Mensaje A Las 7 Asambleas
Mensaje A Las 7 Asambleas
Mensaje A Las 7 Asambleas
(Números)
En Pérgamo tenemos la referencia a Balaam, que tendrá su contraparte en un día todavía futuro. A
través “del consejo de Balaam” (Números 31:16, etc.) Israel fue atrapado e introducido en la peor
forma de idolatría de los Madianitas, cuando “Israel se juntó y se puso debajo de Baal-peor”
(Números 25:3). En el próximo día futuro en Pérgamo residirá de una manera especial la silla (o
trono) de Satán, (2:13; y compare con 13:2), y una forma de idolatría más perversa que aquella de
Baal-peor estará sobre la tierra. Pedro, escribiendo a la Dispersión, habla de esos futuros tiempos
en 2ª Pedro 2 y en el versículo 15 dice especialmente de sus “seguidores del camino de Balaam el
hijo de Beor”. Judas también conecta su descripción de una fase similar de idolatría con “el error
de Balaam” (vers. 10-13).
Está claro, por tanto, que esta especial forma de idolatría conectada con el “consejo” de Balaam
está referida en Apocalipsis 2:14, y será recibida en el periodo descrito en el Apocalipsis. Y, de la
misma manera que sobre este gran mal el juicio especial de la “espada” fue enviado y ejecutado
(Números 31:1-15), así también aquí. Aquel que habla al mismo Pueblo del mismo mal, habla
también del mismo juicio.” (Apocalipsis 2:16), cuyo efecto se llevará a cabo en el capítulo 19:21.
Esto es por lo que tenemos esa especial mención de la “espada aguda,” describiendo al que habla
en 2:12, refiriéndose a la misma característica de la Visión que vimos en 1:16.
4. TIATIRA – EL PERIODO DE LOS REYES DE ISRAEL
(1ª y 2ª Reyes).
En la Epístola de Tiatira tenemos la referencia a otra forma más intensa de idolatría, como la que
se llevó a cabo en los días de Acab, rey de Israel; otro que, igual que Balaam, “hizo pecar Israel” (1ª
Reyes 16:30). Acab fue el primer rey que oficialmente introdujo y organizó la más abominable
forma de las odiosas idolatrías que la mente humana haya podido concebir (1ª Reyes 16:33). Vea
la Versión Revisada, donde el especial significado de esta abominación se converge y contiene en
la palabra de “Asera”. Particularizar o hablar en detalle acerca de esta forma de idolatría serviría
solamente para ensuciarnos la mente. El Señor Mismo en esta Epístola (Apoc.2:20-24) hace una
secuencia de ella. Nosotros debemos, tal vez, añadir que lo que se introdujo en Israel a través de
Balaam (vea Apoc.2:14) llegó a elevarse en un sistema nacional religioso bajo el reinado de Acab y
Jezabel, como lo había sido ya reconocido desde hacía tiempo entre las naciones paganas de
alrededor. De lo que se hacía y en lo que consistía aquel sistema religioso de licenciosa idolatría es
bien conocido; pero algunas cosas más se pueden obtener de un recientemente descubierto
Papiro, * conteniendo un sexto de la Ascensión de Isaías, que anteriormente solo era conocido en
una Traducción Etíope (exceptuando un mutilado Leccionario en Paris). El origen de este Papiro es
muy antiguo, y sus hechos históricos pueden tomarse como correctos, separado de sus
previsiones. En él se dice, hablando de la condición de las cosas que se hacían en los días de los
Reyes de Israel – “Y Manases volvió su corazón para servir a Belial; porque el ángel que gobierna
este mundo en la anarquía es Belial, cuyo nombre es Malambuchus. Y él se satisfacía en Jerusalén
por causa de Manases y se hizo fuerte en Jerusalén. Y la brujería y la magia aumentaron, y la
adivinación y la hechicería y la fornicación y la persecución de los justos por mano de Manasés…y
cuando Isaías el hijo de Amoz vio la anarquía en que se había convertido Jerusalén, y la adoración
de Satán, y su triunfo, salió de Jerusalén y se estableció en Belén de Judea.” El Papiro continua
hablando de Zedequías, el hijo de Quenaanah, como siendo “el maestro de cuatrocientos profetas
de Baal”; y cuenta cómo Isaías “llamó a Jerusalén Sodoma, y a los gobernantes de Judá e Israel
gente de Gomorra”. Este comentario por supuesto en referencia al específico pecado de Sodoma y
Gomorra. Vea Isaías 1.
Muchas son las pruebas que abundan para demostrar que algún sistema similar será de nuevo
revivido. Nadie puede imaginarse lo que más rápida y universalmente se instaurará en el mundo, y
reunirá todas las comunidades – y lo peor de todo, haciendo que todo, así, llegue a ser religioso, y
capaz de degradar y gratificar los instintos más bajos de la naturaleza humana bajo la apariencia
de religión. Ni podríamos nosotros haber concebido alguna forma de corrupción que distinguiese
al pueblo de Dios más efectivamente, y les causase la separación de la abundante perversión que
existirá alrededor de ellos. Esta es la mejor explicación que se puede dar de aquellos solemnes
versículos, Apocalipsis 9:20, 21: o preferiblemente, este pasaje es la explicación misma del terrible
carácter del gran sistema universal de Religión del Anticristo, el cual ni tan siquiera las plagas de
Dios, en aquel punto referidas, serán capaces de remover o destituir, y que traerán en evidencia
los más grandes juicios de “las siete copas”. Estos versículos (Apocalipsis 9:20, 21) tienen tanto
peso, que debemos ponerlos juntos. “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas
plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios,
y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni
oír, ni andar. Y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni
de sus hurtos”. Nuestro punto, sin embargo, no debe ser olvidado, que es, prestar atención al
hecho, de que la mención de esta iniquidad en estas Epístolas corresponde con el orden histórico
de Israel en el Antiguo Testamento.
