(24-02-10) Reglas de La Experiencia

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Casación 31.

946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

Proceso n.° 31946

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN PENAL

Magistrado Ponente:
JAVIER ZAPATA ORTIZ
Aprobado Acta # 57

Bogotá D.C., febrero veinticuatro (24) de dos mil diez (2010).

VISTOS:

Resuelve la Sala el recurso de casación interpuesto por la


Fiscalía contra la sentencia proferida por el Tribunal Superior de
Cali el 18 de febrero de 2009, mediante la cual, tras revocar la
condena de la primera instancia, absolvió a los procesados
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y YAMID SAMIR LASSO
TOVAR de los cargos de secuestro extorsivo agravado y porte
ilegal de arma de fuego de defensa personal, imputados en la
acusación.

HECHOS:

1. Sucedieron en Cali. John Edwin Muñoz Erazo, a través de


su prima hermana Luz Karine López, había conocido tres meses
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atrás a MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA. La acompañó en


algunos paseos familiares y llegó a establecerse cierta cercanía
entre ellos, al punto que el 10 de julio de 2007, de visita el joven
en la casa de la mujer, le pidió prestada su computadora,
instalada en su habitación. Ella, a regañadientes, le permitió
utilizarla y pronto descubriría que del lugar desaparecieron sus
cámaras de fotografía y vídeo. Presumió de inmediato que Muñoz
Erazo las había sustraído y así se lo contó, llorando, a su amiga
de siete años antes Luz Karine López.

Hacia las 3:30 de la tarde del 12 de julio de 2007, en su


vehículo Mazda identificado con las placas JAK 622, acompañada
de dos hombres, uno de ellos YAMID SAMIR LASSO TOVAR,
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA, parapléjica, fue en busca
del muchacho. Lo encontró a unos metros del establecimiento de
comercio donde laboraba entregando a domicilio pedidos en
bicicleta, justo partiendo a llevar uno. Le reclamó los bienes,
Muñoz Erazo negó haberlos hurtado, abandonó su labor y abordó
el automotor, siendo golpeado para que devolviera los aparatos.
Se trasladaron todos a la casa del agredido y mientras este
permaneció sentado en el vehículo –en el puesto del lado de la
conductora—, su esposa Madelein Pareja le permitió a LASSO
TOVAR buscar los objetos.

Como ninguno se halló, enseguida se dirigieron a la casa de


LONDOÑO PARRA, ubicada en la carrera 44 A #48 A- 120. Allí
continuaron las presiones contra Muñoz Erazo para que confesara
el hurto y devolviera su producto.

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La policía intervino minutos después de las seis de la tarde


del mismo día, al denunciar la esposa de la víctima lo que estaba
sucediendo. Ingresaron miembros de esa institución a la casa de
habitación mencionada y allí encontraron a John Edwin Muñoz
Erazo con signos de maltrato físico reciente y le dieron captura a
los procesados.

2. Luego de celebradas las audiencias preliminares de


formulación de imputación e imposición de medida de
aseguramiento, el 28 de agosto de 2007 tuvo lugar la audiencia
de formulación de acusación ante el Juez 3º Penal del Circuito
Especializado de Cali, al cual le correspondió el conocimiento del
caso. Los cargos allí imputados a los procesados MARÍA
YOLANDA LONDOÑO PARRA y YAMID SAMIR LASSO TOVAR
fueron los de secuestro extorsivo agravado (arts. 169 y 170-2/6 de
la Ley 599 de 2000) y fabricación, tráfico y porte de armas de
fuego o municiones descrito en el artículo 365 ibídem.

La audiencia preparatoria tuvo lugar el 17 de octubre de


2007. La del juicio oral empezó a desarrollarse el 18 de enero de
2008 y después de varias sesiones –verificadas el 28 de enero,
12 de febrero, 7 de mayo, 11 de junio, 14 de julio y 22 de octubre
— finalizó el 31 de octubre del mismo año. La Juez decretó un
receso y a continuación anunció condena contra los acusados.
Acto seguido, para el efecto contemplado en el artículo 447 de la
Ley 906 de 2004, se permitió el uso de la palabra a las partes,
fijándose el 26 de noviembre de 2008 para la lectura de fallo.

3. El día señalado, luego de certificarse la inasistencia de la


víctima y convenirse con la Fiscalía que la buscaría a efecto de

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determinar si iba a promover o no incidente de reparación integral,


se fijó la realización de una nueva audiencia para el siguiente 5 de
diciembre. Allí, tras informar el Fiscal de la imposibilidad de
localizar a John Edwin Muñoz Erazo –quien al parecer abandonó
el programa de protección de víctimas y testigos al cual se
encontraba vinculado—, adujo falta de interés del mismo en la
pretensión indemnizatoria hasta el punto de no hacerse presente
en el transcurso del juicio oral. El Juzgado, por ende, ante la no
promoción de incidente de reparación integral profirió la sentencia.
A través de ella condenó a cada uno de los procesados, por los
dos cargos de la acusación, a 456 meses de prisión, multa de
6.666,66 salarios mínimos legales mensuales vigentes e
inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas
por el término de 20 años.

4. Los defensores apelaron ese pronunciamiento y el


Tribunal Superior de Cali, mediante la sentencia recurrida en
casación, expedida el 18 de febrero de 2009, lo revocó en su
integridad y absolvió a los acusados.

LA DEMANDA:

Consta de dos cargos:

Primero (principal).
Error de hecho por falso raciocinio.

Se desconocieron los postulados de la sana crítica en la


apreciación de la declaración de la víctima John Edwin Muñoz

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Erazo, al restarle el Tribunal credibilidad debido a “pequeñas e


insustanciales diferencias” entre sus versiones, omitiendo al
tiempo considerar los restantes testimonios de cargo.

Las contradicciones en las cuales incurrió el declarante


según la segunda instancia, surgidas de comparar lo dicho en la
denuncia con la exposición en el juicio, fueron: en la entrevista
dijo que YOLANDA LONDOÑO –a quien conocía de antes— lo
llamó para aproximarse al vehículo y en la segunda oportunidad
señaló a YAMID LASSO; la primera vez dijo que le pegaron y
luego lo subieron al carro y la segunda que lo subieron tres
personas al automotor; inicialmente afirmó que cuando se dirigían
a casa de la procesada iba amenazado con arma de fuego y en el
juicio no mencionó el arma; en la denuncia, por último, expresó
que al llegar a su residencia –del declarante— “vieron por dentro”
y en el juicio –en referencia a uno de los acusados— que entró.

Se trató, como puede verse, de aspectos circunstanciales


sin trascendencia los que condujeron a restarle credibilidad al
testigo. Adicionalmente, no se aplicaron quince reglas de
experiencia, relacionadas en la censura por supuesto, que de
haber sido observadas habrían determinado la confirmación de la
sentencia de primera instancia.

Segundo cargo (Subsidiario).


Error de derecho por falso juicio de legalidad.

El Tribunal reconoció en lo fáctico una conducta tipificable


en el delito de secuestro extorsivo agravado, sin asumir la
consecuencia jurídica.

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Se aceptaron como probados en el pronunciamiento


recurrido, en efecto, los siguientes hechos: los procesados tenían
interés en recuperar las cámaras; suponían que las había
sustraído Edwin Muñoz Erazo; a éste lo interceptaron varias
personas cuando se desplazaba en bicicleta; entre esas personas
se encontraban los procesados; fueron en el carro de YOLANDA
LONDOÑO a la residencia de Muñoz Erazo con el propósito de
recuperar los aparatos; después se dirigieron a la casa de la
mujer, donde el mencionado recibió maltrato de YAMID LASSO y
de alias Bacalao.

Pese a lo anterior no halló el fallador estructurado con


suficiencia el componente subjetivo del delito pues aunque “los
procesados retuvieron por algunos minutos contra su voluntad al
señor John Edwin Muñoz Erazo, no lo hicieron con el fin de
atentar contra su derecho a la libertad individual, sino que su
actuación, estaba dirigida a lograr la aceptación por parte de John
Edwin Muñoz del hurto de unas cámaras de vídeo y fotografía”.

Es insostenible, a la vez, la posición del Tribunal de acuerdo


con la cual MARÍA YOLANDA LONDOÑO desconocía que su
actuar era contrario a derecho y constituía secuestro.

Así las cosas, si se declararon ciertos los hechos


mencionados, debía el sentenciador aplicar los artículos 169 y
170 –numerales 2 y 6— del Código Penal, normas sustanciales
éstas relacionadas como transgredidas por la parte recurrente en
las dos censuras.

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Están incursos los sindicados, en fin, en la conducta punible


de secuestro, en su modalidad extorsiva y agravada en
concordancia con la acusación. Debe aplicárseles, por tanto, la
consecuencia jurídica derivada de ello.

Casar parcialmente la sentencia para condenar sólo por esa


ilicitud es la solicitud del funcionario recurrente, quien descarta de
la pretensión un pronunciamiento similar con relación al porte
ilegal de arma de fuego de defensa personal.

ACTUACIÓN DE LA CORTE:

Mediante auto de junio 8 de 2009 se admitió la demanda de


casación y el 4 de agosto siguiente tuvo lugar la audiencia de
sustentación de la impugnación, en la cual los sujetos procesales
efectuaron las intervenciones que se sintetizan a continuación:

1. Fiscal Delegado ante la Corte.

Empezó por señalar que pese a no ser el autor de la


demanda, respalda por completo sus términos. Luego, antes de
entrar en materia, se refirió a la noción de error de raciocinio,
citando al efecto varios pronunciamientos de la Sala. Aludió, a la
vez, a la sentencia de casación de mayo 25 de 2000 (radicación
12904), referida a unos hechos parecidos en su criterio a los del
presente proceso, en la cual la Corte estimó responsable de
secuestro extorsivo agravado a una persona que retuvo
transitoriamente a su deudor, llevándolo obligado a bancos para
retirar dinero y a una notaría para realizar traspasos de bienes.

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Acerca del caso concreto, respecto al primer cargo, señaló


que el Tribunal omitió valorar las declaraciones de los agentes de
policía Wilfredo Cárdenas Moreno, Luis Enrique Lerma Vásquez,
Erminson Franco Jaramillo y Guillermo Silva Rojas, quienes
además de participar en la captura de los acusados “realizaron
actos urgentes en el lugar de los hechos”. Dejó de considerar,
igualmente, el testimonio de Madelein Pareja, compañera del
secuestrado. A través de una conclusión asombrosa, de otra
parte, planteó duda acerca del origen de las lesiones halladas en
el cuerpo de John Edwin Muñoz por el Instituto de Medicina Legal
al día siguiente del de los hechos, anotando que pudo
causárselas en otras circunstancias y no corresponder a las
derivadas del plagio. El juzgador, por último, encontró duda
respecto a si fue o no obligado el ingreso de Muñoz Erazo al
vehículo donde transitaban los procesados, una postura absurda
si se tiene en cuenta que la bicicleta en la cual se desplazaba
quedó derribada en el piso y el dueño Walter Leandro Valencia,
quien presenció el suceso desde su tienda, debió ir a recogerla.

