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GERENCIALISMO Y ÉTICA DEL BIEN COMÚN: EL

PROBLEMA DE LA MOTIVACIÓN EN EL TRABAJO


EN EL ÁMBITO DE LOS SERVICIOS PÚBLICOS*

Jean-François Chanlat

La publicación de un texto acerca de la motivación en la labor que realiza el


sector público es a la vez esencial y audaz. Esencial, por una parte, ya que los
servicios públicos juegan el día de hoy un papel determinante en los países
industrializados, particularmente en relación con ciertos sectores (salud,
educación, cultura, servicios sociales) y, por la otra, porque el Estado ocupa
todavía funciones centrales en la vida colectiva, aun en el contexto de
liberalización que conocemos actualmente.1 Audaz ya que buena parte de la
población asocia los servicios públicos con la imagen de funcionarios poco
propensos al trabajo y preocupados sobre todo por sus ventajas y privilegios,
idea que se difunde según las épocas y las capas sociales desde Courteline. El
interés sobre el estímulo en el trabajo de los empleados del sector público es,
quizá también y sobre todo, la interrogante en cuanto al tema del malestar
profesional que observamos en nuestros días en gran número de servicios
públicos en el mundo en general. Efectivamente, no pasa un día sin que la
prensa aluda a la depresión del personal hospitalario, al estrés de los maestros,
al malestar de los funcionarios, etcétera. Las investigaciones relacionadas con
el tema son numerosas, como lo demuestran los diferentes artículos de esta
obra. Por lo general, cuando en el contexto de un medio laboral se habla
acerca de la necesidad de motivación es porque se hace frente a una

*
Tomado de Thibaut Duvilier, Jean-Louis Genard y Alexandre Piraux (dirs.), La motivation au travail dans
les services publiques, L’Harmattan, París, pp. 51-64. La traducción es de Anne Marie Lebourges Solange.
1
P. Fremeaux, “Le nouvel interventionnisme liberal”, en Alternatives économiques, núm. 197, noviembre de
2001.

1
desmovilización y a una pérdida de sentido dentro del universo concernido.2
¿Qué pasa, pues, hoy para que el tema de la motivación en el trabajo se vuelva
popular en el sector público? ¿Y qué tenemos que pensar de las
particularidades del trabajo en dicho sector para que los empleados vuelvan a
motivarse?
El desarrollo del artículo que aquí se presenta gira en torno a las
preguntas planteadas en el párrafo anterior, ya que implican cuestiones
importantes que se relacionan con la evolución del lugar y estatus del
funcionario en el marco del reciente Congreso Internacional de Ciencias
Administrativas, el cual tuvo lugar en Atenas en julio pasado:

¿De qué manera obtener el mejor resultado en el área de servicios públicos?


¿Cómo conservar los servicios de los que poseen las capacidades y la
experiencia necesarias y son capaces de los mejores rendimientos? ¿Cómo
inspirar, mantener y cultivar los valores de entrega al servicio, integridad,
receptividad, compromiso e investigación de calidad? Éstos son los retos que
la administración pública debe aceptar hoy.3

En lo que nos atañe, el problema de la motivación en el trabajo en el


sector público se encuentra estrechamente ligado a dos hechos: por una parte,
a las transformaciones que dicho sector conoció a lo largo del transcurso de
los últimos 20 años y, por la otra, al olvido de ciertas especificidades en ese
tipo de actividad.

2
B. Sievers, “La motivation: un ersatz de significations”, en J. F. Chanlat, L`individu dans lòrganisation, les
dimensions oubliées, Ste Foy, Les Presses de lÙniversité Laval, Eska, París, pp. 337-361.
3
B. Kudrycka, “L`évolution de la place et du statut des fonctionnaires”, informe del subtema La situation du
fonctionnaire (nouveaux contés, nouveaux défis), en La conduite de I`action publique au XXI ème siècle,
XXV Congreso Internacional de Ciencias Administrativas, Atenas, 9-13 de julio de 2001.

