El Universo de Al Lado
El Universo de Al Lado
El Universo de Al Lado
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EL
UN VERSO
DE AL LADO
EL
UN VERSO
DE AL LADO
JAMES W. SIRE
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LIBROS DE"IAI •ÍO.
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El universo de al lado
Publicado por
LIBROS DESAFÍO
2850 Kalamazoo Ave. SE
Grand Rapids, Michigan 49560
EE.UU.
info@librosdesafio.org
www.librosdesafio.org
ISBN 1-55883-441-9
Eugene y Lisa
t. Unadiferenciaabismal:Introducción .............................................. 17
2. Un universo lleno de la grandeza de Dios: El teísmo cristiano .. 27
:~. El universo, mecanismo de relojería: Deísmo ....................... 49
4. El silencio del espacio finito: Naturalismo .............................. 63
!). El punto cero: Nihilismo 93
6. Más allá del nihilismo: Existencialismo ................................... 119
7. Viaje a oriente: Monismo panteísta oriental ............................... 147
H. Un universo aparte: Nueva Era ................................................ 169
l). El horizonte desvanecido: Posmodernismo ........................... 219
I<>. J,avidaexaminada: Conclusión .................................................... 251
Í 11dicc general ................................................................................... 261
Índice de autores y materias ........................................................... :.i.<>:;
Prefacio del autor a la cuarta
edición en inglés
:i
;L .en el desarrollo de las cosmoVIs1ones en Occidente como en la
forma en que otros y yo mismo hemos llegado a entender el concepto
de cosmovisión.
En 1976 la cosmovisión de la Nueva Era se estaba formando y to-
davía carecía de nombre. La llamé «la nueva conciencia». Al mismo
tiempo, el término posmoderno se usaba únicamente en círculos aca-
démicos y aún no se reconocía su carácter de movimiento intelectual-
mente significativo.
Ahora, en el año 2004, la Nueva Era es ya treintañera, adolescente
de carácter pero no de edad. Mientras tanto, el posmodernismo ha
penetrado en todas las áreas de la vida intelectual, hasta el punto de
haber experimentado ya un pequeño retroceso. El pluralismo y el re-
lativismo que lo acompañaron han apagado la voz distintiva de todo
punto de vista. Y aunque ya lo señalaba en la tercera edición de este li-
bro, ahora hay más que decir sobre la Nueva Era y el posmodernisrno.
Por tanto, he actualizado el capítulo sobre la Nueva Era y he reviséldo
sustancialmente el dedicado al posmodernismo. Además, he acl11ali
zado las notas al pie en todo el libro, con una relación de publicaci11111•.•;
recientes que pueden ser útiles a quienes estén realizando inwsl i)'.a
cienes o publicaciones sobre las cosmovisiones.
11
/•.'/ 1111i111·1·.~11i/1•11/ /11./11
Hay una cosmovisión principal que afl·l'la hoy a< kl'id1·11ll· y qul' 110
he tratado en ninguna de las ediciones de esle libro, ni siquiera en la
actual. A partir del 11 de septiembre de 2001, el Islam se ha convertido
en un factor central de la vida de los habitantes de Oriente Medio, Áfri-
ca y el sudeste asiático, pero también de los europeos y norteamerica-
nos. La cosmovisión islámica (o tal vez las cosmovisiones) repercuten
hoy sobre las vidas de personas de todo el planeta. Además, el térmi-
no cosmovisión está presente en los diarios cuando los columnistas
intentan comprender y explicar qué es lo que ha alimentado los des-
concertantes acontecimientos de estos últimos años. Por desgracia, no
estoy en este momento preparado para tratar la cosmovisión islámica
con el rigor que merece. Tal como he dicho a mis amigos coreanos que
se preguntaban por qué no he abordado la cosmovisión confucionista
o la chamanista, ese estudio tienen que realizarlo personas que poseen
un entendimiento de la cuestión mucho mayor que el mío. Quienquie-
ra que acepte este desafío cuenta con mi bendición.
Sin embargo, he repensado el concepto de cosmovisión por com-
pleto. lQué es? La definición que expuse en 1976 fue cuestionada,
pero no la cambié en las ediciones de 1988 y 1997. lNo es demasiado
intelectual? lAcaso no es la cosmovisión algo más inconsciente que
consciente? lPor qué empieza con ontología abstracta (el concepto
de ser) en lugar de con una cuestión de epistemología (cómo conoce-
mos)? lEs que no necesitamos justificar nuestro conocimiento antes
de poder realizar afirmaciones sobre la naturaleza de la realidad defi-
nitiva? ¿será que mi definición de cosmovisión depende del idealismo
alemán del XIX, o tal vez depende de la verdad de la propia cosmovi-
sión cristiana? ¿y qué decir del papel de la conducta en la formación,
evaluación o incluso identificación de nuestra cosmovisión? lAcaso el
posmodernismo no mina el concepto mismo de cosmovisión?
Me he tomado en serio estos cuestionamientos. Han tenido un re-
sultado doble. El primero es un libro que está publicando InterVarsity
Press al mismo tiempo que esta cuarta edición. En Naming the Ele-
phant: Worldview as a Concept abordo una multitud de cuestiones
en torno al concepto de cosmovisión. Los lectores que tengan interés
en las herramientas intelectuales que se usan en este libro las encon-
trarán analizadas con mayor profundidad en el otro. Me ha ayudado
mucho en esto el trabajo de David Naugle, profesor de filosofía en la
Dallas Baptist University. En Worldview: 11w History of a Concept,
el profesor estudia el origen, desarrollo y diversas versiones del con-
12
1·1•plo dt·sdl' l111111a11111•I Ka11L hasla Arlhur 1lolmes y poslerion~s, y
pn•s1•11la su propia definición desde la visión cristiana del mundo. Su
idcnlilicación de la cosmovisión con el concepto bíblico de corazón es
lo que ha hecho que yo revise mi propia definición, que aparece en el
capítulo 1 de este libro.
Los lectores de cualquiera de las tres primeras ediciones notarán
que la nueva definición hace tres cosas. En primer lugar, cambia el
enfoque desde la cosmovisión considerada como «conjunto de presu-
posiciones» a la vista como un «compromiso, una orientación funda-
mental del corazón», poniendo más énfasis en las raíces preteóricas
del intelecto. En segundo lugar, amplía la manera en que pueden ex-
presarse las cosmovisiones, añadiendo la noción de historia al conjun-
to de presuposiciones. En tercer lugar, hace más explícito que la raíz
más profunda de una cosmovisión es su comprensión de lo «verdade-
ramente real» y su compromiso con ello. En cuarto lugar, reconoce el
papel de la conducta en la evaluación de lo que supone en la práctica
cualquier cosmovisión.
No obstante, la mayor parte del análisis de las primeras tres edicio-
nes de este libro no ha cambiado. Sólo he realizado pequeños cambios
en la presentación y análisis de las seis primeras cosmovisiones exa-
minadas. Espero que con la mejora de la definición y estas modestas
revisiones se haga más plenamente evidente la poderosa naturaleza
de cada cosmovisión.
El continuado interés de los lectores en este libro sigue sorpren-
diéndome gratamente. Cuenta ya con quince traducciones, y cada año
se hace sitio entre muchos estudiantes a petición de profesores de
asignaturas tan dispares como apologética, historia, lengua y literatu-
ra, introducción a la religión, introducción a la filosofía, e incluso un
curso sobre la dimensión humana de la ciencia. Tal variedad de inte-
reses sugiere que uno de los supuestos sobre los que se basa el libro
es cierto: la mayoría de consideraciones fundamentales que hemos de
plantearnos los hombres no son compartimentos estancos. ¿cuál es
la realidad primera? ¿Es Dios o el cosmos? ¿Qué es el hombre? ¿Qué
ocurre en la muerte? ¿cómo pues hemos de vivir? Estas preguntas son
tan relevantes para la literatura como para la psicología, la religiún o
la ciencia.
Hay un punto en el que no he cambiado: sigo convencido de qrn',
en aras de una plena conciencia intelectual en cada uno de nosotros,
no sólo deberíamos poder reconocer las cosmovisiones de los dt•mús
13
/•.'/ 1111Í1'1'l'Sll c/1• 11/ /11c/11
l·I
Prefacio a la edición en español
15
f•.'/ 1111i1 11'/'.'ill tl1• ,,, ,,,,,,,
16
l'arnos alg1111a sonrisa. Pero, vale insislir, lamhi<'.~n cumplirú una h11l'-
11a f1111cic'in como obra de referencia y como punto de partida, gracias
a su rica bibliografía, para profundizar en los temas cuyo tratamiento,
aunque certero y clarificador, es por fuerza escueto.
Una última nota para subrayar la importancia de este «catálogo de
l'osmovisiones». Apelo a pastores, evangelistas, misioneros y teólogos
Pn contacto con la sociedad: este libro es una herramienta muy nece-
saria para que ustedes puedan hacer un trabajo con mejor fundamen-
1o. lCómo van a presentar el evangelio a su vecino si no saben en qué
universo habita? El universo de al lado puede estar realmente a años
luz del suyo y tal vez le estén hablando en un idioma que usa palabras
de sonidos semejantes pero de significados distantes.
Es hora de aterrizar en el siglo XXI, y Sire realiza aquí una for-
midable labor como guía para las maniobras de acercamiento a las
pistas.
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Capítulo 1
Introducción
Pero muchas veces, en las más transitadas calles del mundo,
Muchas veces, en el fragor de la lucha,
Surge un indescriptible anhelo
Por el conocimiento de nuestra oculta vida:
Una sed por emplear nuestra ardiente e incansable fuerza
En el rastreo de nuestra verdad, la carrera original;
Un anhelo por indagar
En el misterio de este corazón que late
Tan salvaje, tan profundo en nosotros: por saber
De dónde vienen y a dónde van nuestras vidas.
19
/•.'/ 1111i111·1·81J ,,,. 11/ /11i/11
Eso no crea en mí
Ningún sentido de obligación. 1
Qué gran diferencia entre estas palabras y las del antiguo salmista,
que miró a su alrededor, alzó su vista a Dios y escribió:
1 Tomado de Stephen Crane, War Is Kind and Other Lines (1899), en numerosas antologías. El
poema hebreo que sigue es el Salmo 8.
20
f 11111 tliJi·1·1·111·iu 11/1is11111/
da d1· 1111 c1•11lro dt~ referencia para la vida es como el hueco enorme l'n
1•11·orai'.Ún de un niño que ha perdido a su padre. iComo desearían los
1p11' ya 110 creen en Dios algo que pudiera llenar ese vacío!
Y muchos que coinciden con el salmista y cuya fe en el señor Dios
.ll'liovú es vital siguen sintiendo el impulso del poema de Crane. Sí, en
1·so consiste exactamente perder a Dios. Sí, eso es precisamente lo que
t il'ncn que sentir quienes no tienen fe en el infinito y personal Señor
dd universo: alienación, soledad, e incluso desesperación.
Recordamos las luchas de fe en nuestros antecesores del siglo XIX
.v sabemos que, en el caso de muchos, la fe salió perdiendo. Como Al-
l'rcd, Lord Tennyson escribió en respuesta a la muerte de su querido
;m11go.
2 Tomado de Alfred Lord Tennyson, In Memoriam (1850), poema LIV. Puhlil';ido 1•11 l'sp;i11ol
por Ediciones del Prado, Madrid, 2003.
21
l·.'I 1111i111•1'S11d1·111 /11d11
3 Hay una útil colección de ensayos sobre la idea de cosmovisión en Paul A. Marshall, Sander
Griffoen y Richard Mouw, eds., Stained Glass: Worldviews ami Social Science (Lanham, MD.:
University Press of America, 1989); también es de gran ayuda el ensayo de James H. Olthuis,
«On Worldviews», pp. 26-40.
22
I 11111 di/1·1·1·1wi11 11/1is11111/
4 En la tercera edición de este libro confesé que hace mucho tiempo me apropié muy personal 1111·11l1·
de T. S. Eliot. Se le atribuye a él la frase, «los poetas mediocres imitan, los bt1!'11os ¡11wl11-.
roban». El título de este libro, El universo de al lado, viene de las dos últimas lí111·a.•; cl1· 1111
poema de e.e. cummings: «piedad para este inquieto monstruo, engendro: psc·1U'l1:1: h:11· 1111
infierno / de un buen universo al lado; vayamos». Véase e.e. cummings /'01"111s: 111:·:1 1•!.'../
(NewYork: Harcort Brace, 1954), p. 397. En español, Poemas, Madrid: Visor J.ihn", l1J1J~·
5 Véase mi Naming the Elephant: Worldview as a Concept (Downers Crol'C', 111.: l 111t·1 \'111 -.111
Press, 2004), sobre todo el cap. 7, para un desarrollo más extenso y la j11sl ili1·111'11111 ,¡,. , ..,¡"
definición.
23
1.n l'Sl'llt'Í:1 d1• 1111:1 (H'ITl'peiú11
/,(/ ('()Sl/10l'isi1í11 ('()///() ('()lllJll'Ollliso.
del mundo hunde sus raíces en el interior del yo dl'I hoi11l11·1•. l lna cos-
movisión involucra la mente: pero es ante todo un compromiso, una
cuestión del alma. Es más una orientación espiritual que una mera
cuestión de mente.
Las cosmovisiones son, efectivamente, asunto del corazón. Sería
más fácil captar esta noción si la palabra corazón tuviese en el mundo
de hoy el peso que posee en la Escritura. El concepto bíblico incluye
las nociones de sabiduría (Pr. 2:10), emoción (Éx. 4:14; Jn. 14:01), de-
seo y voluntad (1 Cr. 29:18) espiritualidad (Hch. 8:21) e intelecto (Ro.
1:21). 6 Resumiendo, en términos bíblicos, el corazón es «el elemento
definitorio central de la persona humana». 7 Así pues, la cosmovisión
se sitúa en él yo, en el cuarto central de operaciones de cada ser huma-
no. De ahí, del corazón, proceden todos los pensamientos y acciones
de la persona.
Expresada como relato o en un conjunto de supuestos. Una cosmo-
visión no es un relato o un conjunto de supuestos, pero puede expre-
sarse así. Cuando reflexiono acerca de la procedencia de mí persona y
de toda la raza humana, o hacia dónde se dirige mi vida o la humanidad
misma, mi cosmovisión se está expresando como un relato o historia.
La ciencia nos cuenta un relato que comienza con la Gran Explosión y
sigue a través de la evolución del cosmos, la formación de las galaxias,
estrellas y planetas, la aparición de la vida sobre la tierra y así hasta su
desaparición con la extinción del universo. Los cristianos contamos el
relato de la creación, la caída, la redención, la glorificación: un relato
en el que el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús constituyen
la pieza central. Los cristianos contemplan sus vidas y las de los de-
más como pequeños capítulos de esta historia principal. El significado
de estas pequeñas historias no puede desgajarse del relato principal
y parte de este significado es proposicional. Cuando por ejemplo me
pregunto qué es lo que realmente presupongo acerca de Dios, de los
seres humanos y del universo, tengo como resultado un conjunto de
presupuestos expresables en forma de proposición verbal.
6 Véase una descripción extendida del conceplo bíblico de corazón en David Naugle, Worldview:
The History of a Concept (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 2002), pp. 267-74). La versión
inglesa NRSV traduce kardia con el equivalente al español «mente»; la NIV con el equivalente
al español «corazón».
7 Ibíd., p. 266.
24
111111 ili/i·1·1·1wi11 11/ii.~11111/
25
Sil•h• cuestiones esenciales
26
111111 dUl·1·c•1wi1111hi.~11111/
1·1·r 1111 paraíso t'll la ti('ITa, preparar a la ~l~nlc para vivir en comunidad
1·n11 1111 santo y amoroso Dios, etc.
1h •11 t ro de varias cosmovisiones básicas pueden surgir otras cues-
tiones. Por ejemplo: ¿Quién está a cargo de este mundo, Dios, los
ltombres o nadie en absoluto? ¿Estamos los hombres predetermina-
<I< 1s o somos libres? ¿somos los únicos forjadores de valores? ¿Dios es
27
ciones. Si en el curso de su investigaciú11 y li·l·l11r:11•l l1·1·lor 1•11t·111•11tra,
modifica o hace más explícitas sus propias cosmovisio111·s, 1•1 libro ha-
brá conseguido uno de sus principales propósitos.
Hay muchos universos verbales o conceptuales. Los hay que han
circulado durante mucho tiempo y otros que ahora se están formando.
¿cuál es el universo de usted? ¿cuáles son los universos de al lado?
28
Capítulo 2
UN UNIVERSO LLENO DE
LA GRANDEZA DE DIOS
El teísmo cristiano
El mundo está poblado de la grandeza de Dios.
Flamea de pronto, como relumbre de oropel sacudido;
Se congrega en magnitud, como el légamo de aceite
Aplastado. ¿por qué pues los hombres no acatan su vara?
29
<liante acceso directo? Durante una docena de siglos s1· lihrú 1'•sta ba-
talla en numerosos frentes y todavía es una cuestión viva para los qrn·
permanecen en el campo teísta. Otra posible cuestión: ¿1a esencia del
universo es meramente materia, sólo forma o una combinación? Los
teístas tenían diferentes opiniones acerca de esto también. ¿Qué pa-
pel juega la libertad humana en un universo donde Dios es soberano?
Otra contienda entre clanes.
Durante el período que va desde la alta Edad Media hasta el final
del siglo XVII, muy pocos ponían en cuestión la existencia de Dios, o
mantenían que la realidad última era algo impersonal o que la muerte
significaba la extinción del individuo. La razón es evidente. El cristia-
nismo había penetrado tanto en el mundo occidental que ya fuese que
creyesen o no en Cristo, actuasen como cristianos o no, todos vivían
en un contexto de ideas influenciadas y modeladas por la fe cristiana.
Incluso los que rechazaban la fe a menudo vivían con miedo al fuego
del infierno o a los castigos del purgatorio. Puede que la gente impía
hubiese rechazado la bondad cristiana, pero se juzgaban como malos
básicamente conforme a patrones cristianos, rudamente comprendi-
dos, claro, pero cristianos en esencia. Los presupuestos teístas que ha-
bía tras sus valores los habían mamado desde pequeños.
Por supuesto, esto ya no es así. Haber nacido en el mundo occiden-
tal no garantiza nada. Se han multiplicado las cosmovisiones. Démo-
nos un paseo por cualquier calle de una ciudad importante europea o
norteamericana y la primera persona con quien hablemos puede ser
partidaria de uno entre una docena de diferentes patrones de enten-
dimiento acerca de la vida. Ya hay poco que nos resulte grotesco, lo
que hace cada vez más difícil mantener buenos índices de audiencia
en los programas de televisión que pretenden sorprender a sus tele-
videntes.
Consideremos el problema del desarrollo de una persona. Juanita,
una hija del mundo occidental del siglo XXI, suele mantener la defi-
nición de la realidad en dos formas ampliamente divergentes: la de su
madre y la de su padre. De manera que, si la familia se rompe, los tri-
bunales pueden aportar una tercera definición de la realidad humana.
Esto plantea un problema distinto para decidir cómo es el mundo.
Pedrito, un muchacho del siglo XVII, creció en un consl'nso cul-
tural que le proporcionó un sentido de pertenencia. El m 11 ndo que le
rodeaba estaba ahí, creado por Dios para estar ahí. En s11 calidad de
virrey de Dios, el joven Pedrito sentía que tanto(~! corno los otros seres
30
I 111 11111111·1·.~11 //1·1111 r/1· /111¡1·1111rl1·z11 d1· /li11.•;
1 Uno de los estudios más fascinantes sobre el tema está en Jean Seznec, The S11rviuul o( 1111'
Pagan Gods (New York: Harper & Row, 1961), que argumenta que los dioses ~ri1·~;,s st•
«cristianizaron»; como dijo Julián el Apóstata «Tú los has conquistado, oh Pálido (;al il1·0". 1·:11
español se ha publicado su /,os dioses de la antigiiedad en la Edad Media y el /fr11twi111i<"11lo,
Madrid: Taurus, 1987.
31
/•;/ llllfl'l'l'Hll 111• 11/ /111/11
pasa cuando 11110 llllll'rt', la has1• dt•I 1·01101·i111ic·11lc1 1111111¡11111, l:i hast• dt•
la Ólica, y el senlido de la historia." En d l'aso d1·I k1s11111, la proposi-
ción principal tiene que ver con la naturaleza e.le 1>ios. 1>ado que esta
primera proposición es tan importante, voy a dedicarle mús tiempo
que a las demás.
2 Después de la primera edición en inglés de este libro se han publicado varios sobre la cosmovisión
cristiana. Dignos de mención especial son Arthur F. Holmes, Con tours of a Christian World
View (Grand Rapids, Mich: Eerdmans, 1983); Arthur F. Holmes, ed., The Making of a Chris-
tianMind (Downers Grove, Ill.: lnterVarsity Press, 1985); W. Gary Phillips y William E. Brown,
Making Sense of Your Worldfrom a Biblical Viewpoint (Chicago: Moody Press, 1991); Brian
Walsh y J. Richard Middleton, The Transforming Vision: Shaping a Christian World View
(Downers Grove, Ill.: lnterVarsity Press, 1984); así como J. Richard Middleton y Brian Walsh,
Truth Is Stranger Than It Used to Be (Downers Grove, 111.: lnterVarsity Press, 1995). Mi libro
Discipleship of the Mind (Downers Grove, 111.: InterVarsity Press, 1990) elabora las cuestiones
del presente capítulo. El más reciente al respecto es David Naugle, Worldview: The History of
a Concept (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 2002).
3 Una definición protestante clásica de Dios es la que encontramos en la Confesión de
Fe de Westminster, 2.1: «Sólo hay un Dios vivo y verdadero, quien es infinito en su ser y
perfección, espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, sin miembros ni pasiones, incambiable,
inconmensurable, eterno, incomprensible, todopoderoso, sumamente sabio sumamente santo,
sumamente libre, absoluto hasta lo sumo, quien hace todas las cosas de acuerdo con el consejo
de su propia, incambiable y justísima voluntad y para su propia gloria; sumamente amoroso,
dadivoso, compasivo, paciente, abundante en bondad y verdad, perdonador de la iniquidad,
la transgresión y el pecado, galardonador de todos los que le buscan con empeño, no obstante
sumamente justo y terrible en sus juicios, quien odia todo pecado y quien de ninguna manera
dará por inocente al culpable».
4 Para una consideración del concepto teísta de Dios desde el punto de vista de la filosofía
académica véase Étienne Gilson, God and Philosophy (New Haven, Conn.: Yale University
Press, 1941); E. L. Mascall, He Whols: A Study in Traditional Theism (London: Libra, 1943); H.
P. Owen, Concepts of Deity (London: Macmillan, 1971), pp. 1-48. Se abordan otras cuestiones
metafísicas en William Hasker, Metaphysics (Downers Grove, 111.: InterVarsity Press, 1983);
C. Stephen Evans, Phi/osophy of Religion (Downers Grove, 111.: InterVarsity Press, 1985); y
Thomas V. Morris, Our Idea of God (Downers Grove, 111.: lnterVarsity Press, 1991).
32
f/11 lllll l'C'l'.~11 llc•11u rlc· fu 1¡1·e111rlc·w
0
r/1• /)ius
11111 ·.->l ro Dios, ,h•liovú 11110 PS » ( l>l. <>:4 ). 1>l~ manera que Dios es el PX is-
l 1·11 lt ·primordial, la realidad fundamental y, como veremos con mayor
prof'1111didad más adelante, la única fuente de toda la demás realidad.
l>ios es personal. Esto significa que Dios no es una mera fuerza
11 1•1H·rµ,ía, o «sustancia» existente. Dios es personal. La cualidad de
1H'l'sona exige dos características básicas: autorreflexión y autodeter-
111i11ación. Dicho de otro modo, Dios es personal en tanto que es cons-
1·i1·11te de su ser (es consciente de sí mismo) y posee la característica de
:111todeterminación (él «piensa» y «actúa»).
Una implicación de la cualidad personal de Dios es que es como
11osotros. En cierta forma eso es poner el carro delante de los caba-
llos. En realidad, somos como él, pero es útil presentarlo de la otra
111anera para un breve comentario. Él es como nosotros. Eso significa
que hay alguien en última instancia que está ahí para poner una base
a nuestras más altas aspiraciones, a nuestra más preciada posesión: la
personalidad. Pero hay más en la proposición 3.
Otra implicación de que Dios sea personal es que él no es una sim-
ple unidad, un entero. Tiene atributos, características. Es una unidad,
sí, pero una unidad de complejidad. Realmente, en el teísmo cristiano
(no en el judaísmo ni en el Islam) Dios no sólo es personal sino trino.
Es decir, «en la esencia única de la divinidad debemos distinguir tres
'personas' que no son tres dioses, ni tres partes o modos de Dios, sino,
coigualmente y coeternamente Dios». 5 La Trinidad es ciertamente un
gran misterio, y ahora no puedo ni empezar a elucidarla, lo importan-
te aquí es señalar que confirma la naturaleza comunal, «personal» del
ser último. Dios no sólo está ahí, un ser existente; Dios es personal
y podremos relacionarnos con él de una manera personal. Por tan-
to, conocer a Dios significa algo más que tener conocimiento de su
existencia. Significa conocerlo como se conoce a un hermano o, mejor
aún, a un padre.
Dios es trascendente. Esto significa que Dios es más allá de noso-
tros y de nuestro mundo. Él es de otra manera. Consideremos una
piedra: Dios no es eso; Dios es más allá de eso. Miremos a un hombre:
Dios no es él, es más allá de él. Pero Dios no es ni cslú tan más allá que
no mantenga relación con nosotros y nuestro mundo. Es igualmente
5 Geoffrey W. Brorniley, «The Trinity», en Bakel''s Dictionary c!f''/1ieoloyy, 1•11. Ewrl'll l larrison
(Grand Rapids, Mich.: Baker, 1960), p. 531. En español, Diccicmal'io ele leo/oyíu, Grand
Rapids: Libros Desafío, 2002.
33
1·.'I 11111111•1·,.111il1°111 /11,f,,
!'i1·rlo q111· /Jios <'S i11111w11°11/<', y 1•slo si)'.11illl'a q111· 1'.·.1:1 1·1111 11osolros.
Co11le111plc111os una piedra: Dios eslú pres1•11l1•. Mira a 1111a ¡wrsona:
Dios está presente. ¿Es esto una contradicción"? ¿¡.:sel l1•ís1110 un ab-
surdo en este punto? Creo que no.
Mi hija Karol, cuando tenía cinco años, me enseñó bastante so-
bre esto. Estaba una vez con su madre en la cocina, escuchando como
mamá le enseñaba que Dios está en todas partes. Entonces Karol pre-
guntó:
34
f !11 llllil'c'/'.~tl 111•1111 tf1• /11 f//'11111/t'ZI/ tf1• fli11.~
6 Mucha gente se rompe la cabeza con la cuestión del mal. Teniendo en cuenta que Dios es
omnisciente y bueno, ¿qué es el mal y por qué existe? Para un análisis detallado del lema
véase Peter Kreeft, Making Sense out aj Sujfering (Ann Arbor, Mich.: Servant, 1986), y 1ll'nri
Blocher, Evil and the Cross (Downers Grave, Ill.: InterVarsity Press, 1994). He tratado esle
tema en los capítulos 12 y 13 de Why ShouldAnyone Believe Anything at Ali? (Dowrwrs Grove,
Ill.: InterVarsity Press, i994).
35
l•.'l 1111i1•1•1•.o;11,¡,.11/ /111/0
Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la
tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese
habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro. No hablé en secreto,
en un lugar oscuro de la tierra; no dije a la descendencia de Jacob:
En vano me buscáis. Yo soy Jehová que hablo justicia, que anuncio
rectitud.
(Is. 45:18-19)
7 Esta frase procede de Francis A Schaeffer, He is There and He is Not Silent (Wheaton, Ill.:
Tyndale House, 1972 [Él está presente y 110 está callado, Barcelona, Logoi, 1974]), p. 43. En
el cap. 8 de C. S. Lewis, Miracles (London: Fontana, i960 [en español Los milagros, Madrid,
En~u~ntro Ed., 1996)), p. 18, también hay una excelente descripción de lo que implica un
umverso abierto. Se discuten otras de las cuestiones que conlleva una comprensión cristiana
de la ciencia en Del Ratzsch, Philosophy of Science (Downers Grave, Ill.: InterVarsity Press,
1 ~ 86 ), así como en Nancy R. Pearcey y Charles Thaxton, The Soul of Science (Wheaton, Ill.:
Crossway, 1994 ).
36
I 111 1111il'1°1·so /11·1111 d1• /11 !/l't111tl1·z11 tl1· l>iw;
Que el hombre haya sido creado a imagen de Dios significa que so-
mos como Dios. Ya hemos señalado que Dios es como nosotros. Pero
las Escrituras lo dicen de otra manera. «Somos como Dios» pone el
{~nfasis donde hay que ponerlo, en la primacía de Dios.
Somos seres personales porque Dios es personal. Es decir, sabemos
que existimos (estamos conscientes de nosotros mismos), y tomamos
decisiones no forzadas (estamos dotados de autodeterminación). So-
mos capaces de actuar por nosotros mismos. No simplemente reaccio-
namos a nuestro entorno, también podemos actuar conforme a nues-
tro propio carácter, nuestra propia naturaleza.
No hay dos iguales, decimos. Y esto no es porque no haya dos
personas que hayan compartido exactamente la misma herencia y el
mismo entorno, sino porque cada uno de nosotros posee un carácter
único a partir del cual piensa, desea, sopesa o no las consecuencias, se
concede o no ciertas cosas: en definitiva, elige actuar.
37
¡.;/ lllliPl'l'S!l cf1• 11/ /111/!1
38
/ I¡¡ llllil'f'l'Sfl lf1•1111 ,/1• /11 Ul't1lld1•Zf1 ,/1• / )i11.•;
8 Sir Philip Sidney, The Dejense oj Poesy (en español Defensa de la poesi11. Madrid, 1·1111·d1 "·
2003). Véase también Dorothy L. Sayers, The Mind of the Maker (Ncw Yorlc M1·1 id11111. '''"'"·
y J. R. R. Tolkien, «Ün Fairy Stories» en The Tolkien Reader (New York: llall1111l 1111" '"'"' I"""
Obras Completas han sido publicadas en español por diversas grandc•s 1•di1111 i11l1"1 l l. p 1 ·
49.11H ~~~ .
39 '?)). #;.~,..- ' 1.1·,~\
El universo de al lado
9 Hclmut Thielicke, Niliilism, traducido al inglés por ,John W. Dolwrsll'Íll ( l.u11cl1111 11 .. 1111,.,1,.,,.
ami Kegan Paul, 1962.), p. 110.
·10
Un universo lleno de la grandeza de Dios
111 l•:l tl·rniino loyos como se usa en Juan y otros contextos tiene un rico contexto de significado.
W•asc., por Pjl·mplo, J. N. Birdsall, «Lagos», enNew Bible Dictionary, 3ª ed. (Dow1wrs c:rnw,
111.: lnlPrVarsily l'ress, 1996), pp. 744-45.
11 l'arn lralaniiPlllos 111{1s cl!'lallados ele la Ppislemologia desde una pers¡wrliva rrislia11:1, vc'·w.1·
1\l'lli11r F. Jl11l11ll's, ;\// '/'r11//1 /s C.'ru/'s 'frulli (J)nw1u•rs C:rnv1', 111.: lnlPl'Varsilv l'r1""1, 111,.,),
1luvid 1.. Wolfc', J•:pi.~/c•1110/c1C¡1¡ ( 1lnWlll'l'S C:rnw, 11 l.: l11IPl'Varsil.1' l'n•ss, ltJH'' J; \' 111•1 1·11p•1 '1 ''
,¡,. 111i Pi·.c·1¡1/c•.·,/11p 11/ ll11· /\li11cl.
.11
/•.'/ 1111i11c•1•fü i/c• 11/ /11.!11
12 Véase .John Wenham, Christ and the Bible, 2ª ce!. (Grand Rapids, Mich.: Baker, 1984).
42
//11 1111il'c'/'.~ll //1•1111 ele• /et c¡1·c111elc•1ct ele• I Jio.~
podido hacer.
Aquí también el inicio del Evangelio de Juan es relevante, «el Ver-
1>< > se hizo carne y habitó entre nosotros,. .. lleno de gracia y de verdad»
!J. El hombre fue creado bueno, pero con la caída la imagen de Dios
se difuminó, aunque no tanto como para que fuese imposible su
restauración; mediante la obra de Cristo, Dios redimió a la huma-
nidad y comenzó el proceso de restaurar a los hombres a la bon-
dad, aunque cualquier individuo en particular puede optar por
rechazar esa redención.