En suma, de haber analizado el ad quem el material


probatorio racionalmente y de conjunto, atendiendo las reglas de
experiencia relacionadas en la demanda de casación –menos la
primera pues corresponde a una norma legal—, le habría
impartido confirmación a la sentencia de primera instancia. El
Fiscal resaltó las siguientes:

 “Siempre o casi siempre que un individuo se identifica


plenamente con la finalidad de denunciar a una persona
conocida por la posible comisión de un delito grave, lo hace

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acompañado de la verdad”. Aquí John Edwin Muñoz Erazo


denunció a los sindicados.

 “Siempre o casi siempre que se declara sobre unas


circunstancias de tiempo, modo y espacio recientemente
ocurridos, es decir, muy cerca al momento de haber
ocurrido los hechos con trascendencia penal, se relata en
forma veraz, más exacto, más correspondiente, o más
congruente con lo realmente ocurrido, que hacerlo mucho
tiempo después. Pasado un tiempo el testigo valora la
conveniencia de declarar con precisión lo ocurrido, con
criterios de exactitud sobre la verdad del pasado porque
puede empezar a ponderar perjuicios de todo orden”. Aquí
la víctima declaró inmediatamente después de los hechos y
su versión, por ende, goza de plena credibilidad por su
espontaneidad, sinceridad, coherencia y exactitud.

 “Siempre o casi siempre que ocurren unos hechos


jurídicamente relevantes y la víctima es oída en forma
inmediata relata los hechos en forma fresca, reciente, sin
pérdida de circunstancias relevantes o detalles importantes,
aunque en veces tiende a maximizar lo ocurrido durante la
comisión de un delito y su resultado, para que se castigue
más severamente al victimario”. Este, por el contrario, “se
muestra ajeno renuente o minimiza el hecho cometido en
claro interés que le beneficiaría frente a la reacción penal
del Estado”. Creer en uno u otro dependerá de las
constataciones objetivas realizadas en el proceso. En el
presente caso, con la declaración de la víctima, seguida a

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su rescate en situación de flagrancia, más la prueba


pericial, se acreditó que la verdad está de su lado.

 “Siempre o casi siempre que alguien busca ayuda de la


policía es porque advierte unos hechos violentos o de
fuerza irresistibles por sí solo, de tal manera que provoca la
reacción de quienes están preparados para enfrentarlos y
no permitir la alteración del orden en la comunidad que
debe preservar”. Tal fue la reacción de Madelein Pareja al
darse cuenta que su compañero estaba retenido en contra
de su voluntad.

 “Siempre o casi siempre que los uniformados de la Policía


Nacional participan en un operativo de esta clase, al rendir
entrevista o declaración jurada dicen la verdad al
investigador, al Fiscal o al Juez, en fase de indagación,
investigación o juicio, no sólo por el mandato constitucional
y legal sino por el honor a la institución a que pertenecen”.
Es lo sucedido en el evento examinado con los agentes
Wilfredo Cárdenas, Luis Enrique Lerma, Erminson Franco y
Guillermo Silva, quienes –eso se puede afirmar— “se
despojaron de cualquier tergiversación de lo que
presenciaron y la razón por la cual procedieron”.

 “Siempre o casi siempre que una persona es desposeída


de sus pertenencias hace reclamaciones en forma agresiva,
tanto verbal o física, como lo hicieron en su momento María
Yolanda (Londoño) y, por solidaridad, Yamid Samir (Lasso),
a John Edwin (Muñoz)”.

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 “Siempre o casi siempre que se pretende obtener


información o confesión de una persona que se resiste a
esa pretensión, se recurre a actos violentos, como ocurrió
en este caso con John Edwin (Muñoz), a quien amenazaron
sicológicamente con matarlo, botarlo a un basurero,
mencionar a su pequeña hija, atentar contra el negocio de
una tía suya y además le propinaron lesiones físicas”. Los
victimarios usaron una bolsa plástica y un cable para tratar
de ahogarlo.

 “Siempre o casi siempre que se está en ésta situación de


agresión no es porque voluntariamente se someta a ella
sino la consecuencia de actos de intimidación y violencia”.
John Edwin Muñoz Erazo en todo momento estuvo obligado
a permanecer con sus captores, distinto a como concluyó el
Tribunal.

 “Siempre o casi siempre que es agredido en forma violenta,


como el caso de John Edwin (Muñoz), quedan secuelas y
se acude al médico forense dentro de un plazo razonable”.
Aquí los hechos ocurrieron el 12 de julio de 2007
aproximadamente entre 3:30 y 6:30 P.M. y el
reconocimiento médico tuvo lugar al día siguiente.

Resulta evidente, en síntesis, la vulneración de la sana


crítica por parte de la segunda instancia. No sólo por desatender
las reglas de la experiencia mencionadas sino por apoyar el fallo
recurrido en una que no es tal, según la cual los secuestros no se
cometen de día y a la vista de los transeúntes.

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En relación con la segunda censura, se limitó el Fiscal a


cuestionar los términos en los que el Tribunal sustentó su
consideración de ausencia de dolo en la conducta.

Por último, aludió a la existencia de los suficientes


elementos de conocimiento, para sostener la tipificación del delito
de secuestro extorsivo agravado. Es su pretensión, por tanto, de
conformidad con la demanda, que se case parcialmente el fallo
impugnado y, en su lugar, se deje en firme la condena dispuesta
por la primera instancia por dicho atentado contra la libertad.

2. El defensor de la procesada MARÍA YOLANDA


LONDOÑO PARRA.

Solicitó no casar la sentencia de segunda instancia.

La víctima fue golpeada, es indiscutible. No se cuenta con


certeza, sin embargo, acerca de que las lesiones se hayan
producido dentro del carro o en la casa de la procesada y menos
que ésta fuera la causante. Además, “la supuesta víctima se
contradice en manifestar si su presencia era voluntaria o
involuntaria en los hechos de marras”.

El Fiscal se refirió a lo narrado por John Edwin Muñoz


Erazo en la denuncia, no a sus expresiones en el juicio,
discrepantes de las primeras.

No se vulneraron en la sentencia recurrida los principios de


la sana crítica. Simplemente halló el Tribunal una serie de
contradicciones o incoherencias entre las versiones de la víctima,

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e igual otras surgidas de confrontarlas con el dicho de Madelein


Pareja, de las cuales necesariamente se colige que los hechos no
sucedieron como dice la Fiscalía, generándose duda razonable.

Le parece al abogado refractario al secuestro, de otra parte,


que John Edwin Muñoz –según afirmó en su entrevista inicial y en
su declaración en juicio—, se haya montado como copiloto en la
parte delantera del vehículo, al lado de la procesada
discapacitada. Sentarse allí y dialogar con la mujer sobre el tema
de las cámaras comprueba que no estaba “reducido” ni
“amarrado”. De hecho, Medicina Legal no mencionó huellas de lo
último. No se entiende, por tanto, en medio de esos supuestos
fácticos, cómo hablar de la configuración de secuestro, un delito
ni siquiera referido por la policía en su informe pues allí aludió a
tortura.

De haberse ceñido a la verdad Muñoz Erazo, habría


aceptado que con justa razón le reclamaban unas cámaras y,
además, que las había ocultado en la residencia de la procesada.
Esta, por el contrario, sí es clara, concisa y detallada al narrar los
hechos, aunque su declaración no la valoró adecuadamente el a
quo.

Según declaró el Policía Wilfredo Cárdenas Moreno, al


llegar al lugar de los hechos encontró la puerta del inmueble
entreabierta y salió la procesada a atenderlo. Allí funcionaba una
miscelánea y podía ingresarse fácilmente. Riñen esos detalles
con la existencia de “un iter criminis de secuestro”, en realidad
nunca proyectado. Muñoz Erazo se transportó en el vehículo de
la procesada porque él también estaba afanado por demostrar

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que no tenía las cámaras y dentro de su nerviosismo le dijo a la


mujer que los bienes los tenía ella en su residencia y él sabía
cómo encontrarlos. Esto explica lógicamente que viajara a su
lado, por voluntad propia, en la parte delantera del vehículo.

Efectuó el defensor, adicionalmente, las siguientes


precisiones:

La procesada no recibió ninguna utilidad como para


imputarle secuestro extorsivo. Simplemente fueron unos reclamos
realizados a la víctima.

La Fiscalía, sin estudiar bien el caso, cuestiona una


providencia adecuada a derecho.

Se notará, cuando se escuche el testimonio de Walter


Valencia Pulgarín, la desesperación del Fiscal al indicarle que en
la entrevista aseguró presenciar el hecho y en el juicio haberse
enterado del acontecimiento a través de unos trabajadores.

La decisión del ad quem fue más acertada que la del a quo.


Surgió del análisis conjunto de los medios de prueba.

No son reglas de la sana crítica las relacionadas por la


Fiscalía.

El segundo cargo no fue bien formulado. El Tribunal tenía


libertad para analizar las pruebas y tipificar la conducta de
acuerdo a lo acreditado.

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Se trató de atribuir, sin existir, el delito de porte de armas.


Sobre las amenazas contra la víctima, si se produjeron, nunca se
materializaron y ello demuestra la carencia de peligrosidad.

Está probado, en realidad, que ocurrieron unas lesiones


personales, de las cuales la propia víctima brinda certeza de cuál
es su autor.

El Fiscal da a entender que MARÍA YOLANDA LONDOÑO


fue la líder del secuestro. Pero por su condición de discapacitada
es ajena a la conducta.

La demanda se aparta de la realidad probatoria plasmada


en el proceso. Al analizarse debidamente los medios de
convicción se dará cuenta la Corte que aquella “se aparta de la
certeza y verdadera impartición de la justicia”. E igualmente que
resulta desmedida la sentencia del a quo de cara a los hechos
sucedidos, de baja connotación para el defensor, distinto a como
lo quiere hacer ver la Fiscalía.

La procesada, en fin, es ajena al actuar de otras personas


que la acompañaban y el tipo penal de secuestro no se estructura
en este caso porque no está presente el ingrediente subjetivo del
mismo, como lo concluyó el Tribunal.

3. La defensora del procesado YAMID SAMIR LASSO


TOVAR.

Se debe despachar desfavorablemente la solicitud de casar


la sentencia del ad quem hecha por la Fiscalía.