2
El ascenso del gerencialismo en el sector público

Durante las últimas dos décadas nuestra sociedad ha presenciado cambios


importantes, los cuales influyeron de forma determinante en la manera de
concebir al Estado por sí mismo, así como en relación con los servicios
públicos. La crisis del Estado-Providencialista, el derrumbe de las
experiencias socialistas, la hegemonía de la empresa privada como modelo
organizativo eficaz y del mercado como mecanismo de regulación de los
intercambios han afectado profundamente no sólo nuestra visión de la acción
pública, sino también las políticas, los programas, las estructuras y la cultura
de las organizaciones estatales.
Este empuje neoliberal, como algunos lo han llamado,4 ocasionó en la
mayoría de los países del mundo, al mismo tiempo, recortes presupuestarios
de cierta importancia, la privatización de un gran número de empresas
estatales, incluso de ciertos servicios públicos, de grandes programas de
modernización de los servicios que seguían siendo públicos y una amenaza
más o menos oculta de privatización en el caso en que tales reformas no diesen
satisfacción en los servicios interesados. De hoy en adelante, como lo señalaba
un relator del Congreso de Atenas ya mencionado, “En este nuevo entorno, el
funcionario debe ser a la vez competitivo y eficaz y disponer de las mismas
aptitudes que los empleados del sector privado” y en este nuevo modelo de
gerencia pública, “la gestión del sector público debe ser similar a la del sector
privado”. 5
El universo de los servicios públicos sufre repentinamente el ascenso de
lo que hemos llamado el gerencialismo.6 Por gerencialismo se entiende el
sistema de descripción, explicación e interpretación del mundo construido a

4
R. Passet, L´illusion néo-libérale, Paris, Fayard, 2001.
5
B. Kudrycka., “L´évolution de la place…” op. cit.
6
H. Mintzberg, Voyage au coeur des organisations, Éditions d´organisation, París, 1994 ; J.-F. Chanlat
Sciences sociales et management, Ste Foy, Les Presses de I´Université Laval, Eska, París, 1998.

3
partir de las categorías de la gestión privada. Las manifestaciones del
gerencialismo son múltiples. En primer lugar, en el nivel lingüístico se
constata fácilmente la manera en que las palabras gestión, gerencia,
administrar, manager, gerente, aparecen, en la actualidad, en el vocabulario
utilizado comúnmente en el lenguaje cotidiano. (Por ejemplo, en numerosos
casos ya no expresamos nuestras emociones, las administramos.) Además, en
el nivel organizativo, se señala la manera en que las nociones y los principios
administrativos originarios de la empresa privada (eficacia, productividad,
resultado, competencia, capacidad empresarial, calidad total, cliente, producto,
marketing, excelencia, reingeniería, etcétera.) han invadido ampliamente a
escuelas, universidades, hospitales, administraciones, servicios sociales,
museos, teatros, organismos sin fines de lucro e incluso iglesias. Finalmente,
se puede observar hasta qué punto los dirigentes empresariales, los gerentes,
constituyen un grupo influyente. La figura del manager sin duda se ha vuelto
una de las figuras centrales de la sociedad contemporánea donde brilla este
nuevo espíritu del capitalismo del que nos hablan Boltanski y Chapiello.
La creciente presencia del pensamiento gerencial en el universo de los
servicios públicos se asocia estrechamente con la crítica feroz hacia el modelo
burocrático, realizada por numerosos consultores, políticos, dirigentes
empresariales o ciudadanos que reclaman organizaciones más flexibles, más
dinámicas, más eficaces y más innovadoras.7 A pesar de que algunas críticas
no carecen de fundamentos, buena cantidad de dichos discursos olvidan a
veces las razones que han llevado históricamente a la formación de la
burocracia8 y la razón por la cual este modelo tan recriminado ha sido el
modelo de las empresas privadas desde principios del siglo pasado, en
particular en Alemania.9 Resulta necesario considerar que toda forma

7
D. Osborne y T. Gaebler, Re-Inventing Government, Addison-Wesley, Reading, 1992; T. Peters, Liberation
Management, Basingstoke, MacMillan, Londres, 1992.
8
M. Weber, Économie et sociétés, Plon, París, 1972.
9
H. D. Meyer, “Organizational Environments and Organizational Discourse: Bureaucracy betterave Two