5. SARDIS – EL PERIODO DE LA ERRADICACIÓN DE ISRAEL
(1ª y 2ª Crónicas).
Ya hemos dado cuatro referencias a la historia de Israel en el Antiguo Testamento, y como cuatro
es el número conectado con la tierra, estas cuatro referencias tienen que ser conectadas con Israel
en la tierra y en su Tierra; y con el pecado culminante de abandonar el amor de Dios manifestado
a la Nación. Israel había “dejado su primer amor”, olvidándose de Dios, y juntándose a los ídolos
de la forma más abominable. Este es el clímax o punto culminante del pecado de Israel. Todo lo
demás en esta historia es juicio, hasta que Israel sea destituido de la Tierra y quitado de la vista de
Dios. Su nombre es prácticamente erradicado, nunca más vuelve a ser un reino separado de diez
tribus. Tan erradicado, de hecho, que los hombres hablan hoy en día de la diez tribus* perdidas.
*Observe que ellos están “perdidos” en el sentido propio de la palabra: pero la proverbial
expresión es significativa. De hecho, la profecía de Deuteronomio 29 se ha cumplido, no
solamente en lo individual y como Tribu; sino que hay una aplicación a la Nación entera. En
Deuteronomio
29:18, 20 (17, 19) se encuentra el aviso de que serán borrados el nombre del “hombre” o “tribu”
que incurra en idolatría. De hecho, las Tribus de Dan y de Efraín fueron las primeras en
introducirse en ella; y sus nombres están borrados de las tribus de aquellos que serán sellados
Apocalipsis 7. Es en esta Epístola, siguiente en el orden (a la asamblea de Sardis) que tenemos la
referencia a esta omisión, en la promesa a los pocos nombres de aquellos tales que no han
manchado sus vestiduras: “Aquel que venciere…no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de los Ángeles” (Apocalipsis 3:5).
6. FILADELFIA – EL PERIODO DE LOS REYES DE JUDÁ.
(2ª Crónicas).
Ya hemos dado dos referencias a la historia de Israel, y ahora tenemos que hacer otras dos a la de
Judá, y estas ya no tienen que ver ya con el fracaso, el pecado y el juicio; sino con la esperanza de
restauración y bendición. Así como Acab, Rey de Israel, fue el primero en introducir y establecer la
adoración de Asera, así también la referencia aquí, en la Epístola a la asamblea de Filadelfia, se
hace a Ezequías, rey de Judá, quién hizo muchas cosas para destruir esa adoración y para que
fuese erradicada. En 2ª Crónicas 31:1, Ezequías “quebró las estatuas y destruyó las imágenes
(obeliscos) de Asera”. Sus dos predecesores, igual que él mismo, son descritos con especial
referencia a sus conexiones con el Templo y con la adoración del Templo. De hecho, estos tres
reyes de Judá tienen en común ser conocidos como tres de los cuatro reinos en los cuales Isaías
profetizó, “Jotam, Acaz y Ezequías” (Isaías 1:2). Jotam “no entró en el templo del Señor” (2ª
Crónicas 27:2). Acaz “cerró las puertas de la casa de Jehová” (2ª Crónicas 28. 24). Ezequías, al
principio de su reinado, “en el primer año, en el primer mes, abrió las puertas de la casa de
Jehová” (2ª Crónicas 29:3). En Isaías 22:22 hay una referencia posterior a este mismo punto.
Sebna, el Tesorero, había abusado de su confianza para su propia glorificación (vea Isaías 22:15-
19). Por causa de esto se ordenó que fuese destituido, por mandamiento Divino, y “la llave de la
casa de David se puso sobre los hombros de Eliaquim hijo de Hilcías (vers.20-25); y abrirá, y nadie
cerrará; cerrará, y nadie abrirá” (vers. 22). Eliaquim significa Dios restaurará, o levanta: y no puede
haber duda alguna de que aquí tenemos una referencia profética a Cristo, a quien Dios levantaría.
De hecho, la totalidad del pasaje (vers. 20-25) está escrito más profética que históricamente; y
señala muy específicamente al posterior Templo que Él Mismo edificará y llenará con Su gloria. Es
importante observar cómo, en los escritos a esta Asamblea en Filadelfia (Apoc.3:7), el Señor toma
estas mismas palabras y se las aplica a Si Mismo, diciendo: “Esto dice el Santo… el que tiene la
llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre.” La referencia aquí a Isaías
22:22 es indudable, y está claro que tenemos una referencia a otro distinto y subsecuente, pero
próximamente conectado, acontecimiento en la historia del Antiguo Testamento. Con esta
referencia podemos entender el anuncio a la Asamblea de Filadelfia en Apocalipsis 3:8: “He aquí,
he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar.” Y podemos entender
también la referencia al Templo en la promesa, “Yo le haré columna en el templo de mi Dios, y
nunca más saldrá de allí” (Apocalipsis 3:12). Seguidamente, se nos guía más allá de Jerusalén y su
Templo, a los días de la bendición final, hasta la nueva Jerusalén y “el Templo de mi Dios,” cuando
Isaías 62:2 se cumpla: “Entonces verán las gentes (Gentiles) tu justicia, y todos los reyes tu gloria; y
te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará.” Una vez que esto es
exactamente lo que está prometido en Apocalipsis 3:12, “Escribiré sobre él mi nuevo nombre”, se
hace difícil comprender cómo una promesa tal se haya podido revertir de Israel para la Iglesia:
dejando de lado aquello con lo que se encuentra directamente asociada; y aplicado con lo que no
tiene conexión alguna.