43
l•.'/ 1111!111°1'.~ll d1• 1111111/11
44
/ 111 1111/111°1".~11 /11·1111 dc• /11 un111dc•z11 tic• I Jiu.~
13 Véase, por ejemplo, la discusión sobre la caída y sus consecuencias en Francis A. Sd1a<'ff1·1',
Genesis in Space and TI'me (Downers Grave, Ill.: InterVarsity Press, 1972), pp. fi1¡-101. En
español Génesis en el tiempo y el espacio, Barcelona: Ediciones Evangélicas Eurn¡ll'as, 1974.
45
J•:f 1t11il'l'l'SO d1• 11f f11d11
6. Para todo aquel que muere se abre la puerta de la vida con Dios y
su pueblo, o bien la puerta de la separación eterna de lo único que
finalmente puede llenar las aspiraciones humanas.
14 Para seguir la enseñanza bíblica sobre este tema véase John Wenham, The Enigma of Evil
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1985), pp. 27-4i.
46
1111 1111i111·1'.~o /11·110 d1· l11 1¡1·1111d1•z11 i/1• I >io.~
l .11 ,;¡ i1·11 ('S //'<ISC'C'IH/C'/l/(' y cs/CÍ h([S([c/(I Cll el cal'CÍCICI' ele /)Íos ('()/llCJ
li111·1111 (sa11/o y WllOl'OSO).
47
/•,'/ rtllil'e'I'.~" e/e• 11/ /11e le 1
48
f 1111111i1•1·1·.•;o111•110 1/1• /11 ,11·11111/r•w r/1• /Jiu.\
ilr· l'Ú1110 l>ios si• i11voh1t'l'a y pn·rn·upa dt• los aco11lt•t'i111it·11los ln111i;1
110~;. La historia es el propé>silo de Dios en forma concreta.
l•:stt• modelo es, por supuesto, dependiente de la tradición crislia-
11;1. t\ primera vista no parece tener en cuenta a otros pueblos aparte
di· los judíos y cristianos. Pero el Antiguo Testamento tiene mucho
e p1t• decir acerca de las naciones de alrededor de Israel y acerca de los
49
l·.'l 1111i11c•1·s11 tic• cr/ /crr/11
La grandeza de Dios
15 «God's Grandeur», en The Poems of Gerard Manley Hopkins, 4ª ed., ecl. W. H. Gardner y
N. H. MacKenzie (New York: Oxford University Press, 1967), p. 66. En español hay varias
traducciones, entre las que destacaríamos la de Dárnaso Alonso y, mús reciente, la de Carlos
Pujo!, Poesía, Granada: Cornares, 2000.
16 Saul Bellow, Mr. Sammler's Planet (Greenwich, Conn.: Fawcett, 1970 ), p. 216. En español, El
planeta de Mr. Sammler, Barcelona: Destino, 1972.
50
Capítulo 3
EL UNIVERSO, MECANISMO
DE RELOJERÍA
Deísmo
51
/•.'/ 1111i111°1'.~ll 1k 11//111/11
triviales. Tal vez Jhon Milton tenía estas cuestiones l'll 111l·111l· cuando
visionó a los ángeles caídos haciendo un juego épico <le teología filo-
sófica:
52
l·.'l 1111il'1'l".~o. 1111•1·1111is11111i/1•1·1•/11/1·1·[11
1p1i1·n d<' la n·alidad 1~s 111ús platúnica que Leísta o cristiana, dado qm•
111111:1 dt• Platún la nociún <le que la materia es algo, si no maligno, al
1111·1111s irracional y desde luego no bueno. La materia es algo que debe
·,1·r t rascendi<lo, no entendido.
Pl'ro tal como empezaron a reconocer las mentes más bíblicamen-
l 1· orientadas, este mundo, en su totalidad, es de Dios. A pesar de ser
1111 mundo caído fue creado por Dios y tiene su valor. Por eso es digno
d1· ser conocido y comprendido. Más aún, Dios es un Dios racional,
,. por eso su universo es racional, ordenado, cognoscible. Trabajan-
' 111 sobre esta base, los científicos comenzaron a investigar la forma
di·I universo. Comenzó a surgir una descripción del mundo de Dios;
'" · veía como un enorme y bien ordenado mecanismo, un gigantesco
11iccanismo de relojería, cuyas ruedas y engranajes encajaban y fun-
l'Íonaban con una perlecta precisión mecánica. Esa imagen surgía de
la investigación científica, pero también provocaba más investigación
v estimulaba más descubrimientos acerca de cómo se hizo el universo.
l•:n otras palabras, nació la ciencia tal como la conocemos, y resultó un
asombroso éxito.
En palabras de Bacon, el conocimiento se convirtió en poder, po-
der para manipular la creación y ponerla más concretamente bajo el
dominio humano. Esta opinión le mantiene actualmente, en términos
de nuestros días, J. Bronowsky: «yo defino la ciencia como la orga-
nización de nuestro conocimiento de tal modo que domine algo más
del potencial oculto de la naturaleza». 2 Si esta forma de obtener cono-
cimiento acerca del universo tuvo tanto éxito, lpor qué no aplicar el
mismo método al conocimiento acerca de Dios?
En el teísmo cristiano, por supuesto, se otorgó un papel impor-
tante a dicho método, puesto que se decía que Dios se revelaba en la
naturaleza. Pero la profundidad de contenido que nos aporta dicha
revelación general se consideraba limitado; había mucho más cono-
cimiento acerca de Dios en la revelación especial. Pero el deísmo nie-
ga que Dios pueda ser conocido a través de la revelación, por medio
de actos especiales en los que Dios se expresa, como las Escrituras o
la encarnación. Habiéndose desprovisto de Aristóteles, autoridad en
materia de ciencia, el deísmo se deshace ahora de la Escritura, autori-
dad en teología, y sólo da entrada a la aplicación de la razón «huma-
2 J. Bronowski, Science and Human Values (New York: Harper and Row, 196!)). p. 7.
53
/•.'/ 1111i111•1·so 111• 11/ /11.to
na». Tal como dice Peler Medawar, «la dodri11a d1·I si)',lo :\VII sobre
la necesidad de la razón fue lentamente dando paso a la cr1·1·11ria en la
suficiencia de la razón». 3 De modo que el deísmo ve a Dios sólo en la
«Naturaleza», que es la que da significado al sistema del universo. Y
puesto que el sistema del universo se ve como una gigantesca maqui-
naria de relojería, Dios se ve como el relojero.
De alguna manera, podemos decir que delimitar el conocimiento
sobre Dios a la revelación general es como encontrar que comer huevos
en el desayuno hace que la mañana vaya bien, y en consecuencia nos
limitamos a comer sólo huevos en el desayuno (y en las otras comidas
de la mañana) durante el resto de la vida (que ahora se hará más bre-
ve). Sin duda, el teísmo asume que podemos conocer algo sobre Dios
a partir de la naturaleza. Pero también sostiene que hay mucho más
por conocer que lo que podemos llegar a saber de esa manera, y que
hay otras maneras de llegar al conocimiento.
Deísmo básico
3 Peter Medawar, «On 'The Effecting of Ali Things Possible'», The Listener, 2 de Octubre de
1969, p. 438.
4 Frederick Copleston, A History of Philosophy (London: Burns and Gales, 1961 [En español
Historia de lafilosofia, Barcelona, Ariel, 2004]), 5:162-63.
5 Peter Gay, Deism: An Anthology (Princeton, N.J.: D. Van Nastrand, 1968) es una útil
colección de escritos de una amplia variedad de escritores deístas.
54
l·.'l 1111il'1'l'.'i11, 11w1·1111is11111cl1•1'f'l11j1•1·(11
l.1" i111plil'al'io1H'S dl' las varias «reducciones» del Leísmo que eslaha11
1·11q11·:1.a11do a darse en el siglo XVIII. El naturalismo, como veremos,
llc·,·a 1•sas implicaciones aún más allá.
6 Buckminster Fuller, Ideas and Integrities, citado por Sara Sanborn («Who Is ll11drn1i11slt•r
Fuller?» Commentary, Octubre 1973, p. 60), quien comenta que «la Inteligencia lle1wvolt·11l1•
de Fuller parece que está compuesta por el Gran Relojero de los deístas y la SÍlpPr Alma de
Emerson» (p. 66).
55
/•:/ 1111i111•1·s11 d1• 11/ /11d11
Sin duda, los deístas no niegan que los hombres sean personales.
Cada uno de nosotros tiene conciencia de sí mismo y, al menos en
apariencia, autodeterminación. Pero esto tiene que verse a la luz de
la dimensión humana, únicamente. Es decir, como seres humanos no
tenemos una relación esencial con Dios -como la que hay entre una
imagen y su original- y por tanto no tenemos forma de trascender el
sistema en el que nos encontramos.
El obispo Frarn;ois Fénélon (1651-1715), en una crítica a los deístas
de su tiempo, escribió: «Ellos dicen conocer a Dios como el creador
cuya sabiduría se hace patente en sus obras; pero según ellos, Dios no
podría ser bueno ni sabio si hubiese creado al hombre libre; es decir,
el poder para pecar, para apartarse de su meta final, para cambiar el
orden y perderse para siempre».7 Fénelon puso el dedo sobre uno de
los principales problemas del deísmo: el ser humano ha perdido su
capacidad para obrar de manera significativa. Si no podemos cambiar
el orden, tampoco podemos ser significativos. Sólo podemos ser ma-
rionetas. Si un individuo posee personalidad, la calidad de persona,
7 ~rani;ois Fénelon, Lettres sur diuers sujets, métaphysic¡iw ,., ,¡.. ,...i;f¡i1111, carta 5, citada en
Emile Bréhier, The 1-Iistory of Philosophy, traducción i111\l1•sa d1· Wadl• Baskin (Chicago:
University of Chicago Press, 1967 [En español, Histcwi11 ch· /11 .fi/os1!/f11, Madrid: Tecnos,
1988]), 5:14.
56
/•.'/ 1111il'1'/'.~ll, 11/l'l'lllliSll/11 ,/1• /'1•/11j1•/'Í11
111·111· 1·11lo11<·1·s q111• s1~r dl' 1111a manera que no incluye el elemenlo de
"11I1"ll'I1·rn1 inaciún.
l .os dcíslas, claro está, reconocen que los seres humanos poseen
111l1·lig1~ncia (enfatizan la razón humana), un sentido de moralidad
t 111;111ilieslan un gran interés en la ética), una capacidad para la vida
1·11 rnmunidad, y creatividad. Pero todas estas capacidades, aunque
··:;1;'111 en nosotros como seres creados, no tienen su fundamento en el
1·ar;'1cter de Dios. Tienen una especie de naturaleza autónoma, simple-
1111·11Le como la del resto de entidades del universo. Los hombres son
lo que son; tienen poca esperanza de llegar a ser algo diferente o algo
11i;1s.
57
l•.'l 1111i111•1·1m r/1• 11//111/11
8 Ibíd., p. 15.
9 Alexander Pope Essay on Man i.17-22.
58
l·:l 1111i111·1·.~11. 1111·1·1111is11111 ,¡,. rl'i11j1•1'111
59
/•.'/ 1111i111•1·so de• t1l l11tlo
60
/•.'/ 1111iPc'/'.~CJ, 11/C'C'Cl/li.~lllCJ efe· /'1'/11j1·1·i11
61
/•.'/ 1111i11c•1·s11 de• e1l le1clo
Un compuesto inestable
62
l·:l 1111i111•1·.~11. 1111Tr111i.~11w rlr· 1·d11j1·ri11
, 11·1a, ,v 1>ios1 i('lll' q111• s1·r 11111y dif'crcnle de un mero arquileclo o rdo-
11·111. i\d1·111ús, la pl~rsonalidad humana es un «hecho» del universo. Si
l •i11s los hizo (.no tiene que ser personal?
1>t•111a11era que, históricamente, el deísmo era una cosmovisión de
11 :111siciú11, y sin embargo no se le puede dar por muerto como forma
¡111p11lar ni como forma sofisticada de ver el mundo. A nivel popular,
1111ll'has personas creen que Dios existe pero, si les pedimos que lo
clc·scriban, se limitan al uso de palabras como energía,juerza, causa
/ll'i111era, algo que mantiene el universo en funcionamiento, y a me-
1111do usan las mayúsculas para otorgarle un halo de divinidad. Como
el i1·1~ Étienne Wilson, «Durante casi dos siglos ... el espíritu del Dios
l'l'isLiano ha sido acompañado por el espíritu de la religión cristiana:
1111 vago sentimiento de religiosidad, una especia de familiaridad con-
1i ada con algún supremo buen colega al que otros buenos colegas pue-
cl1·11 dirigirse con esperanza cuando se hallan en problemas».'5
En forma más sofisticada, el deísmo perdura en algunos científicos
v unos pocos humanistas de centros académicos de todo el mundo.
l.os científicos, como por ejemplo Albert Einstein, que «ven» un po-
cl1·r superior que opera en o tras el universo y quieren seguir viendo
razón en un mundo creado, pueden considerarse deístas de corazón.
l'cro no hay duda que muchos preferirían no afirmar nada que se pa-
rl'ciese demasiado a una filosofía de vida. 16
El astrofísico Stephen Hawking también deja espacio para un Dios
de cosmovisión deísta. Las leyes fundamentales del universo «pueden
haber sido decretadas en origen por Dios», escribe, «pero parece que
;1 partir de entonces ha dejado que el universo evolucione conforme
a dichas leyes y ya no interviene en él». 17 Está claro su rechazo del
Dios del teísmo. La actriz y destacada divulgadora de la Nueva Era,
Shirley MacLaine, le preguntó en cierta ocasión a Hawking si había un
Dios que «creó el universo y guía a su creación». «No», fue la simple
respuesta que sonó con la voz generada por su computadora. 18 Des-
15 Étienne Gilson, God and Philosophy (New Raven, Conn.: Yale University Press, 1941), pp. 1oh··
107. Torrente Ballester tradujo de Gilson E/filósofo y la teología, Madrid: Ed. Cristia11clad,
1962.
16 Albert Einstein, Ideas and Opinions (New York: Bonanza, 1954 [En español, Mis ic/ms !J
opiniones, Barcelona: Bon Ton, 2000]). Véase también Robert Jastrow, Goc/ r111c/ thC'
Astronomers (New York: Warner, 1978).
17 Stephen Hawking, Brief History of Time (New York: Bantam, 1988 [En español, //isloriu cid
tiempo, Barcelona: Crítica, 1992]), p. 122.
63
J•.'/ 1111i111•1·.~o d1· 11/ ludo
Me cuesta creer que todo lo que hay sea un mero accidente ...
[pero]
No tengo ninguna creencia religiosa. No creo que exista Dios.
No creo en el cristianismo, el judaísmo ni nada de eso, ¿está
claro? No soy ateo ... no soy agnóstico ... Me encuentro en un
estado simple. No sé qué es lo que hay o puede haber ... Pero,
por otro lado, lo que puedo decir es que me parece que este
particular universo que tenemos es una consecuencia de algo
que podríamos considerar inteligente. 21
18 Michael White y John Gribbin, Stephen Hawking: A Life in Science (New York: Plume, 1992),
p. 3.
19 Hawking, Brief History, p. 141.
20Kitty Ferguson, Stephen Hawking: Questfor a Theory of the Universe (New York: Franklin
Watts, 1991 [En español, Stephen Hawking: su vida y su obra, Barcelona: Crítica, 1992]), p.
84.
21 Robert Wright, Three Scientists and Their Gods (New York: Harpcr & Row, 1988), p. 69.
Otra posibilidad es que los científicos que ven inteligencia en las obras del universo se
denominen panenteístas. El panenteísmo es una especie de punto inlcrmeclio entre el teísmo
y el panteísmo. En el panenteísmo el universo no es Dios, sino que t•slú en él. O Dios es la
mente del universo, no equivalente a él pero tampoco separado dt• (,l. I•:sta cosmovisión tiende
a ser la de algunos intelectuales de élite. El físico Paul Davies, por t•jemplo, recibió el Premio
Temple ton de Progreso en la Religión. Véase su «Physics ancl lhl' Mind of God: The Templeton
Prize Address», First Things (Agosto/Septiembre, 199S), pp. :11-:1:,; y también God and the
New Physics (New York: Simon and Schuster, 198:1 11\n 1•spaiiol, l>ios y la nueva física,
Barcelona: Salvat, 1988]); y The Mind of God; Tlw SciC'11tific llmis.fiw u lfotional World (New
York: Simon and Schuster, 1992 [La mente de dios, Aravaca: McCraw-I Iill / lnteramericana
de España, 1993]).
64
Capítulo 4
Naturalismo
65
1•;1 1111i111 ·1·.~11 i/1 • 11l l11cl11
lo que quiera que sea. Por su parte, el 11aluralis111<1 1111· ·'· 1·s al)-',o 111:'ts
serio.
En términos intelectuales, el recorrido es el siguiente: en el teísmo
Dios es el creador infinito y personal que sostiene el cosmos. En el
deísmo se reduce a Dios; empieza perdiendo su carácter de persona,
no deja de ser creador y, consecuentemente, sustentador del cosmos.
En el naturalismo se extrema la reducción: Dios pierde incluso la exis-
tencia.
Destacan numerosas figuras en este paso del deísmo al naturalis-
mo, especialmente entre 1600 y 1750. René Descartes (1596-1650),
teísta confeso, sentó las bases para la concepción del universo como
un gigantesco mecanismo de «materia» que las personas pueden en-
tender por medio de la «mente». A partir de ahí dividió la realidad
en dos clases de ser; desde entonces el mundo occidental ha tenido
problemas para concebirse como un todo integrado. El naturalismo,
al tomar una ruta hacia la unificación, da lugar a una subcategoría de
materia mecanicista.
John Locke (1632-1714), mayormente teísta, creía en un Dios per-
sonal que se reveló al hombre; pero también creía que el don divino de
la razón es el juez que dirime qué se puede considerar o no verdad de
la «revelación» bíblica. Los naturalistas eliminaron la expresión «don
divino» de su concepto e hicieron de la «razón» el criterio exclusivo
para la verdad.
Una de las figuras más interesantes de este movimiento fue Julien
Offray de La Mettrie (1709-1751). En su tiempo a La Mettrie se le con-
sideraba generalmente un ateo, pero él mismo dijo: «no es que yo pon-
ga en cuestión la existencia de un ser supremo, al contrario, me parece
que el índice de probabilidades apunta a favor de esa creencia». No
obstante, continua diciendo: «es una verdad teórica con escaso valor
práctico». 1 La razón de concluir que la existencia de Dios sea de tan
poco valor práctico es que el Dios que existe es «sólo» el creador del
universo. No está interesado personalmente en su creación ni en que
nadie lo adore. Así pues, la existencia de Dios puede efectivamente
considerarse algo irrelevante. 2
1 Julien Offray de La Mettrie, Man a Machine (1747), cn /.('s l'hilosophcs, cd. Norman L. Torrey
(New York: Capricorn, 1960), p. 176. En español Ji/ /10111/>r(' 111cíq11i11a, trad. por Ángel J.
Cappelletti, 2ª ed., Buenos Aires: Ed. Universidad de Buenos Aires, 1962.
66
l·:l ·;i/1·1wi" rll'I '"~l'•ll'i11/i11ilfl
Naturalismo básico
~· Alfred North Whitehead, por ejemplo, dice: «Por supuesto, encontramos en el siglo XVIII
el famoso argumento de Paley, según el cual ese mecanismo presupone un Dios que es el
autor de la naturaleza. Pero ya antes que Paley diese forma definitiva a ese argumento, Hume
había escrito la réplica, que el Dios que uno encontrará será el tipo de Dios que crea ese
mecanismo. En otras palabras, el mecanismo puede, como máximo, presuponer un mecánico,
y no meramente un mecánico, sino su mecánico» (Whitehead, Science and the Modern World
[1925; reimp. New York: Mentor, 1948], p. 77).
:1 El tono insolente, anticlerical y anticristiano del ensayo de La Mettrie está en consonancia
con su contenido ateo, que exalta la razón humana en detrimento de la revelación. Resultará
instructiva una mueslra de esto en la conclusión de Man a Machine: «Sólo reconozco
como jueces de mis conclusiones a los científicos, y desde aquí desafío a cualquier hombre
prejuicioso que no sea un anatomista, o que no esté familiarizado con la única filosofía que
viene al caso, la del cuerpo humano. ¿Qué pueden hacer los frágiles juncos de la teologia,
la metafísica y el escolasticismo contra tan fuerte y sólido roble? Son armas de niños, como
floretes de esgrima, que pueden servir para divertirse en ese deporte pero nunca harían dafw
a un adversario. ¿Tengo que decir que me refiero a nociones huecas y triviales, a los trillados
y patéticos argumentos que, mientras permanezca sobre la tierra la sombra del prcjuido o
la superstición, se usarán para la supuesta incompatibilidad de dos sustancias que se 11111·11
e interactúan incesantemente?» (p. 177). La Mettrie alude en esta última frase a la divisi{111
cartesiana de la realidad en mente y materia.
67
/•.'/ 1111/111°1·.'lo ilr• 11/ /111/11
del cosmos lo que prima, por ahora. Al dl~jar ftll'r:t dr· 1·~;1·1·11a al Dios
creador, el propio cosmos adquiere valor eterno, ;1111111111· 110 necesa-
riamente siempre en la misma forma. De hecho, se da por seguro que
no siempre ha tenido la forma actual. 4 El popular astrofísico y divulga-
dor de la ciencia Carl Sagan lo dijo con una claridad insuperable: «El
cosmos es todo lo que hay, ha habido o jamás habrá». 5
Nada viene de la nada. Algo hay. Por tanto, algo ha existido siem-
pre. Pero ese algo, para los naturalistas, no es un creador trascendente
sino la propia materia del cosmos. De alguna manera toda la materia
del universo ha estado siempre ahí.
Hay que entender el término materia en un sentido amplio pues-
to que, desde el siglo XVIII hasta hoy, la ciencia ha refinado la com-
prensión de esa palabra. Los científicos del XVIII todavía tenían que
descubrir la complejidad de la materia o su estrecha relación con la
energía. Concebían la realidad como algo formado por «unidades»
que existían en relaciones recíprocas mecánicas y espaciales. Tales
relaciones eran objeto del estudio de la química y la física, y se expre-
saban en «leyes» inexorables. Científicos posteriores descubrirían que
la naturaleza no es tan clara, o al menos no tan simple. Parece ser que
las «unidades» irreducibles como tales no existían, y que las leyes físi-
cas no eran más que expresiones matemáticas. Físicos como Stephen
Hawking pueden dedicarse a buscar nada menos que una «completa
descripción del universo» y hasta creer que la van a encontrar. 6 Pero
la certeza acerca de qué es la naturaleza, o la probabilidad de descu-
brirlo, está prácticamente desvanecida.
Aun así, la proposición expresada anteriormente une a los natu-
4 Hablando con rigor, hay naturalistas que no son materialistas, es decir, que sostienen la
existencia de elementos del universo que no son materiales. Pero estos naturalistas han tenido
un impacto reducido en la cultura occidental. Mi definición de naturalismo se limitará a los
materialistas.
5 Car! Sagan, Cosmos (New York: Random House, 1980 [En español, Cosmos, Barcelona:
Planeta, 2000]), p. 4. Sagan llega a decir: «Nuestras más débiles contemplaciones del cosmos
nos producen una conmoción: un escalofrío por la espalda, un pellizco en la voz, una tenue
sensación, como de un recuerdo distante, de caer desde lo allo. Sabemos que nos estarnos
acercando al más grande de los misterios». Para Sagan, en este libro y en su serie televisiva,
el cosmos ocupa la posición de Dios, y crea en Sagan el mismo tipo de sobrecogimiento. El
famoso científico intenta producir la misma respuesta en sus lectores y audiencia televisiva.
La llamada ciencia se convierte así en religión. Dicen que es la religión de los científicos. Véase
,Jeffrey Marsh, «The Universe and Dr. Sagan», Comme11tary, Mayo 1981, pp. 64-68.
6 Stephen Hawking, A Brief History of Time (New York: Banlam, 1988 [En español, Historia
del tiempo, Barcelona: Crítica, 1992]), p. 13. La conclusiún de Hawking es cautelosamente
optimista: «si descubrirnos una teoría completa [del universo J... sería el triunfo definitivo de la
razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios» (p. 175).
68
/·.'/ .~i/1•1wi11d1•/1'.~/>1win/i11il11
1alistas. l•:I ('os111os 110 t•stú formado por dos cosa.s: materia y mente,
111a1<·ria y espíritu. Como dice La Mettrie: «En todo el universo no hay
111(1s que una sustancia con diversas modificaciones». 7 El cosmos es al
l 111a l 11 na cosa, sin relación alguna con un Ser que lo trascienda; no hay
··dios» ni «creador».
7 La Mettrie, Man a Machine, p. 177. Por otro lado, la definición del hombre como «un campo de
energías que se mueve dentro de un sistema ampliamente fluctuante de energía» es igualmente
naturalista. Véase Marilyn Ferguson, TheBrain Revolution: The Frontiers ofMind Researc/1 (New
York: Taplinger, 1973 [La revolución del cerebro, Majadahonda: Heptada Ed., 1991]), p. 22.
8 Émile Bréhier, The History of Philosophy, traducido al inglés por Wade Baskin (Chica¡.\o:
University of Chicago Press, 1967 [En español, Historia de la filoso.fía, Madrid: Tccnos,
1988]), 5:129.
9 Humanist Manifestos I and JI (Buffalo, N.Y.: Prometheus, i973), p. 16. Estos dos mani!il•stos,
sobre todo el segundo (ideado por Paul Kurtz), son buenas compilaciones de los pres11pu1·slos
naturalistas. Durante muchos años Paul Kurtz fue profesor de filosofía de la Statc Univl'rsity of
New York en Buffalo, editor de Free Inquiry (revista dedicada a la propagación del h11111anis1110
secular) y editor de Prometheus Books.
69
/o.'/ 1111il'1'l'Sll r/1• 11/ /111/11
10 John A. Garraty y Peter Gay, eds., The Columbia History of the World (New York: Harper &
Row, 1972), p. 14.
11 David Jobling, «How Does Our Twentieth-Century Concept of the Universe Affect Our Un-
derstanding of the Bible?» Enquiry, Septiembre-Noviembre 1972, p. 4. Ernest Nagel, en
un provechoso ensayo que define el naturalismo al estilo de mediados del siglo XX, declara
esta posición en términos más rigurosamente filosóficos: «La primera [proposición central
para el naturalismo] es la primacía existencial y causal de la materia organizada en el orden
ejecutivo de la naturaleza. Ésta es la asunción de que la ocurrencia de acontecimientos,
cualidades y procesos, y las conductas características de varios individuos, son contingentes
sobre la organización de los cuerpos situados espacial y temporalmente, cuyas estructuras
y relaciones internas y externas determinan y limitan la aparición y desaparición de todo lo
que ocurre» (Ernest Nagel, «Naturalism Reconsidered» [1954], en Essays in Philosophy, ed.
Houston Peterson [NewYork: Pocket Library, 1959], p. 486).
70
/•."/ ... i/1·1wi11 ,¡,.¡ '"'/1tll'i11/i11il11
lil,..rt;ul d1•11tro d1·l 1·rnH·1·pt11 d1• sisle111a cerrado'? Para responder de-
111' 111 os a 11 ll's 1ni ra r 111:'ts de cerca el concepto naturalista de los seres
l111111a11os.
seres humanos son «máquinas» complejas; la personalidad es
•1. l .c 1s
interrelación de propiedades físicas y químicas que no pode-
111111
11ws entender por completo.
71
1•:11111(111°1·~111/1• 11//111/11
14 William Barrett, The I>enth cftlw ScJU/: From Descartes to the Computer (NewYork: Anchor,
1987), p. 15. Sherry Turklc, que ha estudiado el efecto de los ordenadores en la comprensión
que los hombres tienen de sí mismos, dice que «las personas que intentan pensar en sí
mismas como com¡mtadoras tienen problemas con la noción del yo» (Car! Mitcham habla de
su obra en «Com¡mtcr Ethos, Computer Ethics», en Research in Philosophy and Technology
[Greenwich, Conn.: .JAI Press], 8:271).
15 El Humanist Manifesto 11 afirma la situación generalmente en referencia a la totalidad de la
naturaleza; «La naturaleza puede ser más ancha y profunda de lo que conocemos; pero todos
los nuevos descubrimientos aumentarán nuestro conocimiento de lo natural» (p. 16).
16 Julian Huxley, «The Uniqueness of Man», en Man in the Modern World (New York: Mentor,
1948), pp. 7-28. George Gaylord Simpson enumera los «factores interrelacionados de
inteligencia, flexibilidad, individualización y socialización» de la humanidad (The Meaning
of Evolution, ed. rev. [NewYork: Mentor, 1951], p. 138).
72
/•.'/ .·;i/1•1wi11cid1·.~¡11wi11/i11il11
' .li' c·s pese a todo compatible con la libertad humana, o al menos con
'l•'ll<J sentido de libertad.
18 Podemos hacer muchas cosas conforme a
73
/•,'/ 1111i111•1·"" i/1• 11/ /11.111
nada 111ús. Cuando la 111al<•ria q111• 1·1111sl it 11.v1· 1111 individuo s1· d1•sorg11
niza en la muerte, la persona desapan·1·e.
El Manifiesto humanista Il afirma «llasla donde sabemos, tod11
la personalidad es una función del organismo biológico que entalil11
relaciones en un contexto social y cultural. No hay evidencia creíbk· d1•
vida tras la muerte del cuerpo». 19 Bertrand Russell escribe: «ningún
fuego, ni heroísmo ni intensidad de pensamiento y sentimiento, prn•
de guardar una vida humana más allá de la tumba». 2 º A. J. Ayer din·
también: «Pienso ... que es un hecho probado que la existencia de una
persona termina en la muerte». 21 En un sentido más general se consi-
dera también la humanidad como algo transitorio. Nagel confiesa: «El
destino humano es un episodio entre dos olvidos». 22
Estas afirmaciones son claras, sin ninguna ambigüedad. El con-
cepto puede provocar inmensos problemas psicológicos, pero su pre-
cisión está fuera de toda duda. La única «inmortalidad» que expone el
Manifiesto Humanista JI es que «continuamos existiendo en nuestra
progenie y en la forma en que nuestras vidas han influido en nuestra
cultura». 2 3 En su relato breve «Plumas de paloma» John Updike apor-
ta a esta noción una hermosa dimensión humana al mostrarnos al jo-
ven David reflexionando sobre la descripción que su ministro hace del
cielo, que es «como la bondad de Abraham Lincoln viviendo tras su
muerte». 24 Como el profesor de seminario que citamos antes, el pastor
de David ha dejado de ser teísta y simplemente trata de proporcionar
consejo «espiritual» dentro del marco del naturalismo.
74
/•."l .~i/1•1wi11d1•/1'.o;¡11w/11 /i11/t11
75
l•.'l 1111i111•1·s11 c/1• 11/ /ui/11
76
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77
¡.;/ 1111i111•1·s11111• 11/ /111111
32 Algunos naturalistas, como Car! Sagan, creen que dado el tamaño y edad del universo tiene
que haber otros seres inteligentes que hayan evolucionado en algún otro lugar. Pero incluso
Sagan admite que no hay evidencias de peso que refrenden su opinión. (Sagan, Cosmos, pp.
292, 307-15). Esto era así en 1980; sigue aplicándose ahora.
78
/•."/ ,•;i/1·111·i11 ,¡,.¡ l'.~/lltl'i11/i11il11
33 Se puede estudiar este cambio en el contenido de las normas éticas comparando el Ma11i li1'.••l 11
Humanista de 1933 con el Manifiesto Humanista II, de 1973. Por supuesto, cll'sp11t'·s do·,.,,,.
año ha habido más cambios, destacando la cada vez más presente defensa de la ('011sid1•r:H'i"111
de la homosexualidad como una condición humana normal en lo que respecla a los tl1·r1•1·li1 '"
morales.
34 La Mettrie, Man a Machine, p. i76; énfasis mío.
79
l·.'l 1111i111·1·:;11d1·11/ /11./11
80
111011ioso ;1j11slt· 1•111 n· l;1s ¡wrso11as, y de ellas con su enlorno.: 11 Todo
lo q111· pro111111·va dicha armonía es bueno; lo que no la promueva es
111alo .. John PlaLL, en un artículo que intenta construir una ética para el
rn11dudivismo de B. F. Skinner, escribe:
37 Ibíd., p. 49.
38 John Platt en The Center Magazine, Marzo-Abril 1972, p. 48.
39 Otros dos naturalistas que intentan construir una ética sobre fundamento evolucionista son
Daniel Dennett, Darwin's Dangerous Idea, y James Q. Wilson, The Moral Sense (New York:
Free Press, 1993). Explican cómo puede haberse desarrollado un sentido moral; nin)\11110 dl'
los dos consigue evitar la falacia naturalista, el intento de derivar el debe a partir del l'S ( ví~as¡•
el capítulos de este libro, pp. 110-114).