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Las reglas de experiencia relacionadas en el primer cargo


no son tales. Los conceptos incluidos en ellas (memoria,
percepción, amores, odios) pertenecen a la interpretación del
testimonio.

La profesional hizo referencia crítica a cada una de ellas y


advirtió que las contradicciones de las víctimas no fueron pocas ni
sin importancia. El error de hecho por falso raciocinio denunciado,
por ende, no se demostró.

El segundo cargo, a su turno, fue incorrectamente


formulado. Jamás el error de derecho puede versar sobre falta de
aplicación y se trata de una falencia insuperable, como lo ha
dicho la jurisprudencia. No obstante, de las pruebas analizadas
en su conjunto se evidencia que los sindicados actuaron sin dolo
de secuestro. La Fiscalía no dijo de qué prueba surgía lo
contrario, esto es, el acuerdo previo y el liderazgo de la
procesada MARÍA YOLANDA LONDOÑO en el crimen.

La segunda instancia aceptó la existencia de maltrato


contra John Edwin Muñoz y en ningún momento de retención,
sólo admitida en gracia de discusión.

Los procesados, precisó la abogada, no tenían en su


conciencia privar de su libertad a nadie, acorde con lo dicho por
ellos mismos, quienes dejaron abierta la puerta de la casa de
habitación de MARÍA YOLANDA LONDOÑO.

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En suma, no se vislumbra el dolo. Y no puede hacerse a


partir de la declaración contradictoria de Muñoz Erazo. No hay
claridad acerca de la retención ni sobre la causación de las
torturas. De hecho, nunca se allegaron los elementos con los
cuales se habrían infligido éstas.

En conclusión: no hay transparencia sobre la ocurrencia del


secuestro, las reglas de la experiencia planteadas por la Fiscalía
no aplican y las pruebas no acreditan más allá de toda duda
razonable la retención. Las propias contradicciones de la víctima
y el no ocultamiento de los presuntos secuestradores enfatizan la
conclusión. Hay duda insalvable, pues, y eso obliga a la
aplicación del in dubio pro reo como lo hizo el Tribunal, acatando
la Constitución y las normas internacionales.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

Cuestión previa.

El recurrente, en el segundo cargo, vinculó la infracción


directa de la ley sustancial denunciada a un error de derecho
derivado de falso juicio de legalidad. Sin duda, entonces, cometió
una incorrección porque entre ese tipo de violación y la norma
quebrantada no se interponen equivocaciones de naturaleza
probatoria.

Dicha falencia, sin embargo, se dio por superada con la


admisión de la demanda, al resultar claro que el Fiscal desarrolló
adecuadamente el reproche por la vía directa, atribuyéndole al

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Tribunal dar por demostrado fácticamente el secuestro extorsivo


agravado sin declarar la consecuencia jurídica correspondiente.

En virtud de la regla de prioridad, de otra parte, esa censura


debía proponerse en primer lugar. Simplemente porque de contar
con la razón el funcionario impugnante en el cuestionamiento allí
efectuado, bastaría para el éxito de su pretensión el
reconocimiento de la situación por parte del Tribunal de Casación
y la condena de los procesados, sin necesidad de analizar el
sustento probatorio de la sentencia de cara a los yerros de
raciocinio relacionados en el ataque inicial.

La Sala, pues, en concordancia con lo anterior, responderá


los cargos en el orden señalado. Pero antes, para mejor proveer,
se sintetizan los argumentos del fallo impugnado en casación:

1. Compendió lo dicho en el juicio por los agentes de policía


Wilfredo Cárdenas Moreno, Luis Enrique Lerma Vásquez,
Erminsón Franco Jaramillo y Guillermo Silva Rojas, quienes
realizaron la captura e intervinieron en las primeras pesquisas.

2. Walter Leandro Pulgarín, dueño del establecimiento


comercial para el cual laboraba el día de los hechos John Edwin
Muñoz Erazo, en la entrevista rendida ante la defensoría del
pueblo “narró los hechos como si los hubiera visto de manera
directa”. En el juicio expresó que fueron sus trabajadores quienes
le informaron acerca del secuestro de Muñoz Erazo. Se trata, por
tanto, de un testimonio de referencia y esa circunstancia “no
permite entrar en detalles” sobre su contenido.

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3. Con relación a John Edwin Muñoz Erazo, a quien se le


refrescó memoria e impugnó credibilidad con la denuncia rendida
después de los hechos, incurrió en varias contradicciones e
inconsistencias en su testimonio, de las cuales se deriva
“profunda duda” acerca de cómo acontecieron los sucesos.

En la denuncia expresó que tres personas lo subieron al


automóvil, en el trayecto lo intimidaron con un arma de fuego y ya
en su domicilio “dos hombres (…) vieron por dentro”. También
que en el patio de la casa de MARÍA YOLANDA LONDOÑO le
“apretaron el cuello” y “colocaron una almohada en la cabeza”.

En el juicio, inversamente, manifestó que tras ser golpeado


en el rostro por un individuo se le solicitaron las cámaras y subir
al automóvil, en ninguna parte mencionó un arma de fuego y no
afirmó que alguno de los captores haya revisado su residencia.
Agregó que una vez en casa de la procesada entraron a la sala
“que es una miscelánea”, siguieron al patio, luego a la alcoba de
la mujer donde le dijeron que lo iban a matar y le pusieron “una
almohada en la cabeza el señor YAMID y el señor Bacalao”.

4. Se probaron los siguientes hechos:

 MARÍA YOLANDA LONDOÑO y YAMID SAMIR LASSO


tenían interés en recuperar unas cámaras “presuntamente”
hurtadas por John Edwin Muñoz Erazo.

 Varias personas, entre las cuales se encontraban MARÍA


YOLANDA LONDOÑO y YAMID SAMIR LASSO,
interceptaron frente a su trabajo a John Edwin Muñoz Erazo.

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Se desplazaron enseguida a la casa de éste “a buscar las


cámaras” y luego, sin haberlas hallado, a la de MARÍA
YOLANDA LONDOÑO, donde funcionaba una miscelánea.
Allí, en el patio, YAMID SAMIR LASSO y alias Bacalao
golpearon y maltrataron a Muñoz Erazo.

5. Siendo claro lo anterior, no lo está si John Edwin Muñoz


Erazo fue subido al carro con violencia y existió, por tanto,
“conducta retentiva”. O si, por el contrario, mediando la exigencia
de entregar las cámaras, aceptó subir al automóvil e ir con los
ocupantes a su casa y luego a la de MARÍA YOLANDA
LONDOÑO, con el objeto de demostrar su ajenidad en el hurto.

Agregó la Corporación judicial:

“En este mismo sentido, considera la Sala que nos


encontramos ante una serie de situaciones que
analizadas con las reglas de la sana crítica no
permiten construir indicios de responsabilidad penal
en contra de los procesados y en especial en la
manera como han acontecido los hechos. Debe
señalarse que cuando una persona o grupo de
personas tienen como objetivo atentar contra el bien
jurídico de la libertad individual no realizan maniobras
ilegales tan a la vista pública, ni dejan que terceras
personas observen lo acontecido, pues en sede de
sana lógica cualquier persona podía colocar en
conocimiento de las autoridades dichos hechos, como
efectivamente ocurrió (con) los que fueron dados a

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conocer por la señora Madelein Pareja compañera de


John Edwin Muñoz Erazo”.

6. Es un imposible jurídico condenar por secuestro extorsivo


agravado “ante la ausencia de voluntad para cometer el delito”.

“Para el juzgador –precisó el Tribunal—, si bien, en


aras de discusión los procesados retuvieron por
algunos minutos contra su voluntad al señor John
Edwin Muñoz Erazo, no lo hicieron con el fin de
atentar contra su derecho a la libertad individual, sino
que su actuación, estaba dirigida a lograr la
aceptación por parte del señor John Edwin Muñoz del
hurto de unas cámaras de vídeo y fotografía”.

7. Los procesados, eso es posible afirmarlo, sabían que su


proceder era equivocado. Es dudoso, sin embargo, “que su
actitud estaba dirigida a privar de la libertad al señor John Edwin
Muñoz Erazo, y con ello de atentar el bien jurídico que el
legislador buscó proteger al tipificar como delito la conducta de
secuestro”.

8. El dolo debe probarse en el proceso y no presumirse.


Consiguientemente, “si una persona entre su subjetividad
entiende que su accionar es normal o acorde a derecho”, no se
puede colegir la existencia de dolo en su comportamiento. Obra
bajo esa modalidad, por el contrario, quien conoce que su
conducta está descrita en la ley como delito y la realiza
conscientemente.

21
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

En el caso examinado, conforme a la prueba testimonial, los


acusados dirigieron su actuación a conseguir que John Edwin
Muñoz Erazo admitiera el hurto de las cámaras y las regresara a
su propietaria. Nunca fue objeto de ocultamiento y accedió
voluntariamente a ir con ella y sus acompañantes.

9. Aunque la conducta de los procesados “puede” ser


contraria a la ley, tipificarla como secuestro es inmiscuirse en el
espacio de la responsabilidad objetiva. Lo explica el ad quem
como sigue:

“Efectivamente la realidad de estos individuos refleja


que en el momento en que se encontraban con el
señor John Edwin Muñoz Erazo haciéndole los
reclamos respectivos por la pérdida de unas cámaras
pues él era el primer sospechoso teniendo en cuenta
que días antes había solicitado un permiso
insistentemente a la señora YOLANDA (LONDOÑO)
para que le dejara escanear una fotografía, no
estaban conscientes que con su conducta afectaban
la libertad individual de una persona, su propósito
estaba dirigido a conocer el paradero de las mismas,
hecho que no se logró, pues no se supo el destino de
los elementos, y si bien se mantuvo bajo presión al
señor Muñoz Erazo, sus conductas no estaban
dirigidas a mantenerlo privado de su libertad, o a
menguar dicho derecho, lo que impide entonces, ser
penalizado por el punible de secuestro extorsivo.

22
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

“Para la Sala –finaliza la cita—, la prueba allegada al


plenario, no permite concluir más allá de toda duda
razonable que los señores MARÍA YOLANDA
LONDOÑO y YAMID SAMIR LASSO TOVAR actuaron
con dolo de secuestrar y si esto es así, no concurre en
su conducta el elemento subjetivo del tipo, y aunque
es discutible que esa prueba pueda encontrarse
flagrante en el juicio probatorio, pues por regla
general, hace parte de la psiquis del individuo, este
puede exteriorizarlo a través de sus comportamientos,
sin que sea posible que se parta de presunciones que
tiendan a dar por probada la voluntad del sujeto para
cometer un hecho ilícito”.