7. LAODICEA – EL PERIODO DE LA ERRADICACIÓN DE JUDÁ.
(Los Profetas Menores).
En esta última Epístola, se alcanza el punto más bajo de la degradación de Judá, en aquella extensa
línea apartándose de Jehová. Desde el día que Israel dejó su “primer amor”, el día mismo de sus
esponsales, desde la salida de Egipto, fue cayendo más y más bajo a través de un vasto escenario
de idolatría y juicio, hasta que nos encontramos la descripción en la Epístola a la Asamblea en
Laodicea en una condición de carencia espiritual igual como la caracterizada por el Pueblo en el
periodo de los Profetas Menores. De hecho, es tan completa la correspondencia de aquel corrupto
estado en las dos ocasiones, que debemos aguardar hasta que veamos la Epístola frase por frase
cuando examinemos el pasaje desde los Profetas, y colocaremos ambas entonces cara a cara.
Ahora veamos uno o dos pasajes como ejemplo.
Apo.3:17. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad,
y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Oseas 2:5, 8, 10 - "Porque su madre se prostituyó; la que les dio a luz se deshonró, porque dijo: Iré
tras mis amantes, que me dan mi pan, mi agua, mi lana, mi lino, mi aceite y mi bebida, y ella no
reconoció que yo le daba el trigo, el vino, el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que
ofrecían a Baal. Y ahora descubriré yo su locura delante de los ojos de sus amantes. La totalidad de
Oseas 2: -5 y 12:8, etc., debe ser leída para ver las referencias apuntadas a este periodo de la
condición de Israel. Compare también Hageo 1:6; Jeremías 13:25, 26; 5:27; Zacarías 11:5, 13-18.
Apocalipsis 3:18 – “Por tanto yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que
seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y
unge tus ojos con colirio para que veas. Compare con Isaías 55:1, 2; Oseas 2:3; Jeremías 13:25, 26.
Isaías 59:10; 66:17; y vea también Malaquías 3:3. Apocalipsis 3:19 – “Yo reprendo y castigo a todos
los que amo, sé, pues, celoso y arrepiéntete”. Isaías 43:4 “Porque a mis ojos fuiste de gran estima,
fuiste honorable y yo te amé.” Deuteronomio 7:8” Igual a Deut. 7: 8; Deut. 8:5 - "Reconoce así
mismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga.”
Malaquías 3:7 - "Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros" es otra forma de Apoc.3:19.
En el versículo 16, el Señor habla de vomitar fuera al ángel. Esta es la misma expresión utilizada
proféticamente en Levítico 18:25-28 de Israel; donde Jehová les avisa que, si ellos adoptasen las
abominaciones de la pagana idolatría, la Tierra les vomitaría. (Compare con Jeremías 9:19;
Ezequiel 36:13, 17). Todo esto nos demuestra que las referencias en esta última Epístola no tienen
de ninguna manera en vista la Iglesia de Dios, sino que concuerdan plena y detalladamente con la
historia de Israel, y son referidas para que les sirvan de luz retirándola de su propio pasado
histórico, y así avisarles de los futuros males que entonces rodearán su entorno. Cuando la Iglesia
haya sido quitada de la tierra, e Israel esté otra vez metido con la condición religiosa nacional, su
estado o condición corresponderá exactamente con la que tenía en el momento de la primera
venida del Señor. Habrá, como hubo entonces, abundancia de religión. Isaías 1:10-15 describe
minuciosamente el estado de las cosas, en que estaban antes y volverán a tener en el futuro. La
verdad de “esta profecía” será ampliamente demostrada – “Tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”. La oración del Fariseo (Lucas 18:11, 12) la
ejemplifica. Las parábolas del gran banquete, el vestido de bodas, etc., las describe. El pueblo
estaba ciego. La respuesta a la pregunta, “¿Somos nosotros también ciegos?” (Juan 9:40, 41) la
prueba. El llamado a la fiesta de Bodas será, como en aquel entonces, individual. Mateo fue
llamado, Zaqueo fue llamado, y muchos otros; y aquellos que oyeron aquel llamado fueron
incapaces de resistir a su mandamiento y cautivante poder. Es a la gran fiesta de bodas de
Apocalipsis 19:9 que la parábola señala. Estos “siervos,” a quienes esta Epístola se dirige,
comprenderán el solemne aviso: “He aquí, que estoy a la puerta y llamo”. “A las doce tribus
dispersas en el extranjero” les fue anunciado “el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:9). La
proximidad en aquel entonces del Juez, es el punto convergente en este anuncio. Entonces estará
próximo y a la mano, y listo para ser manifiesto. Somos conscientes de que el aviso en el cap. 3:20,
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”, ha sido universalmente interpretado de la proximidad del
Salvador en gracia para aquellos que estén viviendo en esta presente Dispensación de la Iglesia, y
esto ha sido propagado por pintores y artistas que han contribuido mucho para la presente
perversión de la Escritura.
Esto es una perversión muy de acuerdo con la vieja naturaleza, porque pone al hombre en el lugar
del Dios Todopoderoso, y convierte al Señor Jesús en un desprotegido suplicante. Todo esto es
contrario a las doctrinas de la gracia, y hace que sea inefectiva. Además, esta popular
interpretación está fuera del contexto. Porque, a través de todas estas siete Epístolas el Señor
aparece con el carácter de un Juez, recompensando a Sus “siervos” de acuerdo a sus “obras.” Para
los que aguardaban por Él y estaban listos para recibirle, se les aparece de acuerdo a Su promesa
dada en Lucas 12:35-40: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y
vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que
cuando llegue y llame, le abran enseguida.