40 Walter Lippmann, A Preface to Morals (New York: Time, 1964), p. 190.
81
/•,'/ 1111i111•1°.'W d1• 11/ /111/11
41 Ibíd., p. 307. The Closing of the American Mind, de Allan Bloom se podría describir como la
expresión de la necesidad de alguna otra base para el valor humano, que no sea el compromiso
o decisión del hombre. Es difícil ver cómo los valores contemporáneos pueden basarse en un
absoluto que sea sólido si no se plantean seriamente a un Dios personal infinito que sirva de
fundamento para los valores. Véase Allan Bloom, The Closing of the American Mind (New
York: Simon & Schuster, 1987), sobre todo pp. 194-216. Véase también Alasdair Maclntyre,
Ajter Virtue, 2ª ed. (Notre Dame, In<l.: Notre Dame University Press, 1984 [Tras la virtud,
Barcelona: Crítica, 2001).
82
l·.'/ .·;i/1•111'111il..t1·.~¡1111'io/i11it11
El naturalismo en la práctica:
humanismo secular
42 Se publicó un manifiesto humanista cristiano en Rternity, Enero 1982, pp. 16-18. I.o
realizaron Donald Bloesch, George Brushaber, Richard Bube, Arthur Holmes, Bruce l.orlwr-
bie, J. l. Packer, Bernard Ramm y este servidor.
83
/\'l 1111i111•1·so i/1• 11l l11i/11
43 Humanist Manifestos I and II. Otra compilación de postulados humanistas seculares, más
breves, es «The Affirmations of Humanism: A Statement of Principies and Values». Aparece
en la contraportada de Free Inquiry, Verano 1987.
44 Esta sección sobre el marxismo la ha escrito Stephen Evans, profesor de filosofía en Baylor
University.
45 Una de las mejores introducciones a las muchas versiones es la de Richard Schmitt,
Introduction to Marx and Engels: Critica/ Reconstruction (Boulder, Colo.: Westview, 1987.)
Una buena introducción desde un punto de vista cristiano es la de David Lyon, Karl Marx:
A Christian Assessment of His Lije and Thought (Downers Grave, Ill.: InterVarsity Press,
1979). Por supuesto, no sustituye la lectura de los propios escritos de Marx y de su amigo y
compañero Engels para entender bien el marxismo. En inglés, se pueden encontrar muchos
de sus escritos más importantes en Richard Tucker, ed., The Marx-Engels Reader, 2ª ed.
(New York: W. W. Norton, 1978 [en español, Obras Completas, Barcelona: Altaya, 1993]).
84
/•.'/ .~i/1•111"i11de•/1'S/lll<'io/i11it11
46 Karl Marx, «Contribution to the Critique of Hegel's Philosophy of Right: Introd11ctio11 », 1·11
Marx-Engels Reader, ed. Tucker, p. 60.
47 Ibíd.
85
l·:l 1111i111·1·so 1/1•11/ /11,/11
86
l·.'l .~il1·111·iu dl'I 1•s¡1111·io/i11itu
87
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90
/•.'/ ~•il1•1wi11d1•/1'.'i/llll'iu/i11il11
l 11·.1plC'd:1 dt• S< 11tido y propúsito para sus vidas. El marxismo, como
0
0
48 Encontrarnos una importante crítica cristiana del naturalismo en Johnson, /fruso11 in tlw
Balance.
49 Sirnpson, Meaning of Evolution, p. 139.
91
/•,'/ llllÍl'l'l'.~11i/1•11/ /11r/11
50 Ibíd., pp. 166-81. desde la primera época de Darwin y T. H. Huxley, los naturalistas han
depositado gran esperanza en la evolución del hombre. Algunos optimistas de la actualidad
son Arthur C. Clarke, Pmfiles of the Futul"e (New York: Bantam, 1964), pp. 212-27; Petcr
Medawar, «On Effecting Ali Things Possible», The Listener, 2 de octubre, 1969, pp. 437-42;
Glenn Seaborg, «The Role of Science and Technology», Washington University Magazine,
Primavera 1972, pp. 31-35; Julian Huxley, «Transhumanism», en Knowledge, Morality and
Destiny (New York: Mentor, 1960), pp. 13-17.
92
/•.'l .~il1•111·i11rll'I1·.~¡11wio/i11il11
93
Capítulo 5
EL PUNTO CERO
Nihilismo
95
El universo de al lado
1 Douglas Adams, The Hitchhiker's Guide to the Ga/axy (New York: Pocket, 1981 1Guía del
autoestopista galáctico, Barcelona: Anagrama, 2002]); The Restaurant at tlw /•:111/ o( tlw
Universe (New York: Pocket, 1982 [El restaurante del.fin del mundo, Ban·<'l111111: 1\11:11.,r:1111a,
1986]); Life, the Universe and Everything (New York: Pocket, 198:i l /.11 Piti11. 1·/ 111111'1'1""' .11
todo lo demás, Barcelona: Anagrama, 1988]); So l,ony wul TlrwrksJiw :\/l t/11· ''"'' 11 "11drn1:
r
Pan, 1984 Hasta luego, !J ymcir1s JlOI' í'l /JC'S('(l(/ri, llan·plona: Állil)',1'1111111, i'I' 11l1
111.
El punto cero
')/
El universo de al lado
5 Adams, Lije, p. 222. Al final de la cuarta novela, que se presenta bastanl1• llH'nos 11111rdaz 1•11
sus efectos, conocemos el mensaje final de Dios par nosotros: « Disl'11lp1•11 l;1s 1111111•,;I i;i.s" (So
Long, p. 189).
6 Puede que sea Adams quien ría al último, pon¡111•, 1·01110 llH' han '''Jilit-11d11 111111·. :1111i1•.11,;
malemúli!'os, 6 por 91•s ;;4 ¡wro p11!'d1• 1•snihirst• ¡·01110 .J~' 1•11 lias1• 1:1 il111111•.111111>' 1
El punto cero
nos así. Todo evento del universo tiene su causa 1•11 1111 1·sl:ul11 pn·vio
de las cosas, incluyendo la composición genética, la sil 11acic'in amhic11
tal de cada uno e incluso los deseos y necesidades de las personas.
Pero cada uno es libre para expresar tales deseos y necesidades. Si 1111•
apetece un bocadillo y hay una charcutería a la vuelta de la esquina,
puedo elegir hacerme con uno. Si quiero robarlo cuando el charcutern
no esté mirando, puedo hacerlo. Nada impide mi elección. Mis accio-
nes son autodeterminadas.
Así pues, los hombres, que son obviamente conscientes de sí mis-
mos y, según parece, autodeterminados, pueden actuar de manera
significativa y ser considerados responsables de sus actos. Me pueden
arrestar por el robo del bocadillo y exigirme con razón que pague una
multa.
¿Pero son tan simples las cosas? Muchos piensan que no. La cues-
tión de la libertad humana es más profunda de lo que estos naturalis-
tas aprecian. Seguro que puedo hacer lo que quiero, pero lo que quiero
es resultado de pasados estados de cosas que en último término no
estaban bajo mi control. Yo no seleccioné libremente mi propia com-
posición genética ni mi entorno familiar original. Cuando llegué a pre-
guntarme sobre mi libertad para obrar, estaba ya tan moldeado por mi
naturaleza y crecimiento que hasta el hecho de plantearme esa cues-
tión ya estaba determinado. Es decir, mi propio yo estaba determi-
nado por fuerzas externas. Claro que puedo hacerme esas preguntas,
puedo obrar en función de mis necesidades y deseos, y puedo presen-
tarme ante mí mismo como libre, pero sólo en apariencia. Nietszche
tiene razón: «La decepción del hombre en acción sobre sí mismo, su
reconocimiento de que la libertad no existe, es también parte del me-
canismo calculador».
Pero el problema es que si el universo es realmente cerrado, su
actividad solamente puede gobernarse desde dentro. Cualquier fuerza
que actúe para cambiar el cosmos a cualquier nivel (microcósmico,
humano, macrocósmico) es parte del cosmos. Así parece ser que no
hay más que una explicación para el cambio: el presente estado de
cosas debe regir el estado futuro. En otras palabras, el presente tiene
7 Friedrich Nietzsche, Human, Ali Too Human, traducción inglesa de Marion Farber (Lincoln:
University ofNebraska Press, i984 [En español, Humano, demasiado humano: un libro para
espíritus libres, Arganda del Rey: Edimat Libros, 1988]), n. 106, p. 74.
100
l·:l 111111111 l'l'l'fl
• p11• l'a11sar l'I f11l 11rn, <jlll~ a s11vez1 icnc que ser causa para ld siguicnll'
l11l 11ro, y así Slll'l'sivamente.
l .a objeción de que en un sistema einsteniano de relatividad tem-
111 ira l cs imposible definir la simultaneidad, y que no se pueden probar
le'·" vínculos causales, está fuera de lugar. No estamos hablando de
,., 11110 están articulados los acontecimientos, solamente señalamos su
\'Í11ntlo. Pueden suceder unos acontecimientos porque hayan ocurri-
do otros. Toda la actividad del universo está conectada de esta mane-
r:1. Tal vez no podemos saber cuáles son los vínculos, pero la premisa
cl1· un universo cerrado nos obliga a concluir que tienen que existir.
Mús aún, hay evidencia de que existen dichos vínculos, porque los pa-
l rones de acontecimientos son perceptibles y algunos hechos pueden
pn~decirse desde el punto de vista del tiempo terrestre con precisión
c·asi absoluta; por ejemplo, cuándo y dónde tendrá lugar el próximo
c·clipse. Se puede predecir y seguir la pista en el espacio y en el tiempo
1 lc cada eclipse que se produzca en la tierra en los próximos quince
8 John Platt, por ejemplo, piensa que esa es la única libertad que uno necesita. (Ce11/c•r M11y11-
zine, Marzo-Abril 1972, p. 47).
101
l .'l
1
1111i111•1·.~11111• 11/ /11.!11
9 B. F. Skinner, Beyond Freedom and Dignity (Ncw York: Alfred A Knopf, 1971 [En español,
Más allá de la libertad y la dignidad, Madrid: Martínez Roca, 1986]), p. 211. El conductivismo
de Skinner siempre ha sido muy criticado. Hoy, más de tres décadas después, se considera
simplista e inadecuado como explicación de la conducta humana.
102
/•.'f Jll/llfll C'C'l'll
111.Jaques Monod, Chance and Necessity, traducción inglesa de Austryn Wainhouse (New York:
Alfred A Knopf, 1971 [En español, El azar y la necesidad, Barcelona: Tusquets, 1989)), pp.
98, 112.
11 Algunos científicos tienen cuidado con basar sobre conceptos científicos sus conclusiones
metafísicas. Richard Bube, por ejemplo, afirma que el azar como concepto científico no es
lo mismo que como concepto de cosmovisión (o sea, metafísico). Señala que en la ciencia
azar es el término que se usa para una descripción científica de lo que es «capaz sólo de
predecir la probabilidad del estado futuro de un sistema a partir del conocimiento del estado
presente» (Richard Bubc, Putting It Ali Together: Seven Patternsfor Relating Science and
the Christian Faith [Lanham, Md.: University Press of America, 1995], p. 23). Así pues, el
azar científico describe un límite al conocimiento más que una característica de la «realidad»
(es decir, realiza una afirmación metafísica). Este azar científico es, pues, compatible con la
noción de un mundo racional, tal como entienden igualmente naturalistas y cristianos. P1•ro
está claro que el azar, incluso en los escritos de científicos como, sobre todo, Monod, fundo11;1
a menudo en un sentido metafísico, de cosmovisión.
12 Véase Nancy Pearcey y Charles Thaxton, The Soul of Science: Christian Faith a/U/ N11/11ml
Philosophy (Wheaton, Ill.: Crossway, 1994), pp. 214-15; cap. 9, «Quantum Mystcri1•s: Mak
ing Sense of the New Physics», pp. 287-219, es una lúcida exposición <le las t'lll'SI io111·s
implicadas.
103
l•.'l 1111i111•1·.o;11t/1•11/ /11,/11
104
/•.'/ ¡111111111·1·/'11
El segundo puente:
la gran nube del sub-consciente.
La presuposición metafísica de que el universo es un sistema cerra-
do tiene implicaciones para la metafísica, pero también para la epis-
l cmología. El argumento es en resumen como sigue: si una persona
dada es el resultado de fuerzas impersonales -ya sea que operen por
azar o por leyes inexorables- no tiene cómo saber si lo que parece que
sabe es ilusión o verdad. Veámoslo con detenimiento.
14 Jaki señala que también el conocimiento pierde su base («Chance or Reality», p. 17).
105
/•.'l 1111i111•1·sn ele• 11/ /11c/n
15 Alvin Plantinga utiliza un argumento de este tipo para rechazar la «peligrosa idea» darvinista
de que la mente humana se desarrolló por medio de la selección natural, por la supervivencia
del mejor adaptado. Véase «Dennett's Dangerous Idea», el comentario de Plantinga al libro
de Daniel C. Dennett, Darwin's Dangerous Idea (New York: Simon & Schuster, 1995 [La
peligrosa idea de Darwin: evolución y significados de la vida, Barcelona: Círculo de Lectores,
2000)) en Books and Culture, Mayo-.Junio 1996, p. 35. Tenemos una completa versión de este
argumento en su Warrant and Proper Function (New York: Oxford University Press, 1993),
cap.12.
16 De una carta a W. Graham (3 de julio de 1881), citada en The Autobiography of Charles
Darwin and Selected Letters (1892; reimp. New York: Dover, 1958). Estoy en deuda con
Francis A. Schaeffer por esta observación, que él realizó en una conferencia sobre Darwin. C.
S. T.ewis cita a J. B. S. Haldane en un argumento paralelo: «Si mis procesos mentales están
totalmente determinados por el movimiento de los átomos de mi cerebro, no hay razón para
pensar que mis creencias son verdad ... y por consiguiente no hay razón para suponer que mi
cerebro esté compuesto por átomos» (Mi rae/es [London: Fontana, 1960], p. 18 [Los milagros,
Madrid: Encuentro Ed., 1996]).
106
/•."/ , ,, 111/11 ( '( '/ '11
17 Lewis, Miracles, p. 109. En otro contexto Lewis subraya, «cuando se te pide que C"rl'as <'ll
la Razón que procede de la no razón, ha llegado el momento de dar el alto, porque, de no
hacerlo, todo pensamiento queda desacreditado» (p. 32).
107
/•.'/ 1111i1wrs11 de· cr/ /uc/o
Pero el hecho no garantiza la veracidad de esas h•y1·s 1·11 1·1 s1•11tido d1·
que todo lo que pensamos o decimos en obediencia a ellas csll'.~ necesa-
riamente relacionado con lo que hay en el universo externo, objetivo.
Más aún, cualquier argumento para comprobar la validez de otro
argumento es en sí un argumento que puede estar equivocado. Cuan-
do entramos en estas dinámicas de pensamiento, no estamos lejos de
un retroceso infinito; nuestro argumento se muerde la cola por los pa-
sadizos en constante retroceso de la mente. O, por usar otra imagen,
perdemos el rumbo en un mar infinito.
Pero ¿no nos hemos extraviado en la argumentación contra la po-
sibilidad de conocimiento? Parecemos capaces de comprobar nuestro
conocimiento de una manera que por lo general nos satisface. Sabe-
mos que se puede demostrar la falsedad, o al menos la alta improba-
bilidad, de algunas cosas que pensamos, como por ejemplo que los
microbios surgen por generación espontánea a partir de lodo total-
mente inorgánico. Y todos sabemos cómo hervir el agua, rascarnos
donde nos pica, reconocer a nuestros amigos y distinguirlos de todos
los demás en una multitud.
Prácticamente no hay nadie que sea un nihilista epistemológico
completo. A pesar de todo, el naturalismo no permite que la persona
tenga ninguna razón sólida para confiar en la razón humana. Acaba-
mos así en una irónica paradójica. El naturalismo nace en la era de la
Ilustración, se lanzó a una firme aceptación de la capacidad humana
del conocimiento. Ahora los naturalistas se encuentran con que no
hay lugar para la confianza en su propio conocimiento.
Toda la tesis de este argumento puede resumirse así: el naturalis-
mo nos coloca como seres humanos en una caja. Pero para que ten-
gamos alguna confianza en que nuestro conocimiento de estar en una
caja es cierto, tenemos que estar fuera de la caja o contar con algún
otro ser que esté fuera de ella y nos proporcione la información (lo que
los teólogos llamarán revelación). Pero no hay nada o nadie fuera de
la caja para darnos la revelación, y nosotros no podemos trascender
la caja. Ergo, nihilismo epistemológico. Un nihilista que no consigue
percatarse de esto es como el hombre del poema de Stephen Crane:
108
/•.'/ /ll//l/rJ l'l'/'rJ
al hombre
Mt• ;H't•rq1u'•
Es inútil -dije,
-Nunca podrás.
-Mientes -gritó,
Y siguió corriendo. 18
18 De Stephen Crane, The Black Riders and Other Lines, en numerosas antologías.
19 Stanley Jaki comenta de un físico que intenta pasar de lado por este problema, pt·ro l1·rmi11a
como los antirrealistas («Chance or Reality», pp. 8-16).
109
l•:l 1111i11l'r.~11 d1• u/ ludo
20 Robert Farrar Capan, Hunting the Divine l'ox (Ncw York: Seabury, 1974), pp. 17-18.
21 Allan Bloom, The Closing of the Americw1 Mimi (New York: Simon & Schuster, i987), p.
194.
110
/•.'/ /111/1/IJ l'C'/'11
~;111 1·111liar~o. la 1'•li1·a lrala de lo que debe ser, cxisla o no.'''' d>úHdL•
11:1.v q111· ir 1•11lo11ccs para encontrar una base para la moralidad'? ¿Dón-
de• si• 1~11c11enlra el deber'?
( :omo ya he señalado, todos tenemos valores morales. No hay tribu
·.i11 tabúes. Pero no son más que hechos de una naturaleza social, y
l1>s valores concretos varían ampliamente. De hecho, muchos de esos
\':llores entran en conflicto unos con otros. Así que tenemos que pre-
¡•,1111Larnos cuáles son los valores verdaderos, o los superiores.
I.os antropólogos culturales, reconociendo el predominio de esta
:;il uación, responden con claridad: los valores morales son relativos a
l:i cultura de cada uno. Lo que la tribu, nación o unidad social dice que
e ·s valioso, eso lo es. Pero aquí hay un serio defecto. No es más que otra
22 Para una rigurosa explicación de por qué es una falacia el intento naturalista de llegar al d1·/"·
partiendo del es, véase Antony Flew, «From Is to Ought», en The Sociobiology /JehC1/1'. .. c1.
Arthur L. Caplan (NewYork: Harper & Row, 1978), pp. 142-62. Einstein se percató dl' 111 p111·11
que podía hacer la física para aportar una norma ética, y «contó a uno de sus biúgrnf11s q111· •"I
jamás había deducido un simple valor ético a partir de la física» (Jaki, «Cham·1• or J(l';dill'",
en cita a P. Michelmore, Einstein: Profile of the Man [New York: Dodd, 196:.! l. p. ~·!,1 l. J ,11
obra de Michelmore se encuentra traducida como Einstein, perfil de un /w111hr1'. ( 'ncl11111"11la:
Labor, 1973·
111
l·.'l 1111i111•1·.•111.¡,.11/ /11.!11
23 En una ultrajante sección de su Darwin's /Jw1y1•1·011s Ir/ea, Dennett universaliza, con una
absoluta ausencia de fundamento, su propia (~lica subjetiva: «iSalvemos a los elefantes! Por
supuesto, pero no a toda costa. No a costa de ohlii;ar a los africanos a vivir como en el siglo
XIX ... iProtección para los bautistas! Claro que sí, pl'ro no a toda costa. No a costa de tolerar
la deliberada desinformación de los niños ('11 lo que n•specta al mundo natural [es decir, no
a costa de que puedan enseñar a sus hijos qui' el libro <le Génesis es verdad literal]» (pp.
515-16).
24 Véase el debate sobre los valores en Bloom (C/o.~iny c!f'the American Mind, pp. 25-43, 194-
215).
112
l·."l ¡11111111 ('('/'11
4·11 11osol rns .v 1·11 los d1 •111ús. Pero fuera de la caja no hay nada; no hay
lal plomada, 110 hay palrón de valores definitivos e inmutables. Ergo,
11iliilismo ético."!i
Pero el nihilismo es un sentimiento, no simplemente una filosofía.
Y a nivel de la percepción humana, Franz Kafka atrapa en una breve
parúbola el sentimiento de la vida en un universo sin plomada moral.
Pasé corriendo por donde estaba el vigía. Entonces me que-
dé horrorizado, corrí de vuelta y le dije al vigía: «He pasado
corriendo por aquí mientras tú mirabas hacia otro lado». El
vigía miró al frente y no dijo nada. «Supongo que no debería
haberlo hecho», dije. El vigía permaneció sin decir nada. «lTu
silencio indica permiso para pasar?» 26
25 Richard Dawkins representa una postura habitual entre los naturalistas. Aunque realiza
juicios morales (rechaza la idea de que a los débiles simplemente se les deba dejar morir),
admite que no hay fundamento racional para ellos. Tenemos a un naturalista que se niega
a aceptar para su propia vida las consecuencias lógicas del naturalismo. Los nihilistas de
mayor entereza aprietan los dientes (véase la entrevista de Nick Pollard con Dawkins en
Space/Time Gazette, Otoño 1995, según se informa en Newsletter of the ASA and CSC:'J\,
Julio/Agosto 1996, p. 4).
26 Franz Kafka, «The Watchman», en Parables and Paradoxes (New York: Schocken, 1961 ), p.
81. En español, en Obras Completas, Barcelona: Círculo de Lectores, 2004.
27 Uno de los epigramas de Nietzsche en La gaya ciencia retorna la parábola de Kafka: «C11/¡w.
Aunque los más agudos jueces de brujas, y las propias brujas, estaban convencidos cll' la
acusación de brujería, dicho pecado no existía. Así ocurre con toda culpa» (111e 1'1wtC1lifr
Nietzsche, trad. Walter Kaufrnann [NewYork: Viking, 1954], pp. 96-97). En español, una d1·
las más recientes ediciones es La gaya ciencia, Barcelona: Círculo de Lectores, :.!OO:.!.
113
I•."/ 1u1i111•1·.~11 rlr• 11/ /rrr/11
Pero esto es todo lo que se dice sobre la c·1u•stiú11 ch~ la <"lllpa. En 1111
universo en el que Dios ha muerto, nadie es culpable de violar ni11µ,11-
na ley moral; únicamente son culpables de culpa, y eso es muy graw,
porque no se puede hacer nada al respecto. Si uno ha pecado, puede
haber expiación. Si uno ha quebrantado una ley, el legislador puedl'
perdonar al criminal. Pero si uno es solamente culpable de culpa, no
hay manera de solucionar un problema tan personal. 28
Y esto es lo que ocurre con el nihilista, porque nadie puede evitar
obrar como si existieran valores morales y hubiese algún tribunal de
justicia que mida la culpa con patrones objetivos. Pero no hay tribu-
nal y quedamos expuestos no ante el pecado sino ante la culpa. Muy
grave, desde luego.
28 Podría responderse a esto que la culpa (es decir, el sentimiento de culpa) puede eliminarse
con el psicoanálisis freudiano u otra psicolerapia, por lo que sí hay algo que se puede hacer.
Pero eso simplemente resalta la amoralidad de los seres humanos. Resuelve el problema de
sentimiento de culpa de una persona negándonos cualquier forma de obrar moralmente.
114
/•:l ¡m11to 1·1·1·0
29 Kurt Vonnegut Jr., Cat's Cradle (New York: Dell, 1970 [Cuna de gato, Barcl'lona: Plaza y
Janés, i994]), p. 177.
115
/•,'/ 1111i111·1·.~11d1•11/ /11i/11
30 En cuanto a esta observación sohr1· 1•1 nihilismo, estoy en deuda con Helmut Thielicke,
Nihilism, traducción inglesa de .John W. Dobcrslein (London: Routledge and Kegan Paul,
1962), pp. 48-66, sobre todo 16:i-66.
116
/•.'l ¡J1111/11 ('('/'11
1·11 l'I rnrazún del nihilista hay una contradicción interna. En el uni-
11c·rso 110 huy si911!ficado, gritan los nihilistas. Eso quiere decir que
·.11 única afirmación es carente de significado, porque si tuviera que
·;i¡.;nilicar algo sería falsa. 3 ' Los nihilistas están metidos en una caja.
No pueden llegar absolutamente a ninguna parte. Simplemente están;
~;implemente piensan; y nada de ello tiene significación alguna. Con la
1·x<·epción de quienes son internados en sanatorios por sus acciones,
;1 quienes tratamos como pacientes, nadie parece llevar a la práctica
.·a1 nihilismo.
En tercer lugar, aunque es posible una limitada especie de nihi-
1ismo práctico durante un breve tiempo, en la práctica se llega a un
1í mite. La comedia Catch-22 se apoya en esta premisa. El capitán Yos-
·"ª rian está teniendo una conversación teológica con la esposa del te-
11 iente Scheisskopfs, y Dios está siendo objeto de ásperas discusiones.
l labla Yossarian:
:11 Otra forma de plantear este argumento es señalar que la construcción de oraciones es un acto
fundamental y una afirmación paradigmática de significado tales que construir oraciones
para negar el significado es una contradicción en sí mismo. Keith Yandell en «Religious
Experience and Rational Appraisal», Religious Studies, Junio 1974, p. 185, expresa así la
argumentación: «Si, dado un sistema conceptual F, puede demostrarse que (a) Fes venlacl y
(b) F se conoce como verdad son incompatibles, entonces este hecho proporciona una htll'na
razón (aunque tal vez no concluyente) para suponer que Fes falso.
:~2 Joseph Heller, Catch-22 (New York: Dell, 1962 [Trampa 22, Barcelona: Debate, 19911), p.
184.
117
l•.'/ 1111i111•1·s11i/1·11/ /11i/11
33 Ibíd., p. 185.
118
/•.'l 111111/0 l'l'l'U
cl1· la 11ada. l'<•rn 11adil' lo 111ira; Lodo el mundo pasa de largo para ver
;i 1111 h•opardo que se pasea en su jaula. Hasta la «naturaleza» del leo-
119
Capítulo 6
Existencialismo
Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y mue-
re por casualidad. Me dejé ir hacia atrás y cerré los párpados. Pero
las imágenes, en seguida vigilantes, saltaron y vinieron a colmar de
existencias mis ojos cerrados: la existencia es un lleno que el hombre
no puede abandonar ... sabía que era el Mundo, el Mundo completa-
mente desnudo el que se mostraba de golpe, y me ahogaba de cólera
contra ese ser gordo y absurdo.
,'E
'.
n un ensayo publicado en 1950, Albert Camus escribió: «La li-
teratura de la desesperación es una contradicción en sus pro-
. píos términos ... En las más oscuras profundidades de nues-
tro nihilismo sólo he buscado trascender el nihilismo». 1 Aquí, la meta
principal de la esencia de esa cosmovisión se resume en una frase,
trascender el nihilismo. De hecho, toda cosmovisión de importancia
1 Albert
Ca mus, L'Été, citado en John Cruickshank, Albert Camus and the Litemture <!f'Jfrpo/t
(NewYork: Oxford University Press, 1960), p. 30. En español, El verano de bodm, Ban·l'lo-
na: Edhasa, 1995.
121
l·.'l 1111i111·1·.·.11 ,¡,. ''' '"""
que ha surgido desde el i11il'io dl'I siglo XX '1;1 <'<>lllparlido <'Sil' pro
pósito principal. Para el nihilismo, al proceder direclarncntc de una
cosmovisión culturalmente dominante, ese es el problema de nuestra
era. Una cosmovisión que ignora este hecho no tiene muchas posibi-
lidades de mostrarse relevante ante el pensamiento moderno. El exis-
tencialismo, especialmente en su vertiente secular, no sólo toma en
serio el nihilismo, es una respuesta al mismo.
Para empezar, hay que reconocer que el existencialismo asume dos
formas básicas, dependiendo de su relación con cosmovisiones ante-
riores, puesto que el existencialismo no es en sí una cosmovisión en el
sentido exhaustivo del término. El existencialismo ateo es un parásito
del naturalismo; el existencialismo teísta es un parásito del teísmo. 2
Desde el punto de vista histórico, nos encontramos ante una an-
tigua situación. Por una parte, el existencialismo ateo se desarrolló
para resolver el problema de un naturalismo que abocaba al nihilis-
mo, pero no apareció de forma plena hasta bien entrado el siglo XX,
a menos que consideremos cierta temática de Nietszche que se dis-
torsionó muy pronto. 3 Por otro lado, el existencialismo teísta nació a
mediados del siglo XIX con la respuesta de Soren Kierkegaard a la fría
ortodoxia del luteranismo danés. Pero no fue hasta después de la Pri-
mera Guerra Mundial que ambas formas de existencialismo adquirie-
ron relevancia cultural, porque no fue hasta entonces que el nihilismo
acabó fascinando al mundo intelectual y empezó a afectar las vidas y
actitudes de los hombres y mujeres de a pie. 4
La Primera Guerra Mundial no había asegurado la democracia en
el mundo. La generación de díscolas señoritas y ginebra artesana, la
incontrolable violación de una absurda ley seca, el nada realista mer-
cado de la Bolsa que tanto prometía, escribieron el prefacio de la gran
depresión de los años treinta en los Estados Unidos. Con el surgimien-
to del nacionalsocialismo en Alemania y su gran farsa de la dignidad
humana, los estudiantes e intelectuales de todo el mundo llegaban a
la conclusión de que la vida es un absurdo y el hombre es un ser sin
significado. El existencialismo en su modalidad atea echó raíces en el
122
l\lii.~ "'"" 1ll'l 11ihili.~1110
5 A. N. Whitehead, Science and the Modem World (1925; reimp. New York: Mentor, 111.¡H l. I'
49.
123
l•.'l 1111i111•1·.~11r/1•11/ /11r/11
Se da por senlado que el mumlo l'XÍstía 111t1cho a11lt"s d1· q111• 1•1
hombre llegase a escena. Es estructmado o caótico, determinado por
leyes inexorables o sujeto al azar. No importa cuáles sean las opcio1ws.
El mundo meramente existe.
Entonces vino algo nuevo, los seres conscientes, los que distinguen
él y ella de ello, los que parecen decididos a determinar su propio des-
tino, a plantear cuestiones, a meditar, a hacerse preguntas, a buscar
sentido, a dotar de valor especial el mundo externo, a crear dioses. En
resumen, vino el hombre. Ahora, sin que nadie conozca la razón, te-
nemos dos clases de ser en el universo, uno de los cuales parece haber
echado al otro de sí mismo y en una existencia separada.
El primer tipo de ser es el mundo objetivo: el mundo de lo mate-
rial, de la ley inexorable, de causa y efecto, de tiempo cronológico, de
flujo, de mecanismo. Es la maquinaria del universo -electrones inte-
rrelacionados, galaxias espirales, cuerpos en caída, gases que surgen
y aguas que fluyen- cada cosa en su función, en eterna inconsciencia,
para siempre en su sitio. Aquí, dicen los existencialistas, la ciencia y
la lógica tienen su primacía. Conocemos el mundo externo y objetivo
en virtud de la observación meticulosa, el registro, la formulación y
comprobación de hipótesis por medio de la experimentación, incluso
el refinado de teorías y la comprobación de suposiciones acerca de la
disposición del cosmos que habitamos.
El segundo tipo de ser es el mundo subjetivo: el mundo de lamen-
te, de la conciencia, de la percepción de uno mismo, de la libertad, de
la estabilidad. En este punto, la percepción interior de la mente es un
presente consciente, un constante ahora. El tiempo carece de signi-
ficado, porque el sujeto siempre está presente para sí mismo, nunca
está en el pasado ni el futuro. La ciencia y la lógica no tienen entrada
en estos dominios; no tienen nada que decir en cuanto a la subjetivi-
dad. De ella se puede decir que es la aprehensión que el yo tiene del
«no yo», la subjetividad hace que este «no yo» forme parte de ella
misma. El sujeto incorpora conocimiento, pero no como una botella
incorpora líquido, sino como un organismo incorpora la comida. El
conocimiento se convierte en el conocedor.
El naturalismo ha enfatizado la unidad de los dos mundos por me-
dio de la contemplación del mundo objetivo como real y el subjetivo
como su sombra. «El cerebro sev,rev,a pensamiento de la misma ma-
nera que el hígado segrega bilis», dice Pierre Jean Georges Cabanis.
