El Fin de La Sociedad La Nueva No Socied

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EL FIN DE LA SOCIEDAD: LA NUEVA “NO SOCIEDAD” POSTPANDEMIA O CUANDO LA

DISTOPÍA SE HACE REALIDAD

La llegada de la pandemia del COVID 19 va a generar y en otros casos acelerar una


serie de procesos sociales, políticos a escala global y de relaciones internacionales entre los
diferentes países, que en los últimos años ya venían provocando un cambio en las formas de
vivir, de pensar y de ser que suponen el fin de la sociedad occidental tal y como la hemos
conocido.

La nueva “no sociedad” que se vislumbra durante la pandemia trae consigo una nueva
serie de realidades que no arroja de bruces a la distopía que anunciaban alguna de las mejores
películas de ciencia ficción. Vamos a destacar algunas de ellas:

1. Procesos sociales, económicos, culturales y de política externa e interna en la


nueva “no sociedad” tras la pandemia del COVID 19.

A continuación, pasamos a desgranar algunos de estos procesos:

-El teletrabajo como robo de los últimos reductos del espacio propio e íntimo, la
“autoexplotación” perfecta, es la fase final de la misma que ya anunciaba Biung-Chun Hal. No
habrá posibilidad de descansar, en constante alerta, siempre conectados, dependientes y con
la frustración de no poder llegar a controlar el flujo de información que nos llega digitalmente
y que se impone a las necesidades cotidianas de la vida real, en una situación similar a la del
adicto, que desea su dosis, aunque sepa que descuida su propia vida, familia, amistades y que
tales vorágines de descontrol le llevan a su autodestrucción.

-La consolidación de la llamada “civilización de la memoria de pez” que anuncia


Bruno Patino. En su nuevo libro de este mismo título alerta sobre la pérdida de atención que la
sociedad ha experimentado en los últimos años, debido al uso de servicios digitales que
interfieren y modifican nuestros procesos neuronales, haciéndonos cada vez más
dependientes de las pantallas y alterando nuestro comportamiento. El confinamiento ha
llevado al paroxismo está falta de atención y nuestra vinculación con las pantallas. La pérdida
de atención es enemiga de la reflexión y de la memorización y “hombres sin principios
gobiernan más fácilmente a hombres sin memoria” como afirmaba Voltaire.

-El germen de una nueva “no sociedad” amparada en cuatro realidades que gracias a
las pandemia han llegado para quedarse o que se han consolidado de un modo radical y que
son: la inteligencia artificial, las tecnologías de control de personas, las redes sociales y la
conexión continua, que van a permitir crear una sociedad mixta entre tres películas distópicas,
la primera Gattaca, donde el proceso de “hipersalud” del que habla Byung –Chul Han se va a
exacerbar todavía más en años venideros, la otra Minoritty Report, donde antes de que un ser
humano piense sobre algún tema ya habrán sido intuidas con gran precisión cual va a ser su
acción sobre el mismo gracias al Big Data, el “precrimen” de Minoritty Report será la
“preacción” en la sociedad postcovid, la pérdida definitiva del “libre albedrío”, la
predestinación calvinista se hará realidad por primera vez gracias a internet ,en palabras de
Eric Sadin “estos sistemas constituyen un órgano capaz de valorar la realidad de una manera
más fiable que nosotros mismos y revelarnos dimensiones, hasta ahora escondidas, de nuestra
conciencia” y finalmente ”Surrogates” (los Sustitutos) donde el mundo virtual acaba
comiéndose el mundo real hasta el punto de que los personajes (ahora mismo las personas
durante el confinamiento) abandonan al estar siempre en casa las más mínimas normas de

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civismo e higiene amparados en que el cumplimiento de estas normas resta tiempo para ser
más productivos.