Bienaventurado aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os
digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque venga a la
segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados son aquellos
siervos. Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir,
velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. Vosotros pues, también, estad preparados, porque
a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.” Aquí, tenemos al “Hijo del Hombre”; los
“siervos”; la ilustración del “ladrón”; la “vigilia”; el “llamar” y el “abrir”, el “sentarse a la mesa”.
Está muy claro que Apocalipsis 3:20, lo que tenemos es el cumplimiento de esta profecía. Cuan
simple se vuelve todo cuando nos damos cuenta que estas Epístolas relatan la retrospectiva de
Israel, y se entienden a la luz de los Profetas y de los Evangelios. Cuanto más satisfacción tenemos
al encontrar estas ilustraciones en las Escrituras del Antiguo Testamento, en vez de estar ocupados
con las conflictivas e imaginarias referencias a ciertas fases de la historia eclesiástica, que no
tienen fundamento alguno en las Escrituras, y se basan totalmente en la imaginación humana.
Todo se vuelve una confusión en cuanto a interpretación, y error en vez de doctrina, en el
momento que introducimos a la Iglesia o la presente dispensación dentro de estas Epístolas. Ya
hemos visto lo suficiente en la consideración de estos catorce puntos dándonos posteriores
evidencias de que la Iglesia no es el tema del Apocalipsis. Lo mismo se verá cuando observemos a
continuación nuestro último punto, esto es, el orden de las promesas contenidas en estas
Epístolas.
(15). LAS PROMESAS A LAS SIETE ASAMBLEAS.
Así como hemos visto que las referencias al Antiguo Testamento en las siete Epístolas
corresponden con el orden histórico de los acontecimientos, lo mismo ocurre con respecto a las
promesas contenidas en estas Epístolas. El orden literario sigue al orden histórico. Están escritas
para un Pueblo supuestamente bien versado en la historia del Antiguo Testamento, y bien
consciente de todo lo que le había ocurrido a sus padres, y han sido escritas para que les sirvan de
aviso. Instruidos en la historia pasada de su nación, estarán preparados para entender la relación
que hay entre las pruebas y los juicios en el pasado con las que están familiarizados, y aquellas
circunstancias similares en que se hallarán ellos mismos en un día todavía futuro. Mientras que los
acontecimientos históricos conectados con las reprensiones o censuras se llevan a cabo desde el
Éxodo hasta el periodo de los Profetas Menores, las promesas cubren un periodo diferente;
comenzando con el periodo en el Paraíso, y finalizando con el periodo de Salomón.
El orden gradual de las reprensiones corresponde con el alejamiento progresivo del
Pueblo de Israel de la presencia de Jehová. Su depravación y apostasía (punto culminante de la
separación) se va ilustrando en las referencias históricas contenidas en estas Epístolas. Entonces
vemos que van corrompiéndose y cayendo cada vez más en depravaciones más bajas; hasta que
los encontramos destituidos de todas las bendiciones (como nación), pobres, miserables y ciegos.
Los únicos que se quedaron firmes, o esperando la promesa, entre el Pueblo, fueron unos pocos
individuos que hablaban unos con otros y pensaban acerca de Aquel que Viene (Malaquías 3:16).
También solo Zacarías y Elisabet, la prima de María (Lucas 2:36-38), y otros pocos, fueron los “que
esperaban la consolación de Israel,” y aguardaban “la redención en Jerusalén.” (Compare Marcos
15:43 y Lucas 24:21). Ya hemos visto que, este orden histórico, es el que se da en estas siete
Epístolas a las Asambleas. Pero cuando llegamos a las PROMESAS, entonces todo es diferente.
Proceden en la dirección opuesta. El orden, en vez de ser descendiente – desde el más alto grado
de privilegios (Éxodo) hasta el estado más bajo de destitución espiritual (Profetas Menores) –
ahora se hace ascendente, en los consejos de Jehová, hasta que les ofrece un Edén para compartir
con ellos Su trono. Esto lo veremos más claramente cuando expongamos las promesas hechas en
Apocalipsis 2 y 3. Pero antes que nada debemos observar que estas promesas son todas
totalmente individuales. No hay existencia de una corporación reconocida como tal. Cada una de
las siete promesas comienza con las mismas palabras, “aquel que venciere.” Esto corresponde al
lenguaje de los Cuatro Evangelios, y a la Epístola a los Hebreos: “Aquel que permanezca hasta el
final,” y resista al diluvio de iniquidad por el cual serán rodeados, será salvo. Esta manera de
hablar y su fraseología son extrañas al lenguaje de las posteriores Epístolas Paulinas. A la totalidad
del periodo que está cubierta por “el día del Señor” se denomina la reunión final de las edades, o
la (…) (sunteleia); pero, la crisis en la cual culmina se llama el (…) (telos), el fin de las edades.
Ambas se traducen “final” en el Nuevo Testamento, pero el empleo de estas dos palabras debe ser
cuidadosamente distinguido. La Sunteleia denota un final o término ligado, o en conjunción con
otras cosas. Consumación tal vez sea la mejor traducción castellana*. Eso implica que varias cosas
se tienen que dar juntas, y alcanzarán su fin durante el mismo periodo; mientras que telos es el
punto de tiempo al final del periodo. ** Por ejemplo, en Mateo 24:3 los discípulos preguntan,
“Qué señal habrá de tu venida, y del sunteleia del siglo.” *La palabra aparece solamente en Mateo
13: 39, 40, 49; 34:3; y 28:20, lo cual muestra que este versículo se refiere a un día todavía futuro. Y
en Hebreos 9:26, la cual se refiere a la sunteleia de la primera dispensación. Es la traducción de la
Septuaginta (…) (Keytz) en Daniel 12:4, 13.