Lo real es lo objetivo. Sartre dicl~: «El efecto de todo materialismo
124
/\lr'I.~ 11/M ,¡,.¡ 11ilri/i.~11111
,.. , l r:tlar a lodos los lio111hn~s, incluso al que eslú haciendo lilosofía,
rn1110 ol>jdos, l'S decir, como un conjunto de reacciones imposible de
'lisl i11guir del conjunto de cualidades y fenómenos que constituye una
1111·sa, una silla o una piedra». 6 Como ya hemos visto, por este camino
l ransila el nihilismo. Pero el existencialismo toma otros derroteros.
El existencialismo subraya la falta de unidad de los dos mundos y
11pla decididamente a favor del mundo subjetivo, lo que Sartre llama
.. 1111 conjunto de valores diferente al del mundo material». 7 Porque las
1u ·rsonas son los seres subjetivos. A menos que existan los extraterres-
1n·s, una posibilidad descartada por la mayoría de existencialistas, so-
111os los únicos seres del universo autodeterminados y con conciencia
di• sí mismos. La razón por la que hemos llegado a ser así ya no im-
pmta. Pero percibimos que somos conscientes de nosotros mismos y
a 11 todeterminados, y partimos de estos hechos.
La ciencia y la lógica no entran en nuestra subjetividad, pero eso
1·stá bien porque el valor, el sentido y el significado no están ligados a
1·llas. Podemos tener sentido, podemos tener valor; mejor aún, pode-
125
l•.'l 1111i1 11'1'.';f) .11· 11l l11.t11
naluraleí'.a. La sal es sal; los úrholcs srn1 (1rholl~s; las lior111igas son
hormigas. Los hombres son los únicos que no son humanos anll·s
de autoformarse como tales. Cada uno de nosotros forma su propia
humanidad por medio de lo que hace con su conciencia del yo y su
autodeterminación. Volviendo a Sartre: «Al principio [el hombre] no
es nada. Sólo después será algo, y él mismo habrá creado lo que haya
de ser». 9 El mundo subjetivo está a la entera disposición de todo ser
subjetivo, es decir, de toda persona.
¿cómo funciona esto en la práctica? Digamos que Juan, un solda-
do, teme ser un cobarde. ¿Lo es? Únicamente si actúa como tal, y su
acción no procederá de una naturaleza definida de antemano sino de
la elección que él ha realizado en cuanto han empezado a silbar las
balas. Solamente podemos llamar cobarde a Juan si comete actos de
cobardía, y tienen que ser actos que él haya escogido. Así que si Juan
teme ser un cobarde pero no quiere serlo, dejemos que realice actos
heroicos cuando sea llamado a ello. 10
9 Ibíd.
10 Esta ilustración deriva de Sarln•, "l·:xislt•111 i:ilism», pp. 283-84.
11 John Platt en Center Muquzi111', M:irw Abril 1972, p. 47.
126
/\l<is 11//1i di'! 11ihilis11111
Así qt1(' ('11 1111<•slro interior somos libres. Por tanto, podemos crear
11111·slro propio valor por la afirmación de su valía. No estamos limi-
l;1dos por el mundo objetivo de los tictac, de las caídas de agua o de
111s (•lectrones entrelazados. El valor es interno, y lo interno es terreno
11n 1pio de cada persona.
Pero para nosotros lo objetivo, el duro y frío «estar ahí» del rnun-
d1J, se muestra ajeno. A medida que hacernos de nosotros lo que so-
111os, mediante la rnodelación de nuestra subjetividad, apreciarnos
qt1e el mundo objetivo es absurdo. No nos cuadra. Nuestros sueños
,. visiones, nuestros deseos, todo nuestro mundo interno de valores
l'ltoca violentamente contra un universo insensible ante nuestros de-
·;<'os. Pásese usted el día pensando que puede saltar desde la décima
1>lanta de un edificio y bajar flotando sin hacerse ningún daño. Des-
pués intente hacerlo.
El mundo exterior está sujeto a un orden; un cuerpo que no se
.'>ujeta cae. El mundo subjetivo no conoce orden alguno. Lo que es pre-
.'>cnte para él, lo que está aquí y ahora, eso es lo que existe o es.
De manera que somos extranjeros en tierra extraña. Cuanto menos
lardemos en aceptarlo, antes transcenderemos nuestra alienación y
<lejaremos atrás la desesperación.
El hecho más difícil de trascender es el absurdo final, la muerte.
Somos libres en tanto que somos sujetos. Cuando morimos no somos
más que un objeto entre muchos otros. Por eso, dice Camus, tenemos
que vivir encarando el absurdo. No debemos olvidar nuestra tenden-
<'ia hacia la no existencia, hemos de experimentar la tensión entre el
amor a la vida y la certeza de la muerte.
127
t·:I 1111il'1·1·.~111/1· 11/ /11i/11
128
l\'ltis 111/1í cl1·/ 11ilrilis1111i
129
/•.'/ 1111il't'l'.'ófl t/1· "' '"""
vil~nen a la rahcl'.a muchas al'cio11l's 1•lq-',idas ;1sí, crn1 los ojos al>it·rtos,
que fueron errores fatales. lEn qué eslado emocional se ordenaron
y ejecutaron los progroms rusos contra los judíos'? ¿y el bombard1•0
de aldeas vietnamitas, o el atentado contra el edificio federal de Okl-
ahoma City, o las cartas bomba de Kaczynski? ¿y qué decir del ataq111•
terrorista contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001'? l•'.l
propio Sartre ha apoyado causas que se presentaban con un alto conil'-
nido moral por motivos que muchos moralistas tradicionales aceptan.
Pero no todos los existencialistas han obrado como el filósofo francés,
y el sistema parece abrir la posibilidad a que un Kaczynski pueda pedir
inmunidad ética para sus crímenes, o a que los perpetradores de los
hechos del 11 de septiembre puedan honrar la nobleza de su causa.
Poner el locus de la moralidad en la subjetividad de cada individuo
conduce a la incapacidad de distinguir entre un acto moral y uno in-
moral sobre un terreno que satisfaga nuestro innato sentido de lo co-
rrecto, un sentido que dice que los demás tienen los mismos derechos
que yo. Puede que mi elección no sea la que otros desean aunque en
ella yo elijo por otros, como dice Sartre. Hace falta algún patrón exter-
no para los «sujetos» implicados, para configurar verdaderamente las
acciones apropiadas y las relaciones entre los «sujetos».
De todas formas, antes de abandonar el existencialismo a la acu-
sación de solipsismo y de un relativismo incapaz de proporcionar una
base para la ética, deberíamos prestar más atención al noble intento
de Albert Camus de mostrar cómo se puede definir y vivir una vida
buena. Creo que esta es la tarea que se impone Camus en La peste.
130
/lf1'1s 11//1i tll'I 11iltilis11111
11 ·rso 1·1 ·1Tado, 1111 1111 ivcrso sin Dios. La en l'ermeda<l, por otra parte,
1·i1·111· a si111holi11.ar el absurdo de este universo. La plaga es arbitraria;
1111 s1· puede predecir quién la contraerá y quién no. No es «algo hecho
19 Albert Camus, The Plague, traducción inglesa de Stuart Gilbert (New York: Random Housc,
1948 [La Peste, Barcelona, Edhasa, 1998]) p. 35.
20 Ibíd., p. 108.
21 lbíd., pp. 9, 29, 277.
131
/·.'/ 1111i111•1·.~11,,,.11/ /11r/11
22 lbíd., p. 174.
23 Ibíd., p. 175·
24 Ibíd, pp. 227-28.
25 Ibíd., p. 230.
26 Ibíd., pp. 120, 230.
132
l\li't.~ ullú de•/ 11ilrilis11111
133
/•,'/ 1111i1tc•1·.~11 ele• e1/ /e1c/11
esta novela se plantean las mismas cuesli01H·s q111· 1·111·1 sisl1·111<1 di·/•.'/
existencialismo de Sartre.
lPor qué ha de ser buena la afirmación de la vida que plantca11 1·1
doctor Rieux y Jean Tarrou, y mala la vida de Cottard a costa d1• 111
plaga? ¿Por qué consideraremos menos correcta la respuesta nihilis
ta del viejo español que la acción positiva del doctor Rieux? Cierl11,
nuestra sensibilidad humana se pone del lado de Rieux y Tarrou. Peri,
admitimos que el viejo español no está solo en su juicio. ¿Quién tie111•
razón? Los que están del lado del viejo español no serán convencidos
por Camus ni por cualquier lector que tome partido por Rieux, porq111·
sin un referente moral exterior no hay base común para la discusión.
No hay más que una convicción frente a otra. La peste es atractiva
para los que tienen valores morales tradicionales, no porque Camus
ofrezca una base para tales valores sino porque sigue afirmándolos
incluso cuando no hay base para ellos. Por desgracia, la afirmación no
es suficiente. Tiene que enfrentarse a una afirmación opuesta.
Es posible que en los dos años finales de su vida Camus reconociese
el fracaso de su travesía más allá del nihilismo. Howard Mumma, pas-
tor suplente de la Iglesia Americana de París, cuenta conversaciones
privadas con Camus durante esos dos años en las que gradualmen-
te el escritor llega a sentir que la explicación cristiana era verdadera.
Le preguntó a Mumma qué significaba «nacer de nuevo» y si podría
bautizarle. No hubo tal bautismo, en primer lugar, porque Mumma
dio por válido el de su infancia y, en segundo lugar, porque Camus
no estaba listo aún para una demostración pública de su conversión.
El tema no estaba resuelto cuando Mumma dejó París al final de su
suplencia estival, a la espera de ver a Camus al año siguiente. Camus
murió en un accidente automovilístico el febrero siguiente. 32
31 La novela puede y tal vez debe leerse también como un comentario al régimen nazi, una plaga
sobre toda Europa y el norte de África, no sólo Oran.
32 Howard Mumma, Albert Camus and the Minister (Brewster, Mass.: Paraclete, 2000).
134
l\l1i.~ 11/lt'r tll'I 11ilrili.~11111
33 H. J. Blackham, «The Pointlessness of It Ali», en Objections tu llumanism, cd. 11. .J. 111:11'
kham (I-Iarmondsworth, U.K: Penguin, 1965), p. 123.
34 Ibíd., p. 124
135
l·.'I 1111i1•1·1·so rl1• r1f lur/11
liberales la desesperación de Kafl<a sino 1·1 opl i111i.'>1110 d1· 1111 ohispo
inglés que en 1905, cuando le preguntaron qu(• pt'nsaha qut• podría
impedir que la humanidad alcanzase una perfecta unión social, dijo
que nada lo impediría.
Ya en la segunda década del siglo XX, el alemán Karl Barth oh
servó lo que pasaba cuando la teología se convertía en antropoloµ,ía,
y su respuesta fue una adecuación del cristianismo y el existencialis
mo. Sus afirmaciones y las de los teólogos que le siguieron, como Emil
Brunner y Reinhold Niebuhr, recibieron la denominación de neoorlo·
doxia, porque pese a ser muy diferente de la ortodoxia, relega a Dios a
un lugar muy secundario. 35 No me propongo considerar en particular
todas las modalidades de la neoortodoxia. Voy más bien a identificar
proposiciones comunes de la postura existencial teísta.
El existencialismo teísta comienza con la aceptación de los siguien-
tes presupuestos del teísmo. Dios es infinito y personal (trino), tras-
cendente e inmanente, omnisciente, soberano y bueno. Dios creó el
cosmos ex nihilo para obrar con una uniformidad de causa y efecto
en un sistema abierto. El hombre fue creado a imagen de Dios, puede
conocer acerca de Dios y del cosmos y puede actuar de manera sig-
nificativa. Dios puede comunicarse con nosotros y lo hace. Fuimos
creados buenos pero ahora estamos caídos y necesitamos ser restau-
rados por Dios a través de Cristo. Para los seres humanos la muerte
es o bien la puerta a la vida con Dios o bien la vida eternamente
separada de Dios. La ética es trascendente y se basa en el carácter
de Dios.
Si comparamos esta lista con la del segundo capítulo, acerca del
teísmo, nos preguntaremos qué hay de especial en el existencialismo
teísta. ¿Acaso no es teísmo sin más? Estoy tentado a decir que eso es
lo que tenemos, pero cometería una injusticia con las variaciones y
énfasis existenciales especiales. La versión existencial del teísmo es
mucho más un particular conjunto de énfasis en el teísmo que una
cosmovisión aparte. Además, dado su impacto en la teología del siglo
XX y su mal entendida relación con el existencialismo ateo, merece
un tratamiento especial. Más aún, algunas tendencias de la modali-
dad existencial del teísmo lo enfrentan con el teísmo tradicional. Estas
35 Edward John Carnell presenta una excelente introducción a la neoortodoxia y cómo surgió,
en The Theology of Reinhold Niebuhr, ed. rev. (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1960), pp.
13-39.
136
l1·11d1·1l<'ias las s11l>rayan~mos conforme aparezcan en la discusiún.
<'01110 oc111Tc con el existencialismo ateo, los elementos más carac-
1•· risl irns del existencialismo teísta no se ocupan de la naturaleza del
'11~;111os o de Dios, sino de la naturaleza humana y de nuestra relación
11111 1·1 cosmos y con Dios
137
l·.'l 1111i111·1·so ,¡,. 11/ /11,/11
parll', dice: « l't~ro es posible que dl'ha111os amar lo qut• 110 pml<·11111•1
comprender» Y El padre ha «saltado» a la fe y el amor a la cxislt•111·i11
de un Dios bueno, incluso aunque la evidencia inmediata señala 1•11 l:i
dirección opuesta. En lugar de dar razón del absurdo del universo ha
sándose en la caída, como haría un teísta cristiano, el sacerdote asu1111·
que Dios es responsable directo de este absurdo universo; en cons1•
cuencia, concluye que tiene que creer en Dios a pesar del absurdo.
En otra ocasión Camus llama a esa fe «suicidio intelectual», y 1111•
inclino a coincidir con él. Pero la cuestión es que mientras la razón
puede llevarnos al ateísmo, siempre podemos rechazar las conclusio
nes de la razón y dar un salto hacia la fe.
Seguramente, si el Dios de los judeocristianos existe, haríamos
mejor en admitirlo porque nuestro destino eterno dependerá de ello.
Pero, dicen los existencialistas, no tenemos todos los datos ni llega-
remos jamás a tenerlos, de manera que todo el que quiera ser teísta
tiene que dar un paso adelante y elegir creer. Dios jamás se revelarú
sin ambigüedad. En consecuencia, cada uno, en la soledad de su sub-
jetividad, rodeado por más oscuridad que luz, tiene que elegir. Y dicha
elección debe ser un radical acto de fe. Cuando alguien elige creer, se
abre un panorama completo. Afluyen la mayoría de las proposiciones
del teísmo tradicional. Pero la base subjetiva, centrada en la elección,
de la cosmovisión da color al estilo de la postura de cada existencialis-
ta cristiano en el teísmo.
2. Lo personal es valioso.
37 Ibíd., p. 196.
118
/\Ms 11/M t/1•/ 11ilrilis11111
1:.~;11· 1·s 1·1 r1•i110 d1• la ciencia y la lúgica, del espado y el Liempo, de
1111·:.i1rahilidad. Como dice Buber, «Sin ello el hombre no puede vivir.
1'1·111 l'I que vive por medio del ello sólo, no es un hombre».3 9 El tú es
111·1·1·sario.
1•:11 la relación yo-tú un sujeto se encuentra con otro: «Cuando el tú
1". h;1hlado [Buber quiere decir experimentado], el hablante no tiene
11.111;1 para ese objeto». 40 Dichos hablantes tienen más bien un sujeto
11111 id que compartir una vida en reciprocidad. En palabras de Buber
.. '('oda vida real es encuentro».4'
l .a aseveración de Buber acerca de la primacía del yo-tú, las rela-
1·io11es persona a persona, tiene en la actualidad categoría de clásico.
Ningún sencillo resumen puede hacerle justicia, y animo a los lectores
;1 que consideren por su cuenta el libro. Aquí hemos de contentarnos
rn11 una cita más acerca de la relación personal que Buber considera
posible entre Dios y las personas:
38 Martin Buber, I und Thou, traducción inglesa de. Ronald Gregor Smith (New York: Charl1·s
Scribner, 1958), pp. 29-30. En español, Yo y tú, Madrid: Caparrós Ed., 1995.
39 Ibíd., p. 34.
40 Ibíd., p. 4.
41 Ibíd., p. 11.
139
/•,'/ 1111if11•1·.~11 i/c• e1/ /e1i/e1
Despersonalizado Personalizado
Pecado Romper una regla Traicionar una relación
Arrepentimiento Admitir la culpa Lamentar una traición personal
Perdón Cancelar un castigo Renovar el compañerismo
Fe Creer una serie de proposiciones Comprometerse con alguien
Vida cristiana Obedecer unas reglas Agradar al Señor, una Persona
42 Ibíd., p. 7.
140
l\11b 11/ltí tll'I 11il1ili.~11111
43 Soren Kierkegaard, de una carta que cita Waltl'r I.owric l'n i\ Slrorl Ufe q{Kierkegaanl (Prin-
ceton, N.J.: Princeton University Press, 1942), p. 82.
44 La posición de Kierkegaard en torno a esta ctwslión es mah~rial de debat1• entre los cx¡wrlos.
Entre los que destacan su rechazo al valor de la Vl'rdad ohjdiva csl{111 M:u:jorie (;rene, /11/l'O-
duction to Existentialism (Chicago: Univcrsily of Chil':t¡.\O l'n•ss, 19118), pp. 21-22, :1.r;-:19, y
Francis A Schaeffer, The Gud Who Is Tlrere (Dowm·rs CraVl', 111.: l11l1•rVarsily l'rl'ss, 1968,
pp. 51- 54. En el otro lado están C. Stephen Jo:vans, S11f1ic·c·ti11ity wul lfrliyi1111s /k/itfs (Crand
Rapids, Mich.: Christian University Press, 1978), y .John Mal'q11arri1', J•:xistc·11tiu/i.~111 (l'hila-
delphia: Westminster Press, i972), pp. 74-12:1.
45 Véase la nota 11 de este capítulo y el párrafo referido.
141
/•,'/ 1111il'1'l'.~ll i/1· 11/ /11./11
142
!\l1i.~ 11/lti tlt'f 11ihilis11111
Trinidad, por 1·j1·111plo, puede ser una paradoja irresoluble, pero hace
111.o.;I il'iil a los dalos bíblicos:'?
l•:11Lre los que no tienen una autoridad objetiva externa que esta-
1ilt ·zca los límites, la paradoja tiende a correr desenfrenada. Marjorie
( :n·ne comenta acerca de Kierkegaard: «Gran parte de los escritos de
1\ iPrkegaard parecen motivados no tanto por una mejor comprensión
d1· la idoneidad religiosa o filosófica de la paradoja para un proble-
111a concreto, como por el mero disfrute intelectual del absurdo por
,o.;í mismo». 48 Por eso, este aspecto del existencialismo teísta ha sido
'ihjeto de mucha crítica por parte de los que sostienen una cosmovi-
siún teísta tradicional. La mente humana fue creada a imagen de la
111ente de Dios, de manera que aunque nuestra mente es finita e in-
«apaz de abarcar la totalidad del conocimiento, es sin embargo capaz
de discernir alguna verdad. Como señala Francis Schaeffer, podemos
1ener verdad sustancial pero no verdad exhaustiva, y podemos discer-
11 ir entre la verdad y la insensatez mediante el uso del principio de no
contradicción. 49
47 Véase Donald Bloesch, God t/1e Almighty (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1995), pp.
166-67.
48 Grene, Introduction, p. 36.
49 Francis A. Schaeffer, He Is There and He Is Not Silent (Wheaton, Ill.: Tyndale House, 1972
[Él está presente y 110 está callado, Barcelona, Logoi, 1974]), pp. 37-88, sobre todo p. 79.
Alasdair Maclntyre escribe, «Lo que hace la lógica es articular y explicitar aquellas reglas
incorporadas en el discurso existente y que, dada esa incorporación, capacitan a los hombres
para construir argumentos válidos y evitar los males de la incoherencia ... Un alumno de Duns
Scoto demostró que ... a partir de una contradicción puede derivarse cualquier afirmación. De
esto se sigue que comprometernos a afirmar una contradicción es comprometernos a afirmar
cualquier aseveración, afirmar cualquier cosa que sea posible aseverar, y por supuesto tam-
biP-n su negación. El hombre que afirma una contradicción consigue por tanto no decir nada
y comprometerse con Lodo; ninguno de los dos afirma nada determinado, para decir q11l' í•sll'
es el caso y no otro. Por tanto, dependemos de nuestra capacidad para utilizar y sc).\11ir las
leyes de la lógica para poder hablar, y gran parte de la lógica formal nos clarifica qué <'s lo q1u·
hemos estado haciendo hasta el presente» (Herbert Marcuse: A11 Expositio11 wul C1 l'olf'111ic
[New York: Viking, 1970], pp. 86-87).
143
/·.'/ 1111i1 11•1'.'ill .!1· 11/ /11.!11
El primer paso cslú rdacio11ado t'Oll l:t all:t l'l'ÍIÍl'a dl' 111t'diados dl•I
siglo XIX. En lugar de tomar en serio el valor de los relalos híhlirns,
aceptando los milagros y demás, la alta crítica, en la que figuran D. F.
Strauss y Ernest Renan, partió de la premisa naturalista de que los
milagros no son posibles. Los relatos de milagros tienen por tanto qut•
ser falsos, no necesariamente elaborados por escritores que quisieran
engañar sino propuestos por gente crédula de mentalidad primitiva.
Por supuesto, esto tendía a socavar la autoridad de la narración
bíblica incluso donde no se refería a los milagros. Otro notable de la
alta crítica, Julius Wellhausen, también centró su atención en la uni-
dad interna del Antiguo Testamento y descubrió, sin duda para ellos,
que el Pentateuco no podía de ninguna manera haber sido escrito por
Moisés. De hecho, los textos muestran que intervinieron en su escritu-
ra varias manos durante varios siglos. Esto minó lo que la Biblia decía
sobre sí misma y puso por tanto en duda la verdad de la totalidad de
su mensaje. 50
En lugar de cambiar sus presuposiciones naturalistas para adecuar
los datos de la Biblia, concluyeron que no era digna de confianza en lo
histórico. Esto podía haber conducido a un abandono de la fe cristia-
na en su integridad. En lugar de eso, condujo a un segundo paso, un
cambio radical de énfasis.
Los hechos recogidos en la Biblia no tenían importancia, lo impor-
tante eran sus ejemplos de una vida de bondad y sus verdades intem-
porales de moralidad.
Mattew Arnold escribió en 1875 que el cristianismo «vivirá, por-
que depende de una fructífera idea inagotable y verdadera, la idea de
la muerte y la resurrección como las concibió y formuló Jesús ... La
importancia de la fe de los discípulos en la resurrección de su Maes-
tro radica en su creencia de que era verdad, aunque la materializaron
ellos. Jesús había muerto y resucitado, pero en su propio sentido, no
en el de ellos».51 La historia, los acontecimientos del espacio tiempo,
50 Para una consideración del estado actual de los 1•st11dios sobre los temas que trata la alta crí-
tica, véase Stephen Neill y Tom Wright, '111<' /11/t'l'/Jl't'/uticm of the New Testament 1861-1986
(New York: Oxford University Press, 1988 l l11/1•1·¡1n•/ució11 del Nuevo Testamento, Barcelo-
na: Edicions 62]); Gerald Bray, Biblirnl /11/c1·wt'lulim1: Pust and Present (Downers Grave,
III.: IntcrVarsity Press, 1996); Donakl Carso11 l'I al., i\11 T11tmduclion to the New Testament
(Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 199:.!); l{ay111011d 11. Dillard and Tremper Longman 111, An
lntroduction to the Old Testa111e11/ (C:ra 11d l(a pids, Mich.: Zondervan, 1994; y Craig Blomberg,
The Historica/ Reliability of thl' (;os¡wls ( 1Jow1H•rs ( ;rove, Ill.: InterVarsity Press, 1987).
144
/\ti/.~ 111/á tl1•/ 11iliili.~1110
51 Matthew Arnold, God and the Bible, en English Prose of the Victol'ian lfru, t•1I. l '11111 li"• l 11·1!1
rick Harrold and William D. Templeman (NewYork: Oxford Universily l'n•s:•. 11i:1111. I' 1 • 11
En español podemos encontrar la Antología de Arnold, editada por Ed. Allll'1 l11 l '111111""· • "
la colección Visor de Poesía, Madrid, 1976.
52 Matthew Arnold, «The Study of Poetry», in English Pl'Ose of thc Vict1wi1111 1"1·11, 1• 1 • 111
145
l•.'l 1111i111•1·s" d1· 11/ lw/11
Se (k~cía que la caída no había ocmrido c•n c•l c•spacio y l'I 1ic·11q111.
En realidad, cada uno recrea esa historia en su propia vida. Tc)(los c·n
tramos en el mundo como Adán, sin pecado; cada uno se rebela conl ra
Dios. La caída es existencial: una proposición de aquí y ahora. Edward
John Carnell resume la visión existencial de la caída como «tma des-
cripción mitológica de una experiencia universal de la especie». 5:1
Igualmente, la resurrección de Jesús puede haber ocurrido o no en
el tiempo y el espacio. Barth cree que ocurrió. Bultmann, por su parll'.
dice: «Un hecho histórico que incluye una resurrección de los muertos
es absolutamente inconcebible».54 Insistimos, no importa. La realidad
que hay tras la resurrección es la nueva vida en Cristo experimenta-
da por los discípulos. El «espíritu» de Jesús estaba vivo en ellos; sus
vidas habían sido transformadas. Estaban viviendo el «estilo de vida
cruciforme». 55
Se desmitificaron también otras doctrinas, como las de la creación,
la redención, la resurrección del cuerpo, la segunda venida, el anticris-
to. Se decía que eran símbolos de significado de origen «religioso». O
bien no se tienen que tomar literalmente o, si es así, su significado
no está en su veracidad sino en lo que indican acerca de la naturaleza
humana y nuestra relación con Dios.5 6
Es aquí -en el entendimiento de la historia y de la doctrina- don-
de los teístas encuentran más fallos en sus homólogos existenciales.
146
Mus 11/11í ,¡,.¡ 11ihili.~11111
l L1v 1111a dol>lt· :1<'11Sa('iú11. En primer lugar, los teíslas dicen que los
1·\isll•tt('ialislas t~111piezan con dos presuposiciones falsas, o al menos
·.11111a11wnle dudosas: (1) que los milagros son imposibles (referido a
B11llmann, no a Ba1ih) y (2) que la Biblia no es digna de confianza en
lo histórico. A nivel de presuposiciones, Bultmann simplemente ad-
q11icre la noción naturalista del universo cerrado; Bultmann, aunque
¡·,t·11eralmente se le asocia con los teólogos neoortodoxos, no es en ab-
·;oluto un teísta existencialista. Buena parte de los eruditos modernos
han dado importantes pasos hacia la restauración de la confianza en
1·1 Antiguo Testamento como registro fiel de hechos, pero los teólogos
1•xistenciales ignoran estos estudios o menosprecian la importancia de
s11s resultados. Esto nos da la segunda crítica teísta principal.
Los teístas acusan a los existencialistas de construir teología so-
hre las arenas movedizas de mitos y símbolos. Como un comentarista
dijo del libro de Lloyd Geering, Resurrection: A Symbol of Hope, una
obra existencial: «¿Cómo puede un no evento [una resurrección que
no ocurrió] considerarse un símbolo de esperanza o de cualquier otra
cosa? Si ocurre algo intentamos ver qué significa. Si no ocurre nada no
hay nada que preguntarse. Se nos niega la necesidad de un aconteci-
miento de Semana Santa».57
Si ha de haber significado tiene que haber un hecho. Si Jesús se
levantó de los muertos de la manera en que lo entendemos tradicio-
nalmente, entonces tenemos un hecho que significa algo. Si se quedó
en la tumba o si se llevaron su cuerpo a alguna parte, tenemos otro
hecho que también debe significar algo. De manera que el teísta se
niega a entregar la base histórica para la fe y desafía al existencialista
a tomar más en serio las consecuencias de abandonar la veracidad
histórica como algo de importancia religiosa. Tal abandono conduce a
la duda y a la pérdida de fe. 'En lugar de eso ha conducido a un salto de
fe. El significado se crea en el mundo subjetivo, pero no tiene referente
objetivo.
En este aspecto, el existencialismo teísta se acerca mucho al exis-
tencialismo ateo. Tal vez cuando los existencialistas abandonen la ve-
racidad de los hechos como fundamento de significado, se animen a
dar el siguiente paso y abandonen completamente el significado. Eso
los haría retroceder al intransitable yermo del nihilismo y tendrían
que buscar otra salida.
147
El universo de al lado
VIAJE A ORIENTE
1.111
/•.'/ 1111i1 11'l'.'oll ,¡,. 11/ /11r/11
150
1'iui1·u111·i1·11/1•
1 Esta exposición del reciente giro hacia el pensamiento oriental es a duras penas superficial.
Para más detalles, véase: R C. Zaehner, Zen, Drugs and Mysticism (NewYork: Vintage, 1974).
Un análisis más extenso y profundo lo encontramos en los ensayos recopilados en lrving l. Za-
retsky and Mark P. Leone, eds., Religious Movements in Contemporary America (Princeton,
N.J.: Princeton University Press, 1974). Stephen Neill en Christian Faith and Other Fc1iths
(Downers Grave, Ill.: InterVarsity Press, 1984) repasa y evalúa varias religiones, incluyendo
el hinduismo y el budismo. Encontramos una crítica cristiana de la tendencia occidental h;1l'ia
lo oriental en Os Guinness, T1te Dust of Death (Wheaton, Ill.: Crossway, 1994), pp. 19!)-:.!:M.
En el capítulo 11 de Mirac/es (London: Fontana, 1960 [Los milagros, Madrid: Encuenlro l•:d ..
1996]), pp. 85-98, C. S. Lewis arguye que el panteísmo es la religión natural de la humanidacl,
incluso en Occidente. Su crítica de esta forma de panteísmo nos puede servir. Véase lamhi{•11 <'I
análisis crítico que Ernest Becker hace del budismo zen desde el punto de vista del psirna 11{1 lisis
moderno y de la teoría de la psicoterapia en Zen: A Rational Critique (Ncw York: W. W.
Norton, 1961).
151
,.,., 1111i1'1'1'.'oll .,,. ,,, '''""
152
\'iqj1· 11111·i1•11/1•
3 Naren fue un discípulo de Sri Ramakrishna (18:{6-1886), q111· 111{1s tardl' st• llam<> Swami
Vivekananda y viajó a Chicago para el primer l'arlanwnlo Mundial dt• las lfrli).\iones,
convirtiéndose así en una figura principal en la introd11l'l'iÍln dt•I p1•nsan1ienlo orit•ntal en
Occidente. En cierta ocasión su maestro le tocó, entró en lrant·e y vio L'n 1111 destello «qne todo
es en realidad Dios, que nada existe excepto el divino, que el universo l'nlero es s11 rnerpo, y
todas las cosas son sus formas» (Richard Schiffman, Sri Uc111wkris/11w: A 1'1"CJ¡ihct.fi11· a Ncw
Age [New York: Paragon House, 1989], p. 153).
153
/•:/ 111til't'l',•,11 tl1• 11/ /11i/11
-Rompe una.
-Está rota, señor.
-¿Qué ves en ella?
-Nada en absoluto, señor.
154
\'iuj1• u 111·i1·11/1•
155
l·.'l 1111i111·1·.•¡¡1il1·11/ /11d11
giones. Súlo eslú el Uno. Todos los ríos f111yl't1 al Ck(•¡1110. i Fluyl' y dl·j;1
fluir! »7
En un nivel doctrinal, únicamente podemos estar de acuerdo dl ·
manera ocasional en lo que es verdad acerca de cualquier cosa: no-
sotros mismos, el mundo exterior, la religión. No importa. A la larw1
la religión llevará al mismo fin. La percepción de nuestra unidad co11
el Uno no es asunto de creencia sino de técnica, y hasta las técnicas
varían.
Algunos gurús, como Maharishi Mahesh Yogi, enfatizan el canto
de un mantra, un vocablo sánscrito sin sentido aparente seleccionado
por un maestro espiritual y entregado en secreto a un iniciado. Otros
recomiendan la meditación en un mandala, una bella imagen circu-
lar, muy estructurada, a menudo adornada de forma fascinante, sím-
bolo de la realidad de la totalidad. Otros requieren la interminable
repetición de oraciones o actos de obediencia.
Pero casi todas estas técnicas exigen quietud y soledad. Son méto-
dos de meditación sin contenido intelectual. Se intenta sintonizar con
el nivel de vibración de la realidad, volver el alma hacia la armonía
del cosmos y finalmente a la vibración sólida, no armónica, no dual, la
Vibración Última: Brahmán, el Uno.