10. La presunción de inocencia que ampara a los acusados


“no se destruye por considerar que con la sola entendida
retención de una persona” incurrieron en secuestro extorsivo
agravado.

11. El actuar de los procesados, no cabe duda, es


cuestionable en cuanto pretendieron, bajo coacción, obtener sus
propósitos. Para el efecto agredieron a la víctima y la llevaron a
su residencia buscando que confesara el hurto de las cámaras.
Ese hecho, sin embargo, no puede considerarse secuestro
porque “la voluntad de los procesados no estaba guiada hacia
ese fin, y se insiste, el traslado de la presunta víctima no está
claro de haber sido voluntario o forzado, y en cuanto a los otros
actos de afectación de la integridad personal si se perpetraron tal
como lo dictaminó el informe técnico médico legal de lesiones no

23
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

fatales realizado al señor John Edwin Muñoz Erazo y que fuera


objeto de estipulación entre la defensa y la Fiscalía”.

“Sería diferente si los acusados –dice el fallo recurrido


—, hubiesen encerrado al señor John Edwin (Muñoz
Erazo) para mantenerlo retenido con la intención
precisa de impedirle ejercer su libertad de locomoción,
pues no quedaría duda que con un fin diferente al
extorsivo, los criminales, planearon la conducta y
hacia ese fin dirigieran sus actos, pero en este caso,
vemos que el camino criminal escogido por MARÍA
YOLANDA LONDOÑO PARRA y YAMID SAMIR
LASSO TOVAR, fue ir primero a la casa de la víctima
para ver si al interior de la misma estaban las
cámaras, posteriormente y ante la vista pública y con
el consentimiento expresado por el señor John Edwin
(Muñoz) introducirlo en el domicilio de la señora
YOLANDA (LONDOÑO), dejando la puerta
entreabierta, con la posibilidad que la víctima pudiera
pedir socorro y auxilio pues recuérdese que estuvo en
su domicilio y observó cuando su esposa atendía al
procesado YAMID SAMIR (LASSO), hechos que
permiten señalar que no se tuvo la voluntad de
privarlo de la libertad”.

12. Más allá de toda duda razonable tampoco se probó que


las lesiones de John Edwin Muñoz Erazo registradas en el
dictamen pertinente del Instituto de Medicina Legal sean producto
de tortura: “su dicho carece de credibilidad en grado sumo, por
cuanto una cosa dejó (sic) en la denuncia, otra en la entrevista, y

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

otra en el momento de juicio oral, más parecen sus


aseveraciones producto del ánimo vindictio por las agresiones
–lesiones que recibió— que un dechado de verdad, por tanto esta
prueba no puede tampoco soportar la existencia de tortura”.

En el peritazgo anotado se hizo alusión a lesiones en la


frente, en la nariz y en el cuello de la víctima. Y aunque podría
pensarse que son indicantes de tortura, “si nos detenemos y
observamos la fecha de los hechos, la fecha de la práctica del
examen, transcurrió un día, tiempo en el que pueden ocurrir otros
eventos, que pueden incidir en el examen, sin duda no se
descarta la existencia de las lesiones, pero lo que no encuentra la
magistratura es la contundente prueba que le permita inferir, más
allá de toda duda razonable que dichas lesiones son producto de
tortura”.

13. El porte ilegal de armas, por último, no se comprobó. Se


carece de constancia acerca del hallazgo de alguna y su
sometimiento a cadena de custodia. Adicionalmente el testimonio
de Muñoz Erazo, como se dijo, no merece credibilidad por
confuso y contradictorio. La Fiscalía, por lo demás, no pidió
condena respecto de ese cargo por ausencia de certeza sobre su
configuración y la jurisprudencia de la Corte ha interpretado que
en caso así el Juez debe absolver.

Segundo cargo.

1. Se comprueba con la síntesis del fallo impugnado que el


Tribunal no absolvió a los procesados después de considerar

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

acreditado en lo fáctico el secuestro extorsivo agravado que se


les imputó en la acusación.

Ciertamente, como lo recuerda el casacionista, se declaró


probado en la sentencia el interés de MARÍA YOLANDA
LONDOÑO y YAMID SAMIR LASSO en recuperar las cámaras
que creían hurtó John Edwin Muñoz Erazo y que los mismos,
junto con otras personas, lo interceptaron frente a su trabajo y
luego, en busca de los bienes, se dirigieron a su residencia y
después a la de la mujer, donde lo golpearon y maltrataron.

El Tribunal, sin embargo, precisó enseguida en referencia a


la “interceptación” de Muñoz Erazo:

“Todo es cierto pero no está completamente claro, si


efectivamente le subieron al carro con violencia, si
ciertamente hubo conducta retentiva que afectara el
derecho a la libre locomoción, o este aunque con las
exigencias de la entrega de las cámaras con el
propósito de dar claridad de su ajenidad en dicho
hurto, aceptó subir al automóvil (e) ir hasta su
residencia y luego a la de la señora YOLANDA”
(LONDOÑO).

En respaldo de esa conclusión, de incertidumbre con


relación a la configuración de la acción de arrebatamiento del
atentado contra la libertad individual, la Corporación judicial,
apoyada en “las reglas de la sana crítica”, expresó que cuando
unas personas tienen como propósito atentar contra ese bien

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

jurídico no actúan “tan a la vista pública”, sino de forma oculta


para evitar ser denunciados ante las autoridades.

2. Está claro para la Corte, pues, que el fundamento


principal de la sentencia fue la duda vinculada a la prueba del tipo
objetivo de secuestro extorsivo. Supremamente ilógica, en esa
medida, toda la argumentación adicional relacionada con la
ausencia de dolo en la realización de una conducta incierta para
el juzgador. En otras palabras: si el examen probatorio no
derrumbó la posibilidad de que John Edwin Muñoz Erazo haya
accedido voluntariamente a ir con MARÍA YOLANDA LONDOÑO
y sus amigos en el vehículo de la mujer, como sostuvo ésta que
sucedió, sobraba adentrarse en el análisis del elemento subjetivo
de la conducta punible.

Pero ya hecho el ejercicio y dichos los argumentos sobre el


por qué la finalidad de los procesados –de admitirse “en gracia de
discusión” que retuvieron por unos momentos a Muñoz Erazo—
no fue atentar contra su derecho a la libertad individual, los
razonamientos respectivos adquirieron la condición de
sustentación accesoria de la sentencia, adicionándose con ello,
de cara a la pretensión de condena del casacionista, la necesidad
de acreditar tanto la incorrección del argumento principal como de
los secundarios.

Así las cosas, visto que el presente cargo no se dirigió a


atacar ninguno de esos fundamentos probatorios sino al
planteamiento de una posible violación directa de la ley
sustancial, que en cuanto no ocurrió torna impróspera la censura
según ya se concluyó, se asumirá enseguida el examen del

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

reproche inicial, sin pasar por alto la aclaración acabada de


realizar.

Primer cargo.

1. De acuerdo con la declaración de John Edwin Muñoz


Erazo en el juicio oral, fue forzado a subir al vehículo de MARÍA
YOLANDA LONDOÑO. Venía a la tienda donde trabajaba
después de llevar un domicilio, YAMID SAMIR LASSO se le
acercó, lo golpeó en el rostro e hizo caer de la bicicleta. Otros dos
hombres se le aproximaron, le exigieron entregar las cámaras,
amenazaron con matarlo si no lo hacía, LASSO TOVAR le
propinó una patada y así, obligado, lo montaron al automotor. Se
dirigieron a su residencia y luego a la de la mujer, donde
siguieron las agresiones, entre las cuales se simuló asfixiarlo con
una almohada, un cable y una bolsa plástica. Cuando uno de los
atacantes lo presionó por el cuello, MARÍA YOLANDA LONDOÑO
le dijo que no más y “el tipo” lo dejó. Al final, antes de irse del
lugar alias “bacalao” y otros dos muchachos, le dijeron que tenía
tres días para regresar los bienes y, si no, pondrían una bomba
en el restaurante de su tía. Quedó en el lugar con YAMID LASSO
TOVAR y MARÍA YOLANDA LONDOÑO. Se sentó en una silla, al
lado de la última y hablaron. LASSO TOVAR, desarmado, se
quedó en cuclillas frente a ellos. Al rato arribaron dos agentes de
la Policía.

La segunda instancia, con fundamento en algunas


diferencias entre lo dicho por Muñoz Erazo en su declaración y su
denuncia, calificadas en la sentencia impugnada de
“contradicciones e inconsistencias”, no creyó en su testimonio. Y

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

tal es básicamente la conclusión objetada por el actor, alegando


que se originó en errores de hecho por falso raciocinio, los cuales
condujeron a la violación de los artículos 169 y 170-2/6 del
Código Penal, por falta de aplicación. Para remediar el quebranto,
le pide a la Corte casar la sentencia absolutoria recurrida y
confirmar la de condena dictada por el a quo en contra de los
procesados.

En suma, la aspiración exclusiva del casacionista es que la


Corte declare el yerro probatorio en la apreciación del testimonio
de John Edwin Muñoz Erazo y le otorgue credibilidad, que la
merece pues en su criterio “las pequeñas diferencias, si es que
así pueden llamarse, entre una y otra versión, no lo fueron sobre
lo sustancial, sino sobre aspectos circunstanciales que para nada
cambian, ni la denominación del delito, ni la responsabilidad de
las partes”1.

2. El recurrente denunció que en total se dejaron de aplicar


quince reglas de experiencia, algunas de las cuales fueron
reiteradas por el Fiscal ante la Corte en la sustentación del
recurso extraordinario, quien estimó que la primera relacionada
en la demanda –“la prueba se valora en conjunto y no de manera
aislada”— no ostenta aquella condición sino corresponde a una
norma legal.

Se trata el enunciado, ciertamente, de una exigencia legal


consagrada en el artículo 380 de la Ley 906 de 2004 cuya
inobservancia podría generar errores susceptibles de plantearse
en casación, como el de hecho por falso juicio de existencia
cuando el análisis probatorio no comprende uno o varios medios
1
. Página 7 de la demanda.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

de convicción válidos, que sin duda fue la hipótesis aludida por el


Delegado ante la Corte en su intervención oral (sin acierto pues el
asunto no hizo parte del libelo), al atribuirle al Tribunal la omisión
de valorar las declaraciones de los policías Wilfredo Cárdenas
Moreno, Luis Enrique Lerma Vásquez, Erminson Franco Jaramillo
y Guillermo Silva Rojas, al igual que la rendida por Madelein
Pareja.