** Telos es significativo en esta conexión, en Mateo 10:22 y Apocalipsis 2:26. En Su respuesta a
esta pregunta el Señor habla de todo el periodo, y cubre la totalidad de la sunteleia. Pero tres
veces menciona Él el telos (1) para decir que “el telos no es todavía” (vers.6); (2) para darles una
promesa “el que persevere hasta el telos” (versículo 13); (3) para señalar la crisis en el versículo
14, que viene inmediatamente después del cierre de la predicación del “evangelio del reino.”
“Entonces vendrá el telos.” La señal del telos es el asentamiento de “la abominable desolación que
habló el profeta Daniel.” Así que en el telos, aquel que resista hasta aquí, ese mismo será salvo, y
será contado entre los vencedores especialmente referidos en estas siete Epístolas; a quienes
estas promesas son hechas, y a quienes particularmente se refieren. Son siete en número, como
sabemos: pero tenemos que observar que las siete aquí, como en todas partes, son divididas en
tres y cuatro.
Cada Epístola finaliza con dos cosas: (1) una inducción a “oír”; (2) y una promesa a aquel que
“venza.” En las tres primeras Epístolas, la Promesa viene después de la Inducción. En las
cuatro últimas viene antes de ella. Esto se debe a que las tres primeras están conectadas, por
referencia, a lo que está escrito de la Divina provisión en los libros de Génesis y Éxodo (El
Edén y el Desierto); mientras que las otras cuatro se conectan con el Territorio y los tronos de
David y Salomón: el número tres señala la Celestial o Divina perfección; y el número cuatro
tiene que ver con la tierra.
Veamos estas Promesas en su orden:
1. LA PRIMERA (ÉFESO).
Se refiere a Génesis 2, a la promesa, “Le daré a comer del árbol de la vida, el cual
está en medio del paraíso de Dios” (Apoc. 2:7).
Dios comienza Consigo Mismo. El Apocalipsis no solamente relata a Israel, sino
también a toda la tierra; y la primera promesa nos lleva de vuelta al Edén y al “árbol de la
vida.” El camino hacia ese árbol se encontraba perdido: pero fue “mantenido” (o
preservado) por el querubín (Génesis 3:24). Este querubín próximo aparece en conexión
con el camino al Que Vive, en el Tabernáculo, y son así ligados a Israel. Solamente en la
restauración de Israel puede el camino al “Árbol de la Vida” ser restaurado. La soberanía y
el gobierno sobre la tierra es el gran tema del Apocalipsis; por tanto la promesa regresa al
punto donde la soberanía es ignorada y el gobierno fue depuesto. Este pasa a ser el punto de
partida. Eso es por lo que los querubines reaparecen en el Apocalipsis, íntimamente
asociados con esta obra de restauración del Divino Gobierno sobre la tierra. La canción
que cantan es de “creación” (Apocalipsis 4:11). El símil que tienen es a la creación. La
canción es sobre la redención de Israel (no de ellos mismos. Vea los detalles acerca de ellos
en los caps. 4, y 5). 2. LA SEGUNDA (SMIRNA).
Se refiere a Génesis 3, siendo la promesa “Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida.” “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (2:10, 11). La
referencia es a Génesis 3, donde la primera muerte aparece. Pero la promesa va más allá;
porque relata no meramente a la muerte que se introdujo con el pecado, sino a la “segunda
muerte,” que está revelada en Apocalipsis 20:14; y 21:8.
3. LA TERCERA (PÉRGAMO).
Se refiere a Éxodo. La promesa es, “Le daré a comer del maná escondido, y le daré
una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce
sino aquel que lo recibe” (2:17). Es en esta tercera Epístola, que se refiere al periodo en el
desierto y a los consejos de Balaam, donde tenemos una especial referencia al maná, el
alimento del desierto, del cual Éxodo contiene el registro. “Pan del Cielo” y “comida de
Ángeles” (Salmos 78:24, 25) son enviados contra los deseos de la carne y la idolatría
espiritual. El maná tuvo que ser “guardado” en el arca del Pacto, “para que vuestros
descendientes puedan ver el pan con el que Yo os alimenté en el desierto, cuando os saqué
de la tierra de Egipto… y Aarón lo puso Arca del Testimonio para guardarlo”. Éxodo
16:32-34). Este “guardar” el alimento era para memoria; para recordarles que Dios puede
suplir al remanente de Su Pueblo en el día venidero, cuando no se les permita comprar o
vender (Apocalipsis 13:16, 17) a menos que consientan en llevar la “marca o sello de la
Bestia.” Si Dios mantuvo en el pasado a Su Pueblo en el desierto, de donde no podían
obtener alimentos: ¿Por qué no aquí, ahora? Los falsos profetas comerán hasta saciarse de
la mesa de otra Jezabel: ¿Por qué no podría Dios “abastecer una mesa” (Salmos 78:19) para
los Suyos en aquel día venidero, en el desierto adonde tendrán que huir (Apocalipsis
12:14)? Aquel maná fue literal: ¿por qué no este otro? ¿Por qué salirnos de nuestro camino
procurando extrañas interpretaciones ajenas al tema, cuando tenemos una a la mano en las
Escrituras del Antiguo Testamento donde está referido? Aquel maná tuvo que “guardarse”
y “mantenerse,” para recordarles que Dios puede todavía, y podrá futuramente otra vez
“poner mesa en el desierto,” para que ellos puedan de nuevo ser “alimentados durante un
cierto tiempo, y tiempos, y mitad de un tiempo” (Apocalipsis 12:14). Hay una promesa
posterior acerca de la “piedra blanca” y el “nuevo nombre.” Preguntamos de nuevo, ¿Para
qué seguir nuestra propia imaginación, o las costumbres paganas, para interpretación,
cuando tenemos en este mismo libro de Éxodo* el relato de las piedras sobre las cuales
fueron grabados los nombres de las Tribus: Dos a hombros del Sumo Sacerdote, con seis
nombres en cada una (colectivamente); y doce en el pectoral, con un nombre en cada una
(individual). Siendo ubicados los nombres individuales “sobre su corazón” (el lugar del
amor), y los nombres colectivos “sobre sus espaldas” (el lugar de la fuerza). (Éxodo 28:8-
30) Al lado de estas piedras había también las piedras de “Unim, y Tumin”, de las
cuales poco o nada se sabe. Estas deben haber sido “blancas” por lo poco que conocemos;
pero sabemos que estaban asociadas con escuchar y preguntarle al Dios que habitaba en
medio de Su Pueblo. Aquí, en medio de sus escenarios de prueba y tribulación, cuando el
pueblo de Dios se encuentre en otro desierto, se acordarán, por esta promesa de Éxodo, de
la presencia de Jehová entre ellos; y del bendito hecho de que Él guarda sus nombres en Su
memoria; que Su amor es eterno; que Su fuerza es todopoderosa, y capaz de alimentarlos
cuando sus enemigos prevalezcan y falten los recursos humanos.