De todos los «caminos», uno de los más comunes incluye el canto
de la palabra om o una frase que la contenga. Por ejemplo: «Om mane
padme hum». Tanto la palabra om como la frase son básicamente im-
posibles de traducir porque intelectualmente carecen de contenido.
Algunas sugerencias que se han dado para la traducción de om son: sí,
perfección, realidad última, todo, la palabra eterna. Maharishi Ma-
hesh Yogi dice que om es el «sustentador de la vida», «el principio y
fin de toda la creación», «este sonido, que es el primer sonido silen-
cioso, la primera onda silenciosa que se inicia a partir de este silencio-
so océano de vida no manifestada». 8 Christmas Humphreys comenta
que om es «la sílaba inicial de la fórmula tibetana om mane padme
hum, cuyo significado externo es simplemente 'Saludamos a la Gema
7 Schiffrnan, Sri Ramakrishna, p. 214, citando a Rolland Romain, The Lije of Ramakrishna
(Calcuta: Advaita Ashrama, 1931), p. 197.
8 Meditations ofMaharishi Mahesh Yogi (New York: Bantam, 1968), p. 18. En español contamos
con el libro de Robert Roth, Meditación trascendental de Maharishi Mahesh Yoghi, Madrid:
Oberón, 2003.
156
1'i11j1• " lll'Íl'/lfl'
q1ll' 1•slú 1·11 1·1 l .11111' .Y q11t• posc1~ lamhit'~11 1·1 siµ,11ilicado i11lerno que es
1·1 s1·11tido dd 1111iv1~rso».' 1
Es obvio que el término significado no se emplea en el sistema
11ri1·ntal de la misma manera que en el teísmo o el naturalismo. En
1·s11• caso no hablamos de contenido racional sino de unión metafísica.
Solamente podemos «pronunciar» de veras om y «entender» su sig-
11 i licado cuando somos uno con el Uno, cuando «Atmán es Brahmán»
157
/•.'l 1111i111•1·.rn c/1· 11//11c/11
158
1'i11i1·11111·i1·11/1•
fl1·s1·11l1rir l11 /ll't1/1iu 1111icl<1CI <'011 el <'Os111os es /)(/SU/' llHÍ.'i ullcí ele lct
¡w1·s111 w I id"' l.
159
/•.'/ 1111il'l'/'.'ifl ,,,. 11/ /11r/11
5. Descubrir la propia unidad con el cosmos es pasar más allá del 1·11
nacimiento. El principio de no contradicción no se aplica cumu/11
se trata de la realidad última.
11 Hermann Hesse, Siddhartha, traducción inglesa de Hilda Rosner (NewYork: New Dircctions,
1951), p. 115. En español, Siddhartha, Barcelona: Bruguera, 1978.
160
Viuj1· 11 111·i1·11/1•
,,. Descubrir la propia unidad con el cosmos es pasar más allá del
/Jien y del mal; el cosmos es perfecto en todo momento.
161
deuda y perdonar. La t·o11fl·siú11 1111ti1•111·1-1'1•l'lo. l•:I p1·1·ndo ti1·1w q111•
completar su proceso, y así serú. Por sup111 ·s1 o, l'l '10111 hn~ p1wd1·1 •h ·¡•,11
sus acciones futuras, por lo que el karma 110 implica delcrn1i11is1110 11
fatalismo. 14
Esto suena a descripción de un universo moral. El hombre ti1·111·
que hacer el bien. De lo contrario, cosechará las consecuencias, si 1111
en esta vida, en la próxima, tal vez regresando en la forma de un s1·1
inferior en la jerarquía. En su concepción popular, lo que Oriente t i1•
ne es en la práctica un universo moral.
Pero hay que señalar dos cosas en cuanto a este sistema. En pri
mer lugar, la base para hacer el bien no es que tenga que hacerst• e1
que haya que procurar el bien para otros. El karma demanda que toda
alma sufra por sus «pecados» pasados, por lo que no vale aliviar el su
frimiento. El alma que recibe dicho alivio tendrá que sufrir más tanh·.
Por tanto, no hay amor ágape, amor generoso, ni podría tal amor pro
porcionar ningún beneficio al receptor. Uno hace buenas obras para
conseguir la unidad con el Uno. Hacer el bien es ante todo un estilo dl'
vida en el que uno se ayuda a sí mismo.
En segundo lugar, todas las acciones son meramente parte de la
totalidad del mundo de ilusión. La única realidad «real» es la realidad
última, y eso está más allá de la diferenciación, más allá del bien y del
mal. Brahmán está más allá del bien y del mal. Por eso Siddharta dice
con elocuencia,
El mundo, amigo Govinda, no es imperfecto, ni se encuen-
tra en un camino lento hacia la perfección. No; él es perfecto
en cualquier momento. Todo pecado ya lleva en sí el perdón,
todos los lactantes, la muerte; todos los moribundos, la vida
eterna ... Por ello, lo que existe me parece bueno; creo que todo
debe ser así, tanto la muerte como la vida, el pecado o la san-
tidad, la inteligencia o la necedad. Al final la distinción entre
el bien y el mal, como entre verdadero y falso, se desvanece.
Todo es bueno (lo que, por supuesto, es lo mismo que decir
«Nada es bueno» o «Todo es malo»). El ladrón es el santo es
el ladrón es el santo ... 1s
162
\1 iqj1• (/ lll'Íl'll/1'
•
1
lian·111os 1•11lorn·1•s ron toda la evidencia de que los orientales
.l,ltll'•
.11111:1111·01110 si sus acciones hubieran de considerarse buenas o malas'?
J 11 pri11H'r lugar. La ideología de Oriente no tiene partidarios menos
16 Ibíd., p. 119.
17 Hurnphreys, Buddhism, p. 23; Hesse, Siddhartlw, p. 106.
163
/'.'/ 1111 il'c ·1·.~11 ele' e1/ /11c/11
comenlarios de los occidcnlalcs :H'('l'l'il d(•I ('S(':1so valor d(• la vid:1 1·11
Oriente. Las encarnaciones individuales de la vida -csle ho1111>n., ('SI 11
mujer, usted, yo- no tienen valor alguno. Pero en esencia tienen vallll
infinito; porque en esencia son infinitos.
Los occidentales que buscan sentido y significación en Orienll' 1111
deberían ignorar las implicaciones de esto. Para un occidental qul' si
túa el valor en la individualidad y la personalidad -el único valor de•
la vida humana- el monismo panteísta oriental resultará una grnw
desilusión.
8. Descubrir la propia unidad con el Uno es pasar más allá del tie111
po. El tiempo es irreal. La historia es cíclica.
164
1\1 li11al s1• 1•11ln•la:t.a11 todas las voces, i111Úgl•1ws y rnslros. «Todas
111:; V<H't•s, los li11es, los anhelos, los sufrimientos, los placeres; el río era
l.1 111i'isica de la vida ... la canción de mil voces, consistía en una sola
palabra: el Om, la perfección». 19 En este punto Siddharta alcanza la
1111idad interna con el Uno, y la «serenidad del conocimiento» ilumina
·.11 rostro.
En esta extensa cita, y a lo largo de todo el libro, el río es una ima-
l'.• '11 del cosmos. Cuando lo contemplamos desde la perspectiva que
11os brinda la orilla, el río fluye (el tiempo existe). Pero cuando lo con-
11·111plamos en su integridad (del manantial al arroyo, al río, al océano,
:d vapor, a la lluvia, al manantial) el río no fluye (el tiempo no existe).
l·:s una ilusión producida por estar el observador en la orilla y no ver
1 ·I río desde la perspectiva del cielo. Asimismo, el tiempo es cíclico; la
165
/•.'/ 111111 1 1•1·.~11e/e•11//11tl11
Una dl' las i111úgt•11t·s de la vida l111111a11a y d1~ la húsqtll'da di' 1111i
dad con el Uno eslú estrechamenlc ligada a las imúgcncs del ril'l11,
la rueda, la gran mandala. Siddhaita dice, «lHacia dónde me scg11i
rá llevando este camino? Mi sendero sigue un itinerario absurdo, d11
rodeos, y quizá también vueltas. iQue siga por donde quiera! iYO 111
seguiré! »20 Mascaró dice de manera similar: «El camino de la verdad
puede no ser un camino de rectas paralelas sino una senda que sig111•
un círculo: al ir a la derecha y completar el círculo o ir a la izquierda y
completar el círculo estamos forzados a encontrarnos al final, aunqu"
empezamos en direcciones aparentemente contradictorias». 21
Este símbolo se desarrolla en Siddharta; los caminos de Buda, Va-
sudeva, Siddharta y Govinda se encuentran y cruzan varias veces, pen >
todos llegan al mismo lugar. Para cambiar de imagen, Hesse mues-
tra esto en la exacta identidad de la sonrisa del rostro de los radian-
tes Buda, Vasudeva, Siddharta. 22 Todos los iluminados son uno en el
Todo.
20 lbíd., p. 78.
21 Mascaró, Upanishads, p. 23.
22 Hesse, Siddhartha, p. 122.
23 Podemos encontrar sobre la historia y características del budismo zen en Robert Linssen,
Zen: The Art oj Lije (New York: Pyramid, 1962); Stewart W. Holmes y Chimyu Horioka,
Zen Art far Meditation (Tokyo: Charles E. Tuttle, 1973); D. T. Suzuki, An Introduction to
Zen Buddhism (New York: Grave, 1964 [Introducción al Budismo-Zen, Bilbao: Ediciones
Mensajero, 2002]). Ha habido varios intentos de presentar el zen como algo coherente con
la fe cristiana, o las enseñanzas de ,Jesús como reflejo de una comprensión del zen. Todos los
que he leído son muy decepcionantes, como por ejemplo Robert Sohl y Audrey Carr, eds.,
The Cospel According to Zen (New York: New American Library, 1970); siempre dan a las
enseñanzas de Jesús una interpretación zen totalmente en desacuerdo con todo lo que Jesús
pudiera haber pretendido enseñar dado su lugar en el tiempo y el espacio.
166
\'iqj1• 11111'i1·111r'
l1·n·1wi;11lo "lo q111· st•a" li11al. Tic1w sentido llamarlo Bral1111ú11 o rdc-
111.·a· a t'llo millo 1·1 lino. Como una bombilla brilla más y más lejos en
l.1 osrnridad, dispersando sus fotones más y más, así desde Brahmán
l 1·111110) emana el cosmos (los muchos).
l•:l monisrno budista zen afirma que la realidad última es el Vacío. 24
l .a n·alidad final no es nada que se pueda nombrar o entender. No es
rnrrccto decir que es nada, pero es igualmente incorrecto decir que es
.ilgo. Eso degradaría su esencia al reducirlo a una más entre las cosas.
l·:I Uno hindú es algo entre todas las cosas, aunque es la cosa más im-
porlante. El Vacío no es algo, no es una cosa en absoluto. Es más bien
1·1 origen de todas las cosas.
Esta distinción nos lleva a una comprensión diferente del hom-
lire. Para el hindú, el individuo es un alma (Atmán) y por tanto posee
n·alidad sustancial (espiritual, no material) porque es una emanación
de Brahmán (la realidad misma). En la muerte, el alma del individuo
pierde su residencia corporal pero se reencarna en otro individuo, una
t'.'ipecie de transmigración del alma.
Para el budista, el individuo es una «no alma». No hay una natu-
raleza nombrable en el quid de cada persona. En realidad, cada una
1~s un conglomerado de personas previas. No hay transmigración del
alma en tanto que desaparición de una persona al morir y la reconsti-
tución de otra persona a partir de los cinco materiales del conglome-
rado o «factores de existencia»: «cuerpo, sentimientos, percepción,
formaciones mentales y conciencia». 2 s
También hay diferencia en cuanto a las prácticas religiosas, las téc-
nicas de meditación. Los hindúes suelen repetir un mantra, como om,
para inducir así un trance, o estado semejante, que se considera un
ascenso hacia la divinidad. Los budistas zen pueden también repetir
un mantra, pero su propósito es alcanzar un estado de percepción de
sus raíces en el no ser, la no entidad de su «rostro antes de nacer», por
ejemplo. 26 Un maestro zen puede desafiar a un novicio con koan, pre-
guntas enigmáticas del tipo de «lCuál es el sonido de una mano?»" 7 o
167
l·.'I ,,,,¡,,,.,"~" ilr· 11l l11.t11
«¿,cuúl es el cuerpo dhw·11w d(•l l\11da 1i.1·. c1.q111" 1·s la n·alidad'i' 1-· 11 Ta111
bién puede el maestro mandar al novicio a hacer zw:e11 ( «S('ltlars1•,. ).
En cualquier caso, lo que se intenta es vaciar la mente de todo pl'11s:i
miento, porque la realidad última no es solamente no ser, tamhi{•11 1·~¡
«no mente».
Aun con estas y otras diferencias, el efecto tanto del hinduismo 1111
dualista como del budismo zen es colocar a la persona en un estado
donde desaparezcan todas las distinciones: aquí y allí, ahora y enlo11
ces, ilusión y realidad, verdad y falsedad, bien y mal. Pese a los nobll'~
intentos de maestros zen como D. T. Suzuki insistiendo en que el z1•11
no es nihilista, así es como lo solemos ver los lectores occidentales.'"'
Oriente y Occidente:
un problema de comunicación
28 lssu Miuray Ruth Fuller Sasaki, TheZen Koan (NewYork: Harcourt Brace and World, 1956),
p. 44. Suzuki, Introduction, pp. 59, 99-117.
29 Suzuki, Tntroduction, p. 39, escribe, por ejemplo: «el zen quiere alzarse por encima de la
lógica, quiere encontrar una afirmación superior donde no haya antítesis. Por tanto, en el zen
Dios no es objeto de negación ni de insistencia; sólo en el zen no hay tal Dios corno el que se
ha concebido en las mentes judías y cristianas>>. Véase también pp. 48-57.
168
11·.· .. No lial>la11 1•1 111islllo idioma, porque no tienen casi nada en co-
1111ú1. l•:s 1111a ardua labor comprender la cosmovisión oriental incluso
1·11;111do uno tiene alguna idea de que requiere un modo de pensamien-
1e1 11 ife rente del occidental. A muchos que quisieran que los orientales
·.i· rnnvirtiesen al cristianismo (y por tanto fuesen teístas) les parece
las empiecen a admitir por fin los orientales. Si un oriental puede ver
11 na descripción del conocimiento, la moralidad y la realidad como la
que hemos considerado, por ejemplo, en el punto de vista occidental
del teísmo, este camino puede ejercer una clara atracción.
Sin embargo, lo que normalmente ve Oriente de Occidente es más
feo que Shiva, la mismísima diosa de la destrucción. Los que quieran
hacer ver la belleza de la verdad en Cristo, tienen un duro trabajo, por-
que la neblina que produce el desagradable imperialismo, belicismo,
violencia, avaricia y glotonería de Occidente es bastante espesa.
lEn qué lugar deja todo esto a quienes han ido a Oriente en bus-
ca de sentido y significación? Muchos, por supuesto, se retiraron del
camino, buscaron un atajo al nirvana por medio de las drogas. Otros
abandonaron el camino, volvieron a casa y se hicieron cargo de la em-
presa familiar, dejando atrás Oriente sin más recuerdo que una bar-
ba testimonial (antes de la primera junta directiva se la recortaron, y
antes de la segunda ya se la habían afeitado). Otros permanecen en
el camino en pos de la vida. Todavía habrá otros que encontraron 1•1
nirvana y siguen inmersos en la contemplación. Pero muchos ol ros
simplemente mueren: de hambre, disentería, engaños y qui{~n salH'
qué más. Algunos naufragaron en las costas de las comunidad1·s o<'<'i
dentales y han sido lentamente recuperados por amigos.
Durante varias décadas, jóvenes y mayores han estado viaja 11d111•11
tropel hasta diversos gurús. Las librerías comerciales esl{111 n·pll'las
de libros que señalan hacia Oriente, de espaldas a ()('C'id1·1111., <'laro
169
/•,'/ 1111il'1'l'.•,11./1•11/ /11./11
170
Capítulo 8
UN UNIVERSO APARTE
Nueva Era
171
l·.'/ 1111i111•1· ... ,, "'' 11/ /11i/11
172
, ,,, 1111i111•/',<;f) 11/ll//'/1•
173
El universo de al lado
7 El New Age Journal ha vivido una interesante transformación desde su comienzo en i974,
cuando empezó corno una revista editada por idealistas confesos de la Nueva Era. Al estar al
borde de la extinción en 1983, el que fue su editor durante mucho tiempo escribió (número
de septiembre de 1983, p. 5 ) que había recibido una inyección de fondos y había empezado
a presentar una nueva imagen -diseño más profesional, papel satinado e impresión interior
a cuatro colores- pero también se había empezado a notar una nueva línea editorial,
centrándose menos en los exponentes más extremos del pensamiento Nueva Era y más en
los puntos cercanos a la corriente cultural general americana. En junio de 1984 había nuevos
nombres en la cabecera de los artículos editoriales clave que indicaban el cambio. La revista
reflejaba mucho más el terreno establecido de la Nueva Era que las vanguardias. Uno podría
interpretar este cambio corno señal de mayoría de edad en el movimiento Nueva Era, un intento
de llegar al comprador promedio de revistas con las ideas más apetitosas del movimiento, o
una comercialización de la Nueva Era por la gestión de la clase media. No obstante, cuando
un nuevo editor (Joan Duncan Oliver) tornó el timón de la revista en agosto de 1996, revisó
los primeros números y comentó que «el enfoque no ha cambiado»; en palabras de un editor
anterior, «hablarnos de sanidad del espíritu» (agosto 1996, p. 6). En 2002 la publicación
cambió su nombre por el de Body and Soul, con lo que posiblemente admitía que la Nuev:1
Era no era ya algo nuevo. Ha mantenido su formato de revista popular de papel cuché. El
editor comenta: «Durante 28 años, New Age ha informado sobre los elementos nuevos de uu
movimiento holístico emergente, un movimiento que ha llegado a ser el estilo de vida de miles.
si no millones, de americanos. Ahora, corno Body and Soul, nos comprometernos a continuar
esa tradición, brindándoles lo mejor en ideas, corrientes y noticias holísticas» (Body and So11/
[Marzo/Abril 2002], p. 6). La historia de la revista es un estudio sobre comercialización: ('I
espíritu se ha hecho dinero y carne.
8 Time, 7 de diciembre de 1987, pp. 62-72.
9 Después de muchos seminarios de fin de semana, MacLaine intentó construir su ccnlrn
Nueva Era en Nuevo Méjico, pero tuvo que abandonar el proyecto cuando «los habitanh·s
de la zona protestaron porque el lugar era ecológicarnente frágil para acomodar los planes do·
la estrella» (Time, 10 de enero de i994). Bastante tiempo más tarde, recuerda el episodio d1·
un autostopista belga que quería hablar sobre «Dios y el universo y el sentido <k la vida» y lo·
pidió que «lo bendijera». Ella declinó la petición porque no le gustaba «s1·r rn11sidl'rada 1111
gurú de la Nueva Era. Por eso dejé de dirigir mis seminarios ili1u·ra11h•s. 1l .. 11111~:iad:i go•11h• 1111·
dejaba su poder a mí» (Thc Camino [New York: Pock!'I, 2000 l. p. qo l 1·11 1•.,p111111I. /•.'/ 1·r1111i1111,
Barcelona, Plaza y ,Janés, 2000'1). El asombroso {•xitn do· v1•11t11" ,¡,. 111 111111·111 l1p11" ul¡',111111 ..,
han lomado ('Ollln no lin·ib11) Tlll' ('1'f1'.~li1ll' l'n1plll'1'1/ ( N1·w \'111 I• \\'111111·1. 1'1•11l/111'11111·/1111
1 /.1
Un universo aparte
ya no había artículos o noticias sobre la Nueva Era, pero s1• d1·l1111 1·11
realidad a que ya no era algo chocante, ya no era noticia.'" 1•:11 1·111il
quier librería americana importante se pueden encontrar hasta Vl'i11l1·
revistas Nueva Era.
de Celestino, Barcelona: Ediciones B, 1999]) puede hacernos pensar que James Redfield ha
reemplazado a MacLaine como el más conocido gurú popular de la Nueva Era. Pero este
libro, del que un comentarista ha dicho que es «el libro de Nueva Era peor escrito que he
visto en mi vida», tiene incluso menos sustancia y más absurdo que cualquiera que MacLaine
pudiera haber imaginado en sus peores días. Probablemente caerán pronto en el olvido tanto
el mencionado libro corno su secuela The Tenth Insight (New York: Warner, 1996 [La décima
revelación, Barcelona: Plaza y Janés, 1998]). Alan Atkinson cuenta cómo se escribió y qué
distintas acogidas obtuvo el libro, en su artículo «The Celestine Prophet», New Age Joumal,
agosto 1994, pp. 60-65, 127-29. Por otro lado MacLaine ha seguido con sus autobiografías.
My Lucky Stars: A Hollywood Memoir (New York: Bantam, 1995 [Mis estrellas de la suerte,
Barcelona: Plaza y .Janés, 1997]) se centra en su carrera profesional; The Camino (2000)
l'llcnta los hechos fantásticos y fantasiosos de una peregrinación española y las enseñanzas
l'spirituales del escocés John, uno de sus guías espirituales. Finalmente, MacLaine ha escrilo,
junto con su perro, Out on a Leash: Exploring the Nature of Reality and Love (New York:
Alria Books, 2003).
10 La revelación que hizo Bob Woodward de que la entonces primera dama Hillary Rodham
Clinlon había buscado el consejo de Jean Houston, conocida consejera de la Nueva Era, causó
una burbuja mediática durante varias semanas en verano de 1996, pero en diciembre ya casi
nadil' Sl' acordaba. Véase Bob Wooclward, The Choice (New York: Simon & Schuster, 1996),
pp. !i!i-!i7. 129-:~5, 271-72, 412-13. Los publicistas usaron la conexión: en un seminario de
11ovi<·111hn· dl' l'Sl' aíio se veía la foto de Jean Houston con la nota «amiga y consejera ele
l lillary Cli11lo11» l'll T/w Chirnyo Trilnme, 28 ele julio de 1996, sección 14, p. 11. Ilouston ha
sido pmf<·s11rn d<• lilosofía, psil'olov.ía y n·liv.ión en la UniVl'rsidad dl' Columbia, l'll l'i N<'W
.'id11111l f11r Social lfr.~<'ard1 y Marv11101111l Coll1·v.<'. y ha sido pn•sicl1•nll' d<· J;1 i\ss11l'iati1111
l11r l l11111:i11i:.lil' l's,v1·11l11¡w. En la 11ola 1:1d<·1·si<' l'apíl11lo 1111<·<1<- v<·rs<· 1111a rl'i1ll'i<'111 d1· ·,11•;
¡111ld11·;1rn 1111",,
l·.'l 1111i111·1·~11 ,¡,. "' '"""
n Entrevista de Jerry Avron con Robert Masters y Jean Houston, «The varieties of
Postpsychedelic Experience», Intellectua/ Di9est, marzo 1973, p. 16.
13 Jean Houston, «Toward Higher-Level Civilizations», The Quest, Primavera 1990, p. 42. Este
movimiento general ha sido la cuestión central de varios libros suyos, como Lije Force: The
Psychohistorical Recovery ofthe Self(New York: Dell, 1980), Godseed: TheJourney ofChrist
(Wheaton, Ill.: Quest, 1992), The Search fin· the Beloved: Journeys in Sacred Psychology
(Los Angeles: Jeremy P. Tarcher, 1987), A Mythic Lije (San Francisco: HarperSanFrancisco,
1996), Jump Time (New York: Jeremy P. Tarcher, 2000) y My.~tical Dogs (Makawao, Maui,
Hawaii: Inner Ocean, 2002). Es un elcmcnlo clave en las novelas de James Redfield. El
sociólogo popular George Leonard, cdilor de la revista Look antes su quiebra, predijo la
misma transformación radical y esperaba con anhelo «el surgimiento de una nueva naturaleza
humana». Su fe es inquebrantable: «Estas nuevas especies evolucionarán» (George Leonard,
«Notes on the Transformation»; l11telleclual Digest, Septiembre 1972, pp. 25, 32). Shirley
MacLaine se hace eco de esto: la lccnolo¡\Ía ordinaria y la tecnología interior han avanzado,
dando testimonio de la «evolución de la mente humana» y «un salto cuántico en el progreso
de la humanidad» (Shirley Macl.ainc, lt's Ali in the Playing [New York: Bantam, 1987], pp.
334-35 [En español, Todo está en e/juego, Barcelona: Plaza y Janés, 1992]).
176
, ,,, ,,,,,.,.,., ..~,, 11/lfll'll'
14 «The Guru and the Pandit: Andrew Cohen and Ken Wilber in Dialogue», What Is Enlight-
enment, Primavera/Verano 2003, p. 86.
15 Ibíd., p. 93.
16 La lectura de textos antiguos a la luz de intereses contemporáneos sin tener en cuenta que
tales textos se sacan de su contexto intelectual y de cosmovisión, es una pequeña industria
entre los expertos actuales. En Godseed, por ejemplo, Houston interpreta a Jesús a la luz d<'
los textos gnósticos del siglo 11 en lugar de Jos documentos neotestamentarios del si¡,\lo 1.
James Redfield pone en palabras de un personaje de The Celestine Prophecy, «cuando los
hombres empiecen a elevar sus vibraciones a un nivel en que los demás no puedan wrlo ...
será señal de que estamos atravesando la barrera entre esta vida y el otro mundo, dl'I cual
venimos y al cual vamos. Este paso consciente es el camino que nos enseñó el Cristo. (.:1 Sl'
abrió a la energía hasta que fue tan ligero que podía caminar sobre el agua» (p. :!41). El
177
l·.'l 1111i111•1'.'ifl .¡•. 1111111!0
Sin embargo, una de las tensiorH•s pri nci pa ll'S dl'I opl i111 is1no d1 · 111
Nueva Era resulta más silenciado que transformado. A principios d1·
los setenta, el doctor Andrew Weil, investigador y teórico de la cic11<"i11
farmacéutica, propuso una postura menos rígida ante el uso de las
drogas psicodélicas y de las formas alternativas de alcanzar nuevos
estados de conciencia. La revolución de las drogas, según creía, era la
precursora de la Nueva Era, una era en la que la humanidad, gracias al
sabio uso de las drogas y de las técnicas místicas, acabaría alcanzand1,
la plena salud. Weil escribió: «Un día, cuado haya ocurrido el cambio,
no dudaremos en volver la mirada hacia nuestros problemas con las
drogas en los setenta y verlos como algo para reírse y menear la cabe-
za: ¿cómo pudimos no darnos cuenta de qué era lo que había?» 17 En la
actualidad, este optimismo está ligado a lo que Douglas Groothuis lla-
ma «tecnochamanismo». Ya lo adelantaron seguidores como Timothy
Lare: la gran esperanza es ahora la pérdida del yo normal para asumir
poderes divinos en la realidad virtual del ciberespacio. 18
apóstol Pablo jamás confundiría su propia identidad con la de Cristo, pero Wilber lo presenta
haciéndolo: convierte el «Cristo vive en mí» (Gá. 2:20) en «el yo definitivo [de cada persona]
es Cristo» (Brief History of llverytlri11g, p. i32). He tratado estas malas interpretaciones,
con numerosas ilustraciones, en Scripture Twisting (Downers Grave, Ill.: lnterVarsity Press,
1980), aunque sin basarme principalmente en fuentes de la Nueva Era.
17 Andrew Weil, The Nahll'al Mi11d: A New Way <!f /,ooki11g at Drugs and the Higher Conscious-
ness (Bastan: Houghton Mifflin, 1972), p. 205; con reseña enPsychology Today, octubre 1972.
En 1983 (rev. 1993) Weil dirigió la edición de un libro sobre drogas alteradoras de la mente
para adolescentes y sus padres. Véase su Fro111 Chocolate to Morphine: Everything Yo u Need
to Know About Mind-Altering Drugs, en colaboración con Winifred Rosen (edición revisada
Bastan: Houghton Mifflin, 1993 [Del cqfé u /u 11101:/i11c1, todo lo que necesita saber sobre las
sustancias psicoactivas de la A a la Z, Barcelona: Círculo de Lectores, 2000]). Aquí el autor
distingue entre uso de drogas (que aprueba) y su abuso (<.:ontra lo que previene); la mayoría
de capítulos sobre tipos individuales de dro).\as termina con «sugerencias y precauciones»
para su uso. El capítulo sobre drogas de alteración de la mente, por ejemplo, explica con
detalle lo que uno debe o no hacer para akanzar la sensación que las drogas suelen provocar.
En el prefacio a la segunda edición Weil y Rosen señalan que en algunas librerías se vetó la
primera edición, aunque yo mismo he encontrado el libro en nuestra librería de barrio.
18 Douglas Groothuis subraya que Timothy Lcary, el más célebre gurú de las drogas de los años
60 y 70 «modificó su famoso credo de los 60, 'sintoniza, conecta y abandona', por 'conecta,
arranca y métete en la red', comentando que el ordenador personal es el 'LSD de los 90'». No
obstante, Leary siguió tomando, al menos ocasionalmente, LSD hasta casi el final de su vida.
Véase Douglas Groothuis, «Technoshamanism: Digital Deities», en The Sou/ i11 Cyberspace
(Grand Rapids, Mich.: Baker, 1997), pp. 105-20. Eugene Taylor cuenta que el uso de drogas
de alteración de la mente ha estado poniéndose de moda otra vez ( «Psychedelics: The Second
Coming», Psychology Toda y, Julio/ A).\osto 1996, pp. 56-59, 84). No está claro si este resurgir
del uso de drogas tiene que ver con una mentalidad de Nueva Era o es primordialmente algo
para la diversión.
178
/ !11 llllil'1'/'Sll l//ll//'/1•
19 Brad Lemley, «My Oinner with Andy», New Age .Journal, Diciembre 1995, p. 66. Entre los
libros de Weil que enfatizan la salud están Health and Healing: Understanding Conventional
and Altemative Medicine (Boston: Houghton MifHin, 1983), Natural Health, Natural
Medicine: A Comprehensive Manualfor Wel/ne.~s and Self-Care (Boston: Houghton Mifflin,
1990) y Spontaneous Healing: How to Discover and Embrace Your Body's Natural Ability
to Maintain and lleal Itself (New York: Alfred A. Knopf, 1995 [La curación espontá11eu:
descubre la capacidad natural de tu cuerpo para conservar la salud y curarse u sí 111is1110,
Barcelona: Círculo de Lectores, 1997). Spontaneous Ilealing estuvo dos meses en la !isla d1·
los más vendidos del New York Times, con ventas en torno a 400.000 ejemplares L'n 1111os
meses (Lemley, «My Dinner with Andy», p. 66). Aunque Weil sigue dando instrncC"io111·s
para formas suaves de meditación (p. ej., Spontaneous Healing, pp. 194-209), en sus lihro.~
sobre sanidad parece no referirse tanto a los estados alterados de conciencia como 1•11 s11.o;
primeras obras. Otros libros suyos son Marriage of the Son and Moo11: A Qucsl .fiw / l11il.1¡
in Consciousness (Boston: Houghton Mifflin, 1998), Eight Weeks to Opti11111111 I Jto11/1/i ( N1·w
York: Alfred A Knopf, 1997 [Salud total en 8 semanas: un programa de a11lcw11r111·ii>11 !"""'
disfrutar de la vida saludable, Barcelona: Círculo de Lectores, 1999]) y l/('(l/f/11¡ l\itd11·11:
Recipesfor a Better Body, Lije and Spirit (New York: Alfred A Knopf, 2011:.!).
