, at first sight contradictory.

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