-La ruptura del pacto “ciudadano/Estado democrático occidental”, la traición a la


tercera edad y la reacción de quien no tienen nada que perder. No perdamos de vista que la
tercera edad actual ha levando los países occidentales tras la IIª Guerra Mundial (Guerra Civil
en el caso español), han cotizado para los sistemas de pensiones de sus respectivos países y
han generado la mayor época de paz y prosperidad en el mundo occidental de todos los
tiempos y han muerto en residencias de ancianos y hospitales sin ningún tipo de asistencia en
ocasiones, más que cuidados paliativos y sin tener opción a un simple respirador. Dicho
fenómeno supone una traición por parte de los Estados con respecto a los ciudadanos de
mayor edad que no va a ser olvidado ni por sus familias ni por buena parte de la sociedad más
joven que ha escarmentado en cabeza ajena y que puede llevar a respuestas incontrolables
(especialmente si la situación sanitaria y económica acaba empeorando por sucesivos brotes).
Este segmento poblacional de mayor edad, perteneciente en buena medida a la antigua clase
media, se ha visto abandonado por el estado en lo más esencial, poder mantenerse con vida,
en un proceso de abandono que hasta ahora “sólo” se había llevado por delante su posición
social, cultural y posición económica como analizaremos más adelante pero que ahora se ha
llevado lo más preciado, la propia vida.

- La gestión de la pandemia ha generado una desconfianza hacia la “Res Publica“ de


consecuencias impresivisibles, que lejos de buscar una mayor solidaridad social y viendo que
los sistemas públicos de protección han fallado a quienes llevaba 50 años manteniéndolos,
producirán una profundización mayor en las respuestas individuales, en la privatización
generalizada de todo tipo de ámbitos y en una mayor desigualdad social. La solidaridad
intergeneracional también va a salir trastocada, la generación X con complejo de culpabilidad
al no haber protegido a sus padres que generaron buena parte del bienestar que ellos
disfrutan y el sistema de “meritocracia” que les ha permitido un buen nivel de vida además a
su vez está preocupada por lo que será el devenir de sus hijos al mismo tiempo que ha surgido
una cierta sensación de desconfianza de la generación X respecto a la generación Y (millenials)
y generación Z , a las que se ve poco capacitadas en general para mantener el nivel de
sacrificio necesario para mantener la sociedad del bienestar occidental y que además carga
con el baldón de no haber sido excesivamente responsables ni solidarias con una enfermedad
que les afecta menos y que ha llevado a estos grupos poblacionales a una cierta relajación en
la medidas de distancia social que en buena parte están en el origen de la segunda oleada de la
enfermedad iniciada en verano.

-El triunfo del confucionismo económico, el pragmatismo chino y el datismo


económico chino como modelos a imitar por los gobiernos y sociedades occidentales. Se está
generando en el mundo occidental una cierta admiración por el “pragmatismo chino” y su
modelo económico, pero no olvidemos que es el trasunto económico de un régimen
autoritario. En Occidente se está imponiendo el viejo adagio chino de que “es bueno lo que da
resultados”, lo que supone la muerte de la ética y la ausencia de moral. El datismo económico
chino se impondrá a las intenciones europeas de fabricar en Europa y volver a una cierta
“economía circular” porque muchas empresas serán de capital chino o lo van a ser
aprovechando la crisis europea y la más pronta recuperación de la economía china y se
establecerán fuertes tensiones, no sólo entre países, sino también en el interior de los países
occidentales entre el bloque burgués y el bloque popular por expresarlo en palabras de
Christophe Guilluy. Europa tenderá un sistema económico tendente a crecimiento mínimo (no

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cero) y tecnologías no invasivas con medioambiente que no podrán ser aceptadas por China
que no está dispuesta a que Europa después de subir por la escalera que lleva al bienestar
quiera arrojarla al suelo para que otros no puedan subir.

-La pandemia va a culminar el proceso de aniquilación de la clase media y su cultura


como elemento fundamental dentro del proceso de “fin de la sociedad” del que habla Guilluy.
Se les venía diciendo desde hace 20 años que su forma de vivir no era la correcta y si lo era el
ecologismo espiritual, la ecosexualidad, la doctrina de género, los planteamientos Queer, el
veganismo, la globalización, el feminismo de la “tercera ola”, el animalismo, la educación
digital por encima del “presencialismo” educativo y entretenimientos y costumbres que poco
tienen que ver con sus tradicionales formas de vida. Toda su realidad, “su lugar en el mundo”,
estaba saltando por los aires y ahora definitivamente es ya una ruina. El teletrabajo que ha
traído la pandemia y la brecha digital ha puesto de manifiesto esa aniquilación. Las antiguas
clases medias han visto que ahora son clases populares con peores trabajos y peor retribuidos
y que además son los que han tenido que salir a la calle (reponedores, carretilleros,
transportistas, barrenderos, cajeras de supermercado) mientras el bloque burgués trabajaba
desde casa y compraba online para evitar salir.