179
l•.'I ,,,,¡,.,.,.,.w i/1· 11/ /11,/11
I.SD a sus pacicnles para ayudarlos a olil!'lll'I' 1111 st•11lillli!•nlo d!· 1111i
dad cósmica y así preparase para la mucrlc; y .John I.illy, qtw Lrah;1ja
ba inicialmente con delfines pero dio un paso más allá y cxperinwnlú
drogas en su propia persona. 2 º De Ken Wilber podemos decir que su
«síntesis transpersonal de varias escuelas de psicología y filosofía pro··
porciona interés intelectual a su trabajo y lo coloca en la vanguardia
de la élite intelectual de la Nueva Era». Finalmente, el psicólogo Jon
Klimo ha publicado un extenso estudio sobre la canalización (un tér-
mino Nueva Era para referirse a la actividad del médium). 21
En sociología e historia de la cultura tenemos a Theodore Roszak,
que destaca por su Where the Wasteland Ends y Unfinished Animal,
así como a William Irwin Thompson, cuyas obras At the Edge of His-
tory y Passages About Earth, trazan su propia travesía intelectual
desde el catolicismo hasta una modalidad ocultista de la Nueva Era,
pasando por el naturalismo. La obra de Thompson destaca porque,
como antiguo profesor de historia del MIT y de la Universidad de York
y como merecedor de las becas Woodrow Wilson y Old Dominion, ob-
tuvo el reconocimiento y aprobación de los círculos intelectuales es-
tablecidos. 22
180
, ,,, ,,,,,.,,,., ..~fl 11/111/'/I'
:.!3 Carlos Castaneda, The Teachings of Don Juan: A Yaqui Way of K11owledye (Berkeley:
University of California Press, 1968 [Las enseñanzas de don Juan, una forma yaqui de
conocimiento, Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2001]), A Separa te Reality:
Further Conversations with Don .Juan (New York: Simon & Schuster, 1971 [Una realidad
aparte, Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2001]), Journey to Ixtlan: The
Lessons of Don Juan (New York: Simon & Schuster, 1972 [Viaje a Ixtlán, Madrid: Fondo de
Cultura Económica de España, 2001]), Tales of Power (New York: Simon & Schuster, 1974
[Relatos de poder, Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2001]), The Eagle's Gift
(New York: Pocket, 1982 [El don del águila, Móstoles: Gaia Ediciones, 1994]), The Firefrom
Within (New York: Simon & Schuster, i984 [El fuego interno, Móstoles: Gaia Ediciones,
1994]), The Power of Silence (New York: Simon & Schuster, 1987), The Art of Dreaming
(New York: Harper Perennial, 1993 [El arte de ensoñar, Barcelona: Seix Barral, 1997]),
Silent Knowledge (Los Angeles: Cleargreen, 1996 [El conocimiento silencioso, Móstoles:
Gaia Ediciones, 1994]), The Active Side of In.finity (New York: HarperCollins, 1998 [El lado
activo del in.finito, Barcelona: Ediciones B, 1999]), Magical Passes: The Practica/ Wisdom
of the Shamans ofAncient Mexico (New York: HarperCollins, 1998 [Pases mágicos, Madrid:
Martínez Roca, 1998]) y The Wheel ofTime: The Shamans of Mexico: Their ThoughtsAbout
Life, Death and the Universe (Los Angeles: La Eidolona, 1998 [La rueda del tiempo: los
cha manes del antiguo México y sus pensamientos acerca de la vida, la muerte y el universo,
Móstoles: Gaia Ediciones, 1998]). El más reciente de estos libros, aunque ha aparecido en
alguna lista de más vendidos, no ha tenido el impacto público de los tres primeros.
Al principio los lectores se preguntaban si no había creado Castaneda desde su fértil
imaginación a su hechicero yaqui Don Juan; véase en Daniel C. Noel, ed., Seeing Castaneda
(NewYork: Pumam's Sons, i976) una antología de los distintos puntos de vista de críticos como
Joyce Caro! Oates. Se puede atribuir a Richard De Mille el haber desenmascarado de manera
convincente el carácter ficticio de los libros de Castaneda; véase su Castaneda's Journey:
The Power and the Allegory (Santa Barbara, Calif.: CapTa, 1976 [La aventura de Casta necia,
Móstoles: Swan, 1981]). No obstante, en el prefacio a The Power of Silence, Castaneda
sostiene que «mis libros son un relato veraz de un método de enseñanza que Juan Matus, un
hechicero indio mejicano, usó para ayudarme a entender el mundo de los chamanes» (p. 8).
181
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nudo el mando, la! vez porque las alin11al'i<>11l's 111;'1s IPÚricas son la~•
más especulativas y las menos susceptibles de comprobaciún. El físirn
Fritjof Capra y el escritor de ciencia divulgativa Gary Zukav son le 1s
que han planteado la más popular interpretación de la física desck 111
Nueva Era. 24 Más silenciosos en su adopción del movimiento estú11
Lewis Thomas y J. E. Lovelock. El primero es biólogo y médico. Su
Las vidas de una célula alcanzó una sólida reputación en el campo
de los escritos divulgativos de ciencia. 25 El segundo es un especialista
en cromatografía del gas. Su obra Gaia: una nueva visión de la vid"
sobre la Tierra es una pieza fundamental en la consideración de nues-
tro planeta (Gaia es el nombre de la antigua diosa griega de la tierra)
como un sistema simbiótico simple. 26
En el campo de la salud hay toda una legión de terapias alternativas
que se ha dado en llamar «medicina balística». Acupuntura, rolfing,
sanidad psíquica, kinesiología, tacto terapéutico, son sólo algunas de
Castaneda, siempre evasivo, rompió su silencio en una entrevista con Keith Thompson para
New Age Journal, Abril, 1994, pp. 66-71, 152-56. En ella vuelve a defender su obra como
antropólogo, pero en el proceso realiza comentarios que suscitan más preguntas de las que
responde. Sin embargo, parece que el antropólogo Clifford Geertz expresaba la opinión de
muchos de sus colegas cuando dijo, «Los libros de Castaneda no cuentan en la antropología»
(citado por Anupama Bhattacharya, «The Reluctant Sorcerer» <www.lifepositive.com/spirit/
traditional-paths/sorcery/carlos-castaneda.asp> ).
La confusión en torno a Castaneda siguió caracterizando los artículos que aparecieron tras
la noticia de su muerte. Véase, por ejemplo, Bhattacharya, «The Reluctant Sorcerer»; Keith
Thompson, «To Carlos Castaneda, Wherever You Are» <www.bcinternet.net/-newman/
Castaneda.htm>; y Peter Applebome, «Carlos Castaneda, Mystical Writer, Dies 72»; New
York Times, 19 de junio de 1998.
24 Capra, Tao of Physics, y el cap. 3 de The Turning Point; así como Gary Zukav, The Dancing
Wu Li Masters (New York: Bantam, 1980 [La danza de los maestros del wu li, Barcelona:
Plaza & Janés Editores, 1991]). Véase Steven Weinberg, «Sokal's Hoax», New York Review of
Books, August 8, 1996, pp. 11-15, y Victor J. Stenger, «New Age Physics: Has Science Found the
Path to the Ultimate?» Free Inquiry, Verano 1996, pp. 7-11, para críticas de cualquier intento
de extraer implicaciones metafísicas a partir de teorías físicas como la mecánica cuántica;
véase también Richard H. Bube, Putting ItAll Together: Seven Patternsfor Relating Science
and the Christian Faith (Lanham, Md.: University Press of America, 1995), pp. 150-62; and
Nancy R. Pearcey and Charles B. Thaxton, The Soul of Science: Christian Faith and Natural
Philosophy (Wheaton, Ill.: Crossway, 1994), pp. 189-219.
25 Véase, por ejemplo, las especulaciones de Thomas acerca de lo que ocurre con la conciencia
humana en la muerte, en Lewis Thomas, The Lives of a Cell (New York: Bantam, 1975 [La
vida de las células, Barcelona: Ultramar Editores, 1990]), pp. 60-61. Su frecuente mención a
la hipótesis de Gaia -la idea de que la tierra es un organismo- es también común entre los
pensadores de la Nueva Era.
26 E. Lovelock, Gaia: A New Look at Lije on Earth (New York: Oxford University Press, 1979
[Gaia, una nueva visión de la vida sobre la Tierra, Barcelona: Ediciones Orbis, 1987]).
182
/ /11 llllil't'l'SO 11/ltl/'/t•
/ 183
/•,'/ 1111/111·1·.•;u ele· 11//11clu
31 Shirley MacLaine llama a Kubrick «maestro metafísico» en Dancing in the Light (New York:
Bantam, 1985 [Bailando en la luz, Barcelona: Plaza y Janés, 1992]), p. 262.
32 Robert A Heinlein, Stranger in a Strange Land (1961; reimp., New York: Berkeley, 1968
[Forastero en tierra extraña, Barcelona: Plaza y Janés, 1997]).
33 Jay Kinney, «The Mysterious Revelations of Philip K. Dick», Gnosis Magazine, Otoño/
Invierno 1985, pp. 6-11.
34 El texto de esta última película se lee bien y ha sido publicado. Véase Wallace Shawn y André
Gregory, My Dinner with André (New York: Grave, 1981).
184
, ,,, 1111il'1'/'.'ifl 11¡1111·11•
111;'1s L111H1sos d1· l;1 N1u·va Era han salido de la escuela sensacionalista
d1·I pt~riodismo, y es difícil tomarse sus ideas en serio. Más aún, los
1·xpcrtos reconocidos, los comentaristas y críticos -entre los que se
l'llcntan no pocos naturalistas cuyo naturalismo no puede considerar-
s1· puro nihilismo- han sido muy críticos con los libros Nueva Era
de cualquier género. 35 Pero esto es en la práctica un tributo al poder
que tales ideas están empezando a adquirir. Las personas cuyos tra-
bajos he citado tienen una enorme influencia, gracias a sus puestos
1~n universidades clave, en hospitales y en centros de investigaciones,
a su carisma personal o a su fama. A veces aúnan las tres cosas. En
resumen, se está formulando y promocionando una cosmovisión de
inmenso impacto cultural y poder de penetración.
35 Pronto llegaron las críticas en el movimiento. Véase por ejemplo el comentario al libro de
Weil, The Natural Mind, en el New York Times Book Review, 15 de octubre de 1972, pp. 27-
29. Los comentarios críticos con la obra de Castaneda son innumerables. Véase la portada de
la revista Time del s de marzo de 1973, pp. 36-45. En aras de una comprensión más profunda
de todo el movimiento de la nueva conciencia, merecen atención algunos otros análisis
generales: Os Guinness, The Dust oj Death (Wheaton, Ill.: Crossway, 1994), caps. 6-8; R. C.
Zaehner, Zen, Drugs and Mysticism (New York: Vintage, 1974); Samuel McCracken, «Thc
Drugs of Habit and the Drugs of Belief», Commentary, Junio de 1971, pp. 43-52; Marcia
Covell, «Visions of a New Religion», Saturday Review, 19 de diciembre de 1970; y Richard
King, «The Eros Ethos: Cult in the Counterculture», Psychology Today, agosto 1972, pp.
35-37, 66-70.
36 Thompson, Passages About Earth, p. 124.
185
1·:/ 1111i1'1'/','.ll d1• 11//11d11
ce11<.lenles en el sentido que dl'ma11da vi ll·Ís1110. l•:s 111:'1s, parll' d1• .'óll
lenguaje referido al hombre conserva Loe.la la fuerza del nal 11 ral ismo.'
Fritjof Capra, Gary Zukav y William lrwin Thompson señalan la si 111i
litud entre las lecciones a extraer de los fenómenos psíquicos y dl' l:i
física del siglo XX:.3ª
También toma del naturalismo la esperanza del cambio evoluliv11
para la humanidad. Estamos a las puertas de un nuevo ser. La evolu
ción llevará a cabo la transformación.
Como en el teísmo y el naturalismo, y a diferencia del monismo
panteísta oriental, la Nueva Era concede un gran valor a la persona
individual. El teísmo encuentra base para ello en que el hombre Ílll'
creado a imagen de Dios. El naturalismo, como reflejo de la memoria
de sus raíces teístas, sigue manteniendo el valor de los individuos, so-
bre la base de la noción de que todos los hombres son semejantes en
su común humanidad. Si uno tiene valor, todos lo tienen.
Como el monismo panteísta oriental, la nueva conciencia se centra
en una experiencia mística en la que se trasciende el tiempo, el espacio
y la moralidad. Podríamos definir la nueva conciencia como una ver-
sión occidental del misticismo oriental en que el énfasis metafísico de
Oriente (su afirmación de que Atmán es Brahmán) queda reemplaza-
da por un énfasis en la epistemología (ver, experimentar o percibir la
unidad de la realidad: en eso consiste la vida). Es más, como en Orien-
te, la nueva conciencia rechaza la razón (lo que Weil llama «pensa-
miento estrecho») como guía para la realidad. El mundo es irracional
o superracional y exige nuevos modos de aprehensión («pensamiento
ebrio», por ejemplo).39
Pero la nueva conciencia también está relacionada con el animis-
mo, una cosmovisión que no trato en este libro. El animismo es la
perspectiva de vida que está en la base de las religiones primitivas o
también llamadas paganas. Que una religión sea primitiva no quie-
186
/ 111 1111il'1°1·.~1111p111·/1•
40 Eugene Nida y William A. Smalley, Jntroduciny /111i111ism (Nt!W York: F1fr11dship, 19!)9), p.
50. Este breve folleto es un destacable depósito de información sobre el animismo pagano
moderno.
41 Roszak, Where the Wasteland Ends, p. xv.
187
l·.'/ 1111i1 11'l'.'.ll c/1· 11/ /11c/11
cada área <le la cultura que mantienen formas scnwjanlcs d1• l'o11sid1·
rar la realidad.
188
/ !111111i111·1·so11¡H11'/1•
n:istc para ser manipulado desde fuera por un Dios trascendente sino
para que el yo lo maneje desde dentro .
.John Lilly da una larga descripción de cómo es descubrir que el yo
<·slú al mando de toda la realidad. Estas son la notas que tomó después
posible:
189
/•,'/ 1111i111•1·.~11 .¡,. ,,, '"""
46 MacLaine, It's Ali in the Playing, p. 192. MacLaine sigue interrogándose sobre los difusos
límites entre sueño y realidad en Camino, sobre todo p. 304. Véase también Houston,
Searchfor the Beloved, pp. 25-26. La frivolidad con que MacLaine, Houston y otros usan la
expresión YO SOY, con la que Dios se revela a sí mismo en Éxodo 3:14, resulta sumamente
ofensiva para los cristianos y judíos tradicionales, quienes ven en el término una diferencia
radical entre lo humano y lo divino, no la unión de ambos. David Spangler, líder espiritual
de Findhorn va incluso más lejos que MacLaine: «YO SOY ahora la Vida de un nuevo cielo
y una tierra nueva. Los demás tienen que basarse en Mí y unirse a Mí para construir sus
formas ... Lo único que existe siempre es lo que YO SOY, pero me he revelado en nueva Vida,
nueva Luz y nueva Verdad ... Mi función a través de este centro [Findhorn] es demostrar lo
que YO SOY por medio de la evolución del grupo». Véase David Spangler, Revelation: The
llirth of a New Age (Findhorn, 1971), pp. 110, 121, citado en Thompson, Passages About
fü1rth, p. 173. Estos escritos recuerdan las palabras del dios Krishna en el Bhagavad Gita
(6.29-31). Thompson no sabe muy bien qué decir sobre este extraño lenguaje elitista, pero
parece considerar a Spangler uno de los primeros del pueblo transformado de la Nueva Era
('l'hompson, Passages About Earth, p. 174).
190
/ l111111il'1'/'S1l 11/1111'/1•
47 Marilyn Ferguson, Brain Revolution, p. 344; «Life al the Leading Edge: ANewAge Interview
with Marilyn Ferguson», New Age, agosto 1982; Wcil, Natuml Mind, pp. 204-5. Sam Keen
(«A Conversation ... », Psychology Today,julio 1973, p. 72) cila a Osear Ichazo cuando dice «la
humanidad es el Mesías». Weil, a propósito, dice, «Estoy tentado a considerar a los psicóticos
la vanguardia evolutiva de nuestra especie. Poseen el secreto del cambio de realidad a través
del cambio de mente; si pueden usar ese talento con fines positivos, no hay límites para sus
posibles logros» (Natuml Mind, p. 182). LeShan parece estar de acuerdo (The Medium, the
Mystic and the Physicist, pp. 211-12). Thompson, en Passages About Earth es optimista en
todo momento, pero véase especialmente p. 149; doce años después, en «A Gaian Politics»,
W7wle Earth Review, Invierno 1986, p. 4, expresaba algunas reservas, señalando que el
espíritu de la época había reemplazado «'Star Trek' y 'Kung Fu' con 'Dinastía' y 'Dallas'; Joni
Mitchell con Madonna, y 'Encuentros en la Tercera Fase' con 'Rambo'».
191
/•.'/ 11111'111·1'.~11 r/r· 11/ /11r/11
Usted podr<'1 hdwrst• la Vía l.;'11'l1•a di· 1111 lrago, sosl1•111·r a< :aia
en la palma de la mano y he11dt~eirla. Y lodo eso n•strllarú la11
cotidiano que ni siquiera pensarú en ello:1 8
192
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l•:I 1H'I igro d1·1 :111l111 •11g:i110 -Leístas y naturalistas añadirían la cer-
11 ·w dt·I a11lw·11ga1w l'S la debilidad de la nueva conciencia en este
p1111to. Ni11gú11 lt•ísla ni naturalista, ni nadie en absoluto, puede ne-
¡•,:ir la «experiencia» de que uno se perciba a sí mismo como un dios,
1•spíritu, demonio o cucaracha. Demasiadas personas cuentan expe-
rit·ncias así. Pero en tanto que el yo sea el rey se presupondrá que la
imaginación es realidad, en tanto que ver sea ser, lo que se imagina, la
pPrcepción del yo seguirá encerrada con toda seguridad en su univer-
so privado, a la sazón el único que existe. En tanto que el yo esté con-
lt~nto con lo que imagina y esté realmente al control de lo que imagina,
los de «fuera» no tenemos nada que ofrecer.
50 Aldous Huxley, citado en Laura Archera Huxley, This Timeless Moment: A Perso1111/ Vi1w
ofAldous Huxley (1968; reimp., NewYork: Ballantine, 1971 [Este momento sin tiempo: 111111
visión personal de Aldous Huxley, Madrid: Ardora Ediciones, 1999]), pp. 249-51.
51 Huxley, Doors of Perception, p. 13.
193
/•.'/ 1111il'1'l'.•,11.¡,.11/ /11./11
nativa, no produdiva. Cada ¡wrso11;1, 1•11 l'ada 11101111·11!0, 1•s l'apal'. d1·
recordar cuanto le ha sucedido y de percibir cuanlo cslú sucediendo
en cualquier parte del universo»Y Pero dado que dicha percc~pciú11
nos supera y parece caótica, el cerebro actúa como «válvula redu('-
tora» para filtrar lo que de momento no sea útil. Como dice Huxley,
«Conforme a esta teoría, cada uno de nosotros es potencialmente In-
teligencia Libre».s3 Dicho de otro modo, cada yo es potencialmente
el universo; cada Atmán es potencialmente Brahmán. Lo que llega a
través de la válvula reguladora, dice Huxley, es «es un insignificante
hilillo de esa clase de conciencia que nos ayudará a seguir con vida en
la superficie de este planeta determinado».s4
La cosmovisión Nueva Era es occidental en gran medida, sobre
todo en su insistencia en que el universo visible, el mundo externo
ordinario, está realmente ahí. No es ilusión. Más aún, está en un uni-
verso ordenado. Obedece las leyes de la realidad, leyes que se pueden
conocer, transmitir y usar. La mayoría de los que propugnan la Nueva
Era poseen un saludable respeto por la ciencia. Ken Wilber, Aldous
Huxley, Laurence LeShan y William lrwin Thompson son ejemplos
claros. 55 En resumidas cuentas, el universo visible está sujeto a la uni-
formidad de causa y efecto. Pero el sistema está abierto a reordena-
mientos realizados por el yo (sobre todo cuando toma conciencia de
su unidad con el Uno) que en última instancia lo controla, y por los
seres de Inteligencia Libre a los que el yo puede reclutar como agentes
para el cambio.
Inteligencia Libre es una especie de universo de al lado, que tam-
bién se puede llamar «conciencia expandida» o «conciencia alterna-
tiva» (MacLaine), una realidad aparte (Castaneda), «realidad clarivi-
dente» (LeShan), «otros espacios» (Lilly), «supermente» (Rosenfeld),
52 Ibíd., p. 22.
53 Ibíd., p. 23.
54 Ibíd. Nótese la contradicción interna en las palabras de Huxley. Por un lado, sin una nueva
conciencia la humanidad no es capaz de sobrevivir en este planeta; por otro lado, el yo, apenas
con darse cuenta de ello, es el centro del cosmos. Puesto que el cosmos es eterno (un concepto
implícito en el sistema de Iluxley), el yo es eterno. ¿Por qué preocuparse entonces por la
vida en la tierra? Esta actitud de «por qué preocuparse» ha sido la mantenida en Oriente
durante siglos; pero parece que aunque Occidente acude a Oriente en busca de sabiduría no
puede deshacerse de todo el bagaje occidental, una pa1te del cual está firmemente arraigado
en la noción judeocristiana de que el mundo presente (la gente en la tierra) tiene alguna
importancia.
55 Ken Wilber insiste en que la ciencia es válida en su propio ámbito de la realidad física (A
Sociable God, pp. 7-8).
194
, ,,, 1111il'1'/'~1111¡1111·/1·
56 MacLaine, Out on a Limb, p. 74, y Jt's Ali in the Playing, p. 2.65; Castaneda, A Separate
Reality; LcShan, The Medium, the Mystic and the Physicist, p. 34; Lilly, Center of the Cy-
clone, p. 2.5; Albert Rosenfeld, «Mind and Supermind», Saturday Review, 22 de febrero
de 1975, p. 10; Wilber, Brief History of Evel'ything, pp. 156,240; Klirno, Channeling, pp.
174-76.
57 MacLaine, It's Ali in the Playing, p. 188.
58 MacLaine, Dancing in the Light, p. 309.
59 MacLaine, It's Ali in the Playing, p. 331.
60 Lilly, Center of the Cyclone, p. 110.
61 Ibíd., p. 5.
195
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196
/ /11 llllil'('/'Stl U/lU/'/('
Para Huxley, Inteligencia Libre no era más una realidad aparte que
la realidad ordinaria vista tal y como realmente es. Pero esta nueva
percepción es tan diferente que se presenta como algo enteramente
m1evo; aparece como algo aparte. 67
Una segunda característica de Inteligencia Libre es que parecen
poblar este reino seres especiales. Además de ver lo que cuesta ser
dla misma y los demás en sus vidas pasadas, MacLaine ve al Yo Su-
premo: una persona con la «forma de un hombre muy alto, con una
ruerza superior, más o menos andrógino». 68 Se convierte en su guía e
intérprete de su experiencia. Castaneda encuentra «aliados», «ayu-
dantes», «guardianes» y «entidades de la noche». 69 Lilly se encuentra
frecuentemente con dos «guardianes» que le enseñan cómo sacar el
máximo provecho de su vida. 70 De modo similar, relato tras relato,
siguen apareciendo seres personales -o fuerzas con una dimensión
personal- a los que se puede llamar como se quiera: demonios, es-
píritus o ángeles. Además, algunos aficionados a la nueva conciencia
cuentan experiencias de haberse transformado en un pájaro u otro
animal, o de recibir la capacidad de volar o trasladarse muy rápida-
mente, incluso de hacer viajes interplanetarios.
Efectivamente, Inteligencia Libre es un lugar muy extraño. lExis-
ten realmente sus habitantes? lSon invenciones, imaginaciones del
yo, proyecciones de los temores y esperanzas subconscientes? lDe
verdad se convierte uno en pájaro o mosca? Estas cuestiones no son
importantes en la cosmovisión de la nueva conciencia. Para teístas y
197
/•.'l 1111il'1'/'.~ll ,¡,. "' '"""
naturalistas, sin embargo, son es las las cueslio1ws ohvias. l '1 ·ro las l ra
taremos más adelante, en la quinta proposición.
71 MacLaine deja constancia de esto en It's Al/ in the Playing, pp. 191-93.
198
/ l111111i1•1·1·s11 u¡,urll'
72 Véase el cuadro de Lilly (Centerof the Cyclone, pp. 148-49) que describe y detalla los diversos
niveles de conciencia, con su nomenclatura, de George I. Gurdjieff, de I. K Tairnni y de él
mismo.
73 Richard Maurice Bucke, Cosmic Consciousness: A Study in the Huolution ofthe Human Miml
(1901; reirnp., New York: Penguin, 1991), p. 3, según se cita en James, Varieties of Rcliyio11s
Experience, p. 306. Bucke menciona también «un avivamiento del sentido moral», pero 110
es lo habitual, corno veremos más adelante.
199
/•,'/ 11/IÍl'l'/'Sll c/1• 11/ /11tf11
74 Véase de nuevo los varios niveles de Lilly (Center of the Cyclone, pp. 148-49).
75 MacLaine, Dancing in the Light, p. 350, cursivas de ella. Houston vivió una experiencia así a
los seis años: «Tenía la sensación de que conocía todas las cosas, de que era todas las cosas»
(Godseed, p. xvii).
76 Ferguson, Brain Revolution, p. 60. Véase también la descripción de Lilly, Center of the
Cyclone, caps. 11-18; James, Varieties of Religious Experience, pp. 292-328; LeShan, The
Medium, the Mystic and the Physicists, pp. 86-87, 250; Zaehner, Zen, Drugs and Mysticism,
pp. 89-94: Wilber, Brief History of Everything, pp. 156, 240; prácticamente toda discusión
sobre los estados alterados de conciencia mencionará muchas de estas características, o todas.
Para un acercamiento más científico a las características de dichos estados, véase Arnold M.
Ludwig, «Altered States of Consciousness», en Altered Sta tes of Consciousness: A Book of
Readings, ed. Charles Tart (New York: John Wiley & Sons, 1969), pp. 9-22.
200
/ !111111il'1'l'.•,1111/JCll'/1•
Ante una silla que parecía el Juicio Final o, para ser mús exac-
tos, ante un Juicio Final que, al cabo de mucho tiempo y con
201
/'.'/ 1111i1 11•rs11d1·11/ /11d11
So Huxley, Doors of Perception, p. 55; véase también pp. 51, 54-58, 133-40.
81 Ibíd., p. 54.
82 Lilly, Center ofthe Cyc/one, pp. 24-25, 33, 88-90, 169; y Castaneda, a lo largo de sus primeros
cuatro libros.
83 MacLaine, It's All in the Playing, pp. 162-71.
84 Lilly, Center of the Cyc/one, p. 35; Huxley, This Timeless Moment, pp. 275-88; Weil, Natural
Mind, pp. 83, 95.
202
11111111i111·1·s1111¡1111·/1•
1111 dios «1·aídn" y lia d1· lcvanlarse.H" Nuestra tarea como seres huma-
11os 1·s t'll co11s1·1·111•11cia revertir esta «caída». Esta opinión encaja con
1·1 /l'i/ 1110/(f'evolucionista de la nueva Era, pero no resuelve la contra-
dicción básica. Si el yo es realmente Dios, ¿cómo puede no manifes-
1a rse como tal? De todas formas, no hay aquí más contradicción de la
que existe en la modalidad oriental del monismo panteísta, que tiene
111 ultitudes de seguidores.
85 Keen comenta la noción de Ichazo sobre la «caída» del hombre en «Conversation», p. 67.
86 Grof, «Beyond the Bounds of Psychoanalysis>>, pp. 86-88; Lilly, Center of the Cyclone, pp.
17, 35; LeShan, The Medium, the Mystic and the Physicist, pp. 232-64; .James, Varieties of
Religious Experience, p. 306; Zaehner, Zen, Drugs and Mysticism, p. 44.
87 Elisabeth Kübler-Ross, On Death and Dying (New York: Macmillan, 1969 [Sobre la muerte
y los moribundos, Barcelona: Grijalbo, 1993). Hay una explicación de sus opiniones y una
crítica desde la perspectiva cristiana en Phillip J. Swihart, The Edge of Death (Downers
Grove, 111.: lnlerVarsity Press, 1987), pp. 25-31; este libro contiene una útil bibliografía de
títulos sobre experiencias cercanas a la muerte y fuera del cuerpo.
88 Raymond .J. Moody Jr., Lije After Lije (New York: Bantam, 1976 [Vida después cfo /!1 Pid!I,
Madrid: Editorial Edaf, 1984]). Algunas librerías Nueva Era tienen una sección especial
dedicada exclusivamente a experiencias extracorporales.
203
/·.'/ 1111i111·1·.~11d1·11/ /11d11
Los recuerdos de una vida allll•rior s11po1H·11 1111a pnwha 111ús d1· 111
muerte como transición hacia otro eslado. MacLainc habla mu!'ho d1·
tales recuerdos en sus libros, sobre todo en Bailando e11 la luz. A travl·s
de la acupuntura que pone en marcha los recuerdos de vidas pasadas
y por medio de las consultas a channelers, médium, como Kevin Ryl'r
son -que habla con las voces de Tom McPherson (que afirma halwr
sido un ratero de la época isabelina) y Juan de Zebedeo (que se presen
ta como autor del Apocalipsis y el Evangelio de Juan)- MacLaine dic1•
que ha aprendido de o se ha visto a sí misma en anteriores encarnacio-
nes. Afirma, por ejemplo, que ha vivido miles de vidas, de manera qw·
ha sido bailarina en un harén, «un niño español que lleva zarcillos dl·
diamante, y en una iglesia, ... un moje meditando en una cueva, ... una
bailarina de ballet ruso ... un joven inca en Perú». También estuvo «in-
volucrada en el vudú» y, como «princesa de los elefantes» en India, en
una ocasión salvó una aldea de la destrucción y enseñó a sus habitantes
un nivel superior de moralidad. 89 En Todo está en el juego tiene una vi-
sión de cofres con cenizas que contenían, según le dijo su Yo Supremo,
«al hijo y al abuelo». Ella había sido los dos. 90
204
//11lllÚlll'l'Sll11/JUl'/I'
205
/•.'/ 1111i111•1· . . 11r/1•11//11,/11
206
/ l111111il'1'/'.'ill ll/llll'/1•
<J3 Ibíd., p. i40. Véase también la novela de Huxley Jsland (La is/a, Barcelona: Edhasa, 1996)
donde da a muchas de estas nociones de la nueva conciencia un tratamiento más completo e
imaginativo.
94 Lilly, Center of the Cyclone, p. 39. Las frases omitidas sugieren varias alternativas no
ocultistas, como el relativismo conceptual.
207
El universo de al lado
9f> Benjamin Whorf, Lc111y11ciye, 711011yht mu/ R('(l/Íl!J, l'd .. Joh11 ll. (';irroll ((';1111hridJ',t', Mn.'.: ..
M IT Pn•ss, l<)!i 1 l l.c•11y11C(ic•, pc•11sc1111ic•11/o .11 rc•c1/ic/11c/, l\;in·1·lo11a: ( 'irl'll lo d1· l .1·1·l11n·:., l IJ'llJ 11.
p. ;,7.
.1 11>\
Un universo aparte
1111)
/•,'/ 1111i111·1·s11d1·11/ lud11
102 LeShan, The Medium, the Mystic and the Physicist, p. 43. Para esta lista se basa en Bertrand
Russell, pero él la documenta en su propia experiencia y la de los clarividentes que ha
entrevistado.
103 Tengo serias sospechas de que entre el concepto de complementariedad que usan los
científicos y la versión de relativismo conceptual que defienden Le Shan y otros teóricos
de la nueva conciencia, no hay más que una relación metafórica. Para confirmarlo véase
Weinberg, «Sokal's Hoax», y Stenger, «New Age Physics», citados en la nota 24. Pero
siempre es un buen recurso retórico apelar al prestigio de la ciencia, incluso cuando se
defiende una cosmovisión que, si se pusiese en práctica, destruiría la iniciativa científica.
210
//¡¡ llltitlf'l'Sll ll/Jtll'/t•
211
/•."/ 1111i111•1·.~n .!1• 11/ /11.!11
109 Weil, Natural Mind, p. 67. Este criterio pragmático también rige los juicios de Charles Tart
y Jon Klimo (Klimo, Channeling, pp. xiv, 23).
110 Ibíd., pp. 48, 87.
111 R. D. Laing, citado por Peter Mezan, «After Freud and Jung, Now Comes R. D. Laing: Pop
shrink, Rebel, Yogi, Philosopher-King?» Esquire, enero 1972, p. 171.
112 Ibíd.
113 Ibíd.
212
//11 lllli/ll'l'SO 11/11/l'/I'
(,Es la Nueva Era una cosmovisión que va un paso más allá del
11iltilismoUTendrá lo que promete: una nueva vida, una nueva per-
·.011a, una nueva era? Hay algo claro: todavía no lo ha hecho, y el ar-
¡',1111H~nto de que mañana lo hará no ofrece mucha garantía. Ya hemos
l1·11ido visionarios antes, y ni ellos ni sus seguidores han hecho mucho
para salvarse a sí mismos o al mundo. Mañana siempre está en cami-
111 >. Como dijo Alexander Pope: «la esperanza brota eterna en el pecho
d(·I hombre». 114
No tenemos mucha garantía de que con la conciencia cósmica lle-
gue la nueva sociedad. Hay mucha más razón para el pesimismo, por-
que ]a cosmovisión de la nueva conciencia está llena de incoherencias
internas, y ni siquiera ha empezado a resolver los dilemas planteados
por el nihilismo naturalista o el misticismo oriental. Simplemente los
i¡.i;nora.