Del examen de las catorce fórmulas restantes, en relación


con las cuales el censor no acreditó la característica de
universalidad indispensable para admitirlas como reglas de
experiencia, surgen claros tres aspectos: algunas, aunque varias
de ellas bajo ciertas condiciones no asociadas en los enunciados,
podrían constituir máximas de experiencia; otras definitivamente
carecen del atributo de generalidad necesario para considerarlas
así; y, finalmente, todas terminan coincidiendo exactamente con
los razonamientos probatorios del Fiscal a partir de los cuales
aspira a demostrar que las inferencias del Tribunal son absurdas
o irracionales y, consiguientemente, se deben destronar.

2.1. Aquellas formulaciones no aceptables como reglas de


experiencia son las siguientes:

 Entre un ofendido y un victimario la mayor credibilidad se


otorga a quien acompañe su dicho de otras pruebas
objetivas o imparciales.

Es esta una regla jurídica no escrita del derecho probatorio,


de acuerdo con la cual es merecedor de mayor credibilidad el
declarante cuyo dicho se encuentra acreditado con otros

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

elementos de juicio, en comparación con el de aquel que no lo


está.

 Quien reclama a la persona que cree le ha hurtado algo lo


hace agresivamente, en especial si no es un familiar.

No se puede negar que así actúan algunas personas frente


a quien les parece responsable del apoderamiento de bienes de
su propiedad, inclusive si es allegado. Pero la propia experiencia
común enseña que una buena porción de la sociedad, inclusive
ante agresiones comprobadas y peores al despojo patrimonial, no
reacciona violentamente sino que acude a las autoridades.

 Cuando se quiere que se confiese un delito, en contra de la


voluntad del sospechoso, no es extraño que se utilice la
violencia.

El propio enunciado se niega como regla de experiencia. El


hecho de que algo no sea extraño –o insólito—, en manera
alguna traduce que suceda de manera general y reiterada.
Entonces así sea verdad que no es infrecuente el uso de la
violencia en la hipótesis mencionada, no es aceptable, al igual
que en el caso anterior, la idea de que siempre o casi siempre se
apela a su utilización cuando se aspira a conseguir que alguien
confiese la comisión de un delito.

 La violencia que se ha practicado a lo largo de la historia


para lograr las confesiones –dice otra de las proposiciones
del casacionista—, no sólo incluyen la retención de las
personas, sino el infligirle dolores de tal forma que el uso de

31
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

la bolsa en la cabeza, el lazo en el cuello, el arma


apuntando la cabeza y las amenazas contra la vida de los
familiares son las más comunes, porque tienen un alto nivel
de eficiencia en lo que se persigue.

A lo sumo lo aquí expresado alcanzaría, con el


acompañamiento de las mediciones pertinentes y el aporte de las
fuentes, la condición de dato sociológico sobre cierta forma de
ejercicio de la violencia, asociada a algunas manifestaciones de
la criminalidad –inclusive oficial— y en ciertos momentos
históricos. En manera alguna, sin embargo, sobre todo por la
indefinición de los términos de la premisa, es admisible como
máxima de la experiencia.

 El tipo de actos de violencia relacionados, dejan las mismas


huellas que presentaba John Edwin Muñoz Erazo cuando lo
examinó el médico legista, que éste certificó en el informe
pericial respectivo y sobre las cuales recayó estipulación
entre las partes.

Esta proposición, sin más comentarios, es una inferencia


probatoria del Fiscal recurrente.

 No es extraño o que pueda prestarse para dudas, como las


esbozadas por el Tribunal, que los reconocimientos médicos
sobre lesiones se practiquen un día (o más) después de la
ocurrencia de los hechos.

No se entiende el enunciado. Y si el actor, en referencia a la


perplejidad declarada en el fallo acerca de la posibilidad de que

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

las heridas de Muñoz Erazo hayan tenido como causa una


distinta a las agresiones de quienes acompañaban el día anterior
al del examen médico legal a MARÍA YOLANDA LONDOÑO,
simplemente quiso oponerse a la conclusión, se trata, como en el
caso anterior, de una deducción probatoria sin alcance de regla
de experiencia.

 La credibilidad de un dictamen pericial sobre lesiones no se


funda en el tiempo transcurrido entre la lesión y el examen,
sino principalmente en la coincidencia de los hallazgos en el
cuerpo o la salud y el relato de la víctima.

La apreciación del peritazgo está regulada legalmente en el


artículo 420 de la Ley 906 de 2004. El grado de persuasión que el
mismo logre transmitir al juzgador, entonces, dependerá del
examen de la prueba a la luz de los criterios previstos en esa
disposición y, conforme lo regula la ley, de su examen conjunto
con los demás medios de convicción. Así las cosas, resulta vano
el intento de convertir en máxima de experiencia un tema que se
gobierna a través de reglas jurídicas contenidas en normas de
derecho positivo.

 Los delitos graves, como el homicidio y el secuestro,


generalmente se dan a plena luz del día y en presencia de
otras personas o testigos, pues es muy difícil y costoso
contar con la infraestructura para retener o arrebatar a una
persona al momento en que esté absolutamente sola o a
oscuras, pues demanda una persecución prolongada que la
vuelve fácilmente detectable.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

Más allá de la confusión que emana de la parte final de la


proposición, no es cierta la premisa de la cual se parte. Es, sin
ninguna duda, más consistente la contraria. La práctica judicial
enseña, en efecto, que los delincuentes prefieren ocultarse
cuando cometen delitos que han tenido previamente la
oportunidad de planear. Es infundado, de otra parte, expresar que
le resulta más oneroso a la empresa criminal retener sola a la
víctima en un lugar oscuro, que hacerlo a plena luz del día o a la
vista de todo el mundo.

 Sin ser común, tampoco es extraño que en Colombia


algunas personas tomen la justicia por sus propias manos y
decidan lograr la recuperación de sus elementos hurtados y
de paso castigar a quienes se cree responsables.

Si no es habitual o frecuente esa conducta, como lo


reconoce el enunciado, se elimina desde la proposición la
posibilidad de configurar una regla de experiencia. Y se hace bien
porque sería equivocado plantear que siempre o casi siempre los
nacionales sustituyen a las autoridades y castigan a quienes los
despojan de sus bienes.

2.2. Califica como reglas de experiencia, bajo la condición


de que el denunciante o testigo carezca de motivación para
falsear la verdad, las siguientes:

 Cuando se denuncia por un delito grave a un amigo o


conocido, generalmente se dice la verdad.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

 Entre más cerca al instante de los hechos declare la víctima


o el testigo, más veraz o confiable será su relato.

Las anteriores son verdaderas pautas de valoración porque


siempre o casi siempre que sucede A la consecuencia es B. Se
trata de un postulado, sin embargo, que no es absoluto como
tampoco lo es ninguna regla de experiencia. Admiten
excepciones, se sabe, y el presente caso es un ejemplo de ello,
como se pasa a ver:

Aquí John Edwin Muñoz Erazo, la víctima, estaba siendo


señalado por MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA de haber
sustraído unos bienes de su habitación. Era una posibilidad, por
tanto, que para protegerse de esa incriminación hubiese atribuido
falsamente a la mujer los comportamientos referidos en su
declaración. En esa medida la relación de amistad previa con ella
y la proximidad entre hechos y denuncia, no son circunstancias
que por sí mismas, en este caso concreto, generen creer en dicho
testimonio.

2.3. Diferentes son los resultados del análisis cuando se


miran las siguientes reglas de experiencia, mencionadas en el
libelo, dejadas de lado por el ad quem y cuya consideración
habría modificado la orientación de la sentencia. Son:

 Cuando alguien busca ayuda urgente de la Policía es


porque ha percibido actos de fuerza o violencia que no
puede resistir.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

 Un ser humano normal que es violentado física o


moralmente no permanece voluntariamente en el lugar
donde se le causa el dolor sino que quiere huir de él.

El argumento principal de la absolución, como en su


momento se recordó, fue la duda probatoria acerca de si Muñoz
Erazo fue subido contra su voluntad al carro de la procesada
LONDOÑO PARRA o accedió a ir con ella.

Pero de haber tenido el juzgador en cuenta los patrones de


valoración probatoria recién mencionados, esa incertidumbre no
habría existido y tampoco la resistencia a otorgarle credibilidad al
relato de John Edwin Muñoz Erazo.

Este denunció que los acompañantes de MARÍA YOLANDA


LONDOÑO PARRA lo forzaron a subir al vehículo, donde iba
retenido. Y la condición de persona sometida la percibió Madelein
Pareja, al detenerse frente a su casa el carro de la mujer con
Muñoz Erazo, su compañero permanente, en el interior. Así,
pues, porque percibió el ejercicio de violencia contra éste, acudió
a la Policía en busca de ayuda.

La aplicación de la regla de experiencia estudiada, por


tanto, llevaba a deducir que si Madelein Pareja advirtió la
hostilidad anotada y en virtud de ella acudió a las autoridades,
entonces John Edwin Muñoz Erazo no falseó la verdad y
ciertamente, como lo sostuvo desde un principio, fue agredido y
conducido por la fuerza.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
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Ahora bien: si la realidad del ataque físico a Muñoz Erazo


no está en discusión, dadas las innegables huellas de violencia
presentes en él para cuando hizo su intervención la Policía, de
haberse tenido en cuenta que nadie normal, si puede irse, se
queda a que lo maltraten, un examen de la prueba respetuoso de
la sana crítica habría revelado como digna de credibilidad la
declaración de la víctima y mentirosa la de los procesados,
quienes intentaron hacer creer que John Edwin Muñoz Erazo
accedió a ir con ellos y permaneció voluntariamente en su
compañía.

2.4. Otros argumentos refuerzan la anterior conclusión. Y


aunque ellos no hacen parte del libelo y algunos pasan por el
develamiento de errores de juicio tampoco en ese escrito
registrados, lo cierto es que al admitir la Corte la demanda superó
los defectos de ésta y habilitó la posibilidad de referirse a otras
equivocaciones de la sentencia, probatorias como jurídicas,
susceptibles de alegarse en casación y, entre ellas, las
eventualmente relacionadas con los fundamentos a través de los
cuales, al enfrentar la hipótesis de que a Muñoz Erazo lo
retuvieron los procesados, no se estimó concurrente en su
conducta el dolo de secuestrar.

El primer error está asociado a la declaración de Walter


Leandro Valencia Pulgarín, dueño de la “revueltería” Mercapunto
donde trabajaba John Edwin Muñoz, quien al siguiente día de los
hechos sostuvo ante investigadores de la Policía Nacional que
presenció cuando a su empleado “se lo llevaron a la fuerza”. En el
juicio oral advirtió que no vio sino otro trabajador a su servicio le
contó. Así las cosas, si no percibió directamente los sucesos, no

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

se puede “entrar en detalles sobre este testimonio, por tratarse


de prueba de referencia”, expresó el Tribunal apelando a un
punto de vista que condujo a la no apreciación de la evidencia y,
consiguientemente, a la eliminación de su eficacia probatoria,
incurriendo con tal proceder la corporación judicial en un error in
iudicando.