4. LA CUARTA (TIATIRA)
Refiere los libros de Números y Samuel. La promesa es, “le daré autoridad sobre las
naciones: y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como yo
también las he recibido de mi Padre. Y le daré la estrella de la mañana” (Apocalipsis 2:26-
28). Aquí una vez más el orden literario en el Apocalipsis coincide con el orden histórico:
porque es en el libro de Números que tenemos las bases de esta promesa dadas al mismo
Pueblo que era el sujeto allí. Porque “saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de
Israel, y herirá las sienes (los príncipes) de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set. Será
tomada Edom, será tomada también Seir por sus enemigos, e Israel se portará varonilmente.
De Jacob saldrá el dominador, y destruirá lo que quedare de la ciudad.” (Números 24: 17-
19). Esta promesa y profecía que se cumplió en el pasado en David; tiene su paralelismo o
configuración en lo que estaba reservado para el Hijo de David y Señor de David: para
Quien era, la “raíz y la primicia de David.”
Lucas 1:31-33 habla de Su conquista, y de Su reinado sobre el trono de David.
David, ya lo hemos dicho, era su prefigura: por eso pudo decir en las palabras de su
canción, “Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; has humillado mis enemigos delante de
mí, y has hecho que mis enemigos me vuelvan la espalda (huyan de mí) para que yo
destruyese a los que me aborrecen…Como polvo de la tierra los molí; como polvo de la
tierra los pisé y los trituré” (2ª Samuel 22:40, 41, 43). Este era el tema de la canción de
David “en el día que el Señor le libró de manos de todos sus enemigos.” Y representa la
todavía más gloriosa canción en honor del Señor de David cuando los reinos del mundo
pasen a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo, y él reine por siempre y para siempre.
La promesa se da en esta cuarta Epístola, porque la profecía de Números 24:17-19 todavía
no ha sido realmente cumplida. “Lo alto de la Aurora (la estrella de la mañana) visitó a Su
pueblo (Lucas 1:78) pero fue despreciado; y por eso la realización permanece en suspenso,
al igual que la de Lucas 1:31-33. En Apocalipsis 2:26-28 el tiempo está a punto de
cumplirse. Por eso se repite la promesa; y en el cap.20:4 vemos su concretización; porque
la “estrella de la mañana” será entonces aparecido (Apocalipsis 22:16).
5. LA QUINTA (SARDIS)
Se refiere nuevamente a los tiempos de David – no al comienzo de su reinado, sino
a su fin. Es una doble promesa, negativa y positiva, y ambas tienen que ver con los nombres
de individuos. “No borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi
Padre y delante de Sus ángeles” (3:5).
La referencia se hace sobre “las últimas palabras de David” en 2ª Samuel 23. Son la
continuación de “las palabras de esta canción” en el capitulo anterior. Estas “últimas
palabras de David” fueron pronunciadas cuando estaba a punto de entregarle el trono y el
reino a Salomón; cuando el conflicto estaba en su fin, y su descendiente dominando sobre
un glorioso reinado de paz y prosperidad: prefigurando y aludiendo el tiempo cuando esta
promesa de Apocalipsis 3:15 esté a punto de cumplirse, y los juicios del Apocalipsis estén a
punto de introducir las glorias del milenio.
“No borraré su nombre.”
“Confesaré su nombre.”
Así que es una doble promesa, y es exactamente lo que vemos en la historia que
aquí se refiere. David está confesando los nombres de sus oficiales, y confesando sus
hechos, “Estos son los nombres de los hombres valientes que tuvo David” (2a Samuel
23:8). Estos fueron los que “se juntaron con él” en el día que fue depuesto de su reino.
Pues, aunque había sido ungido como rey, todavía no se había sentado en su propio trono,
sino que había sido usurpado por Adulam, o el lugar de testimonio. *
*Adulam signica el testimonio de ellos.