La primera dificultad principal en la cosmovisión de la Nueva Era
es una que comparte con el naturalismo y el monismo panteísta. La
noción de un universo cerrado, la ausencia de un Dios trascenden-
te, plantea un problema. William lrwin Thompson dice: «Dios es al
universo lo que ]a gramática al lenguaje». 115 Dios es meramente la es-
tructura del universo. Ya hemos visto cómo esta situación hace impo-
sible la ética, porque o bien no hay valor en absoluto en el universo
exterior (naturalismo puro), o bien Dios es inseparable de todas sus
actividades, y desaparecen las distinciones entre el bien y el mal en el
cosmos.
Los defensores de la Nueva Era no han resuelto ni de lejos este
problema. Sin duda, muchos dan por sentado que la supervivencia de
la raza humana es un valor primordial, e insisten en que a menos que
la humanidad evolucione, a menos que el hombre sea radicalmente
transformado, la humanidad desaparecerá. Pero algunos de ellos dis-
cuten cuestiones éticas, y los hay que admiten que en la Nueva Era
desaparecen ]as categorías del bien y el mal, como ocurre con las cate-
gorías del tiempo y el espacio, la ilusión y la realidad. Incluso los que
optaron por las distinciones morales tienen cuidado de no ser quis-
213
/•.'/ 1111i1'1'/'.'ifl ,¡,. 11/ /11,/11
116 En este punto hay una pequeña diferencia entre B. F. Skinner y William lrwin Thomp~1111.
véase Beyond Freedom and Dignity, pp. 180-82, y Passages About Earth, pp. 117-18.
117 Wilber, Brief History of Euerything, p. 336. Con la expresión «holon humano» Wilbl'r '"'
refiere al complejo todo/parte que constituye el ser humano.
214
/ 111 llllÍl't'/'Sll U/ltll'/t•
' 11111 d1•I jefe de los ángeles caídos, Satanás. Pero la enseñanza bíblica
"1 1·n·a de éste mundo espiritual es poco detallada, y la que se da está
l11·1·111•11temente expresada en forma de alusiones a prácticas religiosas
p¡t¡',anas y de advertencias para no jugar con el reino de los espíritus.
1'11cde resultar extraño que el teísmo cristiano no tenga una an-
1'.1'1 dogía bien desarrollada. Si existen seres poderosos y dinámicos de
11.ll 11raleza benéfica, ¿por qué no podemos contactar con ellos, usarlos
1111110 guías y aprovechar su poder para nuestros propios fines huma-
1111s'? La razón principal es simple: Dios es el único al que podemos
111irar como fuente de poder, sabiduría y conocimiento. iCon qué faci-
l11bd adoraríamos a los ángeles y nos olvidaríamos de Dios!
l•:sto es precisamente lo que ocurrió en los inicios de la iglesia
nisl iana. Los gnósticos, quizás con influencias de la astrología cal-
d1 ·a, enseñaban que Dios está demasiado en lo alto, demasiado lejos
1·111110 para interesarse personalmente por simples seres humanos.
l'1·ro existen otros seres -«principados» y «potestades»- que están
¡111r encima de los hombres pero por debajo de Dios. Si seguimos esos
.irgumentos, tenemos que aprender a aplacar a los seres espirituales
1111•11os amistosos e invocar en nuestra ayuda a los más amistosos. En
111 lµ;lesia Católica Romana quedan vestigios de esta idea en su con-
1·1·pto de los santos. Hay que buscar a María, porque ella es humana
' rnnoce nuestras necesidades; ella a su vez le pedirá a Dios que nos
.1v11de: Sancta María, ora pro nobis. El problema ha sido que está
11oción ha tendido a sobreexaltar a los santos difuntos en detrimento
d1· Dios.
Los santos y los ángeles tienen un papel bastante diferente en la
Biblia. La palabra santo se refiere sencillamente al miembro de la
i¡',lcsia o cristiano, y los ángeles están exclusivamente a las órdenes
d1· Dios. No están a expensas de la manipulación de los hombres. El
11ifinito amor de Dios se manifiesta en muchas formas finitas, pero
1111icamente él es nuestro ayudador. Aunque a veces emplea ángeles
para cumplir su propósito, no necesita intermediarios. Él mismo se
l1izo hombre, y nos conoce desde lo más profundo hasta lo más su-
1H'rficial.
215
l·.'/ 1111il'1'/',•,11tl1·11/ /11tl11
118 Véase, por ejemplo, Mt. 7:21-23; Le. 10:20; Hch. 8:9-24; 13:8-11; 19:11-20; Gá. 5:19-21; Stg.
3:13-18; Ap. 21:8. Véase también J. S. Wright y KA. Kitchen, «Magic and Sorcery>>, en New
Bible Dictionary, ed. l. Howard Marshall et al., 3ª ed. (Downers Grove, Ill.: InterVarsity
Press, 1961), pp. 713-17.
216
11111111i111·1·so11¡1111·/1•
217
/•."/ 1111il't'l'.~11 t!1· ,,¡ /11t!11
11
son descripciones igualmenle vúlidas de la n~alidad. " l•'.111·sla wrsi1111
del pensamiento Nueva Era no hay verdad de correspo11dc11l'ia 1·11 1•1
Inteligencia Libre o niveles superiores de conciencia, sólo un pal rú11
de coherencia interna. Por tanto, no hay crítica de ideas o expcri¡·11
cías. Cada sistema es igualmente válido; solamente debe pasar el ll•sl
de la experiencia, y la experiencia es algo privado.
Llevada a su conclusión lógica, este concepto es una forma de ni
hilismo epistemológico. 12 º Porque nunca podemos saber lo que real
mente es. Sólo podemos saber lo que experimentamos. La otra cara d1 ·
la moneda es que el pivote central es el yo -o el dios, si se prefiere- y
la realidad es lo que cualquier dios considera que es o hace que sea.
Estamos en un callejón sin salida. Es una cuestión primordial: o
bien que el yo es dios y la Nueva Era es una lectura de las consecm•n
cías de esto, o el yo no es dios y por tanto está sujeto a la existencia d1·
cosas diferentes de él mismo.
Para el yo que opta por su propia divinidad, no hay argumento qu¡•
valga. La acusación naturalista de que esto es megalomanía, o la teísla
de que eso es blasfemia, acompaña la cuestión. Teóricamente, ese yo
sólo acepta como real lo que decide aceptar. Sería vano en la teoría
(aunque quizás no en la práctica) intentar despertar a quienes se con-
sideran dioses. Si derramamos té caliente en su cabeza puede que no
se produzca una respuesta concreta. Pero por probar ...
Tal vez (¿cómo vamos a saberlo?) sea ésta la situación de los psicó-
ticos que han abandonado totalmente la conversación con otros. ¿Es-
tán creando su propio universo? ¿cuál es su estado subjetivo? Sólo
si despiertan podemos averiguarlo, y entonces la memoria suele ser
poco clara, si es que aún sigue. Pero quizás este universo es nuestro
universo ficticio y nosotros mismos estamos solos en la esquina de un
pabellón de hospital soñando que leemos este libro, que en realidad
hemos creado con nuestra maquinaria inconsciente de proyección de
la realidad.
La mayoría no sigue este camino. Hacerlo es retroceder en los co-
rredores de la regresión infinita. La náusea se basa en este camino, y
la mayoría de nosotros prefiere un estómago más tranquilo. Así que
119 El término válido sufre algunas interesantes permutaciones en LcShan, The Medium, the
Mystic and the Physicist, pp. 99, 108, 150, 154, 210.
120 Thielicke lo llamaría posiblemente nihilismo encubierto; véase Thielicke, Nihilism, pp. 36,
63-65.
218
//111111i/lr'/'.~r111¡1111·/r•
1·1111la11111s ('011 l;1 1·xisll'11('ia de 110 sólo nuestro propio yo si no los yos
d1· los otros, y ('1tlo11('CS necesitamos un sistema que proporcione no
~;1'110 unidad a nuestro mundo sino también conocimiento. Queremos
~;:i her qué otras personas y cosas habitan también nuestro mundo.
Pero si no somos el dador de la unidad (dios), ¿quién o qué lo es?
Si respondemos que el cosmos, acabamos en el nihilismo naturalista.
Si decimos que es Dios, quien es el uno y todo, acabamos pronto en el
nihilismo panteísta. Así que necesitamos, como dice Samuel McCrac-
kl•n en su brillante ensayo sobre la mentalidad del mundo de las dro-
gas, «con cierto conjunto de sencillas y funcionales ideas: que hay una
realidad ahí fuera, que podemos percibirla, que no importa lo difícil
que sea la percepción, que la realidad es al final un hecho externo». 121
Necesitamos también una base para pensar que se pueden afrontar
tales necesidades. lDónde vamos a buscarla? No precisamente en el
posmodernismo, como veremos a continuación.
121 Samuel McCracken, «The Drugs of Habit», Commentary, junio 1971, p. 49.
219
Capítulo 9
EL HORIZONTE DESVANECIDO
Posmodernismo
«iQue a dónde se ha ido Dios? -exclamó-, os lo voy a decir. Lo
hemos matado: ivosotros y yo! Todos somos su asesino. Pero
icómo hemos podido hacerlo? iCómo hemos podido bebernos el
mar? iQuién nos prestó la esponja para borrar el horizonte... iNo
erramos como a través de una nada infinita? iNo nos roza el soplo
del espacio vacío... ¿No nos llega todavía ningún olor de la putre-
facción divina? iTambién los dioses se pudren! iDios ha muerto! iY
nosotros lo hemos matado! iCómo podremos consolarnos, asesinos
entre los asesinos? ... «Vengo demasiado pronto -dijo entonces-,
todavía no ha llegado mi tiempo. Este enorme suceso todavía está
en camino y no ha llegado hasta los oídos de los hombres».
1 Friedrich Nietzsche, «The Madman», Gay Science 125, en The Portable Nietzsche, traducción
inglesa de Walter Kaufmann (NewYork: Viking, 1954), pp. 95-96. En español, La gaya ciencia,
Madrid. Edaf, 2002.
221
/•.'/ 1111i1•1•1·~;11e/e·11/ /111/11
El problema de la definición
222
i\111111111· 1·1 prnf1.,o.;11r lli:il> l lassan fue uno de los primeros intelec-
111:il1 ·s q111· 1·scril>iú sohrc el posmodernismo, él mismo confiesa, «Hoy
·.1· 1111·11os sobre posmodernidad que hace treinta años [1971], cuando
1·11qH·cé a escribir sobre el tema ... [todavía hoy] no hay consenso acer-
1·:1 de lo que significa posmodernismo».
1)ice Hassan que no conseguiríamos que los principales expertos se
p11sicran de acuerdo en sus escritos sobre el tema ni encerrándolos en
111ia habitación una semana para debatir, «aunque sí podríamos ver
1111 reguero de sangre por debajo de la puerta». A pesar de todo, se-
11:ila algunos elementos comunes: «fragmentos, hibridez, relativismo,
j11L~go, parodia, pastiche, postura irónica anti ideológica, unos valores
q11c rozan lo kitsch y afectado». 5 Mark Lilla afirma algo similar acerca
dd «posmodernismo académico»; lo describe como «una constela-
1·ión holgadamente estructurada de disciplinas efímeras como estu-
dios culturales, estudios homosexuales, estudios científicos y teoría
postcolonial». Dice también que «toma libremente de una gran can-
1idad de obras (traducidas) de intelectuales como Jacques Derrida,
Michel Foucault y Jean-Frarn;ois Lyotard». Después añade que «dada
la imposibilidad de imponer un orden lógico sobre ideas tan dispares
como estas, el posmodernismo se muestra amplio en actitud y corto
L~n argumento». 6
Habitualmente se ha pensado que el término posmodernismo surge
primero en referencia a la arquitectura, al apartarse los arquitectos
de las simples e impersonales cajas de cemento, vidrios y acero, para
realizar complejas formas, trazando motivos del pasado sin preocu-
parse por su propósito original o su función.7 Pero cuando el sociólogo
francés Jean-Frarn;ois Lyotard utilizó el término posmoderno para se-
4 Al escribir este capítulo me han resultado útiles las siguientes exposiciones y comentarios;
la lista podría extenderse a todas las fuentes citadas en las notas a este capítulo: Steven
Best and Douglas Kellner, Postmodern Theor·y (New York: Guilford, 1991); Steven Connor,
Postmodernist Culture (Oxford: Blackwell, 1989); Fredric B. Burnham, Postmodern
Theology: Christian Faith in a Pluralist Wor"ld (San Francisco: HarperSanFrancisco, 1989);
Albert Borgmann, Crossing the Postmodem Divide (Chicago: University of Chicago Press,
1992); and Stephen Toulmin, Cosmopolis: The Hidden Agenda ofModernity (New York: Free
Press, 1990 [Cosmópolis: el trasfondo de la modemidml, Barcelona: Ediciones Península,
2001).
5 Ihab Hassan, «Postmodernism to Posmodernity» <www/ihabhassan.com/postmodernism_
to_posmodcrnity.htm>. Su obra principal sobre el posmodernismo fue The Dismemberment
ofOrpheus: Toward a Postmodem Literature (NewYork: Oxford University Press, 1971).
6 Mark Lilla, «The Politics of Jacques Derrida», New York Review of Books, 25 de junio de
1998, p. 36. Lilla es profesor de pensamiento social en la Universidad de Chicago.
223
/•.'/ 1111il'1'l'."ll i/1• 11/ /11i/11
224
/•.'/ /i111·i11111fl' tf1°Sl'lllll'l'itfu
225
/•.'/ 1111i111·r.•;11,¡,.11/ /11,/11
10 He tratado esta cuestión en Naming the Elephant: Worldview as a Concept (Downers Grove,
ID.: InterVarsity Press, 2004).
11 Capítulo 2, p. 32.
12 Sin embargo, algunos filósofos naturalistas, como Paul M. Churchland y Patricia Smith
Churchland, han regresado hacia un nuevo énfasis en los mecanismos inherentes en el orden
material. Véase «Naturalistic Epistemology», en The Cambridge Dictionary of Philosophy,
ed. Robert Audi (Cambridge: Cambridge University Press, 1995), pp. 518-19.
13 Dedico a este asunto el cap. 3 de Naming the Elephant (Downers Grove, Ill.: InterVarsity
Press, 2004), pp. 51-73.
226
1. ·111111·i11111/1• i/1·.~1111111•<'ii/u
Así, ll(•vú ('I 11u'·tlHl11 d(• la duda casi (no totalmente) hasta el límite.
i.<)ut'· puedo dudar'? Se preguntaba en la tranquilidad de su estudio.
S11 ('onclusión fue que podía dudarlo todo excepto el hecho de que
1·staba dudando (dudar es pensar). Por eso, concluyó: «Pienso, luego
1·xisto». Después consideró también si había algo más, aparte de su
propia existencia, de lo que pudiera estar seguro. Tras una serie de
argumentaciones, escribió:
14 Hace unos treinta años escribí un trabajo para un curso universitario en filosofía del XVII.
En él demostré, para satisfacción propia y de mi profesor, que Descartes y Tomás de Aquino
mantenían idénticos puntos de vista en cuanto a Dios. Lo que no consideré entonces
es que el interés del francés en cómo conocía la existencia de Dios llegaría a tener tales
consecuencias.
15 René Descartes, «Meditation Il», en Philosophical Wol'ks, traducción inglesa de Elizabeth S.
Haldane and G. R T. Ross, 2 vols. (New York: Dover, 1955), 1:152. En español, Meditaciones
metafísicas y otros textos, Madrid: Editorial Gredos, 1997.
227
l·.'l 1111i1'1'l'.O,ll "•' 11/ /11d11
16 Por supuesto, para Kant la «realidad creadora» no debe entenderse como lo hace la Nueva Era;
las categorías por medio de las cuales entendemos la realidad -espacio, tiempo, etc.- son
parte de nuestras dotes como seres humanos, forman la estructura de nuestro conocimiento.
17 Por desgracia, debo reconocer que mis comentarios sobre Descartes, Hume y Kant son
superficiales, tal vez más de lo tolerable. Pero, aunque el cuadro está hecho con brocha gorda,
creo que los trazos dibujan la figura correcta. Para el estudio de la filosofía moderna, he
encontrado muy valiosa la obra de Copleston History of Philosophy (Frederick Copleston, A
History of Philosophy, vals. 4-9 [London: Burns and Oates, 1958-74]. En español, Historia
de la filosofía, Barcelona, Ariel, 2004. Pero para las cuestiones tratadas aquí véase Robert
C. Solomon, Continental Philosophy Since 1750: The Rise and Fall of the Se/f (New York:
Oxford University Press, 1988).
228
1111 q11i1·11 1T1·:1 11 1·1111.·;n c•I ¡11·11sar'? t.Y si la actividad del pensamiento
1111 n·q11i1•n• 1111 a¡•,1·111<· sino que simplemente produce la ilusión de
1111 aµ,1•11ll''? 1! c1.Y si súlo está el pensamiento, un flujo de lenguaje sin
1
rnmo señaló en la parábola del loco, hace falta tiempo para que las
ideas penetren en la cultura. El loco dice haber llegado demasiado
pronto. Había cumplido con la misión, pero en la década de 1880 la
situación aún no estaba madura. En los años cincuenta y sesenta del
siglo XX se empezaron a oír en las voces de Jean Paul Sartre y Albert
Camus las nuevas que había anunciado el loco. En los noventa, todos
los occidentales y buena parte de los orientales ya se habían percatado
de que la razón humana está casi muerta. Es verdad que la mayoría de
filósofos no se ha rendido, tal vez no porque se jueguen mucho sino
porque se lo juegan todo. 19 Mu ch os científicos y expertos en tecnología
siguen confiando que la ciencia les proporciona conocimiento segu-
ro, pero parece que son los últimos que mantienen esa posición en el
mundo intelectual.
La muerte de la verdad
18 «En otro tiempo, en efecto se creía en 'el alma' corno se creía en la gramática y en el sujeto
gramatical; se decía 'yo' es condición, 'pienso' es predicado y condicionado -pensar una
actividad para la cual hay que pensar como causa un sujeto. Después, con una tenacidad
y una astucia admirables, se hizo la tentativa de ver si no se podría salir de esa red- y se
preguntaba si acaso lo contrario era verdadero; 'pienso' la condición, 'yo' lo condicionado;
'yo', pues, sólo una síntesis hecha por el pensar mismo». (Friedrich Nietzsche, Beyond Good
and Evil, sec. 54. en The Basic Writings of Nietzsche, ed. Walter Kaufrnann [New York:
Modern Library, 1969], p. :257); véase también un comentario más extenso en las secciones
16-17, pp. :213-14. En español, Más allá del bien y del mal, Barcelona: Ediciones Altaya,
1998.
19 Richard Rorty, por ejemplo, dejó su puesto en el departamento de filosofía de la Universidad
de Princeton para ser profesor de humanidades en la de Virginia.
229
/•.'/ 1111il'1'l'.~o d1• 11/ /crdo
230
l·.'/ /lfll'i1.1111fc• clc•s111111c·1·ic/11
22 Nietzsche, «On Truth and Lie in an Extra-moral Sense», en The Portable Nietzsche,
traducción inglesa de Walter Kaufmann (New York: Viking, 1954), pp. 46-47. En español,
Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Madrid: Editorial Tecnos, 1990.
23 Ibíd.
231
1
/•.'/ 1111i1 1•1•,o;,1 ,¡•. "' '"""
24 Richard Rorty, Contingency, lrony and SolidarihJ (Cambridge: Cambridge University Press,
1989 [Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1996]), pp.
6-7. Compárese esta afirmación de Rorty con esta otra de Michel Foucault: «La 'verdad' debe
entenderse como un sistema de procedimientos ordenados para la producción, regulación,
distribución, circulación y operaciones de afirmaciones» («Truth and Power» [de Power/
Knowledge], en The Foucault Reader, ed. Paul Rabinow [New York: Pantheon, 1984], p.
74). En español, hay varias recopilaciones de Foucault, como Obras esenciales de Michel
Foucault, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
25 Willard Van Orman Qui ne, «Two Dogmas of Empiricism», en From a Logical Point of View,
2ª ed. (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1980 [Desde un punto de vista lógico,
Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 2002]), p. 44. Quine añade, «Epistemológicamente son
mitos con el mismo fundamento que los objetos físicos y los dioses, ni mejores ni peores
excepto por las diferencias en el grado en que facilitan nuestras relaciones con la experiencia
sensorial» (Ibíd., p. 45). Debo esta observación a C. Stephen Evans.
232
/·.'/ h111·iz1111/1• i/1·.~ro11111·1·ii/11
l•:s f;'H'il V!'I' !'Ú1110 1•sla 11o!'iú11, al apli!'al'S!~ a las afirn1acio1H's reli-
~iosas, provoca un relativismo radical."" Ninguna historia es mús ver-
dadera que otra. ¿Funciona el relato? Es decir lsatisface al narrador?
(.Te proporciona lo que quieres: un sentido de pertenencia, paz conti-
~o mismo, esperanza para el futuro, una manera de ordenar tu vida?
Es todo lo que se puede pedir.
Hay también un problema con las propias narraciones. ¿cómo es el
lenguaje en el que han de expresarse para ser interpretadas? En la sec-
ción deconstructivista del posmodernismo, las historias que nos con-
tamos a nosotros y a los demás no tienen un significado determinado.
Están sujetas a la mala interpretación por la falta de entendimiento o
trasfondo básico, o por la diferencia de trasfondo y contexto entre el
escritor o el hablante y el lector u oyente. Hay una indeterminación in-
herente en el lenguaje mismo. Todas las historias contienen las semi-
llas de la contradicción interna. 27 Los textos y declaraciones significan
solamente lo que los lectores consideren que significan. 28
Así pues, en el posmodernismo hay una deriva desde (1) la noción
«premoderna» cristiana de una determinada metanarrativa revelada,
hasta (2) la noción «moderna» de autonomía de la razón humana con
acceso a la verdad de correspondencia, y finalmente (3) la idea pos-
moderna de que creamos verdad en la medida en que construimos
lenguajes que sirven a nuestros propósitos, aunque esos propios len-
guajes son deconstruidos bajo el análisis.
26 He tratado con más detalle el relativismo religioso en los capítulos 5-6 ele Chl'is Chl'ismun
Caes to Co/lege (Downers Grove, Ill.: InterVarsily Press, 1993), pp. 45-68.
27 Lilla, «Politics of Jacques Derrida», p. 38.
28 Hay una breve y útil introducción en Harold K. Bush Jr., «Poststructuralism as Thcory alHI
Practice in fue English Class Room», ERIC Digest (1995), que se puede encontrar, a lcl'ha de
traducción de este libro, en <www.indiana.edu/-reading/ieo/digests/d104.html>.
233
/•.'/ 1111/111°1'.~11tl1•11/ /11tl11
29 En una sociedad posmoderna que reflexiona sobre sí misma, Lyotard señala, «la mayoría
de personas ha perdido la nostalgia por la narrativa perdida. Esto no implica en absoluto
que hayan quedado reducidos a la barbarie. Lo que les salva es su conocimiento de que
la legitimación sólo puede surgir de su propia práctica lingüística y de su comunicada
interacción» (Postmodern Condition, p. 41). No parece que a Lyotard le preocupe que su
propia historia actúe como metanarrativa (algo que ha perdido credibilidad en una sociedad
posmoderna, según él) y por tanto no sea más digna de crédito que cualquier otra historia o
explicación.
234
« 111< Hll'l'll<> » ha d1·111osl rado su poder durante tres siglos. Pero con el
pos modernismo la situación se ha invertido. No hay conocimiento pu-
ramente objetivo, no hay verdad de correspondencia. En su lugar hay
solamente historias, relatos que, cuando se creen, otorgan al narrador
poder sobre los demás.
Varios de los principales teóricos posrnodernos, especialmente Mi-
chel Foucault, subrayan la importancia de esta relación. Todo relato,
excepto el de uno mismo, es opresivo. Todas las sociedades modernas,
por ejemplo, definen la «locura» de tal manera que quienes caen en
esa categoría son puestos fuera del camino del resto de la sociedad.
Puesto que no hay manera de saber lo que es realmente la locura, todo
lo que tenernos son nuestras propias definiciones. 30 Rechazar la opre-
sión es rechazar todos los relatos que la sociedad nos cuenta. Está cla-
ro que esto es la anarquía, cosa que Foucault, corno veremos, acepta.
Aquí podernos trazar un movimiento desde (1) una aceptación
«premoderna» de una metanarrativa escrita por Dios y revelada en la
Escritura, hasta (2) una metanarrativa «moderna» de la razón univer-
sal que nos trae la verdad sobre la realidad, hasta (3) una reducción
«posrnoderna» de todas las metanarrativas a intrigas de poder.
235
/•.'/ 1111i1 1 1•1·.~111/1• 11/ l11cl11
32 Jean Paul Sartre, «Existentialism», enA Casebook on Existentialism, ed. William V. Spanos
(New York: Thomas Y. Crowell, t966), p. 289. No obstante, para Sartre, el yo auténtico nunca
está preso de su contexto cultural ni de ninguna metanarrativa; es radicalmente libre. En
español, podemos leer Existencialismo es un humanfamo, Barcelona: Edhasa, 2002.
33 Véase el tratamiento que Rmty hace de Freud como «poeta poderoso» en Contingency, pp.
20, 28, 30-34 y sus comentarios sobre el poder de la poesía (pp. 151-s2) y sobre la verdad
como «todo aquello que resulta de una comunicación no distorsionada» (p. 67; también pp.
52, 68).
34 Grenz, Pl'imel' on Postmodernism, p. 130. Grenz cita también a Foucault: «Para todos los
que aún desean pensar sobre el hombre, sobre su reinado, o sobre su liberación, a todos los
que siguen haciéndose preguntas sobre lo que es el hombre en su esencia, a todos los que
quieran tomarlo como punto de partida en sus intentos por alcanzar la verdad ... a todas esas
retorcidas y deformadas formas de reflexión sólo podemos responder con una risa filosófica:
lo que, en cierta medida, equivale a una risa muda (de The Order of Things [New York:
Random House-Pantheon, 1971], pp. 342-43, citado en Grenz, Pl'imer on Postmodernism, p.
131).
236
/•,'/ /11,,.iz1111/1• tl1·s11u111Titlo
No hay mucho motivo para dar más explicaciones a esta noción. Por
una parte, es una versión posmoderna de un relativismo mucho más
antiguo. 35 Por la otra parte, es la extensión ética de la noción según
la cual es verdad aquello que decidimos que lo sea. El comentario de
Rorty servirá para mostrar que esta no es una posición precisamente
feliz para la gente de «buena voluntad».
237
/•.'/ 1111i11c·1·.~11c/r•11//w/11
i'·:I ad111il1• que t•slo siµ,11ifil'a l(lll' si alµ,1111:1 sol'i1•dad l'ut11r;1 d1•1·1d1·
que lo que quiere es el fascismo, 110 hahr:·1 i11l1~rt'•s por 1111:1 so<'ic•d11d
democrática, liberal o de cualquier olro µ,C:~nero. De manera q111· 1111
se apela a un bien superior que esté fuera de la familia humana. N11·1
quedamos con un relativismo ético radical. El bien es cualquil'r 1·11.•¡¡1
que elijan hacer los que ostentan el poder en una sociedad. Si alµ,11i1·11
es feliz con el tipo de líneas éticas que marca la sociedad, la lilwrtad
individual sigue estando ahí. Pero ¿y si un individuo rehúsa hablar c•I
lenguaje ético de su comunidad?
Tomemos a Foucault, en muchos aspectos el más anarquista raclil'al
de los principales teóricos posmodernos: para él el bien mayor es la 1i
bertad de un individuo para llevar al máximo el placer. 37 Foucault 1i1·
ne tanto miedo de que «la sociedad constituya una conspiración para
ahogar los anhelos individuales de autoexpresión» que «sufre una
profunda agonía con la cuestión de si la violación debe ser regulada
por la justicia penal». Para él, escribe Ronald Beiner, «ley= represión:
descriminalización = libertad». 38 El posmodernismo no puede hac1·r
ningún juicio discriminatorio sobre tal opinión. Sólo puede observar
y comentar: tendrán que fastidiarse los que se encuentran oprimidos
por la mayoría.
Incluso lo valioso de la literatura se ve como creación del lector.
Según escribe Kevin J. H. Dettmar, ahora es común la creencia «que
el valor artístico no es trascendente sino contingente: que el valor no
reside estrictamente en el texto, sino en una compleja interacción en-
tre lo que el texto dice y hace, y lo que el lector quiere y necesita».39
De nuevo vemos el paso desde (1) la ética teísta premoderna basada
en el carácter de un Dios trascendente que es bueno y nos ha revelado
su bondad, hasta (2) la ética «moderna» basada en la noción de una
razón humana universal y en la experiencia y la capacidad humana
para discernir objetivamente lo correcto de lo incorrecto, hasta (3) la
idea posmoderna de que la moralidad es la multiplicidad de lenguajes
usados para describir lo correcto y lo incorrecto.
37 Ronald Beiner, «Foucault's Hyper-liberalism», Critícal Review, Verano 1995, pp. 349-70.
38 lbíd., pp. 353-54.
39 Dettmar señala que su opinión «ha sido articulada con gran influencia» de Barbara Herrnstein
Smith, en Contingencies of Value (Cambridge: Harvard Uniyersity Press, 1988). Véase Keyin
J. H. Dettmar, «What's So Great About Great Books», Chronicle of Higher Education, 11 de
septiembre de 1998, p. B6.
238
/·:/ li11l'izo11/1· dl'S1'11111·1·ido
239
/·.'/ 1111i1 11'l'.'oll 1/1• 11//111/11
42 Mark Krupnick, «Why Aie English Departments Still Fighting the Culture Wars?» Chroniclr
uf Higher Education, 20 de septiembre de 2002, p. B16.
43 .John M. Ellis, Against Deconstruction (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1989);
Caleb Crain, «lnside the MLA: or, Is Literature Enough?» Lingua Franca, marzo 1999, pp.
35-43.
44 Ilan Stavans, «A Literary Crilic's Journey to the Culture at Large», Chronicle of Higher Edu-
cation, 9 de agosto de 2003, p. B7.
45 Morris Dickstein, «Literary Theory and Historical Understanding», Chronicle uf Higher
J~ducation, 23 de mayo de 2003, pp. B7-10.
240
l'i 11a l1111·11I1 · s1 ·11:ilo 1111;1 lt ·1 Hlc11cia bastante extraña. Daniel y Nane-
11(' Barash proprn1t·11 1111 al'.ercamiento literario que es a la vez pos-
111oderno por ser nuevo (por lo que sé) y retrógrado: un retorno a la
modernidad científica. Sugieren que el «principio organizador» de la
crítica literaria sea la teoría de la evolución biológica. «Más que cons-
truir una colección de figuraciones desconectadas, la literatura refleja
la interacción (real o imaginada) de los organismos vivos con el mun-
do en el que han evolucionado y al que se han adaptado». 46
Los estudios literarios han retrocedido en general de algunas de sus
más audaces e irracionales formulaciones teóricas, pero cientos de
graduados de literatura se han formado en estas teorías, en su tiempo
vanguardistas, y las han llevado a sus clases de secundaria. Incluso
habiendo ahora una visible reacción inversa, esos planteamientos ten-
drán efecto a largo plazo.47
Por supuesto, la vanguardia está siempre en movimiento. La moda
intelectual de hoy es la insensatez olvidada de mañana. Y lo que le si-
gue está aún por ver. Todo el movimiento posmoderno puede estar en
problemas por una cuestión. Como veremos, sus contradicciones in-
ternas son casi tan abundantes como las del pensamiento Nueva Era.
Pero entonces, si la historia se desarrollase desde una buena razón
hasta la siguiente mejor razón (lo que contamos en este libro, dejando
aparte este capítulo) sería diferente. Sin embargo, podemos ver por
qué buena parte del posmodernismo tal vez no nos acompañe durante
mucho tiempo.
46 David P. Ilarash y Nanelle Barash, «Biology as a Lens: Evolution and Literary Criticism»,
Chronicle of Higher Education, octubre 2002, pp. B7-9.
47 Karen J. Winkler comenta el lanzamiento y el retroceso de la teoría literaria posmoderna en
«Scholars Mark the Beginning ofthe Age ofPost-Lhemy»; Chronicle of Higher Education,
13 de octubre de 1993, p. A9. Véase también Frank Lcntricchia, «Last Will and Testament of
an Ex-Literary Critic», Lingua Franca, septiembre/octubre 1996, pp. 59-67.
48 En The Death of Truth (Minneapolis: Bethany House, 1996), Dennis McCallum ha
recopilado una serie de ensayos críticos sobre el posmodernismo en la sanidad, la literatura,
la educación, la historia, la psicoterapia, el derecho, la ciencia y la religión, escritos por
expertos en cada materia.