4
organizativa se arraiga dentro de una sociedad y una cultura determinadas. Lo
anterior explica que la visión que puede uno tener acerca de la burocracia es
muy diferente, en términos históricos, de cada lado del Atlántico.10 En
Estados Unidos se tiene una concepción antiestadista, mientras que en Europa,
en particular en Alemania y Francia, se ha reconocido y legitimado
grandemente la presencia del Estado dentro de las actividades
socioeconómicas. Por lo tanto, no es casualidad que las críticas más feroces
hacia la burocracia partan de autores anglosajones, por no decir
estadounidenses. Tom Sellers, incluso, llega a hablar sobre su odio hacia la
burocracia. El terruño sociohistórico, del cual son originarios, los predispuso a
su actitud visceral.
En el transcurso de estos últimos meses, el discurso cambió un poco.
Las grandes diatribas contra el Estado, la burocracia y su ineficacia legendaria
han dejado lugar a propósitos más favorables para la acción pública y sus
virtudes en el rubro de la actividad socioeconómica. Por un lado, el aprieto en
el que se encuentra la economía en general, la crisis de la nueva economía, la
desvalorización de la burbuja especulativa, las críticas de los movimientos
antimundialización, los problemas de regulación a escala tanto nacional como
internacional (vaca loca, ratificación del protocolo de Kioto, condiciones de
trabajo en los países en desarrollo, etcétera); por el otro, los resultados más
que mediocres de algunos servicios privatizados (Ferrocarriles Británicos,
distribución de electricidad en California), o fuertemente privatizados (sistema
11
de salud EE.UU.), han destacado de nuevo el papel de las regulaciones y la
razón de ser de los servicios públicos. Los atentados de septiembre en Estados
Unidos acentuaron la toma de conciencia mediante el descubrimiento de los

Worlds”, en Organization Science, vol. 6, núm. 1, enero-febrero, 1995, pp. 32-43.


10
R. Jackall, Moral Mazes: The World of Corporate Managers, Oxford University Press, Nueva York, 1988;
H. D. Meyer, “Organizational Environments and Organizational Discourse: Bureaucracy betterave Two
Worlds”, en Organization Science, vol. 6, núm. 1, enero-febrero, 1995, pp. 32-43.
11
P. Farmer y B. Rylko-Bauer, “L´exceptionnel système de santé américain. Critique d´une médecine à
vocation comerciale”, en Actes de la recherche en sciences sociales, núm. 139, 2001, pp. 13-30.

5
efectos desastrosos de la privatización de la seguridad aérea en este país,
relevante misión, encargada, por cierto, como acaba de recordar el sociólogo
Ulrich Beck, “a trabajadores de tiempo parcial altamente flexible, cuyo
salario, inferior al de los empleados de fast-food, alcanzaba los seis dólares la
hora más o menos”. Las funciones de vigilancia, centrales en el sistema de
seguridad interior, fueron por lo tanto cumplidas por personas “formadas” en
pocas horas, quienes además no llevaban más de seis meses en promedio de
“chamba” en la seguridad “fast-food”.12
Semejante constatación remite a las razones que empujaron a las
sociedades a dotarse de burocracias públicas y a los objetivos que se les
asignaba, condición previa indispensable, según nosotros, a toda reflexión
acerca de la motivación en el trabajo en los servicios públicos.

Breve recuento sobre los orígenes de la burocracia

Debemos a Max Weber la primera reflexión fundamental acerca de los


orígenes de la burocracia, reflexión muy actual todavía. ¿Qué nos dice?
Recuerda que la llegada de la burocracia moderna, que a grosso modo ocurre
al entrar el siglo XX, es la ilustración en el campo de las organizaciones de un
proceso más amplio de racionalización del mundo que se inició en occidente
desde hace varios siglos.13 Dentro de dicho proceso, la dirección
administrativa burocrática es el medio de garantizar el tipo de dominación que
él califica de racional-legal. Este modelo de organización revela ser más eficaz
que los antiguos tipos (carismático y tradicional), ya que se apoya en el
profesionalismo, el saber, las competencias, la integridad, la impersonalidad,
la independencia y cierta ética del bien común o del interés general. Dicho de
otra manera, la burocracia se impone porque responde a las exigencias de una