Guilluy afirma que está gente del bloque popular “pertenece a una clase media
debilitada –obreros, empleados, trabajadores independientes- que vive en los territorios
donde menos empleo se crea y en un contexto económico difícil. Eso no quiere decir que sean
pobres, porque la mayoría trabaja, sino que no tienen sitio en el modelo mundializado. Son las
zonas rurales y las ciudades pequeñas y medianas”. Son personas cuya crisis aparece a partir
del año 2000 cuando el proceso de desindustrialización y exclusión de categorías sociales cada
vez más numerosas se va acentuando hasta precipitarse durante el inicio de esta pandemia en
un proceso que amenaza cuando ésta acabe en ser realmente imparable.

El problema es el fin de la clase media occidental. El ascensor social no funciona para


ellos ni para sus hijos. No se puede tratar de aniquilar la cultura, la forma de vivir, las
conductas que configuran las categorías mentales que llevan a pensar y razonar de una buena
parte de la antigua clase media mediante su ninguneo, la criminalización (fascistas,
antisemitas, violentos son algunos de los apelativos usados para desarticular las reclamaciones
de la masa popular y de la antigua clase media para no entrar en sus reivindicaciones) o
tildándolas en el mejor de los casos de “retrogradas”, “chabacanas” o aprovechando la
pandemia de “poco solidarias” (las informaciones son en ocasiones tendenciosas y la segunda
oleada empieza a tener en las clase populares su chivo expiatorio). Los partidarios de esta
nueva arcadia feliz o como Doyle afirma “de esta justicia social, son los matones de hoy en las
redes sociales, quien no sea como ellos tiene miedo a hablar .... Son unos matones y nadie se
atreve a llevarles la contraria”.

Se ha perdido el respeto por la cultura de buena parte de las clases populares y medias
que se consideraban útiles en el siglo XX y que ahora se ven totalmente relegadas, como una
rémora a la que el “establishment” y la burguesía “cool” ignoran y en cierto modo desprecian
por “cutres”, lo único que pretenden es no parecerse a estas clases populares y a la clase
media dejándolos al albur de salarios precarios y de la ayuda social, siendo cada vez más difícil
trepar por la escala social. Obreros, campesinos, cuadros intermedios, oficinistas se ven
abocados a perseguir un ideal de vida que no pueden alcanzar y a tener que acatar unos
valores que no son los suyos tradicionales a cambio de peores salarios, de trabajos no
“digitalizables” y menor consideración social. Todos no pueden ser millenials que a los
veinticinco años han recorrido los cinco continentes, es más, la pandemia ha puesto de

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manifiesto la vacuidad y la desconsideración con los demás y con el planeta que supone el
concepto “ciudadano universal” y el “no ser de ninguna parte”.

-La incapacidad de las clases dirigentes. La burguesía “cool” es incapaz de gobernar


para todo este “bloque popular” como lo denomina Guilluy, conformado por las antiguas
clases medias y los que nunca dejaron de ser “clase popular”. Prefieren ocuparse con la boca
pequeña y de cara a la galería de los derechos de las minorías( necesarios y respetables en la
mayoría de los casos) y especialmente de las aspiraciones de colectivos tan activos como
variados como pueden ser las asociaciones contra la xenofobia y el racismo y en favor de
eliminar las barreras a la inmigración, los que defienden las demandas de neomalthusianos
radicales, del feminismo de “tercera ola”, de los colectivos LGTBI, de los ideólogos de género,
de los animalistas y de las peticiones de los colectivos ecologistas espirituales y ecosexuales ,
etc… grupos minoritarios en la sociedad ( al menos de manera activa) pero muy movilizados y a
los que los intelectuales universitarios dan cobertura con numerosos estudios que les granjean
becas, investigaciones y congresos al nadar sus estudios a favor de la corriente de lo
políticamente correcto (siendo un importante eslabón de la violencia del consenso a la que
legitiman y dan marchamo de verdad),tratando de cambiar la forma de vivir, de relacionarse,
de hacer y crear cultura a cambio de nada. Guilluy afirma que “se explota a las minorías y que
son utilizadas para protegerse la burguesía “cool”, en un proceso de fariseísmo donde el
control de los medios es básico. En las redes sociales este cambio es defendido por una
pléyade de Titanias Mc Grath (alter ego del genial Andrew Doyle) pertenecientes a esta
burguesía “cool” que están convencidos de estar realmente oprimidos, lo que les lleva a
practicar en palabras de Doyle un “puritanismo cerril” y a promover “ideologías identitarias
que sólo generan división”.