241
/•,'/ 1111il'1'l'.~11e/e•11/ /11c/11
49 Gertrude Himmelfarb, «Tradition and Creativity in the Writing of IIistory; First Things, no-
viembre 1992, p. 28. Este ensayo, que se ocupa de la historia, el derecho, la filosofía y la
cultura en general, merece ser leído en su totalidad (pp. 28-36).
50 Ibíd., p. 30.
51 Gertrude Himmelfarb, «Where HaveAll the Footnotes Gone?» en On Looking into theAbyss
(New York: Alfrcd A. Knopf, 1994)'
52 Keith Jenkins, Re-thinking History (London: Routledge, 1991), p. 70 (la última frase del
libro). Para un alegato por la retirada de la historiografía posmoderna, véase Jeffrey N.
Westerstrom, «Are You Now or Have You Ever Been ... Postmodern?» Chronicle of Higher
Education, 11 de septiembre de 1998, p. B4.
S3 Para un estudio de estas cuestiones en la filosofía de la ciencia, véase Del Ratzsch, Science and
lts Limits: The Natural Sciences in Christian Perspective (Downers Grove, Ill.: InterVarsity
Press, 2000).
242
l·."/ hori1.1111/1· rl1·spww1·ido
l.;1wrdad <'i1 ·111 í lil'a 1·s d lenguaje que usamos para conseguir lo que
q11crl'111os. « l .a única prueba de que las reglas [de la práctica cientí-
licaJ son buenas es el consenso general de los expertos al respecto»,
escribió Lyotard.s4 La ciencia es lo que los científicos dicen que es.ss
A lo que un científico bromista ha replicado: «ahora, salte desde una
décima planta y dígalo otra vez». Pero eso es entender mal a los teó-
ricos posmodernos. No dicen que no exista el mundo espiritual; más
bien están dando un «informe» sobre el estatus y la naturaleza de las
declaraciones científicas para el conocimiento a la luz de la imposibi-
lidad de acceder directamente a la realidad con nuestro equipamiento
epistémico. El mundo no nos habla. Nuestras mentes no acceden a
las esencias que determinan la realidad, las que hacen que la madera
sea madera y el metal metal. Nosotros le hablamos al mundo. Deci-
mos «madera» o «metal» y colocamos esas palabras en oraciones que
suelen darnos lo que queremos. Cuando no lo hacen, decimos que son
oraciones falsas. Mejor deberíamos decir que no funcionan.
Muchos escritos posmodernos sobre la ciencia se han expresado en
un lenguaje sumamente obscuro. Esto ha frustrado a científicos prác-
ticos y ha embaucado a los editores de al menos un periódico posmo-
derno. Alan Sokal, un físico de la Universidad de Nueva York, envió
un artículo titulado «Traspasando los límites: hacia una hermenéutica
trasformativa de la física cuántica» para su publicación en el periódico
Social Text.s 6 Los editores, sin darse cuenta de que el artículo estaba
lleno de absurdos desde el punto de vista de la física y de la sociología,
lo aceptaron y lo publicaron. Entonces Sokal anunció en Lingua Fran-
ca que el artículo era una parodia, escrito para poner en evidencia lo
absurdo de muchos análisis posmodernos en la cultura en general y
243
/.,'/ 1111ir 1 1•1·.~11 r/1• ul lut/11
Franca, julio/agosto 1996, pp. 54-64; Bruce V. Lewenstein, «Science and Society: the
Continuing Value of Reasoned Debate», Chronicle of Higher Education, 21 de junio de 1996,
pp. Bl-2; Liz McMillan, «The Science Wars», Chronicle of Higher Education, 28 de junio de
1996, pp. AB-9, 13; Steven Weinberg, «Sokal's Hoax», New York Review ofBooks, 8 de agosto
de 1996, pp. 11-15; «Sokal's Hoax: An Exchange», New York Review of Books, 3 de octubre
de 1996, pp. 54-56; «Footnotes»; Chronicle of Higher Education, 22 de noviembre de 1996,
p. AS. Véase también Alan Sokal y John Bricmont, Fashionable Nonsense: Postmodern
Intellectuals' Abuse of Science (New York: Picador, 1998), y The Sokal Hoax: The Sham
That Shocked the Academy, ed. por los editores de Lingua Franca (Lincoln: University of
Nebraska Press, 2000). En nuestro idioma podemos leer a Sokal y Bricmont en Imposturas
intelectuales, Barcelona: Paidós, 2002.
57 Richard Monastersky, «The Emperor's New Science: French TV Stars Rock the World
of Theoretical Physics», Chronicle of Higher Education, 15 de noviembre de 2002, pp.
A16-18.
244
na» (' i11Le11la11 n•111()(lelar la disciplina. Entre ellos hay postliberales
que revisan la norión de lo que es y puede ser la teología (George Lind-
heck), los que ven en el énfasis posmoderno en el relato una oportu-
nidad para que la narración cristiana se haga oír (Diogenes Allen), y
evangélicos que revisan su teología característica (Stanley Grenz) o
enfatizan la naturaleza narrativa de la teología (Richard Middleton y
Brian Walsh). 59 También hay quienes rechazan todo el temario pos-
moderno y convocan a un retorno a la Escritura y a la iglesia primitiva
(Thomas Oden) o a un programa de reforma que siga dando valor a la
razón humana (Carl F. H. Henry, David Wells y Gene Edward Veith
Jr.).6º
En los círculos evangélicos el posmodernismo sigue generando
controversia. 61 Algunos estudiosos más jóvenes, como Robert Greer,
han repasado las opciones cristianas y exhortan a un reconocimiento
de los aciertos del posmodernismo y a un nuevo planteamiento, que
Greer llama «post-posmodernismo». 62 Expertos de más edad, como
Merold Westphal y Douglas Groothuis, discrepan con lo que le dicen
245
/•.'/ 1111il'c'l'.'HI e/e• 11/ /crc/11
ó~ Véase Merold Westphal, «Blind Spots: Christianity and Postmodern Philosophy», Christian
Century, 14 de junio de 2003, pp. 32-35; Douglas Groothuis, «Modern Fallacies: Response
lo Merold Westphal», y Merold Westphal, «Merold Westphal Replies», Christian Century,
:.!ó de Julio de 2003, pp. 41-12.
246
/.:/ li111·i11111/1• d1·s11111w1·id11
64 McGrath comenta, «el posmodernismo niega así en la práctica lo que afirma en la ll'oría.
Incluso la pregunta trivial •¿es verdad el posmodcrnismo?'» suscita inocenle11H'11ll'
cuestiones criteriológicas fundamentales con las que el posrnodernismo apenas saht• qu{·
hacer» (Passionfor Truth, p. 195).
247
/•."/ 1111il'1'l'.'oll d1· ,,¡ '"""
Segundo, la i<lca <le que 110 ll'lll'llJOs a1T1·so a la n·:tlidad (q111• 1111
hay hechos, no hay verdades de la materia) y que sola11w11Lc· pod1·11111.•,
narrar historias acerca de ella, es incoherente ya en su propia rd1·
rencia. Hablando sin rodeos, esta idea no puede dar razón de sí mis
ma, porque nos cuenta algo que, en su propia exposición, no podl·11111~1
conocer. Charles Taylor expone el asunto más cuidadosamente en s11
análisis de Richard Rorty:
Igualmente, cuando Nietzsche dice que la verdad «es una hueste c11
movimiento de metáforas» o «mentiras» convencionales, está reali
zando una acusación que afirma implícitamente ser cierta pero qm\
en su propia presentación, no puede serlo. 66
Tercero, como señala Lilla, la opinión posmodernista del carácter
indeterminado del lenguaje (un texto se puede leer de muchas ma-
neras, algunas contradictorias) suscita una pregunta: «¿Cómo vamos
a entender entonces las propias proposiciones del posmodernismo"?
Como se ha señalado en más de una crítica, hay una paradoja irresolu-
ble en usar el lenguaje para afirmar que el lenguaje no puede realizar
declaraciones no ambiguas». 67
65 Charles Taylor, «Rorty in the Epistemological Tradition»; en Reading Rorty, ed. Alan R. Mal-
achowski (Oxford: Blackwell, 1990), p. 258.
66 Nietzsche, «Ün Truth and Lie», pp. 95-96. Bernard Williams hace un comentario a Rorty qui·
nos puede servir también para Nietzsche: «A veces, Rorty [y yo añadirla también, Nietzsche 1
parece saber bastante sobre el estatus de sus propios pensamientos ... en otras ocasiones, parec1·
olvidarse de todo lo relacionado con un requisito de la conciencia de uno mismo y, al igual
que las filosofías antiguas, está intentando escapar, trata ingenuamente su propio discurso
como algo que está fuera de la situación filosófica general que está describiendo. Descuida
así la cuestión de si se puede aceptar su explicación de varias actividades intelectuales, y
aún sigue practicándolas» ( «Auto-da-Fé: Consequences of Pragmatism», en Reading Rorty,
ed. Alan R Malachowski [Oxford: Blackwell!, 1990], p. 29). Para una crítica más detallada y
sofisticada de la epistemología posmoderna, véase Alvin l. Goldman, Knowledge in a Social
World (Oxford: Oxford University Press, 1999), pp. 3-100.
248
I·.'/ li111·i1,1111t1· ,¡,.,.,, ,11111·1·ii/11
( '11a rl 11, la 1TÍ 1il'a p11~;11 md1 ·rn isla a la autonomía y suficiencia de la
rad111 l111111;111a s1· apoya en la autonomía y suficiencia de la razón hu-
111a11;1. (.C)11t• l's lo que lleva a Nietzsche a dudar de la validez del «pienso
luego exislo» <le Descartes? La respuesta: el pensamiento de Nietzs-
che. (.Y si la actividad pensante de Nietzsche no la produce él, si es me-
ramente la actividad del pensamiento? Entonces el yo de Nietzsche lo
está produciendo el lenguaje. No hay ningún Nietsche accesible para él
mismo o para nosotros. Sólo hay el flujo del constructo lingüístico que
nos construye. Pero si sólo tenemos constructos lingüísticos, entonces
no hay razón por la que debamos ser construidos de una manera y no
de otra, y no hay razón para pensar que el corriente flujo del lenguaje
que nos construye tenga relación alguna con lo que es. La conclusión
es que estamos encerrados en una percepción subjetiva que consiste
en un conjunto continuo de simples juegos de lenguaje.
249
/•.'/ 1111i1 1c'l',•;11c/c•11/ /111/11
Vt•r lodo t•slo vt•rlo dt• v1·rd;11l c•s IHH'IIO para c•I 1rn11Hlo.
Así como los que creen en una 11H•11Lalidad bcn(~!ira ddwrían
estar obsesionados con el problema ele la maldad natural, tam-
bién los agnósticos, ateos, pesimistas y nihilistas deberían es-
tar agobiados con el problema de la amistad, el amor, la belh~
za, la verdad, el humor, la compasión, la diversión. 71
250
/'.'/ /iul'i1.1111/1• d1°Sl'Wll'l idu
0
<'iún inwrsa qw· <·011d11ce a algún tipo de dogmatismo (p. ej. Nueva
Era) o fundamenlalismo religioso». El segundo es «que los intelectua-
les serán reticentes (al menos durante una o dos décadas) a intentar
cualquier crítica exhaustiva del orden social existente». El tercero es
«el surgimiento de una cultura que sería racionalista pero no dogmá-
tica, de mente abierta pero no frívola, y políticamente progresista pero
no sectaria». Pero Sokal y Bricmont son realistas. Añaden que «esto
es sólo una esperanza, y quizás sólo un sueño». La de sueño es la des-
cripción más acertada. ¿Dónde hay fundamento para tal esperanza en
el racionalismo científico?
En cualquier caso, el desafío de la muerte de Dios, la muerte de la
razón, la muerte de la verdad y la muerte del yo -todo ello dominante
en el posmodernismo actual- parece que va a acompañarnos bastante
tiempo. Las personas de cualquier edad, las que piensan, no renuncian
a preguntarse acerca de lo que es real y de cómo podemos conocer. Si
no somos más que seres materiales, producto de fuentes sin intención
ni preocupación, ¿por qué pensamos que podemos conocer nada en
absoluto? ¿y por qué pensamos que debemos ser buenos?
Si el posmodernismo no nos ha llevado más allá del naturalismo
sino que más bien nos ha enredado en una tela de araña de intensa
incertidumbre, ¿por qué hemos de pensar que nos describe como real-
mente somos? ¿Hay un camino más allá del posmodernismo?
251
/•.'/ 1111i111°1'.•i11i/1•11/ /11./11
cionalcs de las qul' hay al).!,UIJa l'Vidl'lll'i;1. l'nr tanto, l'sta111os solos. l .os
primeros modernos eran oplimislas; los 111ús rccicnlcs no lo son. Las
diferencias entre los primeros y los últimos son lo suficienlemcnlc im-
portantes como para no limitarse a mencionarlas, y ponerle nombre
con un término como posmoderno.
El posmodernismo arranca del rostro del naturalismo la máscara
de la arrogancia. La cara que ha quedado al descubierto muestra un
semblante en cambio constante: vemos la angustia de Nietzsche mar-
chando contra la mentalidad gregaria de las masas, el gozo extático
también de Nietzsche en su deseo de ser el superhombre, la mirada
lasciva de Foucault en su búsqueda de la intensificación de la expe-
riencia sexual, la mueca socarrona de Derrida en su deconstrucción
de todo discurso, incluyendo el propio, y el juego de la ironía en los
labios de Rorty en su opción de una solidaridad sin fundamento. Pero
ningún rostro muestra una confianza en la verdad, un apoyo confiado
en la realidad o una esperanza creíble para el futuro.
Si nuestra cultura ha de moverse hacia un futuro de esperanza, pri-
mero debe volver a un pasado más realista, reconocer dónde empe-
zamos a desviarnos, tomar en cuenta las valiosas ideas derivadas de
lo que ha sucedido desde entonces y construir una cosmovisión más
apropiada.76
252
Capítulo 10
LA VIDA EXAMINADA
Conclusión
A lo largo de mi cubierta a pique brilló
Unfaro, un rayo eterno.
La carne se disipa, y la basura mortal
Cae hasta el gusano residual;
Incontrolado fuego del mundo, no deja sino ceniza:
En un fulgor, al son de la trompeta,
Soy de un golpe lo que Cristo ya es,
Ya que Él fue lo que yo soy, y
Este don nadie, burla, trasto roto,
Remiendo, viruta, será inmortal diamante;
Es diamante inmortal.
253
l•.'l 1111i1•1'l'.~ll r/1· 11//11r/11
O diei'., si a1·1adilllos l'I a11illlis1110 q111• l rala111os súlo d1• paso, .v l:i
perspectiva del posmodernismo. d)11i(•11 lleva la rnc11ta'? l'odría111os
multiplicar la cantidad de cosmovisiones hasta alcanzar el número d1•
habitantes conscientes del universo en cualquier época (o en todos los
tiempos, si tomamos un matiz oriental o si vemos el universo desde el
aspecto de la eternidad). Al contrario, podríamos decir que hay una
cosmovisión básica compuesta por una proposición: itodos y cada uno
tenemos una cosmovisión!
Pero podemos preguntarnos si son estas las únicas opciones. ¿oón-
de está la filosofía Playboy? ¿y qué hacemos con el artista que «crea»
para sacar orden del caos de la vida? Estas opciones también tienen
sus seguidores. Pero cuando examinamos cada opción encontramos
que cada una es una subdivisión de una o varias otras que ya hemos
tratado. La filosofía hedonista Playboy es una versión nada sofisticada
del naturalismo. Las personas son máquinas de sexo; las engrasamos,
las lubricamos, las ponemos en movimiento, sentimos la excitación.
iVaya! Puro naturalismo en el que el bien es lo que nos hace sentir
bien y, con un poco de suerte, no le hace daño a nadie.
Esteticismo: la cosmovisión de una persona que hace arte a partir
de la vida con el propósito de darle forma al caos y significado al ab-
surdo. Es una visión del mundo más sofisticada y atractiva. Sus segui-
dores (personajes como Walter Patera finales del siglo XIX y Ernest
Hemingway, Hermann Hesse, James Joyce, Wallace Stevens, Somer-
set Maugham, Pablo Picasso, Leonard Bernstein en el siglo XX) son en
su mayoría personas atractivas y carismáticas. Pero el esteticismo es
una forma de existencialismo en la que el artista crea valor, dotando
al universo de una cierta formalidad y orden. El héroe típico de He-
mingway es un ejemplo. Sus normas éticas no son tradicionales, pero
tienen coherencia. Vive conforme a sus propias reglas, no las de los
otros. Los papeles que Humphrey Bogart interpretó en Cayo largo,
Casablanca y El tesoro de Sierra Madre han dado a esta cosmovi-
sión una dimensión más que profesional y han llevado el esteticismo
(como estilo de vida) a los mercados. No obstante, el esteticismo es
simplemente un tipo específico de existencialismo ateo en el que las
personas eligen sus propios valores y forman su propio carácter me-
diante sus elecciones y sus actos. Hemos visto el resultado de esto en
el capítulo.
El hecho es que, aunque al principio parece que hay muchas cos-
movisiones, están constituidas por respuestas a preguntas que sólo
254
/.111 1 ido 1•.r11111i1111</11
1 Francis A. Schaeffer, The God Who Is There (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1968), p.88.
255
/•."/ 1111i1 11·1·.o,11i/1·11/ /11il11
2 He escrito extensamente sobre las razones para escoger una cosmovisión en lugar de otras, en
Why Should Anyone Believe Anything at ALI? (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1994).
256
/.11 l'it/11 1·.1·11111i111H/rt
3 Keith Yandell, «Religious Experience and Rational Appraisal», Religious Studies, junio 1974,
p.185.
4 Todas las formulaciones de cada cosmovisión tienen que considerarse en función de sus
propios méritos, por supuesto. Pero para cada una de las cosmovisiones que he analizado y
encontrado deficiente no conozco formulación que no contenga problemas de incoherencia.
257
l·."l 1111i1•1·1·.·.11,¡•. 11/ /11cl11
vesligaciún científica, los que nos ll1·ga11 por 111!'dio d1· la 1·xp1·ri1·11ci;1
de los demás. Por supuesto, todos L'Slos dalos lil'nen qu<' ser cuida
dosamente evaluados primero a nivel básico ((.es verídico'? (.es 1111:1
ilusión?). Pero si superan el test, tenemos que ser capaces de ill('()I' ·
pararlos en nuestra cosmovisión. Si hay un fantasma que despu{~s d1·
investigarlo no desaparece, nuestra cosmovisión tiene que propor<'io-
narle un lugar. Si un hombre resucita de los muertos, nuestro sistema
tiene que explicar por qué. En tanto que nuestra cosmovisión niega
los datos o no consigue comprenderlos, se muestra falsa o, al menos,
inadecuada.
Es precisamente este desafío al naturalismo el que ha originado
que algunas personas acepten la alternativa del deísmo. La evidencia
histórica de la resurrección de Cristo, y varios otros «milagros», ha
mostrado tener un peso tal que han abandonado un sistema concep-
tual por otro. Las conversiones al cristianismo, sobre todo entre los
intelectuales de nuestro tiempo, vienen casi siempre acompañadas
por cambios en la cosmovisión porque, como dice la Biblia, el pecado
tiene una dimensión tanto intelectual como moral. 5
En tercer lugar, una cosmovisión adecuada debería explicar lo que
dice que explica. Algunos naturalistas, por ejemplo, explican la mora-
lidad tomando como referencia la necesidad de sobrevivir. Pero, como
hemos visto, esto es explicar la cualidad moral (debe) solamente por
medio de la referencia a la cualidad metafísica (es). Tal vez la especie
humana tiene que desarrollar un concepto de moralidad para sobre-
vivir, pero ¿por qué debe sobrevivir? Y no vale responder como B. F.
Skinner, «peor para nosotros» si no sobrevivimos, porque eso no es
una respuesta.
Entonces, las preguntas cruciales que debemos hacerle a una cos-
movisión son: ¿como explicar el hecho de que los hombres piensan
pero lo hacen torpemente, aman pero también odian, son creativos
pero también destructivos, sabios pero también necios, etc.? ¿Qué ex-
plica nuestros anhelos por la verdad y la realización personal? ¿Por
qué el placer, tal como lo conocemos, rara vez basta para satisfacernos
por completo? ¿por qué solemos querer más: más dinero, más amor,
más elevación? ¿cómo explicamos nuestro rechazo humano a funcio-
nar de un modo amoral?
258
/.11 ,.¡,¡(/ l'.\flllli11111/11
('larn q111· so11 prl'gunlas de peso. Pero para eso sirve una cos-
l•:s1:·1
111ovisiú11, para responder esas preguntas, o al menos proporcionar el
marco en el que puedan hallar respuesta.
Finalmente, una cosmovisión debe ser subjetivamente satisfacto-
ria. Tiene que ser a nuestro sentido de necesidad personal lo que un
buen desayuno es a una larga noche de sueño. Menciono la satisfac-
ción al final porque es la cualidad más efímera. Si estuviese en primer
lugar, daría la idea de que la subjetividad es el factor más importante,
y eso también dejaría la cuestión sin resolver. Decir que una cosmovi-
sión adecuada tiene que ser satisfactoria es un argumento circular; la
cuestión es ¿cómo puede satisfacer una cosmovisión? Y la respuesta,
en mi opinión, es clara: una cosmovisión satisface siendo verdadera.
Porque si pensamos o remotamente sospechamos que algo de nuestra
comprensión de la realidad es ilusorio, tenemos una grieta que pue-
de convertirse en una brecha y convertir la paz de nuestro mundo en
una guerra civil intelectual. La verdad es al final lo único que nos va a
satisfacer. Pero para determinar la verdad de una cosmovisión volve-
mos a las tres primeras características de arriba: coherencia interna,
manejo adecuado de los datos y capacidad para explicar lo que dice
que explica.
A pesar de todo, la satisfacción subjetiva es importante, y puede
ser su ausencia lo que en primer lugar nos impulse a investigar nues-
tra cosmovisión. Ese indefinido e incómodo sentimiento de que algo
no cuadra nos hace buscar la satisfacción. Nuestra cosmovisión no se
puede vivir. Enterramos nuestra duda, pero vuelve a salir. Enmas-
caramos nuestra inseguridad, pero la máscara se cae. Encontramos
efectivamente que sólo cuando intentamos resolver nuestras dudas y
buscamos la verdad empezamos a obtener auténtica satisfacción. 6
¿Dónde estamos hoy? En términos de cosmovisiones posibles, he-
mos visto que nuestras opciones son numerosas pero limitadas. Todas
las que hemos investigado, excepto el teísmo, han mostrado serias de-
ficiencias. Si no me he equivocado en mi argumento, ninguna de ellas
-deísmo, naturalismo, existencialismo, monismo panteísta oriental,
filosofía de la Nueva Era, o perspectiva posmoderna- pueden dar
adecuadamente razón del conocimiento genuino, de la realidad obje-
259
/•.'/ 1111i111•1·.·;11c/1•11//11c/11
Liva del universo externo o de la exist1 ·11('iil d1· d isl i 11cio11l's 1'•1 il'as. ( 'ad;1
una a su manera, todas acaban en alguna forma de nihilismo.
7 Véase, por ejemplo, dos colecciones de ensayos personales escritos por filósofos que son
abiertamente cristianos: Kelly James Clark, ed., Phi/osophers Who Believe: The Spiritua/
Journeys of 11 Leading Thinkers (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1993); Thomas V.
Morris, ed., God and the Philosophers: The Reconciliation of Faith and Reason (New York:
Oxford University Press, 1994); y Paul M. Anderson, Professors W/10 Believe: The Spiritua/
Jourrzeys uf Christian Faculty (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1998).
8 Gerard Manley Hopkins, «God's Grandeur», en The Poems of Gerard Manley Hopkins, 4 ª ed.,
ed. W. H. Gardner and N. H. MacKenzie (New York: Oxford University Presa, 1967), p. 66.
En español hay varias traducciones, entre las que destacaríamos la de Dámaso Alonso y, más
reciente, la de Carlos Pujo!, Poesía, Granada: Comares, 2000.
260
/.111 1ii/111•111111i1111i/11
Por supuesto, hay mucho más que decir acerca de las dimensiones
teológicas y personales de esta manera de considerar la vida. 9 Aceptar
el teísmo cristiano solamente como un constructo intelectual es no
aceptarlo plenamente. Hay una dimensión profundamente personal
en comprender y vivir esta cosmovisión, porque implica reconocer
nuestra propia dependencia individual de Dios como criaturas suyas,
nuestra propia rebelión individual contra Dios y nuestra propia de-
pendencia de Dios para la restauración a la comunión con él. Y eso
significa aceptar a Cristo como nuestro Libertador de la esclavitud y
como Señor de nuestro futuro.
9 El texto primordial para el teísmo cristiano es el Nuevo Testamento, pero también recomiendo
John R. W. Stott, Basic Christianity, ed. rev. (Downers Grove, 111.: InterVarsity Press, 1973
[Cristianismo básico, Buenos Aires: Certeza Unida), y J. l. Packer, Knowing God, ed. rev.
(Downers Grave, 111.: InterVarsity Press, 1993 [Co11ocie11do a Dios, Terrassa: Oasis/Clie,
1985]).
261
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262
Índice general
Dedicatoria ...... ........ ........ ... . .. .. ... ............... ..... ...... ... .... .......... .. ... .. .. ... 5
Contenido ..... ........ ......... .. .... ........... .. .. ............... .. ..... ........... .. ........... 9
Prefacio del autor a la cuarta edición en inglés .............................. 11
Prefacio a la edición en español ....................................................... 15
263
/•:/ 1111i111·1·.~11 ,¡,. "' '"""
264
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265
,,
Indice de autores y materias
267
/'.'/ 1111i1 1 1·1·.~11,¡,.11/ /11r/11
268
Fuller, lluckminslcr, 55 Holmes, Stewart W., 166
Gardner, W. H., 50, 260 Homero, 232
Garraty, John A., 70, 75 Hoover, James, 14
Gay, Peter, 54, 70 Hopkins, Gerard Manley, 29, 50, 253,
Geering, Lloyd, 147 260
Geertz, Clifford, 182 Horgan, Paul, 249-250
Giddens, Anthony, 222, 225 Horioka, Chimyo, 166
Gilson, Étienne, 32, 63 Houston, Jean, 175-179, 190, 200
Goldman, AJvin l., 248 humanismo, 83-91
Graham, W., 106 humanismo cristiano, 83-84
Greer, Robert, 245 humanismo secular, 83-84
Gregory, André, 184 Hume, David, 77, 228
Grene, Marjorie, 141, 143 Hummel, Charles, 76
Grenz, Stanley, 230, 235-236, 245 Humphreys, Christmas, 155-157, 163
Gribbin, John, 64 Huxley, AJdous, 179-180, 192-197, 201-
Griffoen, Sander, 22 202, 205-207
Grof, Stanislav, 179, 203 Huxley, Julian, 72, 92
Groothuis, Douglas, 14, 173, 178, 180, Huxley, Laura Archera, 193
183, 245-246 Huxley, T. H., 92
Gross, Paul R., 250 !chazo, Osear, 190-191, 203, 211
Guinness, Os, 14, 151, 185, 259 Ionesco, Eugene, 98
Gurdjieff, George l., 199 Jaki, Stanley, 104-105, 109, 111
Hackett, Stuart, 152 James, William, 179-180, 199-201, 203,
Haldane, J. B. S., 106, 227 211
Hampton, Charles, 14 Jastrow, Robert, 63
Hare Krishna, 152 Jenkins, Keith, 242
Harris, Melvin, 204 Jesús,24,42-43,47-48,57,60,78,135,
Harrison, Everett F., 33 144, 146-147, 165-166, 177, 216-217,
Harrold, Charles Frederick, 145 232
Hasker, William, 32 Jobling, David, 70
Hassan, Ihab, 223, 249 Johnson, David L., 152
Havel, Václav, 249 Johnson, Luke Timothy, 146
Hawking, Stephen, 63-64, 68, 75 Johnson, Phillip E., 77, 91
Hearn, Virginia, 77 Joyce,James, 254
Hegel, Georg Wilhelm, 85-87, 89, 228 Jung, C. G., 179-180, 236
Heidegger, Martín, 123 Kafka, Franz, 98, 113, 118-119, 136, 145
Heinlein, Robert, 184 Kant, Immanuel, 13, 142, 228, 245
Heinrich, Kathleen, 183 Kaufmann, Walter, 113, 221, 229, 231
Heisenberg, Werner, 98, 104 Keegan, Lynn, 183
Heller, Joseph, 117 Keen,Sam,172,191,199,203,211
Hemingway, Ernest, 119, 254 Kellner, Douglas, 223
Henry, Car! F. H., 245 Kierkegaard,Soren, 122, 135,141, 143,
Herrick, James A., 173 148
Hesse, Hermano, 149, 152, 160, 162-164, King, Richard, 185
166,201,254 Kinney, Jay, 184
Himmelfarb, Gertrude, 242 Kitchen, K. A., 216
hinduismo, 152, 163-168 Klimo, Jon, 180, 195, 212
Holmes, Arthur F., 13, 32, 41, 83 Kreeft, Peter, 35
269
/•,'/ llllil'r'l'.~ll r/1• 11/ /r1r/11
270
2111, ~·1:1. ~·21J, 2:17, 246, 250-251, Quine, Willard Van Ornan, 232
2.s4-2.sH Radhakrishnan, Sarvapalli, 152
Naugle, David, 12, 14, 24, 32 Ramakrishna, Sri, 151-156, 161
Neill, Stephen, 144, 155 Ramm, Bernard, 83
neoortodoxia, 136, 146 Raschke, Car! A., 173
Newman, Margaret A., 183, 192 Ratzsch, Del, 36, 77, 242
Nida, Eugene, 187 Redfield, James, 175-177
Niebuhr, Reinhold, 136, 145-146 reencarnación, 26, 46, 49, 161, 163, 204
Nielson, Kai, 249 Reisser, Paul C., 183
Nietzsche, Friedrich, 22, 99-100, 113, Reisser, Teri, 183
119, 122, 221-222, 225, 228-231, 236, relativismo cultural, 111
248-249,252 Renan, Ernest, 144, 146
nihilismo, 21, 27, 93, 95-119, 121-148, Reynolds, Mark, 77
149-150, 171, 185, 211, 213, 218-219, Romain, Rolland, 156
253,255,260 Rorty, Richard, 229, 231-232, 236-237,
Noel, Daniel C., 181 248,250,252
Nueva Era, 11, 15, 21, 49, 63, 171-219, Rosen, Winifred, 178
228,241,251,255-256,259 Rosenfeld, Albert, 194-195
Oden, Thomas, 245 Roszak, Theodore, 180, 187
Olsen, Roger, 76 Russell, Bertrand, 74, 210, 249
Okholm, Dennis L., 245 Ryken, Leland, 239
Oliver, Joan Duncan, 174 Sagan, Carl, 68, 78, 249
Olthuis, James H., 22 Said, Edward, 230
Oates, Joyce Carol, 181 Sanborn, Sara, 55
Owen, H. P., 32 Sartre, Jean Paul, 22, 121-130, 134, 148,
Packer, J. I., 83, 261 229, 235-236
Paley, William, 67 Sasaki, Ruth Fuller, 168
panenteísmo, 64 Saussure, Ferdinand de, 240
panteísmo, 64, 78, 151, 159, 161, 185 Sayers, Dorothy L., 39
Paramahamsa, Sri Ramakrishna, 151 Schaeffer, Francis A., 36, 45, 106, 141,
Pascal, Blaise, 38 143,255
Pater, Walter, 254 Schiffman, Richard, 153, 156, 161
Pablo, apóstol, 22, 41, 47-48, 104, 178, Schmitt, Richard, 84
217 Schrodinger, Erwin, 211
Pauli, W., 104 Seaborg, Glenn, 92
Pearcey, Nancy, 36, 77, 103, 182 Seznec,Jean,31
Peters, Ted, 173 Shakespeare, William, 31, 83
Peterson, Houston, 70 Shawn, Wallace, 184
Phillips, Timothy R., 245 Showalter, Elaine, 240
Phillips, W. Gary, 32 Sidney, Sir Philip, 39
Picasso, Pablo, 254 Simpson, George Gaylord, 72, 75, 77,
Plantinga, Alvin, 106 80-81, 91
Platón, 22, 53, 232 Sire, James, 15-17, 26, 249
Platt, John, 81, 101, 126, 141 Skinner, B. F., 81, 102, 126, 214, 258
Pollard, Nick, 113 Smalley, William A., 187
Pope,Alexander,51,58-62,213 Sócrates, 116, 222
posmodernismo, 11-12, 15, 22, 92, 122, Sohl, Robert, 166
219,221-252,254-255 Sokal, Alan, 182, 210, 243-244, 251-252
271
/•.'/ 1111i111·1·s11t/1•11/ /11r/11
272
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