12
U. Beck, “La fin du néolibéralisme”, Le Monde, 2001.
13
M. Weber, Économie et sociétés, Plon, París, 1972.

6
sociedad racional movida a la vez por imperativos de eficacia y por
imperativos democráticos (la igualdad de todos ante la ley y los servicios).
Weber añade también una idea fundamental, a saber, que la vida social en las
sociedades modernas se desarrolla en diferentes órdenes de existencia.
Estamos por lo tanto sometidos a leyes diferentes, según las esferas aludidas.
Para Weber, no se debe transferir un ethos que guía a una conducta
profesional en particular hacia otra conducta. Es así como el ethos del
burócrata y el del hombre de negocios no son compatibles. En efecto,
pertenecen a universos sociales diferentes. Reencontramos una idea cercana a
la que presentaron Boltanski y Thévenot cuando hablan de mundos y en
particular de mundo cívico en su obra De la justification.14
Si seguimos el punto de vista weberiano, el ascenso del gerencialismo
en los servicios públicos al que presenciamos desde hace cerca de 15 años, no
es un hecho lógico, obvio. Resulta que, al transferir principios, valores y
procedimientos originarios de la esfera de la empresa privada hacia el sector
público, los y las que abogan por ello, callan a menudo ciertos elementos clave
de la actividad de todo servicio público y las especificidades de cada una de
ellas. Se puede, entonces, entender fácilmente que esos cambios no se realicen
sin problema y que varios empleados de los servicios públicos se encuentren
perdidos con los nuevos discursos. Se puede entender también el motivo por el
cual la carrera de administración pública ya no posee la atracción que tenía
entre las elites universitarias interesadas en la cuestión pública, en particular
en Estados Unidos.15 Ahora bien, la naturaleza del servicio público no se
reduce a la de una empresa privada: remite a retos sociales que tocan a la ética
del bien común, cuyo objetivo, como lo recuerda Petrella,

es el de la riqueza común, a saber, el conjunto de principios, reglas,

14
L. Boltanski y L. Thévenot, De la Justification, Métaillé, París, 1991.
15
D. Clight, The New Public Service, Brooking Institutions Press, 1999.

7
instituciones y medios que permiten promover y garantizar la existencia de
todos los miembros de una sociedad humana. En el plano inmaterial, uno de
los elementos del bien común se constituye por la triada reconocimiento-
respeto-tolerancia en las relaciones con el otro. En el plano material, el bien
común se estructura en torno al justo acceso de todos a alimentación,
vivienda, energía, educación, salud, transporte, información, democracia y
expresión artística.

Desde esta perspectiva, en nuestros países, el Estado, garante de la solidaridad


nacional, desarrolló, en el transcurso del último siglo, servicios públicos. Al
hacerlo, les otorgó una especificidad que remitía a un universo no mercantil
cuya vocación era la de servir al interés general y garantizar la justicia social.16

La ética del trabajo en los servicios públicos: ¿un poderoso


factor de motivación en el trabajo?

El trabajo, contrariamente a ciertos puntos de vista,17 constituye un elemento


central en la identidad de nuestros contemporáneos. Cuando los individuos,
hombres o mujeres, pierden su empleo, descubren el carácter estructural que la
vida profesional ocupa en su existencia. Inclusive en los casos en que el
trabajo no lo es todo,18 sigue siendo la gran fuente de ingreso y un factor clave
de la identidad personal.19 Tanto la construcción propia del individuo en sí
mismo, como su bienestar personal, pasan en gran medida por el proceso de
reconocimiento profesional.20
Los empleos del sector público ofrecen una variedad de situaciones al

16
R. Kuttner, Everything For Sale, Chicago University Press, Chicago, 1997.
17
J. Rifkin, The End of Work, Putnam´s Sons, Nueva York, 1995.
18
D. Meda, Le travail une valeur en voie de disparition, Arléa, París, 1999.
19
R. Sainsaulieu, L´identité au travail, Presses de la Fondation des Sciences Politiques, París, 1977 ; I.
Francfort, F. Osty, R. Sainsaulieu y M. Uhalde., Les mondes sociux de -- l´entreprise, Desclée de Brouwer,
Paris, 1995.
20
C. Dejours, Travail et usure mentale, Bayard, París, 1993 ; I. Brunstein, L´Homme à l´échine pliée,
Réflexions sur le stress professionnel, Desclée de Brouwer, París, 1999.