La prueba de referencia, como su nombre lo indica, es un


medio de prueba y éste carácter no lo pierde en virtud de la
previsión legislativa contenida en el inciso 2º del artículo 381 del
Código de Procedimiento Penal, en concordancia con el cual “la
sentencia condenatoria no podrá fundamentarse exclusivamente
en pruebas de referencia”. Se trata, la allí fijada, de una eficacia
probatoria limitada de esas evidencias y en manera alguna, como
lo entendió con desacierto el Tribunal, de su supresión como
pruebas. Contribuyen, no se duda, a la formación de la verdad
que finalmente se declara acreditada en el pronunciamiento
judicial y marginarlas de análisis bajo la afirmación autoritaria de
que no son medios de convicción, configura error de derecho por
falso juicio de convicción.

Ese desacierto probatorio en el caso examinado fue


determinado, a su turno, por otro error de la segunda instancia
consistente en considerar prueba de referencia la declaración de
un testigo directo, como lo es sin ninguna duda Walter Leandro
Valencia Pulgarín, según las razones que enseguida se
relacionan:

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

i) El mencionado rindió entrevista en la mañana del 13 de


julio de 2007 ante investigadores del Gaula de la Policía Nacional.
Allí precisó:

“El día de ayer siendo aproximadamente las 15:20


horas, me encontraba en mi negocio y cuando vi que
mi empleado John Edwin un hombre lo tiró de la
bicicleta, lo pateó y subió a un carro Mazda de color
blanco, y se lo llevaron por toda la 46 derecho, yo al
ver esto salí recogí la bicicleta y la entré al negocio,
inmediatamente mandé a uno de mis empleados
Víctor, a la estación de Mariano Porras, y después
que vino y me dijo que no estaba allá, le mandé a
decir con el mismo a los familiares de Edwin que viven
enseguida lo sucedido”.

Aclaró que John Edwin Muñoz no fue voluntariamente con


MARÍA YOLANDA LONDOÑO y sus acompañantes, sino se lo
llevaron a la fuerza. El hombre que lo golpeó, quien “estaba como
bravísimo”, era “negro, grande y acuerpado”2.

ii) En el juicio oral, en la sesión de febrero 12 de 2008,


Valencia Pulgarín dijo desconocer que Muñoz Erazo haya sido
secuestrado. Reconoció haber rendido la entrevista antes aludida
y dicho lo allí consignado porque se confundió “todo”. En realidad
contó lo que le relató un niño (o muchacho), el cual tenía consigo
la bicicleta en la cual se desplazaba la víctima.

El contenido íntegro de la entrevista lo leyó el propio


declarante en la audiencia y puntualmente en relación con cada
2
. Folio 137 de la carpeta principal.

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Casación 31.946
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afirmación allí realizada el Fiscal lo interrogó, buscando el por qué


de las manifestaciones diferentes. Los apoderados de los
acusados decidieron no contrainterrogar.

iii) Acorde con la tesis jurisprudencial sostenida por la Sala


a partir de la sentencia de casación del 9 de noviembre de 2006 3,
reiterada posteriormente en otros pronunciamientos 4, las
declaraciones del testigo anteriores al juicio, usadas en éste para
la impugnación de credibilidad, se integran al testimonio junto con
las explicaciones aducidas por el declarante en torno a las
razones de su contradicción.

En el presente caso, por tanto, la entrevista ante la policía


judicial rendida por Wálter Valencia Pulgarín, quedó integrada a la
prueba testimonial al utilizarse en el juicio para el fin atrás
señalado y porque sobre la misma se permitió a los defensores el
ejercicio del derecho de contradicción a través del
contrainterrogatorio.

iv) El testimonio de Wálter Leandro Valencia Pulgarín, en


fin, contiene dos afirmaciones contrarias: la primera, que
presenció cuando a la víctima se la llevaron a la fuerza en un
carro Mazda de color blanco y, la segunda, que no vio sino que le
contaron. La prueba, en esa medida, no es de referencia sino
directa y esa condición no la pierde por el hecho de la
retractación.

En conclusión, más allá del error de derecho por falso juicio


de convicción en el cual incurrió el juzgador al excluir de análisis

3
. Radicado 25.738.
4
. Por ejemplo, la sentencia de casación del 21 de octubre de 2009, radicación 31.001.

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MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

una prueba con apoyo en un argumento jurídico equivocado,


materialmente omitió la consideración de una prueba directa,
ajustándose esa conducta judicial a error de hecho por falso juicio
de existencia, a cuyo remedio procede la Corte a través del
examen respectivo al medio de prueba.

2.4.1. La Sala no advierte ningún motivo para desconfiar de


las afirmaciones vertidas por Walter Leandro Valencia Pulgarín en
la declaración ante Policía Judicial, integradas a la prueba
testimonial. No hay ambigüedad en ellas y entonces no hay
espacio para la interpretación. Vio que un desconocido,
“bravísimo”, derribaba a su empleado John Edwin Muñoz de la
bicicleta en la cual regresaba a Mercapunto luego de llevar un
domicilio. También vio cuando ese mismo extraño lo pateó y
subió a un vehículo Mazda blanco. Aunque allí ya brillaba la
fuerza como causa del ingreso de Muñoz Erazo al carro de
MARÍA YOLANDA LONDOÑO, los policías, que no querían dejar
lugar a futuras especulaciones, le preguntaron enseguida:

“Sírvase decir si observó usted que su empleado


Edwin se hubiese subido por su voluntad con las
personas y en el vehículo que dice usted se fue,
dejando su bicicleta abandonada”.

Valencia Pulgarín, con una espontaneidad y limpieza no


perceptibles en su intervención en la audiencia de juzgamiento,
respondió:

“No, a él se lo llevaron a la fuerza, porque ví que un


hombre lo estaba pateando y lo subió al carro”.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

Igualmente expresó claro ante los investigadores, sólo unas


horas después del suceso violento –se subraya—, que él recogió
la bicicleta. Algo adicional muy importante: por ninguna parte en
esa entrevista hace alusión el empleador de la víctima al “niño” o
“muchacho” que aparece como protagonista en su testimonio
ante el Juez de conocimiento, al señalarlo en tal oportunidad –sin
ningún dato que hiciera posible determinarlo—, como el tercero
que lo enteró de lo acontecido. Podría argumentarse al respecto,
como es común hacerlo para disminuir el impacto negativo de la
omisión comentada, que ninguna pregunta conducía a revelar esa
información o algo por el estilo. Se trataría, sin embargo, de una
razón frágil pues una pregunta de los investigadores fue solicitarle
al entrevistado especificar qué otras personas presenciaron los
hechos, ante la cual su respuesta fue la siguiente:

“Creo que Víctor mi otro empleado también vio y no


me doy cuenta de nadie más”.

Sería una ingenuidad creer el segundo relato del testigo. En


ningún momento dio una respuesta satisfactoria al por qué ante la
policía narró en primera persona unos hechos que le contaron, ni
acerca del motivo para afirmar que recogió la bicicleta de su
propiedad, cuando realmente –conforme aseguró en el juicio— la
misma la levantó un niño desconocido, quien la pretendía robar,
según le dijo Víctor N.. Tan oscuras sus respuestas en la
audiencia pública que llegó al extremo increíble, cuando el Fiscal
quiso saber la distancia entre su negocio y el lugar donde quedó
la bicicleta, de rehusarse a admitir que la vio inmediatamente
después de sucedidos los hechos.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

Esa postura general de no constarle directamente nada de


lo sucedido más esas explicaciones turbias en las cuales fundó
su mutación de testigo presencial a testigo de referencia, no le
generan confianza a la Corte. Aparece seguro, en contraposición,
su tranquilo y desprejuiciado primer relato, correspondiente al de
un comerciante que percibe cerca de su negocio el bullicio propio
del arrebatamiento de una persona, sale a observar y se interesa
en el suceso porque tiene que ver con un trabajador suyo, a quien
se llevan del lugar a la fuerza, en un carro, dejando tirada la
bicicleta, la cual de inmediato va a recuperar en cuanto le
pertenece. Bastante coherente todo ello. Absurdo decir, por el
contrario, varios meses después y sin motivo sólido explicativo
del cambio, que no vio ni cogió la bicicleta y sostuvo lo opuesto
ante la policía porque se confundió.

El medio de prueba analizado, entonces, reafirma la


declaración de John Edwin Muñoz Erazo. Y sería idéntica la
conclusión aún si se admitiera su versión final, por la sencilla
razón de que en las dos se advierte un elemento en común,
confirmatorio del dicho de la víctima. Se encuentra relacionado
con la bicicleta, la cual –a pesar de la negativa final del declarante
Valencia Pulgarín a admitir haberla visto después de la retención
— aparece en ambos casos abandonada en la calle, a cierta
distancia de Mercapunto. Si en verdad Muñoz Erazo, como afirmó
la procesada MARÍA YOLANDA LONDOÑO TOVAR, no fue
obligado a ir con ella y sus acompañantes, seguro hubiese ido
hasta su lugar de trabajo a devolver la bicicleta en vez de dejarla
tirada en la mitad de la calle. No regresarla, entonces, hace
decaer la posibilidad de concurrencia voluntaria del denunciante,

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

lo que conjugado con la apreciación de violencia en su contra


percibida por Madelein Pareja, las agresiones comprobadas de
que fue objeto y la incorporación de tantos individuos al propósito
de LONDOÑO TOVAR de recuperar sus cámaras, sólo explicable
en desarrollo de un plan signado por el ejercicio de la violencia y
no uno civilizado a través del cual se busca a alguien
simplemente para charlar y preguntarle por unos bienes que se
han perdido, lleva a la deducción férrea de que John Edwin
Muñoz Erazo dijo la verdad en el juicio y ciertamente, por
consiguiente, los procesados y otras personas lo retuvieron a la
fuerza.

Un examen como el anterior, sensato y respetuoso del


contexto probatorio, debía preceder a la descalificación del testigo
Muñoz Erazo, cuya versión no se podía desechar o poner en
duda por la simple existencia de algunas diferencias entre el
contenido de la denuncia y la declaración rendida en el juicio oral.
Si usualmente, al contar una persona la misma historia en dos
épocas distintas, varía circunstancias o detalles, resulta un
desacierto desechar su testimonio sólo porque no narró
exactamente lo mismo en las varias oportunidades que declaró,
especialmente cuando lo diferente no tiene que ver con aspectos
sustanciales de lo sucedido, como pasa en el presente caso.