Se quiere cambiar la estructura de pensamiento y de vivir de buena parte de las clases


populares y de la anteriormente conocida como clase media simplemente por la incapacidad
de que siga funcionando la sociedad del bienestar, aplicando para ello un abuso de la
normativa y la legislación, hasta tal punto que se intenta en ocasiones cambiar hasta el pasado
(ataques a estatuas, o revisionismo de hechos pasados desde éticas y posiciones actuales). No
se pretende cambiar buena parte de los cimientos de la civilización occidental porque lo nuevo
sea mejor y más justo socialmente, simplemente se busca el cambio porque la incapacidad de
generar empleo, riqueza y justicia social auténtica lleva a buscar objetivos más fáciles de
conseguir y más baratos como son los derechos de estas minorías (a los que lógicamente
tienen derecho aunque rara vez son atendidos en su totalidad), en la promesa de que cuando
esta nueva realidad se consolide la sociedad occidental esta vez sí alcanzará su arcadia feliz,
una nueva justicia social.

En realidad, a la burguesía “cool” no le interesan lo más mínimo esas causas, son


instrumentos útiles, maniobras de distracción ante su imposibilidad de atender los problemas
básicos de la mayor parte de la población que son un trabajo digno, vivienda, sanidad,
educación y la existencia de un ascensor social amparado en la meritocracia que en estos
momentos ha dejado de funcionar. Son las “falacias hipócritas” que convenientemente
voceadas por los medios de comunicación tradicionales distraen de la situación real a buena
parte de la población y que incluso lleva a parte de esta misma población a asumir como
propios problemas que distan mucho de sus necesidades más apremiantes y reales.

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-Intensificación del proceso que Guilluy denomina “gentrificación”. Las grandes
ciudades se separan del resto del país y proceden a ningunear a “ la France
périphérique”, al “ sur italiano” o la “ España despoblada” en sus demandas políticas,
sociales culturales y económicas, a esa invisibilidad no deseada y propiciada por la
ausencia de noticias en los medios sobre lo que ocurre en el resto del país ( a no ser en
la sección de sucesos), a ese obviarlos menos los fines de semana para salir del estrés
de las grandes urbes para llegar a “provincias” como el que desembarca a la conquista
de un territorio, precisamente de ese sentimiento de desamparo y de verse
menospreciados arrancan colectivos como los Gillets Jaunes, chalecos naranjas
italianos, reivindicaciones de la España despoblada, colectivos de economía circular,
Salvini, Orban, Trumpianos y Brexiters. No van a desaparecer y son caballos similares
con diferente montura para adaptarse a las realidades de su país. Buena parte de las
sociedades occidentales se hayan inmersas en una “guerra civil fría” (España, Reino
Unido, Francia o Estados Unidos) con posiciones irreconciliables propias de una
“emocracia” que ha devorado la democracia y que por el momento se desarrolla
especialmente en las redes sociales y de manera pacífica (no podemos olvidar brotes
vandálicos en algunas manifestaciones).

En palabras de Guilluy está el bloque burgués y el bloque popular. Estos últimos


quieren empleos y el mantenimiento de su modelo social y cultural, quieren saber que su
forma de pensar y de actuar que han tenido hasta ahora es una forma tan correcta y válida de
actuar y pensar como los nuevos modos de vida y valores que se imponen desde las
universidades dominadas por la burguesía “cool”. Quieren volver a contar.