8
respecto. ¿Qué tienen en común un maestro, una enfermera, un funcionario, un
cartero, un policía, un bombero fuera de su pertenencia al servicio público?, ya
que la tarea de cada uno o cada una es muy diferente. Sucede lo mismo dentro
del universo de un trabajo en particular (enseñanza, salud, servicios sociales,
servicios de utilidad pública, etcétera). En el caso de que lo empleos sean
variados, lo que sucede es que en cada caso se movilizan aquellos factores que
tornan interesante un trabajo determinado, a saber, cierta carga de trabajo
(física, cognitiva, afectiva), un grado más o menos grande de autonomía
(saber, saber-hacer y saber ser) y un respaldo social más o menos fuerte.
Según los empleos y sus contextos se puede tener un círculo virtuoso: una
buena carga de trabajo, un buen grado de autonomía, un fuerte reconocimiento
hacia su quehacer y el hecho de contar con un respaldo social adecuado. Se
puede observar, asimismo, la situación inversa: una carga de trabajo exigente,
sin autonomía, sin reconocimiento y sin respaldo social. Estas dos situaciones
constituyen polos opuestos. Dentro de la realidad del trabajo cotidiano se
observan configuraciones múltiples. En los casos en que, tanto personas como
organizaciones se encuentren insertados dentro del rubro de los polos
opuestos, las consecuencias para éstos son distintas a aquellas que viven los
que se encuentran en el centro.21
A partir del resultado de los cambios que hemos evocado anteriormente
resulta interesante inclinarse brevemente hacia los efectos que tuvieron sobre
cada uno de dichos factores (carga de trabajo, autonomía y respaldo social), ya
que portan consecuencias que influyen en la motivación a la labor del
trabajador. Es obvio que la variante en los cambios depende del tipo de
empleo y de la organización que lo promueve. Ciertos empleos se encuentran
más expuestos que otros.22 Debido a que la intención del presente artículo no

21
J.-F. Chanlat., Sciences sociales et management, Ste Foy, Les Presses de I´Université Laval, Eska, París,
1998.
22
Y. Gollac y S. Volkoff, Les conditions de travail, La Découvert, París, 2000.

9
se versa en la realización de un balance que analice cada uno de los empleos
del sector público, nos limitaremos a recordar los elementos más comunes que
hemos señalado a partir de la aparición del nuevo modelo de gerencia pública,
mismo que se orienta hacia los resultados y a la productividad.
El primer elemento se relaciona con el aumento de la carga de trabajo.
Al parecer, se trata de un problema que comparten numerosos empleados del
sector público a causa de la reducción de la planta laboral, así como de los
nuevos lineamientos enfocados al rendimiento y a la productividad. En
estrecha relación con la carga de trabajo propia del empleado del servicio
público, en particular para los y las que se encuentran en contacto directo con
el público, se nota una presión más grande que proviene de los usuarios que
hacen uso de los servicios que dicho sector presta. La presión que se menciona
posee varios orígenes: el discurso sobre la importancia del cliente, las
exigencias acrecentadas por parte de los ciudadanos en relación con su
administración, las dificultades sociales crecientes (desempleo, aspecto
precario, pobreza, miseria), el aumento de la incivilidad (enseñanza,
transporte).
El segundo elemento se refiere al grado de autonomía. En gran parte de
los casos existe una verdadera convocatoria enfocada al aumento de
responsabilidad y a la imputabilidad de los empleados del sector público, en
particular de los funcionarios. Así, la voluntad gerencial se enfrenta a las
contradicciones e incoherencias del mundo real. Debido a la enorme presencia
de las jerarquías y, por lo tanto, a la reducción de la autonomía, la llegada de
tecnología de punta tiene como consecuencia el producir un sentimiento de
control más grande por parte de la jerarquía. Sin embargo, esto no impide el
funcionamiento de los servicios, ya que, como todos sabemos, los actores
recomponen siempre en cierta medida lo prescrito para poder cumplir su

10
trabajo cotidianamente.23
El tercer elemento apunta hacia el reconocimiento. En el transcurso de
los últimos 20 años, los empleados del sector público y en particular los
funcionarios han padecido más o menos fuertemente el discurso sobre su
supuesta ineficacia, su débil productividad e incluso se ha cuestionado su
utilidad real. En la mayoría de los países industrializados, resultan numerosos
aquellos que encubren su pertenencia a la función pública con objeto de no
provocar actitudes de burla en los encuentros sociales. Es necesario entender
que el discurso de ciertos políticos, incluyendo ministros, añadido a las
críticas recurrentes de la prensa y de los medios de negocios, han afectado
profundamente la imagen que los funcionarios tenían acerca de sí mismos.
Ahora bien, el reconocimiento, como lo muestra la psicodinámica del trabajo
está en el corazón del placer y del sufrimiento laboral.24 Cómo pueden
motivarse los funcionarios si, además de no siempre contar con los medios
adecuados para laborar, también resultan ser la burla de la población, incluso
del titular del sector, como se ha visto en Francia en el caso de la educación.
Tocamos allí un elemento central de su identidad profesional.
El cuarto elemento concierne al respaldo social aportado por los
colegas, ya sean superiores, subordinados o usuarios de los servicios. En este
punto existe aún una dependencia a los medios y a la sociedad. Si
encontramos casos de fuerte respaldo social por parte de la población, como
en Francia, incluso durante las huelgas, se puede observar lo contrario en otros
universos geográficos, como en América del Norte en particular. Se observa
también con la introducción de nuevas prácticas de gestión de personal, en
particular el recurso creciente sobre el contrato de duración determinada, al
tiempo parcial y a la subcontratación, una fragmentación de los equipos de