En efecto: expresar inicialmente: i) Que MARÍA YOLANDA


LONDOÑO lo llamó antes de ser agredido; ii) Tres hombres lo
forzaron a subir al automóvil; iii) Lo amenazaron en el trayecto
con arma de fuego; y iv) Que en su casa dos hombres “vieron por
dentro”; y en el juicio oral: i) Que YAMID SAMIR LASSO lo llamó;
ii) Que el mismo, tras golpearlo, lo hizo subir al vehículo; iii) Dejar

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

de mencionar un arma de fuego; y iv) Que YAMID SAMIR LASSO


entró a su casa; constituyen disparidades superficiales,
insuficientes para debilitar el medio de convicción. Y menos
cuando, como se vio, lo refuerzan otras pruebas.

Un argumento adicional del Tribunal para dudar de la


retención mediante la violencia de Muñoz Erazo es otra de las
varias equivocaciones en las cuales incurrió. Tiene que ver con
estimar regla de experiencia que cuando una o varias personas
pretenden secuestrar, no lo hacen a la vista pública para evitar
testigos. Aparte de señalar la experiencia judicial que las cosas
no suelen ser siempre o casi siempre así pues los delincuentes
obran de las más impredecibles maneras, aún si se admitiera
dicho patrón de valoración, el presente caso sería una de sus
excepciones. Simplemente porque aquí, como quedó visto, se
comprobó la retención mediante la fuerza de John Edwin Muñoz
Erazo y a los responsables no les importó hacerlo a plena luz del
día, asumiendo el riesgo –realizado— de ser denunciados y
descubiertos.

Acreditados, entonces, los errores de juicio que condujeron


al juzgador de segundo grado a dudar de la configuración del tipo
objetivo de secuestro y determinado por la Corte, más allá de
toda duda razonable, que John Edwin Muñoz Erazo fue retenido
mediante la violencia por varias personas y conducido contra su
voluntad primero a su residencia y luego a la de MARÍA
YOLANDA LONDOÑO, donde permaneció en poder de sus
captores por aproximadamente tres horas –durante las cuales fue
maltratado—, corresponde a continuación examinar la hipótesis

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

de ausencia de dolo de secuestrar sostenida en la sentencia


impugnada, cuya desaprobación anticipa la Sala.

2.4.2. Para el Tribunal, si los procesados retuvieron “por


algunos minutos” contra su voluntad a Muñoz Erazo, “no lo
hicieron con el fin de atentar contra su derecho a la libertad
individual”, sino con el objeto de lograr que admitiera el hurto de
las cámaras de vídeo y fotografía. Conocían que su actuar era
equivocado pero resulta dudoso que su actitud estuviera dirigida
a privar de la libertad a la víctima.

Es un juicio jurídico erróneo en cuanto desconoce la


definición legal de dolo consagrada en el artículo 22 del Código
Penal.

Es dolosa una conducta, acorde con esa disposición,


cuando el agente conoce los hechos constitutivos de la infracción
penal y quiere su realización. Aquí los procesados, eso es
manifiesto, sabían acerca de la prohibición legal de retener a una
persona, contaban con la posibilidad de actuar de otra manera,
como reclamar ante las autoridades por el presunto hurto de las
cámaras y, no obstante, decidieron en lugar de ello atentar contra
la libertad de la víctima. Actuaron con dolo, en consecuencia,
sin importar en esa conclusión la finalidad perseguida con el
delito –decisiva en la tipificación como simple o extorsivo del
comportamiento—, que en este caso era conseguir que la víctima
aceptara la realización del atentado patrimonial del cual era
sospechoso y revelara el lugar donde se encontraban los bienes
a cambio de su libertad.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

En la asimilación del dolo al propósito del secuestro,


entonces, radicó el desacierto jurídico del Tribunal, al cual siguió
un argumento absurdo, como sólo podía ser aquel dirigido a
sostener un desatino. Consistió en expresar que los autores no
pretendían privar de la libertad a Muñoz Erazo y si bien lo
mantuvieron bajo presión –y objetivamente cautivo— fue sólo
para saber el paradero de las cámaras. Materialmente, es
indudable, atraparon a la víctima y esa realidad no desaparece
por el hecho de no “pensar” que estaban secuestrando sino
buscando una información. Adicionalmente, no obstante
comprender que la conducta era contraria a la ley,
voluntariamente la realizaron.

No sin advertir que con la lógica de la segunda instancia no


cometería secuestro quien retiene a la víctima y a cambio de su
libertad exige una suma de dinero porque en tal caso el propósito
no sería privar de la libertad sino obtener una ganancia
patrimonial, resulta evidente la vulneración directa de la ley
sustancial en la cual incurrió en la sentencia al interpretar
erróneamente la noción de dolo, el cual se configura en el
presente caso.

Objetiva como subjetivamente, en fin, los procesados


cometieron el delito de secuestro.

2.5. Los errores de juicio en los cuales incurrió el Tribunal


determinaron el proferimiento del fallo absolutorio a favor de los
procesados MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y YAMID
SAMIR LASSO TOVAR, conforme quedó comprobado en
precedencia. Por tanto, la Corte casará ese pronunciamiento y,

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

constituida en Tribunal de segunda instancia en razón de ello, no


confirmará el fallo de primer grado en su integridad por cuanto no
se comparten todas las consecuencias jurídicas allí fijadas.
Específicamente dos: considerar extorsivo el secuestro en lugar
de simple y no reconocer a los acusados la atenuante punitiva de
dejar voluntariamente en libertad a la víctima dentro de los quince
días siguientes al secuestro (Art. 171 del C.P.).

3. Una vista rápida al delito de secuestro en Colombia


durante los últimos 30 años, comprueba sin dificultad que a
medida que la delincuencia intensificó ese tipo de conductas e
hizo más repugnantes sus métodos, convirtiéndolas en práctica
cotidiana para obtener riqueza –orientada a veces a la
financiación de otras actividades delictivas— o como mecanismo
de chantaje a la sociedad y al Estado, el legislador fue
paulatinamente vigorizando la respuesta punitiva. Esa constante,
sólo interrumpida con la expedición del Código Penal de 2000 5,
es nítida cuando se repasan las distintas leyes que han regido la
materia, como se pasa a ver:

El Decreto 100 de 1980 consagraba prisión de 6 meses a 3


años para el secuestro simple y de 6 a 15 años para el extorsivo.

La Ley 40 de 1993, tras las normas de estado de sitio


referidas a la ilicitud que se expidieron antes de la Constitución
Política de 1991 en desarrollo de la política de lucha contra el
terrorismo –convertidas luego en legislación permanente—,

5
. Ese Estatuto, apoyado en la pretensión de los reformistas de darle cierta coherencia
cuantitativa y cualitativa a las penas en general, sin perder de vista los principios de
humanidad y proporcionalidad, disminuyó la sanción a algunos delitos, entre ellos el
secuestro.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

estableció para el secuestro simple 6 a 25 años de prisión y para


el extorsivo 25 a 40 años.

El Código Penal de 2000 (Ley 599) previó respecto del


simple 10 a 20 años de prisión y con relación al extorsivo 18 a 28
años de prisión.

La Ley 733 de 2002 fijó la pena de prisión para el secuestro


simple entre 12 y 20 años y para el extorsivo de 20 a 28 años.

En virtud del artículo 14 de la Ley 890 de 2004 esas


sanciones privativas de la libertad, al igual que las previstas en
los demás tipos penales contenidos en la parte especial del
Código Penal, recibieron un aumento de la tercera parte en el
mínimo y de la mitad en el máximo. Quedó penalizado el
secuestro simple, por tanto, con prisión de 192 a 360 meses y el
extorsivo desde 320 hasta 504 meses.

Son, estas últimas, las penas privativas de la libertad


previstas para el secuestro. En años: 16 a 30 para la modalidad
simple y 26 años 8 meses hasta 42 años para el extorsivo.
Ambas formas del atentado, si se tiene en cuenta que el
homicidio simple está reprimido con prisión de 13 a 25 años y el
agravado con prisión de 25 a 40 años, son severamente
castigadas. Y lo son todavía más en virtud de la agravante
punitiva contemplada en el artículo 170 del Código Penal, con
sustento en la cual, de darse alguna de las 16 circunstancias allí
previstas –y es común que ocurra—, el secuestro simple queda
penado con prisión de 256 meses (21 años y 4 meses) a 540

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
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meses (45 años) y el extorsivo con prisión de 448 meses (37


años y 4 meses) a 600 meses (50 años).

3.1. El Juzgado de primera instancia, como ya lo hizo la


Sala, concluyó que los procesados arrebataron y retuvieron a
John Edwin Muñoz Erazo. Adicionalmente, en consideración a
que el propósito perseguido con la privación de la libertad fue
coaccionar a la víctima para devolverle a MARÍA YOLANDA
LONDOÑO PARRA las cámaras que supuestamente le sustrajo
de su residencia, calificó la conducta como secuestro extorsivo.
Estimó concurrentes las causales de agravación 2 y 6 del artículo
170 atrás citado, es decir, someter a la víctima a tortura física y
presionar la entrega de lo exigido con amenaza de muerte. Por
último, les impuso a los acusados por razón de ese atentado el
parámetro menor del cuarto mínimo, o sea 448 meses de prisión
o 37 años y 4 meses, a los cuales sumó 8 meses por porte ilegal
de arma de fuego de defensa personal.

3.2. Ambas modalidades del secuestro, la simple y la


extorsiva, se configuran por el hecho de arrebatar, sustraer,
ocultar o retener a una persona. Se diferencian en el propósito
perseguido por el autor de la conducta: si es exigir por la libertad
de la víctima un provecho o cualquier utilidad, obtener un
provecho económico bajo amenaza mientras se la retiene
temporalmente en un medio de transporte 6, o para que se haga u
omita algo, o con algún fin publicitario o político, se estructurará
secuestro extorsivo; si se trata de una finalidad distinta, será
secuestro simple.

6
. Este propósito fue adicionado por la Ley 1200 de 2008, en respuesta al hecho criminal
denominado “paseo millonario”.

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

El Juzgado de primera instancia no señaló expresamente a


cuál de los propósitos legales correspondía el que aquí condujo a
tipificar la conducta como secuestro extorsivo. De manera tácita
hizo referencia, no obstante, a la exigencia de un provecho o
cualquier utilidad, de indiscutible contenido patrimonial en el
presente caso si se tiene en cuenta la pretensión con el atentado
de rescatar las cámaras pertenecientes a MARÍA YOLANDA
LONDOÑO PARRA.