-Las clases populares y la antigua clase media occidental están dejando de


interpretar la realidad con las categorías “izquierda versus derecha”. Existe una gran
desafección política, mienten en las encuestas, no escuchan a los medios ni al mundo
intelectual, no están representados, están fuera del radar, pero están ahí y son mayoría como
demostró Dominique Cummings en la campaña del Brexit. Los partidos tradicionales o tendrán
que reformularse o desaparecer como le ha sucedido prácticamente al Partido Socialista
francés para dar paso a otras fórmulas que recojan las demandas de estos nuevos
desheredados que tienen que enfrentarse a todos los desafíos que trae la globalización
(empleos precarios, inseguridad ciudadana, interculturalidad, inclusión) sin disponer del dinero
necesario que si posee el bloque burgués para levantar “un muro invisible” en las grandes
ciudades con barrios selectos donde las minorías que hipotéticamente defienden
normalmente ni se asoman.

- A nivel de política internacional se reforzarán el “esplendido aislamiento


norteamericano” el “América para los americanos” y la lenta descomposición de la UE en
una carrera cuesta abajo de una institución que corre riesgo de ser un continente sin
contenido, cada vez más incapaz de resolver problemas de las personas de a pie, con doble
personalidad entre las tensiones entre los estados que buscan lo mejor para ellos y la voluntad
de ser un ente supranacional y con visiones y necesidades tan distintas entre los estados del
norte, del sur y del este que abocan a situaciones rayanas en el esperpento como la última
negociación para el fondo de recuperación europeo tras las pandemia que muy bien puede
haber sido uno de los “últimos cantos de cisne” de la UE. En realidad, sólo un mercado de 400
millones de personas mantiene unido lo político. Pero el mercado empieza a no dar respuesta
a algunos países de dentro de la UE en el marco de la globalización y ya no hace tan
interesantes perder independencia y autonomía si luego no hay compensación económica. Los

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“frugales” se están cansando de subvencionar a los que no son tan frugales, sólo hay que ver la
postura de Países Bajos en la negociación.

La “nueva Guerra fría” cada vez será más caliente especialmente en el Mar de China,
en el Ártico, África y la frontera entre India, Pakistán y China. En este nuevo contexto está
dejando de ser necesario guardar las apariencias como hacían los Estados Unidos que querían
creer que eran los” buenos” de la película o al menos hacérselo creer a sus ciudadanos. China
da por asumida la consideración de “villanos” (no respetan los derechos humanos, son una
país comunista al menos nominalmente y por último se les achaca en múltiples foros
internacionales y en algunas cancillerías la creación del virus COVID 19), por eso tienen las
manos prácticamente libres para desarrollar cualquier acción exterior e interior y ha
comenzado a medir su fuerza (expansión por África, Nueva Ruta de la Seda, limitaciones a las
libertades personales en Hong-Kong, presiones territoriales en India y Mar de la China son
buenos ejemplos). Veremos si el nuevo lema de la política exterior norteamericana de que
“fueron mejores amos los norteamericanos que dueños serán los chinos” cala en la opinión
pública europea, aunque de momento el relato lo está perdiendo los Estados Unidos de Trump
porque la gente quiere que le solventen los problemas y China parece que es capaz de
gestionar mejor la pandemia y su relato de eficacia “confucionista” se va imponiendo.

2. POSTURAS PROBABLES A DESARROLLAR POR EL CIUDADANO AL VERSE


OBLIGADO A CONVIVIR EN UNA “NO SOCIEDAD”.

Las salidas a la crisis social, ética, moral y económica que ya venía preparándose desde
hace veinte años a lomos de la globalización y que se ha agravado por la pandemia del COVID
serán fundamentalmente tres, aunque con toda seguridad en años venideros se perfilarán
otras:

1. Parte de la población volverá a Toreau y Walden, es decir, se van a incrementar


los movimientos “survivalistas” y la demanda de viviendas-búnker para las élites,
unos y otras personas al margen de todo sistema, que recuerdan al proceso de
ruralización de la sociedad de finales del Imperio romano. El auge de los
movimientos “antivacuna” no son más que otra cara de esta “automarginación
voluntaria”, de esa negación a vivir en una “no sociedad”.