23
P. Bernoux, Sociologie des organisations, Seuil, París, 1995; J. D. Reynaud, Les règles du jeu, L´action
collective et la régulation sociale, Armand Colin, París, 1989; C. Dejours, Travail et usure mentale, Bayard,
París, 1993.
24
C. Dejours, Travial et usure mentale, Bayard, París, 1993.

11
trabajo que implica consecuencias que se relacionan con la calidad de las
prestaciones efectuadas, como nos lo enseñaron los sucesos de septiembre
antes mencionados. Asimismo, se rompe con una característica fundamental
del servicio público, es decir, con la seguridad del empleo, la cual es una
condición necesaria para mantener la neutralidad y la independencia del
funcionario.
Finalmente, existe un quinto elemento constitutivo de la labor del
servicio público, el cual se menciona en los discursos y sin embargo, no se
tiene siempre en cuenta en la realidad de los cambios: se trata de la
componente ética que le es propia. Aun cuando toda acción pública social se
orienta a partir de valores,25 mismos que guían la acción pública, remiten a
una ética especifica, la del bien común. Como lo hemos visto anteriormente, la
aparición de la burocracia y del funcionario en el sentido moderno de dichos
términos, no se distancia del proceso social que separa las esferas de la
existencia (pública / privada, principios personales / virtudes cívicas) ni de la
voluntad de garantizar a la ciudadanía una igualdad en el servicio.26 Las
cualidades que se le reconocen al buen funcionario o al buen empleado del
sector público (la entrega, la integridad, la neutralidad, el ser experto, la
diligencia, la discreción, la igualdad en el trato) ilustran la voluntad que se
enfoca hacia la despersonalización de la función administrativa. En efecto,
todas las cualidades mencionadas buscan distanciar a la persona del puesto
ocupado con objeto de que ésta no los mezcle, como anteriormente podía ser
el caso.27 Si el burócrata puede tener sentimientos personales, y seguramente
los tiene, no puede actuar de manera arbitraria, ya que su acción está orientada
hacia la ética profesional, la cual debe tener en cuenta el interés general y ser
guiada por la equidad. Es de esta manera que toda forma de patrocinio o de
25
P. Pharo, “Perspectives de la sociologie de I´éthique”, en S. Beteman-Novaes, R. Ogien y P. Pharo, Raison
pratique et sociologie de l´éthique, CNRS Éditions, Paris, 2000, pp. 207-222.
26
P. Du Gay, “In Praise of Bureaucracy”, en Colossal Immodestries and Hopeful Monsters: Pluralism and
organizational Conduct, vol. 1, Sage, Londres, 2000, pp. 125-148.
27
M. Weber, Économie et sociétés, Plon, París, 1972.

12
corrupción se prohíbe. Así, como escribe Paul du Gay: “La oficina representa
un importante recurso político y ético en los regímenes de democracia liberal
porque sirve para separar la administración de la vida pública de los
absolutismos morales privados.”28
Sin la emergencia de la burocracia y del burócrata, no existiría la
separación que se encuentra en el corazón de la democracia liberal entre las
virtudes cívicas y los principios personales. En consecuencia, al contrario de
lo que piensan algunos críticos acerca de este modelo de organización, la ética
del servicio público que obliga al funcionario a poner de lado sus posiciones
personales, participa de la consolidación de nuestras democracias. Por el
contrario, la introducción de las formas empresariales de gestión en el sistema
público presenta quizá una amenaza a la separación de los órdenes de
existencia, ya que de aquí en adelante todas las esferas serán reguladas por el
mismo ethos, es decir, el de los negocios. El funcionario, tradicionalmente
garante del interés general y del bien común, tendrá, desde ahora, que seguir
las exigencias de los clientes, incluso de su patrón inmediato, como sucede,
según la investigación llevada a cabo por Robert Jackall, en las empresas
estadounidenses.29 La imparcialidad, el trato igualitario y el interés general
corren el riesgo de desaparecer a largo plazo en provecho de mecanismos cada
vez más mercantiles.
Es, por ejemplo, lo que constatan unos expertos para el sistema de salud
estadounidense:

El riesgo, cuando las estructuras médicas comunales trabajan con sociedades


privadas, es que esta colaboración obligue a la organización pública a
centrarse en los afiliados al programa en lugar de hacerlo con el conjunto de
la población. Además, puede ser que la filosofía gerencial prohíba la puesta

28
P. Du Gay, Colossal Immodestries and Hopeful Monsters: Pluralims and Organizational Conduct, vol. 1,
Organization, 1994, p. 141.
29
R. Jackall, Moral Mazes: The World of Corporate Managers, Oxford University Press, Nueva York, 1988.

13
en práctica o el hacerse cargo de operaciones de prevención que siguen
quedando sin efecto sobre la baja de los costos... La importancia otorgada a
los resultados financieros incita claramente a los organismos médicos a evitar
a los pacientes de alto riesgo y a concentrarse solamente en los afiliados más
bien que a hacer esfuerzos preventivos dirigidos al conjunto de la
población.30

El reciente debate entre las compañías farmacéuticas y los países en


desarrollo, acerca del precio de los medicamentos y la orientación de las
investigaciones médicas, otorga un buen ejemplo.
Nos parece que la cuestión es importante, ya que se encuentra en el
centro de la reflexión sobre el lugar y el papel de los servicios públicos, tanto
en los países desarrollados como en los países en desarrollo y también,
además, en los países en transición hacia la economía de mercado. Sin
embargo, los contextos en que dichas cuestiones se desarrollan dependen del
tipo de región en que se localicen. Si en los países desarrollados se refiere a la
ética, lo hacen en un contexto de “privatización” de la acción pública; en
cambio, los países en desarrollo, en el contexto de una voluntad de edificación
de una verdadera burocracia weberiana, la cual no existe todavía, corren un
gran riesgo de molestar a los proveedores de fondos internacionales, y los
países en transición se insertan dentro del contexto de la eliminación de una
burocracia ideologizada.
En el caso de nuestros países, la idea que queremos defender aquí es la
siguiente: la problemática de la motivación en el trabajo de los empleados del
servicio público no reposa únicamente sobre elementos comunes a todo
trabajo profesional, sino que debe tener en cuenta también la ética particular
que se relaciona con la acción pública. Cuando examinamos el discurso de los
empleados del Estado, llama la atención, en Francia en particular, el constante

30
P. Farmer y B. Rylko-Bauer, “L´exeptionnel système… op. cit., pp. 13-30.

14
llamado al interés general, la igualdad, la solidaridad, en una palabra a los
grandes principios que fundan la república. Es lo que han podido observar por
ejemplo Francfort, Osty, Sainsaulieu y Uhalde en su investigación sobre los
mundos sociales de la empresa a través de la emergencia de lo que han
presentado como el modelo profesional de servicio público (1995).31 Si dicha
ética republicana es tradicionalmente fuerte en Francia, debido a su estrecha
asociación con lo que funda el honor de una profesión,32 esto existe por
supuesto en otros países. Ahora bien, ¿existirá un factor más motivante que la
ética del bien común la cual, al parecer, encarna el empleado del servicio
público? En otras palabras, ¿cuántos maestros, médicos, funcionarios, grandes
y pequeños, trabajadores sociales, bomberos, están animados por dicha ética
enfocada a sus acciones cotidianas? Muchos más de lo que se piensa. Los
estadounidenses acaban de descubrirlo de manera trágica con la catástrofe del
World Trade Center, donde centenares de policías y de bomberos encontraron
la muerte al llevar asistencia a sus conciudadanos. Se han vuelto verdaderos
héroes en un país que frecuentemente manda al diablo a sus servicios públicos.
Semejantes sentimientos se encuentran periódicamente en este tipo de
situaciones. En el momento de la tremenda tempestad que afectó a Francia, en
diciembre de 1999, la Electricité de France (EDF) vio llegar espontáneamente
a la mayoría de sus técnicos, jubilados o no, para ayudar al restablecimiento de
la electricidad. Se observó la misma actitud durante la formidable tempestad
de hielo que golpeó a Quebec hace algunos años.
El orgullo de pertenecer a una categoría definida por el servicio a los
demás es un poderoso factor de motivación cuando se vive realmente así. Al
introducir prácticas de gestión originarias del sector privado, los reformadores
deberían pensarlo dos veces ya que, sin saberlo, pueden afectar a lo que funda

31
I. Francfort, F. Osty, R. Saunsaulieu, M. Uhalde, Les mondes sociaux de I´entreprise, Desclée de Brouwer,
París, 1995.
32
Ph. D´Iribarne, La logique de I´honneur, Le Seuil, París, 1993.