Se habían aliado con él cuando estaban afligidos y endeudados y se hallaban en
amargura de espíritu (alma) (1ª Samuel 22:1, 2), y David “llegó a ser su capitán.” Le habían
seguido en medio de todo su conflicto: y ahora, en la víspera de la era de gloria y paz, sus
nombres son confesados delante de todos. Sus hechos son anunciados, y sus hazañas
recordadas. Pero hay algunos cuyos nombres “fueron borrados”. Joab por ejemplo no se
encuentra inscrito, aunque Abisai su hijo si está allí (2ª Samuel 23:18); “Asael el hermano
de Joab,” está inscrito (vers.24); Naharai…el escudero de Joab,” también (vers.37) pero no el
mismo Joab. Él fue un “gran hombre.” Él había sido el comandante en jefe de las tropas de
David, un valiente soldado, un gran hombre de estado y sabio consejero; pero, aunque
tuviese todas esas cualidades y algunas más, no llego a ser un vencedor, porque su corazón
no fue recto con David. Es verdad que permaneció fiel cuando Absalón se rebeló, pero
tomó parte de la conspiración de Adonías. Ahitofel no está inscrito; aunque leemos el
nombre de “Eliam el hijo de Ahitofel” (vers.34). Él era el más grande consejero de David;
tan sabio, que cuando él hablaba “era como si se consultase la palabra de Dios” (2ª Samuel
16:23). Sin embargo no fue un vencedor, y no está “confesado” delante de los hombres. Él
tomó parte con Absalón en su rebelión; y está borrado de esta lista de nombres. Abiatar,
también es borrado, porque ni tan siquiera su nombre figura aquí. Él fue el amigo más
amado de David (vea 22:20-23), pero no fue un vencedor. Él permaneció fiel en la traición de
Absalón, pero se alió a la de Adonías. Los demás nombres son debidamente confesados.
La escena es inexplicablemente solemne; y tiene, por aplicación, una voz de aviso
para todos. Sin embargo, por interpretación, reincide con especial fuerza esta promesa a la
Asamblea en Sardis, y se refiere al cumplimiento de Mateo 10:32, 33 y Lucas 12:8, 9. “A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante
de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo
también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Así que esta promesa se
refiere, no solamente a las solemnes escenas pasadas en la historia de Israel, sino que
muestra estar conectada próximamente con los Cuatro Evangelios, y señala los escenarios
del juicio final y la gloria en conexión con el Señor de David, y de “uno más grande que
Salomón.”
6. LA SEXTA (FILADELFIA).
Refiere a Salomón, igual que la séptima (Laodicea). En la primera la referencia
recae en el “Templo” y en la “Ciudad”; mientras que en la posterior, es al “Trono”. La
promesa continua (3:12): “Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y
nunca más saldrá de allí: y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad
de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre
nuevo.”
La referencia aquí a Salomón es inconfundible.
Él fue quien edificó el templo, y puso en sus atrios aquellas misteriosas columnas
“Jaqín y Boaz” (1ª Reyes 7:13-22; 2ª Crónicas 3:17).
“Y colocó las columnas delante del templo, una a la mano derecha, y otra a la
izquierda; y a la mano derecha llamó Jaquín (Él que será establecido): y a la de la izquierda,
Boaz (En su poder).”
Poder y permanencia fue lo que se les anunció a todos los que entraron en este
maravilloso Templo. El Templo de Dios se pone así en contraste en esta Epístola con la
Sinagoga de Satanás, y con aquellos que “se dicen ser judíos y no lo son.” Esta sinagoga ni
tiene poder ni permanencia. Pero los vencedores serán finalmente coronados con poder
Divino, y poseerán la heredad eterna, porque “ya no saldrán más afuera.” Además, la
promesa referida al nombre del vencedor viene escrita en “la ciudad de mi Dios.”
Solamente cabe una única interpretación para esta promesa. Cualquiera que esté
familiarizado con la fraseología del Antiguo Testamento, se acordará rápidamente del
Salmo; 122; 87 y 48. En este último se lee:
"Grande es Jehová y digno en gran manera de ser alabado
En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte Sión,
A los lados del norte, la ciudad del gran Rey.”
Como lo oímos, así lo hemos visto;
En la ciudad de Jehová de los ejércitos,
En la ciudad de nuestro Dios" (Salmo. 48. 1, 2, y 8) "Su cimiento está en el monte santo.
Ama Jehová las puertas de Sion
Más que todas las moradas de Jacob.
Cosas gloriosas se han dicho de ti,
Ciudad de Dios. Selah.
Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen:
He aquí Filistea y Tiro, con Etiopia;
Este nació allá.
Y de Sion se dirá: este y aquél han nacido en ella,
Y el Altísimo mismo la establecerá.
Jehová contará al inscribir a los pueblos.
'Este nació allí.' Selah.
Y cantores y tañedores en ella dirán:
'Todas mis Fuentes están en ti'" (Salmos 87).
Es cierto, el título de capítulo de la A.V. (versión inglesa) puede llamarla “la
naturaleza y gloria de la Iglesia.” Pero nosotros preferimos creer a Dios en la plana y literal
descripción de “la ciudad de Dios”: y aquellos que son el sujeto de la promesa tendrán un
bendito conocimiento de lo que significará estar inscrito “en la ciudad de Dios.”
Ezequiel (cap.13) también está dirigido a Israel; pero como habla de promesa y
profecía, no se interpreta de la Iglesia, sino que se deja para las personas mencionadas;
aunque no se encuentran aquí tan claramente definidos como en el que hemos visto antes de
Salmos. En el versículo 9 leemos sobre aquellos que “no estarán en la congregación de mi
pueblo, ni serán inscritos en los libros de la casa de Israel; Y sabréis que yo soy Adonai
Jehová.” (Ezequiel 13:9).
La promesa en Apocalipsis 3:12 refiere a la Nueva Jerusalén (caps. 21 y 22). Si la
ciudad de David y Salomón tenía tales “cosas gloriosas”, que fue referida como “la ciudad
de Dios”, ¿cuánto más no será la gloria de aquella ciudad que “descenderá del cielo de
parte de mi Padre”? ¿Y cuál será la bendición de Sion y Jerusalén cuando, como está
escrito en Isaías 62:1: “salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como
una antorcha”? Entonces es cuando se da la promesa: “Y te será puesto un nombre nuevo,
que la boca de Jehová nombrará.” (Compare Isaías 60:14). En Isaías 62:4 y 12 tenemos
instrucciones posteriores acerca de este “nuevo nombre” referido en Apocalipsis 3:12.