2. Los afectados más duramente por la crisis necesitarán venganza, ya no se


conforman con responsabilidades políticas. El COVID 19 potencia la “emocracia”, la
falta de reflexión, la venganza va más allá del voto de castigo. En las redes sociales
y en la vida cotidiana se hace todo aquello que una buena parte de la población
piensa puede disgustar al sistema y al que lo dirige, es una proliferación de la
“desobediencia civil de baja intensidad” que puede ir desde informarse en webs
pseudocientíficas, a colgar pancartas, dar pábulo a los bulos, no comprar
productos chinos, tocar cacerolas, negarse a ponerse las mascarillas, no confinarse
voluntariamente o hacer objeción a las vacunas. La falta de atención a nivel
colectivo ha provocado “una polarización del debate social y un espacio público
totalmente dominado por las emociones” en palabras de Patino. Con nueve
segundos, tiempo al que ha quedado reducida nuestra capacidad de atención en el

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mundo contemporáneo no podemos aspirar a una reflexión más profunda,
simplemente se aspira a una nueva satisfacción inmediata, es la muerte del
argumento racional que lleva a la desobediencia civil, si no hay sociedad que me
defienda, tampoco tengo que obedecer sus normas será una reflexión cada vez
más acentuada en buenas capas de la población

3. La inmensa mayoría permanecerá inmersa en un proceso permanente de


“anomia social” que se sentirá tranquilizada y a gusto en su pasividad abducidos
por “la violencia del consenso” que aplicada a la pandemia consiste en repetir una
serie de mantras como “era inevitable”, “no se puede hacer pruebas a todo el
mundo, “no se puede saber el número de fallecidos”, “las residencias no estaban
preparadas” y todos “lo han hecho igual”. Son fake news repetidas hasta la
saciedad, que en la mejor teoría comunicativa de Goebbels llegan a parecer la
verdad. La imprevisión, la inacción y el desvío de recursos a otras instancias
diferentes de la sanidad y la asistencia a los más desfavorecidos ha sido norma en
la mayoría de los gobiernos occidentales y más desde la crisis de 2008. El disentir
del “consenso” de que se ha hecho todo muy bien por parte de los gobiernos
occidentales acarrea todo tipo de críticas e incluso de “muerte social” a nivel de
círculos personales o incluso en el ámbito universitario además del más que
corriente linchamiento en las redes sociales. La carta escrita por 150 intelectuales
norteamericanos publicada en la revista Harper´s supone un momento histórico de
rebelión ante la “violencia del consenso” y la opresión de su mejor sicario, “lo
políticamente correcto”. La obsesión por controlar el relato hace que no haya
relato, sino cuentos diversos que sirven para entretener a la población, pero no
para informar ni formar opinión a una masa ciudadana que desconfía de todo y
todos, especialmente de aquellos que no son los “suyos”. La verosimilitud
sustituye a la verdad, de allí el éxito de teorías conspiranoicas y de las fake news e
informaciones rayanas a los fenómenos “fortianos”

La pandemia ha puesto negro sobre blanco que en la nueva sociedad postcovid el


mundo de arriba ha roto con el de abajo. No hay diálogo entre esos dos mundos y las
consecuencias de tal situación será que las tensiones sociales se acentúen, no existe un
proyecto común de sociedad porque la sociedad ha desaparecido al ser eliminada la clase
media, suprimiendo su cultura, formas de pensamiento y de entender la realidad. Ciertamente
la pandemia aún va a dejar más claro quiénes son los perdedores y a nadie le gusta ser un
perdedor.

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Bibliografía

-Agathe Cortés. (2020). Eric Sadin: “La pandemia mostró que hacen falta más material y camas
que inteligencia artificial”. 23 de julio de 2020, de Periódico " El País" Sitio web:
https://elpais.com/tecnologia/2020-07-21/eric-sadin-la-pandemia-mostro-que-hacen-falta-
mas-material-y-camas-que-inteligencia-artificial.html

-Quico Alsedo. (2020). La sátira del puritanismo de izquierdas que arrasa en Twitter: "Los
partidarios de esa justicia social son los matones de hoy en día". 23 de julio 2020, de Periódico
El Mundo Sitio web:
https://www.elmundo.es/papel/historias/2020/07/22/5f17220dfc6c83296b8b45d5.html

-Cristhophe Guilluy. (2019). No society: El fin de la clase media occidental. Madrid: Taurus

-Bruno Patino. (2020). La civilización con memoria de pez. Madrid: Alianza

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