15
la acción de utilidad pública en lo que tiene de más específico: la ética del
interés general y la defensa de la justicia.33
Semejante afirmación puede parecer arcaica a algunos. Lo entendemos
perfectamente. En una época en que lo que más cuenta es el éxito individual,
la realización mediatizada y las tiranías de la intimidad, hablar de ética del
bien común como de un factor de motivación puede parecer totalmente fuera
de lugar. Sin embargo, como sabemos toda vida colectiva resulta imposible sin
un mínimo de cooperación y de solidaridad, semejante recuerdo de la
especificidad en cuanto a la acción pública, en otra palabras, es indispensable.
Porque, ¿dónde estaríamos en caso de que los servicios públicos no existiesen
o sufrieran una evidente debilidad? En cierto número de sectores, donde la
lógica del mercado y de la empresa privada no pueden aplicarse, sabemos que
haríamos frente a graves problemas de justicia social.34
En este principio del tercer milenio que se abre sobre gran número de
incertidumbres medioambientales y sociales, no resulta inútil la insistencia
sobre la importancia del bien común y del interés general, sobre las
instituciones que le son asociadas, los organismos públicos y el personal que
se encarga de ellos, es decir, los empleados de los servicios públicos. Al
recordar la importancia y el papel que juega la ética del bien común en este
tipo de labor, el mensaje radica en que no puede haber reflexión sobre la
motivación en el trabajo en el sector público sin recurrir a dicha noción.
Semejante llamado nos parece tanto más crítico cuanto que, como lo hemos
visto, la administración pública se enfrenta a nuevos discursos importados del
sector privado sin tener en cuenta estos elementos que garantizan la separación
de las esferas y, por lo tanto, en cierta medida el pluralismo al que
reconocemos todos un gran valor, elementos que participan a la vez en la

33
J. Rawls, Théories de la justice, Le Seuil, París, 1987.
34
R. Kuttner, Everything For Sale, Chicago University Press, Chicago, 1997; R. Passet, L´illusion néo-
libérale, Fayard, París, 2001.

16
movilización de los empleados. Al reintroducir el papel de la ética en el
problema de la motivación en el trabajo en el sector público, se desemboca así
sobre la revalorización de lo político y de los ideales democráticos.
Históricamente no hay desarrollo equilibrado sin una burocracia
competente, íntegra, independiente y dedicada a la causa del bien común. “La
solidaridad está en la base del desarrollo social y del funcionamiento eficaz de
la economía de un país.” Los reformadores del sector público deberían tomar
nota de ello si no quieren una disminución en la calidad de los servicios y una
desmovilización de su personal. En nuestra opinión, la nueva gerencia pública
no puede ignorarlo nunca, ya que los grandes ideales éticos forman parte de
los fundamentos de toda acción de servicio público, así como forman parte
también de toda democracia digna de este nombre.35
Recordemos, en efecto, la celebre advertencia que nos daba Max Weber
en esos términos a la vuelta del siglo XX:

Cuando el cumplimiento del deber profesional no puede estar directamente


ligado con los valores espirituales y culturales más elevados –o bien a la
inversa, cuando no puede sentirse como una simple obligación económica–,
el individuo renuncia, por lo general, a justificarlo. En los Estados Unidos, en
los lugares mismos de su paroxismo, el afán de riqueza, despojado de su
sentido ético-religioso, tiene hoy en día una tendencia a asociarse con las
pasiones puramente agonísticas, lo que le confiere frecuentemente el carácter
de un deporte... para los últimos hombres de este desarrollo de la civilización,
estas palabras podrían hacerse realidad: “Especialistas sin visión y
voluptuosos sin corazón: esta nada que se imagina haber escalado un grado
de humanidad jamás alcanzado hasta ahora.” (1972).36

Un siglo más tarde, ¿seremos tan diferentes?


35
C. Arnsperger y P. Van Parijs, Éthique économique et sociale, La Découverte, París, 2000.
36
M. Weber, Économie et sociétés, Plon, Paris, 1972.

17
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