7. LA SEPTIMA (LAODICEA)
Se refiere al trono, del cual Salomón era en todos los aspectos el tipo o figura ideal.
Esta, la promesa más alta, se les da a los vencedores en el periodo más bajo en la
condición de la degradación de Israel, la cual se describe en peligro de venir a ser
“vomitada.” La condición a la cual llegó ya la hemos visto anteriormente, y ahora tenemos
la más importante de todas las promesas. Los vencedores en aquella terrible última y más baja
condición son los que más precisan la más grande de las ayudas Divinas y aliento. Por
eso se da la más alta de las promesas.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).
Para Salomón es la gran promesa del trono otorgado a través de David. “Cuando tus
días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu
linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre,
y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.” (2ª Samuel 7:12, 13). La apostasía de los
sucesores de Salomón en aquel trono fue prevista y anunciada. La totalidad del Salmo 89
debe leerse con esta conexión, para explicar cómo y por qué el trono pasaría a quedarse en
suspenso. Después de esta referencia en este versículo 14, la promesa continúa: Pero
"Mi misericordia no se apartará de él…...
"Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro:
"Y tu trono será estable eternamente (2 Samuel 7:15, 16).
Cómo y cuando esta promesa será cumplida, después de que el periodo de castigo
referido en el versículo 14 (de 2ª Samuel 7) haya concluido, se describe en Daniel 7. Allí
tenemos completamente declarado cómo “el Hijo del Hombre” recibirá el reino y el trono,
y cómo “los santos del Altísimo” compartirán aquel trono con Él, como es prometido en
esta Epístola. El título que se emplea en Daniel 7, “El Altísimo” es muy significativo, y
muestra que todos los escenarios son relativos a la tierra. Siempre que este título aparece
este es su significado y enseñanza. Su primera aparición, en Génesis 14:18-24 y lo señala
como perteneciente al “dueño y poseedor del cielo y de la tierra.” Fue bajo el título de “el
Altísimo,” que Él dividió a las naciones “su heredad” en la tierra (Deuteronomio 32:8), la
cual, como su “poseedor”, que es, solamente Él tiene el derecho o el poder de hacerlo.
La expresión utilizada en Daniel 7 vers. 18 “los santos del Altísimo,” nos dice que las
personas referidas son personas de la tierra, terrenales, aun aquellos a quienes se les promete
un trono y un reino terrenal. No la iglesia de Dios, por tanto, cuya llamada, posición,
esperanza y destino son celestiales. Cuatro veces se emplea la expresión en Daniel 7. En el
versículo 18 “Los santos del Altísimo recibirán el reino, y poseerán el reino hasta el siglo,
eternamente y para siempre.” En los versículos 21 y 22 la cuarta Bestia “hacía guerra contra
los santos y los vencía (como se relata en Apoc.13:7); hasta que vino el Anciano de días, y
se dio el juicio a los santos del Altísimo. Y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.”
En el versículo 25 la Bestia “hablará palabras contra el Altísimo”, (como se relata también
en 2ª Tesalonicenses 2:4, y Apocalipsis 13:5, 6). En el versículo 27 leemos que “el reino y
el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los
santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y
obedecerán.” Estos son los “elegidos,” que serán “reunidos de los cuatro vientos, desde un
extremo del cielo hasta el otro”, cuando el “Hijo del Hombre” descienda sobre la tierra
(Mateo 24:30, 31). Entonces aparecerá Su “llamada”, “Reuniendo mis santos junto a mí.”
Esto es cuando Él llamará “a la tierra, para que pueda juzgar a Su Pueblo” Y cuando,
posteriormente, en Mateo 25:31, leemos: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su Gloria, y todos
los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria”: entonces habrá
una reunión diferente, no la de Sus “elegidos” (vea Mateo 24:31), sino que “delante de Él
se presentarán reunidas todas las naciones”, * de acuerdo a Joel 3:1, 2 y 11, 12.
*Vea la estructura de la totalidad de esta gran profecía de Mateo 24 y 25 en Las
Cosas que Están por Suceder, vol.6, pag.103.
Este trono del juicio especial de las “naciones” nos conduce y acaba en el
permanente trono del Divino gobierno, de acuerdo a Jeremías 3:17. Entonces se les
otorgará la promesa a los vencedores: “Le daré que se siente conmigo en mi trono, así
como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en Su trono (Apocalipsis 3:21). Esta
promesa, por tanto, igual que las demás, no son dadas a la Iglesia de Dios. Los miembros
de este glorioso cuerpo ya habrán sido “reunidos en el aire para encontrase con el Señor”, y
habrán hecho parte en la “reunión con él” allí, antes de que el clamor de Salmos 1:5
aparezca a “la tierra, para que pueda juzgar a Su pueblo”, y “reúna a sus (terrenales)
santos.”
Así hemos trazado el camino ascendente – la escala ascendente de las siete
promesas de estas siete Epístolas, y visto cómo tienen que ser interpretadas de Israel, cuyo
camino descendente está aquí tan maravillosamente puesto en estas mismas Epístolas. Con
esto concluimos nuestros Quince puntos preliminares; y sometemos que sus acumulativas
evidencias establecen nuestra posición fundamental, de que la “Iglesia de Dios” no forma
parte del tema de Apocalipsis. Nuestra interpretación confina ese tema a los “judíos” y los
“gentiles” (1ª Corintios 10:32. Cada uno de nuestros lectores tiene que decidir por sí, si “la
palabra de la verdad” está así “correctamente” dividida, de acuerdo a las evidencias que
tenemos delante de nosotros.