Un provecho o utilidad en sentido económico es una


ganancia, rendimiento o lucro. Y como natural y jurídicamente es
imposible sostener que gana o renta quien recupera aquello de lo
cual ha sido despojado, si el secuestro tiene esa como su
finalidad, no será extorsivo sino simple.

La conclusión anterior, se refuerza con las siguientes


consideraciones:

i) El propósito de provecho o utilidad patrimonial como


elemento subjetivo especial del secuestro extorsivo, suma a la
agresión contra el bien jurídico de la libertad individual el ataque
al bien jurídico del patrimonio económico. De tal forma se dota de
significado el carácter pluriofensivo de la ilicitud, el cual decaería
si el propósito económico del secuestro, aisladamente
considerado, no correspondiera a una prohibición legalmente
prevista.

ii) Se estructura ese tipo de secuestro, entonces, a


condición de que el propósito de provecho o utilidad se encuentre
asociado a la realización del delito de extorsión. Y de la misma

51
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

manera como este no se tipifica cuando el constreñimiento tiene


como finalidad exigir lo propio, no existe razón para sostener que
hay secuestro extorsivo –y por tanto pluriofensividad—, si el
propósito de la privación de la libertad no traduce una afectación
real del bien jurídicamente tutelado del patrimonio económico.

En otras palabras: si no es delito de extorsión la coacción


dirigida a recobrar un bien del autor, sino constreñimiento ilegal,
no puede convertirse la misma conducta en el propósito extorsivo
del secuestro por el solo hecho de perseguirse la recuperación
patrimonial a través de la privación de la libertad.

iii) No se vincula esta interpretación del artículo 169 del


Código Penal a un argumento relacionado con la licitud o ilicitud
del provecho o la utilidad, sino al significado de estas
expresiones, que es diferente. Si la finalidad de provecho o
utilidad, en el sentido patrimonial al cual se viene haciendo
referencia, tiene que ver con la intención de lucro o
enriquecimiento, el mismo sólo es posible, material y
jurídicamente, si aquello que se pretende conseguir no es propio.
Si es propio –y lo propio es sólo lo habido conforme a la ley— la
conducta igual es reprochable como secuestro, pero en la
modalidad simple por corresponder en ese caso el propósito a
uno distinto de los previstos para el secuestro extorsivo.

iv) No surge de lo precedente ninguna autorización para


demandar a través del secuestro el cumplimiento de prestaciones
lícitas. Simplemente reclamar lo propio a través de la privación de
la libertad es una de las hipótesis que no encaja dentro de las
finalidades descritas en el tipo de secuestro extorsivo, debiendo

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

sancionarse la conducta a título de secuestro simple, un delito


contemporáneamente sancionado con bastante rigor, como ya se
vio, al punto que los extremos punitivos del tipo básico superan
los previstos para el homicidio simple y los del agravado casi
alcanzan los del homicidio agravado.

v) Reiterando que un supuesto de la tesis es que lo propio


que se pretende recuperar con el secuestro hace relación a
aquello adquirido conforme a derecho, su no aplicación a eventos
de cobro de sumas obtenidas ilegalmente es evidente.

vi) El criterio jurisprudencial que se asume, no está de más


señalarlo, genera una distinción necesaria de acuerdo con la cual,
político criminalmente, es más reprochable secuestrar para
extorsionar en el sentido del tipo penal contra el patrimonio
económico, que hacerlo para recobrar lo propio. La primera
conducta merece, conforme a la ley vigente y sin deducir
agravantes, entre 26 años y 8 meses y 42 años de prisión; la
segunda entre 16 y 30 años de pena de la misma calidad.

Se realiza con la tesis, adicionalmente, el principio rector de


proporcionalidad, el cual no sólo aplica en la medición de la pena
en el caso concreto, sino en la identificación del tipo penal a
imputar –con sus extremos punitivos, desde luego— de cara a un
determinado comportamiento.

3.3. Los procesados, pues, cometieron el delito de


secuestro simple. En lugar de reclamar civilizadamente a John
Edwin Muñoz Erazo y de denunciarlo ante las autoridades llegado
el caso, optaron por la actitud criminal de acudir a las vías de

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Casación 31.946
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YAMID SAMIR LASSO TOVAR

hecho, impregnados de odio y menosprecio por el joven. Lo


retuvieron en la calle imitando los métodos cobardes de la
delincuencia organizada, lo sometieron a maltratos verbales y
físicos, lo humillaron como se hace en el mundo del crimen
cuando varios doblegan la voluntad de una persona, amenazaron
con matarlo como a su familia y, por último, en la casa de MARÍA
YOLANDA LONDOÑO PARRA, lo atormentaron.

La primera instancia dedujo como agravantes las amenazas


de muerte y la tortura. Por tanto, en cuanto la Sala comparte esa
conclusión, no aludirá al tema. Hará, sin embargo, una breve
referencia a un argumento del ad quem calificado de error
probatorio por el demandante, asociado a las lesiones
dictaminadas médico legalmente a la víctima.

Acerca de esos hallazgos físicos en frente, nariz y cuello, el


Tribunal puso en duda que hayan sido ocasionados durante el
secuestro –del cual también dudó— porque el examen médico se
practicó un día después al de los hechos, “tiempo en el que
pueden suceder otros eventos”, precisó. Fue el único argumento,
sostenido en una suposición, del cual se sirvió para dejar de lado
el fuerte respaldo brindado por el peritazgo a la declaración de
Muñoz Erazo. Ninguna prueba hacia siquiera pensar en una
posibilidad como la planteada, resultando la misma un invento de
la segunda instancia, constitutivo de error de hecho por falso
juicio de existencia.

3.4. El segundo aspecto de la sentencia del a quo que no


se comparte, es haber omitido reconocerle a los procesados la

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Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

atenuante de punibilidad instituida en el artículo 171 del Código


Penal, cuyo texto es el siguiente:

“Si dentro de los quince (15) días siguientes al


secuestro, se dejare voluntariamente en libertad a la
víctima, sin que se hubiere obtenido alguno de los
fines previstos para el secuestro extorsivo, la pena se
disminuirá hasta en la mitad.

“En los eventos del secuestro simple habrá lugar a


igual disminución de la pena si el secuestrado, dentro
del mismo término fuere dejado voluntariamente en
libertad”.

En el presente caso, según el testimonio de John Edwin


Muñoz Erazo, cuando lo amenazaban con cortarle una oreja si no
decía dónde había escondido las cámaras y MARÍA YOLANDA
LONDOÑO se oponía a la materialización del chantaje, escuchó
decir a Nancy –amiga de la acusada— que dos primas del
declarante estaban anotando la dirección del lugar. Lo conminan
tras esto a no decir nada, le recuerdan que tiene una hija y le
hacen limpiar la sangre de su cara. Y antes de marcharse tres de
los hombres que lo tenían sometido, uno de ellos con arma de
fuego, le advirtieron que contaba con tres días para regresar los
bienes. Se atendría, de lo contrario, a las consecuencias. Acto
seguido se sentó en una silla plástica al lado de MARÍA
YOLANDA LONDOÑO, a hablar con ella, a decirle que por qué le
iba a hacer eso si no tenía las cámaras.

55
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

De esa narración se deduce que pese a seguir Muñoz


Erazo al interior de la casa donde momentos antes lo habían
golpeado, no seguía en cautiverio. Casi todos sus secuestradores
se habían ido, entendiéndose las últimas exhortaciones por ellos
hechas como un aviso claro de que le retornaban voluntariamente
su libertad. Cuando se fueron, de hecho, se sentó a hablar con la
mujer, ya sin presión, para intentar convencerla de su inocencia
respecto de la desaparición de sus aparatos de fotografía.
Mientras tanto YAMID SAMIR LASSO TOVAR, sin armas y
tranquilo, los observaba en cuclillas.

Si al restablecimiento voluntario de la libertad se agrega que


el propósito del secuestro no se había conseguido 7, cabe en el
caso examinado aplicar la diminuente de punibilidad.

3.5. A continuación la dosificación de la pena:

Respetuosa la Corte del criterio de la primera instancia, se


les impondrá a los procesados el mínimo de pena previsto para el
delito de secuestro simple contemplado en el artículo 168 del
Código Penal, agravado en razón de las agravantes 2 y 6 del
artículo 170 ibídem, es decir, 21 años y 4 meses de prisión. Y se
reducirá esa cantidad en la mitad que permite el artículo 171 de la
misma obra, atendida la corta duración de la privación de la
libertad, quedando en definitiva la pena privativa de la libertad en
128 meses o 10 años y 8 meses, mismo lapso por el cual se les
condenará a la sanción accesoria de inhabilitación de derechos y
funciones públicas. Tales penas, más la de multa por la suma

7
. La Corte estableció en sentencia de casación del 11 de marzo de 2009, radicación 28.563,
que la disminución punitiva del artículo 171 del Código Penal aplicaba para el secuestro
simple también a condición, como en el extorsivo, de no haberse obtenido la finalidad
perseguida con la privación de la libertad.

56
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

equivalente a 533,33 salarios mínimos legales mensuales –que


es la mínima del secuestro simple agravado (1.066,66 salarios)
disminuida en la mitad—, le parecen a la Corte proporcionales
como respuesta sancionatoria a la ofensa causada.

En virtud de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de la


Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en nombre de
la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

1. CASAR la sentencia impugnada, expedida el 18 de


febrero de 2009 por el Tribunal Superior de Cali. En su lugar, SE
CONFIRMA la de primera instancia de diciembre 5 de 2008, con
la modificación consistente en que la condena a los procesados
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y YAMID SAMIR LASSO
TOVAR es por el delito de secuestro simple agravado (arts. 169 y
170-2/6 del C.P.), atenuado en virtud del artículo 171 ibídem.

SE LES IMPONE, en consecuencia, prisión de 10 años y 8


meses, inhabilitación de derechos y funciones públicas por el
mismo término y multa equivalente a 533,33 salarios mínimos
legales mensuales.

2. Para la ejecución de la pena de prisión se ordena la


captura de los condenados MARÍA YOLANDA LONDOÑO
PARRA y YAMID SAMIR LASSO TOVAR.

57
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

3. Las demás determinaciones adoptadas por el Juzgado


del conocimiento se mantienen.

En contra de la presente decisión no proceden recursos.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE.

MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ DE LEMOS

JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ

ALFREDO GÓMEZ QUINTERO AUGUSTO J. IBAÑEZ GUZMÁN

JORGE LUIS QUINTERO MILANÉS YESID RAMÍREZ BASTIDAS

58
Casación 31.946
MARÍA YOLANDA LONDOÑO PARRA y
YAMID SAMIR LASSO TOVAR

JULIO ENRIQUE SOCHA SALAMANCA JAVIER ZAPATA ORTIZ

TERESA RUIZ NÚÑEZ


Secretaria

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